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A UN OLMO SECO
Antes que te derribe, olmo del Duero,
Al olmo viejo, hendido por el rayo con su hacha el leñador, y el carpintero
y en su mitad podrido, te convierta en melena de campana,
con las lluvias de abril y el sol de mayo lanza de carro o yugo de carreta;
algunas hojas verdes le han salido. antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
¡El olmo centenario en la colina al borde de un camino;
que lame el Duero! Un musgo amarillento antes que te descuaje un torbellino
le mancha la corteza blanquecina y tronche el soplo de las sierras blancas;
al tronco carcomido y polvoriento. antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
No será, cual los álamos cantores olmo, quiero anotar en mi cartera
que guardan el camino y la ribera, la gracia de tu rama verdecida.
habitado de pardos ruiseñores. Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
Ejército de hormigas en hilera otro milagro de la primavera.
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
y un huerto claro donde madura el limonero; mi verso, como deja el capitán su espada:
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; famosa por la mano viril que la blandiera,
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. no por el docto oficio del forjador preciada.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido Converso con el hombre que siempre va conmigo
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
más recibí la flecha que me asignó Cupido, mi soliloquio es plática con ese buen amigo
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. que me enseñó el secreto de la filantropía.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
pero mi verso brota de manantial sereno; A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, el traje que me cubre y la mansión que habito,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética Y cuando llegue el día del último vïaje,
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
mas no amo los afeites de la actual cosmética, me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. casi desnudo, como los hijos de la mar.