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PRIMERA VEZ
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PRIMERA VEZ
Suite ADSLescente

Javier Izcue
Ignacio Aranguren
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Esta obra teatral fue puesta en escena por


el Taller de Teatro Escolar del IES Navarro
Villoslada de Pamplona, bajo la dirección
de Ignacio Aranguren, durante el curso
2008-2009. El texto que ahora publicamos
corresponde al de la representación reco-
gida en el DVD que forma parte de este ma-
terial didáctico.
Cualquier obra de teatro, pero esta de ma-
nera muy especial, requiere la recreación de
sus intérpretes. Sólo ellos pueden apropiar-
se de los personajes, de sus inquietudes y
conflictos, y también de su manera de co-
municarse. Así lo entendieron los adoles-
centes y profesores que participaron en este
proyecto. Y, en lo sucesivo, así deberán en-
tenderlo quienes se aproximen al texto,
porque sólo de esta manera podrán cobrar
vida en escena todas estas primeras veces.

Título: Primera Vez. Suite ADSlescente


Autores: Javier Izcue, Ignacio Aranguren
© Gobierno de Navarra
Departamento de Educación
1.ª edición, 1.ª impresión (2009)
Diseño gráfico: Joseba Beramendi
Impresión: Ona Idustria Gráfica
ISBN: 978-84-235-3195-0
D.L.: NA-3275-2009
Promoción y distribución:
Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra
c/ Navas de Tolosa, 21
31002 PAMPLONA
Teléfono: 848 427 121
Fax: 848 427 123
fondo.publicaciones@cfnavarra.es
www.cfnavarra.es/publicaciones
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Tablilla de escenas

Prólogo ...............................................................................................................................................................................................9
Abertura.........................................................................................................................................................................................11
Personajes: TODOS
Primera vez que me falló un amigo .....................................................................................................................19
Momento Uno
Personajes: NOVIETA, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, MIKEL
Momento Dos
Personajes: CHICA 1, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, CHICO 3
Momento Tres
Personaje: CHICA
Primera ex-regla ....................................................................................................................................................................25
Personaje: MAYCA, VOZ DE MADRE
Primer puntico y seguido ...............................................................................................................................................27
Personajes: ENTRENADOR, JUGADORES 1, 2, 3, 4 Y 5, JUGADORAS 1, 2 Y 3
Primer laberinto.....................................................................................................................................................................31
Personajes: MARÍA, HUGO, ALBERTO, MIKHAELA
La primera vez .........................................................................................................................................................................37
Personajes: JAVIER. LEIRE, DIABLO PUNK, RAKHI, DIABLO TENORIO, ADRI, DIABLO ROMEO, NINES
Primera tarjeta de crédito ............................................................................................................................................53
Personajes: CHAVAL 1, CHAVAL 2, CHAVAL 3, NEGRO, MENDIGO
Primeros Sanfermines.......................................................................................................................................................59
Personaje: MARTA
Primer recreo sin bocata ................................................................................................................................................65
Personajes: AMAIA, IKER, ANA, JULEN, JULIA, RICHI, AITOR
Primer descontrol..................................................................................................................................................................71
Personajes: TODOS
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Prólogo

Nuestro rostro, desocupados lectores, es una sucesión de máscaras en el tiempo. La obra que
se somete a su consideración es un espejo que quizá refleje el que ustedes tenían en su ado-
lescencia.
La vida, si merece llamarse así, da siempre una oportunidad. Bienaventurado aquel al
que le da dos. Cierto año, pongamos que el lejano 1983, uno de los autores era un joven pro-
fesor de literatura a cuyas lecciones acudía el otro, aún adolescente. Más de un cuarto de
siglo después, ambos se reunieron para escribir este texto.
El mayor –al que llamaremos Ignacio Aranguren– le presentó al discípulo –llamémosle
Javier Izcue– un proyecto de comedia. El maestro quería representar una serie de tablillas
con primeras veces que los adolescentes viven en un Instituto, desde que entran a los doce
años hasta que salen con dieciocho. Aranguren había recabado entre sus compañeros una
amplia noticia y relación de experiencias iniciales.
Esta obra quiere recoger nueve primeras veces. Amor, traición, muerte, deseo, tentación,
angustia, violencia, decisión, fracaso… Y la única palabra que recoge todas esas puertas en el
muro: libertad. ¿Se nos permite la palabra pasión? Aranguren e Izcue que, seguramente, al-
guna vez fueron adolescentes, se han servido perversamente del teatro. Se han aprovechado
de que los actores son, en realidad, adolescentes para que representen, en la ficción, a adoles-
centes que son, en realidad, el público. Ustedes ya entienden.
Los estudiantes del Instituto Navarro Villoslada que representaron la obra eran, enton-
ces, la Generación Z. Hoy, cuando ustedes lean estas líneas, serán ya la Generación Y. O la
Generación X. Quizá la vida no es puro teatro, pero el teatro es pura vida. Nosotros, Arangu-
ren e Izcue, les estamos tan agradecidos. A ellos y a ellas. A ustedes. Por la vida que pusie-
ron en nuestro arte y por el arte que pusieron en nuestra vida.
Toda experiencia, señoras, señores, toda vivencia, si merece llamarse así, es la primera.
Los autores

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Abertura

En la rama florecida, la larva sueña con ser mariposa, como hacen sus her-
manas dormidas. Ahora que asoma la mañana y el sol la calienta, la crisálida
siente el vértigo del primer vuelo. Esa agitación de alas párvulas es la que el
espectador siente. Metamorfosis.
Mientras la luz se apodera de la escena, suena el tema principal en versión ins-
trumental. Desde todas las direcciones, a velocidades diferentes, con estados
de ánimo muy contrastados, salen los actores. Todos caminan acelerados, ig-
norándose unos a otros. De pronto, cesa la música y todos quedan inmóviles,
cada uno en su mundo.

ABEJA 1.— La primera vez. La primera vez que lo hice. La primera vez que hice aquello.
«Aquello», pronombre demostrativo de tercer grado. Es neutro. No es masculino ni fe-
menino. Es neutro y se usa para señalar lo más alejado del hablante.

ZÁNGANO 1.— (Suspirando.) Ay… «Aquello, aquello, aquello». ¡Pobre de ti, chaval, que
hasta los pronombres sirven para señalar lo que está más alejado del hablante. Porque
vamos a ver. «Aquello» es lo que este, ese y aquel hacen con esta, esa y aquella. ¡Qué
morbazo tienen los pronombres, tío! ¡Venga, que salgan ya los neutros del armario y
junten esto con eso!

OTRA ABEJA.— (Paródica, en mujer fatal. O tal vez en ingenua empollona que se mete en
un jardín.) ¿Pero vamos a hablar de lengua o qué? Que a mí me parece muy bien, por-
que la lengua para mí es, no sé cómo decirlo… fundamental. (Todos se miran, estupe-
factos.) ¿Qué, pero qué pasa? ¿Qué he dicho?

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Primera vez · Suite ADSLscente

ABEJA 1.— Pues no, no vamos a hablar de lengua, no. Aquí se trata de la primera vez, la
primera vez, en general. Claro, porque para todo hay una primera vez. (Cuchicheos. Algu-
nos intentan marcharse desilusionados.) A ver, a ver, que sí, ¡Para el amor también! ¡En
sus múltiples aspectos! (Ante esas expectativas, el grupo regresa al escenario y se distribu-
ye informalmente por todo el espacio escénico.) Para el amor también, pero en sus múlti-
ples aspectos. Porque la vida está repleta de primeras veces. Y, si no, pensad, a este insti-
tuto entramos con doce años. Y este año nos iremos con dieciocho. En esos seis años
¿cuántas primeras veces han cambiado, mucho o poco, vuestra vida? (Murmullo general.)
ABEJA 2.— Eso, por favor, ¡vamos a hablar de primeras veces! Por ejemplo… jo, pues ¡la
primera vez que puse el pie en el instituto! Dios, ¡qué grande era todo! Yo venía con mi
madre. ¡De la mano!
OTRO ZÁNGANO.— (A la cámara, como quien participa en una Olimpiada.) ¡Hola, mamá!
ABEJA 2.— Sí. ¡De la mano de mi madre! Es que no os podéis imaginar el cachondeo de
los mayores que estaban en la puerta. Tenía doce años y vine a la jornada de puertas
abiertas y no se me ocurrió otra cosa que venir con la mochila de ¡Hello Kitty! Mira, que
se pasaron un año entero llamándome Quita Kitty…
ZÁNGANO 2.— Pues yo nunca podré olvidar la primera vez que vi a Edurne. Llevaba un
peto rosa y el pelo más bonito que he visto en mi vida. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Si sólo
somos buenos amigos…
ZÁNGANO 3.— Mira que son importantes los amigos. Si no fuera por ellos… Si no fuera por
ellos, por ejemplo, nadie hubiera hecho su primera borota. ¿Os acordáis? Había que traer
un animal para hacer una disección. En fin, una sepia o algo así. El Koldo trajo su háms-
ter. Y grita ¿Rajar a Jamfry? ¡Ni hablar! Nos fuimos a la Biurdana. ¿Quién se iba a enterar?
Mis padres dejaron que la comida fuera tranquila. ¡Menudo postre me dio mi madre!
ZÁNGANO 4.— Anda, que a mí también me estaban esperando. Mi padre y mi madre. Los
dos. ¿Qué es esto? me dijo mi padre. Y lo dejó así, como con asco, encima de la mesa.
Me lo había colado Iker en la mochila. Un preservativo. La primera vez que tuve uno.
(Abucheos.) Pero si yo soy alérgico al látex…
ABEJA 3.— ¡Ay, los amigos! Pero qué importantes son en el instituto. Con lo cabezota
que yo era. Pero Bea tenía razón, aquel chico… que no, qué cotillas. ¿Si ha venido hoy
a la función…? Os lo voy a decir, era bobo. Yo estaba coladísima por él y casi mando a
Bea a la mierda por su culpa. Pero Bea, mi primera verdadera amiga, me hizo ver las co-
sas claras. Le pedí perdón a Bea. Decir «lo siento» la primera vez… cuesta. Bea me dijo:

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Abertura

ABEJA 4.— No pasa nada, tía. Somos amigas.


ABEJA 3.— Y luego me enteré de que estaban saliendo juntos. ¡Ay que jo… con las me-
jores amigas…! Sin embargo Bea nunca me dijo luego:
ABEJA 4.— ¡Ay, chica, Silvia, que lo siento!
ZÁNGANO 5.— ¿Lo siento? (Pensativo.) ¿Qué es lo más que he podido sentir yo durante
estos años? Ah, aquella vez que le hicimos llorar a una nueva profesora. Rubén, el ca-
becilla, nos dijo:
ZÁNGANO 6.— Tíos, ¿a qué no hay güebos para ir a la Rose Mary como que le hacemos
preguntas y le miramos de cerca las… ¿vale?
ZÁNGANO 5.— A las domingas, venga, a las domingas… Mariconazo el que se raje. ¿Os
acordáis? Ella era joven. Y estaba sustituyendo a la Ticher-Tacher. Se dio cuenta. La hi-
cimos llorar. Yo también jugué. ¿Y sabéis una cosa? Rose Mary me dio mucha pena, tan
sola, tan inexperta, tan guapa… Justo en ese momento me di cuenta de que estaba ena-
morado de Rose Mary. Hostia, se me ha escapado… Lo siento.
ABEJA 5.— Eso, eso, chaval, se llama primer amor. Llega así, como un SMS, y antes de
que te des cuenta lo has leído y no sabes ni quién lo envía. Pero a mí, a mí, tía, me pasó
por Internet. Nunca, nunca llegamos a quedar, de verdad, pero es que parecía tan gua-
po. A ver, ¿Qué más da? Ya lo sé, pero, ¿qué más da? ¿Qué más da que la foto fuera fal-
sa? Por fin alguien me quería de verdad. No como mis padres o mis amigas, él me que-
ría por lo que yo era. Joe, el recuerdo es bonito, ¿vale? (Canta.) No hay lunita tan clara
como en enero, ni amores tan dulces como el primero.
ZÁNGANO 6.— ¡Eh, eh, eh! Que lo mío fue peor. Me tocaba exponer en público. Y estaba
nerviosísimo. Ya sabéis, la primera vez. Encima, La Revolución Francesa: causas y con-
secuencias. Y de eso que subí a la tarima y la rocé con la suela de la zapatilla, y sonó
como ¡un pedo en cuatro tiempos! (Lo imita.) ¡Qué fue la zapatilla! Y encima va el Bugs-
bunny y me pregunta a ver si voy a empezar por las trompetas de La marsellesa. ¡Que
fue la zapatilla!
ZÁNGANO 7.— Eh, primo, ¿vergüenza? ¿Por eso? Anda, vosotros no sabéis por lo que pasé
yo. Mira, estaba loco por un disco de Eminem. Vamos al Carrefour y estos: pero venga,
tío, chóratelo, que está todo fácil. Sí… pues me pilló el segurata. ¡Si hasta me metió en
un cuarto y me hizo quitarme la ropa! Era la primera vez que robaba algo en mi vida.
OTRO ZÁNGANO.— Claro, porque las descargas del eMule no cuentan, ¿no?

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Primera vez · Suite ADSLscente

ABEJA 6.— No es lo mismo, listillo.


ABEJA 7. Vergüenza la que me hizo pasar mi padre a mí. Va un día y me dice que me quie-
re explicar cómo se hacen los niños. Entonces el hombre, bueno, no, no, no, el marido,
el marido introduce su… ¡su cosita! ¿Su cosita, papá? ¿Con que letrita? Mira, esa fue la
primera vez que le dio por el diálogo y la cosa pedagógica. Bueno, la primera vez y la
última.
ZÁNGANO 8.— Eh, eh, que a mí un día me coge mi padre y me dice: Javier, ven, que te-
nemos que hablar de hombre a hombre. Javier, si bebes no conduzcas. Javier, póntelo,
pónselo. Javier, no dejes que las drogas decidan por ti. Joe, parecía que estaba viendo
la tele. Total, que le cogí por el hombro y le dije: venga papá, vete soltando la paga, que
Hacienda somos todos.
ABEJA 9.— Pues yo me acuerdo de la primera vez que me enfadé de verdad en el insti-
tuto. Todo el curso cabreada como una mona con las fashion de 4º A. Que no te puedes
reír de alguien porque no tenga dinero, porque al coche le llame carro, o porque hable
raro. Y ¿sabéis qué es lo peor? Todo el curso cabreada y todo el curso callada. Lo sien-
to, Hilda.
ZÁNGANO 9.— Hilda, Mohamed, Meimei, Zigor, bajitos, raritos, feos… lo siento.
OTRA ABEJA.— (Ríe y habla con acento oriental forzado.) No te pleocupes. El siguiente
semestle, cuando saqué la mejol nota en matemáticas todo empezó a cambial. Chinita
lista sí, fashion, tomal pol culo.
ZÁNGANO 9.— Y es que en el instituto empiezan a plantearse por primera vez, los proble-
mas. Las eternas inquietudes del ser humano se nos plantean ahora. Ahora precisamente
las grandes preguntas existenciales aparecen por primera vez en nuestra vida en su más
compleja y científica formulación.

(Música. Algunos ZÁNGANOS y ABEJAS adoptan posturas parodiando a los gran-


des pensadores.)

OTRA ABEJA.— (Mirando sus pechos.) ¡No me crecen!


OTRO ZÁNGANO.— ¿Me llamarán para salir con ellos?
OTRA ABEJA.— ¿A dónde voy con estos granos?
OTRO ZÁNGANO.— Que no me vean con mi madre comprando la ropa.

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Abertura

OTRO ZÁNGANO.— ¿Ay…y si ya no se me empina nunca más?


OTRA ABEJA.— Todas son más guapas que yo.
OTRO ZÁNGANO.— El Richi, ese sí que liga.
ZÁNGANO 10.— To be or not to be. ¿Me comprarán la moto de una puta vez o sólo me es-
tán vacilando? La primera vez que llegué en moto al instituto. Aparco en la puerta prin-
cipal y todas me miran. Me quito el casco y ellas: Miguel, Miki, ¿Qué haces este finde?
Motero… ¿Me llevas a dar una vuelta? Así, todas.
OTRA ABEJA.— Vamos, asaltacunas, que te habías puesto a aparcar en el patio de José
María Huarte. Además, si tú no has tenido moto en tu vida. Como no nos cuentes tu
primer bonobús…
ZÁNGANO 10.— Bueno, también se debería contar la primera vez que soñamos con algo.
O con alguien.
ZÁNGANO 11.— Sí, pues yo, en tercero de la ESO, me fui de casa por primera vez. Estaba
hasta las bolas. Me fui de casa. Mis padres ni se enteraron. ¿Sabéis por qué? Porque sólo
fue una tarde. Pero qué larga se me hizo… Ay… Había suspendido cinco. Mirad, os voy
a contar un descubrimiento. Irse de casa es muy fácil. Lo jodido es volver. Menos mal
que María me convenció. Sólo fue esa vez. La primera y la última.
ABEJA 10.— A mí también me vieron en la calle. La cotilla de mi tía Marina. Era la pri-
mera vez que me maquillaba. Era segundo de la ESO. A mi padre, me lo ha dicho hace
poco, le hizo hasta gracia. Pero mi madre (voz de madre.) «¡Y si te vas a maquillar, no
te compres el pintalabios en los chinos! ¡Que produce cáncer de mama!» Yo estaba tan
nerviosa, que es que hasta me lo creí.
ZÁNGANO 12.— Ver y ser visto. Es que esa es la clave a nuestra edad. La primera vez que
descubres que no eres transparente. O por lo menos que no quieres seguir siéndolo.
OTRA ABEJA.— ¡Que te digan guapa por primera vez! Y que no sea tu abuela.
OTRA ABEJA.— ¡Que te vean en el concierto de Marea! ¡Y con un chico que nadie cono-
ce, aunque sea tu primo!
OTRO ZÁNGANO.— La primera vez que te ven en el pasillo. ¡Expulsado!
OTRO ZÁNGANO.— O la primera vez que te sacas un sobresaliente, la nota más alta de la
clase, y tus apuntes cotizan en bolsa.

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Primera vez · Suite ADSLscente

OTRA ABEJA.— ¡Que te vean con ropa de marca y te miren y admiren!


OTRO ZÁNGANO.— ¡Que metas el gol con el que tu clase gana la liga!
OTRA ABEJA.— ¡Que estés hablando con el tío más buenorro de todo el instituto y pasen
la Silvia y sus amigas!
OTRO ZÁNGANO.— ¡Que te vayas de monitor a un campamento de ANFAS porque se em-
peña tu moza y te enganches para siempre!
OTRO ZÁNGANO.— ¡Que se enteren que tienes una Blackberry!
OTRA ABEJA.— ¡O el último iPod!

(Todas estas intervenciones han sido subrayadas por golpes de percusión, que
ahora termina con un redoble brillante.)

ZÁNGANO 13.— (De los nervios primero. Luego, narrador.) ¿Qué pensáis de mí? Me muero
por saber qué pensáis de mí. Y de pronto un día descubres que ¿cómo es posible? Que
le caes gordo a alguien. Que alguien te envidia, sí. A ti. Y ya tienes un enemigo. Tu pri-
mer enemigo. Ese día no lo olvidas.
OTRA ABEJA.— Como tampoco olvidas el día en el que te mandan hacer un trabajo en cla-
se, por parejas, con la tía más colgada, la más empollona de la clase. Y te amargas. Has-
ta que descubres que te lo pasas genial con ella. Porque la tía te escucha, te comprende
y no te juzga, y que sin darte cuenta, le has contando toda tu vida íntima. Tu primera
amiga de verdad. Ese día tampoco lo olvidas.
ABEJA 11.— Y otro día piensas, joe, Irene, que te estás haciendo mayor. ¿Qué quieres ser?
Ahora que ya casi lo eres. Y te pone nerviosísima, bueno a mí por lo menos, pensar que
Marta tiene superclaro que se va a casar y va a tener dos hijos y que Pablo va a estudiar
Ciencias Políticas. Y yo me pregunto ¿qué pienso yo de la vida? ¿Qué pienso yo de mi vida?
ABEJA 12.— Pues, fíjate que tontería, yo no me olvido de la primera vez que dormí fue-
ra de mi casa. Ane nos invitó a dormir en casa de sus abuelos en Sumbilla. ¡Ostras, tú,
si se puede vivir sin padres!
ZÁNGANO 14.— ¿Otro primer día memorable? ¿Cómo olvidarlo? Yo tenía, ¿Tenía? sí, tenía
seis años. Mi madre entró con un bulto en los brazos. Mira, Jon, tu hermanito. Toma, có-
gelo con mucho cuidado. Y me potó por encima todo el biberón. ¡Qué pestazo! Desde en-
tonces, no me ha hecho ni puñetero caso más que para enredar en mis cosas, el cabrón.

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Abertura

ABEJA 13.— Edurne, Edurne, ven. Mira, cariño. Tú no te preocupes. Que mamá y papá se
quieren. Pero papá va a vivir un tiempo fuera. Ahora tendrás dos casitas. Ya verás, ya verás
qué divertido. Y desde entonces siempre con una maleta de ropa preparada. Aquel año me
llevaron a mi primer campamento de verano en Francia. Así hasta primero de Bachiller.
ZÁNGANO 15.— ¡No! Mi móvil. Se lo tuve que entregar al tutor. Me había sonado en me-
dio de clase. Me lo retuvieron una semana entera. Yo, sin móvil y todo el finde castiga-
do en casa. Encima, me obligaron a leerme un libro. Yo pensé. O sea, qué rollo. ¿No?
Pues no pude parar hasta acabarlo. Va de un niño que se hace amigo de otro niño que
lleva un pijama…¡superideal! No os lo voy a contar, o sea… leedlo. Es la primera vez
que me enrollo con un libro.
ZÁNGANO 8.— No, si ya se nota…
ZÁNGANO 16- ¿Os habéis parado a leer las letras de Violadores del Verso? Pues por ellos
escribí mi primer poema. Se titula «Te quiero». Original ¿eh? Bueno, el título completo
es «Te quiero, churri». En fin, que se lo enseño al Aranguren y me dice, bueno, el poe-
ma tiene algunos hallazgos, pero que no es precisamente original rimar quiero con agu-
jero, en mi caso. Demasiado obvio.
ABEJA 1.— ¡Ha sido tanto tiempo en el instituto! Y tantas primeras veces. ¿Verdad, Qui-
ta Kitti?
ZÁNGANO 1.— Sí, sí. ¿Y os acordáis? Septiembre, el de teatro que viene a clase, los co-
mentarios de radio pasillo, que si me apunto, que si no me apunto, y… el futuro, la Se-
lectividad…
ABEJA 1.— Y entonces es cuando te dices: ¿Y por qué no también a esta primera vez,
cuando ya hemos pasado por tantas?
ZÁNGANO 1.— Ya, la primera vez delante del público, siendo otra persona, sin sentirte
extraño. Siendo y no siendo.
ABEJA 1.— Bueno, pero nosotros (Por el público.)… y ellos.
ZÁNGANO 1.— Claro, vosotros os habéis apuntado. El teatro es así. Así que vosotros y no-
sotros hoy vamos a hacer esta obra.
ABEJA 1.— Aunque hayamos ensayado horas y horas, hasta sabernos todos los papeles
de todos. Aunque estas paredes podrían hablarnos de ilusiones y de desilusiones, de ri-
sas y de silencios. A lo mejor, de mucho teatro y de poca vida.

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Primera vez · Suite ADSLscente

ZÁNGANO 1.— O, a lo mejor, de mucha vida y de poco teatro. Pero ¿quién puede saberlo?
Tal vez ustedes, tal vez nosotros. Bien, prepárense y ajústense los cinturones porque
esta montaña rusa va a empezar. ¿Cómo se llama nuestra montaña rusa? PRIMERA VEZ,
suite adolescente.
Canción de la primera vez
Letra y música de Juan Carlos Múgica

La primera vez que besé,


la primera vez que adoré,
que miré cara a cara a la vida
y sentí que no era un juego de niños:
por primera vez yo,
mano a mano mi vida y yo.
Por primera vez con mi sombra,
por primera vez con mi historia,
obligado a elegir,
levantando mi libertad.
Por primera vez yo,
mano a mano mi vida y yo.
La noche, el peligro,
virtudes y vicios,
hacer lo correcto,
probar lo prohibido,
mis miedos, tus dudas,
tu vida, mi vida:
me toca jugar la partida.
Murmullos, rumores,
secretos a voces,
pasiones, derroches,
amor, desamores,
encuentros, reproches:
heridas de vida.
Me toca jugar la partida

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Primera vez que me falló un amigo

Momento uno
Personajes: NOVIETA, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, MIKEL

Barrio de Ermitagaña. Pasaje de la Luna, junto a la estatua que representa a


La Tramontana. Un grupo de jóvenes. Los chicos en ristra, con sus camisas an-
chas, sus gorras beisboleras, su parafernalia skater, hiphopera o comosequie-
ra. Las chicas, a tono, preparadas para el finde.

NOVIETA.— (Maniobrando un móvil.) Ya está. Ya le he enviado el SMS a Mikel. A ver si


aligera el tío. Qué plasta que es.
CHICO 1.— Sobrao, menuda mierda para comenzar el finde…
CHICO 2.— Tú tampoco te quejes, que el muerto le ha caído a Mikel. (Todos se ríen.)
CHICO 1.— (A la NOVIETA, reparando en su móvil nuevo.) Anda, a ver tía, déjame ¿Es el
que ha sacado Orange con bluetooth? Qué molón. Mira, tú, qué pasada. (CHICO 1 y CHI-
CO 2 se enfrascan en las prestaciones del nuevo modelo de móvil.)

CHICA 2.— Mira que sois infantiles los tíos ¿Eh? De verdad. Jo, la Patri me ha dicho que
a las ocho la peña se va para Los Burgos, a ver qué hacemos. (Las chicas se impacien-
tan. La NOVIETA les quita el móvil a CHICO 1 y CHICO 2, que protestan.)
CHICO 1 y CHICO 2.— ¡Eh!
NOVIETA.— ¿Yo qué quieres que le haga? Tía, cuando venga Mikel, lo capo.
CHICA 2.— ¿Pero quién era?

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Primera vez · Suite ADSLscente

NOVIETA.— Yo qué sé. Un tío de su madre. Alguien de su pueblo.


CHICO 2.— Eh, a todo esto, ¿Habéis puesto fondo?
CHICA 2.— Todos menos tú. Que como no pongas la pasta, ya de ya, vas a privar de la
fuente de la Navarrería. (CHICO 2 le entrega el billete.)
NOVIETA.— A ver si Mikel tiene suerte y se estira alguno dentro.
CHICO 2.— Es que estos saraos son el copón. Con los viejales ya se sabe. Siempre roban-
do oxígeno, siempre dando la nota.
CHICO 1.— Ya pero estas movidas molan. Al final, los viejos se enrollan. Que si no te he
visto en mil años, que si tal, que si cual, y te sueltan veinte eurazos por toda la cara.
CHICO 2.— En los pueblos, sobre todo, se monta un desmadre en estos mogollones… Dos
o tres días donde nadie sabe dónde está nadie. Y tú a tu bola.

(Sale MIKEL. Todos se apeñuscan en su torno, abroncándole por el plantón.)

CHICO 1.— ¿Qué?


MIKEL.— Que a mi madre se le va la güendi, os lo juro
CHICA 2.— Bueno ¿Nos vamos? Paso de hacer más la estatua.
MIKEL.— Que quería que me despidiera, ¡con un beso!
CHICO 2.— Ay, con un beso. ¿Con lengua?
NOVIETA.— Oye, tú, so mamón. Será un beso en el cristal de la tapa.
MIKEL.— Encima va y dice, ahí, delante de todos: ¡Qué guapo está mi Sinesio! Os lo juro,
qué yuyu.
CHICO 2.— Eh, eh, tú a tu vieja la tienes que mandar a Cuarto Milenio.
MIKEL.— Yo era la primera vez que veía… ¡un muerto! Y que haya gente que vaya a es-
tos sitios. Hasta había uno contando chistes en una esquina.
CHICA 2.— Es que las viejas son las peores. Se miran a ver quién está más acabada y quién
tiene mayor cosque, se cuentan sus enfermedades. Llora una y lloran todas, le echan
un padrenuestro y siguen despellejando a alguien.
NOVIETA.— Y siempre hay alguna que se ríe como una gallina.

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Primera vez que me falló un amigo

CHICO 1.— Sí pues los hombres, con la excusa de echar un cigarrito… Anda si no al Ga-
llipot. Hay alguno que se ha echado tres cervezas lo mínimo.
CHICO 2.— Sí, sí, los adultos, para morirse de risa.
NOVIETA.— Bueno, ¿nos vamos o qué?
MIKEL.— (Muestra triunfante varios billetes de diez y veinte euros.) Chicos, chicos, ¿quién
tiene cambio?
CHICO 1.— Hostia, colegas, hoy el botellón a la salud del Silicio.
CHICA 2.— Que no era Silicio, animal, ¡que era Sempronio!
CHICO 1.— ¿Qué más da? Va, que nos vamos ya (Felices y despreocupados inician la sali-
da de escena.)
CHICO 2.— Tío, Mikel, te tienes que mercar una ginebra pero guapa-guapa. ¿Eh?

(Desfilan.)

Momento dos
Personajes: CHICA 1, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, CHICO 3

Barrio de Ermitagaña. Pasaje de la Luna, junto a la estatua que representa a


la Tramontana. Un grupo de jóvenes en su último año de bachillerato. Visten
con cierta seriedad. Americana sobre vaqueros, colores oscuros, pocas carnes
a la vista. En un principio parece que se hubieran peleado, ya que evitan mi-
rarse y se rehuyen, cada quien enfrascado en no se sabe qué pensamientos.

CHICO 1.— (Tras un silencio hostil, habla con voz plana.) Un marica entra en un bar…
CHICA 1.— (Rápida.) Cállate. (Silencio.)
CHICO 1.— Un marica entra en un bar…
CHICA 2.— No tiene gracia. (Silencio.)
CHICO 2.— No, no tiene ni puta gracia. (Silencio.)
CHICO 1.— Pues antes bien que nos reíamos (Silencio.)

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Primera vez · Suite ADSLscente

CHICO 3.— Antes, sí. Antes. (Silencio.)


CHICA 2- Pero no del chiste. A mí nunca me han hecho gracia los chistes de homose-
xuales. (Silencio.) Ni los de tartamudos, ni los de gangosos. (Silencio.) Yo con Raúl me
reía por otras cosas. (Silencio.)
CHICO 1.— (Se va exaltando poco a poco.) Pues yo, yo me los voy a apuntar todos. Todos
me los voy a apuntar. Para que no se me olviden, ¿sabéis? Y también sus frases célebres.
Y sus paridas. Sus chistes. Me voy a hacer para mí solo un archivo con todas las frases
celebres y las paridas de Raúl. Un archivo. Y lo colgaré en Internet. Para que lo vean en
el quinto coño. (Agresivo, a los demás.) ¿Por qué los chinos tienen los ojos así?, ¿Eh?
¿Por qué? Pues porque el arroz estriñe. Cría cuervos y tendrás muchos. Oiga, ¿cuánto
cuesta el bus? Un euro. Bueno, ¡pues me lo quedo! Oiga, ¿tienen bocadillos ricos ricos?
Hombre, depende. Bueno, pues póngame uno, pero con mucho pende. Dos espermato-
zoides iban haciendo una carrera y…

(La voz se le ahoga. Mientras el CHICO 1 iba diciendo de manera cada vez más
atropellada los chistes, la CHICA 1 se ha ido acercando a él.)

CHICA 1.— Íñigo, no grites, te van a oír en todo el tanatorio. Todos, todos estamos con-
tigo. Va. Saca el movil, ¿Quieres apuntar para la página web de Raúl? (Susurrando.) ¿Te
acuerdas de lo que nos decía cuando nos iba a contar un chiste malo? Pero es más malo
que un bocata de polvorones con mayonesa.

(El final de la tontería de Raúl no lo hemos escuchado pues está lleno de inti-
mismo y complicidad entre CHICA 1 y CHICO 1. Los demás se van acercando a
ellos. Ahora están más juntos, como dándose apoyo y calor. Contribuyendo a
engrosar el archivo de CHICO 1, van susurrando sus aportaciones, que él va es-
cribiendo en su móvil. Apenas se escuchan algunas palabras sueltas. Sólo se
les oye con claridad cuando se dirigen al público.)

CHICO 2.— Va venga, apunta este otro: Parece que El Corbatas da las clases en chino. Chi
no le entiendes, que te jodan.
CHICA 2.— Y lo que decía cada vez que salía de un examen de física: no sé si cortarme
las venas o dejármelas largas.
CHICO 3.— (Casi inaudible.) Un tío entra en un café y hace… ¡chof! (Alto, al público.)
Raúl Esparza, nuestro amigo, tiene 17 años.

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Primera vez que me falló un amigo

CHICA 1.— (Alto, al público.) En junio de 2009 terminará segundo de Bachillerato y apro-
bará la Selectividad con un 6,8. Aunque no es muy estudioso.
CHICO 2.— Pero, cuando le exigen, él responde. En el 2013 terminará sus estudios de
Ingeniería Industrial en la UPNA. Aunque, bueno, no es muy estudioso. (Casi inaudi-
ble.) A quien madruga…
CHICA 2.— (Alto, al público.) Allí, en la UPNA, Raúl conocerá a Elena. Su gran amor. Dos
hijos: Amaia y Jon.
CHICO 3.— Trabajará un tiempo en Estrasburgo. Aunque no es muy trabajador.
CHICA 1.— No sé si decirlo. Sí. Tendrá un asuntillo con una compañera de Polonia. Su
matrimonio sobrevivirá. Pero nunca será lo mismo.
CHICO 3.— Y entonces los cuatro volverán a Pamplona en el 2020. Y tendrán un chalet
en Larrasoaña.
CHICA 1.— Raúl sobrevive a un cáncer linfático y Elena a una mastectomía.
CHICO 2.— Podríamos decir (mira a sus compañeros.) que ha sido un hombre feliz. ¿No?
(Los otros asienten.)
CHICA 2.— Raúl no ve la curva. No ve la curva. Tiene dieciséis años, casi diecisiete. Para
todo hay una primera vez. Para ver la muerte y para morir.
CHICA 1.— Raúl no es muy estudioso. Pero, cuando le exigen, él responde, Raúl. (Un
nuevo silencio lleno de respeto. El grupo vuelve a la realidad.)
CHICA 2.— ¿Entramos otra vez?
CHICO 1.— Entrad vosotros, si queréis. Desde ahora Raúl va a vivir en Internet. Uve do-
ble, uve doble, uve doble, raulesparza, punto, com. (Y CHICO 1 sigue tecleando furioso
en su móvil.)

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Momento tres
Personaje: CHICA

(A la vez que los amigos de Raúl salen de escena, aparece la CHICA. Se sienta
y habla con calidez al público.)

CHICA.— A mi abuelo yo lo quise mucho. Se llamaba Cándido (Se ríe.) Desde luego, hay
que ver qué nombrecitos cascaban antes. Yo le recuerdo siempre viejecito, y con la tira
de años. Pero a mí me parecía que no iba a morirse nunca. Cuando yo era pequeña, mi
abuelo fue mi compañero de juegos. Y luego, más tarde, cuando empecé a tener secre-
tos, mi abuelo fue mi confidente. Sí, vaya, mi primer amigo. Yo le partía el pan en la
mesa, en cuadraditos. Ahora me doy cuenta de que tendría Parkinson o algo así, por-
que le temblaba siempre mucho la mano. Bueno, y a nosotros eso nos hacía reír un mon-
tón. Vivíamos con él, en su casa de siempre. (Pausa evocadora.) Bueno, pues se murió
mi abuelo Cándido. Eso me gustó. Quiero decir, me gustó que se muriese así, porque
mi abuelo se murió en su casa. Se murió en su casa. Eso es lo que recuerdo, y eso es lo
que os quiero contar hoy. La primera vez que vi la muerte. No sé. Fue sin que me vie-
sen mis padres. Mientras esperábamos para que se lo llevaran. Entré en su habitación,
como había hecho tantas veces. Estaba sobre la cama, completamente vestido. Parecía
dormido. Me acerqué a él y le toqué la cara. Me picó la barba, como cuando me besaba.
Eso me gustó. Qué raro. Me pareció una muerte tan dulce. Cuánta paz.

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Primera ex-regla

Personajes: MAYCA, MADRE, en off.

MAYCA, adolescente con un aire de Amy Winehouse, roquera gurruño desvaída


mascadora de chicle lateralizado, medio repantingada en la silla de evidente con-
sulta médica. En el asiento de al lado, un bolso de señora y un foulard. Está sola.

MAYCA.— Sí, anda, mamá, vete al baño sin prisas, que esto va para rato. (Pausa.) Nada,
mi madre, que es una brasas. No te jode. Que no se le ocurre ahora, que llevamos media
hora esperando, que me cuenta otra vez (con voz paródica.) que cómo conoció a mi pa-
dre. ¿Es que no le cabe en la cabeza que si hay algo que odio es parecerme a ellos, joder?
Habrá leído en alguna de esas revistas chonis que compra esos artículos de «Uy, madre de
tu hija, sí, pero amiga también», «¿Por la calle? Por la calle se piensan que somos herma-
nas». (Otra vuelta al chicle. Se pone a cantar una letra de Violadores.) La Maider, la Maider
tiene toda la razón. Eso, eso sí que es pornografía sentimental. Ba-su-ra. (Paródica.) «Hija,
¿te he contado alguna vez como tuve mi primera regla?» Que sí, mamá, que un millón de
veces y que no quiero saberlo, tía. «Ay, pero tu ya eres una mujer y las mujeres debemos
apoyarnos en este mundo de hombres». (Ríe.) ¿Mujer? Mujer, dice. Ya, mujer. ¿Y cuándo
fue la última vez que un tío te miró el culo? Pero es que le da igual, a la tía… es una bra-
sas, y es que se mete hasta la cocina, como los tíos en Artsaia. Que si a ella su madre no la
preparó, porque eran otros tiempos, que antes los padres, puff, para rato, bueno, y toda
esa monserga. Y luego ya, los detallitos. Un día que estando en clase notó… bueno, no sé
qué, y que la madre Amparito se la llevó y que le dijo que el Señor la había hecho mujer.
Joder, que vivimos en el siglo XXI ya va siendo hora de que… (Nota un amago de vómito.
Se aprieta el vientre con color.) «Hija, hija, con estos dolores no puedes seguir. Te voy a te-
ner que llevar a Andraize.» (Le vuelven los dolores.) Rediós. Joe, ¿Por qué tiene que se-

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guir doliéndonos tanto? (Respira.) Si los tíos tuvieran la regla, ya hubieran inventado algo
para quitarse esto. Son unos quejicas los tíos. Pero es que si hasta tienen inventado un
aparato para estirarse la polla, que es que da risa. Joe, si es que hasta la anuncian en la
teletienda (Se escojona.) Fijo que es que hasta el de lengua lo tiene, joder. Lo peor, lo peor
no es que tu madre te cuente sus confidencias. Ojalá. Lo peor es que espera que tú se las
devuelvas a ella. (Paródica.) Que por qué no confío en ella me dice. ¿Para qué, para que
toda la avenida Bayona lleve el calendario de mis reglas? Paso. Pero si ni siguiera se ente-
ró del día en que me vino, joder. A ver, que yo ya me conocía el bacalao perfectamente. A
todas las de mi cuadrilla ya les había bajado. Todas con todo en su sitio y yo, mosca. Pues
menuda lacha. Y no me faltaba más que eso, mi madre, enseñándome cómo se pone «una
compresa con alitas». Una monada. «Hija, que no sé qué tenemos las madres, que hasta
sabemos cuándo os va a bajar la regla.» Ya. Sí, eso se creen ellas. Solidaridad femenina,
no te jode. Ah, y que a todas las de la cuadrilla nos baja a la vez. Eso, todas dando la nota
a la vez, como los coros de Eurovisión. Las madres es que creen que saben todo lo que te
pasa. Por dentro y por fuera. «Hija, no comas chocolate, que te van a salir granitos». Ya,
sí, en la matriz. «Ese chico que te llama… parece que le gustas… y su familia, ¿qué tal?
¿No viste un poco oscuro?» ¿Oscuro? Mamá, es neogótico. ¿Qué quieres? ¿Que lleve unas
Adidas y un peto naranja de la Cruz Roja? Es que, ya lo que no aguanto es la vocecita, la
puta vocecita… «Mayca, cui-da-do con los chicos, cui-da-do con los chicos, ¿eh?». Sí,
mamá, si ya me lo decía la abuela –mi abuela, que es el copón- «Mayca, los hombres, an-
tes de meter, prometer». (Pausa.) Pues sí, mamá, me jode, pues claro que me jode. Pero
es que los tíos son así. Bueno, por lo menos Linux, Linux es así. El mierda ese de neogóti-
co. Ese, ese mejor que no prometa nada. (Pausa.) Es un rajado. Cabrón, ha salido huyen-
do en cuanto se ha olido el bombo. Claro, se había metido de todo y ahora dice que no se
acuerda. (Pausa.) Mira, mamá, mamá-hermana, o mamá-amiga, si no te hubieras empe-
ñado, yo no habría venido. Mamá, que no vengo por mí. Mamá, que vengo por ti. Para que
te enteres de una vez por qué es la primera vez, la primera vez que no me viene la regla.
(Se echa a llorar.) Mamá, mamá, ¿qué voy a hacer? Mamá…

(Sonido de puerta. Entra la MADRE, aunque el sonido de la puerta y las pala-


bras de la MADRE proceden de fuera de escena.)

MADRE.— Pero, hija, tranquila. Son cosas de mujeres. Ya verás cómo no es nada, cómo
el médico nos dice qué es lo que te pasa. Ay… ves, tanto hacerte la dura. Si eres sólo
una niña…

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Primer puntico y seguido

Personajes: ENTRENADOR, JUGADORES 1, 2, 3, 4 Y 5, JUGADORAS 1, 2 Y 3

Por el pasillo central de la sala entran el entrenador y su equipo a ritmo de es-


tridente silbato. Suben a escena jadeantes y sudorosos.

ENTRENADOR. – Vamos, come on, ¿a qué esperáis? Vamos, vamos, oh, my God, come on,
alegría. Vamos, más rápido, come on, no tengo todo el día. Ay, el alcohol, el alcohol…
Cualquiera sabe lo que hicimos anoche, ¿eh? A lo peor, ni vosotros mismos. (Ríe.) La
primera vez que yo me… Por cierto, ahora al, al… ¿cómo le dicen…? You know eh…
well, Atención. Deporte y cultura para antes de la ducha. Ahora a la…a la masca, al al-
piste, al, al drinki, ¿cómo le llamas… tú?
JUGADOR 1.— Cogerse un pedal, pisha. El del año pasado en la comunión de mi herma-
na la Rosarito. Ahí, en el Martintxo. Vino un primo de Huelva. Joé, si el chaval no co-
nocía el pacharán con hielo… No le dejes solo, Antonio, no le dejes solo. Eso decía mi
madre y… Y eso hice.
ENTRENADOR.— También en el alcohol hay un decálogo, amigo mío. Norma number one.
Beber no es obligatorio. Hay quien piensa que nadie que beba es un donnadie. Sin em-
bargo, hay mucho julandrón por ahí amorrado a una botella y sostenido por una barra.
Sigamos. A cogerse un pedal ¿cómo le llamas… tú?
JUGADOR 2.— (Con acento de la Ribera de Navarra.) Pillarse un puntico. Mi primer punti-
co. Mira el muete, mira el muete, qué alegrico. Hay que ver cómo chupa los hielos. Ten-
drá sed, con esta calorina. Toma, salao, toma un culico del vaso del tío. Si no es nada.

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El muetico era yo y tenía cinco años. Son tradiciones familiares. Que no se pierdan. La
familia (voz mafiosa.) es lo más importante.
ENTRENADOR.— Norma number two. Cuidadín con la familia. Toda droga es mala. Espe-
cialmente la tradición. Well,a pillarse un puntico ¿cómo le llamas… tú?
JUGADORA 1.— (Caribeña.) Ajumarse. Ahumarse dirían ustedes. No sé, mi amol, que tie-
ne que ver el jumo/humo con el trago. Allá, en la noche, en la playa, nos pasábamos la
botella en el agua. Ron. Como ven ustedes, no me ahogué.
ENTRENADOR.— Norma number three. Todo cuerpo sumergido en alcohol desplaza un vo-
lumen de fluidos corporales como, orina, vomitona, mocos… proporcional al del líqui-
do bebido. Porque nadie flota en alcohol. Well, excepto en los tanques del Anatómico
Forense. Well. Al ajumarse ¿cómo le llamas tú?
JUGADOR 3.— (Con acento de la montaña navarra.) Tajarse. Fue en el velorio de mi tío
Xabier. En el pueblo, ¿quién no tiene pueblo? Ahí va la hostia. Los hombres, fuera. Cla-
ro, hacía calor, el veranito, bebiendo una cervecita. Las mujeres consolando a mi ama-
txi Juanita. Mi amatxi, había que verla, de negro riguroso y con un vaso de tubo tam-
bién de negro. Era cocacola, sí, pero aliviada con ginebra. Bueno, la proporción no la
sé. Ené, Santa Bárbara bendita. Qué tragos para una madre, decía. Se sorbía los mocos
y, hala, lingotazo. A mí me pareció mal que mi amatxi pasara el trago sola. Ni vomité ni
nada. ¡Como un señor! Las lágrimas incluso me vinieron bien. Pues sí que quería el mu-
til a su tío Xabier, decía la Vicenta. ¿La Vicenta? Una vecina muy cotilla del pueblo.
ENTRENADOR.— Norma number four. Las penas con pan, son menos. Y con vino, ni te digo
al principio del camino. Lo mismo pasa con las alegrías. A buen comer, tres veces be-
ber. Well, sigamos. ¿Al tajarse, cómo lo llamas tú?
JUGADOR 4.— Hacerle una visitica a San Fermín. ¿Pero qué pregunta es esta? Soy de Pam-
plona y me llamo Fermín Javier. ¿Pues cuándo iba a ser? Un seis de junio, ayvalaostia.
(Hace el gesto del periódico frente a la hornacina dominicana.) ¡Viva San Fermín! Gora!
¿El capullo de la cámara no tenía otro sitio a donde enfocar? Me reconocieron hasta mis
amigos de Benavente. ¿Que dónde está Benavente? (Haciéndose el borracho.) En Cádiz,
¿o es en Teruel? La noche me confunde.
ENTRENADOR.— Norma number five. No hay fiesta sin alcohol. ¿O sí? Pero no hay alcohol
sin fiestas. ¿O no? Well, sigamos. A la visitica a San Fermín, ¿cómo la llamas tú?

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Primer puntico y seguido

JUGADORA 2.— Hacer botellón. Yo le llamo hacer botellón. ¿Cómo que no? Si haces bote-
llón, tienes que emborracharte. El más rápido, gana. Y lo mejor para subirse es el TGV:
tequila, ginebra y vodka.
ENTRENADOR.— Oh, pero es que, después de todo lo escuchado, habría que preguntarse
si la borrachera debe ser una consecuencia del beber. ¿No lo habíais pensado? La taja-
da, ya se sabe, se cura al día siguiente. Pero tiene un grave problema. Y esa es la norma
number 6. Emborracharse impide seguir bebiendo. Seguir bebiendo impide seguir vi-
viendo. ¿Y tú?
JUGADORA 3.— ¿Mi primera vez? Mi primera vez no fue nunca. ¿Qué pasa? ¿Es obligato-
rio o qué? Ah, privar. La priva, a mí no me priva.
ENTRENADOR.— Norma number seven. También en el alcohol hay excepciones. Cosas de
la libertad. Siempre se puede optar por el cerebro o el hígado. ¿Y tú?
JUGADOR 5.— Una moñacogorza. La chavala, Olga, estudia en las francesas. Estábamos
en la Plaza de la O. Bajamos a Discosa. Compramos dos de cocacola por cada una de gi-
nebra. Que si te está mirando, que si no tienes cojones. Ahora o nunca. Fue una rela-
ción breve. Exprés, casi. Me mandó a la mierda por plasta.
ENTRENADOR.— Los mayores solían creer que una mujer no bebía. Oh, una dama no bebe.
Bueno, excepto Ava Gardner y Rita Hayworth. No, Marilyn no cuenta. ¿Y Kate Moss?
¿Quién es? Oh my God, norma number eight. Es algo sobre el alcohol y el sexo. Pero me-
jor lo dejamos para los play-offs. ¿No? Well, ¿y tú?
JUGADORA 4.— Pues mamarse. Pero bien. El beber y el chupar siempre van de la mano.
Pues claro que las tías bebemos. Mi primera vez, mi hermana me llevó a una despedi-
da de soltera con sus amigas. A San Sebastian. Íbamos todas vestidas de negro, me-
nos la novia, que iba disfrazada de calamar. Total, que éramos un minibús de doce lo-
bas. Mi hermana les dijo a los porteros que yo tenía dieciocho tacos. Y, ya dentro, nadie
me dijo nada.
ENTRENADOR.— Well, well, well. Pues lo dicho. Los masáis cazan un león. En el fondo de
cada botella hay uno. Porque antes o después a todos nos toca pasar por un desfilade-
ro angosto, con forma de botella. La mayoría salimos con alguna herida. Pero, cuida-
do. Hay quien nunca sale del pozo de la botella. Y esa es la norma number nine. El león
nunca duerme. Come on, todo el mundo a la ducha. Jojojo, ¿A qué esperáis? Come on,
vamos, vamos, ¡Vamos! All right, vamos, come on, vamos (Ya a punto de salir de esce-

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Primera vez · Suite ADSLscente

na, regresa.) ¿Pero un decálogo no son diez normas? ¡Me falta la décima! Debe de ser
cosa del frío, yes. Well, well, well. Viva Gran Bretaña. God save the Queen.

(El ENTRENADOR saca una petaca del bolsillo y echa un traguito reconfortante.
Luego ofrece la petaca a un espectador. Oscuro.)

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Primer laberinto

Personajes: MARÍA, HUGO, ALBERTO, MIKHAELA

María
Sale a escena MARÍA. Lleva un amplio jersey asexuado que difumina sus for-
mas femeninas. Lleva también una carpeta con apuntes a la que se aferra
como su parapeto. Su peinado, su ropa, todo, todavía da la impresión de pe-
dirnos perdón por ser mujer.

MARÍA.— (Toda su intervención se puntea de silencios graves –los puntos suspensivos…–


cargaditos de razón y dolor. Todo lo dice despacito, acercándose a las astas de un toro que
siempre la ha corneado.) Frutera… Sí, la frutera. ¿Qué? ¿Que necesito explicarles a uste-
des por qué me llamaban así? … Pues porque soy, la que siempre llevaba a clase el mejor
par de melones… ¿Qué? ¿Que no lo han entendido? Pero si es muy gracioso, hombre, de
verdad. Mis pechos. (Los muestra fugazmente tras su carpeta.) ¿Qué? ¿Ahora tampoco?
Ahora sí, ¿no? Vamos, pues ríanse, ríanse. Sí, sobre todo los hombres, con su obsesión
eterna por las figuras redondas. Ríanse, no es la primera vez. La primera vez. Fue des-
pués del verano aquel que pasamos en Castellón. Hasta entonces yo era una enclenque.
A mis amigas les había crecido el pecho y tenían la regla y todo eso. Pero yo, no. El mar.
No sé. Una noche estábamos en la playa. La luna estaba llena. Ahí empezó todo. Mi cuer-
po ya nunca fue mío. Pero lo peor empezó en septiembre. Empezó el curso y lo tíos em-
pezaron a mirarme. Bueno, a mí, no. Miraban las tetas. Miraban mis tetas. A mí, ni ver-
me. Y era como si su interés las alimentara. Cuanto más las miraban, más crecían; cuanto
más crecían, más y más las miraban. A mí, ni verme. ¿Que qué hice? A lo mío. A estu-

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Primera vez · Suite ADSLscente

diar. A ser alguien. Y cuando el profesor preguntaba, a levantar la mano, escalando ha-
cia el futuro. Como si se pudiese alcanzar la montaña más alta con este par de tetas. Per-
dón. ¿Prefieren que diga pechos, como los viejos verdes? ¿O quizás senos, como los de
Corporación Dermoestética? Pero seguro que ustedes también las llaman tetas. Hasta
aquel día. Era primavera, tres primaveras atrás. El último trimestre. La profesora nos co-
mentaba ese cuadro de Delacroix, la-libertad-guiando-al-pueblo. Y se le ocurre pregun-
tar a Iker. «¿Que le diga el tema del cuadro, profa? No sé, paso palabra, profa. Pregunte
a la frutera, que ese es su tema». Todos se rieron. Todos. Y yo, pobre de mí, qué tontos
somos los listos, no entendí nada. ¿Frutera? Sí, por los melones, soltó una voz aprove-
chando el desmadre. Así, así me enteré. (Pausa.) Me pasé el fin de semana llorando. Des-
pués, ya no quería estar en clase. Demasiados cuchicheos, ya sin cortarse un pelo. Os po-
dría hacer un catálogo de todos los chistes y de todos los símiles que pueden hacer sobre
unas tetas los que nunca aprobarían un examen de literatura. Como en una clase de cien-
cias naturales, el listado vergonzoso de especies cobardes de tías que se ríen solamente
para complacer a los machitos de la clase. Dejémoslo. Algunos días me dejaban ir a la bi-
blioteca. Qué paz, la del manicomio de los libros. ¿Se han dado ustedes cuenta de la can-
tidad de gente que ha escrito sólo porque se reían de ellos? Seguramente sólo unos po-
cos han tenido quien les publique o quien les lea. Bien, durante tres años en esta casa
mis tetas iban por delante de mí, anunciándome, humillándome. ¿Qué podría decirles?
Primero, pues me dio por no comer. Para que no crecieran. Y después me dio por comer,
para que me creciera todo lo demás. Han sido años oscuros de demasiado sufrimiento
para mí y también para los de alrededor. Años de mentiras y de lágrimas. (Pausa amar-
ga, evocadora.) Pero si lo confieso aquí, ante ustedes, es porque eso para mí ha termina-
do. Ha terminado. Porque voy a seguir estudiando. Quiero viajar. Quiero aprender idio-
mas. El mundo es más grande que esta plaza de pueblo. Exijo que mi vida vaya más allá
de este fin de semana. Tanto mirarme las tetas pero a mí, ni verme, ¡ni verme! Pero aho-
ra, ahora estoy bien. Me ha salvado el Messenger. No soy la única. Otras chicas me han
abierto los ojos. No soy la única, pero mi vida es lo único que tengo. Lo único.

Hugo
A medio camino entre un skin y un neorromántico, entra HUGO.

HUGO.— ¿No? ¿Que yo no soy el único? Pues a mí me educaron haciendo que me creyera
que era único. ¿Usted ha leído a Sun-Tzu? El mayor estratega militar de toda la historia.
Con ustedes no voy a fingir. Tienen ahí mi expediente, así que saben perfectamente que

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Primer laberinto

tengo un C.I., es decir, cociente intelectual, de 148. Así que saben todo lo que leo. Sun-
Tzu dijo: Cuando el enemigo avanza, nosotros retrocedemos. Someter al enemigo sin lu-
cha. Warketing. Al principio no había enemigo. Yo tan sólo era un chico muy listo, algo
rarito, que pasaba el tiempo leyendo y tocando el violín (Grotesco pizzicato.) Al final, los
demás niños abandonaban sus esfuerzos por hacerme jugar con ellos. Las chicas, las chi-
cas no existían. Pero el enemigo avanzó cuando acabé la primaria y empecé la secunda-
ria. Ahí, ahí sí que había lobos que mordían. ¿Y el arma que más duele? (Se mira sus mu-
ñequeras metálicas, sus punteras metálicas, saca su navaja y la abre.) La palabra. Yo iba
por un pasillo y alguien dijo: ahí va el friqui ese, con su violín de mierda. Qué ingenuo
era yo. Me quedé parado, esperando a que un superhéroe bajara a darle una lección. Pero
los superhéroes, amiguitos, perdón, mi querido público, desaparecieron todos con la in-
fancia. Igual que los amigos. Fue tan sólo un segundo. ¿Qué hacer? ¿No decían todos que
yo era un chico único? ¿Usted que haría? Yo, C.I. de 148, usé la técnica del camuflaje.
Confundirme en el ambiente. Empecé a fijarme en cómo hablaban, en cómo vestían, en
cómo andaban. Enseguida entendí quién mandaba allí. Bastaba con ver las miraditas de
admiración de las chicas. ¿Que cómo me gané a aquellos predelincuentes? Muy fácil. Bas-
taba con adular al lobo alfa, al jefecillo del grupo. Fácil. Haciéndole pequeños favores en
los exámenes, diciéndole lo fuerte que era. Era tan imbécil que se tragaba eso de que era
listo. Así que, cuando vino la policía, les dijo que la idea de meter un virus en la intranet
del centro había sido cosa suya. Pobre Iñaki Berasategui. No se puede ser malo y tonto.
Hay que elegir. Ya lo dijo Noriega: al enemigo palo y plomo, y al amigo puente de plata.
¡Puente de plata! (Se ríe. Mira al público con desprecio por no entender su ironía.) ¡Joder,
puente de plata para que huya, friquis, que no entendéis nada! Da igual, el heredero era
yo. Con un montón de cachorros necesitados de un líder en la manada. A la manada no
se la puede tener ociosa, no. Hay que darles presas para que se entretengan. Desde en-
tonces soy el puto amo. Mientras los débiles mentales se dejan los cuernos para sacar un
tres con veintidós, yo me saco un ocho con la polla y a la vez me divierto con la fauna de
por aquí. Me dedico a la atención a la diversidad, como dice el tutor ese que no tiene ni
media hostia. Pero ahora ¿quiénes son los friquis? Los friquis son ellos, los demás. No te
jode, el esmirriado ese que iba en los recreos a la biblioteca para profundizar en las mate-
rias… Con sus pantalones de pinzas y su pelo con gomina, el muy jodido. (Con retintín.)
El viernes mis colegas y yo le dimos una verdadera lección de contrapunto. Tal y como le
dejamos los deditos no me va a volver a tocar el violín nunca más. Nunca más.

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Primera vez · Suite ADSLscente

Alberto
Sale a la luz ALBERTO. Es guapo, musculoso, pálido.

ALBERTO.— ¿Nunca más? Nunca más negaré lo que soy. Ni a mí, ni a los demás. Me ha cos-
tado tanto entender… (Al público.) Sí, yo entiendo. A veces las palabras son transparen-
tes. Yo entiendo. De pequeño, no había problemas, porque estar con otros chicos era lo
natural. Yo era el compinche perfecto. Subía hasta la rama más alta, entraba hasta el cuar-
to más oscuro, incluso compartía mi bocadillo. Si otro chico insultaba a un amigo, yo me
peleaba por él. (Pausa.) Pero de pronto llegan las chicas. Y ellos ya no me necesitaban.
Se lo pregunté a Rubén un día. «¿Oye, por qué cuando aparezco no estáis?» Me miró con
tristeza y me dijo «¿Qué crees que pensará la gente?» Eso me dijo. La gente. Yo ya sabía
perfectamente lo que pensaba la gente. Ellos me conocían mejor que yo mismo. Fue en
el pueblo de mis abuelos, en fiestas. Era así, las chicas siempre estaban a gusto conmi-
go. Yo no les pedía nada, las escuchaba, sus sueños, sus deseos. Risas, cuchicheos, se-
cretos. Lo normal. Hoy todo aquello me parece bastante tontorrón. Pero estaba la cua-
drilla de Jaime. Tres, mayores. Me vieron volviendo a casa. «¡Al pilón con el maricón!,
¡Al pilón con el maricón!, ¡Al pilón…!» Entre risas. Gritando en la plaza. Para que todo el
mundo oyera, y entendiera. (Pausa.) Porque todo el mundo lo sabe antes que tú. En el
instituto, las risitas en clase, los empujoncitos en las duchas, los dibujos obscenos en la
pizarra. Un día tu nombre, A-L-B-E-R-T-O, y en la O un pene enorme, brutal. Intenté vol-
verme invisible pero, pero no se puede. Era peor, se envalentonaban. Así que enseguida
empecé a provocarles. No me quedaba otra opción. (Ahora con pluma exagerada.) «¿No
sabías que todos somos bisexuales, Jon?» «Ay, Luis, pero que meti-culoso eres». Y en me-
dio del pasillo, «Ander, Ander, mira, toma esta flor es para ti». Humillándome, yo les hu-
millaba. (Pausa.) Y mientras todos tenían su primer amor, yo tenía el primer desamor. Y
el segundo. Y el tercero. (Pausa evocadora.) Si alguno más hubiera tenido mi coraje…
Pero no, entre los que me rodeaban había demasiado miedo. Yo lo conocía muy bien. Lo
veía en sus ojos, el miedo, ese miedo a pasar por este largo túnel, en el que por primera
vez se ríen de ti. Sí, de ti. Y entonces, sin que te lo esperes, estalla la palabra definitiva,
como una traca: mariquita, marica, maricón. Al final me acostumbré a ser mi mejor ami-
go. De los adultos y sus cadenas, mejor ni os hablo. ¿Para qué? ¿Mis profesores? Mejor,
callar. Acaban mandándote a hablar con el psicólogo. Y, como eres joven, pues, hasta
quieren que te cures. ¿Mis padres? Eso es lo mejor. Mi padre no se quiere enterar. Y mi
madre lo que no quiere es que se enteren los demás. No sé qué es peor. (Pausa.) Bien, el
año que viene me voy a vivir a Barcelona. Donde nadie me conozca. Ya ven. Voy a empe-
zar mi vida con dieciocho años. ¿Lo que espero? Llegar a la estación de Sants y dejar ol-
vidada mi maleta. Poder estrenar cada día una vida que ya, por fin, sí sea la mía.

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Primer laberinto

(Cuando ya todos los personajes habían dejado libre el escenario o se disponían


a marcharse, aparece MIKHAELA, como una espontánea que se tira al ruedo.)

Mikhaela
Una chica del Este (de Europa).

MIKHAELA.— «Dorul meu de e-asi cânta / Dealurile ar rasuna1». Esperad, un momento.


Que también para mí hubo una primera vez. «Oye, tú, rusa, ¿cómo te llamas?» Eu I che-
mare Mikhaela si şînt Rumanian. Me llamo Mikhaela. «¿Cómo?» Mikhaela. Y soy ruma-
na. «Rumana, ¡como mi hermana!» «¡Ha dicho que se llama Micaela! ¡Como mi agüe-
la!» «¿Qué has dicho antes?» He dicho: «Si pudiera cantar mi nostalgia, los montes
retumbarían!» «¿Pero esta chica qué coño dice?» No, checa no, rumana. «Y diría a los
bosques que quedaran sin hojas, y al trigo que no creciera, y a los árboles que no die-
ran fruto, ni vino las viñas». Para calmar mi nostalgia. Me llamo Mikhaela y soy ruma-
na. Y que hicieran chistes sobre mí a mí ni me rozaba. «¡Ojo con la cartera, ahí va la ru-
mana!» «En tu país, el robo es una profesión, ¿verdad?» « ¡Y pedir en la puerta del
Mabo!» En el país del que vengo un chiste es una caricia. Y sí, en Rumanía todos so-
mos gitanos. Ay, rumano, el que roba lo que tiene a mano. ¿La salida de mi laberinto?
Fue la educación. Estudiar, estudiar aquí, eso es lo único que me salvó.
«En algún lado debe estar la salida
de mi laberinto.
Eso es más que seguro.
Mas no eres tú quien la busca,
es ella la que viene a ti,
la que va
tras de ti desde el principio.
Y este laberinto, este laberinto
que está sólo en ti,
sólo en ti tendrá su salida.
Encuentra la salida2»

1. «Si yo pudiera cantar mi nostalgia / los montes retumbarían». Tomado del artículo de Mircea Elíade Dor, nostalgia
rumana, en http://www.filosofia.org/hem/194/esp/9430501a.htm
2. Del poema Laberinto, de Wislawa Szymborska (traducción de Geraldo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano: Dos puntos,
Montblanc, Tarragona, 2007).

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Primera vez · Suite ADSLscente

Un día, Cristina se acercó a mí y me explicó una palabra. Así comenzó todo. Y es que
después de tres años, soy yo la que le tiene que dejar los apuntes a la vaga de la Cristi.
¿Sabéis cuándo yo vi de verdad la puerta de mi laberinto? Era lunes. Entra Rafa y me
dice: «Menuda goleada le marcó tu equipo al Atleti». ¿Mi equipo? Pero si yo soy del Ste-
aua de Bucarest. «No, chica, no, el Barça. ¿No sabías que todos los del Barça son pola-
cos?» Y se rió hasta El Ecuaciones, que mira que es un profe serio. Y le dijo: «Rafa, tú
eres tonto, Mikhaela es rumana, no búlgara, no rusa, ni marciana. El marciano eres tú».
Y ese chiste, pues sí, lo pillé. Y nos reímos. Y ya. Ahora ayudo a los de inmigración con
los pobres rumanos que llegan aquí sin saber el idioma, y que, tras catorce horas de au-
tobús, no entienden lo que se les pide, y lo único que saben es que quieren una vida
mejor. Es doloroso dejar la tierra de tus padres. Cuando algún compañero me ve ha-
ciendo de intérprete con la policía, le digo, «ya ves, estaba pidiendo en el Eroski y me
pillaron robando un carro». «Para ser del Polo Norte, se te entiende muy bien el caste-
llano, neska rumana». Y yo les respondo: (imitando a los indios de las películas del oes-
te.) «¡Jao! ¡Rumana estar aprendiendo! ¡Ojo cartera! ¿Tirarme cacahuetes, mesedez?»
Y todos nos reímos. Pero yo, la primera.

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La primera vez

Personajes: JAVIER. LEIRE, DIABLO PUNK, RAKHI, DIABLO TENORIO, ADRI, DIABLO RO-
MEO, NINES

Uno: En casa de Javier


Música de agua que cae. En la oscuridad un rectángulo de luz que sale de una
puerta. Un joven, recién duchado, con una toalla por la cintura y otra por los
hombros. Se enciende la escena. Cuarto juvenil, actual. Pósteres, bufanda de Osa-
suna, estantería con libros varios, cedés, revistas. JAVIER entra en escena po-
niéndose el reloj en la muñeca. Mientras habla consigo mismo, se va secando.

JAVIER.— (Nervioso.) Javier, Javier, Javier, que tienes veinte minutos. (Se examina.) Que
es hoy. Hoy. Hoy es hoy. Hoy, por fin, vas a pillar cacho. Sí… hoy. El día D, el desem-
barco de Normandía. Una tregua en la guerra de los seis años. ¡La gala de segundo de
Bachillerato! Se acabó el instituto. Bueno, casi. Dentro de dos meses, tres, bueno claro
y eso si apruebo todas. ¡Bua, qué vértigo! Bueno, a ello, SuperJavi, que, como ahora te
entre el bajón, la cagas. Ay… ¿Qué me pongo para la graduación? ¿Qué me pongo, qué
me pongo? (Sale, más nervioso todavía.)

Dos: En casa de Leire


LEIRE, maquillada y alicatada, frente al espejo. Su cuarto es, desde luego, más
maduro; ni pósteres de tíos con torso tableta, ni ositos. Ya ha empezado con
láminas de pinturas o paisajes. LEIRE está hablando por su móvil. Al otro lado,
su madre, en una conversación ya sabida.

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Primera vez · Suite ADSLscente

LEIRE.— …que no, mamá, que ya no pienso cambiar de zapatos, ya te he dicho que hace
un mes que lo tengo decidido (…) Que no, que la cartera de mano tampoco. Ay, mamá,
que sí, que sí, mamá, que ya sé que tú estarías ideal con la dichosa cartera de mano y
los zapatos de imitación de Versace, que dan el pego tan bien, pero yo tengo otro esti-
lo (…) Oye, mamá, que me vas a hacer llegar tarde. Todavía estoy sin acabar de arre-
glarme (…) Ay, no, eso sí que no, mamá, como se te ocurra escaparte del curro para
venir a la puerta del insti, yo es que hago como que no te conozco, mamá (…) Que sí,
que nos haremos fotos. Que sí, que muchas, muchas fotos (…) Que sí (…) Ay, pues cla-
ro que te llamaré, pero no te voy a radiar la gala en directo, mamá. Ay, mamá, no me lo
digas más, por favor (…) Que ya sé que hay que tener cuidado, que la gente habla mu-
cho (…) Que no, mamá, si ya sabes que no me gusta beber… Ay, que sí, mamá, que sí,
que con los chicos también hay que tener cuidado (…) (LEIRE sonríe.) Bueno, en eso,
te doy toda la razón, absolutamente toda, porque de algunas que se dicen amigas, tam-
poco te puedes fiar (…) Ay, mamá, no me lo digas más, por favor, otro sermón, no…
(Se oye un timbre.) que estás siempre igual, chica (Otra vez suena el timbre.) Mira, que
me están llamando, te dejo (…) Adiós, pesada.

(Leire, atacada, cuelga el teléfono y sale de escena para abrir la puerta cuyo
timbre suena con insistencia.)

Tres: En casa de Javier


JAVIER.— (Cruza la escena con un traje en su percha, envuelto en su bolsa de tintorería.
Lo deja en cualquier parte.) Paso del traje que me hicieron ponerme para la boda de la
primita Anita, la pijita, la superdiez. Hostia, si cuando me lo probé parecía yo el vende-
dor de El Corte Inglés. No. Hoy quiero ser yo mismo. A la vieja, le diré lo que tenía pen-
sado: «¡Qué lástima, iba ya a salir de casa y se me cae por encima medio tazón del cola-
cao! Que quemaba, ya sabes, el microondas ese nuevo, que no sé cómo va… Que es
moderno incluso hasta para mí.» Bueno, pues a la tintorería otra vez el puto traje. Tú sí
que vas a ser fondo de armario, cabrón. No, yo hoy me juego mucho. No me quiero dis-
frazar. Sólo un poco, lo justo para que Leire se fije en mí. Claro, que si supiera cómo va
a ir ella. Le gusta mucho el negro. Pero estamos en mayo… A ella (cara de bobolón.)
como que le queda todo tan bien. ¡Leire, qué… buena que estás! (Se sonríe.) Y pensar
que hasta el curso pasado me parecía una creída. Pero qué va. Si sólo es timidez. Si lue-
go es tan simpática. (Tras su ensoñamiento, vuelven las prisas.) Hoy. De hoy no pasa.

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La primera vez

Tiene que ser hoy. Los globales nublan el horizonte estudiantil. El estrés se apodera de
la situación. (Imitando a alguien, mientras sale de escena.) «¡Que no se os olvide volver
a mirarlo para Selectividad! ¡No os fiéis! ¡Que el año pasado cayó este tema!» (Pausa.)

Cuatro: En casa de Leire


LEIRE vuelve a escena con dos chicas, sus amigas RAKHI y ADRI. RAKHI, más
conocida en su casa como Raquel, corresponde a un tipo femenino bien reco-
nocible por estas latitudes. Pelo corto, con puntas y flequillo. Mechas de colo-
res imposibles y lanzados. Grandes pendientes de aro. Collar étnico. Sandalias
planas. Pantalones indios, de tiro hasta las rodillas. Camiseta muy amplia de
tirantes. Chal triangular de flecos e hilos metalizados y bolso tipo macuto de
rayas horizontales. Todo su vestuario es de fiesta, según se advierte por los bri-
llos de los tejidos. Su manera de hablar es a veces un tanto desgarrada.
ADRI, Adriana, viene como para una boda de tronío. Zapatos de taconazo, que
más tarde serán motivo de conversación. Vestido de fiesta hasta los pies, echar-
pe de fantasía. Bolso de mano. Pelo recogido con estudiadas greñas sueltas.
Maquillaje un tanto exagerado. Adri gusta y lo sabe. Además, es inteligente,
educada y segura de sí misma.

LEIRE.— ¡Tías, qué pasada! ¡Pero qué guapas venís! (Besos, rueda de reconocimiento, as-
pavientos femeninos.) ¡Rakhi, pero que collar mas original llevas! ¿No? (Lo examina.)
RAKHI.— ¿Te gusta? Es la cadena de mi perra. Por si tengo que ladrar. (Se ríen.) Pero
mira, mira los zapatos de Adri, pregúntale a quién quiere pisar… (Examen y desfile de
ADRI.)
LEIRE.— ¡Uy, tía, pero qué taconazos!
ADRI.— (Coqueta.) Un mes entero me ha costado domarlos. Pero, ya sabéis, chicas, para
presumir, sufrir.
RAKHI.— Pues yo prefiero hacer sufrir. Ahora que, el Ojazos cuando te vea, se va a caer
de culo, pero de culo.
ADRI.— ¿Te parece? Si pasa de mí…
RAKHI.— Es gilipollas, como todos los tíos.
LEIRE.— Perdona, pues tú bien que te arrimas al Mastín…
RAKHI.— A las perras nos gusta que nos muerdan… ¡Guau!

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Primera vez · Suite ADSLscente

ADRI.— Desde luego, chicas, falta un mes de curso y nosotras aquí, como tres pavas,
deshojando la margarita. Si es que lo que no pase hoy, no pasará nunca. Vamos a hacer
como con la orientadora, cuando había que elegir estudios: o sea, primero descarta-
mos lo que no nos gusta. A ver, repasemos el género.
LEIRE.— (A ADRI.) Yo sí que necesito un repaso. Anda, arregla esto.

(Lo dice por su maquillaje. ADRI va retocándolo mientras las tres amigas ha-
cen el inventario del género masculino más potable de la promoción.)

LEIRE.— El Paquetero.
RAKHI.— El que no deja bulto sin tocar.
LAS TRES.— ¡Suspenso!
ADRI.— El Farmacéutico.
RAKHI.— Ese tío, menos la del día después, tiene todo tipo de pastillas. Y a su lado El
Chucho. Y no metas la pata, Leire. Que no se llama chucho, se llama Jesús, pero esta le
puso Chucho porque dice que va todo el día detrás de las tías con la lengua fuera.
LEIRE.— Y os olvidáis del Tabletas de chocolate.
RAKHI.— ¡Qué empalagoso de tío!
ADRI.— Pues está como un queso.
LEIRE.— Bueno, de agujeros, porque hay que ver lo capullo que es.
ADRI.— ¡Ah, y El Yogurín!
RAKHI.— Leche no sé, pero aceite pierde más que la moto Espinete.
ADRI.— Ay, chica, nadie es perfecto.
RAKHI.— Estarán El Granos, El Manoslargas…
ADRI.— No seas así, que nos deprimimos todas. Estarán… Fernando, ¿eh, Leire?, An-
der, Iker, Lucas…
RAKHI.— Con Ander, chupado. Hay que hablar de motos. El Valentino Rossi de 2º F. Lo
flipas, tía.
ADRI.— Y mira que es guapillo. Y, bueno, Iker no está nada mal. Desconectas un poqui-
llo cuando habla, porque es que el tío no calla. Y queda Javier, el del A, ¿Sabes?

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La primera vez

LEIRE.— Sí… ¿Y ese de qué va?


RAKHI.— No sé si se hace el interesante o es un pringao.
ADRI.— Ay, chica. No se entera de mucho. De chicas, quiero decir. Lo que pasa es que
es un poquito tímido.

(Suena de nuevo con insistencia el timbre de la puerta.)

LEIRE.— Chicas, chicas, que esa es Nines.


ADRI.— Ay, vamos, chicas, desfilando.

(Las tres salen de escena en gracioso desfile de modelos.)

Cinco: En casa de Javier


JAVIER.— (Volviendo a escena con un desodorante.) ¡Leire, tía buena! Es que como pase
de hoy y no le hayas dicho nada, yo, es que ya me la corto. Joder… pero… y si me dice
que no. No, no, no, que no te va a decir que no. Estoy seguro de que… ella… y tú…
Pero, claro, quién sabe. (Se echa exageradamente desodorante en cuello y axilas. Duda
un poco, pero se decide a echarse desodorante por el slip, que le escuece…) ¡Ay! Sufre,
SuperJavi, que quien más sabe siempre dice que con esto se vuelven locas. Después de
cenar, al Reverendos. Sí, sí. ¡Qué ojos, Leire y qué… y qué… ¡Javi, SuperJavi, que se te
van hacer las mil y todavía no has preparado ni la coartada del colacao. (Se detiene en
seco, aterrado.) Pero, después de cargarme el traje con el colacao… ¿Qué coño me pon-
go? ¡Ay, Leire, Leire, cuando estemos en el Reverendos, cómo me voy a fijar en tus ojos!
Esos ojos así, como entre verdes, azules, marrones…

(Mientras JAVIER se peina y repeina, ensayando miradas ante un espejo ine-


xistente, suena una musiquilla punk-rock. A continuación, el ruido estridente
de una moto macarra. Por entre los humos del tubo de escape, aparece, con
el uniforme completo, un diablillo punk.)

DIABLO PUNK.— ¿Ojos…? Tío, ¿le vas a mirar a los ojos? ¿Qué quieres ser, óptico o qué?
Chavalín, que tienes el punto de mira desviao. ¡Ojos! A las churris, nen, hay que mirar-
las bien, pero para ver donde agarrarte. Anda, déjate de ojos y asegúrate de que no te
den gato por conejo.

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Primera vez · Suite ADSLscente

JAVIER.— (Sigue en su ensoñación.) Ya, pero, mientras bailamos, ¿qué hago, qué le digo?

(Música adecuada para la materialización de un TENORIO vestido de ligón de


playa, guayabera, tatuaje en los brazos, gafas de sol fashion.)

DIABLO TENORIO.— La boca de una mujer, Javi, está compuesta por dos labios, dos, cuya
función básica es que alguien, preferentemente un hombre, los bese, Javi. En este caso,
¡tú! Tú, hombre.
JAVIER.— La verdad. Nunca he hablado con ella. A solas, quiero decir. Pero yo creo que a
mí me sonríe de una manera diferente. Ay… ¿cómo me acerco, cómo? ¿Cómo le hablo?

(Torpemente, vestido de algodón y fibras naturales, con camiseta de mensaje,


aparece DIABLO ROMEO.)

DIABLO ROMEO.— Con el corazón, Javier, con el corazón. Tienes que hablarle con el cora-
zón. Ay… pasa de estos, aprende: «Leire, el curso se acaba y, y una etapa se cierra. Y
tal vez nunca volvamos a vernos… Ha sido un año muy duro, Leire, y sólo tu presencia
lo ha hecho soportable…».
JAVIER.— Vale, vale, se trata de avanzar posiciones. Pero, ¿yo qué coño me pongo?
DIABLO PUNK.— Potencia, chaval, a las nenitas les impresiona la potencia. Una buena caza-
dora y un pantalón marcuti. Toma. Que vean que tienes caballos. (Le acerca una chupa.)
JAVIER.— No sé si pasaré calor con esto.
DIABLO TENORIO.— A las tías el calor se lo pone una buena marca, un pantalón Armani,
unas gafas Gucci… Y quien los sepa llevar, Javi. Lo mejor para el mejor. Toma, yogurín.
(Le da una bolsa con el logo de una marca cara.)
JAVIER.— Pues no, no quisiera que pensara que soy ni un chulo ni un pijo.
DIABLO ROMEO.— Pues claro que no. Pero para eso, lo mejor es suavidad. Algo sencillo.
Mira, una camiseta, pues con algún mensaje social o ecológico, alternativo. Y sobre todo,
que se dé cuenta de que eres un alma sensible. Como ella.
LOS TRES.— (Imperativos, mirando sus relojes, ante un JAVIER indeciso con sus tres bolsas
en la mano.) ¡Javier, vístete ya!

(JAVIER abandona la escena casi llevado en volandas por los tres diablos. A pun-
to de desaparecer, el DIABLO ROMEO se vuelve y habla directamente al público.)

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La primera vez

DIABLO ROMEO.— (Con risitas forzadas, un poco violento.) Hola, perdonen, yo venía sólo
por una bolsa. (Recoge la bolsa de las camisetas que había dejado atrás.) Ay, casi lo ol-
vido. A ver, que no sé, no sé si se habrán dado cuenta, pero es que, pues que nosotros
tres que, pues que no somos de verdad. Que nosotros tres sólo estamos vivos en la ca-
beza de Javier. Somos sus asesores de imagen… imaginarios. ¿Lo cogen, no? Pero, en
cambio, Raquel, Adri y Nines, pues sí son de verdad. Ellas sí son de carne y hueso. ¿Les
queda claro, no? Bien, pues nada, yo a lo mío. Hasta luego. (Sale.)

Seis: En casa de Leire


Vuelven las tres amigas acompañadas de NINES. NINES, Angelines, va vestida
entre novia y bailarina. Calentadores, mallas, y una faldita merengona con
puntillas. Pamela y velo. Entre nosotros, parece la madre de Bernarda Alba sin
cordera. Maquillaje de novia gótica.

NINES.— ¿A que no sabéis lo que me ha pasado, chicas?


LAS TRES.— (Tomándole el pelo, aunque ella no lo advierte.) Cuenta, cuenta…
NINES.— ¡Colopendo! O sea, mitad colosal y mitad estupendo. Me he encontrado con…
RAKHI.— ¿…Juan José Ballesta?
ADRI.— ¿…Benicio del Toro?
NINES.— Ay, no seáis tontas. Con un chico del instituto…
LAS TRES.— ¡No! ¡Colopendo! O sea, mitad colosal y mitad estupendo.
NINES.— (Misteriosa.) Pues no os voy a decir quién es… pero hemos quedado para luego.
RAKHI.— Pues el chavalín lo tiene así como difícil. (Mirando al traje.) Bueno, si se viste
de novio de tarta de bodas…
NINES.— ¿A que mola?
ADRI.— Es ultrafashion.
RAKHI.— La megahostia.
LEIRE.— No tengo palabras…
NINES.— He customizado el traje de novia de mi tía Angelines.
LEIRE.— ¿Tu madrina?

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RAKHI.— ¿La que se quedó viuda al poco de casarse?


ADRI.— Qué buena tu tía… ¿no?
NINES.— Sí, sí, vosotras reíros, pero no está la cosa como para gastar pasta. Que como siga
esto de la crisis, a mi padre lo van a echar de la fábrica. Pero, venga, chicas, alegría…
ADRI.— Si tú lo dices… ¿y qué vas a hacer el año que viene, Nines?
NINES.— No sé… había pensado un ciclo formativo.
LEIRE.— Pero no querías hacer psicología…
NINES.— No importa. Esta noche mi suerte puede cambiar. ¡La de todas! El hombre de
mi vida me espera. Ja… es tan guapo…
LEIRE.— ¿Ja…?
RAKHI.— (Como en un aparte.) La que no corre, vuela.
ADRI.— Claro que sí, Nines. Te mereces lo mejor. (Abracete.)
LEIRE.— (Deportiva.) Ojalá tengas suerte…
NINES.— No sé. Es tan tímido… Pero hoy lo despierto…
RAKHI.— Eso, y lo vuelves a meter en la cama. Cuéntale el cuento de Caperucita, tía loba.
ADRI.— Chicas, ¿y si nos damos el último retoque?
TODAS.— ¡Colopendo! (Salen, eufóricas.)

Siete: En casa de Javier


JAVIER vuelve a escena vestido con pantalones de marca y gafas de sol, cami-
seta con mensaje ecologista y chupa multicremalleras. Lo siguen, terminando
de vestirlo, los TRES DIABLOS.

JAVIER.— Entonces… la veo ¿y qué?


DIABLO PUNK.— Lo primero, a muerte. Invítala a una copa. El alcohol suelta la lengua,
las manos, los botones… Y nada de «¿quieres tomar algo?» Ve allí con la copa en la
mano. «Toma. Prueba esto. Está hecho para ti.»
JAVIER.— Pero, ¿le gustará bailar, no?

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La primera vez

DIABLO TENORIO.— ¡Atento a la música, Javi!, ¡Atento a la música! Es la señal de salida.


El que baila primero, tiene mucho ganado. Atento. Se las coge de aquí y de aquí. ¿Lo
vas pillando, Javierito? Que no te vea dudas, Javi. Tú marcas la distancia. Tú marcas la
distancia, acuérdate. Y no lo olvides, el mar está lleno de mujeres. Y todas, todas están
esperando salir fuera del agua.
JAVIER.— Pero… ¿y de qué hablo?
DIABLO ROMEO.— ¿De qué vas a hablar? Pues de ti, de ella, y de vosotros. Aprende: «Lei-
re, desde el primer momento en que te vi… He sido un tonto, que no te he dicho nada…
Pero hoy me he dado cuenta de que tú… Tú y yo… y esta noche mágica… ¿quieres pa-
sear?» Y entonces ella dirá…
JAVIER.— Ya, pero… ¿y cómo voy a saber yo lo que le apetece?
DIABLO PUNK.— ¿Tú no sabes que en el culo del vaso se derriten los cubitos con el ca-
lor? Joder, pues a ver si te enteras, que la lengua sirve más que para hablar.
JAVIER.— Vale, me dice que sí, que bailemos.
DIABLO TENORIO.— (Mientras le da el visto bueno.) Que sufra primero. Hay que ablandar
la carne hasta que se ponga tierna. Que te vea hablar con su amiga –ya le diréis más
tarde que hablabais de ella-. La suerte de la fea, la guapa la desea. No falla, chico. En
cuanto aumenta la oferta, caen los precios, Javi.
JAVIER.— (Al DIABLO ROMEO.) ¿Y por dónde paseamos?
DIABLO ROMEO.— ¿Por dónde? ¿Por dónde vas a pasear? Pero si va a llegar la primavera.
El mejor momento para tumbarse en el esplendor de la hierba. ¡Al parque Yamaguchi!
Te quitas la chaqueta, la usas de manta, y os tumbáis debajo de un árbol. Ella mirará a
la luna. Tú la miras a ella. Ella te hablará de sus padres o yo qué sé, de algo que a ti no
te importa. A ti te da igual lo que hable ella. Tú le hablas de su piel. La palabra piel, fí-
jate, les encanta. Su piel, su piel estará encendida. Verás cómo tus labios lo notan.
JAVIER.— Y si… ¿y cuando se me acaben las palabras qué…?
DIABLO PUNK.— ¿Qué pasa? ¿No tienes manos tú o qué? Puede haber canciones sin le-
tras. Pero todas se tocan, chavalín. Anda, dale al instrumental. Primera nota. Brazo por
el hombro. Segunda, mano en la cintura. Tercera, busca la cremallera como quien ha
perdido las llaves. Cuarta, la giras hacia ti. Estáis de frente. ¿Necesitas manual de ins-
trucciones, Javierito?
JAVIER.— (Con expresión de extrema dificultad.) ¡Mierda!

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LOS TRES DIABLOS.— ¿Qué coño te pasa ahora, Javi, tío?


JAVIER.— ¡Hostia, tíos, es que con los nervios me estoy meando!

(JAVIER sale de escena seguido de los DIABLOS que ya empiezan a perder la pa-
ciencia.)

Ocho: En casa de Leire


(La música introduce un cambio de tono en la escena, que ahora se vuelve más
intimista. Las amigas retocan su maquillaje frente a un espejito de mano, a la
vez que escuchamos sus pensamientos.)

NINES.— Por favor, que empiece hoy el primer día de mi nueva vida. Y que tenga alguien
con quien compartirlo. Alguien que pueda entender lo que hay debajo de este traje ri-
dículo y de este proyecto de no-futuro. Creemos ser inmortales, que nada malo nos pa-
sará. Pero pasa. Ánimo, Nines, déjate llevar y olvida. Olvida.
RAKHI.— Dicen que no se olvida nunca. Dicen que duele. No, Raquel, no se olvida nun-
ca el primer amor. ¿Por qué nadie me abraza? Bastaría eso. (Se abraza a sí misma.) ¿No
notas el calor que empieza a quemarme? Pero no será para el primero que descubra mi
secreto. Si no estoy enamorada, no. ¿Cómo sabré si estoy enamorada? A lo mejor cuan-
do aprenda a quererme a mí misma. Dicen que la primera vez que se ama es la última
que se ama. Tíos. ¿Qué se puede esperar?
ADRI.— Estoy tan cansada de ser una chica diez… tan cansada de tragarme mis miedos.
Mi miedo a defraudar. Tan guapa y tan lista que es que parezco tonta. (Con tristeza.) Yo
no estoy, no… Soy un trofeo. Las tías me odian y los tíos me temen. Menos alguno, cla-
ro. ¿Aquello era amor? Él decía que sí. Él. Una y no más. Lo juro. Que hoy cuando me be-
sen, ni siquiera digo quién, que me besen de verdad. De verdad. Y que yo esté allí.
LEIRE.— Miedo a que me duela. Miedo a quedar embarazada. Miedo a que me tomen por
puta. Miedo a dejar de ser niña. Miedo a convertirme en mujer. ¿Estoy preparada? No
entiendo qué me pasa. Por suerte, nosotras decidimos. Ellos siempre quieren. ¿Y yo?
¿Qué quiero yo? ¿Y si le grito «estoy aquí, aquí»? Ven, toma. ¡Y que se hunda Venecia!
Cuando estemos juntos, sabrá quién soy. Y yo, también.

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La primera vez

Nueve: En casa de Javier


JAVIER.— (Vuelve, ya más relajado, seguido de sus fieles diablos asesores.) No sé… lo de
Sonia no me parece muy buena idea. Pero ¿y si no quiere irse conmigo, yo que sé, por-
que me ha visto hablar con otra amiga suya?
DIABLO TENORIO.— ¿Irse? Javi, ¿irse? Si hay algo que mata al gato es la curiosidad. ¿Pero
qué tiene María, qué tiene Susana? No se puede creer que estés con Sonia, es la más
fea de la cuadrilla. No lo olvides, y recuérdalo, todas tienen un cuarto de hora, un cuar-
to de hora donde se desactiva la alarma de la hucha. ¡Al asalto, Javi!
JAVIER.— Se me va a notar, se me va a notar… ¡Que no sé cómo hablarle a esa tía!
DIABLO ROMEO.— ¡Con la emoción! Tú dile que te sientes mal. Nada, no es nada. Que ha
sido al, al verla tan guapa. Tú estás roto, porque te vas a ir a estudiar a Granada o… a
Zamora o yo qué sé. A algún sitio de esos. Ay… que sería tan bonito despediros, en una
noche tan mágica como esta. (Javier mira el reloj.)
JAVIER.— Vaya, qué tarde.
DIABLO PUNK.— Al ataque. Ataca y mata, tío.
DIABLO TENORIO.— A la conquista, cuerpo.
DIABLO ROMEO.— Pero, sobre todo, tú, Javier… ¡escúchala!

(Los TRES DIABLOS, antes de salir, enarbolan el traje de JAVIER, todavía en su


bolsa de tintorería. Cantan, mientras los músicos sugieren la sintonía del Co-
lacao: «Yo soy aquel negrito del África tropical…» La música y las luces fun-
den con una discoteca que imaginamos saturada de sudor, alcohol y hormo-
nas en ebullición.)

Diez: Por fin, en la disco


Horda adolescente. Básicamente, ellas a un lado de la disco y ellos en el otro.
Sólo unas pocas parejas con distintos grados de aproximación en el círculo cen-
tral. Movimientos migratorios de ambos grupos que provocan encuentros for-
tuitos, cambios de pareja, sueltas y recogidas.
Nuestro JAVIER, con cazadora de cuero, pantalón Armani y camiseta solidaria,
busca a LEIRE. Avistamiento de Leire. Fijación visual mutua. Coreografía de

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Primera vez · Suite ADSLscente

acercamientos, repulgos y aproximación final. Falso encuentro fortuito. Se di-


cen algo al pasar. Se dicen algo más. Se paran a hablar. Suena la música. Fal-
so pudor verdadero. Bailan. Primer plano focal. En segundo plano, los diablos
van controlando el resultado de sus enseñanzas.

LEIRE.— ¿Bailas, Javi?


JAVIER.— Vale, Leire, pero sólo un baile. Es que…
LEIRE.— ¿Es que, qué?
JAVIER.— No, que he quedado con Sonia.
LEIRE.— (Asombrada.) ¿Sonia, Sonia Irigoyen, la del B?
JAVIER.— Sí, esa misma. (Silencio. Bailan.)
LEIRE.— Es muy guapa, Sonia.
JAVIER.— ¿Eh? Sí… mucho. Bueno, la verdad es que… es… muy simpática. (Silencio.)
LEIRE.— (Se abrazan un poco más.) ¿Te gusta?
JAVIER.— (Atontado.) Mucho.
LEIRE.— Javi… ¿que si te gusta Sonia?
JAVIER.— ¿Sonia? ¡Ah! A mí me gustan todas las chicas. Todas las chicas guapas. Como
tú, quiero decir.
LEIRE.— Ya, pues creo que Sonia está por Julen.
JAVIER.— ¿Julen? No tenía ni idea. Pero…
DIABLO PUNK.— ¡Al ataque! ¿Qué esperas?
JAVIER.— Pero no sé por qué hablo de otras chicas.
LEIRE.— Tú sabrás. A lo mejor ¿para darme celos?
DIABLO TENORIO.— Cambia de táctica. Agárrala más fuerte. Torpe.
LEIRE.— Javi, Javi, que creo que no me voy a caer. (Siguen bailando.)
DIABLO ROMEO.— Javi, escucha, háblale al oído.

(JAVIER, sin querer, le pega un cabezonillo a la pobre LEIRE.)

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La primera vez

JAVIER.— Cómo lo siento.


LEIRE.— Yo más. (Silencio.)
LOS DOS.— ¿Qué vas a hacer este verano?
JAVIER.— Eso te iba a preguntar yo.
LEIRE.— Pero lo he preguntado yo.
JAVIER.— (Angustiado.) Nos vamos… Me voy a Comarruga.
LEIRE.— ¿Con tus padres?
JAVIER.— (Avergonzado.) … No… Yo voy con mis tíos. (Él se aproxima torpe a ella.)
LEIRE.— Eh… Javi, tu móvil…
JAVIER.— 653…
LEIRE.— No, no. Que me lo estás clavando, Javi. (Él lo saca del bolsillo delantero.)
JAVIER.— Joder.
DIABLO ROMEO.— No pasa nada, tú sigue bailando. (JAVIER está hecho un pasmarote en
medio de la pista.)
LEIRE.— Bueno, ¿seguimos bailando o te has quedado sin cobertura?
JAVIER.— No, no, no… (Recupera el control.) Bueno, Leire, la verdad es que no me voy a
Comarruga. Me voy a… a… Australia. Un, un… tío mío que, que… andaba, emigró. A
Australia. Y tenía un rancho. Y murió, porque… La herencia. Te escribiré.
LEIRE.— ¿Por qué? ¿Tú te vas también a vivir a Australia?
JAVIER.— Sí, a Manila.
LEIRE. -Manila está en Filipinas.
DIABLO PUNK.— Pero mete rodilla, gañán, que se te cierra la puerta.
JAVIER.— ¿Y tú? ¿Este verano…?
LEIRE.— Pues… mi madre quiere irse al pueblo. Pero mi padre quiere que nos quede-
mos todo el verano aquí.
JAVIER.— Oye, Leire, ¿te he dicho…?
LEIRE.— ¿Qué…?

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Primera vez · Suite ADSLscente

JAVIER.— Que tú, que yo… ¡que, Leire, que es que estás muy buena!
LEIRE.— Gracias, qué romántico. ¿Te puedo decir yo otra cosa?
JAVIER.— (Envanecido.) Pues claro.
LEIRE.— Que me estás pisando, Javi.
DIABLO TENORIO.— ¡Niégalo, chaval!
JAVIER.— Pero si bailo muy bien…
LEIRE.— Es que no es la primera vez.
JAVIER.— Mira, Leire. (Tira la toalla.) Si quieres, lo dejamos.
LEIRE.— ¿Dejarlo? Pero si ni siquiera hemos empezado.
JAVIER.— ¿Empezado?
LEIRE.— Qué tonto eres, Javi. Me gustas.
JAVIER.— ¿Te gusto?
LEIRE.— Qué bobo.
JAVIER.— Gracias. Tú también me gustas mucho.

(Bailan. Desde un lateral, las amigas de LEIRE no pierden detalle.)

ADRI.— ¡Ay, qué románticos! Qué buena pareja hacen.


RAKHI.— A la Leire se le va a quemar el bollo.
NINES.— (Rabiando, aparte.) Loba, pedazo de loba.

(Los TRES DIABLOS han reparado en las tres amigas y se disponen a la cacería.)

DIABLO PUNK.— A estas tres les hacía yo de todo menos arrepentirse.


DIABLO TENORIO.— ¡Pobres! Me están necesitando.
DIABLO ROMEO.— (Atajando su avance.) ¡Eh, vosotros! ¡Quietos ahí! ¡Quietos ahí ahora
mismo! ¿Dónde os pensáis que vais? No nos podemos juntar con ellas.
DIABLO PUNK.— ¿Tás fumau tú o qué?
DIABLO TENORIO.— ¿Quién ha dicho esa vaina?

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La primera vez

DIABLO ROMEO.— Aristóteles.


DIABLO TENORIO.— ¿Onassis?
DIABLO ROMEO.— No, Aristóteles el filosofo, el griego, el tutor de Alejandro Magno. Da
igual, uno que sabía muchísimo de teatro y dice que nosotros tres no nos podemos jun-
tar con ellas. Que es que ellas son de verdad y nosotros no.
DIABLO PUNK.— Pues lo que yo tengo en cierta parte me parece que sí es real. Cada vez
más real.
DIABLO TENORIO.— Hombre, y para una vez que yo soy el de más allá y ella la de mas acá.
Además, que donde estén esas teticas de novicia que se quite doña Inés de Ulloa.
DIABLO ROMEO.— Entonces… ¿qué hacemos?

(Los tres se miran. Avanzan, miran al cielo y llaman al unísono.)

LOS TRES.— ¡¡¡Aristóteles!!! (Y hacen un sincronizado corte de mangas.)

Las tres chicas se sienten observadas y admiradas. Se ponen en movimiento.


Los tres avanzan decididos e inician el cortejo. Todo es equívoco, porque cuan-
do ya creemos que cada oveja se va con su pareja, las que se van formando
para bailar son DIABLO PUNK con NINES, DIABLO TENORIO con RAKHI y DIABLO
ROMEO con ADRI.
El DIABLO PUNK con cara de cordero degollado apoya su cabeza en una NINES
maternal. RAKHI dirige el cotarro con el DIABLO TENORIO. El DIABLO ROMEO bai-
la con ADRI mientras le da la brasa con la historia de las masacres de cocodri-
los en el Egipto de los faraones y ella le mira arrobada. Ha sonado Smoke gets
in your eyes. Son Los Platters y todo el mundo baila abrazado.

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Primera tarjeta de crédito

Personajes: CHAVAL 1 (Proto bróker), CHAVAL 2 (Futuro político), CHAVAL 3 (Depor-


tistacantano, primidonjuán), NEGRO, MENDIGO

Tres chavales sentados, digamos, en un banco municipal, verde, rojo, con leo-
nes, de, digamos, el Paseo Sarasate. Los tres culos clavados en el respaldo, las
deportivas en el travesaño del asiento. Llevan sudaderas amplias con las go-
rras caladas. Una moto (o tres, no sé.) dormita a su lado. A lo largo de su in-
tervención podrán ir despojándose de su disfraz de graffitero-raperos e irán
mostrando el que llevan debajo.

CHAVAL 1.— A ver, chavales, a ver si sabéis cuál es la diferencia entre una tarjeta de cré-
dito y una tarjeta de débito (Se saca del bolsillo trasero de su pantalón holgadísimo, que
deja a la vista unos gayumbos rojos, una tarjeta bancaria.)
CHAVAL 2.— Anda a chingar a tu madre.
CHAVAL 3.— Anda a limpiarte el ojete.
CHAVAL 1.— (Se pone a rapear.) Hay mucho dinero en la tarjeta. Saco un poco y te par-
to la jeta, y un poco de eso pa un gramo de keta.
CHAVAL 2.— …si no tienes tarjeta.
CHAVAL 3.— …si no tienes tarjeta.
CHAVAL 2.— …tranquilízate,
LOS TRES.— …y échate un peta.
CHAVAL 1.— A ver esa lengua…

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Primera vez · Suite ADSLscente

CHAVAL 2.— …que luego va a la garganta.


CHAVAL 3.— Sí… de la Jennifer.
CHAVAL 1.— Pues la tarjeta es bien útil.
CHAVAL 2.— Y tú te rayas.
CHAVAL 3.— El copón.
CHAVAL 1.— Abre puertas.
CHAVAL 2.— Como la del cajero, por ejemplo.
CHAVAL 3.— Sin ir más lejos.
CHAVAL 1.— Y te da puntos. Como el Caprabo.
CHAVAL 2.— Eres un pavo, joder.
CHAVAL 3.— Tócame el nabo.
CHAVAL 1.— Pues la tarjeta es bien útil.
CHAVAL 2.— Y tú te rayas.
CHAVAL 3.— El copón.
CHAVAL 1.— Sirve para ligar.
CHAVAL 2.— Uh… el chaval la clava.
CHAVAL 3.— De ful.
CHAVAL 1.— Sirve para ligar, chicos…
CHAVAL 2.— Es lo que les abre a las nenas…
CHAVAL 3.— …¡el agujero!
CHAVAL 1.— ¡Basto!
CHAVAL 2.— ¡Oro!
CHAVAL 3.— Del que cagó el moro.
CHAVAL 1.— A tomar por saco.
CHAVAL 2.— Con los moracos.

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Primera tarjeta de crédito

CHAVAL 3.— Y con los ponipayos.


CHAVAL 3.— ¿Nos hacemos unas rulas?
CHAVAL 1.— ¿De las tuyas?
CHAVAL 2.— Claro, ¿no? a mi costa. Mira, chiki chiki… (señalando la tarjeta.)
CHAVAL 3.— Te la habrá abierto tu viejo.
CHAVAL 2.— Anda, chico, y tu viejilla…
CHAVAL 1.— Anda a tarifarla, gilipollas.
CHAVAL 2.— Porque puedo.
CHAVAL 3.— De graaaats.
CHAVAL 1.— Nada mi abuela, que es pilota.
CHAVAL 3.— ¡Qué enrollada, la viejita! Seguro que jugó en Boscos tu abuelita.
CHAVAL 2.— Sí, sí, de delantero.
CHAVAL 1.— Tú, mierdas, di lo que quieras. Con 100 pavos.
CHAVAL 2.— ¡La pensión al completo!
CHAVAL 3.— Con la extra.

(Se ponen a jugar con los mecheros. Coreografía de mecheros que se encien-
den y se apagan, amenazadores. Pasa un chaval de color. NEGRO.)

CHAVAL 3.— Buenas noches. (El colorao sigue andando, más rápido.)
CHAVAL 2.— (Al moreno.) ¿Quiere usted que le dé fuego?

(Los otros dos se ríen. El NEGRO no entiende el chiste, que ya se ve, es divertido.)

CHAVAL 3.— A lo mejor no raja en cristiano.


CHAVAL 1.— Y dicen que todos somos hermanos.
CHAVAL 2.— Será de padre.
CHAVAL 3.— De madre, desde luego que no. (Arrimándole el mechero encendido.) ¡Humo,
tío quemao! (El negrico sale pies pa qué te quiero.)

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Primera vez · Suite ADSLscente

CHAVAL 1.— Nos están invadiendo.


CHAVAL 2.— Nos quitáis el trabajo.
CHAVAL 3.— Y las chavalas, locas por follar con estos.
CHAVAL 1.— Joder…
CHAVAL 2.— Negratas…
CHAVAL 1.— Alegría, chavales, que es viernes.
CHAVAL 2.— Trece.
CHAVAL 3.— Ni te chines.
CHAVAL 1.— Ni te rayes.
CHAVAL 2.— ¿Eh, vamos a hacernos unas rulas?
CHAVAL 3.— ¡Y unos joints!
CHAVAL 1.— ¿A mi costa, pelaos?
CHAVAL 2.— Venga, chico… el costo.
CHAVAL 3.— Y el tabaco.
CHAVAL 1.— Vale, cabrones.
CHAVAL 2.— Un día es un día.
CHAVAL 3.— Veinticuatro horas.
CHAVAL 1.— Vamos, en marcha.
CHAVAL 2.— Viva La Caja Navarra.
CHAVAL 3.— Viva tu abuela.

(Se ponen en marcha. Cogen la moto y aparcan en la puerta de un cajero. Es


ya de atardecida. Coreografía de jauría que otea la presa. Indigente durmien-
do bajo pirámide de cartones. Está bien informado con su hemeroteca.)

CHAVAL 1.— (Filosófico.) El mundo no es lo que era.


CHAVAL 2.— (Apocalíptico.) Se acerca el fin de esta era.

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Primera tarjeta de crédito

CHAVAL 3.— (Resolutivo.) La mies es mucha y pocos los segadores.

(Conciliábulo de tres conspiradores. Bailando.)

CHAVAL 1.— Aquí nadie se mueve por nada.


CHAVAL 2.— Y los políticos no hacen nada.
CHAVAL 3.— Hay que ser el más fuerte de la manada.

(Con su coreografía de jauría de caza, van junto a la moto y sacan cada uno
una botella de gasolina. Tienen en la otra mano un mechero que encienden al
alimón los tres. Es el momento cocacola de los conciertos blandos. Tres lenguas
dibujando líneas en la oscuridad creciente.)

CHAVAL 1.— ¡Qué bello es vivir!


CHAVAL 2.— ¡Depilación eléctrica para todos!
CHAVAL 3.— ¡Que la fuerza te acompañe!
LOS TRES.— ¡Viva la Seguridad Social! (Mientras le dan lumbre por los cuatro costados.)

(El indigente es una anciana que arde con los brazos abiertos, como un nue-
vo Cristo en la cruz. Los tres miran, indiferentes.)

CHAVAL 2.— ¿Esto es a crédito?


CHAVAL 3.— ¿O a débito?
CHAVAL 1.— Se lo preguntaré a mi abuela.

(Mutis por la carretera.)

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Primeros Sanfermines

Personaje: MARTA

Entra MARTA vestida de blancos y rojos sanfermineros, ya muy venidos a me-


nos por los estragos del día. Los bajos de los pantalones, remangados y muy
sucios. La blusa, arrugada y con manchas cuyo origen es preferible ignorar.
No obstante su aspecto, ella aparece radiante y soñadora. Todavía va embebi-
da por la magia de la fiesta. Lleva en alto, cogido por las dos puntas laterales,
el pañuelo rojo. Tararea, lejana y divertida, una diana sanferminera. En el cen-
tro de la escena, bajo una luz íntima que no sabemos de dónde viene, hay un
colchón de diseño con numerosos cojines. Entre el diseño sueco destaca su pe-
luche preferido. Los escasos elementos del espacio escénico remiten a la habi-
tación de una adolescente que acaba de terminar el tercero de la ESO. Cuando
MARTA llega al colchón, se deja caer, agotada por la fiesta que acaba de esta-
llar en su Pamplona.

MARTA.— Pará-bara-bará, para-bara-bará… chunda-chunda, chunda-chunda-rá… (Se


desploma sobre el colchón que evoca su cama, su refugio. Mitad canturreando, mitad rien-
do, le coloca en el cuello a su peluche favorito el pañuelo sanferminero. Después de dejar-
lo bien acomodado sobre su mismo colchón, esboza una sonrisa de triunfo, saca su móvil
del bolsillo y marca, retadora.) Hola, Oihane. Aquí, Marta. Marta Garbayo. No voy a ser
Marta Sánchez. Marta Garbayo, la tía con más marcha de tercero B. Y tu mejor amiga, so
pava. Ya ves, en plenos Sanfermines y acordándome de ti. Por cierto, ¿qué tal por Sa-
lou? ¿La familia bien, gracias? ¿Te han comprado ya el heladito de después de cenar?
¿No estarías ya en la cama? ¿Sí? ¿En qué piso de la litera? ¿Ya te dejan en el de arriba?
¡Huy, qué mayor! (Ríe, cruel.) Pues te jodes, Oihane. Haberte trabajado a tu madre como
hicimos la Maider y yo. Te jorobas si te pilló fumando. Yo, si fuera por mi viejo, estaría-

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Primera vez · Suite ADSLscente

mos ahora mismo en Port Aventura, otro año más en el Dragón Khan de las narices. Papá,
papá ¿apruebo todo y hay Chupinazo? No, papuchi, un encierro y una salida de peñas,
por lo menos, también. ¿Porfa, anda… tres días? Bueno, vale, vale, dos. Y luego a Salou.
Tía, eso se llama negociar, que es lo que tú no sabes (…). Jo, tía, superbién. A tope, el
chupinazo. Las de tercero que habían estado el año anterior nos habían contado (baja
la voz.) que los tíos, ya sabes, con el montón del champán y de la harina… pues, si te
descuidas, te levantan la camiseta… Ay… ¡a mí no! No te pienses. Qué vergüenza. Pero
he visto a Elena, la del C, si vieras cómo tenía a un tío con las dos manos por el panta-
lón, haciendo así, como que la quería limpiar… Dios, ha sido… ¡qué fuerte! (…) Bueno,
yo no lo he visto exactamente, me lo ha contado Marina. Hemos quedado todas en el
Catachú. Caty, por supu, de blanco marca y rojo seda, y con un collar de coral, ¡qué pava!
Tenías que ver a la Edurne gritando como una loca y sin el suje. No, se lo ha quitado en
el bar. ¡Que se había comprado un sostén rojo de esos del mercadillo y se lo ha puesto
de pañuelo! ¡Qué fuerte! (…) Tía, que te lo juro por Snoopy. Yo también. Yo me he pin-
tado los labios de un rojo molón que hasta me quería besar a mí misma. A mi madre le
he robado un chorrito de una fragancia que le compró mi tía por Navidad … ¿Cuál? Es-
poir de jeunesse, o algo así, me parece que se llama. Es más rica… y luego… Oihane, ha
sido superfuerte. Todo el mundo de blanco, con el pañuelo en la mano… bua, me ha dado
una cosa… Total, que iba yo triunfando por todo el Paseo Sarasate y, de repente, cuan-
do llego a la Estatua los Fueros, me encuentro al friki de mi tío Paco. ¡Ese, tía! ¡El bra-
sas! Y yo con los labios como tomates. Yo pensaba: a que se lo cuenta a la tía Maribel y
esta no pierde el tiempo en llamarle a mi madre. Así que me he hecho la simpática. Y pre-
mio… Se le ha ido la olla y… ¡me ha soltado un billete de cincuenta euros…! Bua… ¡Su-
perguay! (Vuelve a tararear mientras escucha.) Ay, pues claro, que la Cristi es un shos-
holoco. Pero espera, que te cuente lo mejor. Bajábamos por Chapitela y la Maider, que
es una torpe, pisa una botella rota y se corta. Lloraba la tía… Bua, qué mar de mocos, la
pringada esa. Y entonces les digo a las demás: don guorri, chicas, marchaos vosotras al
cohete que ya la llevo yo a la Casa de Socorro. (…) Pero que no, tía… ¡que eso ha sido lo
mejor! Llegamos a la Casa de Socorro y nos tenemos que sentar junto a dos guiris. Cuan-
do los ve, a la Maider ya no le dolía nada, y eso que aún seguía sangrando un poco. Mira,
había uno rubito, más mono que el de Backstreet Boys, te lo juro, ay, y encima se le mar-
caba un toblerone bajo la camiseta mojada de vino… Ay… (…) ¡pues en inglés, so pava!
¿Qué quieres, que le hable en euskera? Ya sabes, yu laik Sanfermines, eh? The biggest
fiesta in the World! ¿Ah? Toros ranin in de estrís, in de estrís… El que me gustaba a mí,
el más bajo, porque el otro era un 4x4, que encima le miraba a la Maider con esos ojitos
azules… Y claro, la Maider haciéndose la víctima, la tía loba. Pero chica, al final, el ta-

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Primeros Sanfermines

maño importa. Ha empezado con el grande y me ha dejado el campo libre con el mío.
Nada. En cuanto le han puesto dos chorricos mercromina y una venda, la Maider se ha
empeñado en que la acompañara a casa, que su madre la iba a matar. Menuda chapa. Ya
sabes. Como la tuya. «Ya te habíamos avisado, que sois demasiado jóvenes como para
salir en Sanfermines…» Ay, nos hemos despedido de los guiris ¡con dos besos! Qué bien
olía… así, como a guiri. ¡Ay, maja! Claro que había plan. Hemos quedado con ellos a la
tarde donde los patos, tía, a las siete. Hasta las uñas me he mordido en la comida. Enci-
ma ha venido a comer mi tío el cura, el que está de misionero, que es otro brasas, y que
si el capotillo del Santo, y que si la Procesión… ¡Que son fiestas, jopetas! Y yo mientras
venga a pensar en Markus. Se llama Markus, ¿sabes? ¿A que es un nombre bonito? Tía,
el plan era de los patos a las barracas, al tren del amor, ya sabes, que te cubren con una
manta, luego a comer unos bokatas, a los fuegos, y a bailar a la Plaza los Fueros… Qué
paranoia. ¿Cómo le digo a mi madre que me deje quedarme hasta tarde? Hasta el encie-
rro, porfa. Es el primer año. Lo hacen todos en el insti. «Pues a los demás ya les dejan».
Total, que cuando mi tío el cura se iba ha dicho hasta mañana, y mis padres han dicho
hasta mañana, yo he dicho hasta mañana y te juro que me han contestado hasta maña-
na. ¿No? Pues hasta mañana. He salido de casa… botando. (…) ¡Que hay que saber mon-
társelo, tía, para no pasarse la vida en plan Verano Azul! Nada, salgo de casa y el buzón
del móvil. Un mensaje. KASTIGDA HSTA MÑNA. La Maider. Te lo juro, qué chavala. Más
corta que una compresa sin alas. Que su madre se ha puesto cabezona, ella bocas, y no
le dejan salir para-que-no-se-le-abra-la-herida… ¿Qué hago? Cagarme en… Perdona, chi-
ca. Me ha dado una rabia… Llamarle a Itziar me parecía fatal. Porque en el fondo les ha-
bíamos dado esquinazo. «La Marta, que está colgada, a ver a dónde vamos…» me ima-
ginaba a la Yeny. «Esa, que no se nos pegue. Que, si no, la cuadrilla…». (…) Qué bajón
me ha dado. Y la carita de Markus, ay… tan rubio, se me aparecía cada vez que veía un
guiri. Hala, Marta, no seas cagueta. ¡A las siete, en los patos! Así que, a las siete, estaba
la Marta apoyada en la barandilla de los patos. Jo, Oihane, no sé qué me pasaba, se me
iba la güendy, pensando en Markus. ¡Que aparezca! (…) Y una mierda, las que han apa-
recido han sido la mitad de las chavalas del insti. Y yo, con mis pintas de colgada. La
Edurne, la Rosa, con un pantalón que le marcaba todo el culo, todas, todas, tía, hasta la
Peque… (…) Se me caían las bragas, te lo juro. Para superar el bajón, me he ido donde
el baturro ese del barril y me he tomado dos vinos con barquillo. Hasta el del cachirulo
se reía de mí, Oihane. Me ha entrado una calorina… Y ¿a que no sabes quién ha apare-
cido entonces? ¿Juantxo? No, mejor. Xabi, el del A. Estaba con todos sus amigos. Es más
majo. «Anda, vente, no seas tonta». Y tal. «Estoy un poco… txisporro». Yo también te-
nía el vinillo subiendo y bajando. Bueno, le ha dado por ponerse cariñoso. Y hasta me

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Primera vez · Suite ADSLscente

ha cogido del brazo y todo. Y venga hablarme al oído. Sí, pero yo creo que no sería por
el ruido, so envidiosa. (…) Nos hemos ido a la Jarauta. Pues claro que el Xabi me mete
fichas. Eso seguro, si ya sabes lo que se gusta de mí. ¿Yo? Tía, es mono. Se parece un
poco a Hugo Silva, aunque casi no tiene barba, ¿no te parece? Bueno, que nos hemos
ido a la Jarauta. Aquí, allí, que si viene este, que si he quedado con tal, saludando, y
venga beber, y venga bailar. La gente más maja… Y de pronto, el Xabi se da cuenta de
que le falta el móvil. Y yo, que soy tonta, pero tonta del culo, le digo que le acompaño al
Bosquecillo para buscarlo. No, no nos hemos perdido en la jungla. Jo, cómo eres de fres-
ca. ¡Seguro que es por el aftersún! Ay chica que no, que era broma. ¿A que no te cuen-
to más? No, no hemos hecho nada en el Bosquecillo, si estaba lleno de gente… Era como
estar en mitad de un río. La gente nos llevaba y nos traía. Y como estábamos tan alegri-
llos. La gente empujando. Si no llega a ser porque Xabi me ha cogido, maja… Me veía
en el suelo. Ay, ¡más majico! Nada, ya eran casi las once. Y, de pronto, que un grupo nos
ha separado, y me he quedado sola. Sola, tía. Otra vez sola. Ahora que estábamos tan a
gusto. (…) ¿Pues qué voy a hacer? A la Vuelta del Castillo, a todo correr, a ver los fue-
gos. Medio mareada, chica, y qué calor por todo el cuerpo. A ver si lo encontraba. Había
un mogollón. Uff, empiezan los fuegos y yo abrasada. Llego a la Vuelta del Castillo y lo
primero que veo es al alemanito rubito, sí, al Markus, abrazando a otra tía. Menudo pul-
po. A la jai, que le daban miedo las explosiones. Menos mal que el mozo la abrazaba bien
fuerte que si no… Pum, pum. No veas qué tiros. Y ella, bien agarrada. ¡Y el tío, cositas
al oído para que la nena no tuviera miedo. Tú, qué romántico el amor en alemán. Yo, tú
estrujen. Yo, tú achuchen. Yo, tú chinguen. La tía esa, derretida, se gira y le da un pi-
quito. Eso, al principio. Después, el piquito y toda la boca, la tía lagarta. (…) Jo, Oiha-
ne, ¿Cómo te lo has imaginado? Pues claro que era la guarra de la Maider comiéndole
los morros al bobo ese. La tía estaba ya como un helado de los italianos a pleno sol. Co-
china. Total, que cuando se les ha acabado el pegamento y se han soltado, se giran, y
pum, me ven. Se les ha quedado una cara al verme… (…) ¿A mí? ¿qué pregunta es esa?
A mí por el guiri, nada. Si además tenía una nariz así, como para cortar troncos el Mar-
kus ese, que ya ves tú que nombre para una furgoneta. MAR-KUS, su fragoneta. A mí lo
que me ha jodido han sido las explicaciones de la Maider. (…) Pues, nada, que al des-
pedirse a la mañana, que se habían confundido y que cada uno tenía el móvil del otro.
Que, fíjate que coincidencia, eran modelos muy parecidos… Y que habían quedado para
devolvérselo, y que si el amigo se había quedado donde las murallas del pedal de kali-
mocho que llevaba, que los alemanes cerveza la que quieras, pero que el vino, que lo ha
matado, que si esto, que si aquello, que si, quesitos de la vaca que ríe. ¡Cerda! Te lo juro.
Le he llamado, cerda y, y, y… putón. Pero si se estaban quedando sin aire. (…) Joder,

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Primeros Sanfermines

Oihane, qué pregunta es esa. ¿Tú qué crees que le estaba haciendo una ortodoncia? A
tomar por culo, le he dicho. Bueno, con perdón, pero qué leches, a-to-mar-por-cu-lo. Ya
está bien. Al guiri, ni mirarlo. Cochino. (…) Total, que me volvía yo pa casa. Medio llo-
rando. Y, zas, me cruzo otra vez con el Xabi. Me ha notado algo. ¡Más cariñoso! Más ma-
jico… El tío empeñado en que bailáramos en la hierba. Ay… Me agarra de aquí… de
aquí… y de aquí… y de aquí… (Baila muy animada.) Jo, Oihane, me temblaba todo. Ven-
ga a dar vueltas. Yo creía que me estaba enam… bueno, es más majo el Xabi… ¡Ay! (…)
Sí. Ha sido una pena. Que se ha sentido mal y ha echado toda la pela. Yo, te confieso,
tenía unas ganas de que me besara… pero… estando él así. Me he venido para casa. A
las doce pasadas, tía. Bueno, mira, pensándolo bien, así mis padres no me dirán nada. Y
mañana, otra vez a tope. (…) Es que los Sanfermines, Oihane, es que son la leche. No
sabes lo que te estás perdien… (…) Espera, que me están mandando un mensaje. (MAR-
TA manipula en su móvil, lee el mensaje y vuelve a su conversación con Oihane.) No me
cuelgues, ¿Eh? ¡Ja! Oihane, no te lo vas a creer, es la Maider… será cerda… Mañana, des-
pués del encierro quedamos en el Catachú para desayunar con la cuadrilla del Xabi. (…)
No, seguro, él no corre, si se pasó todo el curso con no sé qué rollo de los ligamentos…
(…) Sí, es guapillo el Xabi. (…) Pues nada, tú sueña con él, pero no te vayas a caer de la
litera de arriba eh, tía mayor. No te enfades, Oihane, que era broma. Yo me voy a ir ya a
la cama, que estoy muerta. Mañana, si me despierto, veré el encierro en la tele y luego
buen chorrico de espoir de jeunesse y a disfrutar, que Pamplona es la capital de la fiesta,
como dicen en la tele. (…) ¿El alemán? Creo que se iba hoy a Calafell, si se despierta el
amigo de los kalimochos, claro. Pero, al Xabi, como me lo toque la Maider, yo es que le
parto la cara… Mira, esto no se lo perdono, por lo menos, hasta después de la primera
evaluación. Jo, bueno, vale. Tienes razón. Las fiestas son las fiestas y una amiga es una
amiga. Como tú, no. Peor. Y si me pide perdón antes, pues sí, la tendré que perdonar.
No es mala la Maider. Sólo que es un poco cabrona (…) Pues claro, yo también siento
que te lo estés perdiendo. Jo, Oihane, cómo nos lo pasaríamos. Los primeros Sanfermi-
nes juntas… Una pasada total. A ver si en cuarto de la ESO no pencas nada y tú y yo… el
año que viene… ¡Viva San Fermín! ¡Gora! Mañana te cuento más cosas. Chao.

(MARTA pulsa su móvil y suspira soñadora. Levanta en alto su peluche mien-


tras repite el tarareo inicial y se deja caer sobre su cama y refugio. Su tarareo
se funde con el sonido de un pasacalles, una vibrante diana sanferminera, que
se acerca mientras se hace un oscuro lento.)

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Primer recreo sin bocata

Personajes: AMAIA, IKER, ANA, JULEN, RICHI, JULIA, AITOR

Escenario en penumbra. En diferentes niveles, en reconocibles sillas de aula,


con diferentes poses, están los personajes, inmóviles. Cerca de primer térmi-
no, con algo más de luz, está sentada AMAIA. Los personajes parecen siluetas
recortadas. Tal vez llevan unas linternas de haz concentrado que dirigen al ros-
tro de quien habla en cada ocasión. Salvo en el caso de AMAIA, los personajes
intervienen como fragmentos de un momento cotidiano y reconocible en un
aula de primero de bachillerato. Música suave, lejana, casi ausente.

AMAIA.— Hoy, en literatura, la profesora nos ha leído un poema. Venga. ¿Poesía? ¿Para
qué? Seguro que preferís que os cuente una historia.
IKER.— Tíos, tíos, tíos… me ha dicho el Rober que hay una jamba nueva. ¡Y que está,
que está como un queso!
AMAIA.— Fue en noviembre, justo después de Todos los Santos. Ana, nuestra tutora, en-
tró en clase con una chica a la que no conocíamos, y nos dijo:
ANA.— (Imitando a la tutora.) A ver, chicos. Por favor. Oye, chicos. Richi… ¡Julia! Ju-
lia, oye, Julia, ¡Richi! Tengo una novedad. Ha venido una chica nueva a clase, se lla-
ma… Mamen Garmendia Otamendi (Se corrige.) No, Otaola. Mamen Garmendia Otaola.
Pasa, Mamen, pasa, que te voy a presentar. Es de, por favor, es de letras mixtas, así que
le corresponde este grupo. Espero que entre todos le hagamos, por favor, su adaptación
más fácil. (A Mamen imaginaria.) Mamen, si tienes cualquier duda, pregúntamela.
AMAIA.— Era guapa, muy guapa.

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Primera vez · Suite ADSLscente

JULEN.— Bua, con ese culo, qué pena me dio que no se sentaría más cerca.
AMAIA.— (Corrigiendo, pero sin volverse.) Se sentara. Se dice se-sentara-más-cerca. La
nueva era seria, demasiado seria. Entró en clase, se sentó junto a la ventana, frente a
la mesa del profesor. No miró a nadie. No le vimos los ojos.
JULEN.— (Por lo bajo, a su colega.) ¿Mamen? Mamen es nombre de pija, seguro que vive
en Gorraiz.
AMAIA.— Yo creo que todos oímos la última genialidad de Julen. Pero Mamen ni caso.
Sacó su cuaderno, miró la pizarra y copió la cita de Kant que había quedado escrita del
día anterior. El primer día de clase de la nueva resultó ser el adelanto del de todos los
demás. No hablaba con nadie, no miraba a nadie, nunca levantaba la mano ni nos pe-
día ningún apunte. No le importaba nuestra aprobación. Cuando Richi, el ligón, inten-
tó anotarse el tanto, no logró la menor aproximación.
RICHI.— Tú, ¡pero de qué va esa pija! Joder, ¡menudo cardo de tía! ¡Yo paso!
AMAIA.— Y entonces todas las tías envidiamos en secreto a Mamen. ¡Jo, tía, que era el
Richi! Pero ella, ni caso. Cuando llegaron los exámenes aprobó todas.
ANA.— Pero estudiando… mira tú qué merito.
RICHI.— ¡Qué va a hacer, si se pega todo el día en casa!
AMAIA.— Alguna vez nos había tocado hacer algún ejercicio por parejas. Ya sabéis, co-
mentarios de texto, traducciones, esas cosas. La verdad es que hasta en esos casos ha-
blábamos lo justo. Bueno, yo hablaba más. Siempre me ha molestado la gente que se ca-
lla sin decirte nada. Me agobio con esos silencios. Y tengo que llenarlos diciendo cualquier
tontería. Un día, nos quedamos las últimas. Yo estaba contenta, era viernes. Nos mira-
mos, y, ya está, el maldito silencio. Claro, yo para disimular le dije… Oye… Mamen…
¿dónde vives? ¿Por qué? ¿Por qué? No, por nada. Era para ir juntas a casa. La pregunta
no era para tanto, ¿no os parece? Después de tres meses, no sabíamos nada de ella.
JULIA.— Ay, chicos, son sus padres, que se han divorciado. El padre es una bestia y mal-
trata a la madre. ¡Que siempre viene con jerseys de cuello vuelto! (Bajando la voz.) Jo-
der, ¡pero si lo leí en el Tuenti!
AMAIA.— Julia, siempre con sus historias truculentas, chismes y demás. Un día, Raúl
nos dijo que la había visto subirse a un coche negro, con los cristales tintados, y un go-
rila de chófer.

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Primer recreo sin bocata

JULIA.— ¿Veis? Es lo que yo decía: su padre es un narco ruso arrepentido.


AMAIA.— ¿Arrepentido? Ya. Y Garmendia es un apellido ruso, ¿verdad?
JULIA.— Dirás lo que quieras, pero tiene un acento del este marcadísimo.
LUIS.— Sí, pero del este de Liédena.
AMAIA.— Yo creo que Mamen siempre se enteraba de nuestros cotilleos. Pero pasaba.
JULIA.— Desengañaos, tíos. ¿No veis que sois poquito para ella? Una es imperfecta pero
única.
AITOR.— Un día, al salir de clase, Mamen se acercó a mí. Yo era, bueno, lo soy, lo sé, el
friqui, el rarito, el gafitas ese. Pero Mamen se acercó, y me dijo ¿Sabes, sabes por qué
no te aceptan? Porque eres el mejor de todos. Tú ya has elegido ser el protagonista de
tu vida; y, y los demás son sólo espectadores de la suya. ¡Qué frase! Me quedé pasma-
do. No habíamos hablado nunca antes.
AMAIA.— La verdad es que Mamen era una tía legal, cabal-cabal. Pero a mí que soy me-
dio histérica, me alucinaba su autocontrol. Es que no perdía los papeles nunca por nada,
nunca decía nada que no quisiera decir. Un día que quedaban cinco minutos para ter-
minar la clase, el de filosofía nos preguntó:
UNO.— (Haciendo de profesor de filosofía.) A ver, escuchadme, escuchadme ¿para voso-
tros qué es lo más importante en la vida?
JULIA.— ¡Viajar!
RICHI.— El sexo.
IKER.— (Graciosillo, por lo bajo.) El sexo… de Julia.
AITOR.— Los amigos.
OTRO.— El dinero…
OTRA.— La salud…
OTRO.— La familia.
OTRO.— La puta Selectividad. (Risas que se cortan en seco.)
AMAIA.— Y entonces, el profesor le preguntó a Mamen. ¿Lo más importante en la vida? La
vida. Su voz sonó tranquila. Nos quedamos todos… ¿Y a esta qué le pasa? Hasta Richi se

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Primera vez · Suite ADSLscente

quedó mudo, y eso que lo suyo eran más las hormonas que las neuronas. (Un silencio re-
flexivo de todos.) Era la última evaluación. Primavera ya y teníamos examen de inglés.
Veo que ella no tiene su diccionario y le digo, toma, toma el mío. ¿Y tú? No, no, que yo
ya he terminado. Gracias. Salgo de clase y me voy. El lunes entra la tutora y nos dice:
ANA.— (Imitando a la tutora.) A ver, por favor, atendedme, ahora necesito vuestra aten-
ción. Escuchadme. La familia de Mamen Garmendia se ha tenido que mudar fuera de
Pamplona. Me pidió por teléfono que me despidiese de vosotros. Sin más.
AMAIA.— Después cuando salgo de clase, la tutora me dice:
ANA.— (También en tutora.) Amaia, Amaia, no te vayas. Me dio esto para ti, supongo
que será tuyo.
AMAIA.— ¡El diccionario, el diccionario! Y dentro, una postal que decía: Gracias, Amaia.
La vida es lo más importante. Pero sin amistad vale muy poco. Gracias por tu amistad.
Ostras, me consideraba su amiga.
RICHI.— Hay que decir, que esa estrecha me molaba un huevo. ¿Por que se habrá ido
ahora?
JULIA.— Ya lo sabía yo, ¿eh? Es que me lo estaba temiendo.
AMAIA.— Terminó el curso. Acabó el verano y empezaron las clases. Un día, llego a casa
y me dice mi madre. ¿Conocías a esta chica? ¿Qué chica? Esta. Y me pasa el periódico.
Una fotografía. Es ella, seria-seria, mirando a un punto que sólo ella ve. Su madre la
abraza llorando. Se ve un bulto tapado en el suelo. Y una mancha muy oscura.
AITOR.— Qué triste y qué guapa era Mamen. Incluso en aquella fotografía. Recuerdo que
detrás de una cinta, se veía a un grupo de gente mirando, sólo mirando, desde lejos.
AMAIA.— Aquel bulto tapado era su padre. El padre de Mamen Garmendia. Era su pa-
dre. La vida. (Pausa. Transición. Tal vez en este momento suena una siniestra ráfaga de
tres tiros y la sirena histérica de una ambulancia.) Cuando entré en el instituto para em-
pezar con la ESO, me sorprendía, incluso me divertía, que algunos profesores y alum-
nos mayores que yo estuviesen en el recreo, en la puerta principal. En silencio, duran-
te cinco minutos. Sin atreverse a mirarse unos a otros, sólo mirando al infinito en
silencio durante cinco minutos.
AITOR.— Sí, la escena tiene su punto, ¿verdad? Unos chavales con el bocata en la mano,
sin comérselo, y otros, comiéndose el suyo a dentelladas, mientras se preguntan qué

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Primer recreo sin bocata

hacen allí esos pringaos que se están quedando sin recreo. Cuando lo veo, vuelvo a acor-
darme de Mamen, y de lo que me quiso decir, que en la vida hay quien elige ser prota-
gonista y quien elige ser sólo espectador. Eso me dijo.
AMAIA.— (Evocadora, sin patetismo, imitando al profesor de filosofía.) Y para ti ¿qué es
lo más importante en la vida? (Todos los demás personajes se convierten en un coro de
susurros sobre las réplicas del momento anterior de la escena: los amigos, el sexo, la pas-
ta… la puta Selectividad. AMAIA imita a Mamen con naturalidad, como si dejara escapar
una pura evidencia.) Lo más importante en la vida, sólo es la vida.

(AMAIA, decidida, saca de algún sitio un bocadillo envuelto en papel de alu-


minio y se coloca, sin abrirlo, en el centro de la escena mirando al suelo. En
segundo término, mirando al público, está AITOR, también con su bocadillo
sin abrir. El resto de los personajes aparece desconcertado. Tal vez alguien mor-
disquea furtivo su bocata y otro no se atreve a abrirlo, esperando, mientras ob-
serva de reojo lo que hacen los demás.)

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Primer descontrol

(Percusión. Batucada. Coreografía mecánica.)

Momento uno
HORMIGA 1.— Adolescencia, según el diccionario familiar: enfermedad que contraen tus pa-
dres cuando tú cumples, más o menos, trece años. Bah, no es mortal. Bueno, casi nunca.
HORMIGA 2.— Es temporal. Se caracteriza por que tus padres pierden el control. De tu vida.
HORMIGA 1.— Ay… mami chula, pero eso no quiere decir que será la primera vez que tú
tomes el control. Los adolescentes. De nuestra vida, quiero decir. Siempre hay un mo-
mento de peligro.
HORMIGA 2.— Ay pues sí, Frijolito.
VARIOS.— ¿Uno solo? ¡Mogollón!

Momento dos
HORMIGA 3.— ¡Atenzione, pregunta! ¿A qué edad se inician los jóvenes en el consumo
de la droga?
HORMIGA 4.— (Con voz de máquina.) El 43,2% de los jóvenes morenos que calzan el nú-
mero 42 y que viven en poblaciones de más de diez mil habitantes se inician en el con-
sumo de estupefacientes a los trece años, dos meses y siete días. Pero, en cambio, los
jóvenes rubios que calzan el número 43 y que viven en poblaciones de menos de diez

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Primera vez · Suite ADSLscente

mil habitantes comienzan a esnifar pegamento a los trece años, dos meses y cuatro días,
lo que supone un adelanto en el deterioro de su salud del 0,028 por ciento, en datos
referidos al primer trimestre de 2005. El 14 por ciento de ellos, no obstante, abando-
nan el consumo de pegamento y lo sustituyen por otras drogodependencias de acuer-
do con la siguiente tabla. Varones de 1,70 metros, no deportistas, 12 por ciento. Hem-
bras de cabello rubio, ya sea natural o teñido, 12 por ciento. Con un margen de error
del 0,72 por ciento, ya que las hembras con mechas se adscriben al grupo de los inde-
cisos o bien prefieren hacerlo al de las hembras que no saben-barra-no contestan…
HORMIGA 5.— (Interrumpe después del primer dato, aunque la HORMIGA 4 lo ignore y con-
tinúe con sus estadísticas como fondo de la escena.) ¡Eh, eh! ¡Para, para! Que yo ya me
he empollao la estadística. Y alguno se lo tiene que estar pasando pero que muy bien
con los tres polvos que me corresponden en los últimos veintitrés días, nueve horas y
catorce segundos. Bueno, no, quince segundos, dieciséis segundos…
HORMIGA 6.— Eh, eh, eh. ¿Y qué pasa con mis porros? Porque yo no me he fumado un
peta en la vida. Para eso, ¡prefiero que me cambien al grupo de los indecisos! No sabe,
no contesta, no sabe…
HORMIGA 7.— (Sádico.) Pero es que, señores, una estadística debidamente torturada aca-
bará confesando lo que se le pida.
HORMIGAS 6 Y 7.— ¡Pero yo no soy una estadística!

(Percusión. Batucada. Coreografía mecánica.)

Momento tres
HORMIGA 8.— ¡Atenzione, pregunta! ¿Qué se dice tras consumir el primer porro?
HORMIGA 9.— ¡Yo, yo me la sé! Tras consumir el primer porro siempre se dice: Bah, ¡qué
chorrada! Yo esto lo dejo cuando quiera.
HORMIGA 8.— ¡Correcto! Te llevas este set de cuchillos jamoneros ¡o la muñeca chochona!
HORMIGA 10.— Eh, que no, que ¡eso es tongo! Que esa respuesta se la sabe porque se la
ha chivado su primo. El que lleva dos años dándole a la metadona.
HORMIGA 8.— ¡Silencio! Siguiente pregunta. ¿Qué cantidad de sustancias nocivas con-
tiene la composición de un cigarrillo?

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Primer descontrol

HORMIGA 9.— Eh… disculpa, pero ¿hay que añadir las cincuenta sustancias que añaden
las tabacaleras para que sea más adictivo?
OTRA HORMIGA.— Para, para, para, que ya sabemos que las drogas son malas. Lo que ten-
dremos que decidir es si nos son necesarias. ¿O no?
HORMIGA 10.— ¿Por qué no voy a fumar yo, a ver? Si mi madre ya lo está dejando. Sí, lo
deja, pero en el baño.
HORMIGA 8.— Dentro de veinte años habrá aumentado más de un 50% el consumo de…
HORMIGA 10.— …ansiolíticos…
HORMIGA 11.— …antidepresivos…
HORMIGA 12.— …calmantes…
HORMIGA 13.— …somníferos.
HORMIGA 8.— Y en Pamplona, en los últimos cinco años se han abierto más de cien far-
macias. ¿De qué vivirán?
HORMIGA 9.— Porque todas las drogas son caras. Pero se pagan en cómodos plazos. Al-
gunos, durante toda la vida.
HORMIGA 9.— Mamá, mamá, mamá, dame una pastillita que me parece que mañana sí
que me va a doler.

(Percusión. Batucada. Coreografía mecánica.)

Momento cuatro
HORMIGA 14.— Según los neurólogos, hay dos tipos de memoria. Primero, está la me-
moria a corto plazo. Que es cuando tus padres hacen como que no se enteran.
HORMIGA 16.— ¡Huy! ¿Ojos rojos? Que se habrá cogido un resfriado.
HORMIGA 17.— Unos golfos, eso es lo que pasa. Tus amigos, que son todos unos golfos.
Ay con lo majico que eras tú en primaria. Siempre sobresaliente en trabajos manuales.
HORMIGA 15.— Y luego está la memoria a largo plazo. Que es cuando tus padres se olvi-
dan de que ellos también fueron adolescentes.

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Primera vez · Suite ADSLscente

HORMIGA 18.— Ay… pero, papá, mamá, ¿vosotros acertabais siempre a la primera? En-
tonces, ¿a quién he salido yo?

(Percusión. Batucada. Coreografía mecánica.)

Momento cinco
HORMIGA 19.— (Primero. Luego, todas.) ¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!!
¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!!
HORMIGA 20.— (Infantil.) Mamá, mamá, mira, yo solita sin manos.
HORMIGA 21.— Pero la vida no tiene libro de reclamaciones.
HORMIGA 22.— Ni recuperaciones. Ni exámenes de setiembre.
HORMIGA 23.— Y, encima, casi nunca te promedian.
HORMIGA 24. - O sea que si la cagas, que te den…
HORMIGA 25.— … una bolsita para meter tus caquitas. Como en el DIA.
HORMIGA 26.— No, mejor en el CAPRABO. En el DIA te las cobran.
HORMIGA 21.— Entonces el presente, eso es lo único que tenemos.
HORMIGA 28.— Pero, ¿no somos inmortales los jóvenes?
HORMIGA 21.— ¡Claro que lo somos! Hasta que nos morimos.
VARIAS HORMIGAS.— (Cantando.) Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque
nadie me ha tratado con amoooor, porque siempre…

Momento seis
(Los actores se aferran al decorado como los náufragos del Titanic. Por el pa-
sillo central aparece el fotógrafo.)

FOTÓGRAFO / VOZ EN OFF.— Venga, atención. Rápido, por favor. No os tapéis, que se os
vea bien a todos. Bueno a ver, chicas, chicos, vamos a amortizar un poco la ortodon-
cia, a ver esa sonrisa natural. Así, así, natural… muy bien. Bueno, ya sabéis, cuando yo
diga tres, tendréis que decir…

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Primer descontrol

UNO. - (Graciosillo y sobrao.) ¿Patata?


VOZ EN OFF.— ¡No, hombre no! ¡No seáis antiguos! Eso se decía hace muchos años, aho-
ra lo que tenéis que decir es ¡Generación Zeta!
UNO.— (Descolocao.) ¿Qué? ¿Generación Zeta?
VOZ EN OFF.— Claro, claro. La última generación, o sea, la vuestra. La última generación
que ha nacido es la Generación Zeta. Pero no os preocupéis, ¿eh? Que la vida ensegui-
da nos lleva a la Y, a la X… Enseguida vamos hacia atrás, pero hoy por hoy sois la Gene-
ración Zeta. (Desconcierto general.) Así que, cuando diga tres, gritaréis Generación Zeta.
¿Preparados? Una, dos y tres.
TODOS.— ¡GENERACIÓN ZETA!
VOZ EN OFF.— Ahora mismo vais a ver la fotografía, ahí la tenéis.

(Con el fogonazo se produce una transición. De algún lugar aparece una pan-
talla en la que se proyecta la misma imagen que acabamos de ver, sólo que
ahora tiene el formato de la entrañable foto colegial: marco ondulado, rotula-
ción primorosa, caras de susto, de despiste, de esperanza…)

DOS.— ¿Sabéis qué seremos dentro de veinte años? Pues adolescentes, ya no. Tendre-
mos ya treinta y siete años. ¡Cielosanto! ¡Treinta y siete tacos! Toda una vida.
VARIOS.— ¡Qué peinados! Mira Maite, qué gordita estaba, qué rodillas. ¿Y esos pantalo-
nes campana? Qué pelo tenía Richi, con lo calvo que está ahora.
TRES.— ¿Os acordáis? Yo quería estudiar medicina.
CUATRO.— Pues yo quería que me cogieran para teleco, que luego ya veríamos.
CINCO.— A mí me hubiera molado vivir en New York.
SEIS.— Yo quería un orgasmus, digo un Erasmus.
SIETE.— Pues yo prefería Pamplona. Y que me cuidara mis dos críos la abuela. A ver, para
que aprendieran a comer de todo, más que nada.
OCHO.— (Reflexiva, profética.) Cuando pasen veinte años, Iker vivirá en Madrid, de la
política.
NUEVE.— (Haciendo de Pedro.) Bueno, bueno, que ya se sabe ¿eh? Que empiezas como
delegado de clase y acabas descubriendo tu vocación de servicio.

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Primera vez · Suite ADSLscente

DIEZ.— Raquel tendrá un hijo, dos hijos, tres hijos, muy seguidos.
ONCE.— (A la vez, haciendo de Raquel, sobrepasada por los hijos que le va anunciando Ama-
lia.) Huy, mi pichurrina… ¿Y a ti qué, quién es la que más te quiere, tesoro? No, no,
no, Iván, Iván, no, no, deja eso, caca. (Al marido imaginario.) Joe, Manolo, ¿dónde te
has metido? (A los demás, que la miraban sin dar crédito a lo que veían.) Que era coña,
tíos.
DOCE.— Iker no soportará el fracaso y se cambiará de acera cuando nos lo encontremos.
TRECE.— (Pausa. Todos miran a un actor que parece haberse despistado.) A ver, a ver, a
ver, ¿eh? que yo no quiero hacer de Iker. Y, además, protesto, joé. Me han tocao todos
los macarras de esta obra. ¡Soy un actor encasillao por la falta de imaginación del Aran-
guren! ¡Quiero que se repita el casting!
DOCE.— (Repitiendo en plan moviola.) Iker, que en realidad se llama Carlos, será traba-
jador social en la nueva cárcel de Pamplona. Pero todos los días irá a ensayar con su gru-
po de teatro, esperando poder ser Otelo.
TRECE.— No, mejor Hamlet.
CATORCE.— Ana trabajará de traductora en Estocolmo y se casará con un ingeniero tur-
co. Y Marina estudiará derecho y LADE, pero nos saludará con su sonrisa de siempre
detrás de la sucursal de la CAN de nuestro barrio.
QUINCE.— (Haciendo de Marta, muy dulce.) Que sí, doña Angelines, que no se preocu-
pe, que todavía no le han pasado el recibo de la comunidad. Hasta mañana.
DIECISÉIS.— Oye, ¿y Leire?… ¿quién sabe qué será de Leire, eh? ¿Y de ti? ¿Y de mí?
DIECISIETE.— Les proponemos un ejercicio. Tarea para casa. ¡Pero no sólo para los padres
y madres, eh! ¡También para los hijos! Cuando lleguen a casa, saquen el viejo álbum de
fotos del instituto. Seguro que guardan la foto en la que sale toda su clase. Venga, tam-
bién pueden invitar a los abuelos. Abuelos, padres y nietos. Reunión familiar. Patatas
fritas, refrescos light y toda la tarde por delante.
VARIOS.— ¡Qué peinados! Mira Maite, qué gordita estaba, qué rodillas. ¿Y esos pantalo-
nes campana? Pero ¡qué pintas! Mira Richi qué melenas, con lo calvo que está ahora.
DIECIOCHO.— El tiempo, es lo que tiene, que no hay modo de desengancharse. Hagámo-
nos la siguiente pregunta. ¿Qué ha sido de cada uno de los que están en la foto? ¿Quié-
nes eran ustedes entonces? ¿Quiénes son ahora?

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Primer descontrol

(Alguien canta: No hay lunita tan clara como en enero, ni amores tan dulces
como el primero. La función se acaba y la primera vez se convierte en la últi-
ma vez.)
Telón.

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