Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Julio-Diciembre 2008
Teología de la gracia
Síntesis: Lo que el hombre es (por naturaleza) se trascenderá hacia lo que debe ser (por
gracia). ¿Será la divinización algo sobreañadido desde fuera a una estructura ontológica
completa en sí misma y autosuficiente? ¿O habrá en dicha estructura una secreta
connaturalidad hacia lo transnatural?
A lo largo de la historia ha habido respuestas pendulares que oscilaban insistiendo, o
bien en el extremo de lo natural, o bien en el de lo sobrenatural.
Cayetano (1469-1534)
Cayetano cree que si el hombre poseyera naturalmente el deseo de Dios, éste no podría
negarle los medios para alcanzar tal fin. La gracia de este modo, no sería don gratuito,
sino obligación de Dios y derecho del hombre.2
Lutero (1483-1546)
En este esquema el hombre no tiene naturaleza: sólo es pecado o gracia. Además, es
impensable que haga algo bueno al margen de la gracia. Para Lutero, la gracia y de
los demás dones son parte integrante constitutiva de la naturaleza humana.
Jansenismo
(Movimiento religioso de la iglesia europea SS XVII y posteriores.
Su nombre proviene del teólogo y obispo Cornelio Jansen: 1585-1638)
El hombre exige el orden sobrenatural, ya que sin él no puede hacer nada bueno.
ésta es el fin último del hombre; la primera es felicidad de algún modo (quodammodo) (I., q.5
a.5; cf. I q.62 a.1).
2
Alfaro nos dice que «Cayetano [...] explica siempre [...] que la gracia y el «lumen gloriae» son
perfecciones de orden divino, diciendo que son tales que no pueden convenir naturalmente a
ningún ser creado o creable, sino solo gratuitamente» (ALFARO, J., Lo natural y lo sobrenatural.
Estudio histórico desde Santo Tomás hasta Cayetano (1274-1534), Madrid 1952, p. 84; cf. Ibid.,
pp. 77-78; 82-83. 85; 95-96; 102. 133; 163-164).
3
Dicho de otro modo, el ser creado es tal por su misma naturaleza, que no puede existir sin esa
perfección.
4
Cf. BAYO, M., De prima hominis iustitia, cap. I-VIII, XI; Id., Apol. S. P. Pio V, Baiana, pp. 92-
93.
Pbro. Dr. Carlos Alberto Castro
Magisterio:
a) Trento: Afirma el carácter real e intrínseco del don de la gracia (DH 1510-1516;
1520-1583).
b) Frente a Bayo y Jansenio se insiste en el carácter gratuito –no debido en modo
alguno a la naturaleza– del estado de justicia original (DH 1901-1927; 2435-2437;
2616).
Pbro. Dr. Carlos Alberto Castro
B. Segundo Momento:
La época moderna se caracteriza por una vuelta al desiderium naturale de Santo Tomás
con el deseo de superar el extrinsecismo de la posición de Cayetano.
Magisterio:
c) Vaticano I: Frente a los diversos naturalismos de la época moderna insiste en el
carácter sobrenatural de la revelación (DH 3004-3007).
d) La encíclica Humani generis, de Pío XII (año 1950), afirma que desvirtúan el
concepto de gratuidad del orden sobrena tural quienes opinan que Dios no puede
crear seres intelec tuales sin ordenados y llamados a la visión beatífica (DH 3891).
Alfaro (1914-1993)
Alfaro cree conveniente remarcar que si bien es cierto que en el hombre existe el deseo
de la visión de Dios –tal como afirmaba de Lubac–, sin embargo, la conexión entre ese
deseo y la estructura ontológica humana es fáctica, no necesaria; la dimensión espiritual
del hombre no implica sin más el destino a la visión; tal destino procede no de la
iniciativa creadora, sino de la voluntad divina de autodonación, puesta de manifiesto en
la encarnación del Verbo. En efecto, la trascendencia de la visión de Dios solamente
puede ser plenamente explicada si se admite que el hombre posee un entendimiento
creado que tiene razón suficiente de existir aunque no lleve en su verificación
existencial el destino a la visión de Dios.7 Sin embargo, la creatura intelectual posee una
connaturalidad innata respecto de la visión de Dios, que no tiene para con ningún otro
objeto.8 Ahora bien, «Dios pudo dejar para siempre la creatura intelectual en el estado
de naturaleza pura con una felicidad y fin último natural», de modo que «la creatura
intelectual no representa una exigencia ontológica de ser perfectamente finalizada; es
finalizable de un modo suficiente e imperfecto (secundum quid) y de un modo pleno y
consumativo (simpliciter).»9
Si el hombre estuviese por naturaleza e incondicionalmente» remitido a la visión, los
atributos de la bondad y la justicia divinas exigirían que se le destinara de hecho al fin
sobrenatural, y con ello la noción de «gracia» se haría añicos. Es justamente la hipótesis
de la naturaleza pura la que permite observar que no carecería de sentido la creación de
un ser humano no destinado a la visión. Alfaro aclara, que si bien «es cierto que existe
un deseo natural de ver a Dios», éste en cuanto apunta a la participación del ser divino,
está ya “coloreado” por la concreta economía sobrenatural querida de hecho por Dios;
es, con otras palabras, no absoluto (como sostenía de Lubac) sino “condicionado
respecto de su término. Pero también es “ineficaz”, esto es, inalcanzable por el
dinamismo natural. En suma, porque es espíritu, el hombre no puede menos de
7
Cf. ALFARO, «Trascendencia e inmanencia de lo sobrenatural», 14-15.
8
Cf. Ibid., 25.
9
Ibid., 38.
Pbro. Dr. Carlos Alberto Castro
preguntarse por Dios y salir en su búsqueda; porque es espíritu finito, no puede llegar al
Dios en sí por el que inquiere, a no ser que Dios mismo se le entregue gratuitamente.
Rahner 1904-1984
Finalmente, «como ocurre con otros muchos problemas teológicos, la aportación de
Rahner ha sido decisiva. El teólogo alemán rechaza junto con de Lubac y Alfaro la
concepción extrincesista de la gracia. Ésta ha de encontrar un anclaje en la inmanencia
de la persona humana. El ser humano realmente existente es el ser llamado desde
siempre a la comunión con Dios.
Rahner nos dice que Dios, por querer comunicar su amor que es Él mismo ha hecho al
hombre «no sólo de manera que el amor se prodigue libre y gratuitamente, sino también
de modo que el hombre, como interlocutor real, como ser capaz de aceptarlo o de
rechazarlo, lo pueda experimentar y aceptar como acaecer y milagro indebido a él,
hombre real.»10 De modo que el ser humano realmente existente es el ser llamado desde
siempre a la comunión con Dios; en su experiencia laten elementos que no pertenecen al
orden de la naturaleza, sino al orden de la economía histórica de la gracia. De allí que si
queremos acceder al concepto de naturaleza pura, éste será «deducible sólo como el
resto resultante al sustraer de nuestra experiencia histórico-concreta todo lo que a ella
adviene desde el régimen de gracia querido desde siempre por Dios para la realidad
creada». Pero, al no ser un concepto claramente delimitable, la naturaleza pura no
podrá servir de nítido punto de partida para el discurso antropológico cristiano.11
De allí que el punto de partida propuesto por el teólogo alemán sea más bien la
«vocación a la gracia», o utilizando su terminología, «el existencial sobrenatural.»
«Existencial» puesto que en la actual economía, previamente a su opción, el hombre se
encuentra con él. «Sobrenatural», puesto que es indebido, Dios podría no haberla
implicado en el plan de la creación. Si se rechaza el concepto de naturaleza pura, tal
como hace de Lubac, la gracia se convierte en algo debido, que Dios no puede menos de
otorgar so pena de ser injusto con su criatura.12 Pero por otro lado Dios ha tenido que
crear al hombre de modo tal que éste pueda recibir su don como pura gracia. Pues bien,
esto es lo que significa para Rahner la «potencia obediencial» respecto al existencial
sobrenatural. Sin embargo hay un elemento que ha de ser tenido en cuenta. Para el
teólogo alemán, «esa potencia obediencial no es algo meramente neutro o pasivo», sino
que es «una verdadera capacidad» «íntima y auténtica del hombre», coincidente con «el
dinamismo ilimitado del espíritu» que habilita al hombre para acoger libremente la
autodonación divina.13
CONCLUSIÓN
Con los últimos tres teólogos queda de manifiesto que la teología actual ha superado el
dualismo extrinsecista de que adolecían pasadas explicaciones de la relación naturaleza-
gracia. La naturaleza está abierta a –y permeada por– la gracia; la creación es para la
salvación; lo profano y lo sagrado no se despliegan en dos procesos paralelos.
En suma, Dios podría haber creado a la humanidad sin destinarla a la gracia, sin
embargo, el orden histórico-concreto la humanidad real –y con ella el mundo y la
historia– está modelada cristológicamente desde su mismo origen. Somos criaturas del
Dios encarnado. Dios ha equipado al hombre con una apertura ilimitada al infinito
10
ET I, 341-342.
11
Cf. ET I, 330, 342-343; ET IV, 240.
12
Cf. ET I, 333; 338-342; ET IV, 234s., 238.
13
Cf. ET I, 332. 340. 344; ET IV, 240-242.
Pbro. Dr. Carlos Alberto Castro
Intento Sistemático
1) Inmanencia de lo sobrenatural
Se debe mostrar cómo lo sobrenatural culmina las aspi raciones más profundas del
hombre.
a) Teológicamente
Es del todo conveniente explicar la inmanencia de la gra cia a partir de la
inmanencia de la visión.
b) Filosóficamente
El hombre tiene un conocimiento analógico y natural de Dios por el que lo capta de una
manera real aunque imperfecta. Pero el hombre desea conocer cómo es esa plenitud de
ser que es Dios y para la cual no tenemos conceptos completamente adecuados. Este
deseo de ver a Dios es natural, porque está inscrito en la misma naturaleza del
entendimiento y la voluntad humanos. Este deseo es un deseo ineficaz, en el sentido de
que el hombre carece de fuerzas naturales para llegar a su consecución. Desea
ardientemente algo que, por sí mismo, no puede alcanzar y que sólo como don puede
recibir.
2) Trascendencia de lo sobrenatural
Puesto que el orden de la visión y de la gracia nos ha sido conferido en virtud de la
encarnación de Cristo, y de ella depende, si la gracia fuera necesaria, lo sería también la
encarnación. En consecuencia, la hipótesis de la naturaleza pura es solamente una
conclusión para nuestro conocimiento humano de la trascendencia de la gracia, es decir,
de la conexión (contingente, meramente fáctica) entre el ser creatural-espiritual del
hombre y su divinización.
relación entre reino de Dios y liberación humana, o, dicho de otro modo, la relación
entre la elevación a la amistad divina y liberación del pecado y la liberación de las
injusticias que impiden la realización del hombre en su dimensión humana.