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El Dogma Cristiano

JUAN LUIS SEGUNDO S. J.


PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA – 19871

Presentación

La teología no es función pertinente únicamente a los aspectos nocionales, intelectuales,


enunciativos, declarativos de la fe. Ella tiene que ver con los aspectos históricos, prácticos, vivos,
operativos, situados y situacionales de los compromisos de la fe de los cristianos. Es que estos
últimos son el lugar primario y originante de la teología; lugar teológeno de donde lo teológico
extrae su vigor y halla soporte histórico. Entendida como elemento derivado y momento segundo
de la praxis histórica de la fe, la reflexión teológica cumple un círculo hermenéutico que
pudiéramos aproximar así:
1) Reflexión creyente sobre los compromisos históricos de la fe que hoy y aquí realizan los
cristianos en continuidad analógica con el pasado de nuestra salvación.
2) Reflexión creyente sobre la escritura y la tradición histórica de la Iglesia en el horizonte de
comprensión y de actual experiencia de la comunidad eclesial.
3) No para la abstracción, la contemplación, la fruición o el escueto saber, sino para impulsar
desde un saber crítico y orgánico el caminar práctico, operativo y liberador de la comunidad
históricamente situada y comprometida en su fe.
El cristianismo es la historia viva y operante de quienes hoy, como en el decurso de los
tiempos, obedecen al Evangelio, peregrinan hacia la Casa del Padre, se abren a la trascendencia y
al Señor provocativo a partir de la inmanencia del hoy y aquí, celebran los símbolos de su fe
histórica, dan razón enunciativa o declarativa de su fe y esperanza, se transforman a sí mismos,
transformando cristianamente la sociedad en la que hacen vivos, prácticos y operantes los
compromisos históricos que impone la obediencia de la fe y la revelación del plan histórico de la
salvación.
Como siempre el agradecimiento de la comunidad San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo,
Uruguay, a nuestro querido amigo, el teólogo Juan Luis Segundo que ya, durante 15 años
continuos nos ayuda año tras año a profundizar nuestra fe en Cristo y su Iglesia para servir mejor a
nuestros hermanos.

Ismael Rivas
Cura Párroco

Nota: Estos apuntes no fueron corregidas por su autor, por lo que asumimos la
responsabilidad de cualquier error.

1
Digitalizado a partir de una copia mimeografiada de la síntesis de las charlas.
Proyecto “Memorias de una Parroquia”, 1968-2007, de los Grupos de Reflexión de Jóvenes, mayoritariamente
originados en la pasada década de los ’70. Parroquia San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo, Uruguay.

1
Razones por las que elegimos este tema

El tema que vamos a tratar este año, puede parecerles demasiado especifico y profesional y
que va a quedar muy arriba, y, muchos se preguntarán por qué lo elegimos.
La primera razón es que fue el tema más pedido por ustedes, lo que me parece muy lógico
y coherente ya que, muchas veces pudo parecerles que para mí no existen los dogmas que a
ustedes, como laicos, se les recuerdan no bien abren la boca. Creo por lo tanto que es razonable
que sientan cierta curiosidad por profundizar este tema, ya que nos hemos movido constantemente
en un terreno que ahora parece estar como balizado por la autoridad de la Iglesia, y, aunque hemos
hecho referencias continuas al magisterio, ustedes pueden pensar: ¿Dónde están los límites?
Muchas veces se sospecha que los teólogos somos capaces de justificar cualquier cosa y de
sortear los escollos que se presentan precisamente por nuestros conocimientos; en fin, podría
suceder algo de eso, pero lo cierto es que en los dogmas se nos impone algo importante y, aunque
siempre hayamos hecho alusión o referencias a eso, mostrando que no se trata de decir lo contrario,
sí nos hemos movido con cierta libertad para interpretarlos.
El libro de los dogmas, llamado Denzinger2, compendia prácticamente todas las principales
declaraciones del Magisterio de la Iglesia (que tiene distintas instituciones: concilios, comisiones
pontificas, los papas, etc.) sobre la doctrina cristiana obligatoria.
Este libro, que no es nada pequeño, no es más que una síntesis de las más importantes
declaraciones de la autoridad que vela en la Iglesia para que los cristianos tengan en cuenta aquello
que les es obligatorio pensar.
Parecería que en un libro tan grande tiene que estar todo ya definido muy claramente, pero
no es así, porque la obligatoriedad no es siempre la misma, depende de la autoridad que ejerce ese
magisterio. No es lo mismo que un concilio ecuménico decida que algo es obligatorio de creer, so
pena de dejar de ser cristiano, a que el Papa defina ex-cátedra (es decir: en virtud de su misma
cátedra pontificia) una verdad como infalible, a cuando lo hace una reunión de obispos (como
Medellín) o la Comisión para Doctrina de la Fe del Vaticano.
O sea que, si por dogma entendemos una verdad obligatoria para la fe cristiana, esta
obligación es de diverso grado según sea también la autoridad que la declaró.
En charlas anteriores hemos ido viendo cómo cambian muchas cosas en la Iglesia y cómo
dogmas que se tenían por absolutos, con la misma autoridad o con una mayor, se declaró que no se
debían entender de esa manera. Esto plantea un problema: ¿Qué es el dogma si la misma autoridad
define primero una cosa y luego otra? Por ejemplo: en el concilio de Florencia (que fue un poco
anterior al de Trento) que se consideró ecuménico, porque estuvieron allí no solamente los
católicos sino también los cismáticos -o sea la Iglesia ortodoxa de Oriente-, se declaró lo siguiente:
"Firmemente cree, profesa y predica la Sacrosanta Iglesia Romana que nadie que no esté
dentro de la Iglesia Católica, no solo paganos sino también judíos o herejes y cismáticos, puede
hacerse participe de la vida eterna, sino que ira al fuego eterno que está aparejado para el Diablo
y sus ángeles a no ser que antes de su muerte se uniere a ella. Y es de tanto precio la unidad en el
cuerpo de la Iglesia que solo a quienes en él permanezcan, les aprovechan para su salvación los
sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y
ejercicios de la milicia cristiana".
Es decir que la buena voluntad no sirve para nada a quienes no están dentro de la Iglesia
Católica, ni las limosnas, ni los servicios que se hacen a los demás, etc. y si antes de la muerte no
se adhirieran a ella, no irán al cielo sino al fuego eterno.

2
El “Enchiridion Symbolorum” de Heinrich Denzinger apareció en el año 1854. Ha querido reunir de manera
sucinta los textos doctrinales originales de los Papas, de los Concilios y de otras fuentes autorizadas del
Magisterio Eclesiástico. Desde entonces los expertos han re-editado esta obra añadiendo textos descubiertos
por estudiosos en la historia añadiendo también los documentos que los Papas y los dicasterios posteriores
han emanado. Es un instrumento sucinto pero muy valioso para los que desean profundizar sus
conocimientos de la doctrina de la Iglesia Católica.
2
Esto ha sido declarado y es dogma. Sin embargo, el Concilio Vaticano II, en el párrafo 22 de
la Gaudium et Spes3, después de describir al hombre cristiano y de decir que la condición para que
se salve es que luche contra el egoísmo y practique la ley del amor, llegando por la resurrección a
la salvación eterna, continúa diciendo:
"Esto vale no solamente para los cristianos sino para todos los hombres de buena voluntad
en cuyos corazones obra la gracia de un modo invisible".
O sea que la curiosidad que ustedes pueden tener con respecto a qué es el dogma está bien
fundada ya que algo que parecía serlo, porque fue definido en un concilio ecuménico, en otro se
nos dice lo contrario. Surge entonces la pregunta espontánea y lógica: ¿Qué es un dogma y qué
sentido tiene? ¿Habrá en el dogma un paso del no al sí o del sí al no? ¿Es posible que lo que hoy es
verdad, mañana sea declarado error o que lo que hoy es error, mañana sea declarado verdad?¿En
qué sentido se puede entonces llamar dogma a algo que ha cambiado de una manera tan obvia?
Otra de las razones por las cuales creo que es útil y aún necesario hablar de dogma con
ustedes, aquí, en la parroquia, después de haber conversado sobre tantos temas teológicos que de
alguna manera atañen al dogma cristiano, es algo que pertenece un poco a la condición del laico en
relación con el sacerdote o con la autoridad eclesiástica -bien o mal entendida esa relación- y es
que la obligatoriedad de los dogmas se cumple un poco por omisión.
¿Cómo se nos enseñaba cuando éramos niños? En el catecismo, cuando se nos hacía la
pregunta: ¿Cuáles son las cosas que Dios ha revelado a su Iglesia además de los artículos de la fe
que están en el Credo?, o sea, ¿Además de esos 14 artículos, qué cosas ha revelado Dios a la
Iglesia y qué cosas la Iglesia tiene la obligación de creer, dado que son palabra de Dios?
Y entonces teníamos que contestar con algo que es una maravillosa escapatoria: "Lo que
Dios ha revelado a su Iglesia, además de los artículos de la fe, no me lo preguntéis a mí que soy
ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo sabrán responder".
Eso era lo que yo aprendí de memoria en el catecismo y que, aunque ya no se usen las
mismas palabras, creo que sigue siendo un poco la respuesta del laico: "No sé bien qué es
obligatorio, pero lo que sea, yo lo creo".
Y eso, precisamente, está condenado en la Iglesia como fideísmo, o sea, cuando sin tener
razones validas, se cree para hacer un acto de fe, para estar seguro, etc. Es como entregar un
cheque en blanco diciendo: “Ya la puse la firma, llénemelo usted que sabe cómo hacerlo”. Eso es
fideísmo, es renunciar a la razón que nos indica que tenemos motivos para creer. No se trata de que
esas razones sean tan obvias que nos obliguen a creer -como que dos y dos son cuatro- cualquier
cosa que nos diga la fe, pero tenemos que ejercitar nuestra razón porque nuestra fe tiene que ser un
acto humano y no lo sería si dejáramos completamente de lado la razón y aceptáramos algo
simplemente porque otros nos lo dicen, sin entender de qué se trata. Es decir: nuestra fe tiene que
ser ilustrada, en el sentido de que sea activa, porque se le piden tareas que suponen que uno conoce
lo que cree y también las razones. Nosotros somos -dice Pablo- los que tenemos que dar razón de
nuestra esperanza, y no se concibe un cristiano que no sepa hacerlo. Y nuestra esperanza es,
precisamente, nuestra apuesta al futuro. Lo que creemos puesto en el futuro da razón de nuestra
esperanza, da razón de nuestra fe. No hay diferencia específica entre ambas.
Creo que entre los laicos existe como una especie de miedo a meterse en lo dogmático, en
cambio, en lo moral, como les toca más directamente, por lo menos se enteran en qué cosas deben
creer y por lo tanto obedecer, aunque después no lo hagan, porque son cosas más inmediatas o que
creen que son sus deberes cotidianos.
Todo lo que he dicho hasta aquí, en estos años, creo que hace que ustedes ya se den cuenta de
que el laico no puede hacer esa dicotomía y simplemente saber qué es lo que tiene que hacer sin
saber qué es lo que tiene que creer.
La tercera razón para tratar esta temática del dogma me parece fundamental, y es una razón
de estrategia eclesiástica.

3
Gaudium et Spes, documento del Concilio Vaticano II, fundamental en el terreno pastoral de la Iglesia en el
mundo moderno (7 de diciembre de 1965)
3
En las clases de moral que recibí se nos decía que por supuesto ante una persona que venía
consultarnos sobre si hacer o no un pecado, había que decirle que no lo hiciera, obviamente, pero a
veces nos encontrábamos con una persona que nos decía: “Mire, yo estoy decidido a hacer un
pecado, lo único que no sé todavía es con quién hacerlo”. Entonces uno, después de decir: "Mirá,
no debes hacer eso, etc.", podía aconsejar el mal menor. Por ejemplo, si alguien fuera a consultar
con un sacerdote y le dijera: "Mire yo estoy decidido a matar un político", obviamente uno tenía
que contestarle: "No señor, eso no es lícito, Dios no lo quiere, etc." pero si me dice: "Yo estoy
determinado a hacerlo, de modo que ¿Qué hago? ¿Lo resuelvo por sorteo?, ¿A quién mato?". En
ese caso, el sacerdote podía decirle:"Mire, ya que está decidido, prefiero que lo haga con Fulano y
no con Zutano". Eso se podía hacer.
Muchas veces dijimos que la tarea del laico es central en la Iglesia según el Concilio
Vaticano II, y que es hacer de la fe una respuesta a los problemas humanos. De tal manera que si
alguien me propusiera: "Yo estoy decidido a terminar con la Iglesia porque no quiero que exista,
pero, como no lo puedo hacer todo de una vez, dígame por dónde empiezo ¿por la jerarquía o por
el laicado?"
Si yo me atengo a lo que el Vaticano II le pide a la Iglesia que haga por la humanidad, es
decir, aquello que es su función propia y que ningún otro puede hacer, le diría: "Como el mal
menor, le aconsejo que acabe con la jerarquía eclesiástica, no porque sea mala, sino porque el
laicado es el único que puede hacer ese diálogo inmediato de la fe con los problemas del hombre
porque comparte los problemas de la humanidad directamente.
El concilio en el Nº 11 de la G. S.4 dice muy claramente:
"Es tarea del laico hacer que las soluciones que el hombre da a sus problemas sean más
humanas"
Si los laicos están haciendo eso, la jerarquía va a surgir de ahí, pero si no lo están haciendo,
por más jerarquía que haya no va a surgir ese diálogo.
Es fundamental que el laico asuma su tarea de convertir su fe traduciéndola en soluciones
más humanas a los problemas que el hombre tiene. Esa traducción supone que el laico conoce su
fe. Se terminó ese fideísmo de decir: "Lo que Dios ha revelado a su Iglesia no me lo pregunten a
mí que soy un ignorante... vayan a los sabios de la Iglesia que se lo van a responder"; soy yo el
que tengo que hacerme responsable de esa fe, porque soy yo el que tengo que traducirla; tengo por
tanto que conocerla para asumir esa responsabilidad y ese riesgo.
"Uno de los grandes males del mundo moderno es el divorcio entre la fe y la vida diaria" (G.
S. Nº 43). Es decir: uno tiene una fe en el aire y en la vida diaria trata de obrar a "ojo de buen
cubero" y de hacer lo mejor que puede lo que se le presenta como responsabilidad, pero hay una fe
que está como aislada en una especie de armario cuya llave la tienen las personas que saben qué es
el dogma y cómo manejarlo, y entonces, con demasiada facilidad se reduce al laico a ser
colaborador de la jerarquía, pero no creador.
Para que el laico sea creador tiene que saber en qué cree y dar fundamento de eso, para no
estar a la merced de lo que el primer sacerdote o seminarista que sabe algo de teología le diga.
Por lo tanto, como estrategia, para que la Iglesia pueda cumplir su función, creo que es
esencial que el laico conozca el dogma, sepa dónde está, cuáles son sus límites, cómo tratarlo, qué
pasa con él, qué grado de infalibilidad tiene, qué significa eso, etc.
Como ustedes ven, creo que es un tema que algún día teníamos que tratar porque durante
todos estos años, de alguna manera, ustedes me han firmado un cheque en blanco, dejando que yo
marcara dónde había que pararse y dónde no, pero creo que ha llegado el momento de dejar la
responsabilidad y de que ustedes asuman -como personas maduras que son- esta tarea de
enfrentarse con el dogma.

INTRODUCCIÓN
4
Gaudium et Spes
4
No vamos a hacer una historia de los dogmas ni cómo se fueron creando sino que vamos a
ver cómo se fue realizando dentro de la Iglesia la idea del dogma.
Vamos a dividir el trabajo en tres partes:
I) El dogma en el Antiguo Testamento.
II) El dogma después de Jesucristo, o sea en el Nuevo Testamento; y en la Iglesia hasta
el día de hoy.
III) La positividad del dogma.
La segunda parte va a ser un poquito negativa, ustedes ya saben, eso pasa muchas veces en
estas charlas y le pasaba también al profeta Jeremías (no sé si tengo derecho a escudarme en él)
cuando no se sentía capaz de hacer la tarea que le encomendaban, y Dios le dijo: "Te voy a dar una
gracia muy grande para que desarraigues, destruyas, etc., y luego construyas y plantes". Bueno,
yo me desempeño bastante bien en esa primera parte de la tarea, no sé si después la otra queda más
o menos establecida, pero hago todo lo posible. De modo que si hay una parte en que les parece a
ustedes que desarraigo o destruyo muchas cosas, tengan paciencia que al final nos vamos a dedicar
a reconstruirlas.

¿Qué se entiende por dogma?

1) Una verdad de fe obligatoria. Generalmente todo el mundo entiende por dogma una verdad
de fe obligatoria. Creo que es lógico que nos preguntemos entonces: ¿Pero acaso la verdad,
en la medida en que la percibimos, no es siempre obligatoria? ¿Alguna vez uno puede
permitirse otra cosa que no sea la verdad? ¿Por qué decimos verdad obligatoria? ¿Por qué
calificamos al dogma como verdad obligatoria?
La obligación de tener al dogma como verdad no es por la obligación intrínseca que
tiene la evidencia de la verdad, sino porque una autoridad me dice que tengo que creerla y
confesarla para hacerla pertenecer al conjunto de mi fe. O sea que la autoridad religiosa me
dice en qué debo creer y los límites de esa religión están marcados por un dogma; más allá
no se pertenece a esa comunidad, se está ya sea en una secta o en una nueva religión. Creo
que esto es lo que todo el mundo entiende cuando habla de dogma.

2) Imposición externa al hombre. Esa definición del sustantivo "dogma" y sobre todo del
adjetivo "dogmático" se usa muchas veces en sentido peyorativo, y si no, no tienen más que
leer “El Día” por ejemplo, y van a ver que es empleada como sinónimo de algo que la gente
piensa sin razón, sólo porque le han mandado que lo haga así.
Cuando hay una especie de dictadura intelectual, es una autoridad la que define qué hay
que pensar, qué hay que decir, qué hay que tener como cierto y correcto, y en ese sentido se
habla de dogma y se dice que algo es "dogmático".
En la historia, después del Renacimiento, apareció un movimiento que ha sido de
enorme importancia en el desarrollo de toda nuestra cultura occidental, no sólo de la ciencia
sino también del pensamiento cultural general, y que se llamó la Ilustración.
Ilustrar significaba iluminar eses zonas relativamente oscuras de la cultura, donde el
hombre no actuaba de una manera plenamente humana, es decir; donde: el hombre no ponía
en lo que pensaba toda su capacidad, toda su luz intelectual, toda su luz racional. Había
entonces zonas oscuras que no eran simplemente tal o cual creencia, sino más bien todo
aquello que se creía por la autoridad de otros y que no se pensaba. O que se pensaba y se lo
introyectaba en la mente pero no por evidencia propia sino porque le habían dicho que tenía
que creerlo, que tenía que hacerlo dogma.

5
La ilustración dominó sobre todo el pensamiento alemán, pero también el pensamiento
francés y pasó de mil formas a toda la cultura occidental durante los siglos XVIII, XIX y
también el XX, en que, aunque se la nombre menos, sigue siendo una fuerza poderosa que
combate el aceptar verdades porque a uno se lo manden. Es una tentativa para que todo lo
pensado, creído, aceptado, sea ponderado por la razón y se encuentren verdaderos
argumentos para ello, o sea una convicción interior opuesta a la que viene desde afuera como
una obligación impuesta.
Y eso sería el dogma precisamente: una obligación impuesta de afuera del hombre, un
freno al pensamiento y a la búsqueda de la verdad. Es decir: el hombre tendría espacios para
moverse donde no hay dogma y tendría zonas prohibidas para pensar, buscar, explorar y salir
a la búsqueda de la verdad que serían las zonas donde ya está establecida por una autoridad.
En este sentido entonces, lo peyorativo del dogma es un poco obra de la Ilustración que
ha mostrado esto, tal vez exageradamente, pero que, de todas maneras, ha sido un hecho
histórico que por supuesto no se puede despreciar porque ha entrado en la Iglesia y de alguna
manera nos ha obligado a nosotros, cristianos, a tener una posición más racional con
respecto al dogma, al mismo tiempo que provocaba las crisis dogmáticas que han tenido
lugar en distintos momentos de la fe cristiana.
Por ejemplo, a comienzos de este siglo, fines del pasado, el Modernismo, dentro del
Catolicismo, fue una tentativa de la Ilustración por apoderarse de las ciencias, sobre todo de
las bíblicas y hacer ver que había que examinarlas con procedimientos científicos y que no
se trataba de decir: "Bueno, esto es la Biblia, por lo tanto yo creo desde la primera palabra
hasta la última", sino de decir: ¿Por qué creo? ¿Qué hay dentro? ¿Cómo se hizo? o sea,
llevando la luz de la capacidad humana a esa obra para después decidir qué es lo que hay que
aceptar y qué no de ella.
Una de las más conocidas discusiones que en nuestra época se han hecho con respecto
al dogma la encontramos por ejemplo, en el libro de Hans Küng5 "¿Infalible?" en que se
refiere a los dogmas decretados por el Papa y por los concilios, pero que fundamentalmente
está enfocado a indicar que el Papa no ha sido infalible, ya que ha propuesto verdades de fe
como siendo dogmas, en el sentido más estricto de la palabra, y que esas verdades no eran
tales, que se ha equivocado en eso, y que por lo tanto, hay que entender de otra manera su
infalibilidad o dejarla como algo que no tiene sentido en el día de hoy.
Ahí tienen ustedes un ejemplo de la dificultad del tema, porque si hay un dogma claro
desde el punto de vista de que uno lo reconozca como tal, es precisamente el de cuándo es
infalible el Sumo Pontífice y es cuando define una verdad con la condición requerida de que
lo haga "ex-cátedra"
Se ocupó de eso el concilio Vaticano I hace poco más de un siglo (1870
aproximadamente) y es muy claro que Hans Küng se opone a ese dogma.
Y, para que ustedes vean que hay ciertos problemitas, que tenemos que tomarlos con
cuidado y aprender a manejarlos, porque las cosas no son tan simples como se nos presentan
muchas veces, es interesante que el cardenal Ratzinger6, que dirige la Congregación para la
5
Hans Küng (1928- ), sacerdote y teólogo católico. Nació en Sursee (Suiza) y estudió en la Universidad
Pontificia Alemana y la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Ordenado en 1954 fue sacerdote de
parroquia en Lucerna antes de convertirse en profesor de teología dogmática en la Universidad de Münster.
Fue teólogo oficial del Concilio Vaticano II. En su libro Concilio, reforma y reunión (1960) cuestionaba la
doctrina de la infalibilidad y reclamó una reforma de las iglesias católica y protestante. En 1975 la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano le amonestó por sus opiniones y escritos de teología, y en
1979 revocó su facultad para la enseñanza como católico. Los efectos de la polémica se vieron mitigados en
1980 por un acuerdo que le permitió seguir enseñando desde una posición secular. Entre sus principales
obras se encuentran La Iglesia (1967), ¿Infalible? (1970), Ser cristiano (1974), ¿Existe Dios? (1978), ¿Vida eterna?
(1982), Responsabilidad global (1991) y La Iglesia católica (2002). En 2003 publicó la primera parte de sus
memorias, titulada Libertad conquistada.

6
Joseph Ratzinger (1927- ), teólogo y religioso alemán. Ordenado sacerdote en 1951, desarrolló
posteriormente una intensa actividad docente (durante la cual fue profesor de Teología en las universidades
de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona) y participó en las distintas sesiones del Concilio Vaticano II.
6
Doctrina de la Fe, es decir el Santo Oficio antiguo cuando se ocupó del problema de Hans
Küng, que frente a un dogma tan claro hace una negación, que yo diría es igualmente clara,
no se la declara herejía.
Ustedes sabrán que los dogmas generalmente se han especificado en una fórmula que
dice: "Si alguien dijere que tal cosa y tal cosa no es así, sea anatema", o sea que no se es
más cristiano, que se queda fuera de la comunión cristiana, por no aceptar algo que es
esencial a la fe de la comunidad cristiana. Es una de las equivalencias de la palabra
excomunión.
Es interesante entonces que a Hans Küng no lo sacan de la fe de la comunidad cristiana,
no lo excomulgan, le sacan simplemente el título de doctor en teología católica en la
universidad en donde estaba enseñando. Yo no estoy de acuerdo con Hans Küng, pero
tampoco puedo estarlo con la respuesta porque parecería que en Roma no están tan seguros
de la infalibilidad del Papa, de modo que, cuando se la niega, no son capaces de decir: "Mire
señor, ya que usted niega este dogma, por favor váyase, no pertenece más a la comunidad
cristiana" y sólo le sacaron el título honorífico académico y esa persona sigue enseñando y
perteneciendo a la comunidad cristiana. Esto es extraño, ciertamente.
Como ustedes pueden ver aquí hay un problema sobre el cual todo el mundo tiene una
cierta curiosidad.
3) Freno al pensamiento y a la búsqueda de la verdad. El considerar que el dogma es un freno
para limitar la capacidad de pensar y de buscar, algo de cierto tiene.
3.1. Origen de la palabra. Históricamente, la palabra dogma comienza a usarse -en el
sentido actual de verdad obligatoria- en el siglo IV después de Cristo. Es una palabra griega
que no siempre se utilizó en el mismo sentido que actualmente; originalmente tenía como
dos significadas: se usaba para hablar de lo que una persona opinaba, sin que necesariamente
tuviera la certeza total. Pero siempre tuvo la palabra un dejo de opinión obligatoria, es decir,
de impuesta por alguien. Después del siglo IV se usó como lo hacemos nosotros ahora, es
decir: como las verdades obligatorias que la autoridad de la Iglesia ha dicho que un cristiano
debe creer. Pero, antes, originalmente, además de significar opinión, el dejo de obligatorio
era muy fuerte, tanto es así que dogma significaba también decreto de una autoridad.
O sea que por una parte es opinión y por otra, decreto. Juntando esas dos cosas,
prácticamente el dogma es una opinión decretada por alguien. Y así lo encontramos por
ejemplo en un texto que ustedes conocen de Lucas (2,1). Se trata de los evangelios de la
infancia de Jesús y se dice que, poco antes de dar a luz la Virgen, salió un edicto de César
Augusto mandando que se empadronase toda la parte del imperio que él mandaba. Pues bien
la palabra que se usa para decir edicto es dogma. Salió un dogma de César Augusto de que se
empadronasen todos; es un precepto salido de una autoridad.
Aquí no se trata de una opinión sino de un mandato.
En los Hechos de los Apóstoles Cáp.17, vers.7 o en Efesios Cáp.2 vers.15, se habla de la
ley de los mandamientos con sus decretos, es la ley de los mandamientos con sus dogmas, o
sea que la palabra dogma significa opinión y, de esas dos fuentes distintas sale el sentido de
la palabra actual.
3.2. Fijación del dogma. Estas verdades obligatorias, procedieron en general, durante
muchos siglos, de los concilios que se reunían para formular dogmas. Los concilios, para
darle autoridad a una opinión o para quitársela si era errónea, se reunían para frenar herejías
o errores que amenazaban la verdad cristiana. Así se reunió el concilio de Nicea contra los
arrianos, que afirmaban que Jesús, el Verbo, no era verdadero Dios como el Padre. Como
casi media Iglesia pensaba así, el concilio de Nicea fue reunido precisamente para decidir

En 1977 (durante el pontificado de Pablo VI) fue consagrado obispo, arzobispo de Munich y cardenal, y en
1982 (ya iniciado el de Juan Pablo II) se convirtió en prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
desde donde ejerció una notable influencia como principal asesor del pontífice polaco. Su labor en este puesto
fue tildada de rígida y excesivamente conservadora, a pesar de las posiciones aperturistas que Ratzinger
había expresado, dos décadas antes, en el Concilio Vaticano II. En abril de 2005 fue elegido papa para suceder
a Juan Pablo II, con el nombre de Benedicto XVI.
7
qué había que pensar y decidió lo que después es la continuidad de la fe cristiana de que el
Verbo es Dios, de la misma sustancia que el Padre, como aparece en su credo.
La forma de fijar el dogma es doble: a través de los credos que se recitan como profesión
de fe: "Creo en Dios Padre todopoderoso, etc.", que son fórmulas abreviadas en donde cada
palabra está dada a ser obligatoriamente una forma de pensar que descarta la opuesta, y a
través de los anatemas. De tal manera que muchos concilios, durante un tiempo explican una
cosa teológicamente y al final hacen un resumen dogmático que consiste en tomar las
opiniones que no se pueden admitir y entonces empleaban los anatemas.
Esto fue lo que se continuó con más asiduidad en los concilios posteriores, y en realidad,
sólo hay algunos credos al comienzo, pero luego, la forma literaria que evoca más la idea de
dogma se da en los anatemas. O sea que, en general, la historia de los dogmas es
prácticamente la historia de los anatemas, que indican de esta manera, quienes quedan dentro
o fuera de la Iglesia en esa materia teológica.
El lenguaje de los credos y el de los anatemas, desde el siglo IV en adelante, tiene la
característica literaria de ser muy claro y exacto en lo que condenan y se le llama lenguaje
digital, es decir, que quiere acercarse al lenguaje científico. Por ejemplo:"Que el Verbo es de
la misma sustancia que el Padre y no de una sustancia semejante" es casi una fórmula
química.
Entonces, la necesidad de ser exactos en saber la opinión teológica que se condena hace
que se prefiera el lenguaje irónico, un lenguaje donde hay muchas imágenes, como en el
credo, por ejemplo: "Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado...." Todas esas imágenes se prefieren en general a una palabra que
sea de tipo científico y que delimite el campo de lo que se puede tener dentro de la fe
cristiana y lo que queda fuera.
Finalmente, en el siglo XIX el magisterio se concentra y centraliza la infalibilidad, es
decir, la capacidad de crear dogmas pasa del concilio a los papas y, precisamente en el
Vaticano I se afirma la infalibilidad del papa cuando declara dogma.
Había ya una declaración pontificia anterior, hecha por Pío IX, que quedó sancionada
como dogmática porque se hizo utilizando las palabras "ex-cátedra", es decir: Yo, desde mi
cátedra defino tal cosa, y es la Inmaculada Concepción. Luego, en 1950, Pío XII declara de
la misma manera, la Asunción de la Virgen María a los cielos. Son los dos únicos dogmas
pontificios que se reconocen claramente.
Antes, los dogmas eran generalmente producto de los concilios, y el papa los aprobaba y
les daba fuerza, pero no los declaraba por sí mismo verdad de fe.
Esa es más o menos la historia de lo que llamamos dogma en el sentido más estricto de
la palabra, pero además, en un sentido muy lato, durante toda la historia de la Iglesia hay
tentativas de conducir la verdad obligando a los fieles a pensar y a creer de una manera que
se considera cierta y no de otra.
Todo esto parecería indicar que el dogma es una especie de freno frente al error, vamos a
tratar de mostrar que también tiene un aspecto creador muy importante que es el que
generalmente hemos ido utilizando en charlas anteriores.
El libro que tal vez ha puesto en crisis a la Iglesia debido a esa concepción de la verdad
como un freno, ha sido -como ya les decía- el de Hans Küng, y al que tienen acceso, porque
está traducido al castellano, y que, si no se los recomiendo no es porque no participe de
algunas de las ideas que hay allí, aunque no de todas, sino porque sólo le puede hacer bien a
una persona el leerlo si tiene en cuenta que lo que dice Hans Küng no es todo.
Hans Küng se da a sí mismo la tarea de mostrar que el papa no es infalible, pero no
busca equilibrar esto mostrando qué sentido positivo tiene el dogma para la búsqueda de la
verdad. En ese sentido puede parecer que todo lo dogmático es simplemente una barrera
puesta a la verdad y de hecho, entre el Vaticano I que definió la infalibilidad del papa y el
Vaticano II, se hizo un enorme esfuerzo por reducir todo lo que aún quedaba de no
dogmático a dogma.
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El proyecto que llevaba al Vaticano II la curia romana era de aplicar la infalibilidad de
un concilio a todas las cuestiones pendientes en teología, de tal manera que ya no hubiera
pluralismo ni búsqueda de la verdad sino que todas las cosas sobre las cuales todavía se
discutía se redujeran a verdades y no hubiera que buscar más.
Y, la primera sorpresa que nos deparó el Vaticano II fue el rechazo de esa intención de la
curia romana que fue prácticamente derrotada por los padres del concilio que no quisieron
usar de la infalibilidad para desplazar la búsqueda de la verdad, sino que llegaron a decir,
como pueden ver en el párrafo 16 de la G. S. que:
“La conciencia moral que une al cristiano con los demás hombres lo lleva a buscar la
verdad", eso es lo propio del cristiano. Quiere decir que todo lo que el cristiano posee no es
una verdad ya hecha sino algo que hay que buscar y que aún el dogma pertenece a la función
de buscar la verdad. ¿En qué sentido el dogma puede ser algo seguro, algo cierto, algo a que
atenerse cuando la verdad está todavía en búsqueda, cuando el cristiano debe buscarla?
Esta concepción del dogma, como definiendo verdades de tal manera que no se hablara
más de ellas porque ya estaban definidas de una vez para siempre, llevó a algunos teólogos a
decir que prácticamente el Concilio Vaticano II no tenía valor dogmático. ¿Por qué? Porque
de acuerdo con la intención de Juan XXIII que lo convocó no estaba destinado a refutar
errores y a condenarlos sino a reformar a la Iglesia para llevarla al cumplimiento a su
verdadera y auténtica misión humanitaria. Era lo que el papa llamaba el "aggiornamiento".
Urs Von Baltasar7, un teólogo conservador muy importante que fue amigo de Karl
Rahner8, aunque no pertenecen a la misma tendencia teológica, en el 2º capítulo de su obra
"Puntos Centrales de la Fe" (que también tienen ustedes en castellano en la biblioteca de
autores cristianos de Madrid) habla del Concilio del Espíritu Santo. A mi modo de ver, lo
menos que hay en ese capítulo es el Espíritu Santo, ya que habla de que el concilio debe ser
comprendido de acuerdo a los anteriores.
Dice: "El Concilio Vaticano II ha sido un concilio pastoral" es decir, no dogmático. ¿Por
qué? porque no posee esas fórmulas de que hemos hablado. "La imagen renovada de la fe
con la que reemprende la marcha, es menos para la fe y la contemplación" o sea, no le dio
nada a la fe sino que pastoralmente dio una ayuda a la función de la Iglesia.
"Nada nuevo se ha definido en el..." es decir, es una renovación de la Iglesia pero la fe
sigue exactamente igual que antes.
El cardenal Ratzinger, en un informe sobre la fe, en esa larga entrevista que le hizo un
periodista italiano y que salió con su propia aprobación en “L’Observatore Romano”, dice
que:

7
Hans Urs von Balthasar, (Lucerna, 1905-Basilea, 1988) Teólogo suizo. Estudió germanística y filosofía en
Viena, Berlín y Zurich (1923-1929) y filosofía y teología en Lyon y Pullach (1929-1938). Jesuita, tras ser
ordenado sacerdote, ejerció su ministerio en Munich, Zurich y Basilea como capellán de estudiantes. Su obra
recoge las incitaciones más fecundas del pensamiento alemán y francés y de la teología cósmica de los padres
griegos. Sus títulos más representativos son, entre otros, La esencia de la verdad (1942), Teología de la historia
(1950), La oración contemplativa (1955), El problema de Dios en el hombre actual (1956), Gloria, una estética
teológica (1961-1969), Pneuma e institución (1974) y Si no os hacéis como este niño (1985). En 1988 fue
promovido al cardenalato y creado cardenal a título póstumo.

8
Karl Rahner (1904-1984), religioso jesuita y teólogo alemán (nacionalizado austriaco), considerado uno de los
más eminentes representantes de la teología católica durante el siglo XX. Nacido el 5 de marzo de 1904 en
Friburgo, en 1922 ingresó en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1932. El prestigio de Rahner se
incrementó tras ejercer como teólogo consultor de la Iglesia católica desde 1960 hasta la conclusión del
Concilio Vaticano II en 1965, e integrar la comisión teológica internacional creada por el papa Pablo VI.
Falleció el 30 de marzo de 1984. Sus obras más importantes fueron Escritos de teología (16 volúmenes
publicados a partir de 1954), Oyente de la Palabra. Para una filosofía de la religión (1941, acerca de la forma y del
momento en los que el ser humano se abre a la revelación divina) y Curso fundamental sobre la fe (1976).
La figura de Karl Rahner sobresale entre las más importantes de la teología católica contemporánea no sólo
por su abundante producción escrita sino por la profundidad, reconocida universalmente, de su pensamiento.

9
"Precisamente porque el Concilio Vaticano II no ha definido nada nuevo, tiene que
entenderse en estricta continuidad con el Concilio Vaticano I y con el Concilio de Trento".
Es decir que, desde el punto de vista de la fe estamos en el mismo lugar que en el
Concilio de Trento porque en el Vaticano II no se ha definido nada.
Esta concepción estrecha del dogma se basa en que sólo se hace dogma cuando se pone
un límite entre aquellas cosas que pueden ser mantenidas dentro de la fe cristiana y aquellas
que quedan fuera porque no son compatibles con ella. De tal manera que se pierden cosas
dogmáticas como la constitución sobre la palabra de Dios: “Dei Verbum”9; es una
constitución teológica donde el concilio expresa cómo hay que entender la revelación. Para
Ratzinger, no se dice absolutamente nada nuevo con respecto a los concilios anteriores y hay
que entenderlo también en la misma forma.
Dice el Concilio Vaticano II, por ej. en la G. S. Nº 22: "Hemos de creer que el Espíritu
Santo ofrece a todos los hombres, en la forma de Dios conocida, la forma de asociarse al
misterio pascual, a los que están dentro de la Iglesia a los que están fuera de ella."
"Hemos de creer" es una frase típicamente dogmática y sin embargo no es tomada en
cuenta por Urs Von Baltasar porque el concilio es pastoral y no agrega nada al de Trento ni al
Vaticano I.
Vean hasta qué punto se ha empobrecido el dogma y cómo sólo parece ser aquello que
pone un límite al pensamiento y dice: a partir de aquí no hay búsqueda posible de la verdad
porque el cristiano ya la posee y el que la busca todavía es porque no es cristiano, es decir, el
que va más allá, simplemente no ha acatado algo que es dogmático.
4) Impulso para crear pensamiento. En un último punto, me gustaría decir algo sobre
qué intentamos hacer y con eso culminar la introducción a las charlas de este mes.
Vamos a tratar de mostrar como el dogma, bien entendido, es un impulso para crear
pensamiento, pero estamos en una empresa colectiva donde unos dependemos de otros.
Crear no significa sacar algo de la nada sino de alguna manera encaramarnos sobre los
hombros de los otros, que tienen que ser sólidos para que podamos hacerlo. En ese sentido
en el dogma hay un deseo de permitir que la búsqueda de la verdad continúe, utilizando el
trabajo de otros, no solamente el nuestro, y es la forma de ir asimilando y estableciendo una
nueva plataforma de lanzamiento para lograrlo. No es fácil, va a exigir por supuesto estudiar
cómo se hizo, y va también a exigir reformas, porque el dogma en la Iglesia actual parece ser
nada más que un freno, como lo mostraba esa tendencia de la curia romana de querer llenar
todas las lagunas con certeza dejando al hombre sin tema para pensar.
Es necesario tener claro qué diferencia hay entre creación de sabiduría y creación de
ortodoxia, porque parece ser que el dogma se ha convertido en una creación de ortodoxia, en
lugar de ser creación de sabiduría; en estas charlas vamos a tratar de devolverle al dogma su
condición verdadera. ¿Qué entendemos por esto?
Von-Rad10, uno de los grandes teólogos de la Biblia, en el libro "Israel y la Sabiduría"
(que también está en castellano), que es muy interesante, y que se refiere a la época de la
sabiduría en Israel (pero fíjense que podemos decir lo mismo con respecto a toda la
revelación de Dios a Israel, no solamente en la época específica, en que la sabiduría fue el
tema central, sino para todo el A.T. y por lo tanto también para el Nuevo), dice lo siguiente:
“Se podría decir que el conocimiento del bien no se adquiere sino en la vida común; de
hombre a hombre, de situación en situación". Esto quiere decir que es viviendo en sociedad,
participando y comprometiéndose en ella como los hombres adquieren la verdad, la
capacidad de distinguir el bien, se van haciendo sabios y van aprendiendo a salir de esas
situaciones con mayor riqueza de la que entraron.

9
Dei Verbum, constitución del Concilio Vaticano II relativa a la revelación divina (18 de noviembre de 1965)
10
Gerhard von Rad. Nace en 1901. Estudia teología en Erlangen y Tübingen. En 1930 es profesor de Antiguo
Testamento y en 1934 pasa a la Universidad de Jena. Después enseña en Göttingen en 1945 y en Heidelberg
hasta su muerte en 1974. Obras: «Teología del Antiguo Testamento» I, 2000, y II, 2000; «El libro del Génesis»,
1990; «Estudios sobre el Antiguo Testamento», 1982
10
Y, aquí viene lo que me parece que es el desafío más fuerte que tiene el pretendido
laicismo como método de enseñanza, parece como que quisiera dar más libertad de pensar al
que no ha pensado nada sistemático hasta los 18 años, y llega como tabla rasa hasta la edad
en que debe elegir sin tener acumulado todo lo que una sociedad ha pensado, ha
experimentado y ha adquirido de sabiduría.
"Con todo -dice- no se vuelve a partir de cero cada vez que un hombre piensa", y eso es,
precisamente, lo que el dogma bien entendido permite hacer; es decir: va creando entre los
hombres un pensamiento que experimenta sabiduría y se transmite, luego entra en nuevas
crisis y obedece a la libertad de cada uno, pero nadie empieza de cero ya más, porque existe
siempre la base de un antiguo saber, de una riquísima experiencia humana hecha en común.
Eso es lo que vamos a tratar de mostrar que quiso ser el dogma siempre, primero en el
Antiguo y en el Nuevo Testamento, y en la Iglesia después, y que, puede volverlo a ser en la
medida en que nosotros realmente nos pongamos frente a él de una manera rica y creadora.
Es como la lenta y conservadora herencia genética en el saber que nos ahorra energía para
pensar, porque, hecha por generaciones anteriores, se nos brinda de una manera "barata",
permitiéndonos lanzarnos al aprendizaje y a la creación de cosas nuevas.
Precisamente porque otros nos han enseñado a resolver los problemas más simples de la
existencia es que podemos lanzarnos a ese conocimiento más hondo de nuevas posibilidades,
de nuevas verdades, en nuevas situaciones de la existencia. Y eso va a ser muy importante
porque supone la existencia simultánea de la verdad y del error. Es decir: nadie aprende sin
errar. Si por dogma se entendiera la creación de una infalibilidad, sería suicida para el
hombre.
Hay una especie de infalibilidad básica sobre la cual yo me tengo que basar para no ir
revisando todo lo que hicieron las personas del pasado y quedarme así sin posibilidad
ninguna de avanzar hacia el futuro, es decir: lo doy por sabido; después lo corregiré si me
topo con una imposibilidad o con un error manifiesto, pero ciertamente yo le doy mi cheque
en blanco, y eso es lo que cada hombre hace dentro de la sociedad en que vive, frente a
ciertas ideas, a ciertas experiencias y a cierto pasado que le han enseñado cosas y le permiten
lanzarse a una creación y a una búsqueda de la verdad que sólo puede hacerse por crisis
provocadas por errores, por pensamientos insuficientes, o conocimientos que no agotan la
verdad y que introducen nuevos problemas. Por lo tanto, que un día mirando el pasado, yo
diga: "¡Cómo me equivoqué antes, y sin embargo, cómo esa equivocación me ayudó a
conocer la verdad más a fondo!". Eso lo vamos a ir viendo y creo que es importante.
4.1. Creación de sabiduría. Esto es lo primero: el dogma es la creación de una base de
sabiduría para lanzar al hombre a algo nuevo, donde le esperan la verdad y el error. Y no
hay que escandalizarse de que también haya error, porque precisamente cuando se vive y se
reconoce como tal, nos va a llevar a interiorizar la verdad. Mientras no nos hemos
equivocado tenemos una verdad superficial y eso creo que es muy importante en cualquier
método didáctico profundo y es también importante en esa pedagogía divina que Dios tiene
con nosotros.
4.2. Proceso de aprender a aprender. En segundo lugar tenemos que comprender que
la verdad no es algo que Dios nos haya hecho de una vez para siempre sino que tenemos que
concebirla como el resultado de un proceso, no de aprender cosas y sumarlas, sino de
aprender a aprender.
Es lo que Beison llama un “Deuterolermi”, es decir, un aprendizaje en segundo grado,
que implica aprender factores nuevos de conocimiento. En ese nivel superior del aprendizaje
los conocimientos no se suman se multiplican; son factores nuevos que nos ayudan a
aprender en el futuro.
En el salmo primero de la Biblia dice: "Al justo todo le sale bien": es un poco tal vez lo
que hasta hace poco tiempo las películas, sobre todo norteamericanas querían hacer creer y
hoy en día, todavía nuestros niños y mayores, reciben a través de "Rambo" y de otras cosas.
El “Happy End” es la prueba de la justicia. Bueno, eso es un error, pero es un error a partir
de cierto momento del aprendizaje; porque si nosotros lo damos por error desde el principio,
no hay aprendizaje.
11
Es decir, llega un momento en donde el aprendizaje de que "Al justo todo le sale bien"
tiene que entrar en crisis y lo hace a través de una experiencia de un justo que sufre y va a
llevar a otras soluciones, a otras experiencias y a otras crisis. Frente a eso siempre nos va a
parecer que lo primero fue una equivocación, siendo así que fue un paso, sólo que ese paso
no era suficiente para abarcar toda la complejidad de lo real y tuvimos mil veces que irlo
cambiando para adecuarlo y darle sentido a una realidad que parece que al justo no le da más
importancia que al injusto, o que todavía le da a veces más al injusto que al justo. Depende
del número, como decía aquel verso que ustedes conocen:
"Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios
protege a los malos cuando son más que los buenos".
Entonces, llega el momento de la crisis y hay que volver a darle sentido a un mundo en
donde se vive esto. Y eso, por ejemplo, lo hará la Biblia en el libro de Job, en el que todavía
no se piensa que pueda existir otra vida donde el equilibrio entre moral y acontecimientos se
realice. Pero es que, concebir otra vida antes de que se haya luchado por ésta, deforma más
de lo que avanza. El saberlo antes de que la crisis aparezca, por toparme con el error, se me
convertiría en una verdad superficial que deforma más de lo que informa y enriquece.
Entonces hay todo un proceso de aprender a aprender, donde las verdades llegan a su
tiempo y donde los errores son momentos necesarios del aprendizaje, para que yo, al darme
cuenta, busque salir nuevamente en búsqueda de una verdad más profunda, porque, si sigo
con los conocimientos que he adquirido hasta ese momento, estoy en un error.
Esto tiene que entrar también en nuestro conocimiento del dogma, para que sea algo que
verdaderamente nos ayude.
Esta es una de las novedades del Concilio Vaticano II que algunos teólogos no admiten,
porque dicen que teológicamente no dijo nada nuevo. ¡Vaya si dijo!
Todos los concilios anteriores habían dicho que en la Biblia no había un solo error y el
Vaticano II, en el Nº 15 de la Constitución “Dei Verbum” -que ya mencionamos- refiriéndose
al Antiguo Testamento, dice: "Estos libros del Antiguo Testamento contienen algunas cosas
imperfectas y transitorias".
Fíjense que la prudencia de la Iglesia es infinita, no le gusta poner la palabra "error", y
pone: cosas imperfectas. Bueno, si son imperfectas, frente a las perfectas son erróneas, y si
son transitorias y valen solamente para el lunes, y no para el martes, el martes son errores. O
sea que “cosas imperfectas y transitorias” significa que hay cosas que han sido corregidas.
"Muestran sin embargo la verdadera pedagogía divina". Esto es algo muy importante: si
consideramos la infalibilidad de la pedagogía y no la infalibilidad de un enunciado aislado
del conjunto, el que "Al justo todo le sale bien", es un error esté en la Biblia o no, pero
puesto dentro de un proceso pedagógico es una etapa necesaria que lleva a la verdad. Es un
enunciado imperfecto y transitorio desde el punto de vista de lo que es en sí mismo, pero
verdadero desde el punto de vista de la pedagogía que conduce ese proceso. Por lo tanto es
importante pasar el concepto de dogma de algo que es verdadero para todas las épocas en
cualquier circunstancia, a algo que es pedagogía divina infalible donde el Espíritu nos va
llevando a una verdad ceda vez más grande.
4.3. "Palabra de Dios". Un tercer elemento que me parece que nos va a ayudar a ver
esto es cómo se ha llegado a decidir entre tantas palabras de los hombres cuáles son las que
hoy decimos "Palabra de Dios", porque nos estamos engañando continuamente.
La Iglesia dice que sacamos el dogma de la palabra que Dios nos dijo, pero Dios no nos
dijo nunca ninguna palabra, nunca tuvo un teléfono directo para comunicarse con nosotros;
tenemos que reconocer, que oír, esa voz para saber si le pertenece.
Hemos oído miles de voces, y fíjense lo maravilloso y al mismo tiempo lo terrible y lo
unidos que estamos todos los hombres en un mismo destino: nosotros hemos decidido qué
cosas eran palabra de Dios. Este libro que se llama Biblia fue compuesto con palabras que no
llevaban ninguna señal del cielo. ¿Se acuerdan cuando Jesús rechazaba las señales del cielo
diciendo: "Juzguen por ustedes mismos lo que es justo"? Los hombres han ido juzgando por
12
sí mismos qué los enriquecía y qué los llevaba a la verdad, entonces dijeron: esto tiene que
ser de Dios. Los hombres se han jugado para tener una Biblia y hoy en día la usamos para no
jugarnos; es decir, la creación del dogma, que es una apuesta del hombre a la verdad, la
usamos, precisamente, para no tener que apostar a la verdad sino para tenerla ya hecha como
solución.
Es muy importante que nosotros nos demos cuenta que nos estamos haciendo trampas al
solitario cuando decimos: yo creo esto porque es palabra de Dios. Es palabra de Dios, pero
ahí tengo que jugar mi fe, porque, de acuerdo con una tradición, pienso que esa palabra es
tan enriquecedora y lleva a un proceso tan rico, tan enriquecedor y tan humanizador que sólo
Dios puede ser su autor. Pero tuvieron que decidirlo los hombres y nosotros somos herederos
de los que hicieron la Biblia, que es una manera de hacer dogma, aunque en la Biblia no
encontremos la fórmula "Sea anatema", como después de los concilios, pero el proceso
continúa.
Entonces, si nosotros conseguimos esas condiciones que acabamos de ver aquí, creo que
vamos a poder darle al dogma un sentido creador en lugar del sentido de freno y de
obligatoriedad externa.

I. EL DOGMA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Parecería que es inútil buscar dogmas en el Antiguo Testamento porque prácticamente no


hay ningún credo -aunque hay algo un poco parecido- y menos todavía listas de errores con la
palabra anatema; pero sí hay listas de acciones malas que suponen que una persona debe ser
apartada del pueblo y generalmente también apedreada. No se trata de cosas dogmáticas en el
sentido estricto de la palabra o de errores de fe, sino simplemente de actos que no podían admitirse
y que merecían la muerte, de acuerdo con la legislación de Israel, pero, el hecho de que un error en
la concepción de Dios realmente expulse de la comunidad judía a alguien, no lo encontramos en el
A.T.
Y uno puede preguntarse: ¿qué sentido tiene entonces hablar de dogmas en el A.T.? Vamos
a hacerlo en un sentido más amplio, como podemos hablar de dogma por ejemplo, en el Vaticano
II, aunque muchos teólogos conservadores no lo admitan. Sin embargo, su Santidad Pablo VI,
cuando lo clausuró, previendo esa objeción, habló sobre el inmenso valor doctrinal, teológico, y
por lo tanto dogmático, de este concilio.
Por lo tanto, creo que tenemos que tomar una concepción más amplia del dogma, no
fijándonos solamente en esas formas estereotipadas que aparecen en la historia de la Iglesia
Católica, y nos vamos a encontrar con el dogma en el A.T.
Vamos a estudiar tres puntos:
1) Formas icónicas: la mayor parte del A.T. contiene relatos y uno puede decir: ¿qué tiene
de dogmática una narración? Bueno, precisamente a través de ella aparece, va o se vincula una
verdad, una manera de entender las cosas y de concebir a Dios a través de qué hace, qué prohíbe,
cómo interviene, etc., o cómo los hombres actúan y qué les pasa, etc. Todo eso son formas
icónicas, es decir: son formas en que aparece la imagen; en cambio no vamos a encontrar
normalmente expresiones semejantes a las científicas, -o sea digitales- sobre qué es Dios y qué es
el hombre. Vamos a ver que poemas, salmos o narraciones, como por ejemplo el Génesis, el
Éxodo, el libro de los Reyes, el libro de los Proverbios, el de la Sabiduría, etc., están en formas
icónicas.
2) Verdades teológicas. En segundo lugar vamos a ver que en todo esto hay verdades
teológicas y qué significan, cómo y dónde las encontramos, etc. Es decir: verdades sobre Dios,
sobre sus intervenciones, sobre el plan que tiene para el hombre, etc., etc.
3) Palabra de Dios. Y finalmente un hecho que, como les decía al final de la introducción
es muy importante e indica que se trata de verdades teológicas inspiradas, o sea que los autores que
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las pusieron por escrito eran inspirados por Dios para comunicar esas verdades. Hubo que
reconocer lo que era inspirado, porque no venía con ningún rotulito que lo dijera, o sea que, de
tantas cosas que se dijeron sobre Dios, sobre el hombre y sobre las relaciones entre ambos, etc., la
Biblia es el acto en que Dios inspira y en que el hombre reconoce esa inspiración.
No se da nunca una palabra de Dios pura, sin pasar por el reconocimiento del hombre, y
ese reconocimiento tiene una historia que muchas veces se pierde de vista en el A.T. y parece que
ya de entrada se supiera que está con éste y no en otros libros de los cuales se habla en el A.T.
Por ejemplo: el libro de la Crónica de los Hechos del Rey David no está entre los
inspirados, se tomó sólo una parte que tenía características tales que los hombres reconocieron en
ella una revelación de Dios. ¿Cómo, cuándo y por qué la reconocieron? Tenemos que verlo y no
simplemente darlo por sentado porque cuando se acabe la Biblia, en el N. T., va a ser muy
importante saber si Dios continúa revelando o no, porque ya no vamos a encontrar escritos
reconocidos como inspirados y sin embargo, tenemos que suponer que el Espíritu Santo, prometido
por Jesús, que nos lleva a toda verdad, sigue revelando cosas, aún después de Jesús, y que, por lo
tanto, tenemos que reconocer dónde está viva la palabra de Dios para poder vivirla.
Para ver esto, voy a tomar ejemplos del A.T. indicando muy vagamente la época, pero no
cuál era la mentalidad de ese momento, de tal manera que, si ustedes quieren tener una síntesis más
clara de cómo es la historia de las ideas sobre Dios en el A.T. podrían leer unas conferencias mías
de hace mucho tiempo que están en el libro "Qué es un cristiano", sobre todo en uno de los dos
subtítulos en que se divide el libro: "Etapas precristianas de la fe", puede ayudarles a encuadrar lo
que vayamos diciendo aquí.
1) Formas icónicas
¿Por qué decimos que bajo la forma icónica de narraciones, poemas, refranes o máximas,
hay un verdadero dogma en el A.T.?
La Constitución “Dei Verbum”, que es uno de los documentos del Vaticano II que trata
sobre la palabra de Dios, o sea sobre la Biblia, en el Nº 10 dice: "De este depósito de la fe que es
la Biblia, que contiene el A.T. y el N. T. saca el magisterio de la Iglesia todo lo que propone para
ser creído como divinamente revelado". Es decir que de la Biblia toda entera, saca el magisterio lo
que luego propone a los fieles como verdad obligatoria o dogma.
Ahora, si yo preguntara, qué es lo que ustedes creen como verdad de fe del A.T., creo que
me llevaría una de estas dos respuestas que son igualmente horrendas: algunos dirían "todo" y
otros dirían "nada". Decir ''todo" es decir: los padres de la Iglesia saben qué es lo que Dios ha
revelado, yo no sé que es, pero lo pongo mi firma. Pero después, cuando vamos a cosas concretas,
como lo que Dios manda hacer, por ejemplo, exterminar a los pueblos cercanos matando hombres,
mujeres, niños y animales, uno no sabe qué creer de eso. Y, si empezamos a sacar cosas que no hay
que creer, al final de cuentas ¿por qué decimos que creemos en el A.T.? Habría que decir que
creemos en algunas cosas de las que están en el A.T.
Creo entonces que es muy importante ver cuál es ese dogma que existe en el A.T.
Es interesante lo que dice la “Dei Verbum” con respecto al interpretador de la escritura,
indicándole que no debe leerla como si fuera un dictado de Dios, sino que debe ir al autor humano.
Dice:
"Esfuércese el intérprete por averiguar cual fue el carácter y condición de vida del
escritor sagrado" o sea, cómo vivía, en qué contexto, qué problemas tenía, qué cosas se le ofrecían
para resolver, es decir, cada vez la interpretación de la Biblia se vuelve más cerca del autor humano
y de los problemas que tiene, de lo que está discutiendo la comunidad humana y que llega a ese
autor como problema.
“Esfuércese el intérprete por averiguar cuál fue el carácter y formas de decir que empleó,
porque así podrá conocer más plenamente quién haya sido el hagiógrafo”. El hagiógrafo es el
escritor sagrado, el que escribe los libros de la Biblia. Interesa quién haya sido porque es una
persona que tiene libertad para buscar, porque no sólo comunica hechos sino que busca el sentido
para que el hombre se oriente dentro de unos hechos que no siempre acaba de comprender.

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"Quien haya sido el hagiógrafo y que haya querido significar al escribir, porque a nadie
se le oculta que la norma suprema de la interpretación es aquella por la que se averigua y define
que es lo que el escritor intentó decir".
Creo que esto es muy importante y es lo que hace que veamos qué intentó el autor humano
decir cuando habló de la virginidad de María, lo mismo que de otros problemas que hemos visto en
el A.T.
Dios ha dejado libres a estos autores para buscar en los hechos que narran, el sentido que
tienen y formar así la tradición y la sabiduría propia de Israel. Evidentemente eso lo hacen con toda
la ayuda de la experiencia por la que va pasando el pueblo de Israel. No trabajan solos, son
representantes de todo un pueblo que piensa, que trata de solucionar sus problemas, eso va
llevando a que cada ambigüedad de los hechos sea estudiada de nuevo a ver si es posible reducirla
a una cierta verdad, entenderla mejor, comprenderla más, y así se van sucediendo las etapas en el
A.T. hasta que se llega al umbral del N. T. donde también se ve cómo actúa esa misma concepción
de la palabra de Dios. Tenemos que buscar dónde está la verdad en la información sobre hechos y
en la educación que es un conocimiento progresivo del sentido. Generalmente, hasta el día de hoy,
se usa la Biblia para dar información, y cuando uno ve el trabajo que hace el autor, se da cuenta
que no está interesado en la información sino en la educación. Por eso el autor se permite dar
informaciones que él mismo sabe que son erróneas porque han formado parte de la educación. Por
ejemplo el autor que pone en los salmos "Al justo todo le sale bien", sabe que eso no es verdad, sin
embargo, lo pone ahí. ¿Por qué? Porque es parte de la educación, porque no se comprendería una
educación que empieza ya sabiendo que Dios no interviene en la tierra para juzgar si los hombres
son buenos o malos, etc., es decir, se perdería el sentido de la educación si no estuviera todo el
proceso de esa educación en la Biblia. Entonces, la verdad va a la parte educativa y por eso, en el
Nº 15 de la “Dei Verbum” dice: "Esas cosas imperfectas y transitorias son muestras de la
pedagogía divina".
Esto se ha formulado solemnemente en una constitución sobre la palabra de Dios, es decir,
sobre este tema, no es un simple paréntesis dentro de otro tema cualquiera.
"Las cosas imperfectas y transitorias" -dice- que hay en el A.T. por ejemplo: "Al justo todo
le sale bien", es imperfecto y transitorio. Es una muestra de la pedagogía divina, es una muestra de
cómo la verdad fue avanzando con el sentido, aunque los hechos de los cuales informa sean falsos.
Por supuesto que Josué no paró al sol, pero también por supuesto que cuando el salmista
dice: "Nunca vi a un justo abandonado ni a su prole mendigando el pan” es un hecho tan falso
como el de los Reyes Magos, pero que ha formado parte del proceso de educación por el cual Dios
ha ido inspirando a ese pueblo para llevarlo poco a poco a comprender una verdad más amplia, a
plantearse los problemas más serios de la existencia, a plantearse por ejemplo el problema del justo
que sufre, el problema de la muerte, el problema de la otra vida y todos los otros problemas que
después van a llevar al umbral del mensaje mismo de Jesús: el problema del reino, el problema de
Dios que quiere transformar una sociedad que no está de acuerdo con la justicia, o al problema de
Pablo, que frente a la muerte de Jesús se pregunta: Y bueno, ¿dónde está el Reino hoy, ese reino
por el cual lucha Cristo?
Todos esos problemas forman parte de la pedagogía divina y esa pedagogía es la
verdadera, esta orientada por Dios.
Dos ejemplos
Les voy a indicar dos ejemplos de dogma en el A.T. que no chocan tanto, es decir, que al
hombre de hoy no le molestaría tanto creer en esa parte del A.T. Hay otras que son más difíciles de
aceptar como verdades teológicas, es decir, como concepción de Dios.
Un ejemplo son las dos narraciones del diluvio que están en el libro del Génesis, y el otro
es una especie de credo histórico que aparece en el Deuteronomio.
- El diluvio
Si alguno de ustedes quiere hacer un estudio del Génesis y de las narraciones del diluvio,
les llamará la atención que hay una repetición casi continua de las mismas cosas o de muy
parecidas. Y, en realidad, los exégetas han notado que se trata de dos narraciones superpuestas , o
15
sea que hay dos comienzos, después dos narraciones y luego dos terminaciones, y que ambas estás
separadas tal vez por cinco siglos, porque la primera narración está hecha por el autor yavista, que
fue el primero que escribió partes considerables de la Biblia, allá por los tiempos del rey David o
de Salomón, es decir, por el año 1000 A.C. y la segunda narración está hecha durante el exilio, por
un autor que se llama el sacerdotal, que es el último autor que le añade una parte importante al
Pentateuco (que son los cinco primeros libros de la Biblia). Al Yavista le pertenecen: Génesis Cáp.
6, 1-8; Cáp.7, 1-5; 7-10; 12; 16b; 17; 22-23; Cáp.8 2b-3a; 6-12; 13b; 20-22.
Ustedes van a ver que reuniendo todo este mosaico se hace una narración prácticamente
completa del diluvio.
Al sacerdotal le pertenecería entonces el relato más moderno: Génesis Cáp. 6,9-22; Cáp. 7,
6-11; 13-06,18-21,24; Cáp. 8, 1-2a, 3b-5, 13a, 14-19 y Cáp. 9, 1-17. Si ustedes leen esto se van a
encontrar con algo interesante y es que las dos narraciones no coinciden en cosas importantes, a
pesar de que la Biblia ha sido muy trabajada por redactores que han tratado de armonizar los
distintos elementos, han dejado intactas las narraciones a pesar de que dicen cosas opuestas con
respecto al diluvio.
Sin embargo, cualquiera puede darse cuenta que son dos narraciones de un mismo hecho;
pero, si ese hecho es histórico, una de las dos narraciones no es exacta obviamente, o puede ser
también que ninguna de las dos lo sea.
Es interesante saber algo sobre la historia de estas narraciones del diluvio. Cualquiera que
conoce Palestina sabe que es una región más o menos montañosa, no de montañas muy altas, pero
ciertamente de serranías más altas que las nuestras. Por lo tanto es un poco difícil imaginar un
diluvio que cubra absolutamente todo. ¿Se imaginan qué cantidad de agua tan imponente tendría
que haber para que se cubriera el cerro de Montevideo o el de las Ánimas?
Lo primero que llamó la atención con respecto a esto es que en Palestina parecía imposible
que se hablara de un diluvio que cubriera toda la tierra y que no dejara ningún ser vivo nadando o
fuera de las aguas. Esto sería más posible en la Mesopotamia (donde están ahora en guerra Irán e
Irak) que es una llanura con dos enormes ríos, como son el Tigris y el Eufrates, que vienen de
regiones montañosas y que tienen crecidas enormes.
Sin duda ninguna que tiene que haber inundaciones periódicas muy grandes, que sumerjan
tierras inmensas hasta donde alcanza la vista, y después, pasado cierto tiempo, las aguas
disminuyen.
Entonces no era muy difícil imaginar que el relato del diluvio no era judío y, precisamente,
descubrimientos posteriores, hechos por arqueólogos, confirmaron esto que era una presunción,
porque se encontraron relatos mucho más antiguos que el yavista sobre el diluvio universal,
precisamente en Mesopotamia, como la epopeya de Guildamés, que es un documento literario muy
antiguo en donde aparece un diluvio que sumerge a toda la tierra, por razones que no tienen nada
que ver con las de la Biblia.
Evidentemente uno se encuentra aquí con un problema: es una forma icónica, tenemos un
cuento, ¿cuál es la verdad ahí?
Por suerte, para que no entremos en la tentación de decir: "Como está contado en la Biblia,
el diluvio tiene que ser verdad", tenemos dos versiones distintas del mismo acontecimiento, o sea
que, ciertamente, una de ellas no es verdad, y, más aún, cuando nos encontrarnos con que el relato
viene de Mesopotamia, podemos decir que ninguna de las dos es verdad, por lo menos en
Palestina.
Entonces, ¿qué es lo icónico aquí? ¿Imagen de qué es? ¿Para qué se la pone? ¿Para qué
reescribe ese cuento en Israel?
Uno de los exégetas mejores que yo conozco, Gustavo Lambert, que fue profesor mío en
Lovaina, eligió para estudiar estos dos diluvios un título que es prácticamente una fórmula
dogmática. Y, que sirve para los dos relatos, a pesar de las diferencias, y que explica el por qué fue
traído ese cuento de otro lado que no caracteriza al pueblo judío y que es casi impensable en
Palestina. Ese título es: "No habrá nunca más un diluvio".

16
Si ustedes se fijan, van a ver que el dato más importante que se saca una vez que se han
leído las dos narraciones, es que en las dos, Yahvé dice: "Jamás va a haber otro diluvio sobre el
haz de la tierra".
Entonces, ¿cuál es el dogma que surge de esas dos narraciones? ¿Para qué fueron traídas?
Para hacernos pensar sobre Dios.
Dios le ha entregado definitivamente la tierra al hombre y éste puede cultivarla y servirse
de ella sin temor a que Dios la vaya a destruir. Esto es un mito y nadie lo toma como un hecho
histórico, y aunque el origen de la leyenda mesopotámica pudo deberse a una gran inundación,
obviamente no es el relato de ese hecho, ya que aparecen los dioses en Babilonia, actuando según
su capricho; y, porque les molesta el parloteo de los hombres, que no los dejan dormir la siesta,
deciden terminar el mundo con el diluvio.
Esto se contaba en todos los países que tenían relación con Mesopotamia, y los judíos, que
venían por su origen de ese lugar, que mantenían relaciones comerciales y culturales con esas
zonas, habían oído ese cuento sobre los dioses y lo cuentan de nuevo para dar una forma icónica
-es decir con una narración- una idea distinta del Dios de Israel.
Entonces, cada vez que Dios vea al arco iris, después de una tormenta, se acordará que él
juró no destruir jamás la tierra de los hombres.
Por lo tanto, la tierra de los hombres no depende del capricho de los dioses sino que está
dada de una vez para siempre al hombre para que la cultive.
Dios, que aparece al principio arrepentido de haber creado al hombre, luego, cuando ve los
resultados de esa descreación que hace con el diluvio, se arrepiente de haberse arrepentido, y jura
que jamás va a ser destruida esta tierra que ha dado al hombre. Ese es el dogma que tienen los
judíos en ese momento y que aprenden no precisamente a través de un hecho histórico, porque
saben que no lo es, y saben perfectamente cuál es la verdad que se vincula en esa narración y se
van formando durante generaciones contándose ese cuento que le va dando la confianza de que la
tierra está dada de una vez para siempre por Dios al hombre para que la cultive y saque de ella su
sustento. Esto forma parte de una diferencia sustancial del pueblo de Israel con respecto a otros
tiempos, es decir, Israel está comenzando a formar su identidad sin miedo de que los dioses
destruyan la tierra que cultivan.
Este cuento forme parte de la sabiduría que no se aprende desde cero en cada generación,
así como cada generación del occidente europeo oirá el cuento de “Caperucita Roja” y sacará de
allí una concepción de qué es la vida, a quién hay que obedecer, dónde está el peligro, etc., y así se
va formando una tradición en que nadie empieza a pensar desde cero.
Y no se puede ser "laico" ante el cuento de “Caperucita Roja”, porque mete algo en la
cabeza de la gente. Cuando nosotros damos historia nacional, se acabó también la imparcialidad,
porque damos valores humanos distintos de otros. De tal manera que cuando vienen y me dicen:
"Mire, usted está faltando a la laicidad porque da otra concepción", estaré faltando a lo que es
tradición en el Uruguay que se ve pero no a la laicidad porque hace tiempo que desapareció; es
decir, las tradiciones vehiculan concepciones de la vida y del hombre. Y ustedes ven aquí entonces
como bajo forma icónica se va formando un dogma. Y la narración del diluvio sirve para definir
una verdad de fe que va siendo propia, auténtica de la tradición dogmática de Israel, de cómo es
Dios, cómo actúa y lo fiel que es a su palabra.
Dios dio de una vez para siempre la tierra a los hombres y no es alguien caprichoso que se
la va a sacar un día, ni siquiera por el más grande pecado que los hombres puedan hacer.
Entonces "No habrá más diluvio" es una forma digital de lo que aquí está en lenguaje
icónico y uno podría tomarlo como una predicción científica y decir: "El que no crea esto no
pertenece a Israel, es un extranjero". Es prácticamente lo mismo que un dogma, sólo tenemos que
reconocerlo en una forma distinta, como es una narración, sin que se diga la fórmula "Sea
anatema", pero de hecho, el que no admita esto se va a sentir como un extranjero dentro de un
pueblo en donde está eso incorporado a una tradición que es de sabiduría, donde nadie empieza
desde cero.

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Me interesa darles el ejemplo del diluvio para que ustedes vean como una narración
obviamente mítica, que no representa un hecho real, sin embargo va formando la mente porque
transporta la idea de que el Dios de Israel es distinto al de Mesopotamia y de que por lo tanto hay
que esperar otras cosas de Él. De ahí la fuerza que tiene ese mito, porque de alguna manera ha
copiado un hecho del que se habla en todo el Medio Oriente y le ha dado vuelta al sentido
poniéndole otro que es un dogma.
- El credo del Deuteronomio
El Deuteronomio, conocido por la segunda ley de Moisés, es un libro que está situado al
final de la monarquía de Israel, cuando ya está amenazada por lo que va a ser después el exilio
babilónico, o sea, ya se ven los primeros problemas, los primeros síntomas de la invasión de los
asirios en Palestina y ya se ve que va a terminar mal esa monarquía. Ya han sido desterrados de la
parte del norte, que es lo que se llama propiamente Israel -Galilea y Samaría- y queda solamente
como independiente el Reino de Judá en el Sur, que tiene como capital a Jerusalén. Pues bien, ese
reino está por ser destruido y en esas circunstancias se escribe el Deuteronomio que significa
"segunda ley " y que se le atribuye al que dio la primera en el Sinaí que es Moisés; de tal manera
que si ustedes leen el Deuteronomio sin precaución literaria pueden creer que están frente a
Moisés, pero si empiezan a analizar de qué leyes se trata, se van a dar cuenta que están en una
civilización completamente distinta. Hace cinco siglos que salieron de Egipto y ya están instalados;
tienen un rey y una serie de instituciones propias de otra situación que es precisamente ésta en que
la monarquía está en crisis. De tal manera que una de las cosas más importantes de ese momento
en que sale el Deuteronomio es la renovación religiosa con que se quiere ver si Yahvé va a salvar al
pueblo de sus enemigos, es decir: tal vez si nos convertimos realmente a Yahvé, tal vez si hay una
renovación religiosa, -como la que Josías, que es un rey sumamente piadoso y religioso, determina
hacer- puede ser que ponga a Yahvé en disposición de salvarnos, a pesar de que todo indica que
llevamos las de perder con los reyes vecinos, especialmente con los que vienen de la Mesopotamia:
los asirios y los babilonios.
En el Cáp. 26, vers. 5 al 10 del Deuteronomio leemos que en el momento de entregar las
ofrendas, (los judíos tenían que llevar los primeros frutos de las cosechas al templo y ofrecerlas a
Yahvé), recitaban esto, que más que una oración es un credo, porque no se dirige a Yahvé sino que
expresa lo que ellos son en realidad; dice lo siguiente: "Mi padre era un arameo errante", ese
arameo errante es Jacob, que es el padre de todo Israel, que tuvo 12 hijos que son a su vez los
padres de las 12 tribus. Esto es también mítico, es decir, es un arreglo posterior de la historia, pero
lo que importa es que con eso se forma la tradición que lleva consigo, de manera icónica, una
concepción de Yahvé importante.
Dice: "Mi padre era un arameo errante", los patriarcas como Abraham, Isaac y Jacob, eran
nómadas, "Que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí, siendo pocos aun, pero se hizo una nación
grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura
servidumbre. Entonces clamamos a Yahvé dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz;
vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahvé nos sacó de Egipto con
mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror (de los egipcios, obviamente) señales y
prodigios. Nos trajo aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Y ahora yo traigo las
primicias de la tierra que tú, Yahvé me has dado".
Es una especie de credo que dice quién soy yo y quién es Dios, y qué relación hay entre los
dos.
Si uno se fija con detención, hay aquí algunos elementos que son dignos de tenerse en
cuenta porque de alguna manera indican cómo puede ser Dios si Israel tiene fe en su intervención.
Vean que hay como tres repeticiones de una misma secuencia:"Mi padre era un arameo errante" es
una situación obviamente difícil para el hombre, sobre todo dicho por gente que ya está establecida
en ciudades, con orden, con cosechas a su debido tiempo, con civilización etc.
"Arameo errante" indica una situación peligrosa.
"fue a refugiarse a Egipto": ustedes recordaren, por el Génesis, que hubo una gran hambre,
que fueron a refugiarse a Egipto y que los egipcios los acogieron en su tierra.

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"y Yahvé nos hizo una nación grande, fuerte y numerosa", es decir: Yahvé hace que su
pueblo, ese pueblo de los patriarcas, que tuvo que ir a refugiarse, se vuelva una nación grande y
poderosa. Es nada más que un arameo errante que va a Egipto y de esa amargura, de esa estrechez,
de esa situación de peligro sale un pueblo grande y numeroso.
Y otra vez vuelve la crisis. Esta es la primera secuencia.
La segunda secuencia es: "Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron
dura servidumbre", entonces, otra vez, así como los patriarcas -Jacob, etc.- se relacionaban con
Dios (por eso se dice que es el Dios de nuestros padres el que protegía a Jacob) aquí dice:
"clamamos a Yahvé dios de nuestros padres y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra
miseria, nuestras penalidades, nuestra opresión y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y
tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios". Segunda secuencia. Nuevamente hay
una crisis, se invoca a Yahvé, se ponen los israelitas bajo su protección, como lo hicieron antes los
patriarcas, y su brazo nuevamente los saca de la esclavitud.
Luego dice: "Nos trajo aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel". Fíjense que de la
tierra en que estaban no manaba leche y miel por ninguna parte, era una tierra árida y dura; estaban
invadidos por todas partes, se morían de una cantidad de inconveniencias como guerras, etc., pero
lo que quieren indicar con esto es que en el porvenir existe esa tierra en que mana leche y miel.
Von-Rad -que es uno de los mejores exégetas del A.T.- dice que en esta época se empezó a
oír en Israel una cosa inaudita, que es que la promesa hecha a los antiguos todavía no se había
realizado, que estaba por realizarse. Por ejemplo:"la tierra que mana leche y miel": cualquiera se
podía dar cuenta que no era Israel esa tierra, pero es una forma de decir: depende de ti que de la
tierra que Yahvé te dé mane leche y miel; si tú, otra vez, en medio de la tribulación y de la
situación en que estás, te vuelves enteramente a Yahvé y clamas a Él como antes, Yahvé es capaz
de sacarte de todos los peligros, asechanzas y calamidades que hay sobre ti y por fin darte la tierra
que Él quiso darte desde el principio, la tierra de la que mana leche y miel.
La sabiduría se esconde en lo icónico, es decir, en las narraciones; la sabiduría para el
hombre está en saber cómo orientarse en medio de los acontecimientos que parecen ser caóticos;
sin ninguna necesidad intrínseca pasa esto, lo otro y cualquier cosa. En cambio el hombre se va
haciendo sabio en la medida en que va reconociendo en los acontecimientos ciertas frecuencias que
parecen repetirse.
Gregory Beison dice que "Todos los hombres aprendemos porque empezamos a notar en
los acontecimientos ciertas redundancias, o series que se repiten, y la sabiduría consiste en
reconocerlas". Entonces, un pesimista dice por ejemplo:"me está yendo bien hoy, sin duda ninguna
o el tiempo está malo o voy a caer enfermo, porque ya he aprendido a reconocer una secuencia...
que es que cuando uno se siente bien, zás, viene un acontecimiento negativo". Esa es una forma de
reconocer una redundancia, poniéndole un punto a una frase. Uno pone el punto cuando termina la
secuencia, es decir: hasta ahora está todo bien, va a venir el acontecimiento malo, punto, vamos a
ver si esta secuencia después recomienza otra vez.
Aquí también los judíos dicen: fíjense en la secuencia que se repite: hay una crisis, un
entregarse a Dios, y una respuesta por parte de Dios que siempre da más de lo que el hombre
esperaba. Bueno, esa secuencia se aprende en Israel precisamente con este credo que en forma
digital diría: siempre que hay un arrepentimiento y una vuelta de los hombres a Yahvé, éste
responde con algo más grande y más hermoso de lo que ellos esperaban. Esto es un dogma, y el
que diga lo contrario, sea anatema.
Vean como a través de mil formas icónicas se va haciendo la tradición de Israel, y cómo la
verdad no está en que el acontecimiento original haya sido exactamente así, porque lo importante
no es el plan histórico sino que yo he aprendido que hay una secuencia de acontecimientos que me
hace más sabio que antes, que me permite internarme por la vida con algún hilo para orientarme
dentro de acontecimientos que si no parecerían caóticos y completamente sin sentido. Yo les noto
ahora un sentido que se va acumulando como sabiduría en Israel, en todo el A.T.
He puesto dos ejemplos pero se podrían poner infinitos más. Comentando este credo del
Deuteronomio, Von-Rad dice:

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"Aquí resuena por primera vez el tono que de ahora en adelante va a dominar la vida
religiosa de Israel, de hecho este manifestó siempre mayor pericia en la alabanza y glorificación
de Yahvé que en la reflexión teológica".
Nosotros queremos mostrar aquí exactamente lo opuesto; o sea que en el A.T. hay
continuamente una reflexión teológica sumamente profunda. Si hay un pueblo que tuvo una
reflexión teológica profunda fue Israel. Es algo que lo caracteriza.
Yo creo entender que Von-Rad se refiere a que en el A.T. no se usa la misma forma literaria
que se emplea hoy para hacer reflexión teológica, que no es a través de narraciones ni poesías, sino
de un género literario típico de los libros de teología, de las fórmulas dogmáticas, etc. Y creo que
eso es así porque unas páginas después, en el mismo libro que es "Teología del Antiguo
Testamento" dice lo siguiente:
"El instrumento principal usado en el desarrollo teológico de la revelación (fíjense que
habla de desarrollo teológico de la revelación) fue otro, no el usado corrientemente hoy. Era más
bien un medio indirecto que consistía en ordenar los materiales sueltos de la tradición de una
manera particular", es decir, lo que recordaba la tradición de Israel: tanto cosas propias como
ajenas. La narración del diluvio era ajena, las de los patriarcas o las de la liberación de Egipto,
como el credo del Deuteronomio serían propias).
"La historia de los orígenes, la de Abraham, las relaciones entre la época patriarcal y la
de Josué, etc., están ordenados con tal cuidado que la simple sucesión de los materiales provoca
determinadas tensiones teológicas". Es lo que hemos ido viendo aquí.
En este credo del Deuteronomio hay tres secuencias paralelas, es decir: se cuentan dos
crisis y dos intervenciones de Dios que superan las expectativas de aquellos que recurrieron a Él, y,
finalmente, se pone una tercera crisis indicando que si otra vez todo el pueblo de Judá recurre a
Yahvé, como lo ha hecho antes, éste es capaz de hacer algo todavía más grande que lo que hizo en
el Éxodo de Israel de Egipto.
Es decir: en la manera de ordenar los acontecimientos hay teología, porque se hace de tal
forma que uno aprende a ver el mundo y la historia de una determinada manera que es
precisamente lo que se llama teología.
Aquí hay algo que me parece muy importante para todos nosotros: teología no es una
ciencia sobre Dios, sobre un misterio que nos sobrepasa; teología es la forma con que Dios nos
indica cómo es nuestra existencia humana y cómo debe ser, cómo la ve Él y cómo debe ser, y nos
orienta precisamente para que, en medio de los acontecimientos, nosotros tengamos un sentido, es
decir, la teología es al mismo tiempo sobre Dios y sobre el hombre, porque Dios no aparece nunca
como personaje separado diciendo: les voy a dar información sobre mí mismo, sino que se aparece
siempre interviniendo en la existencia del hombre, dándole sentido, dándole al hombre un hilo
conductor para que entienda la historia y se humanice y enriquezca con ella.
Por lo tanto, la manera de contar la historia de Israel es teología en la que Dios aparece
enriqueciendo al hombre, dándole un sentido, llevando las cosas hacia ciertos finos en la historia; y
ahí va aprendiendo Israel, no solamente con lo que Dios le dice sino con la experiencia que hace. Y
cuando la experiencia le sale mal, tiene que volver, y decir: ¿dónde fue que nos equivocamos? y así
aprende más y de una forma más honda.
Entonces, no es que falte reflexión teológica en Israel como parecía decir Von-Rad en un
comienzo, sino que está puesta en forma un poco distinta y más rica de la que nosotros estamos
acostumbrados. Si nosotros preguntamos: ¿Qué dice la teología sobre la Trinidad?, un profesor nos
puede hablar 20 días sobre ella, sin referirse ni una sola vez a lo que acontece en nuestra vida. El
A.T. no va a hacer jamás eso; nos va a contar una historia, o un poema, nos va a poner frente a
hechos que nos lleven a decir: "El sentido que esto tiene, supone la Trinidad", y así cualquier otro
de los dogmas cristianos.
Lo que ha pasado es que al utilizar el lenguaje digital hemos sacado a la teología de
nuestra propia historia y de nuestra propia existencia, y la damos como algo que hay que saber
independientemente de nuestras experiencias, de nuestra historia y de la sabiduría que vamos
adquiriendo para dominar un poco esa historia tan difícil, tan compleja, en la cual estarnos
comprometidos y a la cual tratamos de darle un sentido. Parece que la teología esté fuera de eso y
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que sólo nos da vagas orientaciones como diciendo:"Sí, comprométanse, y después, arréglense
como puedan".
Sin embargo, la teología del A.T. se aprendía en la realidad, en esas cosas que se contaban
y que luego se comprobaban con la experiencia; después entraban en crisis y obligaban a dar otras
respuestas más ricas y a pasar de una cosa a la otra.
Voy a poner otro ejemplo que les puede ayudar a ver esto más claramente, un ejemplo de la
verdad teológica que surge cuando leemos algunos de los salmos que parece que no tienen nada
que ver con la teología. El salmo es una poesía lírica, una oración de Dios, y todo lo que ustedes
quieran, pero tiene relación con la existencia humana y la va orientando.
Esquema 1: Dios no abandona al justo
Los salmos comienzan con el salmo Nº 1, que es uno de los más antiguos y que expresa un
poco la situación de donde se parte, la concepción más antigua y primitiva de la relación entre Dios
y el hombre.
Vamos a ir viendo cómo se transforma una verdad teológica, que es algo que nos importa y
nos preocupa. ¿Qué es verdad, qué es error en la teología?
Dice el salmo 1º, con respecto al hombre: "Dichoso el hombre", es una especie de
bienaventuranza, "que se complace en la ley de Yahvé. Todo lo que hace sale bien. ¡No así los
impíos, no así! que ellos son como la paja que el viento se lleva de la tierra".
Nos encontramos aquí con una especie de orientación hecha en un poema lírico, sobre la
relación entre los acontecimientos y la moral del hombre. Al hombre siempre le preocupa, no en el
principio pero sí desde muy temprano, (y en la Biblia lo vamos a ver claro) qué relación puede
tener la moral del hombre con los acontecimientos exteriores.
Hay un libro famoso sobre eso que es el de Job, que está al final del A.T. y que pone en
cuestión que haya una relación entre lo que le pasa al hombre y su moral, porque Job es inocente,
por lo menos no es más pecador que cualquier otro hombre, y sin embargo le pasan todos los males
posibles a una persona. En cambio, el salmo 1° es la afirmación de que hay una relación intrínseca
entre lo que le pasa al hombre y el cumplimiento o no de la ley de Yahvé. Cumplir la ley de Yahvé
hace que todo salga bien. Y uno dice: ¿Esto, qué hace aquí?
Además, estamos acostumbrados a oír que esto es palabra de Dios, la verdad es que Dios
estaba bastante distraído cuando dijo esto, porque uno realmente tiene demasiadas experiencias de
que al justo no todo le sale bien, pero lo cierto es que así se empieza.
De acuerdo con ese salmo, en el Nº 37, vers.25, el salmista declara: "Fui joven, ya soy
viejo, nunca vi al justo abandonado ni a su linaje mendigando el pan". O sea: ni a su prole ni a sus
hijos los vio mendigando el pan.
Esta en una concepción que trata de pensar y de descubrir el secreto de la historia
partiendo de Dios y de lo que El manda. Si el hombre hace lo que Dios manda, nunca será
abandonado. Es uno de los puntos más sensibles para el hombre de aquella época, que no creía en
una vida ultraterrena.
No sé si ustedes saben que prácticamente durante todo el A.T. no se creía en una vida más
allá de la muerte, y se pensaba que tenía que haber una relación intrínseca y directa entre la
moralidad del hombre y los bienes que recibía durante la vida.
Esquema 2: Dios no interviene en la tierra.
En el salmo 58, vers. 11 y 12, dice lo mismo pero expresado en forma contraria: "Se
alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío; y se dirá: Sí,
hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en la tierra".
Este es uno de los problemas más serios para toda una humanidad que no tiene la
escapatoria de decir que hay otra vida, en donde las cosas se van a arreglar; tiene que haber por lo
mismo una correlación entre los acontecimientos exteriores y la disposición interior del hombre, su
justicia y su bondad; es imposible que el mundo sea absolutamente loco y caótico, que no tenga
relación ninguna.

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Se busca una cierta redundancia que muestre esa relación. Es decir: ¿no se repetirán ciertas
secuencias? y entonces esas secuencias se ponen en activo: nunca el justo se compadece de estar
abandonado y que sus hijos mendiguen el pan. Siempre aquél que ha sufrido injusticias verá la
venganza y entonces dirá: "Sí, hay un fruto para el justo". ¿Ven? es una relación positiva, hay un
Dios que juzga en la tierra. El problema teológico para el judío no es saber si hay o no Dios, sino
saber si interviene en la tierra o no y si lo hace, cómo puede dejar que la injusticia quede sin
castigo. Ese es el problema. La venganza significa que sí hay un Dios que juzga en la tierra, que
usa de los acontecimientos para ejercer su juicio. Entonces se introduce en los acontecimientos una
cierta redundancia, un sentido; los acontecimientos responden a una significación, no son sin
sentido ninguno, que suceden porque sí, sino que tienen una verdadera relación con la moral del
hombre.
Pero hay una teología diferente en Israel y esto que es un dogma para unos, no lo es para
otros que tienen el dogma opuesto.
Eso aparece en el salmo 14, en el primer versículo:"Dice en su corazón el insensato: ¡no
hay Dios!". No de trata de una declaración de ateísmo, sino de que no hay Dios que juzga y actúa
en la tierra, es decir: Dios no se preocupa de la tierra, está muy separado.
El salmo 10, por ejemplo, dice: "Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma", o sea que
puede hacer lo que se le ocurre "A Yahvé menosprecia el impío diciendo: Allá arriba su cólera
nada vendrá a indagar". Dios no es un detective que venga a averiguar quién hizo tal o cual cosa,
está demasiado lejos, no se mete en los asuntos de los hombres. "No hay Dios, es todo lo que
piensa", no hay Dios en el sentido de que no está en la tierra para hacer que las cosas se pongan de
acuerdo con la moral.
"En todo se afianzan sus caminos", es decir, el impío va haciendo lo que quiere, va
llevando adelante su proyecto porque Dios no está. “Espía -el impío- se agazapa, se encoge, el
desvalido cae en su poder; y dice el impío en su corazón: Dios se ha olvidado, tiene tapado el
rostro, no ha de ver jamás". Esto es lo que quiere decir con "no hay Dios". Dios tiene tapado el
rostro, no puede ver nada, deja actuar.
Fíjense que hay dos opiniones muy opuestas en Israel, podríamos decir que hay dos
esquemas dogmáticos. Y la decisión teológica, (y esto va a ser una cosa propia del Antiguo
Testamento, que hasta cierto punto va a desaparecer en el Nuevo) va a depender de la experiencia
que el hombre tenga. No va a depender de una autoridad religiosa o cosa por el estilo, sino de las
crisis que él tenga en su existencia y de cómo las resuelva.
En el salmo 73, se dice algo que tal vez es la forma más próxima a lo que llamamos dogma
en la actualidad. Es el salmo de alguien que se formó en el primer esquema y luego la experiencia
lo fue llevando al segundo, pero le faltaba dar el último paso. O sea, aceptar que no hay Dios que
juzga en la tierra y entonces dice algo que es muy interesante porque es la expresión del dogma:
"Pero si yo hablara como ellos, abandonaría la raza de tus hijos", es decir, si yo hablara como los
impíos, y me pasaría al 2° esquema, abandonaría la comunidad de fe de Israel. Vean ustedes la
fuerza del dogma que decíamos "verdad obligatoria” porque forma la identidad de una persona en
su comunidad y hay un temor a quedar fuera, porque se siente que hay un límite para mantener esa
identidad.
En el vers. 16 dice:"Me puse, pues, a pensar para entender" o sea que me puse a pensar
para entender qué misterio era ése de que Dios no estuviera presente al parecer.
"Ardua tarea ante mis ojos", porque descubrir qué pasaba me exigió pensar mucho.
Y aquí el salmo toma algo del esquema dos y lo introduce en el esquema 1 pero
cambiándolo, o sea, busca una solución y dice: "Dios tiene tapado el rostro". El justo acepta ese
dato pero como un intervalo temporal, es decir: hay un tiempo en que Yahvé deja hacer, no
interviene, está como ausente. Y esa ausencia muchos salmos la describen diciendo que Dios está
dormido y lo ponen como acostado y le dicen:"Levántate Dios" porque está dejando pasar las
cosas.
Entonces Dios se levanta, pone orden y el justo se regocija al ver que sí existe un Dios que
juzga en la tierra.

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Entonces veía que "Los impíos siempre tranquilos aumentan sus riquezas" eso lo dice el
salmo 73, vers. 12. O sea que tenía esa experiencia. Pero ¿qué pasa? "Como en un sueño al
despertar, Señor, así, cuando te alzas, desprecias su imagen". Es decir, apenas se despierta Dios
desaparece el triunfo de los impíos.
De alguna manera el hombre ha hecho una secuencia de acontecimientos injustos y en
lugar de sacar como consecuencia que no existe Dios, hace intervenir un segundo elemento y dice:
el sueño de Dios equivale a acontecimientos fortuitos, o sea, mientras Dios duerme pasa cualquier
cosa, pero finalmente se despierta y la secuencia termina con la justicia de Dios.
Israel vivió durante mucho tiempo tratando de entender qué pasaba, y tratando de despertar
a Dios. Cuando hacía demasiado tiempo que estaban pasando acontecimientos que no
correspondían a lo que era la moral interna del hombre, se hacía una renovación religiosa con ese
fin. Por ejemplo, en el salmo 44 dice:"No te hemos olvidado, no hemos traicionado tu alianza", o
sea es el pueblo el que lo dice, ese pueblo que está por ser dominado por los enemigos, se pone
frente a Dios y le dice:"No hemos traicionado tu alianza" no la hemos roto nosotros, entonces ¿qué
pasa?
"Despierta ya", es decir, actúa, no dejes que los acontecimientos sigan su rumbo por sí
mismos.
"Por qué duermes Señor? ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra
miseria? levántate...", porque estaría acostado. Fíjense que ante una crisis, el esquema 1 tiene que
convertirse en el esquema 1b, porque el otro ya no funciona. La experiencia enseña: hemos visto a
la prole del justo mendigando el pan, hemos visto al justo abandonado y que por lo tanto no
podemos ya decir lo que decíamos antes.
Y esto va a seguir todavía, no van a hacer frente a la realidad completa, porque la
experiencia del hombre es que muchos justos no verán nunca la justicia que merecen. Job, por
ejemplo, es un caso en el que Dios no despierta y todos los males se acumulan sobre él.
El Eclesiastés habla también de que donde está la injusticia, allí debería estar la justicia, es
decir, que no hay al parecer ninguna especie de intervalo de sueño.
Poco a poco aparece en el horizonte de Israel la solución: si Dios no hace justicia en esta
tierra tiene que existir otra vida para que la haga.
Fíjense ustedes en el proceso que llevó a creer en otra tierra donde se haga justicia, y por
qué esta respuesta puede ser rica; precisamente porque está ubicada en un proceso donde primero
se luchó locamente por la justicia en esta vida. Si les hubieran dado esa información última al
principio, hubieran destruido toda esa rica experiencia, esa hondura de la experiencia humana
frente a la injusticia, al dolor, a todo eso que hace del hombre un ser verdaderamente humano, un
ser verdaderamente hombre, un ser con problemas profundamente humanos. Es decir: hay un
proceso donde por sucesivas experiencias y crisis se va llegando a conocer cada vez más qué es
Dios y qué es el hombre.
El dogma no es algo que se impone en circunstancias, no, si se cambia el orden de las
informaciones se destruye todo. Si antes que empiece el hombre a reflexionar en esta vida, pongo
la existencia de la otra vida (y eso lo está haciendo muchas veces la Iglesia hoy), destruyo
absolutamente todo el proceso que ha ido poco a poco haciendo.
2) Verdades Teológicas.
Nos encontramos aquí con el problema de la verdad, y sobre esto quisiera hacerles algunas
indicaciones.
Si suponemos que el A.T. es palabra de Dios, y por lo tanto es verdad, pueden surgir
confusiones, porque ¿qué es verdad en estas cosas? Por ejemplo: tenemos el caso del diluvio, para
no hablar del credo histórico del Deuteronomio, que parece ser histórico pero que en realidad
también es relativamente mítico porque no hubo sólo un Jacob que tuviera 12 hijos, sino que fue
un arreglo histórico.
En el caso del diluvio nos encontramos con la pregunta: ¿qué es verdad en ese relato?

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En primer lugar tenemos dos versiones del diluvio, lo cual ya nos dice que si una fuera
verdadera la otra no lo sería, o sea: si el mismo acontecimiento estaba narrado de forma muy
diferente por un escritor que por otro, alguno de ellos se equivoca al contar ese acontecimiento.
Tenemos que comprender que en esta verdad teológica hay como dos planos, (y creo que esto es
fácil de entender en cualquier educación), dos niveles lógicos que están actuando; en cualquier
verdad que se le dice a un niño, ya sea si se le hace un cuento como el de Caperucita Roja o si se le
relata la historia de Artigas, generalmente hay dos elementos importantes pero a distinto nivel: el
nivel de los hechos, que podríamos llamar nivel material, y el nivel del sentido.
El nivel de los hechos significaría que Dios informa cómo fue que sucedieron y al parecer,
esa información tendría que ser verdadera, pero sabemos que nunca hubo un diluvio que cubriera
toda la tierra, ni Josué paró al sol, etc., que era lo que decía Galileo. Lo fue le interesa a Dios es la
verdad que se sitúa en el sentido, y lo mismo pasa en cualquier educación. Cuando ustedes le
hablan a un niño de los reyes magos y le dicen que van a venir y que le van a traer regalos si se
portan bien durante el año, y si el año es demasiado largo para el chico, por lo menos en la última
temporada; cuando ustedes le dicen eso, alguien podría decir que están mintiendo, que esos reyes
magos ni vienen ni existen, etc., pero eso sería tan tonto como hacer una investigación en Galilea y
traer las actas de nacimiento de tres señores que se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar. No interesa
que existan, lo que se quiere dar a través de la historia es un sentido y no hechos.
Los historiadores modernos nos han enseñado a tener mucho respeto por los hechos, pero
en realidad la historia nos sirve desde el punto de vista pedagógico mucho más como fuente de
sentido que como narración de hechos exactos que han ocurrido.
Les voy a poner un ejemplo que se refiere al N. T. pero que sirve también para el Antiguo:
cuando el ángel del Señor le anuncia a María que a pesar de ser virgen va a dar a luz a Jesús, al
nivel de los hechos, el ángel le comunicó que su virginidad va a durar hasta el momento de dar a
Luz
Al nivel del sentido, el escritor cuando habla de esto, quiere decir que la generación de
Jesús comprende al hombre y a Dios, que Dios tiene como madre una mujer, que por lo tanto es
plenamente humano , y como padre a Dios y que por lo tanto tiene una naturaleza exactamente
igual a la que Dios tiene. El que escribe esa crónica de la aparición del ángel Gabriel a la Virgen y
relata las palabras, etc., nos está transmitiendo una verdad teológica. Sin embargo, pensamos que
lo importante aquí es el hecho y nos cuestionamos si debemos o no creer que María dio a luz sin
dejar de ser virgen. No es eso lo que quiere decir el escritor, independientemente de qué sucedió
como hecho, sino que Jesús es plenamente hombre y plenamente Dios porque viene de una madre
humana, que le da la naturaleza humana y de un padre divino que le proporciona la naturaleza
divina.
Entonces, desde el punto de vista del sentido, tenemos la afirmación de la divinidad de
Jesús. Ese es el sentido que quiere darnos el autor. Si uno tomara el hecho como verdadero, ¿cómo
se explicaría por ejemplo que apenas sale Jesús a predicar, sale María, su madre, con sus
hermanos, parientes, etc., a buscarlo para traerlo de vuelta a su casa porque piensan que está loco?
Una persona que sabe que ha dado a luz virgen, sabe que, evidentemente, está frente a un milagro
enorme de Dios y que por lo tanto, no le toca a ella pensar en su hijo como en una persona
cualquiera que se va a volver loco nada más que porque está predicando. Este es simplemente un
ejemplo para que no pongamos el acento en el hecho, sino para que vayamos al sentido, pues esto
es lo importante en el A.T.
Muchas veces nos chocan las cosas del A.T. porque en parte son míticas, leyendas, etc.,
pero a través de ellas se iba formando la mentalidad, la manera de pensar y de orientarse en los
acontecimientos del pueblo de Israel. Todo eso que se iba transmitiendo, iba penetrando en las
mentes y era la sabiduría antigua que iban recibiendo todos y cada uno de los que formaban parte
de la cultura de Israel. Iban aprendiendo así a discernir un sentido en los acontecimientos y por lo
tanto iban haciendo teología.
Es evidente que si los acontecimientos tienen un sentido, el único que puede dominarlos y
darles una intención, un plan, es Dios. Ningún otro debajo de Dios puede dominar los
acontecimientos y enderezárselos a alguien. Es decir, que la revelación de Dios se hace en la
medida en que se lo muestra arreglando a los acontecimientos para que tengan sentido. Es una
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verdad sobre Dios pero no como la que se aprende en clase de teología, en forma directa: Dios es
así, Dios tiene una voluntad, etc. Es algo distinto, se muestra a Dios en ese sentido que los
acontecimientos tienen y que no pueden venir de otro sino de Aquél que los puso en movimiento y
los va trayendo y poniendo frente al hombre, haciéndoselos comprender.
La teología del A.T. habla menos sobre Dios que sobre el hombre, y lo digo porque creo
que esto es fundamental para entender después la teología de la liberación, a la que se acusa,
precisamente, de hablar demasiado sobre hombre y muy poco sobre Dios. Se está reeditando la
pedagogía divina donde Dios se manifiesta al hombre como sentido de los acontecimientos; y, por
lo tanto es en la historia donde van conociendo poco a poco a Dios y donde Él se les va revelando;
no es dejar a Dios para interesarse por la historia sino encontrarlo en el sentido que ésta va
adquiriendo a los ojos de Israel.
Tenemos la tendencia de tomar la verdad en el sentido de la ciencia, o sea de los hechos, y
entonces decirnos: esto es verdad o es error, pasando por encima del sentido que tienen.
Ya les di el ejemplo del concilio de Florencia que dice: “Todo aquel que antes de morir no
entra en la Iglesia sea judío, cismático, idólatra o pagano, no adquiere la salvación sino que va al
fuego eterno", y luego lo que dice el Concilio Vaticano II sobre esto: "Lo que vale para la
salvación de los cristianos vale igualmente para todos los hombres de buena voluntad".
Uno tiene la tentación de decir: "el concilio de Florencia se equivocó, cometió un error, y
el concilio Vaticano II es quien dice la verdad". Uno dice "no" y el otro "sí" a lo mismo, por lo
tanto, uno de los dos se equivoca.
Pero las cosas no son tan simples; en un proceso de educación siempre podríamos
referirnos a lo que hemos dejado atrás como errores, entonces, si creí en los reyes magos o en
Caperucita Roja, he creído en un error. ¿Qué tipo de error? ¿En qué plano? ¿En el de los hechos?
claro, porque los hechos no eran lo importante de lo que se me quería decir.
En el plano del sentido, en: cambio, no hay sí o no, sino que hay algo que ha evolucionado.
Yo ya sé que las cosas no son tan simples como para que, si me porto bien, los Reyes Magos, una
vez al año me traigan un obsequio, pero sé que algo de eso entró en mi ser y forma parte de mi
concepción del mundo, y voy a actuar de acuerdo a ella.
Son cosas imperfectas y provisorias pero que tuvieron lugar importante en mi vida, de tal
manera que, aunque más adelante yo niegue el hecho, quedo de alguna forma deudor de una
verdad que descubrí allí y que luego, evidentemente, tuve que profundizar, ahondar, corregir, pero
que no es una simple mentira o un simple error.
Creo que esto se da en muchos casos, y les voy a dar uno muy reciente y muy escandaloso
para nosotros.
Pío IX es un papa al cual se le cuelgan una cantidad de cosas un poco molestas, y en el
siglo pasado, antes del concilio Vaticano I, tiene lo que se llama un sílabo, silabus, o sea una lista
de errores.
En el Denzinger (que es la colección de estas declaraciones dogmáticas) en el 1777-1778,
se dice lo siguiente: "En nuestra edad no conviene ya que la religión católica sea tenida como la
única religión del estado con exclusión de cualesquiera otros cultos". Esto está declarado como
error, o sea la verdad está en decir: conviene que la Iglesia sea la única religión del estado y que no
se admitan los otros cultos en un pie de igualdad. O sea no hay libertad de culto, y proclamarla es
un error.
En el párrafo siguiente también se condena este error diciendo: "De ahí que dicen algunos
(los que se equivocan) que laudablemente se ha provisto por ley en algunas regiones católicas que
los hombres que allá inmigran puedan públicamente ejercer su propio culto cualquiera que fuere",
es decir: si va un protestante a un país católico, las leyes le permiten ejercer su culto en ese lugar.
Pues bien, eso es un error según el silabo, y el cristiano debe tenerlo como tal.
Este error duró un siglo y un año. Y, para que vean hasta qué punto la Iglesia pasa de una
cosa a la otra y que, sin embargo decir que pasó del error a la verdad es una simplificación de un
proceso de educación, que es más hondo y que no se ve si pongo simplemente las dos frases, una al

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lado de la otra y digo: error y verdad, les voy a leer lo que se dice en el Nº 2 del Vaticano II al
respecto.
Dice: “Este concilio declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa".
Esta declaración es contraria a la que se ha dicho un siglo y un año antes en el sílabo de Pío IX.
"Esta libertad consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de coacción tanto
por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana", y
esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se
le impida actuar conforme a ella en privado y en público. Durante un siglo y un año los teólogos
tuvieron mil dificultades para hablar de la libertad religiosa porque se mantenía la decisión
dogmática con un peso que obligaba por lo menos a una prudencia cuando se tenían razones para
discrepar, para no destruir la autoridad dogmática que está representada por el Sumo Pontífice.
En el párrafo Nº 3 sigue diciendo: "Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo
apropiado a la dignidad de la persona humana" (la verdad debe buscarse, y para eso tiene que
haber libertad) "y a su naturaleza social".
Es decir, mediante una libre investigación, sirviéndose del magisterio -y no dominados por
él- de la comunicación y del diálogo. Esto todavía está lejos de haber sido cumplido, 20 años
después del Vaticano II, por lo pronto entre los teólogos católicos.
Quiero indicar aquí, de acuerdo con esto que vimos, cómo se ha entendido la verdad
teológica en la Biblia, porque es un problema importante. Evidentemente que esto ha pasado por
etapas, y las vamos a ir viendo ahora muy rápidamente, pero se ha hablado de que, si el autor de la
Biblia es realmente Dios, tiene que habernos dicho verdades y no cosas erróneas. Esto aparece
hasta en el Vaticano II, y es lógico, porque cuando pongo a Dios como autor de una palabra, es
obvio que la garantía que tengo para creer en ella es que la verdad infinita está detrás avalándola.
La inerrancia de la Sagrada Escritura quiere decir que la Biblia no se equivoca en nada,
que no tiene error alguno. Entonces, si dice que Josué paró al sol, simplemente agachemos la
cabeza y digamos que fue así. Pero ¿podemos admitir que Dios escribió eso sabiendo que
astronómicamente es una tontería?
Lo que sucede es que era propio de esa época el creer que era el sol el que se movía y que
había que pararlo para hacer que el día fuera más largo y eso fue lo que Josué trató de hacer para
poder derrotar a los enemigos de Israel.
Lo importante aquí es que Dios estaba con Josué y que le permitió una victoria completa
sobre sus enemigos.
Hay personas que admiten que la Biblia tiene inerrancia cuando se trata de materias
religiosas pero no cuando se trata de otras cosas. Pero en la Biblia hay libros enteros que no son
precisamente religiosos, por ej. El Cantar de los Cantares, ya que no menciona ni una sola vez a
Dios, es simplemente un canto de amor. Con ese criterio podríamos decir que esa parte de la Biblia
no tiene nada que ver con la verdad.
La inerrancia de la Biblia era una cosa difícil, tanto es así que hay en París una persona,
Doufour, un jesuita que es especialista en la Biblia, que vivió casi siempre en Roma y que fue
consejero del Vaticano II en materia bíblica, que se esforzó enormemente porque no se usara la
palabra inerrancia en la constitución sobre la revelación de Dios. Entonces, en su libro "Los
evangelios y la historia de Jesús" dice que el Concilio Vaticano ignora el término inerrancia, es
decir que no lo usó para nada.
Creo que se equivocó, porque en realidad el término inerrancia nunca ha aparecido como
tal en los textos principales del magisterio pero ha aparecido en cambio: "sin error alguno", que es
lo mismo. De tal manera que si bien él luchó para que no se usara esa palabra, porque le sonaba
mal, se pusieron otras semejantes.
¿Por qué le molestaba a él esa palabra? Simplemente porque estaba segurísimo de que
había errores en la Biblia. Pero ¿errores de qué tipo? y entonces ahí es donde entra el problema que
vamos a ir viendo desde el principio.
3) Palabra de Dios

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Para que nosotros digamos hoy que la Biblia es palabra de Dios, tenemos que admitir -y
eso es la lógica de la teología cristiana- que Dios es el único autor de toda la Biblia, y por eso, en
cualquier versículo que recitamos, podemos añadir "Palabra de Dios".
Cuando nosotros preguntamos: ¿por qué es verdad tal cosa que está en la Biblia?
obtenemos más o menos siempre la misma respuesta: "Porque la Biblia contiene la palabra de Dios
y por lo tanto tiene que ser verdad". Entonces, si preguntamos ¿cómo es eso de que la Biblia
contiene la palabra de Dios si todos esos libros están hechos por autores, algunos de los cuales
conocemos incluso sus vidas, etc., etc.? Y la respuesta es: "Esos libros son palabra de Dios porque
Él los inspiró", es decir: usó al autor humano para decir la verdad que quería transmitirnos.
Entonces, normalmente, todos nosotros nos quedamos contentos diciendo: "Bueno, ahora sé por
qué son verdad todas las cosas que están en la Biblia", y no nos damos cuenta que no nos han
explicado nada todavía, que estamos sin saber cómo se hizo esa colección que se llama Biblia, en
qué se distingue de otro libro cualquiera, por qué pusieron allí unas cosas y no otras, etc.
Es decir, no tenemos explicación histórica sino teórica de esa inspiración de Dios que es
muy real.
Decir que lo que está inspirado por Dios es palabra de Dios, no pasa de ser una tautología,
es repetir lo mismo. "Está inspirado por Dios", "Dios es el autor", “Dios que es la verdad..." "Es
palabra de Dios", todo eso es decir exactamente lo mismo, pero el problema que tenemos delante
es saber cómo se reconoció esa palabra de Dios entre todas las otras que hablaban sobre el hombre.
Por ejemplo: ¿Cómo se reconoció que era palabra de Dios lo que decía el esquema 1 y en cambio
el esquema 2 se consideró obra de los impíos? ¿Por qué eso no es palabra de Dios? ¿Por qué la
Biblia da la razón a Job y no a la teología clásica de ese tiempo que decía que las personas recibían
en los acontecimientos el justo premio o castigo de lo que habían hecho? ¿Por qué no colocaron en
la Biblia las obras de los que defendían esa teología sino el libro de Job?
Tenemos que llegar a preguntarnos: ¿Si no hay un teléfono especial con el Espíritu Santo,
cómo sabemos cuándo es palabra de Dios?
Entonces descubrimos que la palabra de Dios es tanto palabra de Dios como de los
hombres. Es decir: que los hombres han intervenido tanto como Dios en hacer lo que hoy
llamamos "Palabra de Dios". ¿Cómo? Simplemente seleccionando lo que hoy es palabra de Dios.
Alguien tuvo que hacerlo, y ese alguien era un hombre. Fíjense hasta qué punto estamos todos
unidos en una enorme aventura en donde nosotros mismos tenemos que decir: "Esto es palabra de
Dios" y correr el riesgo de que tal vez la palabra de Dios era la otra, la que decía el otro, el que se
quedó fuera de la Biblia, como los evangelios que llamamos "apócrifos".
Creo que es útil ver cómo se fue haciendo esa historia en el A.T. porque el argumento
teológico es distinto, va directamente a: esto es palabra de Dios porque Él lo inspiró. Más aún,
según algunos teólogos antiguos: "lo dictó". Es como decir que el autor humano ideal hubiera sido
un grabador pero, corno Dios no tenía uno, tuvo que transmitir por medio de oídos humanos,
memoria humana, inteligencia humana y después guiar un poco a ese hombre para que dijera
realmente lo que había oído. Nos imaginamos que era fácil de reconocer después la palabra de
Dios, pero, por ejemplo, Jeremías nos habla de que al mismo tiempo que él estaba profetizando la
destrucción de Jerusalén, otro profeta, Bananías, en nombre del mismo Yahvé, estaba profetizando
que Israel iba a vencer a los babilonios.
Uno dice: bueno, ya tenemos un elemento para decidir, porque se cumplió la palabra de
Jeremías, porque él dijo que era inútil irse a Egipto buscando salvarse, porque nadie iba a hacerlo,
y él fue uno de los que se fue a Egipto y se salvó. Entonces, si vamos al caso, Jeremías debería
estar también fuera de la Biblia.
Fíjense con qué trabajo se hizo ese reconocimiento de lo inspirado por Dios, que en la
Biblia hay libros que ni siquiera lo mencionan. ¿Por qué se los ha llamado palabra de Dios? ¿Por
qué los han puesto en la Biblia?
El mismo libro de Job o el Eclesiastés, dicen cosas muy fuertes que si no son blasfemias
andan muy cerca de serlo, porque Job, que era cualquier cosa menos paciente (creo que en toda la
Biblia no hay nadie más impaciente que él, aunque razón tenía por supuesto) dice: "Cuando hay
una catástrofe y mueren miles de inocentes, Dios se ríe", como si le importara un comino.
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Esas cosas están en la Biblia y uno dice: ¿Y esto es verdad? ¿Y esto es palabra de Dios?
¿Cómo después que Job ha dicho semejantes barbaridades lo incluyen en la Biblia?
Creo que el problema es que confundimos la explicación teológica con la histórica. La
explicación teológica es obviamente que esos libros son inspirados -no estoy diciendo que no lo
sean- pero la inspiración no se ve, no se palpa, no es visible, exige de los hombres un criterio para
saber discernirlo. ¿Cuál es ese criterio y cómo se aplicó? La Biblia es una aventura divina y
humana a la vez: es la aventura de la palabra de Dios que llega al hombre y es la del hombre que se
atreve a decir qué es palabra de Dios en lo que tiene delante de los ojos. Creo que esto es muy
importante y que está muy relacionado con lo que hemos visto del Evangelio.
Si ustedes recuerdan algunas charlas anteriores, recordarán la audacia que pedía Jesús al
hombre cuando decía: "El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado". Es
decir: hay que ir a leer la Biblia ya con un compromiso previo, sabiendo qué es lo bueno para el
hombre y decirle a Dios: ¿Qué tienes que decirme para que le haga todavía un mayor bien al
hombre? porque yo ya he decidido que voy a oír lo que le haga bien al hombre, es decir: la única
forma de comprender que el sábado está hecho para el hombre no es leer y repetir diez veces la
lectura sino es estar comprometido con el hombre, saber qué es lo bueno para él y después decidir
de pronto hacer lo contrario de lo que dice ahí.
Jesús enseña que hacían perfectamente bien sus discípulos cuando hacían lo contrario de lo
que decía la legislación del sábado ¿Por qué? porque habían entendido lo que Dios quería con esa
legislación. O sea que el hombre no entiende a Dios cuando dice: “Sí, sí, amén” sino cuando dice:
vamos a ver si esto es bueno, y si lo es, viene de Dios. Y no es al revés, esto viene de Dios, luego
es bueno. O sea, hay una posición de audacia frente a Dios, que está en el Evangelio y que es lo
que requiere San Pablo también, para que la letra no nos mate, aún la del Evangelio, la audacia del
hombre para ser hombre, para comprometerse, para ir a la palabra de Dios con su propio criterio y
oírla ciertamente, oírla y dejarse juzgar también por esa palabra; pero hay verdaderamente un
diálogo y es importante cómo se hizo.
No hay que tomar entonces la deducción teológica: es verdadero aquello que es palabra de
Dios, porque Él es el autor; y Dios es el autor de aquello que inspiró, por lo tanto los autores son
inspirados. Más aún, según el concilio de Trento no hay que pensar que los autores inspirados
desde el momento en que la Iglesia los ha puesto en la lista, sino que al revés: fueron colocados en
la lista porque eran inspirados, lo cual teológicamente es verdad, pero históricamente fue al revés.
Como nadie sabía cuál era inspirado, ponían en la Biblia a alguien porque le encontraban alguna
cualidad.
Entonces es cierto, teológicamente, que no son inspirados porque la Iglesia los haya
puesto en esa colección que se llama Biblia, ni son inspirados desde el momento en que se
pusieron ahí, no es algo mágico, ni una especie de canonización, porque "canon" significa lista, y
entonces, el canon de la Biblia significa la lista de los libros considerados sagrados, inspirados y
por eso están ahí. Pero el problema es que como la inspiración no se ve, son los hombres los que
tienen que de alguna manera jugarse para decidir qué cosas son inspiradas y cuáles no.
Entonces es interesante que la explicación histórica pase por la sinagoga. Es allí donde se
hace esa opción que va a constituir la colección de los libros sagrados.
Tenemos dos fechas para saber más o menos los libros que contenía la Biblia judía. Y esas
dos fechas dependen de ciertas realidades históricas. Entre el siglo III y el siglo II A.C. la cultura
hebrea se expande en el Mediterráneo, es decir: en el Imperio greco-romano debido a la diáspora.
En esa dispersión de los judíos que tienen que salir de Palestina por las invasiones, etc., y
exiliarse en otras regiones del imperio, surge el interés de tener los libros sagrados de Israel en la
lengua que se hablaba en todo el Mediterráneo, que era el griego.
Entonces, entre el siglo III y el II no se sabe exactamente la fecha, antes de Cristo, se
traducen al griego los libros que estaban escritos en hebreo y se les añaden algunos otros escritos
por judíos pero en griego, o sea ya en la lengua que se hablaba en el Mediterráneo, como algunos
de los últimos libros de la Biblia.
Tenemos ahí prácticamente una especie de canon, o de lista de los libros de la Biblia
hebrea que es lo que llamamos hoy el A.T. Luego cuando aparece el cristianismo y empieza a
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escribir sus propios libros -los evangelios, las cartas etc.- se hace una mezcla dentro del
cristianismo de los considerados libros sagrados o bíblicos del A.T. con los del Nuevo y entonces
los judíos deciden definir los 24 libros que integran la lista que se mantiene hasta el día de hoy.
Eso .sucede entre el 90 y el año 100 después de Cristo, en un sínodo que tienen los judíos
en "Yavné": Esa lista la integran los libros escritos en hebreo y traducidos al griego luego, y en
general, dejan fuera a los libros escritos directamente en griego como el Eclesiástico, etc.
Después se descubrió que probablemente los originales fueron escritos en hebreo también,
pero como no se conocían en aquél entonces, se los sacó. O sea que la Biblia hebrea tiene menos
libros que la nuestra, pero están la mayor parte de los libros principales como el Pentateuco, los
libros de Reyes, los Salmos, los Proverbios, el Libro de Job, etc. Esa es la historia, pero cómo se
llegó a esa lista. Me parece interesante ver algunos elementos que nos ayudarán a comprender este
proceso, que va a ser muy distinto en el cristianismo, por la influencia respectiva que tiene el culto
en las dos religiones.
El culto fue bastante importante en la primera época de la religión judía. Y así como
sucede con algunos templos árabes -como la mezquita de Córdoba, en España- que han sido
transformados en templos cristianos, así hacían los israelitas con los grandes templos que
encontraban en Canáan, sobre todo cuando después de David dominaron prácticamente todo el
territorio, y tenían en ellos su propio culto.
Hasta que, en el tiempo del Deuteronomio, es decir, un poco antes del exilio, el rey Josías,
para evitar la mezcla de idolatría con el culto de Yahvé, decide tener un sólo lugar de culto en el
templo de Jerusalén. No sé si ustedes se imaginan que no estarnos en la época de las rapidísimas
comunicaciones que hay ahora, de modo que trasladarse a Jerusalén no era un asunto tan fácil, no,
había que hacerlo en burro, a pie, o como se podía; llevaba días, costaba dinero, etc.
Desde entonces y durante siglos, el templo de Jerusalén fue el único lugar verdaderamente
de culto, donde se ofrecen sacrificios a Dios, etc., hasta que, con la ruina de Jerusalén, en el año 70
después de Cristo, se quedan sin templo. Entonces, la religión judía se vuelve una religión del
libro, mucho más de lo que se volverá la cristiana. Lo que mantiene a la religión judía en el exilio,
en la diáspora, en los lugares alejados de Jerusalén dentro de Palestina, es la sinagoga.
La sinagoga no es un lugar de culto, aunque nosotros, por mimetismo pensamos que es una
especie de parroquia judía, pero es muy diferente. Una de las cosas más interesantes de la sinagoga
es que es laical y no clerical. El clero sigue unido al culto y dura lo que dura el culto en Jerusalén,
y luego, prácticamente, desaparece. La sinagoga, está dirigida por laicos, por personas que inspiran
confianza desde el punto de vista de su práctica religiosa y de sus conocimientos de los libros
sagrados. Y, lo fundamental en la vida de la sinagoga es la lectura y la interpretación de los libros
antiguos, es decir, los que son conocidos por todos como formando parte de la tradición de Israel,
los que la gente ha oído y comentado tantas veces que se le han ido haciendo carne propia.
Muchos de los que han estudiado este fenómeno dicen que la sinagoga tiene una virtud
especial, que es la de haber mantenido al pueblo judío, porque lo mantuvo unido en la religión, en
las costumbres y en la manera de pensar. A pesar de estar dispersos por todas las partes del imperio
romano, etc., el pueblo judío se mantuvo unido por una institución laical y religiosa a la vez; sin
sacerdotes ni culto que los reunía en torno a los libros que tenían por tradición.
Para poner un ejemplo, que a algunos de ustedes puede parecerles ridículo, y de ciencia
ficción, imagínense que un día se decide que la tierra ya no es habitable (lo cual no sería tan de
ciencia ficción). No sé con qué vehículo, pero en fin, salimos y lo hacemos por pueblos.
Supongamos que salen en un navío espacial los pueblos de lengua hispana para fundar un pueblo
en otro lado y, durante los años que dura el viaje llevan los pocos libros que les han parecido
fundamentales porque forman parte de una tradición muy querida. Me imagino que entre esos
libros iría "El Quijote". Yo lo he leído 20 veces y me gusta enormemente, aunque sé también que a
otros les aburre espantosamente y les parece horrendo. Hay que pensar que es un libro que no
solamente se ha leído individualmente, sino que se ha comentado y que entonces sirve para chistes,
para anécdotas etc.; porque al repetir muchas veces su lectura y hacer comentarios sobre qué
significa, se le va dando un contenido más interesante a la vez que lo va metiendo en la vida real
de las personas que lo van haciendo carne propia.

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Bueno, a la larga, cuando nosotros dejemos pasar unos cuantos años, vamos a llamar
"palabra de Dios" al Quijote. Vamos a decir que algo tan hondo, tan humano, tan rico, que después
de comentado y de vivido, todavía nos está iluminando y nos está dando riqueza, etc., etc., es
ciertamente algo que Dios inspiró.
Me imagino que cada uno de los pueblos tiene, de alguna manera, una inspiración de Dios
y, aún en teología, se habla de una revelación que Dios hace prácticamente a la sabiduría de todos
los pueblos, no solamente al judío, pero, como nosotros tenemos su Biblia, tenemos que
imaginarnos cómo fue que llegaron a decir:"esto es tan rico que Dios tiene que haberlo inspirado".
Y si ustedes me dicen:"pero el Quijote habla poco sobre Dios", les recuerdo que el Cantar
de los Cantares no lo nombra ni una sola vez, pero cómo es un hermoso poema de amor, les
gustaba leerlo, y pasó a formar parto de una tradición que se va haciendo carne propia. Y, aunque
no nombra ni una sola vez a Dios, Él está allí presente.
Estamos empleando una de las frases más hermosas que usa Medellín, cuando, hablando
del Éxodo, dice lo siguiente: "Y nosotros también oiremos el paso de Dios junto a nosotros,
cuando Él nos libere y el hombre pase de condiciones menos humanas a condiciones más
humanas".
En las sinagogas no había una selección específica de lecturas, se fue haciendo poco a
poco. Por supuesto que los libros más antiguos, como el yavista y el eloísta, que cuentan las viejas
tradiciones -en el Pentateuco- fueron los primeros que se leían, se volvían a leer y se comentaban,
etc. Los profetas entraron después, de ahí que les llamaran profetas a todos los libros que no fueran
el Pentateuco; y así otros libros, hasta que llegaron a esos 24 libros que forman hoy el canon judío
de la Biblia o sea del A.T.
No sé si ustedes se dan cuenta de algo muy interesante, que es, diríamos, la religión de un
libro, lo cual implica reconocer a Dios. Un pueblo reconoce a su Dios en aquello que le da la
propia identidad y los judíos se sentían judíos precisamente cuando oían esos libros, cuando los
reflexionaban, cuando sentían la riqueza de esa tradición que tenían. Es una religión que no hace
un magisterio desde afuera sino que la hace un pueblo desde adentro.
Éste es el dogma de Israel, hecho por autores distintos, pero ¿quién los seleccionó y dejó a
otros por el camino? Es el pueblo que los lee y va manifestando sus preferencias.
Esta selección se va haciendo poco a poco, sin una organización que la unifique, en todas
las sinagogas del pueblo judío, porque corresponde a la identidad propia de ese pueblo. Claro está
que es un pueblo que además de tener lazos de libros, tiene lazos de sangre y, una de las
dificultades que va a tener el cristianismo es el ser universal, y por lo tanto no tener lazos de sangre
que los unan entre sí. Va a tener entonces que ser un pueblo unido por el mismo dogma. Va a tener
que tornar otros caminos para esa unidad, pero de todas maneras creo que es algo conmovedor, y
digno de tenerse en cuenta como una de las cosas grandes en la humanidad, esa religión unida a un
libro que llega a decir: "Esto es palabra de Dios" porque sienten que es lo más rico y lo más
grande que tienen. Esa es la presencia de Dios.
En el evangelio, Jesús va a exigir que reconozcan la presencia de Dios en la Biblia.
Cuando los judíos, olvidados tal vez de todo esto, le piden una señal del cielo, Jesús les
dice: “¿Qué señal del cielo tuvieron ustedes para saber que todos los libros que tienen como
sagrados son palabra de Dios?” Ninguna, "Juzguen ustedes mismos lo que es justo".
Así se hizo la Biblia: los hombres se animaron a juzgar por sí mismos lo que era justo, lo
que era enriquecedor, lo que era humano y, sabiendo que Dios quería precisamente la
humanización del hombre, dijeron: "Esto es la palabra de Yahvé".
No hay que olvidarse que este proceso lo hace un pueblo que no solamente interpreta la
palabra de Dios sino que reconoce dónde está. Y, es obra de ese pueblo, y no de un magisterio
especialísimo o de una comisión de Roma el que exista un dogma, una verdad obligatoria para
todo el que quiera formar parte de ese pueblo.
Creo que esto es importante y que muchas veces ni lo imaginamos porque la Biblia se nos
da hecha y no tenemos la experiencia, que tuvo el pueblo de Israel, aunque, en el tiempo de Jesús
ya lo hubiera olvidado, porque ya la tenía hecha y acudía a la Biblia como lo hacemos hoy. Pero,
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ciertamente que hubo en Israel todo un trabajo hecho por el pueblo judío disperso y unido por una
tradición común, que fue reconociendo la Palabra de Dios por la riqueza que iba adquiriendo. Una
riqueza de sentido, de sentirse llevado por una educación, por un proceso educativo que iba siendo
cada vez más rico, que les iba permitiendo conocer los acontecimientos y dominarlos.
No todo fue maravilloso, también hubo traspiés en esa tradición, también hubo -como en el
tiempo de Jesús- corazones cerrados que simplemente se pierden dentro de la tradición y la toman
en forma literal, porque toda tradición tiene el peligro de volverse letra. La religión de un libro
puede volverse religión de la letra y entonces también sufre peligro, porque no hay libertad sin
ambigüedad, y esa ambigüedad hay que asumirla.

II. EL DOGMA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Es una especie de paradoja, algo extraño, pero el N. T. es el problema del encuentro del
hombre con la verdad absoluta, con la palabra de Dios transmitida en persona y no a través de un
autor que habla de un problema.
Nos encontramos con la persona que para nosotros representa a Dios, el Absoluto, por lo
tanto la verdad misma. Los hombres hemos encontrado la verdad en un momento dado de la
historia. ¿Qué pasa entonces con el dogma? ¿Qué pasa con la búsqueda de la verdad? ¿Qué pasa
con todo ese camino qué se ha hecho antes?
Esto es una realidad, no estoy hablando de algo extraño, y lo pueden leer en la primera carta
de San Juan, dice lo siguiente:"Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos,
lo que contemplamos y tocaron nuestras manos del verbo de la vida".
"Verbo", en griego, significa palabra; lo que nuestras manos tocaron de la palabra de vida
eterna, de la palabra que es absoluta. Vean que pone todos los sentidos. Ya no es una palabra que le
llega transmitida por otros a través de una narración que se supone que fue inspirada por Dios, sino
la propia palabra de Dios.
"Pues la palabra se manifestó y nosotros la vimos y damos testimonio. Pues bien, lo que
hemos visto y oído, os lo anunciamos".
O sea el N. T. es, de alguna manera, ese encuentro especial con la verdad misma. Surge
entonces la pregunta: ¿Y después qué? ya llevamos 2000 años, ¿Qué nos queda por averiguar, qué
nos queda por saber, qué nos queda por buscar? Se dan dos respuestas a esa pregunta, dos
orientaciones, en el mismo N. T. que las encontramos aún hoy en la Iglesia como tendencias.
Evidentemente esas dos orientaciones -ambas muy lógicas- tienen diverso énfasis según los
autores, las épocas, etc., es decir, no siempre una estuvo por encima de la otra, dependió mucho de
los contextos.
La primera sería: después de esto nada radicalmente nuevo. El encuentro con la verdad es
como un nuevo descubrimiento en ese proceso de aprender a aprender, en esa pedagogía divina, o
sea es una etapa más, después de la cual el hombre sigue caminando y buscando la verdad.
Y la venida de Jesús no cambia sustancialmente el método que ha tomado Dios para
llevarnos a la verdad. O sea el hecho de que Jesús haya estado en nuestro mundo, en nuestra
historia no cambia radicalmente nada en ese proceso que aún sigue. El hombre se enfrenta a
nuevos problemas y tiene que tratar de resolverlos con lo que aprendió con Jesús, y, como antes,
cada problema nuevo es una crisis de la cual hay que salir con una visión más compleja, más
honda, más rica, de la realidad. La segunda respuesta posible es: se terminó el camino de buscar
la verdad; ya la encontramos.
Una parte dice que no terminó nada que todo sigue igual que antes en cuanto al método con
que Dios nos guía, por los mismos problemas de la historia, hacia verdades que tenemos que
31
aprender, siguiendo siempre en la búsqueda de la verdad, y la otra dice que con Jesús llegamos al
término del camino de la búsqueda de la verdad y que una vez que la hemos conocido sólo nos
queda seguir sacando consecuencias, aplicaciones, explicaciones, para verla más claro.
Vamos a seguir esas dos líneas un poco como introducción y luego vamos a ver la que -por
diversas razones- dominó históricamente en el occidente europeo, que es la que llega hasta
nosotros con el Vaticano II. Vamos a comenzar entonces, mostrando estas dos líneas de acción para
que ustedes las identifiquen.
Después de Jesús = nada radicalmente nuevo.
El Vaticano II, en el Nº 16 de la G. S., en una de las expresiones más extrañas que se han
dicho en el concilio, presenta al cristiano sintiendo el imperativo moral de unirse a los demás
hombres, es decir a los no cristianos, para buscar la verdad. Es la definición de cristiano que menos
se podía sospechar que se dijera 2.000 años después de Jesucristo. No dijo: vamos a buscarla
dentro de nosotros mismos, no señor, es afuera, con los no cristianos que hay que buscar: la
verdad.
Es lamentable que, en un país tan laico y secularizado como es éste, el Papa en vez de los
discursos que hizo, no haya leído alguna de las páginas del Concilio Vaticano II, porque hubieran
sonado como más ricas, más provocadoras, llamando más la atención de la cantidad de no
cristianos que lo estaban viendo y oyendo, y aunque no fueran más que leídas, me parece que
hubieran llegado mucho más al corazón de los uruguayos y les hubiera dicho cosas mucho más
importantes sobre el cristianismo que las que dijo Juan Pablo II durante su estadía aquí.
Y una de ellas era, precisamente: El cristiano está llevado por el imperativo moral de su
conciencia a unirse con los demás hombres para buscar la verdad, porque no la tiene ya.
Yo creo que la impresión que sacaron todos los no cristianos que oyeron hablar a Juan Pablo
II es de que él tenía la verdad, y los cristianos uruguayos, en la medida en que lo obedecían, que
era muy dudoso, también la tenían en la mano. Sin embargo aquí dice el concilio Vaticano II algo
mucho más conmovedor que es que la verdad que Dios gusta tenemos que encontrarla entre todos
los uruguayos, entre todos los hombres del mundo, porque 2.000 años después de Jesucristo,
todavía no está. Y para encontrarla, los cristianos tenemos que salir de nuestro ghetto, con lo que
tenemos e irla a buscar.
Digo esto para que no crean que estoy inventando cuando hablo de que existe otra corriente
que cree que con Jesús ya tenemos toda la verdad. Y uno pregunta: ¿Entonces la verdad revelada
no llegó a su fin? ¿Sigue la revelación?
En primer lugar, depende de cuál sea la verdad que Dios quiere, porque si Dios no quiere
solamente conceptos en la cabeza de las personas, sino que quiere que el hombre se humanice, o
sea la verdad realizada, es decir: convertida en solución humana para los problemas del hombre, es
evidente que esa verdad tiene que estar en contextos que ni Jesús ni sus apóstoles podían resolver
hace 2.000 años; y por lo tanto, la verdad que ellos tenían en su cabeza para aquellos problemas no
es la verdad completa que hoy necesitamos para resolver los nuestros. Es decir, necesitamos dar
pasos por nosotros mismos para encontrar la verdad. Esos pasos no significan que sean contrarios a
los de Jesús, sino que son diferentes en el sentido de una continuación creadora, que va más allá de
los límites que Él tenía en su contexto que no es en el que nosotros nos movamos.
Es notable que la reflexión del N. T. ya llegó a esta conclusión que estamos diciendo
nosotros, y es interesante que el mismo Juan, que en su primera carta dice:"Lo que nosotros vimos,
lo que nosotros tocamos de la verdad", en esa palabra de Dios encarnado "Os lo anunciamos",
como diciendo: ¿qué otra cosa puede haber, que más se puede esperar? El mismo Juan, al terminar
su evangelio, con aquel episodio de Tomás que se resiste a creer en la resurrección hasta que Jesús
le muestra sus llagas, etc., y entonces él tiene aquellas palabras que son tan fundamentales, que es
el reconocimiento de que él está delante de Dios y le dice:"Señor mío y Dios mío” con la frase más
solemne, clara y directa de todo el Evangelio sobre la divinidad de Jesús dice:"Has creído porque
me has visto, felices los que creen sin haber visto".
Son palabras de la teología de Juan, de lo que él comprendió, porque Jesús resucitado no dio
información.

32
Nosotros decimos: "Felices los apóstoles que lo vieron" sin embargo si supiéramos la
realidad tal como Jesús la ve, tal como la ve Dios, los apóstoles deberían haber dicho al revés:
"Felices ellos que van a descubrir una verdad que nosotros todavía no tenemos; nosotros que
tocamos y que vimos esa palabra de Dios, no vamos a tener la felicidad de prolongarla, de llevarla
hasta regiones todavía desconocidas, hacia culminaciones todavía inacabadas que nos esperan".
Y Juan termina su evangelio diciendo: “Jesús realizó en presencia de los discípulos otras
muchas señales..." (Después sigue el Cáp.21 que es un apéndice que se le agregó más adelante y
que pertenecería a otro autor).
Vean que tampoco el Vaticano II está inventando cosas; en la época de Jesús ya se preferían
a los que no lo habían visto, porque había algo nuevo en ellos que no podían tener los que lo
habían visto directamente.
Toma entonces todo su sentido lo que dice Mateo con respecto al llevar a efecto el proyecto
de Jesús que es el Reino. Ese Reino que está por hacerse, que Jesús no terminó sino que lo dejó a
medio hacer. Esa presencia especial que va a tener Jesús "Cuando dos o tres se reúnan en mi
nombre, allí estaré yo en medio de ellos", es decir: nosotros tenemos una presencia que es superior
a la que tenían sus discípulos. El final del evangelio de Mateo, en el Cáp.28, vers.20, dice: "Yo
estaré con ustedes hasta el final de los tiempos", y esa presencia es mejor todavía que la que
tuvieron los de su época, porque Jesús está cuando nos reunimos en su nombre para seguir su
proyecto que es el Reino.
Y aquí entonces es cuando aparece la teología de Juan en el discurso de despedida de Jesús.
Para San Pablo, Jesús más que el fin es el comienzo del trabajo de los herederos que tienen
que asumir el universo para empezar a hacer la nueva tierra y el nuevo cielo; y, por lo tanto, con
Jesús no termina el trabajo del hombre sino que comienza una búsqueda de la verdad ya orientada
a la creación del hombre de una manera especial. Ésta es la teología de San Pablo.
Yendo a la teología de Juan, sobre este mismo punto, nos encontramos que, en el Cáp.16,
vers.12, dice Jesús: "Mucho les podría decir todavía", es decir que todavía tiene muchas cosas para
comunicar, "Pero no podríais soportarlo". Soportarlo significa cargar con el peso de algo, y sería
inútil decirles cosas que por el momento serían sólo un peso más. ¿Por qué? porque precisamente
es el futuro el que va a hacer que esas cosas sean significativas, tengan sentido, valgan, y entonces
el hombre las lleve con alegría, con soltura, las utilice, mientras que, antes de tiempo, serían
simplemente una carga inútil.
Quisiera que ustedes meditaran conmigo sobre la aplicación de esto al hoy que vivimos.
Tengo la impresión de que después de veinte siglos de dogma cristiano, estamos hartos de dogma,
es decir, tenemos un enorme peso encima, porque no hacemos nada con todo eso que se nos enseña
y que tenemos que saber; son como misas que oímos sin saber exactamente para qué, sólo porque
hay que asistir. ¿Por qué? Porque son cosas que han sido dichas fuera de tiempo y en ese sentido
constituyen una carga, ya sea porque están atrasadas o adelantadas sobre lo que nosotros hoy
tenemos como problema.
La Iglesia tal vez no ha tenido en cuenta lo que significa para el hombre tener la verdad que
precisa para los problemas que tiene que resolver, entonces esa especie de fuente de información
dogmática puede provocar una inundación en lugar de saciar la sed, o sea, hacer un desastre.
Por eso Jesús dice algo que es muy importante (Juan 16, 7): "Yo os digo la verdad, os
conviene que yo me vaya", ¿por qué? porque hay que hacer una búsqueda de la verdad sin tener la
posibilidad de conseguir información sobre cualquier cosa, yendo al que posee todas las recetas, y
sabe todas las respuestas.
Esta frase, evidentemente, no la pronunció Jesús directamente, pero pertenecen a la teología
de Juan que las pone en su boca porque representan lo que el Jesús que él conoce pensaría frente a
la realidad. ¿Y por qué conviene que se vaya? En el Cáp.16, vers.13 y 14 dice: "Después de decir
mucho podría deciros más aun pero no podríais tolerar ese peso", es el caso del dogma
información que tenemos acumulado y continúa: "Ahora no podéis con ello, entonces os conviene
que yo me vaya porque si yo me voy cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará a la
verdad completa", es decir: no es una verdad que está ya fija ahí, que hay que aprenderse, sino "al

33
Espíritu de la Verdad", o sea algo mucho más ágil y creador, que acompaña al hombre que camina,
que busca, etc.
El Espíritu de la verdad conducirá a la verdad total. Esto pasa en todo proceso educativo:
hay un momento en que para que el hijo siga educándose sus padres tienen que desaparecer o estar
lejos porque estorban. Todo el mundo sabe lo difícil que es cuando llega el momento, hacer lo que
sería lógico, sin embargo, en principio todos lo sabemos y sabemos el por qué.
Entonces, ése es el significado de que Jesús no quiera estar siempre ahí, sino que, después de
haber dejado -como dejan los padres o los maestros en la mente del niño- una cantidad de
conocimientos, de sabiduría, etc., quiere que vayan con ellos a la historia y los pongan allí, frente a
esos problemas y que aprendan con los problemas mismos que la historia les va haciendo resolver;
que aprendan y conozcan una verdad más grande todavía, a la que el Espíritu los va a llevar,
conforme a lo que dijo Jesús, porque como dice en el Cáp. 16, vers.13: "Él no hablará por su
cuenta sino que hablará lo que oiga de mí, recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros". Es
decir: es como si tuviéramos a Jesús pero a través de su espíritu, que es mucho más delicado y que
nos deja libres, nos vuelve activos y creadores y no meros repetidores de cosas.
En ese sentido hay una frase de Agustín que tal vez sea una de las más profundas en ese
orden de cosas. Dice que Jesús, cuando quiso ser camino nuestro, no quiso detenernos sino
pasar. No quiso detenernos en el camino hacia la verdad diciendo para qué van a ir más allá si la
verdad soy yo, sino que pasó y nos dejó solos con su Espíritu, es decir, con la imposibilidad de ir a
él, pedirle respuestas y sacralizarlas teniendo la seguridad de que son las correctas porque Jesús las
dijo, sino que nos largó a la historia porque así trabajamos mejor.
Hay una poesía de León Felipe, que ha salido en un libro suyo que se llama "Antología
Rota" y que es sobre la Ascensión de Jesús, o sea del momento en que Jesús deja a los suyos, que
comienza con las palabras de otro poeta, Fray Luis de León, que dice:
“y dejas pastor santo tu grey
en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto,
y tú, rompiendo el puro
aire llevas al inmortal seguro".
Está diciendo que es como si ya no le interesara nada de lo que pasa aquí, porque a Fray
Luis de León le parecía que la Ascensión era algo terrible y que Jesús dejaba a los suyos con
soledad y llanto y se iba lo más tranquilo a su patria celestial.
León Felipe toma esta poesía y dice entre otras cosas:
"Aquí vino y se fue.
Vino, llenó nuestra caja de caudales
con millones de siglos y de siglos,
nos dejó unas herramientas y se fue".
Es decir, nos dejó como verdad también sus herramientas para pensar y no pensamientos
hechos:
"El que lo sabe todo (y aquí viene lo fundamental)
sabe que estando solos,
sin dioses que nos miren
trabajamos mejor".
Trabajamos mejor en el sentido de que lo hacemos como hombres, como seres libres, y que
podemos buscar la verdad sin dioses que nos controlen; lo que Jesús dice en San Juan: "Os
conviene que yo me vaya", porque con Dios al lado de ustedes, no trabajan bien. ¿Por qué?
simplemente porque llega el momento en que es necesario dar pasos al frente y salir.
En charlas anteriores ya hablamos de cómo muchas veces nos parecía que pasábamos de
concepciones que parecían ser un sí o un no, o de un no a un sí, pero que en realidad eran
profundización; entonces, por ejemplo, cuando salíamos de un contexto de premio y castigo, el
infierno cobraba un sentido de buena noticia, y descubríamos que con todo lo que hacemos por el
hermano, o que de alguna manera lo afecta, estamos tocando siempre lo absoluto; con el bien o con
el mal estamos tocando siempre lo absoluto. Cuando comprendemos que el infierno es eso y no
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tanto un lugar, comprendemos algo mucho más profundo de la verdad cristiana. ¿Por qué? Porque
la verdad no se descubre simplemente negando lo que se ha aprendido sino profundizándolo,
tomándolo en un sentido más profundo. Esas herramientas que se nos dan nos permiten llegar, a
medida que se nos van planteando problemas y contextos más hondos, a dar respuestas más
profundas.
El proceso sigue, la única diferencia es que ya no tenemos un libro con las instrucciones. Es
como un químico farmacéutico que empieza su carrera leyendo cómo hay que utilizar cada
medicamento, pero que, cuando la termina, sabe hacer él mismo el medicamento adecuado para lo
que necesita.
Esto pasa con el hecho de no tener ya a nuestra disposición elementos bíblicos. No tenemos
un "después de Jesús y del último apóstol" como final del N. T., ya no tenemos un libro donde
estén las respuestas hechas, pero sí tenemos la guía del Espíritu que nos va llevando a la búsqueda
de la verdad junto con los demás hombres.
Esta es una orientación, una línea de hipótesis para salir de la pregunta: Bueno, ¿y después
de Jesús, qué? Después de encontrarnos con la verdad misma personalmente ¿qué hay?
Como ustedes ven, la primera es que la búsqueda sigue y lo que ha cambiado es sólo el
método que ha tenido una variante significativa pero no radical, porque seguimos en la búsqueda
de la verdad, sólo que la ayuda que nos presta el maestro es de carácter espiritual y no una ayuda
litoral.
Después de Jesús = ya tenemos la verdad

La otra orientación quisiera exponerla siguiendo el pensamiento de un teólogo


contemporáneo, fallecido hace poco tiempo, el cardenal Daniélou11, porque la resume muy bien,
refiriéndose al mismo evangelio de Juan, o sea que tiene elementos un poco ambiguos que sirven a
una y otra corriente.
Daniélou resume la escatología de Juan, es decir, los últimos tiempos. Cuando nosotros
leemos a Juan tenemos la sensación de que los últimos tiempos no están cerca (como aparece en
los sinópticos) sino que ya los estamos viviendo. Y Daniélou explica eso diciendo: "En primer
lugar: la historia no es un proceso eterno, sino que tiene un fin", la historia de los hombres tiene
un fin, “Constituye un plan definido, limitado", limitado en el tiempo, pero va siguiendo un plan.
“En segundo lugar: el cristianismo es ese fin", o sea, la historia va hacia un límite que es el
cristianismo, más allá no hay nada importante que pueda surgir.
"Cristo se presentó como viniendo al fin de los tiempos como introduciendo el mundo
definitivo". O sea, una vez que nos encontramos con la verdad, ya no hay que esperar nada, no hay
que buscar nada, ya está todo.
Daniélou dice: "Después de Jesús, el juicio ha comenzado". Esto es algo que hay que
entender porque es como la relatividad de Einstein o algo así, que uno tiene que estrujarse un poco
la imaginación para acomodarse a cómo es el mundo para él. Bueno, aquí también hay que hacer
un pequeño esfuerzo de imaginación.
"El juicio ha comenzado". Esto es algo que uno siente un poquito cuando lee a Juan, que el
juicio ya está presente, o sea que Dios está haciendo el juicio final. Lo que ocurre es que nosotros
teníamos la idea de que el juicio final iba a ser un día en que nos iban a reunir a todos en el Estadio

11
Jean Daniélou (1905-1974), religioso jesuita y teólogo francés. Su obra contribuyó de manera notable a
renovar y divulgar el pensamiento de los padres de la Iglesia y de los primeros tiempos del cristianismo. En
1929 ingresó en la Compañía de Jesús. En uno de sus principales tratados, Ensayo sobre el misterio de la historia
(1953), opuso el cristianismo al marxismo y presentó la historia como algo que está en manos de Dios y que
gira alrededor de la muerte y de la Resurrección de Jesucristo. Nombrado experto teológico en el Concilio
Vaticano II por el papa Juan XXIII, aunque reconoció la originalidad de las religiones y del paganismo como
testimonios del deseo humano de alcanzar lo absoluto, siempre afirmó la especificidad del cristianismo como
religión de la manifestación de Dios. Fue nombrado cardenal por el papa Pablo VI en abril de 1969 y falleció
en 1974 en París.

35
Centenario o algo así, y que ahí, en el medio de un estrado, iba a estar el juez que iba a ir llamando
de a uno y mandándolos para uno u otro lado; era una especie de sentencia rápida dada a toda la
gente.
Daniélou dice: “Nosotros tenemos que imaginar el juicio como lo que es la historia ahora,
porque la historia esta en capilla". La historia, como el estudiante que ya está con la bolilla que le
ha tocado, tratando de recordar todo lo que puede, porque dentro de 5 minutos lo van a llamar y
entonces no le interesa absolutamente nada más que eso.
"La historia esta en capilla", porque, ¿qué es la historia? "Es el escenario que utiliza Dios
para juzgarnos". Es decir: a partir de Jesús, Dios empieza a juzgarnos, y la historia le sirve como
escenario para saber qué le responden los hombres.
Si suponemos, por ejemplo, que Dios hace un juicio de acuerdo con la ayuda que nosotros le
damos al hermano necesitado, pues simplemente, Dios nos pone en un mundo donde hay hermanos
necesitados y nosotros mismos nos juzgamos por lo que hacemos. Y la historia es el “teatro" donde
la persona dice sí o no a Dios a través del hermano.
La historia le sirve de "escenario" a Dios para ponernos delante los criterios del juicio y
saber cómo nos ubicamos frente a ellos. Es decir: la historia podría ir en el sentido completamente
inverso del que va. O sea que si va hacia una civilización más desarrollada, desde lo más primitivo,
después de Cristo la historia podía ir al revés, hacia el hombre de las cavernas, que para el caso es
igual. Lo que a Dios le interesa es juzgar al hombre y lo está haciendo. Y lo que la gente piensa
hacer en la historia a Dios no le interesa, porque de ahí no va a salir nada.
De la historia salió Jesucristo y ése es el fin de la historia, su culminación y, en ese mismo
momento los hombres empezamos a ser juzgados y en ese escenario, que es la historia, se nos pone
a los personajes para que nosotros mismos nos juzguemos con las decisiones que tomamos con
respecto a ellos.
Mirada así la historia ya no tiene sentido, el que sí lo tiene es el juicio que Dios hace de cada
uno de nosotros, sin darnos cuenta, como si todavía estuviéramos en la historia. Nosotros
pensamos que estamos construyendo algo y en realidad estamos siendo juzgados por Dios de
acuerdo con ese escenario donde nos ha puesto y donde coloca a los demás hombres junto a
nosotros; y nos ve actuar, y después nos dice: acuérdate de lo que hiciste aquí, y tú mismo te
juzgas. O sea que estamos en el juicio final.
En ese sentido: la historia no construye nada, simplemente los hombres van pasando ante
Dios, y Dios los va juzgando.
Y esto que nos parece un despreciar la historia, porque ésta no es la vida real, ni el país real
de la historia donde estamos, sino un país ficticio, es un escenario que Dios ha hecho para
juzgarnos, eso mismo lo decimos muchas veces en oraciones que todavía rezamos y cantamos,
como la Salve, por ejemplo, donde nos declaramos "Desterrados hijos de Eva, en este valle de
lágrimas".
¿Por qué este valle de lágrimas, por qué este destierro en esto que es nuestra tierra? Pablo en
cambio nos dice: “Son herederos de la tierra, a ver qué hacen con ella. Todo es de ustedes, vean
cómo construyen, porque lo que va a juzgar Dios es lo que va a ser el nuevo cielo y la nueva tierra
y lo que vale para entrar allí definitivamente, ustedes lo hacen en la historia y Dios lo va a juzgar
al final de ella.”
En esta segunda línea, esta tierra donde estamos es simplemente un destierro doloroso, que
no vale, que no tiene sentido en sí mismo, es simplemente la forma que Dios tiene de juzgar
nuestra libertad.
Vean que no es una cosa tan extraña esto; los primeros cristianos esperaban la segunda
venida de Jesús muy próxima, y por eso muchos habían dejado de trabajar, porque ¿qué sentido
tenía hacerlo para una historia que estaba por acabarse? De tal modo que, San Pablo, les dice a los
de Tesalónica que el que no trabaje no coma, porque ya eran una plaga los que no lo hacían
precisamente por causa de la escatología inminente.
De alguna manera la Salve nos invita a no trabajar, y a ponernos frente al juicio de Dios. Lo
que pasa es que la Iglesia durante siglos no consideró próxima la venida de Jesús para el juicio
36
final, pero la que era próxima era la propia escatología individual de cada hombre. Es decir: yo
estoy próximo a mi muerte y a mi juicio y eso es lo que vale, de tal manera que yo tengo que velar,
no por la segunda venida del Señor, sino ante la muerte y el juicio que me pueden venir en
cualquier momento; y, en ese sentido, yo soy un desterrado de la tierra, porque no me puedo fijar
en lo que estoy haciendo, porque tengo que pensar en la muerte y en el más allá y en lo que me va
a venir. Entonces sí que estoy en la tierra como en un valle de lágrimas y como un desterrado y mi
tierra es otra.
Esta ha sido, de alguna manera, la forma de vivir, y tal vez de esto viene el hecho de que una
vez que viene Jesús la Biblia se acabe rapidísimamente, es decir, si se hubiera seguido la otra
orientación ¿por qué la Biblia no podía seguir más tiempo?
Fíjense que el A.T. son las experiencias de una educación que dura 10 siglos, mientras que el
N. T. consigna obras escritas durante 50 años, nada más, desde el año 50 al 100 más o menos. En el
año 50 tenemos las primeras cartas de San Pablo, y por el año 100 se escriben probablemente, el
Apocalipsis, las cartas de Juan y tal vez el cuarto evangelio. En muy poco tiempo se cierra el N. T.
y uno se pregunta: ¿Por qué no se sigue desarrollando esa verdad? Es muy interesante la rapidez
con que se cierra el canon. El canon judío se cierra más o menos hacia el año 100 y en el 140
tenemos ya un canon de los libros sagrados cristianos, y más adelante, en el concilio de Trento, por
ejemplo, se va a decir:
"El Evangelio que promulgó primero por su propia boca nuestro señor Jesucristo y mandó
luego que fuera predicado por ministerio de sus apóstoles a toda creatura, es fuente de toda
saludable verdad y de toda disciplina de costumbres. Esta verdad y disciplina se contiene en los
libros escritos y en las tradiciones no escritas que transmitidas como de mano en mano han
llegado hasta nosotros desde los apóstoles".
Es decir, el punto final son los apóstoles, que recibieron cosas de Jesús y las transmitieron de
manera escrita o de boca en boca. Esa es la revelación para nosotros y ahí termina. Y, para que no
quepa duda, mucho después de Trento, (Trento recoge la tradición de la Iglesia de la Edad Media,
porque fue hecho en el Renacimiento; es el concilio que trata de frenar la reforma), en una
encíclica contra los modernistas, a fines del siglo pasado y comienzos de éste, Pío X, condenará
como errónea la opinión según la cual la revelación que constituye el objeto de la fe católica no
quedó completa con los apóstoles, o sea, afirmó como dogma que con la muerte del último apóstol,
la revelación, es decir, la palabra de Dios, o el N. T. quedó completo.
Hay como un apuro por decir que toda la información que viene de Jesús hay que recogerla
y, como Él no escribió nada, se la recoge de los que la oyeron. Y se dice: la revelación terminó.
Ven ustedes la diferencia entre la idea del Espíritu que sigue llevando a la Iglesia a toda
verdad y la idea de la revelación terminada con la última información dada por Jesús.
En el año 140 aparece la primera lista de los libros que tenemos hoy; hay algunas razones
para dudar de ciertos libros, y, hasta el siglo V, se discuten algunos, porque muy pronto la Iglesia
se da cuenta que no pertenecen al autor que se dice los escribió; por ejemplo la “Carta del Apóstol
San Pablo a los Hebreos”: todo el mundo sabe, y ya lo sabía en aquel entonces, que él no fue su
autor. Además, Pablo es apóstol "honoris causa", porque él no estuvo nunca ante una predicación
de Jesús, las sabe de oídas, como cualquier hijo de vecino, de modo que si posemos a Pablo ¿por
qué no a otros? Y por supuesto que no eran apóstoles los evangelistas Marcos y Lucas, como
tampoco lo fueron el autor que se llamó Mateo ni el del evangelio de Juan.
Es entonces un final como apresurado, en el que se dejan pasar algunas obras porque no
tienen relación directa con los apóstoles. Hay como un apuro por decir:"se terminó, aquí empieza
otra tarea distinta que es la de explicar, aplicar y conocer mejor la verdad que ya se posee".
Esta línea puede de alguna manera entristecer o por lo menos plantear dudas o problemas,
porque lleva al empobrecimiento de la idea de dogma, al mismo tiempo que los va acumulando.

Situaciones que han influido históricamente sobre el dogma

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Vamos a hacer un rápido recorrido por las situaciones que han influido sobre el dogma
históricamente, en los veinte siglos de cristianismo, para que podamos orientarnos en qué siglos se
fueron dando los factores históricos que influyeron para que se tomara esta línea y a la vez vamos a
ver cómo empiezan a surgir, sobre todo al final de ese período, ideas que han estado desde el
principio y que han tenido una cierta influencia sobre otra manera de concebir el dogma.
Esta línea va a aparecer ya con fuerza en el Vaticano II.
Creo que los laicos son los que de alguna manera la han entendido y la están llevando
adelante. Estas charlas buscan ser una pequeña contribución para que lo puedan hacer con más
responsabilidad y por tanto con más eficacia.
Aunque muy en general y teológicamente se hable de que el N. T. comprende a Jesús y a sus
discípulos y que termina con la muerte del último apóstol, en realidad no es así. Hay dos etapas en
el N. T. que se perciben claramente.
En la primera, los apóstoles, los que han visto a Jesús, los que lo han oído, etc., actúan
todavía, son los jefes de las iglesias, etc., y en la segunda, éstos ya han debido ser sustituidos y
estamos en lo que podríamos llamar la edad post-apostólica, que todavía es neo-testamentaria, pero
ya hay iglesias, formas de ser, etc., que indican que el problema que se está viviendo viene del
hecho de que los apóstoles han pasado ya y que entonces hay que, de alguna manera, darle a la
Iglesia formas específicas, de tal manera que continúe.
Un libro muy interesante y muy discutido, sobre cómo se fue organizando la Iglesia, que
pueden tener algunas exageraciones pero que es muy serio, muy hondo, (también de la Editorial
Cristiandad) es el libro de Eduardo Esquieve, un teólogo belga que ha enseñando en Holanda hasta
hace muy poco tiempo, y que se llama "El Ministerio".
Dice que, en la edad propiamente apostólica, la Iglesia fue muy carismática, tal vez no en el
sentido moderno de la palabra sino en el primitivo, porque fue llevada por el Espíritu y lo que
primaba eran la caridad y los dones que el Señor daba en la Iglesia para pensar. De ahí, por
ejemplo, que la Iglesia pudiera aceptar, frente a lo que era la autoridad de Pedro y de otros
apóstoles, una visión de Jesús tan nueva, tan profunda, tan radical como la de Pablo, por ejemplo,
sin que eso trajera una ruptura ni que lo controlaran a Pablo diciendo que era peligroso. Pablo es
admitido en una etapa donde parece que los mismos apóstoles, como testigos de Jesús, aseguran y
no tienen miedo que la creatividad en la Iglesia genere nuevos elementos dogmáticos como por
ejemplo la interpretación de Jesús que él hace.
Más adelante, aunque ya pertenece a la época post-apostólica, también la interpretación de
Juan es teológicamente muy desarrollada.
Pero notamos como diferencia que a un período de creatividad (yo le llamo carismático)
donde la capacidad para hacer las cosas es reconocida, y se explaya con libertad, sigue otro donde
la apostolicidad comienza a ser un problema. Tal vez alguno que ha estudiado teología esté
acostumbrado a pensar en esas cuatro características que tiene la Iglesia: una, santa, católica y
apostólica. Esa apostolicidad es concebida de una manera un poco materialista, así por ejemplo,
apostolicidad es el hecho de que cualquier iglesia que existe hoy día sobre la tierra desciende de
una fundada por alguno de los apóstoles. Es decir, tienen un lazo material, de sucesión
ininterrumpida, que va de un apóstol a un obispo, de ese obispo a otro, etc. hasta llegar al día de
hoy.
Pero Esquieve dice que los problemas que se plantearon inmediatamente después que
mueren los apóstoles fueron el de la continuidad y el de la fidelidad a la enseñanza apostólica, es
decir: qué cosas son fieles y cuáles no lo son a la enseñanza de los apóstoles. Los apóstoles ya no
están allí para decirlo, ni para determinarlo, es la Iglesia la que tiene que darse una Estructura para
eso.
En esa estructura juega un papel importante el presbiterio que no es lo que es hoy día sino
que es una institución que de alguna manera es independiente y paralela a la de los obispos o jefes
que van surgiendo de cada una de las iglesias.

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Obviamente la Iglesia tiene que tener una cierta autoridad que, de alguna manera centralice
y el obispo, según significa la palabra, es el inspector, o sea una especie de jefe o administrador
que provee que se cumplan todas las funciones de la Iglesia.
Pero la estructura que aparece como garantía de continuidad con los apóstoles es la
presbiterial, y presbítero, como ustedes saben, significa anciano.
La primera iglesia es muy parecida a la sinagoga, ya que, surge de una especie de rama
cismática o hereje de la religión judía. La sinagoga es una estructura laica (no hay sacerdotes)
donde los depositarios de la continuidad son una especie de colegio de ancianos que aseguran que
lo que se está diciendo en la Iglesia corresponde verdaderamente a la enseñanza primitiva, Esto
supone que los apóstoles ya no están allí para juzgar en cada caso, y, la apostolicidad es un
problema de fidelidad dogmática, no tanto de continuidad administrativa.
El presbiterio y el episcopado eran funciones paralelas, de tal manera que, por ejemplo, era
el presbiterio el que generalmente imponía las manos a los obispos constituyéndolos jefes de la
comunidad y a su vez, una de las tareas del obispo (que se señala en las cartas de San Pablo o en
las escritas por algún discípulo suyo, como las cartas a Timoteo y a Tito) era mantener siempre con
su respectivo número al colegio de presbíteros, nombrando los necesarios para asegurar la función
de la continuidad. O sea son dos estructuras paralelas y complementarias, donde ninguna está por
encima de la otra completamente. Y si bien el obispo es más un gerente, el presbiterio es más una
garantía de continuidad.
Esta estructura dura hasta más o menos el siglo V pero, cuando llegamos al concilio de
Calcedonia, que se preocupó de cosas muy profundas como la divinidad y la humanidad de
Jesucristo, uno de los cánones prácticos que tiene, prohíbe que se ordenen presbíteros sin darles
una iglesia porque con el andar del tiempo, el obispo se ha tragado a los presbíteros, por muchas
razones que no son simplemente la ambición de autoridad, sino que influye el hecho de que la
Iglesia se va diseminando por el mundo y va adquiriendo un volumen mucho mayor, entonces,
cuando había que determinar algo entre distintas iglesias, como no existían los camiones ni los
ómnibus y era imposible llevar a todos los presbíteros de un lugar a otro, iba el obispo como
representante y cada vez se va haciendo más necesaria esa unidad.
Finalmente en el siglo V, el concilio de Calcedonia prohíbe que se ordenen sacerdotes, es
decir, obispos de segunda clase, que son los presbíteros, para cumplir sus mismas funciones pero
en un barrio determinado. No se nombraban presbíteros -como se hace hoy día- sin saber qué hacer
con ellos, para que, a medida que surjan necesidades, llevarlos aquí o allá; no, el presbítero tenía
que ser nombrado para una comunidad determinada, exactamente como el obispo; esto hacía que
estuviera más unido al pueblo de Dios y que no fuera simplemente un ayudante del obispo, como
es en el momento actual, sino que perteneciera y representara a una comunidad particular que lo
pedía y necesitaba. Y representaba mucho más lo que el pueblo decía y pensaba, porque también
estaba más unido a él.
Al final de la época preconstantiniana, ya se van formando como dos escalones fuera del
laicado que son el episcopal y el presbiteral y que forman una especie de clero o jerarquía. La
Iglesia que Pablo conoce en la edad apostólica está en casas de familia como la de Cloé. Son
grupos de cristianos que se reúnen presididos por laicos, hombres o mujeres, que presiden también
la eucaristía. Cuando se va institucionalizando, se van creando cosas tal vez necesarias pero que
pagan su precio, y una de ésas es que se va acentuando la separación entre el presbiterio -que era el
que tenía la función dogmática y que pasa a ser como un ayudante del obispo- y el pueblo. Y, el
obispo, separado por la autoridad, va a ser el que tenga la función del dogma. El dogma se
empobrece por esta especie de separación que se va creando en la Iglesia entre el laicado y el clero,
cosa que no existía por ejemplo en las sinagogas judías, pero que en las etapas posteriores va a ir
aumentando dentro de la Iglesia Católica.

Edad Patrística

La edad Patrística, que dura hasta Constantino, tiene algunas características que me parece
interesante señalar: en primer lugar una teología espiscopal, libre y creadora. Ustedes saben que los
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llamados padres de la Iglesia son los qué prácticamente han hecho el dogma cristiano en el N. T.
Son los grandes teólogos con que la Iglesia ha contado desde la edad postapostólica hasta
Constantino y la caída del Imperio Romano que sucede apenas unos decenios después.
Los padres de la Iglesia, es decir los grandes santos, que tanto en Oriente como en Occidente
han hecho obras teológicas muy importantes como San Basilio, San Agustín, San Jerónimo, San
Ambrosio, San Juan Crisóstomo son, en su mayoría, obispos que hacen esas obras enseñando al
pueblo. O sea que, aunque evidentemente ya hay una separación entre el laicado y la fuente
dogmática (que son los que elaboran teología en esa época) todavía existe un lazo muy directo.
Si ustedes leen muchas partes de la teología de San Agustín, verán que está dirigida a
personas reales y al comienzo de una de sus grandes disertaciones dice: "Tenía miedo de que el frío
hiciera que vinieran muy pocos hoy a escucharme" o sea que no está sentado en un laboratorio
frente a un libro escribiendo teología sino que está hablando a personas reales y aunque tal vez sus
oyentes no le entendieran muy bien, hay todavía una relación muy grande que no se va a guardar
en el futuro; esto desde el punto de vista teológico.
Desde el punto de vista del poder, hay un episcopado electo pero un poco cristalizado, es
decir que se va fortaleciendo cada vez más la autoridad del obispo que va quedando como
autoridad única frente a la Iglesia, tomando al presbiterio como ayudantes que hacen lo mismo que
él pero en un pequeño territorio. Y el obispo se ocupa del territorio grande y tiene las funciones
más generales y las más importantes. O sea que la Iglesia se estructura, se cristaliza. Y es el mismo
cardenal Ratzinger el que emplea este término cuando habla de que "En esta época se cristaliza el
poder de los obispos", es decir, como que se endurece algo que antes tenía mucho más
participación popular, reafirmándose cada vez más. Estamos frente a una iglesia episcopal, es decir
de obispos que son los que deciden todo lo importante.
Con todo hay diferencias muy importantes con la cristalización del episcopado actualmente,
y una fundamental es que el episcopado es electo por la comunidad y lo que contra balancea esa
elección es la aceptación de los obispos regionales, que conocen a la persona y su capacidad para
gobernar a la Iglesia, etc. Es decir: hay un lazo muy estrecho que no existe hoy en día y que creo
que es muy importante para el dogma, es decir, que lo que surge de la función del obispo esté
conectado con lo que siente y vive el pueblo, para que el dogma no se separe demasiado de las
preocupaciones de los cristianos. Hasta tal punto esto era así que frente a casos difíciles que hubo
en aquella época, San Cipriano, oponiéndose al mismo papa Esteban, escribe lo siguiente: “Ningún
obispo debe ser impuesto al pueblo que no lo quiere".
Vean a qué distancia luz estamos de aquella época.
Y el papa León Magno, del cual se dice que fue uno de los que tuvo un papel muy
importante en la centralización de la Iglesia en torno al episcopado romano, en torno al primado de
Pedro en Roma, con todo emitía lo siguiente: "Aquel que debe presidir a todos debe ser electo por
todos". Eso se refería a los obispos. Es decir: es una Iglesia donde todavía no se da la separación
que se da hoy en día.
En esta época patrística, y esto tiene que ver con Constantino, el poder papal también se
cristaliza y centraliza.
Quisiera hacer ver que hay un proceso aquí que ha llevado siglos, pero que, poco a poco se
ha hecho; fíjense en el momento actual: el pontificado romano es uno de los dogmas más grandes;
en la Edad Moderna, el Vaticano I (1870) no tan lejos de ahora, declara al papa infalible, de tal
modo que se le da la mayor potestad dogmática que puede tener una persona. Ni siquiera es un
cuerpo entero, ni siquiera es la conferencia de todos los obispos del mundo o el concilió que
representa a toda la Iglesia, y que siempre tuvo una correspondiente autoridad sobre ella, sino que
es el papa actuando solo el que tiene, un poder enorme.
Nos hemos acostumbrado mucho a hablar de "Vicario de Cristo" (en el peor de los casos
vicario de Pedro) es decir: nos hemos acostumbrado a dar por sentadas una cantidad de cosas que
se han ido dando en la historia de la Iglesia por causas históricas muy determinadas que actuaron y
las atribuimos directamente y casi podríamos cada uno de nosotros decir en dónde está el
fundamento bíblico para tal pretensión del primado romano. Está en Mateo 16, 16 y dice:"Tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia..." Fíjense que esto es una conclusión teológica y
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dogmática posterior. Si ustedes van al Evangelio van a ver que esta frase está sólo en el de Mateo.
Es importante además ver qué dice: "Tú eres Pedro", se refiere a él y no dice una palabra de
ningún sucesor de ese poder.
Para hablar del obispo de Roma tenemos que suponer que Jesús no estaba diciendo eso de
Pedro sino de los sucesores futuros que iba a tener él en la Iglesia y sobre eso no tenemos nada. Es
decir, fue dado por sentado que aquél de los obispos que sucediera a San Pedro, tendría su misma
función, su mismo poder y sus mismas características, etc., etc., porque Jesús lo había dicho.
Bueno eso Jesús no lo dijo nunca, más aún, San Pedro estuvo ciertamente en Jerusalén
durante mucho tiempo y según tenemos otros documentos históricos también en Antioquía. No se
sabe si Pedro estuvo en Roma y mucho menos si actuó como obispo allí, no estamos muy seguros;
es posible que haya estado sólo en el último episodio, cuando es llevado prisionero y es muerto
mártir en Roma. Pero, fíjense que el sucesor de Pedro, según el dogma, es el obispo de Roma. ¿Por
qué no el de Antioquía? Es más hubiera sido mucho más lógico decir el obispo de Jerusalén ya que
allí fue por primera vez la cabeza de la Iglesia y es donde ayudó a sus hermanos en la fe.
Con esto quiero hacer notar que el Espíritu fue llevando a la Iglesia a asumir
responsabilidades y a decidir cosas que Jesús no decidió, porque no pensó en absoluto en el futuro
lejano de su Iglesia. Es lógico que el que suplía a Pedro, que había sido el representante, la cabeza
del grupo apostólico, también tuviera una autoridad en casos de problemas difíciles, etc., luego el
lugar tiene mucha importancia. Cuando las comunicaciones eran dificilísimas, el lugar central para
todo era Roma. Imagínense en el Uruguay un gobierno central que esté en otro lugar que no sea
Montevideo, y van a ver que hay que construir toda una infraestructura para que ese poder central
pueda comunicarse, aún en el mundo moderno, porque el Uruguay está hecho así: todos los
caminos van hacia Montevideo.
Que todos los caminos van a Roma no es sólo un proverbio, es más bien la situación creada
por el Imperio Romano que hace que cuando una autoridad tiene que regir sobre distintas regiones
del Imperio, sea mejor fue viva allí.
Cuando el Imperio Romano se divide, y Constantinopla pasa a ser la capital del lado
oriental, su patriarca pretende inmediatamente que se le dé el mismo trato que al papa de Roma
porque su cargo es similar y porque no se considera que Roma tenga ningún primado especial,
aparte de ser capital del imperio occidental.
Constantino fue el primer emperador cristiano que si bien no hizo de inmediato el
cristianismo la religión oficial del imperio, la favoreció de tal modo que el paganismo se vio cada
vez más dificultado y después prohibido. Finalmente el cristianismo resultó ser la religión de todo
el imperio y el emperador comenzó a preocuparse por solucionar los problemas que surgían a la
Iglesia, (como fueron los arrianos) siendo él mismo quien convoca el concilio de Nicea, alarmado
por la división entre los cristianos.
Más adelante, el poder también convierte a Roma en capital de la religión del estado y por lo
tanto, la sede romana pasa a ser indiscutible cabeza de todo el mundo cristiano, porque allí está el
emperador y allí van las órdenes y allí se tratan los problemas fundamentales de la Iglesia.
Con esto quiero simplemente mostrarles a ustedes que la Iglesia fue mucho más simple que
lo que es en la actualidad y que fue tomando decisiones, obvias, inteligentes y lógicas que mucho
más adelante, se intentó hacerlas "derecho divino", es decir: pensarlas como previstas y
determinadas por el propio Jesucristo y por Dios. O sea, después que estaban funcionando esas
autoridades aparecía que Dios había querido que existieran: obispos, sacerdotes y laicos. Si lo
quiso, ¿por qué no desde el principio? misterio... ¿Por qué no quiso desde el principio que Pedro
fuera a Roma y que allí tuviera su sede? Poco a poco se fueron dando las cosas, según las
conveniencias que surgían y luego todo se fue justificando, llevando el origen al Espíritu Santo,
que estaba ayudando a la Iglesia a vivir, etc. O sea que se fue haciendo lo que normalmente tenía
que hacerse, pero luego vino una tentativa de sacralizar todo eso y de decir: "Esto es la voluntad de
Dios desde el principio" y, cuando los papas se van de Roma a Avignon no se atreven a llamarse
obispos de Avignon sino que se siguen llamando obispos de Roma aunque están en otro lado, pero
el papado les viene porque son obispos de Roma. Y si hoy día le cae una bomba atómica a Roma
(como le cayó a Hiroshima) nos quedamos sin Papa hasta que no se reconstruya, porque es la sede
y en eso sentido es realmente una exageración.
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Creo que eso es importante y de ahí surge algo que me parece interesante y que lo dice el
propio Ratzinger, antes de ser cardenal, en un libro muy bueno que se llama "Nuevo Pueblo de
Dios", dice: "En consecuencia, este primado de Roma es para la unidad de la fe de la Iglesia de
una importancia normativa", es decir: hay un primado que necesita una cierta unidad y por lo tanto
tiene que ser para la fe de la Iglesia, normativo, y eso es lo que aparece desde el principio: que el
Espíritu lleva a la Iglesia a convocar todos, a decidir y que sólo en último término cuando hay
disensiones decide uno solo, eso es algo propio. "Pero no tiene en sentido estricto ningún carácter
administrativo". En el momento actual toda la Iglesia mundial está administrada desde Roma,
hasta el punto de nombrarse desde allí a los obispos locales de todas partes del mundo, -le guste o
no a la Conferencia Episcopal el obispo que le envían- exigir o recibir sus renuncias.
Hay una administración que, según Ratzinger, no es el primado, como debe ser en la Iglesia.
No sé qué piensa él ahora de esto, pero, en un momento dado lo escribió.
El primado romano no tiene nada que ver con la administración de la Iglesia entera, pero, de
alguna manera esto se fue cristalizando; y, cada vez el dogma se va yendo más del pueblo hacia
una autoridad única -que está lejos de las personas que tienen dificultades, problemas o crisis, etc.-
que dictamina desde lejos, y por vía administrativa, qué hay que creer. Desde el punto de vista de
una Iglesia que antes era mucho más viva porque al no ser administrada de una manera
centralizada tenía que resolver más sus problemas internos, hay un empobrecimiento.
Otra de las cosas que me parece fundamental con Constantino es el poder político. El poder
del papa al cual me refería antes era dentro de la comunidad cristiana, pero aquí está el poder
político. Desde Constantino en adelante -por eso se llama era constantiniana- nace el hecho de que
la Iglesia tiene poder político. Durante toda la Edad Media, hasta la Edad Moderna, la Iglesia va a
tener estados pontificios. Y, durante siglos va a tener una gran lucha con los poderes políticos que
no quieren someterse directamente a la Iglesia sino que quieren usarla (toda la querella de las
investiduras, en que el papa y el emperador se disputan continuamente en guerras, etc.) Hay
momentos de victoria para el emperador y otros para el papa, pero hay una cosa común y es que
ambos poderes -político y religioso- sea cual fuere el que está arriba, usa al otro. Es evidente la
lucha por quien usa a quien, pero no hay ninguna duda, para ninguno de los dos, que tienen que
estar unidos.
Se conserva todavía la lista de los víveres que, acompañaban a los obispos hasta el puerto
donde tenían que tomar el barco para Nicea, (pavos, pollos, lechones, etc.) todo a costa del estado,
porque van al concilio como funcionarios públicos a buscar un acuerdo en el dogma para todos los
cristianos. Fíjense que en este uso del poder dogmático en lo político, se forma una idea muy pobre
del pluralismo, porque ninguno de esos gobiernos es democrático, y más bien lo que se busca es la
unificación a todo trance del dogma, porque así se unifican los pueblos.
La Iglesia no tiene toda la culpa de lo que ha pasado sino que ha tenido que pagar un precio
muy especial por algo que es distintivo de ella. En el pueblo judío, la unidad radical estaba dada
por la raza, sobre todo después de la monarquía; al principio la religión hizo mucho por esa unidad
pero luego la raza pesó más.
Cuando la religión cristiana se vuelve universal, la única unidad que puede tener es de
carácter dogmático. Es una unidad en la fe sin base racial ni de nacionalidad. Lo único que le
queda a la Iglesia para mantener su unidad es tener una misma fe (sobre todo porque el Imperio
Romano en la Edad Media está integrado por pueblos como los bárbaros que son de diferente raza,
origen, costumbres, etc.) es el dogma y surge la tentación política de descarnar el dogma y de
tenerlo simplemente como una especie de educación cívica para unificar pueblos, concepciones de
vida y costumbres distintas, porque es el único lazo de unión que queda.

Los bárbaros

La Edad Media comienza con la caída del Imperio Romano que es ocupado por los pueblos
llamados bárbaros, porque realmente lo eran y, aún después que habían sido convertidos más o
menos al cristianismo, seguían siendo bastante bárbaros.

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El problema que se le planteó a la Iglesia fue que, por un vacío de poder enorme que había
traído la caída del Imperio, era la única institución que quedaba realmente en pie en ese momento.
El único lugar al cual podían ir los bárbaros para disfrutar de todo lo que significaba antes el
Imperio: su riqueza, su cultura, etc., era la Iglesia, no quedaba otra cosa.
La Iglesia asumió, de alguna manera, su tarea de regir, de educar, de formar a esos pueblos
bárbaros, pero en cierto sentido esa tarea fue a destiempo. La Iglesia había nacido en el momento
del apogeo del Imperio Romano y se había unido a ese apogeo. Y, un teólogo que se llama
González Faus12 dice: "Nunca fue tan libre y creadora la teología como en el tiempo de los Padres
de la Iglesia, cuando intentó su primera inculturación (es decir: salir de la cultura hebrea donde
había nacido para invadir, por decirlo así, o meterse dentro de la cultura griega) para mostrarles a
los de cultura griega lo que era el cristianismo".
Hemos visto que el primero en hacerlo fue Pablo, y de manera genial; el segundo fue San
Juan o quien haya escrito el 4º evangelio, también de una manera genial, y después lo siguieron
haciendo los Santos Padres.
Y fíjense que la visión que dan del cristianismo -como ya hemos podido observar en San
Pablo- es una versión de enorme madurez. Basta solo recordar la gran temática de Pablo sobre la
madurez humana a la que se llega con Cristo. Los hombres, hijos de Dios, son declarados
herederos en posesión de la herencia que es el universo, para que ellos sean responsables de crear
en él proyectos de amor y de humanización de sus hermanos. Es decir, el mundo queda en las
manos de los hombres que deben asumir ese fardo, que es en cierto sentido pesado, pero que
también es glorioso; como también es grande la libertad creadora de que disponen para ponerla al
servicio de la humanización de los demás. Y para eso se les enseña a dirigirse por lo conveniente, a
no preguntar por lo lícito, por lo ilícito, a hacer planes en donde realmente el universo se convierta
en el plan de Dios, que es el reino de Dios llevado a dimensiones más universales, etc.
San Pablo ya veía que muchos no querían seguir ese camino porque el fardo de la libertad es
pesado y la gente no se siente segura, siente que se pierde, que le gusta que le digan cómo hacer las
cosas y poder referirse a la ley estando de acuerdo con ella. Pero, de alguna manera, el mensaje se
podía extender por la cultura que existía en el Imperio Romano.
De pronto, el Imperio Romano es ocupado por pueblos que corresponden en su cultura (y
noten bien esto porque me parece que es muy importante) a lo que eran los judíos antes de entrar
en la tierra prometida, Canáan, cuando eran nómades que iban por el desierto, que recién
empezaban a buscar a Dios, a tratar de conocerlo mejor, y se preguntaban si dirigía los
acontecimientos para el bien de los justos o no. Es decir que los problemas más fundamentales del
hombre, tenían que ser resueltos en su relación con Dios, por esos pueblos.
Si la Iglesia hubiera podido poco a poco conducir a esos pueblos bárbaros a una maduración
como la que generó el A.T. se tendría un dogma igualmente profundo y rico hecho con ellos. Pero
eso históricamente no fue posible por razones que algunas de ellas pertenecen a la Iglesia pero
otras simplemente a los hechos.
Estos pueblos fueron cristianizados porque era cristiana la cultura del Imperio Romano
cuando ellos lo encontraron, y era imposible ocultarles a los pueblos bárbaros las ideas religiosas
que vivían. Ya no era posible volver a empezar, como si no se supiera, como si no se tuvieran las
respuestas.
El primer contacto que tienen los pueblos bárbaros con la cultura cristiana del pueblo
romano es saber que existe una vida después de la muerte. Ustedes se acuerdan que hablábamos de
ocho siglos en que, en el A.T. los hombres se debaten por encontrar un sentido a la vida pensando
que existe sólo ésta. Bueno, eso que nos parece a nosotros una pérdida de tiempo tremenda, es la
garantía de que ese A.T. tuvo una base enormemente firme para no desviar la imaginación y el
interés y todo hacia otra vida. En cambio ¿qué encontramos aquí? Inmediatamente, en el siglo XI,
encontramos la Salve: "Desterrados hijos de Eva, en este valle de lágrimas..." Este no es el dogma
cristiano, ¿ven? no vamos en dirección al cristianismo.
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José Ignacio González Faus (Valencia, 1935) Teólogo español. Jesuita (1950) y sacerdote (1963), desde 1968
es profesor en la facultad de teología de Barcelona. Conocedor de Latinoamérica, defiende la aspiración
popular a la libertad y a la justicia. Entre sus obras, cabe mencionar La humanidad nueva. Ensayo de
cristología (1974), Acceso a Jesús (1979), Clamor del Reino (1982) y El proyecto hermano (1989).
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De alguna manera la Iglesia tiene que volver atrás pero no puede porque ya tiene las
respuestas visibles a los problemas y éstas no siguen el ritmo de las preguntas sino que se
adelantan.
Entonces, prácticamente el dogma en lugar de ser vivido es usado en la Edad Media. Los
pueblos bárbaros se acostumbran a usar el dogma, es decir, a usar las respuestas.
Un poco como nosotros en el catecismo que estudiábamos, para estar bien con Dios; pero la
curiosidad va por otro lado, hay ciertas preguntas que no se hacen, pero surgen otras por ejemplo
sobre el más allá, y cómo está la gente allí. Y hay toda una figuración de castigos, premios, etc.
Personajes que no se destacan en la Biblia (y eso es muy discutible) cobran de pronto una
importancia enorme en la Edad Media, como la virgen María, por ejemplo que aparece únicamente
de manera significativa en los evangelios de la infancia de Lucas y Mateo; aparte de eso aparece
solamente al pie de la cruz y como no comprendiendo lo que hace su hijo en algún momento de su
ministerio y nada más.
La curiosidad de los pueblos bárbaros va a una serie de detalles de la fe por ejemplo: cómo
sufrió Jesús en la pasión, cuántos azotes le dieron, cuáles son las almas que van al infierno, cuántas
las que van al purgatorio, cuáles son los grados de purgatorio, cuáles y cómo son las indulgencias
para sacar del purgatorio a la gente, etc. Las indulgencias es un tema de esa época y cuando oigo
que se está hablando hoy todavía de eso me estremezco, porque no sé qué entenderá la gente que
piensa un poco cuando oye hablar de métodos como los nueve primeros viernes para obtener la
salvación y después ya estar seguro. De tal manera que, el dogma no es ya una de esas preguntas
vitales sobre qué sentido tiene vivir, qué sentido tiene actuar, a dónde lleva la historia, porque eso
ya se cree saber y la curiosidad popular va hacia otras cosas.
San Gregorio Magno, el primer papa de la Edad Media, (que en un mundo griego sólo sabía
hablar el latín) se caracterizó porque la mayor parte de sus obras son relatos de milagros hechos
por santos de la Iglesia. ¿Por qué eso? Porque esos milagros sorprendían, eran proezas, eran el
equivalente de lo que hoy diríamos "récord". Un santo hacía más que el otro y no estoy
inventando, estoy indicando un problema sumamente serio. Es imposible volver atrás cuando ya se
tienen todas las respuestas hechas, para educar a esos pueblos.
Y ésta es la historia de Latinoamérica, porque Latinoamérica es una especie de segunda
Edad Media en que, exactamente en la misma forma en que entraron los pueblos bárbaros en el
Imperio Romano, entran los pueblos latinoamericanos en la cultura europea, católica, cristiana, y
se vuelven cristianos llevando su concepción do la vida, sus curiosidades, sus imágenes
milagrosas, sus peregrinaciones, y sus relatos de las cosas misteriosas que han pasado, etc.
Hay aquí algo que es importante en el dogma y, para que vean ustedes hasta qué punto esto
ha influido, les voy a indicar algunas ideas que tiene Rahner con respecto a esto.
El estudia, en pleno siglo XX, el contenido de lo que la Iglesia Católica llama tradición, que
es como una especie de depósito o de sabiduría que llega de una generación a otra, y qué nos llega
del dogma y el mensaje cristiano hasta hoy.
"Tradición, históricamente hablando –dice Rahner- es simplemente la suma concreta de las
proposiciones teológicas que se encuentran en la Iglesia".
Es decir, si uno pudiera hacer una estadística o una encuesta de las opiniones teológicas que
se encuentran en la Iglesia, las opiniones sobre Dios, los santos etc.,
"Todo el mundo religioso, junto con su transmisión, en la medida en que el magisterio
ordinario o extraordinario de la Iglesia no ha descartado tales proposiciones como no permitidas"
o sea, sacando aquellas cosas que el magisterio ha dicho: esto es un error, o esto no es cristiano,
"Que son incomparablemente menos que las que se han acumulado", ¿ven? las que se han
acumulado son millones en comparación de las pocas que se han rechazado,
“Esta tradición, contiene sin duda una distinción precisa", es decir que esta tradición
contiene juntas, sin que se puedan distinguir con precisión,
"Conciente y oficial”, o sea que la gente no se da cuenta cuando pasa de una cosa a la otra, y
la Iglesia tampoco e lo dice.

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“Tanto la tradición divina apostólica..." lo que veíamos al principio de la apostolicidad, es
decir, lo que viene de los apóstoles y lo que los apóstoles vieron en Jesús y que viene también del
A.T.
"Como la tradición humana, perspectivas teológicas y tentativas y opiniones de origen
profano y humano, que se han propagado juntas", porque después de la Edad Media, la gente ya
no sabe cuál es la tradición que viene del Evangelio, del mensaje cristiano y la que viene de la
curiosidad, las opiniones y de cosas que se han transmitido durante mucho tiempo en la Iglesia.
Vamos a poner un ejemplo, nada más: cuando San Ignacio nos hace meditar sobre el
infierno, y nos hace ver todo lo que hay allí: el fuego, el azufre, los olores, etc., tiene una
meditación especialísimamente dirigida a considerar cuántos están en el infierno por haber
cometido un solo pecado mortal durante su vida. ¿Esto qué es? ¿De dónde viene? Fíjense que
cuando San Ignacio lo dice, no duda ni un solo instante de que esto lo piensa, lo siente, lo dice y lo
cree toda la Iglesia Católica reunida y que no hay en esto el menor disentimiento posible. En
primer lugar, la palabra "pecado mortal" no está en la Biblia, como tampoco hay un solo lugar en
donde se diga que por un solo pecado mortal alguien está en un lugar llamado infierno. Entonces,
¿cómo es que toda la Iglesia cree una cosa que no se encuentra en la Sagrada Escritura?
Como dice Rahner, el problema es que nosotros pasarnos de una cosa a la otra, por ejemplo,
de la idea de que la injusticia tiene que ser castigada de alguna manera, de que no es posible que no
haya una relación entre los acontecimientos y la manera de actuar del hombre, a una serie de cosas
concretas que se han ido elaborando durante siglos y que toda la Iglesia enseña unánimemente sin
que nadie pregunte de dónde vienen. Como dice Rahner: el paso entre la tradición divina
apostólica y la tradición meramente humana, no es ni precisa, ni conciente, ni oficial. Entonces,
¿ven el problema que le significa a la Iglesia después de la Edad Media, por ejemplo, tratar de
definir qué es el dogma?
A propósito de la virginidad de María, por ejemplo, que es una de tantas cosas que ha
despertado la curiosidad de la gente, ¿en dónde está eso? ¿De dónde viene? ¿Qué significa?
"No se puede decir que solo tales cosas, es decir, todas las que han sido enseñadas
expresamente, aun sin la intervención del magisterio ordinario", o sea, todas esas cosas que la
Iglesia enseñó universalmente, aunque no haya habido un concilio que las dijera,
"Ni que todas las cosas que la Iglesia entera dio por ciertas y las creyó durante cierto
tiempo, de manera clara y universal, como formando ciertamente parte de la fe”, por ejemplo, eso
de que se estaba en el infierno por un solo pecado mortal,
"Forman parte de ella (de la tradición divina apostólica) ni que se pueda probar que es
tradición divina apostólica una cosa simplemente porque de hecho no se la ha discutido en la
tradición universal, y ha sido universalmente tenida por correcta". No basta para que sea tradición
apostólica una cosa por el hecho de que siempre se ha admitido, "En efecto, puede existir una
tradición meramente humana que sea universal". .
Rahner no es un teólogo cualquiera, y no ha habido nadie que se levantara para decirle: mire
que está diciendo una barbaridad.
"Que se haya mantenido durante mucho tiempo, que haya sido aceptada universalmente por
la Iglesia y no se exige que haya sido expresa y concientemente distinguida de la tradición divina
apostólica". O sea que no es necesario que se haya dicho: mire que esto no es.
"Si el magisterio no nota esa diferencia en un punto dado, ello no signifique que la
diferencia no exista", que el magisterio tome una cosa, no significa por eso que sea una tradición
divina apostólica.
"Las distinciones concientes tienen una historia real, probar que no han existido antes no es
probar que están objetivamente justificadas. Esto lleva a la Iglesia, que no puede distinguir y se
encuentra con una cantidad de cosas que no ve cómo proceden de la Biblia, a hablar de dos
fuentes de revelación".
Ustedes tienen, por ejemplo, -no digo todos, porque hay grandes teólogos que no la han
mantenido así como Santo Tomás de Aquino- la creencia mantenida durante muchos siglos de que
la Virgen María fue exenta del pecado original, eso es lo que llamamos "Inmaculada Concepción".
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Fíjense que el pecado original, como tal, ustedes no lo encuentran en ninguna parte de la Biblia (sí
aparece el pecado de Adán) o sea: un pecado que se transmita a todos los hombres por el solo
hecho de que nazcan, de que sean hijos de Adán y que les impida el cielo si no es perdonado, y
menos aún aparece que María Santísima no lo tenga.
Entonces el problema que se plantea aquí es: ¿De dónde sale la afirmación sostenida por casi
toda la Iglesia durante siglos de que la Virgen María fue concebida sin pecado original, es decir,
inmaculada?
Nos encontramos aquí con la imposibilidad de atribuir eso a la Escritura porque no hay parte
alguna de la Biblia en donde se hable de esto. A lo más puede que sea una conclusión teológica de
otras cosas.
Otro ejemplo de esto es el que María haya subido con cuerpo y alma a los cielos apenas
murió. No crean que tengo una especial predilección negativa por hablar de la Virgen, son cosas
que precisamente han sido objeto de dogma. Los dos únicos dogmas declarados tales por el sumo
pontífice son: la Inmaculada Concepción y la Asunción en cuerpo y alma. De la muerte de la
Virgen no se habla en ningún libro de la Biblia, entonces, ¿de dónde se saca esto?
El último Ratzinger (no el que escribió el "Nuevo Pueblo de Dios" que yo les citaba antes
con mucho respeto) en el reportaje que le hizo sobre la fe un periodista italiano, Massori, dice
que:"La mariología de la Iglesia, comprende la correcta relación y la necesaria integración entre
escritura y tradición. Los cuatro dogmas mariales (son: la perpetua virginidad, la maternidad
divina, la inmaculada concepción y la asunción en cuerpo y alma), tienen un fundamento claro en
la Sagrada Escritura".
Yo no sé cómo dice eso cuando todos los teólogos dicen que en la Sagrada Escritura no está.
Lo que pasa es que, el gran argumento para la Inmaculada Concepción se da en tres palabras
latinas: "Potuit, decuit, fecit" que significan lo siguiente: Dios pudo hacer a la Virgen inmaculada
del pecado original, convino que lo hiciera, luego lo hizo. Ese es el argumento. Fíjense que con
eso probamos también que Santa Ana tiene la inmaculada concepción porque si lo hizo por su
madre ¿por qué no lo va a hacer por su abuela?
Con ese argumento no vamos muy lejos, además no son argumentos de la Escritura, ni tiene
nada que ver con ella. Es un argumento de la razón y aún así es muy débil.
Lo mismo sucede con la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo. Cuando la Iglesia,
sobre todo por los ataques protestantes, se da cuenta de esto, elabora una respuesta que ha sido
válida hasta el concilio Vaticano II (pero que éste la ha apartado discretamente sin decir que está
mal pero dándonos orientaciones muy claras en otro sentido, de que la revelación tiene dos fuentes.
Esta es una de las escapatorias más notables que hay en este sentido porque, evidentemente, Jesús
pudo haber llamado un día a Santiago y mientras estaban los otros pescando, decirle: mira, yo hice
inmaculada la concepción de mi madre María Santísima, así que si alguien te pregunta, contesta
eso.
El Concilio de Trento habla de la revelación diciendo que tiene dos fuentes: la escrita y la
que fue transmitida de boca en boca de Jesús a sus discípulos y de éstos a los cristianos de todos
los tiempos. Fíjense que con eso se justifica también cualquier cosa. Es lo contrario de lo que dice
Rahner, porque con eso ya no hay distinción posible, cualquier cosa que se ha tenido durante
mucho tiempo en la Iglesia, sin complicación, sin dudas, etc., sin crítica, puede pasar por
revelación divina.
Los protestantes nunca han admitido esto y en el concilio Vaticano II hubo una gran lucha
por quitar esto de las dos fuentes, pero la Iglesia, muy prudente, se escapó del problema y, para no
poner "fuente" de la revelación en singular, refiriéndose a las escrituras, puso otra palabra que
significa lo mismo que es la palabra latina "scaturire" que se traduce como "surgente". Pero,
cuando se discutía si eran una o dos las fuentes se usaba siempre la palabra "fons". De esa forma la
Iglesia evitó los problemas que le presentaba esta especie de acumulación dogmática que no
responde a problemática humana honda, sino que se ha ido amontonando sobre nosotros, a veces
en controversias tontas que nos separan de hermanos con los que tenemos cosas muchísimos más
fundamentales que nos unen.

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Con estos ejemplos estoy tratando de demostrarles cómo fueron sucediendo las cosas
históricamente. Es algo de lo cual nosotros podemos salir, pero a condición de hacer un trabajo
profundo sobre nuestra fe, que vuelva a lo esencial. Y esto nos cuesta, porque nuestra fe parece
tener de todo, como estas cosas tan extrañas cuyo origen ignoramos completamente.
Es importante ver algo sobre dónde se da este problema más adelante. Ya en la Edad
Moderna, la Iglesia quiere defender lo que tiene, entonces está a la defensiva y trata, precisamente
de preservar las dos fuentes.
En el Vaticano I se define la infalibilidad del papa cuando expresa una verdad sobre fe y
costumbres y lo hace ex-cátedra, o desde la cátedra que ocupa. Conociendo la historia uno
realmente siente pena por ciertas cosas que ocurren. ¿De dónde viene esa palabra ex-cátedra que
parece algo mágico que hace que cada vez que el Papa le añada ese rótulo a una verdad se
convierta en infalible? ¿De dónde viene eso? Esto es una escapatoria frente al hecho de que, por
ejemplo, el papa que presidía el concilio Vaticano I, pocos años antes, había condenado como error
la libertad religiosa; lo mismo había sucedido con otros papas que habían condenado como errores
cosas que luego se habían visto que no eran así, entonces, en lugar de volver a la idea aquélla de
que una educación puede tener fases que miradas desde lo que uno sabe después son erróneas, se
trató de ver cómo podían decir que eran infalibles las declaraciones de los papas si anteriormente
hubo quienes se equivocaron. Entonces se dijo: "no se preocupen por los errores de papas
anteriores porque declaramos que esos no han sido dichos con ex-cátedra".
En 1870, cuando se define la infalibilidad del papa, se dijo lo siguiente: "Se extiende
solamente a aquellas verdades morales que pertenecen bajo todos los aspectos al depósito de la
fe", el depósito de la fe es la Escritura; y agrega: "Esta infalibilidad se extiende tanto cuanto se
extiende el depósito de la revelación". Por lo tanto, las definiciones ex-cátedra del papa no pueden
ir más allá de lo que va el depósito de la revelación que es la Escritura, la que está depositada, no
la que está fluctuante entre la gente.
"Y por lo tanto, a todas aquellas cosas y solo aquellas cosas que, o directamente tocan el
depósito revelado o que se requieren para guardar religiosa y fielmente el depósito revelado". Es
decir: aquellas cosas sin las cuales caería el mensaje del Evangelio.
Y yo pregunto: ¿caería para alguien el mensaje del Evangelio en la nada, simplemente
porque la Virgen, hubiera nacido como todos los seres humanos con el pecado original? ¿A alguien
se le caería el Evangelio si la Virgen no hubiera subido al morir inmediatamente en cuerpo y alma
a los cielos?
El Papa goza de la asistencia del Espíritu Santo para impedir que la Iglesia tome un camino
completamente opuesto al del Evangelio y lleve entonces a los hombres a un error; éste es el por
qué de su infalibilidad, pero muchas veces se entiende como una especie de poder mágico frente al
cual el hombre no hace nada, es meramente pasivo y la búsqueda de la verdad queda entonces
como adulterada, disminuida.

III. POSITIVIDAD DEL DOGMA

Hemos hablado de la pedagogía divina en el A.T., esto es precisamente algo fundamental


que tiene que recobrarse en la Iglesia de hoy; hemos hablado después de esa tendencia en el N. T. a
que la búsqueda de la verdad continúe, y de que el Espíritu nos libera de maestros visibles, como el
estar sujetos a un texto para ir en búsqueda de la verdad. Esa libertad, esa creatividad en la
búsqueda de la verdad es precisamente la parte positiva que vamos a ver.
Las cosas negativas que vimos, pueden haberles dado a ustedes la impresión de que para mí
el dogma que se vive es oprimente e impide pensar, y ciertamente que mi experiencia no es la de
alguien que no pueda hacerlo porque tiene un dogma encima, sino más bien la de alguien que
piensa, que vive con libertad, que tiene un gran amor a esa verdad que vamos descubriendo en la

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Iglesia, que no está impedida, en cierto grado por lo menos, por cosas que se pueden mejorar
indudablemente.
Espero que nadie haya sacado como conclusión de lo anterior que los dogmas no existen, o
que el papa no es infalible, etc., sino que yo me estoy refiriendo a ciertas desviaciones que surgen
por acentos mal puestos, que la Iglesia misma ha percibido y ha tratado, en los últimos tiempos
(sobre todo con el Concilio Vaticano II) de ir corrigiendo. Y, para esto sirve lo que hemos visto,
aunque tal vez hagamos dejado por decir muchas cosas importantes.
Para concluir, voy a decirles algo que puede parecer extraño, pero que quisiera que quedara
muy claro y es que, dentro del dogma, por más empobrecido que esté, por más que se haya
transformado en una información sobre cosas, por más centralizado que esté en ciertas funciones
de la Iglesia, dejando a otras fuera, en ese dogma, yo, personalmente, me siento libre, humano y
creador.
Quisiera transmitirles algo de cómo eso es posible, no solamente para mí, sino para todos.
Creo que es importante que nadie piense que yo no creo en esa pedagogía de Dios, más aún, el
dogma, en cuanto forma la identidad de una comunidad viva -como hemos visto que sucedía en el
A.T.- me obliga, al mismo tiempo que me da la posibilidad de participar en la sabiduría de esa
comunidad. Ese dogma a mí me enriquece, me vuelve más humano, y creo en él. Creo en el dogma
bien entendido y voy a tratar de indicarles cómo puede entenderse bien y cómo puede vivirse con
libertad, con riqueza humana, con valores humanizadores.
Creo en él, porque creo que esa infalibilidad (que muchas veces se atribuye de una manera
un poco tonta y mágica al papa) me permite depositar una confianza en la tradición en la cual baso
mi pensamiento. Esa sabiduría que hace que yo no comience de cero sino de lo que otros han
experimentado o vivido, etc., tiene que ser obligatoria e infalible para fue yo pueda creer en ella.
"Infalible" significa que yo creo firmemente que eso me conduce a la verdad, de lo
contrario, yo, como pensador no tendría comunidad, no sería cristiano, no tendría una tradición
sobre la cual fundar mi pensamiento, mi búsqueda; no aprovecharía lo que otros han hecho antes y
los ha llevado a la verdad. ¿Por qué? Porque pienso que Dios, de alguna manera, está detrás de esa
búsqueda y por lo tanto de lo que se encuentra en ella. Eso por supuesto no soluciona todo, ni
cambia lo que hay que corregir en la Iglesia, creo que eso quedó claro con lo que hemos visto estas
dos semanas.
Yo diría que hay dos cosas necesarias para comprender esa función humanizadora y
enriquecedora de infalibilidad que nos hace sentirnos seguros, con una base sólida, para largar
nuestro pensamiento hacia la verdad.

1. Sobriedad

Una de las características que debe tener que ha perdido y que yo les propongo a ustedes
recobrar, es la sobriedad.
El primer día mostré un libro muy grande que tenía compendiado al dogma, bueno, eso es
una falsa idea del dogma. El dogma es algo mucho más céntrico, mucho más sobrio; lo que pasa es
que la información sobre el dogma parece dotada de garantías y de obligaciones dogmáticas, se ha
ido haciendo tan grande con todos los problemas que han ido surgiendo en veinte siglos de vida
cristiana (desde la curiosidad de saber cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler hasta los
problemas reales de gente que vive y que muere por una causa y que no sabe qué va a suceder con
esa causa histórica por la cual se comprometió), esa mezcla ha hecho del dogma algo no sobrio que
pesa sobre nosotros y que puede asfixiarnos en lugar de liberarnos para buscar la verdad. Tenemos
que llevar el dogma a la sobriedad de algo que realmente nos dirija y nos oriente en la vida, y para
eso, obviamente, no podemos depender de un libro de 300 páginas que solamente es un resumen de
cosas que se han dicho, porque ciertamente es algo mucho más sencillo y mucho más hondo.
Creo que esa sobriedad es una de las cosas que necesitamos hoy, y desde muchos puntos de
vista.

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Karl Rahner -por ejemplo- estaba preocupado precisamente por esa proliferación de cosas
que se transmiten en la Iglesia Católica en lo que se llama tradición dogmática. ¿Por qué? Porque
siempre se han tenido por tales, porque una autoridad en un momento dado la afirmó o negó. Y esa
enorme proliferación más bien ahogaba la búsqueda de la verdad que la promovía.
El dogma cristiano puede ser algo casi difícil de explicar por lo sencillo y por lo breve que
es. Para dar razón de nuestra esperanza no necesitamos libros enteros, volúmenes y volúmenes, es
algo mucho más sencillo y tenemos que aprender esa sobriedad porque eso es verdaderamente lo
dogmático, aquello que nos obliga y que es la base sobre la cual nosotros edificamos nuestra
búsqueda cristiana.
Los católicos llevamos la carga de luchar contra todas las herejías existentes y no existentes.
Cuando leemos el credo en la misa: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, etc." rápidamente, no nos
damos cuenta de que cada una de esas palabras es una flecha envenenada contra algún hereje,
porque en esa expresión de nuestra fe hay concentrados siglos de acumulaciones dogmáticas que
han sucedido por desviaciones que hoy ni siquiera entendemos a qué se refieren o por qué se
originaron, etc. De alguna manera, esa pedagogía divina, está como ahogada por la rapidez con que
transmitimos información dogmática, que nos viene no sabemos de dónde ni de qué problemas
reales.
Rahner se planteaba el problema de cómo empezar a hablar de Cristo con nuestros hermanos
separados para, de alguna manera rehacer un camino común, ya que tenemos tantas cosas que nos
unen, y esta idea la hizo llegar al Concilio Vaticano II. Entonces, en el decreto sobre la práctica del
ecumenismo, en el Nº 11 se pone algo que yo creo que es uno de los principios dogmáticos más
importantes salidos del Vaticano II y que Rahner siguió desarrollando hasta tal punto que un libro
suyo, que salió cuando él ya había muerto, fue objeto de observaciones, censuras, etc. porque era
una aplicación de este principio del Vaticano II que no gustaba a algunos.
Dice: "Al comparar las doctrinas recuerden los cristianos que existe un orden o jerarquía
en las verdades de la doctrina católica", es decir, por más que haya concilios detrás, por más que
se hayan dicho y enseñado durante diez siglos, no todas las cosas tienen el mismo valor de verdad,
hay un orden o jerarquía de verdades.
"Ya que es diverso el envase (la relación, diríamos) de tales verdades con el fundamento de
la fe cristiana."
Esto es una tentativa por decir qué es lo fundamental, preguntándose siempre eso va a venir
como consecuencia la sobriedad. ¿Qué es lo fundamental de mi fe cristiana? Y con eso ir a las
preguntas que la misma realidad me va imponiendo. Y eso es lo que he tratado de hacer en estas
dos semanas con ustedes: ver lo fundamental y después ver que hay cosas que se relacionan muy
lejanamente con eso.
Creo que esto es como una especie de "aggiornamiento" que nos cuesta hacer dentro de la
Iglesia Católica, que ha juntado informaciones de todo tipo diríamos, desde cómo era la Virgen
antes y después del parto, hasta qué es nuestra fe cristiana. Son cosas de muy distinta jerarquía
desde el punto de vista de la verdad.
Yendo a lo fundamental y partiendo de allí, nos vamos dando cuenta de lo simple que es y de
que en ese sentido no requiere una enorme información; y que a la vez es algo hondísimo de lo
cual siempre estaremos sacando consecuencias enriquecedoras, y estaremos abriéndolo a nuevas
preguntas, porque la realidad es compleja y nos obliga a investigar y a conocer más. Pero ese
fundamento tenemos que tenerlo sobriamente y a cubierto de que se asfixie con una multitud
inmensa de cosas que son de orden secundario, terciario, o cuaternario, o más lejano todavía.
El Vaticano II dice: volver al fondo; y Rahner, en ese libro que no gustó y que fue criticado
(escrito con Fritz), en la discusión con los hermanos cristianos separados proponía volver a
comenzar el estudio de la fe cristiana tomando como base lo primero que se discutió en el
cristianismo, es decir, los cinco primeros concilios de la Iglesia en que todos estaban de acuerdo.
Por supuesto que uno puede decir que ya entonces se habían introducido tal vez muchas cosas
secundarias, terciarias, etc., y que no siempre estaba claro, de todas maneras lo indico como una
tentativa que propuso el Concilio Vaticano II y que, como otras tantas, quedó frenada, perdida y un
poco olvidada.
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La Iglesia no hizo demasiado por volver a lo esencial, por esa sobriedad dogmática que me
parece que es una de las necesidades más grandes que tenemos nosotros hoy en día, y que hemos
tratado aquí siempre de ir guardando o de ir viendo cómo se puede recobrar.

2. Vuelta a la Evangelización.

El segundo elemento es volver a la evangelización, o sea que es prácticamente lo mismo,


porque es volver a lo esencial, al Evangelio, a la Buena Noticia, y partir de ahí en un proceso que
le dé a cada cosa su valor relativo dentro del conjunto que vamos descubriendo a partir de ese
Evangelio enfrentado con la realidad, con nuestros problemas, etc.
Me parece útil dar aquí una definición de evangelización que se debe a un padre canadiense
que fue consejero de la comisión de propaganda Fidei (es decir la comisión sobre las misiones) de
cómo llevar el Evangelio a los países donde todavía no se conocía.
El padre Semoi señala como tres etapas o condiciones para la evangelización, es entonces
una definición en tres etapas.
Primero es lo que él llama: sólo el Evangelio.
Por supuesto que no se trata de tres etapas que se puedan distinguir y que una se pueda hacer
hasta que llega a su fin para que luego entre la otra, sino más bien son tres elementos que se
conjugan, que en su origen, el Evangelio, o sea aquello en lo cual nosotros creemos, que es lo
esencial de nuestro dogma, se podía colocar dentro de una simple conversación humana con
otra persona. No era necesario darle durante tres años un curso intensivo sobre la religión
cristiana para que supiera qué es el Evangelio, sino que se podía decir simplemente cuando por
casualidad se encontraban dos personas en el camino.
En los Hechos de los Apóstoles aparece una de las figuras que tal vez sean un poco más
poéticas que reales pero que un día existieron, que relata cuando el diácono Felipe se encuentra en
el camino con el administrador de la reina de Etiopía que vuelve de Jerusalén en su carruaje y va
leyendo al profeta Isaías, entonces el diácono Felipe se le acerca (parece que iba a caballo), ve que
va leyendo y le pregunta si lo entiende. El otro muy sinceramente le dice: ¿Cómo lo voy a entender
si nadie me lo explica? Entonces Felipe se ofrece. Suben al carruaje, le explica que esa profecía de
Isaías que está leyendo es sobre el Mesías y que se ha cumplido en Jesús, que es lo que Dios
mandaba al pueblo de Israel como respuesta. Entonces llegan a un sitio donde hay agua y allí el
administrador pregunta: ¿Hay algo que impida el que yo me bautice? es decir que, él ya sabe que
ésa es la condición para entrar en la comunidad de la fe. Y el diácono Felipe le dice: Si crees de
todo corazón, puedes ser bautizado. Y él le dijo: Creo. Entonces allí mismo es bautizado y se va
solo porque el Espíritu Santo arrebata a Felipe y se lo lleva en dirección contraria. Y el
administrador de la reina se va a Etiopía con lo que ha oído en una conversación.
Es una figura que yo no les digo que la imitemos al pie de la letra, pero sí que tenemos que
recobrar un poco, todos nosotros -y creo que es la obra de una vida, de una contemplación, de una
espiritualidad- la capacidad de decir en qué creemos en pocas palabras, de tal manera que pueda
ser captado y entendido por una persona que nos oye, dentro de una conversación.
Esto es lo fue dice el Concilio Vaticano II, que de ahí las cosas van saliendo en primero,
segundo, tercero, cuarto, quinto o sexto lugar, pero que esto tiene que estar primero y tengo que
saberlo distinguir de cualquier obra cosa. Lo primero es poder dar razón de nuestra fe, y sobre todo
saber cuál es la realidad, porque muchas veces tenemos fórmulas para dar que nos tapan la realidad
y no sabemos ya concretamente en qué sentido eso cambia nuestra vida. No sabemos expresarlo en
un lenguaje que realmente revele nuestras experiencias. Por supuesto que podemos decir: "Creo en
un solo Dios y tres personas divinas", sí, ciertamente pero mientras no traduzca yo eso en mi
existencia de tal manera que la gente entienda qué significa, simplemente yo no estoy dando el
Evangelio, estoy hablando en "chino", estoy empleando una figura que ni yo mismo sé como
traducir en palabras.
Creo que no le es tan fácil al cristiano de hoy retroceder desde la muchedumbre de
información que tiene y que él cree de una urgencia enorme, Por ejemplo: si Dios me envía la
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muerte una noche, cuando yo estoy en pecado mortal, pues me voy al infierno, entonces ¿no será
esto tan importante como el Evangelio? ¿Por qué una cosa es más importante que la otra? Yo tengo
que saberlo.

Jerarquizar los dogmas a nivel intelectual

No le es tan fácil al cristiano, cuando ha recibido miles y miles de cosas, saber si el


Evangelio es más o menos importante que creer en la infalibilidad del papa. No estoy diciendo que
no crea en esa infalibilidad, sino que puesta en su lugar (o sea a diez leguas de lo esencial) tiene
sentido, porque el papa es infalible precisamente cuando se trata de impedir que la Iglesia siga por
un camino errado, desviándose del Evangelio y, en la medida en que tiene la gracia del Espíritu
Santo, para esto, de alguna manera es una garantía de que hoy estamos frente al mismo Evangelio
y no a su desfiguración completa. O sea que entra en una relación lejana con respecto a lo
fundamental.
Después de lo que hemos visto sobre el dogma espero se den cuenta que no es fácil decir
"sólo el Evangelio" sino que es algo que nos llama a una tarea difícil y costosa porque la
información dogmática es tan grande que todos nosotros, cristianos, tenemos dificultad por saber
qué es lo esencial del Evangelio.
Fíjense que decir Evangelio, que es una palabra griega, significa decir: buena noticia. Y
aquella expresión del Evangelio que no sea una buena noticia no es Evangelio, ciertamente, por
más exacta que pueda ser desde el punto de vista dogmático. O sea que aquí el dogma, de alguna
manera, hinca su raíz en nuestra existencia porque cuando decimos "sólo el Evangelio" decimos
algo que ha transformado mi existencia, que le ha traído una luz y una alegría sin las cuales yo no
quisiera vivir. Algo que para mí es tan importante como el sentido de mi propia existencia.
Si no logro mostrar que lo que digo con palabras es el sentido global de mi existencia, no
estoy hablando del Evangelio, no es ésa la buena noticia esencial que yo tengo en cuanto cristiano
y creo que aquí, otra vez, yo he aprendido tantas cosas que me he olvidado de la buena noticia.
Si uno le pregunta a la mayor parte de los cristianos, cuál es la inmensa alegría que tienen
por ser cristianos, lo miran a uno como si estuviera preguntando un disparate, y dicen: Mire, yo soy
cristiano porque es necesario, simplemente, y hay que tener una fe ortodoxa, y está mandado y yo
obedezco y acato.
Pero ¿cuál es esa buena noticia? Creo que tenemos que saber decirla, tenernos que saber qué
es eso que para mí es tan importante. Creo que este ejercicio de ir a buscar en nuestra fe la buena
noticia que hay ahí, lo hemos hecho miles de veces aquí, en Pocitos, en estas charlas.
Hay muchas formas de decirlo, voy a recordar una, la hemos visto hace poco tiempo cuando
hablábamos sobre el dogma del infierno que, mal entendido es una cosa espantosa, pero que bien
entendido es una buena noticia.
Cuando hablábamos de eso, decíamos que, para Pablo, la buena noticia anunciada por Jesús
era que los hombres eran herederos del universo, y que, llegados a la mayoría de edad, habían
recibido su herencia. Y, ese universo que estaba por hacer, estaba condenado a la inutilidad si los
hombres no construían en él justicia, verdad, bien, sentido, amor.
Los hombres eran completamente libres, tenían todo el universo a su disposición para hacer
proyectos, para llevarlos a cabo, y para de ese modo llenarlo de sentido. Y entonces claro,
inmediatamente surge ese hombre que se lanza a la historia para ocupar su lugar creador de
heredero, llevado a su mayoría de edad, que asume el universo y esa enorme responsabilidad de
que no falte en la tierra la esperanza de Dios, precisamente porque Dios no hace lo que le toca al
hombre hacer, Dios es aquél, según la parábola de los talentos, "Que cosecha donde no sembró y
recoge donde no esparció" ¿por qué? porque nos tiene a nosotros para hacerlo, porque nos ha dado
un universo para Él cosechar y recoger donde nosotros sembramos y esparcimos.

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Cuando nos introducimos en la historia, se nos presenta el gran interrogante: ¿Hasta qué
punto somos dueños de la historia? ¿Hasta qué punto la historia realmente está construyendo o
destruyendo nuestros planes, nuestros proyectos, etc.?
Y aquí entra también la respuesta que nos da Pablo, que después de veinte siglos de silencio
se vuelve a oír otra vez en la Iglesia, en el Nº 39 de la G. S. dice: "Dios prepara una nueva morada
y una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar
todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos
de Dios resucitaran en Cristo y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la
corrupción se revestirá de incorruptibilidad, permaneciendo el amor y sus obras”. Son todas
palabras de Pablo, que dicen: todo lo que el amor y sus obras han hecho, se verán libres de servir a
la inutilidad, todas las creaturas que Dios creó pensando en el hombre.
"Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra
todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado
por la tierra en el espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos
limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el Reino".
Todo lo que es la historia de cada uno de nosotros, todo lo que es nuestro compromiso, todo
aquello por lo cual estamos nosotros viviendo, trabajando, sufriendo y en algunos, muriendo, todo
eso es una buena noticia; es la buena noticia de fue nada de lo que se hace en el amor, en la
historia, se pierde, aunque nosotros lo perdamos de vista, que es distinto. El perderlo de vista es
una condición de la historia para que todos estemos frente a los mismos desafíos siempre, para que
el amor plantee a cada generación de los hombres la misma tarea creadora. Pero, a medida que la
vamos haciendo, las apariencias de la historia también nos muestran una trágica realidad y es que
el producto que nosotros queríamos hacer, el proyecto que llevábamos, se nos escapa de las manos,
pero no se escapa de la realidad.
Y, precisamente, lo que dice Dios para la historia, por la resurrección de Jesús, y con la
resurrección de su trabajo por el reino es que no se pierda nada de lo que se hace, en esa historia en
que los hombres van junto con Dios, creando un cielo nuevo y una tierra nueva.
Esta es una de las mil formas que el Evangelio tiene de ser dicho como buena noticia, no
estoy diciendo que es la única, estoy tratando de decir que para nosotros es de una urgencia
enorme, antes de preguntar qué pasa con alguien que muere en pecado mortal, saber qué es el
Evangelio, saber cuál es la buena noticia por la que nosotros vivimos, trabajamos y nos
comprometemos; saberlo a fondo, vivirlo como la realidad y sacar de ahí las consecuencias.
Si yo en la historia estoy luchando como loco para que no sufra ninguno de los hombres
¿voy después a tener la duda de si Dios no mandará a la mitad de ellos a pudrirse en el fuego
eterno durante toda la eternidad? El que junte las dos cosas es de una incoherencia absoluta. ¿Qué
pasa entonces? ¿Caen los dogmas y una serie de cosas? Yo no digo que caigan sino que ocupan un
lugar secundario, terciario, etc., frente a lo que es esencial en nuestra vida. Que puede ser poco,
aparentemente, que puede ser una cosa simple, pero es por allí adonde tenemos que llegar y seguir
adelante.
El tercer elemento que señala Semoi, es el del ritmo vital de crecimiento Es decir, cómo
seguir, a partir de esto, reflexionando sobre la fe, pero con ese orden o jerarquía de valores de que
habla el Vaticano II, o sea, reflexionando de tal manera que lo secundario nunca pase a ocupar el
lugar de lo principal, de que nunca la información doctrinal llegue a hacerme olvidar lo esencial o
a ponerlo en un segundo lugar, sino que sean consecuencias, experiencias que yo hago con esta
buena noticia en la existencia, cosas que me parecen tal vez que son contradictorias y que entonces
tengo, de alguna manera, que poner en orden, pero siempre de tal manera que lo esencial ocupe el
primer lugar.
Ese ritmo de crecimiento tiene dos elementos que me parecen importantes aunque no los
diga directamente Semoi. Semoi quiere decir aquí que el proceso de pedagogía divina, ese proceso
que vuelve al fundamento de nuestra fe, tiene que ser tal que las cosas que se vayan añadiendo no
ocupen nunca un lugar indebido en el orden de esas jerarquías de verdades que son esenciales a
nuestra fe.

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Entonces creo que hay aquí dos elementos: experiencia y recuperación. Es decir, la
experiencia se hace porque, como ya vimos, la función del dogma es humanizar nuestra vida, es
darle sentido, y precisamente son las crisis de sentido las que nos hacen progresar, buscar y
encontrar junto con otros, en la comunidad que tiene la misma fe y muchas veces con otros que
están fuera de la comunidad cristiana pero que, de alguna manera, también están frente al problema
y tiene algo para darnos, que nos permita encontrar una solución.
Ahora bien, en esa experiencia ¿qué lugar ocupa (y eso me parece fundamental que lo
entendamos nosotros y la Iglesia en su totalidad) el error?
En 1953, hace 35 años casi, su santidad Pío XII que ustedes saben era un papa más bien
conservador, que mantuvo durante muchos años de su pontificado un rumbo muy lineal,
monolítico, hizo un discurso que fue muy celebrado porque dijo algo que no estaba en los
cuadernos de nadie en la Iglesia, y fue hablando a los juristas italianos de la tolerancia del error.
Dijo que no sólo existía el hecho de que a veces no se podía impedir el error porque
producía un mal mayor el hacerlo que el dejarlo, sino que a veces era mejor dejar al error actuar.
Entonces esto pasó, la gente se admiró, lo dijo el Papa, pero no lo explicó, y así quedó: Tolerar el
error aun cuando era posible impedirlo.
La gente estaba acostumbrada a oír lo contrario; o sea que siempre que se podía impedir el
error había que hacerlo, a no ser que se produjera un mal mayor, claro está.
Unos tres años después, si no me acuerdo mal o un poco más, el cardenal Lercaro, -que fue
uno de los hombres que tuvieron más influencia benéfica en el preconcilio del Vaticano II, muy
inteligente, muy capaz, muy progresista- sacó en una revista italiana un artículo que fue muy leído
y muy comentado en el que analiza precisamente lo propuesto por el discurso de su santidad Pío
XII y por qué pudo decirlo.
Entonces él dice: "La mayor parte de las personas dirán que eso se debe (lo que dijo el papa
Pío XII) al respeto por la persona humana y su libertad". Es decir, no es que se acepte el error,
pero se respeta a la persona que lo comete.
"Eso es lo que comúnmente se dice, pero yo creo otra cosa: que hay algo más profundo, que
el tolerar el error, como habla Pío XII en su discurso, se hace por respeto a la verdad".
Esto a ustedes les puede parecer una paradoja pero él lo explica enseguida diciendo que
nadie aprende una verdad profundamente si no la expone a la experiencia y si no la corrige en
cuanto ve que eso no es coherente con la experiencia que está teniendo.
Es decir que el error es una parte de la adquisición de la verdad, y no hay verdad profunda
que entre en el hombre sino aquélla que de alguna manera pasó por el error y por la corrección y
entonces el hombre la reconoce porque la ha profundizado y la ha hecho suya. Nadie aprende
matemáticas sin equivocarse y sin aprender a corregirse las equivocaciones. Cuando alguien sabe
verdaderamente matemáticas, toma un problema, dice: ¿Por qué esto no da lo que yo espero? y
sabe qué hacer para que finalmente el error se corrija; ésa es la única verdad que le importa al
hombre, esa verdad que no es la de un grabador sino la de alguien que verdaderamente sabe cómo
hacer para encontrarla, cómo hacer para buscarla, y eso pasa precisamente porque en un momento
ha encontrado algo que creía que era la verdad pero que no resultó serlo, porque no satisfizo las
condiciones de la verdad y entonces tuvo que buscar más allá, entrar más adentro y hallar la verdad
en algo más fundamental de su propio ser.
El error hace que la búsqueda de la verdad nos lleve más al interior de nuestro propio ser y
que esa verdad sea luego más inerradicable, que no puede sacarse de nosotros sin llevar con sus
raíces todo nuestro ser.
No se trata de ser impasible ante el error, sino de que éste provoque una reacción, una
insatisfacción. Cuando experimento un error siento que no conozco la realidad, que la realidad se
me escapa, que es más compleja, etc. Cuando noto una insuficiencia en mi conocimiento, o en el
de los demás, busco dónde está y precisamente, porque busco dónde está y no me satisfago con la
respuesta ya adquirida es como llego a una verdad más profunda. Pero no es insensibilidad ante el
hecho sino por el contrario, ya que como un error no me da la satisfacción que yo espero de una
respuesta correcta, entonces, precisamente, que no se me quite la posibilidad de errar dándome ya
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la información hecha de tal manera que no tenga que pensar, porque cuando cometo un error es
cuando por la insatisfacción que me da, busco y encuentro la verdad, la profundizo, y la domino.
Si yo fuera un aparato reproductor de cosas verdaderas, una vez descompuesto no sabría qué
hacer conmigo mismo, en cambio, cuando enfrento a la realidad y experimento, y algunas cosas
me salen y otras no, pienso y si ese pensamiento es bien orientado va a llevarme a respuestas más
ricas por las que voy a tener una verdad más propia, más honda en mí.

Recuperación

Aquí viene la parte de recuperación, porque puede haberles dado la impresión de que todo lo
que se ha ido acumulando dogmáticamente no valía nada, no, hay algo de todo esto que tiene su
sentido si se lo ubica en su verdadero lugar y jerarquía de verdades. Por lo tanto hay una
recuperación de ciertos valores dogmáticos que yo hago cuando me doy cuenta de su exacto valor,
cuando comienzo con experiencias, y un ritmo de crecimiento donde lo esencial permanece en
primer lugar. Entonces yo voy recuperando elementos y dándoles su verdadero sentido.
Cuando hablamos, por ejemplo, del dogma del infierno, y nos damos cuenta que nace de una
experiencia, (porque no es algo que viene de lo alto ni por un teléfono especial con Dios) de la
falta de justicia que existe en el mundo frente al que sufre y que no encuentra una respuesta en los
acontecimientos acorde con la justicia que ha practicado, se supone que esa justicia se va a hacer
más allá de la muerte y que entonces el hombre ha sido puesto en el mundo a prueba, con una ley,
y si la cumple, va a tener el premio de la gloria, el cielo, y si no la cumple, va a tener el infierno
como castigo.
Si nosotros partimos de sólo el Evangelio como buena noticia y recordamos que somos
herederos, y por lo tanto libres, sin estar sujetos a ninguna ley sino a aquéllas que sean
convenientes para un proyecto de amor, esa situación de que el hombre está a prueba, el Evangelio
la cambia radicalmente, porque la buena noticia que hemos recibido es de que estamos cooperando
con Dios en una obra histórica que llega al fondo de su alma, de su corazón, de su sensibilidad, por
el amor que nos tiene.
Toda la teología de Juan, como la de Pablo, está hablándonos de esta buena noticia que
podríamos expresar así: el amor que Dios nos tiene hace que no quiera llevarnos a la verdad y al
amor desde lejos y unirse con nosotros quedándose lejos, sino participando en nuestra historia, de
nuestra experiencia humana, exactamente como nosotros.
"El verbo de Dios se hace hombre y pone su carpa entre nuestras carpas", es decir: se hace
hombre histórico. Esa carpa es lo típico del hombre que es historia, que se mueve de aquí para allá,
del nómada que va de un proyecto a otro, de aquél que no tiene su casa ya establecida y hecha, sino
que va buscando continuamente un lugar u otro.
Cuando comprendemos eso, comprendemos también que Dios es amor y que es un amor sin
límites, porque todos los límites que ponemos en el amor se deben a que tenemos una sensibilidad
restringida, y nuestra capacidad de amar depende de nuestra energía y por lo tanto hay barreras que
el amor no puede pasar porque no podemos interesarnos por las personas absolutamente lejanas a
nosotros como lo hacemos por los que están frente a nosotros.
Es decir, hay una serie de elementos que limitan nuestro amor pero no el de Dios. Entonces
comprendemos que a Dios le apasiona la historia como a cada uno de nosotros, porque se mete en
ella con un amor total por cada uno de nosotros y siente lo que a cada uno de nosotros le pasa
como si le pasara a Él, porque el efecto del amor es hacer que nosotros sintamos lo que le ocurre al
ser que amamos como si nos pasara a nosotros mismos. Y eso le pasa a Dios.
Entonces nosotros no estamos aquí, en la historia simplemente para ser probados sino para
construir junto con Dios a nuestros hermanos. La existencia de nuestros hermanos depende de
nosotros. Gracias a Dios tenemos una historia donde hay dolor, y digo esto de una forma muy
honda, que quisiera que fuera comprendida bien por ustedes. El amor supone el dolor, porque en la
medida en que el amor es libre, puede ser dado o rechazado, y por lo tanto es riesgo de dolor.

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Cuando pedimos un amor sin dolor, no sabemos lo que pedimos, porque la falta de dolor haría que
las personas fueran absolutamente indiferentes porque no se necesitarían unos a otros.
Necesitamos apasionadamente de nuestra madre cuando somos niños, porque es la persona
que nos puede provocar el mayor dolor si no se ocupa de nosotros. No sé si ustedes se dan cuenta
que el amor de madre está basado en el dolor que puede provocar si decide no ocuparse de una
persona que depende hondamente de ella.
En ese mundo hecho así, entonces, donde todos los hombres somos responsables unos de
otros, es imposible pensar por ejemplo, que el hombre esté a prueba para que Dios decida si lo va a
mandar a un lugar que se llama cielo o a otro que se llama infierno. Los hombres están
colaborando con Dios con más o menos eficacia, según ponen más o menos amor en aquello que
hacen. De ahí la imagen de Pablo de que Dios cuando hace el juicio pone nuestra obra ante el
fuego y aquello que lo resiste es lo que va a entrar en la tierra definitiva porque es lo que hemos
hecho con amor. Y lo demás desaparece, es lo que en nuestra vida se perdió.
Y la gracia de Dios que nos une a los demás, precisamente con lazos de amor, que nos hacen
sentir durante toda nuestra vida los sufrimientos de los demás, nos da esa posibilidad tan tremenda
de afectar a Dios a través de nuestros hermanos, es decir que de alguna manera nosotros somos los
creadores del cielo de Dios o del infierno de Dios, según coloquemos a nuestros hermanos en
situaciones de alegría o de dolor. En la medida en que rechacemos dar de comer a un hermano,
colocamos a Dios en ese infierno del hambre, por ejemplo.
La responsabilidad por una parte es terrible y por otra es la mejor noticia que podemos tener
en nuestra vida; nuestra responsabilidad con cada hermano, es decir con Dios mismo, porque
cuando amamos a un hermano amamos a Dios y cuando no lo amamos, tampoco amamos a Dios.
Tenemos la posibilidad de crear cielo e infierno para Dios.
Antes estábamos en una especie de error por falta de profundidad, porque no sabíamos
todavía por experiencia hasta dónde llegaba el amor de Dios a nosotros y la responsabilidad que Él
ponía sobre nuestros hombros. No la sabíamos. Cuando aprendemos con Jesucristo, el verbo
encarnado, hasta dónde Dios se vuelve dependiente de nosotros, comprendemos que no es el
sentido de castigo lo que tiene la palabra infierno, sino que es el poder y el deber continuamente
decirle a Dios mismo "sí" o "no".
Toda nuestra acción histórica tiene una importancia terrible, porque Dios la está recibiendo
con alegría o con dolor, según sea causa de alegría o dolor para las personas a quienes afectamos
con la historia.
Con el Evangelio corregimos entonces la experiencia infantil que tenemos de que la persona
está a prueba, para ser castigada o premiada; son restos de nuestra infancia donde se nos premiaba
o castigaba según nuestro comportamiento.
Además, si la gracia de Dios me ha hecho sensible durante toda mi existencia histórica,
¿cómo podría gozar del cielo sabiendo que hermanos míos sufren el infierno?
Ven ustedes como una experiencia más rica de la buena noticia del Evangelio me ayuda a
recuperar elementos de la experiencia por donde ha pasado toda esa pedagogía divina; elementos
que eran imperfectos y provisorios como se decía del A.T.; pero que también vale para el Nuevo en
la medida en que yo voy pasando de una experiencia a otra; elementos que pertenecen a la
pedagogía divina y que se van ahondando en la medida en que los voy experimentando frente a
necesidades cada vez más hondas, porque cuando estoy frente a la buena noticia me doy cuenta
que ciertas cosas que yo he creído ya no son respuesta suficiente.
La experiencia me hace dar de bruces contra algo que es tremendamente incoherente y me
hace avanzar en la medida en que yo reconozco esa incoherencia y busco una solución, y la
encuentro dentro de la comunidad porque eso es algo que no se puede hacer de a uno, sino que se
tiene que vivir en una comunidad cristiana que parta de lo esencial y que no se deje invadir por
cosas exteriores sino que vaya añadiendo elementos en la medida en que va pasando por
experiencias que los necesitan. Eso es lo que nos hace avanzar sin sofocar lo esencial.
En algún momento tendré que ocuparme de la infalibilidad del Papa, porque también puede
llegar a ser un problema el saber si la Iglesia no puede desviarse completamente y tomar un
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camino errado y durante mucho tiempo llegar a los hombres a una situación menos humana de que
puede estar.
Entonces yo tengo que preguntarme: ¿Qué es esa infalibilidad? Y me doy cuenta que la
infalibilidad del Papa es la infalibilidad de la Iglesia entera, y que el Papa como su representante,
tiene que darme garantías de que va por la verdad. Pero ¿qué pasa? que yo encuentro que el
Evangelio de Jesucristo se ha leído durante cuatro siglos en América Latina sin percibir lo que se
decía sobre los pobres, siendo como es el último continente cristiano y al mismo tiempo tal vez el
más inhumano de todos los que hay en la tierra, donde el hombre ha creado estructuras sociales
pudiendo hacerlo mejor, con elementos cristianos a su alcance, como el Evangelio, pero parecería
que no lo lee.
Entonces me doy cuenta también que con la idea de la infalibilidad del Papa estoy
descargando una responsabilidad que es mía y de todos los cristianos, que estoy leyendo el
Evangelio y que estoy encontrando en él que sí, que es cierto que Dios ha prometido que, en la
medida en que la Iglesia asuma la opción por los pobres, Él la conduciría a una verdad cada vez
más profunda y a corregir errores en que pueda caer. Y en esa Iglesia yo estoy comprometido, y
eso me hace ver lo fundamental y no acumular cosas, sino liberarme de ellas en el sentido de una
concepción infantil.
Por ejemplo; mi situación de laico en la Iglesia, que sólo tenía que recibir información ya
hecha por la jerarquía, sobre cualquier problema
De alguna manera ésta es un poco la historia de toda esta parroquia, creo que desde que
empezamos siempre ha habido un centro muy experimentado para todos que es el Evangelio, y de
ahí hemos tratado de ir recuperando cosas, dejándolas en su verdadero lugar, son demasiadas y no
podemos ocuparnos de todas y aunque otras personas sientan necesidad de otras cosas, para mí lo
esencial es devolverle la creatividad y la alegría a lo que significa ser cristiano. Aquél que no está
en el cristianismo por alegría interna, por plenitud interna, mejor que no esté.
Entonces, me parece que éste es el fruto que se podría sacar de estas charlas.
Muchas gracias por la atención.

"Estamos en una empresa colectiva


donde unos dependemos de otros,
donde crear no significa sacar algo de la nada
sino, de alguna manera, encaramarnos
sobre los hombros de los otros,
que tienen que ser sólidos para
que podamos hacerlo.
En ese sentido, en el dogma
hay un deseo de permitir
que la búsqueda de la verdad continúe,
utilizando el trabajo de otros,
no solamente el nuestro.
es la forma de ir asimilando y estableciendo
una nueva plataforma de lanzamiento
para lograrlo."

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