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Pautas
objetivas. Gravedad del delito. El recurrente cuestiona los pautas objetivas
vinculadas con la excarcelación. El Tribunal Superior considera que, la
presunción que establece los incisos 1º y 2º del artículo 291 – en tanto vinculan
la procedencia o no de la excarcelación con la gravedad de la sanción – resulta
razonable, sin que sea necesario fundar - en concreto- el peligro de fuga. " No
se me escapa que, cierta doctrina y jurisprudencia – e incluso la misma
instancia supranacional recién referida -, vienen sosteniendo la necesidad de
que, a la par de la gravedad del delito, se fundamente también la existencia del
peligro procesal en concreto (así, Bovino, op. cit., p. 146). En mi concepto, tal
exigencia resulta de cumplimiento casi imposible, al menos en los momentos
iniciales de una investigación. Recuérdese que, en el sistema procesal de la
Provincia, ante un pedido de excarcelación como el presente, la ley ha
establecido un angustioso plazo de veinticuatro horas para resolverlo (artículo
295, C.P.P. y C.). Esto no constituye una cuestión menor desde que, pretender
que dentro de ese exiguo término, el juez de instrucción - sin mengua del
cumplimiento de su rol de investigar el hecho ocurrido- a su vez, indague
cuestiones vinculadas con los datos personales del imputado que permitan
inferir (o no) su arraigo, resulta poco razonable. Por esto considero que, en
aquellos casos en donde por la gravedad del delito no resulta factible conceder
la excarcelación, tal circunstancia ya resulta suficiente – por lo menos en los
momentos liminares de la investigación (que es cuando se plantea la
excarcelación) - para mantener la privación de libertad decretada."
> Cumplido el proceso deliberativo que prevé el art. 427 del Código de rito, el
Tribunal se plantea las siguientes
> II.- Que luego de analizado el recurso, la resolución cuestionada así como las
demás constancias del legajo que se vinculan con los planteos de la Defensa,
soy de opinión – y así lo propongo al Acuerdo – que la casación deducida debe
ser declarada improcedente. Doy mis razones:
> 1º) Al imputado J. S. T. Q., se le atribuye el delito de homicidio simple, en
carácter de partícipe necesario (artículos 79 y 45 del Código Penal).
> 2º) La Defensa del imputado, producida la detención del mismo, planteó su
excarcelación.
> Conferida la vista al señor Representante del Ministerio Público Fiscal, éste
se opone a la concesión del beneficio. En sintonía con tal postura, el señor
Juez de Instrucción deniega la excarcelación peticionada.
> Apelada la causa, la Cámara A-quo sostuvo que: “En este caso, en virtud de
la escala penal prevista por la ley para el delito imputado, en la eventualidad de
recaer resolución condenatoria en esta causa, no resultaría procedente
imponerle una sentencia de ejecución condicional, atento que el mínimo de la
pena prevista para el delito imputado es de ocho años, y en virtud de lo previsto
en el art. 26 del C.P., por lo que no es de aplicación el inc. 1º del art. 291, del
código de rito, tampoco sería de aplicación el supuesto previsto en el art. 291,
inc. 2 del Código Procesal, al superar la escala penal máxima de la pena en
abstracto los seis años de prisión. Tales presupuestos, son considerados por el
legislador de por sí pautas objetivas para presumir que el imputado intentará
rehuir la acción de la justicia ante un posible futuro encarcelamiento, a fin de
asegurar los fines del proceso”.
> 3º) Para comenzar a dar respuesta al planteo de la muy esforzada Defensa,
no puedo dejar de señalar que, la institución de la prisión preventiva, debe ser
utilizada con suma prudencia y racionalidad en la medida en que puede
tensionar el estado jurídico de inocencia de que goza todo ciudadano (artículo
14.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, con jerarquía
constitucional, artículo 75, inciso 22, 2ª cláusula, C.N.). En efecto, la
consecuencia de mayor trascendencia de esta garantía, consiste, justamente,
en el reconocimiento del derecho a permanecer en libertad durante el proceso,
y en las limitaciones que, necesariamente, deben ser impuestas al uso de la
coerción del Estado en el marco del procedimiento penal.
> En tal sentido, existe consenso entre nuestros autores, respecto a que
la aplicación concreta de las medidas de coerción procesal debe,
ineludiblemente, cumplir con una serie de requisitos y condiciones que
determinan su legitimidad; a saber: a) la prisión preventiva debe
responder únicamente al resguardo de una finalidad procesal; b) debe ser
excepcional; c) su imposición estará limitada por el principio de
proporcionalidad y, por fin, d) la medida tiene que tener un plazo
razonable de duración (cfr. Alberto Bovino, Problemas del derecho
procesal penal contemporáneo, Ediciones del Puerto, Bs. As., 1998, pp.
136/137, 148 y 152).
> 4º) Ahora bien, nuestra ley procesal, en los incisos 1º y 2º del artículo
291, a contrario sensu, no admite la procedencia de la excarcelación
cuando: a) si, por el hecho imputado y las condiciones personales del
supuesto partícipe (en sentido amplio del concepto), no pudiere resultar
la aplicación de una condena bajo la modalidad de ejecución condicional
(artículo 26, C.P.) y b) cuando el delito atribuido tuviese como máximo en
abstracto una pena superior a los seis años, y en la medida que las
condiciones personales del imputado autorizaren a presumir que, aún
ante la posible condena efectiva que pueda recaer, no habrá de
sustraerse de la autoridad del tribunal.
> Por esto considero que, en aquellos casos en donde por la gravedad del
delito no resulta factible conceder la excarcelación, tal circunstancia ya resulta
suficiente – por lo menos en los momentos liminares de la investigación (que es
cuando se plantea la excarcelación) - para mantener la privación de libertad
decretada.
> 5º) Insisto en algo: soy plenamente conciente de que, desde distintos
sectores (aun cuando no unánimemente) se viene reclamando esta
necesidad de verificar, en el caso concreto, el peligro de fuga. Más
también creo que, la solución que propicio, no colisiona con norma legal
ni constitucional alguna.
> Por lo demás, debe tenerse en cuenta un dato también relevante: las
decisiones que resuelven, en esta etapa preliminar, lo atinente a la concesión o
no de la libertad cautelada resultan esencialmente modificables.
> Muy sencillo: si es muy escaso el plazo de veinticuatro horas para indagar –
además de lo atinente al esclarecimiento del hecho como fin central de la
instrucción – las condiciones personales del detenido en relación a su posible
arraigo, esto no impide que, durante el trámite de esta etapa procesal, el juez
recabe datos vinculados con ese aspecto y, si se lograse determinar que, pese
a la calificación provisoria, no existe peligro de fuga, se reexamine la cuestión,
haciéndose cesar (o morigerando), a la postre, la medida de coerción.
Extremos cuyo cumplimiento podrán verificarse al momento de resolver la
situación procesal del imputado (argumento deducido del art. 281 in fine del
C.P.P. y C.). No es razonable exigir que, en menos de veinticuatro horas y
cuando la atención del magistrado gira – por imperio legal – sobre otro eje, se
le imponga – en casos como este – focalizar su energía comprobando
extremos relativos a la verificación concreta (o no) de ese peligro de fuga.
Pretender esto, es tanto como cambiar el objeto central que fija la ley respecto
de la instrucción (artículo 176 C.P.P. y C.).
> 6º) Por fin, no comparto tampoco la referencia de que, a través de esta
interpretación se desvirtúa el principio de inocencia.
> En efecto, si bien he señalado que existe una íntima relación entre esta
garantía y la restricción de la libertad a título cautelar, ello no significa – como
también lo desarrollé supra – que constitucionalmente no se admita o tolere, en
casos excepcionales – y cuando la gravedad de la sanción conminada así lo
indique – esa privación a título cautelar.
> Para terminar, tampoco se produce aquí una inversión del onus
probandi. No tengo ninguna duda – y también como otro corolario del
estado jurídico de inocencia – que es el órgano acusador quien debe
probar el hecho y la responsabilidad en el mismo del imputado. Como
claramente lo sostiene Bovino: “Dado que el estado de inocencia opera
como un escudo que protege al imputado, le corresponde al acusador –
particular o estatal – la tarea de presentar elementos de prueba que
demuestren con certeza los presupuestos de la responsabilidad penal del
imputado” (op. cit., p. 134). Como podrá apreciarse, esta exigencia no
guarda ninguna relación respecto con quien debe acreditar el peligro de
fuga; extremo que – y por lo ya dicho – en la interpretación que propicio,
tampoco resulta necesario frente a las pautas objetivas que permiten
presumir este extremo.
> Por los argumentos expuestos, considero haber demostrado la razón por la
cual, la casación deducida, debe ser declarada improcedente. Tal es mi voto.
> El Dr. RICARDO TOMÁS KOHON, dijo: Por compartir las conclusiones dadas
por el señor Vocal que sufragara en primer término, adhiero a la solución que
propicia. Así voto.
El Dr. ROBERTO O. FERNÁNDEZ, dijo: Adhiero al voto del señor Vocal
preopinante en primer término, por compartir la respuesta que da a esta
primera cuestión. Así voto.
> El Dr. EDUARDO FELIPE CIA, dijo: Que comparto la conclusión
sustentada por el Vocal preopinante en primer término, atento los
fundamentos dados a la presente cuestión. Mi voto.
> A la segunda cuestión, el Dr. EDUARDO J. BADANO, dijo: Atento al
modo en que resolviera la cuestión precedente, el tratamiento de la
presente deviene abstracto. Tal es mi voto.
> El Dr. JORGE O. SOMMARIVA, dijo: Atento la respuesta negativa
dada a la primera cuestión, corresponde omitir pronunciamiento sobre
este tema, puesto que se ha planteado para el eventual caso de
resolverse afirmativamente el anterior. Tal mi voto.
> El Dr. RICARDO TOMÁS KOHON, dijo: Siendo negativa la respuesta
propiciada a la cuestión anterior, se torna innecesario el tratamiento de
la presente. Así voto.
> El Dr. ROBERTO O. FERNÁNDEZ, dijo: Habiendo devenido abstracto
emitir pronunciamiento sobre esta cuestión, en atención a la conclusión
dada a la anterior, carece de virtualidad que me expida sobre la solución
que hubiera correspondido al caso planteado. Mi voto.
> El Dr. EDUARDO FELIPE CIA, dijo: El resultado al que se arriba en el
presente Acuerdo torna innecesario dar respuesta a esta segunda
cuestión. Así voto.
> A la tercera cuestión, el Dr. EDUARDO J. BADANO, dijo: Atento a que
la parte recurrente pudo haber creído tener razón plausible para litigar,
corresponde eximir de costas en esta instancia al recurrente perdidoso
(arts. 491 y 492, C.P.P. y C.). Tal es mi voto.
> El Dr. JORGE O. SOMMARIVA, dijo: Adhiero a lo propuesto por el Dr.
Eduardo J. Badano. Así voto.
> El Dr. RICARDO TOMÁS KOHON, dijo: Comparto lo manifestado por
el señor Vocal de primer voto a esta tercera cuestión. Mi voto.
> El Dr. ROBERTO O. FERNÁNDEZ, dijo: Corresponde eximir de costas
al perdidoso como lo expresa el Dr. Eduardo J. Badano. Así voto.
> El Dr. EDUARDO FELIPE CIA, dijo: Debe eximirse de costas al
recurrente de conformidad con los arts. 491 y 492 del C.P.P. y C. Mi
voto.
> De lo que surge del presente Acuerdo, SE RESUELVE:
I.- RECHAZAR el Recurso de Casación deducido por el señor Defensor
Particular, Dr. ..., a favor del imputado J. S. T. Q..
II.- Sin costas (arts. 491 y 492 del C.P.P. y C.).-
III.- Regístrese, notifíquese y oportunamente remítanse las presentes
actuaciones a la Cámara de origen.
> Con lo que finalizo el acto firmando los señores Magistrados, previa
lectura y ratificación, por ante el Actuario, que certifica. Dr. EDUARDO
FELIPE CIA - Presidente. Dr. JORGE O. SOMMARIVA - Dr. ROBERTO
O. FERNÁNDEZ - Dr. EDUARDO J. BADANO - Dr. RICARDO TOMÁS
KOHON
> Dr. JOSÉ DANIEL CESANO - Secretario