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TALLER DE COMUNICACIÓN Y ESTILO 2021

DESCRIPCIÓN
DESCRIBIR
• Describir es representar algo de modo cabal.
El escritorio era grande, más cuadrado que rectangular, con
dos hileras de cajones a ambos costados. Estaba hecho con
madera de cedro y pintado con barniz transparente. Lo
resguardaba un grueso vidrio doble, biselado, debajo del cual
lucía fotos de su esposa, sus hijos y sus nietos.

• Describir expresivamente es representar algo desde la


subjetividad de nuestra mirada.
El escritorio era grande, en el espacio que dejaban las dos
hileras de los cajones cabían cómodamente sus piernas. La
madera olía a herencia (yo adivinaba que, algún día, el
legado me correspondería). Lo resguardaba un grueso vidrio
lo suficientemente diáfano para que titilaran las miradas
inmóviles de los seres que más amaba.
RECURSOS PARA DESCRIBIR
• La adjetivación permite describir efectiva y
creativamente.
 Perdimos ante un equipo inferior.
 Perdimos ante un equipo miserable.

• Las figuras de expresión dotan a la descripción


de originalidad.
 El rostro del animal era de una maligna
inocencia. (oxímoron)
 Aquella playa en verano era un plato de
sancochado. (metáfora)
EJERCICIOS

• Propón tres adjetivos para los siguientes referentes.


 una manzana (peso, movimiento, oído)
 una paloma (carácter, textura, olfato)
 un curso (color, gusto, forma)

• Mediante dos figuras de expresión, adorna tu


descripción.
 el tráfico de Lima
 una combi
 un reloj
Platillos
Un soldado en cuyo pecho
resaltaban los botones dorados
del uniforme, golpeaba los
discos. Yo no sabía que tenían
un nombre tan escaso,
“platillos”. Los chocaba a veces
con furia; los hacía estallar y
me parecía extraño que no
saltaran de esos golpes, por el
filo de los discos, culebrillas de
fuego. Los miraba, a ratos,
atentamente, esperando.
(p. 158)

 Arguedas, J. M. (2011). Yawar mayu. En Los


ríos profundos (pp. 153-185). Lima: Editorial
Horizonte.
Ovejita
La guacha ha crecido un tanto y es
una verdadera estampa de belleza
perfecta y linda. Blanca y de finísima
lana. Orejitas delicadas y advertidas
para la mínima de las sorpresas que
suelen campanear en los campos,
especialmente en las noches. Ojos
vivísimos como dos perlitas
especialmente buriladas por manos
de artífice. Un rabito como puntero
de un haz de hilos de seda, cortado
a menos de “a raíz”. Finos cascos
brillosos. Y una voz de claridad triste
y penetrante, voz de aquella tierra
enorme y ni siquiera imaginada. (p.
31)

 Garrido, J. (1958). La guacha. Lima: Editorial Juan


Mejía Baca.
Pinkuyllu
Pinkuyllu es el nombre de la quena gigante que tocan los
indios del sur durante las fiestas comunales. El pinkuyllu no se
toca jamás en las fiestas de los hogares. Es un instrumento
épico. No lo fabrican de caña común ni de carrizo, ni siquiera
de mámak’, caña selvática de grosor extraordinario y dos
veces más larga que la caña brava. […] No hay caña natural
que pueda servir de materia para un pinkuyllu; el hombre tiene
que fabricarlo por sí mismo. […] Extrae el corazón de las
ramas del huaranhuay, luego lo curva al sol y lo ajusta con
nervios de toro. No es posible ver directamente la luz que entra
por el hueco del extremo inferior del madero vacío, sólo se
distingue una penumbra que brota de la curva, un blando
resplandor, como el del horizonte en que ha caído el sol. (p.
67)
 Arguedas, J. M. (2011). Zumbayllu. En Los ríos profundos (pp. 66-88). Lima: Editorial Horizonte.
DESCRIPCIÓN DE PERSONAJES
• Para describir personas, debemos balancear los rasgos físicos y
los psicológicos.

 Aquellos tiempos se llevaba Química en tercero y, precisamente,


la primera clase era con él. Era tan chato que no llegaba a la
parte alta de la pizarra (yo diría que ni a la mitad). Sus dedos eran
amarillentos gracias al efectivo tinte del tabaco, aunque él atribuía
su condición al abuso de la tiza. Su voz, por eso, era áspera: un
esmeril que pulía cada elemento químico mencionado.

 Aquellos tiempos se llevaba Química en tercero y ya su fama era


proverbial. Tuvimos la aciaga fortuna de tener la primera clase
con él. De reojo, nos escrutaba con su mirada venenosa,
intrigante, vamos, diabólica. Rebuscaba en nuestras almas y en
nuestros semblantes un mínimo atisbo, una mínima imperfección,
un mínimo gesto para asestar su letal picadura: un apodo para la
posteridad.
El Viejo - perspectiva del niño protagonista
Infundía respeto, a pesar de su
anticuada y sucia apariencia. Las
personas principales del Cuzco lo
saludaban seriamente. Llevaba
siempre un bastón con puño de oro;
su sombrero, de angosta ala, le
daba un poco de sombra sobre la
frente. Era incómodo acompañarlo,
porque se arrodillaba frente a todas
las iglesias y capillas y se quitaba el
sombrero en forma llamativa
cuando saludaba a los frailes.
(p. 9)

 Arguedas, J. M. (2011). El Viejo. En Los ríos profundos


(pp. 9-27). Lima: Editorial Horizonte.
Los Yamunaqué - perspectiva del narrador

En la tristeza de esa choza vivía Yamunaqué con su


mujer. Sentados durante el día junto a la cocina, y
afuera en las noches, si la luna embrujaba los
campos, rumiaban su pena silenciosa. Cúmulo de
presagios revoloteaban alrededor de sus almas
atormentadas. Y de esto hacía ya dos meses. De
conocer la coca, como sus hermanos andinos, se
habrían consolado chacchándola. De vez en cuando
se escapaba de sus bocas desdentadas un
monosílabo envuelto en suspiros. (p. 67)

 Vegas, F. (1958). Taita Dios nos señala el camino. En Los mejores cuentos peruanos
[Vol. 2] (pp. 67-77). 2ª ed. Lima: Editora Latinoamericana S. A.
DESCRIPCIÓN DE LUGARES
• Para los lugares, un buen punto de partida es describirlos
desde los recuerdos o las sensaciones.

 Huch’uy Qosqo significa «Cusco pequeño» y, la verdad,


de pequeño tenía poco. Para llegar, se subía desde
Lamay. Nunca «subir » sería un verbo menos metafórico
porque la cuesta era casi vertical. A duras penas,
vencimos cada zigzag. Tres lomadas agotadas escondían
los edificios. El cansancio fue reemplazado por el
asombro: ese pequeño Cusco era un auténtico portento
que podía competir en belleza con el «grande». Los
muros eran colosales; los recintos, geométricos. La
ausencia de luz dejaba observar los designios estelares.
Toda la ciudad conservaba el murmullo de sus ancestrales
habitantes.
Paisaje de puna
Los árboles fueron
empequeñeciéndose a
medida que la cuesta
ascendía. El caminejo
comenzó a jadear trazando
curvas violentas, entre
cactos de brazos escuetos,
achaparrados arbustos y
pedrones angulosos. Los
dos caballos resoplaban y
sus jinetes habían callado.
(p. 37)

 Alegría, C. (1963). La ofrenda de piedra. En


Duelo de caballeros (pp. 35-52). Lima:
Populibros Peruanos.
La choza de Yamunaqué
De pájaro bobo, totoras y dorados carrizos, con una costra
de barro en el tejado, era la casa de Manuel Yamunaqué.
Junto a la entrada dormía todo el tiempo un perro que
apenas podía ladrar, y sobre tabancos de algarrobo se
deshojaban, al viento del sur, unas plantas de
buenastardes y jazmines, en el corral balaban de hambre
varias cabras de fláccidas ubres, indiferentes a las
exigencias de un macho cabrío tan grande, cornudo y
hediondo como el que representa al diablo en el medioevo.
Dos burros bajo un algarrobo masticaban hojas secas; y en
el chiquero, un puerco gruñón y voraz, perdía carnes entre
lodo podrido. (p. 67)

 Vegas, F. (1958). Taita Dios nos señala el camino. En Los mejores cuentos peruanos [Vol. 2]
(pp. 67-77). 2ª ed. Lima: Editora Latinoamericana S. A.
El parque de Patibamba
El parque de Patibamba estaba mejor cuidado y era más
grande que la Plaza de Armas de Abancay. Árboles frondosos
daban sombra a los bancos de piedra. Rosales y lirios
orillaban las aceras empedradas del parque. La casa tenía
arquería blanca, un corredor silencioso con piso de losetas
brillantes y grandes ventanas de rejas torneadas. La huerta
de la hacienda se perdía de vista, sus sendas estaban
bordeadas de flores, y de plantas de café. En una esquina de
la huerta había una pajarera alta; su cúpula llegaba hasta la
cima de los árboles. La jaula tenía varios pisos y encerraba
decenas de jilgueros, de calandrias y otros pájaros. La casa-
hacienda aparecía rodeada de muros blanqueados. Una reja
de acero protegía el arco de entrada. (p. 43)

 Arguedas, J. M. (2011). La hacienda. En Los ríos profundos (pp. 42-46). Lima: Editorial Horizonte.
EVITAR

• Evitar la repetición ociosa de construcciones que


no generan expresividad llamadas lugares
comunes.
Eres la luz que ilumina mi vida.

• Evitar la redundancia.
Era un camino difícil, complicado y arduo.

• Evitar el abuso de las figuras de expresión.

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