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ACCIDENTE

AMBIENTAL
EMPRESA
ANAVERSA
GARCÍA Y ROJAS BLANCA
MARGARITA
GIL HERNÁNDEZ SAÚL URIEL
ANTECEDENTE
S
Esta planta se estableció en Córdoba, Veracruz, en 1962,
para formular, envasar, almacenar y distribuir varios
plaguicidas. Se ubicaba en una zona central de la ciudad,
cerca de importantes avenidas y de varias escuelas, una
guardería infantil, dos iglesias, la estación del ferrocarril,
una gasolinera, varias fondas, pequeños comercios y casas-
habitación de nivel económico medio y bajo; en los
alrededores había numerosos puestos callejeros de frutas,
vegetales y comida preparada.
La empresa tenía autorización oficial para formular
cinco plaguicidas: pentaclorofenol, 2,4-D, malatión,
paratión metílico y paraquat, pero en las paredes del
local había anuncios de varios más, lo que permite
suponer que, al menos, los almacenaba y distribuía.
En el momento de la explosión, la compañía tenía
licencias federales de ambiente y salud, renovadas
recientemente, a pesar de que, por varias
deficiencias, las autoridades de agricultura le habían
negado la renovación.
Prácticamente desde que la planta inició sus operaciones,
los vecinos se quejaron de efectos como irritación de ojos,
nariz y garganta que asociaban con sus actividades, así
como del desagradable olor alrededor de la planta, que
también salía por los drenajes cuando se limpiaban las
instalaciones. Inclusive, poco antes del accidente, los
padres y maestras de una de las escuelas cercanas habían
pedido a las autoridades municipales que la reubicaran.
Por lo tanto, la comunidad aledaña había estado expuesta,
quizá desde un inicio, a varios plaguicidas: a) a través de
los humos, vapores y polvos generados por la ineficiente
operación de la planta, b) a través de los desechos líquidos
de Anaversa que iban por el drenaje municipal hacia el
arroyo El Coyol o directamente a la calle, y c) con los
desechos sólidos que se enviaban al basurero municipal.
A las 13:20 pm del viernes 3 de mayo de 1991 se inició en
Anaversa un incendio, seguido de una serie de explosiones
atribuidas a un corto circuito. De acuerdo con la comunidad y la
prensa local, en los días previos al accidente en la planta hubo al
menos tres pequeños incendios, el último de ellos, el día anterior.
Es posible que ésta fuera la causa de que los extinguidores de
incendios estuvieran vacíos al ocurrir el accidente.
Del local se levantó una gran columna de humo de olor
desagradable que, debido al viento del norte que prevalecía en ese
momento, se movió con rapidez hacia el sureste, sobre una zona de
casas-habitación de nivel económico medio y bajo.

EL ACCIDENTE
Los bomberos de la ciudad, cuya central se ubicaba a corta
distancia de la planta, llegaron poco después de que se inició
el incendio. Este servicio estaba formado por voluntarios sin
capacitación especial ni equipo adecuado, por lo que no
lograron controlar el incendio. Los tuvo que apoyar una
brigada de Pemex y otros grupos de respuesta a emergencias.
El control del incendio requirió más de tres horas durante las
cuales hubo otras cuatro explosiones.
Además de controlar el fuego, los bomberos estuvieron
enfriando con agua dos tanques de 50 mil litros cada uno que
contenían disolventes inflamables. Si no lo hubieran hecho,
estos tanques podrían haberse incendiado y el fuego llegar a

ACCIONES DE la gasolinera situada a menos de 100 metros de distancia y


causado un accidente aun más grave.

CONTROL
A pesar del pánico, las actividades de la
ACCIONES DE LA comunidad fueron muy eficientes:
algunos recogieron a los niños de las
COMUNIDAD
escuelas cercanas, otros ayudaron a los
bomberos, unos más llevaron a los
afectados a los servicios de salud;
cuando se controló el incendio, las amas
de casa acordonaron el sitio; después,
fueron reemplazadas por los dueños de
los comercios cercanos y otros vecinos
que acordonaron unas doce manzanas
hasta que llegó el ejército.
ACCIONES DE
LOS DUEÑOS
 La empresa informó a las autoridades las cantidades aproximadas de
algunos de los productos que tenía autorización de formular: 30 mil 500
litros. Afirmó que sólo el 15% llegó fuera de las instalaciones, ya diluido
con el agua que se usó para controlar el incendio. Negó que hubiera
habido explosiones o intoxicación por agroquímicos. Añadió que se
esparcieron cal y celita sobre el lugar para inactivar algunos de los
plaguicidas. Concluyó que era muy poco probable que se contaminaran
los pozos por esta causa.

La empresa no indemnizó a los afectados ni les repuso las pérdidas de


cualquier tipo.
Desde lejos se podía ver la enorme nube formada
por los gases, vapores y polvos del incendio y las
CONSECUENCIAS explosiones, la cual, al ser desplazada por el
INMEDIATAS viento, cubrió la tercera parte de la ciudad, que
entonces tenía 153 mil habitantes.
El agua que se usó para controlar el incendio y
enfriar los tanques con disolventes corrió sobre
todo en dos direcciones: la primera hacia la calle
y, de ahí, hacia el drenaje municipal por los
arroyos La Sidra, Tepachero y Las Conchitas; la
segunda, hacia el arroyo El Coyol por una
conexión clandestina de la planta con el drenaje
municipal. La primera de estas direcciones era
muy evidente en el declive de la calle; la otra se
descubrió tiempo después.
DESPUÉS DEL
ACCIDENTE

Doce horas después del accidente llegó el ejército a poner en operación el plan DN-III
de control de desastres. Está diseñado para atender desastres naturales, como
inundaciones, y proteger las propiedades de quienes sean evacuados; conforme a él, los
soldados se limitan a acordonar la zona afectada y a apoyar en la evacuación. En este
caso, 20 soldados, apoyados por 50 elementos de seguridad pública, ayudaron a evacuar
a más de mil 700 vecinos en 15 colonias de la zona y acordonaron la planta hasta el día
5, cuando se retiró. Lo que la comunidad consideró prematuro pues persistía el fuerte
olor. A pesar de esto, se permitió que los evacuados de la zona aledaña regresaran a sus
hogares, a los que vivían más lejos se les dejó regresar a las 72 horas y a los cinco días
regresaron casi todos.

No se informó claramente a los evacuados sobre las precauciones que deberían tomar al
regresar a sus casas, por lo que continuó habiendo intoxicados hasta tres semanas
después del accidente. Estos nuevos casos no fueron incluidos en las cifras oficiales.
 Una parte del producto fue acarreado por el agua, se coló por las
alcantarillas y llegó a la calle en donde los residuos se acumularon y
una semana después del incendio seguían ahí; otra parte fue absorbida
con arcilla y cal y posteriormente recogida en tambos, que se llevaron
a la vecina ciudad de Fortín de las Flores en donde se depositaron
atrás de un hotel hasta que las quejas por el fuerte olor obligaron a
trasladarlos de nuevo.
La limpieza de las instalaciones tardó más de dos semanas; debido a
que la explosión rompió el techo, y era época de lluvias, por ahí
entraba el agua, arrastraba los residuos de arena, arcilla adsorbente y
plaguicidas y generaba un líquido verdoso de olor desagradable que
corría por las calles del barrio. Todavía dos semanas posteriores al
incendio, después de un aguacero aparecían charcos con olor a
plaguicidas junto a los locales donde se expendían alimentos. Los

MANEJO DE
vecinos del arroyo de aguas negras reportaron que les daban mareos
cada vez que llovía.

LOS DESECHOS
ANÁLISIS
EPIDEMIOLÓGI
O
En cuanto a las actividades para evaluar los efectos a largo plazo, entre
mayo de 1991 y octubre de 1992 la Dirección General de Epidemiología
de la Secretaría de Salud realizó un estudio epidemiológico enfocado,
sobre todo, a evaluar los efectos a largo plazo de la exposición a
plaguicidas OF. Conforme a sus resultados, en la zona de alto riesgo
hubo mil 854 afectados, con 379 viviendas, y 6% de enfermos. Por su
parte, la Pastoral Social de la ciudad hizo un censo de 300 personas con
síntomas, en el que aparecían algunas que no se incluyeron en la
encuesta de la secretaría, por lo que la comunidad pidió que todos los
enfermos tuvieran atención médica adecuada y se les realizaran los
estudios necesarios, lo que no ocurrió.

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