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Resumen de

“POR QUÉ NO SOY CRISTIANO”


de Bertrand Russell

Resumido por Francisco Ramos


27 de julio de 2009

¿Qué es ser cristiano? Esta condición no involucra necesariamente la vida virtuosa. Hay
que definir mejor el significado de portar esta religión.

Ser cristiano es, básicamente (y más allá de criterios limitados de agrupación geográfica),
creer en la existencia de Dios y en la excelencia superlativa de Cristo. No es ya
característica común creer en el infierno. Pero no hay razones suficientes para creer en todo
ello.

Sobre la existencia de Dios, la Iglesia ha declarado que ello puede probarse con los
siguientes argumentos racionales:

1. Está el argumento de la primera causa: “todo tiene una causa, y la causa de toda causa es
Dios”. Pero, si es posible pensar a un dios sin causa, ¿por qué no pensar que el mundo, con
mayor razón, no necesita tener una causa que lo respalde?

2. Está el argumento de la ley natural: “existen leyes naturales porque hay un Dios que las
ha preestablecido”. Pero hoy sabemos que las leyes son simples convencionalismos, y que
en la realidad prima más el azar. Este argumento proviene de confundir las leyes naturales
(que no suponen ninguna necesidad perenne) con las leyes humanas (estas sí establecidas
por una voluntad: la de la sociedad). Sin embargo, frente a ello se puede plantear que
hablar de leyes naturales va en contra de la noción de voluntad divina. Si esta es absoluta,
¿cómo hablar de leyes de naturaleza tal que ni Dios las podría cambiar?

3. Está, por último, el argumento del plan: “el universo se basa en un plan racional, sin el
que nuestra existencia sería nula”. Pero hay hechos en el mundo que no responden a un
plan determinado: la evolución, por ejemplo. Tampoco las ideologías nefastas parecen
queridas por una fuerza superior. El hecho es que ni nuestra vida misma como especie está
garantizada, pero esto no puede llevar al pesimismo exagerado de quitarle el sentido a la
realidad.

Frente a la debilidad de estos postulados, se han desarrollado también argumentos morales:

1. Está el argumento del bien y del mal: “si Dios no existiera no habría bien ni habría mal”.
Pero esta tesis, sustentada por Kant, resulta rebatible si se tiene en cuenta que en ese caso se
anularían las diferencias entre bien y mal, porque ambas provendrían de Dios; o que, en
caso contrario, las diferencias entre bien y mal estarían sobre Dios, poniendo la existencia
de éste en un segundo plano.
2. Está, además, el argumento del remedio de la injusticia: “es necesario que exista Dios,
para que sea posible un mundo más justo, mejor que el actual”. Sin embargo, al pensar
lógicamente esta suposición, vemos su carencia de razonabilidad: la injusticia actual en el
mundo hace más viable negar la existencia de Dios.

A pesar de todos estos contraargumentos, es posible que no sean atendidos por el creyente
común. Es que la religión remite a una tradición vinculada a la búsqueda emocional de
seguridad, algo que satisface más que las explicaciones científicas de la realidad.

Sobre la excelencia superlativa de Cristo, se trata de dilucidar si este era el mejor y el más
sabio de los hombres. Definitivamente, no se puede hablar de una existencia histórica de
Cristo, la cual es dudosa. Pero es posible sacar algunas conclusiones a partir de la lectura de
los Evangelios.

Aspectos positivos del carácter de Cristo se encuentran en su pacifismo, su asertividad, su


generosidad y su desprendimiento de los bienes materiales. Aspectos que no son
exclusividad de su persona (también lo ostentaban Lao-Tsé y Buda) y que, curiosamente,
no suelen ser practicados por los mismos cristianos.

Sin embargo, hay motivos para dudar de la superioridad absoluta de Cristo, y esto se
desprende de los aspectos negativos de su carácter, descritos en los mismos Evangelios.
Así, su tendencia a prometer su regreso inminente, tiende a provocar la indiferencia de la
gente respecto de los problemas actuales. Y, de otro lado, su intolerancia con respecto de las
personas que no pensaban como él, lanzando maldiciones y condenas al infierno. Muestra
así una furia vengativa que ha generado sentimientos de culpabilidad innecesarios.

En ese sentido, Cristo no es superior a personajes de la talla de Buda y Sócrates, por


ejemplo.

¿Por qué la gente acepta la religión? Básicamente, por causas emocionales. Se suele decir
que no debe atacarse la religión porque ella hace virtuosos a los seres humanos. Sin
embargo, la evidencia histórica muestra lo contrario: mientras mayor ha sido el fanatismo
religioso, los hombres han sido capaces de una mayor crueldad. En general, las iglesias
organizadas han sido las principales enemigas del progreso moral, ya que su noción de
moralidad se reduce a estrechas reglas de conducta que no promueven la felicidad humana,
sino el sufrimiento.

En ese sentido, el fundamento de la religión es el miedo, sobre todo en su forma de miedo a


lo desconocido. Y el miedo es padre de la crueldad, por ello no es de extrañar que crueldad
y religión vayan de la mano.

¿Qué hacer frente a la religión y sus males? Sobre todo, abocarse a aportar al desarrollo
científico, que nos libera de la cobardía y el miedo. Debemos mirar al mundo como es y
emprender la búsqueda de soluciones a sus problemas, tratando de hacerlo mejor. Liberarlo,
al menos, de la culpa y la autohumillación, y de inútiles añoranzas del pasado.

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