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La hierba mala sí puede morir

Sin corrupción, cada estado tendría el doble de infraestructura


pública de la que realmente ha construido en los últimos 30 años

Por Humberto Armenta

La interminable burocracia y la sobrerregulación existente son el abono


ideal para que la corrupción crezca como una hierba mala. México necesita
arrancar el problema de raíz. En 2007, los mexicanos “invertimos” $27 mil
millones de pesos en actos de corrupción, lo cual equivale, en promedio, al
8% del ingreso de las familias mexicanas, es decir, el mismo monto que se
destina en promedio a necesidades de vivienda de los hogares.

Lamentablemente, el sector de la infraestructura no se salva de esta plaga.


Según el Índice de Honestidad y Eficiencia en la Generación de
Infraestructura Pública de CEI Consulting & Research, que analiza la
corrupción acumulada en México en los últimos 30 años, en promedio, cada
estado debería tener el doble de infraestructura pública de lo que realmente
tiene. Esto nos habla sobre el grave déficit de infraestructura que se tiene a
pesar del enorme gasto que se ha ejercido para generarla.

En este estudio, el DF es el que peor posicionado resulta y los datos son


escalofriantes. Ya que con el dinero que el DF reporta haber gastado en los
últimos 30 años en materia de infraestructura, los capitalinos deberían
contar con 631 hospitales, 4,049 unidades de consulta médica y 1,093
camas y 517 consultorios más de los que en realidad tiene. En educación, el
déficit es de 27,645 escuelas de educación básica y 1,558 escuelas de
educación media. En el sector vivienda, debería tener cubierta la demanda
por los servicios de drenaje, agua entubada y energía eléctrica, además de
tener capacidad instalada de más de un 500% de cada uno de los servicios.
En otras palabras: dado el gasto que se ha hecho debería tener 12,126,639
hogares extras con energía eléctrica, 11, 931,638 hogares con servicio de
agua potable y 11, 968,201 hogares con drenaje más de lo que en realidad
se cuenta.
Los datos son contundentes, pero la corrupción no sólo se refleja en el gasto
y en la falta de infraestructura, sino que también tiene otras consecuencias
que acaban frenando el crecimiento de nuestro país, un árbol con
demasiadas ramas secas. En nuestro sector, la corrupción es el principal
inhibidor de la inversión extranjera, daña irremediablemente el entorno, que
sucumbe ante la ambición de algunos, genera una competencia desleal
entre nosotros mismos que se proyecta en la propia calidad de las obras,
frena el crecimiento del empleo y retrasa y encarece los proyectos ante las
numerosas impugnaciones. En 2007 se realizaron 507 denuncias en el país,
de las cuales alrededor de 128 estaban relacionadas con obras y, de esas,
unas 30 estuvieron fundadas, por lo que fueron detenidas mientras se
resolvía la inconformidad. Lamentablemente, esta herramienta de defensa
del constructor también es mal utilizada a menudo por terceros que se
amparan en las interminables normas que rigen cualquier concurso por
pequeño que sea. Actualmente existe en el sector un ranking en el que
aparecen las empresas que suelen impugnar una licitación cada vez que no
les es favorable. A este triste listado se le conoce con el nombre de "las
mejores 100 empresas para impugnación". Una de estas compañías realizó
el pasado año 41 impugnaciones y sólo ganó ocho, y otra de ellas utilizó
este recurso 13 veces y sólo en un caso el fallo le fue favorable.

Los constructores necesitamos más seguridad. Nuestros negocios no


pueden estar en manos de decenas de funcionarios que tienen que
supervisar y aprobar un proyecto antes de su desarrollo. En demasiados
casos sus bajos sueldos, su excesivo poder sobre operaciones de varios
millones de pesos y la sobrerregulación que les ampara, acaban generando
una corrupción que brota con fuerza en un terreno idóneo para ella. Es
necesario que de una vez por todas se simplifiquen los trámites y se
fomente una mayor coordinación interinstitucional.

El Gobierno debe evaluar la calidad de su servicio. Las instituciones y sus


funcionarios deben pasar al examen. Sin medición difícilmente puede haber
mejora. Las malas hierbas sí pueden morir y el Gobierno tiene que
arrancarlas de raíz. De esta forma, nuestro país por fin podrá florecer.

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