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Cuéntame cómo fue


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Gerardo Necoechea Gracia | Pablo Pozzi

Cuéntame cómo fue

Introducción a la historia oral


COLECCIÓN EN DEFENSA DE LA HISTORIA
Dirigida por Pablo Pozzi

Pozzi, Pablo
Cuéntame como fue : Introducción a la historia oral / Pablo Pozzi y Gerardo Necoechea Gra-
cia. - 1a ed. - Buenos Aires : Imago Mundi, 2008.
160 p. ; 24x17 cm.
ISBN 978-950-793-079-9
1. Historia Oral. I. Título
CDD 306.9
Fecha de catalogación: 04/07/2008

©2008, Pablo Pozzi


©2008, Gerardo Necoechea Gracia
©1º edición julio de 2008, Servicios Esenciales SA
Juan Carlos Gómez 145, PB 3 (1282ABC) Cdad. de Buenos Aires
email: info@serviciosesenciales.com.ar
website: www.serviciosesenciales.com.ar

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina, tirada de esta edición: 1000 ejemplares

Este libro se terminó de imprimir en el mes de julio de 2008 en los talleres gráficos CARYBE
EDITARE, Chile 862 planta baja «C», Ciudad de Buenos Aires, República Argentina. Ninguna
parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada
o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico,
óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito del editor.
Índice general

Prólogo
Gerardo Necoechea Gracia | Pablo Pozzi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
1 Historia oral: repensar la historia
Pablo Pozzi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
2 Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio
Alessandro Portelli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
3 Tres alternativas metodológicas: historia de vida, historia temática y tradición oral
José Carlos Sebe Bom Meihy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
4 La búsqueda de la identidad en las historias de vida
André Gattaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
5 Historia social y testimonios orales
Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
6 ¡Absalón, Absalón!: la historia oral y la literatura
Alessandro Portelli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
7 Continuidad, ruptura y ciclo en la historia oral
Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
8 Fuentes orales e historia obrera: el caso de los zapateros en Costa Rica
Víctor Hugo Acuña Ortega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
9 El análisis en la historia oral
Gerardo Necoechea Gracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
10 La memoria de los políticos: sobre la pérdida y la recuperación de su estelaridad
Silvia Dutrénit Bielous . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
11 Memoria y socialismo
Pablo Pozzi | Alejandro Schneider . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
12 Culturas militantes
Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
13 Incluir los sentimientos: darse a conocer a uno mismo a través del testimonio político
personal
Jo Stanley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
VIII

14 La historia oral en la escuela: guía de proyecto y entrevista


Dora Schwarzstein . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .131
Prólogo

Toda antología arriesga la inmediata crítica de ser parcial e incompleta; y no hay antolo-
gía ideal. Al mismo tiempo, toda antología es útil porque reúne textos que de otra manera
requerirían invertir más tiempo y dinero. Así pues, las antologías son un acto de equilibrio
cuyo punto de apoyo es la pertinencia del momento. Creemos que los textos aquí selec-
cionados alcanzan este equilibrio y lo seguirán haciendo por unos años. Ya más adelante
aparecerán otras antologías.
La historia oral, a pesar de su larga trayectoria en la investigación histórica, mantiene el
sentido de novedad, de improvisación creativa, de campo en formación y discusión – y sin
duda ahí reside buena parte de su atractivo – . Éstas dos razones, pertinencia y atractivo,
explican la publicación de esta antología.
Hay una intención, no sólo en los textos seleccionados sino en su particular acomodo. Pa-
ra nosotros los editores, es importante situar a la historia oral dentro del más amplio campo
de la historia social, pero no de cualquier historia social. Nos referimos al esfuerzo que fue
delineándose en la segunda mitad del siglo XX por entender las relaciones sociales que con-
forman a una sociedad determinada desde la experiencia del hombre y la mujer común. Nos
es también importante situar a la historia oral, además de método y técnica de investigación
o el recurso a una nueva fuente, como una práctica que cuestiona los fundamentos de la dis-
ciplina, a la vez que abre caminos convergentes entre investigación y activismo político. Sin
duda, es mucho reclamar para tan sólo una antología de historia oral. Y hay más. También
nos pareció importante reunir principalmente textos escritos por latinoamericanos, porque
nos dirigimos a lectores latinoamericanos que usualmente tienen mayor acceso a textos de
europeos y estadounidenses. Detrás de esta aviesa intención hay una pregunta: ¿existe un
cuerpo de preocupaciones afines que dibujan una historia oral latinoamericana distinguible
de la europea o estadounidense?
La presente antología no presta atención a los aspectos más bien técnicos de la histo-
ria oral. Ya una generación anterior de historiadores orales resolvió de manera satisfactoria
esos problemas y es innecesaria otra compilación de textos sobre cómo y a quién entrevis-
tar, cómo transcribir, hacer archivos, conservar las cintas y otra buena cantidad de asuntos
prácticos emanados de la historia oral. La selección de textos en cambio da importancia a
las particularidades de una fuente conformada por la memoria, la oralidad y la entrevista.
El ordenamiento de los textos está precisamente en función de problematizar la fuente oral
y establecer un campo de discusión y uso para la historia oral. Finalmente, selección y aco-
modo tienen también la finalidad de mostrar a la historia oral en acción, es decir, en sus
resultados. A fin de cuentas, la historia oral se sostiene o no por sus méritos en campaña
y no por la verbosidad de sus practicantes. Además, y esto es importante, para una nueva
generación de historiadores orales el reto reside en mostrar cómo la historia recibida cambia
su faz cuando entra la evidencia de la historia oral.
2 Gerardo Necoechea Gracia | Pablo Pozzi

Más allá de lo anterior, hemos puesto al final, un texto de Dora Schwarzstein sobre la
historia oral y su aplicación en el aula que es más técnico. La intención fue proveer a los
posibles lectores de un elemento que permitiera «ser» a la historia oral en acción, a partir de
su aplicación concreta en la escuela.
Todos sabemos que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, por
ello convidamos al lector a no incomodarse por el calor en lo que se deja llevar por los auto-
res y sus textos.

Gerardo Necoechea Gracia y Pablo Pozzi


Capítulo 1

Historia oral: repensar la historia

Pablo Pozzi
......

«A los 15 años me despiden por agitar a los compañeros de trabajo. Para que
no haya lío los patrones me recomiendan a un taller metalúrgico para cuando
termine la escuela. Entré ahí por el tiempo de las vacaciones. Mientras tanto
iba al secundario. En cuarto año, un profesor nos daba matemáticas. Decía que
para entender las matemáticas había que entender al peronismo, y viceversa.
Entonces, la clase era una hora de política peronista y una hora de matemáticas.
Siempre empezaba con la historia del peronismo. Ahí me politizo unilateralmen-
te puesto que el profesor sólo hablaba de la grandeza de Perón y de que lo más
noble era ir a trabajar a una fábrica de aviones. Para hacer la Argentina grande.
El profesor también nos decía que los peronistas son los que vienen desde abajo:
los de la base. Además, empiezo a frecuentar músicos que mi padre traía a casa:
eran más politizados y hablaban de la revolución. Decían que había que hacer
algo. Eran zurdos peronistas».1
«Pusieron un aviso tal día se hace la elección acá, en la sección mía, y salí por
unanimidad. Los reputeaba a los negros, la puta que los parió [risas] yo no quie-
ro ser delegado, me van a echar a la mierda, porque a todos los echaban a la
mierda. Entonces, yo no quería saber nada, pero bueno, salí por unanimidad.
Bah, agarré y ya una vez que agarré bueno éste. . . viví todo el proceso de una
huelga, qué sé yo, hice una gran experiencia, y me dí cuenta que había mu-
chas cosas que yo no entendía. Yo le tenía terror a los comunistas, pero terror,
me parecía que tenían cara rara, que tenían mirada. . . de. . . así claro así. . . yo
me acuerdo había un tal Nicolás y tenía unos ojos grandes así y saltones y yo
decía ‘qué cara de comunista que tiene este tipo’. ¡Mirá la imagen que tendría
yo! Pero terrible, terrible. Y. . . y tenía un amigo que era del PC, muy combativo,
muy combativo, está desaparecido ese muchacho, lo secuestraron. . . figura en los
desaparecidos, era muy combativo, y él me hablaba siempre. [. . . ] Éste. . . resulta
1
Entrevista con Mario, Córdoba 28 de febrero de 1994. En: Pablo Pozzi y Alejandro Schneider. Los setentistas.
Izquierda y clase obrera. Buenos Aires: EUDEBA, 2000.
4 Pablo Pozzi

que en el 65 se produce la invasión a Santo Domingo, y nosotros estábamos en


una asamblea por la discusión del convenio, y en un determinado momento este
muchacho pide la palabra y dice. . . que quería que la asamblea hiciera un re-
pudio contra los marines yanquis que estaban invadiendo Santo Domingo. Yo lo
silbé hasta con los pies. ¡Lo silbaba todo el mundo! Yo decía: ‘¡pero, che negro
pelotudo, pero qué mierda tendrá que ver Santo Domingo con nosotros que esta-
mos discutiendo un convenio colectivo! ¡Dejáme de hinchar las bolas!’ Y lloraba
el pobre negro. . . Éste. . . y bueno después con el tiempo pude entender. Cuando
perdimos la huelga en el 65 yo dije, acá esto es un quilombo. Y entonces yo dije
‘bueno yo tengo que ponerme a estudiar’. Y me puse a estudiar, me puse a estu-
diar por mis propios medios estudié, estudié, estudié, fui buscando y digo: ‘puta
madre, tengo que ser zurdo!’ [risas] Fue a través de un proceso muy muy duro,
porque yo era nacionalista, yo siempre me reivindiqué como un nacionalista».2

En una conferencia reciente el historiador y crítico literario italiano Alessandro Portelli


señaló que la pregunta inicial que disparó su investigación sobre la masacre de las Fosas
Ardeatinas en 1944 fue ¿por qué había ganado Berlusconi las elecciones italianas?3 A su vez
Eric Hobsbawm recordaba que «la historia es siempre historia contemporánea disfrazada».4
El historiador social contemporáneo se ve permanentemente desafiado por la dialéctica entre
el presente y el pasado. Estudiar la actividad de la sociedad ayer, implica necesariamente
reflexionar sobre sociedad actual.
Uno de los aspectos centrales de esta reflexión es la consideración de la cultura obrera
como elemento movilizador, como visión de mundo, como articulador de un accionar clasista
concreto. En este sentido los estudios de los marxistas ingleses, tales como Raphael Samuel,5
E. P. Thompson,6 y el mismo Eric Hobsbawm7 son sugerentes. A su vez, esto nos obliga como
historiadores sociales a considerar todos los aspectos del sujeto social integrándolos en la
perspectiva que todo aporta a comprender la actividad de los grupos humanos. Rastreando
algunas de estas tradiciones en los trabajadores argentinos, encontramos una cantidad de
nociones clasistas que se vivían no como «política» o «ideología», sino como «comportamien-
to correcto», como «sentido común».8 Así notamos un sincretismo entre prácticas obreras
internacionalistas y tradiciones locales que generaron una cultura en particular con una
fuerte impronta clasista y combativa. De hecho, se conformaron en tradiciones, memorias,
experiencias y un sentido común que dio por resultado una fuerte conciencia «en sí» de los
obreros argentinos, que fueron el elemento subyacente y homogeneizador clasista, desde la
Semana Roja de 1909 hasta las fábricas autogestionadas en la actualidad.
Desde una disciplina marcada por la impronta del positivismo rankeano, ¿cómo aproxi-
marse al estudio de la subjetividad de los grupos sociales? ¿Cómo trazar la permanencia de
2
Entrevista con Gregorio Flores, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1994. En Pablo Pozzi y Alejandro Schneider.
op. cit.
3
Alessandro Portelli. La orden ya fue ejecutada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003.
4
Eric Hobsbawm. «El presente como historia»; en Sobre la historia. Barcelona: Editorial Crítica, 1998.
5
Raphael Samuel. «The Lost World of British Communism». New Left Review 154, noviembre-diciembre 1985. Y
«The Lost World of British Communism: Two Texts». New Left Review 155, enero-febrero 1986. El texto completo
de la investigación fue publicado en 1988 como The Lost World of British Communism.
6
E. P. Thompson. Customs in Common. Studies in Traditional Popular Culture. Nueva York: The New Press, 1991.
(Hay edición en castellano, Crítica, Barcelona)
7
Eric Hobsbawm. El mundo del trabajo. Barcelona: Editorial Crítica, 1987. Véase particularmente el artículo sobre
«La transformación de los rituales obreros».
8
Muchos de estos planteos se basan en la sugerente obra de Raymond Williams. En particular, véase Resources of
Hope. Culture, Democracy, Socialism. Londres: Verso Books, 1989.
Historia oral: repensar la historia 5

tradiciones, sentidos, prácticas comunes? ¿Cómo aproximarse a un análisis en profundidad


de ese «sentido común» que marca los comportamientos humanos tomando en cuenta su
evolución en una época histórica determinada? La respuesta a éstos, y muchos otros interro-
gantes, se encuentra en la historia oral.
Los dos fragmentos de entrevistas citados más arriba deberían resultar más que suge-
rentes para cualquier interesado en la historia de los trabajadores argentinos. Especialmente
porque parecen indicar que la percepción que hemos tenido sobre los obreros argentinos no
se condice con la realidad. En ambos parece quedar claro que el clasismo es más importante
que la adhesión política; que el macartismo peronista existió pero con límites entre los traba-
jadores comunes; y que el proceso de politización y militancia de izquierda tuvo más que ver
con la experiencia de la vida obrera que con propuestas programáticas. Esto parece indicar
una politización muy amplia y mucho más heterogénea y fluida de lo que hemos supuesto
hasta ahora, lo cual nos llevaría a reconsiderar distintos aspectos sobre la estructuración de
la sociedad política argentina contemporánea.
Evidentemente lo importante de estos testimonios no es la veracidad de los mismos, sino
más bien la posibilidad de rastrear sentimientos a través del tiempo. En toda memoria y
en todo mito podemos encontrar elementos de hechos y de sentimientos de la época. La
memoria política no se da desde el hoy hacia el pasado, es más bien una relación dialéctica
de ambos y entre esto y la vida y la cultura del entrevistado. Así, se asemeja sobre todo a una
estructura en solución9 o a una experiencia dinámica y viva cuyas lecciones y utilidades son
siempre cambiantes aunque ancladas en un pasado real. Cada testimonio en particular marca
diferencias y similitudes en la memoria de los trabajadores argentinos. Las similitudes en la
descripción y perspectiva que brindan los mismos testimonios, más allá del origen regional,
del oficio, el género y la ideología que detentaban, reflejan una serie de tradiciones (casi
un folclore) que pueden ser interpretados como una «cultura obrera o izquierdista». Estas
tradiciones se traducen en mitos que expresan estructuras de sentimientos comunes a todos
los obreros argentinos. Al mismo tiempo, las diferencias en lenguaje, en el discurso y en
la valoración del pasado implican una resignificación desde el hoy. La experiencia de vida,
la actual postura política, e inclusive la clase social han marcado fuertemente la memoria.
Tomado en conjunto, este tipo de testimonio parece encerrar una singular vitalidad y una
permanente actualización del ideario obrero que se convierte en una ideología subalterna y
contestataria.10 Si tomamos en cuenta fuentes históricas como las anteriores, lo que cobra
una importancia fundamental es incorporar la subjetividad política al estudio histórico del
período.
Si lo anterior se pudiera generalizar al conjunto de la clase obrera, entonces nos encon-
tramos ante un problema mayúsculo: ¿cómo recuperar la historia de los obreros argentinos?
¿cómo rescatar la trayectoria de militancia de tantas y tantas generaciones? ¿Cómo profun-
dizar en una historia oculta, tergiversada y, sobre todo, olvidada? Una de las respuestas que
van encontrando aquellos historiadores comprometidos con los trabajadores es la historia
oral. Ésta provee un acceso privilegiado a la subjetividad de esta realidad. Es en el ámbito
de la memoria, de los recuerdos, de las formas de expresarlos, donde podemos rastrear esa
subjetividad que subyace en los comportamientos sociales.
La utilización de testimonios orales para reconstruir el pasado es un recurso tan antiguo
como la historia misma. La historia oral, en cambio, ya sea que la consideremos como una

9
Véase la discusión en torno a cultura y estructuras del sentimiento en Raymond Williams. Marxismo y literatura.
Barcelona: Ediciones Península, 1980.
10
Ideología en el sentido de un «sistema de creencias característico de un grupo o una clase particular» y un
«proceso general de producción de significados e ideas». Raymond Williams. op.cit., p. 71.
6 Pablo Pozzi

especialidad dentro del campo historiográfico o como una técnica específica de investigación
contemporánea al servicio de varias disciplinas, es un producto del siglo XX que enriqueció
sustancialmente el conocimiento de la historia contemporánea.
La historia oral y la tradición sirven de fundamento para reescribir la historia, pero tam-
bién para combatir las injusticias del pasado. Pueblos que fueron conquistados o colonizados,
en el presente recurren a su tradición oral y rescatan su memoria para reclamar derechos te-
rritoriales, lingüísticos, o para recuperar una identidad cultural propia; sobrevivientes de la
lucha en contra de regímenes militares u opresivos, cuestionan hoy la historia oficial con sus
memorias subterráneas y reclaman el reconocimiento social y el castigo legal de los respon-
sables de violar los derechos humanos. Aunque en modo menos dramático, la gente común
exige respeto para sus memorias y tradiciones. Las investigaciones basadas en historia oral
y, en ocasiones, los propios historiadores orales, intervienen en el marco jurídico – legal en
tanto la memoria y la tradición oral constituyen la evidencia que sustenta las demandas de
restitución de los pueblos, ya sea de tierras o de dignidad.
Bien se trate de una revalorización de las fuentes orales frente al imperio de «lo escrito»,
del logro de una comunicación más fluida entre historiadores y otros científicos sociales o de
la apuesta por una historia más democrática, lo cierto es que lo que surgió como un movi-
miento de renovación historiográfica y aún de compromiso político es hoy asumido como una
especialidad reconocida mundialmente que nos exige una mayor reflexión y labor interdisci-
plinaria, a la vez que supone nuevos desafíos en el ejercicio de la actividad investigativa, la
docencia y la acción comunitaria. Por supuesto lo que debería quedar claro es que las fuen-
tes orales no se limitan únicamente a las entrevistas; por el contrario, anécdotas, canciones,
cuentos, folclore, poemas, y un sinfín de formas de transmisión oral son recursos para hacer
historia oral.
En general, hemos considerado a la historia como algo profundamente ligado a las fuen-
tes escritas. Esta noción derivada de la visión rankeana (y considerada científica) tiene algo
que ver, pero no mucho, con la historia de los pueblos. Los irlandeses tenían sus bardos, los
griegos sus tragedias, la oralidad de los incas; todas fueron formas de transmitir la historia.
Ésta tiene varias funciones: una es la legitimación de un tipo de sociedad determinado; otra
es la de la memoria y transmisión de la experiencia, digamos las lecciones del pasado; una
última, es la de la constitución de un grupo social a través de la creación de una historia
compartida que define identidades colectivas. Así, la historia oral se convierte en la base
material necesaria del sentido común y de las estructuras de sentimiento imprescindibles,
tanto para la dominación como para la liberación del oprimido. En este sentido, la oralidad
es la forma más antigua de transmisión del conocimiento histórico.
Sin embargo, no toda cuestión oral es historia oral. Existen múltiples formas de testimo-
nios, que son válidas y útiles, pero que no son historia oral. La labor de entrevista que hace
un periodista es oralidad; el trabajo de antropología cultural también lo es; y ni hablar del
análisis lingüístico y del discurso. En el caso de la historia oral sus pautas distintivas tienen
que ver sobre todo con el hecho de que a través de la oralidad se trata de disparar la memoria
para construir una fuente que nos aporte a lograr una forma más completa de comprensión
del proceso social.
Si la historia es el ser humano, en sociedad y a través del tiempo, entonces la historia oral
proveé una fuente al investigador para aprehender tanto la subjetividad de una época, como
para percibir una serie de datos que de otra manera no han quedado registrados. Digamos, el
testimonio (más allá de su belleza o cualidad emocionante) tiene sentido para el historiador
mucho más allá de su construcción como discurso, como narración, o como imaginario. Su
sentido lo da (o no) el que provee una ventana particular para mejorar nuestra comprensión
Historia oral: repensar la historia 7

de una sociedad determinada. Así, el historiador oral debe utilizar no sólo las técnicas del
entrevistador sino sobre todo las del historiador, tomando todos los recaudos necesarios
tanto al interrogar la fuente como al construir una explicación a partir de ella. Si no hay
explicación, si no hay proceso, si el uso de la oralidad no sirve para explicar el proceso
histórico, entonces el análisis puede ser válido y hermoso pero no es historia oral.
Por otro lado, y debemos aclararlo, de ninguna manera es la historia oral la historia de
«los sin voz». Como toda historia, es una construcción del historiador con los protagonistas.
Lo que sí permite, es acceder a sectores no dominantes de maneras innovadoras. O sea, sino
fuera por la historia oral en general, todo lo que podemos hacer es ver a los oprimidos a
través de las fuentes gestadas por los opresores.
Para algunos la historia oral es una construcción, una narrativa, mientras que para otros
es una forma de aproximación a los sectores sociales «sin historia»; en algunos casos es con-
siderada como una metodología de investigación mientras que en otros es vista como una
rama de la historia equiparable a la historia social o económica. Para amplios sectores pro-
fesionales la historia oral, por su subjetividad, es una mera construcción literaria, mientras
que para quienes la practican ha significado una profunda renovación intelectual. Además
de lo dicotómico (en apariencia) de estas posturas, las mismas formas de «hacer» historia
oral varían ampliamente entre los que se dedican a ella. Más allá de que simpaticemos más
con algunas que con otras posturas, lo que nos parece importante es que la oralidad obli-
ga al diálogo entre disciplinas cuyas fronteras eran tenidas como estrictas, y asimismo nos
fuerza a confrontar con lo que es el sujeto social por excelencia de toda ciencia social: el ser
humano.
Por todo lo anterior, y quizás debido a su heterogeneidad, la historia oral ha sido, y
pretende seguir siendo, producto de un movimiento de cambio progresista en las ciencias
sociales centrado en el rescate de la memoria colectiva social e individual. En este sentido, se
apuesta a contribuir en alguna medida a una «formación» que incida en el futuro y desde los
diversos ámbitos posibles a perfilar una sociedad más democrática, más plural y más justa.
La utilización de testimonios orales para reconstruir el pasado es un recurso tan antiguo
como la historia misma.
La historia oral tiene una larga tradición en América latina que se remonta, particular-
mente, a la creación en 1956 del Archivo Sonoro del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH) de México; proyecto que sin duda establecía los cimientos para el desarro-
llo de la historia oral y sería el antecedente indiscutible del Archivo de la Palabra que el
propio INAH estableció en 1972. Fue ese archivo el que rescató, en forma más completa,
la memoria de la Revolución Mexicana a través de los testimonios de sus sobrevivientes. Y
fue gracias a estos testimonios que la historia de la primera revolución del siglo XX se pudo
complejizar alejándose de la hagiografía tan grata a la ideología oficial del PRI mexicano.
Asimismo, podemos destacar el valor del trabajo que se ha realizado en Brasil, fundamental-
mente partiendo del esfuerzo del programa de historia oral CPDOC en la Fundación Getulio
Vargas, sin dejar de lado los importantes desarrollos en toda la década de 1980 en países
como Venezuela, Guatemala, Nicaragua, Cuba, Perú, y Puerto Rico. Reflejo de este desarrollo
fue el Primer Encuentro de Historiadores Orales de América latina y España organizado en
México en 1988.
En el caso argentino, si bien la historia oral se remonta a la creación del archivo oral
del Instituto Di Tella, la realidad es que ésta inicia su desarrollo como rama de los estudios
históricos recién a mediados de la década de 1980.11 En ese momento, la labor de Liliana

11
No está de más recordar que Hebe Clementi fue en este tema una pionera en la Argentina.
8 Pablo Pozzi

Barela y el Instituto Histórico para recuperar la historia de los barrios de la Ciudad de Buenos
Aires, la investigación de Dora Schwarzstein sobre el exilio republicano español en el Río de
la Plata, la de Ernesto Salas sobre la Resistencia Peronista, y la mía sobre la actividad de los
trabajadores durante la dictadura de 1976-1983, constituyeron los primeros esbozos de una
actividad académica en torno a la historia oral. Schwarzstein junto con Pablo Yankelevich
conformaron en 1988 el primer proyecto institucional universitario argentino al encarar la
historia oral de la Universidad de Buenos Aires. El notable desarrollo de este proyecto fue
presentado en el Primer Encuentro de Historiadores Orales donde ambos investigadores
presentaron el trabajo «historia oral y fuentes escritas en la historia de una institución. La
Universidad de Buenos Aires 1955-1966» que daba cuenta del esfuerzo coordinado por am-
bos en la Universidad de Buenos Aires, el cual logró reunir más de cien entrevistas y editar
algunas publicaciones.
Recién una década después del retorno del sistema electoral en Argentina, se multiplica-
ron los trabajos de investigación histórica que, abarcando diferentes temáticas, apelaron al
uso de testimonios orales. En diferentes provincias existen desde hace varios años iniciativas
individuales o institucionales, provenientes del ámbito universitario o de la enseñanza media
y también de otras organizaciones públicas o privadas, que persiguiendo diferentes fines se
encuentran involucradas en proyectos de historia oral. Es así que Schwarzstein dio cuenta
de este desarrollo en la Argentina señalando que: «Es recién en la década del 80 que la his-
toria oral alcanza un desarrollo significativo [. . . ], con vinculaciones más o menos intensas
a los ámbitos universitarios, asociada a una preocupación creciente por la cultura obrera,
la historia de las mentalidades. . . ».12 Debemos aclarar que necesariamente esta afirmación
debe ser matizada puesto que para gran parte de los historiadores argentinos la oralidad
no constituía una fuente histórica aceptable en la década de 1980. Sin embargo, debemos
señalar tanto la creación del Programa de historia oral en la UBA en 1991, como la sección
dedicada a la historia oral del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, marcaron el
comienzo de una aceptación institucional para la historia oral.
En la década de 1990 la historia oral se constituyó como un área de estudios con entidad
propia desarrollando una serie de proyectos a distintos niveles, tanto universitarios como
locales, tanto públicos como privados. Cada uno de estos esfuerzos ha constituido acervos
parciales de fuentes orales. A modo de ejemplo podemos mencionar el Programa de historia
oral de la Universidad de Buenos Aires; «Archivo de la Palabra» del Centro de Estudios
Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba; el Centro de Documentación de HIJOS;
la Fundación Memoria Abierta; el Centro de Información y Relevamiento de Fuentes Orales
de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Unidad Caleta Olivia que edita la Revista
Patagónica de historia oral; el Programa de historia oral de la Municipalidad de la ciudad
de Córdoba; y el Programa de historia oral del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos
Aires (IHCBA) que edita regularmente la publicación Voces Recobradas y que, conjuntamente
con el Programa de historia oral de Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, organiza el
Encuentro Nacional de historia oral.
Todo el proceso de la historia oral en la Argentina ha sido, indudablemente, conflictivo.
Por un lado, aquellos que la visualizan como una herramienta necesaria para la realización
de una forma contestataria de hacer historia. Para estos historiadores, entre los que me in-
cluyo, al rescatar la memoria de aquellos marginados por la historiografía oficial, la historia
oral encierra una naturaleza subversiva. Para otros, discípulos de algunos europeos o de la
academia estadounidense, la historia oral sirve para registrar los recuerdos de presidentes,
12
Dora Schwarzstein, «La historia oral en América latina», Historia y Fuente Oral. Por una historia sin adjetivos.
Universitat de Barcelona, Nº 14, año 1995, pp. 42.
Historia oral: repensar la historia 9

empresarios, generales, considerados los «actores» de la historia. Por supuesto todo es válido
y tiene utilidad, pero ambas posturas encierran una visión profundamente política e ideo-
lógica en torno a la historia y a una herramienta como la historia oral. El mismo concepto
de «actores» implica que la sociedad y su historia es vista como un escenario donde se re-
presenta una obra de teatro donde entran y salen actores del escenario mientras la mayoría
asisten sólo como espectadores. Así, si bien la memoria de estos «notables» es útil, también
la podemos encontrar en buena parte de las fuentes escritas. En cambio, la memoria de «los
de abajo» tiene un tipo distinto de utilidad: aquélla de rescatar la historia silenciada desde
el poder. Pero más aún, la importancia de esta historia oral subversiva es que en el mismo
proceso de hacerla genera conciencia en el entrevistado sobre su protagonismo como gestor
de la historia. Así la historia oral, tiene un efecto movilizador, al mismo tiempo que subver-
sivo, y nos permite un acceso como nos permite comenzar a vislumbrar la subjetividad de
las grandes masas, los trabajadores y el pueblo.
Por todo lo anterior, y quizás debido a su heterogeneidad, la historia oral ha sido, y
pretende seguir siendo, producto de un movimiento de cambio progresista en las ciencias
sociales centrado en el rescate de la memoria colectiva social e individual. En este sentido, se
apuesta a contribuir en alguna medida a una «formación» que incida en el futuro y desde los
diversos ámbitos posibles a perfilar una sociedad más democrática, más plural y más justa.
La utilización de testimonios orales para reconstruir el pasado es un recurso tan antiguo
como la historia misma. La historia oral en cambio, ya sea que la consideremos como una
especialidad dentro del campo historiográfico o como una técnica específica de investigación
contemporánea al servicio de varias disciplinas, es un producto del siglo XX que enriqueció
sustancialmente el conocimiento de la historia contemporánea.
Capítulo 2

Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio

Alessandro Portelli
......

La verdad y la narración de historia


No tienes nada.
Si no tienes las historias.
El mal de ellos es muy poderoso pero no puede
vencer a nuestras historias.
Así que ellos tratan de destruir las historias, de dejar
que se confundan o se olviden.
Les encantaría eso.
Serían felices porque nosotros estaríamos indefensos
sin ellas.

Leslie Marmon Silko, Ceremony

Como explica Leslie Marmon Silko, las historias son herramientas que necesitamos no
sólo para sobrevivir sino para vencer.1 Son una protección que nos permite salvarnos y tam-
bién activar instrumentos para cambiar el mundo, porque hay poder en las palabras. Están
hechas de aire pero dejan su marca en la realidad material. Quiero hablar de los veinte años
(1972-1992) del Circolo Gianni Bosio, y quiero empezar contando una historia. Está sacada
del primer número, noviembre de 1993, de I Giorni Cantati, que entonces era nuestro boletín
mimeografiado sobre «cultura de los obreros y los campesinos» y que sobrevive hoy como
1
Este capítulo se presentó en la apertura del seminario «Memoria y resistencia humana: veinte años del Circolo
Gianni Bosio», en Roma entre el 16 y el 19 de diciembre de 1991. Desgraciadamente, el seminario fue el último
proyecto del Circolo (un grupo activista colectivo con base en Roma cuyo objetivo era investigar el folclore, la
historia oral y la cultura popular; el grupo llevaba el nombre de Gianni Bosio, un gran etnólogo e historiador
progresista que se sentía orgulloso de definirse como solamente un «organizador cultural»), en Gianni Bosio,
Diario di un organizatore di cultura. Milán: Edizioni Avanti, 1962. Sobre Gianni Bosio, véase mi «Research as
an Experiment in Equality», en The Death of Luigi Trastulli and Other Stories: Form and Meaning in Oral History.
Albany. Nueva York: State University of New York Press, 1991, pp. 40-43. Yo pensé esta conferencia como un
homenaje al grupo pero en realidad, fue el discurso del funeral. Sin embargo, como dice Huck Finn, es una
historia real, en gran parte.
12 Alessandro Portelli

una revista sobre «las culturas populares y las culturas de masas».2 Me la contó Leonardo
Pulcini, un granjero que vivía en una aldeíta cerca de la ciudad de Leonessa, en el Norte del
Lacio, el 6 de febrero de 1973.

«Aquí, todo era de siete barones en un tiempo. Después, pasó un tiempo y los
barones dejaron toda la tierra porque dijeron que no les daba dinero y se fue-
ron. Y esas tierras fueron entonces de un sólo barón, el que vivía ahí, cerca de
Pianezza. Se aprovechaba de todo, y además apretaba a todos los campesinos y
a los que le alquilaban la tierra. Cuando llegaba el 29 de julio,3 en Casanova, te-
nían que traer todas sus vacas y el barón elegía las mejores para él y los mejores
terneros y si los campesinos decían algo, hacía que les dieran palizas y golpes
a todos, gratis, tenía cinco o seis hombres para cortar cuellos a su servicio, con
porras y cosas así y todo eso. Después, el trigo: lo hacía meter en canastas, pesar,
seleccionar. Lo que era bueno, para él; el resto para los campesinos.
Además, lo más lindo de todo lo que hacía era cuando uno se casaba. La tenía
con él ocho días. Y si era virgen, bueno, la tenía él y después, se la devolvía al
que era su marido. Si no, eran golpes. Era una mala vida, quiero decir, en ese
entonces.
Bueno, y había este joven. Vivía en Pianezza también. Iba a casarse y no le
gustaba que la chica – su esposa, porque se iba a casar con ella – tuviera que
dormir con el barón. Cada vez que veía al barón, sentía que tenía ganas de
pegarle unos buenos tiros. Así que empezaron a organizarse, unos cinco o seis
jóvenes: algunos que iban a casarse, otros que se habían casado y el barón había
sido violento con ellos. Y decidieron actuar el 29 de julio, cuando él iba a apretar
a todos los que le alquilaban la tierra, cuando todas las vacas, todas las ovejas
que existían y los mejores carneros, todos, había que dárselos al barón. Si uno
tenía pollos, si tenía herramientas de granja, todo se lo llevaba él.
Este joven empezó a incitar a los otros que alquilaban. Cuatro o cinco estaban
con él; otros que se sentían apretados por el barón y no se tragaban la violencia
con facilidad también entraron.
— Si yo empiezo algo, no se preocupen, lo único que les pido es que me den una
mano.
Cuando empezó a golpear a los guardias del barón, con los puños, con unas
porras que ellos habían apoyado por ahí, hubo una explosión de todos los que
alquilaban la tierra, que vieron que él estaba golpeando a ese pobre barón y a
todos sus servidores. Y el barón saltó sobre su caballo y se fue a Pianezza.
Se quedó ahí, sitiado, hasta Navidad. No podía irse porque si lo agarraban, lo
iban a golpear. Y los hombres que le alquilaban las tierras hacían lo que querían.

2
El diario tuvo varias encarnaciones, desde un boletín mimeografiado hasta una revista de investigación semiaca-
démica, pasando por una revista bimensual. Cada vez que cambiábamos de formato y de imprenta y editor, los
números empezaban de nuevo, y por eso, las referencias de las notas al pie pueden parecen confusas. El I Giorni
Cantati murió oficialmente en la primavera de 1995.
3
El día tradicional para reunir todas las cosechas y dividir entre jornaleros y dueños de tierras.
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 13

Cuando llegó Navidad, nevó mucho. El barón fue a ver al herrero de Casanova y
el herrero le dijo:
— Puedo ponerle herraduras a su caballo pero tiene que traerlo al horno del
panadero, donde hacen el pan, de noche, para que nadie lo vea. Venga a las
nueve o las diez, y le pongo herraduras al caballo.
Porque había nieve en el suelo. Pero cuando el herrero recibió el caballo, le puso
las herraduras al revés.
Había más de tres metros de nieve en el suelo. El barón tuvo que esperar que
terminara la tormenta y después subió a caballo y se fue. Fue por la montaña
pero aunque el caballo iba para adelante, las huellas iban al revés. De mañana,
descubrieron que el barón había desaparecido.
— ¡Se fue! ¡Se fue!
Encontraron las huellas en el costado de la montaña y las huellas iban para
abajo. Dijeron:
— Sigamos las huellas y lo vamos a encontrar.
Y las huellas los llevaron al horno del panadero. En el horno encontraron que el
caballo había desaparecido.
— Mierda, hizo que le herraran el caballo al revés y se nos escapó.
Y volvieron a las montañas a perseguirlo. Mientras tanto, él llegó a Cantalice, y
nunca lo alcanzaron. En Cantalice, buscó los carruajes del Vaticano que habían
venido a llevárselo. Apenas llegó, subió a esos carruajes y desapareció. Los ca-
rruajes tenían caballos frescos y los hombres nunca lo alcanzaron. Y un barón se
salvó. Y Leonessa quedó libre».

Tal vez no sea verdad, no así como me la contaron; contiene demasiados motivos folcló-
ricos y de estilo como para tomarla al pie de la letra. Además, no encuentro documentos que
la confirmen. Sin embargo, Leonardo Pulcini me la dijo con la misma intensidad con la que
me contó el momento en que la guerra y la Resistencia llegaron a la aldea y él le dio refugio
a los partisanos y los alemanes vinieron y le quemaron la casa y le mataron los animales –
las vacas, las ovejas que tenía, sus mejores carneros, los pollos, las herramientas de granja –
y los partisanos escaparon por la montaña cubierta de nieve, como el barón de Pianezza. En
realidad, en las frecuencias más bajas (le robo la frase a Ralph Ellison), tal vez sea la misma
historia.
A través de sus muchos cambios y sus muchas vidas, el trabajo del Circolo Gianni Bosio
consistió en una búsqueda de la verdad en las historias y canciones, no como oposición a
la historia, sino como una búsqueda de otro tipo de historia. La historia, nos dijeron, está
compuesta de hechos, hechos reales y objetivos que uno puede ver y tocar; las historias, en
cambio, son los relatos, la gente que los cuenta, las palabras de las que están hechos, el nudo
de la memoria y la imaginación que convierte hechos materiales en significados culturales.
En otras palabras, las historias comunican lo que significa la historia para los seres humanos.
En esta historia imaginaria, lo que cuenta es menos el hecho contado que la forma en
que se cuenta, el hecho de contarlo. Tal vez no sea un cuento verdadero, pero lo contó una
persona real. No fue una «leyenda» anónima en una «tradición» impersonal colocada en el
altar de una «memoria colectiva» sin cara. Más bien, es el mito fundacional a través del
cual, Leonardo Pulcini, un hombre oscuro y grande, un granjero y un poeta oral, elabora el
14 Alessandro Portelli

recuerdo de siglos de resistencia que culminaron en la Resistencia entre 1943 y 1944, pero
que no empezó ahí y, mientras se cuente la historia, no va terminar ahí.
Para empezar, la verdad de esta historia tiene que ver con sus detalles materiales: un pai-
saje específico (la primera palabra es «aquí»); los rituales de la forma en que se compartía la
cosecha (los que alquilan la tierra y la cultivan se quedan con el trigo malo, y ésa es la razón
por la que esa parte de Italia es famosa por la pelagra4 ); los guardias, que parecen salidos
directamente de las páginas de Alessandro Manzoni; la pobreza de la tierra, las cosechas,
magras incluso antes de repartirlas; la violencia clasista económica y personal (simbolizada
por el jus primae noctis); el origen de la rebelión social en la rabia de un individuo; y lo
generacional: una revuelta de jóvenes contra una costumbre que sus padres toleraban.
Además, está la verdad del lenguaje. Leonardo Pulcini oscila entre el barone y lu barone,
es decir, entre el italiano estándar y el dialecto estándar, porque esta historia no pertenece a
una tradición atemporal: es parte de un discurso dialógico que resuena tanto con las raíces
dialectales, como con la articulación contemporánea de la escuela, los medios de comuni-
cación, el habla del que está haciendo la entrevista. La mezcla lingüística es la señal de un
cambio cultural que está implícito en el sonido mismo de la voz del narrador.
Tiene sentido, entonces, que haya un juicio moral implícito en una fórmula lingüística.
La historia dice que los campesinos empiezan a golpear «a ese pobre barón y a todos sus
servidores». Cuando lo oí por primera vez, supuse que el adjetivo – pobre – era sólo una fór-
mula. Después pensé en un paralelo literario. Cuando Huckleberry Finn ve al Duque y al Rey
cubiertos de plumas y alquitrán, echados del pueblo, no puede evitar el impulso de la pie-
dad: «Me dieron pena esos pobres desgraciados ridículos», víctimas de la crueldad recíproca
de los seres humanos.5 El «pobre barón» es un oxímoron irónico – ¿cómo puede ser «pobre»
un barón feudal con tierras? – pero la frase también señala la naturaleza humana del barón
y el hecho de que comparte esa naturaleza con los campesinos oprimidos y perseguidos que
se rebelan contra él; y señala el hecho de que los rebeldes, incluso en el momento en que
se están rebelando, son capaces de reconocer esto, como si se vieran a sí mismos, siempre
apaleados por los guardias del barón, en el barón al que ahora están apaleando. Después de
todo, ellos saben muy bien cómo se siente un golpe.
Las huellas invertidas del caballo son una imagen del deshacer del poder. A solas, en
la nieve, el barón vencido vuelve atrás por el camino que lo había llevado de persona a
terrateniente. Necesita la ayuda de un pobre herrero, como si fuera un refugiado o uno
de los partisanos a los que dio refugio Leonardo Pulcini. Desgraciadamente, al final de su
camino, el barón encuentra los carruajes del Vaticano (otra verdad histórica: la alianza de
la Iglesia y la aristocracia para oprimir a los campesinos) que volverá a transformarlo en un
cortesano. Sin embargo, a mí me encantó el doble final feliz de la historia: «Y un barón se
salvó. Y Leonessa quedó libre». El final sugiere que lo que cuenta no es la venganza, no es el
castigo a un malvado. Lo que cuenta es la libertad.
Voces que vienen desde el presente
Esta historia representa muchas de las cosas que aprendimos e hicimos en los veinte años
del Circolo Gianni Bosio.6 Hay otra historia que nos ayudará a entenderlo mejor todavía.

4
N. del E.: enfermedad común en ciertas partes del mundo, en personas que consumen excesivas cantidades de
maíz.
5
Mark Twain. Las aventuras de Huckleberry Finn. La cita es de la edición del original en inglés. Editorial Penguin,
1967, p. 244.
6
Este artículo está escrito en el plural porque reúne una historia que involucra a muchas personas. No todos los
individuos que trabajaron en el Circolo Gianni Bosio estuvieron involucrados en todas sus actividades y en todos
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 15

En algún momento, a mediados de la década del 70, un diario me hizo una entrevista
sobre nuestro trabajo en música folclórica y yo le conté al periodista que había escuchado
una vieja balada Donna Lombarda cantada por una dama anciana en Rivodutri, un pueblo
cerca de Rieti, no muy lejos de Leonessa.7 Cuando salió el artículo, el énfasis estaba puesto
en el hecho de que nosotros estábamos descubriendo y recuperando canciones muy antiguas,
ecos del pasado. Eso me molestó porque yo había insistido no en que Donna Lombarda se
había originado tal vez en el siglo XVIII, sino en que la gente la seguía cantando en el XX.
Empezamos con música folclórica pero no estábamos buscando versiones antiquísimas y
elusivas, textos sin contaminar, estilos genuinos. Estábamos interesados en la vida contem-
poránea de la música, en el hecho de que esas canciones todavía fueran parte de nuestro
paisaje cultural. Aunque era vieja, vivía en el campo y era pobre, la dama de Rivodutri era
mi contemporánea y, como dijo una vez Enresto de Martino, ciudadana de nuestro país.8
Todavía estábamos libres de la arrogancia del que escucha solamente a la gente que el habla
contemporánea de las noticias políticas llama «los nuevos», los «sujetos sociales emergentes».
Estábamos, y estamos, dispuestos a aprender de todo el mundo.
Claro que no éramos tan superficiales como para creer que el hecho de que Donna Lom-
barda fuera una canción vieja era irrelevante, o que no tenía importancia saber si la historia
del barón de Pianezza era un hecho o un producto de la imaginación. Sin embargo, ese dato
positivo no era el blanco de nuestra investigación, solamente uno de sus términos. Sabíamos
que sólo si conocíamos la historia de nuestros textos podríamos reconstruir los cambios y
las hibridaciones que les daban su forma actual. Nunca pensamos en la memoria como un
archivo, una heladera que preserva los datos y sus significados, sino más bien como un pro-
cesador, que los transforma y elabora de una forma osmótica y produce así nuevos datos y
significados que incluyen a los viejos, aunque sea para negarlos o librarse de ellos. Más tarde
descubriría, en las enseñanzas de Jurij Lotman, que olvidar también es parte del recuerdo.9
Por esas razones, siempre trabajamos para reconstruir el diálogo y el conflicto entre lo
nuevo y lo viejo, lo recibido y lo inventado, la palabra individual y la de los otros. Política-
mente, lo que contaba no era que el mensaje fuera revolucionario o no; creíamos que no hay
revolución, no hay cambio, no hay democracia sin la habilidad y el esfuerzo de recordar, de
contar, de inventar – sin la base elemental que es el ejercicio del poder del habla – . No nos
interesaban tanto las raíces unificadoras como las ramas divergentes, la multiplicidad de ho-
jas (entonces, las llamábamos «cien flores»); no tanto – diríamos más adelante – la identidad
étnica sino las miles y miles de posibilidades de la diáspora.
Es por eso que siempre nos atrajeron los géneros híbridos: la ottava rima (esa poesía
improvisada en estrofas de ocho versos, como en los poemas canónicos de Ludovico Ariosto
y Torquato Tasso); la parodia; las canciones de protesta y de temas fijos. Me acuerdo de un
pastor cerca de Palestrina, en 1969, que me contó que cuando salía con las ovejas, siempre
llevaba «un bolsote de libros». O de Riccardo Colotti, un domador de caballos de Tarquinia,
que en la taberna declamaba y explicaba la Divina Comedia de Dante a un público de sus pa-

sus descubrimientos. Tal vez yo soy el único que experimentó todas las cosas que se relatan en este artículo, pero
no experimenté ninguna de ellas en soledad.
7
Esta versión de la balada se incluye en el disco La Sabina, Canti, balli, e riti. Milán: Dischi del Sole DS 517/19.
Tiene el número 1 en la colección clásica de Costantino Nigra, Canti Populari del Piemonte. 1888; Turín: Einaudi,
1967, pp. 3-34.
8
Ernesto de Martino, «Note lucane» (1950), en Pietro Clemente y otros, editores. Il dibattito sul folklore in Italia.
Milán: Edizioni di cultura popolare, 1976, pp. 370-382.
9
Juri M. Lotman y Boris A. Uspenskij, «Sul meccanismo semiotico della cultura» (1971), en Tipologia della cultura.
Milán: Bompiani, 1973, pp. 46-48, traducción italiana de Remo Faccani.
16 Alessandro Portelli

res y también a estudiantes de Roma. Él nos enseñó a todos que el Perro que anuncia Dante,
ése que liberará al mundo de la avaricia y el hambre «es esa cosa que llaman comunismo».10
La ottava rima se localiza en la frontera entre la oralidad y la escritura, el recuerdo y
la invención, la conservación y la improvisación. Es el terreno en el que los analfabetos
ponen sus manos sobre los libros – en los trabajos canónicos de Tasso, Ariosto, Giovanbattista
Marino (el terreno en el que los analfabetos modifican la forma de Dante y Homero) – y
el terreno en que se dan cuenta de la «oscuridad» figurativa de esos textos (Colotti), de la
dificultad que los hace preciosos y también el terreno en que se los apropian y los contaminan
con su propia imaginación, lenguaje y voz. Las estrofas de Tasso y Ariosto, cuando se apartan
de la lectura silenciosa individual, cuando se las canta y se las recita en competencias, en
público, quedan en la memoria tanto para preservarlas y exhibirlas como para cavar en ellas
y recuperar así recursos lingüísticos y modelos formales para la improvisación de nuevos
versos.
El caso de la parodia y las canciones políticas no es muy diferente. El trabajo que hicimos
en Umbría, especialmente alrededor de Terni, en la década del 70, y que siguió en Kentucky
en la del 80, empezó con el descubrimiento de que en esos lugares se estaban creando y
cantando nuevas canciones temáticas con músicas tradicionales y modos formales: stornello,
ottava rima, canciones de trabajo y también baladas e himnos. En realidad, la posibilidad de
expresar y comunicar las nuevas ideas y los nuevos temas surgía justamente porque había
viejas formas disponibles en las que contenerlos. Con relativamente pocos toques, las formas
rurales tradicionales se convertían en vehículos para comentarios agudos sobre la realidad
industrial contemporánea.11
También nos damos cuenta de que las canciones políticas fueron muchas veces trabajo
de intelectuales más o menos «orgánicos» y no de obreros, y de que usaron materiales he-
terogéneos tanto lingüísticos como musicales de la cultura de masas y la cultura popular y
no formas tradicionales. Sin embargo, en lugar de rechazar estas mezclas impuras y muchas
veces no muy felices, nos fascinaron la parodia, la superposición de palabras radicales y to-
nadas banales y populares, porque mostraban un gran espectro de lo que ahora llamaríamos
sincretismo: entre la cultura oral y literaria, entre el melodrama, las canciones populares, y
la música folclórica, entre el sentimentalismo y la conciencia de clase, entre las ambiciones
subliterarias y la poesía de base, entre la ironía contra la cultura de masas y su imitación
imperfecta, que la redime. En otras palabras, estábamos empezando a comprender que el
sincretismo y el multiculturalismo pueden expresarse tanto por el diálogo y la armonía co-
mo por el conflicto y la disonancia.
Palabras que se cruzan
Ése fue el comienzo de una ampliación radical de nuestra mirada, que se reflejó en
la transformación de nuestro «boletín de la cultura de los trabajadores y los campesinos»,
que pasó a ser una «revista de las culturas de los pueblos y las culturas de masas». Nuestro
trabajo en la música folclórica nos había enseñado a escuchar con un oído diferente todos los
sonidos de nuestro tiempo. Empezamos a estudiar la forma en que se relacionaban las reglas
y la improvisación de la ottava rima (y los blues) y después extendimos esto a la relación del
tiempo y la expresión en el rock y la cultura de los jóvenes.12 Después, pasamos a estudiar

10
Alessandro Portelli, «Riccardo Colotti: «Sarebbe’sto comunismo». Una lectura Dantis contadina». I Giorni Cantati
I, 1, números 2-3 Julio-diciembre, 1981, pp. 25-33.
11
Véase «Typology of Industrial Folk Song», en Death of Luigi Trastulli, op. cit., pp. 161-192.
12
Un volumen de I Giorni Cantati I, números 2-3, julio-diciembre, 1981, estaba dedicado a «L’improvivvisazione e
la regola: la spontaneitá possible».
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 17

los ingredientes culturales del rock, las raíces de clase de Elvis Presley y Bruce Springsteen,
el poderío sincrético sorprendente de Prince, y la mezcla, el cambio y la fusión de sonidos
eléctricos y étnicos, de raíces, de importaciones y recuperaciones y descubrimientos en la
música africana, la salsa de Latinoamérica, y la música country de Estados Unidos.13 En un
nivel completamente distinto, Ambrogio Sparagna, que empezó por enseñar organetto en la
escuela de música popular que organizamos para financiarnos, transformó el organetto de
instrumento solista en instrumento de orquesta y siguió escribiendo la fusión más exitosa
que exista actualmente entre la tradición musical del pasado de Italia y su futuro musical.
En este momento, Sparagna toca con la misma facilidad en las calles, los clubes de folclore
y la Filarmónica.14
En otras palabras, tuvimos que aprender a escuchar a la cultura de masas no como un
discurso sólido sino como un terreno en el que se encuentran diferentes discursos – un dis-
curso de arriba que se encuentra con uno de abajo, discursos de diferentes direcciones que
se superponen, se mezclan, vuelven a fragmentarse – . Nunca creímos que el mundo estuvie-
ra encaminándose hacia una monocultura sólida. Por eso siempre hablamos de «culturas»
en plural, para referirnos no solamente a las «culturas subalternas»15 sino también a lo que
vemos como culturas de masas diferentes, que cambian, compiten, están en conflicto y son
muchas que circulan en nuestro planeta al mismo tiempo.
Las culturas del pueblo, siempre amenazadas de destrucción y fragmentación, han apren-
dido a vivir con un horizonte de desaparición16 y a usar los materiales limitados que tienen a
su disposición para crear belleza y significados a partir de los materiales que los que mandan
ya descartaron. Para muchos de nosotros, especialmente los que veníamos del campo de los
estudios sobre Estados Unidos, este proceso estaba identificado con un objeto simbólico, la
colcha de distintos pedazos de tela, esa expresión de una cultura folclórica femenina, rural,
que reacciona contra la fragmentación levantando los pedazos y reuniéndolos de nuevo en
un movimiento obstinado.
La colcha también nos enseña que el sincretismo y el bricolaje de las culturas folclóricas
no son lo mismo que la euforia posmoderna de la fragmentación. Las culturas folclóricas
saben que, mientras tratamos de romper las cadenas de la realidad, la realidad está decidida
a rompernos a nosotros. Por lo tanto, el esfuerzo de la creación que se basa en esos fragmen-
tos es una unidad parcial, temporaria, hipotética, algo así como el arco iris de Jesse Jackson,
en el que los colores se distinguen unos de otros pero ya no están separados por límites
fuertes ni marcados. Gran parte de lo que es mejor en la cultura de masas contemporánea
lleva ese mensaje: un rechazo a la homogeneidad que viene como mandato desde arriba
(pero también desde abajo, como en algunas versiones del esencialismo y la pureza étnica)
pero también una conciencia de que la multiplicidad sincrética de la cual surge la cultura de
masas contiene tanto una liberación múltiple como una concentración de violencia.
13
A. Portelli, «Bruce Springsteen: Working Class Hero?», I Giorni Cantati 5 Primavera, 1984, pp. 61-67; Filippo
La Porta, «Salsa: Musica di un continente», I Giorni Cantati I, número 1 enero-marzo 1987, pp. 3-6; Massimo
Canevacci, «Suoni malesi e sincretismi planetari», I Giorni Cantati 2, números 7-8 diciembre, 1988, pp. 8-10;
Felice Liperi, «Talking Heads, Gabriel, Prince», ibíd, pp. 5-7.
14
Dos de las óperas folclóricas de Ambrogio Sparagna son Trillilli. Storie di magici organetti e altre meraviglie, Roma;
Sudnord Records SNCD 0021 y Giofá il servo del Re, Roma: BMG Ariola 743211 64412. Los dos son acerca del
poder liberador de la música y la memoria.
15
Alberto M. Cirese, Cultura egemonica e culture subalterne. Palermo: Palumbo, 1973. Aunque aprendimos mucho
de este manual estándar de folclore (escrito por uno de los fundadores originales del Istituto De Martino, el alma
mater del Circolo Gianni Bosio), nunca aceptamos la implicación etnocéntrica y racionalista del título: la idea de
que hay muchas «culturas subalternas» y sólo una «cultura hegemónica».
16
Tomo esta figura de Paula Gunn Allen, The Sacred Hoop: Recovering the Feminine in American Indian Traditions.
Boston: Beacon Press, 1986.
18 Alessandro Portelli

Volver a poner a la cultura de masas dentro de algún tipo de unidad temporaria con los
fragmentos que quedan de las culturas folclóricas, por lo tanto, no significa volver al pasado
sino ir hacia adelante y crear algo nuevo. Sin embargo, sin el recuerdo de la violencia,
de la desposesión, de la falta de lugar en el mundo, de la explotación – y de la resistencia
contra todo esto – , solamente seríamos los vehículos inconscientes de las invenciones de otra
persona.
La gente y los sonidos
A mediados de la década del 70, Giovanna Marini, la mayor cantante folclórica de Italia,
escribió con uno de los fundadores de nuestro grupo un artículo memorable sobre I Giorni
Cantati, «Antes buscaba sonidos, ahora busco gente». En 1990, un lector escribió a la revista
quejándose de esos músicos contemporáneos que sintetizan sonidos étnicos en el estudio sin
haberse encontrado jamás con un músico étnico en la calle o en ninguna otra parte, sin nin-
guna conciencia de las palabras en las que se origina esa «música del mundo». La tradición
oral colectiva está muy bien, explicó Marini, pero es absurdo dejar de lado a los individuos
en cuyas vidas están corporizadas estas tradiciones. El desplazamiento posmoderno está muy
bien también, escribió nuestro lector, pero es absurdo desplazar a otro para sentarnos en su
lugar. Es absurdo tomar los sonidos que queremos y arrojar por la borda las vidas que los
produjeron, porque no tenemos ninguna utilidad para ellas.
Ésas son las implicancias de una de las más humildes y más importantes enseñanzas
de Gianni Bosio: nunca apagues el grabador. Lo que él tenía en mente cuando decía eso,
no era una técnica de trabajo de campo, sino una relación con la gente con la que nos
encontrábamos. No íbamos a extraer ítem folclóricos (canciones, cuentos, proverbios), sino
a aprender de la gente (como «personas históricas», decía Bosio)17 lo que ellos tuvieran para
decirnos. Y nunca íbamos a dejar de escuchar.
Así, para cuando Marini estaba escribiendo su artículo, algunos de nosotros empezába-
mos a darnos cuenta de que la charla aparentemente dispersa que acompañaba nuestras
grabaciones de música popular era por lo menos tan importante como la música y las can-
ciones. Los cantantes insistían en poner las canciones dentro de un contexto histórico y
mientras escuchábamos esas explicaciones, la historia oral se convertía gradualmente en un
foco tan importante como la música en nuestro trabajo de campo. Otra de las razones de
esto fue que gran parte de los músicos que habían trabajado con nosotros en un principio se
estaban marchando (no podían vivir de eso ni fabricarse una carrera sobre la base estrecha
y temblorosa del Circolo Gianni Bosio), y los que nos quedábamos estábamos más cómodos
con la historia y la lingüística que con el análisis etnomusicológico.
A partir de la historia oral aprendimos a ir más allá de un enfoque positivista de la
historia. Aprendimos la verdad del contar, cuando antes sólo sabíamos contar la verdad; la
importancia del lenguaje, de los símbolos, de las metáforas, el trabajo de la imaginación,
el sueño y el deseo. Ya hablamos y escribimos mucho sobre esos temas. Aquí, me gustaría
decir algunas palabras sobre un aspecto que se volvió central para nuestro enfoque y nuestra
teoría: la dimensión personal del trabajo de campo, el intercambio constante y el constante
movimiento de los roles y la información entre los sujetos involucrados en la entrevista, el
supuesto observador y el supuesto observado.
Nuevamente, quiero apelar a una historia para tratar de explicar esto. Se trata del epi-
sodio que muy probablemente sea el que más me enseñó sobre la interacción política y
personal en el trabajo de campo y en el activismo político.
17
Gianni Bosio, «Uomo folklorico/uomo storico», en L’intellettuale rovesciato. Milán: Edizioni Bella Ciao, 1975, pp.
254-263.
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 19

Esto fue en 1970, el momento cumbre del movimiento de los squatters, la ocupación de
edificios de departamentos vacíos por gente sin hogar o con hogares muy pero muy pobres. Y
hay miles y miles de estas personas en Roma. En uno de esos edificios ocupados en la colina
Esquilino, hice una entrevista a uno de los protagonistas de base del movimiento: un obrero
de la construcción muy consciente de su clase y muy hábil para hablar, que había tenido un
rol importante en varias ocupaciones. Aprendí mucho sobre las condiciones y la lucha pero
la verdadera lección vino al final, cuando este militante me preguntó si, entre mis amigos,
yo no conocía a alguien que pudiera recomendar a su joven hija para entrar a una escuela
como pupila, un lugar donde pudiera continuar sus estudios.
Al principio, sentí ese toque de clientelismo en una persona tan consciente de su clase
obrera como una desilusión desgarrante. Después, me di cuenta de que ese hombre esta-
ba usando solamente una estrategia diferente, aunque contradictoria, para lograr el mismo
objetivo: los derechos de ciudadanía e igualdad que el sistema le negaba y que estaban cor-
porizados en la educación de su hija. Su participación total y dedicada en un movimiento de
masas representaba la lucha por una igualdad futura pero por debajo de eso, inmediatamen-
te abajo, estaba su consciencia de una desigualdad presente, y de la necesidad que tenían él
y su familia de encontrar formas de sobrevivir ahora, antes de que cambiaran las cosas, si es
que alguna vez cambiaban. Por lo tanto, su militancia activa existía lado a lado con las estra-
tegias de los subalternos, y las dos estaban mediadas por la perspectiva de movilidad social
a través de las generaciones. «Hasta los obreros quieren mandar sus hijos a la universidad»,
dice un impresionado personaje burgués en una famosa canción del movimiento de Paolo
Pietrangeli,18 y este obrero en particular quería, por lo menos, mandar a su hija a la escuela
secundaria. La rebelión con conciencia de clase, el clientelismo subordinado, la movilidad
social como derecho cívico, todas esas estrategias eran parte de la misma persona. Pronto
aprendí a escuchar todas, y no sólo la primera, que es la que más nos gusta a nosotros, los
revolucionarios de clase media, para quienes la educación es un derecho de nacimiento y
una casa donde vivir, un derecho de clase.
Esas experiencias nos enseñaron a buscar menos a la clase obrera abstracta de nues-
tros deseos y más a los trabajadores concretos de nuestra experiencia, individuos específicos
cuyas vidas, necesidades y problemas sociales no empiezan y terminan con el trabajo de
ocho horas. Necesitamos comprender las capas más profundas de su imaginación, creencias,
deseos y sueños, a menos que lo único que queramos sea trabajar con nuestros títeres con-
ceptuales. Por eso, no fue una sorpresa para nosotros descubrir que los mismos obreros de la
fábrica SNIA Viscosa de Rieti a los que habíamos visto protestar en Roma dentro del sindica-
to nacional militante de 1975, estuvieran como peregrinos en el altar de la Sagrada Trinidad
en Vallepietra seis meses después.19
Al fin y al cabo, yo también fui a las dos cosas, la protesta y el peregrinaje, y no fui
como dos personas diferentes, como un militante en la primera y algún tipo de etnólogo
en el segundo. En la protesta, habíamos marchado y gritado con los demás, pero también
habíamos grabado los cantitos y yo había trabajado en un análisis lingüístico y retórico, es
decir, una manera de entender el significado político de todo eso. Aunque no soy creyente,
también fui al altar de la Sagrada Trinidad no sólo para grabar himnos y plegarias sino para
ver quién estaba ahí. Además, ya había aprendido por el Esquilino squatter, la política de
las estrategias múltiples y tenía sentido que los obreros cuyos trabajos estaban en peligro

18
Paolo Pietrangeli, «Contessa», en el disco, Mio caro padrone domani ti sparo. Milán: Dischi del Sole DS 197/99.
19
A. Portelli. «I metalmeccanici e la funzione poetica. Espressivitá orale di base nella manifestazione nazionale del
2 dicembre 1977», I Giorni Cantati, I, números 2-3, julio-diciembre, 1981, pp. 43-60; y «La classe operaia e la
Santissima Trinitá», I Giorni Cantati 7, 1976.
20 Alessandro Portelli

confiaran tanto en sus consejos sindicales como en la Sagrada Trinidad para protegerse y
dar cierto sentido a sus vidas. La cinta que tengo de Bandiera Rossa, la canción de la bandera
roja, cantada por obreros comunistas en el peregrinaje de la Madonna del Canneto en el
Abruzzi, muestra el otro lado de esta doble estrategia.
Por eso, la derrota de la clase obrera en la década del 80 y el descubrimiento de sus limi-
taciones y contradicciones tuvieron un efecto mucho menos traumático en nosotros que en
la mayoría de la gente del movimiento. Ya sabíamos todo eso, no se nos cayó ningún ídolo.
Hemos conseguido quedarnos del mismo lado del conflicto social, seguir leyendo la cultura
como un terreno de lucha de clases sin tener que imaginar una clase obrera monolítica, una
identidad garantizada o una cultura solidificada. Hemos conseguido seguir enfureciéndonos
con la injusticia y la opresión sin tener que atribuirle al oprimido virtudes que nosotros no
tenemos: al contrario, pudimos reconocer que sus debilidades eran muchas veces, conse-
cuencia de la opresión misma. Más tarde, Lodovica Mutarelli, una militante del movimiento
estudiantil de 1990, confirmó la misma lección. Para ser coherente con sus creencias po-
líticas, se había ido a trabajar a una fábrica, donde descubrió que los obreros eran muy
diferentes del mito que tenía en mente. «Las cosas en las que creía se derrumbaron en mi in-
terior. Pero me di cuenta de que los principios que me movían eran fuertes. Cuando cayeron
los mitos, podría haber dicho: ¿a quién le importa?, a mí no, me rindo. Pero no lo hice. Creo
que realmente creía en esas cosas y sigo creyendo en ellas».20
También aprendimos a reconocer la presencia del conflicto cultural, la tensión entre la
hegemonía y la subordinación, entre la resistencia y la represión, en áreas no canónicas. En
1977, empezamos a discutir cómo se podían usar los enfoques que habíamos desarrollado
en nuestro trabajo con la cultura de la clase obrera para entender las nuevas formas del
comportamiento cultural de los jóvenes y tratamos de leer las «políticas de la vida privada»
como una señal no del final de la política, sino de su transformación. Hicimos historia oral
no sólo con la generación del pasado sino también con la del presente. Como siempre, no
nos interesaba solamente el contenido de la memoria sino también la forma en que se fijaba.
Era fascinante ver cómo los hechos se convertían en recuerdos frente a nuestros ojos, cómo
el movimiento y sus miembros creaban los recuerdos mientras insistían todo el tiempo en
que lo que estaban haciendo era luchar contra ese recuerdo. Hicimos lo mismo con el mo-
vimiento estudiantil de 1990, y reconocimos que algunas formas evasivas o aparentemente
inocuas de comportamiento – el mito del viaje, la imagen de la máscara – eran en realidad,
vehículos de un deseo de otredad que no podían suprimir. A través de esas formas, una ge-
neración aparentemente pacificada, había estado expresando todo el tiempo su desafiliación
del mundo tal como lo encontraron.
No fue una sorpresa descubrir que para resistirse y adaptarse a la estructura jerárquica
de la universidad, esos jóvenes muy bien educados usaran los mismos recursos folclóricos
que habían usado las clases no hegemónicas para su propia resistencia y adaptación. Como
la rebelión de los campesinos contra el barón de Pianezza, el movimiento estudiantil fue una
insurgencia generacional, motivada tanto por una sensación personal de rabia de alguien
que se siente injuriado, como por una expropiación material colectiva (después de todo,
también se llama «barones» a los profesores titulares). Como la historia de Leonardo Pulcini,
el movimiento nos dijo que, más allá de las crisis e identidades colectivas, hay una base de
humanidad que no puede suprimirse.
Eso también se aplica a nosotros, por supuesto. La historia del Circolo Gianni Bosio y
I Giorni Cantati es la historia de un grupo cambiante, fluido, de gente que insiste en su
20
Lodovica Mutarelli, b. 1965, en M. Arcidiacono y otros. L’aeroplano e le stelle. Storia orale di una realtá studentesca.
Roma: Manifestolibri, 1995, p. 155. Véase capítulo 15, «Conversations with the Panther», en dicho libro.
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 21

derecho personal de crear sus propios sincretismos, y se niega a que los fragmenten y los
vuelvan a coser sin resistencia en la síntesis hegemónica de cultura consumista y política del
status quo.
¿Importa?
En la primavera de 1991, me invitaron a un seminario con eminentes historiadores,
sociólogos y filósofos. Hice una presentación sobre la historia oral de los mineros del carbón
en Kentucky y traté de contar sus historias y de interpretar su significado y mostrar lo que
podía lograr nuestro enfoque de la historia oral. Finalmente hubo comentarios como «sí,
lindo, muy interesante, pero ¿cuál es la diferencia?».
Mi primera reacción fue la furia. ¿Siempre tenemos que explicarnos, que justificarnos co-
mo si después de todos estos años estuviéramos hablando por primera vez? Después, busqué
la respuesta más honesta, más provocativa que pudiera encontrar. Realmente, ¿cuál es la
diferencia? Bueno, en primer lugar, hay una diferencia en mí. Supongo que eso no significa
nada para los colegas, pero sigo estando convencido de que los cambios personales que yo y
otros sufrimos gracias a las experiencias de las que acabo de hablar están entre los resultados
más importantes de nuestro trabajo.
Volvamos a la entrevista con el líder del movimiento de los sin techo que pidió mi ayuda
para poner a su hija en una escuela de pupila. Fue en ese momento que nuestras miradas
se cruzaron y que nos vimos realmente el uno al otro: cuando lo vi, vi cómo me miraba él.
Un camarada, por supuesto, que se pasa las noches en un edificio ocupado y no en una casa
cómoda. . . ah, pero claro, también un camarada que tiene una casa cómoda, es miembro
de la clase media y la burguesía,21 tiene contactos y conocidos, se mueve con facilidad
en los mundos de los cuales está excluido el informante (y a propósito: yo realmente no
conocía a nadie que pudiera ayudarlo). Sé que podría haber salido de esa entrevista furioso
con el obrero oportunista o sintiéndome culpable por mi ser burgués. Por alguna razón,
salí con una sensación muy rica de la complejidad que compartimos. Empecé a sentir que
la entrevista es siempre sobre la revelación y la confrontación tanto de diferencias como
de puntos en común entre mi persona y la gente que acepta hablar conmigo. El diálogo
no se hace posible fingiendo una identificación recíproca, sino poniendo en primer plano
la diferencia en el contexto de una búsqueda de la igualdad. Más tarde, en Kentucky, en
1973, una dama negra, la señora Julia Cowans, me lo puso en palabras: «siempre va a
haber una línea entre nosotros», dijo. «Yo no confío en usted», – y por eso, estaba insinuando,
estoy hablando con usted – porque el mundo por el que estoy trabajando es uno en el que
una mujer proletaria negra y un hombre blanco de clase media podrían tener permiso para
confiar la una en el otro y viceversa, para eliminar las jerarquías y mantener las diferencias.22
Siempre supimos que el trabajo de campo también es una forma de intervención política
porque alienta un esfuerzo de autoconciencia, de crecimiento y de cambio en todos los invo-
lucrados y no importa si el diálogo tiene éxito o fracasa por completo. Por lo tanto, incluso en
nuestros años de militancia política más activa e intensa, nuestro deseo de cambiar el mundo
estaba conectado con nuestra disposición para cambiarnos a nosotros mismos. Pronto nos
dimos cuenta de que esa disposición era también un requerimiento metodológico para el
trabajo de campo serio: a diferencia de los datos duros y los archivos, la gente no va a hablar

21
En ese momento, yo estaba trabajando como empleado en una oficina gubernamental: un trabajo seguro, per-
manente, con una paga decente.
22
Véase: «There’s Gonna Always Be a Line», capítulo 2 del libro del que está extraído este artículo: Alessandro
Portelli. The Battle of Valle Giulia, Oral History and the Art of Dialogue. Wisconsin: University of Wisconsin Press,
1997.
22 Alessandro Portelli

con uno a menos que uno hable con ellos, no se va a revelar a menos que uno también se
revele ante ellos. No se enseña nada a menos que uno también esté aprendiendo, y uno no
aprende nada si no sabe escuchar.
Ésa es la lección del «intelectual cabeza abajo» de la que hablaba Bosio: alguien que
tiene la posesión total de todas las herramientas y el conocimiento de la profesión pero
que también absorbe el conocimiento de la clase obrera, del mundo no hegemónico de las
culturas marginales y los jóvenes en nuestros días. Para los que vinieron al Circolo Gianni
Bosio a través de la experiencia del Proyecto Apalaches de la universidad,23 ésa también fue
la lección de Myles Horton del Highlander Center (uno de nuestros modelos, una de nuestras
fuentes de inspiración): no se le puede enseñar nada nuevo a nadie a menos que uno ponga
la raíz en lo que esa persona ya conoce. Y fue la lección de Domenico Starnone, que se cruzó
por nuestro camino durante un tiempo e hizo algo de historia oral con nosotros antes de
convertirse en uno de los escritores más brillantes de Italia, con todos sus libros basados en
su trabajo como maestro.24 De él, aprendimos que hasta el chico más tonto de la clase sabe
cosas que su maestro no sabe sobre la forma en que sopla el viento, sobre la televisión y
las telenovelas, sobre las motocicletas, sobre lo que es realmente la escuela. A menos que
uno esté dispuesto a poner el cuerpo en la línea de fuego, nos enseña Domenico Starnone,
a menos que esté dispuesto a usar la ironía y el sentido del humor contra uno mismo, no
puede enseñar nada, aprender nada ni cambiar nada.
El Circolo Gianni Bosio ha incluido a distintas personas en distintos momentos, pero
siempre incluyó gente que sabía de qué lado estaba y nunca sabía si estaba siguiendo líneas
de algún partido ni de qué partido era, si estaban en algún partido o en cuál. Siempre
insistimos en un concepto que desde el punto de vista de una organización es suicida: dé cada
uno, no según lo que tenga que dar sino según lo que quiera dar. En consecuencia, nunca
fuimos muy eficientes. La otra consecuencia, incluso en el peor de los tiempos, cuando había
organizaciones mucho mejor estructuradas que se estaban derrumbando a nuestro alrededor,
fue que sobrevivimos. Nos salvó nuestra independencia y nuestra flexibilidad, por las cuales
pagamos el precio de muchas frustraciones y una falta crónica de medios que, en veinte años,
nunca nos permitió tener un lugar propio. La izquierda, los sindicatos, las administraciones
progresistas, todos decían que les gustábamos y que pensaban qué éramos muy buenos,
pero como éramos incapaces de pertenecer a una sola organización, nos dejaban de lado por
alternativas más útiles. Siempre fuimos uno de los misterios más inexplicables de la cultura
de oposición en Roma, un grupo que pasó por toda clase de crisis y aprendió el arte de
cambiar todo el tiempo y todo el tiempo ser él mismo, flexible e inquebrantable, invisible y
celebrado, sin lugar propio pero omnipresente, siempre derrotado y siempre invencible.
La falta de medios, la crisis de la militancia, el hecho de que nadie nos estaba escuchando,
todas esas cosas casi nos habían persuadido de dejar todo. Pero la dificultad creciente de
estos años, la disolución proclamada de la clase obrera y la furia del deseo de autoanularse
que parece afectar a la izquierda política, nos persuadió de seguir intentándolo. Cuando
nos dimos cuenta de que no podíamos darnos el lujo de desaparecer, también nos dimos

23
Annalucia Accardo y otros, editores. Un’altra America: Letteratura e cultura degli Appalachi meridionali. Roma:
Bulzoni, 1991.
24
Frank Adams, con Myles Horton, Unearthing Seeds of Fire: The Idea of Highlander. Winston-Salem: N. C. John
F. Blair, 1975; Myles Horton, «Le avventure di un montanaro ribelle», entrevista con C. Mattiello y A. Portelli,
I Giorni Cantati 5, primavera, 1984, pp. 36-41. Domenico Starnone también fue uno de los expositores en el
seminario que inauguró este artículo. Una de sus novelas, Segni d’oro. Milan: Feltrinelli, 1990, fue también la
historia de un proyecto de historia oral que se presentó por primera vez en nuestro diario: Domenico Starnone,
«La Santa e le polveri, Antinfortunistica sacar alla SNIA di Colleferro», I Giorni Cantati 1, número 1, junio 1981,
pp. 46-68.
Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio 23

cuenta de que no era cierto que nadie nos estaba escuchando. Alejados de los medios de
comunicación, que nos prohibían, habíamos llegado a innumerables personas, en formas
casuales, informales, a veces sin saberlo. La experiencia y el conocimiento que acumulamos
han llegado lejos dentro del patrimonio cultural de la oposición y la resistencia.
Por lo tanto, celebramos nuestros veinte años de optimismo de la voluntad y empecina-
miento de la inteligencia, junto con camaradas, amigos, grupos, organizaciones. Como ellos,
con ellos, nos negamos a borrar nuestro pasado y entregar nuestro porvenir. Me gustaría
terminar citando una maravillosa enseñanza política de las páginas de Cuore, una revista de
humor y sátira que nos ayudó a organizar esta ceremonia y que se ha convertido en una de
las pocas voces políticas serias que todavía se oyen en el país:

«Chicos, no perdamos la costumbre. Tomémonos un poquito de tiempo (unos


minutos por día es suficiente) para pensar, tal vez en voz alta, tal vez en público,
solos o con otros, sobre el hermoso futuro que están preparando para noso-
tros. . . Cada uno de nosotros es un Centro de Resistencia Humana porque cada
uno de nosotros está dotado del poder del habla y del poder del trabajo».

Hoy
Desde un punto de vista práctico, el Circolo Gianni Bosio murió después de esta cele-
bración. I Giorni Cantati salió, tal vez por última vez, en 1995, después de veintitrés años,
un tiempo larguísimo para una publicación cultural radical sin fondos propios, voluntaria.
Ni uno solo de los grupos y subgrupos que contribuyeron a esta experiencia sigue unido,
excepto, tal vez, algunos de los músicos. Los individuos, en cambio, seguimos aquí. Como
artistas, periodistas, críticos, maestros, obreros y estudiantes, seguimos tratando de hacer y
decir las mismas cosas. Este libro25 es un ejemplo, como la música de Ambrogio Sparagna
y Giovanna Marini; pero, de un modo u otro, todos los que estuvimos involucrados en la
experiencia seguimos llevando su herencia en el trabajo de nuestra vida. Como dijo una vez
Wash al Coronel Sutpen: «Tal vez nos mataron, pero no nos han vencido todavía». Todavía
tenemos las historias.

25
N. del E.: se refiere al libro en donde fue publicado originalmente este artículo. Alessandro Portelli. The Battle. . .
op. cit. Editado en este volumen con autorización del autor.
Capítulo 3

Tres alternativas metodológicas: historia de vida, historia


temática y tradición oral

José Carlos Sebe Bom Meihy


......

A pesar de ser una práctica, el uso de testimonios no está bien definido. Periodistas,
antropólogos, sociólogos e historiadores se han valido indiscriminadamente de entrevistas
como medio de producir documentos para interpretar la sociedad. Al mismo tiempo que per-
siste tal tendencia, ha despuntado una nueva técnica específica para tratar los testimonios,
arrebatando este importante recurso a las personas preocupadas por el cuidado técnico y
metodológico.
En América latina como en varios otros espacios, la aplicación de la historia oral no
está definida en patrones aceptables.1 Faltan trabajos que esclarezcan los procedimientos a
seguir. Este texto busca, en primer lugar, dar un paso para establecer parámetros útiles en
este sentido. Víctima de la carencia de debates, los usos de la historia oral han propuesto
desafíos que la sitúen más allá de la aventura vaga y no pocas veces exagerada, irracional y
abusiva.2
Generalmente se acepta que la historia oral es una práctica simple, implícita en cualquier
grabación, hecha sin importar el criterio adoptado para la selección de los entrevistados, el
tipo de testimonios o la técnica para conducir la sesión. Lo que vale casi siempre en esas
aventuras es una especie de sentido común intuitivo, más atento al «registro» o «rescate»
de informaciones que propiamente a la obediencia de reglas y técnicas metodológicas que
debe seguir cualquier trabajo con pretensiones que rebasen el límite de la curiosidad. Así,
descartamos la posibilidad de pensar la historia oral como una práctica de grabaciones de

1
Eugenia Meyer, en su articulo «La historia oral en América latina y el Caribe», Historia y Fuente Oral, Nº 5,
Universidad de Barcelona, Barcelona, 1991 hace un balance de la situación general de la historia oral en esta
parte del continente americano.
2
Aunque no sea reconocido como tal, R. Fraser puede ser considerado uno de los padres de la moderna historia
oral. En su articulo «Reflexiones sobre la historia oral y su metodología en relación con la Guerra Civil Española»,
presentado en 1979 en el Coloquio Internacional sobre la Guerra Civil Española y publicado en Metodología
Histórica de la Guerra y la Revolución Españolas. Barcelona: 1982, pp. 47-72, afirma que no es un «historiador
profesional, de lo que deriva la relativa espontaneidad de su proyecto. Con esto y desde la visión de un respetable
«oralista» se puede afirmar que la historia oral necesita definiciones precisas.
26 José Carlos Sebe Bom Meihy

aficionados y proponemos otro nivel de análisis que le garantice procedimientos discutibles


dentro de los límites de una técnica.
En este caso, se hace imperioso establecer criterios metodológicos que huyan tanto de
la espontaneidad como de cualquier estímulo que no este previamente determinado. Porque
alegamos que la historia oral es algo más que unas simples entrevistas, proponemos que la
primera tarea para quien actualmente quiera emplearla sea definir sus términos. Tarea cier-
tamente difícil pues, incluso internacionalmente, hay varias corrientes que conceptualizan a
la historia oral de distintas maneras.
En esta línea, el primer grupo que recientemente procuró elevar los testimonios a la altu-
ra de género trató de adjudicarles una importancia «histórica», aduciendo el uso «perenne»3
de la palabra como fuente. En efecto, ciertos vanguardistas de la historia oral se valieron
de estudios sobre el sentido de la palabra a lo largo de la historia para demostrar que, por
vieja, ella siempre estuvo presente. Los argumentos de aquellos que pretendieron revalorar
los testimonios como «fuente perenne» nos llevaron a considerar que todo lo que es «dicho»,
desde su raíz, deriva de palabras. Existe pues actualmente una confusión entre verbalización
e historia oral.
Puesto que la oralidad no implica obligatoriamente un método y dado que su identifica-
ción con la escritura sufre la necesaria transformación de un código a otro, se hace imperioso,
en primer lugar, definir la diferencia entre lo que se dice y lo que se escribe.4 Estableciendo
este presupuesto se espera corregir un primer equivoco consagrado en la premisa común-
mente aceptada de que toda la historia escrita, en algún momento, fue constituida de his-
toria oral. Esto se explica porque algunos autores insisten en afirmar que en su origen toda
historia es siempre oral.
Autores más entusiasmados se muestran preocupados por evidenciar la «perennidad» de
la historia oral y para ello se detienen a confeccionar listas, a veces exageradas, recordando
por ejemplo que los griegos incorporaban parte de sus observaciones testimoniales en las
historias que escribían.
Hay todavía otros que, entusiasmadísimos, atribuyen los meritos de Homero, al escribir
La Ilíada basado en las tradiciones recogidas por el pueblo, a la historia oral. Según ellos,
la historia oral habría recorrido un largo camino en el proceso histórico. En Roma – como
ocurrió anteriormente con los griegos – los historiadores se habrían valido de los testimonios
para elaborar sus versiones de la historia. En la antigüedad clásica pueden distinguirse dos
raíces que se expresan en otras tantas formas de recolectar información que habría servido
para la escritura de las historias.5
Según Henige, los griegos presentaron dos modelos de elaboración de fuentes orales.
Tucídides trabajó con acontecimientos que no presenció y en este sentido se vio obligado
a recoger informaciones de «segundos». En el caso de Herodoto, las observaciones directas
darían validez a sus palabras, equiparadas también a las de otros participantes. Continuando
3
Paul Thompson, en The Voice of Past. Londres: Oxford University Press, 1986, insiste en mostrar que la historio-
grafía siempre se instruyo con informes orales o «documentos vivos». Esta visión refleja la necesidad de valorar
la palabra oral sobre la palabra escrita. Actualmente esta actitud no carece de énfasis.
4
Uno de los mas polémicos puntos de la practica de la historia oral remite a la transcripción. Es común pensar
que se puede transcribir con absoluta fidelidad lo que fue dicho. Al partir del supuesto de que lo hablado tiene
peculiaridades propias imposibles de transcribirse (el tono, por ejemplo), se asume que hay que hacer una «tra-
ducción» al escrito. Sobre este asunto léase el capitulo «Transcrever, textualizar, transcriar», en Canto de Morto
Kaiowa. Historia oral de vida. San Pablo: Loyola, 1991, pp. 27-33. Para quien se interese en profundizar en el
asunto, se recomienda el texto de Roland Barthes «De la parole à l’escriture», en Le grain de la voix. París: Editions
du Senil, 1981, pp. 9-13. (Hay edición en castellano, Siglo XXI, Buenos Aires).
5
Dialogando con el texto de Paul Thompson, Philippe Joutard contesta algunos de estos argumentas en Ces voix
qui viennent du passé. París: Hachette, 1983. (Hay edición en castellano, FCE, México).
Tres alternativas metodológicas:. . . 27

en esta tradición, tanto autores griegos como romanos definieron la historia. Así trabajaron
historiadores como Jenofonte, Polibio, Tácito, Marcelino, que participaron de acontecimien-
tos sobre los cuales escribieron. Evidentemente la incorporación de funciones orales, esto
es, de presupuestos míticos imbuidos en el pensamiento colectivo, daba como resultado una
determinada visión del mundo.6
Ciertamente pocos textos tiene tanta importancia como La Biblia para la corriente que
aboga que toda historia tiene por fuente a la oralidad. Igualmente importantes serían los
textos que dieron origen a las diversas versiones de Las mil y una noches. Estas «obras co-
lectivas» habrían resultado de la tradición vulgar, repetida a través de los tiempos, hasta
convertirse en un cuerpo «documental», escrito.
La Edad Media también fue pródiga en textos apoyados en fuentes orales. Los poetas del
universo celta, por ejemplo, eran contratados por las familias eminentes para hacer la exal-
tación de los hechos del pasado. Se recurría ampliamente a las tradiciones orales porque los
autores escribían en un ambiente preletrado. Así, la obra de escritores como Bade, Grego-
rio de Tours, Isidoro de Sevilla comprendía, además de observaciones personales, discursos
populares, informaciones obtenidas de otros.
Alrededor de los siglos XIV y XV, algunas casas nobles trataron de adoptar sus propios
«historiadores», cronistas que se encargaban de registrar los hechos «heroicos» de los miem-
bros de la comunidad contratante. Sin embargo, con el crecimiento del mundo renacentista
esta tendencia entro en decadencia, de modo que en el siglo XVII era prácticamente inexis-
tente. La paulatina desaparición del prestigio del habla como una fuente histórica fundamen-
tal fue paralela a una sobrevaloración de las fuentes primarias, que dio lugar a la primacía de
las fuentes escritas sobre la oralidad. Caída en el desprestigio por muchos años, la oralidad
paso a ser terreno de los folcloristas – entonces conocidos como anticuaristas – que, como un
sector especifico dentro de los intelectuales, debían ocuparse del conocimiento de ella. Se
puede decir que a pesar de que importantes personalidades como David Hume dieron cré-
dito a las fuentes orales, sólo con Jules Michelet se constató una mejoría en la reputación
del testimonio oral. Es enorme la cantidad de referencias a la obra de Michelet como un
marco para la vuelta del prestigio de las fuentes orales, hasta el punto de que prácticamente
no existe autor que explore la discusión sobre el significado de la historia sin remitirse a su
Historia de la Revolución Francesa. Después de terminado el conflicto, Michelet, que apenas
disponía de documentación oficial, se aventuró a hacer entrevistas, definiendo un conjunto
de otras evidencias además de las escritas. Con esto impuso, de nuevo, el debate sobre el
uso de la documentación oral en la historia.
La discusión sobre el significado de la oralidad como fundamento valido para la histo-
ria continuó, aunque atenuada por la supremacía absoluta de la historiografía que se hacia
con los documentos escritos. Considerado esencial por algunas escuelas historiográficas, el
documento escrito pasó desde mediados del siglo XIX a ser divinizado como solución ope-
rativa para hacer la historia. La influencia de Leopold Von Ranke, quien defendía que sólo
lo escrito podría favorecer la «reconstrucción de la sociedad», adjudicó poderes ilimitados
a todo lo que pudiera ser «probado». Igualmente se presentaban como fundamentales los
presupuestos de V. Langlois y Charles Seignobos, que preferían la historia con documentos,
puntualizando que «sin documentos no hay historia».
Relegada a un segundo plano, la oralidad, sin embargo, no murió. Un recorrido «fuera»
de las líneas mas prestigiadas por la cultura erudita revela que las áreas dedicadas a la
oralidad avanzaron con lentitud hasta que, en 1930, un hecho nuevo alteraría ese ritmo.

6
David P. Henige, Oral Historiography. Londres: Longman, 1982.
28 José Carlos Sebe Bom Meihy

Analizar esa fase puede iluminar caminos para entender la evolución del debate sobre la
aparición de la moderna historia oral.
En 1920, la Escuela de Sociología de Chicago inició un importante proyecto que aspira-
ba a recoger «historias vivas», esto es testimonios de personas de diversos grupos sociales,
principalmente negros, ex esclavos. En 1930, durante el período de superación de los pro-
blemas causados por el «miércoles negro» de octubre de 1929, el gobierno estadounidense
creó un programa llamado «Federal Writers Project», que involucró a un formidable numero
de individuos en la recolección de testimonios mediante la técnica de la «historia de vida».
El simple hecho de captar las experiencias de un grupo relegado por los análisis históricos
convencionales – pobres, ex esclavos, desempleados, marginados – habría de tener peso para
exponer algunos problemas vitales, hasta entonces invisibles para la percepción ordinaria.
Por otro lado, algunos problemas de orden metodológico comenzaron a aparecer en los de-
bates que buscaban criterios para decidir cómo captar historias de vida, testimonios orales,
declaraciones.7
Se puede decir que en el escenario estadounidense había una guerra sorda entre el mo-
vimiento iniciado por la Escuela de Sociología de Chicago y otras posiciones sostenidas por
antropólogos del período de entre guerras. Autores como Malinowsky puntualizaban que las
tradiciones orales no tenían sentido pues se remitirían al presente, sin revelar la historia,
situándose entre la mera ficción y una parte semiviva del pasado. Pero incluso entre fuegos,
las cuestiones relacionadas con la oralidad progresaban pues, ya en los años cuarenta, algu-
nas innovaciones tecnológicas favorecerían enormemente el desarrollo de alternativas que
implicaban el uso de máquinas como magnetófonos.
La maduración del debate sobre el papel de la oralidad se produjo junto con la aparición
en el mercado de los aparatos de grabación portátiles. Esto, sumado a la aglomeración de
trabajos sobre grupos no letrados, minorías silenciadas, clanes destituidos de otras soluciones
documentales, facilitó la institucionalización de los primeros proyectos de historia oral y los
definió de acuerdo con patrones modernos.
Cabe, por tanto, definir a la historia oral como una técnica desarrollada a partir de la
superación del debate sobre el valor documental de la oralidad. Por otro lado, fue sólo desde
el momento en que la grabadora se hizo accesible a todos cuando se puedo dar sentido y
agilidad a la nueva técnica, dotando de increíble movilidad a la investigación y facilitando la
obtención de testimonios en rincones distantes. Sobre la reproducibilidad de las grabaciones
y las mejores circunstancias para operar, no hay nada que considerar. Como es fácil suponer,
el hecho de conseguir grabaciones de las historias multiplicó los recursos al alcance para
realizar las transcripciones, evitando la incomoda toma de notas.
La historia oral es, así, una técnica de captación de entrevistas directas hechas a través
de grabadora y con criterios profesionales. Dado que la institucionalización es uno de los
objetivos básicos que distinguen a la historia oral de cualquier otra aventura de matices se-
mejantes, cabe explicar su existencia a partir de la iniciativa de Allan Nevins, que definió los
primeros proyectos de historia oral. El primer centro que catalizó las nuevas condiciones de
la historia oral fue la Universidad de Columbia en Nueva York, en 1948, con la creación del
Oral Research Office at Columbia University. A partir de ahí, comenzaron a existir parámetros
para la utilización de las entrevistas como solución a múltiples problemas de investigación.

7
Sobre el desenvolvimiento de la historia oral en Estados Unidos lease «Oral History», de Louis Starr, y «Oral
History: how and why it was born; the uses of Oral History», de Alan Nevins, ambos publicados en Oral History:
an interdisciplinary anthology, American Association for State and Local History, Nashville, 1984, pp. 3-36.
Tres alternativas metodológicas:. . . 29

Tradición oral
Están incorporados en el saber de diversos pueblos los principios que privilegian lo «es-
crito» sobre las palabras expresadas verbalmente. La clara preferencia por la escritura en de-
trimento del habla exige que se reconsideren algunos aspectos del conocimiento que pueden,
con certeza, comprometer estos esquemas apriorísticos. Como la oralidad es característica de
la comunicación humana, ella siempre se impuso como la forma más fácil, rápida y usada.
Antecedente de cualquier manifestación escrita, la oralidad, sin embargo, permanece casi
sin estudio y sólo recientemente algunas escuelas comienzan a equipararla en importancia
con las fuentes que valoran la escritura o las expresiones icnográficas. Lo cierto es que mien-
tras se considere a la palabra como algo «abstracto», será difícil establecer criterios para su
estudio. Es por eso que, en historia oral, se exige que la palabra verbal tenga una dimensión
escrita para ser tomada en cuenta. Pero tal condición no implica obligatoriamente que todo
lo que fue escrito a partir de una expresión hablada tenga que ser fatalmente historia oral.
Por el contrario, es fácil imaginar cómo lo escrito posibilita confrontaciones, comparaciones,
revisiones. Cabe también recordar que la diferencia entre el código oral y el escrito sólo ha
sido reconocida recientemente. Así, certezas elementales como la diversidad entre el sistema
del habla y el de la escritura, únicamente fueron consideradas por los sociólogos como un
problema apremiante después del estructuralismo (Harari).8 De hecho, apenas la Nueva An-
tropología (Geertz)9 y las reflexiones posestructuralistas han puesto de relieve este aspecto
de la cultura.
Aunque en el terreno de la historia los debates sobre los significados de la documentación
y de las llamadas «fuentes inusuales» hayan ocupado a buena parte de los seguidores de la
nueva historia, permanece adormecido el uso de los nuevos criterios de utilización de lo
que fue dicho. Cuesta decirlo pero es verdad, que a pesar de los debates sobre las fuentes
inusuales para la historia, el grupo que se ocupa de este área del conocimiento todavía
permanece apegado a las formas tradicionales de elaborar los estudios del pasado.
Es pues natural que de todas las ramas de la moderna historia oral, sea la tradición oral la
más antigua y la mejor definida.10 En apoyo de este aserto conviene recordar que las matrices
básicas del conocimiento humano se basan en las reminiscencias milenarias, en los patrones
transmitidos por la racionalización de la relación con lo divino, lo sobrenatural o aquello
que fue consagrado por la repetición y que llega a convertirse en un mito o dogma aceptado
socialmente. Así, las bases mitológicas o míticas derivadas de los textos sagrados como La
Biblia, o incluso de las sociedades iletradas, se justifican como soporte y resultado de la
oralidad de algunas premisas que explican la vida de esos grupos sociales. En ese caso, lo que
más vale como fundamento para las generaciones presentes que estudian esas comunidades
es la memoria (Halbwachs).11 Aunque memoria sea uno de los términos más difíciles de
definir, es ella la que sirve de base para la tradición oral, sin duda el más complicado de
todos los géneros de la historia oral.
En cierto modo la tradición oral es muy antigua, ha estado presente en todas las so-
ciedades, pero sólo recientemente, después de las embestidas de Jan Vansina, se comenzó
a pensar en ella. En este punto se hace evidente una diferencia básica entre tradición oral

8
Josué V. Harari. Textual Strategies: Perspectives in Post-Structuralist Criticism. Ithaca: Cornell University Press,
1979.
9
Entre muchos textos importantes de Clifford Geertz para reflexionar sobre la historia oral, destaca Works and
Lives: the Anthropologist as Author, Stanford University Press, 1988.
10
La definición de «tradición oral» que da Jan Vansina en el libro del mismo nombre (véase nota 12) se considera
la mejor de este ramo de la historia oral.
11
Maurice Halbwachs. La mémoire collective, París: PUF, 1950.
30 José Carlos Sebe Bom Meihy

(que se aproxima y en ciertos casos se confunde con memoria colectiva) y memoria histórica
(hecha con documentación escrita).
Jan Vansina, belga de nacimiento, profesor de la Universidad de Wisconsin en Estados
Unidos, organizó los criterios de su método en un libro particularmente importante para
quien estudia historia oral: La tradición oral.12 Los estudios de Vansina valoran la «memoria»
como resultado de «lo que oye», «lo que se dice» y «lo que se observa». De esa manera, el
trabajo de quien quiere entender la tradición oral reside en la conciencia de su falibilidad
y en los sentidos de su atemporalidad. Así, los temas relacionados con la falibilidad y la
credibilidad de lo que fue dicho y transmitido constituyen la materia de la tradición oral.
Pensando que lo que fue dicho sobre el pasado es algo del presente, se establece una vin-
culación inmediata entre lo remoto y lo concreto. Tiene sentido considerar el pasado como
algo vivo, siempre que permanezca constantemente recreado y que mantenga una relación
obvia con nuestra realidad. Los estudios de Vansina se realizaron en África iletrada y por tan-
to en grupos donde la palabra y su transmisión tiene un sentido fundamental como forma
de conocimiento. En este contexto, la confiabilidad adquiere límites relativos pues el siste-
ma de comunicación se regula de acuerdo con criterios diferentes de los de las sociedades
letradas. En esta coyuntura, se torna fundamental el «proceso de transmisión» pues es el que
caracteriza «el pasado en el presente».
La tradición oral por tanto es un saber «antiguo y continuado», esto es, sedimentado
en los procesos memorísticos colectivos. No se trata de algo nuevo, característico de una
generación que todavía vive. No. La tradición oral es una memoria del pasado, viva en el
presente, transmitida durante generaciones.
La repetición es la base del dogmatismo implícito en la esencia de la transmisión oral.
A través de ella es posible captar los sistemas de transmisión de la oralidad tradicional por
medio de las «informaciones» y de las «explicaciones». Pero en una y otra vía quedan claras
las dificultades para entender la tradición oral, que es al mismo tiempo la más difícil y la
más atractiva de las formas de la historia oral.
Historia oral temática
De las formas de la historia oral, es sin duda la historia oral temática la que más prestigio
tiene. Dos razones explican esta preferencia:
1. Una mayor proximidad con las maneras más comunes de hacer historia.
2. El uso «natural» del cuestionario como método para conducir la entrevista.13
En el primer caso el testimonio es usado como cualquier otro documento y no faltan
inclusive situaciones en que el texto de historia oral temática se equipare a otros documentos
como si fuesen códigos iguales. En el segundo caso, con el cuestionario se invierte el polo de
las abstracciones que son tan comunes en las narraciones personales y, así, la interferencia
del entrevistador es mas clara.14 En cierta forma, pues, no sería equivocado decir que la
construcción del argumento vuelve al entrevistador mucho más activo. Esta posición da al
que interroga ciertos derechos que son más flexibles en términos éticos. Puede, por ejemplo,
usar estímulos con mas frecuencia y libertad (fotografías, canciones, documentos diversos)
como forma de «refrescar la memoria» del entrevistado.
12
Acerca del método Vansina, léase Oral Tradition as History, Madison, University of Wisconsin Press, 1985.
13
Uno de los mas importantes ejemplos de historia oral temática es el libro de Luisa Passerini. Fascism in Popular
Memory. Cambridge: Cambridge University Press, 1987.
14
Steve Stein subraya la importancia de la historia oral como creadora de fuentes. A este respecto léase «La historia
oral y la creación de los documentos históricos», en Universitas Humanística, Colombia, 15 (26), 1986, pp. 135-
140.
Tres alternativas metodológicas:. . . 31

Porque sometida a un tema, esta alternativa es entre todas las soluciones de historia oral
la más objetiva y directa, y en este sentido las relaciones entre las partes (entrevistado y
entrevistador) quedan neutralizadas por la forma impersonal de abordaje. No tratándose
de asuntos relacionados con la vida de los individuos ni con sus visiones del mundo, el
entrevistado es abordado como un informante y así corresponde a un tipo de investigación.
Es éste el caso típico de uso de la historia oral cuando faltan documentos para los registros
analíticos. Del mismo modo, es ésta la solución para los estudios de situaciones donde el
entrevistado habla poco, es tímido, no sabe expresarse. Lógicamente también es común esta
forma de historia oral en los casos opuestos, esto es de informantes que hablan mucho y que
sin timidez vagan por varios temas que, dado el tipo de investigación, no interesan.
Como en la historia oral temática lo que se busca son datos para componer una explica-
ción, el entrevistado es un agente mucho más pasivo que el entrevistador. La actuación de
éste está mucho más determinada que la de aquél, que se torna más testimonial.
Porque sujetas a una serie de preguntas, las historias orales temáticas, por regla general,
implican entrevistas más cortas, y cuanto más constatada sea la información, cuanto más
personas repitan las mismas formas o si el prestigio del deponente fuese grande, mayor
sentido tendrá la entrevista. En esta línea de análisis se plantean algunos puntos importantes:
1. ¿Quién debe ser el entrevistado?
2. ¿Cuántas personas deben ser oídas para garantizar una seguridad al proyecto?
3. ¿Cuántas veces deben realizarse las entrevistas?
Estas decisiones, sin embargo, son menos rígidas porque se garantiza al entrevistador un
poder de determinar.15
Acerca de los cuestionarios es importante decir que deben ser preparados relacionando
el tema de la investigación con las características del grupo de entrevistados. En el caso de
un estudio de la Revolución Mexicana, por ejemplo, deben ser consideradas las cuestiones
generales y la situación específica de cada grupo (o pueblo) que la vivió. Pero para todos
los segmentos (o redes) debe mantenerse una pregunta de corte que dé unidad al proyecto.
Como consecuencia normal de esta forma de recoger testimonios, el uso de los mismos
también depende más de la voluntad del analista. Visto que lo que se busca es la sustentación
de una hipótesis, cabe al estudioso recortar la entrevista y destacar las partes que interesan
para fórmular argumentos externos a los discursos obtenidos. En cierta manera eso autoriza
la transcripción libre. Esto es, que el entrevistador «mejore» el habla del informante (corrija
los errores gramaticales, retire las palabras oscuras). Al final lo que se busca es menos la
fidelidad al contexto de la entrevista y más la aclaración temática.16
Historia oral de vida
La historia oral de vida es la más discutible de las formas de la historia oral. Es también
fascinante. Sin tener la objetividad del género temático ni los alcances de la tradición oral,
la historia oral de vida ha sido confundida con la biografía o autobiografía.17 Tampoco son

15
Paul Thompson da algunos ejemplos de cómo organizar un proyecto de historia oral. De este autor se recomienda
particularmente la lectura del capitulo 6 «Proyectos» en el libro La voz del pasado, pp. 189-219.
16
Sobre la actuación del oralista como mediador entre la entrevista y el documento escrito léase la introducción de
Daphene Patai en su libro Brazilian Women Speak: Contemporary Life Stories, Londres, Rutgers University Press,
1988.
17
Acerca del asunto léase el articulo de Eva Blay «Histórias de vida: problemas metodológicos de investigaçáo e
análise», en Cuadernos, CERU, San Pablo, 1984, pp. 115-116. particularmente importante es el texto de Daniel
Bertaux «L’aproche biographique: sa validité methodologique, ses potentialités», en Cahiers Internationaux de
Sociologie, París, 69, pp. 197-225, julio-diciembre de 1980.
32 José Carlos Sebe Bom Meihy

pocos los que ven en esta alternativa un recurso literario, descartable para los historiadores
y demás estudiosos de la sociedad. A pesar de la polémica, algunos textos de historia oral de
vida han sido ampliamente aceptados como es el caso de Me llamo Rigoberta Menchú y así
me nació la conciencia, de Domitila, si me dejan hablar y otros.18
La historia oral de vida, sin embargo, difiere de las otras soluciones de la historia oral en
que es la manera más personal y particular de registrar experiencias. Sin buscar ser «infor-
mativa» ni proponerse revelar la identidad de un grupo, la historia oral de vida se realiza en
el deber de prestar atención al individuo y a su versión de la experiencia personal.19 Al de-
dicarse enteramente a un único sujeto, su narrativa adquiere fuero de privilegio y es en esta
característica donde reside tanto la mayor virtud como el blanco de la crítica a este género.
A nivel de las virtudes, se puede considerar como fundamental el papel del individuo en
la sociedad. Lógicamente aquí se desprecia el tema de la «representatividad». Sin creer que
algunos grupos sociales son más importantes que otros, la historia oral de vida equipara a
todos como ciudadanos significativos. Valorando a «cualquiera» y dirigiendo el foco de aten-
ción a los sujetos indiscriminados, esta solución de registro de historias, en principio, acepta
que la historia abarca a todos y que las experiencias individuales son, por eso, históricas.
La critica, al contrario, ve en la falta de diferenciación entre los individuos una especie
de quiebra de la objetividad. Pensando que la historia sólo puede ser valorada por la expe-
riencia de algunos ciudadanos ejemplares, los defensores de las demás formas de historia
oral desprecian la indiscriminación a favor de una representatividad que, después de todo,
también es discutible.
Aunque en apariencia la historia oral de vida se muestre fácil, es muy difícil y raramente
se encuentra alternativa que exija tanto rigor. En la circunstancia de una entrevista con una
sola persona lo que interesa es determinar el número de encuentros suficientes para esta-
blecer una narración. Pero cuando se piensa en un proyecto amplio, hecho con un grupo
más numeroso, conviene, para obtener un buen resultado, establecer el criterio de selección
de individuos del grupo analizado. En este caso la secuencia pasa a ser dictada por el indi-
viduo «punto cero», o sea por el primero que narra su historia. Justamente para valorar al
individuo, el director del proyecto traslada al narrador el derecho de escoger quien será el
próximo entrevistado. Así, a través de la continuidad de este proceso de recolección de tes-
timonios se determina una «comunidad de destino», esto es, una problemática común dada
por la comunidad entrevistada.
A diferencia de las demás alternativas de la historia oral, la historia oral de vida invita a
la publicación de las experiencias como un todo. Las historias de vida, por lo general, sólo
adquieren sentido presentadas integralmente, como si fuesen una sola pieza. Los fragmentos,
aunque validos pueden comprometer la esencia de la vida, quebrándole el «sentido aurático»,
la característica más importante de esta forma de historia oral. Si entendemos como «sentido
aurático» la esencia de cada experiencia individual, se concluye que en toda entrevista hay
un mensaje que resume esa experiencia. Esto obliga a creer que cada individuo tiene su
versión de los hechos y que todas las vidas tienen sentido.

18
Elizabeth Burgos. Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. México: Siglo XXI, 1987. Domitila
Barrios de Chungara con Moema Viezzer. Si me permiten hablar. México: Siglo XXI, 1978.
19
El texto «O narrador. Consideraóes sobre a obra de Nikolai Leskov» de Walter Benjamín es recomendable como
presupuesto del sentido de experiencia, en Magia e técnica, arte e política: ensayos sobre literatura e histórias de
cultura, Obras Escolhidas, vol. I, San Pablo, Brasiliense, 1987.
Capítulo 4

La búsqueda de la identidad en las historias de vida

André Gattaz
......

«Se imprime en la narrativa la marca del narrador


como la mano del alfarero en la arcilla de la vasija».

Walter Benjamin

En la historia de vida la identidad del entrevistado se manifiesta de varias formas, de


las más explícitas a las más imperceptibles, con mayor o menor conciencia. Por otro lado,
la identidad del narrador está íntimamente asociada a su trayectoria de vida en una vía de
dos direcciones. El vector resultante de esas dos «fuerzas», trayectoria de vida e identidad,
actúa en el momento de la elaboración de la autobiografía, haciendo que ésta sea claramen-
te un reflejo de ambas más que una simple consecuencia, lo que me parece una hipótesis
reduccionista.
Como un reflejo activo, la historia de vida no debe ser considerada puramente como una
consecuencia de la identidad, y ésta de la trayectoria, sino también como una moldeadora
de la identidad y de la trayectoria de vida. Ésta, si por un lado existió de hecho y tuvo una y
solamente una orientación factual, por otro se construye nuevamente en el momento de la
entrevista, muchas veces revestida de importancia para la reelaboración o reexam de un self.
Para mejor develar la documentación oral recogida, el oralista debe buscar, conocer e
interpretar los signos de la identidad presentes en la historia de vida, percibiendo su inter-
relación con la trayectoria vivida por el narrador y la forma en que se estructura su propia
narrativa, en un complejo ejercicio dialéctico.
La historia de vida, que en muchos puntos es semejante a la autobiografía espontánea,
trae consigo una serie de características que no se manifiestan en otro tipo de documentos
históricos, especialmente aquellos que en su origen tuvieron oscurecida o neutralizada la
personalidad de quien lo compuso. En la narrativa autobiográfica, como observó Georges
Gusdorf, la unidad de comportamiento y de actitudes no procede del exterior: es cierto que
los hechos influyen, a veces determinan y siempre delimitan, pero los temas esenciales, los
esquemas estructurales que se imponen al material exterior, son los elementos constituyentes
de la personalidad.
34 André Gattaz

Los aspectos individuales en la historia de vida son exacerbados, mientras los movi-
mientos generales de la historia asumen casi siempre un plano secundario, y eso hace que
nuestro abordaje de estos testimonios difiera del que daríamos a una serie estadística o a
un documento gubernamental. De esta forma se distingue también la historia oral de vida,
preocupada por la experiencia subjetiva, de la historia oral temática, volcada hacia el hecho
objetivo y la reconstrucción de un pasado ignorado. En la historia de vida, la verdad de los
hechos se subordina a la verdad del hombre, pues es el hombre lo que está en cuestión.
Otras características de la historia de vida tiene que ver con el momento de su creación.
La grabación de la entrevista entre el oralista y su colaborador y no informante, cristaliza en
una manifestación histórica. Su análisis, así, debe considerarla como una forma expresiva
determinada por el espacio y por el tiempo, que no refleja tanto el sentido que el narrador
tuvo de los hechos del pasado, sino el que le otorga en el momento de la entrevista y no,
por cierto, de forma inocente y sin consecuencias, como pretenden algunos estudiosos. Para
Daphne Patai, autora de un importante libro sobre las mujeres brasileñas, el acto de contar
una historia de vida implica una racionalización del pasado como es proyectado y lleva a un
presente inevitable. Y, de hecho, una versión particular de la historia de vida de alguien se
puede tornar un componente esencial en su sentido de identidad en un momento dado. Del
enorme repertorio de memorias y respuestas posibles evocadas por la situación de entrevista,
la persona entrevistada selecciona y organiza ciertos temas, incidentes y recuerdos, que son
entonces comunicados en una forma particular.
De esta forma, cuando alguien cuenta su propia historia, busca reunir los elementos
dispersos de su vida personal y agruparlos en un esquema de conjunto, intentando conseguir
una expresión coherente y total de su destino. Esta tarea exige que el hombre se sitúe a una
cierta distancia de sí mismo, a fin de reconstruirse en su unidad y en su identidad a través del
tiempo. La narrativa autobiográfica así nos trae el testimonio de un hombre sobre sí mismo,
el debate de una existencia que dialoga con ella misma en la búsqueda de su fidelidad más
intima. Para el narrador no es fácil volver sobre su vida. El espacio interior es tenebroso por
excelencia. La sociología, la psicología y el psicoanálisis revelaron la significación compleja
y angustiosa que reviste el encuentro del hombre con su imagen. «La imagen es un doble de
mi ser, pero mas frágil y vulnerable, revestida de un carácter sagrado que la torna al mismo
tiempo fascinante y terrible».
Para domesticar esta imagen, el entrevistado tiene la necesidad de apoyarse sobre ejes
narrativos, que orientan la construcción de una historia coherente sobre la multiplicidad de
imagen y conceptos guardados en el estante infinito de la memoria. Por eso las características
personales que el sujeto quiere hacer constar como aquellas que mejor representan su vida
y su personalidad, aparecen como el hilo conductor de la narrativa, definiendo su tono vital
y sus eventos clave. Estos ejes temáticos determinan la interpretación teleológica que el
narrador hace de la vida en el momento de la entrevista.
La preponderancia de un hilo conductor, sin embargo, no está subordinada solamente a
la creatividad narrativa del entrevistado, sino a su propia vida. De hecho, la historia narrada
refleja la trayectoria de vida pero al mismo tiempo le atribuye significado, por lo cual en-
contramos semejanzas entre el desarrollo de la vida y el desarrollo de la narrativa o, como
prefiere Georges Gusdorf, entre el estilo de la vida y el estilo de la obra. Para este autor, que
analiza específicamente las autobiografías, el estilo debe ser entendido no solamente como
una regla de escritura sino como una línea de vida.
La verdad de la vida no es distinta, específicamente, de la verdad de la obra. Hay un
estilo de vida romántico, como hay un clásico, barroco, existencial o decadente. La vida, la
La búsqueda de la identidad en las historias de vida 35

obra, la autobiografía, se nos aparecen como tres aspectos de una misma afirmación, unidos
por una constante imbricación.
Así, el privilegio de la autobiografía y de la historia de vida consisten en que se nos mues-
tran o las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del historiador, sino el esfuerzo
de un creador para dotar de sentido a su propia leyenda. Surge de estas consideraciones
la necesidad para el oralista de abordar la documentación oral en su complejidad, jamás
desvinculando la identidad, la trayectoria de vida y la historia narrada. En este sentido nos
apoya el semiólogo Roland Barthes, para quien se debe considerar en todo sistema semio-
lógico, no solamente dos sino tres términos distintos, pues lo que se aprehende no es un
término después del otro, sino la correlación que los une: tenemos así el significante, el
significado y el signo, que es el total asociativo de los dos primeros términos.
Entonces, la entrevista como signo de una vida, de una identidad, debe ser analizada
en el complejo historia – narrada trayectoria – vivida. Considerar la historia de vida aislada-
mente la despoja de su valor: el significante es vacío, sólo el signo pleno está dotado de
sentido.
Con el objetivo de reconocer los signos de identidad que caracterizan al narrador, para
mejor interpretar la documentación creada, algunas conductas vienen siendo aceptadas por
oralistas de diversas partes del mundo. Cuando se aplican correctamente estas conductas, el
investigador puede dar cuenta de la información factual al mismo tiempo que interpreta la
narrativa.
Los siguientes son algunos de los muchos pasos que el oralista puede dar para hacer un
análisis global de la historia de vida:
1. Reconocer los ejes temáticos predominantes, y el tono vital.
2. Verificar la adecuación de la historia de vida a estereotipos narrativos.
3. Develar la articulación de la narrativa en su ritmo.
4. Reconocer y analizar los signos lingüísticos caracterizadores del medio y de la perso-
nalidad.
5. Interpretar elementos dados por la observación participante, tales como ambiente,
rasgos físicos o psicológicos de la personalidad, presencia de terceros u otras interfe-
rencias.
La lista de estos pasos es extensa y parece no tener fin ya que depende del límite al que
llegue el empuje del investigador. El objetivo final será siempre establecer una relación entre
la historia de vida, la identidad y la trayectoria de vida, elementos que se entrelazan de las
formas más inesperadas, pero siempre en dos direcciones. Lo importante es destacar que,
sin despreciar la validez de la información de las entrevistas, el gran interés de la historia
oral está en el análisis de la narrativa en cuanto construcción verbal subjetiva y consciente,
expresando el sentido que el narrador tiene de sí mismo en la historia.
Mientras buscamos informaciones objetivas, poco modificaremos el contenido y el pro-
pósito de la historia. Éstos, de hecho, solo cambiarán cuando pasemos a interesarnos por la
subjetividad y la identidad de los narradores; por la formas culturales y procesos a través de
los cuales los individuos expresan el sentido de sí mismos en la historia; en fin, por la «ob-
jetividad» de la subjetividad, si podemos hablar así. Esta tendencia, aunque reciente, parece
que está trayendo más vida a la historia oral, encarando al sujeto en función de su interior y
no de los hechos que le son externos.
Capítulo 5

Historia social y testimonios orales

Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre


......

La historia social es una de las hijas más jóvenes de la diosa Clio. En una perspectiva
global e integradora, pretende enfocar su mirada sobre grupos, sectores y estratos sociales.
Describe y explica los elementos que les dan identidad y que los relacionan con otros conjun-
tos de hombre y mujeres de la sociedad. De esta manera, la historia social amplia la mirada
del estudioso del pasado a una multiplicidad de temáticas y enfoques. Así, supera los viejos
reduccionismos de la historia concebida como un cuerpo concluido de información, como
un objeto ya definido, propios del positivismo e idealismo del siglo pasado, vigente aun en
gran parte del siglo XX; va más allá del esquematismo economicista que no es más que una
respuesta de una época a la historia meramente política y cronológica.
En esta nueva perspectiva destacan los hombres y mujeres y la diversidad de sus grupos
sociales: campesinos, obreros, artesanos, profesionales, oligarquías, burguesías, mandarines,
militares. La historia social los estudia en términos de su interacción con el ambiente que los
rodea y de las relaciones que entablan con gente del mismo y de otros grupos sociales.
Los historiadores sociales ubican a la gente que estudia en sus comunidades, en sus ho-
gares, en sus lugares de trabajo, en sus espacios de entretenimiento, para comprenderlos en
el espacio temporal en el que han vivido, su relación con la tierra, el porqué de su movilidad
social y geográfica o la ausencia de ella, la dinámica de sus conflictos, su manera de pensar
y, también de manera mas amplia, su tiempo de vivir; es decir, los ciclos de la oración, del
alimento y la bebida, de las fiestas y de la diversión, de los viajes y de las relaciones humanas
y amorosas.
Pero esta diversidad de temas no es un fin en si mismo, sino un medio para iluminar la
historia de los distintos grupos y de la sociedad de la que forman parte. El tiempo de vivir
no está desligado del tiempo de trabajo, no es independiente del orden de los días y de las
ataduras o de las sugestiones del espacio en que era vivido. Las estructuras mentales, que
contribuyen a transformar ciertas condiciones de existencia, no permanecen independientes
de éstas últimas.
Dentro de la amplia diversidad de actores sociales – para efectos de este trabajo y por
razones de preferencia personal – haremos referencia especial a los sectores populares que
integran a las clases subordinadas.
38 Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre

Para nosotros, las personas comunes son los actores en el foro de la historia social. El
centro de su atención no radica en los reyes, presidentes, generales ni dirigentes, formales
e informales. Los hombres y mujeres comunes, viviendo tanto en la rutina de todos los días
como en sus momentos épicos, son nuestro objeto de estudio. Miramos a la gente inserta
en la sociedad de la que forman parte, ligada y asociada con otras personas en la trama de
relaciones sociales, que expresan las formas de asociación desarrolladas en cada momento
histórico y sustentadas en la posesión desigual de la riqueza y de los medios de producción.
Las relaciones sociales tienen contenidos económicos, políticos y culturales. La historia
social examina estas manifestaciones a través del tiempo; de tal suerte que presta su atención
a las formas en que determinados grupos de personas subordinan y mantienen sujetos a otros
grupos, para la extracción de un excedente, y cómo aquéllas resisten y luchan por sacudirse
tal dominación.
Las formas que se emplean para perpetuar tal estado de cosas no son tan sólo económicas.
A menudo otras instituciones sociales, culturales y políticas elaboran sistemas de valores que
se imponen siguiendo determinados intereses económicos, aunque no se reconozcan como
tales de inmediato. La historia social estudia a los hombres y a las mujeres insertos en esta
dinámica. Más aún, el tipo y la naturaleza de los conflictos, es decir, sus manifestaciones
concretas, cambian a través del tiempo a medida que la gente despliega diferentes y nuevas
formas de resistencia y adaptación frente a ellas. Así, se agrega la dimensión de cambio y
continuidad en la historia de la gente común y corriente, que acontece – porque se encuentra
indiscutiblemente ligada a ella – en la dinámica histórica de los pueblos y las sociedades.
Este complejo entramado de costumbres y actividades, de prácticas y motivaciones de la
gente que tradicionalmente no desfila por las páginas de los libros de historia, es de interés
primordial para la historia social.
Las fuentes de la historia social
La tradicional historia positivista se ocupaba fundamentalmente de los grandes persona-
jes y de las instituciones (en general pertenecientes a las clases dominantes) y raramente su
interés se dirigió a la amplia gama de actores sociales ubicados en los sectores populares.
Para el estudio de éstos, la historia social, en coherencia con sus principios teóricos y
metodológicos, debe realizar una reinterpretación de las fuentes tradicionales, una búsque-
da y hasta una «invención» de nuevas fuentes. No podemos seguir haciendo nueva historia
con viejos criterios heurísticos y críticos. Una reinterpretación, relectura de documentos de
archivos ya utilizados, permitirán detectar insinuaciones, actitudes y prejuicios de la gen-
te, que reflejan valores, modos de actuar y comportamientos culturalmente determinados,
antes ignorados o no tomados en cuenta por el historiador. En este sentido, los archivos
locales – municipales, sindicales, de fábricas, parroquiales, por ejemplo – posibilitan acercar
más la mirada a la gente de carne y hueso; más aún que los archivos estatales y nacionales.
Aquéllos documentan asuntos cotidianos y menudos que no revisten tanta importancia para
los acontecimientos políticos, pero que son el pan de todos los días para el conjunto de la
comunidad, y permiten la aprehensión de un pueblo y de sus comportamientos, al propor-
cionar imágenes de la vida, más prosaicos si se quiere, pero más auténticos. Además, los
papeles de ciertos fondos son especialmente idóneos para la tarea. Por ejemplo, las quejas y
denuncias en las actas judiciales pueden revelar información desde los puntos de vista de los
litigantes, las normas de su comportamiento socialmente condicionadas, hasta su lenguaje
(en los casos de testimonios transcritos fielmente) y el sentido que se da a las palabras. En
los archivos municipales los informes sobre la salubridad pública arrojan luz acerca de las
condiciones físicas en que vivía la población. También, los archivos a nivel nacional guardan
Historia social y testimonios orales 39

mucha información valiosa sobre diversos temas. Tradicionalmente, se han aprovechado los
documentos de estos acervos para narraciones e interpretaciones políticas, así como para
reconstruir capítulos de la historia heroica. No obstante, una cuidadosa relectura de ellos
puede facilitar una mayor comprensión de las actitudes, expectativas, esperanzas y luchas
cotidianas de la gente común.
Por lo demás, es necesaria la utilización de otras fuentes informativas cuya elaboración
no refleja precisamente el punto de vista de la gente común y corriente, pero que arrojan
luz sobre los comportamientos vitales y laborales de grupos subordinados en determinados
momentos históricos. Por ejemplo, los censos industriales llevados a cabo por la federación
durante la década de los años veinte muestran datos acerca de la composición, por edad, de
la fuerza laboral en diferentes industrias e, inclusive, en distintas regiones. Esto podría servir
para analizar las características de la clase obrera mexicana durantes este período: las edades
promedio de ingreso en distintos tipos de fábricas en varias regiones, el número de mujeres
y niños que laboran, lugares de procedencia de diversos grupos de obreros, y por ende, el
posible impacto que la oferta de trabajo industrial tenía sobre actividades tradicionales en
su lugar de origen.
Testimonios orales
Finalmente, en esta perspectiva, las fuentes construidas por el historiador, es decir los
testimonios orales, destacan como particularmente valiosos. El rescate de los recuerdos de
los protagonistas ayuda a los estudiosos de la historia social a asomarse al mundo real de
la experiencia humana en el pasado. Los recuerdos orales abren al historiador un panorama
para la comprensión de la subjetividad de la experiencia humana, además de contribuir a
llenar lagunas de información fáctica, de agregar puntos de vista adicionales acerca de los
sucesos pasados, de conocer elementos de la vida diaria no bien documentados por otras
fuentes y facilitar el acercamiento a las esferas de los mitos y tradiciones orales populares
que son parte del tejido invisible de la identificación colectiva.
Los relatos de los protagonistas ofrecen información fáctica acerca de sucesos y eventos
escasamente documentados en otros tipos de fuentes. Por ejemplo, en 1987, después de
que se formo el Sindicato Petrolero Nacional Mexicano y comenzó a perfilarse el conflicto
entre éste y las compañías petroleras extranjeras, un selecto grupo de obreros petroleros
fue conducido clandestinamente al Palacio Nacional y presentado por el presidente de la
república al señor Hernán Laborde, a la sazón dirigente del Partido Comunista Mexicano;
el encuentro tenía por objeto formar células de activistas en la agrupación petrolera con el
fin de poder colocar en distintas secciones sindicales personajes allegados a los intereses del
ejecutivo nacional. Debido a la naturaleza del asunto, se ha encontrado poca información
escrita por él. No obstante, testimonios de los protagonistas han permitido reconstruir en
parte los sucesos de esta acción tan confidencial.1
Los testimonios orales también complementan información parcial que permite comparar
y criticar los datos y el punto de vista de los documentos escritos. Las experiencias narradas
por los trabajadores pueden dar una dimensión más humana a los informes técnicos sobre los
procesos productivos. En 1925 existía un conflicto intergremial entre los obreros de la fábri-
ca de hilados y tejidos «La Magdalena Contreras», en el municipio de San Ángel del Valle de
México. Durante ese año una trabajadora de la empresa, militante de la Confederación Ge-
neral del Trabajo (CGT), fue asesinada por un obrero miembro de la Confederación Regional
Obrera Mexicana (CROM). La documentación correspondiente señala que el acontecimiento
1
«Entrevista al señor Gonzalo Bada Ramírez, realizada por S. Lief Adleson», DEH-INAH, PHO/4/91, Cerro Azul,
Veracruz, 30 de septiembre, 1 y 22 de octubre y 5 de noviembre de 1978.
40 Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre

obedecía a razones y convicciones políticas de los protagonistas. El crimen provocó un re-


crudecimiento de la violencia entre los afiliados de las dos tendencias. Se tejió una trama de
supuestas explicaciones de índole sindical y política, recogida a su vez por los historiadores.2
Sin embargo, en una entrevista que se realizo en 1987 al señor Gilgardo Mondragón, antiguo
secretario general del sindicato cromista «La Lucha», trascendió que los motivos auténticos
del funesto suceso tenían más que ver con líos de faldas y pasiones sexuales que con ideales
y proyectos políticos sindicales.3
También, las palabras de los actores históricos posibilitan el conocimiento del significado
de sus actividades cotidianas. De ese modo se pueden captar dimensiones inadvertidas acer-
ca del lenguaje, valores, creencias, religiosidad, formas de vestir y de divertirse cuya esencia
raras veces trasciende a los documentos escritos. Por ejemplo, los testimonios orales de los
viejos obreros de Tampico, Tamaulipas, relatan el papel que jugaban las prostitutas en el
uso y el abuso consuetudinario del sueldo de los obreros del oro negro durante la primera
bonanza petrolera de México.4
De la misma manera, hubiera resultado muy difícil comprender la articulación, a fines
del siglo XIX, de una comunidad en torno a la producción artesanal del rebozo y a los cáno-
nes y preceptos dictados por la Iglesia, sin haber sostenido largas entrevistas en su taller con
un viejo maestro rebocero del lugar. Los documentos escritos y el archivo municipal hablan
de que «cada casa es un telar», del número de grandes talleres que pagaban patentes, del
número de telares en cada taller; pero nada dicen de las costumbres, la religiosidad, la men-
talidad, el conservadurismo de esta población. La autoridad paterna indiscutida en el seno
familiar y en el taller, las tradiciones heredadas y vividas, la veneración al santo Cristo de Es-
quipulas, el respeto a la moral predicada cada día en la iglesia y en el taller, el entramado de
relaciones familiares y de compadrazgo se fueron develando con la sosegada y paternalista
plática del viejo maestro.5
Lógicamente, ello condujo a la relectura de la documentación, a la consulta de los archi-
vos parroquiales, especialmente actas de matrimonio y de bautismo, y al análisis de los Textos
agustinos (orden hegemónica en la zona), en los que se comprobaron las características en-
dogámicas de la comunidad, las relaciones de compadrazgo y la aplicación de un proyecto
religioso, social y político (fuertemente aplicado) en la región. También el recuerdo popu-
lar puede ser recuperado a través de las entrevistas. Existe un vasto acervo de tradiciones,
leyendas y hechos heroicos acerca de las normas y valores de los barrios, vecindades, pue-
blos, agrupaciones, sitios de empleo, que se ha trasmitido por vía oral. Éstos son una especie
de historia «oficial» pasada por el filtro de los intereses colectivos a través del tiempo, que
contribuyen a la cohesión e identidad de los grupos. ¿Qué pueblo no tiene la historia que
justifica la creencia generalizada de que sus moradores son más machos que los del pueblo
vecino? A menudo, estas versiones reflejan tanto el espíritu característico de la gente del
lugar como algo acerca del origen del mito mismo.
A veces las entrevistas orales arrojan una diversidad de versiones. Aparecen con frecuen-
cia contradicciones entre los testimonios de una y otra persona. Esto muestra uno de los
aspectos especiales de la historia oral: el acto de hablar sobre su vida implica que el infor-
mante está recordando cómo percibió elementos y acciones de ella, y cómo los experimentó;

2
Paco Ignacio Taibo II, Guadalupe Ferrer «Los hilanderos rojos» en 2do. Coloquio de Historia Regional, Mérida,
CEASMO, 1979.
3
Entrevista al señor Gilgardo Mondragón, realizada por Mario Camarena San Ángel, en febrero de 1983.
4
Entrevista al señor Francisco Guzmán, realizada por S. Lief Adleson Tampico, Tamaupilas, 6 de mayo de 1978.
5
Entrevistas al señor Aurelio Gallardo, realizadas por Hilda Iparraguirre, en Moroleón, Guanajuato, en abril de
1986.
Historia social y testimonios orales 41

ello no resta validez al documento oral, sino al contrario, hace hincapié en el hecho de que
se trata de un testimonio y un punto de vista que refleja la percepción del contexto histórico
y social del protagonista. En este sentido, la historia social rescata el significado que tenían
los hechos para las personas.
Se realizan entrevistas a la gente común y corriente, porque la visión del mundo, desde
su perspectiva, tiene una especialidad propia. Su testimonio parte de una expresión social-
mente determinada y refleja el contorno en el que se movía. En tanto que es del interés del
historiador conocer ese mundo, el testimonio es una fuente indispensable. De esta manera,
los métodos de los testimonios orales aceptan el reto de un pasado diverso y complejo, en el
que la intervención humana en los sucesos se explicaba en términos del contexto social.
Por ejemplo, la lucha por el salario ha tenido distinto significado para diversas personas
en diferentes momentos. Inclusive entre los obreros de una misma fábrica, el salario no podía
significar lo mismo para el obrero que dependía solamente de él, que para un obrero que lo
utilizaba como complemento de otras formas de sustento, tales como el cultivo de la tierra.
Así, los relatos acerca de los vaivenes de una huelga podían connotar valores muy distintos
para uno y otro tipo de obrero.
La construcción del testimonio oral
El testimonio oral es una fuente histórica que nace y se transforma al interior de la re-
lación entre el entrevistado y el entrevistador. El investigador se acerca al informante con
un planteamiento teórico (explícito o implícito). Sus ideas previas sobre el tema, acerca del
valor de la experiencia del entrevistado y su propia concepción de lo que es la historia, con-
dicionan y determinan el tipo y naturaleza de las preguntas que fórmula al informante, así
como las interpretaciones que de ellas se desprenden. En un caso que relataron historiadores
cubanos en un encuentro de historia oral, se ejemplifica esta situación. Durante la revolución
de 1959, en una acción de armas, cierto miembro de un contingente revolucionario denuncio
el operativo, y provocó el fracaso del mismo. 30 años después, algunos historiadores cuba-
nos deseaban recuperar esa historia mediante técnicas de testimonios orales. Localizaron a
todos los participantes a fin de entrevistarlos. Mientras tenían claro su planteamiento teórico
acerca del valor y resultado de la revolución, un interés peculiar acerca de la identidad del
delator guiaba su actividad investigadora. Como resultado, sus preguntas se manifestaban
con interrogatorios inquisitoriales y los estudiosos no supieron encauzar las entrevistas para
explorar el contexto histórico del momento.
Por lo demás, la actitud del entrevistador respecto de su contraparte influye en el tipo de
información que se obtenga en torno de la experiencia del entrevistado. Ya que la entrevista
de historia oral es un acercamiento a la vida de la gente, una postura abierta y solidaria del
historiador sobre la validez de la vida del informante que le permite aceptar los vaivenes de
la misma, y aun entrar en cierto nivel de intimidad con su interlocutor. He aquí la puerta a
la experiencia cotidiana de las personas.
Esto puede ilustrarse mediante la actitud de aceptación del entrevistador para los tiem-
pos, ritmos, idiosincrasias, y peculiaridades de su informante. En la medida que el entre-
vistador conozca y comprenda el momento histórico y el contexto del entrevistado, podrá
ayudarle a reconstruir y sistematizar sus experiencias. La entrevista es un proceso de recor-
dar, reordenar y recapitular la vida de uno mismo. Preocupados en resolver las exigencias de
la supervivencia diaria, raras veces se tiene la oportunidad de reflexionar acerca del signifi-
cado de las acciones personales como parte de un proceso mayor. No obstante, la distancia
del tiempo facilita una perspectiva que conduce a la reevaluación del tramado de la historia
personal de cada uno. En la medida que el entrevistador conozca el entorno histórico en el
42 Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre

que vivió el entrevistado, tiene la posibilidad de contextualizar y ubicar el recuento de sus


acciones dentro de actividades similares y diferentes de los congéneres.
En tanto investigadores de la clase obrera, nos vemos obligados a conocer la región, la
comunidad, la fábrica, la familia, en términos de sus relaciones sociales, culturales y econó-
micas en el momento histórico que se estudia. Resulta cada vez más claro que el impacto
y significado del surgimiento de la opción fabril en la vida de los hombres y las mujeres
variaba de acuerdo con el lugar donde aconteció y el momento histórico en el que sucedió.
Es decir, se está reconociendo que las tradiciones, costumbres e idiosincrasias que marcaban
e influían en el significado de las relaciones sociales en los ambientes no fabriles, no des-
aparecían ni se subordinaban mecánicamente por el intento de imponer nuevas pautas de
relaciones sociales de producción. Esto significa que el comportamiento de la gente que en-
traba en el ambiente industrial estaba imbuido de connotaciones y referencias de un pasado
no muy remoto. La comprensión de la gama específica de connotaciones sociales previas que
influían en las alternativas disponibles y, por ende, de sus significados para la gente que vivía
ese momento histórico, permite la entrada del historiador en la vida del entrevistado. Ello
facilita establecer hasta qué punto el testimonio es individual o permite generalizaciones; es
decir, si es ejemplificativo del accionar y sentir del grupo.
De esta forma el investigador estará mejor provisto de los elementos que le permitan
elaborar correctamente las preguntas e interpretar tanto las respuestas y las negativas, como
los silencios y ausencias, que también resultan de gran importancia en la investigación. Lo
anterior implica que la relación entre las dos partes de la entrevista no puede ni debe revestir
elementos de una pseudo objetividad. Se trata de una comunicación cuyo objetivo es el
de llegar, en la esencia, al significado de la vida del informante. Cualquier pretensión de
establecer una distancia «académica» trastorna y corrompe la posibilidad de entablar un
diálogo genuino y sincero que alcance la profundidad personal que sólo entrevistas de tal
índole ofrecen.
Ello implica que el entrevistador esté pendiente de los tiempos, los ritmos y los espacios
en los que transcurre la vida del entrevistado. En efecto, la comunicación y confianza de la
entrevista se construyen a partir de que el entrevistador toma en cuenta los hábitos perso-
nales de su interlocutor para estructurar el diálogo. Factores tan elementales como las horas
de mayor lucidez, los hábitos de descanso y comida del entrevistado, así como sus ritmos
personales, permiten crear el clima más adecuado para el desarrollo de la entrevista. Por
ello, es un error imponer tiempos sin consideración al entrevistado; los resultados pueden
ser insuficientes en tanto la entrevista se desarrolla sin la fluidez necesaria.
También es importante el conocimiento de los espacios significativos y los lugares que
reviven el recuerdo de la experiencia a narrar. En este sentido, si el tema a tratar está rela-
cionado con el proceso de trabajo, ¿qué mejor que realizar la entrevista en la fábrica, frente
a su antiguo puesto de trabajo, o en los lugares de reunión cotidiana? Los ámbitos, los rui-
dos, los olores, la temperatura ambiental refrescan la memoria y hacen surgir los detalles y
situaciones que de otra manera se olvidarían y no se rescatarían.
Es necesario, además, entender a la gente en su propia historicidad, en las etapas y
transformaciones por las cuales transcurrió su vida y los distintos papeles que asumió. De lo
contrario, la entrevista mostraría a un personaje con una vida lineal y sin contradicciones, lo
que por lo general no es cierto. En entrevistas sostenidas con una trabajadora de la fábrica de
hilados y tejidos «La fama montañosa», en un primer momento resaltaba su combatividad,
su compromiso con el sindicato y su participación en los conflictos laborales de una época,
lo que dejaba la impresión de que así había sido toda su vida de trabajadora. Sin embargo,
profundizando en la entrevista, se descubrió que esta combatividad se había dado solamente
Historia social y testimonios orales 43

en una etapa de su historia, en tanto que en otra, posterior, había estado en contra del
sindicato y en favor de los patrones, interfiriendo en muchas ocasiones la labor sindical e
incluso practicando el esquirolaje. Muchos años más tarde su actitud era de total indiferencia
ante los problemas tanto empresariales como sindicales.6
El entrevistado
En la construcción del testimonio oral también es importante la actitud del entrevistado.
Influyen en el resultado de la entrevista su entusiasmo o reticencia, sus temores, su lucidez,
su memoria, su lenguaje y la comprensión de su papel protagónico en la historia. La dis-
ponibilidad y voluntad de trasmitir una experiencia varían según el personaje y marcan el
rumbo de la entrevista. Un entrevistado presionado y desganado suministra un testimonio
falso, distorsionado o incompleto.
Temores personales o de grupo también conspiran contra la realización de la entrevista.
Así, la imagen y la historia oficial de un dirigente es muy cuidada por él mismo y por sus
compañeros. Existe el temor permanente de lo que se dice o no se dice en el testimonio y
de qué manera esto puede perjudicar esa imagen. Por ello, en la entrevista se debe procurar
romper con la historia oficial y trascender al hombre de carne y hueso, para así comprender
sus acciones, sus virtudes y sus debilidades.
El estado físico y la edad influyen en la lucidez y memoria del informante. Son elemen-
tos a tener en cuenta cuando se plantea la posibilidad de la entrevista, y que se tienen que
poner a prueba constantemente para determinar la fiabilidad de ésta. Habrá que cuidar la
comprensión del lenguaje y de las formas de expresión del entrevistado. El desconocimiento
de los giros lingüísticos, sobreentendidos, e incluso albures, pueden llevarnos a la tergiversa-
ción del relato. A menudo se encuentran personas que no visualizan o no aceptan su propia
historicidad porque sienten que no hicieron nada importante ni participaron directamente
en una gesta heroica. Este convencimiento las leva a referirse a otras personas y a hechos
oficiales y nacionales considerados históricamente importantes, y se niegan a narrar su pro-
pia experiencia por no considerarla significativa. Será tarea del entrevistador convencerlas
de que ellas también fueron protagonistas y que su vida, su experiencia y su opinión también
cuentan para la reconstrucción histórica.
Queda claro así, que solamente de una buena relación entrevistado – entrevistador resul-
tará una buena entrevista.
Análisis de la información
Las entrevistas logradas, los testimonios construidos cuidadosamente no son historia,
son solamente testimonios. El testimonio logrado en la relación entrevistador y entrevistado
necesita de la crítica, del análisis y la interpretación del historiador. Muchos investigadores
consideran que la entrevista trascrita y publicada es el objeto último del historiador, como si
se tratara de la publicación de un «hallazgo», de un documento original de archivo. Esta con-
cepción de la entrevista y del resultado, el testimonio, tiene que ver con una idea empirista
de la historia que asume a los datos como prioritarios y que la función del investigador es la
de ordenar cronológicamente, sistematizar y consignar la información, sin interpretarla.
Por otra parte, están aquellos investigadores que utilizan la entrevista (y cualquier otro
tipo de información documental) para demostrar una serie de planteamientos teóricos pre-
viamente establecidos, y para ello extraen datos de diferentes entrevistas y los ordenan en
términos de un modelo que les da una coherencia.

6
Entrevistas a la Sra. Justa Hernández Farfan, realizadas por Mario Camarena, en junio de 1986.
44 Steven Lief Adleson | Mario Camarena | Hilda Iparraguirre

Por nuestra parte, desde la perspectiva de la historia social, consideramos que a los tes-
timonios hay que interpretarlos y ubicarlos históricamente. De tal manera, el testimonio
obtenido bajo una determinada concepción teórica y metodológica que nos permite rescatar
a los sujetos sociales a partir de su propia experiencia, debe ser sometido a un cuidadoso
análisis histórico. La interpretación del testimonio y el análisis de su información deberán
ser realizados en su contexto histórico social concreto, ubicando a los sujetos en el espacio
y tiempo en el que han vivido: intentará establecer la estabilidad o mutación del contexto
dado por el espacio y el tiempo, para apreciar la organización productiva y las relaciones
sociales que se generan en su interior, así como la conciencia que tuvieron los sujetos de
los ritmos del tiempo vivido y del acondicionamiento del espacio, con las similitudes y las
contradicciones que ofrecen los hombres y las mujeres de todos los tiempos.
A partir de este análisis histórico del resultado de la entrevista, nos iremos aproximando
a la visión global e integradora de los distintos grupos y sectores de la sociedad, que son los
objetos de nuestros estudios.
Capítulo 6

¡Absalón, Absalón!: la historia oral y la literatura

Alessandro Portelli
......

Este capítulo es la historia de un seminario sobre literatura de Estados Unidos para gra-
duados en idioma inglés que coordiné en la Universidad de Roma entre 1980 y 1981.
Hace tiempo me di cuenta que los estudiantes encuentran difícil relacionarse con la lite-
ratura. La perciben como algo bastante separado de sus vidas y experiencias y han tenido que
soportarla como un peso en el viaje hacia la graduación. La crítica actual es parte del pro-
blema ya que toma la literatura como un tipo realmente diferente de lenguaje y experiencia,
algo que debe someterse a un análisis estrictamente técnico.
Además, en Italia, la mayoría de los estudiantes de carreras en idiomas extranjeros van a
la universidad con la idea de estudiar lenguajes, y cuando entran, descubren que los lengua-
jes son solamente instrumentos para el estudio de lo que realmente cuenta en la institución:
la literatura. La sensación de que les están dando algo diferente de lo que realmente querían
aumenta la separación que sienten entre ellos y la literatura.
Al principio, traté de tender un puente para atravesar este abismo eligiendo textos fáciles
de leer, socialmente relevantes: Viñas de ira, The Iron Heel, etc. Pero no conseguí más que
un éxito indiferente. Así que resolví probar con otra estrategia: elegir un libro difícil, casi
abstruso, que no tuviera relación visible con los intereses y experiencias de los estudiantes, y
ver si podía hacer que ese libro fuera relevante. Elegí la novela de William Faulkner, ¡Absalón,
Absalón!, publicada en 1936.
La novela cuenta la historia del ascenso y caída de Thomas Sutpen, que pasa de «basura
blanca» (hombre blanco sin posesiones en el Sur) a dueño rico de una plantación y luego
vuelve al principio. La historia está reconstruida a partir de los recuerdos, las conjeturas
y las inferencias del joven Quentin Compson, cuarenta y tres años después de los hechos.
La estratificación de los narradores, los cambios en los planos temporales, la dificultad que
existe para diferenciar entre hechos y conjeturas, y el estilo muy forjado y trabajado de
Faulkner hacen que sea de lectura muy difícil, especialmente para estudiantes extranjeros.
Sin embargo, yo esperaba demostrarles que sus dificultades no estaban causadas por la
enorme distancia entre el texto y el habla y la experiencia comunes, sino por su enorme pa-
recido con ellos. Los estudiantes esperaban la secuencia ordenada de la ficción convencional
46 Alessandro Portelli

y se vieron frente al desafío de un caos aparente que se parece a la fragmentación y la super-


posición de voces de la conversación cotidiana, y que sin embargo, está distanciada de ellas
porque la han colocado en un contexto y un medio nuevos. Así, podría captar la atención
de los estudiantes hacia el medio y el contexto y ayudarlos a redescubrir la especificidad de
la literatura como resultado de una experiencia de aprendizaje más que como un dogma a
priori.
El paso siguiente era la identificación de un corpus de narraciones no literarias, hechas
por gente cotidiana en un lenguaje cotidiano, para usarlo en una comparación. En ese mo-
mento, yo estaba involucrado en un proyecto de historia oral en la ciudad vecina e industrial
de Terni, así que decidí usar algunas de las entrevistas que había recogido allí.
Empezamos con el tiempo. La idea era verificar si los cambios en los planos temporales
que dejaban tan perplejos a los estudiantes estaban pensados por Faulkner para confundir a
los lectores con espíritu maligno, o si la gente contaba historias naturalmente de esa forma.
Por lo tanto, investigamos la siguiente narración, recogida en una entrevista con Alberto
Petrini, un obrero industrial.

« — Portelli: ¿Le contaba su padre cómo era el trabajo en la planta química (en
la década del 30)?
— Petrini: Bueno, él tuvo un accidente serio y tuvo que dejarlo. Estuvo en coma
y pasó más de un año en el hospital.
— Portelli: ¿Cuándo fue eso?
— Petrini: Bueno, yo era chico. Muy chico.
— Portelli: ¿Y cómo pasó?
— Petrini: Bueno, uno de los hornos le sopló encima. Más tarde, yo también
trabajé en ese mismo puesto, el mismo lugar incluso. Yo había estado trabajando
en la acería, y era el representante (representante comunista), ya sabe, así que
me sacaron de ahí y me llevaron a la planta de fertilizantes, como castigo. Para
sacarme de mis cosas, hacerme perder contacto con mis camaradas, con los otros
miembros de mi partido. Así que me mandaron ahí por un tiempo. Y yo trabajé
ahí – tenía unos treinta años entonces – y ahí vi, ya sabe, el mismo lugar en el
que pasó el accidente de mi padre. Me acuerdo muy bien de eso; yo estaba
aprendiendo a caminar, y después de eso, él tuvo que mantener a la familia
como pudiera. . .
— Portelli: ¿Cómo pudo pasar eso? ¿Cómo puede un horno soplarle a uno?
— Petrini: Eran los hornos donde se hacía el carburo de calcio. Traían la piedra
sílice de la montaña, después la enriquecían con otros minerales y la quemaban.
A veces, había explosiones, ráfagas de fuego (sigue una larga descripción técnica
que aquí se omite). Había algo de protección, pero no lo suficiente para que fuera
un lugar seguro para los obreros. Yo vi a gente que se quemó como una antorcha,
lo vi con mis propios ojos. Una mañana, estaba entrando con el turno de las 6
a.m. Me habían transferido ahí, y era cerca del Primero de Mayo, y estábamos
recogiendo el dinero del sindicato; había que ir y pedírselo a los obreros. Así
que me quedé junto a las escaleras de los armarios, debajo del lugar donde yo
trabajaba, esperando a los camaradas y pidiéndoles dinero cuando bajaban por
las escaleras uno por uno. Y me quedé ahí y hubo esa inmensa explosión arriba:
ya sabe, tenían ropa de lana, pero cuando esa onda incandescente lo golpea a
¡Absalón, Absalón!:. . . 47

uno, se quema todo. . . todo se consume. Y estaban todos rodando por el suelo
tratando de apagar el fuego. Aúllan, piden ayuda, pero cuando el fuego golpea
uno no puede acercarse, es como un horno. Uno espera que baje un poco, pero
mientras tanto, ellos se están quemando. Y había gente muerta, gente que quedó
inválida para toda la vida. . . gente que no había sufrido tanto, a ellos la masa
incandescente no los había golpeado tanto y esa gente pasó seis, ocho meses
en el hospital. Les quedaron las quemaduras pero no murieron. El caso de mi
padre. . . no fue mortal; pero pasó un año, un año. . .
— Portelli: ¿Realmente se incendió?
— Petrini: Sí, después lo llevaron al hospital y él tenía el hueso de una pierna
astillado. . . no, quebrado. Así que lo llevaron al hospital y los médicos pensaron
que se iba a morir, así que no hicieron nada con la pierna. Dijeron: «Se va a
morir, no tiene sentido hacer nada con la pierna». Pero él no se murió. Cuando
vieron que él, un tipo pobre, había sobrevivido a ese momento crítico y viviría,
volvieron y le iban a quebrar la pierna de nuevo para poder arreglarla otra vez.
Pero con la otra pierna, la buena que le quedaba, él pateó la puerta y se fue hasta
el vestíbulo. No quiso dejarlos quebrarle la pierna de nuevo. Quedó inválido por
el resto de su vida pero había sufrido tanto dolor que no podía soportar que le
quebraran otra vez la pierna, así, en frío, y después se la arreglaran. . . pasar por
todo eso otra vez. Usted sabe, él había mirado a la muerte a la cara».

Era fácil darse cuenta de que la historia estaba articulada en tres niveles cronológicos
cambiantes que se cruzaban unos con otros: la década del 30 (cuando ocurre el accidente del
padre de Petrini), la década del 50 (cuando Petrini trabaja en el mismo lugar) y el presente
(evocado por la comparación implícita entre los días en que no había descuento por planilla
y el sindicato respondía directamente a sus miembros, y la burocratización de hoy).
Los cambios en el tiempo ocurren entre una o dos cláusulas: «Yo vi. . . el mismo lugar en
el que pasó el accidente con mi padre. . . Yo estaba aprendiendo a caminar». El tiempo de
la narración oscila entre formas pasadas e iterativas. «Y estaban todos rodando por el sue-
lo. . . Aúllan, piden ayuda». Esto aumenta la fluidez de la distinción entre planos temporales.
Con este ejemplo, lo que yo quería era señalar que los narradores usan la manipulación
del tiempo no sólo para reconstruir el pasado sino para evaluarlo. Esta historia no es un
«testimonio» sino una construcción narrativa con todas las de la ley. Como Quentin Compson
a través de Sutpen, Alberto Petrini da significado a su propia experiencia a través de su padre
y su accidente.
Para hacerlo, empieza todo a partir de secuencias cronológicas y va y viene como un
hilo en un telar, adelante y atrás en el tiempo. Con alguna ayuda de Tzvetan Todorov y de
William Labov,1 llegamos a la conclusión de que una historia se cuenta «naturalmente» no
cuando se adhiere a una cronología «objetiva» sino cuando se aparta de ella para incorporar
sentido y conceptos o juicios subjetivos. Sólo un esfuerzo muy cuidadoso, artificial, puede
mantener «hechos» y «opiniones» separados; en el habla común, en general se mezclan,
como se mezclan los géneros literarios en la mayoría de los actos de habla.

1
Tzvetan Todorov, «Primitive Narrative», en The Poetics of Prose, Richard Howard, traductor. Ithaca Nueva York:
Cornell University Press, pp. 53-65; William Labov y Joshua Waletzky, «Narrative Analysis: Oral Versions of
Personal Experience», en la edición de June Helen, Essays on the Verbal and Visual Arts, procedimientos del
Encuentro Anual de Primavera de 1966 de la Sociedad Etnológica de Estados Unidos. Seattle y Londres: American
Ethnological Society y University of Washington Press, 1967, pp. 12-44.
48 Alessandro Portelli

En este caso, Petrini quería indicar tanto una continuidad como una ruptura: la conti-
nuidad de las condiciones de trabajo entre la década del 30 y la del 50, y el deterioro de la
democracia en los sindicatos entre la década del 50 y el presente. La filosofía implícita era
una crítica al mito del progreso, lo cual contradice el concepto de historia del partido al que
pertenece Petrini, y se parece más bien al de Faulkner.
Después de esto, fijé mi atención en el intercambio inicial de preguntas y respuestas. Mi
pregunta implicaba la creencia inocente de que el padre de Petrini le había contado a su
hijo cosas sobre su vida, que Petrini había recibido su herencia a través de medios verbales.
Como sugiere la respuesta de Petrini, no es ésa la forma en que aprenden los hijos sobre
los padres. Recogen conocimiento a partir de fragmentos de conversaciones de adultos que
logran escuchar, a partir de lo que ven cuando su padre vuelve del trabajo, a partir de la
forma en que respiran la experiencia en la fábrica dentro de la atmósfera que los rodea. Lo
cual nos lleva de vuelta a nuestro libro.
De eso se trata, en general, ¡Absalón, Absalón! Así es como aprende Quentin su primera
versión de la historia de Sutpen:

«Era parte de su herencia de veinte años de respirar el mismo aire y oír a su padre
hablar del hombre Sutpen; parte de la herencia de ochenta años del pueblo –
de Jefferson – del mismo aire que el hombre mismo había respirado entre esa
tarde de septiembre de 1909 y la mañana de domingo de junio de 1833 cuando
entró por primera vez en el pueblo procedente de un pasado que no se podía
discernir y adquirió su tierra nadie sabía cómo y construyó su casa, su mansión,
aparentemente con nada y se casó con Ellen Coldfield y tuvo sus dos hijos – el
hijo que hizo enviudar a su hermana que todavía no había sido novia – y así
cumplió con su curso asignado hasta su violento (la señorita Coldfield habría
dicho justo también) final. Quentin había crecido con eso; los nombres mismos
eran intercambiables y casi una miríada. Su infancia estaba llena de ellos; su
cuerpo era un vestíbulo vacío con ecos de nombres sonoros, vencidos; él no era
un ser, una entidad, era una comunidad».2

Faulkner insiste en este proceso de aprendizaje a través de olores, sonidos y la constante


repetición de historias contadas porque el público ya sabe: «Era un día de escuchar, también
escuchar, oír en 1909 eso que él ya sabía, porque había nacido allí y seguía respirando el
mismo aire en el que las campanas de la iglesia habían sonado esa mañana de domingo
de 1833 y, en los domingos, oía siempre a una de las tres campanas originales en el mismo
campanario. . . ».3 Este «respirar el mismo aire» es exactamente lo que queremos decir cuando
decimos «tradición».
Aquí, el factor clave es la repetición, que es una de las cosas que los chicos aprenden
a evitar como la plaga en la escuela primaria cuando escriben una composición y que, sin
embargo, todo el mundo usa en la conversación normal. Así que ahí estaba este trabajo
literario, que pertenece enfáticamente a la lengua escrita, repitiendo palabras, cláusulas,
oraciones, párrafos y episodios enteros en todas las páginas.
El uso que hace Faulkner de la repetición revela un proyecto muy ambicioso: no está tra-
tando de imitar la tradición, sino de reproducirla. ¡Absalón, Absalón! no es sobre la tradición,
sino que se transforma en una tradición en sí misma porque su estructura interna funciona

2
William Faulkner. Absalom, Absalom!. Nueva York: Vintage Books, 1986. p. 9. (Las páginas citadas aquí corres-
ponden al texto original inglés en la edición que acaba de indicarse.)
3
Ídem, p. 34.
¡Absalón, Absalón!:. . . 49

de la misma manera en que funciona la tradición. Los lectores están colocados en la misma
condición que el chico que nace en una cultura o el forastero que trata de entrar en ella. Am-
bos aprenden por información que se recoge y que, como los lectores del libro de Faulkner,
al principio sólo entienden vagamente. Al principio, reúnen fragmentos de discurso que no
están dirigidos a ellos, edifican hipótesis y las descartan.
Les pedí a los estudiantes que reconstruyeran la forma en que habían aprendido sus
propias historias familiares. Resultó que el proceso era muy parecido a la forma en que
Quentin aprende la historia de Sutpen, y a la forma en que ellos, como lectores, aprenden
la de Quentin: «entrando» en la historia como un viajero entra en una ciudad desconocida,
como un chico entra en el mundo, todos ellos empiezan en el desconcierto total y llegan
hasta la inmersión total. Nadie le habla a los chicos, y en este libro, nadie le habla a los
lectores. La señorita Coldfield le habla a Quentin, Quentin a Shreve, y así, los demás. En cada
conversación, el que escucha sabe algo que nosotros, que estamos espiando, ignoramos; cada
historia está incompleta para nosotros, los lectores, y tenemos que reconstruirla escuchando
entre líneas.
El pasaje que citamos antes ya es una versión completa, total de la historia de Sutpen.
Aunque aparece bastante al principio en el libro, la historia ya se contó una vez, casi en las
mismas palabras:

«Parece que este demonio – su nombre era Sutpen – (Coronel Sutpen) coronel
Sutpen. Que vino de ninguna parte y sin aviso a la región con una banda de ne-
gros raros y construyó una plantación – (Arrancó violentamente una plantación,
dice la señorita Coldfield) – arrancó violentamente. Y se casó con la hermana de
la señorita Coldfield, Ellen y tuvo un hijo y una hija que – (Tuvo sin dulzura, dice
la señorita Coldfield) – sin dulzura. Que deberían haber sido las dos joyas del
orgullo de Sutpen y el escudo y el consuelo de su vejez, sólo que – (Sólo que lo
destruyeron a él o algo, o él los destruyó a ellos o algo. Y murieron) – y murieron.
Sin arrepentirse, dice la señorita Coldfield – (Excepto ella) – . Sí, excepto ella. (Y
Quentin Compson). Sí. Y Quentin Compson».4

Hay diferencias importantes entre las dos versiones. La que acabo de citar (pero que se
cuenta antes que la anterior en el libro) representa la narración de la historia como un proce-
so colectivo, casi de antagonistas, en el que el sentido se negocia a través de una discusión de
varias voces contrapuestas, voces colectivas con ecos, ritmos y refranes y repeticiones como
elementos. La segunda versión es más impersonal, pero contiene al menos una información
que no aparecía en la primera: empieza a explicar, aunque de manera críptica, cómo fue que
los hijos de Sutpen lo «destruyeron» a él y (o) a sí mismos.
La inserción de un nuevo detalle en un esquema de repetición se conoce en el estudio
del folclore como «incremental repetition» (en castellano: repetición incrementada o con
agregados5 ) y es lo suficientemente característica como para estar identificada como un
aspecto distintivo del llamado «estilo de la balada».6 Después de familiarizarnos con ese
recurso examinándolo en distintas baladas, empezamos a trabajar e hicimos un índice de
varios cientos de repeticiones incrementadas en ¡Absalón, Absalón! El ejemplo más completo
4
Ídem, pp. 5-6.
5
N. de la T.: en el estudio de la literatura popular española no existe un equivalente a la incremental repetition
de la balada inglesa. Por lo tanto, la traducción es literal más que técnica ya que no hay término técnico en el
idioma español.
6
La introducción más concisa y accesible al «estilo de la balada» (que se usó en el seminario) es la de Albert B.
Friedman. Folk Ballads of the English Speaking World. Nueva York: Viking Press, 1956.
50 Alessandro Portelli

y sin embargo más independiente es la historia de la fuga y el casamiento no aceptable de la


tía de la señorita Coldfield.
La primera vez que oímos algo sobre esta historia, diez años después del casamiento de
Ellen con Sutpen, ella «estaba hablando de venganza» contra la gente del pueblo por no ir a
la ceremonia. Más tarde, nos enteramos por casualidad de que una noche «la tía salió por la
ventana y desapareció». Unas doce páginas más adelante, descubrimos por qué: «se fugó con
el vendedor de mulas» (el vendedor: la expresión supone que cualquiera que esté escuchando
la historia ya la sabe). En la página siguiente, los dos detalles se unen y se repiten: ella se
fugó «cuando salió por la ventana una noche». Finalmente, unas veinte páginas después de
la primera mención, lo último que nosotros y Jefferson sabemos sobre ella es que la vieron
dos años antes tratando de cruzar las líneas yanquis para reunirse con su esposo. Toda la
historia se menciona siempre al pasar, en otros contextos; y sin embargo, entre las variantes,
las digresiones y las repeticiones, llegamos a saber algo sobre el asunto, como Quentin – y
como muchos de nosotros llegamos a saber cosas sobre nuestras tías – .
Para comprender las funciones y consecuencias de la repetición incrementada como for-
ma de contar historias, tomamos otra entrevista de mi proyecto de historia oral.
Esta entrevista fue para contar una historia muy parecida a la de Rosa Coldfield: tanto mi
informante como el personaje de Faulkner repiten obsesivamente la historia de un compro-
miso roto que sucedió hace muchos años (cuarenta y tres para la señorita Coldfield, cuarenta
y cuatro para la señorita Maggiorina Mattioli). Las dos viven solas; las dos son costureras.
Las dos toman la iniciativa de contar la historia. La señorita Rosa llama a Quentin para con-
tarle cómo fueron las cosas en realidad, para aclararlas; Maggiorina Mattioli pone la historia
sobre la mesa y la introduce a la fuerza en una entrevista que, según se suponía, iba a ser
sobre otra cosa completamente distinta.
Yo la había ido a buscar porque quería oír la historia de su hermano muerto, que era una
figura importante en la resistencia antifascista en las décadas del 20 y del 30. En lugar de
contarme eso, ella quería contar la historia de su compromiso roto, y la introdujo tentativa y
gradualmente, mediante digresiones que me tentaban y me atormentaban con repeticiones
incrementadas:

«Bueno, a los diecinueve años, me comprometí. Con un hombre que me dio mu-
cho dolor. Dios sabe que es así, sólo Dios. Me tuvo en agonía durante diecisiete
años. Piense en eso: diecisiete años. Toda una vida. Yo era una nena antes, y
cuando terminó, me había convertido en vieja».

Traté de llevar la conversación de vuelta hacia el hermano pero ella pronto volvió a su
verdadero tema:

«Mi hermano era un chico, había traído papeles antifascistas a casa, ese tipo
de cosas. Y yo. . . ¡cortejando a un fascista! Mire: yo, la hija de un antifascista,
que no toleraba a esa gente. . . pero me enamoré de un fascista. Lo amaba tanto.
Diecisiete años. Diecisiete años. Toda una vida. Yo era una nena y después, me
convertí en vieja. A los treinta y seis, nos separamos».

Para entonces, ya me había ganado. La historia que ella quería contar era mucho más
importante que la que yo buscaba (un suceso muy común en historia oral). En el curso
de una entrevista que pareció interminable, me la contó dos veces más, cada vez con más
detalle y con repeticiones tipo fórmula: «Toda una vida. Yo era una nena y después, me
convertí en vieja». Pero las primeras dos versiones ya contenían un caso clásico de repetición
¡Absalón, Absalón!:. . . 51

incrementada: un detalle esencial – la contradicción política entre ella y su novio – se me


había negado en la primera versión y se introducía en la segunda.
Mattioli muestra una narración notable y una habilidad para la conversación que es muy
interesante. Ella sabe que esta información va a dejar a su oyente clavado en su lugar, sacar
la charla de la política pura y llevarla hacia la política de la vida privada y los sentimientos.
Con estas maniobras, ella saca la conversación del tema de su hermano y la lleva hacia ella
misma. En realidad, en repeticiones posteriores, lo que se descubre es que la política fue
sólo un factor; hubo otras razones por las que el compromiso fracasó y estas razones se
introducen gradualmente, cada vez con más fuerza.
Ahora, el descubrimiento de analogías entre «textos» que pertenecen a géneros, tradicio-
nes y medios tan diferentes como las entrevistas de Mattioli y Petrini por un lado y la novela
de Faulkner por otro no es una solución sino el corazón del problema. Con este ejercicio,
mi intención no era probar que todos los récits son iguales: mi objetivo era la difference, la
diferencia que es la literatura.
Supuse que recursos formales comparables y resultados textuales comparables tendrían
distintas funciones en géneros, culturas y medios diferentes. Por lo tanto, decidimos analizar
las funciones de la repetición incrementada en la historia de Maggiorina Mattioli y compa-
rarlas con las que tiene en ¡Absalón, Absalón!
La función principal está claramente relacionada con el control. Por un lado, Maggiorina
Mattioli quiere controlar a su oyente probando su atención. También, como narradora, quiere
control del tema y la conversación.
Por otro lado, ella está obligada a repetirse muchas veces porque no está segura de
tener todo el control de la historia («¿Ya dije esto?»). La repetición es su única forma de
llenar las grietas y agujeros y corregir los errores, controlar la memoria, tanto de los hechos
como de las partes anteriores del «texto». Mediante el uso de la repetición, como parte de
su habilidad como narradora y también por compulsión, Maggiorina Mattioli conquistó el
derecho importantísimo de hablar de sí misma; y conquistó el tiempo, porque la repetición le
permitió expandir la conversación y posponer el temible momento en el que ésta terminaría
y ella se quedaría sola de nuevo.
Por lo tanto, en este caso, la repetición incrementada tiene dos tipos de funciones: el
contacto y la memoria. Ambos grupos pueden dividirse a su vez en funciones orientadas al
narrador o narradora y funciones orientadas al o la oyente de la narración:
1. Contacto
a) Orientada al/a narrador/a: expandir la narración.
b) Orientada al/a oyente: controlar la recepción.
2. Memoria
a) Orientada al/a narrador/a: llenar las grietas, corregir errores.
b) Orientada al/a oyente: asegurar la percepción y retención.
La repetición es el vehículo de estas funciones porque el medio es la oralidad. El discurso
oral es una pérdida y una recuperación constantes del control. En su forma, determinada
por el tiempo, la palabra oral desaparece apenas se la pronuncia, y puede volver a aparecer
otra vez y lograr algún tipo de permanencia sólo si se la dice una y otra y otra vez. Por lo
tanto, la repetición se convierte en una necesidad técnica de la comunicación oral.
Por otro lado, se supone convencionalmente que, en el caso de la literatura escrita, la
persona que escribe y la que lee (o, para decirlo de mejor manera, el narrador y el receptor)
tienen siempre todo el control. Desde el punto de vista de la memoria (función b), el escritor
52 Alessandro Portelli

puede corregir los agujeros y grietas y errores antes de enviar el texto a la imprenta (o
incluso después, en las pruebas), y los lectores pueden volver a releer las secciones del texto
que no hayan entendido o hayan olvidado. Ambos pueden variar la duración del texto y de
la función o sesión de narración cambiando el ritmo de la lectura o de la escritura.
En cuanto al contacto (función a), en lugar de probarlo y comprobar que sigue ahí, en la
escritura, la repetición corre el riesgo de cortar el contacto que se estableció supuestamente
en el momento de la compra, por aburrimiento. La repetición – tan necesaria en la sesión de
narración oral – , se convierte en algo técnicamente redundante en el texto escrito.
Podríamos decir que el hecho oral es irrepetible, y que por lo tanto, sólo puede sobrevivir
si se incorpora la repetición en el hecho mismo. El texto escrito, en cambio, incluye la repeti-
ción en su tecnología. Un libro puede imprimirse en miles de copias absolutamente iguales;
puede preservarse para volver a hojearse y mirarse un número indefinido de veces. Es cierto,
cada lector o lectora y cada lectura saca algo diferente del texto; pero el texto mismo perma-
nece igual. Una vez que ese grado relativo de estabilidad queda asegurado por «la tecnología
de la palabra»,7 el texto mismo ya no tiene necesidad interna de incorporar la repetición.
Por lo tanto, la repetición, que aparece por necesidad en la oralidad, aparece en la escritura
por elección (suponiendo, por supuesto, que el escritor o la escritora sean competentes para
manejar el medio).
Esta génesis diferente señala finalidades diferentes. La oralidad y la escritura están fren-
te a peligros opuestos: la palabra hablada está amenazada por la falta de permanencia y la
escritura está amenazada por la permanencia. El discurso oral «corre como la arena a través
de nuestros dedos», para decirlo de alguna forma, y, si queremos retenerlo, debe «solidifi-
carse», «congelarse» aunque fuera de una forma precaria. La escritura, en cambio, nos llena
literalmente las manos con palabras sólidas, ya congeladas. Nada se pierde, no, pero nada
parece en movimiento.
La consecuencia es un oxímoron doble: cada medio sostiene como valor lo que el otro
teme como amenaza; y, de acuerdo con un principio económico de escasez, cada medio
valora lo opuesto de lo que normalmente hace, lo opuesto de lo que normalmente es. La
oralidad no es permanente y por lo tanto, valora la memoria, la tradición, la conservación
y la repetición, ya que su práctica está determinada por la dificultad de conservar, recordar
y duplicar cualquier cosa con exactitud. La escritura es estable y permanente y por lo tanto,
sus valores son la innovación, el cambio y la experimentación, ya que su práctica consiste
en imprentas, bibliotecas, archivos y hace difícil que una cultura tipográfica se olvide o tire
algo alguna vez.8 No es sorprendente que estos dos medios, acosados por peligros diferentes,
recurran a la estrategia de intercambiar sus armas.
La repetición (incluyendo a todos los tipos de habla formalizada) puede considerarse la
forma implícita en que la oralidad logra algo de la autoridad y la permanencia de la escri-
tura. Los artistas de la expresión oral crean una estética basada en las mismas limitaciones
de su medio, en el juego interrelacionado de la repetición necesaria y el cambio inevitable y
convierten en virtud una necesidad. Históricamente, a medida que se crean nuevos modos
de preservar palabras, las funciones estéticas de estos recursos se independizan de sus fun-
ciones técnicas. La literatura escrita adopta recursos que la oralidad creó para asegurar la
estabilidad y la permanencia y lo hace para connotar fluidez y espontaneidad.

7
El subtítulo del libro Orality and Literacy de Walter J. Ong. Londres: Methuen, 1982 es «The Technologizing of
the Word».
8
En cuanto a la imposibilidad de olvidar que tienen las culturas escritas, véase Jack Goody y Ian Watt, «The
Consequences of Literacy», en una edición de Goody, Literacy in Tradicional Societies, Cambridge: Cambridge
University Press, 1968, pp. 28-68.
¡Absalón, Absalón!:. . . 53

En realidad, una de las funciones de la literatura es fundir la rigidez de la escritura


material. Los conceptos de innovación, vanguardia y experimentación están determinados
por el tiempo: no tienen permanencia, son temporarios. Por lo tanto, un tipo de discurso
como el oral, cuyas características inherentes son la fluidez y la falta de permanencia, era
demasiado bueno como recurso. La literatura no lo ignoró. Irónicamente, la escritura copia
la oralidad adoptando precisamente los recursos que la oralidad desarrolló para «escribirse»
a sí misma – de los cuales la repetición es uno de los esenciales – y así crea la impresión de
un discurso escrito que está luchando con el tiempo como si fuera oral.
Examinemos ahora el tipo de repetición que lleva el nombre de «corrección paratáctica»
y comparémosla en Faulkner y en Alberto Petrini.
Al principio del relato, el narrador dice que la historia de Sutpen era «parte de la herencia
de ochenta años del pueblo – de Jefferson – ». Se nos está invitando a imaginar que después
de decir «pueblo», el narrador se ha dado cuenta de que sus lectores tal vez no sepan de
qué pueblo está hablando y que por eso, agrega el nombre. En la entrevista de Petrini, hay
un momento en que él dice que su padre «tenía el hueso de una pierna astillado. . . no,
quebrado».
Y nuevamente, aunque los dos «textos» parecen similares en la superficie, las historias di-
ferentes que cuentan producen dinámicas internas diferentes. Petrini está buscando control:
quiere que su historia sea exacta y confiable así que cuando descubre que está equivoca-
do, agrega la información correcta. Faulkner, en cambio, tiene todo el control. Podría haber
tachado «pueblo» en el manuscrito y reemplazarla por el más específico «Jefferson». Pero
la impresión que quiere dar es una en la que hay un borramiento del control. Petrini está
luchando contra el tiempo: quiere recuperar el hecho tal como fue en la realidad. Faulkner
está luchando a favor del tiempo: quiere que su texto se infecte con la falta de permanencia
orientada al tiempo que es tan propia de la oralidad.
Claro está que ni la literatura ni la oralidad desean o pueden abolir sus naturalezas e
identidades originales. Lo único que hacen es integrarlas, explorar sus límites y posibilidades
y experimentar con alternativas. Los resultados son formas intermedias, en las cuales la
oralidad y la literatura podrán parecerse pero siguen siendo muy diferentes por dentro. Mirar
esas formas es como mirar una foto de una laguna parcialmente cubierta de hielo: tal vez
sea un retrato de la helada temprana del invierno pero también puede ser el de los últimos
rastros del deshielo de primavera. En realidad, esa duplicidad está implícita en el texto de
Faulkner. Mientras inyecta tiempo en su texto a través de la dinámica de la oralidad, sustrae
a su texto del tiempo a través de la oralidad como mito. Por las razones de auto defensa
que ya describí brevemente, la oralidad lucha por la atemporalidad y está imaginada como
atemporal en las culturas escritas que colocan los orígenes de la historia en el momento de
la invención de la «escritura».9 A Faulkner le preocupa especialmente la recuperación de este
«tiempo antes del tiempo», y esto se aplica a El Oso todavía más que a ¡Absalón, Absalón!
En El Oso, Faulkner hace un uso todavía más consciente de la repetición y las fórmulas.10 La
repetición tiene dos funciones: evoca la fluidez intrínseca del medio oral y usa la oralidad
para mantener su fluidez bajo control. Este uso de recursos repetitivos y de fórmulas permite
a Faulkner inyectar y sustraer tiempo a la vez.

9
La referencia obvia y la razón para colocar comillas en «escritura» es Jacques Derrida. Of Grammatology, tra-
ducción G. L. Spivak. Baltimore: John Hopkins University Press, 1976. (Hay edición en castellano, Siglo XXI,
México).
10
Véase Mirella Martino, Oralitá e tempo in The Bear de Faulkner (Oralidad y tiempo en The Bear de Faulkner), tesis
sin publicar del Departamento de Inglés de la Universidad de Roma La Sapienza, 1987-1988.
54 Alessandro Portelli

Ahora, volvamos al hecho de que todo esto fue, en origen, un experimento didáctico.
Como tal, fue básicamente un fracaso. No es que los estudiantes no sacaran nada de él: es-
taban interesados, participaron activamente y escribieron trabajos excelentes. Pero mi meta
era más ambiciosa: yo no estaba tratando de sugerir otro método crítico que ellos pudieran
archivar con los otros. Estaba tratando de influenciar todo el enfoque que ellos tenían de la
literatura y el lenguaje. Y ahí fue donde fracasé.
En primer lugar, hay que tomar en cuenta las condiciones materiales de la enseñanza
de la literatura. Yo había esperado que al concentrarnos en un libro solamente, ellos lo
leyeran con rapidez y después pudiéramos discutirlo juntos. Resultó que aunque ¡Absalón,
Absalón! está en Penguin, no había ninguna librería de Italia central que tuviera copias de la
edición. La biblioteca del departamento estaba fuera de servicio por cuarto año consecutivo
a causa de la mudanza de un campus a otro. Para cuando pasamos mi propia copia y la
fotocopiamos (y pedimos más copias del extranjero), había pasado la mitad del semestre.
Mientras tanto, había clases todas las semanas así que yo hablaba solo la mayor parte del
tiempo. Este tipo de organización dio a los estudiantes una combinación de lo peor de dos
discursos académicos: el monólogo de un curso de conferencias y el enfoque inconcluso,
abierto, de un seminario. Terminé dándoles mis propios descubrimientos e hipótesis, que yo
esperaba que descubrieran por sí mismos.
Finalmente, escribieron hermosos trabajos, sí, y en ellos confirmaron lo que yo les había
dicho, lo cual no los curó de su adicción a depender de la autoridad académica. Yo había sub-
estimado el hecho de que estos estudiantes no eran tabula rasa. Tenían años de educación.
Yo quería que se dieran cuenta de que todos hablamos prosa y ellos se quedaron escondidos
detrás de las paredes infranqueables que habían erigido la escuela, la universidad y la crítica
alrededor del concepto de prosa y poesía. Esas cosas son para gente especial y la gente co-
mún como nosotros sólo puede aproximarse a ellas con miedo y reverencia y tocarlas apenas
con una vara de diez metros. Tal vez así es como son las cosas actualmente; tal vez todo
ese edificio de paredes ha logrado finalmente aislar a la poesía y a la prosa de nuestra habla
común y nuestro mundo cotidiano.
Así que los estudiantes siempre quieren aprender cosas nuevas sobre la literatura, pero
nunca tratan de hacer algo con ella. Para fin de año, sabían todo lo que había que saber sobre
la repetición incrementada en Faulkner y en las baladas; pero no estaban preparados para
reconocerla en la conversación de todos los días. Seguían sin superar la jerarquía entre las
ideas generales y los objetos específicos – incluyendo el libro que tenían entre manos – ; y el
obrero y la vieja dama eran, como mucho, una linda novedad, o incluso otra locura de un
profesor.
El punto de impacto llegó cuando les pedí que compararan su propia forma de hablar
con la de Faulkner. Toda su educación los había entrenado para creer que el lenguaje, la
historia, la literatura y la cultura no son algo que creamos nosotros, sino entidades que
existen fuera de nosotros, ya construidas y terminadas, y que sólo están esperando que
nosotros las estudiemos, las aprendamos, las traguemos enteras. Así que cualquier analogía
que pudieran haber descubierto entre la forma en que hablaban ellos y la forma en que
escribe Faulkner, puede haberlos llevado a un sentimiento despectivo con respecto a Faulkner
en lugar de a una nueva comprensión de ellos mismos.
Tal vez tengan razón – van a tener razón – mientras la dignidad de la cultura, la literatura
y el arte se midan por la distancia que hay entre ellos y nuestras vidas.
Capítulo 7

Continuidad, ruptura y ciclo en la historia oral

Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia


......

La historia oral debe rescatar la historicidad de los testimonios. El tiempo es la clave


de ese sentido histórico. Corresponde al historiador rescatar el tiempo, introducirlo en la
entrevista, y esto es precisamente lo que distingue su labor de otras disciplinas.
El análisis del tiempo no se propone únicamente reconstruir el pasado, aunque esto sea
esencial; intenta estudiar cómo se transforma la vida de la gente y cómo ésta narra tales
transformaciones. Detrás de esa narración hay siempre una concepción del tiempo. ¿Cómo
sabe una persona que el tiempo ha pasado y qué responsabilidad le atribuye a ese transcurso?
La mayoría de los individuos perciben el tiempo a través de los cambios en las cosas y en las
personas que los rodean, más que a través de los cambios propios; de esta forma, se trata de
una noción basada en acontecimientos externos a ellos.
Aunque el tiempo siempre está presente en el acontecer cotidiano, no es un elemento
consciente en el curso de la entrevista, ni para el estudioso ni para el que cuenta su vida. Si
embargo, la forma en que se maneja el tiempo revela la concepción que de éste tienen ambos
protagonistas. La más común es la que lo presenta como una mera evolución, como una
acumulación de hechos, personajes y circunstancias. Los cambios están dados en función del
paso de los días, los meses y los años. En cierto modo, ésta es una concepción lineal donde el
relato se dirige hacia el momento actual para tratar de explicarlo. La historia se cuenta como
la predestinación del presente; es una atemporalidad evolutiva que deja fuera la experiencia
directa del que la narra.
Existe otra idea del tiempo donde el presente aparece contrastado con el pasado. El relato
se dirige a presentar un punto de cambio y está estructurado en función de un antes y un
después. Si bien en esta concepción el cambio es fundamental, se define por hechos externos
a la persona. De esta manera, vuelve a quedar fuera la experiencia individual del narrador.
Una tercera concepción del tiempo se basa en aquellos cambios que han afectado de
manera tan directa la vida del individuo que determinan diferencias muy marcadas en el
pasado con respecto al presente: una enfermedad o un accidente que lo hayan puesto al
borde de la muerte, una conversión religiosa, un matrimonio o un rompimiento conyugal,
etc. En esta versión del tiempo también existe un antes y un después, pero el individuo ha
56 Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia

sido agente o protagonista activo y no mero receptor, y, por lo tanto, no siente que sean
transformaciones ajenas a él.
Otra idea concerniente al tiempo tiene que ver con lo que denominaremos el tiempo
largo. Dentro de esta concepción, la vida del individuo no muestra momentos de ruptura
sino que se presenta como un continuo en apariencia interminable. Los cambios se obser-
van cuando se relaciona una generación con otra, son cambios generacionales: la forma de
transmitir el oficio, el proceso de trabajo, etcétera.
La concepción del tiempo no debe considerarse como algo establecido o inmutable, sino
que se va creando en el transcurso de la vida de la gente y en el momento mismo de la
entrevista. Siempre habrá un pasado y un presente, un antes y un después, que corresponden
a las distintas etapas por las que ha pasado el entrevistado; etapas mediadas por grandes
transformaciones de índole individual y social.
¿Cómo analizar el tiempo y el cambio en la entrevista? ¿Cómo lograr que éstos se ex-
presen en el relato que la persona hace de su vida en ese momento? El reto es entender el
tiempo como un proceso en marcha. Cambios y continuidades son, pues, los elementos que
nos dan la posibilidad de introducir en la entrevista un sentido histórico.
Los testimonios que aquí utilizamos son los que recabamos en el taller de historia oral en
el que participaron un grupo de artesanos, promotores de distintos municipios de Oaxaca.1
La finalidad de este taller fue capacitar a los integrantes de las comunidades para investigar
sobre la artesanía y sus cambios, y posteriormente presentar los cambios en un museo comu-
nitario. Tratemos de ver cómo operan las diferentes dimensiones temporales en los relatos
que artesanos y campesinos hacen sobre el aprendizaje y el desempeño de su oficio.
Tiempo cronológico
La entrevista biográfica se desarrolla bajo un tema central, que en el caso que estamos
analizando es la artesanía. Es una narración de acontecimientos individuales que se enlazan
unos a otros en un sentido evolutivo en forma lineal. Generalmente, empieza con la fecha de
nacimiento del entrevistado, rápidamente pasa a su vida durante los primeros años en la es-
cuela, después el trabajo, el matrimonio, los hijos, etc. La descripción del proceso de trabajo
se inicia con su aprendizaje del oficio. Relatan a qué edad empezaron y cómo aprendieron.
A continuación explican los diferentes pasos del proceso: el hilado, el tejido y la venta de
los productos. El mundo de estos artesanos tiene como eje central su situación actual y es
en estos términos como nos describen el proceso de trabajo. Bajo tal concepción, no es ex-
traño que indique reiteradamente que son artesanos porque en su familia se dedicaban a la
artesanía y lo seguirán haciendo. Es común que salga a relucir la situación de pobreza en
la que se encuentran, lo mucho que tienen que trabajar para mantenerse, y el hecho de que
su única opción de trabajo era aprender el oficio de artesanos.2 Dan a entender que viven
una situación predestinada y que ha sido siempre así: estaban esperando ser artesanos des-
de que nacieron. Con esta actitud, se busca justificar los roles que se han desarrollado bajo
estructuras mentales lógicamente encadenadas, que dan valor a los momentos vividos, a los
logros y frustraciones tanto del pasado como del presente.
Las dos descripciones siguientes nos hablan de diferentes momentos del diseño, pero lo
hacen como si todo siguiera una cierta línea evolutiva, como si ya el primer diseño prefigu-
rara el último:

1
Este proyecto se inicio desde 1985 conjuntamente con Lief Adleson y los promotores bilingües de varios pueblos
de Oaxaca, en la actualidad se continúa trabajando con ellos y con gente de las diversas comunidades.
2
Entrevista realizada por Araceli Santiago Bautista a Maximiliana Pérez López en Huamelulpan; Oaxaca, 1992.
Continuidad, ruptura y ciclo en la historia oral 57

«de los diseños que realizamos por decir algo, los diseños son éste, que era hace
poco águila, o sea el diseño más antiguo. Porque había antes diseños, pero el que
conocí desde que crecí es el águila y. . . primero el águila y después las grecas
y ahora vienen siendo. . . hay otras dimensiones, relámpagos, navajos, son los
diseños que se usan en cuanto nombre. . . 3
Cuando se empezó a hilar era un estampado o un diseño que se le puede denomi-
nar águila en banda y posteriormente en grecas, diferentes grecas, actualmente
tenemos grecas pues cada vez son más complicadas. . . las grecas, pero se pueden
estampar en el sarape».4

Las narraciones son de esta manera historias de hechos únicos, grandiosos y relevantes
porque conducen al resultado final. Lo que cuenta el individuo son acontecimientos que si
bien le suceden a él, constituyen lo que podría denominarse su vida pública, pues tiene que
ver con el discurso grandilocuente que maneja la comunidad. La nota característica de estos
testimonios es que se platican siempre en primera persona. Son hechos individualizados,
en los que las relaciones personales aparecen en forma totalmente secundaria, de paso. Los
hechos le suceden únicamente al que los está recordando. El individuo se enfrenta a un des-
tino que le es irremediablemente antagónico. Tras una ardua lucha, solo ante la adversidad,
logro alcanzar su actual situación. Una de las limitaciones de esta narrativa es que el entre-
vistado pierde de vista que estaba inmerso en una red de relaciones familiares, de amigos,
de trabajo, etc., que no aparecen en su discurso.
En esta concepción desaparecen el tiempo social y el cambio. Todo se reduce a una suce-
sión de hechos. De tal modo, el tiempo pasa porque se van acumulando los eventos sociales,
los años, siempre contemplados de manera lineal. Es, pues, una temporalidad evolutiva.
Aparentemente no hay cambios en la persona, sino sólo en las situaciones que le rodean.
La única variación que percibe es la acumulación de días y años. De esta manera, el cam-
bio aparece como algo externo, impuesto por las circunstancias. Aquí cabría preguntarse:
¿qué importancia tuvo el cambio en la vida del entrevistado? ¿qué relación guardaba con
las personas que lo rodeaban? Con esto podremos determinar los cambios que se dieron y
el contexto en que surgieron. Así la vida no sería representada como una acumulación de
hechos, sino más bien como una serie de relaciones entre los hombres. Esto es lo que nos
permitirá otorgarle un sentido histórico a la entrevista.
Donde hay un antes y un después
El testimonio siguiente hace un marcado énfasis en los momentos de ruptura en la vida
del entrevistado, un tejedor de Santa Ana del Valle:

«Cuando empecé a trabajar como por 1920 por ahí, empecé muy joven a tra-
bajar la artesanía, pero entonces se acostumbraba más sencillo el trabajo; digo
yo sencillo porque ahorita según veo la artesanía ya está mas avanzada, ya veo
muchos dibujos que hacen en la orillita, pero antes era de otro modo, desde más
antes más joven, más niño se puede decir, me platicaban mi papá, mis abuelos,
que usaban mantas morada, roja, verde que se llamaban así como acabo de de-
cir: rojo, verde y colorado. . . así se llamaba. Bueno, pero ya últimamente de allí
nació que empezaron a trabajar. . . las cobijitas rayadas. . . esas cobijas se hacían
de lana legítima, todo aquí se trabajaba, empezando a trasquilar los borreguitos
3
Entrevista realizada por Rogelio Sánchez Aquino a Víctor Morales Bautista, en Santa Ana del Valle, Oaxca, 1992.
4
Ídem.
58 Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia

acá mismo en la población o en otros pueblos o en fin, conseguían la lana y luego


de allí llegaban, a veces traía espinas, traía muchas cosas, basura y todo, pues se
limpiaba y luego de allí lo llevaban al río a lavarlo y cuando venía muy graso-
sa. . . la lana, entonces se utilizaba lejía de ceriza y con eso quitaban toda la grasa
y entonces ya la llevaban al río a lavar y por allí lo secaban y ya seco ya lo traían
a la casa, lo extendían en un petate y lo vareaban para que se aflojara donde
quedaba medio anudado. Ya que estaba preparado, listo, entonces se selecciona-
ba lo negro aparte y lo que salía. . . como de otro color pardo, y luego lo blanco y
lo que les tocaba pintar, bueno, también lo pintaban y así, pero antes de eso para
que llegara a ser hilo se tenía que escardar, así lo llamaban antes, escardar, una
cosa que se llamaba «diogar» antiguamente en dialecto, diogar que es cardar, ahí
se hacía y luego viene un banquito adonde se hacía el hilo y ya escardar y ese
hilo se hacía con un malacate. . . allí lo hacían el hilo y de ese hilo ya sabían cuál
hilo servía para la tela y cuál servía para el tramo de hacer cobija, y entonces ya
entraba en el telar. El telar es un aparato cuadrado, ya lo conocemos y de allí se
pone para trabajar y de allí ya entra la «viadura», así se va haciendo todo, pero
entonces ya la cobija ya vino con más diseños, otros más complicados, vino una
temporada como por 1923 por ahí, entonces era pura cobijada de greca y tubú,
águila, algún otro pájaro, en fin, ahorita en la actualidad hacen toda clase de
monitos, no sé».5

Este artesano construyo su relato en términos de un antes y un después, donde el punto


de ruptura es el momento en que comienzan a aparecer diseños más complicados; esto
significa un cambio en la mentalidad de la gente, porque el producto no está únicamente
en función de cubrir sus necesidades cotidianas, sino de un mercado. Otro artesano que se
fue de su pueblo, cuando regresó encontró que más gente estaba dedicada al tejido pero ya
lo hacían de otra forma: «el trabajo es muy diferente a lo que trabajaba yo».6 La diferencia
principal la notaba en que en su tiempo «la mayoría trabajaban cobijas comunes y corrientes,
era sencillita, y al último cuando (regresó), greca y dibujos de los que acabo de decir».7 Este
es otro claro ejemplo de énfasis en la ruptura. De hecho, es un artesano que aprendió a
principios de siglo el proceso de trabajo en su conjunto: trasquilar los borregos, limpiar
la lana, cardar, hilar, tejer, teñir y vender; él no lo hacia todo, pero su familia trabajaba en
conjunto y tenia el conocimiento global. Con el tiempo el proceso de trabajo se fue dividiendo
o separando. Tal es el caso de la preparación de la lana o la fabricación de los telares, que
se hacen en determinados pueblos. Algunas tareas han quedado en manos de las fábricas,
como sucede con el teñido de los hilos. Antes los tintes los elaboraban las mismas familias
de manera natural y ahora ya casi nadie lo hace. Los hilos de lana han sido sustituidos poco
a poco por los hilos de nailon y otras fibras sintéticas. Como resultado de estos cambios en el
proceso de producción, los artesanos se concentran casi exclusivamente en la labor del tejido,
que se hace cada vez más complejo y sigue los patrones impuestos por los comerciantes del
exterior de la comunidad.
El cambio en la vida de los artesanos está causado por elementos externos a ellos o a la
comunidad. Ellos así lo sienten. La señora Auria Bautista Martínez nos platica su experiencia
en el momento en que tuvo que irse de la comunidad:

5
Ídem.
6
Entrevista realizada por Angélica Bautista Gutiérrez a Cruz Bautista en Santa Ana del Valle, Oaxca, 1992.
7
Ídem.
Continuidad, ruptura y ciclo en la historia oral 59

«Antes de que yo saliera no se compraban las tortillas, ni el atole sino que aquí
todo hay que prepararlo por la gente. . . al gusto, pero después de que las mu-
jeres salen de este pueblo y que regresan, ya no les gusta hacer nada, les gusta
comprar sólo lo hecho, bueno, casi todo».8

Esto nos muestra que también empiezan a dejar a un lado ciertas costumbres. Las necesi-
dades económicas, o simplemente la sed de aventuras o de conocer otros lugares, llevan a la
gente a salir de sus comunidades. Esto les permite observar otras costumbres y compararlas
con las suyas. La forma como ellos asimilan sus experiencias la muestran en el testimonio;
para ellos, hablar sobre ese tema significa señalar los cambios que ven en la vida de las
personas y de la comunidad.
La continuidad en el tiempo
Los relatos nos hablan también de la continuidad en la vida de la gente. Los individuos
describen quizás el proceso de trabajo que aprendieron, pero es más probable que se re-
fieran al que han practicado varias generaciones anteriores. Este énfasis en la continuidad
tiene mucho que ver con la percepción de la artesanía. Para ellos la artesanía significa una
conexión con el pasado, con la generación que les antecedió. Por lo mismo, el desempeño
del oficio es una manera de conservar las costumbres y la identidad de los pueblos. De esta
manera, las continuidades tienen que ver con la concepción misma de la vida.
Una característica central del oficio artesanal es la repetición, la cual se ve favorecida por
encima de la innovación. Para poder repetir las cosas hay que saber imitar bien la manera en
que se hacían antes; el dominio del oficio estriba en conocer todos los secretos que permitan
reproducir un mismo producto y la relación familiar. El orgullo del maestro artesano se sus-
tenta en el conocimiento. La innovación, en cambio, no se valora igual, e inclusive significa
un ataque a la concepción del ser artesano.
El oficio mantiene una estrecha relación con el pasado, que se conoce a través del relato,
los mitos y las leyendas trasmitidos por la tradición oral y reproducida a través de las arte-
sanías. Cuentan que los dioses les dieron el don del conocimiento de los oficios como una
forma de sobrevivencia. De esta manera se mezcla lo religiosos con lo profano. «En Santa
Ana – pueblo de origen zapoteco – [. . . ] la virgen de Santa Ana les enseño a tejer su ropa,
por lo que es la santa patrona del pueblo».9 En Tepelmeme «(la palma) sin duda durante
muchos años se ha considerado como un regalo de los dioses prehispánicos y aun del dios
cristiano, por lo que hay que vivir con ellos».10 Algunos tejedores de Santa Ana del Valle
elaboraron un diseño muy complicado que, según cuentan en el pueblo, varias personas ha-
bían soñado. Pocos tenían ese don para hacer este tejido con un boceto muy especial, por
lo que «en el momento de morir éstos desaparecieron esas formas de realizar los tejidos».11
En San Miguel El Progreso las tejedoras copiaron del agua su diseño,12 era un designio de la
naturaleza para los habitantes del pueblo. Así los hombres piensan que sus manos son sola-
mente un instrumento de los dioses. En este sentido afirman que su trabajo no es original;
los dioses son los únicos creadores y el indígena es el intermediario entre ellos y los objetos
que crean.
El oficio es, pues, una conexión con el mundo religioso porque en cierto modo pertenece
a la divinidad. En Santa Ana se cuenta que la virgen trajo el oficio al pueblo: se apareció
8
Entrevista realizada por Angélica Bautista Gutiérrez a Auria Bautista Martínez, Santa Ana del Valle, Oaxca, 1992.
9
Conversación con los tejedores de Santa Ana del Valle, durante el curso impartido en marzo de 1992.
10
Guión del Museo de Tepelmeme, Oaxaca.
11
Conversación con Tino en Santa Ana del Valle, durante el curso impartido en marzo de 1992.
12
Entrevista con una señora de San Miguel El Progreso, Oaxca, en mayo de 1992.
60 Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia

junto a un pozo y llevaba con ella las herramientas y le hilo del tejedor. Estas imágenes no
sólo acercan el oficio a la religión católica sino también a ciertos elementos de la religión
prehispánica, como son el agua y el interior de la tierra, ambos poblados por seres divinos.
La artesanía es la herencia de ese legado de religiones que se expresa en la fiesta de la
santa patrona de Santa Ana del Valle. Los jóvenes del lugar van a solicitarle a la Virgen que les
permita iniciarse en el conocimiento del oficio. Multitudinarias peregrinaciones llegan ante
el Señor de Esquipulas durante todo el año para pedirle su protección.13 Año tras año se
repiten con gran entusiasmo estas celebraciones. Las fiestas patronales se organizan a través
de las mayordomías; se preparan las danzas, los fuegos artificiales, la comida. Los artesanos
se esmeran en esas fechas para hacer sus mejores piezas. Por ejemplo, en la fiesta de muertos
de Suchiquiltongo se hacen canastas nuevas, porque según la creencia, «los muertos buscan
estrenar su cargador ‘pa guardarles el pan».14
La religiosidad se expresa no sólo en las fiestas sino también en la vida cotidiana. En
las casas hay imágenes de santos, de la virgen, crucifijos, veladoras y palmas. A ellos se
encomienda la gente con un sentido mágico, religioso para pedirles que les conceda un buen
día y que alejen lo malo de su camino.
Se mantiene una relación cotidiana con los dioses a través del oficio, cuyos productos se
utilizan en el transcurso de la vida. «Por muchos siglos (la palma) ha estado presente cuando
un hombre nace, en sus juegos infantiles, en su trabajo, en el techo de sus casa y en el petate
con que los envolvían al morir y ser depositados para siempre en el seno de la madre tierra, y
qué decir de la ‘la palma bendita’ del Domingo de Ramos o de los huaraches15 de los difuntos
que van a transportarlos a la eternidad».16
Hablar del trabajo de los artesanos nos ubica en el pasado y a la vez en el presente,
porque la artesanía encaja dentro de una concepción muy antigua del mundo. Pertenece a
un pasado con mucha actualidad.
¿Cómo manejar la entrevista?
El manejo del tiempo durante la entrevista va de la mano con la concepción que el en-
trevistador tenga de él. Por ello, el entrevistador debe ser consciente de su idea del tiempo.
Pero la concepción del entrevistado en este sentido no es menos importante para determinar
el resultado final. El entrevistador con sus preguntas y el entrevistado con su información
construyen conjuntamente un documento oral que recrea una forma de pensar el tiempo.
Por lo general el entrevistador maneja una concepción lineal del tiempo. Desde esta pers-
pectiva, todo se reduce a un principio que avanza sin desvío hacia un final; el cambio pierde
importancia como forma de análisis. Por lo mismo, se dejan de lado los efectos truncados y
potenciales, olvidando que los fracasos y cauces alternos contribuyeron al desenlace particu-
lar. No se concibe el tiempo cíclico o multilineal, que avanza con rupturas o que retrocede;
cuando el flujo de la entrevista introduce esta perspectiva, el historiador no siempre se en-
cuentra preparado para afrontarla.
La concepción lineal es evidente en los investigadores que comienzan preguntando sobre
la fecha de nacimiento, la infancia, la escuela, el ingreso al trabajo, los tipos de trabajo, y así
sucesivamente hacia delante, hasta llegar al presente. En las entrevistas a los artesanos, se
construye la siguiente secuencia cronológica:
1. ¿Es usted artesano?
13
Conversación con Ricardo Gutiérrez S., en Santa Ana del Valle, en abril de 1992.
14
Entrevista realizada a Eulalio Pinelo Sosa, 1992.
15
N. del E.: nombre con el que se le conoce en México y otros países latinoamericanos a la sandalia.
16
Folleto del Museo de Tepelmeme, Oaxaca.
Continuidad, ruptura y ciclo en la historia oral 61

2. ¿Cómo aprendió a tejer?


3. ¿Quién le enseño a tejer?
4. ¿Cuántos años tenía cuando empezó a tejer?
5. ¿Cómo realiza su trabajo?
Esta secuencia parte de la situación actual, ser artesano, y se basa en varios supuestos
importantes: que el entrevistado no tuvo más opción que ser artesano, que el oficio se redu-
ce a tejer y que la edad es determinante para empezar a hacerlo. Pero si cambiáramos las
preguntas e inquiriéramos acerca de los intereses que el individuo ha tenido y las cosas que
ha aprendido a lo largo de su vida, sobre por qué decidió aprender a tejer y qué sucedía en
su vida cuando empezó a hacerlo, seguramente veríamos no sólo una vida más compleja,
sino tiempos que se enciman, principios que se repiten, eventos que se interrumpen, finales
que no llegan. El entrevistador que no es consciente de su concepción del tiempo, tampo-
co cuestionará esos supuestos. Proponemos dos formas de observar el tiempo: la primera,
atender a los cambios en la vida de la gente que entrevistamos: la segunda, analizar las
transformaciones de una generación, así como sus formas de expresión.
El primer problema al que el entrevistador se enfrenta es cómo romper con esa explica-
ción actual que tiene el entrevistado acerca de su vida y lograr darle un sentido histórico. Un
punto de partida puede ser trabajar con el entrevistado el momento de su vida que recuerde
mejor, con la finalidad de conocer sus valores e irlos comparando poco a poco con su pasa-
do. Un ejemplo de este manejo es la entrevista que se hizo a Víctor Morales Bautista, que
nos narra cómo se inicio en el tejido cuando tenía 14 años en la década de los veinte y nos
describe el proceso de trabajo y el diseño que se utilizaban en esa época. Esto da pie a una
comparación con la forma de trabajo y los diseños que se hacen hoy día.17
Sin embargo, no hay recetas ni guías a seguir. El entrevistador debe buscar el momento
apropiado sobre el cual profundizar y construir la entrevista, no de forma lineal sino si-
guiendo las rupturas, las continuidades, los ires y venires que ese momento le permita ir
conociendo. Con preguntas acerca de la vida actual del entrevistado y el entrevistador y
que favorezcan la continuación de las entrevistas. Por ejemplo, a Ricardo, tejedor del pue-
blo de Santa Ana del Valle, se comenzó por preguntarle a qué estaba dedicado actualmente.
Él respondió describiendo su labor en el campo, luego hablo de la forma como trabaja el
tejido. Nos contó sobre la época en que fue albañil, el tipo de familia que formó y lo que
representaba para él su trabajo.18
La descripción del momento actual es particularmente útil porque nos muestra los diver-
sos significados y contextos en los que el entrevistado vive: «como un restaurador de cuadros
que va descubriendo una a una las distintas capas de la pintura, el historiador reconoce el
final de la estructura fundamental de la acción actual».19 A partir de aquí, se dirige la vista
hacia el pasado o presente del entrevistado para reconstruir la secuencia de los hechos y para
conocer su manera de pensar, los valores, las normas y los significados con los que explica
su pasado. Una persona puede intentar explicar su actuación en el pasado en términos del
momento actual, lo cual debe poner al historiador a la expectativa. La finalidad es encon-
trar los momentos de cambio y ruptura, es decir introducir la historicidad en la narración
para continuar profundizando en los diversos momentos o etapas de la vida del individuo.
Si bien la forma de abordar al entrevistado es a partir de preguntas acerca de su presente,

17
Entrevista realizada por Rogelio Sánchez Aquino a Víctor Morales Bautista en Santa Ana del Valle, Oaxca, 1992.
18
Entrevista realizada por Mario Camarena a Ricardo Gutiérrez en Santa Ana del Valle, Oaxca, 1992.
19
Phillipe Joutard. Esas voces que nos llegan del pasado. México: Fondo de Cultura Económica, 1986, Breviarios,
345.
62 Mario Camarena | Gerardo Necoechea Gracia

se pondrá más cuidado en la estructura del relato que en los detalles, en la interpretación
de las actitudes más que en establecer cuáles fueron. El problema principal consistirá en
cómo remontarse al pasado a través del presente. Ese rastreo en el pasado es importante
en términos históricos; lo que se quiere es mostrar los cambios en la vida del entrevistado,
buscando sus causas y explicándolas en función del momento en el que ocurrieron y no del
presente solamente. Otro aspecto que las entrevistas nos pueden mostrar es el de los cambios
y rupturas de una generación a otra. Esto lo posibilita el hecho de trabajar con personas de
diferentes edades. Los artesanos a los que entrevistamos pertenecen a tres generaciones y
esto nos ha permitido apreciar transformaciones y entender la estructura del presente y del
pasado; el paso del tiempo es un elemento importante para establecer comparaciones. Pero
no necesariamente se requiere entrevistar a generaciones diferentes, de abuelos a padres e
hijos; se pueden hacer comparaciones a partir de una misma entrevista. A modo de ejemplo,
retomando parte de las entrevistas a Ricardo Gutiérrez, se partió de la forma como enseña a
sus hijos el oficio de tejedor y después se le pregunto cómo le enseñaron a él.20 Así pudimos
precisar los cambios y las continuidades en las formas de transmitir el conocimiento. Con
este mismo fin, le preguntamos cómo trabaja ahora, a lo que indicó que su familia ya sola-
mente se dedica al tejido de los tapetes para la venta y que el hilo lo compran. Señalo que
antes los niños y las mujeres eran los encargados de preparar el hilo en casa y no se adquiría
en el comercio.21
Conocer con detalle la circunstancia actual de entrevistado nos permitirá indagar y com-
parar con otras épocas de su vida. La entrevista anterior hace referencia a tres momentos
del aprendizaje. El entrevistado habla primero de cómo aprendieron sus hijos, después ex-
plica cómo enseñaría a un extraño a tejer hoy día y, por último, habla de cómo aprendió
él a tejer. Se puede hacer una comparación entre estos tres momentos. Identificaríamos así
un fenómeno de tipo cíclico que viene a sumarse a las continuidades – tal como la relación
maestro-aprendiz – y a las rupturas como la desaparición del proceso de hilado y de unidad
familiar productiva.

20
Entrevista a Ricardo Gutiérrez (citada).
21
Ídem.
Capítulo 8

Fuentes orales e historia obrera: el caso de los zapateros en


Costa Rica

Víctor Hugo Acuña Ortega


......

La particularidad de las reflexiones que siguen está condicionada por los límites de nues-
tra experiencia.1 Nosotros somos principalmente practicantes de la historia obrera y apenas
usuarios de la historia oral. A ella hemos llegado desde el estudio histórico de las clases tra-
bajadoras y condicionados por un largo contacto con la fuente escrita. Por esta razón, hemos
visto la historia oral como una técnica o un instrumento que nos permite enriquecer la histo-
ria obrera con otro tipo de fuente.2 Nuestro interés no es por tanto ni el del «archivista de la
palabra», ni el del estudioso de la tradición oral como expresión de la cultura popular, ni el
del antropólogo o el sociólogo que hace de la historia de vida su principal instrumento para
conocer e interpretar la estructura y las dinámicas sociales. Tal aproximación instrumental a
la fuente oral, comporta la ventaja de que siempre pasa por un proceso de confrontación con
la fuente escrita, pero conlleva el riesgo de mal interpretar la especificidad del testimonio y
de subestimar su riqueza.
Por otra parte, nuestra práctica de la historia obrera y nuestro uso de la historia oral han
estado insertos en un interés ético político de recuperar la memoria popular. Nos ha ocupa-
do la historia obrera, porque hemos querido rescatar el papel de las clases trabajadoras en
el desarrollo histórico de nuestro país y nos aproximamos a la historia oral con el objetivo
inicial de rescatar los recuerdos de trabajadores que participaron en luchas y conflictos que
tuvieron gran relevancia en la historia contemporánea de Costa Rica. Esta legítima intención
ético política tuvo como efecto, en las primeras etapas de nuestro trabajo, la insistencia cons-
tante de ver a los sectores populares como gestores o actores y en considerar su memoria
más como un monumento (objeto de admiración y conmemoración), que como documento
o instrumento de análisis. No en vano en los inicios nuestra intención era recopilar y publicar

1
Nuestra investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto sindical del Centro de Estudios para la Acción
Social (CEPAS) en el que hemos contado con el apoyo, el estímulo y la crítica de los compañeros Elisa Donato,
Carlos Castro y Mauricio González.
2
En esta óptica véase Peter Winn, «Oral History and the Factory Study: New Approaches to Labor History», Latin
American Research Review, vol. XIV, Nº 2, 1979.
64 Víctor Hugo Acuña Ortega

recuerdos (salvar la memoria popular) y reunir algunas biografías de trabajadores destaca-


dos por su trayectoria militante. Tal visión ingenua de la memoria popular y de la técnica
que permite restituirla implica un doble riesgo: reducir el recuerdo a una mera ilustración
de la postura ideológica del investigador y, potencialmente, propagar una visión heroica e
inclusive hagiográfica de la historia obrera.
No obstante, en el transcurso de la investigación, logramos convertir la fuente oral en
material para la reconstrucción de las circunstancias de formación de la conciencia obrera3
y en instrumento que nos permitió interpretar los vínculos que existen entre la vida cotidia-
na, el proceso de trabajo y las características de la organización sindical.4 A partir de este
momento hemos empezado a descubrir las posibilidades y los limites de la fuente oral en la
construcción de una historia de los trabajadores.
Esos límites y posibilidades aparecen sobredeterminados por el tipo de sujetos en el que
centramos nuestro estudio. En efecto, hemos estado trabajando no con cualquier tipo de
trabajador sino con militantes y dirigentes del Sindicato de Zapateros de Costa Rica. Es-
ta selección estuvo predeterminada por nuestras ya indicadas opciones ético políticas pero
también se fundó en otro tipo de consideraciones. La primera emanó del estudio del presente
y de la constatación de las debilidades de la organización sindical de los obreros industriales
de la Costa Rica actual; debilidades que conocía y sufría la dirigencia del Sindicato de Zapa-
teros con la que hemos mantenido una relación permanente a lo largo de la investigación. El
presente nos condujo, por contraste, al pasado, pues precisamente en las décadas de 1930 y
1940 los zapateros y su sindicato habían mostrado una gran actividad de militancia laboral
y política. Aquí es donde aparece la segunda consideración: la categoría ocupacional de los
zapateros y su organización sindical tuvieron una posición central en los movimientos socia-
les y en las luchas políticas del período 1931-1948. El Sindicato de Zapateros constituyó el
movimiento más avanzado del movimiento sindical de aquel período y los trabajadores del
calzado aportaron numerosos activos e influyentes militantes y dirigentes al Partido Comu-
nista, precisamente en una fase en que éste tuvo una gran resonancia en la vida nacional.
En consecuencia, más allá de nuestros valores, el estudio constituye de por sí una cuestión
relevante en la investigación del proceso de formación de la clase trabajadora costarricense.
En suma, nuestros testimonios presentan las posibilidades y los límites de la fuente oral,
bastante conocidos pero sobreestimados, para bien y para mal, ya que provienen de indivi-
duos que protagonizaron, y no sólo padecieron, la historia y que adquirieron una visión del
mundo coherente y totalizante con su adhesión al movimiento comunista de la época.5
El material que poseemos consiste en una decena de historias de vida, en tres entrevistas
colectivas realizadas con las mismas personas con quienes hicimos las historias de vida, y
en una autobiografía escrita por el secretario general del Sindicato de Zapateros6 años antes
de que iniciáramos nuestra investigación. Es pertinente indicar que el dirigente obrero se ha
preocupado desde tiempo atrás por conservar y transmitir por medio de distintos escritos la

3
Víctor Hugo Acuña Ortega, «La formation de la consciente syndicale et politique chez les ouvriers de la chaussure
au Costa Rica (1920-1934)», ponencia presentada en el VI Congreso Internacional de historia oral, Oxford, 11-13
de septiembre de 1987.
4
Ídem, «Vida social, condiciones de trabajo y organización sindical: el caso de los zapateros en Costa Rica, 1934-
1955», ponencia presentada en el II Seminario de Historia Sindical, FLACSO/INAH, Tlaxcala, 30 de noviembre-4
de diciembre de 1987.
5
Sobre los problemas del militante obrero como informante, véase Liliana Lanzardo, «Class Consciousness and the
Fiat Workers of Turín since 1943», en Our Common History: The Transformation of Europe, edición de P. Thompson
y M. Burchardt, Londres, Pluto Press, 1982.
6
Juan Rafael Morales, «Autobiografía», Concurso Nacional de Autobiografías de Obreros y Artesanos, Heredia, Costa
Rica: Universidad Nacional, 1982, manuscrito fotocopiado.
Fuentes orales e historia obrera:. . . 65

historia del sindicato, de manera que nuestra inquietud por la historia de éste ha encontrado
en esta persona eco, apoyo y orientación.
Es conveniente advertir que también hemos recopilado información escrita, sobre el sin-
dicato y sobre los zapateros en general, que procede de fuentes periodísticas, de documentos
de archivos, de materiales censales y de las actas de la junta directiva del sindicato. A pesar
de que aún no hemos procedido a efectuar una confrontación exhaustiva y sistemática entre
esas fuentes y la fuente oral, estamos en capacidad de hacer un balance preliminar de lo que
ha significado para nosotros el uso de las fuentes orales.
Conscientes de que quien no se ha informado previamente no puede realizar encuestas
orales, adquirimos un primer bagaje de conocimientos sobre la historia de los zapateros
y de su sindicato en Costa Rica por diversos medios: lecturas generales sobre la historia
obrera y el Partido Comunista de Costa Rica durante el mismo período, cierta tradición
oral que flora en el ambiente costarricense y da a los zapateros fama de comunistas, una
historia del Sindicato de Zapateros redactada por uno de sus dirigentes,7 que fue de especial
orientación, y la autobiografía ya citada que aporta información valiosa; también debemos
mencionar diversas conversaciones con el ya citado secretario general del sindicato quien
es una especie de memoria viviente de la organización. Con estas bases, nos lanzamos a la
recopilación de historias de vida y a la realización de lo talleres en los que efectuamos las
entrevistas colectivas a los viejos zapateros.
La primera contribución que innegablemente nos ha dado la historia oral ha sido el
desarrollo del propio proceso de investigación.8 Nuestras intuiciones, hipótesis y problemas
de partida deben muchísimo al diálogo continuo que hemos mantenido con el secretario
general del sindicato. Las entrevistas nos han permitido localizar algunas fuentes: libros
de actas, fotografías, un hermoso álbum con fotos, recortes periodísticos, carteles de los
equipos de fútbol y de ciclismo del sindicato, y versos y canciones de corte militante escritos
por uno de nuestros entrevistados. Aunque al principio el contacto con los entrevistados fue
posible gracias al sindicato, algunos trabajadores del primer grupo de entrevistados nos han
permitido ponernos en comunicación con otros informantes, en una especie de efecto de bola
de nieve. De esta manera, el propio proceso de recopilación de testimonios ha servido para
encontrar nuevos informantes.9 En suma, el contacto con los sobrevivientes de una época
histórica no sólo ha servido para recuperar sus recuerdos, sino también para encontrar otro
tipo de vestigios. Esto no hubiera sido posible si hubiéramos limitado nuestras pesquisas a
los archivos públicos y a los fondos hemerográficos.
La fuente oral decíamos, ha contribuido a fórmular nuestra problemática, nuestras in-
terpretaciones y a descubrir aspectos desconocidos de nuestra realidad. La importancia que
tuvieron las particulares condiciones del proceso de trabajo (que imperaban en los talleres
de zapatería de Costa Rica en la primera mitad de siglo) en el comportamiento sociopolítico
de los zapateros, nos fue revelada por la fuente oral. Ella nos ha permitido aproximarnos
a la vida cotidiana en el mundo del trabajo, pero sobre todo nos ha posibilitado conocer el
significado que los zapateros le confieren para explicar su radicalismo social y político.
Durante los años de beligerancia del Sindicato de Zapateros y de influencia del Partido
Comunista en la vida nacional, fue emitida la legislación social costarricense. Alrededor

7
Resumen histórico. 50 años de luchas del Sindicato Nacional de Trabajadores del Calzado, Cueros y Similares, ma-
nuscrito, 1984.
8
Una constatación análoga se encuentra en: Lutz Niethammer, «Oral History as a Channel of Communication
between Workers and Historians», en Our Common History. . . , op. cit.
9
Una experiencia similar se encuentra reportada en: Ives Lequin y Jean Métral, «A la recherche d’une mémoire
collective: les métallurgistes retraités de Givors», Annales (E.S.C.), año 35, Nº 1, enero-febrero, 1980.
66 Víctor Hugo Acuña Ortega

de las reformas sociales de la década de 1940 se ha tejido toda una historia oficial que
comparten los diversos sectores políticos del país, incluidos los comunistas. No en vano
los distintos actores sociales y políticos las denominan «conquistas sociales» y las conciben
como un pilar de la Costa Rica contemporánea. No obstante, poco se ha investigado sobre los
efectos inmediatos que tuvo sobre la vida de los trabajadores dicha legislación social. Es aquí
donde el testimonio oral ha mostrado su utilidad porque las entrevistas con los zapateros nos
han revelado que la legislación social y en particular el Código de Trabajo emitido en 1943
directa e indirectamente tuvo efectos negativos sobre los zapateros. Por un lado, en forma
directa, afectó el poder del sindicato, pues eliminó la sindicalización obligatoria y estableció
la libre afiliación. Por otro lado, indirectamente, favoreció la perdida de cohesión del grupo
y de la organización, ya que la parte patronal enfrentó la nueva legislación disolviendo los
talleres y adoptando la modalidad de trabajo a domicilio. Este cambio en el proceso de
trabajo inducido indirectamente por la legislación social, tuvo efectos negativos sobre la
capacidad de lucha y de organización de los zapateros. Ciertamente que este proceso en
toda su complejidad y precisión debe ser establecido con otro tipo de fuentes, algunas de
ellas disponibles, como las actas del sindicato y otras sobre historia de empresas que aun
no hemos podido localizar. En todo caso, gracias a la historia oral hemos vislumbrado un
horizonte que nos era desconocido.
La fuente oral también nos ha ayudado a ver con relatividad ciertas interpretaciones de
nuestra historia firmemente extendidas. El movimiento obrero sindical y político dirigido por
el Partido Comunista fue derrotado en una corta guerra civil que hubo en Costa Rica después
de 1948. A partir de esa fecha, estas organizaciones perdieron influencia en la vida nacional
de manera duradera y definitiva. Usualmente se atribuye este declive del comunismo a la
derrota y a la represión que sufrió en y después de 1948. No obstante, la fuente oral nos
ha permitido reconsiderar esta interpretación y valorar otros factores en la explicación del
declive histórico del comunismo en nuestro país. Así, lo que ocurrió después de 1948 debe
ser atribuido más bien a cambios en las políticas estatales, a modificaciones en la estructura
social, a procesos de movilidad ocupacional y en fin, a nuevos procesos de formación de la
clase trabajadora costarricense. En este aspecto, ha sido relevante no sólo la opinión de los
entrevistados sino también su propia historia ocupacional que hemos establecido a partir de
sus historias de vida. En suma, a partir de los testimonios nos hemos visto obligados a revisar
interpretaciones sobre aspectos básicos del desarrollo de la Costa Rica contemporánea.
No hemos derivado de la fuente oral nuestra concepción de lo que debe ser la historia
obrera. Ya antes de utilizarla sabíamos que la llamada historia del movimiento obrero suele
ser sesgada, limitada e ideologizada. Por tal razón, decidimos adoptar frente a la categoría
ocupacional de los trabajadores del calzado una perspectiva de historia total. Así, hemos
tratado de establecer todos los siguientes aspectos: condiciones laborales, procesos de traba-
jo, cambios tecnológicos de la rama, condiciones de vida y estratificación social interna del
grupo; al lado de estas condiciones económicas, hemos tratado de determinar sus formas
organizativas, sus patrones de acción colectiva o de protesta social y sus modos de inserción
y participación en la actividad política; de igual manera, hemos intentado acercarnos a sus
instituciones y prácticas culturales y a las formas y contenidos de su conciencia social; por
último, nos ha preocupado el contexto y las relaciones sociales en que se encuentra inserta
la categoría ocupacional en relación con el estado, la Iglesia y los patronos; en suma, hemos
intentado situar este grupo de trabajadores en el marco de un patrón de relaciones de clase
que necesariamente remite a la dinámica de la totalidad social.
Siempre hemos tenido una visión de la clase social no como estructura o posición en
relaciones estructurales, sino como proceso histórico de construcción de identidades en el
Fuentes orales e historia obrera:. . . 67

marco de unas relaciones sociales de conflicto y cooperación, de dominación y resistencia,


de explotación y negociación. El concepto de experiencia10 ha sido por tanto central en
nuestra manera de ver a los zapateros. Ellos han sido criaturas y creadores de condiciones y
situaciones sociales históricamente cambiantes.
La fuente oral nos ha permitido confirmar y radicalizar nuestros supuestos teórico meto-
dológicos. Por ejemplo, nos ha permitido conocer cómo una serie de experiencias de diversa
naturaleza condujeron a estos trabajadores a adoptar determinado comportamiento social
y político. Fueron determinadas condiciones particulares y ciertos procesos históricamente
contingentes los que llevaron a los zapateros entrevistados a hacerse comunistas. La forma-
ción de su conciencia no fue el resultado de un ciego e irremediable determinismo estructu-
ral, sino de una historia y de la manera en que esa historia incidió en unas vidas concretas.
Los testimonios de estos zapateros nos han mostrado que el radicalismo obrero no depende
únicamente de la conducción de una vanguardia política y que la formación de la conciencia
política obrera no necesariamente es introducida desde afuera como plantea el leninismo.
Al contemplar la trayectoria ocupacional de nuestros entrevistados, hemos podido adivinar
que los procesos de formación de clase constituyen un perpetuo movimiento nunca cristalizado.
En suma, la historia oral nos ha sometido a la dura prueba de establecer una relación más
flexible y más productiva entre conceptos abstractos y vidas concretas. La fuente oral nos ha
planteado el grave desafío de conjugar la «no uniformidad de la experiencia humana»11 con
la pretensión de generalidad y de explicación global de la ciencia social. De igual manera,
la historia oral nos ha obligado a reflexionar sobre las relaciones que existen entre la acción
humana y los condicionamientos estructurales, entre libertad y necesidad en la historia.12
¿Cómo produce la vida social individuos y trayectorias vitales? ¿Cómo producen los indi-
viduos la sociedad? ¿Cómo conforma un agregado de experiencias individuales un destino
colectivo? Ésas son preguntas que siguen asediando nuestro trabajo de investigación y que
son alimentadas por el trabajo de recopilación de testimonios.
La fuente oral no sólo nos conduce a tensiones teóricas no fácilmente solubles sino que,
de igual manera, introduce correcciones en nuestros presupuestos ideológicos. Sin lugar a
dudas las personas que hemos entrevistado son en muchos aspectos excepcionales y admi-
rables por su compromiso en la práctica y su elevada conciencia. Ellos nos confortan en
nuestra idea de que el pueblo también hace la historia. Sin embargo, a veces nos han in-
ducido a olvidar que no todos los trabajadores, incluidos muchos de sus contemporáneos
zapateros, han sido igualmente conscientes, comprometidos y luchadores. La contrapartida
de este trabajador protagónico es el obrero aislado en su individualidad y cotidianidad con
el cual no hemos tenido contacto. Nuestra historia nunca será completa mientras no seamos
capaces de determinar lo que sentía y pensaba el obrero conformista o los zapateros (que
los había) claramente anticomunistas. Para ser exactos nuestros entrevistados nos han brin-
dado alguna información de la existencia de ese tipo de trabajador, pero desgraciadamente
por un sesgo del entrevistador y por la posición ideológica del entrevistado, hemos dejado
en la sombra ese tipo de humano. Ese silencio en el que hemos sido cómplices informante
e investigador, muestra el carácter irremediablemente subjetivo e incompleto que compor-

10
Véase E. P. Thompson. La miseria de la teoría. Barcelona: Crítica, 1981, pp. 253-263.
11
«If there is one aspect of human life which oral investigation reveals time and time again, it is the non – uniformity
of experience, the extraordinary variety of links between individuals and their environment, no matter how
limited that environment might be». David Ellwood y Anna Bravo, «Oral History and Resistance History en Italy»,
en Our Common History. . . , op. cit., p. 291.
12
Véase Daniel Bertaux, «Stories as Clues to Sociological Understanding: The Bakers of París», en Our Common
History. . . , op. cit.
68 Víctor Hugo Acuña Ortega

ta la fuente oral.13 No obstante, las entrevistas nos han permitido constatar que aun esos
trabajadores excepcionales son seres humanos de carne y hueso. A este respecto, la propia
fuente oral nos ha ayudado a terrenalizar nuestra visión idealizada de la clase trabajadora.
El héroe lúcido, incansable, de tiempo completo, e inclaudicable hasta la muerte es una rara
avis de la sociedad y de la historia. No obstante, igualmente raro es el ser humano que es
únicamente una patética marioneta de las estructuras, de las determinaciones y de la domi-
nación. Un uso lúcido de la fuente oral nos puede prevenir de los extremos del romanticismo
populista y del pesimismo elitista. En última instancia, la fuente oral, la historia obrera y la
recuperación de la memoria popular sólo tiene un real interés, en la medida en que aporten
a la producción de nuevos saberes más críticos.14
La fuente oral es subjetiva y relativa, lo cual no significa como hemos visto, que sea
enteramente inútil. Desde el principio aceptamos que los trabajadores nos brindarían no «lo
que realmente sucedió», sino su punto de vista de lo sucedido, punto de vista que se formula
desde el presente y al final de una larga vida. En este sentido, aceptamos que la perspectiva
de estos trabajadores está condicionada por su formación comunista y por la historia oficial
del partido al que han pertenecido. Por ejemplo, su manera de contarnos cómo se hicieron
comunistas está condicionada por el hecho de que hasta el presente afirman conservar esa
adhesión ideológica. No obstante, su verdad subjetiva nos ha iluminado elementos objetivos,
por ejemplo, el lugar central que juega en su formación ideológica y en su vida militante el
mundo del trabajo. El consenso que al respecto han mostrado, nos autoriza a estimar que
su interpretación es correcta. De igual manera, nos parece que su explicación sobre cómo
se hicieron comunistas descubre elementos esenciales aunque aceptamos que es incompleta
puesto que ningún actor, por más lúcido y crítico que sea, nunca es totalmente consciente de
lo que ha sido su propio devenir.
Por otra parte, sus prejuicios y sus silencios también nos han enseñado. Por ejemplo, la
ausencia del anarquismo en sus recuerdos y los prejuicios negativos que algunos de ellos nos
han manifestado al respecto, han servido para recordarnos su formación comunista y para
indicarnos que éste es un problema que permanece abierto en la agenda de investigación. De
igual modo, su resistencia, su temor o sus insinuaciones indirectas respecto a su participación
en los procesos electorales anteriores a 1948, nos han permitido inferir que protagonizaron
actividades electorales de carácter fraudulento. En un país que ha llegado a sacralizar la
libertad y la pureza del sufragio, es natural que hoy resulte embarazoso confesar que en el
pasado se participó en fraudes, sobre todo si se toma en cuenta que en la guerra civil de
1948 ésa fue una de las principales acusaciones que se esgrimieron contra los comunistas.
Esta especie de sentimiento de culpa es normal, aunque los mismos entrevistados podrían
menguarlo señalando que el fraude no fue práctica exclusiva de los comunistas, sino algo
consustancial a la política de la época, practicado por todos los partidos y favorecido por
todos los gobiernos. La producción de fuentes orales en la medida en que es una relación de
dos comporta una dimensión de fascinación y seducción.15 Indudablemente nosotros hemos
sucumbido a tal seducción. La visión idealizada y gloriosa que los zapateros tienen de su
sindicato y de su lucha se ha apoderado de nosotros. No nos ha sucedido lo mismo con el
Partido Comunista, porque frente a él hemos tenido desde antes del inicio de la investigación
una actitud critica y de desconfianza frente a su versión oficial de la historia. No obstante, la

13
Alessandro Portelli, «Las peculiaridades de la historia oral», Tarea, Nº 11, noviembre de 1984.
14
Víctor Hugo Acuña Ortega, «Cuestiones de memoria popular e historia social», en Memoria y cultura popular
costarricense. San José: CENAP, 1986.
15
Mercedes Vilanova, «Introducción», en El poder en la sociedad. Historia y fuente oral, edición de Mercedes Vilano-
va. Barcelona: Antoni Bosch Editor, 1986.
Fuentes orales e historia obrera:. . . 69

propia fuente oral ha introducido correcciones puesto que los mismos viejos zapateros nos
han mostrado indicios, las más de las veces involuntariamente, de que el sindicato empezó
a tener diversos tipos de problemas años antes de la guerra civil y los años de represión.
La utilidad y la necesidad de la confrontación de la historia oral con otros tipos de fuentes
nos ha sido revelada en las actas de la junta directiva del sindicato, en donde hemos podido
verificar una historia más prosaica y necesariamente menos maravillosa.
Nuestra fascinación por la vida militante de estos trabajadores nos llevó a proponerles
un contrato de comunicación y de formulación de recuerdos que ha estado centrado sobre
esta dimensión de sus vidas. En este sentido, la información que hemos producido lleva
la impronta de ese sesgo. Hemos aprendido más sobre la vida pública, que sobre la vida
privada de estos trabajadores, más sobre su vida cotidiana laboral que sobre su vida cotidiana
familiar. Probablemente si hubiéramos planteado nuestra investigación en otros términos,
tendríamos otro tipo de recuerdos; para decirlo de alguna manera, hemos puesto más el
acento en que fueron comunistas y no en que fueron obreros, pero pudimos haber puesto
el énfasis en su condición de obreros y no en su condición de comunistas. Tal limitación
de nuestro trabajo, podría ser corregida ampliando la «muestra» de nuestros informantes,
pero de todas maneras el problemas es, en última instancia, insoluble porque es inherente
a la encuesta oral y en general a toda estrategia de investigación. En efecto, no hay que
olvidar que toda investigación condiciona el tipo de fuente que va a utilizar por el tipo de
problemática, objetivos e hipótesis que han sido formulados en su punto de partida. Las
fuentes y el modo de su utilización dependen de supuestos previos.
Existen diversas maneras de utilizar el testimonio oral.16 La más elemental e ingenua que
suscita nuestro mayor escepticismo, es la que consiste en simplemente recopilar el testimo-
nio oral y traducirlo al lenguaje escrito con fines edificantes, aleccionadores y movilizadores.
Esto es lo que hemos llamado el testimonio como monumento. Este uso cae por debajo de
la problemática de la investigación social. En este caso, el entrevistador aparentemente se
inmola en el altar de la voz del pueblo, incurriendo en muchas formas de candidez que re-
sulta dudoso tengan un contendido liberador. Otra forma de utilizar el testimonio un poco
más elaborada, es aquella que consiste en transcribirlo para luego ordenarlo temáticamente.
Aquí, aunque el esfuerzo del investigador es mayor, el valor del testimonio se reduce al de
ilustración o ejemplificación de ciertos aspectos considerados significativos por el investiga-
dor. Estas dos formas de utilización de la fuente oral, expresan una especie de fascinación
del testimonio sobre el investigador y manifiestan su dificultad para convertir esta fuente
en instrumento de producción de un conocimiento social crítico. En última instancia, estos
modos de utilización del testimonio dependen de la capacidad de narrar del informante y de
la alquimia literaria del entrevistador y de sus inclinaciones ideológicas.
La primera forma de utilización científica del testimonio consiste en convertirlo en fuente
(como cualquier otra fuente histórica) con la intención de resolver una problemática rele-
vante desde el punto de vista de la investigación. Es en esta modalidad que nosotros hemos
sido usuarios de la fuente oral. Hemos tomado fragmentos de los distintos testimonios, co-
mo el historiador tradicionalmente opera con la fuente escrita, con el fin de aclararnos algún
aspecto de la condición obrera. En otras palabras, conservando las precauciones pertinentes,
hemos buscado en la fuente oral su aporte factual, entendiendo lo factual no como eventos
específicos, sino como procesos iterativos de la cotidianidad, como procesos globales de un
período o como relaciones características de una situación social. En otras palabras, hemos
16
Sobre los distintos modos de utilización del método biográfico en las ciencias sociales puede consultarse: Franco
Ferrarotti, «Acerca de la autonomía del método biográfico», Jean Duvignaud, comp. Sociología del conocimiento.
México: FCE, 1982.
70 Víctor Hugo Acuña Ortega

pretendido utilizar la fuente oral en aquellos aspectos en que lo subjetivo es susceptible de


algún tipo de control. Por otra parte, hemos utilizado el testimonio para resolver problemas
en los que lo que estaba en juego era precisamente lo subjetivo, en donde lo que quería-
mos conocer eran subjetividades, como por ejemplo las condiciones que llevaron a nuestros
informantes a hacerse comunistas. No obstante, incluso en este caso hemos aceptado que
sólo hemos percibido un aspecto del proceso puesto que sus aspectos inconscientes no fue-
ron determinados. Debemos agregar que las preguntas que hemos formulado a la fuente
oral pueden ser parcial o indirectamente contestadas por otro tipo de fuente o pueden even-
tualmente ser sometidas a prueba por medio de la historia comparada. En suma, hemos
intentado domeñar la masa heterogénea de recuerdos contenida en nuestros testimonios,
formulándoles algunas preguntas que nos parecían relevantes. Dicho de otro modo, hemos
insertado la fuente oral en el flujo de la clásica estrategia del proceso de investigación social.
No obstante, nuestro procedimiento comporta una primera debilidad o limitación. He-
mos hecho abstracción de que la historia oral y las historias de vida adoptan una forma
narrativa, y que, como discurso, están sometidas a ciertos preceptos o códigos formales y de
sentido. La fuente oral es un discurso y como tal puede ser analizado, criticado e ilumina-
do por las disciplinas que se ocupan del estudio de los discursos. Hemos olvidado que los
hechos que hemos recogido han sido vestidos con ciertas formas lingüísticas, gramaticales y
semánticas.17 Es en este punto donde se ponen en evidencia las limitaciones de nuestra for-
mación como historiadores y las ingenuidades a que nos condenan cuando nos enfrentamos
a la oralidad y a la escritura, no como soporte de datos sino como sistemas de signos.18 A la
conclusión que llegamos es que usuarios o practicantes de la historia oral debemos dedicar-
nos a la adquisición de algunas herramientas de la teoría literaria y de la semiología. Sólo
de este modo podremos valorar adecuadamente la utilidad de esta fuente.
Otra forma de utilizar la fuente oral o en particular las historias de vida que nosotros no
hemos practicado, consiste en descubrir lo que podríamos llamar la lógica interna de una
trayectoria vital. En este caso la fuente oral no se utiliza para entresacar información, sino
que se la analiza globalmente para encontrar en ella algunos elementos de explicación de esa
trayectoria específica, que son simultáneamente elementos que nos permiten comprender
la estructura y la dinámica de la vida social. Probablemente valga la pena tomar una de
las historias de vida que hemos recopilado y hacer una lectura de ella como expresión del
desarrollo histórico costarricense a lo largo del presente siglo.
En nuestra corta experiencia como usuarios de la historia oral podemos afirmar que
ella es una firme aliada de la historia obrera como historia social y cultural de las clases
trabajadoras. Sus contribuciones son tan variadas que sería insensato no sacar provecho de
ellas. Pero así como es limitado hacer una historia obrera del siglo XX basada únicamente en
fuentes escritas, igualmente es restrictivo hacer historia obrera exclusivamente con fuentes
orales. En este caso lo que se impone es un diálogo entre los dos tipos de fuentes en donde la
una ilumina la riqueza y las carencias de la otra. Hacer investigación histórica en diálogo con
los actores es sumamente provechoso, a condición de considerar la palabra del actor como
una palabra susceptible de crítica y de evaluación. La fuente oral contribuye a pluralizar
las voces del pasado a las que está atento el historiador y esta pluralización debe inducir al

17
«. . . for the essential point is that interviews carry two kinds of clue, firstly through the explicit information which
is conveyed and secondly, the form of telling». Paul Thompson, «Introduction», en Our Common History. . . , op.
cit., p. 17.
18
Sobre la historia oral y las historias de vida como discursos, véase Regine Robin, «¿Cede la historia oral la
palabra a quienes están privados de ella, o es la historia de vida un espacio al margen del poder?», en El poder
en la sociedad, op. cit., pp. 195-203.
Fuentes orales e historia obrera:. . . 71

investigador a adoptar una visión pluralista del valor de sus fuentes. No hay voz humana
que sea deleznable, y del mismo modo, ningún discurso es sagrado.
La fuente oral también puede contribuir a profundizar el espíritu crítico en las tareas
de recuperación de la memoria popular. Una atenta escucha de la voz de los sin voz puede
servir como antídoto a las idealizaciones que sobre todo en América latina, solemos hacer
de ellos. Es iluso creer que nosotros somos apenas meros retransmisores de la voz popular.19
Esa voz, desde que nos es dicha a nosotros, ya no es simplemente la voz del pueblo sino su
palabra requerida por nosotros.20 Más aún, cuando convertimos esa voz en un texto escrito
irremediablemente nos convertimos en traductores y las traducciones fieles, por supuesto, no
existen. Historia oral, historia obrera y recuperación de la memoria popular sólo son posibles
si libremente se hacen de a dos, como el amor.

19
En la encuesta oral siempre se plantea una relación de exterioridad y de interioridad, de complicidad con el
hablante y de distancia crítica con lo que se dice. Esto es lo que algunos denominan una «duplicidad insoslayable»,
véase: Anni Borzeix y Margaret Maruani, «La memoria como un objetivo de poder y la duplicidad insoslayable
del oficio de sociólogo», en El poder en la sociedad, op. cit.
20
Como dice Portelli, op. cit.: «La historia oral no es el lugar en donde la clase obrera hable por sí misma. En la
historia oral – agrega luego – el control del discurso histórico permanece firmemente en manos del historiador. . . »
Capítulo 9

El análisis en la historia oral

Gerardo Necoechea Gracia


......

Mis estudiantes frecuentemente preguntan cómo analizar los testimonios. Lo hacen, so-
bre todo, después que han realizado entrevistas y los aterra la idea de enfrentar un cúmulo
de grabaciones o transcripciones. Contesto que cada entrevista necesita, y también sugie-
re, un tratamiento específico, razón por la cual no existe una receta para el análisis. Creo
que esta afirmación es cierta, pero también parece una salida fácil. Por ello me apresuro a
agregar que en mi experiencia ciertos procedimientos me han dado buen resultado. Sugiero
entonces tres pasos: primero, comprender la totalidad del testimonio antes de recortarlo se-
gún temas predeterminados por la investigación. Segundo, tener en cuenta el contexto de la
entrevista y la selección de la memoria. Tercero, crear un contexto histórico pertinente para
la experiencia que narra el entrevistado.
El análisis de la entrevista tiene dos momentos. El propósito del primero es llegar a una
comprensión cabal del conjunto del testimonio. En el segundo, comenzamos a escoger las
partes de la entrevista que refieren asuntos directamente vinculados con el interés en la in-
vestigación. Separar de esta manera lo que, de hecho, es continuo, por supuesto, es mera
conveniencia para la exposición. Para mí, es importante comprender primero las relaciones
lógicas y de sentido que dan integridad al documento. Hacerlo de otra manera podría pa-
recer más rápido, pero a la larga creo que empobrece la investigación y violenta el espíritu
con que se creo la fuente oral. Para entender el documento íntegro, en mi trabajo, me ha
servido indagar sobre cómo aparecen el tiempo, el espacio, el narrador y los símbolos en el
transcurso de la narración, al igual que fijarme en la función que tienen las anécdotas.
La primera entrada al análisis del relato oral puede ser a través de los usos del tiempo y el
espacio. Después de todo, el tiempo es la preocupación central de la historia y éste, a su vez,
remite al espacio, ya que no hay suceso que ocurra en un vacío. Los historiadores estamos
acostumbrados a pensar el tiempo de manera lineal y cronológica, es decir, una secuencia
progresiva de fechas. También estamos acostumbrados a no dar mayor importancia al espa-
cio. Sin embargo, la memoria rompe con esta concepción del tiempo e insistentemente sitúa
los acontecimientos en espacios definidos. Entender cómo lo hace es un primer paso para
entender cómo el entrevistado construye su historicidad.
74 Gerardo Necoechea Gracia

Por desgracia, es imposible reproducir aquí una entrevista completa. Por ello, a conti-
nuación cito fragmentos de una sola entrevista y propongo maneras de proceder para su
análisis. Pero antes presentemos al entrevistado. Fernando Chacón fue entrevistado en su
casa, un departamento del Multifamiliar Miguel Alemán, localizado en la Colonia del Valle,
hacia el sur de la ciudad de México. El señor Chacón nació en la segunda década del siglo
XX, no recuerda la fecha exacta. Está jubilado; pero en su tiempo fue empleado del gobierno
federal, razón por la que pudo obtener un departamento recién inaugurado de ese conjunto
habitacional, en 1949. Llego allí casado, crió a sus hijos, se divorció, vivió un tiempo fuera
del Multifamiliar y después regresó para ya no mudarse más. La entrevista fue realizada por
Graciela Garay y Blanca Oliva Peña, parte del equipo que llevábamos a cabo una investiga-
ción sobre el Multifamiliar y la vida allí durante la segunda mitad del siglo XX.1
Este extracto se halla en la parte inicial de la entrevista, en la que el señor Chacón relato
su vida a grandes rasgos.

«Pues estuve, de principio estuve en el Instituto Enciso en parvulitos, en San


Miguel, nada más no me acuerdo el número. Nada más me acuerdo que estaba
enfrente de una zapatería de. . . bueno un remendón que se llamaba ‘La bota fe-
derica’. ¡Qué chistoso verdad! En el primer, dónde ahora es el. . . parte del Hotel
Virreyes. Antes de llegar a la. . . yendo del Eje Central antes de llegar a la Poli-
teama, ahí esperábamos muchas veces en las tardes que pasara el último tren
de mulitas que había, que pasaba por ahí porque hacia su recorrido hasta Pino
Suárez y se regresaba por Uruguay hasta Campo Florido, ahora es Doctor Ba-
rragán, donde está él Multifamiliar ese Doctores. Ahí se daba vuelta y regresaba
otra vez. Corríamos. . .
Ahí estuve de parvulitos, primer año, no lo terminé. Luego pasé al, era un po-
quito inquieto, duraba poco en los colegios, pasé a las madres teresianas que
estaban en Pino Suárez, en avenida Pino Suárez. Después de allí, un poco más
adelante pasé al Instituto Hispano. . . Español Mexicano se llamaba, Instituto Es-
pañol Mexicano. También de ahí, pues no me gustó mucho, pasé a la Escuela
Inglesa de La Reforma, que estaba en donde está ahora el cine París y de ahí
Fernando se casó y nos cambiamos a San Pedro de los Pinos y en San Pedro de
los Pinos ya me pusieron en el colegio Williams, y en el colegio Williams hice
tercero y cuarto, quinto, sexto. Luego pasé al tercero de. . . digo a la Secundaria
3, ahí en Avenida Chapultepec y ahí me corté, me fui a ser Chacón y entré a la
secundaria. Primero de ahí entré al Colegio Francés de La Salle, así se llamaba
La Salle, ahora es Universidad La Salle. Ya ahí ya entré como Chacón. De ahí nos
cambiamos de rumbo y fui a dar a lo que era el seminario antes, en Regina 111,
a la escuela Secundaria No. 1 y ahí hice segundo pero nada más. Y ahí me quedé,
por eso tengo las orejas largas. Después he andado allí y allá, he estudiado ingles
y contabilidad y cosas así, pero nada más».

A través de este pasaje, Fernando Chacón mantiene el uso del tiempo pasado. Los pocos
cambios, sin embargo, ofrecen pistas importantes para el análisis.
En las primeras frases ocurren regresos al tiempo presente. Uno de ellos está relaciona-
do con el espacio. El narrador emplea varias referencias espaciales para situar sus acciones
en el pasado, pero supone necesario actualizar la referencia. Para hacerlo, necesita un salto
1
Entrevista hecha al señor Fernando Chacón por Graciela de Garay y Blanca Olivia Peña, 16 y 23 de septiembre
de 1997. PHO/13/2-1 y 2.
El análisis en la historia oral 75

enorme en el tiempo, para el cual utiliza la fórmula «antes/ahora». Esta manera de referir el
tiempo rompe con la concepción linear y progresiva. En tanto no da cuenta de un proceso de
cambio, establece de hecho dos ciudades, la de antes y la de ahora. Para mi es significativo
que se refiera así a la ciudad, ya que me alerta a que posiblemente Fernando Chacón plantee
una opción de pertenecer a una u otra ciudad. Al menos, establece un distanciamiento con
esa parte de la historia narrada y, en adelante, habrá que ver el porqué de la distancia. El
otro tipo de regreso significativo al tiempo presente, tiene que ver con la situación misma
de la entrevista. La entrevista de historia oral implica una constante relación entre pasado
(sobre el que se habla) y presente (desde el que se habla). El comentario «no me acuerdo»,
en tiempo presente, revela esta relación y es importante porque señala, por un lado, que la
mente del narrador continuamente viaja entre uno y otro tiempo; por otro, porque señala
que es desde el tiempo presente, que se selecciona qué recordar y qué olvidar. El olvido en
este caso, el número de la calle, puede no tener mayor importancia, pero la relación pasa-
do/presente sí la tiene para entender el siguiente cambio de tiempo. El cambio significativo
del pasado al presente ocurre al final de la secuencia: porque todo esto pasó, yo soy así. Su
memoria ha seleccionado ciertos hechos del pasado a la luz del presente.
Regresemos ahora al conjunto de la descripción. Inicia en tiempo pasado, recurre a una
fórmula, «de principio estuve», que advierte que seguirá una serie de «después». Se trata de
una secuencia temporal progresiva aun cuando carece de marcadores de tiempo convencio-
nales, como fechas y edades. La memoria los sustituye por los cambios de escuela y grado
para transmitir el paso del tiempo. Los sucesos se encadenan fugazmente uno a otro para
arribar a una conclusión: la interpretación que Fernando Chacón hace de sí mismo. En este
sentido, él hace explícita una conexión lineal entre el pasado narrado y el presente. Enten-
der cómo lo hace es importante, porque en la conversación narrativa, el pasado es evocado y
utilizado por el narrador para ofrecer una secuencia causal que explica determinado desen-
lace, de la misma manera que el historiador hace con la historia. Inmediatamente después
del pasaje citado viene otro, en que Fernando Chacón relata su pasado laboral en respuesta
a una pregunta expresa:

« — GG: ¿Entró a trabajar?


— FC: Sí, desde luego, hubo alguien muy bien intencionado que a mi papá, mi
papá Chacón le dijo, a ese flojo no tiene cabeza para estudiar, métalo a estudiar
que no esté de flojo. Pues atendió el consejo y ¡órale a trabajar! Mi primer traba-
jo fue en una refaccionaria, en la calle Bucareli, bueno primero, cuando estaba
yo en la Secundaria 1, iba yo a la estación Colonia con un amigo que era catalán,
se llamaba Martín Bracsas, que era pesador de ferrocarriles. Y entonces llegaban
con los bultos para empacar y decía «No, así está mal, ese chico os puede liar
bien su bulto». Inclusive tenía yo machimbrador y todo que era de él. Yo era
como comisionista ¿no? Y ya les arreglaba yo, me daban unos centavos, bueno,
fue el primer dinero que gané. Después de allí pasé a la refaccionaria, ahí estuve
un tiempo, después me fui a vivir a Orizaba un tiempo y en Orizaba fui peón
de fundición, empecé partiendo fierro durante todo el día a marro, ganaba un
peso diario en la Fundición Fugerat. Estuve un tiempo también en la Cervecería
Moctezuma, también en la fundición que hicieron en la. . . porque sabía trabajar
más o menos el bronce y ya. Después ya regresamos y empezamos a. . . empezó
mi papá a ver qué hacíamos. Me dio mucho por la parranda, allá la cuestión
de trabajar en la cervecería pues me aficionó a la cerveza mucho y todo, enton-
ces vinimos aquí, me consiguió un trabajo de, entonces era eventual de. . . era
76 Gerardo Necoechea Gracia

inspector de venéreas en el Departamento de Salud Pública. Entonces íbamos a


visitar a las muchachas que tuvieran un documento que se llamaba Libreto y que
tenían que tener sellado de esa semana, las que no habían ido a pasar revista
a Sanidad es que andaban medio mal y entonces tenía uno que mandarlas al
Hospital Morelos. Ése era el trabajo. Entonces visitaba unos centros nocturnos y
llegué a odiarlos, hasta la fecha me choca ir a un centro nocturno, ese favor se
lo debo a mi papá, que. . .
Ya después un amigo me consiguió que me pasaran al manicomio, entré a hacer-
me cargo de la contaduría del manicomio porque se iba un señor que se llamaba
Pedro Alvarado de la Paz. La contaduría del manicomio no me llevaba más que
cuatro cuentas, los gastos del hospital, el gasto de farmacia, almacén, farmacia,
almacén ¿cuál era?, ah, despensas y la cuneta de Hacienda que era donde se
englobaba todo, nada más se hacia una balanza diaria y se mandaba a la Secre-
taria para de ahí remitirlo a Hacienda. Pero entré con nombramiento de bañero,
bañero «B», así es que. . . sí, y dije bueno, pues mientras ¿no? Fue un mientras
que duró 30 años. Si, duré mucho tiempo allí [en el] manicomio federal de La
Castañeda, en Mixcoac, si. Y ya después, pues este, ahí mismo conocí a la que
fue mi señora, que era enfermera del pabellón central. Entonces vi la manera de
que en vez de estar de día, ya había yo pasado como cerraron. . . centralizaron
las contadurías, entonces ya había yo pasado al departamento de inventarios
como delegado de inventarios, que la central estaba en la Secretaría pero no
me convenía porque estaba yo así de que me mandaran a la Secretaría, enton-
ces conseguí que me pasaran de noche para poder buscar un trabajo en el día.
Entonces me pasaron de noche de velador de garitón, y en el día conseguí un
trabajo en Almacenes Nacionales de Depósito y entraba yo a las 7 de la noche,
salía a las 6 de la mañana del manicomio, una noche sí y una no y en Almacenes
entraba yo a las ocho de la mañana y salía a las tres de la tarde, entonces me
casé y todo y duré 18 años e el manicomio. . . en Almacenes.
— GG: ¿No era muy pesado el trabajo?
— FC: Pues si, pero se iba uno acostumbrando ¿no? Eso si, parecía yo burro
lechero, donde quiera estaba yo así (ronquido). Si, me quedaba yo dormido. Y
después mi matrimonio se fue a pique, todo un poco antes de. . . bueno, terminé
de trabajar en Almacenes porque me ofrecieron otro trabajo también macabro.
Fui y me dijeron que si no quería ir yo a poner en paz a unos tipos que trabajaban
en el Panteón Jardín, que me iba yo de administrador porque pues allá hacían,
hacían lo que les daba la gana, que quien sabe que y que había que, bueno pues
si, me daban buen dinero entonces me fui para allá. En 1963 y entonces pues
este, entré. En el manicomio entré en 1943, en Almacenes entré en 45, aquí entré
en 63 pero en el 69 salí de ahí para irme a quitar la vesícula. Si, es durísimo,
durísimo trabajar en un panteón como ese, si. Es que estaban todos contra mí,
empleados, trabajadores, agencias, de todo. El único aliado que tenia, increíble,
era Gayosso. Todos los demás. . . eran unos choques diario, diario acababa yo
muerto en, se me agrió el carácter todo y me divorcie, más bien mi señora se
divorció de mí».

Hay similitudes entre ambos pasajes. La constancia del tiempo pasado se mantiene, y
como en el primero, hay explicaciones del presente enraizadas en los sucesos del pasado.
El análisis en la historia oral 77

Pero al leer los dos extractos juntos uno tiene la sensación de deslizarse como en un tobogán
por el espacio. El narrador pasa de una escuela a otra en distintos puntos de la ciudad,
cambia de ciudades y va de un empleo a otro. Contrasta la constancia del tiempo con la
mutabilidad en el espacio. El segundo extracto termina subrayando este contraste cuando
enumera los trabajos y por primera vez recurre a fechas. La fuerza de este último párrafo
hace pensar que para Fernando Chacón el trabajo ha sido importante.
Antes de explorar esta última cuestión, me interesa ver lo que algunos llaman el «yo
narrador». Uno de los problemas centrales en el análisis, y en el uso, de la historia oral
es cómo vinculamos la experiencia individual y particular con colectividades sociales de
cualquier índole. La preocupación viene de la intención de escribir no la historia individual,
sino la historia de la sociedad, que por supuesto es una preocupación de historiador. Al
analizar un testimonio, entonces, quiero ver cuándo la narración presenta un yo individual
y cuando un yo colectivo o un nosotros. Lo hago de dos maneras.
Primero busco las referencias a otras personas que aparecen en el relato, me fijo en la
calidad de la referencia. La mayoría de las menciones de otras personas en estos pasajes son
circunstanciales, sin que incluso se llegue a asociarlas con nombres u otras características
de identificación individual: alguien, un amigo, las muchachas, un señor Pedro Alvarado de
la Paz, unos tipos, empleados, trabajadores. Es evidente que todos ellos son para Fernando
Chacón parte de la fugacidad de los sucesos del pasado. En cambio, se detiene en otros:
Martín Bacsas, por ejemplo, quien le dio su primer empleo. Esta ultima mención, aunada a
que casi todas las otras menciones ocurren en el pasaje sobre su pasado laboral, refuerza la
idea de que el trabajo ha sido importante en la vida del entrevistado. La edad y el trabajo
brindaron la oportunidad de un mayor número de relaciones. Aun así, es notoria la ausencia
de mención a amigos infantiles, maestros u otras personas significativas durante la infancia.
Excepto, claro, por Fernando, hijo mayor de la familia con la que Chacón vivió de chico y
a quien llegó a considerar como un padre. La mención de Fernando y las repetidas mencio-
nes al papá y a la esposa (son las únicas referencias que se repiten) sugieren que el grupo
familiar ha sido un colectivo importante para el entrevistado. Después de buscar referencias
a otras personas, procedo a fijarme en la persona gramatical. Aquí es de notar la constancia
en el empleo de la primera persona. A través de estos dos pasajes, el narrador es el prota-
gonista único, incluso aislado. El empleo de la primera persona plural, nosotros, ocurre en
dos instancias. Una cuando se refiere al grupo familiar, aunque es un «nosotros» delimitado
a la díada familiar, papá – hijo. El otro «nosotros» ocurre al principio del pasaje sobre las
escuelas, cuando recuerda el tren de mulitas y refiere que «corríamos» a alcanzarlo. Proba-
blemente el «nosotros» abarque a los compañeros de la escuela. Por ser la única mención a
un grupo de pertenencia diferente a la familia, podría ser indicación de que efectivamente
el relator establece una distancia entre el «antes» y el «ahora», a la que ya me referí, en la
que el antes tiene un aura de nostalgia y de despreocupación perdida. Como sea, a través
de la narración encuentro que Fernando Chacón emplea la primera persona plural principal-
mente para referirse al grupo familiar, sea la familia de origen o sea la propia. Sólo hacia el
final de la entrevista describe y construye un «nosotros» distinto, un club de excursionistas
que él y unos amigos formaron. Así identifica Chacón su pertenencia a colectivos sociales
significativos.
En cambio, y de manera impresionante, el uso de la voz pasiva alude a un «ellos» casi om-
nipresente y cuyas acciones repercuten en el narrador. Construye un «yo» pasivo frente a un
«ellos» activo, cuya relación es complementaria. Sólo en referencia a las acciones de trabajo
el protagonista adquiere gradualmente independencia en sus acciones. Al final, después de
una larga lista en que el «yo» es activo (cuando enumera los trabajos y las fechas, «entre a»)
78 Gerardo Necoechea Gracia

mantiene la constancia respecto del divorcio («me divorcié») para inmediatamente corregir
y adjudicar la acción a la esposa.
Tenemos entonces ciertas pistas para entender la experiencia contada. Una de ellas, con-
cierne a la separación entre el antes y el ahora de la ciudad. La manera en que Fernando
Chacón se refiere al espacio, la mutabilidad del espacio que he referido, significa que no lo
siente propio. Sin embargo, su referencia a la esquina donde esperaba el tren de mulitas y
su inclusión en un grupo sugiere que ese espacio lo sentía suyo. Bastante más adelante en
la entrevista, cuando refiere su pertenencia al grupo de excursionistas, también habla de un
espacio antes, donde se reunía el club, y un espacio ahora, la demolición del edificio. La
sugerencia, nuevamente, es que el terreno de sus acciones al transformarse, se convierte en
ajeno. Hay cierto paralelismo entre ese antes y ahora del espacio y la construcción de un
«ellos» activo y un «yo» pasivo. Las acciones y el espacio obedecen a otros.
Hemos visto también que el trabajo es importante y, en especial, contrastado con su
conclusión respecto de la educación (soy un burro), porque muestra a una persona hábil y
activa. Esta identidad consigo mismo a través del trabajo es una constante en su narración.
El trabajo adquiere entonces una cualidad simbólica.
Por lo general, las narraciones están repletas de símbolos cuya función es articular al
narrador con su entorno y agrupar a unos y distinguirlos de otros. Discernir y entender
los símbolos requiere, en algunos casos, un conocimiento especializado. Por ejemplo, en los
relatos de zapotecos y mixtecos, el agua figura de manera especial. Un relato de una mujer
mixteca tejedora, en el que explica cómo trabaja, refiere que las figuras que incluye en el
bordado no son de su invención, sino que en otro tiempo, éstas salieron del agua para ser
imitadas en el tejido. Otro relato, de un tejedor zapoteco, cuenta que el oficio de tejedor
lo trajo una virgen que emergió de un pozo. Otro mixteco, en un relato diferente, contó
que, en una ocasión, cuando era niño, se divertía arrojando piedras a un ojo de agua. Años
después, ya grande, fue atacado por un intenso dolor en el estomago y un doctor que no
pudo encontrar causa para su mal, lo desahució. El curandero del pueblo lo hizo recordar
el incidente de apedrear el agua y diagnosticó que el ojo de agua estaba enojado con él, y
debía pedirle perdón al agua para poder curarse.
Para entender el papel que representa el agua en estos relatos, es necesario comprender
el lugar que ocupa en la cosmovisión de estos pueblos. Para zapotecos y mixtecos el agua está
habitada por deidades relacionadas con el inframundo, en tanto el agua brota del subsuelo.
Pero es también punto de unión, junto con los cerros, entre los espacios divinos del cielo y
la tierra. El agua entonces articula la relación entre un individuo y su entorno vital. Simul-
táneamente, sirve para identificar a los individuos dentro de un grupo y, en consecuencia,
distinguirlos de otros.
También hay ocurrencias cotidianas que, a la luz del relato, tienen el papel de símbolo.
En el relato de Fernando Chacón, además del trabajo, es difícil encontrar elementos simbó-
licos. La dificultad viene, a mi juicio, de que no hay ningún elemento que tenga el poder de
aglutinar y distinguir, y ello porque en el relato de Chacón no emerge un «nosotros». Aquí
podemos intentar recurrir a los motivos que subyacen al relato. Existen a mi juicio, dos. Un
motivo que estructura el relato es ir a la deriva, ya que narra una larga lista de quehaceres
y lugares que le acontecen a Fernando. El otro motivo es el de la astucia, su habilidad para
surcar por estas aguas azarosas y salir avante. La astucia, a su vez, se integra de necedad,
capacidad de aguantar, y tener visión para la oportunidad. La siguiente anécdota, que relata
cómo consiguió un departamento en el Multifamiliar, muestra estos elementos claramente.
El análisis en la historia oral 79

«. . . ahí en Pensiones me dijeron: «Fíjate que los departamentos están muy bue-
nos en el multifamiliar». Entonces un día vine con mi señora y dijo: «¡Ay qué
bonitos, qué padre! ¿Están padres, no?» «Pués sí, ojala que consigamos uno».
Entonces andaba yo buscando cómo. Alguien, no me acuerdo quién, me dijo:
«Hay una muchacha que ya le compraron una casa y va a dejar su departa-
mento, es el H 331». Yo ya había hablado dentro de mis angustiosas gestiones
para buscar un departamento a este señor Martínez Domínguez, y fui a ver-
lo, le digo: «Oiga, don Alfonso fíjese que. . . necesito, pero así urgentemente un
departamento». «No, pero quién sabe, sí, pues dime un departamento que esté
vacío y entonces. . . porque necesita encausarlo». «bueno, pues el H 331». «Vente
mañana y te doy la carta». «No», le digo «pues aquí me quedo a dormir». «Me
matan». Para mí era un señor muy simpático, no sé si habrá muerto ya o no.
Entonces dice: «Mira, hazle la carta y que se largue ya, porque ya lo tengo hasta
más arriba del copete». Me hicieron la carta y ya mero le besaba yo la mano
pero me vine volando aquí, entonces había un señor que se llamaba Leopoldo
González Calleros, todo así muy prosopopeya y todo. Y dije: «Señor buenas tar-
des, perdone ¿el señor administrador? «No está, pero qué se le ofrece, yo soy el
encargado». Digo: «Traigo esta carta de la FTSE, y está con el conocimiento de la
ISSSTE que fui a sacar también ¿no?, por medio de Pensiones, o sea Pensiones».
«No, cartitas a mí no». «¡Cómo que no!» «Pero señor que no». Y se metió así y
me metí detrás y digo «Entonces esto no sirve». «No, no, ese departamento ya
está dado». Y que cojo el teléfono. . . «¡Oiga!» «No señor permítame tantito, yo
también soy contribuyente». Que marco el teléfono y digo «Oye güera, comuní-
came con don Alfonso». «Hay, otra vez tu, se va a enojar». Le digo «Qué se enoje,
pero comunícame». «¿Qué quieres?» «Pues decirle que su. . . que me dijeron que
mejor escriba su firma en papel Nevado porque para eso sirve». «¿Qué cosa?» Le
digo «Pues sí, dice aquí el. . . » «¡Oiga yo no dije eso!» «¿Quién habla?» Le digo:
«Señor habla Chacón, otra vez, perdóneme, pero aquí hay un tipo que dice que
ese departamento ya está dado y que ni su firma lo vale ¿no?, así es que no me
lo pueden dar». «¡Pásamelo!» ¡Híjole! Nomás vi que se puso blanco, blanco, se
hacía así (como afligido) «Sí jefe, sí jefe». Luego colgó. Dice: «Dice: Ya estará
contento, ha hecho su escándalo y ahora yo soy el perjudicado». «A mí que me
esculquen» le digo. «¿Me das mis llaves?» «Ahí están».

En esta anécdota los cambios de tiempo son, al contrario del extracto antes citado, no-
torios. Gran parte de ella está dialogada en el tiempo presente. De ahí deriva la fuerza, el
impacto que tiene para quien la escucha. La estructura tan trabajada y fluida sugiere que es
una anécdota que se ha contado varias veces y que da a entender quién es Fernando Chacón.
Los elementos de la astucia entran en juego de manera clara y nos ofrecen otro rostro de Fer-
nando por contraste con la visión de «burro» y de pasivo que ha ofrecido anteriormente. En
cierto modo, además, el incidente es un parte aguas en su vida. Posterior a su divorcio, vive
en el departamento un tiempo y después se muda varias veces. Mientras tanto una de sus hi-
jas ocupa el departamento, y cuando se muda, Chacón regresa a vivir ahí permanentemente.
En distintos momentos, algunos de sus hijos ya grandes también viven ahí. El departamento
adquiere figura en su vida como un ancla, un puerto seguro.
Analizar las anécdotas, como en el caso anterior, es importante por varias razones. En
primer lugar, creo que en el relato de historia oral la memoria funciona a través de las
anécdotas, elaborando las secuencias informativas que el narrador considera necesarias pa-
80 Gerardo Necoechea Gracia

ra pasar de una a otra. En segundo lugar, y dadas estas características, en el relato de la


anécdota el narrador despliega a profundidad los elementos que hemos analizado (tiempo,
espacio, persona, símbolos). Una última razón es que existen anécdotas en cada relato que
tiene la función de conferir y englobar el sentido personal de la vida. Combiné análisis con
imaginación, y elaboré una metáfora que alude a ese significado. La frase puerto seguro
parece captar certeramente el significado que el multifamiliar tuvo en la experiencia de Cha-
cón. Otras dos anécdotas, contadas por una mujer contemporánea de él y también residente
en el Multifamiliar, afianzan esta idea. La primera está al principio de su relato de vida.
Cuenta el momento en que su familia enfrentó a soldados revolucionarios, después de haber
salido de la ciudad de México para huir de la violencia revolucionaria. Concepción Millán,
la narradora, debió haber tenido no más de diez años:

«. . . habíamos terminado de merendar y mi camita ya me la habían arreglado


para acostarme pero oímos unos ruidos en la puerta fuertes, así fuertes. Mi papá
pues se levantó y yo me metí en sus piernas, porque yo me metía en sus piernas,
ponía mis pies sobre sus pies y ahí caminaba, me abrazaba de sus piernas y
ahí iba caminando y en eso. . . avientan la puerta. Pues yo no me asusté porque
no sabía lo que era un Mauser y lo tenían así. Dicen: «¡Ábranos! Entreguen a
todos los caballos que tienen». Dice mi papá: «Yo no tengo ningún caballo».
«¡Entréguenos todo lo que tienen!». Dice mi papá: «¡No!»
Y en eso vinieron otros, botaron la puerta y se metieron. Llegaron a la cocinita
donde estaban los víveres que tenía mi mamá reservados. Las señoras, que eran
las que les decían las soldaderas, sacaron los huevos y luego con la mano los
soldados, no sé, tampoco vi eso porque yo cuidaba a mi papá y a mi mamá,
pero cogieron los. . . dice mi mamá que yo creo que esa gente estaba hambreada
porque con las manos así sucias cogían las yemas y todo y se las comían. Una
cosa fea ¿no? Asquerosa. Vaciaron todo lo que tenía mi mamá.
Me había comprado un pollito así, gordito, güerito, casi no tenia plumas y anda-
ba por ahí. Pero en ese momento nos olvidamos del pollito. Después me baje, ya
al día siguiente que amaneció, estaba todo el callejón, porque era un callejón,
lleno de caballos y las señoras tenían unas latas, laminas o no sé qué. Ahí yo vi
mi pollito: ya lo habían abierto y lo estaban asando. Yo le lloré a mi pollito y ya
les quería yo decir, pero mi papá dice «no, déjalos, ya». Y sí por qué mi pollito
¿no? ¿Por qué cogieron a mi pollito? Y pues no me daba cuenta de que iba a
haber revolución. Yo no sabía nada, no más veía, observaba. Ni por acá me daba
la idea de qué era revolución, pues uno no sabe».

La segunda anécdota que cuenta está casi al final de su relato de vida. Refiere un en-
cuentro con un tejedor de manta que tenía su taller en los alrededores del multifamiliar.
Para entonces Concepción tenía algunos años de vivir en la unidad.

«Donde es ahora el Banco de México era una casita de adobe donde trabajaba
un señor en un telar, hacía manta, ahí tenía su telarcito. Yo sí lo alcance a ver y
una vez me asomé. «¿Qué vende usted manta?» «Sí – dice – yo la vendo y todo.
Cómpreme, ya nomás me queda esta pieza de manta. Porque ya me van a pedir
el terreno». Le digo «¿no?» «Sí – dice – ya no los van a pedir, que van a abrir la
El análisis en la historia oral 81

calle o que van a quién sabe qué». «¡Ay no! ¿Cómo que van a abrir?» Sí, y se
amplió, se amplió la calle y ya quitaron ese telarcito [. . . ].2

La primera anécdota, muy al principio de la narración, y la segunda al final, confieren


al testimonio un sentido circular. En la primera, similar a la narración de Fernando Chacón,
aparece la díada hija – padre. Pero aparece en un contexto diferente, el del enfrentamiento
entre una fuerza bárbara (los revolucionarios) y la debilidad (el pollito). Concepción cons-
truye un «ellos» activo y amenazante frente a un «yo» indefenso, que, sin embargo, tiene el
recurso de la intermediación para sobrevivir al choque entre débiles y fuertes. La segunda
anécdota repite esta situación de enfrentamiento entre fuertes y débiles, aun cuando entre
una y otra transcurren alrededor de cincuenta años. Sin embargo, la ubicación de la narra-
dora, es muy diferente. En la primera, Concepción está dentro de los sucesos. En la segunda
está fuera de ellos, concretándose a observar y comentar. La distancia que ella guarda puede
ser entendida como resultado del cambio en su situación social, fruto de su trabajo y de
su residencia en el Multifamiliar. Ha encontrado un sitio de resguardo, razón por la que ya
no se siente parte de esa estructura que divide a la sociedad en débiles y fuertes. Escape y
resguardo son metáforas adecuadas para describir lo que cuentan las anécdotas de Fernando
Chacón y Concepción Millán.
Encontrar un motivo (o varios) que encapsula el sentido del relato nos adentra en el
trabajo que la memoria hace recordar. Este trabajo no es uno de mera reconstrucción fácti-
ca; por el contrario, es una elaboración que recrea el pasado. Esta recreación ocurre en el
contexto de una entrevista de historia oral. Por ello cuando analizamos es útil preguntar a
quién va dirigido el testimonio. Teniendo esa pregunta en mente, leamos el siguiente pasaje,
en el que Chacón reflexiona acerca de los jóvenes del Multifamiliar:

«. . . me llevaba yo a todos, 15, 17, 20 muchachos, me los llevaba yo [de campa-


mento] y todos con sus tortas y sus. . . pero no sirvió mucho porque muchos sí se
descarriaron.
— GG: ¿Por qué cree que se descarriaron?
— FC: Pues posiblemente por la facilidad de conseguir qué tomar ¿no?, por los
problemas que hayan tenido emocionales, me imagino en su. . . afortunadamente
mis hijos pues los solventaban porque, a pesar de que nos divorciamos, yo nunca
los dejé, yo estuve con ellos, es decir, si tenían algún problema de dinero o algo,
yo veía lo que hacia, pero más o menos se los solventaba, y otros no. . .
. . . Había otro [muchacho] que ahora lo veo que nada con su papá ayudándole
a caminar y todo y sigue la pauta del papá, él trabaja en Ferrocarriles y el mu-
chacho heredo su plaza y sigue trabajando en Ferrocarriles ¿no? Yo. . . qué bueno
que mis hijos se salieron del cauce y se fueron por otros lados y no heredaron
mis tristes chambas ¿no?».

Aquí el entrevistado da cuenta de los años de maduración de la generación de sus hijos.


La reflexión sin duda va dirigida a ellos. Pero la pregunta del entrevistador que la motiva da
pie para que Fernando Chacón explique el proceso y ofrezca un juicio sobre posibilidades y
cambios en el mundo de esa generación. La reflexión, entonces, también es pronunciada de
cara a la historia. Conviene recordar aquí que la entrevista surge por la solicitud de un his-
toriador oral, razón por la que ambos participantes están concientes de crear un documento
2
Entrevista a la señora Concepción Millán por Graciela de Garay y Concepción Martínez, 12 de marzo de 1998.
PHO 13/13-1.
82 Gerardo Necoechea Gracia

para la historia. La selección y recreación del pasado tiene por intención dejar un legado
para la historia.
La selección del recuerdo implica también el olvido. En otras palabras, lo que se dice está
al menos en parte determinado por lo que no se dice. La última frase de este pasaje revela
la tensión entre la imagen positiva y pintoresca de la astucia y el nada agradable epíteto
de «tristes chambas». Ésta es una tensión que, sin ser explicita, subyace a la selección del
recuerdo y el olvido. El narrador no explora las contradicciones entre lo que de hecho fue su
experiencia y sus ideas sobre lo que debería ser, donde supuestamente el trabajo lleva al éxito
y al poder, y sus ideas sobre lo que a él le hubiera gustado que fuera. Quedan en el olvido la
frustración y otros sentimientos negativos de su propia experiencia. De cara a la historia, sin
embargo, Chacón contrapone el tiempo que le tocó vivir, el de las tristes chambas, al tiempo
de sus hijos.
A través de analizar varios elementos en la entrevista conocemos las conexiones, con-
tradicciones y significados que dan entereza al documento. Ahora me interesa llevar la sin-
gularidad de la experiencia de Fernando hacia un contexto social. En cierto modo ya en
esta fase entró al segundo momento del análisis de la entrevista, que, como ya señalé, es
un análisis de carácter temático. Sin embargo, no se trata de imponer temas que encajonen
la narración, sino de derivar temáticas a partir de la experiencia narrada. En la medida en
que vamos creando estas temáticas, vamos también situando un contexto histórico que nos
ayude a entender esa experiencia.
Al atender sólo a los extractos citados encontramos primero la descripción de la experien-
cia escolar y con ella el tema de la educación. El acceso a la educación formal en la primera
mitad del siglo XX era difícil. Basta recordar que en la década de 1950 todavía casi la mitad
de la población no sabía leer y escribir mientras que más de 70 % era analfabetos en 1920.3
Recordemos también que en las primeras décadas del siglo la educación primaria llegaba
hasta el cuarto año y muchos de quienes estudiaban no llegaban más allá de esos cuatro
años de escuela. Fernando Chacón, que llegó a secundaria y estudio en escuelas privadas,
podía contarse entre los privilegiados.
En términos de las demandas sociales sobre la educación, Fernando contaba con un baga-
je aceptable. La educación superior en esos años aún no era considerada requisito imprescin-
dible para una movilidad laboral ascendente. Por esta razón, su desempeño laboral posterior
tuvo recompensas. Habiendo realizado trabajos fabriles y de empleado menor, eventualmen-
te logró puestos dentro de la escala media administrativa. Su condición social era la de la
pequeña, pero creciente clase media de la ciudad de México.
Esta parte de su descripción abre dos puntos importantes de contextualizar. Primero, el
mercado de trabajo de la ciudad de México hacia mediados del siglo XX. Tenemos que si-
tuar al narrador en relación a la expansión económica que se inicia después de la segunda
guerra mundial, el llamado «milagro económico mexicano», y, muy en particular, respecto
del crecimiento del sector estatal de empleo. Tenemos que conocer la oferta y las políticas
salariales. Los bajos salarios explican porqué Chacón debía recurrir a más de un empleo, y
en ese sentido dar un nuevo significado al fenómeno del «chambismo» vivido por muchos en
el país. Segundo, habrá que situar a Chacón respecto de la condición económica de la clase
media urbana. Por ejemplo, la tendencia al aumento en las percepciones, especialmente en-
tre los empleados públicos, minimizó el impacto negativo de los salarios absolutos y permitió

3
Tres textos útiles para construir el contexto histórico que aquí se esboza son: Roger D. Hansen. The politics of
Mexican Development. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1971; Pablo González Casanova. La democracia
en México. México: Era, 1965 y Arturo González Cosío, «Clases y estratos sociales en México», en Joseph A. Kahl
(comp.). La industrialización en América latina. México: FCE, 1965.
El análisis en la historia oral 83

abrigar esperanzas de mejoría económica. Los beneficios extrasalariales, como era el acce-
so a la vivienda pública subsidiada, confirmaban esa expectativa y permitían una relativa
estabilidad en la relación laboral entre el estado y sus empleados.
Otro elemento del contexto es la política. La anécdota sobre Martínez Domínguez pone al
descubierto los hilos de las relaciones asimétricas, en las que los mecanismos de clientelazgo
evitan las confrontaciones. Este tipo de relaciones ayuda a entender por qué en el relato de su
vida el narrador no refiere su participación en ningún conflicto social, e incluso, no menciona
ninguno de los muchos que ocurrieron en el transcurso de esos años. Nos ayuda a entender,
también, la importancia que da en su vida a la construcción de díadas asimétricas (papá –
hijo, patrón – empleado, amigo poderoso – subordinado) por encima de la construcción de
colectividades simétricas. Así mismo, hay que explorar el valor que la clase media confiere a
la independencia socioeconómica enfrentado a la dependencia política.
El entrelazamiento de estos elementos contextuales, a su vez, está ligado a los motivos
simbólicos en el relato. El eje conductor de la astucia se explica, al menos en parte, porque el
narrador da cuenta de cómo usa las habilidades y conocimiento adquiridos para manipular
los hilos del entramado social a su favor. El motivo narrativo remite a otro aspecto del con-
texto, la cultura, para situar ya no lo que se dice, sino el cómo se dice. El relato de vida de
Fernando Chacón está emparentado con la narrativa picaresca, y, por esta razón, me pregun-
to de dónde obtiene este modelo narrativo. Sin duda, aquí será necesario indagar más sobre
la narrativa popular, especialmente para los años de 1930 a 1960, y no sólo la escrita, sino
también el cine y la radio; baste aquí recordar algunos personajes encarnados por Joaquín
Pardavé y «Cantinflas».
Otros aspectos contextuales necesarios para entender este relato de vida serían el cre-
cimiento urbano, crecimiento de la clase media y, relacionado a esto último, formas de or-
ganización colectiva de los individuos de esta clase. Discutir estos puntos extendería este
trabajo innecesariamente, en tanto creo que el camino por seguir en la creación del contexto
histórico queda claro.
Para terminar, quiero referirme a un punto importante respecto de la experiencia his-
tórica en la narración. Los años anteriores a la década de 1960 crearon la expectativa de
una mejoría en las condiciones de vida de Chacón. Pero los años posteriores frustraron esa
expectativa. A partir de ese contexto de cambio socioeconómico, es que podemos entender
la contradicción entre el valor positivo otorgado a su experiencia de deriva y astucia y la
conclusión negativa englobada en juicios tales como «tener las orejas grandes» y «tristes
chambas». Ello subraya la importancia que adquiere el departamento en el Multifamiliar,
tanto en el sentido simbólico de resguardo como en la experiencia vivencial de no estar lite-
ralmente en la calle. Éste es un conocimiento importante para una investigación acerca del
impacto del Multifamiliar y las formas de vida ahí desarrolladas. Pero también abre puertas
hacia una investigación de la experiencia de vivir en el siglo XX mexicano.
Capítulo 10

La memoria de los políticos: sobre la pérdida y la recuperación de


su estelaridad

Silvia Dutrénit Bielous


......

¿Es útil y posible trabajar desde la perspectiva de la historia oral con los políticos? Es
más, podría preguntarse si realmente quienes protagonizan las historias políticas, quienes
en su mayoría definen el contenido de lo que son las historias oficiales, resultan materia de
interés para reconstruir nuevos horizontes de conocimiento.
En las páginas que siguen se dan pistas metodológicas y se comparten experiencias re-
lativas a una investigación que cruza tres conceptos analíticos: autoritarismos/transiciones,
memoria histórica y políticos. En ellas se utiliza la historia oral para reconstruir procesos
más que para hacer historias de vida.1 También se trata de crear nuevas fuentes para el
conocimiento de situaciones que nos son cercanas históricamente.
Para cumplir con tales fines, el trabajo se divide en tres apartados. En el primero, se des-
criben los conceptos que se combinan en la investigación. Seguidamente, en el segundo, se
discute sobre la construcción del objeto de estudio y de sus alcances. Por ultimo, en el terce-
ro, se realiza un acercamiento a la experiencia concreta de entrevistar políticos ofreciendo
una ruta posible para nuevos trabajos.
Los conceptos analíticos: autoritarismos/transiciones, memoria histórica,
políticos
El espacio público ha sido siempre el terreno de los políticos. En todo régimen democrá-
tico el poder es civil y sus ejecutores pertenecen a la clase o elite política. En tales circuns-
tancias las mujeres, los hombres y sus organizaciones pueden expresarse y actuar, al ser ésta
una característica primordial de la propia democracia. Los partidos y sus elencos políticos
1
Para una investigación sobre la historia política del Río de la Plata recurrí in extenso a la historia oral. De mis
textos publicados, e ilustrativos de la aplicación de la metodología, véanse: El maremoto militar y el archipiélago
partidario. Testimonio para la historia reciente de los partidos políticos uruguayos. Montevideo/México: Ediciones
de Ciencias Sociales/Instituto Mora, 1994; Diversidad partidaria y dictaduras: Argentina, Brasil y Uruguay. Mé-
xico: Instituto Mora, 1996, y «Asuntos y temas partidarios en la memoria de las elites radical y peronista», en
Hugo Quiroga y César Tcach (comps.). A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Rosario: Homo Sapiens,
1996.
86 Silvia Dutrénit Bielous

tienen un papel estelar, papel que, como es sabido, en muchos países comparten con otras
representaciones sociales.
En situaciones de autoritarismos civiles o militares, ocurre lo contrario. Y esta negativa
a que el espacio público sea ocupado por los políticos y la forzosa marginación del universo
civil organizado, va acompañada de la violación de la libertad de expresión y del conjunto
de los derechos humanos y ciudadanos. Ello cambia paulatinamente según las circunstancias
de cada país, toda vez que se van construyendo procesos transicionales. El cambio será más
rotundo si se dirige hacia un régimen democrático y, por tanto, de libre expresión de las
preferencias y de libre tránsito de los esfuerzos políticos.
Nuestra región, América latina, exhibe las más disímiles y contemporáneas experiencias
de este tipo, pero hay dos asuntos que vale la pena retomar de la historia reciente y traumáti-
ca y de la historia colectiva. Aquélla ha dejado en quienes la vivieron huellas muy profundas
de terror, conflicto, arrinconamiento y reclusión en los espacios privados, de redimensiona-
miento de la vida cotidiana, en fin, de un sinnúmero de traumas psicosociales profundos.
A su vez, este pasado reciente es disputado, se reabre permanentemente en función de in-
tereses sectoriales, y, por ello, la historia como ciencia es una forma de memoria colectiva
fraccionada. Así, desde la memoria del poder hasta la memoria popular pueden darse distin-
tos rescates y relatos. Por ejemplo, esta segmentación ocurre cuando la memoria de la elite
política no es la memoria del poder. En los autoritarismos y en las transiciones los nichos de
recuerdos de esa elite se multiplican y la reconstrucción de la memoria colectiva se vuelve
así un desafío insoslayable.
Entones, enfocar la lente sobre los políticos en situaciones que les fueron adversas no
significa necesariamente recuperar la memoria del poder – entendida ésta como la de la ins-
titucionalidad estatal – pero, sin duda, sí la de aquellos protagonistas que la historia siem-
pre registra con nombre y apellido. Porque en definitiva una elite, cualquiera que sea – y la
política, que es por excelencia una representación de todas – es históricamente y como su
definición lo indica, «los pocos que están en la cosa» y que, por su autoridad e influencia, se
arroga la facultad de determinar las conductas y los hábitos de los más.2
La construcción del objeto de estudio y sus alcances: sí historia, no
periodismo político
Así, pues, la historia reciente de represión y marginalidad políticas y la memoria de la
elite política se constituyen en una intersección provocativa pero objetivamente posible. ¿Por
qué? Porque, para un historiador que se ocupa de la historia reciente, el nudo problemático
es la identificación de un tiempo social del que pudo ser actor, con un tiempo pasado, el que
analiza.3 Es así que el análisis histórico, que nunca deja de estar teñido por la ideología, se
torna más complejo al tratar de recrear una época cercana.4
2
Es un concepto que además de producir encono ha merecido un extenso examen e la ciencia política y ha contado
con un detenido análisis de Pareto, Michels, Mills y Mosca. En este trabajo se lo delimita y utiliza como grupo que
tiene el poder de dirección política en las colectividades partidarias – e el gobierno – y que es reconocido como tal
por la sociedad. Véase el texto de Carlos Real de Azúa, «La clase dirigente», Montevideo, Nuestra Tierra Nº 34,
1969.
3
Como es obvio, dedicarse a procesos tan contemporáneos desde una perspectiva histórica, no oculta que «[. . . ]
quien se ocupa de la historia política está interesado en el presente y en el futuro de su entorno; de ahí surge su
inclinación por el pasado». Véase Álvaro Matute, «Historia política», en Horacio Crespo et al. El historiador frente
a la historia. Corrientes historiográficas actuales. México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1992, p.
70 (Serie Divulgación, 1).
4
En este sentido vale la pena retomar que: «Si el pasado cuenta es por lo que significa para nosotros. Es el producto
de nuestra memoria colectiva, es su tejido fundamental. . . Pero este pasado próximo o lejano igualmente, tiene
siempre un sentido para nosotros. Nos ayuda a comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy, a saber qué
La memoria de los políticos:. . . 87

Aun con la aceptación hoy día de que se dispone de más documentos que los que antaño
los historiadores aceptaban como tales, existe la disposición a crear fuentes tremendamente
impactantes por la fuerza que conlleva el sonido o el video, que ofrecen ventajas al historia-
dor dedicado a investigar tales procesos.5 Para historiarlos es posible recurrir a los propios
actores o espectadores, a los coetáneos de los acontecimientos, y es aquí donde la historia
oral ha contribuido a recuperar la memoria de los hombres, de los pueblos, de los distintos
grupos que hacen las sociedades.
¿Qué significa lo anterior? Significa que se han creado otras rutas en la búsqueda del
dato, del hecho. Vale la pena precisar aquí, que el acercamiento a los políticos por medio de
las entrevistas ha sido una práctica recurrente en el periodismo. Muy especialmente, se ha
recurrido a la entrevista política para informar a la opinión pública sobre las experiencias
vividas en etapas autoritarias o de transición. Como es sabido, las formas y los objetivos
del periodismo político, no necesariamente se estructuran en la perspectiva de ubicar el
dato, el acontecimiento para, a partir de él, comenzar la ardua tarea de cotejar y reconstruir
históricamente los fenómenos.
Significa además, que estas nuevas fuentes, los acervos de historia oral, no cuentan con el
estatus especial de que el historiador deba reparar en ellas de manera diferente. El cotejo y la
crítica de las fuentes mantiene para éstas el mismo protocolo y rigor que los tradicionalmente
aceptados.
No obstante, cuado se trata de recabar testimonios de políticos sobre situaciones de au-
toritarismo y transición ¿sobre qué especialmente se debe reparar? Sin lugar a dudas, la
principal premisa debe ser la de considerar que la oposición a los gobiernos autoritarios y la
participación en una búsqueda de la institucionalidad son valores socialmente compartidos
a la hora de las crisis de los gobiernos de fuerza. ¿Qué se quiere decir con ello? Que final-
mente son pocos los que mantienen la adhesión al autoritarismo – más allá de que se diera
en muchos casos – y que, seguramente, no serán tantos los que lo manifiestan abiertamente.
Además, que no todos van a desempeñar papales protagónicos en la recuperación o en la
conquista de un espacio público civil y plural.
Esta premisa asentada en el valor colectivo de la democracia y, con ello, por qué no, en
el prestigio épico que toda actuación antiautoritaria encierra, va acompañada de otra: la si-
tuación presente del protagonista político de aquel entonces, es decir, del entrevistado. Todo
político es un actor que está, al ser entrevistado, en su escenario y siempre es un elaborador
de discursos con intenciones proselitistas. De ahí que distinguir, al menos grosso modo, entre
político activo y retirado, es una clave sustantiva en el análisis de su testimonio y, aunque
se volverá sobre esto, se debe insistir en que los políticos entrevistados bajen del escenario.
La advertencia sobre ello facilitará la búsqueda de la verdad y de la objetividad procurando
eliminar los factores subjetivos y proselitistas, y dará otras claves para realizar el cotejo con
fuentes distintas.6 Así, pues, la sobrerrepresentación de la oposición, su protagonismo, que
defender y preservar, a saber qué derribar y destruir. La historia es una relación activa con el pasado. El pasado
está presente en todas las esferas de la vida social. El trabajo profesional de los historiadores especializados
forma parte de esta relación colectiva y contradictoria de nuestra sociedad con su pasado; pero no es más que
un aspecto particular, no siempre el más importante y jamás independiente del contexto social y de la ideología
dominante [. . . ] La memoria colectiva, la apelación a la historia actúan en ultima instancia respecto al futuro».
Jean Chesneaux. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y los historiadores. México: Siglo XXI,
4º ed., 1981, pp. 22-25.
5
Un muy interesante y sugerente estudio e interpretación, sobre lo que llama «la revolución documental», ofrece
Jacques Le Goff en su obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelona: Paidós, 1982.
6
Tomar conciencia de los peligros dados por la dosis de subjetividad es parte fundamental en la explicación
histórica que busca acercarse a la objetividad de la verdad. De ello da cuenta Adam Schaff en su obra Historia y
verdad. México: Grijalbo, 1974 (Teoría y praxis).
88 Silvia Dutrénit Bielous

se desencadenan durante las transiciones, y la persistencia del papel activo del político son
parte del juego de serpientes y escaleras que debe superar el historiador oral o quien recurra
a esos testimonios como fuentes de su investigación.
Estas dos premisas principales podrían desembocar en otro interrogante, o en una serie,
signada, por la pertinencia o no de rescatar el testimonio de los de «arriba», porque cabe
preguntarse hasta dónde se lograrán hallazgos para una reconstrucción histórica y hasta
dónde se vuelve sobre aquel componente de la memoria histórica que nunca se pierde.
Y aquí se debe insistir en un diverso amplio de circunstancias, especialmente políticas,
sociales, culturales, que permiten aseverar que la recreación histórica a partir de los testimo-
nios de los políticos aporta, alimenta y enriquece el conocimiento de una época. Afirmación
que podría extenderse a la exploración y explicación de los comportamientos presentes.
Lo anterior es fácilmente transmisible desde las siguientes preguntas. ¿El quehacer po-
lítico exige espacios y reconocimientos tradicionalmente aceptados? O en forma inversa:
¿es posible que los procesos históricos sean resultado de un quehacer político alejado de la
estelaridad y de los espacios ortodoxos y habituales de la política partidaria?
Rastrear el quehacer político en situaciones en que éste constituía una actividad vetada
conduce, primero, a que los propios protagonistas, los políticos, respondan que no existía
la vida política. Sin embargo, la insistencia en qué se hacía en aquellos tiempos, llega a
configurar otro escenario acerca de este quehacer que es el que importa para la investigación.
Cuando la política pasa por otras instituciones y el poder a manos de otros individuos y
otras instituciones, no significa que los que antes hacían política ya no la hagan. Entonces
la sociabilidad se vuelve política y se construye como tal. Toda actividad se usufructúa con
fines políticos y así se van tejiendo redes de relación con fines proselitistas. De este modo,
la creación y la imaginación se dan cita en los momentos de mayor cercenamiento de las
libertades para posibilitar el encuentro y la conspiración. Y es entonces cuando la política
y su quehacer pasan a evitar la represión convergiendo en otros ámbitos: las casas, los clu-
bes deportivos, los cafés, los cementerios, los estadios, los hipódromos, las playas, por sólo
enumerar algunos. De esta forma los cumpleaños y todo tipo de festividades u homenajes –
como los realizados muchas veces en los cementerios – fueron la excusa para reunirse, dis-
cutir y diseñar estrategias de acción. El conjunto de esa solapada actividad exige el diseño
de códigos conspirativos y de los más insólitos camuflajes.
Lo sucedido no solo significa la vivencia del acontecer diario de los políticos, sino que
representa asimismo la forma en que se va gestando la construcción de la institucionalidad
democrática.7 Y éste es el punto medular para la historia oral: el fraccionamiento de la ac-
tividad en espacios privados y semipúblicos y la dispersión de las fuerzas políticas y sociales
que redimensionaron el papel de los individuos, de los grupos pequeños, de ciertos micro-
mundos sociales. La inmensidad de lo realizado, los insólitos túneles por los que transcurrió
cada actividad y lo insólito de las formas que se dieron para cumplir con los objetivos de la
política, quedan en el recuerdo individual de sus actores, que lo colectivo estaba impedido
y lo público reprimido. Sólo el rescate de la memoria de quienes fueron tejiendo aquellas
redes y recorriendo aquellos vericuetos permitirá descubrir otras formas y otros espacios
del quehacer político que finalmente reconstruyen las historias y explican el rumbo de la
historia.

7
Como lo anota Philippe Joutard, uno de los servicios que presta la historia oral es el reemplazo de documentos
escritos, evidente en situaciones de clandestinidad o de resistencia. Es decir, se recupera lo olvidado exclusiva-
mente con los testimonios de quienes lo vivieron – actores o espectadores – . Consúltese su libro Esas voces que
nos llegan del pasado. México: FCE, 1986, pp. 253 y ss. (Colección Popular 345).
La memoria de los políticos:. . . 89

En suma, éste es el principal aporte, o el más rico, del testimonio que pueden ofrecer los
políticos sobre lo sucedido en etapas autoritarias o de transición.
Una ruta posible para entrevistar: algunas pistas después de una experiencia
¿Cómo abordar a la elite política, y cómo hacerlo en un espacio que no sea su escenario,
sino su espacio privado, individual, y no su hábitat acostumbrado de actuación? Ello condu-
ce, al mismo tiempo, a otro cuestionamiento. Se trata de determinar bajo qué condiciones,
en qué circunstancias y sobre qué situaciones se aborda y cómo resulta más enriquecedor
hacerlo.
El recorrido para lograrlo contiene varias paradas y dos recomendaciones sustantivas.
Éstas últimas tienen que ver con el papel del historiador y/o entrevistador. Quien pregunta
no es un polemista, es un investigador que va en busca de una fuente de información y, por
tanto, nunca va a un debate con su entrevistado. Esto es esencial, y quizás es lo más difícil
cuando se trata de un tiempo histórico respecto al cual se está o se ha estado comprome-
tido social y políticamente. Es, además, quien realiza la entrevista y luego la utiliza en su
investigación, alguien que debe preservar la ética profesional; lo cual alude al respeto abso-
luto sobre el uso de la información obtenida de acuerdo con la voluntad del entrevistado.
¿Qué representa esto? Que sólo se utilizará públicamente lo autorizado por el entrevistado.
No obstante, la información obtenida no se pierde auque no se haga pública, porque el in-
vestigador tendrá una riqueza de datos de la cual extraer un caudal de conocimiento que
enriquecerá su interpretación de los hechos más allá de las fuentes.
Para cualquier objeto a investigar – tema de coyuntura, proceso histórico o historia de
vida – la primera parada es un requisito ineludible: conocer al sujeto a entrevistar y su con-
texto. En este sentido, siendo un político importa el presente, su situación actual activa o
pasiva. Ello hace posible detectar el doble discurso sobre el que se deberá trabajar para
descartarlo o valorarlo.
La segunda estación es la elaboración de un cuestionario que no debe darse a conocer
antes de la entrevista, ya que ésta puede generar durante su desarrollo, temas no incluidos
en el cuestionario, lo que impone ser flexible para dejar que el propio entrevistado pueda
incorporarlos si así lo quiere. La flexibilidad tiene sus riesgos, porque el exceso discursivo
siempre está presente en el político, y constituye un desafío para este tipo de investigación.
En este sentido, el mayor éxito se obtendrá en la medida en que se logre bajar del escenario
al político, es decir, que su testimonio sea fruto de la reconstrucción de sus recuerdos, no de
su labor proselitista. ¿Es posible obtenerlo? En parte lo es y constituye uno de los principales
retos.
Por todo ello, la tercer parada de la ruta es la conquista de un clima de empatía, de
distensión y de interés de manera que los recuerdos sometan al actor actual y nos entreguen
al protagonista de antaño.
¿Cuáles son los límites temporales de la realización de una entrevista? Sin duda los es-
tablecidos por el entrevistado, su voluntad de seguir los complejos y movedizos caminos de
los recuerdos o su decisión de interrumpirla: es el dato decisivo que indica la continuación
o la finalización de la entrevista. Esta cuarta parada de la ruta contiene, en el caso de los
políticos, experiencias concretas relacionadas con sus tiempos de actividad legislativa o eje-
cutiva, de su interés presente y de sus urgencias. Si lo están llamando a sesionar o firmar un
acuerdo, la tensión pasa de la entrevista a otro aspecto. Es posible que pese a ello se logre,
que mantenga el interés, esto sucede también y hay que aprovecharlo. Como es obvio, los
políticos retirados tienen otros tiempos y otras expectativas. Un último freno en el camino
de la entrevista son sus primeras vallas a sortear: las secretarias y los teléfonos. Personajes
90 Silvia Dutrénit Bielous

y objetos que pueden convertirse en enemigos insalvables del entrevistador. Conquistar la


simpatía de quienes llevan la agenda de un político es un objetivo para quien pretenda en-
trevistarlo. Y lograr que el teléfono sea suspendido para que su atención esté en la entrevista
resulta ser otro punto importante, si se quiere alcanzar el clima de armonía, de placer, de
gusto necesario para redescubrir su actuación.
Capítulo 11

Memoria y socialismo

Pablo Pozzi | Alejandro Schneider


......

Historias de la militancia argentina (1965-1975)


La década de 1966 a 1976 se vio signada por una intensa actividad política, un auge de
masas y el crecimiento de la izquierda marxista y peronista. Este período se inició, a grandes
rasgos, con la instauración de la dictadura del general Juan Carlos Onganía, cerrándose
con el fin del gobierno de María Estela Martínez de Perón, en marzo de 1976. Éstos fueron
años de intensa conflictividad social en la Argentina, a raíz de los intentos de los sectores
dominantes de cambiar el modelo social de acumulación de capital combinado con un ciclo
de permanente crisis de legitimidad e inestabilidad política debido, principalmente, a la
proscripción electoral de Juan Domingo Perón.1 A esto se añade que durante esos años se
produjeron una serie de acontecimientos mundiales que impactaron en la práctica política
del momento: la Revolución Cubana y la extensión del proceso revolucionario en América
latina, la guerra de Vietnam, el Mayo francés.
Durante esos años surgieron nuevas organizaciones, tales como los grupos guerrilleros, y
agrupaciones que, siendo pequeñas en 1965, habían incrementado su caudal en adherentes
y su influencia en la vida política y social diez años más tarde. Cada una de estas organi-
zaciones fue producto de la época, y todas se esforzaron por conectar las reivindicaciones
populares a su visión del socialismo. Comunistas, trotskistas, maoístas, guevaristas y pero-
nistas revolucionarios atrajeron la atención y la imaginación de una generación de jóvenes
argentinos conocida hoy como la Generación del 70. Tres décadas más tarde, el recuerdo de
aquella época se ha resignificado, mezclando hechos reales con ficción, vivencias propias con
anécdotas de otros, sentimientos actuales con la evocación del momento.
Ésa fue una década de intensa politización generalizada, donde el común de la pobla-
ción seguía cotidianamente los acontecimientos internacionales, particularmente aquéllos
sucedidos en América latina y en Vietnam. En las organizaciones políticas se daba mucha
importancia a estos acontecimientos y su vínculo con eventos y problemas locales. Se rea-
lizaban debates, cursos, foros y la prensa se hacía eco de esta demanda. No fue casual que
1
Véase Patricia Berrotarán y Pablo Pozzi. Ensayos inconformistas sobre la clase obrera argentina (1955-1989). Bue-
nos Aires: Letrabuena, 1994.
92 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

muchos jóvenes se vieran marcados por todo esto y que su politización tuviera mucho que
ver con el contexto internacional. Dentro de la realidad particular de la Argentina, lo ante-
rior se combinó con una clase obrera combativa en lo sindical, con un notable nivel cultural
y politizada por la memoria de los gobiernos peronistas (1946-1955).
El recuerdo de aquella época implica, necesariamente, una valoración de la misma. En
este sentido la memoria y el mito se convierten en un lugar de disputa política e ideológica
que abarca no sólo el recuerdo de la época sino una lectura del presente argentino. Para
algunos, la Generación del 70 fue un fenómeno propio de la clase media y de la pequeña bur-
guesía impactada por una especie de anomia. Así, el recuerdo implicaría que el fenómeno
fue una utopía divorciada de la mayoría de la población.2 Para otros, la década representó el
momento más alto de politización de los argentinos, contrastándolo con una visión negativa
de la actualidad. Al decir de un testimoniante: «todo el mundo estaba metido en algo. Si no
militabas eras un pelotudo. Hoy en día no pasa nada». Para la historia oficial fue una cues-
tión de pequeños grupos de enajenados con influencia extranjera (Cuba, el Che Guevara, la
Cuarta Internacional).3 Para la izquierda, con variaciones, fue su momento de gloria perdi-
do. Para muchos de los activistas de la época su «vida política» fue el momento que marcó
su identidad como ser humano: la capacidad de trascender en función del bien colectivo.
Este trabajo se basa en ciento cinco entrevistas con activistas de aquella década, realiza-
das entre 1989 y 1997.4 El tema central de este trabajo es memoria y política a través de los
recuerdos de militantes izquierdistas de la década de 1970. Tres aspectos globales han sido
seleccionados para ser analizados interrelacionadamente. Por un lado se discute la cuestión
de la memoria y el mito; el cómo los testimoniantes reconstruyen su pasado y las percepcio-
nes que van armando sobre su propia existencia. El recuerdo de los militantes se encuentra
en una zona confusa y contradictoria que mezcla percepciones actuales con las pasadas y
con la experiencia vivida. Valores de hace dos décadas emergen conjuntamente con los del
presente. Debido al hecho de que muchos se sienten derrotados, las frustraciones, el dolor
y la sensación de pérdida son expresados contradictoriamente con la alegría, la reivindica-
ción del momento y la insistencia de que fue el «mejor momento de sus vidas». Asimismo,
la mezcla entre la historia oficial partidaria y los recuerdos personales les otorga algunas
características míticas a los testimonios, al mismo tiempo que ilustra significados ocultos y
no expresados en lo que fueron muy intensas y humanas vidas políticas. La reconstrucción
de la memoria es permanente al igual que su utilización en el contexto político, como por
ejemplo, la modificación de quiénes son reivindicados como héroes, la selección de hechos
significativos e, inclusive, la valoración de la militancia.
Por debajo de lo anterior se puede detectar una relación entre la memoria política y el
imaginario del testimoniante. Es en el análisis de esta relación donde se pueden encontrar
algunas de las características que apuntan a explicar las causas de la supervivencia de una
2
Pablo Giussani. Montoneros. La soberbia armada. Buenos Aires: Editorial Sudamericana/Planeta, 1984. Carlos
Brocato. La Argentina que quisieron. Buenos Aires: Editorial Sudamericana/Planeta, 1985. Peter Waldmann,
«Anomia social y violencia», Alain Rouquié (comp.). Argentina, hoy. México: Siglo XXI, 1982.
3
Anon. El terrorismo en la Argentina, 2 vols. (sin pie).
4
Estas apreciaciones son parte de una investigación más amplia sobre el PRT-ERP que incluyen numerosas entre-
vistas realizadas con el método de la «historia de vida». Los resultados de esta investigación han sido publicados
en: Pablo Pozzi, «Los setentistas: hacia una historia oral de la guerrilla»; Anuario 16, Rosario, Argentina: Escue-
la de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Rosario, 1993-1994; «Los perros. La cultura
guerrillera del PRT-ERP»; Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política vol. 1, Nº 2, Buenos Aires: Asociación de
Estudios de Cultura y Sociedad, noviembre 1996; «El exilio argentino en Estados Unidos (1976-1983): el caso de
Denuncia», ponencia en el XX International Congress, Latin American Studies Association, Guadalajara, México,
abril 17-19, 1997, «Por las sendas Argentinas». El PRT-ERP la guerrilla marxista. Buenos Aires: Imago Mundi,
2004.
Memoria y socialismo 93

cultura izquierdista en la Argentina.5 Esto se torna más evidente al analizar las respuestas
en torno a «¿qué era al socialismo para usted?». Inclusive es notable cómo activistas de la
misma organización, habiendo internalizado un discurso similar, lo resignifican a través de
su experiencia de vida. En estas respuestas se entrecruzan e interrelacionan muchos niveles
diferentes en la entrevista. Por un lado, se da el contraste entre la postura política actual con
la de la época relatada, comparando ambas con la experiencia a través del balance particular
que hace el entrevistado. Por otro, la educación formal, la ideología, el nivel social e inclusi-
ve el género subyacen en el imaginario reflejado por las respuestas. Asimismo, la tradición y
la formación política que la organización le brindó al entrevistado incide en la visión global
y en el lenguaje y tipo de anécdotas utilizados. Por ejemplo, a pesar del tronco común, son
notables las diferencias en las respuestas entre los militantes del PRT El Combatiente y los
trotskistas del PRT La Verdad. Los primeros internalizaron una cultura de la humildad antiin-
telectual, mientras que los segundos se formaron en la tradición del «socialismo científico».
Para unos, el demostrar que no entendían obras teóricas era motivo de orgullo – más allá
de que genuinamente no entendieran – ; para los otros sus explicaciones, aunque accesibles,
son más elaboradas e intelectuales.
Dos ejemplos de lo anterior se transcriben a continuación. En la primera entrevista con
una obrera, antigua militante del PRT El Combatiente, existía una diferencia entre lo teóri-
co, para lo que siente un rechazo, y el proyecto político socialista que identifica como más
concreto.

« — P: Y ¿qué entendían ustedes de lo que leían en El Combatiente o en la Estrella


Roja?
— R: Lo que entendí más que todo fue el proyecto político, la idea.
— P: Pero ¿entendías o no? ¿Te gustaba lo que decía, la intención?
— R: Las cosas muy intelectualizadas no. Las pasaba de largo porque hay térmi-
nos. . . ».

En la seguna transcripción, también de una obrera, es notable que aunque le falten pala-
bras para expresarse, su entendimiento se da a través de la teoría.

« — P: Y ¿qué era el socialismo para ustedes?


— R: Para mí el socialismo es comunismo. Para mí era un cambio en el sistema.
Un cambio político social, todo lo que quieras, dentro de una determinada socie-
dad como por ejemplo ésta. . . de repente me faltan palabras. Pero yo entiendo
que socialismo es comunismo, es crear conciencia a la gente para una sociedad
mejor».

Los distintos testimonios utilizados en este trabajo corresponden principalmente a mi-


litantes de base, aunque no únicamente. Se realizó una distribución entre Buenos Aires y
el interior, y se intentó lograr un balance entre sectores sociales. La técnica utilizada fue la
de «historia de vida», con devolución y repregunta. La intención era poder tener un relato
5
Para nosotros este concepto es distinto del de «cultura de resistencia» utilizado por Mónica Gordillo. Córdoba
en los 60. La experiencia del sindicalismo combativo. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 1997. Encierra
una tradición histórica que se remonta a la formación de la clase obrera, y combina ideologías con prácticas
concretas que encierran una visión subalterna y contrapuesta a la sociedad capitalista. En este sentido, una
«cultura izquierdista» es mucho más que un elemento «resistente» puesto que desarrolla un contenido positivo
que se constituye en parte de la identidad y la conciencia obrera.
94 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

global para así mejor evaluar las respuestas sobre la década en discusión. Se intentó desa-
rrollar un criterio de saturación6 pero surgieron serias preguntas en torno a su utilidad para
un estudio de subjetividad cualitativa. Las entrevistas generan – en forma constante – nuevas
hipótesis de investigación y de estudio, por eso el tipo de reportajes seleccionados para esta
presentación responden a un esquema semiestructurado con final abierto.7
Por último, para facilitar esta presentación se optó por aquellos testimonios de militantes
de organizaciones marxistas, dejando a los peronistas revolucionarios para otro momento,
debido a las diferencias en cuanto a cultura política y organizativa. Si bien es complejo
vincular cada testimonio con una organización específica, puesto que numerosos entrevis-
tados deambularon por más de una agrupación política hasta asentarse en la que marcó
su identidad política, la mayoría de los mismos pertenecieron a las siguientes: Partido Co-
munista, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Partido Socialista de los Trabajadores,
Vanguardia Comunista.8 La selección de testimonios fue realizada principalmente en función
de lograr un común denominador a partir de la autodefinición como izquierda marxista. Este
tronco común no sólo permite rastrear las continuidades sino también resaltar las diferen-
cias. Como control de los anteriores, se utilizaron los testimonios de algunos militantes del
peronismo de izquierda.
Por otro lado, la totalidad de los testimonios y la historia de las organizaciones se remiten
en la reflexión y en la identificación, a un pasado en común que entronca con la historia del
movimiento obrero en la Argentina. Hechos como la masacre de la Semana Trágica de enero
de 1919, la movilización peronista el 17 de octubre de 1945, la Resistencia Peronista (1955-
1962), entre otros, son hitos históricos que se han ido resignificando en la memoria popular
y en la militancia y que son transmitidos oralmente y, a la vez, permiten la identificación en
tanto clase y grupo político. Esto cobra significado a través de diversos mecanismos que son
expresados en el lenguaje empleado y en las prácticas de la militancia, ya sea en la fábrica,
en el barrio o en la universidad. A su vez, estas observaciones fueron realizadas a través
de los múltiples significados que representó – y representa aún – el fenómeno del peronismo
en la vida política y social del país. El legado y su resignificación después del golpe de
1955 y durante la Resistencia Peronista (1955-1958), cobran un particular elemento a ser
tenido en cuenta en el momento de considerar el período, ya sea para analizar a la clase
obrera, mayoritariamente peronista, como para interpretar las prácticas políticas de aquellos
grupos de izquierda que intentaron disputar ese espacio. En idéntico sentido nos interesa
también reflexionar cómo por debajo y a pesar de las sucesivas dictaduras del período, se
van generando y madurando un lenguaje y una forma de hacer política que – a través de su
propia práctica – se convierten en cuestionadoras e impugnadoras de los diversos intentos de
dominación y de control social, a la vez que permiten la maduración de respuestas que al
fragor de la lucha de clases se van convirtiendo en antisistémicas.

6
Daniel Bertaux, «Los relatos de vida en el análisis social»; en Historia y Fuente Oral 1, Barcelona: 1989.
7
Dean Hammer y Aaron Wildavsky, «La entrevista semiestructurada de final abierto. Aproximación a una guía
operativa». En Historia y Fuente Oral Nº 4. Barcelona: 1990 pp. 23-61
8
El Partido Comunista (PCA), fundado en 1918, tenía cerca de 200.000 afiliados en 1975. Si bien se reivindicaba
marxista su práctica política lo asemejaba a los partidos políticos tradicionales. Durante la década de 1965-
1975 tuvo numerosas fracciones que incluyeron a los grupos guerrilleros FAL y FAR, al grupo maoísta Partido
Comunista Revolucionario y al grupo intelectual Pasado y Presente. El Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT), fundado en 1965, se dividió en dos alas en 1968, en la que surgieron PRT El Combatiente y el PRT La
Verdad. El primero de estos grupos, en 1970 añadió a su nombre la denominación Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP), se reivindicaba guevarista. En tanto el segundo, en 1973, se fusionó con un sector del viejo Partido
Socialista, dando formación al Partido Socialista de los Trabajadores (PST), se reivindicaba trotskista. Vanguardia
Comunista proviene de una escisión maoísta del PCA.
Memoria y socialismo 95

Un problema que subyace a todo el planteo es qué quiere decir «ser de una organiza-
ción». Surge el tema de la memoria como canal de retroalimentación y de identificación de
esa organización. Por ejemplo los cánticos y la memoria de cada acto político del momento.9
Así, interviene permanentemente un mecanismo de identificación de sí mismo y para ex-
cluir a otros que no sólo es utilizado como elemento de discusión política con otras fuerzas,
sino también funciona como canal de aprendizaje y cohesión de la propia organización. Un
ejemplo claro de esto es una anécdota relatada por distintos testimoniantes, siempre sobre
otra organización: «Dos miembros de dirección de [la otra organización] fueron a Vietnam
y se quedaron maravillados por todo lo que vieron allí. ¿Cómo lograron todo esto? – pre-
guntaron – . ‘Estudiamos nuestra historia’ – respondieron los vietnamitas – . Ambos dirigentes
regresaron a la Argentina y se pusieron a estudiar la historia de Vietnam». Lo interesan-
te es la construcción de Vietnam como mito revolucionario y el descrédito para la «otra»
organización argentina que obviamente no entiende la importancia de «lo nacional» en la
revolución.
Uno de los temas que surgen de los testimonios es la diferenciación entre las organiza-
ciones más antiguas de la izquierda, como el Partido Comunista (PCA), y las nuevas orga-
nizaciones surgidas en la década de 1960. Una parte importante de la autodefinición como
«izquierdista» perteneciente a la Generación del 70, era tomar distancia de la trayectoria his-
tórica del PCA, aún siendo miembro de la organización. Un ejemplo de esto es el testimonio
de un obrero de la construcción, viejo militante comunista, que utiliza su relación con la
guerrilla para marcar, desde el hoy, su distancia con una historia partidaria a la que percibe
como poco revolucionaria y sectaria.

«Entonces me vinieron a ver y ahí empezó la relación, [. . . con los Montoneros]


entonces mi relación con el resto de los grupos políticos era sectaria a nivel de
discurso político, pero después si teníamos que ir a hacer algo acordábamos sin
grandes discusiones.
— P: ¿Hacer algo como qué?
— R: Y, qué se yo, tomar un barrio. Desplegar una actividad. . . venía un camión
con leche, repartir, volantear. . . , pero ahí participaba yo nada más.
— P: Y tu partido ¿cómo lo tomaba eso?
— R: Yo no daba cuenta de esas actividades».

En este sentido, surgió una dialéctica que intentó expresar nuevas prácticas y percep-
ciones políticas a través de un lenguaje que recurría a la vieja terminología. Esto se debe a
que muchas de las organizaciones de la izquierda política argentina se remiten a pasados
en común, no sólo por sus orígenes sino también por historia y cultura. El imaginario y las
tradiciones de la militancia, expresados a través de un lenguaje particular, eran transmitidos
oralmente y a través de un comportamiento aceptado por el conjunto de la organización.
Así encontramos imágenes que provienen del período anterior a la aparición del peronismo
(1945) y que son resignificadas por cada grupo político. Un ejemplo de esto es la anécdota,
repetida por diversos testimoniantes, del anarquista que se muere de hambre con el dinero
del sindicato en el bolsillo, cuya honestidad le impide gastarlo aun a costa de su vida. Tam-
bién encontramos expresiones que se repiten de una organización a otra como elementos de
9
Nos referimos a cánticos como por ejemplo: «Evita, Guevara, la lucha se prepara» y «Fusiles, machetes, por otro
17». Véase Frente Antiimperialista y por el Socialismo. V Congreso. Pte. Roque Sáenz Peña, Chaco: Libros del
Frente, noviembre 24, 1973.
96 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

identidad y cohesión. Cada militante habla de el partido refiriéndose al propio y retomando


una definición que se inicia con los comunistas de la década de 1920. Este lenguaje y estas
tradiciones fueron, a su vez, marcadas por el cristianismo y por el peronismo. Para muchos
la imagen del Che Guevara, muerto en Bolivia, evocaba un parecido con las representaciones
religiosas de Cristo, encontrando su explicación política en el concepto del hombre nuevo. El
vínculo entre cristianismo y marxismo, a nivel de lo cultural, fue expresado por un obrero
ferroviario:

«El socialismo para mí era una forma de compartir las cosas, de distribuir bien
las riquezas del país, una idea muy sencilla del socialismo. Yo todavía tenía una
idea muy éste. . . se puede decir que no era un marxista porque no conocía a
fondo el marxismo, y mi problemática respecto de las ideas cristianas en cierta
manera se fueron adaptando, no era una contradicción para mí».

En el caso del peronismo es notable cómo este movimiento populista – que a su vez resig-
nificó tradiciones de la izquierda y del anarquismo – penetró profundamente en el lenguaje
y las concepciones de nuestros entrevistados. Por ejemplo, a partir de 1945 van a coexistir
en una tensión permanente alusiones a la clase obrera y al pueblo, como sinónimos. Asimis-
mo, en la percepción de muchos militantes setentistas, el obrero se convertía en descamisado
o negro. El problema que esto implicaba para nuestros testimoniantes era profundo, puesto
que como marxistas se planteaban a la clase obrera como sujeto revolucionario; pero al resig-
nificar a la clase como un conjunto de descamisados implicaba definirla como intrísecamente
peronista.10 Así, la cultura izquierdista que se expresa en las entrevistas, no sólo tiene que
ver con la historia de vida del testimoniante y la trayectoria de su organización específica,
sino también con un pasado común expresado en un lenguaje subalterno. Lo anterior lleva a
la creación de mitos políticos y la resignificación de la memoria. Un estibador, viejo peronis-
ta, militante de izquierda en la década de 1970, se hizo eco de esto en su relato al contarnos:
«Venían los pibes y me preguntaban ‘¿cómo era Perón?’ Yo les contaba y no les gustaba». A
su vez, esto implica que los nuevos no eran verdaderos, razón por la cual fueron derrotados.
Así, el choque de generaciones marca la memoria, pero también sirve para marcar una iden-
tidad clasista. El estibador, si bien militante de izquierda, utiliza la anécdota para señalar
que él era más peronista, y por ende obrero, que los jóvenes estudiantes miembros de la
Juventud Peronista.
Reflexionar sobre el papel del mito y la memoria implica considerar una serie de cuestio-
nes. Por un lado, el uso del mito ocurre siempre desde el presente, momento en que se realiza
la entrevista y al calor de ella. Al mismo tiempo, el mito se va resignificando y acomodando
a partir de las reflexiones que van haciendo los testimoniantes en diálogo con el entrevista-
dor. Éstos expresan reflexiones, por ejemplo, en donde se mezlan y cobran vida cuestiones
relativas a los sentimientos de los entrevistados. El testimonio de «Silvia» es revelador en
este sentido, porque manifiesta una notable contradicción entre la sensación de alegría de
haber militado, mientras relataba una situación terrible. Enviada al monte tucumano como
parte de la guerrilla rural del PRT-ERP en 1975, Silvia relató, en medio de risas, cómo ella
y dos compañeros más cayeron en una emboscada del ejército. Muertos sus dos acompa-
ñantes, herida ella por una granada, recordó, con sensación de ridículo, cómo daba vivas al
ERP convencida de que iba a morir. Aún hoy en su relato se mezclan distintas sensaciones:
alegría, miedo, ridículo, fatalismo, vergüenza. Todo para terminar en una conclusión cuasi
10
Un proceso similar ocurre con el concepto marxista de internacionalismo. Al adoptar la izquierda la noción
populista que define la contradicción principal como «imperialismo – nación», surge una fuerte tensión.
Memoria y socialismo 97

mítica: «El compañero estaba herido [no muerto]. Entonces se lo llevaron al campamento
de ellos y que los jefes de ellos lo matan, le pegan. O sea, ya estaba inconsciente, ya había
perdido mucha sangre, toda esa historia. Otra vez grita, estaba como alucinado. Grita, los
insulta». Aún en la derrota, para Silvia el compañero (y por extensión ella misma) era un
héroe; mientras que los militares rematan a un herido.
Esta situación se repite una y otra vez. Existe una minimización de momentos muy di-
fíciles que se combina con otros dos mecanismos. Uno es el de los silencios y el segundo
es el de la resignificación. Es interesante reflexionar cómo los distintos testimonios resaltan
las características de camaradería y solidaridad y rara vez la crueldad.11 En esto se revelan
varias cosas. Por un lado, para nuestros entrevistados la militancia política fue un momento
de plenitud. Por otro, veinte años más tarde, subconscientemente han incorporado a la me-
moria una visión dicotómica por la cual sólo el enemigo es el cruel. En función de esto los
testimonios, inconscientemente, silencian instancias que parecen incompatibles con la ale-
gría militante. Pudimos ubicar dos excepciones a esto. La primera es en aquellos momentos
en los que el testimoniante deseaba realizar una crítica a un compañero cuya imágen para
la organización era heroica. Por ejemplo:

« — P: ¿Cómo era N [un destacado jefe militar del ERP]?


— R: A mí no me gustaba. Un día vino a una reunión y dijo «Quiero sangre en
las calles de [la ciudad]».

Lo importante aquí no es si la anécdota es genuina, sino su utilización para presentar una


visión negativa. La contrapartida es la visión y memoria del revolucionario como humano,
de ahí que la condena más fuerte sea moral: era un mal compañero porque ostentaba un
desprecio por la vida. Otra excepción fue cuando, confrontado por un hecho, el testimoniante
apagaba el grabador y pasaba a explicar el mismo. El razonamiento del entrevistado era que
no deseaba dar elementos a las fuerzas de seguridad que generaran problemas. Sin embargo,
las explicaciones brindadas tendían a tratar de conciliar la visión mítica con la crueldad.
Por lo tanto, el papel que juega el mito y la memoria, con sus canales de transmisión,
en situaciones particulares – en la experiencia de vida – de los propios entrevistados es suma-
mente complejo, prestándose a múltiples interpretaciones de los testimonios. En este sentido
son numerosos los testimonios que utilizan la memoria – a través de los mitos – como elemen-
to legitimante. El ejemplo más claro de esto tiene que ver con el recuerdo de los momentos
de lucha, para transformar a los mismos en herramientas simbólicas que sirven como ins-
trumentos materiales en los momentos de organización o para hacer frente a situaciones
díficiles. Al respecto «Oscar», un militante trotskista, recuerda cómo, en los peores momen-
tos de la última dictadura militar, se inició un conflicto al producirse el secuestro de unos
compañeros de la fábrica donde trabajaba:

«la asamblea fue una dura batalla [. . . ] G. decía, ‘tenemos que defender a los
compañeros’ [. . . ] Entonces él tomaba todas las conquistas que habíamos logra-
do con todos estos compañeros, [. . . ] él dijo ‘ustedes se acuerdan que, con la
capacidad de los compañeros y con la fuerza de todos ustedes, todas las cosas
que conseguimos’. Eso gustó mucho a la gente, [. . . ] en forma abrumadora se
votó paro».

11
Alessandro Portelli, «‘Nosotros queríamos la piel de los fascistas’. Violencia, imaginación y memoria en un epi-
sodio de la guerra partisana», Cuahutemoc Velasco Avila (coord.). Historia y testimonios orales. México: INAH,
1996.
98 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

Éste, al igual que otros testimonios registrados, alude a cómo las lecciones del pasado
cobran vida en los momentos de necesidad y cómo también se hallan en el presente y se
tienen en cuenta para el futuro. Éste es el significado más obvio de uno de los entrevista-
dos, delegado de una fábrica metalúrgica al realizarse la entrevista, al recordar un conflicto
en la década de 1970: «. . . esa lucha me ha dejado una invalorable experiencia que jamás
olvidaré». De este modo, los mitos y las imágenes que se evocan – con su reflexión históri-
ca – se convierten en poderosos mecanismos que se transmiten de generación en generación,
permitiendo la identificación en la reconstrucción de la memoria de los protagonistas tanto
como individuo y como miembro de una clase.
Un ejemplo de este proceso de resignificación legitimante de la memoria es el recuerdo
de la figura de Mario Roberto Santucho, el líder guerrillero del ERP. Todos los testimonios de
los militantes de su organización destacan su humanidad, su accesibilidad, su ejemplaridad.
En cierta manera se mitifica su figura, en un proceso similar al que se ha realizado con el Che
Guevara, o anteriormente con Perón, como manera de reforzar el concepto de que era un
ser excepcional. Si él lo era, entonces aquellos que él dirigía también tendrían características
excepcionales. Al decir de uno «éramos los mejores hijos del pueblo». La complejidad de esta
visión puede ser considerada en el siguiente testimonio de un viejo militante rosarino del
PRT-ERP:

«[. . . ] el Negro Roby [Santucho] que era una persona que fue marchando, cre-
ciendo y organizando con sus contradicciones, sus debilidades y sus virtudes. Y
que justamente la virtud más importante de él fue la decisión que tuvo, la deci-
sión a la meta donde quiere llegar, y que los influyó a todos ahí, y yo creo que
dentro del PRT construyó un nuevo militante, que fue el militante predispuesto,
voluntarioso, sacrificado, eh. . . decidido a tomar el poder [. . . ]».

Claramente lo que se visualiza como la firmeza del dirigente de repente se hace extensiva
al conjunto de los miembros de la organización que él dirigía. En el testimonio a continuación
el mero hecho de que el entrevistado, un obrero ferroviario, crea necesario afirmar que
Santucho no era Dios, señala que tanto para él al igual que para otros, sí era algo digno de
consideración:

«Entonces yo creo que muchas veces, eh. . . hay hombres en la historia que la
marcan, yo creo que el Negro no fue un Dios de ninguna manera, pero sí fue un
compañero que sintetizó el conjunto de los compañeros, yo creo que eso fue lo
más importante, y simbolizo en el Negro a todos los otros compañeros, porque
hubo otros compañeros que no son tan conocidos hacia fuera, pero que realmen-
te eran eh. . . una guía en cuanto a su esfuerzo, su militancia, su razonamiento
[. . . ]»

Así, es notable el uso del olvido, y los silencios en torno a hechos cuya valoración es
equívoca desde el presente. Esto no sólo tiene que ver con hechos de crueldad y violencia,
sino también con la sexualidad. Rara vez hay alusiones a ésta en los testimonios. Cuando
se la señala, es en el contexto del «amor» o de un comportamiento considerado incorrecto
(«sanciones»). En el caso de Santucho, es notable la reacción de nuestros entrevistados al
hecho, que describe una autora,12 que éste había cometido adulterio. Aquí las diferentes
reacciones se ven marcadas por el género del testimoniante. Tanto para la autora del libro
12
María Seoane. Todo o nada. La historia secreta y la historia pública del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho.
Buenos Aires: Planeta, 1991.
Memoria y socialismo 99

como para algunas militantes del PRT-ERP, ésta era una prueba más de la humanidad de
Santucho e inclusive era considerado con tonos cuasi románticos. Para otras esto no era
novedad y se esforzaban por explicar que era algo sabido que ocurría entre los cuadros de
dirección de su organización, en una crítica implícita al machismo. En cambio, para todos
los hombres del PRT-ERP entrevistados esto es algo de lo que no se debía hablar. A través
del silencio, intentaban preservar la imagen construída cuidadosamente durante años, en
la cual se asentaba la percepción de la organización y la identidad del conjunto. De ahí la
importancia de reconocer la importancia del libro, marcando diferencias, y rescatando la
figura del líder:

«Yo creo que el libro que escribe María Seoane sobre el Negro [Santucho] tiene
cosas muy importantes porque lo desmitifica, es un ser humano, por primera
vez la sociedad puede leerlo. Es un fenómeno, el año pasado se agotó en la
costa atlántica donde se venden los best seller, se agotaron dos ediciones. Bueno,
después es discutible, para mí, las conclusiones que hace, son otras, pero es
importante, metió el tema [. . . ]».

Un sólo testimoniante nos brindó una visión diferente, y levemente crítica:

«Santucho era un guerrero. Marx era un filósofo. Lenin un intelectual. Ho Chi


Minh un poeta. Nosotros teníamos un guerrero. Quizás hubiera hecho falta un
poeta».

La fraseología escogida revela distintas cosas. Primero que hace veinte años el entrevista-
do probablemente opinara que hacía falta un guerrero y que esa característica era positiva;
sólo en el contexto de la derrota («quizás hubiera hecho falta un poeta»), y desde la visión de
hoy, es que «guerrero» adquiere un leve tono negativo. Sin embargo, y contradictoriamente,
lo pone a la altura de los revolucionarios míticos, por lo que termina incluyendo a Santucho
en el panteón revolucionario.
Así, la construcción de la imagen del dirigente revolucionario cobra una importancia
desmedida. Según un obrero tucumano, de los primeros militantes del PRT-ERP, «la lucha
nuestra, mía, por ejemplo no era porque yo tenía conciencia de que había que construir el
socialismo en la Argentina, sino más bien era un seguimiento a Roby». Es probable que esta
afirmación esté fuertemente influenciada por la derrota de la organización y el fracaso del
socialismo real. El tema aquí es el rechazo de la postura política de hace veinte años pero, al
mismo tiempo, el rescate de la propia identidad y del pasado militante a través de resaltar
la importancia de Santucho.
El uso del silencio y del olvido a veces es notable. Una de las principales críticas de la
izquierda no armada a los grupos guerrilleros era que sacaban activistas de las fábricas para
enviarlos a la actividad militar, quitando dirigentes a la clase obrera. Después de la derrota
de 1977, muchos de los militantes guerrilleros han aceptado esta visión. Lo notable es que
no pueden recordar un sólo caso en el que esto haya ocurrido. Inclusive existe olvido, aún
cuando el caso los afecte directamente. Por ejemplo, la célula obrera del PRT en la fábrica
de Alpargatas participó del ataque al cuartel de Monte Chingolo en diciembre de 1975. Los
viejos militantes del PRT-ERP de la zona deben saber esto muy bien, sin embargo todos
prefieren no acordarse. Así, si bien aceptan la historia oficial elaborada por «los contrarios»,
no la vinculan con la experiencia propia. De hecho la rechazan.
Por último, la contradicción entre los valores aceptados el día de hoy y aquellos que se
tuvieron surge particularmente de la imagen que se tiene de la época. Ningún entrevistado
100 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

aceptó de buena gana haber sido «rígido», «esquemático», o «milico», si bien estaban dis-
puestos a plantear que ése era el problema de su organización. Sin embargo, una vez que se
reconocían como tales, se daba una resignificación de la terminología: no se era esquemático,
se había sido «duro», o se había tenido «firmeza». De alguna manera en esta resignificación
también se mezclan elementos de una cultura fuertemente machista. Para los peronistas Pe-
rón era el macho; para los comunistas su dirigente Rubens Iscaro «había resistido la tortura»;
para los militantes del ERP Santucho «tenía huevos». Un ejemplo de esto es el testimonio de
un obrero metalúrgico que transcribimos a continuación:

«Creo que teníamos también soberbia. Estábamos muy agrandados. Nosotros es-
tábamos convencidos que los milicos eran imbéciles y que los íbamos a aplastar.
En eso reconozco que yo personalmente veía un milico y me le cagaba de risa. Y
veía un milico hablando en general y decía: ‘Pero estos gordos estúpidos brutos
qué van a poder con nosotros’. Estaba imbuido del clima de que la toma del po-
der no estaba muy lejos. No tenía miedo. No sé si. . . o sea, yo creo que el tema
es vencer o morir por la Argentina. Lo tenía tan metido adentro. Lo teníamos
tan metido adentro, nos lo habían inculcado tanto, y el ejemplo del sacrificio de
los militantes vietnamitas, que eran los elementos con los cuales nosotros nos
formábamos. Sobre todo el tema de formación de cuadros. Y todos los libros que
usábamos eran sobre la revolución vietnamita y las editoriales mismas que te da-
ban una visión de que estábamos muy fuertes, de que estabamos en condiciones
de derrotar al enemigo».

Lo anterior es dicho en tono de autocrítica en función de la derrota, pero un gran orgu-


llo subyace al testimonio: «éramos duros». Aquí se mezclan una multiplicidad de conceptos.
La firmeza ideológica es considerada desde la virtud cristiana (el sacrificio) y reforzada con
la autoridad de la Revolución Vietnamita (una especie de David frente al Goliat estadouni-
dense). Esto a su vez es asociado con una fortaleza política que contrasta con la debilidad
del enemigo, que «eran imbéciles y los íbamos a aplastar». Por último, subyace una fuerte
corriente de autoreivindicación considerada como hombría que se asocia con el heroísmo.
Inclusive observemos cómo estos conceptos emergen en otro testimonio:

« — P: ¿Qué ha quedado de la experiencia de ustedes?


— R: Tengo mucho dolor y mucho orgullo en mi alma. Sobre todo no me arre-
piento de nada. En los años venideros nuestros hijos y nietos mirarán lo que
hicimos y dirán «hubo gigantes aquí, en Tucumán, que supieron dar todo lo que
tenían por la dignidad del hombre». Me duelen los caídos, extraño a los desapa-
recidos, y me apeno por todos aquellos que no saben rescatar su propio pasado
de dignidad y lucha. Pero estoy seguro que no sembramos en el vacío porque
con nuestra lucha, nuestro esfuerzo y con nuestro sacrificio supimos señalar el
camino».

Esta capacidad de mezclar mitos con la memoria se repite en otros testimonios. El PRT
se funda en 1965 a partir de una fusión del grupo trotskista Palabra Obrera, dirigido por
Nahuel Moreno, y del indigenista y guevarista Frente Revolucionario Indoamericano Popular,
dirigido por Francisco René y Asdrúbal Santucho.13 Tres años más tarde, ambas corrientes
13
Según documentos internos Mario Roberto Santucho, hermano menor de Francisco y Asdrúbal, se integra al
Comité Ejecutivo del PRT recién a partir del segundo congreso de la organización en 1966.
Memoria y socialismo 101

se separan después de una agria disputa interna. Moreno fue el primer secretario general
del PRT y Mario Roberto Santucho lo fue con la organización ya dividida. Para la mayoría
de los militantes del PRT-ERP entrevistados la historia partidaria empieza con el FRIP o si no
recién en 1968, y Santucho fue su único dirigente.14 Para los militantes morenistas la visión
es distinta y también mítica:

« — P: 65, Santucho está en el comité central, este. . . Moreno es secretario gene-


ral, ¿sí o no?
— R: Sí, esto de secretario general vos sabés que no sé si. . .
— P: ¿Si había?
— R: Sí, porque nunca le dimos bola al puesto de secretario general, el que le
dió bola es Prada cuando se produce la ruptura, él estaba de secretario general
y entonces quiere ir a una reunión en La Plata, y acá el secretario general es el
que más labura, pero no hay un secretario general del Partido Comunista, tiene
que ver con el análisis que hagamos después de los que se van con Santucho y
conforman el PRT Combatiente».

Es importante observar el contramito que se elabora. Ante la implícita afirmación de la


importancia del cargo partidario, el testimoniante responde con una cuidadosa valoración
que enfatiza en dos cosas: el trabajar como calificación para un cargo de dirección y, segundo,
el que esto diferencia a su partido de los comunistas y, por supuesto, del sector que conforma
el PRT El Combatiente. Lo importante aquí no es la veracidad del hecho en sí, si no más bien
la elaboración que hace el entrevistado y la carga de significados múltiples que ubica en una
aparentemente simple declaración objetiva.
Un resultado de esta mezcla de actualidad con el pasado, fue la reacción de los entre-
vistados a la pregunta de si lo harían otra vez. Evidentemente la respuesta varía según si el
entrevistado continúa activando políticamente o no. Centrándonos en los que han dejado la
actividad política, podemos destacar algunos hechos notables. Principalmente el rescate de
la experiencia. A pesar de la derrota, todos los entrevistados mostraron en sus testimonios
aspectos de añoranza de la vida militante. Sensaciones de ser útil y tener valía, se mezclan
con cierta reticencia de volver a estar en riesgo o un rechazo al nivel de sacrificio exigido.
Un buen ejemplo de esto es el siguiente testimonio de un médico:

« — P: ¿Valió la pena? ¿Lo rescatás? ¿Te arrepentís?


— R: No, no sé si cuando te digo «no me arrepiento» es porque mi única salvación
es ésa, no arrepentirme. Si te arrepientes de eso ya te quedás sin nada. A lo mejor
es una defensa no arrepentirme. O sea, no me arrepiento de lo que se ha hecho.
Si pudiera hacerlo de nuevo lo haría distinto.
— P: ¿Pero, lo harías de nuevo?
— R: Sí, posiblemente, bajo otras circunstancias y condiciones. Quizás partiendo
un poco al revés, donde lo importante es la vida, no como lo planteábamos».

Una vez más nos encontramos ante una visión fuertemente contradictoria. Lo que parece
una defensa del pasado militante, también tiene una connotación negativa a través de una
14
Según un dirigente del PRT-ERP: «Pero nosotros entendemos que la verdadera historia del PRT no arrancó el 25
de mayo de 1965. En realidad comienza en la etapa en la cual se fue consolidando lo que constituyó una de sus
vertientes: el FRIP». Entrevista publicada en Combate, enero-febrero 1985, Suecia, p. 6.
102 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

imagen cristiana («la salvación»). El entrevistado reivindica y repudia, en la misma frase,


su pasado militante al establecer que lo haría una vez más pero que lo importante, ahora,
es la vida. A diferencia del testimonio anterior, compárese con el de un testimoniante que
continúa militando actualmente:

« — P: ¿Qué balance hacés de la experiencia, además de lo que ya dijiste? Digá-


moslo así ¿te arrepentís?
— R: Jamás. Yo creo que se cometieron errores, que nos mandamos unas cuantas
cagadas. Pero creo que todo lo que hicimos fue valioso y fue la expresión del
momento, de lo que se vivía, del rumbo del mundo, de los acontecimientos del
mundo. Todos los que pasaron por esa etapa fueron marcados a fuego por todo
lo que se vive en ese momento. Y creo que nos pusimos, con errores, con ca-
gadas, con todo lo que vos quieras, nos pusimos a la altura de las circunstancias.
Más allá que haya terminado en un fracaso, lo que la cosa requería era poner-
se. . . nosotros y tantos compañeros más ¿no es cierto? [. . . ] El saldo yo creo, a
pesar de la derrota, es altamente positivo. Yo creo que la historia por venir va a
demostrar que eso fue un escaloncito más en el proceso histórico del país».

Claramente en este último testimonio el lenguaje, la adjetivación, son diferentes a los


anteriores. Al reconocer que «hubo equivocaciones» el testimoniante se esfuerza por mos-
trarse equilibrado y objetivo, lo cual le sirve para legitimar la postura posterior de que «nos
pusimos a la altura». La memoria del pasado es utilizada para reforzar la postura política
en el presente. Al mismo tiempo, la continuada militancia del entrevistado le da una visión
positiva de su propio pasado en el cual asienta su identidad actual.
Subyacente a todo lo anterior se encontraba una valoración tanto de la sociedad en la
que se vivía como de la deseada, que se sintetizó en la expresión socialismo. El pensar qué
era el socialismo para la época tiene que estar ligado con la experiencia de la clase obrera,
en particular la del primer peronismo (1945-1952) y el papel que cumplió el estado. Para
ambos, peronistas y antiperonistas, el discurso e imagen del «socialismo nacional» permeaba
toda su ideología. Para muchos esto también implicaba tomar distancia de lo que percibían
como la tradicional visión del PCA, cuyo fuerte énfasis en el lenguaje teórico y en el ejemplo
de la URSS había encontrado escaso eco en una clase obrera mayoritariamente peronista.
Esto no implicó el rechazo automático a la URSS, sino más bien una resignificación en un
contexto particular tanto de la palabra socialismo como de la imagen de la sociedad soviética.
En el testimonio que se transcribe a continuación, un obrero de la construcción militante del
PCA utiliza una construcción del discurso por el cual la política tiene que ser concreta, cosa
que es reconocida por el «compañero de la URSS» pero no por los dirigentes partidarios. En
la práctica la anécdota es utilizada para tomar distancia de viejas prácticas políticas y para
resaltar el propio carácter revolucionario:

«Yo tengo una experiencia [. . . ] personal, me enorgullezco de decirla. Estaba en


Chingolo, la cuestión es que había organizado el barrio [. . . ] Resulta que vie-
ne éste [Athos] Fava [miembro de dirección del PCA] y bueno, tenía que hablar.
[. . . ] Más de cien personas había. Yo estaba en la Juventud todavía [. . . ], en-
tonces resulta que la secretaria del barrio del Partido dijo dos pelotudeces que
no tienen el peso de nada, porque era ridículo lo que dijo. No políticamente,
humanamente ya era ridículo. Después habló el compañero Fava, y bueno fue-
ron ocho pelotudeces. No fueron tan ridículas, pero fueron mal dichas, porque
Memoria y socialismo 103

vos podés decir una sarta de pelotudeces, pero te ganás la gente, la levantás, la
movés, transmitís fuerza. Entonces vino un compañero que recién había venido
de la Unión Soviética, me llama y me dice : ‘Che, vas a tener que hablar vos’.
Yo me siento orgulloso de que. . . Yo siempre hablaba en mis cosas específicas, en
el laburo, así. De política adelante de un montón de gente. . . Y me acuerdo que
cuando yo terminé de hablar – que hablaba como te estoy hablando ahora – por
lo menos la gente se levantó toda, o sea, se notó que había alguien que había
dicho algo. Aunque después se hayan olvidado, no interesa».

En este sentido las respuestas a la pregunta «¿qué es el socialismo para usted?» hay que
pensarlas en diferentes niveles. Por un lado, qué significaba desde la experiencia de historia
de vida, sector social, raza y género. Por otro, lo que cada organización, y ya no el individuo,
entendía por socialismo, si existía en aquella época y cuáles eran las vías para lograrlo. Por
último, la reconstrucción oral de la memoria de los militantes obviamente tiene que ver con
el momento de realización de la entrevista.
En este caso hay dos cuestiones fundamentales que inciden en los testimonios. La prime-
ra es la derrota de los proyectos revolucionarios de la década de 1970 y la particular apertura
democrática de 1983. La segunda es la caída del socialismo real desde 1989, la ofensiva del
capitalismo y el neoliberalismo a nivel mundial. Ambos aspectos son elementos que pene-
tran profundamente en las apreciaciones y las memorias de nuestros entrevistados. Estamos
haciendo la reconstrucción de una década desde otra en la que los cambios son profundos,
tanto para la interpretación de los significados como los significantes de esta situación. De
ahí que la pregunta «¿qué era el socialismo?» sea una de las más complejas para responder y
de las más difíciles para interpretar en su significado más acabado. Se sitúa en un entramado
profundo y dialéctico entre el hoy y el ayer, el lenguaje y la experiencia, la tradición y el mito
y, sobre todo, la cultura particular en la que está inserto el testimoniante. Pero, a su vez, las
respuestas dan múltiples indicios sobre los causales de la militancia setentista. En particular,
apuntan a comenzar a visualizar una respuesta en torno a la relación imaginario – ideología –
activismo que llevó a buena parte de una generación a realizar un cuestionamiento antica-
pitalista e inclusive a dar la vida. En particular, lo que son en apariencia respuestas simples
encierran un fuerte nexo entre la realidad cotidiana del militante/ser humano y su esperan-
za/interés de construir un mundo mejor. Aún hoy podemos rastrear el nexo en el lenguaje
positivo y en la añoranza que encierran las palabras con que los entrevistados describen el
socialismo.
Es notable, también, que a pesar de la propaganda y la formación partidaria la mayoría
tiende a describirlo en formas concretas y como mejoras en la vida cotidiana, y rara vez con
alusiones al «socialismo real» o a los teóricos del marxismo. Claramente, aquí se encontraría
una de las claves de la subsistencia de una cultura izquierdista en la Argentina – el vínculo
entre el imaginario popular y el socialismo que se dio desde el anarquismo – , pasando por
los comunistas de la década de 1930 y el socialismo nacional del peronismo hasta la hete-
rogeneidad de la Generación del 70. Veamos las respuestas de dos obreras, ex militantes del
PRT-ERP, que se transcriben a continuación:
104 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

« — P: ¿Qué era el socialismo?


— Obrera 1: Donde toda la sociedad fuéramos iguales [sic], donde todos pudié-
ramos tener un gobierno que nos pertenezca, que salga de nuestro pueblo y que
nos represente bien. De repente es muy idealista.
— Obrera 2: Yo no sé si es idealista.
— P: Pero ¿qué es para vos el socialismo?
— Obrera 2: Es un cambio social, un cambio en una sociedad donde hay una
parte muy importante donde los obreros pasen a ser los dueños de la producción,
donde los ciudadanos de un país se vean realizados en sus derechos».

Aquí hay que considerar la mezcla de vergüenza ante algo deseado pero que se considera
un imposible («idealismo»), con una visión teórica («dueños de la producción») y una visión
sumamente práctica y ligada a las necesidades de la vida cotidiana («gobierno que nos perte-
nezca», «realizados en sus derechos»). Es evidente que, para estas testimoniantes, se vincula
el socialismo con democracia mientras que, subyacente, existe una comparación con la si-
tuación actual en la que se siente al gobierno argentino como algo distante y divorciado de
lo popular. Esta visión queda aún más clara en el testimonio de un obrero automotriz, viejo
militante trotskista:

« — P: ¿Y qué era el socialismo para vos en esa época?


— R: Y para mí el socialismo en esa época era sanidad gratuita, educación gra-
tuita, planes de vivienda, éste. . . poder acceder a la universidad sin necesidad de
hacer lo que yo hacía, que decía la puta madre que lo parió entre un tipo que es
hijo de un médico, y que no hace más que estudiar, y yo que tengo que levan-
tarme a las 5 de la mañana, ir a la fábrica, estar 9 horas, salir cagando, llegar
al colegio, a veces sin morfar, y estudiar y rendir. . . hay una diferencia enorme,
entonces yo decía: bueno en una sociedad donde el que quiere estudiar se le
posibilite eso, y bueno yo soñaba con que se le iba a dar la posibilidad, decía:
bueno, ‘tá bien que un tipo agarre y diga bueno’ tá trabajando seis meses en un
fábrica, quiere estudiar, bueno se le dan seis meses para que estudie full time y
que realmente luego se coteje. . . bueno este tipo lo dejamos estudiar y rinde las
materias, no va a boludear. Yo creo que todo eso era posible. Yo decía: pero la
puta madre que lo parió, para qué mierda queremos que haya tantas fábricas
de automóviles, por qué no hay una sola fábrica de automóviles y todo ese otro
dinero que hay en las otras fábricas se destina a otras cosas, a hacer planes de
vivienda, caminos, gasoductos, qué se yo [risas] esas ideas que yo manejaba, de-
cía: en una sociedad planificada, las cosas se harán de acuerdo a las necesidades
de la población».

Nótese el contraste entre la conceptualización práctica y accesible y la imagen que brinda


la expresión «sociedad planificada». Lo que es en apariencia un lenguaje simple y concreto
es complejo y marcado por la formación partidaria. Aún así, la visión de socialismo es prin-
cipalmente práctica, expresando un cierto resentimiento ante el cierre de posibilidades para
mejorar su vida. Esto último se refleja en el sentimiento de injusticia social que subyace al
testimonio e inclusive se expresa en un tema que fue repetido por numerosos testimonian-
tes obreros: la posibilidad de estudiar. Claramente, para estos entrevistados, el socialismo
no era sólo un problema de condiciones de vida sino también la posibilidad de revertir el
Memoria y socialismo 105

embrutecimiento que genera la explotación. En el siguiente testimonio es notable cómo la


identificación con el socialismo es desde la clase obrera hacia algo tan pequeño y estricta-
mente personal como poder «hacer la secundaria». Una vez más, el vínculo entre educación
y socialismo es algo histórico en la cultura obrera argentina y encontró expresión tanto en
los anarquistas y socialistas de principios de siglo como en el peronismo. He aquí la fuerza
de esta visión socialista y una de las claves de su durabilidad. El testimoniante, un obrero
metalúrgico, ex militante de Vanguardia Comunista, expresó:

« — P: Y decime, ¿qué era el socialismo para vos en ese entonces?


— R: Y, el socialismo era como la liberación. Yo tomaba todo lo que yo había pa-
sado y veía que la otra gente también estaba pasando, de distintas formas pero
estaban pasando el mismo sufrimiento que pasábamos nosotros, los trabajado-
res. Entonces veía que el socialismo era la liberación hacia los trabajadores. Los
trabajadores iban a poder hacer, ir a la escuela, a la facultad, todo. Entonces eso
a mí me gustaba. Porque justamente fui aprendiendo con los compañeros que el
trabajo hay que realizarlo pero junto con el trabajo va toda la parte intelectual,
todo eso, que yo nunca tuve oportunidad. Después, cuando me puse a pensar
todo esto, me hubiera gustado hacer la secundaria, terminar algo. Entonces so-
cialismo significaba todo eso».

Para todos los obreros entrevistados el socialismo implicaba un cambio profundo en sus
vidas pero, además, tenía características particularmente argentinas. En este sentido, en los
testimonios es inseparable la sensación de que el socialismo es nacional puesto que, si bien la
injusticia es algo que sufren todos los trabajadores, tiene particularidades locales. Es impor-
tante la visión de «lo nacional» – aquí era otra cosa distinta a la URSS – que entronca mucho
con la ideología nacionalista del peronismo y un sentimiento de que la izquierda históri-
camente había estado desvinculada del sentir popular. Un ejemplo de esto es la siguiente
transcripción de un obrero militante comunista:

« — P: ¿Qué estudiaban ustedes?


— R: Bueno, después leíamos mucho, marxismo. . .
— P: ¿Entendías algo?
— R: Algo sí, [risas] sí, sí, entendía. Lo que pasa que yo lo entendía a nivel
intelectual digamos, como te puedo decir, sí leía el Qué Hacer de Lenin y me
parecía bár[baro]. . . bueno ahí medio que no, no lo entendía tanto, o sea era
medio complicado. Porque además era una cosa muy de una realidad tan distinta
a la nuestra, nada que ver culturalmente, históricamente. . .
— P: ¿Y qué es lo que más entendías?
— R: Yo lo que entendía era que éste. . . ese pueblo tan sometido y tan terrible-
mente tratado, había podido hacer una revolución, había podido hacer un cam-
bio impresionante, eh. . . y que fue así, y que eso yo pensaba que se podía hacer
en cualquier lado, si lo habían hecho ellos lo podía hacer cualquiera, éste. . . la
idea ésa del cambio, la transformación que siempre eh. . . creo que está en uno
¿no? además, y que éste. . . por supuesto después viste uno se quedaba allá en
Rusia en el 1917, y acá las cosas eran otra cosa».

Esta «cultura izquierdista» permea todo el discurso de los entrevistados setentistas. Si


bien los anteriores son obreros, los dos testimonios a continuación pertenecen a antiguos
106 Pablo Pozzi | Alejandro Schneider

militantes de clase media. En los mismos varía el lenguaje, las metáforas y el imaginario en
que se describe el socialismo, pero sigue teniendo connotaciones prácticas y concretas. Por
ejemplo, un profesional, antiguo militante del PRT-ERP, expresó:

« — P: Ahora pero, ¿qué era el socialismo para vos en esa época?


— R: Claro, el socialismo tenía mucho de práctico y mucho de idealismo.
— P: O sea. . .
— R: Por ejemplo: nosotros, vos fijate, yo. . . cuando el partido me pareció lo más
natural de que mi negocito, mi casa, mi auto y todo entendés era para el partido,
era una cosa natural que sea así, porque es natural que. . . para qué lo querés si
después cuando tomemos el poder todos íbamos a tener casa, todos íbamos a
tener salud, todos íbamos a tener. . . incluso para nuestros hijos, nuestros hijos
quedaban en manos de otros porque sabíamos que la resolución posterior se iba
a satisfacer. Entonces el socialismo yo creo que se daba en dos aspectos, uno, que
es un razonamiento práctico e ideológico, digamos bueno, esta sociedad capita-
lista produce esto, produce la división de clases, la miseria, el aprovechamiento,
marchamos hacia una sociedad superadora que es la sociedad de la solidaridad,
de los valores morales, de compartir las cosas, y fundamentalmente de que toda
la sociedad viva bien, o por lo menos tenga la posibilidad de vivir igual en prin-
cipio y que siga hacia eso. Por otro lado el sentimiento, la mística esa, me parece
que se va en que eso era posible, que todavía no encontramos esa respuesta en
la gente, y vos fijate de que la gente que no participaba en forma directa y que
participaba en forma indirecta, también tenía ese convencimiento de que eso iba
a ser así».

En el segundo, de un profesional ex miembro del PCA, la imagen es mucho más imprecisa


y mítica («el luminoso provenir»), pero el resultado sigue siendo eminentemente práctico
(«que nadie sufra»):

« — P: ¿Y qué era la toma del poder para vos en ese entonces? ¿Qué era el socia-
lismo?
— R: Yo pienso que el principal elemento sigue siendo lo mismo, la mística soli-
daria. La justicia, el bien, que nadie sufra, la imagen de paraíso que tienes del
socialismo. Que además no coincide con el socialismo. Yo lo conozco ahora al
socialismo, porque antes no lo conocía. El luminoso porvenir socialista, que es
algo etéreo».

Evidentemente lo importante de estos testimonios no es la veracidad de los mismos, sino


más bien la posibilidad de rastrear sentimientos a través del tiempo. En toda memoria y en
todo mito podemos encontrar elementos de hechos y de sentimientos de la época. La me-
moria política no se da desde el hoy hacia el pasado, es más bien una relación dialéctica
entre ambos y entre esto y la vida y la cultura del entrevistado. Así se asemeja sobre todo
a una estructura en solución15 o a una experiencia dinámica y viva cuyas lecciones y utili-
dades son siempre cambiantes aunque ancladas en un pasado real. Los testimonios marcan
diferencias y similitudes en la memoria de los setentistas argentinos. Las similitudes en la
descripción y perspectiva que brindan los mismos testimonios, más allá del origen de clase,
15
Véase la discusión en torno a cultura y estructuras del sentimiento en Raymond Williams, op. cit.
Memoria y socialismo 107

el género y la organización a la que pertenecían, reflejan una serie de tradiciones (casi un


folklore) que pueden ser interpretados como una «cultura izquierdista». Estas tradiciones se
traducen en mitos que expresan estructuras de sentimientos comunes a todos los militantes
izquierdistas entrevistados. Al mismo tiempo, las diferencias en el lenguaje, en el discurso y
en la valoración del pasado implican una resignificación desde el hoy. La experiencia de vida,
la actual postura política, e inclusive la clase social han marcado fuertemente la memoria.
Tomado de conjunto, los testimonios parecen encerrar una singular vitalidad y una perma-
nente actualización del ideario izquierdista que se convierte en una ideología subalterna y
contestataria.16

16
Ideología en el sentido de un «sistema de creencias característico de un grupo o una clase particular» y un
«proceso general de producción de significados e ideas», en ídem p. 71.
Capítulo 12

Culturas militantes

Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano


......

Desafíos y problemas planteados desde un abordaje de historia oral


En los últimos años los desarrollos de la historia oral en la Argentina exhiben, junto a una
notable capacidad de expansión, algunas fuertes marcas de identidad. Una de ellas remite a
un campo de problemas que ha sido y continúa siendo intensamente transitado bajo aquel
prisma: el del mundo de la militancia de los años 60 y 70.1 Es precisamente en este campo
en el cual inscribimos (principalmente) nuestra práctica y del que derivamos las reflexiones
de las páginas que siguen; aunque advirtiendo a continuación que el ángulo de exploración
está enfocado casi exclusivamente en una etapa de la tarea de las y los historiadores orales:
aquella que deviene de la constelación de situaciones que dan origen a la entrevista.
Nuestro universo de trabajo está centrado en militantes de organizaciones políticas, po-
lítico – militares y sindicales de los años 60 y 70 en clave regional. Se trata de mujeres y
varones que han asumido definiciones identitarias específicas y diversas pero atravesadas
por un elemento común: ella está derivada de la opción de organizarse en/desde distintos
ámbitos y ello supone, en el seno de una práctica como la de la historia oral, que se halla
fuertemente tramada por la relación de campo, que nos implicamos con sujetos con fuertes
marcas distintivas, donde el pasaje a lo colectivo ha sido decisivo en la configuración de sus
vidas y sus subjetividades.
El inicio de la escritura de este texto nos obligó a volver sobre nuestros propios pasos
de diversas maneras; por una parte escribir sobre nuestras prácticas nos impuso profundizar
las reflexiones habituales para ponerlas en el centro de la escena, quebrantando la suerte de
rutina en la que a veces el trabajo nos sumerge. De hecho el objetivo fundamental de este
1
En sucesivos proyectos de investigación y con distintos énfasis, hemos involucrado un complejo universo: el de
las/los militantes políticos, sociales y sindicales en el Gran Rosario, cuyas prácticas se expresaron en distintos
planos en un período amplio que se extiende entre mediados del siglo pasado y la actualidad, con el propósito
de recuperar la trama sociopolítica del espacio local urbano desde las voces y los recuerdos de mujeres y varones
específicos, a través de entrevistas en profundidad y de historias de vida. Las principales líneas apuntan a analizar
la construcción y desarrollo de diversas culturas políticas a través de las experiencias de distintas generaciones
de militantes y las perspectivas político-ideológicas que desplegaron y despliegan; aclaremos que nos hemos
abocado exclusivamente al estudio de grupos y organizaciones de izquierda marxista y peronista.
110 Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano

artículo es indagar sobre la naturaleza específica de situaciones que a lo largo de diversos


trabajos han quedado relativamente subsumidas bajo el peso de otros propósitos: cognitivos
y explicativo/comprensivos principalmente.
Sobre entrevistar militantes
Nuestro trabajo pivotea siempre sobre historias de militantes: de partidos políticos, de
sindicatos combativos, de organizaciones armadas, de organismos de derechos humanos.
En este sentido, tenemos en común un tipo muy particular de testimoniante. Se trata de
aquellas y aquellos que han optado por hacer oír sus voces. Es decir, aún en la subalternidad,
desde segundas líneas de los partidos y organizaciones, a pesar de las oposiciones familiares,
contraviniendo los mandatos de género, rompiendo las disposiciones culturales dominantes,
estos sujetos se han parado frente a la realidad para transformarla, para hacer y decir. En
ese sentido, hacemos historia oral con quienes han «tenido voz» y protagonismo. Queremos
decir con esto que aunque su participación en las respectivas instancias de inserción no
se haya desarrollado en la dirigencia, estos y estas militantes, desde el momento en que
optaron integrar organizaciones de ese tipo, ya eligieron tomar la palabra. Y hoy repiten
ese acto frente a nosotras y nosotros, que nos interesamos en esas experiencias. Por ello,
entrevistar militantes vuelve a pararnos frente a una mirada crítica sobre el pasado reciente,
y delante de su cara humana; porque la experiencia de la historia oral también nos enseña
a buscar menos a la clase o al partido en abstracto y más a las trabajadoras, trabajadores
y militantes concretos.2 ¿Tiene esto una entidad positivamente diferente a la de otro tipo
de testimoniante? Para algunas y algunos de nosotros sí, puesto que partimos del supuesto
según el cual las y los militantes de los años 60 y 70 tienen mucho para decirnos y asistir a
nuestros trabajos e investigaciones, en tanto convocamos sus memorias porque este tipo de
entrevistada/o es una materia irremplazable para la comprensión de ese complejo período.
Acerca de los encuentros
Como se ha señalado reiteradamente,3 uno de los factores fundamentales que condicio-
nan las posibilidades de establecer una buena (y productiva) relación entre entrevistador/a
y entrevistado/a deviene en parte de las «conexiones» que hicieron posible que llegáramos
hasta ellos/as. Generalmente somos nosotras/os (entrevistadoras/es) quienes provenimos
de un «exterior» y proponemos establecer algún tipo de «contrato» a través del cual nos
disponemos (grabador mediante) a ir configurando un nuevo texto donde se enhebrarán
nuestras preguntas y dudas con las respuestas, silencios, vaguedades, olvidos de nuestros
testimoniantes. En el caso particular de nuestro universo de entrevistados, el camino que
nos condujo hacia ellos debió transitar por distintos momentos. En una primera instancia,
se trató de unos pocos contactos que, paulatinamente, se fueron abriendo a otros que a su
vez devinieron en un abanico de nuevas voces.4 Las relaciones iniciales, de carácter más
personal, nos habilitaron a su vez la presentación de amigos, compañeros o conocidos, faci-
litando la construcción de redes de confianza con los nuevos testimoniantes y aunque este

2
Esta idea está presente en Alessandro Portelli, «Memoria y resistencia. Una historia (y celebración) del Circolo
Gianni Bosio», en este volumen, véase página 11.
3
Entre otros Philippe Joutard, op. cit., p. 249.
4
En nuestro caso esta instancia no fue menor, ya que nos permitió implicarnos en una red de relaciones que fue-
ron configurando una secuencia de entrevistas (que supusieron un tiempo cronológico y espacios donde fueron
llevadas a cabo), así como también explorar el campo temático y reajustar preguntas (de las indiciales a las más
profundas y complejas).
Culturas militantes 111

camino pueda parecer azaroso consignemos que la selección obedeció a una serie de criterios
ordenadores previamente establecidos y vinculados a los objetivos investigativos.5
No queremos avanzar sin señalar que en algunos casos el gesto de abrir las puertas de
sus casas (ámbito privado por excelencia) a alguien que prácticamente no se conoce, con
el objetivo de relatar acontecimientos que han transcurrido aproximadamente 30 años atrás
y que, a la mayor parte de los entrevistados ha dejado heridas muy profundas, tiene un
altísimo valor que debe ser considerado. A nuestro criterio ayudó mucho la «sociedad de
amigos» (esa red difusa y a la vez efectiva de «ser amigo de. . . » o «haber trabajado con. . . »
o en otros casos «tener alguna relación familiar. . . »), así como haber tenido la colaboración
de algunos miembros de organizaciones sindicales vigentes, quienes facilitaron contactos
telefónicos, direcciones y llamados que abrieron puertas.
En este brevísimo racconto de los avatares que nos permitieron llegar a las situaciones
de entrevistas, hemos podido constatar que, como han señalado reiteradamente quienes han
hecho de la historia oral un eje de sus producciones, la senda de los investigadores se cru-
za con la de los testimoniantes en momentos erráticos y por lo tanto las entrevistas que se
realizan son el resultado de una combinación de encuentros casuales y que por ello hay que
considerarlo como un factor de importancia a incorporar en la interpretación de ese texto
que se construye entre entrevistado y entrevistador y que llamamos testimonios orales.6 Las
entrevistas y también las historias de vida fueron realizadas en un período de tiempo pro-
longado; una década ha pasado. No es ocioso destacar entonces los ostensibles contrastes
epocales entre nuestro presente y aquellos pasados a los que intentamos aproximarnos; tam-
bién, que al interior de los años transcurridos desde el inicio de nuestra tarea, verificamos
un conjunto de transformaciones en las percepciones y subjetividades de nuestros entrevis-
tados como impacto directo de la cambiante realidad social y política argentina; más aún
si consideramos que se trata de mujeres y varones para quienes la política y lo político ha
ocupado y, en muchos casos, sigue ocupando un lugar significativo.7
El proceso que significa llegar, finalmente, a la situación de entrevista donde las partes
establecen un tipo de relación que habilite la transmisión, la escucha y el diálogo da lugar a
otras cuestiones que nos trascienden y que ocurren por afuera de nuestro lugar de «investi-
gadores/entrevistadores». Vayamos al punto. En primer lugar debemos recordar que estamos
entrevistando a personas que en algunos casos formaron parte de una misma organización,
que además habitaban un mismo territorio (una ciudad, una región, un barrio) pero que
hoy (en su mayoría) están dispersos política y/o territorialmente.8 En este sentido, vamos
al encuentro de personas que en algún momento formaron parte de un colectivo y al cual

5
Mas de cuarenta entrevistas en profundidad (en algunos casos con repregunta posterior) y tres historias de vida
constituyen el acervo del equipo de investigación en la actualidad. La selección de los/las entrevistados/as, en su
mayoría militantes de distintas organizaciones de la izquierda marxista y peronista en los años 60 y 70, consideró
los siguientes segmentos: mujeres y varones; distintos grupos generacionales; obreros, sindicalistas, estudiantes,
profesionales y militantes sociales; militantes de base y dirigentes con distintos niveles de relevancia a nivel
regional; quienes participaron de la lucha armada y quienes no participaron.
6
Al respecto véase Alessandro Portelli, «‘El tiempo de mi vida’: Las funciones del tiempo en la historia oral», en
Jorge Aceves Lozano (comp.). Historia Oral. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1993.
7
En este sentido, el «presente» se colaba por todas partes, ya sea que remitiera a críticas o adhesiones con respec-
to al momento histórico (los 90 y el menemismo luego los acontecimientos del 2001 y los procesos abiertos a
posteriori, el kirchnerismo etc.), a las conducciones actuales de los sindicatos a las que alguna vez habían perte-
necido (como el caso de los entrevistados que pertenecen a gremios docentes). Al respecto véase Guillermo Ríos.
Identidad y protesta docente. El caso del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario (1971/76). Tesis de
Maestría, Santa Fe, 2005.
8
Para nosotros esto significó un desplazamiento, un viaje a otras ciudades para encontrarnos con esas voces que
estaban dispersas.
112 Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano

estamos proponiendo que retornen, invitándolos (esta vez mediatizados por la palabra) a
que se vuelvan a inscribir allí estructurando algún tipo de relato.9 En muchos casos consti-
tuyen voces que, actualmente, se encuentran dispersas en un territorio más amplio que el
original ¿En qué sentido estamos afirmando que se trata de voces dispersas? Porque en la
mayoría de los casos han pertenecido a organizaciones políticas y sindicales que ya no exis-
ten, o que han mutado profundamente, por lo tanto, estamos frente a actores que provienen
de experiencias compartidas que hoy no tienen un presente organizacional que los articule o
aglutine. Es decir, una estructura básica donde sus biografías tengan un presente en común o
sus identidades una trama colectiva donde desplegarse. Pero también la dispersión a la que
estamos haciendo referencia partió del «divorcio» que algunos entrevistados habían produ-
cido con su propio pasado que devino, en algunos casos, en la revisión del tipo de militancia
que llevaron adelante en los 60 y 70, así como de la crítica a las organizaciones a las que
habían pertenecido.
Primerizos y avezados
Una situación específica está planteada por el hecho de que nuestro campo de investi-
gación ha sido transitado, no solamente por historiadores orales, sino desde un conjunto
diverso de aproximaciones. Ello supone que no es infrecuente encontrarnos con personas
que han sido entrevistadas una y otra vez; por tanto, el interrogante sobre si podemos es-
tablecer algunos patrones entre quienes habitualmente conceden entrevistas y quienes son
entrevistados por primera vez, surge inmediatamente.
El ser reiteradamente entrevistados ¿guarda una relación directa con el lugar que ocu-
paron en la estructura de sus organizaciones, según hayan sido dirigentes o cuadros con
cierto nivel de proyección y reconocimiento?, ¿existe una relación con la continuidad en
la militancia?, ¿o bien adquirieron relevancia en la militancia posterior?, ¿existen diferen-
cias substanciales con quienes fueron y continúan siendo militantes de base o con quienes
abandonaron la militancia?
Tomemos el caso de militantes que han sido entrevistados una y otra vez. «XX siempre
dice lo mismo» advirtió una integrante muy joven de nuestro equipo de investigación,10 refi-
riéndose a un activo militante de los años 60 y 70 y que aún conserva parte de esa reputación
entre un sector del activismo de Rosario. Es que en reiteradas ocasiones, los que hacemos
historia oral sobre ese período, recurrimos, en primer lugar a quienes han sido figuras sig-
nificativas, dirigentes sindicales de sindicatos combativos, miembros de las conducciones de
organizaciones armadas, partidos de izquierda o activistas de derechos humanos, en suma,
personajes de primera línea en sus respectivos ámbitos de militancia. Y esos testimonios han
sido requeridos insistentemente.
Si bien todos/as tenemos una narrativa formal sobre nosotros/as mismos/as, en los y las
militantes que han ocupado cargos dirigenciales encontramos mayor tendencia a reproducir
una «historia oficial»; que resulta en una historia que se torna repetitiva. En un trabajo an-

9
En el marco de nuestra investigación, se produjeron situaciones que nos llamaron poderosamente la atención
ya que las entrevistas provocaron encuentros también entre los entrevistados, así como llamados telefónicos
destinados a destacar el hecho de que «alguien de afuera» se dedicara a relevar «esa parte de sus historias»,
cuestión que ellos «nunca habían podido hacer» pero que en muchos casos constituye un propósito siempre
presente.
10
La pertinente observación se produjo con posterioridad a la lectura de dos entrevistas realizadas por distintos
miembros del equipo y otra editada en un libro sobre el período.
Culturas militantes 113

terior11 apuntábamos que con frecuencia, esos relatos están absorbidos por la totalidad de
las líneas de los acontecimientos de los cuales se «sienten parte» o formaron parte y asumen
las cadencias y las formulaciones de una épica. La narración de sus experiencias no puede
escindirse de la construcción de un mito sobre sí mismos, mito alimentado fuertemente a su
vez en su(s) grupo(s) de referencia. Es muy difícil que estas figuras «mitológicas» salgan del
relato circunscripto, convirtiéndose la entrevista en una larga y detallada descripción que
evidencia el intento de ejercer un «monopolio» sobre ciertos hechos del pasado a los que
vuelven reiteradamente. Esta asunción de un rol de actores centrales abona en la construc-
ción de una especie de «historia oficial» que repiten monolíticamente sin dejar espacio para
las fisuras o las filtraciones.12 Consignemos aquí que en estos casos se trata no de entrevista-
dos «desprevenidos», sino de militantes políticos con experiencia, que comprenden el valor
de las entrevistas y el papel que juega el/la historiador/a, por tanto la relación que se cons-
truye entre ambos está fuertemente mediada por la preocupación del entrevistado por «dejar
su(s) huella(s)» en su paso por la historia y fijar el sentido de la interpretación. Posteriores
experiencias nos advierten sobre otra situación: la de aquellos que se han proyectado como
figuras relevantes con posterioridad a los acontecimientos que narran una y otra vez. No hay,
en estos casos, una relación directa entre protagonismo pasado y presente. También regis-
tramos el empeño voluntario de algunos militantes que se han dado a sí mismos la misión
de hacer visibles algunas experiencias mucho menos conocidas y de difundir una narrativa
en torno a ellas por medio de diversos «emprendimientos»,13 producciones escritas o charlas
en fechas conmemorativas, intentando así que «no se pierdan» y a su vez con un explícito
propósito político-pedagógico para los tiempos presentes.
Si bien es cierto que la primera intención en general estuvo puesta en el testimonio de fi-
guras más o menos representativas, al poco andar ello se reveló insuficiente. Los testimonios
de militantes de segundas y terceras líneas, de base, incluso de aquellos que han circulado
por diversas organizaciones, apuntan en otras direcciones, son menos homogéneos, presen-
tan un cúmulo de contradicciones y también temas, problemas y preocupaciones distintas
y, por momentos resultan mas iluminadores de otros aspectos de sus vidas militantes. Estos
testimonios suelen revelar menos sobre tácticas y estrategias de las organizaciones de las
que formaron parte; la contracara de esta situación es que con frecuencia presentan menos
dificultades para abrirse hacia aspectos «más humanos», asimismo se trata de relatos menos
autocentrados, en los cuales percibimos una preocupación importante por inscribirlos en un
proceso de carácter colectivo y menos individual.
En un sentido similar, el sobredimensionamiento de lo personal es aún menos visible en
los relatos de mujeres militantes y esto admite claramente una lectura de género. Nuestra
investigación está atravesada por la intención de explorar el modo en que las militantes
reconstruyen su pasado y las imágenes que generan acerca de su propia historia, ya que
asumimos que un análisis que no introduzca esta perspectiva, quedará siempre en deuda
con una parte de los sujetos de la historia que queremos construir a partir de ellos (además
de tomar una parcialidad de la realidad social que se intenta explicar). Por ello, es necesario

11
Véase Gabriela Aguila y Cristina Viano «Sobre la historia oral y el pasado reciente. Algunas reflexiones a partir
de una experiencia de trabajo» en CD Historia y memoria. Perspectivas para el abordaje de la historia reciente. La
Plata, 2003.
12
En el campo de la izquierda peronista cuando se interroga sobre las relaciones con Perón, esto se advierte con
mucha claridad. El planteo de uno de los fundadores de la JP repetido una y otra vez respecto de que «nunca
tuvimos diferencias con Perón» puede ser ilustrativo al respecto.
13
Al respecto puede consultarse Débora Cerio «El sindicalismo antiburocrático en un cruce de miradas. Experiencia
y memoria de los trabajadores de Petroquímica Argentina Sociedad Anónima». Ponencia presentada en 3eras
Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente. La Plata: Universidad Nacional de La Plata, octubre de 2005.
114 Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano

revisar algunos interrogantes que se presentan ante los testimonios de mujeres. Partimos del
supuesto según el cual en la conformación de las experiencias narradas en las entrevistas,
confluyen tanto el género como la ubicación socioeconómica y la generación, además, de los
innumerables factores individuales que constituyen la personalidad de un sujeto. El modo
en que nuestras y nuestros testimoniantes viven su militancia, la pareja, la maternidad y la
paternidad es también el resultado de su inserción en circunstancias y momentos históricos
determinados. El género, tanto como la situación económico-social, debe ser vislumbrado
como constituyente central de las múltiples aristas que arman las experiencias humanas y,
al hacerlo las van conformando según el momento en que ocurren.14 De todos modos, las
experiencias de las mujeres tienen una historia propia, que aunque no es independiente de
la de los varones, debe ser valorada como una historia propia. Basta reflexionar sobre el
modo en que la mayoría ingresa a la militancia, los muchas veces conflictivos vínculos con
la familia y la pareja, los obstáculos para el acceso a roles dirigentes, etc. Para centrarnos
especialmente en la entrevista y el texto que produce, atendemos la perspectiva según la cual
narrar desde el propio género también aporta a los relatos orales una suposición socializada
de cómo deberíamos comportarnos.
Existen aspectos emocionales que no suelen estar incluidos en los testimonios, y que
cuando aparecen (o cuando los historiadores orales tenemos la habilidad de «hacer apare-
cer»), resignifican el relato y le otorgan un valor que potencia sustancialmente su riqueza
narrativa, pero también la significación histórica y social de los procesos que intentamos ex-
plicar.15 Si trabajar a partir de testimonios recabados en entrevistas nos permite, desde lo
formal, rescatar de la riqueza de los relatos los elementos del lenguaje que no están con-
tenidos en el segmento de la escritura, (volumen, puntuación y ritmo como portadores de
significado,16 la velocidad del habla, los cambios durante la entrevista y los silencios) y que
nos informan sobre las experiencias, memorias y sentimientos de las/os narradores, esto se
torna más significativo en el caso de las experiencias de mujeres. La aproximación a las mu-
jeres militantes a partir de la oralidad y desde una perspectiva de género, es una tarea que
recién está comenzando a desarrollarse y en la medida en que aquéllas no pueden disociar-
se de los procesos históricos más generales, nos desafían a una construcción compleja que
incorpore necesariamente dispositivos comprensivos y dimensiones específicas que exceden
a las tradicionalmente usadas por las y los historiadores. Y si no somos capaces de escuchar,
leer e incorporar a nuestros análisis estas nuevas esferas, nos arriesgamos a destruir nuestras
propias fuentes; en suma, a no hacer una buena historia.
Así detectamos que los relatos sobre la participación de mujeres en política, especialmen-
te en las organizaciones armadas, han sido silenciados en parte porque quienes construyeron
esas historias son los cuadros dirigentes, y es sabido que en los lugares de mayor resoluti-
vidad la presencia femenina era escasa o nula. Además, las propias mujeres minimizan su
participación política, en virtud de considerar que su militancia no fue significativa; lo prime-
ro que suelen decir es «en realidad, yo no militaba, militaba mi compañero», o «mi militancia
no fue tan importante», «es mi compañero (o ex) quien te puede decir». Por eso es primor-
dial recordar que estamos hablando de militantes de base, mujeres de distintas extracciones
14
En ese recorrido, no hay que perder de vista que el género, la clase social, y la generación son abstracciones que
permiten aislar y clasificar diversos aspectos de la vida humana para el análisis. Véase Gabriela Cano y Verena
Radkau; «Libertad condicionada o tres maneras de ser mujer en tiempos de cambio (1920-1940)». En Secuencia,
Nº 13, enero-abril de 1989.
15
Jo Stanley. «Incluir los sentimientos: darse a conocer a uno mismo a través del testimonio político personal», en
este volumen, véase página 117.
16
Alessandro Portelli, «Lo que hace diferente a la historia oral», en Dora Schwarzstein, (comp.). La historia oral.
Buenos Aires: CEAL, 1991.
Culturas militantes 115

y experiencias políticas y personales, pero sin cargos de responsabilidad directiva. Estas en-
trevistas presentaron una serie de dificultades; la primera de ellas fue vencer, en algunas
ocasiones, una resistencia inicial a hablar, lo que supuso que la entrevista no pudiera ser
grabada y sólo pudiéramos acudir a un conjunto de notas sobre la conversación. En los casos
de aquellas que decidieron contarnos sus historias, sus relatos comparten parecidas conno-
taciones a las de los militantes de base: a la vez que relevan otros aspectos de los mapas
del pasado, el retrato de lo cotidiano está mucho menos impregnado de consideraciones po-
líticas generales y si bien lo político está presente, aparece con una carga mucho menor.17
Señalemos que nos hemos encontrado con situaciones donde el estereotipo no parece cum-
plirse; en general, se trata de mujeres que entraron por sí mismas a una militancia ya política,
ya sindical, ya en el movimiento de derechos humanos y que tienen actualmente un fuerte
protagonismo.18 En este punto nos resulta imprescindible señalar que es notable la cantidad
de mujeres que han podido rescatar la importancia de su propia militancia en o a partir de
la experiencia de la entrevista, del intercambio que esta produce y que se constituye en un
nuevo tipo de reflexión sobre la propia actividad.19
La entrevista es siempre el resultado de una interacción entre entrevistada/o y entrevis-
tador/a. Es frecuente la observación acerca de que la calidad de las entrevistas depende en
gran medida de la relación que se establece con las/os entrevistadas/os. Sobre esta relación,
intensamente explorada por historiadores orales, sociólogos y antropólogos sociales, mucho
se ha insistido en términos tales como posiciones de sujeto, jerarquía, desigualdad, luchas
por el sentido, empatía o diferencias varias (de género, de edad, de capital cultural, de ideo-
logía, etc.) entre otros tópicos; no obstante lo cual, cada situación investigativa requiere de
especificaciones particulares, ya que en algún sentido se trata de una situación única, que
condensa el valor de lo particular y lo general.
La práctica de la historia oral comporta una dimensión personal, subjetiva, afectiva, que
se despliega en el trabajo de campo y que puede suponer un intercambio constante y un
constante movimiento de roles entre las/os sujetos involucrados en él, que lo diferencian
cualitativamente del trabajo de archivo.20
No es una novedad por tanto, plantear que la relación entre el/la historiador/a y sus
entrevistadas/os con frecuencia está además cargada de tensiones,21 que remiten a distintos
planos. Permítasenos volver a nuestra experiencia, para señalar dos actitudes reiteradas en
la relación que se entabla: la desconfianza y la asignación de roles. Supuestamente, quie-
nes aceptan realizar una entrevista están dispuestos a «hablar de todo», sin embargo – y sin
considerar aquí los olvidos involuntarios – nos encontramos con quienes retacean aspectos
importantes de su propia historia o, incluso, el acceso a algún tipo de material documental,
porque pretenden escribir la/su historia – descubriendo un implícito que indica que los úni-

17
Muy lejos de realizar una generalización al respecto, en aquellas que mostraron menos disposición tal vez haya
que considerar como un elemento común, el hecho de que todas tenían compañeros que militaban en la misma
vertiente y que ninguna de ellas continuó militando, después de haber pasado por la cárcel o por situaciones de
exilio interno («el exilio de los pobres», como valoraba una entrevistada) o externo durante la última dictadura
militar.
18
Al respecto véase Cristina Viano «Trabajadora, militante y madre: una historia de vida», ponencia presentada en
las X Jornadas Interescuelas de Historia de las Universidades Nacionales, Rosario, 2005.
19
Este aspecto ha sido desarrollado por Laura Pasquali en «Mujeres y militantes. Un acercamiento a las organi-
zaciones armadas revolucionarias desde la historia oral» en Zona Franca, Centro de Estudios Interdisciplinarios
sobre las mujeres. Año XIII, Nº 14, Rosario, Mayo de 2005.
20
Algunos de estos problemas han sido recorridos en Gabriela Aguila y Cristina Viano «Las voces del conflicto: en
defensa de la historia oral» en Cristina Godoy (editora). Historiografía y memoria colectiva. Tiempos y territorios.
Buenos Aires: Miño y Dávila, 2002.
21
Alessandro Portelli, «Lo que hace diferente a la historia oral», en op. cit.
116 Laura Pasquali | Guillermo Ríos | Cristina Viano

cos que pueden entender y escribir lo que pasó son ellos mismos – ; mientras por otro lado,
encontramos a los que deciden ubicarnos en un determinado lugar, por ejemplo el de «sus»
historiadores, esto es los que quieren que escribamos no sólo «su» versión de la historia sino,
más aún, su(s) biografía(s). Aquí, las preguntas del entrevistador que apuntan a precisar
algunos hechos son recibidas con cierta hostilidad porque «desvían» el relato de su cauce,
entablándose un conflicto – en general, silencioso – por el curso de la entrevista pero también
por la interpretación de esos hechos.
Como se trata de mujeres y varones que han pasado por situaciones traumáticas como la
cárcel, la persecución, el exilio, que han sufrido en sus cuerpos la tortura o han sido testigos
de la desaparición de compañeros/as, tuvimos especial cuidado en el modo de abordar el
tratamiento de esas experiencias. En las situaciones en que la propuesta de poner en pala-
bras un período tan fuerte para sus vidas, implicaba también «pasar» por esas experiencias
traumáticas que han signado nuestro pasado reciente, nos encontramos con frecuentes so-
licitudes de apagar el grabador (o haciéndolo sin que mediara el pedido), acompañar los
silencios o el llanto que se producían; aunque en algunos casos esto implicaba la finalización
del encuentro y la imposibilidad concreta de volver a entrevistarlos, en otros esta situación
pudo ser superada retomándose el curso de la entrevista. Vaya como aclaración que nuestras
propias franjas etáreas se convirtieron tanto en facilitadoras como obstaculizadoras.22 Lo
primero, porque no podía producirse ninguna asociación directa con las organizaciones del
pasado, pero a la vez se deslizaba la sospecha que nuestra comprensión estaba limitada por
no «haber vivido» esos acontecimientos.23 Finalmente, señalamos que en los últimos años
de nuestra investigación, no se nos presentaron casos que nos remitieran a una negativa a
ser entrevistadas/os. Esta situación es inédita, y contrasta fuertemente con los momentos
iniciales, donde las resistencias a vencer fueron múltiples.
Nuestra propuesta transitó el camino de la reflexión en relación a las implicancias que pa-
ra nosotras/os cientistas sociales tiene la práctica de la historia oral, en un campo de trabajo
específico, el de las y los militantes de los años 60 y 70. Así, intentamos poner en debate tan-
to situaciones y problemas como argumentos y perspectivas elaborados a partir de nuestra
experiencia de investigación, centrándonos en la situación de entrevista. Teniendo presente
la advertencia de Alessandro Portelli,24 según la cual quienes trabajamos con fuentes orales
debemos trabajar el triple: salir al campo con el grabador al hombro, caminar para llegar
a nuestros/as testimoniantes, pasar por la situación de la entrevista y luego procesarla. Es
decir nos hemos detenido en el punto preciso donde nuestro trabajo está comenzando.

22
Consignemos que otra situación la comportan aquellas entrevistas muy pobres, que en líneas generales están
afectadas tanto por un vínculo que no logra articularse, como por el escaso compromiso con la situación de
entrevista.
23
Según esto, también puede interferir en el resultado la situación del encuentro la posición de sujeto del entrevis-
tador: mujer o varón, estudiante, graduado reciente o historiador experimentado, reconocimiento en el ámbito,
etc.
24
Alessandro Portelli, «El uso de la entrevista en la historia oral». Anuario Nº 20. Historia, memoria y pasado reciente.
Rosario, Homo Sapiens Ediciones/ Escuela de Historia. UNR. 2005.
Capítulo 13

Incluir los sentimientos: darse a conocer a uno mismo a través


del testimonio político personal

Jo Stanley
......

Introducción
Este trabajo trata sobre el proceso mediante el cual se generan biografías y autobiografías
del comunismo y del movimiento obrero, tanto grabadas como en papel. Mi objetivo es
asegurarme de que se incluyan los aspectos personales de una biografía política más de
lo que se han incluido hasta ahora. Por lo tanto, detallo las razones por las cuales se ha
excluido lo personal y cómo se lo puede incluir. Lo hago como alguien que ha jugado un
papel importante en la elaboración y presentación de autobiografías con personas mayores
de la clase obrera, y como socialista durante un cuarto de siglo. Esto significa que conozco
el clima que no da prominencia a lo personal, y que estoy interesada en que mi/nuestro
movimiento quede registrado de la manera que considero necesaria.
Para empezar, me gustaría contar dos historias que apuntan a algunos dilemas o tenden-
cias clave de este campo. La primera trata sobre el «grado de conciencia» con el cual los
socialistas elaboran su historia. El principal distribuidor de películas provenientes de los paí-
ses socialistas es Stanley Forman, director de ETV (Educational and Television Films Ltd.) y,
probablemente, la persona que más sabe en Gran Bretaña sobre trabajos de producción cul-
tural de Hungría, la República Democrática de Alemania y la Unión Soviética. En la década
del ochenta, me contó cómo lo entrenaba el partido cuando todavía era un joven judío del
este de Londres, miembro de la Liga de Jóvenes Comunistas: «Harry Pollitt (entonces secre-
tario general del Partido Comunista de Gran Bretaña) decía que debíamos afeitarnos todos
los días, usar una camisa limpia y planchada, y corbata. Es que se suponía que debíamos dar
el ejemplo, ya ve».1
A partir de mi investigación, noto que gran parte de la autobiografía comunista fue escrita
por hombres que cargan con el peso simbolizado por un rostro afeitado y una camisa limpia y
planchada; escriben como personas que sentían la obligación de ser ejemplo para los demás

1
Conversación mantenida con Stanley Forman, revisada y publicada por él mismo en octubre de 1994.
118 Jo Stanley

y un orgullo para el partido. No se escribió ni se escribe con una metafórica mezcla de viejos
pantalones de trabajo, bata de cama, shorts, y disfraz preferido. No se puede bajar la guardia.
En el caso de la segunda historia, no se me permite dar nombres, lo cual es en sí mismo
bastante significativo y típico. Esta historia trata sobre otro tipo de exclusión o reelaboración
de la historia personal: la omisión de lo que alguna vez, en la vida del partido, se consideró
una desviación preocupante. Una camarada de edad y rica ha entregado toda su fortuna y su
vida al partido. Hace dos años, una sobrina suya, feminista, quiso escribir su biografía. Esto
no era tarea fácil, ya que su tía era una lesbiana encubierta y la sobrina se sentía intrigada
por esta orientación sexual de la época/familia/partido. La familia se negó a colaborar, y el
proyecto murió. Se piensa que las actitudes hacia el lesbianismo son una de las razones por
las cuales la mujer no escribió su propia autobiografía.
En comparación, este verano vi un tapiz bordado con los nombres de personas que mu-
rieron de SIDA. En uno de los muchos paneles en memoria de los fallecidos, figuraban los
símbolos de un hombre cuyas preocupaciones estaban representadas por una hoz y un marti-
llo, seguidos por las palabras «Liga de Jóvenes Comunistas» debajo y un par de zapatos rojos
de taco aguja. Era alguien que tuvo una extensa lista de avisos fúnebres en los periódicos del
partido. Este nuevo clima, en donde los camaradas mezclan abiertamente su vida política
con su travestismo, sugiere que en el futuro surgirán biografías muy diferentes.
Dígame quién comparte esta información con usted
A lo largo de este trabajo he tratado de referirme, un poco torpemente, a «nosotros»
y no a «ellos, los entrevistados» y «nosotros, los entrevistadores», a fin de no caer en un
manejo polarizado del proceso. Es una manera de reconocer que existe una conexión entre
«nosotros, los entrevistadores» y «ellos, los entrevistados». Es más, que nosotros podríamos
ser el entrevistado la próxima vez.
Las personas que recogen y utilizan testimonios orales para investigar la historia comu-
nista parecen ser de dos tipos principales, aunque algunas pertenecen a las dos categorías.
En primer lugar, los investigadores académicos interesados principalmente en los sucesos
que el sujeto puede describir utilizan al entrevistado como fuente, como uno de los varios
testigos, junto con las pruebas documentales. La entrevista dura probablemente varias horas
en lugar de días, según cuánto sepa el entrevistado o, más bien, cuánto quiera decir sobre
lo que sabe. Ésta no es una historia de vida. El resultado final puede ser que las palabras del
entrevistado se utilicen como parte de una tesis, un libro o un programa de televisión.
Ejemplos de esto son las grabaciones del Museo de Guerra Imperial, que contienen ochen-
ta y nueve entrevistas realizadas a miembros del Partido Comunista; el trabajo de Andy Croft,
que ha sido impreso y transmitido por radio, y trata especialmente sobre la cultura y los es-
critores del partido; sesenta y tres entrevistas realizadas por Jim Fyrth y otros a personas
que participaron en la guerra contra el fascismo en España y en el movimiento «Ayuda para
España», algunas de las cuales se convirtieron en un libro;2 y las entrevistas de la académica
de Pensilvania, Molly Andrews, realizadas a socialistas, que se volcaron en parte de un libro.3
En segundo lugar, existe una gran superposición, ya que varios de los entrevistadores
mencionados anteriormente eran o son camaradas. Una cantidad de entrevistadores no pro-
fesionales (a menudo de más de cuarenta años) se ven a sí mismos fundamentalmente como
parte del movimiento. Realizan la entrevista con un espíritu de homenaje a un camarada

2
Un resultado de esto es Women’s Voices from Spain, editado por Jim Fyrth y Sally Alexander, Londres: Lawrence
y Wishart, 1991.
3
Molly Andrews. Lifetimes of Commitment: aging, politics and psychology. Cambridge: Cambridge University Press,
1991.
Incluir los sentimientos:. . . 119

que conocen y quieren, y como un imperioso servicio a la comunidad, con la esperanza de


que la persona no muera sin haber contado su historia y aportado algo al panorama general.
El resultado puede ser que se genere una relación cercana e informal y un folleto de publi-
cación propia repleto de transcripciones corregidas: por ejemplo, el folleto de May Hill, ex
estenógrafa del Morning Star, Red Roses for Isabel. Del mismo modo, Margaret Cohen, como
también Marion y Hymie Fagan, produjeron y publicaron por su cuenta un folleto de casi
una veintena de recuerdos de la niñez contados por hombres y mujeres socialistas.4
Sin embargo, otro resultado es que se realizan muchas grabaciones de vital importancia
que, por falta de recursos, quedan sin resumir ni transcribir en su mayor parte, en una
oficina del partido, un archivo o una biblioteca local. Entre los ejemplos de estas entrevistas
a camaradas se incluyen las de Bill Moore en Sheffield, que grabó por lo menos a ciento
cinco activistas; las cincuenta y dos entrevistas de Margot Ketlle; las doce de Mike Waite;
las setenta de Steve Parson; las sesenta y cuatro de Ruth y Eddie Frow en Manchester y las
veintidós de Willie Thompson en Escocia.5
Es a este segundo grupo – el de camaradas que graban a camaradas – al cual pertenezco,
ya que es aquí donde se encuentra el potencial de una revelación y comunicación profundas,
que pueden surgir de una cantidad de encuentros entre personas que poseen una historia
política y deseos bastante similares. Llego hasta este tema de la manera en que nuestros
entrevistados y nosotros como entrevistadores, llegamos a cualquier comunicación recíproca:
con una amplia y variada gama de conocimientos. En estas páginas hablaré sobre cómo
incluir lo personal en los trabajos sobre historias de vida políticas desde tres grupos de
experiencias que se superponen.
En primer lugar, soy una persona que utiliza la historia oral desde hace veinte años,
a menudo dentro de un grupo. Por ejemplo, siendo parte del Taller de Historia Tottenham
entrevisté a Frank Jackson, activista del Partido Comunista de Gran Bretaña, y escribí su
biografía a partir de esas grabaciones. Este proceso me permitió intercambiar opiniones con
otros miembros del taller sobre algunos descubrimientos dolorosos y típicos, incluso de los
problemas de confiar en la memoria y de publicar folletos biográficos, así como el placer
personal que causa escuchar una historia diferente y distante. Como parte del proyecto de
historia centenaria de la antigua municipalidad del Battersea Arts Centre, en 1993 entre-
visté a muchos activistas del Partido Obrero y noté un silencio leal en torno a un caso de
corrupción sobre viviendas ocurrido en la década del cincuenta: el asunto Sid Sporle. Esta
falta de registros existía debido a lealtades tanto personales como políticas. La entrevista
más valiosa con respecto a este tema fue la realizada a un concejal, Jimmy Golding, que
accedió a describir en una grabación, sus sentimientos tanto de desesperación como de furia
ante la exclusión de la vida del partido que debió sufrir por aportar pruebas contra el chi-
vo expiatorio, además de su impresión de lo injusto que había sido todo el procedimiento
para algunos activistas locales políticamente ingenuos, atrapados en un asunto nacional: el
escándalo T. Dan Smith sobre sobornos a concejales locales para la construcción de vivien-
das prefabricadas. A partir de este escándalo, el gobierno local dejó de ser considerado una
institución honesta. En tales entrevistas, me he sentido rodeada por el contradictorio deseo
de ser cautelosa y la sensación de que la honestidad me obliga a decir la verdad tal cual la
veo; el deseo de testificar, cualesquiera sean las repercusiones, frente a la antigua costumbre
de cautela política.

4
Marget Cohen, Marion y Hymie Fagan (editores). Childhood memories: records by some socialist men and women
in their later years. Londres: publicación propia, sin fecha, aunque probablemente en 1980.
5
Thompson entrevistó a una cantidad de camaradas sobre las actitudes hacia la etapa de la «Guerra Imperialista»
de 1939 a 1941, y escribió un artículo a partir de las mismas en Oral History, vol. 16, No. 2, otoño de 1988.
120 Jo Stanley

En segundo lugar, como socialista que, desde fines de la década del setenta, ha tenido
relación con el Morning Star, el diario del Partido Comunista, y como miembro del Partido
Comunista de Gran Bretaña desde mediados de la década del ochenta, entrevisté a socialis-
tas para publicar sus reseñas. Entre los entrevistados figuraban desde John Berger, escritor, y
Dennis Skinner, miembro del parlamento, a empleados del Morning Star, quienes nos apor-
taron su receta preferida además de su historia de vida. El proceso de entrevistar/engatusar
a personas para poder escribir sobre ellas me hizo tomar especial conciencia de temas rela-
cionados con la autocensura y con la forma en que la persona se describe a sí misma. Pero tal
vez más importante es el hecho de haber compartido horas de charlas de café sobre temas
que no figuran en los relatos oficiales, en particular, las familias disfuncionales, el adulterio y
la homosexualidad. Como mujer y, más adelante, como abogada, escuché – sin tener graba-
dora alguna – relatos profundamente personales y hasta «espeluznantes» que se excluyeron
de las narraciones autobiográficas socialistas más presentables. Considero que este tipo de
historia realmente importa y quiero que se lo incluya, para que la posteridad cuente con
testimonios más completos.
En tercer lugar, como escritora especialmente interesada en el proceso de ficción y au-
tobiográfico, que dicta la cátedra de redacción literaria y escribe sobre cómo describirse a
uno mismo, le ofrezco al lector algunos resultados del conocimiento directo y elaborado que
adquirí sobre lo que las personas piensan que no podemos decir acerca de nosotros mismos,
o sobre las formas en que nos convertimos en objetos de distinto tipo, para que otros nos
evalúen y nos den su aprobación y no en sujetos de nuestra propia vida.6 Lo hago sabiendo
cuánto mejor se vive si actuamos como seres humanos íntegros y no como partidarios que
adhieren a una versión limitada de cómo podemos permitirnos ser.
En este trabajo quiero analizar cuáles son los aspectos personales que los políticos exclu-
yen de sus declaraciones autobiográficas, por qué los excluyen y qué podemos hacer, como
entrevistadores, para asegurarnos de que esto no suceda. . . demasiado. Doy por sentado que
debe incluirse lo personal. Como historiadora responsable, considero que omitir aspectos de
nosotros mismos va en detrimento del futuro y además distorsiona la historia. Por ejemplo, la
ausencia de testimonios de lesbianas y homosexuales podría hacer creer a las generaciones
futuras que la izquierda era casi exclusivamente heterosexual. Como feminista, considero
que lo personal es realmente político, como lo afirmó Carol Hanisch a principios de la dé-
cada del setenta, refutando la falsa dicotomía entre estos dos aspectos.7 Lo personal es un
espejo de lo que sucede en nuestras sociedades y organizaciones y, por lo tanto, en el fu-
turo político de nuestro país. Por último, como persona creativa interesada en la forma, sé
que incluir lo personal significa incluir la riqueza, los detalles y todas las maravillas del ser
inalienado, el «yo» que debería formar parte de la sociedad que yo, como socialista, trato
de alcanzar. El testimonio que incluye tanto lo personal como lo político tiene una función
inspiradora que apela a esa parte de mí que se interesa por los cambios revolucionarios.
Por ejemplo, Frank Jackson, un obrero de la construcción e importante activista comunista
a quien grabé durante un tiempo considerable, escribió a mano una historia de ficción que
contaba mucho más sobre sus actitudes profundas y afectuosas hacia el trabajo y la familia
de lo que jamás hubiese revelado en una entrevista. En ficción no tenía que decir «yo» ni
«él»; podía ser dueño de su historia.

6
Liz Stanley. The auto-biographical I; the theory and practice of feminist biography. Manchester: Manchester Uni-
versity Press, 1992. Véase también el trabajo del grupo de estudio de biografías y autobiografías de la Asociación
Sociológica Británica, a cargo de Michael Erben, School of Education, The University, Southampton SO9 5NH.
7
Es posible encontrar descripciones sobre los orígenes de la frase «Lo personal es político» en 1970, en Notes from
the Second Year, Encyclopedia of Feminism. Lisa Tuttle, Londres: Arrow, 1987, p. 245.
Incluir los sentimientos:. . . 121

A modo de preparación, antes de escribir este artículo leí una cantidad de autobiografías
comunistas, especialmente aquéllas basadas en grabaciones, y revisé archivos comunistas.
Además, entrevisté al bibliotecario del lugar donde se guarda la mayor parte de las biogra-
fías y colecciones de documentos comunistas sin publicar, la biblioteca Marx Memorial, y
conversé con una cantidad de camaradas sobre el proceso de grabar y ser grabado. Entre
ellos estaban Stanley Forman, cuyos dos días y medio de entrevistas se emitieron por tele-
visión en un programa de media hora del canal 4 sobre su persona,8 y Manny Yospa, con
quien conversé sobre entrevistas realizadas a miembros del gremio cinematográfico ACTT.9
El entrevistado socialista
A partir de este análisis, confirmé que si bien es verdad que no existe el entrevistado
típico del Partido Comunista o Laborista, es posible encontrar una cantidad de facetas que
la mayoría de ellos comparte y aporta en el momento de resumir su vida, ya sea frente a un
grabador o por escrito.
Género
Al igual que aquellos que no son comunistas, cuando narramos historias de vida lo ha-
cemos desde la perspectiva de nuestro género. Esto significa que, nosotras como mujeres, y
como el sexo que conoce de emociones, tendemos a hablar sobre nuestra vida personal más
que los hombres, pero es menos probable que aparezcamos en publicaciones o entrevistas.10
La hija de un importante camarada de la década del veinte afirma en su autobiografía no pu-
blicada que ella ha dedicado su vida a la búsqueda de sexo, dinero y felicidad; sin embargo,
la autobiografía publicada de su padre no reveló tales preocupaciones.11 También aportamos
al relato una suposición socializada de cómo debemos comportarnos, deberíamos habernos
comportado o debemos mostrar que nos comportamos. Por ejemplo, conocí a una cantidad
de mujeres comunistas y del Partido Laborista que se sorprendían mucho ante mi pregunta
feminista de si sentían resentimiento por no ocupar puestos importantes dentro del partido.
Varias respondieron cosas tales como: «cuidábamos de nuestros esposos, que de lo contra-
rio no hubiesen podido trabajar para el partido. Además, estábamos criando a los futuros
camaradas; eso es más que suficiente como contribución». Del mismo modo, los hombres a
menudo describen cómo hacían caso omiso de la nieve o los problemas de salud para estar
en los piquetes o vender diarios progresistas. La idea era que al cuerpo había que vencerlo o
templarlo en lugar de tratarlo con mano tierna. Esto es así, sobre todo en el caso de algunos
camaradas en actividad durante los años entre las dos guerras, cuando parecía que la revo-
lución estaba a la vuelta de la esquina y el sacrificio parecía valer más la pena. Este hecho
8
El fragmento sobre la historia de vida de Stanley Forman, Life can be wonderful, se emitió por canal 4 en 1993.
9
El gremio ACTT es ahora el BECTU, Broadcasting, Entertainment, Cinematograph and Theatre Union. El proyecto
(que ahora cuenta con 365 entrevistas) es uno de los más grandes de la historia oral de todos los gremios. Sin
lugar a dudas, éste es un gremio al cual pertenecen gran cantidad de camaradas o ex camaradas lúcidos y capaces
de expresarse con propiedad. Las grabaciones sin resumir se encuentran en el British Film Institute Archive, 21
Stephen Street, Londres W1PL, teléfono 0171 225 1444. El Grupo de historia se reúne el segundo miércoles de
cada mes en las oficinas centrales del BECTU, 111 Wardour Street, Londres WC2.
10
Las estadísticas de las colecciones lo confirman: de la colección de grabaciones del Partido Comunista del Museo
de Guerra Imperial, quince grabaciones se realizaron a mujeres, y sesenta y cuatro a hombres. Una lista de los
entrevistados por Andy Croft (cuya sensibilidad al género es conocida) incluye a una mujer y nueve hombres. De
tres estantes de biografías y autobiografías seleccionados al azar de la biblioteca Marx, uno tenía grabaciones de
cuatro mujeres y once hombres, otro de tres mujeres y veinticuatro hombres y el tercero de una mujer y media
(la media mujer era Ethel Rosenberg, en una biografía conjunta con su esposo Julius) y dieciocho hombres y
medio.
11
La mujer escribió su autobiografía pero, hasta ahora, no consiguió un editor. En una charla confidencial, me
contó sobre sus preocupaciones, las cuales, tal vez, no parezcan tan audaces en papel.
122 Jo Stanley

de no tener en cuenta la totalidad del ser corporizado («embodied»), se refleja en los relatos
contados por hombres sobre trabajos heroicos, los cuales a menudo se distorsionan cuando
las esposas están presentes y dicen cosas como: «¡Ah!, ése fue el invierno que estuviste más
tiempo en cama que en las reuniones», o «El médico dijo que ibas camino a sufrir un infarto,
¿no? Si esa huelga no hubiese terminado, creo que me hubiese convertido en viuda».
Autoevaluación
A medida que nos hacemos mayores, sobre todo después de los sesenta, solemos ingresar
en un período de autoevaluación, durante el cual reflexionamos sobre el pasado de manera
generalizada y, a veces, deseamos dejar las cosas claras para las generaciones futuras. Éste es
un momento, como dicen los trabajadores memoriosos, en que es más probable que escriba-
mos una historia de vida, hagamos grabaciones o armemos un álbum con buenas referencias
al pie de cada foto, para los nietos. Puede ser un momento para contar historias sin sentido u
honestas; para borrar o finalmente dar a conocer cada detalle pasado por alto de una época
olvidada o mal interpretada (o quemada por los hijos de anticomunistas). Como comunistas,
a quienes desde niños nos enseñaron lo importante que es saber aprovechar las oportunida-
des de la educación política, también podemos sentir que tenemos una función didáctica o
pedagógica: contar la historia de una determinada forma en relación con los errores políticos
cometidos por el partido. Algunos «buenos camaradas» omiten estos aspectos, pero aquellos
furiosos ex camaradas – por ejemplo, Arthur Koestler, Douglas Hyde y Joe Jacobs – 12 los sa-
can a la luz. Como creadores de un cuento politizado y específico a un tiempo que también
inspira y enseña, como una pieza del engranaje del partido, algunos socialistas tienden a
poner el ser personal en segundo plano. Esto significa que el relato no es la evaluación de
una vida única, como podría serlo el de una persona menos politizada.
Educación
La profunda experiencia de educación formal e informal de los socialistas (por ejemplo,
la Liga de la Plebe, los colegios del partido, las charlas en la biblioteca de los mineros y
la lectura disciplinada) significa necesariamente que existe una tendencia a contar historias
lógicas de manera metódica, a elaborar una narración lineal que tal vez no se corresponda
con el verdadero desorden de la vida. Por lo general, la estructura es cronológica. Por ejem-
plo, algunos de los títulos de capítulo de la autobiografía de Ted Smallbone, miembro de las
Brigadas Internacionales, son: Infancia, Educación, Trabajando en Cadburys, La guerra civil
española, El trabajo y la guerra, El retiro. . . 13
Muchas entrevistas tienen momentos de duda cuando el entrevistado no sabe si descar-
tar un elemento en particular que, por lo general, no es intelectual: «Es que nadie querrá
enterarse de eso» o «En ese entonces, me dejaba llevar por la creatividad, pero tiré todo a la
basura; a nadie le interesaba». Sabemos que se escribió poesía y que hasta se crearon novelas
no didácticas, por ejemplo, The Adventurers, de Margot Heineman, o el material de ficción

12
Joe Jacobs. Out of the ghetto: My youth in the East End: Communism and Fascism 1913-1939. Londres: Janet
Jacobs Simon, 1978. Se publicó (en forma privada) ya que «el autor deseaba fervientemente que llegara a un
público más amplio», p. 9. Véanse también algunos testimonios clásicos de reforma/denuncia: I believed: the
autobiography of a former British Communist, de Douglas Hyde, Londres: Heinemann, 1950. (En la década del
ochenta se dijo que estaba reconsiderando la posibilidad de reincorporarse al partido); Reason in revolt, de Fred
Copeman, Londres: Blandford, 1948 (más tarde se incorporó al Rearme Moral); y una antología que incluye la
declaración de Arthur Koestler, The God that failed, de Richard Crossmank, Nueva York: Bantam, 1951.
13
Howard Williamson. Toolmaking and politics: the life of Ted Smallbone – an oral history. Birmingham: Linden
Books, 1987.
Incluir los sentimientos:. . . 123

policial de G.D.H. Cole.14 A fines de la década del setenta, el director del Morning Star me
dijo que las páginas de su diario hubiesen tenido más poesía que artículos periodísticos si
hubiese publicado todos los poemas que recibía.
Organización
Con una profunda experiencia en organizaciones – gremios, subcomisiones del partido,
congresos de distrito, organizaciones de inquilinos – los entrevistados progresistas a menudo
describen un ser contextualizado, un ser que vivió en relación con una amplia gama de per-
sonas, que casi habla por otros o en nombre de otros. Como progresistas, tendemos más que
los demás a decir «nosotros» y no «yo», y a pensar que las preguntas que planteamos están
dirigidas a un grupo colectivo y representativo de personas, y no a la persona en particular
como individuo sensible, como el sujeto de sí mismo. Los títulos, sobre todo, reflejan esto.
Por ejemplo, la autobiografía de Harry Wick se subtitula Recuerdos de un bolchevique britá-
nico.15 En ese escenario, en donde el ser se presenta como ejemplar, puede resultar difícil
hacer comentarios fuera de lugar, romper el modelo. Sé que si hablo de mí mismo desde una
perspectiva colectiva omito los aspectos difíciles de mi experiencia de vida que no encajan en
la descripción, que me hacen demasiado atípico para esa situación. Las omisiones no ayudan
a crear una historia completa.
Modelos
Debido a que la identidad no es fija sino fluida (una perspectiva relativamente nueva que
las personas mayores pueden no compartir), al buscar la forma de enmarcar nuestras vidas
debemos ser capaces de intentarlo varias veces, en días diferentes, y debemos animarnos
a experimentar. Al darle forma a nuestra historia, estamos consciente e inconscientemente
influidos por otras autobiografías a las cuales tenemos acceso, y por el género literario que
creemos corresponde a nuestra historia.
Por ejemplo, mientras trabajaba con Ethel Robinson, una mujer mayor, en la elaboración
de su folleto autobiográfico, descubrí que el nombre que ella quería darle, A Cottage by the
Wandle,16 reflejaba el tipo de narrativa de «en ese entonces, a nuestro alrededor había sólo
campos.» La falta de acceso a importantes autobiografías de mujeres del Partido Laborista17
hizo que no tuviera un modelo que la ayudara a ubicar su actuación política en un libro.
Como yo valoraba ese aspecto de su experiencia, logré, gracias a mi insistencia, que quedara
registrada.

14
Margot Heineman. The Adventurers, Londres: Lawrence & Wishart, 1960; véase también el revelador material de
ficción policial de G.D.H. Cole contra la clase obrera; la poesía del grupo Voces, por ejemplo, la de Vic Heath,
obrero de la construcción del Partido Comunista; el material de ficción del representante electoral de Ted Bramley,
J.L. Mitchell, Lewis Grassic Gibbons: The Scots Quair.
15
Harry Wicks. Keeping my head. The Memoirs of a British Bolshevik. Londres: Socialist Platform Ltd, en nombre de
Logie Barrow, 1990. Si bien la elección del título puede haber sido consultada con el entrevistador Logie Barrow,
el hecho de que se haya conservado es importante.
16
Ethel Robinson. A Cottage by the Wandle, Londres: edición de publicación muy limitada como parte del proyecto
Vida Laboral de las Mujeres de Wandsworth, del Battersea Arts Centre, en 1990. El último capítulo cuenta cómo
tuvo que ser alentada a incorporar la política, que no encajaba realmente con el género literario al cual ella creía
pertenecer.
17
En ese momento, las autobiografías clásicas más conocidas de mujeres del Partido Laborista eran, tal vez, A
life’s work, Margaret Bonfield, Londres: Hutchinson, sin fecha, aunque probablemente 1948; o Ellen Wilkinson
1891-1947, de B. D. Wilson, Londres: 1942. Ambas se asemejaban a historias de dirigentes. Una historia de vida
radical, más accesible pero con menos elementos de política partidaria, que hubiese sido útil le hicieran conocer
a Ethel Robinson, era Born to Struggle, May Hobbs, Londres: Quartet, 1973.
124 Jo Stanley

Tish Newland, el bibliotecario de Marx House, cuenta que la autobiografía de Willie Ga-
llacher, Revolt on the Clyde,18 es una de las más consultadas. Es el testimonio de una vida
activa repleta de sucesos, que revela un profundo sentido del deber, del compromiso desin-
teresado. No reniega de los móviles de la persona, ni los cuestiona. En el prólogo dice: «No
pretendo dar detalles sobre mi familia ni mi infancia. Cuando abordo estos temas, lo hago
sólo para mencionar uno o dos incidentes de mis primeros años que tuvieron una incidencia
decisiva en el hecho de que me convirtiera en agitador de la clase obrera».19 Esto se ajusta a
la tradición de cómo se describen a sí mismas las personas de la clase obrera. Muchas utili-
zan, tal vez necesariamente, el formato de novela en el cual el «héroe (por lo general, joven)
va madurando gracias a su contacto con la vida».20 Algunos de los títulos de los capítulos
de la biografía manuscrita de George Fletcher, activista y maestro panadero de Sheffield,
ilustran esta progresión levemente evangélica: «De esclavo blanco a rebelde», «En huelga
contra sí mismo», «Hacia la unidad».21 Muchos laicistas radicales utilizan inconscientemente
un modelo religioso; experimentan un momento de revelación cuando descubren a Marx y,
de ese modo, un sentido y modelo de vida, además de un lugar dentro de un movimiento en
el cual uno pierde el ego y gana, en cambio, la sensación de ser parte de un agradable ser
colectivo: la humanidad.
A los camaradas de clase media que han recibido una buena educación, que tienen acce-
so a la poesía y hábitos de retrospección, que han sido influidos por la literatura y se sienten
cómodos en el análisis de las motivaciones inconscientes, la autobiografía propia de la clase
media, como One Man in his Time; a personal story of this revolutionary century,22 de Alick
West, les ofrece un modelo mucho más profundo. West trata detenidamente sobre los pade-
cimientos producto de su identidad y sus luchas como individuo, y lo hace de una forma que
muchos camaradas de la clase obrera podrían criticar por la reflexión innecesariamente de-
tallada que hace de sí mismo, que resulta todavía más sospechosa por haber sido publicada
por un editor que no pertenecía al partido.
El momento
Uno de los temas clave de los entrevistados progresistas de mayor edad es que en los
últimos años, han presenciado la destrucción de los países socialistas y de las esperanzas
asociadas a los mismos, y han tenido que enfrentarse a la decepcionante realidad de no poder
ver aquello por lo que lucharon toda la vida (la revolución en Gran Bretaña). Esto implica
que la historia puede ser una historia amarga, pero también que puede ser más profunda y
espontánea de lo que podría haber sido cuando las personas todavía querían creer que no
había una corrupción interna importante en la Unión Soviética.23 Hace poco descubrí que

18
Willie Gallacher. Revolt on the Clyde. Londres: Lawrence and Wishart, 1936. Otras autobiografías populares son:
Pioneering days, Tom Bell, Londres: Lawrence and Wishart, 1941; Jew boy, Simon Blumenfeld, Londres: Lawrence
and Wishart, 1935 y 1986; Our flag stays red, de Phil Piratin, Londres: Thames, 1948. Es interesante destacar que
esta última se encuentra en el estante de Historia Británica de la Biblioteca Marx y no en el de autobiografías, ya
que de acuerdo con la política anterior de clasificación de libros, sólo los considerados «personajes destacados»
se ubicaban en el estante de las Biografías. Esta anomalía hizo que la biografía de Winnie Mandela (adquirida
recientemente) se guardara en el estante de biografías, pero que la de Nelson en el estante de África. Este antiguo
criterio está siendo modificado.
19
Gallacher (1936), p. 1.
20
Otros ejemplos de novelas de este tipo son: Emma, Jane Austen; Demian, Fontana dictionary of modern thought,
Herman Hesse, editada por Alan Bullock y Oliver Stallybrass, Londres: Fontana Collins, 1970, p. 61.
21
The Story of George Fletcher, Nelly Connole, inédito, 1961.
22
One man in his time; a personal story of this revolutionary century, Alick West, Londres: Allen and Unwin, 1969.
23
Algunos de los temas más difíciles de tratar para los comunistas son: 1939,¿fue una guerra imperialista o una
guerra de las personas contra el fascismo? El pacto nazi-soviético; 1948, Tito y Yugoslavia; 1956, Partido Comu-
Incluir los sentimientos:. . . 125

algunos entrevistados tienden más a decir: «No hay nada que perder ahora si hablamos de
todos los errores cometidos. Es más, puede haber mucho que ganar. Hay que cambiar de
enfoque, elegir estrategias nuevas, y analizar los errores de las estrategias anteriores puede
ayudarnos». Ya no se considera herético cuestionar las decisiones del partido.
¿Cuáles son los aspectos personales que se excluyen?
¿Qué es lo que las personas progresistas excluyen cuando cuentan su historia? Por lo
general, los aspectos de su ser que no están de acuerdo con el concepto de lo que un buen
camarada – un miembro del partido – puede contar. Por ejemplo, en entrevistas y autobiogra-
fías, por informal que haya sido su publicación, descubrí una falta de:
Historia sexual
Esto incluye la homosexualidad, los matrimonios o modos de convivencia no ortodoxos
y toda referencia al amor físico.
Dudas y dolor
Entre estos elementos solían incluirse el dolor por la expulsión, la angustia por renunciar
a ser miembro del partido, la culpa por estar en inactividad, la furia contra los dirigentes, el
triste silencio por tener que adherir a decisiones del partido aun pensando que no eran las
correctas, e incluso los actos heroicos realizados. Por ejemplo, en la biografía grabada sobre
Sid Easton, activista del gremio del transporte y de trabajadores no especializados (Transport
and General Workers’ Union - TGWU), Sid Easton, su «colaborador», Graham Stevenson, dijo:
«Le hice notar que, en nuestra conversación, había dicho muy poco sobre la cam-
paña para levantar las prohibiciones que impedían a los miembros del Partido
Comunista ocupar cargos en el TGWU. Podría decirse que esa fue la contribu-
ción más importante que había hecho Sid a la futura evolución del movimiento
obrero británico, desde 1968. . . ».24

La persona física
La salud puede reflejar el costo que supone vivir una vida activista y la importancia que
la sociedad le da al trabajador corporizado.
Historias profundas de amistades y relaciones interpersonales
Por ejemplo, Nelly Connolle, en la reseña que escribió sobre la vida de George Fletcher,
activista de Sheffield, afirma de manera sospechosamente artificial que él y su esposa «hacían
las mismas cosas; siempre que podían, iban juntos a las reuniones. Llevaban una vida plena
y feliz, a pesar de todo el trabajo arduo y de las dificultades».25
Atención prolongada a la vida familiar
Mientras que otros, en cambio, no hablan de la vida política porque no tienen el apoyo
de la familia y esperan, equivocadamente, que aquellos que tengan ojos para ver detecten
los matices políticos encubiertos.
nista de la Unión Soviética (PCURSS) y la denuncia de Stalin; Hungría; 1960, relaciones Unión Soviética-China;
1968: invasión soviética a Checoslovaquia; 1979: invasión soviética a Afganistán. Agradezco a Kevin Morgan por
ayudarme con este resumen.
24
Graham Stevenson. The life and times of Sid Easton. Londres: Amigos de Sid Easton, oficina central del gremio
del transporte y de trabajadores no especializados, alrededor de 1991. Luego agregó a las treinta páginas sobre
la historia de vida completa de Easton, una explicación de 15 páginas sobre este período.
25
Nelly Connole. The story of George Fletcher, inédito, 1961.
126 Jo Stanley

¿Por qué se excluyen estos aspectos personales?


Obviamente, es difícil preguntarle a los entrevistados por qué no hablan de las cosas de
las que no quieren hablar; cuando se plantea esa pregunta, lo que se consigue es hacer que
las personas se encierren en sí mismas aún más. A partir de conversaciones informales y de
la lectura que yo misma hago sobre la psicología del proceso autobiográfico, detallo algunas
posibles razones por las cuales nosotros, como entrevistados, omitimos lo personal.
Lealtad e ideas sobre lo que debe mantenerse en la intimidad
Muchos de nosotros no hablamos de nuestras reacciones personales más profundas fren-
te a los sucesos políticos – sobre todo de las reacciones negativas – porque sería desleal al
partido. Las personas abandonaban el partido porque no podían expresar las dudas y, si bien
el partido ahora aprendió a ser más abierto, la antigua costumbre de «no sacar los trapitos al
sol» no se pierde fácilmente. He descubierto que las personas mayores en general, conservan
una enorme lealtad colectiva mucho tiempo después de haber dejado de ser miembros de
una organización. Por ejemplo, una lavandera de Cunard de unos noventa y tantos años no
permitió que la grabaran contando cómo planchaba las bombachas de seda de Gloria Van-
derbilt, porque a la compañía para la cual había trabajado hacía medio siglo no le gustaba.
No se evaluó el hecho de si hoy realmente importaba.
Los trabajadores memoriosos y los profesionales de la historia oral debatieron sobre lo
parecido que es el proceso de contar lo personal a lo que sucede en un confesionario, a
lo terapéutico, a la llamada «cura por la palabra». De modo que el valor de hablar con los
demás en lugar de escribir en silencio y sin contar con las respuestas y las reacciones de los
demás reside en que puede ser una oportunidad para analizar los votos de silencio y, si fuera
adecuado, romperlos.
Responsabilidad política
A veces, aquellos que todavía son leales al partido prefieren guardar silencio sobre casi
todos los temas excepto los más importantes. Esto surge a partir de la sensación de que
sería contraproducente para el movimiento y para el futuro contar, por ejemplo, cómo los
desacuerdos en torno a la invasión soviética a Hungría en 1956 casi llevan su matrimonio al
divorcio.
Este motivo didáctico – es decir, que los demás deben ver al partido de una manera deter-
minada y favorable – puede ser la máscara inconsciente de algo más complejo, por ejemplo,
de una incapacidad personal para aceptar los defectos de sus padres. Esto quiere decir que
se está aplicando un antiguo modelo psíquico según el cual el partido representa a la autori-
dad/padre a quien no se lo puede ver ni culpar del todo si el miembro/hijo quiere sobrevivir,
para no provocar la ira asesina por haberse atrevido a mirar a la autoridad a los ojos y des-
cubrir que es incompetente. A cada situación de la vida, llevamos con nosotros mismos un
gran bagaje psíquico.
La costumbre de considerar a la persona menos importante que el movimiento
Uno de los motivos por los cuales los camaradas no son capaces de hablar ni escribir
sobre lo personal es porque nos hemos acostumbrado a una cultura política de abnegación,
en donde la persona – sobre todo el ser corporizado – siempre estuvo en un segundo plano,
una cultura que prioriza el movimiento y evita ex profeso elevar al individuo. En el prólogo
de Sid French: Reminiscences, Eric Trevitt escribió:
Incluir los sentimientos:. . . 127

«Como alguien que conoció bien a Sid, debo decir que él no hubiera agradecido
a nadie por decidirse a escribir un libro sobre su persona. Criticaba duramente
el culto a la personalidad mucho antes de que muchas personas se dieran cuenta
de que existía tal cosa. Sin embargo, se decidió publicar este breve folleto con-
memorativo, no para poner a Sid en un pedestal sino porque algo debe decirse
sobre un hombre que tomó una decisión histórica, que le será cada vez más útil
a la clase trabajadora y al movimiento obrero».26

Debido a esta cultura, al ser que es tanto sujeto como partícipe del movimiento se lo
ubica en una posición de menor importancia. Aceptamos con humildad el lugar de pieza del
engranaje y, por lo tanto, tenemos opiniones y sentimientos que no vale realmente la pena
expresar, sobre todo si no concuerdan con la opinión preponderante.
Por temor a herir a otros o a nosotros mismos
Al igual que todos los narradores de historias, los camaradas a menudo guardan silencio
por temor a que se los critique o a herir a personas que consideran importantes. Entre éstas se
incluyen los miembros de la familia (ver, por ejemplo, la historia que conté sobre la lesbiana
de edad que financiaba al partido), personas de la seccional partidaria y la viuda de un ex
colega que no conocía algunas de las actividades del marido. Esta actitud reservada, puede
ser difícil sobre todo para los hombres de la clase obrera que durante seis o siete décadas
nunca hablaron con otras personas sobre emociones y, por lo tanto, no descubrieron eso
que las mujeres, que conocen más de emociones, tienen en común y dan por sentado. Los
hombres a veces piensan que son los únicos que tienen tales sentimientos y que, por lo tanto,
deben mantenerlos en secreto. Tish Newland, bibliotecario de la Marx Memorial, describe
cómo los camaradas solían ir a la biblioteca sobre todo para ver lo que Myles Carpenter
escribió sobre ellos y otros en su autobiografía. Su franqueza les resultaba extraordinaria y
algo insolente y, tal vez, un poco emocionante, y un poco liberadora si pensaban en contar
su propia historia.27
Sentido del ser de la clase obrera
Cuando se trata de camaradas de la clase obrera de edad más avanzada que cuentan su
historia, se agrega a los demás ingredientes un elemento nuevo: es posible que no hayan
tenido el tiempo, la energía o el ánimo para reflexionar y hacer otra cosa que no sea trabajar
y hacer, hasta el momento de su retiro. Un pensamiento modesto de algunas personas de
clase obrera en medio de esta cultura del éxito es que, como a nadie le interesaría saber de
sus aburridas vidas, con seguridad, a nadie podrían interesarle sus sentimientos. De acuerdo
con el bibliotecario Tish Newland, el motivo principal, según los usuarios de la biblioteca
Marx por el cual no escriben su historia de vida es que no hicieron demasiado; no ocupaban
puestos de importancia: «Yo sólo llenaba los sobres». A la mayoría los alentó a escribir la
familia u otros camaradas.28 Dada esta actitud reservada cuando se trata de hablar sobre
lo que hicieron, es comprensible que les resulte difícil contar qué fue lo que sintieron o qué
hicieron fuera de la vida del partido.

26
Sid French: Reminiscences. Londres: Nuevo Partido Comunista, 1988.
27
Información de contexto aportada por Tish Newland. Véase A Rebel in the 30s, Maurice/Myles Carpenter, Wiven-
hoe, publicación propia de su club del libro, sin fecha, aunque alrededor de la década del setenta aproximada-
mente.
28
Información brindada por Tish Newlands a Jo Stanley, agosto de 1994.
128 Jo Stanley

Textos oficiales
El análisis transaccional, un tipo de psicoterapia humanística, sostiene que todos los seres
humanos tenemos nuestra narrativa formal, nuestro texto oficial sobre cómo es y fue nues-
tra vida, y qué sentimos con respecto a eso.29 Desde un punto de vista psíquico, resulta muy
difícil abandonar ese «libreto» o desviarse del mismo; reformular, modificar el relato que ge-
neralmente contamos. Tanto para los camaradas como para todas las demás personas, deben
existir motivos claros y recompensas para dicho cambio, para contar una versión diferente
de lo que pensamos que deberíamos decir. Una de mis frustraciones como entrevistador es
no poder ser capaz de juntar testimonios que no sigan un libreto; sin embargo, en mi vida
personal nunca advierto que estoy hablando de una manera «preparada» y no espontánea.
Lo que nosotros, como entrevistadores, podemos hacer para que surja ese
panorama amplio y detallado
No todos los entrevistadores o los que colaboran en la redacción de una autobiografía
tienen el objetivo o la oportunidad de tratar a fondo los temas personales. Como escribió
Graham Stevenson en el prólogo de la biografía grabada sobre Sid Easton, taxista y activista
del gremio del transporte y de trabajadores no especializados:

«Me tomé la libertad de sonsacarle información y manejarlo de manera tal de


extraer lo máximo posible de él. . . además nos divertimos mucho cuando nos
acordábamos de las cosas absurdas de nuestro movimiento. Estas acotaciones
eran de carácter personal y, por lo tanto, lo que aparece en letra cursiva no
forma parte del texto que aquí se reproduce».30

Pero aquellos de nosotros que queremos tratar con lo personal bien podríamos considerar
cómo enfrentaríamos la situación si fuésemos los entrevistados: qué es lo que esperaríamos
de la sesión, a qué le temeríamos. A continuación, menciono los tres puntos principales:
1. Darle cabida a la reflexión: Muchos de los relatos autobiográficos más interesantes –
socialistas o no – surgen a partir de una sensación de contar con la libertad y el espacio
para hablar, la cual puede fomentarse con una reflexión profunda. Los que hemos sido
orientados a la acción, especialmente aquellos adictos al trabajo al estilo Stakhanovi-
ta, tal vez necesitemos se nos dé un permiso expreso para quedarnos callados durante
el tiempo que queramos, mientras pensamos en las preguntas, y la seguridad de que
tenemos la libertad de cambiar de idea, las veces que queramos, a medida que avan-
zamos con el relato. Debe haber mucho tiempo – lo ideal es que no haya límites de
tiempo – antes, durante y después de las entrevistas. Un mensaje que da resultado,
que puede transmitirse mediante lenguaje corporal o de manera implícita o explícita
es: «Está bien reconsiderar las ideas, expresar algo que nos resulta molesto o que nos
parece mal. Tómese su tiempo; acepto plenamente que usted tiene un derecho abso-
luto a tener sus opiniones. Las discrepancias son enriquecedoras y me resultan útiles.
Siéntase libre». En el caso de la grabación de Many Yospa a los miembros del gremio
cinematográfico: «Los aliento a que sean ellos mismos, a que digan lo que quieran (ya
que, en realidad, la mayor parte de las historias se van a archivar, no a publicar)».31
Esto es más fácil de decir que de hacer, pero se trata más o menos de lo mismo.
29
Véase sobre todo, la obra de Eric Berne, incluyendo las secciones sobre textos de familia prenatal: por ejemplo,
Transactional Analysis in psycotherapy, Nueva York, Souvenir Press, 1975.
30
Stevenson, véase nota 13 en la página 125.
31
Entrevista telefónica con Manny Yospa, septiembre, 1994. Agregada el 3 de octubre de 1995.
Incluir los sentimientos:. . . 129

2. Conversar sobre la confidencialidad y los resultados: Algunas personas de tendencia


radical han pasado décadas preocupadas – con razón – por el hecho de que los medios
de comunicación no expresan bien nuestras opiniones, de que intervengan nuestros
teléfonos, y de que arresten y maten a nuestros camaradas por expresar sus opiniones.
Por lo tanto, un entrevistado necesita sin duda saber el destino que se va a dar a sus
palabras. Como entrevistadores, podemos ayudar a que se hable de lo personal y de
lo políticamente delicado dándole al entrevistado información tranquilizadora, sólida
y auténtica sobre lo que se hará con su relato, reconociéndole sus derechos (véase las
pautas sobre la ética de la Sociedad de historia oral), y conversando sobre los miedos
relacionados con la revelación y la confidencialidad con la minuciosidad que le venga
bien a él, no a nosotros. Para mí, esto significa meterse en un terreno al que prefiero no
entrar, ya que todo esto puede implicar una disminución de la confianza y cambiar la
dinámica de la entrevista. Pero siempre me sentí mejor – como ser humano, no como
detective – cuando les mostré a los entrevistados cómo presionar el botón de pausa del
grabador. Por lo general, esto tiene su recompensa ya que los entrevistados vuelven a
contar la misma historia frente al grabador después de haber escuchado cómo suena
y, a menudo, incluso después de haber conversado sobre cómo formularla.
3. «Puede decir todo lo que quiera»: El Partido Comunista ha tenido una historia de pros-
cripción y secreto, como son las historias de las organizaciones subversivas. Esto sig-
nifica necesariamente que existe una costumbre de ser cauteloso que no es fácil de
abandonar. También existe una verdadera contradicción entre lo que un revoluciona-
rio puede y no puede decir en público. Como entrevistadores, podemos alentar a las
personas a que sean francas y a que se expandan en sus historias, si es adecuado.
Entre las formas de hacer esto se incluye el lenguaje corporal y el ejemplo, así como
la afirmación explícita. El mensaje implícito debe ser: «Está bien y hasta es útil que
diga todo lo que quiera. Con la práctica sale mejor. Pero también respeto la necesidad
política/personal de algunos silencios».
Realizar varias entrevistas y luego conversar sobre ellas con colegas y entrevistados, pue-
de ser útil para alcanzar el equilibrio entre lo que es, por un lado, sonsacar y presionar (en
favor de la historia) y, por el otro, respetar los momentos de silencio (en favor de los seres
humanos). A veces, el entrevistado realmente desea que se lo incentive a hablar, pero resul-
ta difícil determinar cuándo la presión puede ser contraproducente para la tranquilidad del
entrevistado, para la nuestra después de la entrevista y, tal vez, para las entrevistas que otros
le hagan en el futuro a la misma persona.
Conclusión
Creo que podemos adquirir conocimientos sobre aspectos valiosos de la historia de iz-
quierda si incluimos lo personal en las historias de vida política mucho más de lo que se lo
ha incluido hasta ahora. Es por eso que dedico mi tiempo al proyecto de historia oral comu-
nista y escribo este trabajo con ansias de tener un panorama completo de la vida política, tal
vez como una forma de decirme a mí misma que tengo derecho a ser una persona más plena
y compleja, no simplemente una feminista progresista sobrecargada de trabajo.
Es importante para el futuro que se registre y conozca nuestra persona con todos sus
matices. Es también una manera de honrar a aquellos que trabajan para mejorar el futuro,
entre quienes nos encontramos nosotros, los entrevistadores que también colaboramos con
el futuro. Ambas partes pueden crear muy buenas experiencias de entrevistas y muy bue-
nas grabaciones si somos seres humanos realistas y sensibles, no solamente orientados hacia
130 Jo Stanley

un objetivo. Tomarnos nuestro tiempo, reconocer las limitaciones y necesidades reales de la


persona que tenemos adelante, reconocer la humanidad del yo-entrevistador y, fundamental-
mente, ponernos a la misma altura del entrevistado, es una manera gratificante y necesaria
de encarar este proceso de vital importancia política.
Por lo tanto, sostengo que las historias de vida deben contarse, metafóricamente ha-
blando, con las mejillas sin afeitar y con la ropa que llevemos puesta en ese momento, no
solamente con camisas limpias. Y necesitamos sacar a relucir nuestros trapos sucios otra vez,
con nuevas definiciones de suciedad. ¿Por qué no sacar los trapitos al sol? Por qué actuar
como representantes ejemplares cuando en realidad podemos ser seres humanos totalmente
iguales: la clase de ser humano que yo misma quiero ser y con quien quiero estar. Yo no quie-
ro ser la entrevistadora distante ni la narradora por demás discreta de una vida censurada,
sino la camarada tierna que hace de la lucha progresista un placer; que vive y escribe una
vida que posee la plenitud que falta en algunas de las biografías socialistas anteriores, a las
que hice referencia al comienzo de este trabajo. Todo esto – la honestidad de la camarada
con respecto a la búsqueda de sexo, dinero y felicidad, las revelaciones de Frank Jackson a
través de la ficción, los zapatos de taco aguja y la hoz y el martillo del tapiz bordado con los
nombres de personas que murieron de SIDA, y la franqueza de Myles Carpenter sobre los
colegas – es un comienzo. Y no es un comienzo desleal, sino un comienzo útil que presenta
a todo tipo de socialistas como personas íntegras y mulifacéticas que se merecen el futuro
igualitario en pos del cual estamos trabajando. Propongo un brindis: que la biblioteca Marx
se llene de grabaciones y textos que cuenten verdades complejas. Que cada historia socialista
se cuente – y escuche – con generosidad y sabiduría.
Capítulo 14

La historia oral en la escuela: guía de proyecto y entrevista

Dora Schwarzstein
......

Introducción
La historia oral, como metodología específica de las ciencias sociales en general y de
la historia en particular, ha alcanzado un gran desarrollo en las últimas décadas.1 Se trata
de una propuesta nueva de método para la investigación contemporánea y es parte de los
esfuerzos hechos por la historia para renovarse. Ha sido, además, un espacio para la con-
fluencia de diversas perspectivas del conocimiento social, así como un ámbito muy particular
donde han podido converger individuos y prácticas científicas de distintas disciplinas de las
ciencias sociales (antropólogos, sociólogos, psicólogos, etc.).
La renovación de la historia, tanto en sus enfoques como en sus contenidos, también llegó
al aula. Hoy el énfasis de los nuevos contenidos curriculares está puesto en el aprendizaje
de los procesos sociales, en el análisis de los hechos contemporáneos, y en la perspectiva de
los actores, sean éstos grupos o individuos, y no necesariamente héroes o los tradicionales
personajes destacados en las efemérides. Se trata de implementar una enseñanza que de
cuenta de la complejidad de los procesos históricos y que a la vez se presente de manera
atractiva.
Los cambios propuestos en la enseñanza de la historia plantean por lo menos cuatro
desafíos:
1
Este material, fue especialmente elaborado para los docentes que participan del proyecto «Historia oral en las
escuelas de las zonas de acción prioritaria», siendo seleccionado en el concurso de innovación en educación
1997 de la Fundación YPF. Las referencias teóricas y metodológicas pertinentes, pueden encontrarse en nuestra
compilación La historia oral, Buenos Aires: CEAL, 1991 y en las antologías que preparamos para el proyecto:
Textos para el uso de la historia oral (I) y (II). Buenos Aires: 1998. Las ideas básicas de este texto, se desarrollaron
a lo largo de los últimos años y reconocen como antecedente significativo, el artículo que publiqué con Silvia
Finocchio y Daniel Plotinsky, «Las fuentes orales y la enseñanza de la historia», Entrepasados, IV, 6, 1994, pp.
169-176 (reproducido en Liliana Barela, Hebe Clementi y Dora Schwarztein (comps.). Temas de historia oral.
Primer Encuentro Nacional de historia oral. Selección. Buenos Aires: Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos
Aires: 1995, pp. 371-380). Pude expandir esas ideas en la conferencia sobre «Potencialidades educativas en las
fuentes orales para las ciencia sociales», que ofrecí en el marco del encuentro sobre «La oralidad como método de
rescate sociocultural. Experiencia en la Patagonia Central», realizado en Comodoro Rivadavia en julio de 1996.
Para la preparación del presente texto, conté con la colaboración de Federico Lorenz.
132 Dora Schwarzstein

1. La necesidad de interesar a los alumnos. En las clases de historia, en general, se en-


cuentran adormecidas la curiosidad, las preguntas, el reconocimiento de problemas y
la búsqueda de respuestas a las cuestiones de la vida en sociedad.
2. La necesidad de enseñar una historia con protagonistas, una historia con vidas, no
sólo de los reconocidos o famosos, sino una historia más inclusiva, que comprenda a
quienes la están aprendiendo y a su entorno. Es importante que los alumnos entiendan
que toda experiencia humana es relevante para el conocimiento histórico.
3. Dar respuesta a los nuevos contenidos, que ponen especial atención en la adquisición
de capacidades y aptitudes tales como el desarrollo de un espíritu crítico, y habilidades
para resolver los problemas que éste descubre.
4. La necesidad de hacer que los contenidos sean comprensibles.
¿Cuál es, entonces, la utilidad de emplear la historia oral en la enseñanza de las ciencias
sociales?
Hay una correlación entre la renovación teórico-metodológica de una disciplina y las
modificaciones en la didáctica de la misma. La historia oral ofrece respuestas complejas y
estimulantes a la problemática de los nuevos enfoques en la enseñanza de la historia, a la
par que, con la necesaria preparación, es factible de ser aplicada en el aula con relativa faci-
lidad. Asimismo, la interdisciplinaridad que le es propia favorece el desarrollo de proyectos
institucionales, es decir, de la escuela. Sin duda, la historia como disciplina ha formulado
muchos de sus objetivos, y, al menos desde la década de los 60, el descubrimiento de los
testimonios orales como fuentes fundamentales de la reconstrucción histórica ha permitido
orientar y proporcionar los medios para la obtención de un conjunto de propósitos, tales
como:
1. Lograr un conocimiento preciso de la historia y la sociedad en la que nos desenvolve-
mos.
2. Modificar una práctica científica desligada de su entorno y de los sujetos sociales con
que interactúa.
3. Aportar nuevos cuerpos de evidencias, mediante la construcción de archivos orales.
4. Privilegiar una aproximación cualitativa en el proceso del conocimiento.
5. Facilitar el vínculo entre los actores históricos y los medios sociales.
Si revisamos los desafíos para la enseñanza de la historia que enumeramos más arriba,
y tenemos presente esta breve descripción acerca de las potencialidades de la historia oral,
descubriremos la gran complementariedad entre unos y otras. La metodología de la historia
oral es un estímulo posible para generar muchas actitudes imprescindibles en la tarea de
construir una relación positiva con el conocimiento. La práctica misma de las entrevistas
acerca a los estudiantes al trabajo concreto del investigador. No se trata, entonces, sólo de
una nueva práctica didáctica de aprendizaje, sino de introducir un modo efectivo de producir
nuevos conocimientos, que sean más interesantes para los alumnos sin por ello perder valor.
Son innumerables las situaciones en que la recolección de testimonios orales puede ser
de gran utilidad. Para los alumnos del primer ciclo es una herramienta privilegiada para
abordar temas que tienen que ver con la historia familiar y la historia de la comunidad, así
como algunos temas más abarcadores. En los ciclos superiores, los contenidos conceptua-
les pueden ser abordados desde la perspectiva renovadora de la historia oral. También se
pueden desarrollar proyectos de recolección de diverso tipo de documentación a partir de
los testimonios orales, tales como fotos, objetos, cartas, dibujos, tanto familiares como co-
munitarios. El trabajo con estos documentos en el aula tiene un enorme valor, ya que son
La historia oral en la escuela:. . . 133

los propios chicos quienes los producen y consiguen, y en general se trata de testimonios y
objetos que contienen un enorme valor afectivo.
Las prácticas didácticas que han incorporado el testimonio oral no son algo radicalmente
nuevo. Existen experiencias en Estados Unidos, Inglaterra, Italia, España. El interés de la
historia oral escolar es que puede introducir la voz de hombres y mujeres comunes, mostrar
la cara humana de la historia, más creíble generalmente que la imagen estereotipada que
brindan muchos textos escolares. Sin menoscabar la fuente escrita, la fuente oral puede
parecer a los niños más real e impactante que cualquier otra, al suministrar una información
que no se encuentra en los libros de texto. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con
esto, para no caer en la recolección de recuerdos aislados, descontextualizados y separados
de un tejido social olvidado.
Para evitar que esto suceda, las actividades generadas por su uso deben ser enmarcadas
en un proyecto global de trabajo. El rol del docente, en este sentido, es decisivo, a lo que
se suma la participación activa de los alumnos. Es preciso tener presente que el compromiso
con el método y el trabajo a desarrollar debe ser encarado seriamente. Será el docente quien
lleve la inquietud acerca de la nueva forma de trabajo, tal vez quien proponga los temas,
y con seguridad quien organice las primeras actividades y ordene las discusiones que se
producirán a lo largo del trabajo. Debe quedar claro que la actividad estará seguida, evaluada
y acompañada por la atención del docente a cargo del curso. Por lo tanto, la propuesta de
trabajo con historia oral apunta a maestros y profesores que deseen innovar y mejorar la
forma en la que dictan sus clases mediante el compromiso activo de sus alumnos. No será una
actividad extracurricular, sino que será la forma en que dictarán los contenidos establecidos
por los distintos programas.
El trabajo en el aula
Los aportes que la fuente oral puede hacer a la enseñanza de las ciencias sociales no
son automáticos, no se desprenden de su mera introducción en el aula. Lo mismo ocurre
con otros recursos didácticos. En el caso de los testimonios orales, el mayor peligro es su
producción aproblemática y su uso acrítico.
Cuando se quiere usar la historia oral como recurso didáctico, es necesario tener presen-
te que se trata de la adopción de una metodología de trabajo específica, es decir que habrá
que organizar los planes de estudio para utilizar sus técnicas de recolección de fuentes, or-
ganización y preservación. También es necesario enfatizar que se trata de un método para el
aprendizaje de la historia, gracias al cual los alumnos adquirirán habilidades en el transcur-
so del proyecto. Consideramos que este método es particularmente útil ya que revaloriza el
papel activo de los alumnos, pero que no excluye otros, sino que se complementa con otras
formas de hacer historia más «tradicionales».
Veremos ahora en qué consiste hacer historia oral, y algunas cuestiones a tener en cuenta
para comenzar.
Entrevistar, la herramienta básica
La entrevista es una técnica a partir de la cual se recoge información. Para el estudio de
fenómenos históricos contemporáneos, se puede recurrir al testimonio de los protagonistas
o testigos que aún viven. De este modo, el relato «vivo» de los individuos permite recuperar
aspectos «olvidados» de los procesos históricos que de otro modo se perderían. Estas perso-
nas se convierten entonces en importantes informantes y para el historiador sus relatos son
una fuente. La producción y uso de testimonios orales en la investigación es lo que se co-
134 Dora Schwarzstein

noce como historia oral. Las entrevistas, además, son una excelente estrategia para obtener
información variada para un sinnúmero de disciplinas.
La realización de entrevistas introducirá en el aula un estilo de aprendizaje activo que
puede transformar positivamente la clase. Los alumnos pueden hacer cosas maravillosas si la
clase se estructura de modo que puedan participar activamente en el aprendizaje, en lugar
de ser meros receptores de información.
Asimismo, son muy variadas las posibilidades didácticas ofrecidas por los testimonios
orales ya que:
1. Permiten conocer la percepción que de un fenómeno, pueden tener distintos sectores
de la sociedad.
2. Posibilitan abordar un aspecto de la historia que está siendo privilegiado desde no hace
demasiado tiempo: el de la vida cotidiana.
El abanico de eventuales actividades es grande, y es posible que el entusiasmo perjudique
nuestro trabajo. Aparentemente, sólo se trata de hablar con la gente y formular preguntas
sobre aquello que se quiere indagar. Sin embargo, aunque lo parezca, hacer una buena en-
trevista no es una tarea sencilla. Es necesario tener algunos conocimientos previos acerca de
los temas sobre los que se va a preguntar. También se debe decidir a quién entrevistar, cuáles
son los temas sobre los que se interesa profundizar y qué preguntas hacer al entrevistado.
De ahí que sea conveniente respetar algunos pasos tendientes a garantizar el éxito en la
realización de un proyecto que utilice la historia oral en el aula.
Cómo desarrollar un proyecto de historia oral en el aula antes de la entrevista
Supongamos que hemos decidido encarar un proyecto de este tipo. El/la docente deberá
preguntarse primero qué espera obtener de este tipo de actividad. «¿Qué tengo que ense-
ñarles antes?», «¿cómo empezar?». Éstos son pasos imprescindibles para llevar el proyecto a
buen término:
1. Elección del tema.
Hay que decidir sobre qué tema se centrarán las entrevistas, o sea: el tema del pro-
yecto. En este punto, entran en juego numerosas variables. Primeramente, los requeri-
mientos de los objetivos conceptuales y procedimentales de los planes de estudio. Pero
también, las inquietudes personales de los alumnos, o las particularidades históricas y
sociales de la comunidad en la que está inserta la escuela (conformación sociocultu-
ral del barrio, lugares públicos de interés histórico, conflictos intracomunitarios, etc.).
En la elección del tema hay que tomar en consideración la disponibilidad de docu-
mentos y material bibliográfico existente en bibliotecas públicas, centros barriales, etc.
La historia oral requiere de un gran trabajo de investigación previo realizado funda-
mentalmente con material escrito y gráfico. La posibilidad de acceso a estas fuentes,
entonces, debe tenerse en cuenta cuando haya que decidir una temática de investi-
gación. Pese a que el docente puede haber optado por un tema, es posible que los
alumnos estén interesados en otros. Al respecto, un debate o consulta grupal puede
resultar interesante, además de gran ayuda.
2. Sugerencias temáticas.
Este listado no pretende agotar la multiplicidad de temas factibles de ser investigados.
Muchos de los temas incluidos se relacionan fuertemente con la realidad comunitaria
de los alumnos, con el entorno escolar, es decir con la comunidad en la que viven.
El vínculo con la comunidad puede ser fortalecido con actividades que refuercen el
contacto con el medio. Hay exitosos casos en el exterior, como el de la revista Foxfire,
La historia oral en la escuela:. . . 135

en Estados Unidos, de publicaciones realizadas por los alumnos que terminan trans-
formándose en éxitos editoriales. La publicación de revistas vinculadas a las tareas del
proyecto es un excelente canal de expresión que les permitirá a los alumnos mostrar su
trabajo, siendo asimismo un provechoso material de uso en otros contextos escolares.
a) El trabajo en el pasado.
b) La vida de las mujeres desde 1930 hasta nuestros días.
c) Evolución de los medios de transporte y comunicación.
d) Cambios en el aspecto urbano. Cómo fueron creciendo las ciudades, pueblos,
comunidades en las que viven.
e) Cambios en la población desde 1930 hasta nuestros días.
f) La ocupación de la población (industria, servicios, comercio, etc.).
g) El desarrollo de las actividades económicas.
h) Las crisis económicas.
i) La marginalidad, la pobreza, la discriminación, la desocupación.
j) La situación de los países limítrofes.
k) La historia de la vida cotidiana. La familia, las costumbres, la educación.
l) Funciones y servicios de instituciones públicas y privadas.
m) Inmigración e identidades.
n) Temas puntuales de historia argentina contemporánea.
3. La elección de la metodología.
Es importante discutir con los alumnos la relevancia de la utilización de la historia
oral como metodología adecuada para la resolución de la problemática propuesta. Por
ejemplo, pueden ser leídos y analizados trabajos anteriores que muestren concreta-
mente en qué consiste esta práctica. Desde el principio, es deseable que los alumnos
estén en contacto directo con el producto del trabajo de los historiadores orales. En-
señar a los alumnos cómo realizar una entrevista exitosa es uno de los aspectos más
importantes de este proceso. Esto se puede hacer mediante una clase introductoria,
la lectura de entrevistas incluidas en trabajos de historia oral, pero más que nada ha-
ciendo que los alumnos realicen entrevistas de práctica en el aula. Una posibilidad es
que los alumnos se entrevisten entre ellos, de este modo logramos que se observen
colectivamente errores y aciertos. Puede llevarse a cabo, por ejemplo, un ejercicio con-
sistente en la elaboración de la autobiografía oral, con propuestas de preguntas para
completarla. El tiempo que se dedique a estas actividades es tiempo bien invertido ya
que se le brindará al alumno una habilidad que podrá utilizar más allá del proyecto en
el que está involucrado.
4. Decidir a quién entrevistar.
Una vez elegido el tema es necesario decidir a quién entrevistar. Esto implica ubicar las
personas que ofrezcan algún interés con relación al tema propuesto. Existen individuos
que han tenido un protagonismo particular en los sucesos que pretendemos investigar
y es bueno contar con sus testimonios. Si estamos estudiando los cortes de rutas, por
ejemplo, una entrevista a los líderes de los «piqueteros» aportará datos acerca de la vi-
sión de un líder del movimiento. Sin embargo, existe un segundo tipo de entrevistado,
aquel que representa el tipo medio de un grupo determinado. Siguiendo nuestro ejem-
plo, sería uno de los que participó en los cortes, sin haberlos conducido, y que reflejará
en sus testimonios la experiencia de un sector. No es necesario, en los primeros pasos,
136 Dora Schwarzstein

realizar una gran cantidad de entrevistas, sino que es preferible concentrarse en unas
pocas, bien realizadas y en profundidad, por lo que se puede ser selectivo al respecto.
Debe recordarse que el trabajo de historia oral no es sólo de recolección, sino funda-
mentalmente de interpretación, lo que implica tiempo. Es recomendable la confección
de una planilla de potenciales entrevistados, que detalle el tipo de información que
aportaría cada uno de ellos, domicilio, edad, etc.
5. Establecer contacto con los entrevistados.
Es fundamental contactar a las personas elegidas y contar con su acuerdo para entre-
vistarlas. Un buen mecanismo para ello puede ser publicar pequeños avisos en publi-
caciones barriales, o carteleras, informando del proyecto iniciado y pidiendo colabo-
ración. Pero también son indispensables los contactos personales, y al principio serán
los más frecuentes, puesto que la confianza producida por el trato previo allanará el
camino para lograr las entrevistas. Algún conocido sabrá, además, de otra gente que
nos interese entrevistar para el proyecto y su recomendación será importante y una
buena introducción para establecer el contacto.
6. Los alcances del proyecto.
Es necesario explicar, a los futuros entrevistados, los alcances del proyecto, expectati-
vas, y el papel que sus testimonios cumplirán dentro de éste. Esto contribuirá a una
mejor predisposición a la hora de acceder a realizar uno o más encuentros.
7. Realización de cuestionarios.
Realizar un cuestionario guía en torno al cual se centrará la entrevista es fundamen-
tal. La elaboración del cuestionario implica la necesidad de conocimientos acerca del
tema del proyecto y un compromiso intelectual y creativo en la tarea de su elección y
redacción. Serán necesarias lecturas de obras que se ocupen de la temática o período
a abordar, de ser posible desde distintas perspectivas. Para trabajos de historia con-
temporánea, por ejemplo, se puede requerir que los alumnos participantes busquen
en sus casas recuerdos de la época, tales como fotografías, revistas u objetos. Con la
base proporcionada por estas actividades, la clase elaborará el cuestionario a seguir
durante las entrevistas. Una de las formas consiste en dividir a los alumnos en grupos
que redactarán un cuestionario cada uno. Leído en voz alta, las preguntas serán criti-
cadas y consensuadas por los redactores y sus compañeros, que se verán obligados a
argumentar para sostener sus opiniones. El resultado será un cuestionario que servirá
de eje a las entrevistas. Es bueno tener presente que siempre es preferible que haya
preparadas preguntas de más a que nos falten. Habrá entrevistados que den respuestas
largas que anticipen algunas de las otras preguntas que tengamos reservadas, pero no
será el caso de todos, y de quedarnos algunas sin responder, siempre está la posibilidad
de una segunda entrevista.
Durante la realización de la entrevista
La actividad central del trabajo propuesto es la realización de las entrevistas. Como ya
mencionamos, es necesario que los maestros y alumnos – entrevistadores lleguen prepara-
dos lo mejor posible al momento de la entrevista, puesto que éste es un instante único e
irrepetible de creación de la fuente.
En caso que la entrevista vaya a ser grabada, es necesario familiarizarse con el equipo
de grabación, así como disponer del material técnico necesario para el éxito de la entrevis-
ta: grabador con micrófono, pilas o transformador, cintas, filmadora (cuando sea posible) y
conocer perfectamente su funcionamiento y posibilidades. Para ello, serán necesarias prue-
bas y prácticas previas que permitan conocer las posibilidades de grabación ofrecidas por el
La historia oral en la escuela:. . . 137

equipo en distintas condiciones, el grado de incidencia de los ruidos ajenos a la entrevista,


así como la duración de las pilas (no siempre será posible tener una boca de electricidad en
el que enchufar el equipo).
Además del grabador, el micrófono y las pilas (llevar siempre un juego de recambio),
preparar para la entrevista papel y lápiz para tomar notas. Éstas son importantes por dos
motivos. Por un lado, a veces los entrevistados no desean que parte de lo que dicen sea
grabado. Por el otro, es bueno tomar apuntes de los temas abordados por el entrevistado, ya
que no siempre se recuerda todo lo dicho en la entrevista. Estas notas pueden ser tenidas en
cuenta, luego, cuando se confeccionen los índices y resúmenes de las entrevistas. Asimismo,
se pueden señalar expresiones, gestos, u otras cuestiones similares, y que obviamente no
registra la entrevista grabada.
Es necesario programar la entrevista con anticipación (por ejemplo, telefónicamente, o
por correo) y ser puntual, respetando el horario establecido para el encuentro. El entrevista-
do debe sentir que es respetado, que es alguien que nos está haciendo un favor, compartiendo
sus recuerdos con gente que le es prácticamente desconocida.
El entrevistado debe estar dispuesto a ceder su testimonio para nuestro proyecto. Para
ello, por lo general se trata de obtener una conformidad firmada por parte de este, que le
garantiza tanto nuestra seriedad como a nosotros la utilización de la entrevista para nuestro
trabajo. Esta conformidad se basa en el respeto mutuo. (véase Anexo en la página 150).
Es importante buscar un lugar adecuado para entrevistar, tranquilo y silencioso en lo
posible. Se debe colocar el micrófono y el grabador entre el entrevistado y el entrevistador
(véase Anexo en la página 150). Puede suceder que la situación de estar siendo grabado y la
presencia del equipo intimide al entrevistado o lo condicione a «actuar» su testimonio. Por lo
tanto, en lo posible es conveniente que el micrófono pase desapercibido para que sea tomado
como un elemento más del entorno. Es conveniente considerar los siguientes consejos:
1. No es bueno que ninguna entrevista supere las dos horas.
2. Estar dispuestos a saber escuchar. Por más que la entrevista sea un diálogo, debemos
evitar al máximo las interrupciones.
3. Estar atento. Los entrevistados, al igual que todas las personas, distinguen rápidamente
cuando decae el interés de quien los está escuchando. Hay que prestar atención, por
lo tanto, a nuestros gestos y expresiones.
4. Tratar de establecer una buena relación, fluida y cómoda, con el entrevistado, puesto
que de ella dependerán las respuestas a nuestras preguntas.
5. Antes de comenzar con el cuestionario, podemos repetir una breve explicación del
proyecto. Explicitar al entrevistado la importancia de su testimonio.
6. Tratar siempre de estimular al entrevistado para que desarrolle con el máximo posible
de detalle las respuestas, mediante preguntas abarcadoras y significativas, pero claras.
También mediante expresiones que indiquen aprobación, sorpresa, o interés, que lo
animen a dar respuestas amplias.
7. Las primeras preguntas deben ser sencillas, con el objetivo de relajar al entrevistado.
Por ejemplo: «¿dónde nació?», «¿en qué año?».
8. Luego se podrá pasar a algunas preguntas más complejas que lo llevan a explayarse
y ganar en comodidad, del estilo: «¿cómo fue su niñez?», «¿cómo era su trabajo en la
fábrica?».
138 Dora Schwarzstein

9. Hacer una pregunta por vez. «¿Qué sintió cuando tuvo que vender su casa?», «¿lo pudo
superar?». Son dos preguntas que, aunque relacionadas, deben formularse separada-
mente.
10. No interrumpir durante las respuestas. Si algo no quedó claro o deseamos mayor pre-
cisión, siempre se puede retomar con una nueva pregunta en el punto en que dejó el
entrevistado.
11. Cada pregunta debe ser breve y dirigirse a un punto preciso, para de este modo no
fastidiar, confundir o dispersar la atención del entrevistado. Las preguntas deben ser
formuladas de forma correcta y clara. Sin embargo, deben evitarse preguntas dema-
siado concretas o acotadas, que nos proporcionarán respuestas de igual calidad.
12. Es necesario mantener un ritmo adecuado durante la entrevista, lo que significa res-
petar los tiempos del entrevistado: no apurarlo, dejarlo pensar, que se tome su tiempo
para contestar, y saber acompañar sus silencios.
13. Asimismo, es importante prestar atención al lenguaje corporal y gestual del entrevista-
do, a sus expresiones, tonos, risas o suspiros, que pueden ser también testimonios en
sí mismos, y generar otras preguntas.
14. Hay que tener siempre presente que la entrevista no se trata de un interrogatorio.
El entrevistado no debe probar que lo que dice es verdad, ni nosotros ocuparnos de
marcarle sus errores o contradicciones. La forma en que la gente recuerda las cosas
tiene un significado en sí misma.
Cuestiones técnicas de la entrevista
Se pueden utilizar una gran variedad de preguntas de distinto tipo. Por ejemplo:
1. Preguntas de final abierto, del tipo, cuándo, por qué, para qué, etc. Ejemplo: «¿Por qué
vinieron tus abuelos a la Argentina?», «¿cómo se arreglaron con el idioma?».
2. Pueden ser útiles, aunque no son aconsejables, las preguntas de final cerrado, puesto
que sólo son respondidas afirmativamente o negativamente («si», «no»). Ejemplo: «¿les
fue bien a tus abuelos en la Argentina?». Comparar con la respuesta a «¿cómo les fue
a tus abuelos en la Argentina?, que tal vez lleve a una mayor exposición.
3. Preguntas que sirven para clarificar. Ejemplos: «Creo que entendí lo que Ud. me dijo.
¿Es eso lo que Ud. me quiso decir? ¿Puede explicármelo con más detalles?».
4. Preguntas con dos oraciones. Comienzan con una afirmación de un dato cierto para el
entrevistador y el entrevistado, para luego pasar a la pregunta. «Sabemos que usted
fue delegada en la escuela donde enseñaba. ¿Qué la llevó a serlo?; ¿qué beneficios
buscaba?, etc.».
5. Preguntas que lleven al entrevistado a analizar, evaluar o reflexionar sobre las conse-
cuencias de sus propias acciones. Por ejemplo: «¿qué consecuencias tuvo cambiar de
trabajo?», «¿considera que fue una decisión correcta?».
6. Un recurso interesante para estimular la memoria del entrevistado es mostrarle fotos u
objetos. Asimismo, puede pedírsele que muestre sus propias fotos, objetos guardados
como recuerdo, diarios, cartas, etc., que a la vez abrirán nuevos espectros de preguntas
posibles.
7. Se debe evitar abundar en temas visiblemente dolorosos o difíciles para el entrevistado.
8. Es conveniente no cortar la entrevista en forma brusca. Terminar preguntándole al
entrevistado si quiere hacer algún comentario adicional.
La historia oral en la escuela:. . . 139

9. Durante la entrevista pueden tomarse fotografías del entrevistado, de los objetos o


lugares mencionados, etc.
Es importante que el entrevistado explique y describa:
1. Lugares, datos que sirvan de referencia, edades, fechas.
2. Términos o palabras raras o únicas, tales como jerga, nombres de antiguos artefactos,
juegos, etc.
3. La forma correcta de escribir nombres de personas y lugares mencionados en la entre-
vista.
4. El papel jugado por el entrevistado en los hechos descriptos en la entrevista.
5. Sus puntos de vistas personales.
La filmación de entrevistas
De existir la posibilidad, la filmación de las entrevistas debe estimularse. Cuando ha-
blamos no lo hacemos sólo con palabras, intervienen expresiones faciales, gesticulaciones,
pequeños movimientos y descripciones, que sólo la imagen visual recupera. Asimismo, de
acuerdo al tipo de proyecto, la filmación del contexto del entrevistado (una casa, o un anti-
guo edificio o calle donde se realiza la entrevista) aporta nuevos datos y da riqueza al mismo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la cámara puede producir una mayor impresión
en el entrevistado que un simple grabador y que por lo tanto, algunos entrevistados se sien-
tan intimidados al principio. Si bien los pasos previos son los mismos que para la entrevista
oral, como así también los elementos a tener en cuenta durante su desarrollo, las entrevistas
filmadas presentan algunas particularidades a tener en cuenta:
1. Debido a los costos más altos, debe seleccionarse con cuidado qué entrevistas van a
ser filmadas, por lo que puede ser útil realizar previamente entrevistas sonoras.
2. Requieren siempre de un asistente que se ocupe del equipo, que es más complejo que
el de la entrevista grabada. Es necesario evitar distraer al entrevistador, que debe con-
centrarse en los objetivos de la entrevista. El operador, sin embargo, no es pasivo, debe
compenetrarse de los objetivos del proyecto, lo que llevará a que adopte determinados
enfoques, filme ciertas escenas, etc.
3. Si bien un escenario cotidiano enriquece la entrevista, también crea problemas técnicos
adicionales.
4. El equipo de filmación debe ubicarse a espaldas del entrevistador y frente al entre-
vistado. Si la entrevista se filma con una sola cámara, debe descartarse la idea de
filmar al entrevistador, que estará presente en las preguntas, para concentrarse en el
entrevistado, objeto del encuentro. (véase Anexo en la página 150).
5. Los encuadres son un aspecto fundamental de la entrevista audiovisual. El objetivo de
la filmación debe ser producir una entrevista cuyas imágenes no se superpongan ni
distraigan de lo que está siendo dicho, sino que acompañen y enfaticen el discurso.
Como la observación de la TV puede demostrar, lo preferible son enfoques que inclu-
yan hombros y cabezas, es decir un enfoque cercano, pero adecuadamente centrados
como para que no abrumen. Ocasionalmente, la cámara puede optar por el recurso de
tomas que vayan desde los ojos a la boca del entrevistado, lo que enfatiza aspectos del
discurso.
6. Existen divisiones naturales del cuerpo, tales como el cuello, la cintura, las rodillas y
debe evitarse que el cuadro corte justo en ellas.
140 Dora Schwarzstein

7. Para aprovechar al máximo los recursos ofrecidos por la imagen, deben pensarse pre-
guntas que obliguen al entrevistado a utilizar gestos para responderlas: «¿Cómo fun-
cionaba esa máquina?». «¿Cómo ordenaba sus cosas en la pensión?». En estos casos, las
preguntas empleando el «cómo» cobran mayor importancia, tal vez, que las causales.
8. La entrevista audiovisual es de gran utilidad en entrevistas grupales, dado que per-
mite, en un trabajo posterior, una visión de conjunto que se torna imposible para el
entrevistador. En este caso, la posición de la cámara varía, ubicándola en el vértice de
una V que tiene en sus brazos a entrevistadores y entrevistados, o viceversa.
Después de la entrevista
Una vez terminada la entrevista es imprescindible tomar el cassette y pegarle una etique-
ta en donde se consignen:
1. El nombre del entrevistado.
2. El nombre del entrevistador.
3. La fecha de la entrevista.
4. El lugar donde ésta fue realizada.
5. El tema de la entrevista.
Al mismo tiempo y para luego ingresarla en el archivo es conveniente completar la ficha
de datos de la entrevista (véase Anexo en la página 150).
Terminada la entrevista, las siguientes etapas requerirán también de habilidades y con-
diciones especiales, para no desperdiciar el esfuerzo realizado hasta el momento. Las entre-
vistas son la materia prima del trabajo de historia oral, por lo que es necesario establecer
las condiciones para posibilitar el mayor uso posible de ellas. Con esto tienen que ver dos
tareas importantes y que también son de gran valor didáctico: el archivo y la transcripción
de entrevistas.
1. Archivo.
Los cassettes con las entrevistas grabadas y/o filmadas serán la base de nuestro Archi-
vo Oral y del proyecto, por lo que conviene tener claro desde el comienzo los criterios
que se seguirán para llevarlo a cabo. El material recogido por el archivo no se limitará
a las entrevistas. El almacenamiento y clasificación de fuentes podrá incluir todos los
elementos considerados de interés para el trabajo en desarrollo, tales como fotos, re-
vistas, objetos, ilustraciones, publicaciones antiguas, etcétera. Todo el material que se
logre recoger deberá ser organizado y ordenado. El archivo que se vaya construyendo
será la presencia visible del proyecto de historia oral en la escuela. Es una oportunidad
única para que docentes y alumnos cuenten con un repositorio histórico de primera
mano, en su escuela y construido por ellos mismos, por lo que el compromiso institu-
cional en este sentido es importante.
Algunas sugerencias para el archivo y clasificación de las fuentes orales son:
a) Confeccionar una ficha que contenga los datos con los que está etiquetado el
cassette, y otros accesorios acerca del entrevistado, así como lugar y fecha de la
entrevista y el nombre del entrevistador.
b) Las cintas pueden ser numeradas, para facilitar su ubicación a partir de la ficha.
c) Confeccionar un resumen del contenido de cada entrevista, que podrá ir en la
misma ficha o en otra, y que también facilitará la investigación posterior.
d) Asimismo, es importante tener un índice de las entrevistas, que permita la rápida
ubicación de las cintas de acuerdo a las necesidades de la investigación.
La historia oral en la escuela:. . . 141

e) Guardar los cassettes en un lugar sin mucha luz ni mucho calor para su conser-
vación.
2. Transcripción.
La transcripción consiste en volcar al papel el contenido sonoro de las entrevistas. Es
una tarea larga y tediosa pero que sin embargo debe ser realizada en la medida de
lo posible, puesto que a la hora de trabajar con los testimonios es más práctico uti-
lizar las hojas con las transcripciones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la
transcripción es siempre una traducción. En el pasaje del lenguaje oral al escrito se
pierden infinidad de matices. Este trabajo puede ser llevado a cabo por los alumnos,
pero les exigirá habilidades en otras áreas, como lengua o informática. Al mismo tiem-
po, les permitirá hacer un seguimiento de su trabajo – o del de sus compañeros – como
entrevistadores, marcando y aceptando aciertos y errores.
A pesar de que los historiadores orales profesionales prefieren que la transcripción
sea lo más textual posible, en el caso de un proyecto escolar pueden hacerse algunas
excepciones tendientes a facilitar la tarea. Estas son algunas pautas para tener en
cuenta al realizar el trabajo de transcripción:
a) Hay que tener en cuenta que transcribir una entrevista de una hora insume de
cuatro a seis de trabajo.
b) Pueden corregirse oraciones mal construidas, siempre que no se inventen pala-
bras y no se cambie el sentido de lo que se quiso decir.
c) Debe prestarse atención a cuestiones gramaticales, tales como los signos de pun-
tuación, que son los que reproducirán el ritmo de la entrevista.
d) Existen algunos signos convencionales para expresar silencios o supresiones (en
este caso del editor/transcriptor) en la transcripción:
1) . . . <SILENCIO, PAUSA>
2) [. . . ] <SUPRESIÓN>
Asimismo, gestos o actitudes del entrevistado pueden ser indicados entre corchetes.
Por ejemplo: «El tipo era un caso serio [risas] Siempre se ponía los zapatos al revés»;
«Fue muy duro [suspiro]. Tardamos como un año en acostumbrarnos a su pérdida».
Una práctica que aporta resultados interesantes consiste en revisar junto al entrevista-
do la transcripción. Le permitirá corregirse, hacer agregados, comentarios, etc.
De no ser posible la transcripción, el proyecto de historia oral debe contar por lo menos
con un resumen de cada entrevista, con lo cual se reafirma la importancia de tomar
notas, como fue indicado anteriormente. Es recomendable la confección de un resu-
men inmediatamente después de terminada la entrevista, cuando todavía está «fresca»,
para evitar la pérdida de detalles de interés.
3. Trabajo posterior.
A medida que va progresando el proyecto, y se recogen las entrevistas y sus correspon-
dientes transcripciones, se debe desarrollar el trabajo de procesamiento del material
obtenido, que es el que, en definitiva, le dará sentido al trabajo de campo realizado
durante las entrevistas y también al de investigación que lo precedió. En este caso, el
uso que se hará de la evidencia obtenida depende fundamentalmente:
a) De los objetivos del docente a la hora de proponer un trabajo de historia oral al
curso.
142 Dora Schwarzstein

b) De los medios disponibles para realizar trabajos posteriores, tales como elemen-
tos informáticos, medios audiovisuales, gráficos, etc.
De estos trabajos pueden surgir infinidad de actividades vinculadas a las entrevistas,
que son además un importante estímulo para despertar el interés de los alumnos. En
este sentido, hay que tener presente que el proyecto requiere de constantes actividades
y ajustes, que se traducen en tareas en el aula.
Algunas cuestiones que hay que tener en cuenta para el seguimiento del proyecto son:
1. Al mismo tiempo que se vayan obteniendo evidencias y testimonios, hay que eva-
luar permanentemente los objetivos e hipótesis de trabajo propuestos originalmente.
Pueden surgir indicios que obliguen a precisar objetivos originales, o dificultades que
lleven a tener que adoptar una metodología distinta (nuevas preguntas, por ejemplo).
2. Asignar diversas tareas dentro del proyecto. No es necesario que todos entrevisten,
archiven, o hagan el trabajo de crítico. Esto, de todos modos, no anula la interconsulta.
3. Sin embargo, sí es imprescindible que toda la clase participe de la paulatina elabo-
ración de las conclusiones. Trabajos como la transcripción llevan a un ejercicio per-
manente de la crítica por parte del grupo implicado en el trabajo, que apunta a la
revisión del propio desempeño como entrevistadores, y a poner en práctica criterios
de selección a la hora de decidir qué partes de las entrevistas transcribir y qué pre-
guntas del proyecto ayudan a responder. En ambos casos, se logra el objetivo inicial
del compromiso activo del alumno y de la cooperación en la construcción de su propio
conocimiento.
Evidentemente, este tipo de actividades permite poner en práctica multitud de capaci-
dades y habilidades que los planes de estudio buscan consolidar. Utilizar el testimonio de
la gente es especialmente conveniente para la búsqueda de información familiar, local, o
de múltiples temas de la historia social del siglo XX. En casi todos los barrios y pueblos,
por grandes o pequeños que sean, se encuentra un número de residentes que tienen memo-
rias del entorno y que en general están encantados de ser entrevistados por maestros y/o
estudiantes o de asistir a la escuela para contar sus recuerdos.
Existen múltiples propuestas de trabajo que es posible realizar mediante la historia oral.
La variedad depende de las escuelas, de las inquietudes de los alumnos, y de los docentes.
Al mismo tiempo, queda claro que la práctica de la historia oral no se restringe al área de
las ciencias sociales, sino que es lo suficientemente versátil como para ser empleada en sus
métodos en otras áreas. La colaboración entre las distintas áreas de la enseñanza mediante
proyectos abarcadores es altamente aconsejable.
Potencialidad educativa de la historia oral
Aunque hemos ido señalando el aporte de la historia oral en la enseñanza de la historia
y otras ciencias sociales a lo largo de este trabajo, resumamos algunos de ellos.
La construcción de fuentes históricas
El interés fundamental del testimonio oral en la enseñanza es que constituye una fuente
creada por los propios alumnos/entrevistadores. Se trata de una fuente peculiar, es artificial,
ha sido creada por el entrevistador y el entrevistado. La participación de los estudiantes en
la producción de las entrevistas los sensibiliza respecto de la problemática general con la que
trabaja la historia y el resto de las ciencias sociales.
La historia oral en la escuela:. . . 143

Esta metodología constituye un modo extremadamente efectivo para comprender la na-


turaleza interpretativa de las fuentes de cualquier tipo. Éstas no hablan por sí solas, sino
que es imprescindible partir de hipótesis y formularles preguntas. La fuente oral presenta
características específicas, tanto por su contenido no siempre transparente, como por los
problemas derivados de la subjetividad de la memoria, las que en etapas sucesivas deberán
ser trabajadas para su uso en el aula. Así como los documentos escritos del pasado que se en-
cuentran en los archivos no son de historia, tampoco las entrevistas, por más ricas que sean,
lo son. Las fuentes de cualquier naturaleza, incluyendo las orales, son sólo instrumentos para
elaborar la historia.
El contacto con el medio
Desde hace mucho tiempo se ha buscado la relación entre la enseñanza de las ciencias
sociales y de la historia en particular, en el aula y el medio externo a la escuela como modo
de interesar a los alumnos. Sin embargo, ésta no es una receta fácil de aplicar. El trabajo con
testimonios orales ayuda al alumno a ubicarse en el contexto sociocultural del que es parte,
estableciendo relaciones con los individuos y centros comunitarios que lo forman, puesto que
son los estudiantes quienes buscan a las personas que les servirán de fuente para el estudio
de la historia. Éstas son personas con las que están relacionadas más estrechamente por
compartir un entorno. Asimismo, estos testimonios, como ya apuntamos, revelan aspectos
poco conocidos de la historia, que pueden generar en los chicos lazos más estrechos con la
gente mayor.
Introducción de voces alternativas
La metodología de la historia oral es un importante recurso para introducir la voz de
hombres y mujeres comunes, y para poder acceder a la «cara humana» de la historia. A
través de esas voces se pueden recuperar los fenómenos asociados a la vida cotidiana, a la
historia familiar, a otras problemáticas que se hallan totalmente ausentes tanto de la historia
más tradicional como de la enseñanza de la historia en todos los niveles de nuestra escuela.
Acercamiento a las prácticas de la investigación
Éste es un aporte fundamental de la historia oral a la enseñanza de las Ciencia Sociales.
El diseño de la investigación, con las discusiones y elecciones que implica, y la realización de
la entrevista, comprometen activamente a los alumnos en la producción del conocimiento y
los sensibiliza respecto de la problemática general de la materia prima con la que trabaja el
historiador, al mismo tiempo que les muestra la variabilidad de ese tipo de conocimiento. Si
bien esta práctica no convierte a los estudiantes en historiadores, constituye, sin embargo,
un medio extremadamente efectivo para comprender la naturaleza de los distintos tipos de
fuentes históricas.
Comprensión de conceptos específicos del conocimiento histórico
La historia oral desarrolla en los estudiantes una visión y comprensión más amplias de
los hechos históricos. Existe una cuestión central del conocimiento histórico: la relación
pasado-presente. Distinguir entre pasado, presente y futuro, y alcanzar un equilibrio entre
la conciencia y simultaneidad de esos tres tiempos históricos es una preocupación de los
historiadores contemporáneos e indudablemente un problema para los docentes que tienen
que enseñarlo.
El testimonio oral ayuda a la aproximación de la multiplicidad del tiempo histórico, de la
diacronía y sincronía de los procesos personales y sociales que conforman la historia como un
144 Dora Schwarzstein

todo. La historia familiar, aún en niños pequeños, ayuda a la ordenación cronológica y facilita
la adquisición de nociones de sucesión, duración y cambio. Un ejercicio tan simple como el
de pedir a los alumnos que construyan una línea de tiempo consignando lo que hicieron en el
día, para luego relatarlo, es sencillo y aporta a esta comprensión. En alumnos más grandes,
la redacción de una historia familiar permite ver cómo sucesos globales afectaron algo tan
pequeño como el núcleo de seres humanos del que son parte.
Por otra parte, al poner en contacto a niños y adolescentes con personas mayores, la
entrevista supone la confrontación de temporalidades muy diferentes, de la biografía, de lo
diariamente vivido, de la memoria individual y colectiva. Se logra así una mejor comprensión
de la multiplicidad del tiempo histórico, combatiendo la idea de un tiempo lineal y uniforme
mediante el aporte de testimonios personales acerca de episodios globales y aparentemente
desconectados de la «gente común». Se trata de poner al alcance de los alumnos un pasado
más rico y atrayente porque son parte de él.
La historia local y la historia global en la escuela
La historia local es un aspecto importante aunque limitado del trabajo escolar con fuentes
orales. Se puede partir del entorno para promover el interés en problemas que lo trascienden.
El interés pedagógico de la historia oral es que permite delimitar un campo, acercándonos a
lo concreto, lo cual facilita el aprendizaje. Sin embargo, es importante abordar lo local enfa-
tizando la necesidad de ponerlo en un contexto global que permita el análisis de un conjunto
de relaciones. Se debe evitar la recolección nostálgica de anécdotas individuales o locales.
La biografía de los testigos entrevistados en una sociedad compleja presenta numerosas oca-
siones, en particular a través de sus historias migratorias, de referirse a mundos más amplios
y alejados. De esa manera, se aprovecha para el aprendizaje simultáneamente la atracción
de lo concreto y cercano y de lo distante y diverso.
Incorporación de nuevos contenidos
La historia oral permite aprehender la experiencia histórica concreta, acercando los suce-
sos de un pasado lejano y hasta irreal gracias al énfasis puesto en cuestiones aparentemen-
te intranscendentes para la historia. Las entrevistas nos permiten recuperar singularidades
inimaginadas. Llevan a comprender que todos somos parte de la historia de una comunidad,
y que toda experiencia aporta al conocimiento histórico. Esta metodología es una herra-
mienta privilegiada para aproximar a los estudiantes (niños y adolescentes) a una historia
con actores concretos, con palabras, proyectos, ilusiones, frustraciones, éxitos. De ese modo
los estudiantes pueden reconocer procesos y significados como parte de sus propias vidas y
establecer un diálogo fructífero entre el pasado y el futuro que imaginan, el testimonio de
los entrevistados y la historia que intentan explicar o construir los historiadores. La metodo-
logía de la historia oral, al enfocar fenómenos del último siglo, fortalece el conocimiento de
la historia contemporánea, la más descuidada en la enseñanza escolar habitual y, paradóji-
camente, la que más influye en la realidad de los alumnos. En este sentido, las entrevistas
ofrecen, indudablemente, el complemento a una bibliografía insuficiente o de difícil acceso,
de momentos críticos de nuestra historia reciente.
El testimonio oral amplía el universo de la historia. Permite indagar en las relaciones
entre microhistoria y macrohistoria, estableciendo vínculos entre las vidas individuales y
anónimas y aquellos procesos históricos que determinan su existencia. Asimismo, facilita la
visualización de vínculos entre hechos y situaciones, poniendo historias de vida en contextos
más amplios. La historia oral no desplaza otras formas de hacer historia. Se trata de utilizar
testimonios y hechos de distinta naturaleza y hacer una reconstrucción que recupere, ade-
La historia oral en la escuela:. . . 145

más de la experiencia individual, el tejido social y el contexto en el que estas vivencias se


inscriben.
Este conjunto de desafíos y posibilidades tiene consecuencias muy importantes en el
desarrollo actitudinal y en los instrumentos del aprendizaje que los alumnos van adquirien-
do a través de su práctica. Asimismo, la exigencia del proyecto, ya que son los alumnos
quienes lo conforman, eligen las entrevistas, textos, y arman los cuestionarios, desarrolla
una gran habilidad para hacer preguntas, lo que implica criterios de selección de conteni-
dos, ideas principales, enfoques, etcétera. Lleva, además, a un buen manejo de las relaciones
de multicausalidad, fundamental para la enseñanza de la historia, pero al mismo tiempo tan
difícil de explicar conceptualmente.
Por otra parte, el uso de las entrevistas requiere un compromiso ético de los alum-
nos/entrevistadores para hacer uso de ellas, lo que genera una disciplina de trabajo y el
respeto de pautas de comportamiento y de relación social.
Este tipo de actividades requiere de un trabajo que es por sobre todas las cosas colectivo,
un aprendizaje cooperativo que tendrá consecuencias en la actitud social de los alumnos
implicados en el proyecto. Hay que saber escuchar opiniones contrapuestas, aceptar errores
y corregirlos, puesto que de ello depende el avance positivo del proyecto del curso.
La enseñanza de la historia con fuentes orales requiere tener en cuenta sus problemas y
limitaciones. Requiere también recurrir a otras fuentes y a la necesaria intervención didác-
tica del profesor y el maestro. La creatividad e iniciativa individual que esta metodología
tiende a estimular deben ser canalizadas en un marco que permita su aprovechamiento pa-
ra la concreción de los objetivos de los planes de estudio. Para ello, el docente dispuesto a
implementar estas técnicas en su curso deberá estar compenetrado con ellas, y manejar las
posibilidades que ésta ofrece, puesto que es un proceso complejo de relaciones en múltiples
niveles: docente-alumno, curso-escuela, escuela-comunidad.
Evidentemente, el perfil de docente resultante es el de docente/investigador. Si bien esto
puede parecer una recarga a sus tareas habituales, es en realidad una reformulación de las
mismas y una jerarquización de su actividad, realizada en gran medida por él mismo. Como
podemos ver, tanto en el plano del docente como del alumno, la conclusión más general y
evidente es que la historia oral lleva a la participación activa en el intercambio de conoci-
miento. Aporta a una mayor integración institucional y comunitaria, y a la revalorización
de contenidos educativos mediante su vinculación con la realidad de los alumnos. Puede ser
una forma de responder a la vieja pregunta de «¿para qué sirve la historia?». Pero fundamen-
talmente, es una posibilidad interesante de que los niños y adolescentes logren, mediante su
propio trabajo, el reconocimiento de las raíces históricas de los problemas que los afectan,
para tal vez empezar a imaginar cómo resolverlos.
Pautas generales
Planificación de un proyecto de historia oral
El tiempo necesario así como la energía y los gastos involucrados en la recolección de
testimonios orales, hacen que sea imprescindible una planificación cuidadosa antes de que
se lleve a cabo cualquier entrevista.2
Una preparación adecuada nos permite asegurar que el contenido de la entrevista sea de
la mejor calidad posible, tanto desde el punto de vista de su contenido como de su fidelidad
auditiva.

2
Basado en «Planning an Oral History Project», Programa de historia oral de la Universidad de California en Los
Ángeles, 1988.
146 Dora Schwarzstein

Queremos plantear diez preguntas que todos aquellos que planifican un proyecto deben
hacerse antes de programar la primera entrevista:
1. ¿Cuáles son los objetivos del proyecto?
Los objetivos no deben basarse exclusivamente en la tarea de grabar a los «los viejos»
para rescatar la gloria de los días ya pasados. Mucho más importante es acumular y
preservar datos y procesos históricos que aumenten y complementen otras formas de
documentación relevante a hechos y actividades específicos y períodos históricos de las
vidas de aquellos que son entrevistados. Informantes para la entrevista en cualquier
proyecto pueden incluir tanto personas de elites (o sea aquellos quienes son de clases
dirigentes en cualquier organización o actividad) como los «no-elites» cuya participa-
ción y apoyo en una actividad u organización sin embargo son de suma importancia.
2. ¿Quién sera entrevistado?
Los objetivos del proyecto deben darnos el criterio para seleccionar quién será entre-
vistado y a la vez qué tipo de información se puede esperar de dicha entrevista o serie
de entrevistas. La historia oral suele buscar información no sólo de los más ancianos,
sino que también debe preservar los recuerdos de aquéllos que aportan información
específica para los fines del proyecto. No todos pueden o quieren aportar información
relevante. Una manera de empezar, puede ser que los organizadores de un proyecto
decidan grabar un grupo seleccionado o una cantidad de entrevistas claves que ayuden
a orientar la selección final. Para decidir a quienes entrevistar a veces es conveniente
armar un pequeño comité. De esta manera, todo el comité comparte la crítica si es que
algunas sugerencias para entrevistas no son aceptadas. Hay veces en que la persona
sugerida no tiene ninguna información clave para aportar.
3. La preparación de la entrevista grabada.
Cientos de kilómetros de materiales audiovisuales existentes demuestran muchas veces
que el entrevistador no estaba adecuadamente preparado para realizar la entrevista,
produciendo así un registro de baja calidad. Algo muy importante a tener en cuenta,
es que la calidad de la información que resulta de la entrevista esté relacionada con
el nivel de preparación, la formación y el conocimiento del investigador o de quien
realiza la entrevista. Si bien una charla amistosa, aunque sin fin ni límites, puede pro-
porcionar algún dato útil, muchas veces estos datos no tienen valor o no se relacionan
con el proyecto que se está llevando a cabo. En las fases iniciales del proyecto, es de
suma importancia saber:
a) Qué fuentes de archivo existen sobre él o los temas sobre los que se quiere traba-
jar. (Informes de todo tipo, fotos, recortes periodísticos, etc.).
b) Si el investigador/entrevistador tendrá acceso a esas fuentes.
c) Si ese material es suficiente como para armar un primer diseño de preguntas para
la entrevista. Se debe saber qué datos existen y cuáles no existen en las fuentes y
cuáles datos deben necesariamente salir de la propia entrevista.
4. ¿Quién hara la entrevista?
La tarea de investigar (que hemos mencionado con anterioridad) y de ejecución de
la entrevista puede ser llevada a cabo por la misma persona o grupo de personas.
Si se realiza el trabajo en equipo, un miembro debe hacerse cargo de coordinar las
entrevistas y conocer el manejo de los aparatos utilizados (puede ser sólo audio o
incluir video).
5. ¿Cómo se concreta la entrevista?
La historia oral en la escuela:. . . 147

En caso de que el entrevistador y el informante no se conozcan, una visita de «pre-


entrevista», no grabada, informal, sólo para establecer contacto es altamente reco-
mendable. Esta preentrevista permite:
a) Hacer una evaluación de los recuerdos del informante, para determinar si en
realidad la información será de valor para el proyecto.
b) Completar el cuestionario personal si es que se utiliza alguno.
c) Ganarse la confianza del informante.
d) Examinar el ambiente donde se llevará a cabo la entrevista para asegurar que el
nivel de ruido ambiental sea aceptable.
e) Mostrar y explicar la necesidad de un acuerdo que permita el uso de la entrevista.
f ) Fijar el tiempo y lugar donde se llevará a cabo la entrevista.
6. ¿Qué equipo debe usarse?
Gracias al gran avance de la tecnología en las grabadoras de cassette, hasta un aparato
de precio moderado, del estilo que utilizan los periodistas puede ser utilizado para
la realización de las entrevistas. Sin embargo, el uso de un buen grabador, cintas de
calidad adecuada y un micrófono externo al grabador ayudan a una mejor calidad y
conservación de la entrevista. El uso de un micrófono direccional es importante para
eliminar los ruidos ambientales y asegurar así un mejor registro. Lo más convenien-
te es utilizar cintas de 60 minutos, evitando las de mayor duración, que tienen una
tendencia a romperse con el uso.
El mantenimiento rutinario del equipo garantiza grabaciones de mejor calidad. Es ne-
cesario limpiar las cabeceras de la grabadora cada 10 o 15 horas de grabación.
7. ¿Cómo serán evaluadas las cintas?
En lugar de una evaluación simplemente cuantitativa que refleje únicamente cantidad
de horas grabadas, es importante hacer una evaluación cualitativa durante las primeras
etapas del proyecto. Esa evaluación se basa en dos criterios:
a) La claridad de la grabación (que no haya ruido ambiental o de la grabadora
misma).
b) La calidad de la información grabada (el contenido obtenido en relación con los
objetivos generales del proyecto).
8. ¿Qué pasará con las cintas después de que se termine la entrevista?
La entrevista es el meollo de la historia oral. Sin embargo, gran parte del trabajo queda
por hacerse precisamente después de realizarla.
En primer lugar, es fundamental conservar la entrevista en su soporte original, haya
sido éste audio o video. Lo ideal es hacer una copia de todas las entrevistas realizadas
para conservar una copia de seguridad (masters). Es necesario conservar los masters
tanto de audio como de video en condiciones adecuadas de temperatura y humedad.
Todo el trabajo posterior debe ser con las grabaciones de campo.
9. ¿Quiénes serán los dueños de las cintas y de las transcripciones?
El derecho de propiedad y del uso de las grabaciones e índices que resultan de una
entrevista pertenecen a quienes participan en esa entrevista, o sea entrevistado y en-
trevistador. Es imprescindible explicar esto a quienes se entrevista, como los objetivos
del proyecto y las razones por las que es entrevistado. Un paso siguiente es solici-
tar al entrevistado autorización para el uso de su entrevista, haciéndole firmar dicho
documento. Es importante conservar esos documentos en caso de problemas futuros.
148 Dora Schwarzstein

10. ¿Qué productos pueden resultar de un proyecto de historia oral?


El producto básico es obviamente la entrevista (que puede ser sólo grabada y/o filma-
da), su transcripción e índices para el uso futuro de la misma. Es importante agregar
detalles sobre la persona entrevistada, así como información sobre el ambiente en
que se llevó a cabo la entrevista. Hay que tener en cuenta que grabaciones de buena
calidad se prestan para el uso educativo y para los medios de difusión. Con las entre-
vistas es conveniente constituir un archivo de uso público. Estos materiales pueden ser
utilizados en el aprendizaje y la investigación de problemas históricos encarados por
otros proyectos, dado que se trata de producir documentos que trascienden el ámbito
puramente local.
Cuanto más cuidadosamente se planifica un proyecto de historia oral y mejor sean los re-
gistros, más posibilidades tiene de obtener información sustantiva y asegurar el uso extenso
de esa información. La producción de videos educativos y de divulgación de la experiencia
es posible cuando se cuenta con entrevistas filmadas.
Existen por otra parte excelentes oportunidades para utilizar testimonios orales, como
valiosas fuentes de información en representaciones teatrales y otras actividades que inten-
tan reproducir un clima de época, otras formas de vida, etc.
Normas éticas y legales para el uso de la historia oral como una metodología educativa.3
Guía para los docentes
El docente deberá:
1. Adquirir conocimiento de la literatura, técnicas y procedimientos de la historia oral,
para ofrecer al alumno la mejor instrucción posible al respecto.
2. Trabajar junto a otros profesionales e instituciones para así poder ofrecer la mayor
experiencia posible en historia oral a los alumnos.
3. Estar dispuesto a compartir su experiencia con otros docentes, asociaciones y organi-
zaciones y a difundir los materiales recogidos con el objetivo de preservarlos.
Guía para los alumnos
El alumno deberá:
1. Aprender tanto como sea posible las técnicas y procedimientos de la entrevista de
historia oral y al desarrollo de la investigación utilizando dichas entrevistas.
2. Explicar al entrevistado:
a) Los propósitos de la entrevista.
b) Los modos en los que piensa utilizarla (en clase, en la comunidad, etc.).
c) La escuela a la que concurre.
3. Tratar al entrevistado con respecto.
4. Respetar la propiedad del entrevistado.
5. Firmar un recibo por cualquier material prestado por el entrevistado.
6. Hacer que el entrevistado firme una autorización para el uso de la entrevista.
7. Mantener su palabra relativa a toda promesa hecha al entrevistado.
8. Buscar la rigurosidad histórica mientras investiga el tema, durante la entrevista y du-
rante la producción del trabajo.
3
Tomado de Barry A. Lanman y George L. Mehaffy. Oral History in the secondary school classroom. Oral History
Association, 1988.
La historia oral en la escuela:. . . 149

9. Durante la producción posterior, citar adecuadamente la procedencia de los testimo-


nios orales utilizados. Al citar las palabras exactas de un entrevistado, usar citas e
indicar correctamente su procedencia.
10. Al producir un trabajo, no utilizar el testimonio oral fuera de contexto. Esto es espe-
cialmente importante cuando se utilizan extractos y citas.
11. Informar a los entrevistados de toda presentación pública que utilice material de sus
entrevistas (la mayoría se sentirán honrados de concurrir o participar en tales eventos).
150 Dora Schwarzstein

Anexo
Modelo de permiso legal
Fecha. . . . . . . . . . . .
Por este medio cedo los derechos a (nombre o escuela), para cualquier finalidad acadé-
mica o educativa que se determine de las grabaciones, transcripciones y contenidos de esta
entrevista de historia oral.
Nombre y Apellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Dirección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Limitaciones especiales: . . . . . . . . . . . .
Firma del entrevistado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Firma del entrevistador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hoja de datos de la entrevista de historia oral


Entrevistado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Dirección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Teléfono . . . . . . . . . . . .
C.P. . . . . . . . . . . . .
Fecha de nacimiento . . . . . . . . . . . .
Lugar de nacimiento . . . . . . . . . . . .
Fecha de la entrevista . . . . . . . . . . . .
Lugar de la entrevista . . . . . . . . . . . .
Entrevistador . . . . . . . . . . . .
Número de cintas . . . . . . . . . . . .
Entrevista: . . . . . . . . . . . .
Terminada . . . . . . . . . . . .
En progreso . . . . . . . . . . . .

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