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Objeta san Bellarmino: el Sumo Pontfice que ha cado en la hereja oculta, todava permanece

como miembro en acto de la Iglesia, pues todava permanece como cabeza de la Iglesia, como
ensean Cayetano, Soto, Cano, Surez y otros.
Se responde: Este caso es del todo fuera de lo normal, de donde no debemos extraarnos que se
siga algo fuera de lo normal. A saber: el Papa que es hereje en lo oculto no permanece ya como
miembro en acto de la Iglesia segn la doctrina expuesta en el cuerpo del artculo, sino que todava
retiene la jurisdiccin por la cual influye en la Iglesia para regirla. As retendra la razn de cabeza
para la Iglesia, en la cual podra as influir, y no sera ya miembro de Cristo, porque no recibira del
Cristo invisible y cabeza principal, el influjo vital de la fe. De este modo totalmente fuera de lo
normal sera cabeza de la Iglesia en cuanto a la jurisdiccin y no sera miembro de la misma.
Esto no podra ser si se tratase de la cabeza natural, pero no repugna aplicado a una cabeza moral
secundaria. La razn es que mientras la cabeza natural no puede influir en los miembros si no
recibe el influjo de la vida desde el alma, la cabeza moral, como es el Pontfice, todava puede
ejercer la jurisdiccin en la Iglesia aunque no reciba influjo alguno de la fe interna y la caridad
desde el alma de la Iglesia. En resumen, como dice Billuart, el Papa se constituye miembro de la
Iglesia por la fe personal, que puede perder, y se constituye cabeza de la Iglesia visible por la
jurisdiccin y la potestad que es compatible con una hereja interna. La Iglesia aparece siempre
visible en la reunin de sus miembros con la cabeza visible, el Romano Pontfice, aunque algunos
que exteriormente aparenten ser miembros de la Iglesia, puedan ser herejes en lo interno. De este
modo debe concluirse que los herejes ocultos son slo miembros aparentes de la Iglesia, que en lo
externo y visible la profesan como verdadera.
Tomado y traducido de:
Garrigou-Lagrange, R. De Christo Salvatore: commentarius in IIIam partem Summae theologicae
sancti Thomae. Ed. L.I.C.E.-R. BERRUTI, Torino (1948), p. 232.

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