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Pirámides de
Amenenhat y
Sesostris I.
Se iniciaron medidas de tipo culturales: el objetivo fue potenciar la lealtad de los nobles
y funcionarios hacia su rey, se retomó la formación profesional y se crearon obras como
Las enseñanzas de la lealtad, La historia de Sinuhé, La profecía de Neferti, Las
enseñanzas de Amenenhat, Las enseñanzas de Plahhotep, Las enseñanzas para el rey
Merikare o El campesino elocuente que se ambientaron en épocas pasadas como el Reino
Antiguo o el Período Heracleopolitano.
Las expresiones de lealtad al rey ya eran habitual en momentos anteriores, pero la
redacción de estas obras supuso la profundización y divulgación de esa actitud, la
creación de un código ético claro y bien admitido. Se fomenta el buen gobierno, la
ejecución responsable de tareas, respeto a las tradiciones y la fidelidad al rey.
Durante los cuarenta y cinco años de Senusert también se pretendió integrar a la
heterogénea población en el aparato del Estado, iniciando diversos proyectos
constructivos como monumentos o templos, agrupaban en proyectos comunes a
trabajadores de distintos lugares. Los focos de estas iniciativas se enfocaban en
santuarios de la antigua capital política, Tebas, complejos religiosos del Reino Antiguo
en Heliópolis y el complejo funerario del rey en Lisht.
La aparición de una nueva forma de cerámica hace pensar que durante Senusert II las
construcciones reales también sirvieron como epicentro de una difusión lenta pero
eficiente por todo el país de las ideas, formas y gustos originados en la corte.
Los nomarcas continúan siendo parte esencial del mantenimiento de la autoridad del rey
a lo largo del país. Su gran capacidad de iniciativa privada les permitía gestionar recursos
de los templos locales y establecer “fundaciones piadosas” con nuevos cultos sin
necesidad de mandato real.
En algunas inscripciones de estos nomarcas se aprecia que pese a la aparente prosperidad
la sociedad egipcia era vulnerable hacia la naturaleza por su base agrícola. En
circunstancias difíciles los gobernadores tenían un papel redistribuidor fundamental.
Los únicos cambios sociales reales de este período parecen haberse dado en las llamadas
clases medias o medias-bajas que presentaron una prosperidad en aumento, esto lo
vemos en ajuares bastante ricos y elaborados en los enterramientos, contrastando con las
tumbas de las clases más bajas.
Los Papiros de Heqanakht, un archivo de cartas descubierto en una tumba en Tebas
datada al inicio del reinado de Senusert I, muestran con realismo las principales
aspiraciones de los miembros más privilegiados de la sociedad egipcia. Heqanakht, el
autor de gran parte de la correspondencia, era un funcionario ligado a una fundación
piadosa dedicada al culto de la estatua de un alto oficial, quizás el visir Ipi de Tebas.
El remitente era un personaje secundario dentro de la Administración, Heqanakht estaba
a cargo de un grupo reducido de veinte personas entre familiares y sirvientes.
En los pasajes de las cartas podemos ver la exacerbación de los problemas cotidianos hasta
convertirlos en tragedias. En estas cartas el nombre del rey apenas se cita, en contraste con su
frecuente presencia en estelas o lápidas funerarias.
Dentro de un complejo panorama social, el ámbito doméstico formado por un grupo familiar
extenso y por las gentes que trabajaban con o para él, constituía la columna vertebral de la
sociedad egipcia. Aunque en algunas estelas se resalta el mérito propio sin respaldo de ninguna
familia o poder.
La sociedad del Reino Medio era plenamente inmovilista, aunque la promoción social existió,
sobre todo en lo que respecta a los cargos más elevados.
La promoción profesional, solía pasar de padre a hijo, podía mejorarse o empeorarse a través
de la valía personal o a través de la compra de ciertos cargos y funciones. La numerosa
documentación de este período deja constancia de la presencia de diferentes clases sociales, de
ejemplos de ascenso social o clientela, sin embargo resulta imposible perfilar con claridad la
estructura de la sociedad. Estos grupos debieron estar formados por un esquema tripartito
genérico consistente en clases bajas, clases medias y élites, con una delimitación imprecisa.
El grupo más difícil de precisar es de las clases medias o medias bajas, su delimitación
depende de que entiende cada egiptólogo por bajo, alto o medio.
El estudio de títulos administrativos daría la clave para conocer mejor el esquema de la
Administración y de la sociedad egipcia, pero las fuentes no precisan con claridad las
funciones de cada cargo, la documentación es muy parcial e incompleta, hay una brecha
semántica en la que cargos que a los historiadores les suenan como influyentes en realidad
pudieron tener mucha menos relevancia.
El esclavismo y el rol de la mujer representan otra gran problemática. Un análisis de las
imágenes de individuos en las tumbas de los nobles ha mostrado que por cada mujer
representada aparecen 13,2 hombres, ilustrando claramente el carácter sexista de la
sociedad egipcia. A excepción de su importante papel en las tejedurías de lino, una
actividad económica de gran importancia, los documentos suelen limitar a la mujer a su
papel de madre, esposa, hija o sirvienta.
Algunas excepciones evidencian el acceso de las mujeres a cargos de importancia en la
Administración o su capacidad para poseer propiedades. Improntas administrativas
halladas en la fundación creada por Senusert III en Abydos mencionan a una tal
Reniseneb, que durante la XIII Dinastía pudo poseer y dirigir espacios domésticos
dentro de un importante edificio, esto ha de verse como la excepción que confirma la
regla. El alto estatus de este personaje se entiende al comprobar que llevaba el título de
“hija del rey”. La mujer, pese a desempeñar un papel vital en la sociedad y gozar de
cierta protección legal, debió de encontrarse en una situación de gran desigualdad.
El Estado en su madurez: desde Amenenhat II hasta Amenenhat III:
Se fueron consolidando los cambios políticos iniciados al comienzo de la dinastía.
El primer reinado deja un importante documento para conocer las actividades de la corte,
los anales de Amenenhat II hallados en Menfis. Es una especie de diario de palacio que
describe diferentes iniciativas de la corona durante un lapso de tiempo de menos de dos
años de ese reinado, dejando a un lado diferentes acciones en el exterior.
Este documento menciona la distribución o empleo ordinario de diferentes recursos,
retrata una corte próspera y dinámica tanto dentro como fuera del país.
A este período se le atribuye el comienzo de la explotación agrícola de la depresión de El
Fayum, basándose en la construcción del complejo funerario del faraón, acompañado de
un asentamiento en Lahun, justo en la entrada de esta región.
No sabemos con certeza si dicho oasis fue un área de producción agrícola mediante la
creación de un sistema hidráulico sofisticado de diques y presas, si fue un espacio silvestre
vinculado casi en exclusiva a actividades cinegéticas o si fue ambas cosas a la vez.
Los papiros hallados en Lahun apenas se refieren a esta región o a las actividades que
puedan realizarse allí.
El reinado de Senusert II parece haber sido, junto con el de sucesor, Senusert III, un
momento de inflexión en el desarrollo socio cultural egipcio. Entorno a ese momento se
culminaron o iniciaron una serie de importantes cambios. Uno de los más significativos
consistió en el empleo por primera vez de apelativos diferentes para los nombres de Horus
(“quien guía a las Dos Tierras”) y de las Dos Señoras (“quien hace aparecer la maat”),
hasta ese momento iguales. Hubo innovaciones arquitectónicas en los complejos
funerarios en Lahun, con una planta nueva alejada de las tradiciones constructivas del
Reino Antiguo y unas cámaras funerarias subterráneas dentro de la pirámide que
reflejaban como debía de ser el sepulcro de Osiris.
Se generalizó por todo Egipto formas de cerámica originadas en la capital.
En el ámbito funerario la orientación de los muertos cambió y la decoración de los ataúdes
evolucionó, incorporando motivos de fachada de palacio o suprimiendo la decoración
interior, aparecieron los ataúdes antropomorfos y ciertas figurillas de función mágica, los
ushebtis. Estos cambios conocieron numerosos matices dependientes del carácter
conservador del individuo enterrado, de sus recursos económicos y las idiosincrasias locales.
Los egipcios manifestaron su posición social y creencias a través de una gama muy
heterogénea de recursos, mientras que la mayoría, humilde, debió de enterrarse en tumbas
muy modestas, las gentes con más medios pudieron optar bien por tumbas de cierta
complejidad pero con ajuares pobres o por otras más sencillas pero con equipamiento más
rico.
Se dio lugar a la reutilización o usurpación de sepulcros y ajuares más antiguos o
enterramientos grupales. Estaba el fenómeno del robo de tumbas.
“El divino en creación” era el nombre de Horus de Senusert III, su reinado de diecinueve
años de duración fue junto con Senusert I el más innovador y dinámico. Además de una
intensa actividad militar en el exterior, se llevó a cabo un gran número de proyectos
constructivos a lo largo de todo un país próspero.
Se estableció una nueva realidad administrativa, el cargo de nomarca se vio suprimido, el
Estado dirigido por un único visir y un único supervisor de tesoro quedaba dividido en dos
administraciones : la que gobernaba el Delta y Medio Egipto desde Itji-Tawy y el distrito del
sur que se encargaba de Akhmin hasta Elefantina, incluyendo tal vez la Baja Nubia, desde
Tebas.
Se incrementó la centralización, muchos títulos de gobernadores locales desaparecieron.
Los logros fueron parciales, pese a la reducción de nomarcas, hay evidencias que la
eliminación de dichos líderes contempló algunas excepciones. El faraón no logró
erradicar por completo el cargo ni la realidad socio-económica que estos individuos
personificaban.
El caso del traslado de un coloso en una escena de la tumba de Djehutyhetep en El-
Bersheh demuestra la espectacular autoridad de algunos nomarcas.
Las iniciativas administrativas estuvieron acompañadas por otras de índole cultural.
Hubo una profunda homogeneización de la cultura material por todo el país y ya se ha
indicado la redacción de diferentes composiciones literarios que promovían la lealtad de
las élites para con el faraón y el respeto a sus leyes; representaciones artísticas
idealizadas de los primeros reyes de la dinastía dieron paso a unos retratos más realistas
donde los monarcas aparecen con bocas serias, profundas ojeras y orejas de gran tamaño.
Surgen los himnos reales (himno de Senusert III en la página 241) que ofrecen una
imagen de la realeza que aunque sujeta al poder divino, no muestran hacia ellos una
dependencia tan evidente como la que se observa en los textos del Reino Nuevo, donde
cada logro real es el resultado de la inspiración o de la ayuda de la divinidad.
La consecuencia de las medidas culturales iniciadas fue una nobleza culturalmente
dependiente de la realeza.
Senusert III intentó mostrarse como un nuevo unificador con el decreto que emitió para
mantener el culto funerario de Mentuhetep II.
El culto de Amón en Karnak continúa en ascenso.
Las disposiciones establecidas por el rey en honor a su antepasado usando los recursos del
templo de Amón permiten ver la tan obvia como estrecha conexión de los faraones con el
culto oficial de los dioses y el importante papel de aquéllos como gestores y promotores de
tales centros Los reyes del Reino Medio para construir y mejorar los santuarios divinos,
aunque las prácticas oficiales no alcanzaron por igual a todos los focos de religiosidad
popular, muchas quedaron al margen de la piedad real por su menor relevancia o lejanía,
los cultos oficiales y privados no siempre fueron de la mano. Los misterios de Osiris en
Abydos son una muestra de la coincidencia del interés religioso del rey y de la población,
en cambio, el culto a varios potentados locales en Elefantina y Edfú es una prueba de cómo
la iniciativa privada suplió sin problemas la falta del respaldo de la corona.
Las procesiones y ritos celebrados a la divinidad local de Abydos, Osiris-Khenty Imentyu
(“Quien preside a los occidentales”), conocidas desde el Reino Antiguo pero adquirieron
su gran importancia en el Reino Medio. En un momento impreciso de este período de
identificó la tumba de Djer de la I Dinastía con la misma tumba de Osiris.
El culto del Dios de los Muertos alcanzaría trascendencia nacional, las élites egipcias
peregrinaban al lugar y dejaban allí exvotos, construyeron tumbas o erigieran cenotafios y
estelas conmemorativas. Abydos es un escaparate ejemplar para conocer el uso que
hicieron de sus recursos distintos sectores de la población.
La importancia de este culto se debe a su relación con el renacimiento y regeneración del
difunto. La inscripción del funcionario Iikhernefret deja claro que los festejos de Osiris
eran de carácter popular pero recibían apoyo de la corona (páginas 244 y 245).
Senusert III construyó su pirámide en Dashur, pero debió ser enterrado en Abydos,
yendo un paso más allá que Senusert II. La tumba del rey consistente en una larga y
sofisticada galería excavada debajo de una montaña cuya forma recordaba a una
pirámide, también fue dotado con un templo y una ciudad.
Las ciudades fenicias, Creta y Mesopotamia fueron destinos privilegiados de las ansias
expansionistas egipcias, hasta el punto de que en algún caso, como en Biblos, los
faraones egipcios fueron reconocidos como soberanos.
Senusert III habría conquistado Nubia y establecido una frontera en Semna, en esta
época comienzan a emplearse arqueros nubios. organizó cuatro expediciones contra
Nubia, y todo indica que las dirigió personalmente. Sobre las dos primeras, en los años 8
y 10 de su reinado, tenemos muy escasos datos. Una estela erigida en Semna, al sur de la
segunda catarata, puntualiza que en el año 8, el faraón estableció allí la frontera
meridional de Egipto, prohibiendo el paso a todo nubio que no dispusiera de autorización
para comerciar con Egipto. La campaña del año 10, por su parte, está atestiguada por dos
inscripciones grabadas en la roca, más de ochenta kilómetros al sur de Semna, en las que
se dice que Sesostris había emprendido el camino del sur para rechazar a los kushitas. Es
muy probable que su objetivo fuera reprimir un levantamiento de la gente de Kerma.
La tercera campaña contra Nubia, desarrollada en el año 16 del reinado, debió de ser, como las dos
anteriores, una operación de castigo más que una misión bélica planificada. He puesto mi frontera
más allá de mis padres; he aumentado lo que me legaron. Soy un rey que habla y ejecuta; lo que
mi corazón concibe es lo que ocurre por mi mano".
A continuación expone sus victorias frente a los kushitas, reprochándoles que rehúyan el combate
cuerpo a cuerpo y sólo ataquen posiciones egipcias cuando éstas se hallan momentáneamente
despobladas.
El faraón posiblemente murió justo después de esta última expedición, puesto que los estudiosos
suponen que su reinado duró entre 17 y 19 años
Respecto a los cultos privados, como los de Heqaib e Isi en Elefantina y Edfú respectivamente,
parece haber surgido cuando el Primer Período Intermedio se buscó el distanciamiento de las formas
oficiales, favoreciendo pequeñas divinidades locales que con el tiempo cobrarían importancia. El
culto de Heqaib parece haber decaído al inicio del Reino Medio, pero volvió a cobrar importancia
bajo acción del gobernador de Senusert I, Sarenput I, quien en una serie de inscripciones en su
capilla deja sus motivos para erigir un nuevo santuario sin estar respaldado por el monarca, mientras
que este santuario atrajo la atención de algunos reyes como Senusert III o Amenenhat III, el de Isi
parece haber quedado completamente al margen.
Estos santos muestran que en Egipto florecieron cultos que, originariamente creados como
fundaciones piadosas privadas, poco o nada tenían que ver con iniciativas religiosas reales.
Diferentes faraones intervinieron en cultos como los de Khnum, Satet o Anuquet para ciertas
procesiones.
El sucesor de Senusert III, Amenenhat III, fue uno de los más largos y prósperos del Reino
Medio. Libre de conflictos externos, parece haber sido el momento en el que pudieron
disfrutarse plenamente los logros de las reformas económicas y administrativas iniciadas.
Hubo una intensa actividad en la política exterior pero está mal documentada en el interior
del país, pese a la presencia de monumentos del rey a lo largo de todo Egipto se sabe muy
poco de su reinado. Conocemos su especial interés por El-Fayum, donde ordenó construir
diferentes templos, colosos y una de sus dos pirámides: la de Hawara con un célebre
laberinto.
Se concentraron en torno a la capital un gran número de construcciones reales y también
muchas necrópolis privadas, algunas necrópolis provinciales como Meir, Beni Hasan, El-
Bersheh o Siut fueron abandonadas.
Los Papiros de Lahun datan de su reinado, su contenido heterogéneo comprende desde obras
literarias a documentos contables, pasando por obras médicas y matemáticas, entre ellos
también hay textos legales y cartas que ofrecen destellos de la vida cotidiana. En otros
documentos se ve con claridad el uso de la azofra, cartas muestran como tareas asignadas a
ciertos individuos podían ser realizadas por sus familiares si aquellos se ausentaban.
El pulso de la vida diaria egipcia parecía ser controlado por una autoridad lejana más que un
poder real asfixiante, pero el Estado igualmente estaba capacitado para imponer sin cortapisas
su voluntad cuando era necesario, esto lo vemos en las movilizaciones de millares de
trabajadores de diferentes puntos de Egipto en empresas estatales. Los nuevos centros
fundados por la corona con el fin de colonizar determinadas tierras son un ejemplo de hasta
Pirámide de Hawara
(Amenenhat III).
Complejo funerario de
Senusert/Sesostris III.
El urbanismo no seguía los dictados de la autoridad real. Algunas casas se fueron ampliando a
costa de algunas colindantes, las viviendas se fueron adaptando a las exigencias y recursos de
sus ocupantes. También está documentada la adquisición o venta de inmuebles.
El final de XII Dinastía y la XIII Dinastía:
La dinastía terminó con los reinados de Amenenhat IV y la reina Sobeknefru (o
Nefrusobek) que gobernaron nueve y tres años respectivamente. La brevedad de sus reinados
y la circunstancia anómala de una mujer en el trono parecen indicar una falta de herederos al
trono. Ptahnefru, hija de Amenenhat gozó de ciertas prerrogativas reales como el empleo de
cartucho real.
El reinado del rey es conocido por sus actividades en el exterior, no muestra indicios de crisis,
quizás no suceda lo mismo con el de la reina, la interrupción de expediciones en Sinaí o Punt
puede ser signo de la debilidad del Estado o simplemente a la temprana muerte de la reina,
que no dejó ningún heredero.
Tras su desaparición se inició la XIII Dinastía, conocida en tres fases diferentes. La primada
formada por mandatos muy breves, unos diez reyes quizá sólo una o dos décadas, le siguió a
partir del reinado de Sobekhotep II, un segundo de reyes con reinados más largos, activos y
mejor documentados, unos 17 en unas seis décadas de los que sólo dos reinados tuvieron más
de diez años, que concluyó con la muerte de Sobekhotep IV. Tras él, la dinastía fue una larga
sucesión de monarcas, una treintena de vida muy breve.
Los gobernantes de la dinastía XIII no tienen autoridad suficiente, raramente pueden fundar
un linaje, y sus mandatos duran algunos años, o incluso algunos meses. Muchos de ellos son
militares o extranjeros cananeos.
Estos gobernantes a menudo llegan al poder mediante usurpación y raramente consiguen
mandar sobre todo el país, su autoridad era impugnada por otros usurpadores locales. Es
obvio que se cuestionara incluso el derecho de sucesión.
En esta etapa comenzó el Segundo Período Intermedio al dividirse Egipto en dos dinastías:
una nueva de origen extranjero gobernando el Delta, la XIV Dinastía, y la XIII Dinastía que
mantuvo el control de Menfis y el Alto Egipto hasta la subida al poder de los hyksos, XV
Dinastía.
Durante la XIII Dinastía la capital permaneció en Itji-Tawy y el aparato administrativo central
se mantuvo relativamente estable. Aunque estelas y monumentos privados apenas incluyen
menciones a faraones, documentación administrativa muestra que el grado de autoridad no
cambió respecto a la XII Dinastía.
Documentos muestran una administración y economía bien organizadas. El Estado debió de
mantener una amplia autoridad, el rollo de cuero Berlín 10470, mal conservado y confuso,
relata la intervención de la oficina del visir para declara a cierta sirvienta como propiedad de
un individuo, demostrando la eficiencia y alcance de las instituciones centrales en la vida
privada.
Los asentamientos asiáticos dieron lugar a una nueva realidad étnica.
A esta población asiática se la denomina “los hyksos”, el término representa “gobernantes
extranjeros”. No hay un origen étnico único en los hicsos: se conformó fundamentalmente de
inmigrantes de las regiones de Canaán y Siria, también de hurritas al menos en sus
tradiciones. Durante este período los nuevos soberanos no interrumpieron las costumbres
egipcias, y en muchos casos las tomaron como propias. La mayoría eran comerciantes
emigrados por el desplome de los mercados tradicionales de Biblos y Meggido; su gran
expansión territorial, no se debió a una conquista militar, sino a razones comerciales, y su
presencia en puntos tan alejados como Cnosos, Bogazkoy, Bagdad, Canaán, Gebelein, Kush y
el sur de la península ibérica, se debe a razones comerciales y económicas, no a la existencia
de un gran imperio hicso.
Los hyksos se harían con el poder de Avaris, escindiéndose de la autoridad de un Egipto ya
fragmentado.
La política exterior:
Nubia: La política egipcia en Nubia puede resumirse en tres etapas: conquista, ocupación y
abandono. Se iniciaron durante el reinado de Mentuhetep II, en inscripciones rupestres en
Abisko se menciona una campaña militar egipcia que parece haber fracasado en un intento de
conquista; es posible que la Baja Nubia estuviera gobernada por una serie de reyes con
iconografía y titulaturas similares a las egipcias.
La región debió ser independiente durante toda la XI Dinastía. Solo a partir de los últimos
años de Amenenhat I y durante Senusert I tuvieron éxito las iniciativas egipcias de
conquista, en el último año del primero y en el decimoctavo de su hijo lograron apoderarse de
toda la región hasta más allá de Buhen, su avance estuvo acompañado por la creación de
fortalezas en Ikkur, Kubban, Anina, Buhen, Kor y Mirguissa.
La conquista de esta zona debió tener como fin la explotación de diferentes recursos
minerales como el oro, el gneis anortosítoco, la cornatina, además del acceso a numerosos
exótica africanos. A esos objetivos iniciales se les suman los castillos, un objetivo político,
estos protegían a Egipto y sus conquista de la población de la Alta Nubia que desde Senusert
I aparecen como “Kush la derrotada”.
En los textos de execración se muestra la preocupación por Kush, éstos eran listas que
recogían los nombres de tierras, etnias y personajes, eran escritas sobre figurillas destinadas a
ser destruidas en actos de magia simpática.
Tras la muerte de Senusert I sus sucesores incrementaron el número y sofisticación de las
fortalezas. Con Senusert II se adoptó la guerra abierta, tomaron parte de Batn el-Haggar (“el
vientre de las piedras”), un tramo del Nilo especialmente árido y rocoso, la frontera natural
entre Alta y Baja Nubia. Tras once años logró conquistar 50km.
Se crearon seis nuevas fortalezas en Askut, Shalfak, Uronarti, Semna Norte, Kumma y Semna
Sur. Esto habla de grandes dificultades de los egipcios frente a su poderoso vecino, Kush.
Las reformas de Senusert III pueden deberse a una necesidad de reestructurar los recursos
ante el poder creciente de Kush para intentar dirigir los recursos a anular la amenaza.
Los egipcios parecen haber ocupado la región de la población indígena denominada Grupo C,
hay presencia de materiales egipcios en tumbas y asentamientos de esta gente.
Hubo contactos con poblaciones del desierto oriental denominadas Pan-Grave, tal vez haya
que identificarlas con los medjaiu de fuentes egipcias. Documentación sobre ellos se conoce
desde el Reino Antiguo, pero su cultura material está presente sólo desde el Reino Medio.
Los denominados Despachos de Semna, un conjunto de mensajes intercambiados entre varias
fortalezas hallados en una tumba tebana, describen el control férreo que los egipcios
mantuvieron sobre estas gentes y la población nubia en general y también los motivos de
entrada de ellos en Egipto, que como los asiáticos, obedecen a fines comerciales y de mejorar
su calidad de vida. Estos documentos, la sofisticación de los sistemas defensivos y el hallazgo
de diferentes materiales en fortalezas egipcias (como improntas de sellos) prueban cuán
complejo y eficiente fue la Administración.
Los contactos con Kush durante la parte final del XII Dinastía, pese a estar marcados por la
guerra y el conflicto, debieron de basarse en gran medida en la diplomacia y en el comercio,
prueba de ello es la estela erigida por Senusert III en Semna Norte que regula los contactos
comerciales entre ambos Estados, el documento está fechado en una época de hostilidades,
mostrando que incluso en el momento en que las relaciones eran más tensas, existieron
contactos comerciales.
Asia: Con este término se entiende el espacio comprendido entre el extremo oriental del
Delta del Nilo y el norte de Siria.
Los contactos incluyen actividades comerciales, diplomáticas, contactos indirectos y, en
menor medida, explotación directa.
El Sinaí fue sin duda el área con la que los faraones tuvieron contactos más estrechos, hubo
un culto a Mentuhetep II en esta zona, este faraón retomó la explotación de las minas de
turquesa y cobre. Es posible que Mentuhetep IV enviara expediciones también, como sugiere
una inscripción en Ayn es-Sukhna.
En la Dinastía XII se encuentran claras evidencias de presencia egipcia en la zona, a
excepción de Sobeknefru todos los reyes explotaron la región. Bajo Amenenhat III y IV las
visitas a la península se incrementaron enormemente, con el primero hubo 28 misiones, con
su sucesor cuatro. Esto debió de obedecer a un aumento en la demanda de turquesa y cobre en
la corte.
Las actividades se interrumpieron al morir Amenenhat IV.
Los contactos con áreas más al norte como Palestina, Líbano o Siria son peor conocidos.
Es posible que durante el Primer Período Intermedio parte del Delta fuese ocupada por
poblaciones asiáticas atraídas por un territorio fértil, dando lugar a una creciente ocupación de
esa zona. Este hecho aparece mencionado en Las enseñanzas para Merikare o La profecía de
Neferti, esta última, ambientada en el reinado de Esnefru (Dinastía IV) advierte sobre que hay
que construir fortalezas para repeler a los asiáticos. Debían regular la entrada masiva de
población extranjera dentro de sus fronteras. En La historia de Sinuhé el protagonista
consigue burlar el sistema fronterizo cruzándolo de noche.
Con la XII Dinastía esta población incrementó, es probable que los egipcios los reclutaran
como trabajadores agrícolas y domésticos, así como los conflictos políticos con Asia dieron
lugar a una egipcianización de la sociedad levantina. Desde Amenenhat III en el Sinaí
aparece la llamada escritura protosinaítica, una apropiación local de signos jeroglíficos
egipcios. En Biblos también se dieron fenómenos de sincretismo religioso, las diosas locales
se identificaron con la egipcia Hathor. En toda Asia élites y el resto de la población
adoptaron elementos iconográficos y artísticos que, ya desde antes, se habían difundido por la
región .
Durante esta dinastía los contactos se centraron en la zona libanesa, quedando Palestina en
segundo plano. La preferencia por el Líbano pudo obedecer al deseo egipcio por contactar
con determinadas redes comerciales y acceder a productos como diferentes aceites, maderas,
lapislázuli o plata, que los centros urbanos de Palestina quizás no eran capaces de ofrecer en
grandes cantidades o de forma continuada.
En Palestina las expediciones de Senusert III habrían alcanzado una localidad que habría que
identificar con la bíblica Siquem, en la región de Samaria.
Biblos desempeñó un importante papel en los contactos levantinos con Egipto, excavaciones
en Beirut y sobre todo en Sidón muestran que la presencia egipcia en diferentes ciudades
portuarias pudo ser más intensa de lo que se piensa.
Pese a la imposibilidad de identificar topónimos y materiales citados en las inscripciones del
texto biográfica de un tal Khnumhetep (miembro de una familia de nomarcas integrada en la
corte que se vio envuelto en un conflicto entre Biblos y Ullaza) (págs. 264 y 265), se muestra
que los contactos exteriores dieron lugar a una gran variedad de intercambios, los peor
conocidos son los diplomáticos.
Se hallaron objetos de lujo, regalos, con los nombres de Amenenhat III y IV que fueron
hallados en dos tumbas reales de Biblos, o de las estatuas y vasos de piedra egipcios
exhumados en algunos centros de la región, estas aegyptiaca han de verse como el resultado
de intercambios de luxuria entre las diferentes cortes con el fin de reforzar sus lazos de unión.
Durante la XIII Dinastía los contactos con el Levante se intensificaron aún más, tal como se
observa en la cultura material. El puerto palestino de Ascalón pudo servir como un nodo
comercial.
Durante esta dinastía se observa en Lisht, probablemente un bario de la capital Itji-Tawy, un
importante incremento de cerámicas de formas cananeas.
Los desiertos y las poblaciones libias: De los dos desiertos, el que debió acaparar mayor
interés fue el oriental. La explotación de esa región, rica en recursos minerales (grauvaca,
amatista, cobre, galena u oro) e importante estratégicamente para el envío de expediciones al
Sinaí o a Punt, parece haber sido iniciada sólo a partir del reinado de Mentuhetep III.
Las numerosas inscripciones dejadas por las expediciones egipcias en la zona a lo largo de las
Dinastías XI y XII, así como diferentes restos materiales hallados en él ofrecen datos muy
interesantes sobre la composición y organización de las expediciones y, también, de otros
aspectos como la vida cotidiana o las creencias religiosas de sus miembros.
Senusert I envió tres o quizás cuatro expediciones formadas en dos ocasiones por varios
millares de participantes, en el año 38 la cifra, si nos fiamos de fuentes egipcias, es de 18.000
individuos. No sólo se ve reflejada la gran autoridad del Estado sobre sus súbditos, sino
también como ya se ha visto, la búsqueda de la implicación de buena parte de la población
egipcia en los proyectos estatales dirigidos por y para el rey.
Durante el reinado de Amenenhat III y en menor medida en el de Amenenhat IV se
observan numerosas iniciativas en este desierto, durante el reinado del primero, por ejemplo,
hay constancia de la explotación del Sinaí y las minas de cobre en el puerto de Ayn Sukhna,
las minas de galena de Gebel ez-Zeit, de las canteras de grauvaca del Wadi Hammamat o de
las minas de amatista de Wadi el-Hudi. Tales intervenciones también cesaron con
Sobeknefru, restableciéndose durante uno de los reinados más dinámicos de la XIII Dinastía,
el de Sobekhotep IV.
La presencia egipcia en el desierto occidental a lo largo de todo el Reino Medio es peor
conocida. Se documentan actividades de vigilancia y en la zona de la Tebaida probablemente
también religiosas. Más al oeste de esa región, las evidencias proceden sobre todo de los
oasis, especialmente de los de Daklha-Kharga y Bahariya. El primero parece haber sido
ocupado ya durante la XI Dinastía, bajo la XII Dinastía hay pruebas de la presencia de
gobernadores, finalmente se sabe que en la XIII Dinastía tanto Bahariya como Dakhla-Kharga
permanecieron ocupadas.
Estos oasis, así como Wadi Natrun, debieron ser importantes áreas agrícolas relacionadas con
la producción vitivinícola.
El cuento de El campesino elocuente incluye un amplio repertorio de productos, que el
protagonista lleva a Egipto y que permite ver como estas regiones eran económicamente
complementarias al valle.
La documentación sobre los libios es aun peor conocida, bajo ese término los historiadores
han agrupado dos etnónimos egipcios: tjehenu y tjemehu, siendo posible que ambos
designaran a una misma etnia cuya subsistencia para haberse basado en la ganadería, pero hay
ausencia de evidencias arqueológicas. Su ausencia además en listas de execración sugiere que
no presentaban una amenaza para los egipcios
Punt: Como en el caso de los libios, el conocimiento es muy limitado, se desconoce el lugar
o lugares que se identificaron con esta región. Lo único seguro es que era un espacio que
producía o comercializaba con los exótica.
Los contactos entre Egipto y este ámbito comercial dependieron de la capacidad del Estado
egipcio para, desde el valle del Nilo hasta el Mar Rojo, transportar naves desmontadas, volver
a ensamblarlas y, por supuesto, fletarlas, esta operación era costosísima y sólo podía ser
ejecutada en tiempos de prosperidad.
Los contactos terminaron a fines del Reino Antiguo pero se retomaron con Mentuhetep III y
Senusert I. Antes que de estos reyes enviaran sus misiones hay pruebas de que el antiu siguió
llegando tanto al reino tebano como al heracleopolitano, señalando la existencia de
intercambios mediante intermediarios, probablemente los medjau.
A partir de Senusert I y a lo largo de toda la XII Dinastía, al menos Amenenhat IV
inclusive, hay constancia del envío desde la rada de Mersa Gawasis de misiones a Punt y en
menor medida al Sinaí. En la altura de Tebaida, excavaciones revelan que la presencia en el
lugar de trazas de obsidiana, ébano y cerámicas yemeníes y eritreas confirma la sospecha de
que Punt era un importante actor comercial en el ámbito afro-árabe.
Punt fue un elemento de fascinación y de atracción en el imaginario egipcio de este período
tal y como demuestra por ejemplo El cuento del náufrago, inspirado en parte en las
evocaciones de esta tierra, o la aparición del topónimo en diferentes composiciones religiosas.
Esta fascinación se debe al carácter remoto y emplazamiento oriental de Punt.
El espacio egeo, Chipre y Anatolia: Los contactos con esta región son el aspecto peor
conocido.
El topónimo Keftiu, es identificado con Creta, hubo una existencia de relaciones bilaterales
entre ambas.
La presencia de aegyptiaca y de influencias artísticas en Creta y el hallazgo de cerámicas
minoicas en Egipto demuestran estos contactos. Estos datos no permiten precisar cómo y
dónde tuvieron lugar esos contactos, que pudieron ser directos o indirectos.
Los intercambios con Chipre y Anatolia también son mal conocidos. En Egipto han aparecido
algunas cerámicas chipriotas y objetos de plata del Asia Menor o Grecia. Un ejemplo de la
dificultad que supone reconstruir esto es el Tesoro de Tod, hallado en 1936 dentro de cuatro
cajas de metal con el nombre de Amenenhat II emplazadas bajo los cimientos de un templo
del Reino Medio en el área de la Tebaida, en su interior se hallaron objetos de plata como
anillos y lingotes y diferentes elementos de lapislázuli procedentes de la región del
Badakhstán (Afganistán).
Se piensa que el tesoro podría ser un regalo que recibió la corte egipcia y por motivos
desconocidos pudo ser depositado bajo ese santuario. El metal de los lingotes podría proceder
de Grecia, mientras que la plata de las copas procedería de esa zona o de la Tróade o de la
cordillera del Tauro.
Más difícil aún resulta establecer el modo en que el tesoro llegó a Egipto. Con todas sus
incertidumbres y misterios, este tesoro muestra hasta qué punto el Mediterráneo oriental
había desarrollado durante el Bronce Medio una compleja red de intercambios en la que
Egipto fue un importante actor económico, pese a que su presencia apenas quede constatada
en los archivos de esa época en el Levante.