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6to grado
[ANTOLOGÍA MITOLÓGICA]
Los mitos son narraciones muy antiguas protagonizadas por dioses. En distintas
épocas y regiones del mundo, los seres humanos buscaron explicar los orígenes
de todas las cosas. Para hacerlo, imaginaron historias maravillosas vinculadas
con los dioses. Todavía hoy esas narraciones despiertan el interés en nosotros
por sus apasionantes historias. Fue así que surgió la idea de realizar una
recopilación de mitos para ampliar nuestros conocimientos culturales.
Dedicado a nuestras familias y amigos.
Introducción
Para organizar mejor nuestro trabajo intentamos clasificar los mitos por su lugar de
origen (griegos, romanos, escandinavos) y por clases de mitos (Cosmogónicos: mitos
que intentan explicar cómo fue creado el mundo o cosmos; Teogónicos: mitos que
cuentan el origen y la historia de algunos dioses; Antropogónicos: mitos que cuentan el
origen del hombre)
Índice Mitológico
Mitología Griega
Mitología Romana
Mitología Escandinava
Perseo era un héroe griego antiguo. Su madre era Danae, la hija de Acrisio, el Rey de Argos.
Cuando una profecía le reveló a Acrisio que su nieto lo mataría, Acrisio encarceló a su hija
Danae para mantenerla casta. Zeus, sin embargo, engañó a las precauciones de Acrisio al
entrar la prisión disfrazado como una lluvia de oro. Cuando Acrisio descubrió que Danae había
dado a luz a Perseo, hizo que tiraran a la madre y al hijo al mar en una caja de madera.
Zeus, su historia.
(Mateo Isely)
Zeus era el más importante de los doce dioses que habitaban el Olimpo.
Zeus era hijo de Crono y Rea.
Crono se había casado con Rea a pesar de que ella era su hermana.
Rea tuvo muchos hijos pero el malvado Crono se los comía cuando
nacían porque había oído decir que uno de sus hijos lo destronaría.
Rea sufría terriblemente al ver que Crono engullía a sus hijos apenas
nacían, entonces, le pidió ayuda a sus padres que le aconsejaron
alejarse. Rea tuvo a su último
hijo, Zeus, lejos de su casa, en la isla de Creta donde lo ocultó para
librarlo de su malvado
padre. Cuando Crono llegó hasta Creta para devorarlo, Rea envolvió una piedra en pañales
y Crono, creyendo que era su hijo, se tragó la piedra. Al cabo de un año la vomitó y Zeus
la colocó como monumento. Cuando Zeus creció, se deshizo de su padre, pero como Crono
no podía morir porque era inmortal, Zeus lo envió a una isla lejana. Luego liberó a sus tíos
paternos, los Cíclopes, que Crono había mantenido encadenados y estos, en agradecimiento
por haberlos liberado de tantos años de esclavitud, le regalaron el trueno, el rayo y el
relámpago.
En ese momento también le regalaron a Poseidón el tridente y a Hades, un casco que lo
hacía invisible.
Con estas armas poderosas Zeus reinó sobre mortales e inmortales.
En el palacio del Olimpo Zeus tenía un trono de mármol egipcio con incrustaciones de oro.
Para llegar al trono había que subir siete escalones decorados con los colores del arco iris.
Por encima del trono había una cubierta azul para mostrar que el cielo le pertenecía solo a
él. A su derecha desplegada había un águila de acero con rubíes en los ojos. El trono estaba
cubierto por una piel de cordero color púrpura que utilizaba para hacer llover en épocas de
sequía.
Zeus Era fuerte, arrogante, caprichoso, violento y bastante ruidoso. Podía matar a cualquier
enemigo que tuviera ganas lanzándoles poderosos rayos y certeros truenos. Cuando se
enojaba podía provocar fuertes tormentas y grandes inundaciones que mantenían a los
hombres intranquilos.
Zeus tenía una espesa cabellera con rulos y una barba también enrulada. Una corona de
laureles ceñía su cabeza. Llevaba el torso desnudo y un manto le cubría la espalda Zeus
también podía transformarse en animal o en cualquier cosa para conseguir lo que deseaba.
Cuando Poseidón se convirtió en el dios del mar, tuvo que sacarle a Océano la corona, pero no
pudo arrebatarle la veneración de los griegos. Ellos seguían buscando la protección de
Océano cuando planeaban internarse en las aguas.
Océano se hizo mucha mala sangre al perder el torneo, pero si algo lo ayudo a superar el
transe fue su numerosísima familia. Es que había tenido tres mil hijos, y tres mil hijas.
¡Cualquier día se iba a aburrir!
Uno de esos hijos, por ejemplo, llamado Nereo, salio al padre en eso de súper poblar los
mares. Se caso con otra hija de Océano, llamada Doris, que venia a ser su hermana (y…eran
tantos: muchos no se conocían).
El caso es que Nereo y Doris empezaron a tener descendencia. Tuvieron diez nenas, veinte,
treinta, cuarenta…llegaron hasta cincuenta nenas.
Seguramente era difícil recordar el nombre de cada una. Por eso las llamaban a todas
nereidas, para simplificar. El problema era que se venían las cincuenta todas juntas. Pero
bueno, por suerte no le habían salido caprichosas ni nada. Al contrario: resultaron unas chicas
de lo más alegres que se la pasaban danzando. Tan lindas eran y tan bien bailaban que,
enseguida se formaba una platea de peces, delfines e hipocampos. Todos los seres del mar
salían a la superficie para verlas. Mientras, en las profundidades, Nereo y Doris festejaban a
sus hijas con líquidos aplausos. Y el abuelo Océano, fascinado con la danza de estos
cincuenta encantos, ni pensaba en la amargura de haber perdido el dominio del mar.
El amor de Pigmalión
(Lucila Trapani)
Acaso una de las leyendas de amor más inverosímiles y extrañas de la época clásica, sea la de
Pigmalión y su estatua favorita. Según la tradición popular, Pigmalión era un soberano cretense
muy aficionado a la escultura: todo su tiempo libre lo dedicaba a labrar la piedra, hasta que un
día halló que había esculpido una figura femenina tan hermosa que ya no pudo separarse
nunca de ella. Hasta rogó, e invocó, a los dioses del Olimpo que le permitieran casarse con
aquella estatua de piedra que, por lo demás, era una fiel imitación de la diosa Venus y, por eso
mismo, tenía que ser la diosa quien decidiera lo que había que hacer al respecto.
Pasaba el tiempo y Pigmalión se sentía cada vez más atraído por aquella efigie que
consideraba su obra maestra. Estaba ya como trastornado y pedía insistentemente a la propia
Afrodita/Venus que le buscara, para hacerla su esposa, una mujer idéntica a la que él había
hecho de mármol. Un día que Pigmalión se hallaba ensimismado mirando aquella obra maestra
observó que se movía y que -¡oh, prodigio!-, bajaba de su pedestal de mármol y se acercaba a
su hacedor con la misma prestancia de un ser vivo. Sin salir de su asombro, Pigmalión se vio
en brazos de aquella mujer que era una réplica fiel de la estatua que él había esculpido. ¿Que
había sucedido?; pues que la diosa Afrodita/Venus había decidido dar satisfacción a Pigmalión
y, para ello, nada mejor que convertir su estatua en una mujer real, a la que se la impondrá el
nombre de Galatea. Después de los sucesos reseñados, Pigmalión y Galatea se casaron,
vivieron felices y tuvieron una hija llamada Pafo; ésta era tan bella que hasta el propio Apolo
Teseo y el Minotauro
(Manu.V)
Hace muchos muchos años, en la maravillosa isla de Creta vivía un ser extraordinario.
Minotauro era su nombre y por sus venas corría sangre de dioses y reyes.
Su poderoso cuerpo de hombre estaba rematado por una cabeza de toro, señal de su origen
divino. Pero prevalecía en Minotauro el carácter bestial y sus apetitos no se veían satisfechos
Sin el sabor de la carne humana. El rey Minos, sabio gobernante de Creta, ordenó a su hábil
arquitecto Dédalo la construcción de un inescrutable laberinto e hizo encerrar allí a la bestia.
Pero Minos debía alimentar a la criatura, por lo q exigió a la vasalla ciudad de Atenas un tributo
anual de 7 mancebos y 7 doncellas para ser entregado a las fauces del Minotauro.
En esos tiempos gobernaba Atenas el rey Egeo, quien contaba con un único y valeroso hijo:
Teseo, primo del héroe Hércules. Fue así que, en el tercer año en el que Atenas debía entregar
su sangriento tributo al Minotauro, Teseo se presentó ante su padre, ofreciéndose para viajar a
Creta y matar al monstruo.
La desesperación invadió el corazón de Egeo y, entre lágrimas, le suplicó a Teseo que
desistiera de su propósito. Mas la decisión del príncipe era tan grande que, desoyendo los
ruegos de su padre, partió hacia la isla fatídica.
No bien llegados a Creta, una multitud se acercó a las puertas del palacio real para observar a
los desdichados que serían entregados al Minotauro. Entre los curiosos se encontraba Ariadna,
la dulce hija del rey Minos. Su vista se vio atraída por el gallardo porte de Teseo, cuya
orgullosa actitud contrastaba con la de sus alicaídos compañeros de infortunio. Ariadna quedó
prendada de Teseo desde ese mismo instante y, en consecuencia, se propuso a evitar su
muerte a cualquier precio.
Fue así que, amparada por las sombras de la noche, la princesa escapó de sus aposentos y
se introdujo en las celdas de los prisioneros. Allí se encontró con Teseo, a quien confesó su
amor, luego de entregarle una espada para que diera muerte al monstruo. El héroe le prometió
a Ariadna que mataría al Minotauro y que luego se casaría con ella.
Entonces la princesa le dio un ovillo de hilo, advirtiéndole:
"Se prudente, valiente Teseo, ya que Minotauro vive en el fondo de un laberinto del que nadie
ha podido salir. Atarás una de las puntas de este ovillo en la entrada y, a medida que avances
por los pasillos deberás desenvolver el hilo. De esta manera sólo tendrás que seguirlo para
encontrar la salida."
A la mañana siguiente, las víctimas fueron introducidas en el tenebroso reducto del monstruo.
Una vez que las puertas se cerraron, Teseo ató el hilo a una herrumbrosa argolla de la pared y
se introdujo en los húmedos y oscuros pasillos.
El aire se volvía cada vez más espeso y nauseabundo. Escuchó.
Desde algún rincón le llegaron los poderosos bufidos de la bestia.
Estos sonaban cada vez más fuerte, cada vez más cerca. Y, de pronto llenaron la habitación.
La bestia se presentó ante él. Un fulgor asesino ardía en sus ojos. Con un rugido estremecedor
Minotauro se abalanzó sobre Teseo, tal vez peguntándose cómo había osado aventurarse por
los inescrutables corredores aquel imprudente en lugar de aguardar la muerte junto a sus
compañeros. En el mandoble mortal de Teseo encontró Minotauro la inesperada respuesta.
Presa de agónica furia, embistió la bestia con sus cuernos pero fue en vano. Con un nuevo y
certero golpe de su espada, el héroe se adueño de la victoria.
Teseo se quedó contemplando el cuerpo exánime tendido a sus pies, asombrado de la hazaña
que acababa de concretar.
Y luego, con una sonrisa iluminándole el rostro, corrió en busca de su amada Ariadna.
Zeus no era un esposo fiel. Eso se sabía. Se hacía el galán con cada chica linda que pasaba. Y
a su esposa Hera le hacía hervir la sangre divina.Fueron famosos, por ejemplo sus amores con
Latona por que, cuando quisieron acordarse, ¡zaz!... mellizos.
Latona tuvo que escapar a una isla perdida , huyendo de las venganzas de Hera. Latona se
escondió en la isla para tener a los mellizos: nena y varón. ¡Qué bebés! El nene fue nada
menos Febo, el más radiante de los dioses, y la nena fue Artemisa, una preciosura. En la isla
crecieron y, ya mayores, Febo se convirtió en un muchacho muy ocupado: fue el dios de la
luz, y no tenía mucho tiempo para pensar en otra cosa. Pero Artemisa estaba empecinada en
conocer al dios de dioses, no viviría tranquila asta conocer a su padre.
Pero, ¿ qué le quería pedir?¿joyas? ¿poder? mas ¿belleza? Nada de eso: la chiquilina quería
solamente ropa y alguno accesorios. Le pidió una túnica cortita,una sandalias sencillas,una
carterita para guardar flechas y ... un arco. A Zeus, esta hija le pareció un encanto. ¡Con qué
poco se arreglaba! Pero, cuando ella le dijo que no pensaba casarse nunca y que quería vivir
en las montañas, el padre dijo: -Sola, no. Y puso a su disposición 80 doncellas ( que bestirlas
ya le habrá costado un poco más) y una jauría de caza. ( que ella usó para perseguir con sus
flechas a los animales dañinos y para defender a la hembras a punto de parir.
Así, Artemisa se convirtió en la protectora de la naturaleza salvaje. Una especie de diosa
ecológica de hace más de 3000mil años.
MITOLOGÍA ROMANA
Cuando aún no existía ni la tierra ni el aire, cuando solo existía la oscuridad, ya estaba allí el
Padre. Al empezar la creación, en el mismo centro del espacio se abría el Ginnunga, el terrible
abismo sin fondo ni luz, a su norte estaba la tierra de Nifl-heim (hogar, patria, tierra), al sur
estaba la dulce tierra de Muspells, la cual estaba bajo la custodia del gigante Sutr, no obstante
no pudo con el gigante del océano helado, Ymir, éste nació con hambre voraz, la cual solo
pudo ser saciada con una vaca gigante de nombre Audhumla (la vacía oscuridad); lamiendo un
bloque de hielo hizo aparecer al buen dios Buri, enterrado desde tiempo inmemorial en los
hielos perpetuos. Pero mientras Ymir, dormía plácidamente, dio a luz, con el sudor de su axila,
a Mimer y a su hija Bestla, y a los pies de Ymir nació Hrimthursar el gigante de las seis
cabezas, y de el salió la estirpe de todos los gigantes malvados del hielo. Y los gigantes del
mar vieron al dios Buri, que acababa de engendrar a su hijo y aliado Börr. Inmediatamente los
gigantes comenzaron la guerra, pero las fuerzas estaban muy igualadas, por lo que la lucha iba
a tardar siglos. Börr se caso con la hija gigante de Bolthorn, Bestla y de esta unión nacieron:
Odín, (espíritu) Vili y Ve (representando el espíritu, la voluntad y lo sagrado, respectivamente),
con esta notable ayuda, se hizo retroceder a los gigantes del hielo, y se dio muerte a Ymir,
arrojándolo a las entrañas de la tierra, con su piel hicieron el Midgard (jardín central), con sus
huesos se hicieron las montañas, con su vello, la vegetación, con sus dientes, los acantilados.
Ya solo faltaban detalles para la creación de este nuevo mundo, y se
creyó conveniente construirlo en Midgard sobre el cráneo de Ymir,
encargando a los enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri (Norte, Sur,
Este y Oeste), su ejecución en cada uno de los puntos cardinales que
llevaban sus nombres. Con el cráneo puesto en su lugar se dio
nacimiento al cielo, pero al colocarlo los sesos se derramaron por todo
el aire, creándose así las nubes. Sólo faltaba la iluminación, y los
dioses acudieron a Muspells, a hacerse con fuego de la espada de Sutr
fabricando con centellas las luces del firmamento, con las dos mayores, los dioses crearon al
Sol y la Luna, más tarde, al cortejo celeste se le fueron añadiendo las seis horas, y las dos
grandes estaciones, el invierno y el verano, ya estaba la tierra lista para ser habitada.