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El Espíritu de Jesús

es el que nos hace gritar a pleno pulmón: ¡ Abbá,Padre!,


el que nos hace conscientes de ser hij@s,
el que nos hace sentirnos herman@s,
el que nos convierte a vivir en el amor fraternal,
en constructor@s del Reino.

Juan 14, 23-29. Pascua 6 domingo –C- 9 mayo 2010.


Autora: Asun Gutiérrez. Música: Puccini. Himno de los susurros.
Jesús le contestó:
–El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará,
y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él. Por el contrario,
el que no guarda mis palabras, es que no me ama. Y las palabras que escucháis
no son mías, sino del Padre, que me envió.

El núcleo del cuarto evangelio es que Dios, mediante Jesús, ha entrado


definitivamente en la historia, acercándose al ser humano para compartir con él
amorosamente su Vida.
Ya no hay que buscar a Dios fuera de un@ mism@, sino dejarse encontrar por Él.
La palabra y el amor están muy relacionados. Quien ama, escucha. Nadie escucha
si no ama
El evangelista establece una estrecha relación entre el amor a Jesús y la fidelidad
a sus palabras. La Palabra es Jesús.
Escuchemos la Palabra amando y amemos la Palabra escuchando.
Os he dicho todo esto mientras estoy con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo
os he enseñado y os lo explicará todo.

El Espíritu es quien hace posible el recuerdo de Jesús, de sus palabras y de sus


obras.
También hoy el Espíritu continúa ayudándonos a recordar y a comprender en
profundidad la Palabra. Nos hace vivir desde la alegría y la esperanza y nos capacita
para actualizar la palabra y la obra de Jesús a lo largo de la historia.
Os dejo la paz,
os doy mi propia paz.
Una paz que el mundo
no os puede dar.
No os inquietéis
ni tengáis miedo.

A la promesa del Espíritu Jesús añade el regalo de su paz.


La paz de Jesús es más que ausencia de conflictos externos o internos. Es alegría
armonía, bienestar, vida en plenitud. Supone una relación especial con Él y con l@s
demás. Un manera íntima de vivir, desde dentro hacia fuera, que libera, motiva,
empuja, anima, no coarta, no frena, lleva hacia objetivos de confianza,
preocupación social, profundidad humana...
Vivir la paz de Jesús nos hace personas libres, pacíficas, pacificadoras,
constructoras del Reino. Tenemos la suerte de poder gozar la paz incomparable de
Jesús y el encargo de comunicarla y construirla cada día.
Ya habéis oído lo que dije: «Me voy, pero volveré a vosotros».
Si de verdad me amáis, deberíais alegraros de que me vaya al Padre,
porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho antes de que suceda,
para que cuando suceda creáis.

La presencia de Jesús en nuestra historia asume una nueva forma:


el Espíritu.
Él nos conduce al Evangelio. Es siempre una invitación a la alegría, a la confianza,
a la luz, a la liberación, a la paz.
Está presente donde las personas contagian y regalan amor, amabilidad, bondad,
tolerancia, servicio, fe, alegría, esperanza, paz...
Ven Ruah, dadora de vida, abre nuestros oídos,
libéralos de sorderas cómplices, de tapones distorsionadores.
Limpia nuestra mirada, transforma nuestro corazón,
ensancha nuestras entrañas,
aligera nuestros pies en la dirección que tú nos marques.
Haz, Tú, posible que este tiempo sea de docilidad a tu acción,
de soltar nuestros controles, de abrir puertas y ventanas.
Danos la capacidad de acoger las interpelaciones que nos vengan:
molestas algunas, difíciles de aceptar otras,
que nos desconcertarán, nos producirán dolor, miedo
y seguramente nos desplazarán
de muchas de nuestras seguridades y certezas
hacia la búsqueda permanente de tus caminos.
Concédenos también que este tiempo lo sea de humor entrañable
para acoger nuestra debilidad y pecado,
para no tomarnos demasiado en serio y poner así de manifiesto
que el Reino que buscamos es tuyo y no nuestro,
don tuyo y regalo que pide ser acogido y cuidado.
Amén. ¡Ven que te necesitamos!.
Emma Martínez Ocaña

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