Está en la página 1de 11

UMSNH

Facultad de Filosofía Samuel Ramos


S.A.T. VIII Filosofía y Literatura
Sor Juana Inés de la Cruz y el conocimiento de la dispersión
Edgar Oliver Lorenzana Medina

En este ensayo trataremos de develar una perspectiva esotérica en el enfoque del


hermetismo neoplatónico encontrado en Sor Juana Inés de la Cruz, mejor expuesto en sus
obras: Primero sueño y El divino Narciso. La idea es recuperar una interpretación
alternativa al ortodoxo y llano fracaso del alma protagonista en el primer trabajo a
propósito de una revelación al final del viaje del alma en su empeño por entender los
misterios de la noche cósmica que puede ser rastreada en el segundo trabajo.
Esto con la finalidad de señalar un diálogo transdisciplinario que subyace a la problemática
encontrada en el tratamiento hermético del misterio de la Santísima Trinidad que apunta
evidentemente a los cuestionamientos sobre la transmisión, en el lenguaje, de una verdad
trascendental.
Particularmente, el cuestionamiento que nos interesa es la dispersión producida por la
diseminación de significado de la traducción encontrada en el proceso de transmisión.
Las disciplinas involucradas son la epistemología, la estética, la semiótica y el
psicoanálisis.
Recordemos que Primero Sueño esta generalmente asociado con un problema constante en
la historia de las ideas: el conocimiento. Incluso la angustia de la muerte podría deberse en
gran parte a una angustia por lo desconocido.
“Haz de deseos insatisfechos, el ser contingente que es el hombre se convierte en el espacio
en que contienden el principio de placer y el principio de realidad. (…) En el plano del
saber, tales ansias se enfrentan, irremediablemente, con las limitaciones propias de la
inteligencia y la conciencia de no poder alcanzar un conocimiento cabal, completo,
comprensivo y absoluto del misterioso universo en el cual se está inmerso (…) Sor Juana
ha logrado captar y transmitir con enérgica y eficaz expresividad el anhelo desenfrenado de
conocer, articulado en un viaje imaginario del alma que, desprendida del cuerpo, pugna por
acceder a la sabiduría eterna. 1”

1
Ostria, M. (1983). Introducción al Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz. Documentos Lingüísticos y
Literarios 9,73-77
Por su parte El divino Narciso es un auto sacramental destinado para representarse en
Madrid en 1691 para la fiesta barroca del Corpus Christi, exhibe en el fragmento más
importante del texto, la transformación del personaje pagano Narciso en Jesús Cristo, unos
marcados conceptos de la Escuela cristiana de Alejandría, específicamente de Clemente y
Orígenes2.
Nuestro texto base es un libro que explora justamente el tratamiento esotérico del mito de
Narciso, tal como aparece en los trabajos de Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima.
Fue escrito por Aída Beaupied una profesora de literatura hispanoamericana cuya área de
especialización es la poesía hispanoamericana.
De acuerdo con Beaupied, A. (1997) hay un análisis de la figura de Narciso quien tiene la
función de Hijo de Dios, redentor, portador del mensaje de salvación; y a su vez, podría
representar el lenguaje de la vida que trae Hermes, el discurso filosófico del que hablaba
Platón, la Idea, la Palabra, el discurso religioso cuando se ha recibido la luz del Espíritu. No
obstante traer este mensaje conlleva un peligro representado por Eco en su papel de
Demonio, una especie de avatar del lenguaje de la muerte que también trae Hermes, el
discurso silogístico según Platón, la idea que confunde, la palabra que disemina, el agente
de la desemejanza.
Baupied recurre a numerosas fuentes; entre ellas Stephanie Merrim, se detiene analizar la
figura de Eco y repara en el hecho que Sor Juana incorpora en ese personaje las
características que la mitología usualmente asigna a Narciso.
Siguiendo a Merrim, S. (1987) a través del texto de Beaupied, se describen las
estratagemas de Eco como una serie de manipulaciones cuyo objetivo es confundir a la
Naturaleza Humana, para alejarla cada vez más de Narciso. El nombre que da Merrim a
estas operaciones de Eco es particularmente apropiado, las llama estratagemas de
‘dissimilation’ que aquí se traducirá como de la ‘desemejanza’.
“Ya sabemos que la ira hace que Eco enmudezca, pero como acertadamente señala Merrim,
el mismo poder del artificio de la desemejanza le permite a Eco comunicarse a partir del
final de las palabras de su interlocutor. Merrim se sirve de la definición que hiciera
Hollander del eco poético, y explica que el lenguaje de Eco depende de la desemejanza, ya

2
Ann Rice, R. (2003). Sor Juana Inés de la Cruz y la Escuela cristiana de Alejandría. Recuperado el 20 de
Julio de 2010 , de www.wcp2003.org/philosophicaltrends/Robin_Ann_Rice.doc
que aunque se trata de una repetición de lo que dice el otro hablante, es una repetición que
parte de la palabra original pero la transforma para darle otro significado.
Como uno ve aquí, así como en el dueto elaboradamente coreografiado de Eco con Narciso,
solo el extremo artificio del texto –sus repeticiones, simetrías y ‘recopilaciones’- creado por
Sor Juana expone el lenguaje de Eco como viable. Al mismo tiempo, su lenguaje depende
de la desemejanza constante para su eficacia.
Merrim afirma que el mecanismo de Eco hace de este personaje un doble de Narciso, y
explica que se trata de un mecanismo de especial importancia en la obra ya que da a Eco el
papel de doble degradado del ‘divine verbal narcissism’ que encarna la figura de Narciso.
Si recordamos ahora el comentario de Ricard acerca de la presencia de las religiones
paganas como ‘eco’ o ‘reflejo’ de la religión cristiana en el auto, y si tenemos en cuenta lo
dicho en el primer capítulo de este trabajo acerca del lenguaje que trae Hermes –un
lenguaje que unas veces nos da la vida, y otras la muerte- podemos apreciar cómo en este
auto Narciso ‘refleja’ el lenguaje ‘droga’ de la vida, el que resulta fiel al sentido original de
la palabra en tanto que Eco es una copia, un ‘eco’ del lenguaje de la desemejanza, la
‘droga’ que confunde al apartar la palabra de la Idea, es decir, el lenguaje de la
diseminación.3”
Esta jerarquía de la representación viene desde la voluntad platónica ya que el pensamiento
que sustenta la legitimidad de la representación propugna la existencia de un mundo
trascendente donde existen las ideas o modelos y luego se afirma que en este mundo hay
copias que reflejan una especie de esencia que emana del modelo; los simulacros serían
aquellas cosas que no reflejan obedientemente esta esencia, pretenden hacerlo quizá pero
difieren.
Si atendemos a la postura del filósofo Gilles Deleuze, la tiranía de los primeros se anula en
favor de los últimos. Se parte de que “las palabras mismas llevan su eco en las cavernas
superpuestas. Y la crueldad que nos parecía al principio constituir el monstruo, y tener que
expiar, no pudiendo ser aplicada sino por la mediación representativa, nos parece ahora
configurar la Idea, es decir, el concepto puro de la diferencia en el platonismo invertido: el
más inocente, el estado de inocencia y su eco. (…) El simulacro es la forma superior, y lo

3
Beaupied, A. (1997). Narciso hermético, Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima. Liverpool:
Liverpool University Press, 120
difícil para cualquier cosa es alcanzar su propio simulacro, su estado de signo en la
coherencia del eterno retorno.4”
Postura la cual, nos parece acorde a la propuesta por Beaupied a propósito del papel de
Eco:
“(…) Para empezar, hay que tener en cuenta que Eco no es siempre una figura negativa. El
propio Kircher, de quien Sor Juana fue devota lectora, dio un ejemplo del lenguaje de la
diseminación que bien podría ser interpretado positivamente. En su Mvsvrgia Universalis,
Kircher ilustra la refracción del eco con un grabado en el que aparece un hombre delante
de una hilera de paredes que servirán para dar una idea visual de cómo se refracta el sonido.
(…) En cualquier caso la diseminación de la palabra original –grito, súplica, clamor-
cuando queda reducida a ‘rey’ o a ‘causa’ puede lo mismo ilustrar un proceso de corrupción
que un proceso de búsqueda, incluso de reducción purificadora. (…) Lo importante aquí no
es solucionar el significado de la palabra ‘re’, ya que por medio de su ambivalencia se
ilustra la doble naturaleza del lenguaje, según la encarna Eco. De cualquier manera siempre
que la diseminación del eco se asocie con la tradición pitagórica, y Kircher estaba muy
influido por las doctrinas de Pitágoras, la deconstrucción de las palabras puede ser vista
como un vehículo para llegar a la esencia de las cosas.5”
Hay otro filósofo que nos puede ayudar a clarificar un poco esta línea de pensamiento:
Jacques Derrida, para quien la deconstrucción también puede tener un aspecto
epistemológicamente positivo (y políticamente controvertido).
Aunque definir de manera metódica el concepto de deconstrucción se opone en sentido
esencial a la teoría de Derrida se puede hacer la referencia a una lectura que apunta a la
descentralización, en otros términos, el desenmascaramiento de la naturaleza del centro
provocado por la necesidad de garantizar el significado. Esto conlleva a los así
denominados “opuestos binarios” de los cuales un término es central y el otro marginal. Es
decir, a partir de un centro se excluye la periferia. Para Derrida todo el pensamiento
Occidental funciona de esa manera: se forman pares de opuestos binarios en los que uno es
privilegiado y luego se fija el juego del sistema y se margina al otro componente.

4
Deleuze, G. Diferencia y repetición, (1998). Barcelona: Júcar 134
5
Beaupied, A. (1997). Narciso hermético, Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima. Liverpool:
Liverpool University Press, 120, 121
Desde este punto de vista el elemento central es la interpretación cristiana que se puede leer
en El divino Narciso a expensas del elemento marginal que sería la idolatría de las
religiones paganas. Siguiendo a Derrida la deconstrucción tratará de subvertir la jerarquía
para desestabilizar el foco de centralización con la finalidad de invertir la jerarquía. No
obstante este movimiento es temporal ya que toda jerarquía es inestable y perecedera por lo
que esta nueva jerarquía será reemplazada por otra. La idea es reconocer una especie de
danza, un juego libre donde los significados y las jerarquías no están determinados.
“Visto de esa forma, el eco es la otra cara de un mismo proceso de búsqueda. Es posible
que el concepto que Kircher tenía de Eco estuviera muy relacionado al papel que esa figura
mitológica juega entre los pitagóricos, para quienes, nos dice Merrim, Eco es una figura
que representa las cualidades simbólicas de las cosas.
(…)Tenemos entonces que en tanto que el lenguaje de Eco puede ser visto como ejemplo
del discurso que disemina, alejándose del significado, también puede tener la función de
reducir para seleccionar y purificar, lo cual es otra forma de búsqueda en ese esfuerzo para
regresar a la fuente original.6”
“Sor Juana quiso sugerir que en el acto de mirarnos en la fuente de una verdad antigua,
según ésta aparece en un texto sagrado, podemos unas veces ver sólo el propio reflejo,
enamorarnos de él y caer ignorantes en busca de un imposible. Y cabe también pensar que
quiso decir que sí es posible descubrir en ese texto el secreto que redime y regresa al origen
divino.7”
Hay una fe para, por decirlo de alguna manera, llegar a la esencia de las palabras a través de
su deconstrucción que se relaciona con la intención, no tan fácil de identificar sin ciertas
tendencias de culpabilidad, de Sor Juana de tratar de comprender el universo inabarcable, lo
cual como resultado sólo le dejó un informe embrión. No obstante esta diseminación de la
palabra original sirve también a manera de rastro que podemos seguir para acercarnos (no a
llegar) a un significado coherente.
La textualidad consiste en advertir cómo significa un texto y no qué significa; comprender
que un texto está compuesto por palabras que pueden tener distintos significados. La
textualidad, el juego de las diferencias en la escritura, en y entre libros, poemas, frases,

6
Beaupied, A. (1997). Narciso hermético, Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima. Liverpool:
Liverpool University Press, 121
7
Ibíd., p. 123
versos, ideogramas y jeroglíficos, es una fuerza irresistible. No se la puede reprimir. Este
juego siempre es una eyaculación fértil y potente, un enjambre, una diseminación o
dispersión de significados.
Derrida aprovecha el hecho de que el término “diseminación” suena como si contuviera las
palabras “sema” (significado) y “semen”8.
Para introducirnos en el juego de la textualidad Derrida recurre a diversas imágenes: la
diseminación, la columna, el teatro, la castración y la mímesis. Pero no nos podemos referir
a ellas diciendo que son una cosa u otra. Sería como si los actores en el teatro, se quedaran
inmóviles como estatuas en una serie de posiciones, gestos o actitudes.
No puedo decir “la diseminación es esto” porque todos esos gestos permanecen en el efecto
superficial del presente, de la explicación, del hecho de explicar. Y aún así podemos decir
qué significa “columna”, podemos presentar la ilusión del presente planteando el
interrogante ¿Qué significa la columna? Es como una suerte de imagen fálica.
La columna no es nada, no tiene significado por sí sola. Es un falo hueco, cortado,
decapitado.
Un texto encolumnado, la imagen del presente; se alza como el presente, como un falo, se
reafirma como una explicación, como la presencia aparente de significado, parece erguirse.
Pero este efecto fálico de presencia pura siempre habrá sido ya castrado, cercenado. En un
momento, el efecto superficial parece alzarse con significado, pero enseguida habrá sido
siempre decapitado.
“La misma opacidad del significante es obstáculo a un goce que no dependa del goce fálico,
además de que imposibilita la transparencia de la conciencia consigo misma.9”
Si decimos que la diferencia es esto o aquello, estaremos tratando de circunscribirlo a un
significado, al presente. El término, tal como se lo utiliza en “diseminación”, implica un
vínculo entre la dispersión inútil del significado semántico y el semen entre los pliegues del
himen.
“Diseminación” trata del juego de significados que parecen surgir en una especie de
presente ilusorio y luego se pliegan sobre sí mismos como las olas del mar.

8
Powell, J. ilustrado por Howell, V. (1997). Derrida para principiantes. Buenos Aires: Era Naciente SRL,
66
9
Herrera Guido, R. Poética del psicoanálisis. (2008). México: Siglo XXI, 164
Los efectos del significado que sobresalen habrán sido siempre castrados. Así pues,
diseminación no habrá significado Nada, ya que habrá siempre creado y desmentido sus
propios significados. De hecho, si la diseminación no se puede definir. ¡Será porque
siempre habrá explotado el horizonte semántico!
Hay una suerte de espacio en el que la diseminación ya habrá tenido siempre lugar. Ese
espacio no sólo incluye al texto sino también el lector10.
De igual manera que la diseminación en Derrida puede ser una nada en la cual se pierda el
significado o una semilla que puede llegar a fructificar; la repetición o alusión en el Divino
Narciso de una obra antigua puede ser unas veces palabra babélica que se aleja del
pensamiento que la generó o puede ser posiblemente la única manera de retornar al Paraíso
perdido.
En este contexto la búsqueda de conocimiento que culmina en una revelación implícita que
espera la interacción del lector para que ocurra la diseminación por medio de Eco da cuenta
de un “Extraordinario coraje que supone ir a buscar el conocimiento allí donde está el poder
de destrucción del conocimiento. (…) Dante sabe que en el eclipse del “viejo sol” del latín
se puede hallar la nueva lengua italiana. (…) Babel no es entonces la ciudad de la unidad
perdida. Es aquel lugar feliz, confuso, que ha permitido la traducción de todas las otras
lenguas. Derrida, en su Des Tours de Babel, observa con agudeza que la última palabra oída
por los hombres todos reunidos es precisamente “Babel”, “confusión”. Dios confundió a las
comunidades y desde el momento en que dijo “Babel” toda palabra posterior se ha hecho
incomprensible.
Y es que tanto en Primero sueño como El divino Narciso nos confrontan con un Paraíso
muy diferente del Paraíso de Dante, donde la fe era la posibilidad de llevar al lenguaje las
Ideas que se manifestaban ante los ojos en todo el esplendor de su verdad. Buena parte de
estas dos obras de Sor Juana toma lugar en el ámbito de las ideas con minúscula, ya que no
hay otro remedio que buscar la Palabra por medio de las palabras, silogísticamente,
literariamente, de flor en flor, de libro en libro, de eco en reflejo (…)11.

10
Powell, J. ilustrado por Howell, V. (1997). Derrida para principiantes. Buenos Aires: Era Naciente SRL,
106-112
11
Beaupied, A. (1997). Narciso hermético, Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima. Liverpool:
Liverpool University Press, 123
El intervalo entre la confusión y el juicio final es la traducción. No nos queda más remedio
que traducir; traducimos lenguajes que en cierta medida son inconmensurables aunque
calculables. Vivimos en un estado de traducción de textos, de transmutación de signos.
(…) Esta es la fórmula de Deleuze: no podemos dejar de considerarnos intermediarios, al
traducir intercedemos entre juegos de lenguajes diferentes, sin que éstos dejen de ser
inconmensurables.
Las lenguas reducidas pueden ofrecer una pobre imagen y hasta una imagen de miseria. Yo
no lo creo. Lo que se reconsidera aquí es la relación entre empobrecimiento y
simplificación. “Desgramaticalizar” la lengua no es necesariamente empobrecerla.
(…) La lengua evoluciona precisamente en virtud de un sistemático conflicto contra su
arbitrariedad.
El lenguaje descubre “poéticamente” semejanzas internas de forma y contenido, inventa
étimos, es decir, verdades etimológicamente verosímiles. La etimología, según recordaba
Jakobson, no está detrás de nosotros, en el origen del lenguaje, sino que está ante nosotros.
La función poética es uno de los factores de crecimiento lingüístico: dicha función trabaja
con las raíces del idioma.
(…) Es esta facultad de remotivar lo arbitrario lo que los semiólogos llamamos facultad
semisimbólica.12”
La sabia regresión es la condición descubierta por Fabbri para una posterior ampliación de
las virtualidades del lenguaje. El ámbito de esta ampliación es la dispersión de la
diseminación de significado provocado por la traducción de (en el caso de Sor Juana) una
verdad trascendente producto de una revelación a través de las posibilidades de
comunicación de un lenguaje imperfecto como lo denuncia el artificio de la desemejanza
encontrado por Beaupied.
Esta desgramaticalización de la lengua bien puede ser vista como un recurso poético tal
como lo utiliza Sor Juana para hacer que Eco se comunique a través de la diseminación de
su discurso que se dispersa en las palabras finales de cada frase de Narciso. Parece que este
balbuceo dispersivo lleva al mismo lugar pero con un movimiento inverso que a donde nos
conduce Primero sueño, es decir, la situación en la cual la contemplación de la verdad por

12
Fabbri, P. (1995). Táctica de los signos. Barcelona: Gedisa, 133 -135 y 138-140
medio de la revelación se trunca por la necesidad de articular la experiencia, es decir,
traducirla.
Eco puede personificar incluso una instancia psicoanalítica si consentimos con que “Se
trata del sujeto que se aliena a los significantes de la demanda y se desvanece en la
demanda de amor, que lo estructura a la vez que le sustrae su objeto.
(…) Lacan enseña que el sujeto del cogito cartesiano es el sujeto del inconsciente, pues el
psicoanálisis opera con el método cartesiano en la medida que va de la duda a la certeza,
aunque no parte del “yo pienso” sino del “eso piensa”.
(…) Si “yo pienso, no soy”, y si “yo soy, no pienso”. Por esta exclusión lógica es que nunca
se puede estar seguro de ser, justo porque el habla, habla, poéticamente (como lo muestra
Heidegger).
(…) El psicoanálisis no tiene por fin suturar la castración, llenar la falla subjetiva, sino
ahondar la división del sujeto, lo cual se puede entender no como agravar su alienación sino
separar al sujeto de su discurso, su falta de ser, con la finalidad de acentuar la densidad del
ser, al situar al sujeto en el nivel del deseo del Otro, donde como neurótico él no era, de
modo que el sujeto suspenda la pregunta infinita por su ser, para devenir respuesta de lo
real.
(…) El sujeto deberá sublimarse pues ante su incapacidad de asir su ser en el lenguaje, tiene
que hacerse un ser. La apertura de la dimensión estética es su consecución en el campo de
la sublimación (poiesis).
(…) La construcción de una poética del pensar y el ser a partir del cogito cartesiano,
subvertido por Lacan en función del inconsciente freudiano y para los fines del
psicoanálisis, permite pensar en el sujeto del inconsciente, que a pesar de que no parte del
yo pienso, sino del eso piensa, va de la duda a la certeza, de la incertidumbre subjetiva a la
certeza de devenir objeto del deseo del Otro.13”
Si bien el proceso de transmisión necesariamente indica una dispersión debido a la
inexorable traducción de la experiencia a lenguaje escrito u oral, esta misma dispersión es
una posibilidad de adquirir conocimiento pues la traducción no solo implica un riesgo de
mutilar la significación sino que hay asimismo una posibilidad de enriquecimiento a través
de la traducción.
13
Herrera Guido, R. Poética del psicoanálisis. (2008). México: Siglo XXI, 165,169 – 172
“(…) Sin embargo, si bien es posible afirmar que la obra de Sor Juana plantea muchos de
los cuestionamientos que incluso hoy día seguimos tratando de resolver, ello no quiere
decir que Sor Juana fuera una poeta moderna (…) En su obra la conciencia de las
limitaciones del lenguaje prefigura la problemática del poeta moderno. Esa falta de fe en la
capacidad del lenguaje es una cualidad inherente al tema poético de lo inefable. Sin
embargo, lo cierto es que, coexistiendo con esa duda y sin contradecirla, en la obra de Sor
Juana se puede observar una fe en la capacidad del lenguaje para revelar verdades que en
muchas ocasiones corresponden al orden de lo divino.
La ausencia de una revelación en Primero sueño ha sido comparada a la falta de fe en el
lenguaje que caracteriza al poeta moderno. Aunque en ese poema Sor Juana habla de los
límites del entendimiento, no los del lenguaje, hoy día sabemos que ambos están
inevitablemente ligados.
También hay una fe en la capacidad del lenguaje de comunicar, no la experiencia inefable,
pero sí el conocimiento adquirido a través de ella. Esa fe puede observarse en el aspecto
revisionista de El divino Narciso. Una gran parte de ese auto sacramental está dedicada a la
búsqueda de “ecos” de verdades sagradas que aparecen en textos y prácticas religiosas de
culturas no cristianas. Encontrar lo que de verdad hay en esos “ecos” debido a su semejanza
con las doctrinas cristianas implica una fe en la capacidad del lenguaje de transmitir y
preservar esas verdades.
El dormir del intelecto es equivalente a la mudez de Eco y a los “silencios” de Sor Juana, se
expresa como un callar del lenguaje del entendimiento que es también un darle la palabra a
la poesía y un adentrarse en el “sitio donde el hombre avanza dentro de la naturaleza,
acompañándose tan solo del ruido de sus propios pasos naturales para alcanzar la gracia
sobrenatural.”14
Nuestra empresa es alcanzar fidedigno conocimiento a través de la traducción, una
metamorfosis del exilio lingüístico al cual estamos condenados por la multiplicidad del
lenguaje, a través de una sabia regresión producto de un pluralismo de fuentes
transdisciplinarias que nos permite descargar la diseminación en nuestros semejantes.
Ofrendar el conocimiento que podamos adquirir en la experiencia de nuestro encuentro con
la noche cósmica ayudados por un eco refractario que al desgramaticalizar y deconstruir
14
Beaupied, A. (1997). Narciso hermético, Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima. Liverpool:
Liverpool University Press, 221 - 224
nos revela una simplificación que no empobrece si somos cautos, sino que legitima
poéticamente nuestro afán de transmisión.
Tal es la apuesta por el conocimiento de la dispersión que encontramos en Sor Juana Inés
de la Cruz.

También podría gustarte