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ESTRO ESTÉRIL
….Edición, prólogo y notas Omar Castillo
. Texto en la contracarátula.
Alberto Escobar Ángel se hace visible para la poesía desde 1958, cuando junto a Gonzalo
Arango fundan el nadaísmo. Pese a su obcecado interés por mantener inédita su escritura, la
publicación en 1963 de Los sinónimos de la angustia lo hace inconfundible en el ámbito
poético en idioma español. En Estro estéril su poesía, elaborada durante cinco décadas, se
reúne completa. Así, los lectores tienen acceso a la obra del más exasperante fundador del
nadaísmo. Aquí exasperante quiere significar cuando la vitalidad y la creación de un
hombre no son posibles de reducir en una máxima que terminó aconteciendo huera, puesta
al servicio de la actualidad y el esperpento mediático. Además de los poemas ya
publicados, en el apartado Otros poemas, se recogen 37 inéditos.
3
II
De 1958 a 1963 Escobar Ángel participó de la ―revuelta‖ organizada por el grupo
nadaísta, quienes con actos y manifiestos provocadores enrarecieron la cotidianidad del
Medellín de entonces. Con sus escándalos propiciaron que en Colombia algunos se
escaparan de los versos parroquiales impresos como ejemplos de ―sanas maneras‖ y orgullo
nacional en medio de los muertos y los escombros arrumados durante los años de la
llamada ―violencia en Colombia‖.
De esos años data su magistral trabajo Los sinónimos de la angustia, publicado en la
antología 13 Poetas nadaístas(1), donde es posible leer el desconcierto, y si se quiere, las
ambiciones de una generación varada en mitad de la intemperie auspiciada por las
hegemonías que en el mundo controlaban y controlan los hilos de la humanidad. Cuentan
de sus compañeros que era normal escucharlos decir de memoria pasajes de estos poemas,
en especial el numeral V ―(El término habla de su presencia)‖.
Los poemas de Los sinónimos de la angustia, escritos entre 1959 y 1961, hacen de
Escobar Ángel un poeta de características únicas en la poesía escrita por esos años en
lengua española. Entonces carece de importancia decir que su poesía es nadaísta, máxime si
se tiene en cuenta la distancia guardada por él, desde 1963, con el grupo y el silencio que
impuso a su escritura. Su materia poética se realiza en planos obstinadamente inéditos, cuya
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en himnos de una generación escindida en la diáspora del siglo XX. Quedando claro que el
discurso poético instaurado por éstos, en vez de haber perdido su vigor inicial, se había
fortalecido. La atmósfera citadina, los tonos y recursos formales, desligados del ámbito
antológico y del clímax del momento cuando se publicaron por primera vez, se muestran en
la cabal dimensión de su no bien calculado alcance.
En 1992 son publicados los poemas El archicanto de la lábil labia & Las honras del
lecho(4). El archicanto, escrito entre 1985 y 1990, es un poema elaborado como un largo
verso avanzando por sus páginas, tal como un meteorito por el universo, dejando la
sensación prolija de nunca impactar. Empero, en este poema cada una de sus parrafadas da
cuenta de eventos particulares, son estancias desprendidas hábilmente de un acontecimiento
mayor al tiempo que encadenado al maremágnum del mundo. Un viaje de palabras sarta en
ristre, penetrando ya lo íntimo, ya lo exterior del ser y las situaciones por donde se aventura
su escritura. El poema se resuelve por un ritmo de letanía alucinante donde se consignan los
pedazos escarbados por el autor en su intento por asir una de las realidades del ser humano
en el mundo. Al cabo de todo lo arrastrado por su verso, el poeta pareciera susurrar que, al
contrario de las ideologías y de las religiones, la poesía no busca resolver las urgencias
humanas, las escarba hasta sus raíces mismas. El poema interroga, el ser humano vive, es
decir, se comporta y expresa para sus respuestas.
Antes de acceder a Las honras del lecho es conveniente observar el trato practicado
por el poeta con los objetos y la manera como los deja actuar en su poesía. En Los
sinónimos de la angustia los objetos son utilizados como un correlato que le permite
enfrascarse en los asuntos de la ciudad y los espectros sucediendo en ella como un himno
hiriente, en La canción del cantante y odaísta Andreas Andriakos, le sirven de sombras en
el rito celebrado en el cuerpo escindido y dispuesto para su descomposición en la muerte,
en los Tres cantos a la manera elegíaca, como coartada posible para narrar de quienes
yacen penetrados por la muerte y, en El archicanto de la lábil labia, para aumentar el tono
de letanía que hace el caos del mundo.
Las honras del lecho, escrito también entre 1985 y 1990, es un poema contenido en
su escritura. Las palabras ciñen pero se niegan, permaneciendo estancadas en las manchas
silenciosas de la memoria, imperturbables en su dicción. Aquí los objetos son aprehendidos
desde un pronunciar estricto, al filo del silencio, apenas sugiriendo la atmósfera convocada,
sin perseguir la definición de lo memorado. En éste poema los objetos quedan a merced de
consonantes y vocales, son usados para urdir la leve trama en esa tarde única donde
también están siendo consumidos por la penumbra de la noche vecina. Dejados en esa
intemperie, propician un vacío que se confunde con el viento y la cadencia de su ritmo
erosionado. Un vacío o hueco del que surgen, en las manchas de la memoria, inmensas
piedras pulidas en el curso del tiempo, sobresaliendo como metáfora donde se potencia la
escritura, la lectura de Las honras del lecho. Para este poema el estilo del poeta se exacerba
a tal colmo que cada palabra aparece calibrada en lo estricto de su acepción y en la raíz de
su sonido. Intentar definirlo como un canto de amor sirve en la medida que agrega un hito
al género en lengua española. El viento en su vagabundear es, a fin de cuentas, el tema
posible en Las honras del lecho. El viento, su movimiento cuando se desliza por los objetos
físicos e ideales.
Poema, escrito en 1992, se publicó en octubre de 1995 en el número 8 de la revista
Interregno(5). Por los versos de los nueve numerales que componen este poema es posible
leer la decantada noción del mundo y el universo que el poeta fue fundando en la
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elaboración para una pregunta. De la realización de una pregunta más allá o más acá del
reto intelectual de encontrarle una respuesta. En su poema resulta evidente que, así como en
la caída de los dados cuando producen una cifra, ésta no implica la sujeción al azar o, a su
otra parte, el destino, tampoco una respuesta significa el fin de una pregunta, el inicio de
una imposición acomodando un diseño para la vida. La pregunta consignada en estos versos
deja al ser humano a la intemperie de su condición y arbitrio, es decir, sólo él es
responsable de su existencia. Pregunta formada en los extramuros donde se fragua la
condición humana, se fragua y hace leyenda siempre bordeando lo estéril. Escobar Ángel
participa de la tradición en la poesía occidental que funda su creación en el asedio del azar
o el destino, la aridez o la esterilidad humanas. El poema ejercido en su arduo sentido de
zozobra, de maniobra, al límite del caos y sus significados. En este punto se hace evidente
cuanto persigue su poesía y cuanto informa a su lector, de paso deja sin sentido los
argumentos donde se presume la inutilidad de la poesía en estos tiempos. Su obra raya la
memoria del viento, el mismo viento que no deja de consumir los recuerdos del ser
humano.
La poesía de Escobar Ángel dialoga con el César Vallejo de Trilce y el de los
Poemas humanos, con el Neruda de Residencia en la tierra y el de los Cien sonetos de
amor, con el García Lorca de Poeta en Nueva York, con el Álvaro Mutis de Los elementos
del desastre y el de Los trabajos perdidos y con la música verbal de León de Greiff. Sin
olvidar sus lecturas de Saint-John Perse y T. S. Eliot, entre otros poetas que hicieron parte
de su reflexión. Cuando el diálogo es cierto y directo, el eco de las influencias en un
creador es efímero y por lo mismo fundamental. ―Los poetas no son eternos, son un
peldaño en la evolución de la eyección del hombre‖, decía el poeta en una de sus
conversaciones. Es preciso detenerse en la forma como elaboró su obra, la disciplina y el
rigor en el momento de abordar sus temas, siempre alerta, sin caer en el lugar común o en la
doctrina que le franqueara el reconocimiento y la popularidad. Su vocabulario, cuya
primera impresión perturba por lo enrarecido de las acepciones y los sonidos no familiares
a que da lugar su escaso uso, a más de ser exquisito, es nítido y preciso. Intentar interpretar
procesos evolutivos en su poesía, tal como suele estilarse, no es posible, pues ésta se funda
en una veta de la que en ningún momento se apartó. Su escritura excavó los filos y los
intersticios de ésta una y otra vez. Su evolución creativa es de un comportamiento casi
tautológico. Quizás para afirmar su poesía quede el silencio. El imposible e infinito. Ese
desde donde el verbo se hizo. El mismo donde se consume.
En Otros poemas se recopilan los textos no incluidos en sus libros publicados. Los
primeros tienen fecha de 1957 y el último es del 26 de febrero de 2004. Unos pocos
aparecieron en periódicos, la mayoría permanecían inéditos. Estos 37 poemas permiten
acceder a los inicios de su escritura, asistir a las primeras excavaciones en la veta donde
fundó su poética. En ellos es posible leer los antecedentes de su peculiar vocabulario y la
persistencia en los ritmos donde se estructura de forma tan característica su obra. Y lo más
significativo, permiten verificar la consistencia de su temática, donde la ciudad es el
escenario para el acontecer del extravío humano. La ciudad-laberinto es también correlato
del perplejo ánimo que hace y deshace la condición ontológica humana. Entre estos,
encontrarse con poemas como ―Esquina de la muerte, universo de las cosas‖ permite
reconocer las huellas de un poeta, a sus 17 años, ya inserto en la tradición y en las rupturas
más avanzadas de la poesía escrita en su lengua. Conmueve el tono de estos versos, los
territorios por donde se avecinan en su ritmo y en su decir. Las voces de otros poetas
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impregnando esta escritura, consiguen que la de Escobar Ángel empiece por hacerse
inconfundible. El ―Canto negro para León de Greiff‖ no es un homenaje, es una tarjeta de
presentación, es decir, el establecimiento de un reconocimiento posible desde la lectura y
para la escritura, diálogo y quiebre fundando una no clasificada amistad entre el tu y el
usted. En los tres numerales que permiten ―Canto para la ciudad‖ se lee el deambular de un
peatón figurándose en los parajes donde se compone y descompone la ciudad, donde
nombrar es participar para el olvido o la memoria cuando se consume una existencia
mineral y láctea. Todo entrevisto desde un sesgo donde se practica una visión del universo
o su fatiga en la elíptica de su silencio o en la proximidad de su estallido. Los fragmentos
incluidos de ―Los sinónimos de la angustia‖ quedan gravitando igual a meteoritos que no
impactaron en las páginas del libro así nombrado, tienen el encanto de los pedazos cuando
vagan siguiendo el ritmo delirante del cosmos. El poema ―Inventario de Nahún, el
guerrero‖ es una de las muestras donde el poeta se da al gusto de lo descriptivo, tan propio
en el continuo de su obra, hasta conseguir, en los cinco cuadros que lo arman, una narración
característica de sus maneras de apreciar el mundo en su devenir e intrigas. Los cuatro
pasajes de ―Los sinónimos de la angustia, segundo libro, los viajes‖ son la memoria de lo
emprendido, desde la quietud y el silencio, por los mares de la algarabía de la existencia
humana, crónica al límite de una condición varada en sus despojos y en las huellas que por
un instante, el suficiente para una quimera, crecen en la playa. En Otros poemas, la
insistencia del poeta cuando nombra muchos de sus textos ―Poema‖, permite pensar en el
reconocimiento, la certeza y la duda sobrecogedoras en el instante cuando escribe las
palabras, una y otra vez, en la superficie de la página, en el vacío de la realidad y sus
aledaños. Quedan entonces, ante la veta del mundo y el universo, palabras extrayendo y
elaborando una noción para el inaudito que permita confirmar el poema.
El contenido y las características de este libro responden a lo planificado con el
poeta en conversaciones acordando el proyecto para su publicación. El propósito es
aproximar al lector su poesía publicada e inédita. Quedan por fuera fragmentos, destellos
cuya inconclusa elaboración no permite nombrarlos como poema. El poeta se caracterizaba
por la lentitud, casi desidia, en la estructuración de sus textos. Era exasperante, al punto,
que de tanto posponerla, esta edición no fue realizada con su presencia vital, pues la muerte
pudo más. Aquí queda consignada la elaborada atmósfera de su poesía, su música, su
estricta manera de vivir la realidad y de darse a las condiciones de la existencia, es decir,
cuanto hace fundamental su estro poético. Estro sin concepciones, arduo en su complejidad,
cercano al delirio que propicia lo estéril. En sus archivos quedan, para reunir en otros
volúmenes, sus cuentos, su teatro, sus notas críticas, su correspondencia y sus fragmentos.
Sí, en Estro estéril puede por fin el lector acceder al grueso de la obra poética de Alberto
Escobar Ángel, y en ella a su perturbadora manera de nombrar y ser nombrado en la
existencia del mundo y el universo. Una poesía que se hace a la muerte recorriendo los
laberintos de la vida, al fin y al cabo, una y otra fundamentan para lo extinguible del sueño
y la realidad.
En las dos palabras: Estro estéril, aprehendidas por el poeta para darle un título a su
obra, consigue también cifrar una reflexión sobre su ser creador. No deja de perturbar el
pensar que ese estro desde donde surge la palabra, pueda terminar por resolverse estéril.
¿Cómo asir semejante encuentro de palabras y lo por ellas así nombrado? Se podría
aventurar una imagen próxima: el consumir la pulpa de un fruto con el conocimiento que
permite saber su semilla imposible para reventar en más frutos. El poema, su escritura
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devorando letra a letra hasta consumir lo estéril del alfabeto, y entonces alcanzar lo inaudito
de su vacío y su silencio. He ahí una metáfora nutriendo el aliento de una obra o el carácter
de la ausencia de la misma. Resulta incómodo reflexionar así. Y para colmo, aparece en la
memoria ese otro título calibrado por el poeta para un poema que no escribió y también
para nombrar su obra: Aproximaciones al eje como centro. Empero se decidió por la
contundencia de Estro estéril. La palabra, en su escritura, a un tiempo consumiendo, a un
tiempo interrogando el silencio y un origen.
III
En Medellín, terminando la mañana del viernes 21 de diciembre de 2007, murió el
poeta Alberto Escobar Ángel, quien había nacido en la misma ciudad el 10 de junio de
1940. La amistad es ardua hasta la lucidez y el escozor. Y en ese camino de asombros y
desasosiegos se celebra con la misma intensidad que se lastima. La amistad de muchas
maneras se aproxima al comportamiento del universo, es decir, es caos y es creación.
Hasta la fatiga y el delirio el ser humano persigue la perfección donde instaurar un
signo que permanezca eterno. Entonces, ante tal propósito, ¿la perfección se cumple cuando
cada quien llega al rigor de la muerte? Es posible especular. También puede ocurrir que
todo no sea más que retórica oxidando, ya el cuerpo del yacente, ya las palabras cuando son
acomodadas para nombrar su tránsito.
Ha muerto. Este hecho podría ser la constancia de la entrega de su último poema.
Ese que igual al universo no para de ser escrito, no termina de ser leído. No en vano el
imaginario humano está plagado de aves y seres renaciendo de entre sus cenizas.
Omar Castillo
Junio de 2008.
(1)13 Poetas nadaístas (Medellín: Ediciones Triángulo, Hernando Salazar, editor, 1963).
(2)La canción del cantante y odaísta Andreas Andriakos y Tres cantos a la manera elegíaca (Medellín:
Cuadernos de otras palabras, Vol. 4, 1989).
(3)Los sinónimos de la angustia (Medellín: Cuadernos de otras palabras, Vol. 5, 1990).
(4)El archicanto de la lábil labia & Las honras del lecho (Medellín: Cuadernos de otras palabras, Vol. 9,
1992).
(5)Interregno, revista de poesía, año V, número 8 (Medellín, 1995).
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1963 y 1990
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II
El tranvía ha pasado
con un clavel en su mano de espera.
Una fruta ha saltado de su asidero.
Ahora almuerzo bluejeans mojados,
muslos de terciopelo vegetal,
con una flauta prestada
entiendo el corazón de las naranjas...
En el día girasol
un bus camina por la ciudad,
un hombre desnudo no camina,
se quejan bajo el césped los muertos,
los aporrea con sus alas una camisa blanca
que dejaron olvidada en los alambres.
El tranvía ha pasado
y por el aire vuelan ruidos que no se llaman Malher.
Malher se ha quedado hoy en casa,
sentado ante el gran menú de platos cósmicos bien lavados:
fuma su pipa y no la fuma,
hace dormir el gato del sopor,
el embudo de sol,
la rosa estéril de la pila.
pista de baile,
erial o cielo plano:
mar,
domicilio de peces,
de algas y de felpa,
lugar de una cabeza reclinada, somnolienta:
…cabeza, peso de la noche.
13
III
Claro está,
el día tiene sus sábanas y no se inmuta:
Ha sido acotado de voces de niños que juegan en el parque,
le quito gota de vino de entre los labios,
le unté esencia a cada flanco.
Espigar es el placer favorito en las terrazas,
y ya se avecina la fecha de la resurrección:
—Habíamos colocado los frutos dentro del mantel,
el obús habita el cielo,
emergía durante el cielo en un nuevo estilo de sus músculos,
premio para el campeón,
cañonazos,
aleluyas en los bares, ¡oh, sí!, es tu día
—y el río se enrumbaba por la campiña, gladiador de sus márgenes.
IV
VI
VII
VIII
IX
XI
XII*
1
Que suenen los pífanos en la oreja sorda del diácono.
Que el tranvía destripe perros, monedas, cestas.
Que el insomnio viaje por la ciudad, recubierto de su tufo.
Que laven el piso con caldo.
2
Que rellenen de arena mi vientre hasta la garganta.
Que me trepanen el cerebro y quepa en él una torta de durazno.
Que asoleen mi sexo en un patio y sea profanado por enanos.
Que crucen mis dedos con alfileres de cobre —hasta el mediodía.
Que injerten un tubo de radio en mi boca y una bocina de teléfono en el ano.
3
Que matemos los niños de la ciudad para que duerman y se pudran en la caja de los pianos
de cola.
Que no los maten.
4
Que nazcan dos enconos en dos ojos.
Que vengan dos ranas a vivir en dos testículos.
Que peregrinen dos relojes y dos pulmones los reciban.
Que dos fetos escupan en dos orejas.
Que un feto cojo se pare con su muleta en la próstata y orine.
5
Que barnicen con perfumes la piel del muerto. Amén.
Medellín, 1959-1961.
*En la edición de Los sinónimos de la angustia de la antología 13 Poetas nadaístas (1963), el numeral XII cerraba dicho
ciclo. Para la publicada en 1990 por Cuadernos de otras palabras, el poeta, al revisar sus originales, no lo incluyó.
Mientras planeábamos la edición de Estro estéril fue su decisión traerlo nuevamente a Los sinónimos de la angustia. Se
reproduce siguiendo el original revisado por el poeta.
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1989
28
Quería cantar una oda cuando el ángel del deseo descendió a mí.
Estaba desnudo bajo la luz del día, como una cabeza de hongo,
a la espera de ser conducto a la piscina de sangre
en donde mis ojos y mis labios deben ser lavados.
II
III
IV
…una cuchara derrama sobre la pestilente piel del muerto lo que restase como licor en unos
labios,
en tanto el flautista efímero emite una falsa semifusa en la celebración de los funerales.
32
VI
1989
35
PRIMERO
Ni el término ni la pregunta.
No la solución.
(…los muchachos del barrio
se han levantado de nuevo,
la boca de él como una "o" mal cerrada).
SEGUNDO
Yo ya sabía de tu muerte:
desde hace tiempo me la venías contando como una historia larga,
poco a poco, en el devenir quedo de los días.
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TERCERO
1
En una pausa del día de muerte el silencio se ha informado.
Aquí se levanta sobre el piso desnudo un taburete
y, como el espejo que pende de un clavo contra el muro,
las cosas que son la estancia nos devuelven su imagen.
2
Para la tercera oda del Segundo Ciclo moró en un cuarto,
la primera estrofa la redactó sobre la columna de un templo
y, luego, la rehizo en un cuaderno cuando, al fin, regresó a casa.
En ningún hotel nunca antes pudo redactar lo que dictase su silencio
mientras que al caminar sobre las grandes lozas de la plaza entreabría los labios,
como si fuera capaz de impedir la digestión de las palabras.
En varios retretes y muros públicos escribió, en confusos signos "Estuve aquí",
como si de antemano hubiera querido contradecir el final
de la oda del Primer Ciclo: "No me busquen donde moro".
3
De discurrir, el discurso se disiparía en la memoración.
Para decirlo, una palabra. Pero palabra y parlante
son patrones de mutismo mutuo, fatua, anacrónica cronicación.
4
(Gravedad grande, como el sol en los
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patios de la infancia).
5
Aquí yace el devoto de un oboe en la dicción abúlica,
yace donde nunca antes yació (ni alamedas ni campiñas),
y como una batuta varada se conduce y se celebra
el narrador de un concurso, el portavoz de un parlante,
la bujía de un cuarto vacío, la estatua de un parque,
el pentagrama de un canto sin partitura.
1992
40
A Juan Pablo
supérstites,
autor inédito de elegías aún por redactar (aquellas que versan sobre sentires caliginosos y
vagos memorares y que, contra el cardenillo de su cofre guarda el corazón),
escucha de oficio de lo que un hombre le comenta a otro en el paradero de buses y de lo que
el silencio le dice a las palab.ras que esperan en el locutorio lúgubre de los labios,
afinador de pianos, clavicordios y otros instrumentos todavía no perfeccionados, en los que
la soledad escribe la sonatina de lo que se ha ido definitivamente o de lo que nunca
llegó o de lo que —a fin de cuentas— ha quedado,
tambor mayor en las grandes paradas de la felicidad suplicada, la espontánea felicidad que
anda suelta por ahí y que no se logra asir,
sobreviviente apenas a flote como las balizas que demarcan con su frágil vaivén ebrio el
lugar exacto de un naufragio o de aquellos íntimos siniestros en que sucumben,
dentro de uno mismo, enfogados ardores y cárdenos deseos,
morador de recintos cerrados donde el silencio se desploma, en infaustos vértigos, desde
altos artesonados hasta muebles cubiertos con sábanas de olvido,
asiduo frecuentador de salones de billar en tardes de opacos domingos de noviembre,
cuando a los árboles la estación ya los ha despojado de sus indumentos de cobrizo
ocre (ahora desparramados sobre el suelo a merced de las ventiscas),
batuta de bandas que orean la cadencia de valses y marchas en el odeón vetusto de un
parque por un convicto desde su celda imaginado,
nombrado por decreto, acólito turiferador de nuestra Catedral Primada donde —en virtud
de la ausencia intempestiva del Titular— no se han vuelto a celebrar, en lo que va
corrido de este Año de Gracia del Señor, los Sacros Oficios del diario ni los de los
festivos, tampoco,
emisario de la muerte que deambula, cubierta con su blancuzca y raída hopalanda, por el
Pabellón de los Desahuciados como una vaca horra por los pastizales que ha
quemado el sol del verano,
protoalbéitar especializado en preparados magistrales para cortar de tajo el inveterado vicio
de algunos perros que, sin ton ni son, le ladran a la luna,
albéitar ducho cuyas pociones alivian —pero no curan— a palomas mensajeras que
padecen de agorafobia crónica o, dependiendo de la clase de encargo, de crisis
repentinas de pánico a la velocidad y el vértigo,
capitán de buque en cuarentena a la espera de las decisiones finales de las autoridades del
puerto, en tanto abrigado en lo más íntimo de la ensenada, lejos de los cantiles
contra los que se estrella, como un albatros de mal augurio, el viento pernicioso que
de la mar arriba por las tardes a escudriñar la tierra,
pronosticador pacato de huracanes que nacen en lontananza, allá donde duermen un sueño
de buey cansado las bardas y que el hombre de tierra firme apenas advierte en fotos
de satélite cuando —vistos por los anemógrafos— más que un fenómeno de rutina
parecen clara de huevo batida a punto de nieve, lista para hacer zozobrar
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balanceados buques o arrasar con techos y postes, estrujar vacas y árboles y vacas y
tractores y vaqueros contra postes y automóviles apachurrados como sombrero
sobre asiento en sala de espera, cíclopes que restablecen —en otro orden— el
trazado de las calles, la colocación de los bancos en el parque, los nortes de las
veletas que, como airones imponentes, coronan alguna torre —hermosos parajes
devastados, tierra para alguien—,
escanciador de añejos falernos y tiernos cébucos en arcaica o precedente edad por ociosos
amos degustados en plácidas vespertinas palaciegas, o de manidos moscateles
melosos en encuentros del presente con amadas menores, o de aguachirles sorbidas
a solas para sobrellevar el sopor sepia de ciertas tardes de tristeza vaga pero
vehemente,
diseñador de columnas de triunfo hechas bajo encargo con el recóndito propósito de romper
la monotonía de las recámaras de aquellos que ni siquiera logran en el día vencer el
sueño ni en las vigilias conciliarlo,
lazarillo de pasiones que no admiten definición clasificatoria en los catálogos de los
expertos,
auscultador de ecos cuasimperceptibles o de asordinadas percusiones que ponen en vilo el
ambiente sosegado de la estancia (acaso los sones monótonos de un bugle bronco
que, por la inminencia de los conciertos, alguien afina desde la víspera, o del
monocorde susurro zumbador del viento alígero que anda, embeodado de día, por
entre los árboles),
huésped habitual de secreto ático donde, de diácono el hoy Canónigo Reglar fornicaba, de
afán, con efebos fofos por las mañanas o, exultante, al mediodía diáfano y durante
asuetos sabatinos y vagancias dominicales, con criadas rechonchas y ajamonadas
damas,
amanuense de los dictados y corrector de estilo de las memorias, hoy por hoy inconclusas,
de un ciego cuya última visión fue la del cuerpo desnudo de su mujer adormida
sobre la cama y la del eclipse anular de sol que acaeciera justo al terminar de hacer
el amor esa misma mañana,
disector de cadáveres no identificados que, con el paso de los días, a la postre nadie reclama
en la Morgue Municipal, anónimos cadáveres ineptos, además, para cualquier clase
de estudio de rutina, bien sea por lo anodino de los muslos, o por lo convencional
del empinado empeine y del epigastrio soso (vale decir, por la banalidad evidente
del vientre todo), o por la monotonía morfológica de los pectorales, o la definición
vaga de los deltoides deficientes, o la merma misma de las mamas mínimas, o por el
rictus común y corriente en que quedaren los labios, lelos, al tratar de decir "no me
maten", en fin, cadáveres ineptos para cualquier estudio por parte de los
necroanatomistas, sobre todo por la cortedad de la verga retraída, o por la alopecia
predominante en los dominios del venusino vello, o por el enjutamiento severo de
los grandes labios breves,
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et sequentia.
Medellín, 1985-1990
44
1992
45
II
III
IV
VI
VII
VIII
Medellín, 1985-1990
53
POEMA
1995
54
Buey ciego pace apacible pastos que —en noche inmersa, en noche insomne— luna llena
adoba con líquida luz.
Ojo enfermo aventado por sordos ábregos a los abisos del porvenir, ávidos de presa caída
desde lo alto.
Cunde el cosmos mientras titila, si acaso, una estrella próxima (lilas y cayenas).
Efímera fulguración de novas o ripio de cuerpos celestes, soplo superfluo esquiva el ser.
¿Dónde, en qué momento hubo de acaecer el extravío?
Dioses ahítos no abandonan aun la mesa.
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II
III
¡Qué bien --de veras— se vería la mesa aparejada con jugosos jamones y rebanadas de
panes ázimos, los recados de plata enmarañados entre oleosas lechugas y rodajas de
jaudos nabos. . .!
¡Lo lamento! De este lado han caído los dados.
¿Cuál --de ser cantado- - sería el canto, el canto del insaciado?
57
IV
Féculas emolientes, lenitivos lenes para la lipemanía crónica, o para la molicie vegetativa
—ese hollín que nos carcome desde la piel, por las tardes.
(¿Quién canta en el cuarto contiguo, quién esa canción que antes se cantaba?
O, ¿es esa la misma canción flébil, la lépida canción que desde tiempo ha nadie canta?).
(Sing —nos contestan—, sing, Sir Burton, sing the song out, sing it till the Time's Sing
saws the singer's tongue forever!).
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VI
VII
Ocultos en lo hondo de los acamados pastizales que encobijan la pradera, donde pernoctan
y pacen las recuas, yacen, desnudos, dos cuerpos que se aman.
Brizna de indiferencia de los dioses tamiza, por entre coruscantes poros, la abscura piel del
firmamento
y es, tan solo, la Constelación del Olvido la que — desde lo alto — los vigila y los encubre.
61
VIII
Ardicias que el insomnio, en silencio, instila como vino, aquese mismo que de los odres
—a veces— se fuga.
Onusto de soledad —astro huérfano cuya trayectoria en el vacío yerra—, no fue de noche
como ésta (noche andrógina, noche que con endrina manta entalama la pradera), de
la que el ser fue expulsado.
Rosa estropeada por los dioses, el corazón del hombre surte fabro único de su propio
destino sobre la tierra.
Trepar por andurriales bruñidos con líquida luz de luna lerda, de luna ambigua, a las tierras
altas para ligarse (en lo posible) a cualquier estrella vagamunda.
62
IX
…urentes holandas —como sangre viva recién brotada de la víscera— no sacian la sed
pero escuecen como llama en la garganta.
Dioses ebrios danzan hasta el alba.
De su tufo pestilente nace el día que, trashumante y solitario como un buey uncido, holla
el caminante.
OTROS POEMAS
Los textos reunidos en Otros poemas fueron tomados de los archivos Escobar Ángel. Escritos entre 1957 y 2004, el orden
de edición se establece siguiendo las fechas de su escritura y cuando no es posible determinarla me aventuro a fijarlos
acatando los ecos de las conversaciones sostenidas con el poeta por casi 20 años. Las fechas al pie de los poemas se
copian de acuerdo con el original de los mismos.
64
IV / 57.
Este y los siguientes bajo el título de ―Poema‖ hasta ―Canto para una tremenda vibración sub-epitelial‖, incluido, se
conservan en los archivos como un legajo de 7 hojas mecanografiadas por una sola cara. Iniciándose cada página se lee:
Alberto Escobar Ángel, poemas, y el número de página. Todos permanecían inéditos, se reproducen en su orden y se
mantienen las correcciones hechas a mano por el poeta.
66
POEMA
III / 57.
67
POEMA
Diluida música que no lo es,
meridiano que rueda en las calles,
entre dedos sucios,
en los parques, las hondas del cielo, el pico de los pájaros
y el corazón del hombre.
I/ 57.
69
POEMA
Viento sensual,
resbalón de saliva hacia el pecho,
miembros besados, lamidos, largos
como la ruta que nos separa.
Nunca fue más extensa esta calle
donde
respiró
mi
pecho,
nunca tan llena de muros,
árboles enfermos,
de tejados rotos por donde se filtró la lucha.
En cada rincón del cuerpo,
por la afluencia de la célula
y su inseguridad mínima,
nunca en las sacristías,
en las despensas,
los rincones tristes,
el universo de las boñigas,
nunca y en los zaguanes y en los rincones nuevamente,
cosas al fin y al cabo de nuestro mundo.
XII/ 57.
70
POEMA
V/ 57.
72
X/ 57.
74
POEMA
¿1958?
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta.
75
MOMENTO
Recorte de periódico sin identificar y sin fecha. Abajo se lee: Alberto Escobar Ángel. Puede ser del diario El Correo de
Medellín, ya desaparecido. Diario al que estuvo vinculado el poeta.
76
POEMA XIII
Recorte de periódico sin fecha. El poema lo firma Lucrec Mar, seudónimo del poeta, según me contaba, para implantar
versos en espacios de página vacantes, cuando trabajó para el diario El Correo de Medellín. El poema es un antecedente
de Las honras del lecho.
77
POEMA
Y mi corazón es el mismo,
tiene su acento de tiniebla,
y en él está sembrada la inédita tragedia de la vida
que dejó marcada tu danza de ataúd.
Recorte de periódico sin identificar y sin fecha, en él aparecen impresos ―Poema‖ y ―Dolor desesperado‖. Abajo se lee:
Alberto Escobar Ángel.
78
DOLOR DESESPERADO
LLAMANDO A STRAVINSKY
1958
De este poema se conservan tres copias, una mecanografiada en donde, antes del título, se lee: De ―Cantos Negros‖, y de
puño del poeta algunas correcciones de puntuación, agregando al final el año 1958. La segunda es un recorte de prensa
fijado en una hoja tamaño carta donde se lee: Escobar Ángel Alberto El Espectador Mayo 17 – 59. La tercera aparece en
la página 6 del periódico El Correo de Medellín del martes 28 de marzo de 1961. Se reproduce del original
mecanografiado.
80
León de Greiff,
en noche tremenda de cuchillo a marfil desdeñado,
pecador de humo,
candado abierto,
historia de puerta que se abre y que aprieta.
Será estar en un banco del parque,
ahondar el pico y almorzar con la hélice de las gallinas,
estrenar un cielo oscuro y ponerse a tristezar
con el recuerdo amargo de los días y los aguacates.
En pedazo de neblina,
hecha tu camisa así, y distante, y nunca,
¡oh, y nunca, infesta camisa de León!
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta.
82
I
LOS ELEMENTOS
II
DE LA LUZ DE LAS BOMBILLAS A NOSOTROS MISMOS
III
EL RÍO DE NUESTRA CIUDAD ES PURO COMO TODOS LOS RÍOS DEL MUNDO
Septiembre 1958
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado, el mismo tiene un encabezado donde se lee: tres poemas de: Alberto
Escobar Ángel. Se mantienen las correcciones hechas a mano por el poeta. Al final de cada uno, de su puño, se lee: Sep.
1958. Se conserva otra copia mecanografiada de ―El río de nuestra ciudad es puro como todos los ríos del mundo‖,
conjeturo fue escrita antes de hacer parte de ―Canto para la ciudad‖. Difiere en el corte y en el contenido de algunos de sus
versos y en la extensión de las estrofas.
87
Para decir:
Viento en las orejas del hombre,
zapatos rotos en los pies del hombre,
manzana fruta podrida en la boca miserable del hombre,
neón lento en las esquinas, lugar del hombre,
codos sobre la mesa-soledad, bar del hombre,
o para pronunciar –que es lo mismo–,
humo de chimenea en el cielo raso de la noche,
mano de obrero debajo de la chimenea
y opaca-seca-opaca cena de boca de grasa y pantalónobrero,
pedazo de pan para después del turno y al momento del pito de sirena…
Desgracia de una peluquería con el sol a plena tarde.
Salario del peluquero,
intestino más o menos relleno-tripa- alimentado…
en cada cuarto de alquiler los ojos lloran ausencias y vacíos,
repetidas, subyugadas despedidas encima de una cama o cuerpo.
Se espera entonces repique de timbre de teléfono.
Gran dama sin joyas,
con corazón más allá de la piel que se le estira o seca.
Diamante que hace guardia a la nariz,
gota de llanto a lado y lado:
Dos soles sobre una misma cordillera…
―–Buenos días, señor‖, frente a los escritorios.
―–Buenos días‖, de horas que son demasiado graves…
Pero apenas hay que preguntar:
―¿Ya ha abandonado su lecho la angustia?...
A qué hora empiezan las labores… ¡Por favor, que no se cumpla nuestra cita!‖
Mientras tanto que suene el violín loco en las esquinas.
No más cláxones en los cruceros:
Los semáforos deben detenerse en su óptimo color amargo.
La música dinosáurica comenzará.
Es la réplica del pecho adentro,
de la garganta medida hacia abajo, no hacia la voz y la palabra.
Habita en la espera de sonido que comenzará dentro de poco
la desesperada lujuria de los dedos bien encadenados,
de los zapatos bien rotos en las plantillas.
Además, para agregar algo, para no quedarse breve:
El recuerdo de los tranvías de los niños, asomados a sus ventanas,
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Inédito. Se reproduce del original mecanografiado manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta. El poema no
tiene fecha, presumo pudo ser escrito por los mismos años de los reunidos en el libro Los sinónimos de la angustia
escritos entre 1959 y 1961. En éste se dan esas sartas tan características en la escritura del poeta. Y si por pasajes puede
parecer desencajado, esto hace parte del ritmo vertiginoso que explora y consigue el poema.
89
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. El poema no tiene fecha, presumo fue escrito por las mismas del
anterior. Al poeta lo obsesionó el título de los Sinónimos de la angustia. Todavía en 1989 pensaba en agrupar su obra
poética bajo éste.
90
XI
Quien esparce el viento sobre los higos de la playa no os enseña su rostro austero
—anticipado de velos sin color—, sino que vive y susurra y hace sonar su corazón
dentro de los árboles y los abetos.
Su ojo discreto vigila. Y bajo la ceiba dadivosa los amantes cuecen en la noche los flancos
apretados e irritantes, se besan las tetillas sin seno, enloquecen sus papilas con una
baba de almidón que nadie sabe.
Quien es el generoso tras el viento no es sino un velo que ondea y evita y eslee su frescura
para sus mejores víctimas.
El amor tiene formas privadas, maravillosas, y de cada quien no queda sino su misterio, el
pasto aplastado después de la siesta, el cabello flotando en el espacio cuando se
atraviesa la campiña y hace sonar el cascabel de plata.
El generoso nada delimita y observa apenas. En los cuartos de vuestros hoteles habita un
santo en pijama y en el pecho de muchos el enigma deposita su signo monstruoso.
Edículo de lo profano, el labio del mentiroso recibe el oficio y en él se cumplen los
designios, pero a la mañana el viento se hace velo blanco y en su tarea transparente
el niño escribe las vocales sobre el banco de vuestras escuelas.
El amor tiene formas maravillosas, disposiciones que algunos de nosotros no entenderían,
Es cierto. Pero —como en el mar—, el día se estrecha entre mancornas y de tal
suerte sucede que la luz no es la luz ni propia del cielo pues la noche empieza
cuando aparece el brillo y duerme el viento en los párpados ciegos.
Quien esparce el viento sobre los higos de la playa no comunica.
Los jóvenes se besan en un beso verde y tan sólo él se enreda en la ceiba que los contiene.
Porque aquél de quien os digo generoso abunda en rostro austero y en su barba se mece la
parsimonia de un cuaderno y la sabiduría de los polos.
Su saliva hace que uno se llueva de los más bellos sabores, espácico sentimiento que se
desliza, que acaricia, que adviene, que os muere, os hace morder el espartillo de los
más agrios campos en viruta y los más pobres, índigos, carentes, protestantes,
disecados, escurridos trigos.
Pues no es extraño que del cielo descienda un pájaro en incendio y que sus alas quemen
después del beso vuestras tetillas, y su pico hiriente rompa en advento grave la
irritante sanidad de los flancos apretados e irritantes.
Oh, en la papal gana quedan residuos de sudor y la alegría naufraga entonces en turbias
aguas.
Como en el mar, el día está entre mancornas, y el santo atreve su mirada por la ventana y se
desabotona,
el buhonero pregona por las ciudades nuevas las más antiguas mercancías,
y el soldado que solicitó de estas tierras se deshace de su gorra,
91
y quien es el generoso tras el viento —tal su velo—, canta cuando se siente solo y deja
susurrar su corazón en la ceiba de litorales frescos.
1960
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado, manteniendo las correcciones hachas a mano por el poeta. En los
archivos se conservan otras dos páginas mecanografiadas, en una, en vez de XI, se lee X, el inicio es próximo al aquí
reproducido pero el desarrollo es diferente, además el texto queda incompleto. En la otra en vez de XI se lee V y es solo
una variante del inicio del poema. Desconozco el proyecto al que pudo pertenecer este numeral.
92
Inédito. Existen dos copias mecanografiadas de ―Memoria de un cuarto deshabitado‖. La primera en una hoja cuyos
primeros tres renglones son el inicio de una carta que el poeta no terminó, el encabezado dice: ―Medellín, Abril 30 de
1960‖, después se leen el título y el poema con tachaduras hechas desde la misma máquina. En otra hoja se lee la segunda,
con correcciones y, el último verso, hechas a mano por el poeta. Se reproducen ambas copias, pues las variantes ofrecidas
en ellas consiguen, para cada una, atmosferas descriptivas que las permiten independientes. Los números entre paréntesis
los agregué para diferenciarlas. Dada la fecha del encabezado de la carta es posible aventurar que el poema (s) fuese
escrito en 1960.
93
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado, manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta.
95
I – La Guerra
Después del baño hay que averiguar por alguien que lo quiera acariciar a uno.
No obstante, vistió su bota y pisó.
La hierba, las avenidas, los parques. A París, la monja que no ha soltado de su
vientre un feto.
Le pidió que guardara en el armario la ametralladora y encendieron la chimenea.
La luz de la bombilla emergió en el cuarto tibio cuando empezaban las palabras y
sobre la ciudad un humo ácido anunció la llegada.
II – La Investigación
III – El Guerrero
IV – El Apartamento
Los confites explotaron entonces en la bombonera, cuando la mano del oso hirió la
puerta.
¡Estupenda! Unas formas. Azafate el lecho, las sábanas.
Clarinete. Lujurioso el frasco para el agua.
(¡Pero no es exactamente lo que quiero!).
V – La Profecía
Inédito. Existen dos copias mecanografiadas, en la primera, después del título se lee: Para El Suplemento Literario y en el
mismo renglón: A Olga. Al final, escrito a mano por el poeta, dice: ―Bogotá, Enero 1961‖. En la segunda desaparece la
dedicatoria, y la disposición tipográfica del poema es modificada, también presenta cambios en el contenido con respecto
a la primera. En la margen de la hoja inicial se lee, escrito por el poeta: ―copia definitiva‖. Se reproduce de la segunda
copia manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta.
97
II
Con pomadas, barnizando,
antigua y remota radiación de féculas,
sobre las dulces concavidades
distendiendo el cuerpo en la mesa de las intervenciones.
Hemos llegado a la profecía,
oh santo, oh dios, los cereales corrompidos,
la mujer lavando ropa, la luna amarilla.
Tras las telas animales,
el agua caliente en la palangana,
los polvos sanatorios,
98
III
Ebrio en los bares, los bulevares,
los parques, los tranvías, mi
corazón saludado, humos,
los libros, el saxofón piano,
los líquidos recorren el cuerpo,
estoy recordando una oda,
en el cuarto el muro transitado
por el ángel, o faisán marica, el enano
crespo, su corbatín, sus dos botas,
en tus manos copulan varios insectos
y fructifica esta crisis.
IV
Voy anunciándome en los espacios,
los golpes, los llamados, el forcejeo.
¡Ábrete!
Un guijarro en la vía,
y he aquí la tempestad,
los hongos, la calamidad,
¡los hongos, los hongos!
Nosotros permanecemos,
tu me enseñas un sabor
bajo nueva batuta.
Revienta las vísceras en cualquier lugar,
bajo alguna inspiración, la indeterminada.
Los búfalos preguntan
y estamos armando una respuesta.
1961
Inédito. El borrador de este poema se conserva en tres hojas mecanografiadas con correcciones y variantes hechas a mano
por el poeta. Se reproduce siguiendo las ―posibles‖ variantes en el borrador. En una de las hojas se lee el nombre del poeta
y 1961.
99
REZABA ASÍ…
Medellín, 1961
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado, manteniendo las correcciones hechas a mano por el poeta.
100
Habitando el pórtico, el varón desciende con la mirada hacia el río que afluye al mar.
Has atravesado con tu energía los espacios edificados sobre la plaza, donde los hombres, las
mujeres, los niños, los ancianos y sus productos extractados del agua y la tierra,
hacen tumulto para percatarse de tu presencia.
Y has aparecido. Te asiste la alucinación —debes permanecer impecable y sometido
firmemente al gobierno de tu vara. No la ira ahora, tampoco demasiado la paz.
Que aparezca una guerra lenta en tus designios, ¡oh gobernante!, y no se hable de justicia ni
de religión sino de un tránsito durante la mística.
Y esto es lo que contiene el edificado espacio que visita la cabeza de quienes concurren.
Alguna vez visitó al cuerpo la llaga de la peste. Los líquidos linfáticos se secaron bajo tan
fuerte sol de una costa como infierno donde los hombres llegaron primero, se
instalaron después e iniciaron su reproducción finalmente y su permanencia
también.
Verdugos, abrid la boca para obsequiaros una porción de finos metales derretidos en el
horno del puerto.
¡Pero que no! Que se salve el verdugo porque él es la redención y el gobernante su amado
hijo en la casta de los infelices.
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. El poema no tiene título ni fecha. El primer verso se repite con
variante al final, opté por el segundo. En el original las tachaduras fueron hechas desde la misma máquina.
101
Sobre las tierras que se habían dado en calidad de estalagmitas el viajero habría de poner el
pie en el peldaño y amarrar a su camisa la mirada. Preparar las manos para la distancia que
sucediera. Y abrir los cabellos al viento, a los huevos de ave del viento, y no discutir la
emisión de mensajes, conservar el libelo a salvo de las aguas lluvias y chapoteadas,
preservarlo de que el sol lo tostara como a un cuero o de que el óxido de alguna atmósfera
salobre —como sucede en los puertos y demás lugares adyacentes al mar— lo devorara.
Sudario y suma, en resumen.
Fue su tristeza no acariciar un corpiño, beber en muchos años agua en un cristal y olvidar
paulatinamente la letra de las canciones de un traganíqueles.
El enigma escribirá designios nuevos cuando en los labios del monje amanezca una mancha
de sangre.
Los hombres del puerto vendieron su espíritu al éter de los mitos como alquilando sus
riñones a un paraíso, y su falo vigoroso, desolado por la loción de un lecho húmedo, habría
de permanecer tranquilo ante el poder de las religiones.
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. Escrito en prosa. El poema no tiene título ni fecha. En el original las
tachaduras fueron hechas desde la misma máquina.
102
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. El poema no tiene título ni fecha. Se mantienen las correcciones
hechas a mano por el poeta.
103
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. El poema no tiene título ni fecha. En el original las tachaduras y
variantes fueron hechas desde la misma máquina.
104
Segundo libro
LOS VIAJES
I
Los Viajes, manifestaba El Reformador en el más tímido de sus discursos, hubieron
de ser meditados en la quilla de un barco de cedro, donde eventuales aves de otra especie
asesinaron gaviotas y peces que se levantaban de la superficie, aquellos que en las mañanas
de brisa lograban un recorrido gris sobre el invierno del golfo.
Los insectos —cuyas bombas de agua en el período agrio de la gestación semejan
dificultosos caminos—, merecieron en una antigua ciudad un monumento años o ciclos más
tarde o posteriores a la acusación que padecieron entonces los peces de mi relato.
Sin embargo, de otras fuentes —bien sabido es—, Los Viajes crecieron sobre el
pecho del mar y en el lomo de todos sus habitantes:
Crustáceos deformes, vecinos en alguna época de sus ricas y efervescentes aguas,
asustados por las orillas buscaron porque sí morada y fábrica íntima para sus pesares,
su casa territorial favoreció consecuentemente el estímulo de las cartas y demás
modalidades de correo,
y sus gritos sonámbulos hallaron desde luego un asidero pobre en el aire de jabón y
chocolate a que tiranos del Puerto los obligaron.
Pero los Encomenderos —parcos miembros del Preceptorado—, se degeneraron en
un ocio de vino y embarazoso resultó superar su abulia,
y de tal manera, en los atascaderos —¿cuáles atascaderos?—, advino nuevamente la
crisis
y el ojo estruendoso de colores amarillos pluralizó bajo las formas del misterio y en
desgracia invocativa los mensajes no emitidos:
Una fuerza imperceptible, que soñaba con el sueño de los seres nuevos y la menuda
efervescencia y riqueza de aquellas aguas, vivía —no obstante—, dentro del mar y debajo
de la camisa de los hombres que empezaban.
Pero mi discurso (déjate lo pertinaz de la palabra y mi interpretación de las noveles
calamidades), no ha sido sucedido y un viento en llama detiene el impulso solaz de mi
nave,
y de tal modo, sobre el papel fresco que me saluda desde la mesa, servido de la
lámpara y su cristal de ágata, consagro que he atravesado el puente, olvidado fríamente el
murmullo.
II
105
III
Digo de la formación del Puerto y no me encuentro, la piel se me incrusta dentro del
linaje de la ira,
y un sabio se babea la barba sobre el libro del Archivo y el tabaco de su pipa.
Tras mis humores se está destilando el caldo y a la mañana la mujer lava la letrina y
canta,
pues en mis muslos un dios joven escribió el designio y el polvo pavoroso lo borró.
Flor de mi adolescencia, qué tono el que se agita, el día se ha equivocado, la luz
duerme en el vientre de las bestias mientras el río lame la llaga del podrido.
(Imbecilidad definitiva, mis intestinos habrían de someterse a la disección en los
hospitales del siglo,
pleura en añicos, fetidez irradiándome la idea, las uñas cubiertas por la piel como
dedos sembrados de musgo).
(Pero en su vientre la anciana fomentó una piedra, tales las de las terrazas y cúpulas,
y yo sobrevivo a mi madre, alimentado de hierbas muertas, con el ojo del porvenir
alucinado y el corazón del sentimiento trocado al azar en la probeta de los ácidos).
IV
Esbeltas figuras talladas en la piedra, pues, arrastrando en designio contrario a la
voluntad arenas dentro de los dedos,
a un espacio límite de tiempo y en regular frecuencia adhiriéndolas a la piel suave
de sus plantas,
iniciaban la peregrinación (¡Muerte!), subían los barriles con la pólvora, las velas al
grito del viento…
¡Ea!, a la mar —y guiándolas una palabra de silencio en los rosados labios, gritando
cada pulmón otra esfera,
106
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado en cinco hojas numeradas, manteniendo las correcciones hechas a
mano por el poeta. El numeral III, bajo el título de ―Los Viajes‖ fue publicado en la Antología de poesía antioqueña,
prólogo y selección de Oscar Hernández M., impreso por Editora Popular Panamericana, Lima, Perú, 1961, para el Primer
festival de escritores antioqueños. Del mismo numeral III se conserva otra copia mecanografiada que difiere del aquí
reproducido, en él se lee: Bogotá. Enero del 61, dicha fecha permite aventurar 1961 como el año de escritura de estos
―Sinónimos de la angustia, segundo libro‖.
107
KRU, EL GUERRERO…
Con el azul de sus ojos miró el azul del mismo cielo de antes.
(El distrito tenía las mismas terrazas
pero había multiplicado sus antenas de T. V.).
Inédito. Se reproduce de una copia al carbón. Después de la fecha se lee, de puño del poeta: Escobar.
108
POEMA
Inédito. En los archivos se conserva un original con correcciones hechas a mano por el poeta y una copia al carbón sin
corregir. Se reproduce del original corregido. Encabezando la página se lee: Los Sinónimos de la Angustia — Primera
parte. Alberto Escobar Ángel —junio de 1962 —med. Entonces es posible aventurar que la fecha es la misma para el
poema.
109
Duermes en el bosque
donde nunca antes nos amamos,
te beso con miedo la espalda
porque en este verano no hace calor.
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. Se mantienen las correcciones hechas a mano por el poeta tanto en el
original como en una fotocopia del mismo.
110
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado. Se mantienen las correcciones hechas a mano por el poeta tanto en el
original como en una fotocopia del mismo.
111
POEMA
I
De música y un atril vacuo
como el delirio sobre la celebración de un concierto,
si este clarinete no da la nota
la boda fue un divorcio al mediodía.
Sonaría un galápago en el ajetreo de su marcha:
la deliración no fue batuta,
pero la boda y el divorcio mismos.
II
Yace en silencio
quien se quedó y condujo:
no mora espacio
ni se celebra,
y es ahora, como antes,
un frasco sobre una mesa
y la mesa y el frasco mismos.
III
Dice lo de oboe a flauta dulce,
o lo de una partitura a un clarinete mudo,
y en deliración fatua es dicho.
Si el óxido le amputa una rueda a la bicicleta,
hay una rosa-rueda óxida que conduce a un galápago
y un viaje hacia la boda
—pero la boda fue insucesa al mediodía.
IV
Para que fragüen
no se menciona el canto
ni se oda.
De un delirio habría un gesto,
o una fusión y una fiebre,
y si se mora
y si se celebra, un divorcio.
V
Aquí hay un divorcio.
112
Inédito. Se reproduce del original mecanografiado manteniendo las correcciones hachas a mano por el poeta.
113
POEMA
Sustraído de un cuarto vacío un grito huye de los patios de la muerte —bruñido su rostro
difuso con la misma luz que esparce por sobre los objetos, el día.
Ramo de rosas agrias, el discurso se torna sorda corneta de arcilla agrietada por la
intemperie.
Saltar, entonces, al silencio que —desde el inicio del mundo— espera, tomar un tiquete
para el tren que esta noche parte de regreso…
Se reproduce del original digitado e impreso. Al final del mismo, escrito a mano por el poeta, se lee: Para Ohmar Castillo
y su firma. Se reprodujo inicialmente en el número 10 de la revista Babel, dirigida por Víctor Bustamante, y publicado en
febrero de 2008 como un reconocimiento a la figura y la obra del poeta Alberto Escobar Ángel.
114
CARTA
Inédito. Se reproduce del original digitado e impreso. Escrito a mano por el poeta, arriba se lee: Salvado como CARTA.
No tiene fecha, aventuro que pudo ser escrito a finales de la década de los 90.
115
PRIMER EJERCICIO
(Hacia la noche de ayer
y todo el día de hoy)
Fruto escindido,
orquídea de carne,
valva de vestíbulos ignotos,
poterna de la entraña,
flama que —si invisible— quema,
¿son tus muslos un camino hacia donde amor empieza, hacia donde amor termina?
Inédito. Se reproduce del manuscrito conservado en una libreta que el 10 de junio de 1993, día de su cumpleaños, le
obsequiará Zuly, su compañera, con una dedicatoria donde se lee: Para cuando sea el momento de escribir. El poeta,
cabeciduro como siempre, sólo escribió el primer ejercicio y el título para el ―Segundo ejercicio (por la banalidad del día
todo‖. Las demás páginas de la libreta quedaron en blanco.
116
POEMA
Inédito. Se reproduce del original digitado e impreso, manteniendo una palabra puesta a mano por el poeta. Éste es, quizá,
el último poema escrito por Alberto Escobar Ángel.
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118
119
120
121
122
COMPLEMENTACIONES DE NTC …
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Texto en la contracarátula.
Alberto Escobar Ángel se hace visible para la poesía desde 1958, cuando junto a Gonzalo
Arango fundan el nadaísmo. Pese a su obcecado interés por mantener inédita su escritura, la
publicación en 1963 de Los sinónimos de la angustia lo hace inconfundible en el ámbito
poético en idioma español. En Estro estéril su poesía, elaborada durante cinco décadas, se
reúne completa. Así, los lectores tienen acceso a la obra del más exasperante fundador del
nadaísmo. Aquí exasperante quiere significar cuando la vitalidad y la creación de un
hombre no son posibles de reducir en una máxima que terminó aconteciendo huera, puesta
al servicio de la actualidad y el esperpento mediático. Además de los poemas ya
publicados, en el apartado Otros poemas, se recogen 37 inéditos.
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