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Los enemigos : : .

La Biblia menciona específicamente tres enemigos: El mundo, la carne, y el diablo. Ellos


se combinan para formar un formidable enemigo para vencer y frustrar los planes y el
propósito de Dios en las vidas de SU gente.

Primer enemigo: El Mundo


En primer lugar, la Biblia enseña que el Mundo está en Guerra con la mente espiritual
del cristiano. La mundanalidad es un sentimiento, un ritmo, una actitud del alma que
contempla la vida en un sentido horizontal. Su cabeza nunca se eleva en
reconocimiento a Dios. Su mirada se dirige al hombre, nunca a Dios. Es una visión
sensual y materialista de la vida que centra su atención en satisfacer los más bajos
apetitos y deseos, cegada a las cosas del espíritu. En esta clase de mundo, Dios no
sólo es negado, es olvidado.

La Biblia nos advierte, "No amen al mundo ni las cosas del mundo" (1ra de Juan 2:15,
LBLA). Y de nuevo "La amistad del mundo es enemistad hacia Dios" (Santiago 4.4,
LBLA). Por ello, los cristianos nos encontramos en conflicto diario con el mundo que nos
rodea. Pero nosotros no cederemos una pulgada.

Segundo enemigo: La Carne


En Segundo lugar, la carne está en guerra con el cristiano. "Carne" es la palabra que la
Biblia usa para describir nuestra vieja naturaleza, la naturaleza del pecado.
El Apóstol Pedro, quien conocía muy bien la lucha contra la carne dijo, "Amados, les
ruego como extranjeros y peregrinos, que se abstengan de las pasiones carnales que
combaten contra el alma" (1 Pedro 2:11, LBLA). La Carne es el enemigo interno, el
infiltrado espiritual. Así es que como cristianos, encontramos que el mayor conflicto está
a menudo dentro nuestro.

A pesar del hecho de que estamos en Cristo, la desagradable inclinación hacia el


pecado está siempre presente para arrastrarnos hacia abajo. La Guerra ha sido
declarada. Tenemos dos naturalezas en conflicto pugnando por la victoria. La Biblia
enseña: "Porque el deseo de la carne es contra el espíritu y el del espíritu es contra la
carne" (Gálatas 5:17, LBLA). Es la batalla entre la vida ego-céntrica y la vida Cristo-
céntrica.

La vieja naturaleza no puede agradar a Dios. No puede ser emparchada. Sin embargo,
las Escrituras nos brindan esperanzas en este conflicto, porque cuando Cristo murió, El
nos llevó hacia la cruz. La vieja naturaleza puede ser anulada y podemos por Fe
"considerarnos muertos para el pecado, pero vivos para Dios" (Romanos 6:11, LBLA).
La victoria puede ser obtenida.

Pablo dijo que él "no ponía su confianza en la carne" (Filipenses 3:3, LBLA); él no
confiaba en la vieja naturaleza. En otra ocasión él dice: "no provean para las lujurias de
la carne" (Romans 13:14, LBLA). O aún en otra occasion él dice: "yo disciplino mi
cuerpo y lo hago mi esclavo" (1 Corintios 9:27, LBLA). Tenemos que ceder y rendirnos a
Dios para que nuestra vieja naturaleza pueda, por medio de la Fe, ser considerada
muerta al pecado.

Tercer enemigo: El Diablo


El tercer enemigo que batalla contra el cristiano es el Diablo mismo. El anda por allí
para vencerlo. El sabe muy bien que el Hijo de Dios es un peligroso enemigo para su
causa. El trató por todos los medios de tentar a Cristo y en estos días está concentrado
en sus seguidores. El es el Comandante en jefe de las fuerzas del mal y su principal
ataque se dirige a los que están con Cristo y hacen lo correcto.

El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. El


trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne
para causar el mayor daño al pueblo de Dios, para entorpecer el progreso de lo
correcto, para acobardar a los cristianos, parar la proclamación del evangelio y debilitar
la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de Dios.

La Biblia dice "Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra
las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12, LBLA). El
Diablo es un poderoso enemigo. Nunca subestimen su poder.
Los aliados : : .
¿Cuántas veces hemos experimentado el cuidado de Dios sobre nosotros? ¿En
cuántas ocasiones hemos podido comprobar que la mano de Dios nos ha librado
de muchos peligros? Probablemente la mayoría podemos contestar que son
incontables las ocasiones en las que hemos constatado la intervención de Dios
en nuestro favor.

Y si a esto le pudiéramos sumar todas aquellas situaciones especiales de las que


nos libró el Señor, pero que nunca llegamos a saberlo, porque se operaron sin
que nosotros nos diésemos cuenta, realmente esto nos debería llevar a mostrar
un agradecimiento infinito a nuestro Padre amante, que siempre vela por sus
hijos.

Conociendo muy bien el amor del Padre, Jesús enseñó esta verdad cuando
expresó las siguientes palabras: «¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?
Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. Aun
vuestros cabellos están todos contados. Así, no temáis. Más valéis vosotros que
muchos pajarillos»(Mat. 10:29-31).

Nosotros no somos indiferentes para Dios como algunos enfermos o soldados lo


son para sus médicos o superiores, que les designan con números, tal vez por la
dificultad de recordar a todos por sus nombres, o por el hecho de no implicarse
demasiado con ellos.

Dios nos trata a cada uno de forma individual, como si no existiera otra persona
en la tierra. Cada uno de nosotros somos el objeto especial de su amor y
recibimos la atención adecuada y el trato preciso de parte de Dios para que
podamos obtener plena satisfacción (al menos de carácter espiritual) en esta
vida. «Ellos me serán un tesoro especial, dice Jehová de los ejércitos, en aquel
día que yo preparo; y me compadeceré de ellos, como un hombre se compadece
de su mismo hijo que le sirve» (Mal. 3:17).
En su tarea paternal responsable, cuenta con la colaboración de sus ángeles
fieles. «¿No son todos ellos espíritus ministradores, enviados para hacer servicio
a favor de los que han de heredar la salvación?» (Heb. 1:14).

Los ángeles han sido comisionados por Dios para ayudarnos y animarnos en
nuestro peregrinaje terrenal hacia la patria celestial.

Jerarquía angelical
Antes de que existiese esta tierra y el ser humano, ya existían los ángeles. Los
ángeles fueron creados por Dios para volcar en ellos su amor y para compartir
con ellos los goces de la vida celestial. A su vez los ángeles se deleitan en
prestar un servicio de amor a su Creador.

Existen diversas clases de ángeles. La Biblia nombra a los Querubines,


Serafines, Ángeles y Arcángeles.

Los querubines pertenecen a la clase de seres que llamamos ángeles,


especialmente los que están cerca de Dios y de su trono. Los querubines son los
primeros ángeles que aparecen en el relato bíblico y los vemos protegiendo la
puerta del Edén con una espada flamígera (Gén. 3:24).

Los querubines aparecen también representados por figuras de oro macizo, que
Moisés colocó encima del Propiciatorio, o tapa del arca de la alianza. Su posición
era uno en frente del otro, mirando hacia el Propiciatorio y con las alas extendidas
(Ex. 25:17-20).

Encontramos los querubines representados bordados con hilos de oro y plata en


las cortinas del Santuario (Ex. 26:1).

Salomón, cuando construyó el templo, mandó tallar en madera de olivo y


recubiertos con oro, dos querubines, de 4,5 metros de altura, que colocaron de
pie en el suelo al lado del arca y que tenían sus alas extendidas -de más de dos
metros. En todas las paredes de la casa, por dentro y por fuera, así como en las
hojas de las puertas del templo, esculpió figuras de querubines, palmeras y
botones de flores (1 Rey. 6:23-28).

Estos símbolos nos muestran una realidad superior porque Dios se ha hecho
rodear de querubines que le sirven con fidelidad y que contemplan con suma
atención y reverencia su gobierno justo.

Por eso el rey Ezequías oró al Eterno: «Oh Señor, Dios de Israel, que habitas
entre querubines, tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra» (2 Rey.
19:15).

David también lo reconoce: «¡El Eterno reina! Tiemblen los pueblos. ¡Está
entronizado entre querubines!» (Sal. 99:1).

Isaías contempló la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban:
«¡Santo, santo, santo es Jehová!... ¡Ay de mí, pues soy perdido! (Isa. 6:2-3, 5)»

Los querubines de la visión de Ezequiel tenían cuatro alas cada uno (Eze. 1:6;
10:21), mientras que los “serafines” de Isaías tenían seis (Isa. 6:2). Las alas
pueden indicar la prontitud con que las que los ángeles obedecen a los mandatos
de Dios.

Estos querubines que contempla Ezequiel tenían formas especiales. Sus pies
como de terneros, alas, manos humanas y cuatro rostros diferentes: a) de un
querub (“buey”, Ez. 1:10), b) un ser humano, c) un león y d) un águila.

Antes de su caída, Lucifer era el primero de los querubines que cubrían el


propiciatorio santo y sin mácula. “Así dice Jehová el Señor: ¡Tú eres el sello de
perfección, lleno de sabiduría, y consumado en hermosura! En el Edén, jardín de
Dios, estabas; de toda piedra preciosa era tu vestidura”. “Eras el querubín ungido
que cubrías con tus alas; yo te constituí para esto; en el santo monte de Dios
estabas, en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en tus
caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que la iniquidad fue hallada en
ti” (Ez. 28:12-15)
Los serafines son seres celestiales que el profeta Isaías vio en visión delante del
trono de Dios (ls. 6:2, 6). Cada uno tenía 6 alas: con un par se cubrían al rostro,
con otro los pies, y el tercer par lo usaban para volar. Oyó que los serafines
cantaban: «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena
de su gloria» (v. 3).

Cuando confesó su pecado, uno de los serafines tomó un carbón encendido del
altar y con él tocó los labios del profeta para significar que su pecado había sido
perdonado (vs. 5-7).

En el capítulo seis encontramos a esta clase de ángeles realizando una serie de


actividades y hablando, lo cual significa que son inteligentes y que tributan a Dios
un servicio fiel, que le honran y le obedecen.

Los arcángeles son una categoría superior entre los ángeles. A Jesús a veces
se le llama el «Arcángel Miguel». Podría decirse que el ángel Gabriel es el “primer
ministro” del cielo, el caudillo de las huestes angélicas que son enviadas «para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación» (Heb. 1:14).

Gabriel no sólo ha acompañado a los justos en la tierra, sino que también se ha


relacionado con otras personas.

Fue él quien se apareció en la corte persa para influir sobre Ciro y Darío para que
expidieran el decreto que autorizaba la reconstrucción del templo (Dan. 10:13, 20;
11:1).

Es el ángel de la profecía, el comisionado por el cielo para que los asuntos


humanos armonicen con la voluntad de Dios.

Según la tradición judía, Gabriel es el ángel del juicio y de la intercesión, y uno de


los cuatro arcángeles, los únicos que tienen acceso a la presencia divina en todo
momento.
Los ángeles en general se podría definir como una categoría mas. La palabra
ángel aparece por primera vez en Gn. 16:7-12, donde se describe el ministerio
del “ángel de Jehová” con la fugitiva Agar.

En la historia de los patriarcas, así como en la del pueblo de Israel y


posteriormente en la era cristiana, podemos ver claramente la actuación de los
ángeles a favor de los hombres y mujeres que buscaban a Dios de todo corazón.
¿Quién no recuerda la historia de Daniel en el foso de los leones? Cuando los
niños escuchan como el ángel del Señor tapó la boca de los leones, se les
iluminan los ojos y a nosotros, los adultos, también.

¿Quién no experimenta un ánimo especial cuando lee las palabras de David: “El
ángel del Eterno acampa alrededor de los que lo veneran, y los defiende”? (Sal.
34:7). ¿Quién no recuerda al ángel Gabriel anunciando a María la concepción del
Espíritu Santo?

Los ángeles avisaron a Lot de que la ciudad de Sodoma iba a ser destruida
(Gén. 19:1, 13). Jacob vio a los ángeles de Dios subir y bajar por una escalera
que representa a Cristo (Gén. 28:12). Los ángeles se encontraron con Moisés
(Ex. 3:2) y también condujeron a Israel (Éx. 14:19; 23:23), transmitieron la noticia
a Manoa y a su esposa de que iban a ser padres (Jueces 13:3, 11), sostuvieron a
Elías en su huída (1 Rey. 19:5), destruyeron al ejército asirio (2 Rey. 19:35) y
comunicaron mensajes a reyes, personas comunes y profetas.

Ahora bien, debes de prestar mucha atención y reconocer otros aliados que Dios
te ha puesto en el camino para ayudarte, animarte y corregirte. Llámense padres,
líderes, pastores, maestros y hasta amigo. ¿Cómo reconocer que es un aliado?
Esa persona NÚNCA te aconsejará, de llevará o te conquistará a hacer algo
CONTRA la palabra de Dios, sino que al contrario te motivará a seguir fiel a Dios
y pensará solo en tu bien, en tu verdadera felicidad sin esperar nada a cambio.
La estrategia : : .
Un gran entrenador dijo: “no hay mejor defensa que el ataque”. Muchos estamos solo a
la espera y siempre vivimos a la defensiva. Ciertamente la palabra de Dios no invita a
velar, a estar a la expectativa, pero Dios nos llama a actuar y no a reaccionar.

No esperes estar en medio de la tentación para defenderte porque gastarás todas tus
energías en ello. Sin embargo, si eres proactivo y prevees todas las situaciones difíciles
que podrían venir y tomas acción antes que lleguen a tu vida, estando al ataque,
siempre listo al combate, al poner todas tus fuerzas, mente y deseo en honrar a Dios,
vencerás y podrás poner tus energías en cosas positivas que llenarán tu vida.

Por ello, la estrategia se puede resumir en:


Combate la separación y desunión con la reconciliación
Combate la supresión y la escasez con recursos bíblicos
Combate la esclavitud con la redención
Combate las tradiciones por una relación genuina y personal con Dios
Combate la calumnia con la misericordia y justicia
Combate la seducción con resistencia
Las armas : : .
Debemos estar conscientes que no podemos ganar las batallas espirituales con
nuestras propias fuerzas. 2 Corintios 10:4 dice claramente que las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.

¿De qué armas nos habla Pablo?


El nombre del Señor
Recordando que no luchamos con nuestras propias fuerzas y teniendo la certeza que
Cristo ya venció por nosotros, debemos estar confiados que el que está con nosotros es
mayor que el que está contra nosotros. (Romanos 8:31)

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
– Filipenses 2:9-11

La sangre de Cristo nos da la victoria y su nombre es suficiente para hacer temblar a


nuestros enemigos. Por ello, decimos que la alabanza es un arma poderosa. No por las
melodías o tonos musicales, sino por el nombre de Cristo que es exaltado. En las
luchas, en medio de los problemas, ALABA A DIOS.

La oración y el ayuno
Desde niños se nos ha enseñado la importancia de la oración y sin embargo muchos lo
hemos adoptado como un simple reflejo o costumbre. La oración y el ayuno implican
tres verdades fundamentales en la vida de un cristiano:
1. Reconocimiento de nuestras limitaciones (Daniel 10:1-3, Mateo 6:5-6, 16-18)
2. Comprendemos y creemos en el poder de Dios (Daniel 10:12-14, Hechos 10:30)
3. Que no buscamos nuestra propia satisfacción (Isaías 58:3-7)
La armadura de Dios
Dios no anda buscando personas capacitadas, sino personas que están dispuestas a
ser capacitadas. Esto es importante a entender porque muchos buscamos y creemos
poder vencer las tentaciones y trampas del maligno con nuestras capacidades
personales, astucia humana o inteligencia propia.

En Efesios 6:10-18, el apóstol Pablo nos hace un paralelo entre los instrumentos que
poseemos para enfrentar esta lucha con la armadura de un soldado de la antigüedad.

Ahora bien que tienes toda la información pertinente para enfrentar diligentemente esta
lucha, te invito a que te armes de valor, te levantes y pelees porque cada decisión en tu
vida es una batalla que debes ganar para gozar de la plenitud que Cristo te ofrece.

Buen éxito!

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