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Michel de Certeau

Luce Giard
Pierre Mayol

LA INVENCIÓN
DE LO COTIDIANO
2
Habitar, cocinar

Nueva edición revisada y aumentada


presentada por Luce Giard

Traducción de Alejandro Pescador

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA. DEPARTAMENTO DE HISTORIA


INSTITUTO TECNOLÓGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE
Título en francés
L'invention du quotidien 2. Habiter, cuisiner
Gallimard, 1994 (Folio /essai, 238)
ISBN 2-07-032827-9

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

Certeau, Michel de, 1925-1986


La invención de lo cotidiano 2 : habitar, cocinar
La invención de lo cotidiano
1. Historia social. I. Giard, Luce. II. Mayol, Pierre. 2
III. Pescador, Alejandro. IV. t.
Habitar, cocinar
I-IN 8 C4718.1999

PORTADA: Ana Elena Pérez, a partir de Window scene 1.


Supper in the house next door, de Oskar Schlemmer.

BI LOTECAFRANCIS OXAVIERCLAVIGERO
C UIDADO DE LA EDICIÓN: María Aguja, Ma. de la Luz
Guadarrama y Rubén Lozano Herrera

la. edición, 1999


D.R. e Universidad Iberoamericana
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
Deleg. Álvaro Obregón
01210 México, D.F.

ISBN 968-859-377-X

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico

EL OFICIO DE LA HISTORIA
Envío
por Michel de Certeau
y Luce Giard
Una ciencia práctica de lo singular

Al considerar la cultura como la practicamos, no en lo que más valora


la representación oficial o la política económica, sino en lo que la sostiene
y organiza, se imponen tres prioridades: lo oral, lo operativo y lo ordina-
rio. Las tres nos llegan por la desviación de un escenario supuestamente
extraño: la cultura popular, que ha visto cómo se multiplican los estudios
sobre las tradiciones orales, creatividad práctica y los actos de la vida
cotidiana. Un paso adicional es necesario para abatir esta barrera ficticia
y reconocer que en verdad se trata de una cuestión de nuestra cultura, sin
que lo sepamos. Pues las ciencias sociales han analizado en términos de
"cultura popular" funcionamientos que son (todavía) fundamentales para
nuestra cultura urbana y moderna, pero considerados como ilegítimos o
desdeñables por el discurso académico de la modernidad. Del mismo
modo que la sexualidad inhibida por la moral burguesa regresa en los
sueños de los pacientes de Freud, de la misma manera estas funciones de
la socialidad humana, negadas por una ideología obstinada por la escri-
tura, por la producción y por las técnicas especializadas, vuelven, bajo la
cubierta de la "cultura popular", a nuestro espacio social y cultural que
jamás habían abandonado en realidad.
Al asegurar progresivamente su autonomía, la industria y la
tecnología de la cultura se separaron de estos tres sectores para hacerlos
el objeto mismo de sus conquistas. La cultura oral se convirtió en el blan-
co que una escritura debía educar o informar. Los practicantes se trans-
formaron en consumidores supuestamente pasivos. La vida ordinaria se
constituyó en un vasto territorio ofrecido a la colonización de los medios
de comunicación. Sin embargo, los elementos que creíamos eliminados
siguieron determinando los intercambios sociales y organizando la ma-

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nera de "recibir" los mensajes culturales, es decir, de transtormarlos me- La práctica de la telecomunicación ha reorganizado el espacio de
diante el uso que se hace de ellos. interlocución, pero el teléfono, que ha vencido al telégrafo y disminuido
el uso privado de la carta, protagoniza con una intensidad acrecentada la
voz como voz singular. Amplifica sus particularidades (timbre, cadencia,
La oralidad acentuación, pronunciación), como lo hace la radio. Nos enseña a distin-
guir esta voz de cualquier otra, pues la atención perceptiva (auditiva)
Exige el reconocimiento de sus derechos, con toda razón, pues comenza- está aquí concentrada en la voz separada de la imagen (y de la percep-
mos a comprender más claramente que lo oral tiene un papel fundador ción visual, táctil) del cuerpo que esta voz habita. Cada uno de nosotros
en la relación con el otro. El deseo de hablar llega al niño como la música se vuelve así una memoria de las voces amadas, como esos melómanos
de voces que lo envuelve, nombra e invita a existir por su cuenta. Toda locos por la ópera que reconocen a una cantante desde que lanza las pri-
una arqueología de la voz codifica y hace posible la interpretación de las meras notas. Este concierto de voces se refiere también a la televisión, a
relaciones, a partir del reconocimiento de las voces familiares, cercanas.1 menudo más "oída" que "vista": encendido una gran parte del día, el
Música de sonidos y sentidos, polifonía de locutores que se buscan, se televisor proporciona un horizonte de voces que, de vez en cuando, invi-
escuchan, se interrumpen, se entrecruzan y se responden. Más tarde, la tan a mirar. De este modo, la oralidad conserva el papel principal en nues-
tradición oral que habrá recibido medirá en el niño la capacidad de leer. tras sociedades de escritura y cifras, más auxiliada que contrarrestada
Sólo la memoria cultural así adquirida permite enriquecer poco a poco por los medios de comunicación masiva o los recursos de la electrónica.
las estrategias de examen del sentido cuyo desciframiento dentro de un En su favor está la audición, que se ha vuelto habitual, de música graba-
texto afirma y corrige las esperas. El niño aprenderá a leer en la espera y da, cuya diversidad ha expandido la percepción común a otros registros
la anticipación del sentido, ambas alimentadas y codificadas por la infor- de voz, de timbres, de instrumentos, de escalas. En todas partes, la voz se
mación oral de la que ya dispondrá. 2 El niño desatendido al que se habla impone en su misterio de seducción fisica, en su tratamiento policultural3
poco, en una lengua pobre, queda sorprendido de improviso por la den- al cual conviene asociar el desarrollo de las emisoras clandestinas llama-
sidad del sentido del texto: ante la multiplicidad de las señales que iden- das "radios libres", que ha contribuido a liberamos de los modelos fijos y
tificar, interpretar e inscribir dentro de ciertas coordenadas, el niño que- ha suscitado nuevos "paisajes sonoros".
da deslumbrado y desorientado. La oralidad está en todas partes, porque la conversación se insi-
La oralidad constituye también el espacio esencial de la comuni- núa en todas partes; organiza tanto la familia como la calle, tanto el traba-
dad. En una sociedad, no hay comunicación sin oralidad, aun cuando es- jo en la empresa como la investigación en los laboratorios. 4 Océanos de
ta sociedad conceda un amplio espacio a lo escrito para memorizar la comunicación infiltrados por todas partes, y siempre determinantes, aun
tradición o la circulación del conocimiento. El intercambio social exige ahí donde el producto final de la actividad borra toda huella de esta rela-
un correlato de gestos y cuerpos, una presencia de voces y acentos, mar- ción con la oralidad. La conversación probablemente adquiere su condi-
cas de la respiración y las pasiones, toda una jerarquía de informaciones ción teórica inferior por ser natural y necesaria en todo lugar. ¿Cómo dar
complementarias, necesarias para interpretar un mensaje más allá del sim- crédito a la inteligencia y a la complejidad refinada de las astucias de una
ple enunciado: rituales de ruego y de saludo, registros de expresión ele- práctica tan ordinaria? Sin embargo, el estudio de los procesos cognosci-
gidos, matices agregados por la entonación, los movimientos de la cara. tivos así lo muestra; una información sólo se recibe y asimila, es decir,
Hace falta este tono de la voz mediante el cual el locutor se identifica y se sólo se vuelve apropiable y memorizable, cuando su nuevo adquiriente
individualiza, y esta especie de vínculo visceral, fundador, entre el soni- llega a ponerla en forma a su manera, a retornarla por su cuenta insertán-
do, el sentido y el cuerpo. dola en la conversación, en su lengua habitual y en las coherencias que

Jacques Mehler et al., "La reconnaisance de la -voix maternelle par le nourrison", en La 3 Véase Traverses, núm. 20 titulado "La voix, l'écoute", noviembre de 1980. Y el programa de
Recherche, núm. 70, septiembre de 1976, pp. 786-8; Jacques Mehler, "La perception du langage actividades de la FNAC (París), enero de 1982, sobre "La voix, instrument du XX e siécle".
chez le nourrioson", ibid., núm. 88, abril de 1978, pp. 324-30. Y Bénédicte de Boysson-Bardies, 4 Véase Communications, núm. 30 titulado "La conversation", 1979. Sobre el papel de los
"Les bébés babillent-ils dans leur langue maternelle?", ibid., núm. 129, enero de 1982, pp. intercambios informales en un labora torio de investigación, véase André Lwoff y Agnés
102-4. Ullmann (eds.), Un honnuage é Jacques Monod. Les origines de la biologie moléculaire, París y
2 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano 1, p. 181. Montreal, Etudes vivantes, 1980.


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estructuran su conocimiento anterior. 5 Por no haber superado esta etapa, objetos electrónicos e informáticos supriman la actividad de los usuarios.
la información nueva seguirá siendo frágil, a cada instante será suscepti- Del tocadiscos de alta fidelidad a la videograbadora, la difusión de estos
ble de olvido, deformación, contradicción. Su adquisición depende tam- aparatos multiplica las artimañas y estimula la inventiva de los usuarios,
bién de la configuración de las situaciones de interlocución en las que júbilos manipuladores de los niños ante los botones, las clavijas, el con-
entra en juego: cada locutor ocupa una cierta posición social; lo que se trol remoto, en el extraordinario virtuosismo técnico de los "cazadores de
dice se escucha e interpreta en función de esta posición. 6 El fracaso esco- sonidos" y otros fervientes apasionados del sonido estereofónico. Se gra-
lar, las dificultades de la "educación permanente" destinada a los adultos ban fragmentos de transmisiones, se hacen montajes; se vuelve uno pro-
tiene que ver con el desconocimiento de las situaciones de interlocución, ductor de su pequeña "industria cultural", compositor y administrador
con la creencia equivocada en la transparencia significante de los enun- de una biblioteca privada con archivos visuales y sonoros. A su vez, este
ciados, fuera del proceso de enunciación. caudal se convierte en objeto de trueque en la red familiar o en la de las
• Prioridad de lo ilocutorio, de lo que no se refiere ni a la palabra ni amistades. De esta forma se organiza una nueva forma de convivencia en
a la frase, sino a la identidad de los locutores, la circunstancia, el contex- el círculo de los familiares, así se afina la percepción, luego el juicio críti-
to, la "materialidad sonora" de las palabras intercambiadas. Por ahí se co, de telespectadores o de oyentes, que vuelven veinte veces sobre una
introduce toda una inventiva de los "juegos del lenguaje", mediante una imagen, un fragmento de melodía; repiten una secuencia, la disecan, ter-
escenificación de conflictos e intereses señalados con medias palabras: minan por penetrar sus secretos.
artimañas, desviaciones semánticas, equívocos, efectos sonoros, palabras En sí misma, la cultura no es la información, sino su tratamiento
inventadas, palabras deformadas, como el Saperleau de Gildas Bourdet,7 mediante una serie de operaciones en función de objetivos y de relacio-
diálogos que proliferan y llegan lejos, con este distanciamiento y esta nes sociales. Un primer aspecto de estas operaciones es estético: una prác-
indexación llenos de humor que las personas ordinarias usan para acon- tica cotidiana abre un espacio propio en un orden impuesto, como lo hace
dicionar la incomodidad de la vida y tomar a broma las consignas del la acción poética que pliega a su deseo el uso de la lengua común en un
día. Una ciudad respira cuando en ella existen lugares de habla, poco im- nuevo uso transformador. Un segundo aspecto es polémico: la práctica
porta su función oficial: el café de la esquina, la plaza del mercado, la fila cotidiana es relativa a las relaciones de fuerza que estructuran el campo
de espera en el correo, el puesto de periódicos, el portal de la escuela a la social como el campo del conocimiento. Apropiarse informaciones, po-
hora de la salida. nerlas en serie, editarlas a su gusto, es cobrar poder sobre un conocimien-
to y dar vuelta, de esa forma, a la fuerza de imposición de lo ya hecho y
ya organizado. Equivale a trazar, con estas operaciones apenas visibles,
La operatividad apenas nombrables, su propio camino en la resistencia del sistema social.
Un último aspecto es el ético: la práctica cotidiana restaura con paciencia
La cultura se juzga por sus operaciones, no por la posesión de productos. y tenacidad un espacio de juego, un intervalo de libertad, una resistencia
En arte, entender un cuadro es reconocer las acciones que lo hicieron na- a la imposición (de un modelo, de un sistema o de un orden): poder hacer
cer, el "toque", la "pincelada", la "paleta" del pintor. El arte de la cocine- es tomar distancias, defender la autonomía de algo propio.
ra es todo de producción, a partir de una selección limitada de ingredien- El ejemplo de Lorraine Coeur d'Acier (LCA, Longwy), una efíme-
tes disponibles, en una combinación de acciones, proporciones, utensilios ra "radio libre" (del 17 de marzo de 1979 al 20 de enero de 1981), está
y medios de transformación o de cocción. Igualmente, la comunicación lleno de enseñanzas. En una región industrial en declive, Lorraine Coeur
es una cocina de acciones y palabras, de ideas e informaciones, con sus rece- d'Acier instaló la idea dedo en vivo: cada quien podía acceder a la antena
tas y sus sutilezas, sus instrumentos auxiliares y sus efectos de vecindad, al acudir al estudio o telefonear. De esta forma se creó una dinámica de la
sus distorsiones y sus fracasos. Resulta falso creer que desde ahora los apropiación de la herramienta radiofónica por parte de una población
obrera poco acostumbrada al discurso público. La experiencia funcionó
5 Por ejemplo Aaron V. Cicourel, La Sociologie cognitíve, París, PUF, 1979. como un revelador o un acicate: alguno descubría con sorpresa que su
b Pierre Bourdieu, Ce que parler veut dire. L'écononde des échanges linguistiques, París, Fayard,
1982. [l-lay.tr. al español: iQué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Ma- compañero de la fábrica escribía poemas en secreto; otro se declaraba
drid, Akal, 1985. N. del E.]. pintor los domingos. Al centrar la atención en el objeto social y el habla
Mathilde La Bardonnie, "tes folies langagiéres", en Le Monde, 17 de febrero de 1982; Colette ordinaria, según su consigna "Escuche", LCA restituía a este objeto, a esta
Godard, "Un entretien avec Gildas Bourdet", ibid., 1 de diciembre de 1982. habla, su dignidad y los colocaba en igualdad respecto a otros objetos,

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otras hablas. 8 Un obrero siderúrgico, trastornado por la experiencia, hizo tido, la cultura ordinaria es para empezar una ciencia práctica de lo singu-
un muy buen relato: "Ahí, alrededor de esta radio, era posible decir, se lar, que toma de revés nuestras costumbres de pensamiento en las que la
había dicho, y eso daba ganas dé decir. Era posible llevar el habla a los racionalidad científica es conocimiento de lo general, abstracción hecha
hogares y al cabo de un momento el oyente se convertía en actor y forzo- de lo circunstancial y de lo accidental. A su manera, humilde y tenaz, la
samente estimulaba la palabra [...J Era un reflejo de la vida; la vida es un cultura ordinaria lleva a cabo el proceso de nuestro arsenal de procedi-
desorden, la libertad es un desorden". Y terminaba maravillosamente: mientos científicos y de nuestras categorías epistémicas, pues no cesa de
"Ahora tengo un cierto furor; tengo ganas de escribir con el 'yo'; eso na- volver a articular el conocimiento con lo singular, de volver a poner a
die me lo impedirá y lo haré sobre todos los temas. Quiero hacerlo". 9 A ambos en una situación concreta particularizante y de seleccionar sus
veces basta abrir una experiencia local para abrir un campo de acción a la propias herramientas de pensamiento y sus técnicas de uso en función de
operatividad de los practicantes, para sacar a la luz su dinamismo. estos criterios.
Nuestras categorías de conocimiento son todavía demasiado rús-
ticas y nuestros modelos de análisis muy poco elaborados para permitir-
Lo ordinario nos pensar en la abundancia inventiva de las prácticas cotidianas. Tal es
el motivo de nuestro pesar. Nos maravilla que nos falte tanto para enten-
Desde hace cincuenta años, lo ordinario es el terreno de la reflexión lite- der las innumerables astucias de los "héroes oscuros" de lo efímero, ca-
raria (con Musil, Gombrowicz o Beckett) y filosófica (con Wittgenstein o minantes de la ciudad, habitantes de los barrios, lectores y soñadores,
con Austin), lo cual repite el trabajo de la antropología o del psicoanáli- pueblo oscuro de las cocinas.
sis, caracterizado por la elevación de lo más ordinario. Cultura ordinaria
y cultura de masas no son equivalentes; dependen de problemáticas dife-
rentes. La segunda remite a una producción masiva que simplifica los
modos propuestos para extender su difusión. La primera se refiere a un
"consumo" que trata el léxico de los productos en función de códigos
particulares, a menudo obra de practicantes, y en razón de sus propios
intereses. La cultura de masas tiende a la homogeneización, ley de la pro-
ducción y difusión a gran escala, aun si oculta esta tendencia fundamen-
tal bajo variaciones superficiales destinadas a fundar la ficción de "nue-
vos productos". La cultura ordinaria esconde una diversidad fundamental
de situaciones, intereses y contextos, con la repetición aparente de obje-
tos de los que se sirve. La pluralización nace del uso ordinario, de esta in-
mensa reserva que constituyen el número y lo múltiple de las diferencias.
No conocemos bien los tipos de operaciones en juego en las prác-
ticas ordinarias, sus registros y sus combinaciones, porque nuestros ins-
trumentos de análisis, establecimiento de modelos y formalización se han
construido para otros objetos y con otros propósitos. Lo esencial del tra-
bajo de análisis, que estaría por hacerse, deberá apoyarse en la combina-
toria sutil, de tipos de operaciones y registros, que escenifica y pone en
acción un arreglárselas, aquí y ahora, el cual constituye un acto singular
ligado a una situación, circunstancias y actores particulares. En este sen-

8 David Charrasse, Lorraine Coeur d'Acier, París, Maspero, 1981.


Marcel, de 45 años de edad, obrero laminador desde los 17, en la emisión "Nous tous
chacun", 19 y 22 de noviembre de 1982 (France-Culture, 12 y 12:30 hrs, productor Jean-
Claude Bringuier). A propósito de este sindicalista, véase D. Charrasse, op. cit., pp. 181-5.

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