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LIMA

Nuestra Señora del Milagro de Lima


La historia religiosa del Perú está surcada de episodios maravillosos que, si
fuesen debidamente conocidos por los fieles, estimularían poderosamente la
piedad y la virtud. Ignorados por una prensa que parece únicamente tener
espacio para la inmoralidad y el escándalo, y desconocidos incluso en muchos
ambientes católicos, ahí están sin embargo para iluminar y llenar de esperanza
al atribulado hombre del siglo XXI.
Hoy ponemos al alcance del lector uno de los más notables hechos de la
epopeya evangelizadora, la historia de la piadosa imagen de la Inmaculada
Concepción que se venera en una capilla contigua a la iglesia de San
Francisco, bajo la advocación de Nuestra Señora del Milagro de Lima.
La escultura, que irradia notable majestad y serenidad, es sin duda de las
primeras que vinieron al Perú: fue traída de España por los franciscanos que
acompañaron a los conquistadores en 1532. Como se trataba de una imagen
pequeña y articulada, que fácilmente cabía en una maleta o en una pequeña
caja transportable, pudo acompañar durante largos años a los intrépidos frailes
en sus correrías apostólicas por el vasto imperio de los incas, para irradiar la fe
verdadera entre sus pobladores. Por eso mismo llegó a ser conocida como la
Virgen Misionera. Años después sus peregrinaciones cesaron, y permaneció
expuesta sobre el arco de la portada del primitivo templo franciscano.
Relegada por muchos a un injusto olvido, sin embargo almas privilegiadas
como la de San Francisco Solano y el venerable Fray Juan Gómez –cuyas
famas de santidad corrían parejas– le tributaban la más tierna devoción. Éste
último, que se popularizó por el milagro del alacrán, adelantándose al tiempo,
profetiza que vendría una época en que la dulce Señora sería veneradísima del
pueblo cristiano.
El gran milagro
Casi un siglo después de su llegada, el 27 de noviembre de 1630, la
encontramos en
aquella misma ubicación, mientras el pueblo de Lima se entretenía en uno de
aquellos
acostumbrados encierros taurinos que tenían lugar en la Plaza Mayor.
De pronto, hacia el mediodía, sobreviene un violento temblor de tierra. El
sobresalto es
mayúsculo. En aquel momento de general consternación, algunos religiosos y
fieles
congregados en el atrio franciscano, al dirigir sus miradas hacia el arco de la
portada,
notan con asombro que la pequeña efigie de la Purísima se vuelve por sí
misma hacia el
altar mayor, e inclinada y con las manos juntas suplica a su Divino Hijo
presente en el
Sagrario perdón y clemencia. Todos comprenden que, gracias al patrocinio de
María
Santísima, la ciudad se había salvado de su ruina.
Monumental Iglesia de San Francisco de Lima.
En la parte inferior derecha: la Capilla del Milagro.
Aplacada así la justicia divina y persuadidos los testigos del milagro,
comenzaron a
pregonar el suceso por el vecindario, con el consiguiente arremolinamiento de
devotos,
incrédulos y curiosos. Aquel mismo día, después de vísperas, los frailes
menores se
postraron de rodillas ante la venerada imagen y entonaron la antífona Tota
Pulchra est
Maria (Toda hermosa eres María), como lo hacen hasta el día de hoy. Pero
entonces, ¡oh
prodigio!, la numerosa concurrencia pudo verla recobrar por sí sola su primitiva
posición,
quedando con el rostro apacible y sonriente, y mirando a todos que reverentes
y
agradecidos invocaban su santo nombre.
El hecho fue corroborado por el informe canónico que se elevó años después y
la
resolución del Virrey, de la Real Audiencia y del Cabildo de celebrar
anualmente su fiesta,
ahora bajo la invocación de la Virgen del Milagro, el día 27 de noviembre.
Un aspecto particularmente sugestivo de este maravilloso suceso, ocurrido en
la Lima
virreinal con una imagen de la Inmaculada, es que el mismo tuvo lugar
exactamente
–en día, mes y año– dos siglos antes de la célebre aparición en París de la
Virgen de
la Medalla Milagrosa, que se presentó también como Inmaculada, “María sin
pecado
concebida”: ¿Qué designios providenciales hay por detrás de esta precisa
coincidencia de
fechas y nombres entre estas dos imágenes de la Inmaculada Concepción, la
Virgen del
Milagro y la Medalla Milagrosa? Es, sin duda, un misterio lleno de atractivo, que
un día
nos será dilucidado, y saludamos al pasar: “Oh María sin pecado concebida,
rogad por
nosotros que recurrimos a Vos”.
Apogeo, decadencia, tribulaciones
En su Crónica de la Provincia de los Doce Apóstoles,Fray Diego de Córdova y
Salinas
relata que “con motivo del prodigio referido se fabricó una hermosa capilla, que
se labró
luego en el mismo lugar, cubierta de locería y artesones dorados y sus paredes
revestidas
de azulejos y valientes pinturas, quedando la devotísima imagen para eterna
memoria en
la parte y lugar antiguo, sobre el arco de la puerta, ricamente aderezada,
coronada de
lámparas, festejada de la devoción de los fieles, concurso de pueblo que la
asiste,
demostraciones de piedad y religión que los Príncipes, Virreyes, Audiencias
Reales y
Tribunales graves le prestan, para inclinar su patrocinio y la gracia y
misericordia de su
celestial Hijo”.
Altar de la Virgen del Milagro.
Siguieron años de auge y fervor en la devoción
a la Virgen Purísima del Milagro; su fiesta se
conmemoraba todos los años con gran
magnificencia, al estilo deslumbrante de la
época virreinal. Hasta los Romanos Pontífices se
prodigaron en hacer patente su amor filial a
María Santísima, concediendo gracias,
indulgencias y privilegios, a sus cofrades y a su
capilla; Benedicto XIV le dedicó una bula
especial. Con los aportes de sus devotos se llegó
a constituir un cuantioso fondo que permaneció
durante décadas bajo la custodia del Tribunal
del Consulado.
Dicho fondo se esfumó en las revueltas políticas
de la emancipación; época aciaga que, entre
otras cosas, se caracterizó por un lamentable
enfriamiento religioso que volvió a opacar el
esplendor de esta devoción mariana. A esta
decadencia la Divina Providencia no fue
indiferente: en efecto, el 13 de enero de 1835
una causa fortuita hizo que la hermosa capilla
del Milagro fuera consumida por el fuego, del
que se libró tan sólo la milagrosa imagen, que
resultó intacta. De entre los escombros se logró
rescatar algunas alhajas, no obstante, sin que
se pudiera salvar el Santísimo Sacramento.
La ciudad se conmovió ante la destrucción del santuario. Gracias a la diligencia
de Fray
Francisco de Sales Arrieta, con no menos magnificencia se levantó
nuevamente la capilla,
terminando la obra durante su gestión como Arzobispo de Lima (1840-43).
Una esperanzadora promesa: “Yo te lo pagaré”
Más recientemente, al verificarse el cuarto centenario de la Provincia
Franciscana del Perú
se resolvió implorar a la Santa Sede su coronación canónica. El 19 de julio de
1953 la
sagrada imagen fue trasladada a la Catedral, en cuyo atrio el Nuncio Apostólico
y más
tarde Cardenal Mons. Fernando Cento, como Delegado Papal ciñó sobre su
frente la áurea
corona, mientras la artillería desplegaba una salva de 21 cañonazos en su
honor.
En la actualidad, Nuestra Señora del Milagro ha caído nuevamente en el olvido
e
indiferencia de muchos limeños y provincianos que habitan la inmensa urbe.
Pero está,
como en tiempos de Fray Juan Gómez, a la espera de un resurgimiento
general de la fe y
de la piedad mariana. En aquel entonces, esta Soberana Señora se dignó
hablarle a una
india que siempre le rezaba y le hacía cumplidas reverencias: “Tú sola –le dijo–
hija mía,
entre todos los de esta ciudad, me haces reverencia; yo te lo pagaré”. Si la
Santísima
Virgen premió con creces a esta piadosa india hace 400 años atrás, ¿qué
premios no
dará, aún en esta vida, a los que defiendan y propaguen hoy su devoción?

Nuestra Señora de Cocharcas en Lima


Una devoción pan-peruana como la Virgen Santísima de Cocharcas, durante el siglo XVII tuvo gran
acogida en todos los niveles de la sociedad colonial, de manera particular entre los indios naturales,
es
uno de aquellos que trae la devoción a nuestra Ciudad.
La Fama de Ntra. Sra. de Cocharcas no quedó circunscrita a los alrededores de la Diócesis de
Ayacucho,
antes bien, esta llegó a la Ciudad de Lima, y su establecimiento en la Capital del Virreinato nos dice
lo
notable de su culto en el Perú.
En la segunda mitad del siglo XVII llegó a la Ciudad de los Reyes y traida por un indio de
Cajamarca, de
nombre Sebastián Alonso, quien deseaba levantar una ermita a la Virgen de Cocharcas en las
afueras de
la Ciudad, que más adelante estaría cercana a una de las vías de acceso a la amurallada Lima y
cuyo
templo dió nombre a la famosa portada.
No contento con ello, también estableció al costado de dicho recinto un recogimiento para indias. Se
obtuvo el permiso respectivo del Virrey como del Arzobispado, y en 1685 se encontraba realizada la
Capilla de Cocharcas, orientada hacia el oeste.
Desde aquellos momentos la imagen de la Virgen de Cocharcas atrajo a los indígenas que por aquel
entonces habitaban en sus cercanías y en 1684, se había fundado la Hermandad de Nuestra
Señora de
Cocharcas, en la que sus miembros eran naturales, cuyo fin primordial fué el fomento de la devoción
y
culto.
En la segunda mitad del siglo XVIII el Cabildo Catedralicio de Lima se hizo cargo del templo de
Cochcarcas y este vínculo se mantiene hasta el día de hoy, asistiendo a la fiesta de Nuestra Señora.
A la
llegada de los PP. Claretianos, lograron consevar la devoción a Nuestra Señora, incluso la
difundieron con
gran afán e impulso.
Su Fiesta se celebra el 8 de Septiembre.

Nuestra Señora de Guadalupe de Lima


Entre las principales devociones que llegaron desde el Reino de España, figura la de Nuestra
Señora en
su advocación de Guadalupe, devoción extremeña que no podía faltar en este Virreinato.
Hacia el siglo XVII llega esta devoción a la Ciudad de los Reyes. Fray Diego de Ocaña llegó a Lima
para
pedir limosnas para el culto de la Virgen Extremeña, realizando dichas recolecciones se encontró
con un
acaudalado habitante que tenía la intención de establecer el culto a la Virgen de Guadalupe.Para
ello, el
Fraile Jeronimo realizó un trasunto de la venerada en Cáceres.
A mediados de 1600 se realizó la ermita de Guadalupe a las afueras de la Ciudad, en el camino que
conducía a Pachacamác. En poco tiempo se ganó el cariño de los limeños y lo comprueba el hecho
que,
en solo un día se le celebraban en su capilla 12 misas a más.
Hacia 1611 los Mayordomos cedieron la ermita a los padres Franciscanos, cuyos religiosos
establecieron
a su costado el Colegio de San Buenaventura; a mediados del mismo siglo se efectuó una segunda
fábrica
del templo y es el que perduró hasta el siglo XX. La imagen titular debió cambiarse por otra de
mayores
dimensiones y en el advenimiento de la república vino a decaer su devoción como otras en Lima.
Algunos vecinos intentaron reavivar la devoción, pero a pesar de ello, esta vino a menos cuando las
religiosas de San José de Cluny se hicieron cargo del Santuario, y en 1867 anexaron la iglesia al
Hospital
frances, las primeras no hicieron nada por recuperar la enfriada devoción a la Virgen Santísima de
Guadalupe y en 1910, los Canónigos regulares se hicieron cargo del templo.
Desgraciadamente en 1928 se comenzó la triste demolición del Santuario de Guadalupe, para
efectuar la
construcción del Palacio de Justicia. Extinto el culto, hoy la imagen primitva se salvó de este triste
momento de la historia, los Canónigos trasladaron la efigie a la Parroquia de Santa Teresita del Niño
Jesús, donde hasta hoy permanece.
Su fieta se celebra el 8 de Septiembre.

Nuestra Señora de la Antigua de Lima


Lima, una Ciudad que adorna las purísimas sienes de la Madre de Dios con numerosas
advocaciones, no
podía faltarle la devoción a la Virgen de la Antigua, venerada con culto inmemorial en Sevilla y
ubicada en
la Gran Catedral Hispalense.
La devoción a Santa María de la Antigua es una de las primeras en llegar a la Ciudad, su culto se
inicia en
1545 cuando el Arcediano de la Catedral de Sevilla D. Juan Federegui envió una copia de tan
venerada
efigie a su similar de Lima, de la cual era sufragánea.
La imagen sagrada fué colocada - al igual que su original en Sevilla - en la Capilla del trascoro de la
Catedral, y desde aquel año se hizo muy aceptada entre los limeños, siendo muy visitada durante
las
celebraciones eucarísticas que se decían en su Capilla y al rezo de la Salve todos los sábados del
año.
Su altar era muy rico y las alhajas que lucía la Virgen y el Niño eran de mucho valor, por la devoción
que
ella inspiraba en los limeños, prontamente el Sumo Pontífice concedió indulgencias a todos los
devotos
que rezaren ante Ella.
En 1627 se escogió a esta imagen por Protectora de la Real y Pontificia Universidad Mayor de San
Marcos
y el 19 de agosto del mismo año se tomó la festividad de Ntra. Sra. de la Antigua como la principal.
Así
mismo esta Universidad compró más adelante el Altar de la Santísima Virgen para engrandecer aún
más
su culto.
El Venereble Francisco Camacho, hijo ilustre de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, profesó
singular amor a esta sagrada imagen, recibiendo muchos favores de sus santísimas manos; de
manera
especial cuando la Excelsa Virgen habló visiblemente con este siervo de Dios. cuando ocurrió el
prodigio,
quedó mudado de vida al instante y no hizo más que andar por el camino del bien.
En 1895, la Capilla de la Virgen de la Antigua fué trasladada a la de los Reyes, ubicada en la nave
lateral
izquierda de quien entra al recinto Catedralicio, Allí continuaba recibiendo el fervor de los limeños
que
acudían hasta sus plantas.
Ya en nuestro siglo se ha perdido el tradicional culto a la Virgen de la Antigua de Lima, aunque este,
por
ser uno de los primeros en ofrecerse a la Madre de Dios en la Ciudad de los Reyes, no debería caer
en el
olvido y rescatar la enfriada devoción.
Su Fiesta se celebra el 5 de Agosto.

Nuestra Señora de la Evangelización


A la muerte de D. Francisco Pizarro, fundador de la Ciudad de Lima, su hija encargó una imagen de
la
Virgen para la capilla de enterramiento de su padre, esta imagen se venera desde entonces en la
Catedral
de Lima.
Según una sólida tradición sustentada en las crónicas más antiguas, la imagen de Nuestra Señora
de la
Evangelización, fue encargada al celebre escultor flamenco Roque de Balduque, por parte de la hija
de
Francisco Pizarro en 1551 para el entierro de su Padre, y que seria colocada en el Retablo Mayor de
la
Metropolitana. Su advocación original fue: María Auxilio de los Cristianos.
Ubicada en el retablo mayor de la primera Catedral, la imagen de Nuestra Señora de la
Evangelización
presidió los célebres Concilios Limenses, de modo particular el tercero, que tanta importancia tuvo
para
profundizar la primera evangelización de parte importante de América Latina.
Ante ella fue depositada, en medio de gran fiesta, la primera rosa florecida en la ciudad por el primer
Obispo de la diócesis, Fray Jerónimo de Loayza.
La venerada imagen presidió la vida de la Iglesia arquidiocesana de Lima, que tuvo tanta
importancia en la
difusión del Evangelio desde Nicaragua hasta el Cabo de Hornos. Ante Ella fue entonado el Te
Deum con
motivo de la Independencia Nacional en 1821.
Durante la guerra con Chile, la imagen tuvo que ser repintada burdamente en blanco, para evitar
que
fuese llevada por los chilenos. En 1985, la imagen fue restaurada, devolviéndole su esplendor
original, y
colocada en el altar de la Concepción, ahora llamado del Santísimo Sacramento en la Catedral de
Lima,
donde recibe el culto de los fieles.
En 1985, durante su primera visita al Perú, el Papa Juan Pablo II en ceremonia solemne la coronó
canónicamente, consagrándole la nación; y tres años después(1988), con ocasión del Congreso
Eucarístico y Mariano de los países Bolivarianos, el Santo Padre la honró de forma extraordinaria al
concederle la Rosa de Oro. Siendo una de las 3 imágenes marianas de América que han recibido tal
privilegio.
El Cabildo metropolitano honra diariamente a Nuestra Señora de la Evangelización con una Misa
celebrada en su capilla, donde los fieles reciben la Eucaristía, rezándose a continuación el Santo
Rosario y
las Letanías Marianas del III Concilio Limense, atribuidas a Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del
Episcopado latinoamericano.
Su solemnidad se celebra el 14 de Mayo, día de la entrega solemne de la Rosa de Oro, y se
encuentra
registrada en la Santa Sede en Roma. Posesiona en andas de estilo neobarrocas, de 4 varas,
siguiendo
como modelo las andas de Santa Rosa de las monjas.
Su Fiesta se celebra el 14 de Mayo.

.-Mi Señora Carmelita, Virgen trigueña y bonita; se festeja por el Carmen,


se pasea por el Prado...
Después de las imagenes marianas del Rosario y la Merced, ambas en la
Ciudad, ninguna otra imagen de María en los Reyes tiene el prestigio que la de
la"Virgen del Carmen de Lima". No obstante, su historia ha sido tergiversada
hasta hoy por versiones más o menos desprovistas de fundamento. Como en
muchos otros casos la fantasía popular vino a exornar un hecho que nada tuvo
de milagroso y los escasos autores que de esta imagen se ocuparon, no se
dieron el trabajo de investigar su pasado y se hicieron tambien eco de los
decires del vulgo.

Hallandose establecido el Monasterio de Ntra. Sra. del Carmen de la Ciudad de


los Reyes, se tiene por tradición que en el recogimiento, ya establecido con
anterioridad por D. Domingo Gomez de Silva y Da. Catalina María Doria - 1619
- en los mismos terrenos en que se levanta el primer carmelo teresiano; ya se
veneraba una imagen de la Virgen del Carmen, de tamaño menor al natural y
que fué tomada por patrona y titular de la primitiva capilla dedicada a esta
advocación. Esta imagen es tenida por "La Fundadora" del Monasterio, pero no
es esta imagen la que nos ocupa, sino la que se venera en el Coro Bajo y
tenida en mayor devoción por las religiosas de dicha Orden.

Luego de la venida de las tres hijas de la gran Madre Santa Teresa, y una vez
establecido el Monasterio, se realizaron reformas en el templo y claustros, y
luego del terremoto de 1655 las obras de reparación debieron agudizar el
estado económico, con lo cual se llegaron a realizar el retablo mayor y altares
laterales, creemos que paralelo a estas obras de ensambladores del retablo
mayor y otros en los claustros, tambien debe ser contemporáneo el interior del
coro bajo, especificamente el retablo que preside dicho recinto.

Este Monasterio, que tiene el orgullo de ser la casa madre de otros muchos
que se han establecido en diversas ciudades del Nuevo Mundo, vió partir en
1652, a la entonces primera Priora madre María de San Agustín, y fundadora
del cenobio de Lima acompañada de otras dos religiosas hacia Quito - Ecuador
- esta fundación promovida al igual que el de Lima por el Señor Ugarte y
Saravia. Conocedora la priora de las necesidades por las que atravesaba este
recinto que la vió crecer espiritualmente, ya una vez establecidos hacia 1653
en el Monasterio del Señor San José creemos con justa razón que envió como
un modo de agradecimiento y gran estima hacia la Casa matriz, y conocedores
del extraordinario arte que se realizaba por aquellos años en dicha ciudad, una
imagen de Santa María del Monte Carmelo.

Todo parece indicarlo así, la imagen reune muchas caracteristicas de la


renombrada escuela quiteña, representada por Manuel Chilli conocido como
"Caspicara", quien llevó el arte de la imaginería religiosa a su cuspide
siguiendo el movimiento barroco del XVII.

Sobre los cultos rendidos a esta imagen nos da cuenta Fray Basilio de Santa
Teresa, que nos menciona que para apoyar al recogimiento y su futuro como
Monasterio, se estableció una Hermandad de Ntra. Sra. del Carmen, fundado
en 1627 y la cual establecía el número de hermanos como veinticuatro. En sus
estatutos señalan que se encuentran agregados a la Orden reformada del
Carmen, los cuales portarían el santo escapulario de la Virgen Santísima; y
para fiesta principal determinaron la de Ntra. Sra. del Carmen "el tercer
domingo del mes de Julio de cada año conforme al buleto del Jubileo.".

Durante los años coloniales debió mantenerse esta fiesta como principal, y
celebrando como memoria la fiesta de Santa María del Monte Carmelo el 16 de
Julio, la solemnidad y magnificencia se veían en aquellas celebraciones "A la
qual acudirá el Prior de manera q. se celebre con la mayor devoción y
reverencia q. se pueda y a de ser a su cargo elegir predicador para dha
festividad".

Más en los años que se veía turbado el Virreinato, debió decaer la devoción, y
como tantas otras no pasaba por sus mejores tiempos, los cultos se debieron
mantener con ciertos altos y bajos. Pero es en la República, que con las
nuevas ideas provenientes del viejo continente, atrajo caracteres identificativos
que debían buscar la unidad de los peruanos, es por ello que entre tantas
cosas, la Imagen de María fué la causa de la identidad, en este caso particular
en la zona de clase media y humilde como lo era Barrios Altos ya a mediados
del siglo XIX, empieza a florecer el culto secular hacia esta venerada efigie.

Uno de los timbres de gloria de la imagen de la Virgen del Carmen de Lima es


sin dudas el acendrado amor que le han profesado las primeras generaciones
de los cultores de la música Criolla, a la cabeza deberíamos colocar a Felipe
Pinglo, y aunque no se tengan datos ciertos para afirmar su devoción, sin
dudas debió acudir antes sus plantas; siendo vecino cercano del Monasterio -
calle del Prado - no dudamos que haya mostrado cierta predilección hacia esta
devoción. Tambien el célebre Kamaranduka, en tiempos modernos como un
ferviente devoto de la Reina y Hermosura, y es que hacia el primer cuarto del
siglo XX, se viene con fuerza la musica foranea, relegando a nuestro criollismo
a un segundo plano - hasta cierto punto claro esta - pero surgen los nuevos
valores de nuestra musica nacional, los cuales buscan identificarse con alguien
que les ampare e incentive a cultivar el acervo cultural, y quien mejor que la
Virgen del Carmen, cuyo templo se encuentra enclavado en el corazón de
estos Barrios y desde el cual dirige su mirada de dulzura y esperanza sobre
estos hombres que han llevado a nuestra música hasta el sitio en que se
encuentra

de la S. Virgen del Carmen de Lima

LA CANDELARIA DE CAYMA

Reina hermosa, consuelo de afligidos,


A vuestra dignación nos acogemos,

Y de tantas angustias oprimidos

Con vuestro aliento respirar queremos.

Aquí, Señora, nos tenéis rendidos,

Y por las prendas que de Vos tenemos

Esperamos que siempre os guste y cuadre

Tratarnos con amor de dulce Madre.

D. Manuel Abad e Illana,

Obispo de Arequipa (1771-1780)

El Evangelio refiere que al cumplirse los días de

la purificación llevaron al Niño Jesús a

Jerusalén “para presentarle al Señor”, pues

todo varón primogénito debía ser consagrado a

Dios según la Ley de Moisés. Ordenaba además

dicha Ley, que toda madre pasara por un

periodo de purificación de 40 días después del

alumbramiento, a cuyo término debía presentar

una ofrenda al Señor en pago de sus culpas.

No quiso María sustraerse a la ley mosaica, y

así la vemos llegar al Templo de Jerusalén con

el Niño en los brazos y la ofrenda purificadora

de los pobres, es decir un par de tórtolas o dos pichones y una vela de cera. Con este

acto, la Virgen Santísima dio muestras de su admirable humildad, pues se prestó a un

ritual del que bien podía haberse dispensado, como que era Ella inmaculada y su Hijo el

Unigénito de Dios.

Existen incontables imágenes en que se venera a María en este misterio de la Purificación

o Candelaria, cuya fiesta la Iglesia celebra el 2 de Febrero. Una de las más antiguas del

Perú se halla en la parroquia de San Miguel Arcángel de Cayma, en Arequipa. Su

existencia remonta a los orígenes de la Ciudad Blanca y su historia se confunde con la

leyenda. Lo cierto es, según constante tradición, que fue un obsequio a aquella región del
Emperador Carlos V y que un día, siendo conducida por los indios, escucharon éstos una

voz que les ordenaba que se detuviesen en aquel sitio y aunque intentaron proseguir su

marcha no les fue posible moverla, levantándole allí una ermita.

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La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima

La Virgen de Cayma es una talla de tamaño regular, de rostro delicado y dulce. Sostiene

al Niño Jesús, con su respectiva candela y canasto, infaltables en las imágenes de esta

advocación mariana, muy difundida bajo diversos nombres (p. ej., Nuestra Señora de

Chapi) en el sur andino. En numerosas ocasiones Ella ha sido el consuelo y el amparo de

Arequipa, afligida por las epidemias y los terremotos, comenzando por la violenta

erupción del Huaynaputina en el 1600.

Cuatro años después, a raíz de una terrible epidemia de cólera –conocida vulgarmente

por “el vómito negro”– que devastaba a la población “hasta el punto de no caber los

muertos en las iglesias y ser enterrados en masa en grandes zanjas”, se acordó traer en

su socorro a la imagen de la Candelaria de Cayma... y fue tan sólo pasearla por la ciudad

que la mortandad cesó. Por lo que se hizo costumbre, en agradecimiento por haber

ahuyentado tan implacable pestilencia, bajarla todos los años en esa fecha, 28 de

agosto, fiesta de San Agustín. Devoción ésta que perduró hasta fines del siglo XIX.

Gobernando en el siglo XVIII la Diócesis de Arequipa Mons. Abad e Illana, fue

repentinamente afligido por una severa parálisis. Conducido en silla de manos al

Santuario, habiendo invocado a la Santísima Virgen de la Candelaria, alcanzó la

milagrosa curación de su dolencia.

La constancia de su devoción y el fervor nunca desmentido de los arequipeños ha

quedado inmortalizado en los numerosos cuadros que relatan los favores de esta Virgen

de la Candelaria y que se conservan al interior del templo. En uno de ellos –pues faltaría

espacio para transcribir tantos hechos que se le atribuyen– aparece estampada esta

elocuente inscripción: “No es posible reducir a número los muchos y portentosos

milagros que ha obrado y obra cada día esta divina Señora de Cayma. Cojos, mancos,

calenturientos, los que padecen flujos de sangre, apretones de garganta y otras

enfermedades interiores, especialmente bultos; las mujeres en sus partos: muchos


casados deseosos de tener sucesión, la han conseguido por intercesión de María”.

En 1947 se celebró en Arequipa un trascendental Congreso Mariano, que fue el marco

preparatorio para la solemne coronación canónica de la Virgen de Cayma. Trasladada con

la mayor pompa a la Plaza de Armas de la Ciudad Blanca, el día 11 de mayo tuvo lugar la

ceremonia en la que el Emmo. Cardenal Juan Gualberto Guevara, Arzobispo de Lima y

Primado del Perú, ciñó sobre su frente una espléndida corona.

En su discurso de apertura del citado Congreso, ¡hace

56 años!, Su Eminencia traza una visión panorámica

de los males que ya aquejaban a nuestra patria y no

han hecho más que agudizarse, por lo que sus

palabras conservan impresionante actualidad: “Se

advierte disminución de la fe, relajación de costumbres

y malestar social. Nuestros hogares distan mucho de

ser lo que fueron aquellos formados por nuestros

abuelos, en los que la autoridad paterna era respetada

y se practicaban austeramente las virtudes

domésticas. La lucha de clases va asumiendo

caracteres alarmantes. La unidad religiosa está

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La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima

Pórtico del Santuario de Cayma.

seriamente amenazada por la invasión de las sectas

protestantes que asumen cada día actitudes más

violentas. Al propio tiempo que el divorcio convierte en

ruinas el hogar doméstico, la ignorancia religiosa está

llevando a grandes sectores a la superstición o al

escepticismo. (...) Insisto en afirmar que debajo de un

catolicismo de simple etiqueta germinan doctrinas

disociadoras, ideas disolventes, costumbres inmorales

y una silenciosa pero efectiva apostasía que va


apartando a individuos, familias e instituciones de la

única fuente de toda verdad y de todo bien que es Dios

(...) Prácticamente está desapareciendo la educación

cristiana de los niños y de los jóvenes. Con raras

excepciones el hogar y la escuela no son ya campo

propicio para forjar y moldear el corazón del niño”.

Mas concluía, con la mirada puesta en la Virgen:

“Pero si es cierto que la devoción a María es el último

reducto que queda de la religión en los pueblos que

han perdido la fe, es cierto también que esa misma

devoción es el medio más eficaz y oportuno para

instaurar, promover y fomentar la vida cristiana allí

donde la fe languidece y se ha introducido la relajación de costumbres”.

Con el crecimiento de la ciudad, el pueblo de Cayma, hoy convertido en distrito, se

encuentra plenamente insertado en el casco urbano de Arequipa. Desde el centro de la

ciudad, se puede llegar a él cruzando el río Chili por el puente Grau, siguiendo por la Av.

Ejército hasta la intersección con la Av. Cayma y subiendo por su empinada cuesta, hasta

atravesar uno de los cinco hermosos arcos de cantería que dan acceso a su pintoresca

Plaza. En uno de sus lados, se encuentra el Santuario de Cayma con sus añejos sauces al

pie y su bello artesonado labrado en sillar.

Aspecto del Congreso Mariano de 1947,

que precedió a la coronación de la Virgen.

Aún hoy son frecuentes las

peregrinaciones al lugar y la

tierna mirada de la Virgen

está siempre dispuesta a

acoger con la mayor ternura

al caminante, escuchar sus

congojas y atenderle

cariñosamente.
La estructura del templo ha

pasado por sucesivas

recreaciones, fruto de los

avatares del tiempo. Al

presbítero Juan Domingo de

Zamácola y Jáuregui, cuyos

restos descansan en su

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La Candelaria de Cayma - El Perú necesita de Fátima

interior, le debemos una edificación mayor y más espléndida, que llevó pacientemente

hasta su culminación en 1802. Pero el violento terremoto de 1868 lo dejó prácticamente

en ruinas, salvándose milagrosamente la imagen. Restaurado convenientemente, en la

actualidad lo podemos apreciar como joya arquitectónica llena de inigualable encanto.


AREQUIPA

NUESTRA SEÑORA DE CHAPI

La veneración a la imagen de la Santísima Virgen de Chapi es una de las


devociones más fuertes en el sur del Perú, esta imagen recordando la
Purificación de la Virgen María es de factura española y fue traida a este
continente, probablemente, a principios del siglo XVIII.
La devoción a la Virgen de Chapi es tan antigua como su origen, según
una antigua historia fue la virgencita la que se dio el nombre de Chapi: la
imagen estaba destinada a una iglesia de un pueblo cercano a Arequipa,
y esta imagen era trasladada por una comitiva desde las costas hacia el
lugar de destino a través de los áridos valles sureños, pues bien, en el camino la comitiva
escuchó que las siguientes palabras provenían de la imagen "¡¡Chaypi, Chaypi!!", otros
escucharon "¡Chajchay llallapi!" y otros "¡Chaj llallápi!", expresión que según los entendidos
provienen del quechua y del aymara, lenguas que se hablan aún en el Perú, y que todas
expresan más o menos lo mismo: "Aquicito nomás", "aquí, aquí", "aquí nomás" fueron entonces
estas mismas personas los que dijeron que "la Virgen no sólo quiere quedarse aquí sino que se
ha dado el nombre".
Ésta es la razón por la cual el Santuario erigido en honor a esta imagen ha estado en medio de
los cerros desérticos de la localidad de Chapi, a 60 km de la ciudad de Arequipa; hoy, a causa
del terremoto sufrido en Arequipa en el año 2001 la imagen ha sido trasladada a la ciudad.
A partir de ese momento probablemente se comenzó a conocer esta imagen con el nombre de
la Virgen de Chapi. A esta imagen de Nuestra Señora el pueblo arequipeño la denomina "la
mamita" de Chapi, en alusión al rol maternal de María con nosotros sus hijos.
El 2 de febrero de 1985 el Santo Padre Juan Pablo II visitó la ciudad de Arequipa para coronar
la imagen de la Virgen de Chapi, como recuerdo de su paso y luego de besar al niño y a María,
el Santo Padre le dejó un rosario de recuerdo.
Son muchos los milagros que se le atribuyen a "la mamita", desde diversas curaciones hasta
hacer llover en tiempos de sequía.
Algunas estrofas de la canción del peregrino:
A tus pies Señora
cansado llegué
cercado de angustias
y de penas mil.

Nuestra Señora de Chapi, Patrona de


nuestra Provincia.
La veneración a la imagen de la Santísima Virgen de Chapi es una de
las devociones más fuertes en el sur del Perú, esta imagen recordando
la Purificación de la Virgen María es de factura española y fue traida a
este continente, probablemente, a principios del siglo XVIII.
La devoción a la Virgen de Chapi es tan antigua como su origen, según
una antigua historia fue la virgencita la que se dio el nombre de Chapi:
la imagen estaba destinada a una iglesia de un pueblo cercano a
Arequipa, y esta imagen era trasladada por una comitiva desde las
costas hacia el lugar de destino a través de los áridos valles sureños,
pues bien, en el camino la comitiva escuchó que las siguientes palabras
provenían de la imagen "¡¡Chaypi, Chaypi!!", otros escucharon
"¡Chajchay llallapi!" y otros "¡Chaj llallápi!", expresión que según los entendidos provienen
del
quechua y del aymara, lenguas que se hablan aún en el Perú, y que todas expresan más o
menos lo mismo: "Aquicito nomás", "aquí, aquí", "aquí nomás" fueron entonces estas mismas
personas los que dijeron que "la Virgen no sólo quiere quedarse aquí sino que se ha dado el
nombre".
Ésta es la razón por la cual el Santuario erigido en honor a esta
imagen ha estado en medio de los cerros desérticos de la
localidad de Chapi, a 60 km de la ciudad de Arequipa; hoy, a
causa del terremoto sufrido en Arequipa en el año 2001 la
imagen ha sido trasladada a la ciudad.
A partir de ese momento probablemente se comenzó a conocer
esta imagen con el nombre de la Virgen de Chapi. A esta imagen
de Nuestra Señora el pueblo arequipeño la denomina "la
mamita" de Chapi, en alusión al rol maternal de María con
nosotros sus hijos.
El 2 de febrero de 1985 el Santo Padre Juan Pablo II visitó la
ciudad de Arequipa para coronar la imagen de la Virgen de
Chapi, como recuerdo de su paso y luego de besar al niño y a
María, el Santo Padre le dejó un rosario de recuerdo.
Son muchos los milagros que se le atribuyen a "la mamita", desde diversas curaciones hasta
hacer llover en tiempos de sequía.

CUZCO

Nuestra Señora del Triunfo o del Sunturhuasi


El que pone en María las
esperanzas, de mayores
incendios no sólo salva riesgos
de vida, pero del alma.
(Pedro Calderón de la Barca)
Entre los
numerosos
acontecimientos de
orden sobrenatural
que marcaron la
cristianización del
Perú, ninguno más
notable que éste,
acaecido en la
ciudad del Cusco el
23 de mayo de 1536,
tanto por la calidad
de sus protagonistas
cuanto por las
circunstancias
apremiantes que le
rodearon
Francisco Pizarro, el legendario conquistador extremeño, llegó al Perú
en los intersticios de
una guerra fratricida, desatada tras la muerte del Inca Huayna Cápac
entre sus hijos Huáscar
y Atahualpa. Hecho que no puede dejar de considerarse providencial,
pues allanó el camino
para el dominio europeo y la consecuente implantación de la fe
católica en nuestra patria.
Muertos los dos enfrentados e irreconciliables hermanos, el
experimentado soldado y hábil
negociador otorgó la borla imperial a Manco Inca Yupanqui en el
Cusco, como símbolo de
reconciliación.
Pacificada la tierra, pretendía el Inca que le fuera devuelto el pleno
ejercicio del poder; pero
tal demanda no figuraba en la agenda de los españoles.
Decepcionado, condolido por algunos
maltratos sufridos e instigado particularmente por el Víllac Umu –el
sumo sacerdote
pagano–, el menor de los vástagos de Huayna Cápac decidió
levantarse contra los cristianos.
Aprovechándose de la ausencia de Almagro, que había partido hacia
la conquista de Chile, y
de la de Pizarro, que se encontraba en la costa, Manco Inca se retiró
al valle de Yucay desde
donde clamó por un levantamiento general.
La antigua capital del Imperio fue rodeada entonces por decenas de
miles de guerreros, que
comenzaron a amedrentar a sus contrarios. Los asaltos continuos que
sobrevinieron, fueron
ejecutados de tal modo y con tal fuerza, que los cristianos se vieron
obligados a parapetarse
en un amplio galpón de la plaza, llamado Sunturhuasi, que en
quechua significa “casa de
armas y escudos”. El cerco se fue estrechando y los atacantes
decidieron incendiar las casas
adyacentes a la plaza, cuyos techos de paja fueron rápidamente
presa del fuego, salvo el del
Sunturhuasi que milagrosamente quedó exento. Acorralados por las
huestes del Inca,
conjeturando un trágico final al sitio que el propio Pizarro sufría en
Lima y el fracaso de las
sucesivas expediciones que les fueron enviadas en su auxilio, con
más de mil españoles
muertos en toda la contienda, no esperaban ya más socorro que del
Cielo.
Iglesia de Nuestra Señora del
Triunfo
“Estando ya los indios para arremeter contra los cristianos, se les
apareció en el aire Nuestra
Señora con el Niño Jesús en brazos, con grandísimo resplandor y
hermosura, y se puso
delante de ellos. Los infieles, mirando aquella maravilla, quedaron
pasmados: sentían que les
caía en los ojos un polvo, ya como arena, ya como rocío, con que se
les quitó la vista de los
ojos que no sabían dónde estaban. Tuvieron por bien volverse a su
alojamiento antes que los
españoles saliesen a ellos. Quedaron tan amedrentados que en
muchos días no osaron salir
de sus cuarteles” (Inca Garcilaso de la Vega, Historia General del
Perú, Libro II, Capítulo
XXV).
Esta maravillosa intervención de la Santísima Virgen con su Divino
Hijo, que alejó las
perspectivas de una terrible noche triste como la sufrida por Cortés
en la conquista de
México, no fue vista por ojo de español sino exclusivamente por los
indígenas, quienes
transcurridos los hechos contaron lo sucedido.
“Y de aquí nació –continúa Garcilaso– que después de apaciguado
aquel levantamiento de los
indios, los naturales del Cusco y las demás naciones que se hallaron
en aquel cerco, viendo
que la Virgen María los venció y rindió con su hermosísima vista y
con el regalo del rocío que
les echaba a los ojos, le hayan cobrado tanto amor y afición”.
El P. Vargas Ugarte en su Historia del Culto de María, trae una larga
relación de autoridades
y otros declarantes que dan testimonio del milagro. Hubo dos
cronistas presentes en el
hecho que lo consignan: Alonso Enríquez de Guzmán y Pedro Pizarro.
Los demás, desde
Guamán Poma hasta el P. José de Acosta, estuvieron en contacto con
los testigos, siendo que
los testigos indígenas certifican siempre que la Aparición fue vista por
ellos. Tienen los
cronistas expresiones como “yo mismo se lo oí a personas fidedignas
que lo vieron” (Acosta).
Urna en la que se
conservan los restos
mortales del Inca
Garcilaso de la Vega,
en
la cripta de la Iglesia
del Triunfo
La gratitud de todos
aquellos que se vieron
directamente
favorecidos con la
aparición celestial, y
de las generaciones
posteriores que por la
tradición la
celebraron, nos han
legado uno de los
mayores monumentos
a la fe de un pueblo.
Es la magnífica Iglesia
del Triunfo de Nuestra
Señora, que adorna el
flanco izquierdo de la
Catedral del Cusco,
levantada sobre los
mismos pétreos
cimientos del
Sunturhuasi.
En su interior se conservan insignes recuerdos de nuestro pasado
histórico. En el altar
mayor, un portentoso retablo de piedra finamente labrada de 18
metros de altura, se
encuentra la célebre Cruz de la Conquista que acompañó desde
Panamá a Fray Vicente de
Valverde, primer obispo del Perú, en todas sus incursiones
evangelizadoras. Y una imagen de
piedra blanca, vestida con primorosos mantos, de la Santísima Virgen
en su advocación de la
Asunción.
En uno de los arcos sobre sus muros, se estampa un enorme lienzo
representando la
milagrosa descensión de la Virgen Santísima sobre el galpón del
Sunturhuasi, rodeada de
ángeles; aparecen a su lado el Apóstol Santiago y el Profeta Elías; y
debajo, tres príncipes y
princesas incas portando sendos cirios en actitud de reverencia.
En la cripta de la Iglesia del Triunfo yacen los restos del ilustre
mestizo cusqueño, Inca
Garcilaso de la Vega, que oyó en su infancia las primeras narraciones
sobre la Virgen del
Triunfo, la cual propagó en sus escritos y le fue devoto durante toda
su vida.
El demonio, padre de la mentira, reconociendo la inmensa derrota
sufrida con la pérdida de
la gentilidad, a modo de revancha atizó desde entonces la lucha civil
entre los propios
conquistadores (que se concretó con la llegada de Almagro al Cusco,
después de su
desastrosa expedición a Chile) y que vino a retardar por algunos años
–pero ya no a
impedir– la fulminante irradiación de la fe católica en el corazón de la
América meridional.

Nuestra Señora de Belén


Reina y Patrona del Cusco
La Virgen de Belén, más conocida por el apelativo filial de
Mamacha Belén, es una de las
imágenes que nunca faltan a la tradicional y multitudinaria
procesión del Corpus Christi
en el Cusco.
Su bello y apacible rostro ha sido el encanto de incontables
generaciones. Sus vestidos
son engalanados desde hace siglos por sus fervientes devotos.
Primorosas sedas y
encajes, hilos de oro bordados y piedras preciosas, esconden su
sobria talla. Mientras
que, inseparable, en sus maternales brazos lleva al Divino Niño,
“hualtadito”, es decir,
graciosamente arropado a la usanza andina.
Una semana antes de la procesión, baja hasta el convento de
Santa Clara, en donde se
encuentra con la imagen de San José que viene de la iglesia de
San Pedro. Ahí se ultiman
los detalles, las religiosas escogen de su valioso ajuar las joyas
que lucirá para la gran
fiesta del Cuerpo y Sangre de su Divino Hijo.
Su singular historia que se confunde con la leyenda está
inmortalizada en uno de los
formidables lienzos que decoran el interior de la Catedral del Cusco
(cuadro de arriba),
mandado a pintar por el célebre obispo y mecenas cuzqueño Don
Manuel de Mollinedo y
Angulo, quien aparece en el cuadro arrodillado y con las manos
juntas a sus pies.
Imponente fachada de piedra de la Iglesia de
Nuestra Señora de Belén, en el tradicional
barrio cusqueño de Santiago.
Hacia mediados del siglo XVI, pescadores
del pueblo de San Miguel, llamado
vulgarmente Pitipiti, hallaron flotando
plácidamente sobre las aguas del mar
chalaco una caja de madera de grandes
proporciones. La llevaron con la mayor
presteza a la orilla, para abrirla y
examinar su contenido. Cuál sería su
regocijo al depararse con una hermosa
talla representando a la Virgen María.
Junto a ella había un sobre con un escrito
que a la letra decía: “Imagen de Nuestra
Señora de Belén para la Ciudad del
Cusco”.
El suceso corrió de boca en boca y del
Callao la noticia llegó rápidamente a
Lima. Ante las voces de “milagro”, tanto
el Virrey como el Arzobispo tomaron
cartas en el asunto, y luego de investigar
lo ocurrido resolvieron remitir aquel
hermosísimo tesoro a la Ciudad Imperial. Al llegar la imagen al
Cusco la alegría no fue
menor, y por disposición del Señor Obispo se echaron las suertes
para determinar cuál
sería el templo que le guardaría. Al salir electa la iglesia de los
Reyes Magos, ésta cambió
a partir de entonces su nombre por el de Nuestra Señora de Belén,
en testimonio por tan
gran dicha.
Algún tiempo después, durante una fuerte sequía que asoló
aquella pródiga tierra, la
ciudad que la había jurado como Patrona resolvió invocar la piedad
de tan dulce Señora.
Por tal motivo fue sacada en procesión. Ya de regreso a su templo,
se desató una
abundante lluvia que cubrió a todos de felicidad, mas al cruzar un
puente la imagen casi
se precipita al agua, si no fuera porque Selenque, un joven de vida
disoluta, ayudó en
este trance. Esa misma noche, cuando Selenque pasó cerca del
cementerio, vio a Cristo
en un Tribunal y a los demonios que pedían justicia contra varias
personas del lugar y
contra él, a quien se lo querían llevar; pero también vio a la Virgen
que por él intercedía.
Le pedía de rodillas a su Divino Hijo que le permitiera a Selenque
cambiar de vida, ya
que había ayudado a cargar su sagrada imagen. El joven,
entonces, se convirtió.
Como bien resume el historiador Padre Vargas Ugarte: “La Virgen
no ha cesado, desde
entonces, de dispensar a manos llenas sus favores y ha sido y
continúa siendo el refugio
de los pecadores, el remedio de los enfermos y el consuelo de los
afligidos” 1.
La Virgen de Belén es una de
las imágenes infaltables en la
tradicional procesión del
Corpus Christi.
En prueba de ello, hace 70 años, el 8 de diciembre
de 1933, en medio del repicar de las viejas
campanas, del tronar de los cañones y de las
aclamaciones de la multitud, el Arzobispo Pedro
Farfán Pascual ciñó sobre sus sienes la corona de
oro que en eterna gratitud le ofrendaron sus hijos
del Cusco.
Hoy rememoramos aquel bello gesto que
trasciende el alma de un gran pueblo. La devoción
a la Santísima Virgen impregna a los pueblos
como a las almas. Cuántas veces hemos leído,
emocionados, historias de salvación, en las que
una Avemaría piadosamente recitada cuando niño,
una vigorosa defensa de la Inmaculada cuando
joven, o hasta un pequeño auxilio prestado a una
de sus imágenes, como en el citado caso de
Selenque, le valieron al pecador la posibilidad de
una enmienda de vida, cambiando un destino
eterno que parecía sellado. ¡Cuánto perdieron los
pueblos antiguos frente a la Justicia de Dios, por
no conocer a la misericordiosa María! ¡Cuánto
pierden los protestantes y los seguidores de tantas
sectas que hoy existen, por no reconocer a María
como madre! ¡Cuánto perdemos hoy nosotros, por
no recurrir a María en nuestras diarias
necesidades!
Llevemos a la Virgen en nuestras almas, llevémosla en nuestros
actos y afinemos
nuestras ideas a su Inmaculado Corazón.
La Virgen Asunta de Tiobamba
Santuario de Nuestra Señora de la Asunción de Tiobamba,
provincia de Urubamba, Cusco

“La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen


María, cumplido el curso
de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma
a la gloria celestial”.
Con estas imperecederas palabras, el Santo Padre Pío XII definió el
dogma de la
Asunción de la Santísima Virgen al Cielo en cuerpo y alma,
solemnemente proclamado el
día 1º de noviembre de 1950, por la Constitución dogmática
Munificentissimus Deus.
Quince años después, el recordado líder católico Plinio Corrêa de
Oliveira, durante el
curso de una conferencia realizada en la víspera de esta gran
festividad mariana, así se
manifestó:
El dogma de la Asunción de Nuestra Señora fue
ardientemente deseado por las almas católicas del
mundo entero, porque es una más de las afirmaciones
a respecto de la Madre de Dios que la coloca
completamente fuera de paralelo con cualquier otra
mera criatura y justifica el culto de hiperdulía que la
Iglesia le tributa.
La Santísima Virgen tuvo una muerte suavísima, tan
suave que es calificada por los autores, con una
propiedad de lenguaje muy bonita, como la Dormición
de la Bienaventurada Virgen María (Dormitio Beatae
Mariae Virginis), indicando que tuvo una muerte tan
suave, tan próxima de la resurrección que, a pesar de
constituir una muerte verdadera, sin embargo se
parece más a un simple sueño. Nuestra Señora,
después de la muerte, resucitó como Nuestro Señor
Jesucristo, fue llamada a la vida por Dios y subió a los
Cielos en la presencia de los Apóstoles allí reunidos y
de muchos fieles.
Júbilo de la Iglesia triunfante (en el Cielo),
de la Iglesia militante (en la Tierra) y
de la Iglesia sufriente (en el Purgatorio)
Esta Asunción, representa para la Virgen Santísima,
una verdadera glorificación a los ojos de toda la
humanidad hasta el fin del mundo, así como un
preludio de la glorificación que Ella recibiría en el Cielo.
La Iglesia triunfante entera va a recibirla con todos los
coros de ángeles; Nuestro Señor Jesucristo la acoge;
San José asiste a la escena. En seguida, Ella es
coronada por la Santísima Trinidad. Es la glorificación
de la Virgen María a los ojos de toda la Iglesia
triunfante y a los ojos de toda la Iglesia militante.
Con certeza, ese día la Iglesia sufriente también
recibió una efusión de gracias extraordinarias. Y no
sería temerario pensar que casi todas las almas que
estaban en el Purgatorio fueron entonces liberadas
por la Santísima Virgen, de manera que hubo allí
igualmente una enorme alegría. Así podemos
imaginar cómo fue la gloria de nuestra Reina.
Algo de eso se repetirá, creo yo, cuando fuese instaurado el Reino
de María [el triunfo de
su Inmaculado Corazón, que nos fue prometido en Fátima],
cuando veremos al mundo
todo transformado y la gloria de Nuestra Señora brille sobre la
Tierra (São Paulo,
24/08/1965).
Una creencia firme y constante a lo largo de los
siglos
Pero no piense el lector que fue sólo a partir de la magna
definición dogmática que esta devoción comenzó a irradiarse;
muy por el contrario. Esta misma fe –recuerda Pío XII en el
citado documento– la atestiguan claramente aquellos
innumerables templos dedicados a Dios en honor de María
Virgen asunta al Cielo y las sagradas imágenes en ellos
expuestas a la veneración de los fieles, las cuales ponen ante
los ojos de todos este singular triunfo de la bienaventurada
Virgen. Además, ciudades, diócesis y regiones fueron puestas
bajo el especial patrocinio de la Virgen asunta al Cielo; del
mismo modo, con la aprobación de la Iglesia, surgieron
institutos religiosos, que toman nombre de tal privilegio. No
debe olvidarse que en el Rosario mariano, cuya recitación tan
recomendada es por esta Sede Apostólica, se propone a la
meditación piadosa un misterio que, como todos saben, trata
de la Asunción de la beatísima Virgen.
A este extraordinario concierto de Fe de los pueblos, no fue
extraño el Perú.
En Ancash existe la provincia de Asunción, en Cajamarca el distrito
del mismo nombre, la
ciudad de Arequipa como la de Huánuco fueron fundadas el 15 de
agosto y consagradas
a la Asunción de María. También, muy famosa es la Santísima
Virgen de Asunta,
venerada en Chachapoyas. En verdad, a la Mamacha Asunta se le
rinde culto en casi todo
el país, pero especialmente en Apurímac, Ayacucho, Oyón, Huaraz,
Piura y Puno, además
de los lugares ya citados.
La Virgen de la Asunción de Tiobamba
Fue célebre en otros tiempos el Santuario de la Virgen
en Tiobamba, a dos kilómetros del pintoresco pueblo de
Maras. Hasta ahí llegué en búsqueda de la historia de la
que fuera Reina y Patrona de acaudalados viajeros y
comerciantes que recorrían los pueblos del Valle
Sagrado, en los siglos XVI y XVII. En agradecimiento
por los favores recibidos, levantaron con limosnas un
estupendo templo de piedra a campo travieso.
Decorando sus muros con enormes lienzos, que
mandaron pintar a los maestros más famosos de la
época. Y encomendaron el tallado y dorado de sus
altares, decorándolos con sendas imágenes
policromadas.
Pero si la construcción que data de hace 400 años ha
podido ser rescatada recientemente de su ruina total, el
interior permanece después de tanto abandono casi
completamente vacío, porque hasta sus viejas bancas
fueron robadas. Sólo queda el altar mayor, muy
disminuido en esplendor, en cuya hornacina central se
encuentra esta devota imagen de María Santísima.
Única en su género, pues se trata de un mural del que
sobresalen apenas el rostro y los brazos, y es vestida y
engalanada para su fiesta, según una costumbre de
varios siglos.
Dicen que, hacia fines del siglo XVI, una indiecita tullida
que había llevado a sus animalitos a pastar, se
encontró con otra niña de ojos relucientes y mirada
bondadosa, con la que se puso a jugar, mientras los
ángeles cuidaban del rebaño. Celoso el padre de la
criatura por esta nueva compañía, que podía perjudicar
el trabajo, acudió a escondidas al lugar, y al
encontrarla pretendió cogerla. La niñita linda corrió y
antes de ser alcanzada traspuso una tapia que dividía
las propiedades. El hecho lo sorprendió. Más aún
cuando el hombre comprobó que su hijita había sido
curada. A raíz del hecho, todo aquel que acudía al lugar
recibía algún favor y se obraban muchos milagros.
Esta hermosa tradición que durante mucho
tiempo debe de haber encantado a los corazones
infantiles, al ser transmitida a sus hijos por
padres y madres con fe vigorosa, hoy no sólo es
desconocida, sino que ha sido reemplazada por
historias de monstruos creados por el cine y la
televisión, para borrar la inocencia de los niños.
Puerta de ingreso a la sacristía;
nótese el labrado y los dibujos
en la piedra.
CALLAO

La Mamacha Carmen de
Paucartambo
La belleza de esta imagen es sencillamente extraordinaria, así
como la del Niño Jesús,
que en alegre expresión infantil descansa sobre su brazo
izquierdo. El color marrón
oscuro del hábito carmelita, una capa amplia y mantilla blancas,
con bordados de hilos
de oro y plata, contrastan con la hermosura de su delicado rostro
y expresión. Ciñe una
gran corona sobre la cabeza y sostiene un cetro de oro en la mano
derecha, símbolos de
su realeza y autoridad. Completan el conjunto un pectoral bordado
con piedras preciosas,
pequeños escapularios que penden de las manos del Niño Jesús y
numerosas joyas.
La “Mamacha” Carmen de Paucartambo
La Santa Iglesia celebra el 16 de julio la
solemne fiesta de la Bienaventurada
Virgen María del Monte Carmelo, que es
una de las advocaciones más conocidas y
queridas a la Madre de Dios. Su origen se
remonta, según una antigua tradición, al
Profeta San Elías, quien en el siglo IX a.C.,
junto a San Eliseo y sus demás discípulos,
se estableció en el Monte Carmelo, en
Palestina, donde ya veneraban a Aquella
que vendría un día a ser la Madre del
Redentor.
La Santísima Virgen era entonces
simbolizada por la nubecita que apareció
cuando San Elías pidió a Dios que pusiese
fin a una prolongada sequía que asolaba al
pueblo como castigo, nube ésa de la cual
cayó finalmente una bendita y
abundantísima lluvia que reverdeció la
tierra, anunciando las gracias que recibiría
la Humanidad cuando fuese redimida por
Nuestro Señor Jesucristo.
Esos ermitaños se sucedieron a través de
muchas generaciones hasta la Edad Media,
y, cuando los musulmanes dominaron
Tierra Santa, fueron forzados a huir a
Europa, enfrentando grandes dificultades y
corriendo riesgo de extinción.
Entonces un carmelita inglés, San Simón Stock, fue elegido
Superior General de la Orden
y, angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a
suplicar
incesantemente a la Santísima Virgen para que los protegiese. La
respuesta de la Madre
de Dios no se hizo esperar y fue de una elocuencia impar.
El 16 de julio de 1251, cuando el Santo rezaba en el convento de
Cambridge, se le
apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, llevando
en sus brazos al Niño
Jesús y dándole un escapulario para ser difundido entre los fieles,
confiriendo privilegios
inéditos a aquellos a quienes les fuese impuesto y lo usasen.
Mostraba así una
predilección excepcional por la Orden Carmelita, sobre la cual
recaían grandes designios
de la Divina Providencia.
Nuestra Señora del Carmen es, pues, especialísimamente Patrona
de todos aquellos que
desean, más que cualquier otra cosa, ser fieles a los designios de
Dios y a la Santa
Iglesia, resistir la opresión del paganismo y que brille el esplendor
de la Cristiandad, o
sea, que en breve triunfe la Santísima Virgen sobre los ataques del
demonio y sus
secuaces, de un lado, y sobre las debilidades y faltas de sus
propios hijos, de otro.
La devoción a la Virgen del Carmen en el Perú
Por eso, entre los muchos modos como los peruanos manifestamos
nuestro amor y
veneración a la Santísima Virgen se destaca la devoción a Nuestra
Señora del Carmen,
también conocida en los pueblos andinos como la Mamacha
Carmen.
Su presencia en el Perú se refleja de modo especial en la
existencia de dieciocho
Monasterios de Madres Carmelitas que iluminan nuestro suelo; en
la popularísima
devoción al Escapulario, tan difundido en todas las clases sociales;
en el número de
localidades que han tomado su nombre o que la tienen por
patrona; y, en las sagradas
imágenes de esta advocación
que se les presta culto en casi todas las regiones.
Sólo en la Ciudad de los Reyes, antigua capital virreinal y hoy urbe
cosmopolita, hay
actualmente dos claustros de la Orden de la Bienaventurada Virgen
María del Monte
Carmelo: el Monasterio del Carmen, en los Barrios Altos, y el
Monasterio de las
Nazarenas, en pleno centro de la ciudad. El Carmen Alto guarda
una hermosa imagen de
la Virgen del Carmen que sale en procesión por las calles de Lima
en el mes de julio, y el
de Nazarenas cobija al portentoso Señor de los Milagros, que viste
a la ciudad de morado
en el mes de octubre.
Y a una legua del vecino puerto del Callao, tenemos a la Virgen del
Carmen de la Legua,
que se venera en su pequeña iglesia desde comienzos del siglo
XVII y que da su nombre
a uno de los actuales distritos chalacos. Ahí también, hace algunos
años, se estableció un
Monasterio de Madres Carmelitas en antiguos terrenos del fundo
Oquendo.
La mayor gloria de la provincia de Paucartambo
Sin embargo, entre tantas imágenes de María del Carmen que aquí
encontramos, atrae
nuestra atención especialmente una, por su singular belleza,
encanto sobrenatural, y por
el enorme cariño con que la honran sus paisanos, incluso de
parajes muy remotos,
habiendo recibido además la presea insigne de su coronación
canónica. Se trata de la
Mamacha Carmen venerada en la localidad de Paucartambo, en el
Departamento del
Cusco.
La fisonomía de su rostro trasluce simultáneamente profundidad,
felicidad y contento.
Según el testimonio de muchos devotos, su tez, de un blanco
rosado pálido, varía
notablemente de expresión. A estas variaciones, contribuyen tanto
el color de su rico
vestuario como los cambios de luz natural. Pero se trata de un
fenómeno real, fácilmente
perceptible.
Artífices locales esculpieron el cuerpo con maguey, yeso y tela de
medio candelabro.
Según especialistas, la cabeza y las manos fueron talladas por
artistas cusqueños, debido
al parecido con diversas imágenes esculpidas por Basilio de Santa
Cruz, Antonio Sinchi
Roca, Bernardo Inca o sus discípulos indígenas; famosos pintores y
escultores de la
época de Mons. Manuel de Mollinedo y Angulo, gran Obispo y
mecenas del Cusco (1673-
1699).
Cautivadoras historias adornan su origen con un velo
de misterio
De las diversas narraciones que cuentan cómo llegó la Mamacha a
Paucartambo,
destacamos la que se refiere a la conversión de los chunchos.
Hacia el siglo XVII, había
en el valle de Q’osñipata más de 360 haciendas. Todos los años,
una imagen de la Virgen
del Carmen era llevada desde la hacienda Asunción a Paucartambo
para la fiesta de
Corpus, como sucedía con otras imágenes de santos de la Selva.
Cierta vez se rebelaron los salvajes y con feroz brutalidad
destruyeron y quemaron las
haciendas del valle, dieron muerte a los habitantes blancos y
atacaron finalmente la
iglesia. Las flechas de los chunchos hirieron el cuerpo de la Virgen
en el ojo y en el
pecho. Y por fin la arrojaron al río Amaru Mayu (Río de la
Serpiente), el cual desde
entonces se llama “Madre de Dios” por haber arrastrado la imagen
de la Virgen y haberla
posado en un islote, lugar desde el cual se la recuperó y trasladó
después a Paucartambo.
Ésta como otras tradiciones se ven reflejadas en los pintorescos
bailes que con gran
despliegue y vistosidad acompañan hasta el día de hoy las
celebraciones. La danza de los
chunchos, por ejemplo, alude a la vida guerrera de los salvajes
que, según el
pensamiento popular, ofrecen sus bailes a la Virgen que, pese a
sus faltas, les guarda
una especial predilección.
Una gran devoción que perdura en el tiempo
El culto a la Virgen del Carmen de Paucartambo se ha mantenido
vivo por más de tres
siglos y la fiesta del 16 de julio conserva su importancia pese a la
decadencia general de
la religiosidad en nuestros días, lo cual se manifiesta en la
presencia de costumbres
neopaganas que procuran contaminar la celebración tradicional.
El 3 de febrero de 1985, la imagen fue coronada pontificalmente
por Juan Pablo II en la
fortaleza de Sacsayhuamán sobre un altar monumental levantado
para el efecto sobre el
Trono del Inca, una imagen de la victoria de la misericordia
maternal de la Virgen sobre
sus hijos díscolos y finalmente convertidos.
Asimismo, durante las fiestas de Paucartambo, muchos peregrinos
se trasladan de
madrugada al paraje denominado Tres Cruces, a 5.000 metros
sobre el nivel del mar,
para contemplar el nacimiento del sol. Bellísimo símbolo de una
nueva era de Fe que
vendrá para el mundo bajo los inefables auspicios de la Santísima
Virgen.
La Virgen del Carmen de la
Legua
Reina y soberana del Callao
La
devoción
a Nuestra
Señora
del
Carmen,
así como
a su
escapulario
marrón,
son
universalmente
conocidos. Una de
las naciones donde
esa devoción se
halla más extendida
es precisamente el
Perú, como tuvimos
oportunidad de
exponerlo en el
artículo «La
Mamacha Carmen de
Paucartambo» .
Entre las numerosas
expresiones del
culto carmelitano
en nuestro país se
destaca, tanto por
su antigüedad como
por haber mantenido
su vigencia a
través de los
siglos, la devoción
a la Virgen del
Carmen de la Legua.
Su santuario está
ubicado en un lugar
estratégico, en el
antiguo camino que
unía a la capital
peruana con el
puerto del Callao,
equidistante entre
ambas localidades,
a una legua del mar.
Su vieja historia nos remonta a los albores del Virreinato del Perú,
cuando un rico
comerciante llamado don Domingo Gomes de Silva, que habría
partido probablemente
desde Centroamérica a la Ciudad de Los Reyes, estuvo a punto de
naufragar frente a
nuestras costas. En tal apremio, imploró la intercesión de la Virgen
María bajo la
advocación de El Carmen, patrona de los navegantes,
prometiéndole con toda la fuerza
de su fe que en el primer puerto al que llegara desembarcaría, y
con el producto de la
venta de las maderas que traía, le construiría una capilla en su
honor. La rada adonde
pudo aportar, fue precisamente el Callao.
Una señal de la Providencia
Por ese tiempo, tanto los caminos como los medios de transporte
eran muy
rudimentarios. Entre el Callao y Lima, hace cuatro siglos atrás, no
existía la avenida
Oscar R. Benavides —más conocida aún hoy por su antiguo y
sugestivo nombre de La
Colonial— que comunicaba aquellas dos poblaciones, en la
actualidad totalmente
enlazadas una con la otra. Pero sobre el mismo trazo de dos
leguas de longitud existía
una vía recta, ancha y polvorienta, dividida por unas tapias hechas
de ciclópeos adobes,
rodeada de amenos panoramas y fértiles tierras. Era intensamente
transitada durante el
día por recuas de animales, carretas haladas por mulos y carruajes
aislados o en convoy,
llevando a viajeros, mercaderías y minerales.
El agradecido comerciante, que se sentiría
haber vuelto a nacer, luego del regateo de
rigor contrató varias carretas para
transportar sus maderas y partió en dirección
a Lima. Después de un breve trecho de
senda gris y pedregosa, aparecieron a la
izquierda del camino las arboledas que
bordeaban el río Rímac y el húmedo valle.
Pero no bien llegado al lugar denominado La
Legua, los mulos no quisieron dar un paso
más, ni para adelante ni para atrás, por más latigazos que
recibieron. Ante el inusitado
hecho, don Domingo vio en él un designio providencial.
Comprendió que la Virgen
deseaba que en aquel punto le erigiera la capilla prometida,
cuando en alta mar se viera
en tan grande aprieto.
Así, el buen Domingo cumplió en poco tiempo su promesa,
levantando a sus expensas
una pequeña ermita y mandando traer de España una escultura de
la Virgen del Carmen.
Aunque no se conoce la fecha precisa de su arribo, se sabe que la
imagen llegó al Callao
el año de 1606. Y desde que se instaló en su humilde trono de La
Legua comenzó a
operar sus maravillas, partiendo con la expulsión del demonio de la
carretera, para
consuelo de quienes se atrevían a transitar por ella en las noches.
Pues muy cerca
existían unas huacas o cementerios indígenas, que sirvieron de
plácida guarida al
maligno durante años.
También por iniciativa de don Domingo y de su mujer doña
Catalina María se estableció
en La Legua un recogimiento para “hijas de personas principales”.
Este colegio-convento
para doncellas con hábito y regla del Carmen, se trasladó más
tarde a Lima y puede
haber dado origen al primer monasterio carmelita del Perú en
1643. En su lugar se
instalaron los padres de la Orden de San Juan de Dios, quienes
fundaron un hospital que
existió hasta los albores de la independencia y en donde ejerció su
apostolado por
muchos años el venerable padre Francisco Camacho.
La fuga de Magdalena Baldeón
Entre los innumerables milagros que se le atribuyen a
Nuestra Señora del Carmen de la Legua, figura la maternal
protección que le brindó a una mujer llamada Magdalena
Baldeón. Ésta se había casado con uno de tantos
inmigrantes chinos que por entonces llegó al Perú y al poco
tiempo se embarcó con él hacia el Oriente. Fuertemente
inclinado a las costumbres paganas, el marido la trataba
como a esclava. En medio de sus angustias, Magdalena
confeccionó un manto de seda para su Madre Santísima
con la esperanza de algún día poder ofrecérselo. Mientras
tanto, cansada de reiteradas crueldades y ofensas, la joven
decidió protestar ante el marido por su pésima conducta.
Esto no hizo más que enfurecer al asiático, quien
secretamente la condenó a muerte.
Avisada por una alma caritativa, la devota Baldeón se
encomendó a la Virgen y tomando el manto bordado por
sus manos emprendió la fuga. No conocía el país, ni el
idioma, ni disponía de otro sustento que su fe. Pero por
donde iba no encontraba sino facilidades, atenciones y
auxilios, que sólo los podría atribuir a la intercesión de su
celestial protectora. Después de una larga aventura llegó
finalmente al Callao y cumplió su deseo de vestir a la
Virgen de la Legua con aquel manto de seda, que con
tantas lágrimas consiguió bordar.
La plegaria de los virreyes
Desde aquí, la Madre de Dios ha sido testigo de gran parte de
nuestra historia. Por
ejemplo, la mayoría de los virreyes “venían primero al Callao antes
de hacerse cargo de
la administración del Virreinato del Perú, y precisamente en esa
misma Ermita de la
Legua, donde se encuentra la Virgen del Carmen, se detenía el
virrey para recibir las
insignias del mando e ingresar más tarde a Lima, bajo palio, entre
la admiración de la
nobleza, el clamoreo del pueblo, el ulular de los clarines y el
repiqueteo de las
campanas”.
A este lugar, que a lo largo de cuatro siglos ha sido como un
verdadero faro, han acudido
en búsqueda de auxilio grandes y pequeños, creyentes y
escépticos, vencedores y
derrotados, santos y pecadores. Mil sucesos han acaecido en su
entorno, desde un
terrible tsunami que en 1746 destruyó el Callao y cuyas aguas se
rindieron a sus plantas,
hasta una poderosa bomba terrorista que en 1992 explotó en una
comisaría vecina y
estuvo a punto de dejar en escombros al templo.
El ápice de la Coronación Pontificia y Canónica
Pero entre todos los hechos que han marcado la historia del
Santuario, ningún otro ha
tenido tal resonancia como las ceremonias con motivo de la
solemne coronación canónica
y pontificia de esta Imagen, ocurrida el 7 de octubre de 1951.
Lima y el Callao no
volvieron a ver en la segunda mitad del siglo XX el intenso fervor
mariano que como una
brisa fresca contagió a la población entera, ni los fecundos retiros
que le precedieron, las
multitudinarias comuniones que le acompañaron, o los incontables
homenajes que le
siguieron. Para quienes no tuvimos la gracia de estar presentes en
aquella magna
ocasión, las crónicas y recuerdos de la época nos pueden ayudar a
vislumbrar su enorme
trascendencia. Entre ellos cabe destacar el ardiente discurso que
pronunciara el Cardenal
Juan Gualberto Guevara, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, en
su calidad de Legado
Pontificio, al coronar a Nuestra Señora de la Legua.
Estas gracias fueron como que una prolongación local
de dos grandes acontecimientos marianos que
conmocionaron en aquel tiempo al orbe católico: la
Altar de la Virgen de la Legua
promulgación del Dogma de la Asunción, el 15 de
agosto de 1950 y la conmemoración del Sétimo
Centenario del Escapulario del Carmen, el 16 de julio
de 1951.
Desde entonces, a pesar de que el proceso de
descristianización se ha acentuado notablemente, a
pesar de los lamentables altibajos que sacuden la
piedad, a pesar de las enormes ingratitudes de los
peruanos hacia su Reina y Madre... no faltan entre
nosotros señales de gran esperanza. Una de ellas,
que bien se la podría comparar a la nubecilla de San
Elías, es la creciente avidez de formación y de
doctrina cristiana que se constata en los sectores
más diversos de nuestra sociedad.
Pidamos, pues, a la Santísima Virgen en esta
advocación tan querida del Carmen de la Legua, que
haga renacer en nuestras almas y en nuestra patria,
aquellos fervores de alma de otrora, para que el Perú
vuelva a ser un foco de irradiación del espíritu católico en América
y el mundo.
Agradecemos al Sr. Ricardo Ramos Rivarola por
brindarnos el libro Crónica de la Coronación
Pontificia de Nuestra Sra. del Carmen de la Legua,
el que ha servido de base para la redacción del
presente artículo.
La Voz del Pastor
Trechos de la proclamación de Su Emcia. Juan Gualberto Guevara,
al coronar a Nuestra
Señora del Carmen de la Legua:
¡Oh dulcísima Reina de los cielos y de la tierra!
Investido de la autoridad suprema del Romano
Pontífice, voy a imponerte esta rica corona de oro y
piedras preciosas. Ella simboliza el amor, la
veneración y el cariño que te profesan tus hijos del
Callao y de la Legua, y recuerda aquella otra
corona con que la Trinidad Beatísima ciñó tus
virginales sienes en premio de tus excelsas
virtudes, el día aquel en que saliste de este mundo
y triunfante y gloriosa entraste en la Jerusalén
celestial.
Muchas son efectivamente, Señora, las sombras que nublan el
límpido cielo de nuestra
patria. Madres que matan a sus hijos, atentados contra el pudor,
suicidios, atropellos,
pornografía audaz en folletos, revistas, espectáculos públicos, en
la prensa y en la radio;
bailes indecorosos, impúdicos y sensuales; el divorcio que crece
día a día en pavorosas
cifras y que amenaza derrumbar la familia peruana, relajación de
costumbres.
El juego, que de entretenimiento ha pasado a la categoría de
ocupación favorita; el
protestantismo, que siembra el error en las conciencias y destruye
la unidad nacional; la
masonería, cien veces condenada por los Papas y que desde las
sombras atenta contra
los derechos de Dios y de la Iglesia; el comunismo, que engaña a
muchedumbres
proletarias con paraísos irrealizables y utópicos.
***
Pero hay otro mal, Señora, tal vez peor que los que acabo de
enumerar: el mal católico,
el creyente falso, el que se dice discípulo de Cristo, pero cuya
conducta está en perfecto
desacuerdo con el Evangelio; el católico acomodaticio, que se ha
fabricado una religión a
su modo, donde caben el hurto, el adulterio, el divorcio y el
abandono de las prácticas
religiosas.
¡Virgen Purísima! No quiero ceñir tus sienes con una corona de
espinas; no. Mi propósito
es de imponeros una corona de amor y de cariño, de oro purísimo
y de piedras preciosas,
simbolizadas por las plegarias de los justos, la inocencia de los
niños, las lágrimas de los
pecadores arrepentidos, las devotas peregrinaciones, las virtudes
de las buenas esposas,
la fe robusta y fuerte de miles de hombres viriles que —sin temor
al respeto humano—
han desfilado camino del Santuario para ganar la indulgencia
jubilar. Tantas otras
manifestaciones de piedad, en fin, que con gran consuelo tuyo,
realizan en privado o en
público los verdaderos hijos tuyos que a toda costa quieren
conservar el tesoro
inestimable de la fe y de la religión que nos legaron nuestros
antepasados.
Haz que así como hoy en este momento solemne, que con fulgores
de luz pasará a la
historia del Callao, de la Gran Lima, te imponemos esta corona de
oro y de refulgentes
gemas, nos corones un día con esa misma corona a la que se
refería San Pablo cuando
transportado de fe y confianza en Dios, decía: «He peleado el
buen combate, he
conservado la fe, no me resta sino la corona de gloria que el Justo
Juez tiene reservada a
los que bien le aman y bien le sirven».

PUNO
La Virgen de la Candelaria
Patrona de Puno
“Todos cuantos se han ocupado del Santuario
de Copacabana (...) reconocen que la imagen
labrada por Tito Yupanqui y en él venerada,
fue un medio de que se valió la Providencia
para atraer a los indios a la Fe. Por ello
escogió la Virgen como trono de sus
misericordias, una región de las más pobladas
del Perú y en la cual se había encastillado
sólidamente la idolatría. Hasta la venida de la
imagen a las riberas del lago Titicaca, se había
predicado, es cierto, el Evangelio a las
poblaciones ribereñas, se habían establecido
doctrinas, pero a juicio de los cronistas de
entonces, aún persistían en ellas las prácticas
idolátricas y su ingreso en la iglesia de Cristo
era, como decía el Virrey Toledo, aparente y
casi forzado... Desde el día 2 de febrero de
1583, en que asentó sus reales en el pueblo la
Virgen de la Candelaria, comenzó la
conversión definitiva del Collao y la fama de
sus milagros hizo que su influencia se
extendiera a las comarcas más distantes” 1.
Las cruentas luchas por la posesión de la riquísima mina de
Laicacota, a mediados del
siglo XVII, movieron al célebre Conde de Lemos, Don Pedro
Antonio Fernández de
Castro, a dirigirse en persona al altiplano para pacificar aquella
vasta región. En su
empeño, el piadoso Virrey –muerto en olor de santidad– acudió al
famoso santuario de
Copacabana para agradecer a la Virgen por el éxito de su empresa,
luego de fundar a
orillas del soberbio Titicaca, el lago navegable más alto del mundo,
la ciudad de San
Carlos Borromeo de Puno, el 4 de noviembre de 1668. Allí, en la
parroquia de San Juan
Bautista, se venera desde antaño a una linda, dulce y sonrosada
imagen de la Santísima
Virgen de la Candelaria.
Pero esta gran devoción del pueblo puneño por su reina y patrona
sólo vendría a
consolidarse años después, durante la rebelión de Tupac Amaru,
en 1780. Puno fue
asediada a la sazón por los insurgentes, quienes con los aprestos
de guerra, el estrépito
de los pututos y las hogueras nocturnas, lograron atemorizar a sus
habitantes. En aquel
trance volvieron ellos sus ojos a la Mamacha Candelaria y en
concierto general sacaron a
http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-118.html (1 of 4) [2/17/2007 11:01:05 PM]
La Virgen de la Candelaria - El Perú necesita de Fátima
la imagen en procesión, “implorando con llantos y fervientes
súplicas el amparo y socorro
de su celestial Madre”. Mientras tanto los sublevados habían
coronado las cimas de los
cerros que rodean la ciudad, lanzando atronadores y amenazantes
gritos. Intervino
entonces de modo milagroso la poderosa María: “a los ojos de los
indios sitiadores
aparecieron las calles y plazas de esta ciudad custodiadas y
defendidas por numerosos
ejércitos de soldados. El terror y espanto de los sitiadores fue tal,
que huyeron
precipitadamente en la mayor confusión, sin haber causado el
menor mal ni daño a la
ciudad” 2.
En agradecimiento por aquella merced y por todos los demás
favores que en el curso del
tiempo la Madre de Dios les ha prodigado, cada año sus
pobladores se empeñan con la
mayor devoción para engalanar su fiesta el 2 de febrero. Un
tradicional novenario da
inicio a la conmemoraciones; y una colorida procesión, en la que
participan cientos de
danzarines, recorre las calles de la ciudad en el día central, al que
aún le sigue una
octava que concluye siempre en Domingo.
La Virgen de la Candelaria de Puno fue coronada canónicamente el
7 de mayo del 2000,
por el Emmo. Cardenal, Mons. Augusto Vargas Alzamora, S. J.
Esta hermosa fiesta nos puede servir de parangón para denunciar
un doble juego que
viene atentando contra la más fina esencia de la religiosidad
popular en muchos otros
lugares de nuestro querido Perú.
Los fieles, atrapados en una falsa alternativa
La perniciosa influencia de la teología de la liberación, durante las
décadas de los 70 y
80, llevó a un amplio sector del clero a abandonar seriamente la
asistencia espiritual que
le debe a sus fieles, llevados por una preocupación casi exclusiva y
mal enfocada por los
problemas sociales, abordando sólo su aspecto material. De ahí
sobrevino un
menosprecio, cuando no un combate abierto, a las prácticas
exteriores de la piedad
tradicional. Por ejemplo, la devoción a la Santísima Virgen, el culto
a las imágenes, el
rezo del Santo Rosario, el uso de hábitos terciarios o de
hermandades, la realización de
procesiones, etc.
Oí contar a un viejo amigo sacerdote que,
en una reunión en Trujillo del clero
diocesano, un colega criticó ásperamente
los “derroches” en las procesiones:
“Gastan en flores, gastan en velas,
gastan en fuegos artificiales, gastan en
homenajes... ” Mi amigo irónicamente lo
interpeló: “Padre, ¿acaso es su plata?” Y
con la risa general hubo que cambiar de
asunto.
Judas, recordémoslo, también criticó a la
Magdalena por derramar costosos
http://fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-118.html (2 of 4) [2/17/2007 11:01:05 PM]
La Virgen de la Candelaria - El Perú necesita de Fátima
Vista panorámica del Lago Titicaca
al atardecer. Toda una vasta región “en
la cual se había encastillado sólidamente
la idolatría” adhirió fervorosamente a la
Religión Católica, gracias a la devoción
a la Virgen de la Candelaria.
perfumes sobre los pies del Salvador, “no
porque él pasase algún cuidado por los
pobres, sino porque era ladrón” (Jn. 12,
6).
No obstante, mientras en ciertos
ambientes eclesiásticos estas
manifestaciones religiosas pasaron a ser
mal vistas, ridiculizadas, criticadas...,
comenzó a producirse un extraño
fenómeno opuesto: sectores comerciales,
publicitarios y turísticos las exaltan y
promueven, exclusivamente por la
riqueza cultural de la que son portadoras.
Es decir –tal como sucede hoy con el
desvirtuamiento comercial de la Navidad–
se da realce e importancia a la expresión
meramente externa, y no al sentimiento
interior que les ha dado su origen.
Así, se destacan los bailes, la música, la
vestimenta; en desmedro del culto, de la
devoción, de la acción de gracias.
Se pretende que un emotivo homenaje a la Patrona se transforme
en una ocasión para
exhibirse ante las cámaras, el lente fotográfico o las miradas de los
turistas.
Se pretende que un acto de piedad tan arraigado en la fe del
pueblo, se transforme en
un preámbulo de orgías y borracheras.
Se pretende que inocentes y cándidas pallas se transformen en
bailarinas de cabaret,
que cambien sus amplias y encantadoras polleras por atuendos
minúsculos y
provocadores.
Se pretende que una tradicional y hermosa manifestación de fe se
transforme en una
fiesta neopagana, en una mera representación o espectáculo
folklórico, para deleite de
los enemigos de la religión y para el lucro de un puñado de
mercaderes inescrupulosos.
No nos dejemos atrapar en esta falsa alternativa entre los que
menosprecian la devoción
y los que se aprovechan de ella para corromperla. No renunciemos
a nuestras más caras
tradiciones cristianas, antes bien, purifiquémoslas de cualquier
elemento extraño que las
puedan manchar.
Exterioricemos nuestro amor y nuestra devoción a María Santísima
en su advocación de
la Purificación o Candelaria, y como prueba de ello llevemos una
vida honesta que sea el
reflejo de sus más altas virtudes.
OTROS

Nuestra Señora de Aránzazu


La devoción a Santa María de Aránzazu se inicia un 9 de Septiembre de 1469 en la región Vasca de
España. La encuentra el pastorcillo Rodrigo de Balzátegui, quien al verla exclamó en su lengua
natal:
"ARANTZAZU", que significa "tu entre espinos" .
La Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu se formo en el año de 1612 en el Templo de San
Francisco
de Jesús el Grande de Lima.
La Imagen de Santa María de Aranzazu tiene en su mano izquierda a la altura de su corazón a su
Divino
Hijo y en la derecha lleva una manzana, que simboliza a María como la nueva Eva que a través de
su Hijo
redimió a todos del pecado. Santa María de Aránzazu es conocida popularmente como la VIRGEN
DE LA
MANZANA.
Como fue y en que momento la devoción hacia ella se fue extinguiendo, no lo sabemos; pero es de
suponer que por este motivo y viviendo ya la época Republicana, la imagen fue trasladada al tercer
nivel
de su propio altar, casi inalcanzable por las miradas y los rezos de sus fieles.
A principios de 1995, Lima comienza a ser reconquistada por su cariño, cuando un grupo de laicos
la
bajan para realizar tareas de mantenimiento y cambiarle su vestimenta, para cual fue colocada
momentáneamente en el primer nivel de su Altar, en la mesa donde se celebra el Santo Oficio de la
Misa.
Los fieles comenzaron a conocerla y acudían a orar ante ella, pidiéndole favores, le ofrecen flores o
también le traen una manzana que intercambian por la que tiene en la mano, la llevan para
compartirla en
familia o entregarla a algún enfermo.
Favores de la Virgen de Aránzazu
- Un devoto cuenta que en el segundo embarazo de su esposa, los médicos le indicaron que seria
un parto
de alto riesgo, vino a rezar ante la Virgen, y al mirarla a los ojos supo que no pasaría tal cosa. su
esposa e
hijos salieron bien.
- A una devota los médicos le detectaron cáncer, ella constantemente ora ante la Virgen y le cambia
la
manzana. cuando decidió operarse los médicos no encontraron el tumor.
- Otra devota la pidió a la Virgen salir en estado. un día sufre un accidente de tránsito, los médicos le
informaron que de milagro no había perdido su hijo, tenia dos meses de gestación.
.
Su Fiesta se celebra el 9 de Septiembre.

Nuestra Señora de la Concepción


La Catedral de Lima posee imagenes de María muy notables, una de ellas es la imagen de la
Concepción,
venerada en su hermosa y barroca Capilla en la nave lateral izquierda de quien entra al templo
catedralicio.
No podemos olvidar la imagen de María que se venera en la Basílica Catedral de Lima, que en
tiempos
virreinales tambien gozó de gran fama, como lo pone en conocimiento nuestro recordado historiador
Rubén Vargas Ugarte; al mencionar la Archicofradía del Rosario de Lima, menciona que para las
procesiones principales figuraría a la par de su similar con la advocación de la Concepción que tenía
sede
en la iglesia Metropolitana, ello nos basta para saber la importancia de esta efigie, quede para
nuestros
lectores también, constancia de la fama y esplendor pasados, su Capilla y su elegantísima
ornamentación
y excelente retablo Barroco, uno de los que se han mantenido de este periodo en la Iglesia Catedral.
Esta Capilla fué propiedad de su Cofradía hasta su extinción. En la segunda década de los años 80,
la
imagen titular fué desterrada del lugar en que por siglos venía recibiendo las plegarias de sus fieles
para
presidir el retablo principal de la Catedral, en su lugar fué colocada la recién descubierta imagen de
Ntra.
Sra. de la Evangelización, la cual por siglos estuvo alejada del culto público, olvidada y en el siglo
XIX
repintada para ocultarla durante la guerra con Chile.

Nuestra Señora de la Misericordia


Muy notable se volvió la devoción a la Virgen Santísima en su advocación de Nuestra Señora de la
Misericordia, imagen que se veneraba con mucho aprecio de los limeños.
En los tiempos del Excelentísimo Virrey del Perú el Conde de Santiesteban, este dignatario se
desprendió
de una hermosísima pintura de la Santísima Virgen de la Misericordia, que ofreció al Templo de San
Agustín de Lima. A los pocos días de expuso para su veneración en la Capilla de San Eloy, y en
poco
tiempo se esparció las noticias de su origen y empezó a propagarla Fray Juan e la Serna, fundando
en
1670 una Cofradía en su honor.
El primer notable en inscribirse fué el piadoso Conde de Lemos, y a el le siguieron otras personas de
linaje
de la Ciudad, celebrando su fiesta con gran lucidez, realizando obras pías en la ciudad. Hasta
comienzos
del siglo XX la imagen de la Virgen se veneraba en la Capilla de San Eloy, y hoy se venera en la
Capilla
de Santa Rita de Casi, donde recibe el culto de los fieles.
Su Fiesta se celebra el Domingo inmediato al 13 de noviembre.
Nuestra Señora de la Nube
En el Perú, y de manera concreta, la Ciudad de los Reyes, se hace referencia de la advocación
quiteña
por el Cronista D. Eusebio de Llano Zapata, quien en su "Observación Diaria" cita como fuente de
información al Lic. Eclesiástico D. Alonso de la Cueva, manifestando la relación de sucesos del 20
de
Octubre de 1747, al mencionar sobre la Procesion del Señor de los Milagros de Nazarenas; hace
referencia a esta imagen Mariana:
" ...salio por la mañana la imagen de su templo, visitando las calles, ramadas, Iglesias y Monasterios
y
duro la procesión cinco días... ese año alargo mucho su recorrido y al REVERSO DE LA IMAGEN
SE
VEIA OTRA DE NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE, advocación quiteña que se habia aparecido en
el cielo
de dicha ciudad en 1696".
Con relación a como llega a conocimiento de las Madres Nazarenas el suceso del Milagro, tenemos
que
para el 30 de diciembre de 1696, año de la aparición, en Lima el Beaterio está a cargo de la Madre
Antonia Lucía del Espiritu Santo(ecuatoriana) quien fallece en 1709. Precisamos pues que entre la
Aparición de la Virgen y la muerte de la Madre Lucía transcurren 3 años.
Hay quienes manifiestan que este tiempo fue corto para que la noticia llegara a Lima y la Madre
iniciara el
culto, mientras que el Padre R. Vargas Ugarte en su libro "Historia del Sto. Cristo de los Milagros"
hace
mención que al año siguiente del Milagro se tenía conocimiento en Lima del hecho, dejando abierta
la
posibilidad que la Madre Lucía ya conocía el hecho del milagro. Sucede a la Madre Lucía la Madre
Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, quien sale del Convento del Carmen de Santa Ana el 18 de
marzo de 1730 y está a cargo del Monasterio hasta el 26 de julio de 1750. Entre 1709 y 1730
transcurren
21 años y de esta fecha a 1747, año en que aparece la Virgen en procesión, transcurren 17 años.
Suponemos que en el transcurso de estos años por algún motivo conocido o familiar ecuatoriano, o
documento escrito de la época, se toma conocimiento del Milagro y como se menciona en algunas
líneas
pudo haberse escogido esta imagen en conmemoración a la Madre Lucía.
Tambien se piensa que, a la Fundación del Monasterio de Nazarenas Carmelitas Descalzas -
ocurrido el
18 de Marzo de 1730 -, teniendo en cuenta que algunas religiosas ecuatorianas habian profesado
en el
Monasterio y, como las noticias de esta milagrosa aparición se publicaron y difundieron en Lima;
estas
religiosas lograron que la primera Priora, Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, de
acuerdo con
su Consejo Directivo y el resto de la comunidad, decidieron rendir un merecido y grato homenaje a
la
memoria y cuna Ecuatoriana de la fundadora del Instituto Nazareno, Madre Antonia Lucia del
Espíritu
Santo, incorporando el lienzo con la imagen de la Virgen de la Nube, a las Andas del Señor de los
Milagros de Nazarenas.
La Imagen del Señor de los Milagros de Nazarenas, cada año en el décimo mes, es acompañado
por la
Dama de Quito, la Virgen de la Nube. Sin lugar a dudas destaca en belleza y elegancia, María se
presenta
como una Reina, su cabeza va coronada, su rostro refleja serenidad y belleza, su precioso hijo en el
brazo
izquierdo dando la bendición le da una actitud mayestática; en la diestra porta el cetro y la Azucena
que
representa su coraza, el olivo que simboliza su fruto, simbolo de su vinculación con israel. lo agitado
de su
fina mantilla y la capa que la cubre y recoge en su brazo le da la sensación de movimiento. que
reproduce
de manera precisa el momento del suceso.
A sus pies, se encuentra en posición orante el Obispo favorecido de su mano, D. Sancho de
Andrade y
Figueroa, sobre el terreno se observa una pequeña iglesia, que algunos identifican como la Iglesia
de
Guálupo o el Monasterio de las Nazarenas.
No posee pocas alhajas esta Imagen, la cual se engalana para sus salidas procesionales. Es
aderezada
con una corona de oro, excelentemente diseñada con piedras preciosas, collar en el cuello y
brazaletes, el
http://perso.wanadoo.es/religiosidadlima/virgendelanube.htm (1 of 2) [7/15/2005 11:03:23 PM]

.:: Nuestra Señora de la Nube ::.


Cetro, azucenas y olivo todo en oro respetando el dibujo del lienzo. Va su cabeza, rodeada de 12
estrellas
igualmente en oro y le sirve de pedestal la luna, el triunfo de María sobre el Islam. su Hijo tambien
va
engalado, luce una diadema en oro.
La Imagen es una obra de Autor anónimo, del siglo XVIII; pintada al óleo sobre lienzo y sus medidas
son:
Alto de 1.99mt x 1.37mt de ancho.
Restauración de Ntra. Sra. de la Nube .- Se restauró bajo el auspició del Banco de Crédito del
Perú,
durante ocho meses en 1992, en los propios talleres del Museo Pedro de Osma y bajo la acertada
conducción profesional de Liliana Canessa y Alvaro Sandoval. Al igual que la imagen del Señor de
los
Milagros, fue sometida a estudios previos, como análisis químicos, estratigraficos, radiografías, luz
ultravioleta, estudios históricos y fotográficos, ventanas de limpieza y otros.
Se realizó un tratamiento completo de conservación y restauración, ya que la obra presentaba
muchas
capas de repintes y un reentelado en tela de algodón. Se retiró primero la capa de barniz y luego del
primer repinte donde aparecía como Virgen de la Merced y en otro aparece la representación de la
Virgen
del Carmen. En esta etapa se procede al retiro del reentelado y se prepara para uno nuevo a la
gacha y
con tela de lino. lue se procedió a una aplicación de barniz grueso, para proteger la pintura durante
la
procesión. Hoy podemos apreciar esta obra de arte en toda su originalidad.

Nuestra Señora de los Desamparados


Los valencianos al igual que otros españoles, lograron traer la devoción a Nuestra Señora de los
Desamparados, que en muy pocos años se ganó al cariño del pueblo limeños y su templo histórico
cobijó
el primer Sermón de las tres horas en todo el Orbe católico, conozcamos esta advocación mariana.
Hacia el año 1629. D. Bartolomé Calafe, natural de Valencia - España, pidió al Cabildo de la Ciudad
que le
cediese el sitio que ocupaba por aquel entonces la Horca, a espaldas del Palacio del Virrey, para
levantar
en dicho lugar una capilla a Nuestra Señora de los Desamparados, siendole concedido el 3 de
agosto del
mismo año.
Más tarde la capilla fué cedida a los Jesuitas el año 1657, pasó a ella el Venerable Francisco del
Castillo, y
por su labor la imagen de la Virgen empezó a tener el culto más lucido. Pasados algunos años el
padre del
Castillo tuvo la idea de realizar otra efigie y a su efecto eligió una de la advocación del Pilar, y la cual
fué
adaptada a la nueva iconografía de la Virgen Valenciana.
La nueva y hermosa imagen se trasladó el 17 de diciembre de 1660 desde la Iglesia de San Pablo
de
Lima, siendo notable el concurso de fieles y de la misma manera el trayecto y cortejo de la
procesión. Al
costado de la Capilla el P. Francisco del Castillo estableció la Escuela de Cristo, dedicada al cuidado
de
niños y pobres.
Con la ayuda del Excelentísimo Virrey del Perú, Conde de Lemos, se dió inicio a la fábrica de un
nuevo
templo que estuviese a la altura del crecimiento de la devoción, aunque en sus inicios se
presentaron
ciertas dificultades, se dió inicio a la obra en 1669, concluyéndose gracias a la piedad de los limeños
y al
celo del Virrey, en 1672 se encontraba terminado el hermoso templo, consagrándose el 2 de febrero.
Aquel día se realizó el traslado procesional desde Palacio hasta su Iglesia nueva, el boato y
suntuosidad
eran alentados por la llegada de la bula de Canonización de la Gloriosísima Rosa de Santa María, y
la
noticia de la canonización de Francisco de Borja, ascendiente del Virrey.
Si Lima por ser la Capital del Virreinato más importante de América, se precia de su amor a María,
en este
día mostró a porfía su filiación a la Reina del Cielo y lo grande de sus riquezas. Sus calles fueron
regiamente arregladas y los altares fueron primorosísimos tanto en su elaboración como en el
suntuoso
costo de los enseres que lo conformaban.
Desde este día el culto retornó con gran incremento en la Ciudad, más al fallecimiento del V.P.
Francisco
del Castillo decayó un tanto la devoción, pero no fué mucho el tiempo de este momento y se
mantuvo
gracias al P. Alonso Messia. Los Virreyes sucesores no fueron indiferentes a esta devoción, e
incluso la
consideraban como la Capilla de Palacio y la enriquecieron con imagenes y altares.
Con la expulsión de los Jesuitas de los Virreinatos de América, el culto y templo decayeron bastante,
y
desde 1746 a 1776 permaneció cerrada al culto, solo cuando vinieron a ella los sacerdotes
seculares,
logró abrir sus puertas a los limeños. En la república el templo fué vilmente profanado convirtiéndose
en
cuartel. En 1894 se convino en realizar una restauración para restacatar este venerable monumento
y en
1897 se bendijo el templo reestrenado, aunque con desmedro de su original belleza.
A pesar de haber sido repuesta al culto y de atesorar un gran pasado histórico, nada impidió su
desaparición, con el fin criminal de cambiar tan venerable monumento que nuestros antecesores
dedicaron a la Virgen Santísima, para darle un mediocre jardín al Palacio de Gobierno.
Por fortuna la devoción logró rescatarse del olvido y el templo fué reubicado por el Gobierno
Peruano en
Breña, allí se trasladó el retablo, la imagen titular y algunas imagenes. Hoy la Virgen de los
Desamparados
recibe culto en una moderna Parroquia de líneas contemporáneas en la transitada Av. Venezuela.
.:: Nuestra Señora de los Desamparados ::.
Su Fiesta se celebra el Sábado anterior al 2° domingo de Mayo.

Nuestra Señora de los Remedios


Entre las joyas e imagenes notables que atesora el templo de San Pedro de Lima, podemos
encontrar
entre las más importantes a la advocación mariana de los Remedios, cuya imagen se remonta a los
orígenes de la Provincia Jesuítica del Perú.
De las mejores joyas y obras valiosas de arte que se conservan en esta Iglesia de San Pedro y San
Pablo
de Lima; figura sin lugar a dudas una bella y hermosa imagen de María Santísima en su tierna
advocación
de Nuestra Señora de los Remedios.
Antes de los años 60 se encontraba en el Altar de San Francisco Javier, en el segundo cuerpo del
mismo
y en nicho central. luego llego a pasar al Expositorio del altar mayor del templo, donde era bien vista,
pero
luego se vió que fue retirada del lugar y se le colocó en la Capilla y retablo de la Inmaculada, la cual
hasta
la actualidad preside y a pasado a ser de dicha advocación.
Esta imagen es muy notable por haber hablado visiblemente al Apóstol de Paraguay, el Limeño
Padre
Antonio Ruiz de Montoya, como él mismo lo cuenta en su "Conquista Espiritual", y ante la misma
efigie
sabemos que se complacía en decir misa otro Jesuíta ilustre, el P. Francisco del Castillo.
Esta Imagen es la mas antigua que hay en San Pedro, y figuró "Muy rica y devota" en la iglesia
primitiva.
Luego presidió el altar Mayor de la segunda iglesia: allí recibía las visitas de Santa Rosa de Lima
quien,
viviendo en casa del Contador D. Gonzalo de la Maza, la frecuentaba como a una de sus imagenes
favoritas; tambien fue esta imagen fue muy querida por el V. P. Francisco del Castillo como hemos
mencionado anteriormente. Y cuando se estrenó el tercer templo (la actual iglesia) fué colocada en
el sitio
que está ( S. Francisco Javier), cuya altura no permite que se la vea como fuera de desear.
Es una imagen de talla policromada, de tamaño más que regular, de estilo renacentista y muy
hermosa. La
Virgen sentada en un trono magnifico, escrupulosamente tallado, tiene al Niño Jesús sobre sus
rodillas. La
toca que ciñe su rostro, así como la indumentaria, están revelando su anitiguedad. En su conjunto
es una
hermosa obra de marcado aire provinciano y extraordinaria calidad artística del siglo XV.
Una imagen de tanto abolengo, coetánea de las tres iglesias, vinculada con Santa Rosa ha sido
integrada
en el Cortejo procesional del Sagrado Corazón de Jesús, para así reavivar su culto entre los fieles.
Preside
el cortejo procesional, todos los años el tercer domingo del mes de Junio, procesionando bajo un
dosel
con cornisa barroca y cortinajes de damasco y encajes.

Nuestra Señora del Buen Suceso


En la Parroquia de San Lázaro, del otro lado del puente, se venera desde antaño una hermosa
imagen de
la Santísima Virgen del Buen Suceso, sin dudas es réplica de la original venerada en la Ciudad de
Quito -
Ecuador.
La Virgen responde iconográficamente a la aparición que Mariana Francisca de Jesús Torres y
Berriochoa
"La Violeta de los Andes" tuvo en el Monasterio de Concepcionistas de Quito. María Santísima le
dijo que
realizara una imagen suya, tomando la medida con una cinta que ceñía su cintura y cuando estuvise
hecha le colocase unas llaves y un báculo, ya que la Madre de Dios deseaba ser "Su prelada", y así
se
hizo.
Hoy la Virgen preside el retablo mayor del templo de San Lázaro, y su culto a sufrido el olvido de la
feligresía y el interes de las autoridades que rigen esta Parroquia por reavivar su devoción.

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