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L´ Espresso
31 de enero de 2007
Recientemente, alguien me hizo notar que en una famosa pintura del Bosco
(ahora en Gent, Bélgica), entre otros horrendos torturadores hay una pareja que
pondría verde de envidia a muchas estrellas del rock: uno de los personajes
muestra el mentón doblemente agujereado; el otro, perforaciones y adornos varios
en el rostro. Al pintar a estos dos seres, el Bosco quería crear un tipo de epifanía
del mal, anticipando la afirmación lombrosiana de que quienes se hacen tatuajes o
alteran sus propios cuerpos son criminales natos.
No es que los padres y los hijos rechacen el vínculo con la belleza. Simplemente
eligen lo que en siglos pasados habría sido considerado horrible. Esto pasó
también cuando los miembros del movimiento futurista intentaron impactar a la
burguesía proclamando: "No le tengamos miedo a la fealdad en literatura" y
cuando el escritor italiano Aldo Palazzeschi (en Il controdolore , 1913) insinuó que
los niños deberían recibir un sano entrenamiento en fealdad. Entre sus propuestas
figuraba hacerles regalos educativos de "muñecos jorobados, ciegos, cancerosos,
cojos, tísicos, sifilíticos, que lloran mecánicamente, gritan o gimen cuando son
atacados por la epilepsia, el cólera, la hemorroides, la gonorrea y la locura, antes
de desmayarse y morir con estertores".
Según algunos, esto significa que en el mundo posmoderno toda oposición entre
la belleza y la fealdad se ha disuelto. Ni siquiera es una cuestión de repetir con las
brujas de Macbeth "lo bueno es funesto, lo funesto es bueno". Los dos valores al
parecer se han fusionado, perdiendo de este modo sus caracteres distintivos.
Pero, ¿es esto verdad? ¿Qué pasaría si fuera sólo un fenómeno marginal,
celebrado por una minoría de la población mundial? En la televisión vemos a niños
que se mueren de hambre, con vientres hinchados, nos enteramos sobre las
mujeres violadas por las tropas invasoras, o acerca de torturas. Y, por otro lado,
estamos expuestos a imágenes de un pasado no muy distante, de otros
esqueletos vivientes sentenciados a muerte en las cámaras de gas. Hace apenas
algunos años vimos cuerpos destrozados por la explosión de un rascacielos o un
avión en vuelo. Todo el mundo sabe perfectamente bien que ese tipo de cosas
son feas, y ningún saber sobre la relatividad de los valores estéticos puede
persuadirnos de que esas cosas son objetos de placer.
Así que tal vez cyborgs , películas de decapitados o de desastres, y Cosas que
Vienen de Otro Mundo, sean expresiones superficiales, exhibidas por los medios
de comunicación de masas. De esa manera, exorcizamos una fealdad mucho más
profunda que nos asalta y asusta, algo que desesperadamente deseamos ignorar.
Y de esa manera, podremos pretender que todo eso es una simple pretensión.
https://www.lanacion.com.ar/opinion/cuando-lo-feo-es-hermoso-nid879520