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La Congruencia de Nuestras Acciones

Por Humberto Armenta

El gran éxito de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) consiste en que sus


compromisos siempre rebasan las exigencias de la ley y las expectativas de la
sociedad. Los programas de RSE más exitosos se basan en la congruencia entre
nuestros actos empresariales y nuestras acciones sociales: si maquilamos, se vigila
nuestro trato a los trabajadores; si generamos tecnología de punta, se espera que
tengamos políticas internas vanguardistas; si construimos, automáticamente se asume
que al final de la ecuación, todo quedará mejor que en un inicio.

Cada industria, cada giro, y cada empresa, tienen una respuesta única e individual
para satisfacer a nuestros grupos de interés (accionistas, trabajadores, clientes y
competencia entre otros).

En la industria de la construcción tenemos varios elementos que son “top-of-mind”


cuando pensamos en las múltiples posibilidades para ejercer acciones sociales. Para
encontrar una misión adecuada en el campo de la RSE, debemos hacer el ejercicio
mental de ver las necesidades de nuestra gente, de nuestro país y de nuestra industria
en un mismo plano. Sin duda, en un orden jerárquico, nos toparíamos con la
comunidad de trabajadores de la construcción y la falta de oportunidades que les
presenta el contexto económico y global.

Más de 3 millones de trabajadores forman la mano de obra de este país, desde


Tapachula hasta Ensenada. Incluyo la mano de obra especializada que abunda en
Puebla y Guanajuato, pasando por los “roofers” que nos están regresando de Estados
Unidos, hasta los peones novatos que se incorporan día con día a las obras de
construcción.

Curiosamente, hemos optado por no lidiar con la alta rotación de trabajadores y a la


falta de personal capacitado. En su lugar, hemos aplicado sistemas computarizados de
logística, reclutamiento y disciplina que nos otorgan la ilusión de control sobre un
segmento socio-económico al que no le interesa que le hablen de activos, pasivos o
globalización, sino de salarios, prestaciones y estabilidad.

Si buscamos la mejor prestación para nuestros trabajadores, la mejor inversión en


capacitación, así como la mejor y más duradera herramienta para nuestra industria, la
respuesta que hallamos es la misma: los empresarios debemos otorgarle educación
básica a nuestra gente.

En este sentido, la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción tiene un


convenio con el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) con el fin
de proporcionar educación básica a los trabajadores, en las mismas instalaciones de
una obra o empresa de la construcción, con costo gratuito para ambas partes.

Muchas empresas tienen todas las condiciones necesarias para echar a andar este
programa: la gente, las instalaciones y una plaza fija. Las clases están orientadas a los
trabajadores de las construcciones, y les ofrecen la oportunidad de obtener
certificados de primaria y secundaria. Cualquier persona que esté leyendo esto conoce
las puertas que se abren en la vida por tener tan sólo lo que llamamos “educación
básica”. Lo único de lo que dependen los resultados de este programa, es de la
iniciativa y la visión a largo plazo de las empresas.
Cuando acaben las grandes obras del Programa Nacional de Infraestructura, ¿Qué va
a pasar con la gente involucrada? En una prestación como ésta, donde se invierten
cero pesos y se obtiene el valor de una educación, el retorno de la inversión es,
matemáticamente, infinito.

Esta decisión le toca a quienes conozcan las fortalezas y las áreas de oportunidad de
sus empresas, así como lo que se espera de nosotros los constructores. La
construcción es más que la obra que un día dejará, y bastante más que un motor
económico. Lo que tenemos ante nosotros es un semillero de oportunidades donde
cada persona es una inversión, y el retorno de ésta se verá reflejado en una sociedad
más madura y preparada.

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