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Reseña toma pogge

Según Thomas Pogge, la pobreza existente está fuertemente vinculada al actual orden institucional
mundial, en donde los países más ricos en virtud de su potencial económico y su capacidad para
negociar, imponen a los países más débiles y pobres políticas y reglas que les perjudican directamente.
De aquí se deriva que este orden actual es injusto en la medida en que hay unas instituciones globales
compartidas cuyas reglas son modeladas por los más ricos e impuestas sobre los más pobres. Y lo que es
más, estas instituciones son responsables de la reproducción de la pobreza, pues hay alternativas
realizables de organización mundial que podrían reducir en gran parte la situación actual de miseria y
desigualdad1. Así pues, en la medida en que estas alternativas no son tomadas en cuenta, el actual
orden institucional mundial es injusto y constituye la violación de un deber negativo.

Según Pogge, si el actual orden económico y político global es injusto y esta injusticia se puede
remediar a partir de unos cambios ligeros no sustanciales en la estructura de las instituciones
mundiales, entonces tales cambios constituyen un deber moral, pues hay “razones morales” que
legitiman tal reforma. Así, la responsabilidad moral en relación con la pobreza severa en el exterior “no
solamente implica deberes positivos de asistir, sino también unos más estrictos deberes negativos de no
dañar.”2 De este modo, el deber moral de reformar las instituciones mundiales se deriva del peso
especial que tiene la violación de un deber negativo.

Pogge aboga de este modo por una política redistributiva en donde además se dé cabida a un cambio no
sustancial del actual orden mundial de modo que se aligere el peso de los países que cargan con las
consecuencias desastrosas que arrojan las instituciones globales del mundo contemporáneo. Pogge
percibe, entonces, la necesidad de establecer un criterio público de justicia social no sólo en el plano
doméstico al modo de Rawls, sino también en el plano global. De este modo, la pobreza en las tesis de
Pogge no sólo representa, como en la postura rawlsiana, un obstáculo que hace que los pueblos no
puedan organizarse en sociedades liberales o decentes, sino que ésta (la pobreza) es una preocupación
que va más allá del plano de la organización política de cada sociedad y se instaura en el plano del
bienestar social mundial, con el fin de buscar una solución a un problema que afecta al individuo del
mundo en general y no al individuo de una sociedad en particular.

Ahora bien, la búsqueda de tal solución, hace necesaria la participación de algunas sociedades en
particular, a saber, las más ricas, pues éstas, con sus políticas de intercambio, están empobreciendo a
las sociedades del mundo en desarrollo en general, aportando así con su accionar a la violación de un
derecho humano. Violación que podría ser evitada por medio de reformas y modificaciones menores en
el orden global, que implicarían solamente una reducción mínima en los ingresos de los países más
afluentes. Por lo tanto, esta violación de derechos se deriva como ya lo dije arriba, del hecho de que
hay una violación de un deber negativo, pues es evidente que “hay una considerable interacción
económica internacional regulada por un elaborado sistema de tratados y convenciones sobre comercio,
inversiones, préstamos, etc,”3 de donde salen beneficiados sólo los más capaces y solventes. De aquí se
deriva que hay una responsabilidad moral por parte de los países más afluentes en la creación de las
situaciones de pobreza y miseria que afligen al mundo.

De esta manera, al afirmarse que hay una causa externa que reproduce la pobreza en el interior de una
sociedad; al descubrirse la relación que se establece entre la pobreza y los países ricos, al estar aquélla
vinculada al accionar de estos; y en fin, con el reconocimiento que se hace de la responsabilidad que
tienen los países más afluentes en la creación de la pobreza, Pogge da un paso adelante con respecto a
Rawls, quien sostiene que las condiciones de pobreza son producto de particularidades “religiosas,
filosóficas y morales” que soportan la estructura básica de las instituciones políticas y sociales
domésticas de una determinada nación.

MIO) Ppoggee hace un repalanteamiento de rawls al contextualizar el fenómeno de


lapobresza
Con la tesis rawlsiana de la pobreza puramente doméstica, la justicia se interpreta como
el acto de dar a cada cual lo suyo. Pero lo “suyo” en esta clásica definición de justicia,
quiere decir aquello que a cada uno pertenece por haberlo alcanzado con sus esfuerzos y
con los frutos de su propio trabajo. De lo cual se desprende que lo que alcance cada uno,
sea más o sea menos que lo que alcance el otro, será producto del modo como éste
realiza su esfuerzo y su trabajo. De aquí se concluye que si alguien no logra poseer nada
o mucho, debe ser porque no se esforzó ni trabajó lo suficiente. Y si lo hizo, lo hizo con
métodos no muy adecuados. De esta forma, su pobreza y sus dificultades serán
responsabilidad suya y de nadie más. Esta es la lógica que utiliza Rawls para justificar
la pobreza que existe dentro de las sociedades menos favorecidas, desconociendo por
entero las circunstancias externas que impiden que una sociedad esté “bien organizada”
y viva en condiciones dignas. Por esta razón, Rawls pasa por alto el origen histórico de
la desigualdad económica, así como otras circunstancias empíricas que impiden la
existencia de una igualdad real de oportunidades. A través de lo cual, queda por fuera la
responsabilidad de los países afluentes en la creación de la pobreza existente. Lo cual
hace a su vez que la labor que estos países tienen de corregir las condiciones mundiales
que producen la pobreza sea reducido por Rawls a un mero deber de asistencia.4

Hhhhhh
Pogge invoca con regularidad a la moral y parte siempre de este campo en orden a
exigir algún cambio valorable en el sistema económico y político mundial. Toda esta
exigencia de reforma tiene como base la responsabilidad de aquellos que modelan las
leyes de mercado en su favor y en perjuicio de los más pobres

Ññññññññññ

Toda esta exigencia de reforma tiene como base la responsabilidad de aquellos que
modelan las leyes de mercado en su favor y en perjuicio de los más pobres.

Kkkkkkkkk

En la situación que describe Pogge, a saber, relación causal entre orden global y pobreza mundial,
¿habrá una responsabilidad moral y no más bien una responsabilidad económica, política e incluso legal?
¿Cómo llamaríamos a aquél que pudiendo evitar un mal no lo evita, siendo además el culpable de la
existencia de ese mismo mal? ¿Cómo llamaríamos a un orden institucional mundial que provoca la
muerte, la desnutrición y otros muchos males a millones de personas en el mundo anualmente teniendo
la posibilidad de evitarlo? ¿Lo llamaríamos un orden mundial injusto como lo llama Pogge, y no más bien
un orden mundial criminal?

Kkkkkkk

Para terminar, será preciso aclarar que cuando hablamos de razones morales o de un
deber moral de reformar, parece invocarse con ello el deber de asistencia rawlsiano y se
incita a pensar que los países ricos por el hecho de ser ricos deben ayudar a los países
pobres, y en este caso su decisión será de qué tan liberales y dadivosos sean estos
países. Pero no es así cuando conocemos la razón por la cual se ha acumulado su
riqueza y su enorme ventaja económica y logramos ver que estos países son ricos en
virtud de la violación de un deber negativo, y que por tanto la necesidad de construir
instituciones más justas viene dada no por un deber, sino por una exigencia, no por la
buena voluntad, sino por una obligación derivada de un derecho que le ha sido violado a
los menos favorecidos del actual orden institucional mundial: los pobres globales
Xxxxxxxx

El actual orden institucional mundial: una mirada crítica


a la tesis de Thomas Pogge
Por
David Rico P.
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
davidarte88@hotmail.com

Para Thomas Pogge la pobreza creciente es un hecho que hay que remediar porque constituye la
violación de un derecho humano. Por esto ve la necesidad de buscar una causa de esa pobreza, ya que
le preocupa los altos niveles existentes en los países en desarrollo. Pues el gran déficit de derechos
humanos que persiste actualmente en el mundo está concentrado en gran medida –según Pogge– entre
los pobres globales.

A pesar de que la actual ley internacional reconoce ampliamente diversos derechos humanos,
prometiendo a todos los hombres protección contra daños específicos que podrían ser infligidos por
actores locales o extranjeros, esta misma ley internacional establece y mantiene estructuras
institucionales a nivel mundial que contribuyen a la violación de los derechos humanos. De este modo,
Pogge logra ver que las actuales estructuras institucionales mundiales producen y reproducen la pobreza
a lo largo y ancho del mundo, dejando a millones de personas por debajo de la línea de pobreza, esto
es, en la miseria. Así pues, una vez conocida la causa de las condiciones actuales (el orden institucional
mundial), Pogge intenta de algún modo buscar una solución a su consecuencia, la pobreza.

Las condiciones de pobreza son las causantes de un tercio de las muertes humanas en el mundo. Estas
muertes podrían prevenirse fácilmente, pero los derechos sociales y económicos con los deberes
positivos que conllevan, han sido rechazados por las potencias mundiales. Según Thomas Pogge, la
pobreza existente está fuertemente vinculada al actual orden institucional mundial, en donde los países
más ricos en virtud de su potencial económico y su capacidad para negociar, imponen a los países más
débiles y pobres políticas y reglas que les perjudican directamente. De aquí se deriva que este orden
actual es injusto en la medida en que hay unas instituciones globales compartidas cuyas reglas son
modeladas por los más ricos e impuestas sobre los más pobres. Y lo que es más, estas instituciones son
responsables de la reproducción de la pobreza, pues hay alternativas realizables de organización
mundial que podrían reducir en gran parte la situación actual de miseria y desigualdad1. Así pues, en la
medida en que estas alternativas no son tomadas en cuenta, el actual orden institucional mundial es
injusto y constituye la violación de un deber negativo.

Según Pogge, si el actual orden económico y político global es injusto y esta injusticia se puede
remediar a partir de unos cambios ligeros no sustanciales en la estructura de las instituciones
mundiales, entonces tales cambios constituyen un deber moral, pues hay “razones morales” que
legitiman tal reforma. Así, la responsabilidad moral en relación con la pobreza severa en el exterior “no
solamente implica deberes positivos de asistir, sino también unos más estrictos deberes negativos de no
dañar.”2 De este modo, el deber moral de reformar las instituciones mundiales se deriva del peso
especial que tiene la violación de un deber negativo.

Pogge aboga de este modo por una política redistributiva en donde además se dé cabida a un cambio no
sustancial del actual orden mundial de modo que se aligere el peso de los países que cargan con las
consecuencias desastrosas que arrojan las instituciones globales del mundo contemporáneo. Pogge
percibe, entonces, la necesidad de establecer un criterio público de justicia social no sólo en el plano
doméstico al modo de Rawls, sino también en el plano global. De este modo, la pobreza en las tesis de
Pogge no sólo representa, como en la postura rawlsiana, un obstáculo que hace que los pueblos no
puedan organizarse en sociedades liberales o decentes, sino que ésta (la pobreza) es una preocupación
que va más allá del plano de la organización política de cada sociedad y se instaura en el plano del
bienestar social mundial, con el fin de buscar una solución a un problema que afecta al individuo del
mundo en general y no al individuo de una sociedad en particular.

Ahora bien, la búsqueda de tal solución, hace necesaria la participación de algunas sociedades en
particular, a saber, las más ricas, pues éstas, con sus políticas de intercambio, están empobreciendo a
las sociedades del mundo en desarrollo en general, aportando así con su accionar a la violación de un
derecho humano. Violación que podría ser evitada por medio de reformas y modificaciones menores en
el orden global, que implicarían solamente una reducción mínima en los ingresos de los países más
afluentes. Por lo tanto, esta violación de derechos se deriva como ya lo dije arriba, del hecho de que
hay una violación de un deber negativo, pues es evidente que “hay una considerable interacción
económica internacional regulada por un elaborado sistema de tratados y convenciones sobre comercio,
inversiones, préstamos, etc,”3 de donde salen beneficiados sólo los más capaces y solventes. De aquí se
deriva que hay una responsabilidad moral por parte de los países más afluentes en la creación de las
situaciones de pobreza y miseria que afligen al mundo.

De esta manera, al afirmarse que hay una causa externa que reproduce la pobreza en el interior de una
sociedad; al descubrirse la relación que se establece entre la pobreza y los países ricos, al estar aquélla
vinculada al accionar de estos; y en fin, con el reconocimiento que se hace de la responsabilidad que
tienen los países más afluentes en la creación de la pobreza, Pogge da un paso adelante con respecto a
Rawls, quien sostiene que las condiciones de pobreza son producto de particularidades “religiosas,
filosóficas y morales” que soportan la estructura básica de las instituciones políticas y sociales
domésticas de una determinada nación.

Con la tesis rawlsiana de la pobreza puramente doméstica, la justicia se interpreta como el acto de dar
a cada cual lo suyo. Pero lo “suyo” en esta clásica definición de justicia, quiere decir aquello que a cada
uno pertenece por haberlo alcanzado con sus esfuerzos y con los frutos de su propio trabajo. De lo cual
se desprende que lo que alcance cada uno, sea más o sea menos que lo que alcance el otro, será
producto del modo como éste realiza su esfuerzo y su trabajo. De aquí se concluye que si alguien no
logra poseer nada o mucho, debe ser porque no se esforzó ni trabajó lo suficiente. Y si lo hizo, lo hizo
con métodos no muy adecuados. De esta forma, su pobreza y sus dificultades serán responsabilidad suya
y de nadie más. Esta es la lógica que utiliza Rawls para justificar la pobreza que existe dentro de las
sociedades menos favorecidas, desconociendo por entero las circunstancias externas que impiden que
una sociedad esté “bien organizada” y viva en condiciones dignas. Por esta razón, Rawls pasa por alto el
origen histórico de la desigualdad económica, así como otras circunstancias empíricas que impiden la
existencia de una igualdad real de oportunidades. A través de lo cual, queda por fuera la
responsabilidad de los países afluentes en la creación de la pobreza existente. Lo cual hace a su vez que
la labor que estos países tienen de corregir las condiciones mundiales que producen la pobreza sea
reducido por Rawls a un mero deber de asistencia.4

Por el contrario, en la medida en que ve una relación causal entre el actual orden mundial y la pobreza
existente, a Pogge se le hace necesario, no sólo defender un deber positivo de asistencia, sino un deber
negativo de no dañar. Un deber de no sacar beneficio del empobrecimiento de los otros. Pogge reconoce
que la desigualdad y la exclusión son situaciones causadas por un orden mundial en el que salen
beneficiados sólo los más ricos. De ahí que su imposición constituya una continua violación de los
derechos humanos a necesidades básicas, siendo ésta una violación por la cual son responsables los
gobiernos de los países más poderosos y las elites económicas y políticas de los países en desarrollo.

Ahora bien, una vez desarrolladas las tesis y propuestas planteadas por Pogge, se crea la necesidad de
ahondar en ciertas posturas suyas con el fin de preguntar y cuestionar los parámetros que según Pogge
son necesarios para una posible realización de su propuesta, y ver realmente hasta qué punto su teoría
podría alguna vez ver la luz del mundo contemporáneo.

Si bien su análisis de la pobreza en el plano mundial constituye un paso hacia adelante con respecto a
los liberales nacionalistas, al asociarla causalmente con el orden institucional global, hay sin embargo
algunos puntos de la postura de Pogge, que por su condición de liberal, le impiden ir más allá en orden a
hacer que su propuesta sea algo más exigente y se pueda hacer efectiva.

Pogge ve la pobreza actual global como un reto para cualquier persona con sensibilidad moral. Señala
además que la reforma de este mismo orden es un deber moral y que existen razones morales para
realizar tal reforma. Pogge invoca con regularidad a la moral y parte siempre de este campo en orden a
exigir algún cambio valorable en el sistema económico y político mundial. Toda esta exigencia de
reforma tiene como base la responsabilidad de aquellos que modelan las leyes de mercado en su favor y
en perjuicio de los más pobres.

La responsabilidad de los países ricos surge cuando conocemos la razón por la cual se ha acumulado su
riqueza y su enorme ventaja económica. Aquí la responsabilidad es tomada como un cargo o deber
moral por parte de los actores afluentes causantes de esa situación de pobreza. Como se ve, en Pogge el
término responsabilidad hace referencia sólo a un deber moral y no a una exigencia política o
económica. La diferencia es evidente, el deber moral se asocia a la idea de la buena voluntad o la
voluntad buena kantiana. La exigencia política o económica se asocia a la idea de la obligación. En ésta
hay un compromiso mayor, en aquélla sólo un compromiso posible.

¿Por qué los gobiernos ricos y las corporaciones fuertes o solventes tienen una responsabilidad fuerte
desde una perspectiva moral? La respuesta es que ni en el plano doméstico ni internacional hay una
institución encargada de diseñar una ley que prohíba o castigue la violación de un deber negativo. Por
esto la reforma al orden global no es una obligación normativa o un deber político, sino tan sólo un
deber moral. Sin embargo, no debemos desconocer que una posible reforma al orden mundial actual
entrañaría repercusiones políticas, esto es claro. Lo que tenemos que subrayar ahora es que la
posibilidad de realizar tal reforma se aleja aún más cuando tal petición de reformar se hace a través de
demandas morales.

Los efectos de la pobreza severa son desastrosos. Casi 18 millones de personas mueren anualmente por
causas relacionadas con la pobreza. Otros millones padecen de desnutrición y viven en condiciones muy
precarias. Nos preguntamos cómo sería posible la reducción efectiva de estos problemas a su mínima
expresión en un futuro próximo.

Pogge observa con optimismo que es más realista “alcanzar un progreso substancial en el frente de la
pobreza a través de reformas institucionales que hagan del orden global algo menos oneroso para los
pobres del mundo.”5 Pogge es conciente de que la suma total desembolsada anualmente por los
individuos, corporaciones y gobiernos de los países ricos en la lucha contra la pobreza, no es suficiente,
ya que es una cantidad muy pequeña comparada con los daños inflingidos sobre los pobres globales.
Además, considera que esperar, por medio de un cambio de opinión moral un aumento de 27 veces en
los fondos a disposición con el fin de iniciar una ofensiva seria contra la pobreza no es una postura que
sea muy realista.

Pero analicemos mejor la siguiente frase: “Es más realista alcanzar un progreso substancial en el frente
de pobreza a través de reformas institucionales.”6 La pregunta que le haríamos a Pogge es cómo sería
posible la realización de tales reformas. ¿No sería acaso a través de la postura no realista que él
plantea, teniendo en cuenta que la necesidad de una reforma se deriva de un deber moral? En una
palabra, la reforma al orden actual mundial, ¿no se haría a través de un cambio de opinión moral en los
agentes relevantes? Pues al fin y al cabo, los derechos humanos sociales y económicos son descritos por
Pogge como pretensiones morales frente a instituciones globales.7

Pogge mismo cae en un absurdo al aceptar implícitamente que la posibilidad más realista de promover
una reforma no es tan factible sino más bien utópica, pues ésta reforma descansa después de todo, en
la base de una espera no muy realista, es decir, en la base de un cambio de opinión moral de los
agentes relevantes.

Claro está, Pogge lo que busca no es destruir o desmantelar el actual orden mundial, sino más bien
realizarle algunas mejoras para alcanzar un funcionamiento más equitativo del mismo. Así pues, su
propósito no es transformar sino mejorar, y su propuesta no es revolucionaria sino reformista. Reforma
que Pogge propone realizar en forma vertical de arriba hacia abajo. De ahí que él no dé otra alternativa
a los pobres globales más que la de esperar con los brazos cruzados a que los países ricos y sus
representantes tengan la buena voluntad de parar el proceso que reproduce la pobreza en un régimen
institucional mundial que –según él– es injusto. Esta es la vieja ilusión de que la buena voluntad de las
gentes en el poder es suficiente en ellas mismas para cambiar las condiciones existentes. Pogge no
plantea alternativas realizables de organización o creación de nuevas relaciones entre los países pobres
que hoy hacen parte de este orden y que por eso mismo se ven directamente afectados. Me refiero a un
orden construido, no a partir de la utópica buena voluntad de los gobiernos más poderosos o
corporaciones fuertes, sino a partir de la acción conjunta de países no muy favorecidos que creen
alternativas más justas de comercio e intercambio como mecanismo de presión para exigir un nuevo
sistema económico y político mundial más equitativo. Cosa de la que se aleja Pogge porque defiende la
buena voluntad, la buena fe, en resolución, la concesión por parte de los que están arriba. No defiende
por el contrario la exigencia o la reivindicación por parte de los que están abajo porque ignora, ya sea
voluntaria o involuntariamente a causa de su optimismo, que la desigualdad es una situación que
beneficia a los más ricos, y que constituye además un interés concreto y eminentemente racional que
difícilmente abandonarán. Pogge, para mal de un cambio real, deja el papel de reformar las
instituciones mundiales en manos de quienes menos interesados están en modificar el status quo. Pogge,
de ninguna manera se da la oportunidad de desarrollar y aplicar su tesis de un modo concreto, práctico
y verdaderamente crítico.
Lo que se necesita ahora es un cambio urgente y un movimiento consciente promovido desde abajo que
exija una reforma a un sistema mundial que causa millones de muertes cada año. Un movimiento que
exija una reforma a aquellos que tienen el poder de hacerlo y que son responsables de esta situación.
Responsabilidad que los convierte en blanco para demandar de ellos una solución a los problemas
creados.

Ahora bien, lo que debemos mirar en este momento es hasta qué punto la responsabilidad directa es un
argumento para demandar soluciones, y hasta qué punto la responsabilidad puede presionar para un
cambio urgente en las condiciones mundiales que reproducen la pobreza.

Aquí, se hará necesario precisar lo que implica el término responsable. Para empezar, responsable es
quien está relacionado concientemente de algún modo con la producción de una situación concreta.8

En la responsabilidad se dan diversos matices y grados, ya que no es lo mismo ser responsable desde un
plano moral que desde un plano legal. En este último, ya no se es responsable sino culpable de un delito
y a quien es responsable de este modo se le castiga por haber realizado una acción que es contraria al
derecho.

Dice Kant que una trasgresión no intencionada que, sin embargo, puede imputarse, se llama simple
culpa. Pero que una intencionada (es decir, la que está ligada a la conciencia de ser una trasgresión) se
llama delito.9 Aquí se parte del supuesto de que para que una acción sea delito debe haber una ley que
la castigue. Ahora bien, para la situación que estamos observando, a saber, la responsabilidad de los
países afluentes en la imposición de un sistema injusto que reproduce la pobreza y produce millones de
muertes anuales, la frase kantiana no funciona. Pues en el orden mundial internacional, la trasgresión
que se hace a los pretendidos derechos humanos económicos y sociales no puede ser imputada por la
ley, cuando más por la moral, y por tanto, no va más allá de ser una simple responsabilidad ética.

Ahora, a pesar de que sepamos que esta trasgresión es intencionada (por cuanto constituye la violación
de un deber negativo que arroja un resultado concreto que beneficia a los más ricos, y, por tanto, está
ligada a la conciencia de ser una trasgresión), no podemos decir que se establezca con ello un delito.
Pues no hay leyes externas que prohíban o castiguen la violación de un deber negativo. A razón de esto
no podemos hablar del orden actual mundial como culpable de un delito por la violación de un derecho
humano, sino como violador de un deber negativo que tiene en su responsabilidad una mayor carga
moral. Aquí opera la lógica de que lo que ley no castiga la moral lo reprocha.

Para precisar más, quiero valerme ahora de un ejemplo que Pogge introduce10 en un texto suyo, a
saber, el de la niña herida que perderá su pierna si no es trasladada urgentemente al hospital. Este
mismo ejemplo, quiero modificarlo un poco y decir que hay una niña herida, atropellada por un
automóvil a punto de morir a la orilla de la carretera. Si suponemos que pasa un transeúnte y no la
socorre, éste será blanco de acusaciones morales. Pero si el que no la socorre es el conductor que hirió
a la niña, habrá sin duda una responsabilidad mayor, o en palabras de Pogge, habrá “una mayor carga
moral”.11 Lo que Pogge no ve aquí es que el transeúnte que ignora la situación, no podrá ser más que
reprochado por insensible o por falta de misericordia. El segundo, causante de la situación, ya no será
insensible ni inmisericorde, sino un criminal o un homicida en caso de que la niña muera, y será
reprochado no desde la moral sino desde la ley, y será juzgado no por la moral, sino por la ley. Entonces
¿por qué habla Pogge de una responsabilidad moral de los agentes afluentes? Responsabilidad moral la
tiene el primer hombre del ejemplo que sigue insensible su camino. ¿La tendrá el segundo?

En la situación que describe Pogge, a saber, relación causal entre orden global y pobreza mundial,
¿habrá una responsabilidad moral y no más bien una responsabilidad económica, política e incluso legal?
¿Cómo llamaríamos a aquél que pudiendo evitar un mal no lo evita, siendo además el culpable de la
existencia de ese mismo mal? ¿Cómo llamaríamos a un orden institucional mundial que provoca la
muerte, la desnutrición y otros muchos males a millones de personas en el mundo anualmente teniendo
la posibilidad de evitarlo? ¿Lo llamaríamos un orden mundial injusto como lo llama Pogge, y no más bien
un orden mundial criminal?

Para terminar, será preciso aclarar que cuando hablamos de razones morales o de un deber moral de
reformar, parece invocarse con ello el deber de asistencia rawlsiano y se incita a pensar que los países
ricos por el hecho de ser ricos deben ayudar a los países pobres, y en este caso su decisión será de qué
tan liberales y dadivosos sean estos países. Pero no es así cuando conocemos la razón por la cual se ha
acumulado su riqueza y su enorme ventaja económica y logramos ver que estos países son ricos en virtud
de la violación de un deber negativo, y que por tanto la necesidad de construir instituciones más justas
viene dada no por un deber, sino por una exigencia, no por la buena voluntad, sino por una obligación
derivada de un derecho que le ha sido violado a los menos favorecidos del actual orden institucional
mundial: los pobres globales.

Notas
1 El DRG –Dividendo sobre Recursos Globales– es planteado por Pogge como una alternativa realizable en orden a la
distribución equitativa de los recursos.

2 Pogge Thomas. Asistiendo a los pobres globales. p. 9

3 Ibíd., p. 6

4 “Rawls mantiene que nuestra responsabilidad moral en relación con la pobreza severa
en el exterior puede ser descrita en su totalidad como un deber de asistencia”. Pogge
Thomas, Reconocidos y violados por la ley internacional: los derechos humanos de los
pobres globales. Traducción de Andrea León Montero. p. 9

5 Ibíd., p. 41

6 Ibid. p. 41.

7 Pogge Thomas, La importancia Internacional de los Derechos Humanos. p. 29

8 Si un individuo actúa de manera consciente, y conoce las consecuencias y el


significado moral de la acción en cuestión, y (2) actúa voluntariamente, es decir, tiene la
opción de actuar de manera diferente, (3) entonces, el individuo es responsable por sus
acciones. [(1) & (2) son condiciones de (3)]. Gosepath Stephan, Responsabilidad por la
eliminación de daños morales. p. 3

9 Kant Immanuel, La metafísica de las costumbres. Tauros. Madrid. 1989. p. 30.

10 Pogge Thomas. Asistiendo a los pobres globales. p. 28

11 Ibid. Pág. 28

El dividendo global de recursos, propuesta para erradicar


la pobreza estructural
Por
Verónica Pasos Pérez
Estudiante de Ciencias Políticas
Universidad EAFIT
lopxyz@hotmail.com
Resumen
Este artículo ilustra cómo para Thomas Pogge la magnitud y la extensión de la pobreza mundial1
conducen a la necesidad de reformar el orden económico actual. Reforma que consistiría en la
introducción de un impuesto global sobre el uso de los recursos naturales, el cual tendría como
principales beneficiarios las áreas más pobres del mundo, garantizándoles así un usufructuo sobre el
patrimonio común. Con el fin de que “todos los seres humanos puedan satisfacer sus propias
necesidades básicas con dignidad” (Pogge, 2004, 250)

Abstract
This article illustrates how for Thomas Pogge the magnitude and extension of world poverty lead to the
necessity for reforming the present economic order. The reformation would consist of the creation of a
global tax on the use of natural resources, which would have as main beneficiaries, the poorest areas of
the world, and thus guaranteeing them profits over the common patrimony. In order to make sure that:
“all human beings can satisfy their own basic necessities with dignity”2 (Pogge, 2004, 250)

1. Introducción
Pese al amplio conocimiento que se tiene sobre la pobreza global, son muy pocos los que consideran que
los países más desarrollados tienen la obligación moral (obligación que se comprende como un cierto
tipo de deber de connotación moral, pero no de moral positiva, sino en términos de un deber negativo
de no reproducir la injusticia) de encabezar políticas redistributivas para el beneficio de los más pobres.
Pogge argumenta que los países más ricos son más que potenciales entes caritativos (Pogge, 2004, 270),
ya que tienen una responsabilidad negativa, es decir, una obligación moral de cesar su participación e
imposición de un orden global que ayuda a aumentar los índices de pobreza.

Para lograr que se cumpla con dicha obligación, Pogge propone el dividendo sobre recursos globales, en
adelante DRG, el cual comporta una estructura donde los gobiernos se comprometen a compartir un
porcentaje sobre los recursos naturales que usen o vendan. Este porcentaje se denominaría dividendo y
beneficiaría especialmente a los pobres del mundo que “poseen una porción inalienable de todos los
recursos naturales no renovables” y sería un primer paso para la implementación de las políticas
redistributivas (Pogge, 2004, 249)

El DRG puede asimilarse con lo que autores como Van Parijs llaman la renta básica, “ingreso pagado por
una comunidad política a todos sus miembros de manera individual, independientemente de sus medios
y no a cambio de trabajo” (Parijs 2002,94), ya que éste es definido como un dividendo que se le da a los
miembros de una comunidad por el hecho de considerarse accionistas de los recursos naturales de su
país; cabe aclarar que aunque la meta es hacer a todos “propietarios” de los recursos naturales de un
país se guarda cierta proporción ya que quienes poseen más cosas que lo que le corresponde a todos
obtendrán ‘menos’ de los dividendos comunes, es decir 0 pesos.

La renta básica encuentra su justificación en la idea de la distribución del ingreso que permita
garantizar aspectos como la libertad real de las personas, el soporte material de la ciudadanía, derechos
económicos, y el derecho que tienen todos los miembros de la sociedad a participar en el usufructo del
patrimonio común, ya sea el caso del petróleo, del arriendo de bosques, minería, etc.

Este texto pretende: primero, señalar la relación que Pogge establece entre la pobreza global y los
deberes negativos con el propósito de que se constituya en un problema que se tome en serio y no como
un mero acto de beneficencia. Segundo, presentar la propuesta del DRG como un mecanismo político y
económico de implementación de la renta básica, como una herramienta idónea y eficaz para combatir
la pobreza global.

2. El deber negativo de los países más


ricos para erradicar la pobreza
Pogge es claro al diferenciar dos formas que se tienen para concebir la pobreza como desafío moral: la
primera consiste en el incumplimiento de un deber positivo de ayudar a los demás en tanto A está mejor
que B, por lo que A podría ayudar a B sin que esto significase un desmejoramiento en la calidad de vida
de A. Sin embargo, para Pogge un deber positivo no es suficiente para crear conciencia de la necesidad
de disminuir la pobreza mundial, aun cuando ésta constituye una desigualdad radical (Pogge, 2004,
251), pues en el mejor de los casos al no ayudar a bajar los índices de pobreza se estaría violando un
deber positivo de beneficencia, lo cual moralmente no implicaría más que un acto de egoísmo y en
ningún caso se estaría violando un deber negativo de justicia ya que se podría argumentar que los países
ricos no contribuyen directamente a la agudización de la pobreza en países en vías de desarrollo y que
ésta es en gran parte producto de sus estructuras internas.

De ahí que muchas de las medidas que se toman para combatir la pobreza por parte de los países ricos
son débiles y gozan de un carácter discrecional, arrojando resultados poco eficaces y poco valiosos,
puesto que ayudan a quienes desean ayudar, ya sea a aquellos con los que comparten un lazo de
comunidad o cultura, o aquellos frente a los que tengan ciertos intereses políticos o económicos. Y no
adquieren un compromiso serio frente al problema de la pobreza.

La desigualdad radical sólo adquiere su valor de responsabilidad negativa cuando Pogge introduce tres
enfoques específicos: los efectos de instituciones sociales compartidas, la exclusión sin compensaciones
del uso de los recursos naturales y los efectos de una violenta historia común. Haré referencia a los dos
primeros al considerarlos el fundamento de la propuesta del DRG.

El primer enfoque alude a que factores como las diferencias genéticas, o los desastres naturales que no
pueden adecuadamente explicar el esparcimiento de la inequidad que indiscriminadamente prevalece a
escala global. Afirma, además, que aquellos que están en la cima son los responsables por la pobreza ya
que toman ventaja de su gran influencia política y económica al imponer un orden global en las
instituciones internacionales que gobiernan los mercados, el comercio, los tratados, y las relaciones
internacionales que tienen una incidencia directa sobre los países más pobres, por esta razón, son
responsables por los efectos previsibles que sus acciones puedan tener.

Consecuentemente, señala que factores locales y especificidades de cada Estado como la desigual
distribución de los recursos naturales, la corrupción o la existencia de gobiernos opresivos no pueden
justificar la prevalecía de la pobreza. En cambio, sostiene que los países ricos se han encargado de
utilizar su poder para configurar las reglas de la economía mundial acorde con sus propios intereses,
privando a gran parte de la población de una participación justa de la renta global, situación que se
podría evitar con mecanismos como el DRG. Es aquí precisamente donde radica la responsabilidad
negativa de los países ricos al violar un deber negativo de justicia, porque se está reconociendo que
estos países a través de sus esquemas institucionales contribuyen al empobrecimiento y muerte de miles
de personas que se ven inmersas en un orden institucional global que contribuye a perpetuar su miseria.

3. El DRG: mecanismo político y


económico de implementación de la renta básica
El segundo enfoque, expresa lo que sería la base de la propuesta del DGR:

“quienes hacen un uso más abundante de los recursos del planeta deberían compensar a quienes,
involuntariamente usan muy pocos.” (Pogge, 2004, 559)

Pogge afirma que los países más ricos disfrutan de ventajas significativas en el uso de los recursos
naturales, excluyendo a gran parte de la población pobre sin que obtengan beneficio alguno por la
utilización de los recursos. Y aunque éstos pagan por su uso, dichos pagos no se distribuyen de manera
tal que las utilidades recompensen a los pobres que no participan en esta actividad (muchas veces de
forma involuntaria), pues al ser accionistas de los recursos naturales del país tienen derecho a recibir un
dividendo por su explotación.

Este derecho se deriva de la condición de ciudadanos3 de cada uno de los integrantes de una
comunidad, y encuentra su materialización en la idea de una renta básica gracias a la cual reciben unos
ingresos periódicos, que aseguran la cobertura de sus necesidades materiales independientemente de
cuál sea su situación dentro de la esfera productiva, es decir, sin importar si se es un gran empresario o
un perezoso sin propiedad alguna, los dos en calidad de ciudadanos pueden disponer de una renta
(guardando la proporcionalidad) que tiene como objetivo no sólo “mejorar la alimentación, la atención
médica y las condiciones sanitarias de los pobres, sino también hacer posible que puedan hacerse cargo
de, y defender por sí mismos de manera efectiva, sus intereses básicos.” (Pogge, 2004, 250). Una renta
básica que les permita en última instancia, decidir sobre su vida, por cuáles caminos y con cuáles
medios han de buscar unos ingresos por su actividad.

De esta manera, el DRG se constituye en un mecanismo para buscar la erradicación de la pobreza


estructural. Pobreza que es sinónimo de una gran injusticia, frente a la cual muchos países ricos no
asumen más que un débil deber positivo de ayudar sin tomar conciencia de que están contribuyendo a
perpetuar la pobreza de muchas personas y que, por lo tanto, deberían asumir una responsabilidad
negativa, teniendo presente que sostienen una: “vinculación causal y moral con la suerte de los
pobres”. (Pogge, 2004, 266) Vinculación causal y moral que encuentra su justificación en el orden
institucional que han venido imponiendo los países ricos, el cual reproduce la pobreza de una manera
previsible y evitable; y se les priva a gran parte de los pobres de la posibilidad de participar en el
usufrutuo del patrimonio público, el cual es disfrutado sólo por ciertas élites.

Bibliografia
GIRALDO, Jorge. 2007. La renta básica, herramienta para la justicia global

POGGE, Thomas. 2004. Pobreza mundial y derechos humanos, Cambridge.

VAN PARIJS, Philippe. 2002. Hacia una concepción de justicia global.


www.nodo50.org/redrentabasica

Notas
1 La parte más pobre de la población mundial, el 46%, sólo posee el 1.2% de la renta
global. Un tercio de todas las muertes humanas están relacionadas con la pobreza. En el
otro extremo, el 15% de la humanidad, perteneciente a las economías de rentas altas,
posee el 80% de la renta global.

2 La traducción de la cita es responsabilidad de la autora de este artículo.

3 “Especialmente entre los que ven la renta básica como una política general contra la
exclusión, necesitan concebir la participación en un sentido más amplio, que incluya a
todos los residentes permanentes legales. El criterio operativo podría ser, para los no-
ciudadanos, un tiempo mínimo de residencia, o podría estar asociado a las condiciones
que actualmente definen la residencia con efectos impositivos”. Pogge cabría dentro de
este grupo. Van Parijs, Philippe. Hacia una concepción de la justicia global. Fundación
Confiar, 2002, Medellín. p.100

JUSTICIA y POBREZA
Notas sobre algunas tesis de Thomas Pogge

Por
Francisco Cortés Rodas
Coordinador GIFP
Universidad de Antioquia

El tema de la pobreza y de las causas que la producen está en la agenda política actual en nuestro país.
La evidencia del hambre y la pobreza la hemos visto en estos días con la muerte de niños en el Chocó y
en otras regiones pobres del país. Muchas de estas muertes se deben a causas relacionadas con la
pobreza. Uno de los más importantes filósofos políticos del presente, dedicados al tema de la pobreza y
la justicia global, es Thomas Pogge, quien realizó entre el 7 y el 11 de mayo de 2007 un curso de
doctorado en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. El Grupo de Investigación de
Filosofía Política (GIFP) de la Universidad de Antioquia se encargó de la coordinación y organización de
este curso de doctorado. Los estudiantes investigadores del GIFP (Felipe Piedrahita, Camilo Gallo,
Wilmar Martínez y David Rico) organizaron un coloquio preparatorio a la obra del destacado filósofo
alemán, la semana anterior al curso doctoral, cuyo título fue: “Derechos humanos, pobreza, salud y
justicia global. Coloquio sobre Thomas Pogge”. Las ponencias presentadas en este evento, un artículo de
Leonardo García Jaramillo, estudiante de la Universidad de Caldas, otro de Verónica Pasos, estudiante
de la Universidad Eafit y finalmente unas notas tomadas del artículo “Propuesta para un Dividendo sobre
Recursos Globales”, de Thomas Pogge, hacen parte de este número especial de la Revista Debates,
dedicada al tema de la pobreza mundial y la justicia global. Quiero destacar el trabajo de los
estudiantes-investigadores miembros de este grupo. Creo que actividades como ésta, que los
estudiantes del GIFP emprendieron y sacaron adelante con tanto empeño y trabajo y con un tan buen
nivel de organización y de altura académica, son de mucha importancia para la Universidad y para el
país. Quiero, finalmente agradecer a la Revista Debates por la invitación a publicar estas ponencias en
este número.

Voy a dar inicio a este comentario reproduciendo el interrogante que, a mi juicio, constituye el punto
de partida, a la vez que el núcleo, de la propuesta de Thomas Pogge. Esta pregunta puede formularse
de dos formas: ¿Por qué podría ser un deber moral para los ciudadanos y gobiernos de los países ricos
asumir la responsabilidad ante la actual situación mundial de pobreza extrema y contribuir a la
modificación del orden institucional global? ¿Por qué podría ser un deber moral para los ciudadanos más
favorecidos en nuestro país asumir la responsabilidad ante la actual situación de pobreza extrema y
contribuir a la modificación del orden institucional nacional?

Las preguntas –como puede verse– son sumamente complejas y probablemente admitan muchas y
variadas respuestas. Voy a presentar solamente los rasgos generales de la opinión dominante en los
países más desarrollados sobre la pobreza y la desigualdad extrema, compartida por la mayoría de las
élites de los países latinoamericanos, para mostrar las razones en que se basan los ciudadanos y
gobiernos de los países ricos así como los gobiernos y ciudadanos más favorecidos en nuestros países
para no asumir la responsabilidad ante situación de pobreza extrema, es decir para dar una respuesta
negativa a los dos preguntas anteriores, respuesta negativa que se traduce en: los ciudadanos y
gobiernos de los países ricos no tienen un deber moral para asumir la responsabilidad frente a la
pobreza.

Según esta opinión, los fenómenos de pobreza y desigualdad radical que se dan particularmente en los
países pobres, no son consecuencia del funcionamiento del sistema global de las instituciones
económicas y políticas ni son resultado de la imposición de condiciones inequitativas en las
transacciones económicas y en las relaciones políticas por parte de las naciones más ricas sobre las más
pobres. El crecimiento de la pobreza no se puede atribuir, en este sentido, a la expansión del sistema
del mercado que con la creciente globalización ha generado más oportunidades y aumentado el
bienestar en muchas regiones del mundo, sino más bien, a factores históricos, culturales,
antropológicos, políticos, específicos de algunos de los países más pobres, que condicionan la
reproducción de la pobreza y la imposibilidad de construir en ellos instituciones políticas democráticas y
de alcanzar un nivel mínimo de justicia social. Esto quiere decir, para quienes defienden esta opinión,
primero, que el sistema global de las instituciones económicas y políticas es justo, puesto que funciona
en concordancia con las reglas de intercambio equitativo conformadas por el mercado y con los
principios universales de justicia definidos para establecer las relaciones entre los Estados; y, segundo,
que las desigualdades extremas, la extensión y gravedad de la pobreza en muchas regiones del mundo
dependen de factores locales, del defectuoso funcionamiento de las economías nacionales y de la
corrupción e incompetencia de sus élites.1 Esta explicación del fenómeno de la pobreza la denomina
Thomas Pogge con el término “explicación nacionalista”.2 Esta explicación es válida en el sentido en
que plantea la necesidad de identificar problemas específicos de cada uno de los países pobres que
contribuyen a la reproducción y el mantenimiento de las grandes desigualdades y porque permite
mostrar que las causas de la pobreza no dependen únicamente del sistema económico global; sin
embargo, ella no es una explicación suficiente porque no considera la forma en que las estructuras de
poder de las instituciones económicas y políticas globales influyen en el mantenimiento de las
estructuras de poder en los países pobres, como muestra Pogge en sus libros.

Las elites o grupos dirigentes de algunos países de Latinoamérica y particularmente este es el caso en
Colombia, no reconocen tampoco la relación entre la pobreza de las mayorías y la riqueza que ellos
disfrutan, ni aceptan su responsabilidad frente a las situaciones de pobreza y absoluta desigualdad que
se dan en estos países. Según su opinión, que reconstruyo aquí de una manera muy general y
esquemática, los fenómenos de pobreza y desigualdad extrema, no son consecuencia del funcionamiento
de las instituciones económicas y políticas creadas a lo largo del proceso de formación de los Estados
nacionales, ni son el resultado de la imposición de condiciones inequitativas en las relaciones
económicas, laborales y políticas por parte de los grupos más poderosos sobre los más desfavorecidos.
Algunas de las élites dominantes en estos países interpretan el proceso de articulación de estas
economías nacionales en el sistema de la economía capitalista y en el orden político internacional como
un progresivo proceso de ampliación y crecimiento de los mercados, las instituciones políticas
democráticas y las oportunidades sociales; en suma, ven, como por ejemplo se puede apreciar en los
libros de Salomón Kalmanovitz y Posada Carbó, ven digo la inserción de estos países en el sistema
internacional económico y político moderno como un proceso de inclusión, el cual, aunque ha tenido
momentos de estancamiento y retroceso, −dictaduras militares, gobiernos populistas, negociaciones a
medias con los paramilitares etc.− ha estado, sin embargo, orientado por la aspiración de crear las
condiciones necesarias para el mejoramiento y el bienestar de las mayorías.3 En este sentido, la
persistencia de la pobreza en estos países no se puede atribuir a los procesos de modernización de los
mercados y de las instituciones políticas democráticas, que con su desarrollo, expansión y
fortalecimiento han ido creando más y mejores oportunidades para todos, sino más bien, a factores
culturales o étnicos, propios de algunos tipos raciales,4 o a la influencia de un catolicismo hispánico
alejado de una concepción ética de la autonomía individual,5 o al influjo de ideologías políticas
igualitaristas, que han favorecido y estimulado la corrupción, la ineficiencia y la vagancia, o como otros
afirman, la pobreza es resultado de una economía débil, por la cual ningún grupo o persona puede ser
hecho responsable.6 Independientemente de cuál de estas posiciones se adopte, una opinión muy
fuerte, compartida por muchos miembros de los grupos más beneficiados en estos países es la de que la
pobreza es responsabilidad exclusiva de los mismos pobres. “Cada vez más, escribe Zigmunt Bauman,
ser pobre se considera un crimen; empobrecerse, un resultado de predisposiciones o intenciones
criminales: alcoholismo, juego, drogas, holgazanería y vagabundeo. Los pobres, lejos de ser dignos de
atención y asistencia, merecen odio y condena”.7 En suma, muchos de los más privilegiados consideran
que están en su derecho de culpar a los pobres por su suerte y de desprenderse de toda responsabilidad
frente a su destino de hambre y desesperación. Esta explicación del fenómeno de la pobreza la voy a
denominar “explicación discriminatoria”.

Ahora bien, una buena parte de la opinión pública en los países desarrollados asume como suficiente a
la “explicación nacionalista”, y las élites de algunos países de Latinoamérica encuentran
completamente satisfactoria la “explicación discriminatoria”, para dar cuenta del fenómeno de la
pobreza. De este modo, buscan unos y otros racionalizar y dar un cierto grado de coherencia moral a las
preguntas y demandas planteadas por la existencia de la pobreza. Si, de un lado, el sistema global de
las instituciones económicas y, de otro lado, los sistemas económicos y políticos nacionales de estos
países, no han contribuido causalmente y de manera significativa con la creación y reproducción de la
pobreza, entonces, los ciudadanos más favorecidos de los países más desarrollados y de los países
pobres no tienen que ver de manera directa ni son responsables frente al incremento de la pobreza. Así,
mediante esta racionalización se define, en términos de la justicia entre los Estados, el alcance de la
acción política de los Estados más desarrollados. Ésta se expresa en el supuesto, formulado por el
liberalismo nacionalista, que representó John Rawls, de que a la justicia internacional le concierne el
orden jurídico de las relaciones de poder entre los Estados y no la distribución justa de los recursos
económicos y de las oportunidades sociales. Se establece además, que las obligaciones y
responsabilidades de los Estados más ricos de asistir a Estados más pobres en situaciones de necesidad,
tienen solamente el carácter de deberes positivos, que se concretan mediante una política de
solidaridad humanitaria. Y en relación con la acción política de los Estados de los países en vías de
desarrollo se define que la función distributiva del Estado tiene que ver con el mero aseguramiento de
los derechos civiles y políticos individuales y no con la garantía de los derechos económicos y sociales.

De este modo, los ciudadanos con mayores recursos pueden justificar una cierta actitud de indiferencia
frente al destino de los más pobres: si la pobreza depende de la corrupción e incompetencia de las
élites de los países más pobres, como lo dice la “explicación nacionalista”, no es mucho lo que pueden
hacer los países más desarrollados, si en las regiones atrasadas del mundo no se dan soluciones internas
a sus propios problemas; si la pobreza de algunos grupos de la población de los países en vía de
desarrollo depende de factores individuales o raciales, o de la fragilidad de sus economías, como lo
asevera la “explicación discriminatoria”, no es mucho lo que pueden hacer los ciudadanos privilegiados
de estos países, si los pobres no están dispuestos a buscar y aprovechar las oportunidades existentes
para salir de su pobreza. Así pues, lo que se consigue mediante esta racionalización es la justificación
de una posición frente a la pobreza, que, como escribe Pogge, se expresa básicamente en dos prejuicios
morales: “la persistencia de la pobreza extrema en los países pobres no requiere de nuestra atención
moral, y no hay nada seriamente malo con nuestra conducta, políticas y con las instituciones
económicas globales que hemos forjado en consideración de la pobreza mundial”.8

Esta explicación de la pobreza y la desigualdad extremas, defendida por una parte importante de la
opinión pública, se sostiene y es apoyada por interpretaciones más sofisticadas, realizadas por
importantes filósofos y teóricos de la política, interpretaciones que tienen como elemento común el
desconocimiento de la responsabilidad que tienen los ciudadanos con mayores privilegios frente a la
extensión y la gravedad de la pobreza a nivel mundial. Pero sobre estas teorías no me puedo extender
ahora.

NOTAS
1 Véase: Michael Walzer, “The Moral Standing of Staates”, Philosophy and Public Affairs, 9, 1989, p. 224-5. John Rawls, “The Law of Peoples”,
Cambridge, Mass., 1999, p. 105 ss. Para más detalles véase: Landes David, The Wealth and Poverty of Nations: Why Some Are so Rich and Some
so Poor, New York, Norton, 1998; Harrinson Lawrence E. and Samuel Huntigton, eds. Culture Matters. How Values Shape Humane Progress, New
York, Basic Books, 2001.

2 Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Polity Press, Cambridge, 2002, p.
112, 139, 152.

3 Véase: Rodrik, Dani, Has Globalisation Gone Too Far? Washington D.C. Institute
for Internacional Economics, 1997. Rodrik, Dani, The New Global Economy and
Developing Countries: Making Openess Work, John Hopkins University Press,
Washington D.C., 1999. Kalmanovitz, Salomón, Las instituciones y el desarrollo
económico en Colombia, 2001, Norma, Bogotá; Ocampo José Antonio, Crisis mundial,
protección e industrialización, 1984, Ediciones Cerec, Bogotá; Krause, Enrique, Por
una democracia sin adjetivos, México, Joaquín Mortiz/Planeta, 1986; Bernardo
Kliksberg, El rediseño del Estado para el desarrollo socioeconómico y el cambio. Una
agenda estratégica para la discusión, 1997, Washington, INDES-BID. Banco Mundial,
1997, Informe sobre el desarrollo mundial 1997. El Estado en un mundo en
transformación, Washington, Banco Mundial; World Bank, World Development Report
2004, New York: Oxford University Press, 2004. Evans Peter, “El Estado como
problema y como solución”, en: Desarrollo económico, 1996, No. 140, Vol. 35.

4 La doctrina del determinismo racial fue planteada en el Comité de Eugenesia de la


Asociación Genética Américana y de la Oficina de Registros Eugenésicos. El gobierno
norteamericano trató de imponer estas doctrinas a todo el continente mediante el Código
discutido en la Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura, reunida en La
Habana en 1927. “En Colombia, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, científicos
como Miguel Jiménez López importaron las teorías de Lambrozo y Brocca y, se
realizaron medidas antropométricas para demostrar la inferioridad racial de los
colombianos. Políticos, sacerdotes, médicos y educadores reaccionaron proponiendo
correctivos que incluían la importación de vascos, el traslado de antioqueños y la
apertura de penitenciarías en regiones de “salvajes”, e inclusive experimentos con
sustancias químicas y electrochoques”. Cita tomada de Jaime Arocha, “Ley 70 de 1993:
Utopía para afrodescendientes excluidos” en: Utopía para los excluidos. El
multiculturalismo en África y América Latina, Jaime Arocha, (compilador), Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, 2004, 165.

5 Véase: Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Económica,


México, 1981.

6 Véase: Rodrik, Dani, The New Global Economy and Developing Countries, Op.cit. El
Crecimiento Económico Colombiano en el Siglo XX, GRECO-Grupo de estudios del
Crecimiento Económico del Banco de la República, FCE, Bogotá, 2004, p. 41 ss.
Kalmanovitz, Salomón, “Los filósofos piensan la crisis”, en: El Malpensante, No. 46,
Bogotá, p. 86-95.

7 Zigmunt Bauman, La postmodernidad y sus descontentos, Akal, Madrid, 2001, 59.

8 Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op.cit., 4.

Ddddddddddddddddddd

4) El argumento del globalismo débil: Thomas Pogge


Pogge defendió en sus primeros escritos algunas de las tesis del globalismo
radical, pero en su más reciente libro World Poverty and Human Rights
sostiene tesis políticamente más pragmáticas. Propugna por un concepto de
justicia global, pero a diferencia de Beitz que lo obtiene de una presunción
básica a favor de la igualdad, deriva la redistribución internacional de los bienes
y riquezas de la responsabilidad que surge de crear o mantener instituciones
injustas. En la argumentación de Pogge no es defendida ni la validez del
principio de diferencia como una demanda de justicia global ni la idea de un
Estado mundial como el instrumento que haría posible realizar las exigencias
de justicia redistributiva a nivel universal.
La incoherencia que Pogge denuncia contra Rawls es una incoherencia en el
nivel del imperativo moral. Admitir dos estándares morales divergentes en los
niveles nacional e internacional significa adoptar una doble moralidad. Así, la
pregunta que plantea Pogge es ¿porqué deben ser diferentes los deberes
morales que limitan el orden económico que imponemos sobre otros en el
contexto nacional y en el contexto global? o ¿porqué las pretensiones y las
responsabilidades son mucho menos sustanciales en el primer caso que en el
segundo?37 Según la teoría de Rawls, las partes que representan a personas
individuales aceptan un deber negativo de no imponer un sistema económico
nacional que genere desigualdades radicales y pobreza, pero no aceptan que
se introduzca un deber negativo igual con respecto al sistema económico
global. Así, Rawls en su Teoría de la justicia propone un deber negativo en
relación con la pobreza doméstica, que implica un proceso redistributivo de los
bienes y riquezas, diseñado mediante los dos principios de justicia; y en
37 World Poverty and Humans Rights, Op. cit., p. 94, 95, 120 ss.
18
relación con la pobreza global formula en El derecho de gentes el deber
positivo de asistencia, y objeta que se considere a la justicia internacional como
un problema de justicia distributiva. De este modo, Rawls demanda en el caso
doméstico que las normas de interacción económica deben ser conformadas a
partir de las exigencias de justicia, y no construidas y diseñadas a través de la
libre negociación entre los Estados; por el contrario, en el contexto
internacional acepta que la interacción económica se dé en términos de la libre
negociación y rechaza un principio que valore y enjuicie este orden económico
a la luz de sus efectos distributivos.
Esta doble moralidad que resulta de admitir dos estándares de justicia
diferentes en los niveles nacional e internacional, puede no merecer ser
condenada si se puede mostrar que la distribución desigual de la riqueza no
tiene un impacto en la justicia entre las sociedades. Pero este no es el caso.
“Aquí, las sociedades ricas, que controlan conjuntamente el 82 % del producto
global y el acceso lucrativo a los mercados del mundo, disfrutan de una gran
superioridad de poder de negociación, información y pericia respecto a las
sociedades pobres, tomadas en conjunto. Capaces y deseosas de explotar
esta superioridad, modelan el orden económico global de modo que favorezca
lo máximo posible su ventaja y capturar la parte del león de los beneficios de la
interacción económica. La mano invisible guía estos asuntos por la dirección
equivocada, permitiendo a las sociedades ricas adquirir índices de crecimiento
superiores en PIB per cápita, y por lo tanto, agravando todavía más las
diferencias en poder de negociación”.38 De este modo, Pogge muestra que en
un mundo con tan grandes desigualdades, las instituciones domésticas de las
sociedades pobres son vulnerables de ser perjudicadas por los intereses
económicos y políticos de las sociedades más ricas y poderosas. “Al permitir
que este orden global sea modelado y ajustado a través de la libre negociación
entre los Estados, Rawls lo relega casi enteramente más allá del enjuiciamiento
moral”.39 En este sentido, la propuesta de Pogge consiste en proponer un
principio de justicia que evalúe alternativas al orden económico global en
términos de sus efectos distributivos, así como el principio de diferencia evalúa
alternativas para estructurar una economía nacional. Es importante anotar aquí
38 Thomas Pogge, “La incoherencia entre las teorías de la justicia de Rawls”, Op.cit. 38.
39 Thomas Pogge, “La incoherencia entre las teorías de la justicia de Rawls”, Op.cit., 39.
19
que Pogge no propone expandir el principio de diferencia de la teoría de Rawls
al ámbito internacional, ni argumenta a favor de una maquinaria de
redistribución global, como lo hace el globalismo radical. Intenta más bien
desarrollar un principio de justicia que permita examinar el orden económico
global en relación con sus consecuencias distributivas.
Uno de los aportes centrales de la teoría de justicia de Pogge es establecer
mecanismos para establecer la responsabilidad que tienen los países más
ricos, las grandes multinacionales y corporaciones internacionales, así como
las élites de los países pobres, por las situaciones de pobreza y desigualdad
radical existentes en el mundo. Pogge no piensa que los países ricos están
obligados hacia los pobres solamente por el hecho de su mayor desarrollo
económico y superior bienestar. El imperativo de redistribución no es obtenido
por medio de una demanda igualitaria, sino más bien por un imperativo de
justicia correctiva.40 No es por que ciertos países son miserables que los países
ricos tienen una obligación moral de ayudarlos. Si tienen una obligación es
debido a que ellos tienen una responsabilidad por esa miseria, ya sea por
haberla originado o por mantenerla. “Los pobres de este mundo no son
simplemente pobres y hambrientos, sino que son empobrecidos y conducidos
al hambre por nuestras instituciones comunes, las cuales determinan sus
vidas”, escribe Pogge.41
Pogge muestra que es falsa la tesis defendida por el liberalismo nacionalista,
según la cual las situaciones de pobreza y desigualdad radical existentes en el
mundo subdesarrollado no son un problema de justicia económica global. Estas
son efectivamente un problema de justicia global debido a que han sido
producidas por la imposición de distintas formas de dominación política y
explotación económica por parte de los países más poderosos sobre los más
pobres, y esta imposición se ha dado históricamente desde la conquista y
colonización hasta el presente. Así, lo que es injusto no es la distribución
desigual de los recursos naturales y los bienes, sino el hecho de que esa
desigualdad resulta de actos de imposición que las instituciones internacionales
respaldan a través de darse ellas mismas una legitimación institucional que les
permite resistirse a reformas. Una distribución más equitativa de los recursos
40 World Poverty and Humans Rights, Op. cit., p. 129 ss.
41 Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op. cit., p. 201.
20
naturales y los bienes no es una pretensión en sí misma derivada de una
premisa igualitaria, sino un medio posible para la compensación de injusticias y
para una reparación parcial de sus daños.
Para establecer la responsabilidad que los países más desarrollados tienen en
la implementación de estas políticas, Pogge demuestra que hay una relación
causal que vincula las situaciones de pobreza existentes en muchas regiones
del mundo con el beneficio que han obtenido los países más ricos, los actores
determinantes del sistema económico mundial y los grupos más poderosos al
interior de las organizaciones políticas de los países pobres. La existencia de
esta relación causal es demostrada mediante la justificación de tres
planteamientos.42 El primero afirma que la desigualdad existente en el mundo
es el efecto de instituciones comunes, particularmente, el mercado, que con la
creciente globalización ha generado una mayor desigualdad. Para justificar
este planteamiento Pogge demuestra que el sistema del mercado genera
ventajas para unas personas y desventajas para otras; que este sistema podría
organizarse de una forma distinta de tal manera que la distribución de los
beneficios no produjera un aumento de las desigualdades; y que las
desigualdades que produce no pueden atribuirse a factores extrasociales como
limitaciones genéticas o catástrofes naturales. El segundo afirma que en el
mundo actual se produce una apropiación absolutamente desigual de las
riquezas del subsuelo y de otras materias primas del planeta. Para justificar
este planteamiento Pogge muestra que las personas con mayores recursos
económicos usan una parte proporcionalmente mucho mayor de los recursos
naturales disponibles, y lo hacen de manera unilateral sin compensar de
ninguna forma a los pobres por esa apropiación. El tercero afirma que la
desigualdad radical existente en el mundo es el resultado de un proceso
histórico atravesado por una masiva violencia. Para justificar este
planteamiento Pogge afirma que no se trata de reparaciones históricas. La idea
es que no se deben permitir diferencias tan grandes determinadas por la
posición social de las personas, cuando tener esa posición depende de
procesos históricos en los que la violación de las reglas y principios morales y
jurídicos fue lo más corriente.
42 Véase: Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op. cit., 199 ss.
21
Mediante la articulación de estos tres planteamientos Pogge demuestra,
entonces, que el actual orden mundial es injusto y que los países más
desarrollados y los ciudadanos del mundo con mayor bienestar, tanto de los
países ricos como de los pobres, están directamente involucrados en la
creación y el mantenimiento de la pobreza a nivel mundial. La pobreza y la
desigualdad radical no son pues fenómenos distantes con los cuales los países
más desarrollados y sus ciudadanos más favorecidos no tengan nada que ver.
Por el contrario, los países más desarrollados están implicados en el destino de
la población de los países pobres en la medida en que 1) los han obligado a la
pertenencia a un orden mundial en el que se produce regularmente pobreza; 2)
han contribuido a excluirlos del usufructo de materias primas, 3) han defendido
una desigualdad radical que es resultado de un proceso histórico atravesado
por violencia. A partir de considerar esta implicación tienen, entonces, los
países más desarrollados y los ciudadanos del mundo con mayor bienestar, la
responsabilidad “negativa” y el deber de no contribuir al mantenimiento del
orden actual, obtener provecho de él y en participar en propuestas para
cambiarlo.43 A través de mostrar que los países más ricos obtienen un
provecho de una situación injusta históricamente y que contribuyen a perpetuar
una desigualdad injustificable en la forma en que la gente sea tratada, Pogge
señala exactamente las razones que dan origen a un deber moral de justicia a
nivel global. El planteamiento de Pogge de un dividendo global de las materias
primas es una propuesta de justicia redistributiva de bienes a nivel mundial
para hacer efectivas las reparaciones por los daños producidos por el sistema
económico mundial. Ésta puede entenderse como parte del programa
normativo para desarrollar la estructura básica de un sistema de justicia
cosmopolita, que permita que los miembros de las sociedades empobrecidas
por las formas de dominación impuestas por el sistema económico y político
global, puedan obtener los recursos que son necesarios para la construcción
de un orden democrático y justo en sus respectivos Estados.
43 Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op. cit., p. 210.
22
Conclusión
En la filosofía del derecho internacional el realismo afirma que el principio que
rige las relaciones interestatales es el de la soberanía absoluta de los Estados.
Para el realismo la protección de los derechos humanos es un asunto de
política interna de cada Estado. Un Estado soberano puede asegurar y respetar
los derechos de sus ciudadanos (y efectivamente muchos lo hacen) y así
obtener su legitimidad política interior o puede no hacerlo. En virtud de la
validez absoluta de los principios de autodeterminación política y de
nointromisión
en los asuntos internos se sigue, que los restantes Estados no
pueden intervernir para preservar los derechos humanos de los ciudadanos de
un Estado extranjero. La cuestión de la garantía de los derechos humanos
depende por tanto de la política interior de cada Estado. Según el realismo no
puede haber una instancia superior a la autoridad estatal soberana que pueda
imponerle a un Estado orientaciones sobre cómo conformar su organización
política interior o que pueda imponerle sanciones por el incumplimiento de
ciertos estándares universales de respeto a los derechos humanos. En la
argumentación del realismo se establece que a la justicia internacional le
concierne solamente la regulación normativa de las relaciones de poder entre
los Estados. Esta regulación, formulada en la teoría clásica del derecho
internacional, comprende los siguientes principios: a cada Estado le
corresponde la tarea de asegurar los derechos humanos al interior de sus
propias fronteras; cada Estado posee una soberanía ilimitada, la cual otorga a
las entidades políticas estatales el derecho a la autodeterminación política y el
derecho a la no-intromisión en los asuntos internos; entre los Estados no existe
el deber de compartir su bienestar material con otros Estados. Así pues, para
estructurar la regulación normativa de las relaciones de poder entre los Estados
no es necesario establecer un poder supraestatal.
El liberalismo nacionalista cuestiona la primacía absoluta del principio de
soberanía sobre el principio de los derechos humanos. La legitimidad del orden
internacional exige el respeto de los derecho humanos. Para el liberalismo
nacionalista la legalidad del Estado se debe fundamentar en su legitimidad. Si
un Estado es ilegítimo, porque basa su poder en la violación sistemática de los
derechos fundamentales de sus ciudadanos, no solamente no merece el
reconocimiento como Estado por la comunidad de naciones, sino que ésta
23
puede intervenir para preservar los derechos humanos de los ciudadanos de un
Estado extranjero. De esta tesis se sigue que ningún Estado puede apelar a la
tesis de la primacía del principio de la soberanía para impedir el juzgamiento de
uno o de algunos de sus nacionales acusados de crímenes internacionales, o
para promulgar leyes de amnistía que incluyan delitos como la tortura, el
genocidio, ejecuciones sumarias y otras violaciones graves de los derechos
humanos.
La diferencia central entre el realismo y el liberalismo nacionalista consiste en
que este último introduce el deber de asistencia entre los Estados como un
principio del derecho de gentes. Salvo esta diferencia, los principios de justicia
internacional del liberalismo nacionalista reproducen en gran medida los
principios de la política realista que han orientado el derecho de gentes. Así,
mientras que el realismo defiende que los Estados no tienen el deber de
compartir su bienestar material con otros Estados, el liberalismo nacionalista
sostiene que entre los Estados existe un mínimo deber de asistir a otros
Estados que vivan bajo condiciones no favorables que les impidan alcanzar un
régimen político y social justo. El deber de asistencia no es concebido, sin
embargo, como un deber de justicia distributiva a nivel internacional.
El liberalismo nacionalista establece dos estándares de justicia diferentes para
evaluar la justicia doméstica y el orden económico global. En el caso doméstico
la justicia distributiva tiene como función conformar la estructura básica de una
sociedad a partir de exigencias de justicia. En el contexto internacional las
relaciones entre los Estados se basan en los principios de la autonomía política
y de la igualdad jurídica de los Estados. El liberalismo nacionalista rechaza por
esto un principio que enjuicie el orden económico global a la luz de sus efectos
distributivos.
El liberalismo nacionalista considera que no se pueden calificar como injustas
las profundas deprivaciones que viven hoy millones de personas en el mundo
entero, ni que las situaciones de pobreza y desigualdad radical existentes en el
mundo en vía de desarrollo sean un problema de justicia económica global. El
hecho de que existan tan grandes desigualdades no quiere decir
necesariamente que éstas son injustas. Para el liberalismo nacionalista la
respuesta ética a las desigualdades radicales y a la pobreza es una respuesta
humanitaria que no tiene que ver con justicia. Esto se expresa en que no puede
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haber principios de justicia distintos de aquellos establecidos por cada
comunidad para regular internamente su vida política, es decir, que no hay
principios de justicia global.
Por el contrario, el globalismo considera que las desigualdades radicales y la
pobreza existentes en el mundo son injustas. Por esto adopta un concepto de
justicia global que obtiene de una presunción básica a favor de la igualdad,
como lo hace Beitz, o de establecer la responsabilidad que surge de crear o
mantener instituciones injustas, como lo propone Pogge. Para el globalismo
radical, las grandes diferencias entre países ricos y pobres manifiestan una
profunda injusticia que debe ser corregida mediante una concepción global de
justicia distributiva, que debe implementarse mediante un Estado mundial.
La concepción de justicia del globalismo débil no plantea solamente el asunto
de la distribución justa de los bienes, sino que, en la medida en que parte de un
análisis de los fenómenos de injusticia y de sus raíces históricas, se propone
como problema central el problema de la conformación de las relaciones de
poder político y económico tanto a nivel local, nacional y global. Según el
globalismo débil, las instituciones globales son injustas no por la distribución
desigual de los recursos naturales. Si esas instituciones son injustas es debido
a que las normas con que ellas operan imponen globalmente un orden que
perpetua la pobreza en una gran parte de la población mundial que está sujeta
a ese orden sin ninguna manera de resistirse a él. En este sentido, la igualdad
que el globalismo débil aspira a realizar no está relacionada con los efectos
redistributivos, sino con la elaboración de las reglas institucionales que impidan
que se mantengan y perpetúen estas injusticias. Lo que la justicia exige no es
una más o menos extensiva maquinaria de redistribución ya sea nacional o
global, sino poder transformar la situación de explotación económica y de
dominación política en los contextos local, nacional o global.
En suma, ha tratado de defender las siguientes ideas, de un modo que espero
resulte interesante.
1) El principio de la soberanía de los Estados, como principio supremo, no
puede ser utilizado hoy por el derecho de gentes para establecer las relaciones
normativas entre los Estados.
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2) En la medida en que la multiplicidad de sociedades están hoy en una
relación de cooperación y dependencia, deben ser distribuidas las ventajas y
cargas de tal forma que sean aceptables para todos los Estados del mundo.
3) Las relaciones normativas entre los Estados no pueden fundarse hoy a partir
de los principios de autodeterminación política y de no intromisión en los
asuntos internos, sino que requieren ajustarse a las exigencias de justicia
distributiva y de respeto de los derechos humanos.
4) Rawls somete la primacía del principio de soberanía sobre el principio de los
derechos humanos al respeto a los derechos humanos. Admite que un Estado
o que la comunidad de naciones puede intervenir en los asuntos internos de
otro en el caso de flagrantes violaciones de los derechos humanos. No acepta,
en cambio, la redistribución internacional de los ingresos y la riqueza.
5) Rawls diseñó dos teorías de la justicia para evaluar el orden doméstico y el
orden global. Acepta en el nivel doméstico una teoría redistributiva amplia, pero
niega que ésta pueda ser aplicada en la esfera internacional.
6) En relación con la pobreza global Rawls suscribe la tesis de que las causas
de la pobreza nacional y de la desigualdad internacional son puramente
domésticas. Rawls objeta que se considere a la justicia internacional como un
problema de justicia distributiva. Las exigencias de justicia entre los Estados se
cumplen mediante el deber de asistencia.
7) Algunos discípulos de Rawls, como Beitz, trataron de extender su teoría
doméstica a las relaciones internacionales, pero de manera inadecuada.
8) Pogge diseño, en World Poverty and Human Rights, una teoría redistributiva
amplia para aplicarse tanto en la esfera doméstica como en la internacional. A
diferencia de la teoría de Rawls, que no acepta la redistribución internacional
de los recursos, propone una forma de redistribución internacional a partir de
establecer la responsabilidad que surge de crear o mantener instituciones
injustas.
9) Pogge muestra que tanto los países más ricos como las élites de los países
pobres han obtenido y obtienen un provecho de una situación injusta
históricamente y que han contribuido a perpetuar una desigualdad injustificable.
A partir de esto indica las razones que dan origen a un deber moral de justicia a
nivel global.
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Hay dos aspectos del derecho internacional contemporáneo que he tratado de
articular en este artículo: la aceptabilidad de la intervención extranjera en el
caso de graves violaciones de los derechos humanos y la redistribución
internacional de los ingresos y la riqueza. Tanto la primera como la segunda se
sostienen para preservar el respeto de los derechos humanos. Esto no quiere
decir, sin embargo, que asistimos al fin del principio de la soberanía de los
Estados. Los Estados soberanos siguen siendo los actores principales en la
escena mundial, pues conservan el poder esencial de emplear la fuerza. A
diferencia de la argumentación del globalismo radical que minimiza el papel de
los Estados nacionales en la posibilidad de realización de los derechos
humanos, aquí he defendido, siguiendo el universalismo moral, que las
exigencias de justicia económica global y de respeto de los derechos humanos
requieren de la estructura normativa de los Estados.

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