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El crimen perfecto

Cre haber cometido el crimen perfecto. Perfecto el plan, perfecta su ejecucin. Y para que
nunca se encontrara el cadver lo escond donde a nadie se le ocurrira buscarlo: en un
cementerio.

Yo saba que el convento de Santa Eulalia estaba desierto desde haca aos y que ya no haba
monjitas que enterrasen a monjitas en el cementerio. Cementerio blanco, bonito, hasta alegre
con sus cipreses y parasos a orillas del ro. Las lpidas, todas iguales y ordenadas como
canteras de jardn alrededor de una hermosa imagen de Jesucristo, lucan como si las mismas
muertas se encargasen de mantenerlas limpias. Mi error: olvid que mi vctima haba sido un
furibundo ateo.

Horrorizadas por el compaero de sepulcro que les acost al lado, esa noche las muertas
decidieron mudarse: cruzaron a nado el ro llevndose consigo las lpidas y arreglaron el
cementerio en la otra orilla, con Jesucristo y todo. Al da siguiente los viajeros que iban por
lancha al pueblo de Fray Bizco vieron a su derecha el cementerio que siempre haban visto a su
izquierda. Por un instante se les confundieron las manos y creyeron que estaban navegando en
direccin contraria, como si volvieran de Fray Bizco; pero enseguida advirtieron que se trataba
de una mudanza y dieron parte a las autoridades.

Unos policas fueron a inspeccionar el sitio que antes ocupaba el cementerio y, cavando donde
la tierra pareca recin removida, sacaron el cadver (por eso, a la noche, las almas en pena de
las religiones volvieron muy aliviadas, con el cementerio a cuestas); y de investigacin en
investigacin Bueno! el resto ya lo sabe usted, Seor Juez.
Enrique Anderson Imbert

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