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LAS SIETE LUMINARIAS

Según el investigador Fulgencio Vargas, geológicamente la


zona abarca dieciséis cráteres, aunque las tradiciones y leyendas
sólo hacen referencia a siete, los cuales fueron bautizados con el
poético nombre de Luminarias.

En el interior de la mayoría de los cráteres se han formado


preciosos lagos. Los habitantes de esta región llaman a los
cráteres Hoyos, Hoyas o Joyas. Algunos de los nombres en
lengua purépecha son: Tallacua, Membereca, Andaracua, Sicua,
Sacalasschil, Liricua y Teremecua. Las Siete Luminarias de la
tradición son:

El cráter La Alberca (Tallacua), de aguas sulfurosas y al que, se


dice, no se le conoce fondo. Es muy frecuentado por buzos y
existía un servicio de lanchas para hacer un paseo por sus aguas.

La Hoya de Cíntora (Andaracua), de agua salada a la que se le atribuyen propiedades


curativas para enfermedades de la piel. Situado en el corazón de esta topografía fascinante.
Posee infinidad de cuevas y en el interior de muchas de ellas hay pinturas rupestres
enigmáticas y misteriosas. Hay huertos de árboles frutales como el naranjo, y abundante
vegetación de ajenjo y estafiate. Se han encontrado vestigios arqueológicos. Actualmente se
le usa como zona de cultivo.

La Hoya de Flores o Álvarez (Membereca), donde existen restos de un centro ceremonial


prehispánico, cuevas con pinturas rupestres y manantiales que brotan de las rocas. Es el
más grande de los cráteres. En su interior hay aguas termales y sus tierras fértiles han
producido grandes cosechas. Las primeras verduras gigantes se dieron aquí.

Rincón de Parangueo (Liricua), de aguas alcalinas, al que se puede llegar escalando o a


través de un túnel, de 500 metros de largo, escavado en la roca. En su interior hay un lago
de aguas tranquilas. También se pueden encontrar infinidad de cavernas que apenas han
sido exploradas. Hay petroglifos en algunas de ellas.

Sicua, Sacalassuchil y Teremecua son cráteres con poco interés turístico.

Visto desde las alturas, Valle de Santiago presenta un panorama que podría pertenecer a un
paisaje lunar lleno de cráteres, de tal forma que cuando se sobrevuela la zona, resulta difícil
resistir la tentación de evocar misterios espaciales. Tal vez la extraña poesía que emana este
paisaje, sea la causa de que aquí florezcan tantas fantasías relacionadas con visitantes del
espacio.

Existe la creencia de que los lagos están comunicados entre sí por ríos subterráneos. Esta
afirmación se avaló por el simple hecho de que había ruidos que hasta hace poco se
escuchaban debajo de la tierra y que hicieron pensar en que los volcanes apagados estaban
entrando en una nueva etapa de actividad. Aunque algunos cráteres bien podrían estar
intercomunicados. Lo más probable es que no existan esos vasos comunicantes. La
diferencia entre la composición química del agua de cada una de las lagunas, podría
implicar que no exista la comunicación anunciada.

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