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UNIVERSIDAD LATINA DE PANAMA

UN PAVO REAL EN EL REINO DE LOS PINGÜINOS (RESUMEN)

Christy A. Gonzalez R.

Post-Grado en Administración de Negocios

Economía Empresarial

Profesora Engracia Archibold

Panamá 9 de abril de 2011

Se trata de la historia de Pedro, el pavo real, un ave inteligente, talentosa, bullanguera que viene a
vivir al Reino de los Pingüinos atraído por la idea de diversidad que los mismos le vendieron a él y a
Resumen

otras aves vistosas en el reino del aprendizaje donde todas las aves trataban de destacarse y ser las
mejores, luchaban por su notoriedad y triunfo.

En el reino de los pingüinos a las otras aves que aspiraban a tener una posición más prospera en la
empresa se les pedía de manera directa ser lo más parecidas posible a los pingüinos, inclusive se les
capacitaba para que supieran como caminar como ellos, a imitar su manera de andar, a usar el traje
de pingüino y a seguir el ejemplo de sus jefes. Desde el primer día se les comunicaban sus reglas y
normas, quien quisiera triunfar tenía que ser como ellos y aprender que las cosas se hacían a su
manera, no había otra.

Pero por más que las aves trataran de ser como ellos, e imitarlos a plenitud, estas veían que los
pingüinos jóvenes eran los elegidos para triunfar dentro del reino, eran acogidos por los pingüinos
mayores para que pudieran aprender todo lo necesario para continuar con el mando de la empresa y
eso causaba que las demás aves sintieran que todo lo que hacían era en vano ya que los pingüinos
pensaban que estas eran más volubles y menos confiables.

Pero un día las cosas empezaron a cambiar en el Reino de los Pingüinos pues los pingüinos mayores
decidieron que necesitaban diversidad en su reino y habían escuchado de otras aves con
características y habilidades especiales que les serian útiles pero que a su vez podrían llegar a
comportarse como pingüinos si eran llevadas a su país y las entrenaban.

Y así fue como Pedro, el pavo real, llegó al Reino de los Pingüinos, claramente, Pedro no tenía nada
que ver con los pingüinos. En realidad era la antítesis de la pingüinidad. Pedro era un pavo real lleno
de colorido, radiante y bullanguero.

Pedro era un pavo real muy talentoso que había hecho cosas importantes en su tierra. Era creativo,
imaginativo, sensato y práctico, tenía muchos amigos y admiradores en su propia tierra, y era muy
popular y querido; estaba muy entusiasmado por crecer en el reino de los pingüinos y estos
pensaron que sin duda tenía un gran potencial.

Al comienzo todo funcionó muy bien ambos estaban encantados de cuantas virtudes tenia cada uno
y hay que aclarar que Pedro se cuidó mucho al comienzo de no ser tan llamativo ya que en su país le
habían comentado que los pingüinos hacían todo a su modo y preferían que las demás aves se
adaptaran a su estilo y por sus deseos de triunfar dejo su naturaleza de pavo real de lado hasta que
tuviera seguridad de que los pingüinos lo aceptaran totalmente, como en su antiguo país donde
todas las aves se esforzaban por demostrar sus capacidades para ganarse un lugar , el lema del Reino
del Aprendizaje era: Imagina, Intenta, Prueba, Realiza aunque a veces había roces y peleas, pero los

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conflictos y las diferencias se daban porque las aves creían que esa era la manera de poner a prueba
sus ideas.

Pedro se sentía halagado de que los pingüinos que eran tan poderosos y llenos de prestigio, lo
hubieran escogido para ser parte de su reino y por eso se esforzaba en caerles bien, aprendiendo a
caminar, a hablar y a moverse como pingüino, pero de todos modos algunos pingüinos comenzaron
a quejarse por su voz de pavo real que era muy fuerte, ellos hablaban en voz baja y con tonos
modulados, y las carcajadas y las exclamaciones llenas de emoción del pavo real iban en contra de
sus costumbres. Pero entre más duro trabajaba y más logros obtenían más se notaba su naturaleza
de pavo real y esta incomodaba a algunos de los pingüinos mayores, aunque otros estaban
encantados de tener entre ellos a esta nueva y extraña ave; consideraban que era un soplo de aire
fresco.

Un par de pingüinos mayores trató de protegerlo e instruirlo en cómo debía comportarse, pues no
tenían problema con su excelente trabajo solo con su manera de ser. Insistieron en que Pedro se
vistiera como pingüino pero el atuendo le incomodaba y no podía trabajar bien, luego le pidieron
que pintara sus brillantes plumas pero solo lograron que Pedro se sintiera dolido y confundido por la
falta de aceptación, se preguntaba por qué si hacia un magnífico trabajo estaban tan pendientes de
su apariencia.

Así pasaron los meses, y él seguía discutiendo su dilema con otras aves que también eran nuevas y
habían sido contratadas por la misma época que Pedro y muchas estaban atravesando por la misma
crisis. Eduardo, el águila, se quejó de que también era presionado para cambiar aunque el era muy
inteligente y fuerte, hábil al trabajar y siempre usaba el vestido de pingüino que exigían, pero
Eduardo hacia notoria su naturaleza de águila. Helena, la gavilana, tenía los mismos problemas. Era
hermosa, llena de energía, inteligente, aguda y agresiva, muy hábil para cazar y con un instinto de
competencia feroz. Era más soportable para los pingüinos inclusive cuando ponía algo de color a su
traje. Pero su naturaleza competitiva molestaba a los mayores al igual que Miguel, el pájaro burlón.
Era un pájaro inteligente, imaginativo, impulsivo, y le atraían las nuevas ideas, trabajaba duro y
revoloteaba por todas partes haciendo que pasaran cosas buenas en el Reino de los Pingüinos. Pero
Miguel se dio cuenta de que los pingüinos se ofendían con su creatividad e insistencia por presentar
cambios, sus ideas eran una amenaza y una molestia para ellos al igual que Eduardo, Helena y
Miguel quien no podía dejar de ser él mismo.

Sara, el cisne no fue la excepción, era soñadora, optimista y con una visión poco común de lo que
podía ser el futuro en el Reino de los Pingüinos, tenía ideas interesantes, pero como era de actitud

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suave, nadie las oía ya que ella era refinada y llena de gracia los pingüinos dudaban de su firmeza y
su fortaleza.

Así también había otras aves que los pingüinos jefes habían traído con la idea de que eran
partidarios de la diversidad aunque sus acciones los traicionaban. Por ende en vez de acoplarse a las
reglas de los pingüinos cada uno decidió tratar de cambiar sutilmente las reglas del reino de los
pingüinos. Eduardo el águila decidió reconocer a los jefes cada vez que hicieran algo bien, Helena, la
gavilana, trato de mostrarles supuestos que ella quería fueran reales en el reino. Miguel, el pájaro
burlón, decidió intentar una estrategia de ignorancia calculada violando las políticas y al ser
descubierto presentar excusas. Sara, el cisne, mucho más suave probó la estrategia del aprendizaje
seguro exponiendo nuevas ideas ante los pingüinos mayores en situaciones en que no les incomode
tener que darles respuesta. Sara, de este modo mencionaba sus ideas y sugerencias en medio de
conversaciones informales, plantando y nutriendo sus ideas lentamente esperando a que
progresaran.

Otras aves siguieron tratando parecer pingüinos pero con el tiempo, las cosas fueron empeorando
para Pedro y para las demás aves raras en el reino de los pingüinos fueron recibidas con oposición y
rechazo. Y siempre hacían énfasis en que no las cosas siempre se habían hecho de la misma manera
como para cambiar. Así estas aves raras aprendieron que la cultura del país no podía cambiar lo que
realmente eran ellos, estaban frustradas, decepcionadas y tristes de que no aceptaran sus ideas y se
les hubieran dado esperanzas y expectativas de que podrían triunfar en este reino.

Por ende llegaron a la conclusión de que tenían que irse y así partieron por voluntad propia u
obligadas por los mayores ya que no soportaban tanta diversidad.

Todas las aves que se fueron tenían una cosa en común: el dolor y la confusión de ser distintas, la
tristeza y la decepción de no ser aceptadas por lo que eran. Todas tenían el dilema de no saber
cuánto realmente podrían sacrificar de su naturaleza. De igual manera los pingüinos también tenían
su dilema en cuanto a que tanta diversidad podrían soportar sin que les fuera molesto, ya que ellos
eran reacios a cambiar el sistema que los había hecho importantes, y estaban decepcionados de que
muchos de los trabajadores contratados que ya no les funcionaban.

Pedro, el pavo real, fue el primero en partir. Muchos amigos de otros sitios le habían hablado de un
lugar nuevo que habían conocido en sus viajes y comentaban que era “El Reino de la Oportunidad”.
Le habían dicho que allí tendrían en cuenta su trabajo y sus aportes, y que su personalidad, en vez de
ser criticada, sería elogiada. Él podría ser todo lo colorido, extravagante y entusiasta que quisiera,
igual sería bien recibido.

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Cuando Pedro llegó al Reino de la Oportunidad, le pareció que no tenía nada que ver con el Reino de
los Pingüinos. Allí sabían que para triunfar en una empresa son indispensables la aceptación y la
confianza. Sentirse aceptado y gozar de la confianza de los demás permitia que cada ave fuera
escuchada en su propia voz.

Todas las aves se expresaban libremente, y el vivo intercambio de opiniones era lo que garantizaba
que su trabajo y su sistema mejoraran constantemente. Lo mejor de todo era que confiaban en sus
jefes, aves de muchas clases que habían llegado a la posición en que estaban por su talento, su
inteligencia y su capacidad. Allí el lema era: E pluribus maximus (La diversidad engrandece). Gracias a
la gran diversidad de aves Pedro sintió había encontrado un nuevo hogar.

A medida que fueron pasando los años, uno a uno, Eduardo, Helena, Miguel y Sara también
decidieron migrar al Reino de la Oportunidad, ya que habían oído hablar a Pedro de la libertad que
tenía allí. Estas aves prosperaron y se desarrollaron a plenitud pues se sintieron seguras y apoyadas
por la admiración que les demostraban las demás aves con quienes experimentaron una nueva
libertad que les permitía volar, cada una a su manera, podían trabajar duro y gozar del fruto de sus
esfuerzos. Sobre todo, sintieron la dicha de poder ser ellas mismas.

Pedro, el pavo real, desplegaba su cola de colores. Eduardo, el águila, volaba por los aires,
imponente y elegante. Helena, la gavilana, siempre alerta, cazaba. Miguel, el pájaro burlón, era feliz
siendo creativo y aportando innovadoras ideas, y Sara Cisne, se dejaba arrastrar y nadaba con la
corriente.

Pedro y sus amigos encontraron que el Reino de la Oportunidad podía llevar una buena vida y tener
un brillante futuro, pues allí podrían triunfar y cada uno con su propio estilo aportar ideas que serían
bien recibidas y tomadas en cuenta por sus colegas y compañeros de trabajo. Y comprendieron que
el Reino de la Oportunidad, más que un lugar, es un estado mental. El Reino de la Oportunidad era
una actitud. Era estar abierto a ideas nuevas, estar dispuesto a escuchar, aprender, crecer y ser
flexible ante el cambio.

El Reino de la Oportunidad es una nueva manera de relacionarse y se vuelve real cuando dejamos de
juzgarnos unos a otros superficialmente y empezamos apreciar a cada uno por su originalidad,
talento, capacidades y valor. El Reino de la Oportunidad es el lugar en donde vivimos y trabajamos,
cuando escogemos vivir con el corazón, y ser como somos.

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