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DERECHO A LA

MUERTE DIGNA
JOHANNA MELISSA RIVERA SULVARÁN
PALABRAS CLAVES: Autonomía, muerte digna, retiro de soporte
mecánico de ventilación, decisiones compartidas.
NARRACIÓN

LA ENFERMERA MILITAR QUE LE ACOMPAÑABA AQUEL DÍA QUE EL JOVEN


CADETE DE 22 AÑOS LLAMADO ZADQUIEL MONDRAGÓN MURIÓ TRAS
CUMPLIR CON SU DEBER EN UN OPERATIVO CONTRA UN GRUPO
CRIMINAL, RECIBIENDO UN TRAUMA CRANEOENCEFÁLICO POR HERIDA
DE BALA, SE ABSTUVO EN PRONUNCIAR UNA SOLA PALABRA, SIEMPRE SE
QUEDÓ ACOMPAÑANDO A SU FAMILIA EN ESE SILENCIO ANTE LA
CRUENTA PÉRDIDA DE SUS FAMILIARES QUE LLORABAN Y PEDÍAN AL
CIELO POR UNA ESPECIE DE MILAGRO QUE LE DEVOLVIERAN A SU SER
MÁS AMADO, EL FRÍO VIENTO NO SOPLABA, ERA COMO SI LA LLUVIA SE
HUBIESE CALLADO POR TAN SOLO UN MINUTO PARA HONRAR AL RECIÉN
PARTIDO.

La autora cumple con su compromiso de lo redactado en la narración del caso sea


objeto de reflexión personal o en pares e invitar de consultar el análisis bioético
presente.
POSTRADO POR 5 LARGOS Y AGONIZANTES MESES EN UNA CAMA DEL HOSPITAL
MILITAR, SU INEXPRESIVA MIRADA CON SUS OJOS CERRADOS NO LE ASEGURA
QUE SU MUERTE LE DIERA PAZ, MÁS SIN EMBARGO ERA UN ALIVIO ANTE EL
SUFRIMIENTO DE SUS PADRES. INCAPAZ DE EMITIR UN GRITO AUDIBLE EN UNA
FRUSTRACIÓN PARALIZANTE QUE EN SU INMUTABLE CUERPO LE IMPEDÍA, NO
QUERÍA SER RECORDADO COMO UN VEGETAL, ANHELA QUE SIGAN VIÉNDOLO
COMO UN MUCHACHO ENÉRGICO Y SIEMPRE EN CUMPLIMIENTO DE SU DEBER.
Se le venía por su mente una triste imagen de haber sido la
marioneta siendo cortada de los hilos que mantenían su
existencia en este mundo y esa idea de ser su propia cárcel en
lo que alguna vez fue su cuerpo no era una opción. Su alma no
se perderá en los confines vacíos, será inmutable a pesar de que
muchos de sus amigos ya no puedan sentir su conexión.

Como en cualquier familia, las enfermedades hereditarias son parte


de ello. Cuando su hermano rechazo el tratamiento de hemodiálisis
tras recomendarle de éste mismo por su insuficiencia renal terminal
(IRT), en un principio se sentía impotente y con ira pues no
entendía de tan absurda decisión, aunque con el paso del tiempo
comprendió que su diagnóstico iba empeorando con rapidez: tenía
la libertad de elegir su propia muerte. Tres años pasaron desde
entonces, y aun cuando en retrospectiva no estaba arrepentido,
quienes le conocieron aseguran que fue un hombre en extremo
racional y controlador. Ahora era consciente de que en esa primera
apreciación acerca de la muerte fue de una paz.
Admitir la muerte como opción en vida era más natural para los padres del Zadquiel que
continuar viviendo como un muerto, por lo que una vez reunida su familia no se cuestionaron su
voluntad. Faltaba aun considerar la opinión de los médicos. Para ellos implicaría una cuestión
de validez moral, agradeciendo las posibilidades que sus médicos le han dado durante su largo
sufrimiento. Asombraba la serenidad de todos los presentes, reflejando en sus semblantes algo
más que la pena del duelo anticipado: era la resignación de una muerte concebida y la
tranquilidad de la paz por venir.

Quería irse durmiendo, y que en el recuerdo de su familia la línea entre la vida y la muerte se
fundiera hasta hacerla imperceptible, retirando su soporte vital y así dejando que se pueda ir en
paz. Se celebró, como era habitual, una misa en su habitación, pero esta vez acompañado
además de sus amigos más cercanos, aquella enfermera y algunos de sus superiores que lo
despidieron con honores.

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