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Un fuerte golpe despertó a Jim. Estaba tumbado boca abajo, en lo que parecía ser la
vueltas:
muchacho! – dijo una voz ronca y poderosa – ¡Está tan lleno de mierda como la
Jim se incorporó y levantó la mirada del suelo. Ante él se alzaban varias figuras
dimensiones. La sombra dio un paso y una luz mortecina iluminó su figura. Jim sintió
un escalofrío al ver el rostro de aquel hombre. Era un rostro grueso, curtido por el
viento, con una espesa barba; pero lo que hizo que se sobresaltara era la horrorosa
quemadura que cubría el lado izquierdo de aquella cara. La barba de aquel hombre no
crecía allí donde las ampollas endurecidas desfiguraban el rostro. Una mueca parecida a
quemado de la cara – Esto me lo hizo un puto logia que decía haber comido la
gilipollas era un novato con aires de grandeza. Pensaba que por ser un usuario de
las habilidades iba a darme mucho por el culo – sonrió –¡Pues al final fui yo el
rodilla derecha.
grito acalló cualquier posible comentario. El capitán corsario se volvió hacia Jim
asintió con lentitud. Aún le costaba asimilar las cosas – En realidad he venido
ves, estoy rodeado de ellos – señaló a su tripulación – Ese cabrón se llevó uno de
mis botes y se marchó sin despedirse siquiera. ¿Te lo puedes creer? – Jim negó
con la cabeza lentamente, como si esa fuera la respuesta que el pirata esperaba.
El capitán corsario rió con ganas, y luego prosiguió – Llevé mi barco hasta aquí,
con el fin de atrapar a ese imbécil y despellejarlo como es debido, ¡pero veo que
tú te me has adelantado! – volvió a reír – Tienes madera para esto, chico. Te has
cargado a uno de mis hombres, y aún me sorprende el cómo. Pero claro, has
nada! – sonrió – Así que qué menos que ocupar su lugar, ¿no te parece? – Jim lo
- E-Es que… Yo… Tengo que volver a mi hogar, y… – dijo entre titubeos.
estuviera desconcertado – ¡Este es tu hogar! ¡A partir de este día, este barco será
- Pero tú tienes un deber para conmigo – terminó el pirata por él – Y ese deber es
tomar el lugar del hombre que has matado – el capitán corsario volvió a sonreír
Tienes que pagarme la perdida que me has ocasionado – Jim lo miraba sin ser
capaz de creer lo que oía – ¡Venga, muchacho, alegra esa cara! ¡Vas a pasar a
Blue”!! – los piratas alzaron los brazos y lanzaron un grito ebrio a modo de
ovación.
- ¡No…! – empezó Jim – ¡Yo no puedo quedarme aquí…! ¡Tengo que volver al
- Vamos, chico, no llores, que vas a hacer que se me parta el corazón – dijo el
los piratas agarraron a Jim de los hombros. El llamado Belguen le dio la espalda
- ¡No! – gritó Jim – ¡No, espera, yo no…! ¡¡Tengo que volver a tierra! – siguió
gritando. Un sonoro portazo le hizo perder de vista la cubierta del barco, y al que
***
La puerta de su camarote se abrió. La luz de un candil bañó la estancia. Jim, aún tirado
durante cuánto tiempo había estado llorando a solas en su camarote. Ni cuánto tiempo
había pasado desde que sus lágrimas se secasen. Pero lo que sí tenía claro tras ver como
aquel pirata que aguardaba de pie frente a él había abierto la puerta, es que ya era noche
cerrada:
- ¡Vamos, grumete, hay trabajo que hacer! – le indicó el hombre frente a la puerta.
con paso firme y le arrastró de una oreja hacia fuera – ¡¡Y lo serás hasta que el
El corsario le sacó del camarote con una fuerte patada en el trasero. El hombre dejó
junto a su cuerpo maltrecho y tirado en plena cubierta, un cubo lleno de agua. Le lanzó
capitán quiere que lo dejes todo lo más reluciente posible antes de que lo eches a
tarea.
Sin otra cosa que hacer, Jim se forzó a ejecutar la labor que le había sido encomendada.
Ya le había quedado claro que aquello no era un crucero de placer. Pero no se había
resignado a olvidar su hogar. Eso nunca. Le costará lo que le costase, abandonaría ese
“Mierda, no haga otra cosa más que llorar”, pensó, y se frotó los ojos con rabia. Ya no
lágrimas. Buscaría la forma de escapar de aquel maldito navío. De una forma u otra:
- Sin duda, te gusta mi suelo – dijo divertida una ronca voz a su espalda. Una voz
Jim se dio la vuelta. El capitán lo miraba sonriente. La quemadura del lado izquierdo de
- ¡P-Pero uno de tus hombres me dijo que me habías ordenado limpiar la cubierta!
– empezó.
- ¿Uno de mis hombres? – volvió a extrañarse – ¡La madre que me…! ¿Ha sido
Golber, verdad?
- No lo sé – contestó dudoso.
- ¡Por supuesto que ha sido él! – reafirmó el hombre, y luego soltó una prolongada
volvió a reír.
Jim estaba rojo de rabia. “Mierda.”, pensó. “Hacen conmigo lo que quieren”. Luego
Jim obedeció al pirata. Soltó la bayeta con rabia en el cubo, y se dispuso a seguirle. En
la noche, la cubierta del barco estaba prácticamente vacía. Casi todos dormían, a
y de manejar el timón. Además de la luz que brillaba en lo alto, en el puesto del vigía:
sucios rateros que sólo esperan llevarse la parte más grande del botín con cada
pillaje – dijo apenado – Luffy, Kid, Law, Drake, Teach… ¡Esos sí que eran
auténticos piratas, y no la chusma que puebla estas aguas hoy en día! Yo por
aquel entonces no era más que un grumete. ¡Cómo tú ahora! – señaló – Pero ya
era capaz de darme cuenta de su grandeza… – sonrió durante un largo rato. Jim
– En fin, ¡no sé ni porque te estoy contando esto! ¡Se supone que eres tú el que
tiene que darme respuestas a mí! ¡No yo a ti! – rió – ¡Anda, pasa! – dijo al llegar
a su camarote.
La habitación del capitán era un lugar lúgubre y sucio, como cualquier otro rincón de
aquel navío. No obstante, era el más ostentoso, y tenía un cierto aire regio. Denotaba
quién dormía allí. El hogar de la persona que gobernaba aquel barco. Jim se fijó en una
jaula situada a la derecha de la mesa principal del camarote, allí donde el capitán trazaba
la ruta a seguir, y donde planeaba cada uno de sus golpes con el resto de oficiales de la
el esqueleto de un pájaro:
desde que dejó de cantar! – rió con ganas. Jim no pudo sino sentir una cierta
lástima por el pobre ave – ¡Bueno, chico, toma asiento! – indicó el corsario
Jim se sentó apoyando todo el peso en los pies. Aquel mueble no parecía muy resistente,
obedecer.
- ¡Jimbo! – exclamó el pirata – Creo que una puta con la que me acosté tenía un
buen nombre para un zagal – asintió para sí – Bueno, Jimbo, ¿y de dónde eres?
Goa.
en aquel hombre. Saltaba a la vista que no, pero era elegir entre eso u otra cosa
mucho peor. Y a fin de cuentas, el secreto se había perdido en el fondo del mar.
aldeanos de mi pueblo navegó hace tiempo por el Grand Line, y se hizo con ella.
- Ya veo – dijo el pirata – Y la fruta, ¿qué pasó? ¿¡Consiguió Damer hacerse con
ella!?
- Explícate – dijo.
- Logré engañarle – dijo tras pensar un rato la respuesta – Le hice comer la fruta
- Creo que a esa explicación le faltan algunos detalles – le indicó el capitán, como
- E-Es todo lo que hay que explicar – se apresuró a decir Jim – Ese pirata probó la
fruta, se lanzó al mar sin saber que la había probado, y se ahogó – terminó.
- Ya, ¿y ese corte? – preguntó con curiosidad el pirata. Era la primera vez que Jim
zona donde el tal Damer le había cortado, palpó unos vendajes – Mi médico de
abordo te curó la herida mientras dormías – aclaró el capitán. Jim no recordaba
haberse rendido al sueño, pero supuso que entre tanto llanto, en algún momento
habría perdido la consciencia – Esa herida que tienes, ¿te la hizo Damer? –
preguntó el capitán.
toda la oreja izquierda. El resto del corte es bastante superficial, pero te quedará
- ¡No es motivo de pena, muchacho! – rió el pirata – ¡Es una prueba irrefutable de
tu valor! ¡Luce esa cicatriz con orgullo! – Jim sonrió levemente, y luego volvió a
poner rápidamente una expresión neutral. Aquel pirata empezaba a caerle bien, y
aquello le preocupaba.
Las pisadas del capitán pirata y las del propio Jim resonaban en la noche, y los tablones
de la cubierta del barco crujían de forma rítmica a cada paso. Una brisa de aire nocturno
le vino de frente, y pudo sentir los olores del mar. Sonrió ante aquello, y recordó como
en su pueblo había soñado siempre con conseguir un barco, reunir una tripulación de
hombres fieles y navegar por el mar, siguiendo la estela del hombre al que idolatraba.
Bien pensado, ¿no era aquello una especie de primer paso en su sueño? Muchos piratas
comenzaban sus andaduras como simples grumetes. ¡El mismo “Mediabarba” lo había
comentado! Sí, tal vez no estuviera en el barco que él deseara, ni con la tripulación que
él deseara, pero si algo tenía claro es que se le había ofrecido la oportunidad de ser
pirata. ¿No sería una estupidez dejarla escapar? Nada le aseguraba que fuera a servir a
tripulación. Aunque tuviera que amotinarse para ello. Jim estaba haciéndose promesas y
más promesas cuando se fijó en el hombre que se acercaba hacia ellos. El mismo que le
había ordenado fregar la cubierta. Pese a haber incumplido una orden, no se vio
limpiar la cubierta!!
culpa.
el entrecejo!! – gritó.
- A sus órdenes, mi capitán – dijo con el mismo tono pausado. El hombre pasó
entre ambos. Jim lo miró con disimulo, y se sobresaltó al ver como el corsario le
devolvía la mirada. Sus ojos eran fríos como el hielo, y estaban cargados de
- Ese Golber – se quejó el capitán según se alejaba el mencionado – ¡Te juro que
aún no sé cómo lo dejé subir a bordo de este barco! ¡Menudo canalla! – Jim
asintió lentamente. De pronto, notó como una especie de escalofrío. Una voz que
- ¡Al suelo! – gritó llevado por un impulso. Jim se lanzó hacia el capitán, lo
noche.
- ¿¡Qué demonios…!? – se extrañó el capitán. Jim alzó la cabeza junto a él hacia
la fuente del sonido. De pie estaba Golber, con la pistola en mano, aún humeante
interpelado frunció el ceño, molesto por haber errado, y volvió a apuntar hacia
Un segundo disparo resonó en la cubierta. Jim oyó el sonido que hace un fardo pesado
al caer. Abrió los ojos. Estaba ileso. Se giró a su izquierda y le sorprendió ver que el
capitán también. Volvió la vista al frente. Golber yacía tirado en cubierta, sobre un
charco de sangre. Tenía una herida en la cabeza. El capitán miró hacia arriba, de donde
con un rifle en las manos. Le pareció ver como una sonrisa se dibujaba en su
rostro.
chico – Y tú, ¿cómo sabías que nos iba a disparar? – preguntó al muchacho.
- Y-Yo… – empezó Jim. ¿Cómo lo había sabido? Ni él mismo sabría decir por
no lo veis!? – los piratas lo miraron sin saber que decir – ¡¡Dejaos de gilipolleces
y arrojar el cuerpo de ese desgraciado al mar!! ¡Aunque creo que le sentará mal
buena puntería, pero que no se te suba a la cabeza! ¡¡Sigue ojo avizor!! – el vigía
vigilia. El capitán volvió a mirar a Jim – Muchacho, – dijo – es posible que seas
dejar que lo eches a perder! – le advirtió – ¡Será mejor que esta noche descanses
¿¡Ves lo que te decía!? ¡¡Gilipollas por todos lados!! ¡Espero que a ti al menos te
fijamente – ¡Te lo enseñaré todo! Y sobre todo, ¡te enseñaré a dominar tu Haki!
Aquella noche, Jim no pudo pegar ojo, pensando en lo que quiera que aquel hombre le
tuviera preparado. Su estadía en aquel bajel pirata acaba de comenzar. Y algo le decía
Piece” del mangaka Eiichiro Oda. Hecho por fan para fans.