La caza de brujas en la Europa Moderna

The Witch-Hunt in Early Modern Europe

RAFAEL GMEZ LPEZ-EGEA | 27 MARZO 1996

Autor: BRIAN P. LEVACK

Alianza. Madrid (1995). 364 pgs. 2.650 ptas. Traduccin espaola sobre la segunda edicin, edit. Logman
Group, Londres (1994).
Aludir a la "caza de brujas" suele evocar crueles suplicios de los tribunales de la Inquisicin, propios del atraso y
oscuridad que se atribuyen a la Edad Media. Tales prejuicios quedan desautorizadas ante los rigurosos datos histricos
ofrecidos por el profesor Levack en este libro. Esos datos muestran que los tribunales que condenaron a las brujas no
fueron religiosos, sino civiles, y que las penas de muerte no se dieron en la Edad Media, sino en la Edad Moderna. Para
ser exactos, como prueba el autor, las fechas abarcan desde 1450 a 1750, con fases de especial virulencia (fines del s.
XV y del XVI, comienzos del XVII).
Un aspecto de gran inters alude al contenido que se atribuy a las actividades de brujera y al papel de los brujos, o,
ms bien, brujas en su mayora. Distingue Levack la prctica de maleficios, encantamientos, o actos dainos contra
personas o propiedades, de los llamados "pactos con el demonio" que implicaban relacin o posesin diablica. Ambos
supuestos podan aparecer, o bien por separado -como los casos de magia o maleficio- o bien coincidiendo en la
misma persona de la bruja, como era frecuente.
Otra idea tpica que se desvanece se refiere a las regiones en las que mayor virulencia alcanz la "caza de brujas". El
profesor Levack acredita documentalmente que los pases donde se producen las masacres fueron sobre todo del
Centro y Norte de Europa: Francia, Suiza, Alemania, Polonia. Al contrario, en los pases mediterrneos (Italia, Espaa,
Portugal) la "caza" fue ms leve, o casi inexistente, a juzgar por el escaso nmero de procesos y, todava menos, de
condenas registradas.
Las conclusiones, al destruir tpicos frecuentes, alejan de la Inquisicin y de la Iglesia catlica responsabilidades en
esta persecucin que floreci sobre todo con las supersticiones. Y no parte el autor de actitudes apologticas. Entre
otras cosas, porque Levack no acaba de comprender el cristianismo, al que considera ms una cultura social que una
religin transcendente. En cualquier caso, su desinters personal avala unos juicios que estn basados en el anlisis
documental de la realidad.
Rafael Gmez Lpez-Egea
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