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PRIMERA VEZ
Suite ADSLescente
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PRIMERA VEZ
Suite ADSLescente
Javier Izcue
Ignacio Aranguren
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Tablilla de escenas
Prólogo ...............................................................................................................................................................................................9
Abertura.........................................................................................................................................................................................11
Personajes: TODOS
Primera vez que me falló un amigo .....................................................................................................................19
Momento Uno
Personajes: NOVIETA, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, MIKEL
Momento Dos
Personajes: CHICA 1, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, CHICO 3
Momento Tres
Personaje: CHICA
Primera ex-regla ....................................................................................................................................................................25
Personaje: MAYCA, VOZ DE MADRE
Primer puntico y seguido ...............................................................................................................................................27
Personajes: ENTRENADOR, JUGADORES 1, 2, 3, 4 Y 5, JUGADORAS 1, 2 Y 3
Primer laberinto.....................................................................................................................................................................31
Personajes: MARÍA, HUGO, ALBERTO, MIKHAELA
La primera vez .........................................................................................................................................................................37
Personajes: JAVIER. LEIRE, DIABLO PUNK, RAKHI, DIABLO TENORIO, ADRI, DIABLO ROMEO, NINES
Primera tarjeta de crédito ............................................................................................................................................53
Personajes: CHAVAL 1, CHAVAL 2, CHAVAL 3, NEGRO, MENDIGO
Primeros Sanfermines.......................................................................................................................................................59
Personaje: MARTA
Primer recreo sin bocata ................................................................................................................................................65
Personajes: AMAIA, IKER, ANA, JULEN, JULIA, RICHI, AITOR
Primer descontrol..................................................................................................................................................................71
Personajes: TODOS
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Prólogo
Nuestro rostro, desocupados lectores, es una sucesión de máscaras en el tiempo. La obra que
se somete a su consideración es un espejo que quizá refleje el que ustedes tenían en su ado-
lescencia.
La vida, si merece llamarse así, da siempre una oportunidad. Bienaventurado aquel al
que le da dos. Cierto año, pongamos que el lejano 1983, uno de los autores era un joven pro-
fesor de literatura a cuyas lecciones acudía el otro, aún adolescente. Más de un cuarto de
siglo después, ambos se reunieron para escribir este texto.
El mayor –al que llamaremos Ignacio Aranguren– le presentó al discípulo –llamémosle
Javier Izcue– un proyecto de comedia. El maestro quería representar una serie de tablillas
con primeras veces que los adolescentes viven en un Instituto, desde que entran a los doce
años hasta que salen con dieciocho. Aranguren había recabado entre sus compañeros una
amplia noticia y relación de experiencias iniciales.
Esta obra quiere recoger nueve primeras veces. Amor, traición, muerte, deseo, tentación,
angustia, violencia, decisión, fracaso… Y la única palabra que recoge todas esas puertas en el
muro: libertad. ¿Se nos permite la palabra pasión? Aranguren e Izcue que, seguramente, al-
guna vez fueron adolescentes, se han servido perversamente del teatro. Se han aprovechado
de que los actores son, en realidad, adolescentes para que representen, en la ficción, a adoles-
centes que son, en realidad, el público. Ustedes ya entienden.
Los estudiantes del Instituto Navarro Villoslada que representaron la obra eran, enton-
ces, la Generación Z. Hoy, cuando ustedes lean estas líneas, serán ya la Generación Y. O la
Generación X. Quizá la vida no es puro teatro, pero el teatro es pura vida. Nosotros, Arangu-
ren e Izcue, les estamos tan agradecidos. A ellos y a ellas. A ustedes. Por la vida que pusie-
ron en nuestro arte y por el arte que pusieron en nuestra vida.
Toda experiencia, señoras, señores, toda vivencia, si merece llamarse así, es la primera.
Los autores
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Abertura
En la rama florecida, la larva sueña con ser mariposa, como hacen sus her-
manas dormidas. Ahora que asoma la mañana y el sol la calienta, la crisálida
siente el vértigo del primer vuelo. Esa agitación de alas párvulas es la que el
espectador siente. Metamorfosis.
Mientras la luz se apodera de la escena, suena el tema principal en versión ins-
trumental. Desde todas las direcciones, a velocidades diferentes, con estados
de ánimo muy contrastados, salen los actores. Todos caminan acelerados, ig-
norándose unos a otros. De pronto, cesa la música y todos quedan inmóviles,
cada uno en su mundo.
ABEJA 1.— La primera vez. La primera vez que lo hice. La primera vez que hice aquello.
«Aquello», pronombre demostrativo de tercer grado. Es neutro. No es masculino ni fe-
menino. Es neutro y se usa para señalar lo más alejado del hablante.
ZÁNGANO 1.— (Suspirando.) Ay… «Aquello, aquello, aquello». ¡Pobre de ti, chaval, que
hasta los pronombres sirven para señalar lo que está más alejado del hablante. Porque
vamos a ver. «Aquello» es lo que este, ese y aquel hacen con esta, esa y aquella. ¡Qué
morbazo tienen los pronombres, tío! ¡Venga, que salgan ya los neutros del armario y
junten esto con eso!
OTRA ABEJA.— (Paródica, en mujer fatal. O tal vez en ingenua empollona que se mete en
un jardín.) ¿Pero vamos a hablar de lengua o qué? Que a mí me parece muy bien, por-
que la lengua para mí es, no sé cómo decirlo… fundamental. (Todos se miran, estupe-
factos.) ¿Qué, pero qué pasa? ¿Qué he dicho?
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ABEJA 1.— Pues no, no vamos a hablar de lengua, no. Aquí se trata de la primera vez, la
primera vez, en general. Claro, porque para todo hay una primera vez. (Cuchicheos. Algu-
nos intentan marcharse desilusionados.) A ver, a ver, que sí, ¡Para el amor también! ¡En
sus múltiples aspectos! (Ante esas expectativas, el grupo regresa al escenario y se distribu-
ye informalmente por todo el espacio escénico.) Para el amor también, pero en sus múlti-
ples aspectos. Porque la vida está repleta de primeras veces. Y, si no, pensad, a este insti-
tuto entramos con doce años. Y este año nos iremos con dieciocho. En esos seis años
¿cuántas primeras veces han cambiado, mucho o poco, vuestra vida? (Murmullo general.)
ABEJA 2.— Eso, por favor, ¡vamos a hablar de primeras veces! Por ejemplo… jo, pues ¡la
primera vez que puse el pie en el instituto! Dios, ¡qué grande era todo! Yo venía con mi
madre. ¡De la mano!
OTRO ZÁNGANO.— (A la cámara, como quien participa en una Olimpiada.) ¡Hola, mamá!
ABEJA 2.— Sí. ¡De la mano de mi madre! Es que no os podéis imaginar el cachondeo de
los mayores que estaban en la puerta. Tenía doce años y vine a la jornada de puertas
abiertas y no se me ocurrió otra cosa que venir con la mochila de ¡Hello Kitty! Mira, que
se pasaron un año entero llamándome Quita Kitty…
ZÁNGANO 2.— Pues yo nunca podré olvidar la primera vez que vi a Edurne. Llevaba un
peto rosa y el pelo más bonito que he visto en mi vida. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Si sólo
somos buenos amigos…
ZÁNGANO 3.— Mira que son importantes los amigos. Si no fuera por ellos… Si no fuera por
ellos, por ejemplo, nadie hubiera hecho su primera borota. ¿Os acordáis? Había que traer
un animal para hacer una disección. En fin, una sepia o algo así. El Koldo trajo su háms-
ter. Y grita ¿Rajar a Jamfry? ¡Ni hablar! Nos fuimos a la Biurdana. ¿Quién se iba a enterar?
Mis padres dejaron que la comida fuera tranquila. ¡Menudo postre me dio mi madre!
ZÁNGANO 4.— Anda, que a mí también me estaban esperando. Mi padre y mi madre. Los
dos. ¿Qué es esto? me dijo mi padre. Y lo dejó así, como con asco, encima de la mesa.
Me lo había colado Iker en la mochila. Un preservativo. La primera vez que tuve uno.
(Abucheos.) Pero si yo soy alérgico al látex…
ABEJA 3.— ¡Ay, los amigos! Pero qué importantes son en el instituto. Con lo cabezota
que yo era. Pero Bea tenía razón, aquel chico… que no, qué cotillas. ¿Si ha venido hoy
a la función…? Os lo voy a decir, era bobo. Yo estaba coladísima por él y casi mando a
Bea a la mierda por su culpa. Pero Bea, mi primera verdadera amiga, me hizo ver las co-
sas claras. Le pedí perdón a Bea. Decir «lo siento» la primera vez… cuesta. Bea me dijo:
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Abertura
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Abertura
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(Todas estas intervenciones han sido subrayadas por golpes de percusión, que
ahora termina con un redoble brillante.)
ZÁNGANO 13.— (De los nervios primero. Luego, narrador.) ¿Qué pensáis de mí? Me muero
por saber qué pensáis de mí. Y de pronto un día descubres que ¿cómo es posible? Que
le caes gordo a alguien. Que alguien te envidia, sí. A ti. Y ya tienes un enemigo. Tu pri-
mer enemigo. Ese día no lo olvidas.
OTRA ABEJA.— Como tampoco olvidas el día en el que te mandan hacer un trabajo en cla-
se, por parejas, con la tía más colgada, la más empollona de la clase. Y te amargas. Has-
ta que descubres que te lo pasas genial con ella. Porque la tía te escucha, te comprende
y no te juzga, y que sin darte cuenta, le has contando toda tu vida íntima. Tu primera
amiga de verdad. Ese día tampoco lo olvidas.
ABEJA 11.— Y otro día piensas, joe, Irene, que te estás haciendo mayor. ¿Qué quieres ser?
Ahora que ya casi lo eres. Y te pone nerviosísima, bueno a mí por lo menos, pensar que
Marta tiene superclaro que se va a casar y va a tener dos hijos y que Pablo va a estudiar
Ciencias Políticas. Y yo me pregunto ¿qué pienso yo de la vida? ¿Qué pienso yo de mi vida?
ABEJA 12.— Pues, fíjate que tontería, yo no me olvido de la primera vez que dormí fue-
ra de mi casa. Ane nos invitó a dormir en casa de sus abuelos en Sumbilla. ¡Ostras, tú,
si se puede vivir sin padres!
ZÁNGANO 14.— ¿Otro primer día memorable? ¿Cómo olvidarlo? Yo tenía, ¿Tenía? sí, tenía
seis años. Mi madre entró con un bulto en los brazos. Mira, Jon, tu hermanito. Toma, có-
gelo con mucho cuidado. Y me potó por encima todo el biberón. ¡Qué pestazo! Desde en-
tonces, no me ha hecho ni puñetero caso más que para enredar en mis cosas, el cabrón.
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Abertura
ABEJA 13.— Edurne, Edurne, ven. Mira, cariño. Tú no te preocupes. Que mamá y papá se
quieren. Pero papá va a vivir un tiempo fuera. Ahora tendrás dos casitas. Ya verás, ya verás
qué divertido. Y desde entonces siempre con una maleta de ropa preparada. Aquel año me
llevaron a mi primer campamento de verano en Francia. Así hasta primero de Bachiller.
ZÁNGANO 15.— ¡No! Mi móvil. Se lo tuve que entregar al tutor. Me había sonado en me-
dio de clase. Me lo retuvieron una semana entera. Yo, sin móvil y todo el finde castiga-
do en casa. Encima, me obligaron a leerme un libro. Yo pensé. O sea, qué rollo. ¿No?
Pues no pude parar hasta acabarlo. Va de un niño que se hace amigo de otro niño que
lleva un pijama…¡superideal! No os lo voy a contar, o sea… leedlo. Es la primera vez
que me enrollo con un libro.
ZÁNGANO 8.— No, si ya se nota…
ZÁNGANO 16- ¿Os habéis parado a leer las letras de Violadores del Verso? Pues por ellos
escribí mi primer poema. Se titula «Te quiero». Original ¿eh? Bueno, el título completo
es «Te quiero, churri». En fin, que se lo enseño al Aranguren y me dice, bueno, el poe-
ma tiene algunos hallazgos, pero que no es precisamente original rimar quiero con agu-
jero, en mi caso. Demasiado obvio.
ABEJA 1.— ¡Ha sido tanto tiempo en el instituto! Y tantas primeras veces. ¿Verdad, Qui-
ta Kitti?
ZÁNGANO 1.— Sí, sí. ¿Y os acordáis? Septiembre, el de teatro que viene a clase, los co-
mentarios de radio pasillo, que si me apunto, que si no me apunto, y… el futuro, la Se-
lectividad…
ABEJA 1.— Y entonces es cuando te dices: ¿Y por qué no también a esta primera vez,
cuando ya hemos pasado por tantas?
ZÁNGANO 1.— Ya, la primera vez delante del público, siendo otra persona, sin sentirte
extraño. Siendo y no siendo.
ABEJA 1.— Bueno, pero nosotros (Por el público.)… y ellos.
ZÁNGANO 1.— Claro, vosotros os habéis apuntado. El teatro es así. Así que vosotros y no-
sotros hoy vamos a hacer esta obra.
ABEJA 1.— Aunque hayamos ensayado horas y horas, hasta sabernos todos los papeles
de todos. Aunque estas paredes podrían hablarnos de ilusiones y de desilusiones, de ri-
sas y de silencios. A lo mejor, de mucho teatro y de poca vida.
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ZÁNGANO 1.— O, a lo mejor, de mucha vida y de poco teatro. Pero ¿quién puede saberlo?
Tal vez ustedes, tal vez nosotros. Bien, prepárense y ajústense los cinturones porque
esta montaña rusa va a empezar. ¿Cómo se llama nuestra montaña rusa? PRIMERA VEZ,
suite adolescente.
Canción de la primera vez
Letra y música de Juan Carlos Múgica
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Momento uno
Personajes: NOVIETA, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, MIKEL
CHICA 2.— Mira que sois infantiles los tíos ¿Eh? De verdad. Jo, la Patri me ha dicho que
a las ocho la peña se va para Los Burgos, a ver qué hacemos. (Las chicas se impacien-
tan. La NOVIETA les quita el móvil a CHICO 1 y CHICO 2, que protestan.)
CHICO 1 y CHICO 2.— ¡Eh!
NOVIETA.— ¿Yo qué quieres que le haga? Tía, cuando venga Mikel, lo capo.
CHICA 2.— ¿Pero quién era?
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CHICO 1.— Sí pues los hombres, con la excusa de echar un cigarrito… Anda si no al Ga-
llipot. Hay alguno que se ha echado tres cervezas lo mínimo.
CHICO 2.— Sí, sí, los adultos, para morirse de risa.
NOVIETA.— Bueno, ¿nos vamos o qué?
MIKEL.— (Muestra triunfante varios billetes de diez y veinte euros.) Chicos, chicos, ¿quién
tiene cambio?
CHICO 1.— Hostia, colegas, hoy el botellón a la salud del Silicio.
CHICA 2.— Que no era Silicio, animal, ¡que era Sempronio!
CHICO 1.— ¿Qué más da? Va, que nos vamos ya (Felices y despreocupados inician la sali-
da de escena.)
CHICO 2.— Tío, Mikel, te tienes que mercar una ginebra pero guapa-guapa. ¿Eh?
(Desfilan.)
Momento dos
Personajes: CHICA 1, CHICO 1, CHICA 2, CHICO 2, CHICO 3
CHICO 1.— (Tras un silencio hostil, habla con voz plana.) Un marica entra en un bar…
CHICA 1.— (Rápida.) Cállate. (Silencio.)
CHICO 1.— Un marica entra en un bar…
CHICA 2.— No tiene gracia. (Silencio.)
CHICO 2.— No, no tiene ni puta gracia. (Silencio.)
CHICO 1.— Pues antes bien que nos reíamos (Silencio.)
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(La voz se le ahoga. Mientras el CHICO 1 iba diciendo de manera cada vez más
atropellada los chistes, la CHICA 1 se ha ido acercando a él.)
CHICA 1.— Íñigo, no grites, te van a oír en todo el tanatorio. Todos, todos estamos con-
tigo. Va. Saca el movil, ¿Quieres apuntar para la página web de Raúl? (Susurrando.) ¿Te
acuerdas de lo que nos decía cuando nos iba a contar un chiste malo? Pero es más malo
que un bocata de polvorones con mayonesa.
(El final de la tontería de Raúl no lo hemos escuchado pues está lleno de inti-
mismo y complicidad entre CHICA 1 y CHICO 1. Los demás se van acercando a
ellos. Ahora están más juntos, como dándose apoyo y calor. Contribuyendo a
engrosar el archivo de CHICO 1, van susurrando sus aportaciones, que él va es-
cribiendo en su móvil. Apenas se escuchan algunas palabras sueltas. Sólo se
les oye con claridad cuando se dirigen al público.)
CHICO 2.— Va venga, apunta este otro: Parece que El Corbatas da las clases en chino. Chi
no le entiendes, que te jodan.
CHICA 2.— Y lo que decía cada vez que salía de un examen de física: no sé si cortarme
las venas o dejármelas largas.
CHICO 3.— (Casi inaudible.) Un tío entra en un café y hace… ¡chof! (Alto, al público.)
Raúl Esparza, nuestro amigo, tiene 17 años.
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CHICA 1.— (Alto, al público.) En junio de 2009 terminará segundo de Bachillerato y apro-
bará la Selectividad con un 6,8. Aunque no es muy estudioso.
CHICO 2.— Pero, cuando le exigen, él responde. En el 2013 terminará sus estudios de
Ingeniería Industrial en la UPNA. Aunque, bueno, no es muy estudioso. (Casi inaudi-
ble.) A quien madruga…
CHICA 2.— (Alto, al público.) Allí, en la UPNA, Raúl conocerá a Elena. Su gran amor. Dos
hijos: Amaia y Jon.
CHICO 3.— Trabajará un tiempo en Estrasburgo. Aunque no es muy trabajador.
CHICA 1.— No sé si decirlo. Sí. Tendrá un asuntillo con una compañera de Polonia. Su
matrimonio sobrevivirá. Pero nunca será lo mismo.
CHICO 3.— Y entonces los cuatro volverán a Pamplona en el 2020. Y tendrán un chalet
en Larrasoaña.
CHICA 1.— Raúl sobrevive a un cáncer linfático y Elena a una mastectomía.
CHICO 2.— Podríamos decir (mira a sus compañeros.) que ha sido un hombre feliz. ¿No?
(Los otros asienten.)
CHICA 2.— Raúl no ve la curva. No ve la curva. Tiene dieciséis años, casi diecisiete. Para
todo hay una primera vez. Para ver la muerte y para morir.
CHICA 1.— Raúl no es muy estudioso. Pero, cuando le exigen, él responde, Raúl. (Un
nuevo silencio lleno de respeto. El grupo vuelve a la realidad.)
CHICA 2.— ¿Entramos otra vez?
CHICO 1.— Entrad vosotros, si queréis. Desde ahora Raúl va a vivir en Internet. Uve do-
ble, uve doble, uve doble, raulesparza, punto, com. (Y CHICO 1 sigue tecleando furioso
en su móvil.)
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Momento tres
Personaje: CHICA
(A la vez que los amigos de Raúl salen de escena, aparece la CHICA. Se sienta
y habla con calidez al público.)
CHICA.— A mi abuelo yo lo quise mucho. Se llamaba Cándido (Se ríe.) Desde luego, hay
que ver qué nombrecitos cascaban antes. Yo le recuerdo siempre viejecito, y con la tira
de años. Pero a mí me parecía que no iba a morirse nunca. Cuando yo era pequeña, mi
abuelo fue mi compañero de juegos. Y luego, más tarde, cuando empecé a tener secre-
tos, mi abuelo fue mi confidente. Sí, vaya, mi primer amigo. Yo le partía el pan en la
mesa, en cuadraditos. Ahora me doy cuenta de que tendría Parkinson o algo así, por-
que le temblaba siempre mucho la mano. Bueno, y a nosotros eso nos hacía reír un mon-
tón. Vivíamos con él, en su casa de siempre. (Pausa evocadora.) Bueno, pues se murió
mi abuelo Cándido. Eso me gustó. Quiero decir, me gustó que se muriese así, porque
mi abuelo se murió en su casa. Se murió en su casa. Eso es lo que recuerdo, y eso es lo
que os quiero contar hoy. La primera vez que vi la muerte. No sé. Fue sin que me vie-
sen mis padres. Mientras esperábamos para que se lo llevaran. Entré en su habitación,
como había hecho tantas veces. Estaba sobre la cama, completamente vestido. Parecía
dormido. Me acerqué a él y le toqué la cara. Me picó la barba, como cuando me besaba.
Eso me gustó. Qué raro. Me pareció una muerte tan dulce. Cuánta paz.
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Primera ex-regla
MAYCA.— Sí, anda, mamá, vete al baño sin prisas, que esto va para rato. (Pausa.) Nada,
mi madre, que es una brasas. No te jode. Que no se le ocurre ahora, que llevamos media
hora esperando, que me cuenta otra vez (con voz paródica.) que cómo conoció a mi pa-
dre. ¿Es que no le cabe en la cabeza que si hay algo que odio es parecerme a ellos, joder?
Habrá leído en alguna de esas revistas chonis que compra esos artículos de «Uy, madre de
tu hija, sí, pero amiga también», «¿Por la calle? Por la calle se piensan que somos herma-
nas». (Otra vuelta al chicle. Se pone a cantar una letra de Violadores.) La Maider, la Maider
tiene toda la razón. Eso, eso sí que es pornografía sentimental. Ba-su-ra. (Paródica.) «Hija,
¿te he contado alguna vez como tuve mi primera regla?» Que sí, mamá, que un millón de
veces y que no quiero saberlo, tía. «Ay, pero tu ya eres una mujer y las mujeres debemos
apoyarnos en este mundo de hombres». (Ríe.) ¿Mujer? Mujer, dice. Ya, mujer. ¿Y cuándo
fue la última vez que un tío te miró el culo? Pero es que le da igual, a la tía… es una bra-
sas, y es que se mete hasta la cocina, como los tíos en Artsaia. Que si a ella su madre no la
preparó, porque eran otros tiempos, que antes los padres, puff, para rato, bueno, y toda
esa monserga. Y luego ya, los detallitos. Un día que estando en clase notó… bueno, no sé
qué, y que la madre Amparito se la llevó y que le dijo que el Señor la había hecho mujer.
Joder, que vivimos en el siglo XXI ya va siendo hora de que… (Nota un amago de vómito.
Se aprieta el vientre con color.) «Hija, hija, con estos dolores no puedes seguir. Te voy a te-
ner que llevar a Andraize.» (Le vuelven los dolores.) Rediós. Joe, ¿Por qué tiene que se-
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guir doliéndonos tanto? (Respira.) Si los tíos tuvieran la regla, ya hubieran inventado algo
para quitarse esto. Son unos quejicas los tíos. Pero es que si hasta tienen inventado un
aparato para estirarse la polla, que es que da risa. Joe, si es que hasta la anuncian en la
teletienda (Se escojona.) Fijo que es que hasta el de lengua lo tiene, joder. Lo peor, lo peor
no es que tu madre te cuente sus confidencias. Ojalá. Lo peor es que espera que tú se las
devuelvas a ella. (Paródica.) Que por qué no confío en ella me dice. ¿Para qué, para que
toda la avenida Bayona lleve el calendario de mis reglas? Paso. Pero si ni siguiera se ente-
ró del día en que me vino, joder. A ver, que yo ya me conocía el bacalao perfectamente. A
todas las de mi cuadrilla ya les había bajado. Todas con todo en su sitio y yo, mosca. Pues
menuda lacha. Y no me faltaba más que eso, mi madre, enseñándome cómo se pone «una
compresa con alitas». Una monada. «Hija, que no sé qué tenemos las madres, que hasta
sabemos cuándo os va a bajar la regla.» Ya. Sí, eso se creen ellas. Solidaridad femenina,
no te jode. Ah, y que a todas las de la cuadrilla nos baja a la vez. Eso, todas dando la nota
a la vez, como los coros de Eurovisión. Las madres es que creen que saben todo lo que te
pasa. Por dentro y por fuera. «Hija, no comas chocolate, que te van a salir granitos». Ya,
sí, en la matriz. «Ese chico que te llama… parece que le gustas… y su familia, ¿qué tal?
¿No viste un poco oscuro?» ¿Oscuro? Mamá, es neogótico. ¿Qué quieres? ¿Que lleve unas
Adidas y un peto naranja de la Cruz Roja? Es que, ya lo que no aguanto es la vocecita, la
puta vocecita… «Mayca, cui-da-do con los chicos, cui-da-do con los chicos, ¿eh?». Sí,
mamá, si ya me lo decía la abuela –mi abuela, que es el copón- «Mayca, los hombres, an-
tes de meter, prometer». (Pausa.) Pues sí, mamá, me jode, pues claro que me jode. Pero
es que los tíos son así. Bueno, por lo menos Linux, Linux es así. El mierda ese de neogóti-
co. Ese, ese mejor que no prometa nada. (Pausa.) Es un rajado. Cabrón, ha salido huyen-
do en cuanto se ha olido el bombo. Claro, se había metido de todo y ahora dice que no se
acuerda. (Pausa.) Mira, mamá, mamá-hermana, o mamá-amiga, si no te hubieras empe-
ñado, yo no habría venido. Mamá, que no vengo por mí. Mamá, que vengo por ti. Para que
te enteres de una vez por qué es la primera vez, la primera vez que no me viene la regla.
(Se echa a llorar.) Mamá, mamá, ¿qué voy a hacer? Mamá…
MADRE.— Pero, hija, tranquila. Son cosas de mujeres. Ya verás cómo no es nada, cómo
el médico nos dice qué es lo que te pasa. Ay… ves, tanto hacerte la dura. Si eres sólo
una niña…
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ENTRENADOR. – Vamos, come on, ¿a qué esperáis? Vamos, vamos, oh, my God, come on,
alegría. Vamos, más rápido, come on, no tengo todo el día. Ay, el alcohol, el alcohol…
Cualquiera sabe lo que hicimos anoche, ¿eh? A lo peor, ni vosotros mismos. (Ríe.) La
primera vez que yo me… Por cierto, ahora al, al… ¿cómo le dicen…? You know eh…
well, Atención. Deporte y cultura para antes de la ducha. Ahora a la…a la masca, al al-
piste, al, al drinki, ¿cómo le llamas… tú?
JUGADOR 1.— Cogerse un pedal, pisha. El del año pasado en la comunión de mi herma-
na la Rosarito. Ahí, en el Martintxo. Vino un primo de Huelva. Joé, si el chaval no co-
nocía el pacharán con hielo… No le dejes solo, Antonio, no le dejes solo. Eso decía mi
madre y… Y eso hice.
ENTRENADOR.— También en el alcohol hay un decálogo, amigo mío. Norma number one.
Beber no es obligatorio. Hay quien piensa que nadie que beba es un donnadie. Sin em-
bargo, hay mucho julandrón por ahí amorrado a una botella y sostenido por una barra.
Sigamos. A cogerse un pedal ¿cómo le llamas… tú?
JUGADOR 2.— (Con acento de la Ribera de Navarra.) Pillarse un puntico. Mi primer punti-
co. Mira el muete, mira el muete, qué alegrico. Hay que ver cómo chupa los hielos. Ten-
drá sed, con esta calorina. Toma, salao, toma un culico del vaso del tío. Si no es nada.
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El muetico era yo y tenía cinco años. Son tradiciones familiares. Que no se pierdan. La
familia (voz mafiosa.) es lo más importante.
ENTRENADOR.— Norma number two. Cuidadín con la familia. Toda droga es mala. Espe-
cialmente la tradición. Well,a pillarse un puntico ¿cómo le llamas… tú?
JUGADORA 1.— (Caribeña.) Ajumarse. Ahumarse dirían ustedes. No sé, mi amol, que tie-
ne que ver el jumo/humo con el trago. Allá, en la noche, en la playa, nos pasábamos la
botella en el agua. Ron. Como ven ustedes, no me ahogué.
ENTRENADOR.— Norma number three. Todo cuerpo sumergido en alcohol desplaza un vo-
lumen de fluidos corporales como, orina, vomitona, mocos… proporcional al del líqui-
do bebido. Porque nadie flota en alcohol. Well, excepto en los tanques del Anatómico
Forense. Well. Al ajumarse ¿cómo le llamas tú?
JUGADOR 3.— (Con acento de la montaña navarra.) Tajarse. Fue en el velorio de mi tío
Xabier. En el pueblo, ¿quién no tiene pueblo? Ahí va la hostia. Los hombres, fuera. Cla-
ro, hacía calor, el veranito, bebiendo una cervecita. Las mujeres consolando a mi ama-
txi Juanita. Mi amatxi, había que verla, de negro riguroso y con un vaso de tubo tam-
bién de negro. Era cocacola, sí, pero aliviada con ginebra. Bueno, la proporción no la
sé. Ené, Santa Bárbara bendita. Qué tragos para una madre, decía. Se sorbía los mocos
y, hala, lingotazo. A mí me pareció mal que mi amatxi pasara el trago sola. Ni vomité ni
nada. ¡Como un señor! Las lágrimas incluso me vinieron bien. Pues sí que quería el mu-
til a su tío Xabier, decía la Vicenta. ¿La Vicenta? Una vecina muy cotilla del pueblo.
ENTRENADOR.— Norma number four. Las penas con pan, son menos. Y con vino, ni te digo
al principio del camino. Lo mismo pasa con las alegrías. A buen comer, tres veces be-
ber. Well, sigamos. ¿Al tajarse, cómo lo llamas tú?
JUGADOR 4.— Hacerle una visitica a San Fermín. ¿Pero qué pregunta es esta? Soy de Pam-
plona y me llamo Fermín Javier. ¿Pues cuándo iba a ser? Un seis de junio, ayvalaostia.
(Hace el gesto del periódico frente a la hornacina dominicana.) ¡Viva San Fermín! Gora!
¿El capullo de la cámara no tenía otro sitio a donde enfocar? Me reconocieron hasta mis
amigos de Benavente. ¿Que dónde está Benavente? (Haciéndose el borracho.) En Cádiz,
¿o es en Teruel? La noche me confunde.
ENTRENADOR.— Norma number five. No hay fiesta sin alcohol. ¿O sí? Pero no hay alcohol
sin fiestas. ¿O no? Well, sigamos. A la visitica a San Fermín, ¿cómo la llamas tú?
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JUGADORA 2.— Hacer botellón. Yo le llamo hacer botellón. ¿Cómo que no? Si haces bote-
llón, tienes que emborracharte. El más rápido, gana. Y lo mejor para subirse es el TGV:
tequila, ginebra y vodka.
ENTRENADOR.— Oh, pero es que, después de todo lo escuchado, habría que preguntarse
si la borrachera debe ser una consecuencia del beber. ¿No lo habíais pensado? La taja-
da, ya se sabe, se cura al día siguiente. Pero tiene un grave problema. Y esa es la norma
number 6. Emborracharse impide seguir bebiendo. Seguir bebiendo impide seguir vi-
viendo. ¿Y tú?
JUGADORA 3.— ¿Mi primera vez? Mi primera vez no fue nunca. ¿Qué pasa? ¿Es obligato-
rio o qué? Ah, privar. La priva, a mí no me priva.
ENTRENADOR.— Norma number seven. También en el alcohol hay excepciones. Cosas de
la libertad. Siempre se puede optar por el cerebro o el hígado. ¿Y tú?
JUGADOR 5.— Una moñacogorza. La chavala, Olga, estudia en las francesas. Estábamos
en la Plaza de la O. Bajamos a Discosa. Compramos dos de cocacola por cada una de gi-
nebra. Que si te está mirando, que si no tienes cojones. Ahora o nunca. Fue una rela-
ción breve. Exprés, casi. Me mandó a la mierda por plasta.
ENTRENADOR.— Los mayores solían creer que una mujer no bebía. Oh, una dama no bebe.
Bueno, excepto Ava Gardner y Rita Hayworth. No, Marilyn no cuenta. ¿Y Kate Moss?
¿Quién es? Oh my God, norma number eight. Es algo sobre el alcohol y el sexo. Pero me-
jor lo dejamos para los play-offs. ¿No? Well, ¿y tú?
JUGADORA 4.— Pues mamarse. Pero bien. El beber y el chupar siempre van de la mano.
Pues claro que las tías bebemos. Mi primera vez, mi hermana me llevó a una despedi-
da de soltera con sus amigas. A San Sebastian. Íbamos todas vestidas de negro, me-
nos la novia, que iba disfrazada de calamar. Total, que éramos un minibús de doce lo-
bas. Mi hermana les dijo a los porteros que yo tenía dieciocho tacos. Y, ya dentro, nadie
me dijo nada.
ENTRENADOR.— Well, well, well. Pues lo dicho. Los masáis cazan un león. En el fondo de
cada botella hay uno. Porque antes o después a todos nos toca pasar por un desfilade-
ro angosto, con forma de botella. La mayoría salimos con alguna herida. Pero, cuida-
do. Hay quien nunca sale del pozo de la botella. Y esa es la norma number nine. El león
nunca duerme. Come on, todo el mundo a la ducha. Jojojo, ¿A qué esperáis? Come on,
vamos, vamos, ¡Vamos! All right, vamos, come on, vamos (Ya a punto de salir de esce-
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na, regresa.) ¿Pero un decálogo no son diez normas? ¡Me falta la décima! Debe de ser
cosa del frío, yes. Well, well, well. Viva Gran Bretaña. God save the Queen.
(El ENTRENADOR saca una petaca del bolsillo y echa un traguito reconfortante.
Luego ofrece la petaca a un espectador. Oscuro.)
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Primer laberinto
María
Sale a escena MARÍA. Lleva un amplio jersey asexuado que difumina sus for-
mas femeninas. Lleva también una carpeta con apuntes a la que se aferra
como su parapeto. Su peinado, su ropa, todo, todavía da la impresión de pe-
dirnos perdón por ser mujer.
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diar. A ser alguien. Y cuando el profesor preguntaba, a levantar la mano, escalando ha-
cia el futuro. Como si se pudiese alcanzar la montaña más alta con este par de tetas. Per-
dón. ¿Prefieren que diga pechos, como los viejos verdes? ¿O quizás senos, como los de
Corporación Dermoestética? Pero seguro que ustedes también las llaman tetas. Hasta
aquel día. Era primavera, tres primaveras atrás. El último trimestre. La profesora nos co-
mentaba ese cuadro de Delacroix, la-libertad-guiando-al-pueblo. Y se le ocurre pregun-
tar a Iker. «¿Que le diga el tema del cuadro, profa? No sé, paso palabra, profa. Pregunte
a la frutera, que ese es su tema». Todos se rieron. Todos. Y yo, pobre de mí, qué tontos
somos los listos, no entendí nada. ¿Frutera? Sí, por los melones, soltó una voz aprove-
chando el desmadre. Así, así me enteré. (Pausa.) Me pasé el fin de semana llorando. Des-
pués, ya no quería estar en clase. Demasiados cuchicheos, ya sin cortarse un pelo. Os po-
dría hacer un catálogo de todos los chistes y de todos los símiles que pueden hacer sobre
unas tetas los que nunca aprobarían un examen de literatura. Como en una clase de cien-
cias naturales, el listado vergonzoso de especies cobardes de tías que se ríen solamente
para complacer a los machitos de la clase. Dejémoslo. Algunos días me dejaban ir a la bi-
blioteca. Qué paz, la del manicomio de los libros. ¿Se han dado ustedes cuenta de la can-
tidad de gente que ha escrito sólo porque se reían de ellos? Seguramente sólo unos po-
cos han tenido quien les publique o quien les lea. Bien, durante tres años en esta casa
mis tetas iban por delante de mí, anunciándome, humillándome. ¿Qué podría decirles?
Primero, pues me dio por no comer. Para que no crecieran. Y después me dio por comer,
para que me creciera todo lo demás. Han sido años oscuros de demasiado sufrimiento
para mí y también para los de alrededor. Años de mentiras y de lágrimas. (Pausa amar-
ga, evocadora.) Pero si lo confieso aquí, ante ustedes, es porque eso para mí ha termina-
do. Ha terminado. Porque voy a seguir estudiando. Quiero viajar. Quiero aprender idio-
mas. El mundo es más grande que esta plaza de pueblo. Exijo que mi vida vaya más allá
de este fin de semana. Tanto mirarme las tetas pero a mí, ni verme, ¡ni verme! Pero aho-
ra, ahora estoy bien. Me ha salvado el Messenger. No soy la única. Otras chicas me han
abierto los ojos. No soy la única, pero mi vida es lo único que tengo. Lo único.
Hugo
A medio camino entre un skin y un neorromántico, entra HUGO.
HUGO.— ¿No? ¿Que yo no soy el único? Pues a mí me educaron haciendo que me creyera
que era único. ¿Usted ha leído a Sun-Tzu? El mayor estratega militar de toda la historia.
Con ustedes no voy a fingir. Tienen ahí mi expediente, así que saben perfectamente que
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Primer laberinto
tengo un C.I., es decir, cociente intelectual, de 148. Así que saben todo lo que leo. Sun-
Tzu dijo: Cuando el enemigo avanza, nosotros retrocedemos. Someter al enemigo sin lu-
cha. Warketing. Al principio no había enemigo. Yo tan sólo era un chico muy listo, algo
rarito, que pasaba el tiempo leyendo y tocando el violín (Grotesco pizzicato.) Al final, los
demás niños abandonaban sus esfuerzos por hacerme jugar con ellos. Las chicas, las chi-
cas no existían. Pero el enemigo avanzó cuando acabé la primaria y empecé la secunda-
ria. Ahí, ahí sí que había lobos que mordían. ¿Y el arma que más duele? (Se mira sus mu-
ñequeras metálicas, sus punteras metálicas, saca su navaja y la abre.) La palabra. Yo iba
por un pasillo y alguien dijo: ahí va el friqui ese, con su violín de mierda. Qué ingenuo
era yo. Me quedé parado, esperando a que un superhéroe bajara a darle una lección. Pero
los superhéroes, amiguitos, perdón, mi querido público, desaparecieron todos con la in-
fancia. Igual que los amigos. Fue tan sólo un segundo. ¿Qué hacer? ¿No decían todos que
yo era un chico único? ¿Usted que haría? Yo, C.I. de 148, usé la técnica del camuflaje.
Confundirme en el ambiente. Empecé a fijarme en cómo hablaban, en cómo vestían, en
cómo andaban. Enseguida entendí quién mandaba allí. Bastaba con ver las miraditas de
admiración de las chicas. ¿Que cómo me gané a aquellos predelincuentes? Muy fácil. Bas-
taba con adular al lobo alfa, al jefecillo del grupo. Fácil. Haciéndole pequeños favores en
los exámenes, diciéndole lo fuerte que era. Era tan imbécil que se tragaba eso de que era
listo. Así que, cuando vino la policía, les dijo que la idea de meter un virus en la intranet
del centro había sido cosa suya. Pobre Iñaki Berasategui. No se puede ser malo y tonto.
Hay que elegir. Ya lo dijo Noriega: al enemigo palo y plomo, y al amigo puente de plata.
¡Puente de plata! (Se ríe. Mira al público con desprecio por no entender su ironía.) ¡Joder,
puente de plata para que huya, friquis, que no entendéis nada! Da igual, el heredero era
yo. Con un montón de cachorros necesitados de un líder en la manada. A la manada no
se la puede tener ociosa, no. Hay que darles presas para que se entretengan. Desde en-
tonces soy el puto amo. Mientras los débiles mentales se dejan los cuernos para sacar un
tres con veintidós, yo me saco un ocho con la polla y a la vez me divierto con la fauna de
por aquí. Me dedico a la atención a la diversidad, como dice el tutor ese que no tiene ni
media hostia. Pero ahora ¿quiénes son los friquis? Los friquis son ellos, los demás. No te
jode, el esmirriado ese que iba en los recreos a la biblioteca para profundizar en las mate-
rias… Con sus pantalones de pinzas y su pelo con gomina, el muy jodido. (Con retintín.)
El viernes mis colegas y yo le dimos una verdadera lección de contrapunto. Tal y como le
dejamos los deditos no me va a volver a tocar el violín nunca más. Nunca más.
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Alberto
Sale a la luz ALBERTO. Es guapo, musculoso, pálido.
ALBERTO.— ¿Nunca más? Nunca más negaré lo que soy. Ni a mí, ni a los demás. Me ha cos-
tado tanto entender… (Al público.) Sí, yo entiendo. A veces las palabras son transparen-
tes. Yo entiendo. De pequeño, no había problemas, porque estar con otros chicos era lo
natural. Yo era el compinche perfecto. Subía hasta la rama más alta, entraba hasta el cuar-
to más oscuro, incluso compartía mi bocadillo. Si otro chico insultaba a un amigo, yo me
peleaba por él. (Pausa.) Pero de pronto llegan las chicas. Y ellos ya no me necesitaban.
Se lo pregunté a Rubén un día. «¿Oye, por qué cuando aparezco no estáis?» Me miró con
tristeza y me dijo «¿Qué crees que pensará la gente?» Eso me dijo. La gente. Yo ya sabía
perfectamente lo que pensaba la gente. Ellos me conocían mejor que yo mismo. Fue en
el pueblo de mis abuelos, en fiestas. Era así, las chicas siempre estaban a gusto conmi-
go. Yo no les pedía nada, las escuchaba, sus sueños, sus deseos. Risas, cuchicheos, se-
cretos. Lo normal. Hoy todo aquello me parece bastante tontorrón. Pero estaba la cua-
drilla de Jaime. Tres, mayores. Me vieron volviendo a casa. «¡Al pilón con el maricón!,
¡Al pilón con el maricón!, ¡Al pilón…!» Entre risas. Gritando en la plaza. Para que todo el
mundo oyera, y entendiera. (Pausa.) Porque todo el mundo lo sabe antes que tú. En el
instituto, las risitas en clase, los empujoncitos en las duchas, los dibujos obscenos en la
pizarra. Un día tu nombre, A-L-B-E-R-T-O, y en la O un pene enorme, brutal. Intenté vol-
verme invisible pero, pero no se puede. Era peor, se envalentonaban. Así que enseguida
empecé a provocarles. No me quedaba otra opción. (Ahora con pluma exagerada.) «¿No
sabías que todos somos bisexuales, Jon?» «Ay, Luis, pero que meti-culoso eres». Y en me-
dio del pasillo, «Ander, Ander, mira, toma esta flor es para ti». Humillándome, yo les hu-
millaba. (Pausa.) Y mientras todos tenían su primer amor, yo tenía el primer desamor. Y
el segundo. Y el tercero. (Pausa evocadora.) Si alguno más hubiera tenido mi coraje…
Pero no, entre los que me rodeaban había demasiado miedo. Yo lo conocía muy bien. Lo
veía en sus ojos, el miedo, ese miedo a pasar por este largo túnel, en el que por primera
vez se ríen de ti. Sí, de ti. Y entonces, sin que te lo esperes, estalla la palabra definitiva,
como una traca: mariquita, marica, maricón. Al final me acostumbré a ser mi mejor ami-
go. De los adultos y sus cadenas, mejor ni os hablo. ¿Para qué? ¿Mis profesores? Mejor,
callar. Acaban mandándote a hablar con el psicólogo. Y, como eres joven, pues, hasta
quieren que te cures. ¿Mis padres? Eso es lo mejor. Mi padre no se quiere enterar. Y mi
madre lo que no quiere es que se enteren los demás. No sé qué es peor. (Pausa.) Bien, el
año que viene me voy a vivir a Barcelona. Donde nadie me conozca. Ya ven. Voy a empe-
zar mi vida con dieciocho años. ¿Lo que espero? Llegar a la estación de Sants y dejar ol-
vidada mi maleta. Poder estrenar cada día una vida que ya, por fin, sí sea la mía.
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Primer laberinto
Mikhaela
Una chica del Este (de Europa).
1. «Si yo pudiera cantar mi nostalgia / los montes retumbarían». Tomado del artículo de Mircea Elíade Dor, nostalgia
rumana, en http://www.filosofia.org/hem/194/esp/9430501a.htm
2. Del poema Laberinto, de Wislawa Szymborska (traducción de Geraldo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano: Dos puntos,
Montblanc, Tarragona, 2007).
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Un día, Cristina se acercó a mí y me explicó una palabra. Así comenzó todo. Y es que
después de tres años, soy yo la que le tiene que dejar los apuntes a la vaga de la Cristi.
¿Sabéis cuándo yo vi de verdad la puerta de mi laberinto? Era lunes. Entra Rafa y me
dice: «Menuda goleada le marcó tu equipo al Atleti». ¿Mi equipo? Pero si yo soy del Ste-
aua de Bucarest. «No, chica, no, el Barça. ¿No sabías que todos los del Barça son pola-
cos?» Y se rió hasta El Ecuaciones, que mira que es un profe serio. Y le dijo: «Rafa, tú
eres tonto, Mikhaela es rumana, no búlgara, no rusa, ni marciana. El marciano eres tú».
Y ese chiste, pues sí, lo pillé. Y nos reímos. Y ya. Ahora ayudo a los de inmigración con
los pobres rumanos que llegan aquí sin saber el idioma, y que, tras catorce horas de au-
tobús, no entienden lo que se les pide, y lo único que saben es que quieren una vida
mejor. Es doloroso dejar la tierra de tus padres. Cuando algún compañero me ve ha-
ciendo de intérprete con la policía, le digo, «ya ves, estaba pidiendo en el Eroski y me
pillaron robando un carro». «Para ser del Polo Norte, se te entiende muy bien el caste-
llano, neska rumana». Y yo les respondo: (imitando a los indios de las películas del oes-
te.) «¡Jao! ¡Rumana estar aprendiendo! ¡Ojo cartera! ¿Tirarme cacahuetes, mesedez?»
Y todos nos reímos. Pero yo, la primera.
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La primera vez
Personajes: JAVIER. LEIRE, DIABLO PUNK, RAKHI, DIABLO TENORIO, ADRI, DIABLO RO-
MEO, NINES
JAVIER.— (Nervioso.) Javier, Javier, Javier, que tienes veinte minutos. (Se examina.) Que
es hoy. Hoy. Hoy es hoy. Hoy, por fin, vas a pillar cacho. Sí… hoy. El día D, el desem-
barco de Normandía. Una tregua en la guerra de los seis años. ¡La gala de segundo de
Bachillerato! Se acabó el instituto. Bueno, casi. Dentro de dos meses, tres, bueno claro
y eso si apruebo todas. ¡Bua, qué vértigo! Bueno, a ello, SuperJavi, que, como ahora te
entre el bajón, la cagas. Ay… ¿Qué me pongo para la graduación? ¿Qué me pongo, qué
me pongo? (Sale, más nervioso todavía.)
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LEIRE.— …que no, mamá, que ya no pienso cambiar de zapatos, ya te he dicho que hace
un mes que lo tengo decidido (…) Que no, que la cartera de mano tampoco. Ay, mamá,
que sí, que sí, mamá, que ya sé que tú estarías ideal con la dichosa cartera de mano y
los zapatos de imitación de Versace, que dan el pego tan bien, pero yo tengo otro esti-
lo (…) Oye, mamá, que me vas a hacer llegar tarde. Todavía estoy sin acabar de arre-
glarme (…) Ay, no, eso sí que no, mamá, como se te ocurra escaparte del curro para
venir a la puerta del insti, yo es que hago como que no te conozco, mamá (…) Que sí,
que nos haremos fotos. Que sí, que muchas, muchas fotos (…) Que sí (…) Ay, pues cla-
ro que te llamaré, pero no te voy a radiar la gala en directo, mamá. Ay, mamá, no me lo
digas más, por favor (…) Que ya sé que hay que tener cuidado, que la gente habla mu-
cho (…) Que no, mamá, si ya sabes que no me gusta beber… Ay, que sí, mamá, que sí,
que con los chicos también hay que tener cuidado (…) (LEIRE sonríe.) Bueno, en eso,
te doy toda la razón, absolutamente toda, porque de algunas que se dicen amigas, tam-
poco te puedes fiar (…) Ay, mamá, no me lo digas más, por favor, otro sermón, no…
(Se oye un timbre.) que estás siempre igual, chica (Otra vez suena el timbre.) Mira, que
me están llamando, te dejo (…) Adiós, pesada.
(Leire, atacada, cuelga el teléfono y sale de escena para abrir la puerta cuyo
timbre suena con insistencia.)
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Primera Vez - Obra:ok 2009-aza-12 17:20 Página 39
La primera vez
Tiene que ser hoy. Los globales nublan el horizonte estudiantil. El estrés se apodera de
la situación. (Imitando a alguien, mientras sale de escena.) «¡Que no se os olvide volver
a mirarlo para Selectividad! ¡No os fiéis! ¡Que el año pasado cayó este tema!» (Pausa.)
LEIRE.— ¡Tías, qué pasada! ¡Pero qué guapas venís! (Besos, rueda de reconocimiento, as-
pavientos femeninos.) ¡Rakhi, pero que collar mas original llevas! ¿No? (Lo examina.)
RAKHI.— ¿Te gusta? Es la cadena de mi perra. Por si tengo que ladrar. (Se ríen.) Pero
mira, mira los zapatos de Adri, pregúntale a quién quiere pisar… (Examen y desfile de
ADRI.)
LEIRE.— ¡Uy, tía, pero qué taconazos!
ADRI.— (Coqueta.) Un mes entero me ha costado domarlos. Pero, ya sabéis, chicas, para
presumir, sufrir.
RAKHI.— Pues yo prefiero hacer sufrir. Ahora que, el Ojazos cuando te vea, se va a caer
de culo, pero de culo.
ADRI.— ¿Te parece? Si pasa de mí…
RAKHI.— Es gilipollas, como todos los tíos.
LEIRE.— Perdona, pues tú bien que te arrimas al Mastín…
RAKHI.— A las perras nos gusta que nos muerdan… ¡Guau!
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ADRI.— Desde luego, chicas, falta un mes de curso y nosotras aquí, como tres pavas,
deshojando la margarita. Si es que lo que no pase hoy, no pasará nunca. Vamos a hacer
como con la orientadora, cuando había que elegir estudios: o sea, primero descarta-
mos lo que no nos gusta. A ver, repasemos el género.
LEIRE.— (A ADRI.) Yo sí que necesito un repaso. Anda, arregla esto.
(Lo dice por su maquillaje. ADRI va retocándolo mientras las tres amigas ha-
cen el inventario del género masculino más potable de la promoción.)
LEIRE.— El Paquetero.
RAKHI.— El que no deja bulto sin tocar.
LAS TRES.— ¡Suspenso!
ADRI.— El Farmacéutico.
RAKHI.— Ese tío, menos la del día después, tiene todo tipo de pastillas. Y a su lado El
Chucho. Y no metas la pata, Leire. Que no se llama chucho, se llama Jesús, pero esta le
puso Chucho porque dice que va todo el día detrás de las tías con la lengua fuera.
LEIRE.— Y os olvidáis del Tabletas de chocolate.
RAKHI.— ¡Qué empalagoso de tío!
ADRI.— Pues está como un queso.
LEIRE.— Bueno, de agujeros, porque hay que ver lo capullo que es.
ADRI.— ¡Ah, y El Yogurín!
RAKHI.— Leche no sé, pero aceite pierde más que la moto Espinete.
ADRI.— Ay, chica, nadie es perfecto.
RAKHI.— Estarán El Granos, El Manoslargas…
ADRI.— No seas así, que nos deprimimos todas. Estarán… Fernando, ¿eh, Leire?, An-
der, Iker, Lucas…
RAKHI.— Con Ander, chupado. Hay que hablar de motos. El Valentino Rossi de 2º F. Lo
flipas, tía.
ADRI.— Y mira que es guapillo. Y, bueno, Iker no está nada mal. Desconectas un poqui-
llo cuando habla, porque es que el tío no calla. Y queda Javier, el del A, ¿Sabes?
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La primera vez
DIABLO PUNK.— ¿Ojos…? Tío, ¿le vas a mirar a los ojos? ¿Qué quieres ser, óptico o qué?
Chavalín, que tienes el punto de mira desviao. ¡Ojos! A las churris, nen, hay que mirar-
las bien, pero para ver donde agarrarte. Anda, déjate de ojos y asegúrate de que no te
den gato por conejo.
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JAVIER.— (Sigue en su ensoñación.) Ya, pero, mientras bailamos, ¿qué hago, qué le digo?
DIABLO TENORIO.— La boca de una mujer, Javi, está compuesta por dos labios, dos, cuya
función básica es que alguien, preferentemente un hombre, los bese, Javi. En este caso,
¡tú! Tú, hombre.
JAVIER.— La verdad. Nunca he hablado con ella. A solas, quiero decir. Pero yo creo que a
mí me sonríe de una manera diferente. Ay… ¿cómo me acerco, cómo? ¿Cómo le hablo?
DIABLO ROMEO.— Con el corazón, Javier, con el corazón. Tienes que hablarle con el cora-
zón. Ay… pasa de estos, aprende: «Leire, el curso se acaba y, y una etapa se cierra. Y
tal vez nunca volvamos a vernos… Ha sido un año muy duro, Leire, y sólo tu presencia
lo ha hecho soportable…».
JAVIER.— Vale, vale, se trata de avanzar posiciones. Pero, ¿yo qué coño me pongo?
DIABLO PUNK.— Potencia, chaval, a las nenitas les impresiona la potencia. Una buena caza-
dora y un pantalón marcuti. Toma. Que vean que tienes caballos. (Le acerca una chupa.)
JAVIER.— No sé si pasaré calor con esto.
DIABLO TENORIO.— A las tías el calor se lo pone una buena marca, un pantalón Armani,
unas gafas Gucci… Y quien los sepa llevar, Javi. Lo mejor para el mejor. Toma, yogurín.
(Le da una bolsa con el logo de una marca cara.)
JAVIER.— Pues no, no quisiera que pensara que soy ni un chulo ni un pijo.
DIABLO ROMEO.— Pues claro que no. Pero para eso, lo mejor es suavidad. Algo sencillo.
Mira, una camiseta, pues con algún mensaje social o ecológico, alternativo. Y sobre todo,
que se dé cuenta de que eres un alma sensible. Como ella.
LOS TRES.— (Imperativos, mirando sus relojes, ante un JAVIER indeciso con sus tres bolsas
en la mano.) ¡Javier, vístete ya!
(JAVIER abandona la escena casi llevado en volandas por los tres diablos. A pun-
to de desaparecer, el DIABLO ROMEO se vuelve y habla directamente al público.)
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Primera Vez - Obra:ok 2009-aza-12 17:20 Página 43
La primera vez
DIABLO ROMEO.— (Con risitas forzadas, un poco violento.) Hola, perdonen, yo venía sólo
por una bolsa. (Recoge la bolsa de las camisetas que había dejado atrás.) Ay, casi lo ol-
vido. A ver, que no sé, no sé si se habrán dado cuenta, pero es que, pues que nosotros
tres que, pues que no somos de verdad. Que nosotros tres sólo estamos vivos en la ca-
beza de Javier. Somos sus asesores de imagen… imaginarios. ¿Lo cogen, no? Pero, en
cambio, Raquel, Adri y Nines, pues sí son de verdad. Ellas sí son de carne y hueso. ¿Les
queda claro, no? Bien, pues nada, yo a lo mío. Hasta luego. (Sale.)
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La primera vez
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(JAVIER sale de escena seguido de los DIABLOS que ya empiezan a perder la pa-
ciencia.)
NINES.— Por favor, que empiece hoy el primer día de mi nueva vida. Y que tenga alguien
con quien compartirlo. Alguien que pueda entender lo que hay debajo de este traje ri-
dículo y de este proyecto de no-futuro. Creemos ser inmortales, que nada malo nos pa-
sará. Pero pasa. Ánimo, Nines, déjate llevar y olvida. Olvida.
RAKHI.— Dicen que no se olvida nunca. Dicen que duele. No, Raquel, no se olvida nun-
ca el primer amor. ¿Por qué nadie me abraza? Bastaría eso. (Se abraza a sí misma.) ¿No
notas el calor que empieza a quemarme? Pero no será para el primero que descubra mi
secreto. Si no estoy enamorada, no. ¿Cómo sabré si estoy enamorada? A lo mejor cuan-
do aprenda a quererme a mí misma. Dicen que la primera vez que se ama es la última
que se ama. Tíos. ¿Qué se puede esperar?
ADRI.— Estoy tan cansada de ser una chica diez… tan cansada de tragarme mis miedos.
Mi miedo a defraudar. Tan guapa y tan lista que es que parezco tonta. (Con tristeza.) Yo
no estoy, no… Soy un trofeo. Las tías me odian y los tíos me temen. Menos alguno, cla-
ro. ¿Aquello era amor? Él decía que sí. Él. Una y no más. Lo juro. Que hoy cuando me be-
sen, ni siquiera digo quién, que me besen de verdad. De verdad. Y que yo esté allí.
LEIRE.— Miedo a que me duela. Miedo a quedar embarazada. Miedo a que me tomen por
puta. Miedo a dejar de ser niña. Miedo a convertirme en mujer. ¿Estoy preparada? No
entiendo qué me pasa. Por suerte, nosotras decidimos. Ellos siempre quieren. ¿Y yo?
¿Qué quiero yo? ¿Y si le grito «estoy aquí, aquí»? Ven, toma. ¡Y que se hunda Venecia!
Cuando estemos juntos, sabrá quién soy. Y yo, también.
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JAVIER.— Que tú, que yo… ¡que, Leire, que es que estás muy buena!
LEIRE.— Gracias, qué romántico. ¿Te puedo decir yo otra cosa?
JAVIER.— (Envanecido.) Pues claro.
LEIRE.— Que me estás pisando, Javi.
DIABLO TENORIO.— ¡Niégalo, chaval!
JAVIER.— Pero si bailo muy bien…
LEIRE.— Es que no es la primera vez.
JAVIER.— Mira, Leire. (Tira la toalla.) Si quieres, lo dejamos.
LEIRE.— ¿Dejarlo? Pero si ni siquiera hemos empezado.
JAVIER.— ¿Empezado?
LEIRE.— Qué tonto eres, Javi. Me gustas.
JAVIER.— ¿Te gusto?
LEIRE.— Qué bobo.
JAVIER.— Gracias. Tú también me gustas mucho.
(Los TRES DIABLOS han reparado en las tres amigas y se disponen a la cacería.)
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Tres chavales sentados, digamos, en un banco municipal, verde, rojo, con leo-
nes, de, digamos, el Paseo Sarasate. Los tres culos clavados en el respaldo, las
deportivas en el travesaño del asiento. Llevan sudaderas amplias con las go-
rras caladas. Una moto (o tres, no sé.) dormita a su lado. A lo largo de su in-
tervención podrán ir despojándose de su disfraz de graffitero-raperos e irán
mostrando el que llevan debajo.
CHAVAL 1.— A ver, chavales, a ver si sabéis cuál es la diferencia entre una tarjeta de cré-
dito y una tarjeta de débito (Se saca del bolsillo trasero de su pantalón holgadísimo, que
deja a la vista unos gayumbos rojos, una tarjeta bancaria.)
CHAVAL 2.— Anda a chingar a tu madre.
CHAVAL 3.— Anda a limpiarte el ojete.
CHAVAL 1.— (Se pone a rapear.) Hay mucho dinero en la tarjeta. Saco un poco y te par-
to la jeta, y un poco de eso pa un gramo de keta.
CHAVAL 2.— …si no tienes tarjeta.
CHAVAL 3.— …si no tienes tarjeta.
CHAVAL 2.— …tranquilízate,
LOS TRES.— …y échate un peta.
CHAVAL 1.— A ver esa lengua…
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(Se ponen a jugar con los mecheros. Coreografía de mecheros que se encien-
den y se apagan, amenazadores. Pasa un chaval de color. NEGRO.)
CHAVAL 3.— Buenas noches. (El colorao sigue andando, más rápido.)
CHAVAL 2.— (Al moreno.) ¿Quiere usted que le dé fuego?
(Los otros dos se ríen. El NEGRO no entiende el chiste, que ya se ve, es divertido.)
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(Con su coreografía de jauría de caza, van junto a la moto y sacan cada uno
una botella de gasolina. Tienen en la otra mano un mechero que encienden al
alimón los tres. Es el momento cocacola de los conciertos blandos. Tres lenguas
dibujando líneas en la oscuridad creciente.)
(El indigente es una anciana que arde con los brazos abiertos, como un nue-
vo Cristo en la cruz. Los tres miran, indiferentes.)
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Primeros Sanfermines
Personaje: MARTA
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mos ahora mismo en Port Aventura, otro año más en el Dragón Khan de las narices. Papá,
papá ¿apruebo todo y hay Chupinazo? No, papuchi, un encierro y una salida de peñas,
por lo menos, también. ¿Porfa, anda… tres días? Bueno, vale, vale, dos. Y luego a Salou.
Tía, eso se llama negociar, que es lo que tú no sabes (…). Jo, tía, superbién. A tope, el
chupinazo. Las de tercero que habían estado el año anterior nos habían contado (baja
la voz.) que los tíos, ya sabes, con el montón del champán y de la harina… pues, si te
descuidas, te levantan la camiseta… Ay… ¡a mí no! No te pienses. Qué vergüenza. Pero
he visto a Elena, la del C, si vieras cómo tenía a un tío con las dos manos por el panta-
lón, haciendo así, como que la quería limpiar… Dios, ha sido… ¡qué fuerte! (…) Bueno,
yo no lo he visto exactamente, me lo ha contado Marina. Hemos quedado todas en el
Catachú. Caty, por supu, de blanco marca y rojo seda, y con un collar de coral, ¡qué pava!
Tenías que ver a la Edurne gritando como una loca y sin el suje. No, se lo ha quitado en
el bar. ¡Que se había comprado un sostén rojo de esos del mercadillo y se lo ha puesto
de pañuelo! ¡Qué fuerte! (…) Tía, que te lo juro por Snoopy. Yo también. Yo me he pin-
tado los labios de un rojo molón que hasta me quería besar a mí misma. A mi madre le
he robado un chorrito de una fragancia que le compró mi tía por Navidad … ¿Cuál? Es-
poir de jeunesse, o algo así, me parece que se llama. Es más rica… y luego… Oihane, ha
sido superfuerte. Todo el mundo de blanco, con el pañuelo en la mano… bua, me ha dado
una cosa… Total, que iba yo triunfando por todo el Paseo Sarasate y, de repente, cuan-
do llego a la Estatua los Fueros, me encuentro al friki de mi tío Paco. ¡Ese, tía! ¡El bra-
sas! Y yo con los labios como tomates. Yo pensaba: a que se lo cuenta a la tía Maribel y
esta no pierde el tiempo en llamarle a mi madre. Así que me he hecho la simpática. Y pre-
mio… Se le ha ido la olla y… ¡me ha soltado un billete de cincuenta euros…! Bua… ¡Su-
perguay! (Vuelve a tararear mientras escucha.) Ay, pues claro, que la Cristi es un shos-
holoco. Pero espera, que te cuente lo mejor. Bajábamos por Chapitela y la Maider, que
es una torpe, pisa una botella rota y se corta. Lloraba la tía… Bua, qué mar de mocos, la
pringada esa. Y entonces les digo a las demás: don guorri, chicas, marchaos vosotras al
cohete que ya la llevo yo a la Casa de Socorro. (…) Pero que no, tía… ¡que eso ha sido lo
mejor! Llegamos a la Casa de Socorro y nos tenemos que sentar junto a dos guiris. Cuan-
do los ve, a la Maider ya no le dolía nada, y eso que aún seguía sangrando un poco. Mira,
había uno rubito, más mono que el de Backstreet Boys, te lo juro, ay, y encima se le mar-
caba un toblerone bajo la camiseta mojada de vino… Ay… (…) ¡pues en inglés, so pava!
¿Qué quieres, que le hable en euskera? Ya sabes, yu laik Sanfermines, eh? The biggest
fiesta in the World! ¿Ah? Toros ranin in de estrís, in de estrís… El que me gustaba a mí,
el más bajo, porque el otro era un 4x4, que encima le miraba a la Maider con esos ojitos
azules… Y claro, la Maider haciéndose la víctima, la tía loba. Pero chica, al final, el ta-
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maño importa. Ha empezado con el grande y me ha dejado el campo libre con el mío.
Nada. En cuanto le han puesto dos chorricos mercromina y una venda, la Maider se ha
empeñado en que la acompañara a casa, que su madre la iba a matar. Menuda chapa. Ya
sabes. Como la tuya. «Ya te habíamos avisado, que sois demasiado jóvenes como para
salir en Sanfermines…» Ay, nos hemos despedido de los guiris ¡con dos besos! Qué bien
olía… así, como a guiri. ¡Ay, maja! Claro que había plan. Hemos quedado con ellos a la
tarde donde los patos, tía, a las siete. Hasta las uñas me he mordido en la comida. Enci-
ma ha venido a comer mi tío el cura, el que está de misionero, que es otro brasas, y que
si el capotillo del Santo, y que si la Procesión… ¡Que son fiestas, jopetas! Y yo mientras
venga a pensar en Markus. Se llama Markus, ¿sabes? ¿A que es un nombre bonito? Tía,
el plan era de los patos a las barracas, al tren del amor, ya sabes, que te cubren con una
manta, luego a comer unos bokatas, a los fuegos, y a bailar a la Plaza los Fueros… Qué
paranoia. ¿Cómo le digo a mi madre que me deje quedarme hasta tarde? Hasta el encie-
rro, porfa. Es el primer año. Lo hacen todos en el insti. «Pues a los demás ya les dejan».
Total, que cuando mi tío el cura se iba ha dicho hasta mañana, y mis padres han dicho
hasta mañana, yo he dicho hasta mañana y te juro que me han contestado hasta maña-
na. ¿No? Pues hasta mañana. He salido de casa… botando. (…) ¡Que hay que saber mon-
társelo, tía, para no pasarse la vida en plan Verano Azul! Nada, salgo de casa y el buzón
del móvil. Un mensaje. KASTIGDA HSTA MÑNA. La Maider. Te lo juro, qué chavala. Más
corta que una compresa sin alas. Que su madre se ha puesto cabezona, ella bocas, y no
le dejan salir para-que-no-se-le-abra-la-herida… ¿Qué hago? Cagarme en… Perdona, chi-
ca. Me ha dado una rabia… Llamarle a Itziar me parecía fatal. Porque en el fondo les ha-
bíamos dado esquinazo. «La Marta, que está colgada, a ver a dónde vamos…» me ima-
ginaba a la Yeny. «Esa, que no se nos pegue. Que, si no, la cuadrilla…». (…) Qué bajón
me ha dado. Y la carita de Markus, ay… tan rubio, se me aparecía cada vez que veía un
guiri. Hala, Marta, no seas cagueta. ¡A las siete, en los patos! Así que, a las siete, estaba
la Marta apoyada en la barandilla de los patos. Jo, Oihane, no sé qué me pasaba, se me
iba la güendy, pensando en Markus. ¡Que aparezca! (…) Y una mierda, las que han apa-
recido han sido la mitad de las chavalas del insti. Y yo, con mis pintas de colgada. La
Edurne, la Rosa, con un pantalón que le marcaba todo el culo, todas, todas, tía, hasta la
Peque… (…) Se me caían las bragas, te lo juro. Para superar el bajón, me he ido donde
el baturro ese del barril y me he tomado dos vinos con barquillo. Hasta el del cachirulo
se reía de mí, Oihane. Me ha entrado una calorina… Y ¿a que no sabes quién ha apare-
cido entonces? ¿Juantxo? No, mejor. Xabi, el del A. Estaba con todos sus amigos. Es más
majo. «Anda, vente, no seas tonta». Y tal. «Estoy un poco… txisporro». Yo también te-
nía el vinillo subiendo y bajando. Bueno, le ha dado por ponerse cariñoso. Y hasta me
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ha cogido del brazo y todo. Y venga hablarme al oído. Sí, pero yo creo que no sería por
el ruido, so envidiosa. (…) Nos hemos ido a la Jarauta. Pues claro que el Xabi me mete
fichas. Eso seguro, si ya sabes lo que se gusta de mí. ¿Yo? Tía, es mono. Se parece un
poco a Hugo Silva, aunque casi no tiene barba, ¿no te parece? Bueno, que nos hemos
ido a la Jarauta. Aquí, allí, que si viene este, que si he quedado con tal, saludando, y
venga beber, y venga bailar. La gente más maja… Y de pronto, el Xabi se da cuenta de
que le falta el móvil. Y yo, que soy tonta, pero tonta del culo, le digo que le acompaño al
Bosquecillo para buscarlo. No, no nos hemos perdido en la jungla. Jo, cómo eres de fres-
ca. ¡Seguro que es por el aftersún! Ay chica que no, que era broma. ¿A que no te cuen-
to más? No, no hemos hecho nada en el Bosquecillo, si estaba lleno de gente… Era como
estar en mitad de un río. La gente nos llevaba y nos traía. Y como estábamos tan alegri-
llos. La gente empujando. Si no llega a ser porque Xabi me ha cogido, maja… Me veía
en el suelo. Ay, ¡más majico! Nada, ya eran casi las once. Y, de pronto, que un grupo nos
ha separado, y me he quedado sola. Sola, tía. Otra vez sola. Ahora que estábamos tan a
gusto. (…) ¿Pues qué voy a hacer? A la Vuelta del Castillo, a todo correr, a ver los fue-
gos. Medio mareada, chica, y qué calor por todo el cuerpo. A ver si lo encontraba. Había
un mogollón. Uff, empiezan los fuegos y yo abrasada. Llego a la Vuelta del Castillo y lo
primero que veo es al alemanito rubito, sí, al Markus, abrazando a otra tía. Menudo pul-
po. A la jai, que le daban miedo las explosiones. Menos mal que el mozo la abrazaba bien
fuerte que si no… Pum, pum. No veas qué tiros. Y ella, bien agarrada. ¡Y el tío, cositas
al oído para que la nena no tuviera miedo. Tú, qué romántico el amor en alemán. Yo, tú
estrujen. Yo, tú achuchen. Yo, tú chinguen. La tía esa, derretida, se gira y le da un pi-
quito. Eso, al principio. Después, el piquito y toda la boca, la tía lagarta. (…) Jo, Oiha-
ne, ¿Cómo te lo has imaginado? Pues claro que era la guarra de la Maider comiéndole
los morros al bobo ese. La tía estaba ya como un helado de los italianos a pleno sol. Co-
china. Total, que cuando se les ha acabado el pegamento y se han soltado, se giran, y
pum, me ven. Se les ha quedado una cara al verme… (…) ¿A mí? ¿qué pregunta es esa?
A mí por el guiri, nada. Si además tenía una nariz así, como para cortar troncos el Mar-
kus ese, que ya ves tú que nombre para una furgoneta. MAR-KUS, su fragoneta. A mí lo
que me ha jodido han sido las explicaciones de la Maider. (…) Pues, nada, que al des-
pedirse a la mañana, que se habían confundido y que cada uno tenía el móvil del otro.
Que, fíjate que coincidencia, eran modelos muy parecidos… Y que habían quedado para
devolvérselo, y que si el amigo se había quedado donde las murallas del pedal de kali-
mocho que llevaba, que los alemanes cerveza la que quieras, pero que el vino, que lo ha
matado, que si esto, que si aquello, que si, quesitos de la vaca que ríe. ¡Cerda! Te lo juro.
Le he llamado, cerda y, y, y… putón. Pero si se estaban quedando sin aire. (…) Joder,
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Oihane, qué pregunta es esa. ¿Tú qué crees que le estaba haciendo una ortodoncia? A
tomar por culo, le he dicho. Bueno, con perdón, pero qué leches, a-to-mar-por-cu-lo. Ya
está bien. Al guiri, ni mirarlo. Cochino. (…) Total, que me volvía yo pa casa. Medio llo-
rando. Y, zas, me cruzo otra vez con el Xabi. Me ha notado algo. ¡Más cariñoso! Más ma-
jico… El tío empeñado en que bailáramos en la hierba. Ay… Me agarra de aquí… de
aquí… y de aquí… y de aquí… (Baila muy animada.) Jo, Oihane, me temblaba todo. Ven-
ga a dar vueltas. Yo creía que me estaba enam… bueno, es más majo el Xabi… ¡Ay! (…)
Sí. Ha sido una pena. Que se ha sentido mal y ha echado toda la pela. Yo, te confieso,
tenía unas ganas de que me besara… pero… estando él así. Me he venido para casa. A
las doce pasadas, tía. Bueno, mira, pensándolo bien, así mis padres no me dirán nada. Y
mañana, otra vez a tope. (…) Es que los Sanfermines, Oihane, es que son la leche. No
sabes lo que te estás perdien… (…) Espera, que me están mandando un mensaje. (MAR-
TA manipula en su móvil, lee el mensaje y vuelve a su conversación con Oihane.) No me
cuelgues, ¿Eh? ¡Ja! Oihane, no te lo vas a creer, es la Maider… será cerda… Mañana, des-
pués del encierro quedamos en el Catachú para desayunar con la cuadrilla del Xabi. (…)
No, seguro, él no corre, si se pasó todo el curso con no sé qué rollo de los ligamentos…
(…) Sí, es guapillo el Xabi. (…) Pues nada, tú sueña con él, pero no te vayas a caer de la
litera de arriba eh, tía mayor. No te enfades, Oihane, que era broma. Yo me voy a ir ya a
la cama, que estoy muerta. Mañana, si me despierto, veré el encierro en la tele y luego
buen chorrico de espoir de jeunesse y a disfrutar, que Pamplona es la capital de la fiesta,
como dicen en la tele. (…) ¿El alemán? Creo que se iba hoy a Calafell, si se despierta el
amigo de los kalimochos, claro. Pero, al Xabi, como me lo toque la Maider, yo es que le
parto la cara… Mira, esto no se lo perdono, por lo menos, hasta después de la primera
evaluación. Jo, bueno, vale. Tienes razón. Las fiestas son las fiestas y una amiga es una
amiga. Como tú, no. Peor. Y si me pide perdón antes, pues sí, la tendré que perdonar.
No es mala la Maider. Sólo que es un poco cabrona (…) Pues claro, yo también siento
que te lo estés perdiendo. Jo, Oihane, cómo nos lo pasaríamos. Los primeros Sanfermi-
nes juntas… Una pasada total. A ver si en cuarto de la ESO no pencas nada y tú y yo… el
año que viene… ¡Viva San Fermín! ¡Gora! Mañana te cuento más cosas. Chao.
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AMAIA.— Hoy, en literatura, la profesora nos ha leído un poema. Venga. ¿Poesía? ¿Para
qué? Seguro que preferís que os cuente una historia.
IKER.— Tíos, tíos, tíos… me ha dicho el Rober que hay una jamba nueva. ¡Y que está,
que está como un queso!
AMAIA.— Fue en noviembre, justo después de Todos los Santos. Ana, nuestra tutora, en-
tró en clase con una chica a la que no conocíamos, y nos dijo:
ANA.— (Imitando a la tutora.) A ver, chicos. Por favor. Oye, chicos. Richi… ¡Julia! Ju-
lia, oye, Julia, ¡Richi! Tengo una novedad. Ha venido una chica nueva a clase, se lla-
ma… Mamen Garmendia Otamendi (Se corrige.) No, Otaola. Mamen Garmendia Otaola.
Pasa, Mamen, pasa, que te voy a presentar. Es de, por favor, es de letras mixtas, así que
le corresponde este grupo. Espero que entre todos le hagamos, por favor, su adaptación
más fácil. (A Mamen imaginaria.) Mamen, si tienes cualquier duda, pregúntamela.
AMAIA.— Era guapa, muy guapa.
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JULEN.— Bua, con ese culo, qué pena me dio que no se sentaría más cerca.
AMAIA.— (Corrigiendo, pero sin volverse.) Se sentara. Se dice se-sentara-más-cerca. La
nueva era seria, demasiado seria. Entró en clase, se sentó junto a la ventana, frente a
la mesa del profesor. No miró a nadie. No le vimos los ojos.
JULEN.— (Por lo bajo, a su colega.) ¿Mamen? Mamen es nombre de pija, seguro que vive
en Gorraiz.
AMAIA.— Yo creo que todos oímos la última genialidad de Julen. Pero Mamen ni caso.
Sacó su cuaderno, miró la pizarra y copió la cita de Kant que había quedado escrita del
día anterior. El primer día de clase de la nueva resultó ser el adelanto del de todos los
demás. No hablaba con nadie, no miraba a nadie, nunca levantaba la mano ni nos pe-
día ningún apunte. No le importaba nuestra aprobación. Cuando Richi, el ligón, inten-
tó anotarse el tanto, no logró la menor aproximación.
RICHI.— Tú, ¡pero de qué va esa pija! Joder, ¡menudo cardo de tía! ¡Yo paso!
AMAIA.— Y entonces todas las tías envidiamos en secreto a Mamen. ¡Jo, tía, que era el
Richi! Pero ella, ni caso. Cuando llegaron los exámenes aprobó todas.
ANA.— Pero estudiando… mira tú qué merito.
RICHI.— ¡Qué va a hacer, si se pega todo el día en casa!
AMAIA.— Alguna vez nos había tocado hacer algún ejercicio por parejas. Ya sabéis, co-
mentarios de texto, traducciones, esas cosas. La verdad es que hasta en esos casos ha-
blábamos lo justo. Bueno, yo hablaba más. Siempre me ha molestado la gente que se ca-
lla sin decirte nada. Me agobio con esos silencios. Y tengo que llenarlos diciendo cualquier
tontería. Un día, nos quedamos las últimas. Yo estaba contenta, era viernes. Nos mira-
mos, y, ya está, el maldito silencio. Claro, yo para disimular le dije… Oye… Mamen…
¿dónde vives? ¿Por qué? ¿Por qué? No, por nada. Era para ir juntas a casa. La pregunta
no era para tanto, ¿no os parece? Después de tres meses, no sabíamos nada de ella.
JULIA.— Ay, chicos, son sus padres, que se han divorciado. El padre es una bestia y mal-
trata a la madre. ¡Que siempre viene con jerseys de cuello vuelto! (Bajando la voz.) Jo-
der, ¡pero si lo leí en el Tuenti!
AMAIA.— Julia, siempre con sus historias truculentas, chismes y demás. Un día, Raúl
nos dijo que la había visto subirse a un coche negro, con los cristales tintados, y un go-
rila de chófer.
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quedó mudo, y eso que lo suyo eran más las hormonas que las neuronas. (Un silencio re-
flexivo de todos.) Era la última evaluación. Primavera ya y teníamos examen de inglés.
Veo que ella no tiene su diccionario y le digo, toma, toma el mío. ¿Y tú? No, no, que yo
ya he terminado. Gracias. Salgo de clase y me voy. El lunes entra la tutora y nos dice:
ANA.— (Imitando a la tutora.) A ver, por favor, atendedme, ahora necesito vuestra aten-
ción. Escuchadme. La familia de Mamen Garmendia se ha tenido que mudar fuera de
Pamplona. Me pidió por teléfono que me despidiese de vosotros. Sin más.
AMAIA.— Después cuando salgo de clase, la tutora me dice:
ANA.— (También en tutora.) Amaia, Amaia, no te vayas. Me dio esto para ti, supongo
que será tuyo.
AMAIA.— ¡El diccionario, el diccionario! Y dentro, una postal que decía: Gracias, Amaia.
La vida es lo más importante. Pero sin amistad vale muy poco. Gracias por tu amistad.
Ostras, me consideraba su amiga.
RICHI.— Hay que decir, que esa estrecha me molaba un huevo. ¿Por que se habrá ido
ahora?
JULIA.— Ya lo sabía yo, ¿eh? Es que me lo estaba temiendo.
AMAIA.— Terminó el curso. Acabó el verano y empezaron las clases. Un día, llego a casa
y me dice mi madre. ¿Conocías a esta chica? ¿Qué chica? Esta. Y me pasa el periódico.
Una fotografía. Es ella, seria-seria, mirando a un punto que sólo ella ve. Su madre la
abraza llorando. Se ve un bulto tapado en el suelo. Y una mancha muy oscura.
AITOR.— Qué triste y qué guapa era Mamen. Incluso en aquella fotografía. Recuerdo que
detrás de una cinta, se veía a un grupo de gente mirando, sólo mirando, desde lejos.
AMAIA.— Aquel bulto tapado era su padre. El padre de Mamen Garmendia. Era su pa-
dre. La vida. (Pausa. Transición. Tal vez en este momento suena una siniestra ráfaga de
tres tiros y la sirena histérica de una ambulancia.) Cuando entré en el instituto para em-
pezar con la ESO, me sorprendía, incluso me divertía, que algunos profesores y alum-
nos mayores que yo estuviesen en el recreo, en la puerta principal. En silencio, duran-
te cinco minutos. Sin atreverse a mirarse unos a otros, sólo mirando al infinito en
silencio durante cinco minutos.
AITOR.— Sí, la escena tiene su punto, ¿verdad? Unos chavales con el bocata en la mano,
sin comérselo, y otros, comiéndose el suyo a dentelladas, mientras se preguntan qué
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hacen allí esos pringaos que se están quedando sin recreo. Cuando lo veo, vuelvo a acor-
darme de Mamen, y de lo que me quiso decir, que en la vida hay quien elige ser prota-
gonista y quien elige ser sólo espectador. Eso me dijo.
AMAIA.— (Evocadora, sin patetismo, imitando al profesor de filosofía.) Y para ti ¿qué es
lo más importante en la vida? (Todos los demás personajes se convierten en un coro de
susurros sobre las réplicas del momento anterior de la escena: los amigos, el sexo, la pas-
ta… la puta Selectividad. AMAIA imita a Mamen con naturalidad, como si dejara escapar
una pura evidencia.) Lo más importante en la vida, sólo es la vida.
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Primer descontrol
Momento uno
HORMIGA 1.— Adolescencia, según el diccionario familiar: enfermedad que contraen tus pa-
dres cuando tú cumples, más o menos, trece años. Bah, no es mortal. Bueno, casi nunca.
HORMIGA 2.— Es temporal. Se caracteriza por que tus padres pierden el control. De tu vida.
HORMIGA 1.— Ay… mami chula, pero eso no quiere decir que será la primera vez que tú
tomes el control. Los adolescentes. De nuestra vida, quiero decir. Siempre hay un mo-
mento de peligro.
HORMIGA 2.— Ay pues sí, Frijolito.
VARIOS.— ¿Uno solo? ¡Mogollón!
Momento dos
HORMIGA 3.— ¡Atenzione, pregunta! ¿A qué edad se inician los jóvenes en el consumo
de la droga?
HORMIGA 4.— (Con voz de máquina.) El 43,2% de los jóvenes morenos que calzan el nú-
mero 42 y que viven en poblaciones de más de diez mil habitantes se inician en el con-
sumo de estupefacientes a los trece años, dos meses y siete días. Pero, en cambio, los
jóvenes rubios que calzan el número 43 y que viven en poblaciones de menos de diez
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mil habitantes comienzan a esnifar pegamento a los trece años, dos meses y cuatro días,
lo que supone un adelanto en el deterioro de su salud del 0,028 por ciento, en datos
referidos al primer trimestre de 2005. El 14 por ciento de ellos, no obstante, abando-
nan el consumo de pegamento y lo sustituyen por otras drogodependencias de acuer-
do con la siguiente tabla. Varones de 1,70 metros, no deportistas, 12 por ciento. Hem-
bras de cabello rubio, ya sea natural o teñido, 12 por ciento. Con un margen de error
del 0,72 por ciento, ya que las hembras con mechas se adscriben al grupo de los inde-
cisos o bien prefieren hacerlo al de las hembras que no saben-barra-no contestan…
HORMIGA 5.— (Interrumpe después del primer dato, aunque la HORMIGA 4 lo ignore y con-
tinúe con sus estadísticas como fondo de la escena.) ¡Eh, eh! ¡Para, para! Que yo ya me
he empollao la estadística. Y alguno se lo tiene que estar pasando pero que muy bien
con los tres polvos que me corresponden en los últimos veintitrés días, nueve horas y
catorce segundos. Bueno, no, quince segundos, dieciséis segundos…
HORMIGA 6.— Eh, eh, eh. ¿Y qué pasa con mis porros? Porque yo no me he fumado un
peta en la vida. Para eso, ¡prefiero que me cambien al grupo de los indecisos! No sabe,
no contesta, no sabe…
HORMIGA 7.— (Sádico.) Pero es que, señores, una estadística debidamente torturada aca-
bará confesando lo que se le pida.
HORMIGAS 6 Y 7.— ¡Pero yo no soy una estadística!
Momento tres
HORMIGA 8.— ¡Atenzione, pregunta! ¿Qué se dice tras consumir el primer porro?
HORMIGA 9.— ¡Yo, yo me la sé! Tras consumir el primer porro siempre se dice: Bah, ¡qué
chorrada! Yo esto lo dejo cuando quiera.
HORMIGA 8.— ¡Correcto! Te llevas este set de cuchillos jamoneros ¡o la muñeca chochona!
HORMIGA 10.— Eh, que no, que ¡eso es tongo! Que esa respuesta se la sabe porque se la
ha chivado su primo. El que lleva dos años dándole a la metadona.
HORMIGA 8.— ¡Silencio! Siguiente pregunta. ¿Qué cantidad de sustancias nocivas con-
tiene la composición de un cigarrillo?
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Primer descontrol
HORMIGA 9.— Eh… disculpa, pero ¿hay que añadir las cincuenta sustancias que añaden
las tabacaleras para que sea más adictivo?
OTRA HORMIGA.— Para, para, para, que ya sabemos que las drogas son malas. Lo que ten-
dremos que decidir es si nos son necesarias. ¿O no?
HORMIGA 10.— ¿Por qué no voy a fumar yo, a ver? Si mi madre ya lo está dejando. Sí, lo
deja, pero en el baño.
HORMIGA 8.— Dentro de veinte años habrá aumentado más de un 50% el consumo de…
HORMIGA 10.— …ansiolíticos…
HORMIGA 11.— …antidepresivos…
HORMIGA 12.— …calmantes…
HORMIGA 13.— …somníferos.
HORMIGA 8.— Y en Pamplona, en los últimos cinco años se han abierto más de cien far-
macias. ¿De qué vivirán?
HORMIGA 9.— Porque todas las drogas son caras. Pero se pagan en cómodos plazos. Al-
gunos, durante toda la vida.
HORMIGA 9.— Mamá, mamá, mamá, dame una pastillita que me parece que mañana sí
que me va a doler.
Momento cuatro
HORMIGA 14.— Según los neurólogos, hay dos tipos de memoria. Primero, está la me-
moria a corto plazo. Que es cuando tus padres hacen como que no se enteran.
HORMIGA 16.— ¡Huy! ¿Ojos rojos? Que se habrá cogido un resfriado.
HORMIGA 17.— Unos golfos, eso es lo que pasa. Tus amigos, que son todos unos golfos.
Ay con lo majico que eras tú en primaria. Siempre sobresaliente en trabajos manuales.
HORMIGA 15.— Y luego está la memoria a largo plazo. Que es cuando tus padres se olvi-
dan de que ellos también fueron adolescentes.
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HORMIGA 18.— Ay… pero, papá, mamá, ¿vosotros acertabais siempre a la primera? En-
tonces, ¿a quién he salido yo?
Momento cinco
HORMIGA 19.— (Primero. Luego, todas.) ¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!!
¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!! ¡¡¡Quiero el control!!!
HORMIGA 20.— (Infantil.) Mamá, mamá, mira, yo solita sin manos.
HORMIGA 21.— Pero la vida no tiene libro de reclamaciones.
HORMIGA 22.— Ni recuperaciones. Ni exámenes de setiembre.
HORMIGA 23.— Y, encima, casi nunca te promedian.
HORMIGA 24. - O sea que si la cagas, que te den…
HORMIGA 25.— … una bolsita para meter tus caquitas. Como en el DIA.
HORMIGA 26.— No, mejor en el CAPRABO. En el DIA te las cobran.
HORMIGA 21.— Entonces el presente, eso es lo único que tenemos.
HORMIGA 28.— Pero, ¿no somos inmortales los jóvenes?
HORMIGA 21.— ¡Claro que lo somos! Hasta que nos morimos.
VARIAS HORMIGAS.— (Cantando.) Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque
nadie me ha tratado con amoooor, porque siempre…
Momento seis
(Los actores se aferran al decorado como los náufragos del Titanic. Por el pa-
sillo central aparece el fotógrafo.)
FOTÓGRAFO / VOZ EN OFF.— Venga, atención. Rápido, por favor. No os tapéis, que se os
vea bien a todos. Bueno a ver, chicas, chicos, vamos a amortizar un poco la ortodon-
cia, a ver esa sonrisa natural. Así, así, natural… muy bien. Bueno, ya sabéis, cuando yo
diga tres, tendréis que decir…
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Primer descontrol
(Con el fogonazo se produce una transición. De algún lugar aparece una pan-
talla en la que se proyecta la misma imagen que acabamos de ver, sólo que
ahora tiene el formato de la entrañable foto colegial: marco ondulado, rotula-
ción primorosa, caras de susto, de despiste, de esperanza…)
DOS.— ¿Sabéis qué seremos dentro de veinte años? Pues adolescentes, ya no. Tendre-
mos ya treinta y siete años. ¡Cielosanto! ¡Treinta y siete tacos! Toda una vida.
VARIOS.— ¡Qué peinados! Mira Maite, qué gordita estaba, qué rodillas. ¿Y esos pantalo-
nes campana? Qué pelo tenía Richi, con lo calvo que está ahora.
TRES.— ¿Os acordáis? Yo quería estudiar medicina.
CUATRO.— Pues yo quería que me cogieran para teleco, que luego ya veríamos.
CINCO.— A mí me hubiera molado vivir en New York.
SEIS.— Yo quería un orgasmus, digo un Erasmus.
SIETE.— Pues yo prefería Pamplona. Y que me cuidara mis dos críos la abuela. A ver, para
que aprendieran a comer de todo, más que nada.
OCHO.— (Reflexiva, profética.) Cuando pasen veinte años, Iker vivirá en Madrid, de la
política.
NUEVE.— (Haciendo de Pedro.) Bueno, bueno, que ya se sabe ¿eh? Que empiezas como
delegado de clase y acabas descubriendo tu vocación de servicio.
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DIEZ.— Raquel tendrá un hijo, dos hijos, tres hijos, muy seguidos.
ONCE.— (A la vez, haciendo de Raquel, sobrepasada por los hijos que le va anunciando Ama-
lia.) Huy, mi pichurrina… ¿Y a ti qué, quién es la que más te quiere, tesoro? No, no,
no, Iván, Iván, no, no, deja eso, caca. (Al marido imaginario.) Joe, Manolo, ¿dónde te
has metido? (A los demás, que la miraban sin dar crédito a lo que veían.) Que era coña,
tíos.
DOCE.— Iker no soportará el fracaso y se cambiará de acera cuando nos lo encontremos.
TRECE.— (Pausa. Todos miran a un actor que parece haberse despistado.) A ver, a ver, a
ver, ¿eh? que yo no quiero hacer de Iker. Y, además, protesto, joé. Me han tocao todos
los macarras de esta obra. ¡Soy un actor encasillao por la falta de imaginación del Aran-
guren! ¡Quiero que se repita el casting!
DOCE.— (Repitiendo en plan moviola.) Iker, que en realidad se llama Carlos, será traba-
jador social en la nueva cárcel de Pamplona. Pero todos los días irá a ensayar con su gru-
po de teatro, esperando poder ser Otelo.
TRECE.— No, mejor Hamlet.
CATORCE.— Ana trabajará de traductora en Estocolmo y se casará con un ingeniero tur-
co. Y Marina estudiará derecho y LADE, pero nos saludará con su sonrisa de siempre
detrás de la sucursal de la CAN de nuestro barrio.
QUINCE.— (Haciendo de Marta, muy dulce.) Que sí, doña Angelines, que no se preocu-
pe, que todavía no le han pasado el recibo de la comunidad. Hasta mañana.
DIECISÉIS.— Oye, ¿y Leire?… ¿quién sabe qué será de Leire, eh? ¿Y de ti? ¿Y de mí?
DIECISIETE.— Les proponemos un ejercicio. Tarea para casa. ¡Pero no sólo para los padres
y madres, eh! ¡También para los hijos! Cuando lleguen a casa, saquen el viejo álbum de
fotos del instituto. Seguro que guardan la foto en la que sale toda su clase. Venga, tam-
bién pueden invitar a los abuelos. Abuelos, padres y nietos. Reunión familiar. Patatas
fritas, refrescos light y toda la tarde por delante.
VARIOS.— ¡Qué peinados! Mira Maite, qué gordita estaba, qué rodillas. ¿Y esos pantalo-
nes campana? Pero ¡qué pintas! Mira Richi qué melenas, con lo calvo que está ahora.
DIECIOCHO.— El tiempo, es lo que tiene, que no hay modo de desengancharse. Hagámo-
nos la siguiente pregunta. ¿Qué ha sido de cada uno de los que están en la foto? ¿Quié-
nes eran ustedes entonces? ¿Quiénes son ahora?
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Primer descontrol
(Alguien canta: No hay lunita tan clara como en enero, ni amores tan dulces
como el primero. La función se acaba y la primera vez se convierte en la últi-
ma vez.)
Telón.
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