Está en la página 1de 1

Sin embargo, la vida en cuanto tal, por seria que sea, no es la decisiva instancia tica.

Ya lo
hemos visto a propsito de la conversin: la vida pasa y hasta podemos hacerla cambiar de
sentido. Pero lo verdaderamente importante no es lo que pasa, sino lo que queda; no la vida,
sino lo que con ella hemos hecho. Puede decirse -ha escrito Gaos- que el ir viviendo o
existiendo consiste en ir haciendo cosas no slo materiales, sino inmateriales, y al ir haciendo
las unas y las otras, ir hacindose cada cual a s mismo; y lo que cada cual va hacindose es lo
que va siendo; o que cada cual va confeccionando con su individual existencia su esencia
individual hasta perfeccionarla en la muerte . El objeto formal de la tica es, en ltima
instancia, no la vida, sino el carcter adquirido en ella. A la vida venimos con una
naturaleza , con un haber dado. A lo largo de la vida conquistamos un carcter, un
haber por apropiacin, y ste es el que importa ticamente. Lo que se ha llegado a ser con
lo que se era por naturaleza, lo que en ella y sobre ella hemos impreso: el carcter .
El carcter, ticamente considerado, es la personalidad moral; lo que al hombre le va
quedando de suyo a medida que la vida pasa: hbitos, costumbres, virtudes, vicios, modo
de ser; en suma, thos. La tarea moral consiste en llegar a ser lo que se puede ser con lo que se
es. Porque, como dice Zubiri, somos, a la vez, agentes, autores y actores de nuestros actos.
Agentes, en cuanto que emergen de nuestra naturaleza; autores, en cuanto que son libres,
dependen, no de aqulla, sino de nuestra volicin; actores, en cuanto que definimos nuestra
propia figura aun en aquello -naturaleza- de que no somos dueos, y transformamos en
destinacin lo que, dejado a s mismo, sera destino .
Jos Luis Lpez Aranguren, tica, Alianza Universidad, Madrid, 1995, p. 292.

También podría gustarte