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Lloraba la nia... Lloraba la nia (y tena razn) la prolija ausencia de su ingrato amor.

Dejla tan nia, que apenas, creo yo, que tena los aos que h la dej. Llorando la ausencia del galn traidor, la halla la Luna y la deja el Sol, aadiendo siempre pasin a pasin, memoria a memoria, dolor a dolor. Llorad corazn, que tenis razn. Dcele su madre: Hija, por mi amor, que se acabe el llanto, o me acabe yo. Ella le responde: Non podr ser, no; las causas son muchas, los ojos son dos. Satisfagan, madre, tanta sinrazn, y lgrimas lloren en esta ocasin, tantas como dellos un tiempo tir flechas amorosas el arquero Dios. Ya no canto, madre, y si canto yo, muy tristes endechas mis canciones son: porque el que se fu con lo que llev se dej el silencio y llev la voz Llorad corazn, que tenis razn.

Ya besando unas manos cristalinas... Ya besando unas manos cristalinas, ya anudndome a un blanco y liso cuello, ya esparciendo por l aquel cabello que Amor sac entre el oro de sus minas; ya quebrando en aquellas perlas finas palabras dulces mil sin merecello, ya cogiendo de cada labio bello purpreas rosas sin temor de espinas, estaba, oh claro Sol invidoso, cuando tu luz, hirindome los ojos, mat mi gloria y acab mi suerte. Si el cielo ya no es menos poderoso, porque no den los tuyos ms enojos, rayo, como a tu hijo, te den muerte.

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