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“SIMBOLISMO EN EL QUIJOTE”
Buenas tardes. Antes que nada quiero darle las gracias por su presencia y a
El Hombre de la Mancha que nos ha brindado este tiempo y espacio para
poder hablarles un poco sobre “El Simbolismo en El Quijote”. Hacer un
tiempo en un día domingo como hoy, donde queremos escuchar lo que
representa y seguirá representado el Quijote, ya es una suerte de quijotada.
Salirse del camino cotidiano y venir a escuchar “quién sabe qué” es todo un
reto.
Luego de ello decide que necesita un caballo y busca su rocín, al que decide
darle un nombre significativo. Todo en la vida necesita tener un nombre que
valga la pena recordar –un nombre que nos diga algo– y así decide llamarlo
Rocinante; porque era un rocín y quería que sonara duro, que sonara
potente. Era un caballo flaco, pero era su caballo; eran unas herramientas
gastadas, pero eran sus herramientas; eran aquellas con las que Dios quiso
que viniese al Mundo a trabajar. Luego decide que necesita un nombre;
pensando en ello llega al nombre de Don Quijote. Para darle gloria a su
tierra, como hizo Amadís de Gaula, decide llamarse de La Mancha. Bien,
porque él sería ahora Don Quijote de La Mancha.
Arrancando sus aventuras se da cuenta que hay algo que le hace falta;
nadie lo ha hecho Caballero. En estos días veía la película de Las Cruzadas,
en el que se veía este primer elemento importante y significativo de la obra:
armarse Caballero. Un Ser Humano que decidió que podía elevar su estatura
interior y que podía trabajar con las herramientas que le tocaron. El Quijote
decide hacerlo, a diferencia de quienes sueñan y nunca deciden nada,
quienes quieren cosas y no se atreven a vivirlas.
El Quijote decide que él necesita ser armado Caballero. En su locura, o en su
clarividencia, decide que el dueño de la venta lo armase Caballero. En esa
actividad, en su Vela, en la actividad de lograr serlo, su primer trabajo es
velar por sus armas, las herramientas que la vida le ha brindado para lograr
su cometido. No es solamente velar, porque cualquiera podría situarse y
observar lo que tiene, sino darle un significado a las armas que la vida le ha
puesto en frente.
Hay otras fábulas semejantes a ella en las que se pone a prueba la intención
del sueño o la intención del cometido. Es como una cruzada o como un
camino donde nos encontramos con diversas opciones del “hago o no
hago”, el “cojo hacia la izquierda o hacia la derecha”. El Ser Humano
diariamente se va a enfrentar con la disyuntiva de tener que optar porque
en la Vida no se puede tener todo y no se puede elegir lo que provoca. A
veces no nos dan esa opción y aún así el Alma sueña, el Hombre sueña. El
Quijote tuvo que optar entre dejar que cogieran el agua o defender, no sus
armas, porque las armas sólo representan la intención que había detrás,
sino defender su sueño. Este fue un acto que era un acto sagrado para él;
era sagrado porque él decidió darle un contenido sacro y un sentido de
trascendencia. En ese instante el Ser Humano tuvo que optar. Luego dice
Cervantes que aquel que arremetió contra sus enemigos siguió la vida y la
calma de aquél que sabe lo que está haciendo. Y he aquí tal vez la primera
elección, que es la elección de cada uno de nosotros.
¿Qué queremos de la Vida y para qué lo queremos? La única forma de darle
un sentido a su vida a los 50 años era para él poder armarse Caballero. En
un momento dado se puso a prueba. ¿De qué calidad es la armadura? ¿De
qué calidad va a ser la envestidura? ¿Está dispuesto a dejar de lado sus
sueños simplemente porque alguien quiere agua? Él decidió que no. Luego
el tendero, obviamente asustado y con ganas de que se fuera rápido, decide
apremiar el proceso de la Vela y lo arma inmediatamente. Después le invoca
que se vaya porque no lo quiere cerca y a Don Quijote le toca volver a
buscar dinero y ayudante.
El Alma que decide hacia dónde va debe ahora encontrar la manera en que
lo va a hacer. Empieza así la búsqueda del cómo; porque no basta querer,
sino que hay que saber el cómo. Arranca entonces la historia propiamente
de Don Quijote.
Ese primer episodio nos muestre cómo el Hombre común y corriente decide
darle un trasfondo a su propia vida. La que él eligió en aquel momento era
de un trasfondo caballeresco, el cual a nosotros nos resulta relevante
porque es la sublimación de lo Humano. Es poder sacar la Voluntad, el Amor
y la Inteligencia que hay en cada Ser Humano, para que un hombre o una
mujer pueda elevarse a la estatura de Dama y Caballero y darle un
contenido a esa cotidianidad. Esta es la primera elección que hace Don
Quijote.
La obra es curiosa… el primer símbolo hace ver que Don Quijote estaba
loco; porque en su época, querer honrar un nombre y querer honrar el país o
la patria era un asunto de locos; querer que un hombre tenga peso y valor
era un asunto de locos. Hoy en día pesan más otros valores, igual que los
que pesaban en aquella época. La primera gran “locura” es atreverse a Ser
diferente, atreverse a vivir unos sueños que de tanto pensarlos, “le secó el
cerebro”. Esto nos recuerda un poco la idea del fuego que para poder existir
necesita quemar la madera y secar el combustible, consumir el apoyo. El
Quijote “se vuelve loco” con sus ideas; pero es Alonso que “se vuelve loco”
y nace el Quijote.
El enfrentamiento ocurre entre lo que quisiera Ser y lo que Soy; todos tarde
o temprano tenemos que hacer un alto en el camino y decidir qué quiero
Ser. Lo bueno de la obra es que arranca con un personaje de 50 años,
porque nadie es tan viejo como para que no pueda decidir qué quiere Ser.
Es obvio que en algún momento del camino no podrá seguir, pero el alma, o
el Yo, o la Conciencia interior, no es un asunto de edades sino un asunto de
intenciones.
Dijo Platón que el Ser Humano está compuesto “de lo uno y de lo otro”, de
aquello que muere y de aquello que no muere. Hemos de creer que nos
moriremos y que algo de nosotros no morirá. Si logramos entenderlo, éste
es el juego de El Quijote y Sancho; aquello que es duradero y aquello que es
perecedero, lo que tiene un sueño y lo que busca la tranquilidad, la
comodidad y el no tener que salirse de su camino, hasta que el Alma lo
arrastra. En su momento, El Quijote arrastra a Sancho, así sea con engaños
o promesas falsas, pero tarde o temprano la Conciencia superior o los
sueños arrastran a lo cotidiano. Cuando el Hombre decide salir del día a día
y le da un sentido, todos sus pensamientos y sentimientos tienen que
seguir, así sea a través de una promesa de un futuro mejor.
Una vez que El Quijote logra ser armado Caballero, se dan en la obra dos
nuevos procesos transformadores. Uno de ellos es el proceso por el cual el
Ser Humano decide arremeter contra los esquemas de su mundo, que se ve
cuando El Quijote arremete contra una serie de sacerdotes. Iban Sancho y El
Quijote con mucha hambre buscando qué comer; ven luces que vienen por
el camino y les entra pánico porque no saben qué es. Recordemos que la
obra se sitúa en la Edad Media, donde no había autopistas, ni carreteras, ni
caminos de penetración; cuando empiezan a ver estas luces que van
llegando, a Sancho se le compadece el corazón y le dan ganas de huir. El
Quijote le dice “vamos a esperar a ver qué viene” y se pone en medio
camino. Cuando logran ver, observan un conjunto de personajes con
lámparas vestidos de negro. El Quijote los confunde con Satanás o con la
Maldad pero resulta que eran sacerdotes. Aquí no sabemos si Cervantes fue
irónico o si simplemente quería hacernos ver cómo nos confundimos con lo
que es y lo que no es. Lo cierto es que en plena Edad Media, donde la Santa
Inquisición estaba presente, El Quijote decide arremeter contra lo que a él le
parecía la Maldad o la obra de Satanás. Los pobres sacerdotes llevaban un
cadáver, pero él no lo sabía. Luego se disculpa con ellos porque él sólo vio
maldad y negrura.
Él arremete, sin importar si era verdad o mentira, porque su Conciencia le
decía que eso estaba mal. Además tenía hambre, con tres días sin comer ni
tomar agua. A pesar de todas las necesidades, arremete. No sólo arremete,
sino que logra poner en bandada a todos los curas; al único que quedó
atrapado debajo de una mula, le rompió una pierna y la cabeza. Luego se
disculpa porque lo único que él quería era deshacer entuertos y agravios,
cuando le contesta el sacerdote: “Pues a mí me has agraviado y a mí me
has puesto tuerto”. Al final, Sancho termina disculpándose por su Señor y le
explica a este sacerdote que su Señor es el Caballero de la Triste Figura.
A esta altura de la obra, El Quijote ha tenido que enfrentar una adversidad
permanente. El querer vivir sus sueños, que le han dado gran alegría y
orgullo interior, no significa que ha llevado de la mano un éxito material, un
reconocimiento social o incluso la superación de los males y los entuertos
que decidió arremeter. El Caballero de la Triste Figura es el nombre con el
que empieza a conocerlo todo el mundo. Es el “loco de la Triste Figura”
porque muchas veces el querer vivir un sueño y un Ideal implica que a uno
le tilden de “loco” o de “triste”; o peor aún, que otros se fijen sólo en la
figura de uno y no por lo que se lleva por dentro. Nos juzgan por lo que se
ve y no por los grandes valores, sueños e Ideas. Él decide asumir el nombre
que Dios o algún Sabio –dice el autor– puso en la boca de Sancho y decide
entonces asumir el nombre del Caballero de la Triste Figura.
Cuando decimos honrar a su nombre nos referimos a ese nombre oculto que
todo Ser Humano lleva. ¿Cuál es nuestro verdadero nombre? Yo me llamo
Hernando porque me bautizaron así; ese es nombre con el que me hicieron
conocerme. Pero yo vine de antes que me bautizaran. ¿Cuál es el nombre de
aquello que llegó? Reconocer ese nombre es uno de los procesos más
difíciles de la conciencia humana; reconocer el nombre del Yo interior es
reconocer qué quiere, a qué vino a la Vida. Reconocerse como el Caballero
de la Triste Figura, que como Plotino y Diógenes, que no les importaba cómo
se veían, es reconocer que lo que importa es lo que va por dentro. Claro,
estamos en una época en que es importante cómo nos veamos, pero no
significa que es lo más importante. Como dicen los estoicos: “no es
solamente lo que nos gusta sino lo que se necesita”. Hoy no se necesita sólo
Ser, sino también parecer. En la época de El Quijote era suficiente con sólo
Ser, pero parecer también era importante. El decide parecer El Quijote,
sufrir sus desventajas, huyendo así de la comodidad de su propio hogar. Fue
un acto de decisión.
Cervantes reconoce –lo escribe por lo menos en tres ocasiones– que esta
obra será interpretada en el futuro por otros Seres Humanos que puedan
entender lo que él quería decir. Explica El Quijote a Sancho que están
viviendo en una Era de Hierro, negra y dura, pero vendrá una Era de Oro y
las gentes recordarán a El Quijote. Uno piensa que esto es muy romántico,
pero los que han estudiado la filosofía de Oriente pueden ver que Cervantes
reconocía las cuatro Edades o ciclos como se explicaban en la India; estos
ciclos en que entra el planeta se van a dar, queramos o no entender a la
Naturaleza. Esto es evidencia del despliegue de conocimientos que se da en
toda la obra de Cervantes. Con esto de las Edades nos hace reconocer que
llegará el momento en que desaparecerán las notas sobre Caballería o sobre
el lograr despertarnos por dentro; pero si El Quijote permanece y se vuelve
a leer su obra, podemos volver a rescatar todo lo que se perdió.
Aquí le tocaría a cada cual hacerse la pregunta: ¿Qué nos mueve en la vida¿
¿Qué nos inspira? ¿Qué soñamos día a día? Decía un refrán: “que no nos
detengan aquellos que no sueñan”. El mundo está lleno de aquellos que no
sueñan, pero hay quienes sí sueñan. Como diría Mircea Elíade, vivimos en
una época muy profana, carente de sentido y trascendencia. Todos somos
religiosos de alguna manera, pero con tal terror a la vida y a la muerte que
pareciéramos más bien ateos. Nadie quiere morir. Todo el mundo quiere vivir
en este preciso momento y nadie quiere vivir hacia el futuro. Nadie quiere
sembrar para que otro coseche, cual si no valiera la pena dejarle a los
demás. En lo fáctico somos casi ateos y materialistas aunque nos llamemos
de cualquier religión. No nos interesa el más allá, ni siquiera en 50 años.
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No olviden la próxima conferencia de este ciclo de actividades titulada
“Paisaje Moral del Quijotismo”, a llevarse a cabo el sábado 2 de julio a las
4:30 p.m. en la Feria del Libro del Centro de Convenciones Atlapa.