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§ 6. Interpretación de los actos jurídicos.

Cuestión acerca de si es un
problema de hecho o de derecho. Importancia de este problema en
relación al recurso de casación. Principios aplicables a la interpretación
de las declaraciones de voluntad39.
1550. NOCIÓN.— Interpretar un acto jurídico es establecer su verdadero
sentido y alcance. Supone una expresión incierta o confusa de la voluntad
que ha intentado por medio del acto jurídico obtener un efecto determinado.
La teoría de la interpretación viene a reparar el defecto de
manifestación de la voluntad, a fin de que ésta alcance el fin que se ha propuesto;
consiste, en suma, en una indagación de la voluntad efectiva del
agente en el acto unilateral, o de la voluntad común de las partes si se trata
de actos bilaterales, para asegurar el respeto que merece el querer individual
en este sector del derecho.
Por lo general el juez, que es quien comúnmente deberá encarar esta delicada
tarea, es auxiliado por algunos principios orientadores que le provee el propio ordenamiento
legal. Así, el Código alemán, en su art. 133, dispone que "en la interpretación
de la declaración de voluntad debe indagarse la verdadera voluntad aun
38 En contra Borda, G. A., op. cit., 1.1, n" 1125, quien advierte que el nuevo Código italiano
(art 794) sólo establece esa solución cuando el cargo imposible o ilícito ha sido el motivo
determinante de la obligación principal.
39 BIBLIOGRAFÍA- Borda, G. A., II, núms. 888 y ss.; Lafaille, H., Contratos, I, n° 378; De
Gásperi, L., Obligaciones, I, núms. 270 y ss.; Dassen, J., El recurso de casación y la interpretación
de los actos jurídicos, "J.A.", 1951-ÜI, sec. doctr., p. 8; Danz, La interpretación de los negocios
jurídicos, Madrid, 1926; Von Tuhr, Teoría general del Derecho Civil alemán, vol. 22, §
64, p. 217; Bonnecase, J., Elementos de Derecho Civil, I, núms. 134-136; id., Supplement, t. U,
núms. 398 y ss.; Dereux, G., De l'interprétation des acts juridiquesprives, París, 1905; Planiol
y Ripert, Tratado Práctico, ed. La Habana, t. VH, núms. 373 a 375; Val verde, C. y Valverde, Tratado
de Derecho Civil español, 1.1, p. 501, § ni; Bettí, E., Teoría general del negocio jurídico,
trad. española, Madrid, ps. 237 y ss.
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contra el sentido literal de la expresión", agregando el art. 157 que "los contratos
deben interpretarse según lo que exige la buena fe en relación con los usos".
En términos semejantes se expide el Código francés, no obstante la diversa
mentalidad de sus redactores. En efecto, el art. 1134, después de haber señalado
que las convenciones constituyen la ley de las partes, concluye: "ellas deben ser
ejecutadas de buena fe". Y el art. 1156 del mismo Código, coincidiendo con el art.
133 del texto germano, establece que "en las convenciones se debe investigar cuál
ha sido la común intención de las partes contratantes, antes que detenerse en el sentido
literal de los términos" 40.
Este mismo principio está incluido en el Código Civil brasileño, cuyo art. 85
dispone que "en las declaraciones de voluntad se atenderá más a su intención que
al sentido literal del lenguaje".
Entre nosotros el principio tiene también autoridad legal dentro del ámbito
mercantil, puesto que el Código de Comercio preceptúa en el art. 218: "Siendo necesario
interpretar las cláusulas de un contrato, servirán para la interpretación
las bases siguientes: 1 ° Habiendo ambigüedad en las palabras, debe buscarse más
bien la intención común de las partes que el sentido literal de los términos...".
La regla enunciada tiene una paternidad gloriosa, ya que proviene del siguiente
pasaje de Papiniano: "In conventionibus conírahentium voluntatem potius
quam verba spectariplacuit" 41. Pothier la ilustra con el siguiente ejemplo: "Vos
habíais alquilado un pequeño departamento de la casa, ocupada por mí. Os he renovado
el contrato en estos términos: Doy en alquiler a X «mi casa» por tantos
años, por el precio establecido en el precedente arrendamiento. ¿Estaríais autorizado
a pretender que os he alquilado toda mi casa? No, pues aunque los términos
«mi casa», en su sentido gramatical, significan la casa entera y no un simple departamento,
es visible, sin embargo, que nuestra intención no ha sido sino la de renovar
el alquiler del departamento; y esta intención, de la que no puede dudarse, debe
prevalecer sobre los términos del contrato" 42.
Nuestro codificador civil se ha abstenido, salvo contadas excepciones, de
dictar normas de interpretación, tal vez por entender, no sin razón, que ellas debían
ser por su propia índole más que obra del legislador, de la ciencia del derecho.
1550 bis. DISTINTOS CRITERIOS EN ACTOS ENTRE VIVOS Y EN DISPOSICIONES
DE ÚLTIMA VOLUNTAD; CONCILIACIÓN ENTRE LOS INTERESES DEL DECLARANTE
Y DEL ACEPTANTE DE LA DECLARACIÓN; LA CONFIANZA GENERAL.— Es
muy diversa la posición del intérprete, según que trate de apreciar el significado de
un testamento o de otros actos jurídicos, especialmente, contratos.
4 0 El Código francés dedica los arts. 1156a 1164ala interpretación de las convenciones.
41 Digesto, L. 219, t. 16, lib. 50.
42 Pothier, Tratado de las obligaciones, t II, n° 91, p. 48.
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En los testamentos lo que se busca es hacer reinar la voluntad del testador por
lo que toda comprensión del acto debe traducir lo más fielmente posible el efectivo
sentir de aquél, latente en el documento, sin otra preocupación.
En cambio, en los actos entre vivos de lo que se trata, primordialmente, es de
hacer reinar la buena fe en la sociedad humana: esa es la clave de la tarea del intérprete.
Toda declaración de la voluntad de alguien que está dirigida a otro, debe
ser comprendida en el sentido que éste pueda entenderla, actuando de buena fe. De
esta manera se concilian apropiadamente los intereses contrapuestos de las partes
y se coadyuvan a la confianza general que se apoya en la lealtad con que deben
obrar todos los ciudadanos.
1551. PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES 43.— Enunciamos a continuación
las principales reglas interpretativas que mencionan los autores.
1552. 1°) LA BUENA FE.—Ha dicho Demolombe que "la buena fe es el alma de
las relaciones sociales" 44, lo cual explica que la regla más importante en esta materia
indique que las convenciones deban entenderse de buena fe, que en el caso significa
lealtad en la concertación del acto, confianza en la palabra empeñada. Aunque este
principio capital no estaba incorporado explícitamente al articulado del Código, puede
decirse que lo estaba en forma virtual en el antiguo art, 1198/ según el cual "los contratos
obligan no sólo a lo que esté formalmente expresado en ellos, sino a todas las
consecuencias que puedan considerarse que hubiesen sido virtualmente comprendidas
en ellos". Las fuentes de esta disposición, que son el art. 1135 del Código francés
y el pasaje correlativo de Aubry y Rau —§ 346, texto nota 2—, se encargaban de aclarar
que tales consecuencias son las que resultan según la equidad, el uso o la ley **bls.
Ese significado ha sido corroborado explícitamente por la ley 17.711 que ha
sustituido el art. 1198 por un nuevo precepto que en su primera parte dice: "Los
contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo
con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando
con cuidado y previsión ".
Se trata de una clave esencial para la apropiada interpretación de cualquier
acto jurídico.
1553.2o) SIGNIFICACIÓN CORRIENTE DE LAS PALABRAS Y LA CONDUCTA.—
En la inteligencia de los actos jurídicos debe atenderse a la significación corriente
de las palabras empleadas y de los hechos que configuran la conducta de las partes.
A veces ocurre que se usan los términos impropiamente, aunque conforme a un uso
vulgar, lo que pasa, por ejemplo, con el vocablo "tráfico", que, significando "comercio",
se usa muy comúnmente en el sentido de "tránsito".
43 véase especialmente Borda, G. A., núms. 8% y ss.
44 Demolombe, C, Cours de Code Napoleón, t XXIV, p. 376, n° 393.
44 bis Conf. Cám. Civ., Sala "E", ".L.", t. 101, p 201
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A este respecto, enseña Larombiére 45 que las palabras equívocas deben entenderse
en el sentido que les da el uso y no el que les atribuye uno de los contratantes.
Éstos pueden limitar el alcance y significación de sus expresiones convencionalmente,
pero a falta de convención debe entenderse que las palabras fueron
empleadas en el sentido consagrado por el uso.
1554. 3o) USOS SOCIALES.— Los usos sociales contribuyen notablemente a
aclarar el alcance del acto. Según el art. 218, inc. 6o del Código de Comercio, los
usos a tomarse en cuenta son los del lugar de ejecución del contrato. Borda demuestra
en verdad que correspondería atender a los usos del lugar donde la voluntad
se manifiesta, pues cada cual reacciona conforme al ambiente en que vive 46.
1555.4o) CONTEXTO.— Las expresiones usadas por las partes no deben entenderse
aisladamente sino en función del contexto. Es una regla interpretativa
contenida en el art. 218, inc. 2o, Cód. Com., que recibe la más frecuente aplicación
en los tribunales de todos los fueros 46bls.
1556.5o) EL FACTOR CIRCUNSTANCIAL.— Las circunstancias de tiempo, de
lugar, etc., encuadran la actividad de las partes. Es lógico, pues, que para apreciar
adecuadamente el alcance de esa actividad, debe consultarse las circunstancias en
que actuaron los interesados.
1557.6o) EL FIN PRÁCTICO DEL ACTO.— Es un factor capital, puesto que las
partes no celebran actos jurídicos sino para alcanzar mediante ellos ciertos resultados
económicos o de otra índole. De aquí que sea indispensable conectar el medio
utilizado con el fin perseguido por las partes, para atribuir a ese medio que es
el acto jurídico su significación adecuada.
1558.7o) LA CONDUCTA SOBREVINIENTE DE LAS PARTES.— Otro factor importantísimo
para apreciar el sentido de un acto jurídico es la conducta a que las
partes se han ajustado después de la celebración del acto 46bis'. Es lo que se puede
denominar la interpretación "viva" del acto, si bien corresponde apuntar que la
conducta interpretativa debe ser común de ambas partes, o si es unilateral no resultar
favorable a la persona que la realiza. Pues de otro modo, como observa Borda,
"sería muy fácil a los contratantes desviarse de la recta interpretación de un convenio,
realizando actos que la otra parte tal vez ignore" 47.
45 Larombiére, Théorie etpratique des obligations, 1.1, art. 1156, n° 7, p. 618.
46 Borda, G. A., t II, n° 900, p. 133.
46bis Conf. Cám. Civ., Sala " F \ "L.L.", t 102, p. 654.
46bisl Conf. Cara. Civ., Sala"E", "L.L.", 1.104, p. 35; id., Sala"D", "L.L.", 1.1203, p.
694; id., Sala "C", "L.L.", t. 102, p. 603; id., Sala "B", "J.A.", 1961-1, p. 248.
47 Borda, G. A., t II, op. cit., n" 905, p. 137.
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1559. 8o) LA NATURALEZA DEL ACTO.— La tercera regla interpretativa que
menciona Pothier, indica que si en un contrato los términos son susceptibles de dos
sentidos, se los debe entender en el más congruente con la naturaleza del acto.
"Si por un acto se hubiese dicho —comenta Pothier—que he alquilado por
nueve años cierta heredad por la suma de 300 libras, no se debe entender que es por una
sola suma de 300 libras, sino por una suma anual de 300 libras, dado que por la naturaleza
del contrato de arrendamiento el precio consiste en un alquiler anual" 48.
1560.9o) LA INTERPRETACIÓN CONFORME A LA EFICACIA DEL ACTO.—Según
el art. 218, inc. 3o del Código de Comercio, "las cláusulas susceptibles de dos sentidos,
de uno de los cuales resultaría la validez y del otro la nulidad del acto, deben
entenderse en el primero ". Pothier da como ejemplo de esta regla —la segunda de su
enunciación— el siguiente: "AI final de un acto de partición se lee: queda convenido
entre Pedro y Pablo, que éste podrá pasar sobre sus heredades. Aunque en su sentido
gramatical los términos: «sus heredades», pueden significar las tierras de Pablo tanto
como las de Pedro, no hay duda de que ellos se refieren a las de Pedro, porque de otro
modo la cláusula no produciría ningún efecto, desde que Pablo no tiene necesidad de
estipular qué podrá pasar sobre sus propias heredades" 49.
1561.10o) EL PRINCIPIO DEL "FAVOR DEBITORIS".—El Código de Comercio
finaliza su enunciación de reglas interpretativas con la siguiente: "En los casos dudosos,
que no puedan resolverse según las bases establecidas, las cláusulas ambiguas
deben interpretarse siempre en favor del deudor, o sea, en el sentido de su liberación"
(art. 218, inc. 7o).
Con todo acierto, advierte Borda que la aplicación de esta regla sólo resulta justa
en los contratos gratuitos, pero no en los onerosos, pues en éstos cada obligación responde
a una contraprestación, y entonces la justicia conmutativa pide que el criterio de
interpretación se atengaa la equidad y equivalencia de las obligaciones recíprocas. Por
esto el Código español dispone en el art. 1289 que "cuando absolutamente fuera imposible
resolver las dudas por las reglas establecidas en los artículos precedentes, si
aquellas recaen sobre circunstancias accidentales del contrato y éste fuera gratuito, se
resolverán en favor de la menor transmisión de derechos e intereses. Si el contrato fuere
oneroso, la duda se resolverá en favor de la mayor reciprocidad de intereses".
Por nuestra parte compartimos este punto de vista, que es también seguido
por el Código mexicano (art. 1857), el nuevo Código italiano (art. 1371) y el reciente
Código portugués (art. 237).
1562. Si LA INTERPRETACIÓN ES UNA CUESTIÓN DE HECHO O DE DERECHO;
IMPORTANCIA DEL ASUNTO EN VISTA AL RECURSO DE CASACIÓN.—
Para finalizar el estudio del tema referente a la interpretación de
los actos jurídicos, examinaremos si la cuestión que el asunto planteaes de he-
48 Pothier, op. cit, t IL n° 93, p. 48. Conf. art. 218, inc. 3o, segunda parte, Cód. Com.
49 Pothier, op. cit, t II, n° 92, p. 48. Conf. Cám. Civ., Sala "D", "L.L.", 1103, p. 399.
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cho o de derecho, lo que reviste especial interés a los fines de considerar la
procedencia de un recurso de inaplicabilidad de ley (véase supra, n° 74) o
de un recurso de casación que puede instaurarse, en lo futuro, en el orden
nacional (véase supra, núms. 78-79).
Se trata de saber si, en teoría, la sentencia que acuerda a cierto acto jurídico
una interpretación que se estima inadecuada, es o no susceptible del
recurso de casación, cuestión que ha sido estudiada en Francia y en Italia
sin haberse llegado aún a soluciones definitivas.
1563.—Parecería, a primera vista, que siendo el contrato la ley de las partes,
la interpretación que se haga de esa ley mínima, aplicable sólo a los interesados, da
lugar a una cuestión de derecho susceptible de articularse en un recurso de casación
(sobre el concepto de este recurso, véase supra, n° 78).
Contra este aserto, puede aducirse la autoridad de Calamandrei, que llega a
calificar a ese razonamiento de mezquinamente artificioso, por lo que estima que
ni vale la pena repetir los argumentos con los que ha sido refutado 50.
Sin duda el contrato difiere sustancialmente de la ley. "Colocar en una misma línea
a las leyes y a los contratos, contemplar a los contratos como fuentes del derecho,
es confundirlo todo", decía Savigny 51. En lo que ahora interesa destacar, esto es con relación
a la casación, se advierte que si éste es un remedio ideado para obtener la unificación
de la jurisprudencia, y con ella un derecho uniforme en todo el territorio, ya no hay
razón para extender ese recurso a los contratos, que no integran la legislación y que no tienen
una aplicabilidad general sino restringida a las partes intervinientes.
Esta última consideración ha sido controvertida por Dassen, quien sostiene
que en la práctica los contratos tienden a adquirir también una vigencia general por
su estandarización en forma de cláusulas de estilo, y por la creciente utilización de
los contratos de adhesión que suponen la aplicabilidad de un mismo régimen a un
número indefinido de adherentes 52.
1563 bis.— Según nuestro punto de vista la solución de esta cuestión
no es simple, ni se puede afirmar que todo lo relativo a la interpretación de
los contratos sea susceptible del recurso de casación o deje de serlo. Es menester
entrar en la discriminación de diversos aspectos que quedan comprendidos
en la cuestión.
1564.—a) Si se trata de la investigación de la intención particular del agente, o
la intención común de los contratantes, para fijar en función de ella la interpretación
adecuada del acto, es esa una cuestión de hecho "que como tal depende Ubremente de
50 Calamandrei, La casación civil, t. U, p. 376.
51 Savigny, Traite de droit romain, 11, p. 11.
52 Dassen, J., El recurso de casación y la interpretación de los actos jurídicos, "J.A.",
1951-ÜI, secc. doctr., p. 10, ap. ni.
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la apreciación de los tribunales de instancia" 53 sin que sea posible variar la decisión
judicial por un recurso de casación que se declararía improcedente. Sin embargo, para
eludir un medio fácil de desconocer el régimen del contrato, mediante la deformación
de la intención evidente de las partes, la Corte de Casación ha llegado en Francia a admitir
el recurso si las sentencias "desnaturalizan el sentido del contrato, cuando éste es
claro y preciso y no da lugar a ninguna ambigüedad" 54.
1565.— b) Si establecida y admitida la intención efectiva de las partes, la
sentencia se aparta de ella por motivo de equidad u otra razón jurídica, el recurso de
casación es viable. La razón es evidente, pues entonces se trata de saber si la interpretación
judicial áelprincipio de la autonomía de la voluntady de sus límites —en síntesis
comprensiva de los arts. 1197 y 953 de nuestro Código— es adecuada.
1566.— c) Sobre la base de ciertos hechos admitidos, los tribunales deben
decidir su calificación para conforme a ella aplicar el régimen jurídico correspondiente.
La exactitud de esa calificación es una cuestión de derecho que en Francia
ha permitido el control de la Corte de Casación55.
1567.— d) Todavía es viable el recurso de casación cuando el juez ha imputado
a las partes una determinada intención en función del juego de los principios
interpretativos que existen en algunas legislaciones, v.gr., arts. 1156 y 1164 del
Código francés, arts. 1281 a 1289 del Código español, etc. No son los hechos los
que se revisan en la casación sino la adecuada aplicación que ha efectuado el juez
del régimen legal de la interpretación contractual a los hechos tal como ellos han
sido comprobados en el juicio.
1568.— En suma, como resulta de los desarrollos anteriores, con relación
a los actos jurídicos y su interpretación se plantean diversos problemas,
los cuales pueden ser discriminados en dos categorías: en la primera queda
comprendido todo lo relacionado con la investigación de la efectiva intención
que da vida al acto jurídico. Hay allí múltiples cuestiones de hecho y consiguientemente
de prueba que no dan materia al recurso de casación.
Por otra parte, hay una segunda categoría de cuestiones que es posible denominar
de derecho porque se refieren a la apreciación que de los hechos ha de
hacer el magistrado, conforme al régimen jurídico correspondiente. Si se objeta
por errónea la actuación judicial en esta laya de problemas, el recurso de
casación es viable por cuanto se trata de establecer si en función de ciertos hechos
admitidos ha prevalecido la adecuada comprensión del ordenamiento jurídico.
53 Planiol y Ripert, Tratado Práctico, ed. La Habana, L VI, n° 375, p. 522.
54 En tal sentido hay jurisprudencia abundante, que citan Planiol y Ripert en op. cit., n°
375, p. 523, nota 2.
55 Planiol y Ripert, op. cit., t. VI, p. 524, texto y no

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