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Flores para un paisaje

María Tenorio

"¿Y por qué se llama Ruta de las Flores?", preguntó nuestro amigo norteamericano cuando nos
desplazábamos en carro por la limpia Salcoatitán alrededor del mediodía. "Lo mismo nos hemos
preguntado nosotros", respondimos mientras apreciábamos, no sin cierta vergüencita, la escasez
de flores a orillas del camino. La carretera de entrada a Juayúa poblada de veraneras rojas
justificó, pobremente, la denominación de esa ruta turística salvadoreña.

En el recorrido por las localidades de Nahuizalco, Salcoatitán, Juayúa, Apaneca y Ataco, en el


occidente del país, domina la topografía montañosa con variedades de verdes y ocres. Esa región
cafetalera ofrece al visitante un paisaje muy hermoso. El clima privilegiado y la seguridad hace
que muchos capitalinos viajemos casi dos horas para ir a alguno de los restaurantes de la zona y
caminar por los pueblos. Sin embargo, el nombre de "Ruta de las Flores" resulta bastante
forzado. Tanto que se ha recurrido a pintar flores en los postes de concreto para compensar la
carencia de flores de verdad.

"¿Qué tal si sembráramos flores a orillas de toda esta carretera?", dije en voz alta expresando un
nosotros nacional cuasi decimonónico. Y empecé a imaginar una profusión de veraneras de todos
colores, claveles rojos, flor amarilla, san josés, san fraciscos, lenguas de vaca, rosas, campanillas
moradas y hasta girasoles, contrastando con los verdes de aquel camino. "¿Y quién riega estas
flores?", preguntó Miguel sacándome de mi sueño floral saturado de colores y haciéndome
pensar que el paisaje no es algo meramente natural, sino que debe ser construido y mantenido
por manos humanas. Qué sería de aquellas flores sin agua, me dije.

El paisaje de calidad, dicen los entendidos, es un elemento que da valor agregado a un territorio
para su desarrollo turístico. Es uno de los motivos para desplazarse hacia un lugar más o menos
lejano para pasar el tiempo libre. Un paisaje bien cuidado, agradable para la vista, peculiar, que
sabe aprovechar la belleza natural es un activo cultural del que pueden beneficiarse los
pobladores ofreciéndolo a los turistas como producto original. No basta con que una región sea
natural o históricamente "bella"; su atractivo debe potenciarse para convertirlo en un recurso
turístico.

"¿Quién le puso Ruta de las Flores?", preguntó hoy nuestro amigo, luego de que le conté sobre
este texto que estaba escribiendo para Talpajocote. Ni su esposa, que ha estudiado las rutas
turísticas en Centroamérica, ni Miguel ni yo supimos responderle. Pero sí atinamos a decirle que
se trataba de una denominación reciente. (Hace unos quince años recuerdo que yo iba a Apaneca
con cierta frecuencia y nada de ruta de ninguna flor.) Sin duda se trata de un nombre oficial: está
recogido en letreros azules y en el website del Ministerio de Turismo. Ha sido un nombre
exitoso, a pesar de su frágil conexión con la realidad.

Pedir nada cuesta. Intervengamos con flores la Ruta de las Flores para que la realidad coteje con
la ficción del nombre.

7 enero 2009
Publicado en Talpajocote.blogspot.com

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