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EL CALEUCHE
EL TRAUCO
LA PINCOYA
EL DIABLO EN TAMAYA
LA LEYENDA DE LA AÑAÑUCA
EL CHONCHÓN
LAS ANIMITAS
EL MAL DE OJO
Caminaban con sus grandes atados de ropa que llevaban generalmente sobre
la cabeza. A menudo marchaban cantando o conversando en alta voz.
Era agradable el cuadro multicolor que ofrecía la laguna con la ropa de
distintos colores que flotaba al viento o estaba tendida sobre las ramas y que
se distinguía desde lejos.
Se asegura, que los tripulantes tienen una sola pierna para andar y que la otra
está doblada por la espalda, por lo tanto andan a saltos y brincos. Todos son
idiotas y desmemoriados, para asegurar el secreto de lo que ocurre a bordo.
Al Caleuche, no hay que mirarlo, porque los tripulantes castigan, a los que los
mira, volviéndose la boca torcida, la cabeza hacia la espalda o matándole de
repente, por arte de brujería. El que quiera mirar al buque y no sufrir el castigo
de la torcedura, debe tratar que los tripulantes no se den cuenta.
Aunque estos últimos, pertenecen al más allá, obtienen permiso de sus super-
iores una vez al año para visitar a sus familiares, y así poderles llevar consuelo
y ayuda económica.
El Caleuche esta bajo los mandatos del Millalobo, y tiene por misión recorrer
los mares del mundo vigilando el estado en que se encuentran los mares y los
seres que en el habitan castigando a aquellos que atenten contra ellos.
Durante su recorrido además ayudan a otras naves que se encuentren en
apuros guiándolas a puertos seguros, o remolcándolas a velocidades
increíble.
¿Y su relación con las mujeres? Cuando encuentra a una mujer sola, su talante
hostil y pendenciero desaparece para dar paso a la pasión. Para seducirla, no
escatima promesas ni magias, como convertirse en un hombre joven y
apuesto. Ahora, sí ese galán se parece a un chilote de carne y hueso, no es
responsabilidad del Trauco.
LA PINCOYA:
La Pincoya, es una
sirena o ninfa que a
veces anda acompa-
ñada por su marido,
el Pincoy. Ambos son
rubios. En algunas
ocasiones, abandona
el mar y va de excur-
sión por lagos y ríos.
Su misión es fecun-
dar los peces y los
mariscos bajo las
aguas y de ella de-
pende la abundancia
o escasez de estos
productos. Atrae o
aleja de la costa a los
peces y mariscos.
En cambio, cuando alguno de los pobladores ha cometido alguna falta en contra del
mar o sus habitantes, lo hace con el rostro vuelto hacia la tierra, indicando a los
pobladores que habrá escasez, y que deberán ir en busca del alimento a playas y
mares más lejanos.
Cuando los chilotes, eternos vagabundos del mar, naufragan, siempre encuentran
junto a ellos a la candorosa Pincoya, que acude pronto a su auxilio. Si por razones
superiores, no logra su propósito de salvarlos, ayudada por sus hermanos La Sirena
y el Pincoy, transporta con ternura los cuerpos de los chilotes muertos hasta el
Caleuche, en donde ellos revivirán como tripulantes del barco fantasma y a una
nueva existencia de eterna felicidad. Seguramente, por esta razón, los chilotes
jamás temen al mar embravecido, a pesar que la mayoría de ellos no sabe nadar. El
espíritu de la Pincoya, creado por su imaginación, al velar siempre por ellos, les
infunde plena confianza, durante sus arriesgadas faenas por los océanos del mundo.
LA CUEVA DE SAN JULIÁN
Pero, tal cual era el designio, cuánto más se acercaba, la figura íbase
desvaneciendo hasta desaparecer completamente, rompiendo así el hechizo.
Loco por el dolor punzante, decepcionado por la cruel realidad de sus manos
vacías, se arrojó desde lo alto del peñón al vacío. Su cabeza azotó contra la
mesa de piedra bajo el peñón, terminando así con su miserable existencia y su
ilusión amorosa rota.
LA LEYENDA DE LA AÑAÑUCA
Cierto día llegó por los contornos un gallardo minero, que dijo buscar
derroteros auríferos por Campanario adentro, de donde venía ahora para
reponer fuerzas y acumular pertrechos. Verse y enamorarse fue una sola cosa.
Añañuca supo que había encontrado al hombre soñado y éste, a su vez, sintió
que un brote sedentario lo mantendría a su lado.
Así fue como se casaron e iniciaron una vida grata y feliz, que tornó más
radiante y hermosa a la muchacha, al paso que su esposo trocó la barreta por
azada y amplió los sembradíos de un campito logrado en una sombra patronal
del medio.
Pero, una noche en sueños, el mozo tuvo una visión: la huella clara de una
veta por vallecito; un reventón de oro. La tan buscada veta estaba a su
alcance. Sin decirlo a nadie, adoptó la decisión de subir a la montaña y
verificar aquello. Por este motivo, días después dejó su tibio lecho y, sin más
aviso, rumbeó por el Ponio arriba, como alucinado. Ese mismo día, la cordillera
desató uno de sus más fieros temporales. Todo se cubrió de nieve.
Del minero nadie supo dar noticias y, pese a que los baqueanos recorrieron los
portezuelos de abrigo, jamás nadie pudo dar con él. La moza lo esperó y lo
esperó con una tristeza que fue aumentando y consumiéndola a ojos vista.
Todos los vecinos supieron, entendieron y respetaron su dolor. Éste fue tan
grande que, a los pocos meses, le causó la muerte. Ésta le vino en un día de
lluvia suave y persistente, que se mantuvo hasta la hora en que la llevaron
cerro arriba, hasta la colina, para depositar su cuerpo en una fosa nueva
abierta en la explanada. Allí quedó.
Al oír que pasa volando el Chonchón cerca de nosotros, hay que decir: ¡Pasa
Chonchón tu camino!. Si le decimos: ¡Vuelve mañana por sal!, se presenta al
día siguiente una mujer vieja y pobre a pedir explicaciones por la broma de la
noche anterior.
Para cazar un Chonchón o brujo volando hay que rezar la siguiente oración:
¡San Cipriano va para arriba, San Cipriano para abajo!, repitiendo muchas
veces lo mismo y sosteniendo en una mano una vela de bien morir y, en la
otra, un cuchillo de cacha de belduque. Con esta manifestación, el Chonchón
cae al suelo, donde es cogido y quemado. Cazado así es como se ha visto que
es pájaro castellano.
LAS ANIMITAS
Creencias Animistas
Las personas que mueren trágicamente tienen poderes para resolver
"mandas" (Arica, Chile).
Las almas de los sentenciados injustamente son "milagrosas" (Francisco J.
Cavada, "Chiloé y los chilotes").
El asesino carga con la culpa de la víctima, la cual, libre de ellas, vuela al cielo
(Francisco J. Cavada, "Chiloé y los chilotes").
Los vientos más violentos no pueden apagar las velas que se encienden sobre
la tumba de los ajusticiados víctimas de una calumnia (Francisco J. Cavada,
"Chiloé y los chilotes").
La sangre del que cae al suelo, que ha sido muerto violentamente, clama
venganza.
Las flores de la "animita" no se secarán ni las velas se apagarán, mientras la
justicia no castigue a los culpables.
Cuando asesinan a alguno en despoblado, la sangre que cae al suelo queda
penando, y el ánima del muerto, errando en la oscuridad, se esfuerza en vano
para encontrar el camino del cielo (Julio Vicuña Cifuentes, "Mitos y
Supersticiones").
Prender velas a las "animitas" permite que éstas ayuden a las peticiones
(Renato Cárdenas y Catherine Hall, "Manual del Pensamiento Mágico y la
Creencia Popular").
Las ánimas penan porque quieren comunicarse o porque necesitan rezos.
Las ánimas son muy "cobradoras", cuando se les hace una promesa habiendo
cumplido ella, hay que proceder a "pagarla", porque reclama el "cobro" de
cualquier manera.
Las ánimas cobran el pago de una "manda" "cargando" a los vivos durante el
sueño.
La aparición de un ánima indica que necesita oraciones "para salir de pena y
ver la cara de Dios".
Si a una persona se le aparece un ánima, ésta debe decirle: "De parte de Dios
te mando que me digas quién eres y lo que quieres". "Las ánimas tienen que
trabajar para llegar a Dios y por eso nos ayudan". Ella responderá si Dios no
se lo hubiere prohibido (Santiago, La Serena).
Las ánimas se vengan de las personas que en vida las ofendieron,
presentándose de espaldas a su enemigo, "para que este les vea las ‘penas’ y
se espante". Las "penas" son llamas que las ánimas llevan en sus espaldas.
Se cree que quien las ve "queda espantado y muere antes de cumplirse un
año".
"Quienes tienen la desgracia de ver las ‘penas’, caen al suelo arrojando sangre
por boca y narices" (Chiloé, Chile).
"Animita" del Indio Desconocido
Esta versión del proceso de la "Animita" del Indio Desconocido, está tomada en
parte de una investigación que realizara Caba, Carlos Baeriswyl y publicada en el
diario "El Magallanes", de Punta Arenas.
"En 1928 los habitantes de Punta Arenas observaban atónitos un fabuloso trozo de
mármol blanco, traído desde la isla Cambridge, actualmente denominada Diego de
Almagro. El descubrimiento tomó mayores proporciones con la formación de la
Compañía de Mármoles Cambridge, que se encargaría de extraer esta fantástica
riqueza.
La isla Diego de Almagro estaba poblado por pequeños grupos de alacalufes que
vivían de la recolección de mariscos y del paso de los buques hacia el Estrecho de
Magallanes. Al inicio de mayo de 1929, con el primer viaje de la goleta ‘Manolo’, se
daba comienzo oficialmente a los trabajos de explotación marmolífera. Para evitar
posibles robos o desmanes por parte de los aborígenes, fueron dejados en la isla
dos empleados de la compañía, M. Kravient, de nacionalidad rusa, y un chilote
llamado David Leal. Se construyó un pequeño embarcadero y se montó
provisoriamente un campamento a orillas de la costa en la bahía Sewtt. Mientras
tanto, la goleta regresaba a Punta Arenas en busca de los trabajadores y del
material restante.
Los días de espera para ambos cuidadores fueron largos y tediosos, la lluvia fue
incesante, era muy difícil encender fuego dado que la madera de la isla está siempre
empapada, los únicos compañeros de hábitat eran los alacalufes que no cesaban de
merodear.
El 6 de mayo de 1929, mientras Kravient y Leal descansaban en su carpa de
campaña, de improvisto y sin provocación alguna, fueron atacados por un grupo de
aproximadamente 12 alacalufes, quienes dispararon con un arma de fuego sobre la
carpa. Leal cayó abatido recibiendo un impacto en el cráneo. El ruso, tomando su
arma de fuego logró repeler el ataque momentáneamente, dejando mal herido a uno
de los indígenas. Al cabo de algunos minutos se presentaron nuevamente los indios,
esta vez visiblemente más decididos y Kravient se vio obligado a huir hacia el interior
de la isla, dejando a su compañero a merced de los alacalufes.
Poco menos de un mes de penurias tuvo que soportar Kravient escondido en el
interior de la isla esperando el arribo de la goleta que llegó a ese puerto el día 5 de
junio. El técnico de la compañía, Aristóteles Carozzi, y el mecánico Fructuoso Muñoz
López, fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos. Estos declararon que el
cadáver de un indio se encontraba sentado, vestido con ropas del ruso y con un
jockey; las aves de rapiña le habían mutilado una pierna; en tanto el cadáver de Leal
se encontraba sumergido a pocos metros de la costa, atado con alambres de pies y
cabeza a un trozo de mármol.
Los trabajadores de la nueva compañía, que habían llegado en ese viaje para
comenzar las faenas, fueron los encargados de realizar el entierro en un lugar
cercano a la bahía Sewtt. El ruso Karvient, visiblemente afectado por la espera, no
quiso asistir al improvisado sepelio.
Al regreso de la goleta "· Manolo" el hecho sangriento fue comunicado a las
autoridades marítimas de Punta Arenas por el ingeniero jefe Doimo Cettineo. La
autoridad ordenó las diligencias legales correspondientes, y más tarde,
aprovechando la gira de inspección que realizaba por los canales el escampavía
"Porvenir", el día 4 de agosto, dos agentes del grupo de investigaciones de
Carabineros de Magallanes, Alberto Sepúlveda y Daniel Larenas, desembarcaron en
la isla procediendo a exhumar los cadáveres, labor que les ocupó prácticamente
todo el día. Hubo que forrar los rústicos cajones con latas de parafina para así poder
embarcarlos en el escampavía.
El día 9 de agosto atracó en Punta Arenas el "Porvenir", enviando de inmediato el
singular cargamento a la morgue local. Los antecedentes legales fueron remitidos al
juzgado de Puerto Natales, ya que la isla Cambridge correspondía a esa jurisdicción.
Extrañamente, la orden para realizar las autopsias se hizo esperar hasta el día 28 de
agosto. La autopsia fue efectuada por el médico legista Alvaro Sanhueza, y el
resultado de ella fue el siguiente: David Leal, chileno, occipital con la respectiva
perforación en la región craneana, el proyectil resultó ser de un revólver.
El indio, bautizado bajo el nombre de Pedro Zambras, alacalufe, no presentaba
demostraciones aparentes de herida a bala, siendo muy difícil precisar otro tipo de
lesiones, ya que los cuerpos se encontraban en avanzado estado de
descomposición. Causa presunta de la muerte: inmersión.
El mismo día de la autopsia, fueron colocados los restos de ambos en un solo ataúd,
debido a que nadie reclamó los cadáveres. El cementerio donó la sepultura 17-If-14
C. 12 norte.
Animita
La sepultura no contó con lápida. Más tarde, alguna alma
piadosa colocó un mármol en donde se leía "Indio
Desconocido".
Comenzaron a aparecer algunas velas encendidas y dinero
que los creyentes depositaban. La gente atribuía al "Indio
Desconocido" gracias milagrosas, poco a poco la creencia
fue propagándose.
Cantidades de placas certificaban favores concedidos.
Agradecimientos por la salud recuperada, solución a
asuntos familiares, sentimentales, económicos:
Gracias indiecito desconocido por haberme escuchado mis ruegos.
Marisol.
Gracias indiecito por haberme concedido mi promesa.
En el año 1967, doña Magdalena Vrsalvic, magallánica, viajera internacional, ubicó
en un rincón del cementerio la tumba del "Indio Desconocido", que sabía tenía fama
de milagroso; teniendo un problema rezó y solicitó su ayuda, y se produjo el milagro.
Quedó en sus planes hacerle una hermosa tumba.
Comenzó su campaña, se vinculó con la prensa, con la Armada, logró interesar a la
Cruz Roja para construirle una tumba monumental y una estatua al indio
desconocido.
El proyecto se hacía realidad. La Armada obsequió el bronce, y la figura de un indio
tamaño natural fue encargada al escultor Edmundo Casanova, luego fue vaciada en
los talleres de Indumetal; la Cruz Roja adquirió un lugar central en el cementerio a
pocos metros de la entrada principal, entre pinos cónicos.
Posteriormente se ordenó la exhumación de los restos de la fosa 17-If-14 C. 12
norte, encontrándose con la gran sorpresa que en el féretro existían dos osamentas.
Así las cosas, no quedó otra cosa que colocar ambos bajo la tumba que se conoce
del "Indio Desconocido".
El 18 de diciembre de 1969 se instala oficialmente la escultura de un recio mocetón
desnudo, y sobre la base en que se yergue, este epitafio, solicitado el poeta
magallánico José Grimaldi:
El indio Desconocido llegó
desde las brumas de la duda
histórica y geográfica.
y yace aquí cobijado en el
patrio amor de la chilenidad.
La Cruz Roja colocó una alcancía para recoger los dineros que los creyentes
depositaban, erogaciones que le servían para fines benéficos.
La devoción popular se canalizó hacia esta Animita, que es visitada por personas
que vienen desde lejos como de cerca, del país como del extranjero, y compensan
favores con ofrendas como rosarios, y collares que colocan en su cuello.
En el año 1983 la Alcaldía de Punta Arenas intentó modificar la ubicación del
conjunto. La idea era trasladarlo más al interior, por constituir un peligro la cantidad
de velas encendidas. Esto bastó para que se produjera una gran polémica logrando
así evitar el traslado. Doña Magdalena Vrsalvic sugirió en esta ocasión sacar al
"indiecito" del cementerio y colocar su tumba en una plaza pública para que así la
gente tuviera acceso a toda hora.
Pero en el mes de marzo de 1984 la autoridad edilicia determinó su traslado al
sector oriente, a un conjunto arquitectónico en que el indio es la figura central y las
placas quedaron mejor distribuidas.
Miles de personas rinden tributo al "Indiecito Desconocido", aunque es el Día de
Todos los Santos se acrecientan las visitas.
EL MAL DE OJO
Sin embargo, la mejor prevención contra el mal de ojo es el uso del color rojo.
Basta una lanita encarnada, puesta al cuello, sosteniendo una medalla
religiosa, formando parte de un gorro, escarpines o cualquier prenda de ese
color para ahuyentar el daño.
Si por desgracia éste ocurriera, habrá que destruir el mal con los otros
siguientes procedimientos:
-Se le pone al niño ojado la camisa de un Juan (alguien que lleve ese nombre).
-Se pasa el niño en cruz, y por tres veces por encima de una planta de palqui.
-Se hacen sahumerios con tierra de las tres esquinas o nido de diuca.
-Se le pone ají tostado en cruz sobre la cabeza y se le recitan oraciones.
El mal de ojo puede recaer también sobre los animales. Los animales guachos
son igualmente vulnerables al ojeo, tanto como las plantas.
Las Aventuras de Chalwa y Curiñancu (relato mapuche)
Las águilas, para los mapuches, son guerreros del sol, pues siempre aparecen
del este. El sol les enseñó a vivir en lugares montañosos y sus nidos los hacen
en sitios abruptos e inaccesibles. Muy cerca de su nido se encuentra siempre
el ñancu-lahuen (ñancu: águila; laguen: medicina), un arbusto muy medicinal
que sirve para sanar muchas enfermedades. Son muy rápidas en su vuelo y
representan el poder y la fuerza. Con su vista microscópica son capaces de ver
un pez en el río desde mucha distancia.
Curiñancu comenzó a crecer muy rápido y con un cierto temor a volar. Prefería
caminar por los alrededores de su nido y mirar los volcanes, que muy juntitos
se extendían a sus pies. Eran el copahue, mocho, tolhuaca, llaima y tantos más
que adornaban el sur de Chile.
El pequeño Curiñancu disfrutaba mirando el gran río, que se extendía
majestuoso desde la laguna Galletué, donde nacía, buscando su ruta entre las
grandes montañas. Observaba el hermoso color del agua, que como una
preciosa joya enceguecía sus ojos con el resplandor.
Así transcurre la vida de Curiñancu, hasta que un día, luego de recorrer sus
dominios, comunica a sus amigos que ha decidido bajar al valle y conocer más
allá de donde pueden ver sus ojos. Convertido en adulto, Curiñancu hablará
con el rere (pájaro carpintero) para que le enseñe a construir un wampu
(barcaza) y pueda seguir el rumbo que lleva el gran río sagrado. El rere es un
gran carpintero y le habla a Curiñancu del viejo pehuén (árbol de la Araucanía;
sagrado y sustento de los pehuenches, gente del pehuén), que soporta fuertes
kurruf, capaces de mover una montaña y que dura mil años.
De pronto, al pasar por un torrente, Curiñancu vio que algo salpicaba al lado
de su wampu. Los grandes saltos llamaron su atención. Decide saludar:
Así, los dos deciden viajar juntos. El Chalwa comienza a relatar a Curiñancu
que sus padres conocieron el Lafquen (mar). Le contó que allí el agua es
salada y que ellos recorrieron enormes distancias, que fueron a varios países y
que volvieron a la montaña sagrada cuando iba a nacer. Le dijo que toda su
familia hacía estos recorridos y que sus padres, ya muertos, dejaron sus
espíritus en la montaña. Curiñancu comprende ahora la vida del salmón (antes
era su alimento predilecto). Conversan sobre la pureza y frescura de las aguas
en la montaña y el Chalwa recuerda con alegría los rápidos de ese río querido,
donde podía dar grandes saltos y jugar sin límite. El Chalwa ha decidido cuidar
el viaje de Curiñancu, por lo que se adelanta de vez en cuando y va dirigiendo
la barcaza.
Por las noches descansan en los remansos del río, mientras las estrellas
brillan en el cielo infinito. En los acantilados y laderas de las montañas, como
enormes gigantes petrificados, la hermosa kuyen (luna) se refleja como en un
gran espejo de plata. El Chalwa salta feliz mientras caza algunos mosquitos y
acompaña la divertida aventura de Curiñancu, quien recuerda su infancia de
halcón sintiendo el kurruf en su plumaje. Se saludan todos los días:
Entre los remansos juegan a distinguir los árboles nativos que adornan el
contorno del Leufu (río). Las hermosas flores entre las rocas parecen fósforos
relucientes por las corrientes. De pronto los ruidos anuncian los rayos. El
Chalwa va dirigiendo el wampu, mientras el agua al chocar con la balsa-
levanta mucha espuma.
Un día, en forma inesperada, el cielo se empieza a oscurecer, anunciando la
proximidad de una tormenta y el inicio de un gran peligro para la aventura. La
lluvia comienza a hacer estragos en las colinas y el Leufu se convierte en un
torrente turbio por las pequeñas cascadas de barro que se han formado.
Curiñancu espera hábilmente el tralka (trueno) y el llifke (relámpago) para
avanzar, gracias a lo cual descubren un refugio para pernoctar y protegerse de
la lluvia. Curiñancu utiliza la luz de la luciérnaga para iluminar la caverna, y
recuesta su cuerpo en la tibieza de la tierra para reposar y dormir. Al otro día,
nadie hubiera pensado que la lluvia había estado presente:
Siguen su viaje muy felices en compañía del antu (sol) y el kurruf; sin
embargo, repentinamente su alegría se ve truncada, pues al girar en un recodo
de las montañas más altas, un gigante les espera para cortarles el paso.
Ambos están perplejos. Una inmensa mole de cemento tiene aferrada para sí
toda el agua del leufu y sólo deja escurrir una pequeña cantidad por su boca,
mucho menor al cauce original. Los amigos se quedan mirando y comentan:
Más abajo se encuentra con muchos pueblos, y con gran tristeza observa
cómo se han ido depositando en el caudal los nuevos desperdicios de las
ciudades. Curiñancu advierte a su pequeño amigo Chalwa de los cuidados que
deberá tener con su alimentación, y le dice que vea cómo el hombre de hoy va
destrozando la tierra, sus recursos, y cómo las empresas van arrojando sus
desechos contaminantes en el lecho del río sagrado.
Los amigos llegan donde el río se une con el mar. En este lugar, a Curiñancu
se le hace más difícil manejar su embarcación por el oleaje. El Chaiwa debe
tomar un tiempo para aclimatar su cuerpo a esta nueva agua, muy salada y
picante. Pero, muy felices empiezan a descubrir todo un mundo de nuevos
amigos. Curiñancu y el Chaiwa están contentos, a pesar de todo. La gaviota
marinera y la nutria les dan la bienvenida, además de la cholga y los locos que
están aferrados al roquerío. Ellos van saludando a todos los que ven. Saludan
a la jaiba con su elegante caminar; a la tortuga con su inmensa caparazón a
cuestas, su lento caminar y tierna mirada; a las truchas y jureles. Conocen al
pez volador, que les ha presentado al pez luna y al pez sol y a la sierra. El
calamar se ofrece como voluntario para impulsar el bote y darle velocidad,
mientras el Chalwa se ríe de los notables bigotes de su amigo el lobo marino.
Una foca saluda a los recién llegados, mientras que un delfín ha empezado a
saltar junto a su wampu. Curiñancu saluda amablemente a la ballena austral, y
en sus ojos ve las lagrimas y la melancolía de quien ha perdido a muchos de
sus familiares por la salvaje persecución del hombre civilizado.
Más allá vuela el pelícano, que los detiene y le dice a Curiñancu que vuelva
rápido a su tierra porque hay allí contaminación. En las grandes extensiones
de mar hay esparcidas negras aguas, donde cientos de peces mueren por el
petróleo. Liquidan sus pulmones y mueren lentamente con sus cuerpos
ennegrecidos y pegajosos.
Pero, lamentablemente, la advertencia ha sido muy tarde. Curiñancu encuentra
a su amigo Chalwa moribundo en la superficie del agua (Grande ha sido el
pago por conocer otras tierras, por conocer otros mares-, piensa).
-Yo te llevaré a la tierra, querido amigo Chalwa. Debemos hallar alguna
solución a tu enfermedad.
Al depositar a su amigo en el suelo, Curiñancu anhela tener sus alas de águila
para poder llevarlo donde alguna machi (curandera sabia de la cultura
mapuche). Con este deseo, por un instante Curiñancu cierra sus ojos
aguiluchos y empieza a sentir cómo la basa del viento lleva su espíritu hasta el
Nahuelbuta. Allí existe un ñankura (piedra del águila) donde los más
poderosos jefes mapuches enterraban a sus seres queridos en un eltun
(cementerio). Recuerda Curiñancu que allí crece una planta resucitadora de los
moribundos el latue-, que debe usarse sólo antes de que se le aleje el espíritu
al enfermo. En tanto, su amigo Chalwa aún mueve su cola, dando así señales
de vida.
Curiñancu se arrodilla y pide a Chau Dios, creador de todo el universo, que por
única vez y con el propósito exclusivo de sanar a su amigo, lo deje volar. El
Padre Dios, al verlo tan acongojado, le devuelve sus alas. Curiñancu se
convierte así, nuevamente, en un águila ligera. Con sus alas extendidas y su
mirada microscópica se eleva hacia el cielo infinito en busca de la gran
Nahuelbuta, de la montaña del tigre y el ñankura con su provisión del latue.
Curiñancu va rompiendo el aire y las nubes. Recuerda los riscos y las
montañas, su vida de águila y a sus padres. Observa conmovido la cordillera
de Nahuelbuta, que protege al hombre del mar. Piensa en el Padre Dios, que ha
dotado de tanta belleza la inmensidad de las tierras mapuches.
Al fin llega y ve las flores que parecen resguardar el espíritu de Caupolicán,
Lautaro y Galvarino. Pidiendo permiso a la naturaleza, escoge la más alta y
vigorosa, e inicia rápidamente el regreso. No hay cansancio ni pereza. Su
plumaje hermoso, como suave seda, adorna el cielo celeste y, al tocar
nuevamente la orilla del río, se convierte en el antiguo guerrero de la montaña.
Estruja la planta, y con pequeñas gotas va reviviendo a su amigo. Limpia su
cuerpo con una suave alga y, lentamente, Chalwa, su compañero, revive,
moviendo su cuerpo.
También se dice que en ciertas noches de invierno todavía se pueden oír los
lamentos del Inca.