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Introducción

Cuando se trata de definir y conceptualizar el servicio cristiano, generalmente éste se


reduce simple y sencillamente a aquel que se presta en función de la iglesia o comunidad de
fe. Sin embargo a partir del análisis del presente capítulo de Foster nos damos cuenta que el
servicio debe redefinirse en función no solamente de la iglesia sino también de la sociedad y
del mundo en el que está se encuentra inmersa.

En este resumen nos concentraremos en analizar las múltiples manifestaciones de


servicio que podemos llevar a cabo así como una revisión y análisis del servicio farisaico y
del servicio verdadero y genuino.

Preparado por:
Lic. Salomón Álvarez A.
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Contrastes entre el servicio farisaico y el servicio verdadero

Para un entendimiento y práctica correcta y adecuada de la disciplina del servicio, el


mismo debe distinguirse del comúnmente y deformado servicio farisaico:

El servicio farisaico esta supeditado a través del esfuerzo humano. El verdadero


servicio procede de una relación con otro Ser divino que tenemos en lo profundo de
nosotros.

El servicio farisaico se impresiona con lo grande. Su mayor preocupación y móvil


es lograr triunfos impresionantes. Al verdadero siervo le parece casi imposible distinguir el
servicio pequeño del grande.

El servicio farisaico busca y exige recompensas externas. El verdadero servicio se


contenta con quedar escondido. El que hace este servicio no teme las luces y fulgor que
llaman la atención, pero tampoco los busca.

El que presta el servicio farisaico se preocupa muchos por los resultados. Se amarga
cuando los resultados quedan por debajo de las expectaciones, el que presta el verdadero
servicio está libre de la necesidad de calcular los resultados. Solo se deleita en el servicio.

El servicio farisaico busca y selecciona a quién va a servir; algunas veces sirve a los
grandes y poderosos. El verdadero siervo no es discriminatorio en su ministerio, ha
aceptado el mandamiento de Jesús de ser “servidor de todos”.

El que sirve de manera farisaica está afectado por las disposiciones de ánimo y por
los caprichos. El verdadero siervo vive simplemente por cuanto hay una necesidad.

El que sirve de la manera farisaica presta un servicio temporal que solo funciona
mientras está ejecutando los actos específicos de servicio. El verdadero servicio es un estilo
de vida.

El que sirve farisaicamente no tiene sensibilidad. Insiste en satisfacer una necesidad.


El que sirve al estilo farisaico fractura la comunidad, se centra en la glorificación del
individuo, coloca a los demás como deudores nuestros y se convierte en una de las formas
más sutiles y destructivas de manipulación que jamás se haya conocido.

El verdadero servicio edifica la comunidad, siente preocupación por las necesidades


de los demás y el resultado de este servicio es la unión de la comunidad.

Salomón Álvarez A. / Salomalv43@yahoo.com


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La disciplina del servicio y sus múltiples manifestaciones

La gracia de la humildad en su plenitud opera por medio de la disciplina del servicio.


Jesús afirmo sin temor alguno: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir”. De todas las disciplinas espirituales clásicas, la disciplina del servicio es la
que más conduce al crecimiento de la humildad.

No hay nada que discipline los deseos desordenados de la carne como el servicio, ni
nada que transforme los deseos de la carne como servir de manera oculta. Ella se esfuerza
intensamente y se adelanta en busca del honor y el reconocimiento. Buscará medios sutiles
y religiosamente aceptables para llamar la atención hacia el servicio que presta. El servicio
para que sea servicio, tiene que formarse y configurarse en el mundo en que vivimos.

1. El servicio oculto. Los líderes públicos pueden cultivar tareas de servicio


que por lo general permanecen ocultos. Si todo el servicio que se realiza esta
delante de los demás públicamente, seremos en realidad personas superficiales.
El hecho de permanecer oculto es una reprensión a la carne y puede dar un golpe
fatal al orgullo. Los ministros ocultos y anónimos afectan aun personas de las cuales
no sabemos nada.

2. El servicio en cosas pequeñas. El ministerio de las cosas pequeñas es un


servicio diario. Las grandes tareas requieren gran sacrificio por un momento, las
cosas pequeñas requieren un sacrificio constante. En el reino del espíritu pronto
descubriremos que los asuntos reales se hallan en los rinconcitos insignificantes de
la vida. El servicio en las cosas pequeñas nos colocará en desacuerdo con nuestra
holgazanería y ociosidad. Llegaremos a comprender que las cosas pequeñas son los
asuntos fundamentales.

3. El servicio de cuidar la reputación de otros. El apóstol nos enseño a no


difamar “no difamar” (Tito 3:2). Podemos disfrazar nuestras murmuraciones con
toda la respetabilidad religiosa que querrasmo, pero seguirá siendo un veneno
mortal. Tampoco debemos formar parte de una conversación calumniosa. Eso de
cuidar la reputación de otros es un servicio profundo y duradero.

4. Hay un servicio que consiste en permitir que otros nos sirvan. Es un acto
de sumisión y servicio el permitir ser servidos. Con gratitud recibimos el servicio
que se nos ofrece, sin pensar nunca que tenemos que devolverlo. Lo que por orgullo
se niega a recibir el servicio no se están sometiendo al liderato divinamente
establecido en el reino de Dios.

5. Hay el servicio de la cortesía elemental. Tales obras de compasión están


pasando por un mal tiempo de nuestro día. Es una de las pocas maneras que quedan
en la sociedad moderna para que los unos reconozcan el valor de los otros.

Salomón Álvarez A. / Salomalv43@yahoo.com


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Las expresiones como“Muchas gracias”y “Si por favor”; las cartas de aprecio
y las respuestas a cartas para las cuales se solicita respuesta, son todos servicios de
cortesía, el propósito siempre es el mismo: reconocer a los demás y afirmar su valor.
En nuestra sociedad se necesita el servicio de cortesía en gran manera la cual cada
vez más está sometida a la computarización y es despojada de personalidad.

6. Hay el servicio de la hospitalidad. Pedro nos insta: “Hospedaos los unos a


los otros sin murmuraciones” (I Pedro 4:9). Hoy se necesita con suma urgencia que
los hogares estén abiertos los unos a los otros. La antigua idea de casas de
huéspedes se ha vuelto obsoleta a causa de la proliferación de modernos moteles y
restaurantes. Sólo una oportunidad para estar juntos y compartir: eso es la
substancia de la hospitalidad.

7. Hay el servicio que consiste en oír. “El primer servicio que uno debe a los
demás en el compañerismo consiste en oírlos. Así como el amor a Dios comienza
con oír su Palabra, así el comienzo del amor hacia los hermanos consiste en oírlos.”
El hecho de oír a otros aquieta y disciplina la mente para oír a Dios. Crea una obra
interna en el corazón que transforma los efectos, aún las prioridades, de la vida.

8. Hay el servicio que consiste en llevar los unos las cargas de lo otros. “La
ley de Cristo” es la ley del amor. El amor se cumple más perfectamente cuando
sobrellevamos los unos las heridas y los sufrimientos de los otros, llorando con los
que lloran.

9. Finalmente, existe el servicio de compartir la Palabra de vida con otros.


Dependemos los unos de los otros para recibir todo el consejo de Dios. El miembro
más pequeño puede traernos una palabra. No nos atrevemos a despreciar su
servicio.

El servicio que está motivado por la obligación respira muerte. El servicio que fluye
de nuestra personalidad interna produce vida, gozo y paz. El Cristo resucitado nos llama al
ministerio de la toalla, es decir, una vida radicalmente diferente en cuanto a la disciplina
servicio.

Dietrich Bonhoeffer lo resume en estas palabras: “Aquel que en su vida haya


experimentado la misericordia de Dios, en adelante no deseará sino servir. Ya no lo atrae el
orgulloso trono del juez; anhela estar abajo, junto con los miserables, los humildes, porque
es allí donde Dios lo ha encontrado. Unánimes entre vosotros: no altivos, más
acomodándoos a los humildes.”

Salomón Álvarez A. / Salomalv43@yahoo.com


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Bibliografia

Dietrich Bonhoeffer. Vida en Comunidad Editorial La Aurora, Buenos Aires. 1970

Richard J. Foster. Alabanza a la Disciplina. Editorial Betania. Minneapolis, E.U.A. 1986

Salomón Álvarez A. / Salomalv43@yahoo.com


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