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Abstracción y Naturaleza

Wilhelm Worringer
• Lo bello artístico no es lo bello natural. La obra
de arte es un organismo autónomo.
• De la premisa anterior desprendemos el goce
estético como independiente del goce que
puede producir la naturaleza.
• El goce estético estaría dirigido a satisfacer la
exigencia de placer.
• La diferencia entonces, estaría en la
posibilidad de hallar placer en la
contemplación de la forma orgánica o, por el
contrario, en la regulación que ofrece la forma
abstracta.
• Surge así el concepto de voluntad de arte, la
que se manifiesta como voluntad de forma.
• Las particularidades estilísticas no se deben
entonces a capacidad o falta de la misma, sino
a una voluntad orientada en otro sentido.
• La idea de que el naturalismo implica la
belleza estética es un prejuicio. El impulso de
imitación está fuera del propio campo de la
estética. La historia de la imitación es la
historia de la habilidad manual y carece de
importancia estética.
• Distinguimos entonces, impulso de imitación
de impulso artístico.
• La obra de arte es producto de necesidades
psíquicas y el criterio de voluntad artística es
la norma para valorar la calidad de la misma.
• La historia del arte sería la historia del
sentimiento vital, entendiendo por tal, el
estado psíquico en que la humanidad se
encuentra en cada caso frente al cosmos.
• La mímesis naturalista (proyección
sentimental) sería el supuesto de una
voluntad artística tendiente hacia lo realista
orgánico.
• El afán de abstracción por el contrario, es
producto de una intensa inquietud interior del
hombre ante los fenómenos del mundo.
• La evolución racionalista de la humanidad
reprimió la angustia instintiva.
• La posibilidad de felicidad frente al arte
abstracto radica en la intensa necesidad de
quietud. Consiste en desprender las cosas del
mundo exterior, quitarle su condición
arbitraria y aparente, y eternizarlas en las
formas abstractas.
• Lo natural es sometido a un proceso de
geometrización que lo saca del curso del
acaecer y lo torna absoluto.
• La supresión de la representación espacial es un
imperativo del afán de abstracción, por ser el
espacio el que relativiza las formas.
• Las formas abstractas son las que permiten al
hombre “descansar” frente al caos del panorama
universal.
• Los dos polos, abstracción y naturalismo son
diferentes formas de la necesidad de vivencia
estética e implican ambos, una voluntad artística.
Lo sagrado y lo profano
Mircea Eliade
• Lo sagrado se manifiesta siempre como una
realidad de un orden totalmente diferente al
de las realidades «naturales».
• Lo sagrado se muestra al hombre en la
“hierofanía”, la manifestación de algo que no
pertenece a nuestra realidad, que no forma
parte del mundo natural, profano.
• Al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera
se convierte en “otra cosa”.
• Lo sagrado equivale a la potencia, en definitiva a
la realidad por excelencia, está saturado de ser.
• La oposición sagrado/profano se traduce como
oposición entre realidad e irrealidad.
• La desacralización caracteriza la experiencia total
del hombre no-religioso de las sociedades
modernas. Lo sagrado y lo profano constituyen
dos modalidades de estar en el mundo.
• Para el hombre religioso el espacio no es
homogéneo; presenta roturas, escisiones: hay
porciones de espacio cualitativamente diferentes
de las otras.
• Hay, pues, un espacio sagrado y, por consiguiente,
«fuerte», significativo, y hay otros espacios no
consagrados y, por consiguiente, sin estructura ni
consistencia; en una palabra: amorfos.
• La experiencia religiosa de la no-homogeneidad
del espacio constituye una experiencia primordial.
• Para vivir en el Mundo hay que fundarlo, y ningún
mundo puede nacer en el «caos» de la homogeneidad
y de la relatividad del espacio profano.
• Por el contrario, para la experiencia profana, el espacio
es homogéneo y neutro: ninguna ruptura diferencia
cualitativamente las diversas partes de su masa. El
espacio geométrico puede ser señalado y delimitado
en cualquier dirección posible, mas ninguna
diferenciación cualitativa, ninguna orientación es dada
por su propia estructura.
• Lo que caracteriza a las sociedades tradicionales
es la oposición entre su territorio habitado y el
espacio desconocido e indeterminado que les
circunda: el primero es el «Mundo», el Cosmos;
el resto ya no es un Cosmos, sino una especie de
«otro mundo», el Caos.
• La cosmización de territorios desconocidos es
siempre una consagración: al organizar un
espacio, se reitera la obra ejemplar de los dioses.
• Allí en donde por medio de una hierofanía se efectúa la
ruptura de niveles se opera al mismo tiempo una «abertura»
por lo alto o por lo bajo (hacia el cielo o el infierno).
• El «sistema del mundo» de las sociedades tradicionales se
constituye de la siguiente forma: a) un lugar sagrado
constituye una ruptura en la homogeneidad del espacio; b)
simboliza esta ruptura una «abertura», merced a la cual se
posibilita el tránsito de una región cósmica a otra (del Cielo a
la Tierra, y viceversa: de la Tierra al mundo inferior); c) la
comunicación con el Cielo se expresa indiferentemente por
cierto número de imágenes relativas en su totalidad al Axis
mundi.
• Las defensas de los lugares habitados y de las
ciudades fueran en su origen defensas mágicas.
• La gigantesca transformación del Mundo que se ha
verificado en las sociedades industriales ha sido
posible gracias a la desacralización del Cosmos bajo
la acción del pensamiento científico.
• Es la experiencia del tiempo sagrado la que permitirá
al hombre religioso el reencontrar periódicamente el
Cosmos tal como era in principio, en el instante
mítico de la Creación.

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