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CURSO DE

ECLESIOLOGÍA

3.- ECLESIOLOGÍA DEL


VATICANO II

D.- LAICOS, PASTORES Y


RELIGIOSOS EN LA
IGLESIA
INTRODUCCIÓN
A LA CONSTITUCIÓN LUMEN GENTIUM

• Capítulo 1.- El Misterio de la Iglesia (1-8).


• Capítulo 2.- El Pueblo de Dios (9-17).
• Capítulo 3.- Constitución jerárquica de la Iglesia – Episcopado (18-29).
• Capítulo 4.- Los Laicos (30-38).
• Capítulo 5.- Universal vocación a la santidad (39-42).
• Capítulo 6.- Los Religiosos (43-47)
• Capítulo 7.- Índole escatológica de la Iglesia (48-51)
• Capítulo 8.- La Virgen María en el misterio de Cristo y la Iglesia (52-69)
• (Notificaciones y Nota Explicativa Previa)
LG 27,1 – OFICIO DE REGIR - 1
• Los Obispos rigen como vicarios y legados de Cristo las Iglesias
particulares que se les han encomendado, con sus consejos, con sus
exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y con su
potestad sagrada, que ejercitan únicamente para edificar su grey en la
verdad y la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de
hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor
(cf. Lc., 22,26-27).
• Esta potestad que personalmente poseen en nombre de Cristo, es propia,
ordinaria e inmediata, aunque el ejercicio último de la misma sea regulada
por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la Iglesia o
de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos límites.
• En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y ante
Dios el deber de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular
todo cuanto pertenece al culto y organización del apostolado.
LG 27,3 – OFICIO DE REGIR - 2
• El Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre ante los
ojos el ejemplo del Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt., 20,28; Mc.,
10,45); y a entregar su vida por sus ovejas (cf. J., 10, 11).
• Sacado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los
ignorantes y de los errados (cf. Hebr., 5,1-2). No se niegue a oír a sus súbditos, a los que
como a verdaderos hijos suyos abraza y a quienes exhorta a cooperar animosamente con
él.
• Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf. Hebr., 13,17), trabaje con la
oración, con la predicación y con todas las obras de caridad por ellos y también por los que
todavía no son de la única grey; a éstos téngalos por encomendados en el Señor.
• Siendo él deudor para con todos, a la manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar a
todos (cf. Rom., 1,14-15) y no deje de exhortar a sus fieles a la actividad apostólica y
misionera.
• Los fieles, por su lado, deben estar unidos a su Obispo como la Iglesia lo está con Cristo y
como Cristo mismo lo está con el Padre, para que todas las cosas armonicen en la unidad
y crezcan para la gloria de Dios (cf. 2 Cor., 4,15).
LG 28,1A – LOS PRESBÍTEROS - 1
• Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn., 10,36), ha hecho
participantes de su consagración y de su misión a los Obispos por medio de
los apóstoles y de sus sucesores.
• Ellos han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso
grado a diversos sujetos en la Iglesia. Así, el ministerio eclesiástico de
divina institución es ejercitado en diversas categorías por aquellos que ya
desde antiguo se llamaron Obispos presbíteros, diáconos.
• Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio
de su potestad dependen de los Obispos, con todo están unidos con ellos
en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden, han sido
consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la
imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (Hch., 5,1-10; 7,24; 9,11-28),
para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto
divino.
LG 28,1B – LOS PRESBÍTEROS - 2
• Participando, en el grado propio de su ministerio del oficio de Cristo, único Mediador (1
Tim., 2,5), anuncian a todos la divina palabra.
• Pero su oficio sagrado lo ejercitan, sobre todo, en el culto eucarístico o comunión, en el
cual, representando la persona de Cristo, y proclamando su Misterio, juntan con el
sacrificio de su Cabeza, Cristo, las oraciones de los fieles (cf. 1 Cor., 11,26),
representando y aplicando en el sacrificio de la Misa, hasta la venida del Señor, el único
Sacrificio del Nuevo Testamento, a saber, el de Cristo que se ofrece a sí mismo al Padre,
como hostia inmaculada (cf. Hebr., 9,14-28).
• Para con los fieles arrepentidos o enfermos desempeñan principalmente el ministerio de la
reconciliación y del alivio.
• Presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles (cf. Hebr., 5,1-4). Ellos,
ejercitando, en la medida de su autoridad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reúnen la
familia de Dios como una fraternidad, animada y dirigida hacia la unidad y por Cristo en el
Espíritu, la conducen hasta Dios Padre.
• En medio de la grey le adoran en espíritu y en verdad. Se afanan finalmente en la palabra
y en la enseñanza, creyendo en aquello que leen cuando meditan en la ley del Señor,
enseñando aquello en que creen, imitando aquello que enseñan
LG 28,2-3 – LOS PRESBÍTEROS - 3
• Los presbíteros, como próvidos colaboradores del orden episcopal, como ayuda e
instrumento suyo llamados para servir al Pueblo de Dios, forman, junto con su Obispo, un
presbiterio dedicado a diversas ocupaciones.
• En cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al Obispo con quien están
confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud
pastoral y la ejercitan en el diario trabajo. Ellos, bajo la autoridad del Obispo, santifican y
rigen la porción de la grey del Señor a ellos confiada, hacen visible en cada lugar a la
Iglesia universal y prestan eficaz ayuda a la edificación del Cuerpo total de Cristo.
• Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, procuran cooperar en el trabajo
pastoral de toda la diócesis y aun de toda la Iglesia. Los presbíteros, en virtud de esta
participación en el sacerdocio y en la misión, reconozcan al Obispo como verdadero padre
y obedézcanlo. El Obispo, por su parte, considere a los sacerdotes como hijos y amigos,
tal como Cristo a sus discípulos ya no los llama siervos, sino amigos.
• Todos los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, por razón del orden y del
ministerio, están adscritos al cuerpo episcopal y sirven al bien de toda la Iglesia según la
vocación y la gracia de cada cual. En virtud de la común ordenación sagrada y de la
común misión, los presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraternidad, que debe
manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto
pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida de trabajo y de caridad.
COOPERADORES DE LOS OBISPOS
• El Concilio no dice que los grados de Obispo, Presbíteros y Diáconos sea de
"institución divina", sino que el "Ministerio Eclesiástico es de institución divina, y que
este ministerio desde antiguo (finales del Siglo I) es ejercido, en diversos órdenes, por
los Obispos y por sus “colaboradores”, los Presbíteros y Diáconos.
• De los Presbíteros se afirma, positivamente, que ellos han sido consagrados como
"verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento", para ejercitar el Triple Oficio de Cristo
en el interior de la comunidad cristiana, es decir para, en ella, predicar el Evangelio,
celebrar el culto divino y apacentar a los fieles.
• Sin embargo, al mismo tiempo que el Concilio afirma tajantemente que a los
Presbíteros les ha sido encomendado el "sacerdocio ministerial" (es decir el hacer
sacramentalmente presente a Cristo en el interior de la comunidad cristiana), también
es tajante en afirmar que los Presbíteros no tienen "la cumbre del pontificado", y
explica ello señalando que ellos "dependen de los Obispos en el ejercicio de su
Potestad" y son "próvidos cooperadores del Orden Episcopal, y ayuda e instrumento
suyo".
PARTÍCIPES EN EL MINISTERIO
• Aquí podemos vislumbrar la interrelación que hay entre la Colegialidad Episcopal,
la subordinación de los Presbíteros a los Obispos, y la colegialidad del Presbiterio.
• Los Obispos pueden ejercer su ministerio sólo en cuanto están insertos en el
Colegio Episcopal, y los Presbíteros sólo en cuanto son asociados por los Obispos
a su ministerio; de esta manera se conserva la unidad del Ministerio en la Iglesia.
• Precisamente debido a esto los tres grados del Sacramento del Orden (o "del
Ministerio") constituyen un solo sacramento, pues el "ministerio" es sólo uno:
anunciarlo a Cristo; y por ello debe reinar en los ministros de la Iglesia armonía y
unidad.
• El modo más típico y básico cómo los Presbíteros colaboran con el Obispo, es
tomando a su cargo el cuidado pastoral de una "congregación local de fieles"; en
esa comunidad, los presbíteros "representan al Obispo", "bajo su autoridad
santifican y rigen esa porción de la grey del Señor", "en cada lugar hacen visible la
Iglesia Universal" y así "colaboran en la edificación del Cuerpo de Cristo".
PRESBITERIO Y FAMILIA DIOCESANA
• Cuando en el Decreto sobre el Oficio Pastoral de los Obispos (cfr. CD 28,1 a-b) se
indica respecto a los sacerdotes diocesanos que ellos con su Obispo constituyen
"un sólo presbiterio y una sola familia", no se quiere excluir a los sacerdotes
religiosos del Presbiterio de la Diócesis, pero sí indicar que, de suyo, los
sacerdotes religiosos tienen como familia sus respectivas comunidades, y que el
Obispo debe por tanto tener especial cuidado por los sacerdotes diocesanos, de
tal forma que constituyan realmente "una familia, cuyo padre es el Obispo".
• La dependencia de los presbíteros, respecto a los Obispos, en el ejercicio del
ministerio, no hay que entenderla como una relación de dependencia "laboral",
sino de comunión familiar. Las normas jurídicas no deben ocultar esta realidad,
sino mas bien permitir que ella se exprese del modo más claro y armónico posible.
Este espíritu de comunión familiar debe ponerse de manifiesto en la fraternidad
que debe existir entre todos los presbíteros, al saberse unidos por una misma
ordenación y una misión, como colaboradores del "orden episcopal", donde sea
que ellos se encuentren.
LG 28,4-5 – LOS PRESBÍTEROS - 4
• Respecto de los fieles, a quienes con el bautismo y la doctrina han engendrado
espiritualmente (cf. 1 Cor., 4,15; 1 Pe., 1,23), tengan la solicitud de padres en Cristo.
Haciéndose de buena gana modelos de la grey (1 Pe., 5,3), así gobiernen y sirvan a
su comunidad local de tal manera que ésta merezca llamarse con el nombre que es
gala del Pueblo de Dios único y total, es decir, Iglesia de Dios (cf. 1 Cor., 1,2; 2 Cor.,
1,1).
• Acuérdese que con su conducta de todos los días y con su solicitud muestran a fieles
e infieles, a católicos y no católicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y
pastoral y que deben, ante la faz de todos, dar testimonio de verdad y de vida, y que
como buenos pastores deben buscar también (cf. Lc., 15,4-7) a aquellos que,
bautizados en la Iglesia católica, han abandonado, sin embargo, ya sea la práctica de
los sacramentos, ya sea incluso la fe.
• Como el mundo entero tiende, cada día más, a la unidad de organización civil,
económica y social, así conviene que cada vez más los sacerdotes, uniendo sus
esfuerzos y cuidados bajo la guía de los Obispos y del Sumo Pontífice, eviten todo
conato de dispersión para que todo el género humano venga a la unidad de la familia
de Dios.
LG 29,1 – LOS DIÁCONOS - 1
• En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la
imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio.
• Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el Obispo y su
presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la
palabra y de la caridad. Dedicados a los oficios de caridad y administración,
recuerden los diáconos el aviso de San Policarpo: "Misericordiosos,
diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se
hizo servidor de todos".
• Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare,
la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la
Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios,
llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles,
instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles,
administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios.
LG 29,2 – LOS DIÁCONOS - 2
• Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vigente
en la Iglesia latina, en muchas regiones no hay quien fácilmente
desempeñe estas funciones tan necesarias para la vida de la
Iglesia, se podrá restablecer en adelante el diaconado como
grado propio y permanente en la jerarquía.
• Tocará a las distintas conferencias episcopales el decidir,
oportuno para la atención de los fieles, y en dónde, el establecer
estos diáconos.
• Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado se
podrá conferir a hombres de edad madura, aunque estén
casados, o también a jóvenes idóneos; pero para éstos debe
mantenerse firme la ley del celibato
LAS TAREAS DIACONALES TRADICIONALES

• Cuando el Concilio indica que los Diáconos reciben el Sacramento del


Orden "no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio" se refiere
en concreto a la participación histórica de los "ministros" de la Iglesia en
la celebración eucarística; dos de estos ministros, el Obispo y el
Presbítero, desempeñaban funciones mas bien "sacerdotales", mientras
que el diácono simplemente los "ayudaba" a ejercer ese ministerio.
• En otras palabras, mientras los Obispos ejercen su ministerio al presidir
la comunidad que les ha sido confiada, y los presbíteros cooperan con
los obispos en esta tarea de pastores de la Iglesia; los diáconos, pese a
participar del "sacerdocio jerárquico" o del "ministerio eclesiástico", no
presiden una comunidad cristiana, sino actúan como "ayudantes de los
sacerdotes de la Iglesia" en las tareas que ellos les encomienden.
SACERDOTALIZACIÓN DEL
DIACONADO
• Cuando el Concilio describe en concreto las funciones del Diácono, señala que le
corresponde presidir la administración de los Sacramentos del Bautismo y del
Matrimonio, distribuir la Eucaristía y llevarla a los enfermos, instruir al pueblo, orar por él
y bendecirlo; es decir, parece a primera vista que lo que ellos pueden hacer es una
pequeña parte delo que hacen los presbíteros, de modo que ellos podrían ser
considerados presbíteros de segundo orden.
• En realidad, probablemente estamos frente a una tendencia a "sacerdotalizar" el
Diaconado, sin darnos cuenta de que, como lo enseña la historia, lo propio de los
Diáconos es "ayudar" de mil maneras a que los Presbíteros y Obispos ejerciten bien su
Triple Ministerio.
• Lo más típico de los Diáconos es la de servir precisamente en los ministerios de "caridad
y administración"; más que "predicar la Palabra de Dios y bendecir al Pueblo", a ellos les
corresponde administrar sabia, prudente y caritativamente las instituciones eclesiásticas,
de modo que en ellas (templos, escuelas, hospitales, archivos, finanzas, etc.) y a través
de ellas puedan los Obispos y Presbíteros ejercer adecuadamente su sagrado Ministerio.
RESTABLECIMIENTO DEL DIACONADO PERMANENTE

• De hecho, el restablecimiento del Diaconado en la Iglesia Latina, como grado


permanente, no se hizo para reconocer el carácter diaconal de muchos ministerios
ejercitados actualmente en la Iglesia, sino como puerta para proveer a la Iglesia de
individuos que, sin ser presbíteros, se encarguen de presidir comunidades locales.
• En realidad, detrás de este modo de pensar se esconde una profunda incomprensión
del "carisma" del Diaconado, no orientado a presidir la Iglesia, sino simplemente a
ayudar a los pastores de la Iglesia en el cumplimiento de su misión.
• De hecho, ya hay en la Iglesia muchos que están ejerciendo una función diaconal,
aunque no sean reconocidos oficialmente como tales (p.ej: las religiosas, los
hermanos-religiosos y otros colaboradores de la Iglesia).
• Probablemente una nueva imagen del Diaconado brille luego de valorar
adecuadamente las diversas manifestaciones de lo que actualmente se ha dado por
llamar "ministerios laicales"; ellos son ejercitados por muchos que se han consagrado
para servir perpetuamente "ayudando" en la Iglesia (por los votos religiosos).
OBSERVACIONES DE LOS OBISPOS ALEMANES SOBRE
EL DIACONADO DE LA MUJER (SÍNODO DE 1975) - 1

• Apoyándose en los testimonios bíblicos sobre la posición de la mujer entre los discípulos
de Jesús, y en los numerosos e importantes ministerios de las mujeres en las
comunidades neotestamentarias, fueran ordenadas mujeres como Diaconisas en las
Iglesias Orientales, e incluso algunas en las Iglesias de rito latino, durante los primeros
siglos del cristianismo.
• Debido a las circunstancias culturales de ese entonces, a ellas se les encomendó tareas
diaconales sobre todo para mujeres y en el campo de la familia. Su participación en la
Liturgia Eucarística y en la administración de los sacramentos fue muy limitada, debido al
puesto de las mujeres en la sociedad de ese entonces. A pesar de estas limitaciones en
sus tareas pastorales y sobre todo litúrgicas, estas mujeres colaboraron enormemente en
su época a impregnar de espíritu cristiano la vida de la mujer y de la familia.
• Estos hechos históricos en gran parte fueron desapareciendo de la conciencia de la Iglesia.
A través de la investigación teológica ellos fueron nuevamente accesibles. En la actual
situación pastoral, las siguientes razones aconsejan volver a esa antigua praxis eclesial
OBSERVACIONES DE LOS OBISPOS ALEMANES
SOBRE EL DIACONADO DE LA MUJER (SÍNODO DE
1975) - 2

• Muchas mujeres (sobre todo religiosas) ejercitan en muchas provincias


eclesiásticas, no sólo en tierra de misiones, una serie de tareas que de suyo
corresponden al Diaconado. Excluir a estas mujeres de la Ordenación implica una
separación de las Funciones y de la Potestad trasmitida sacramentalmente,
separación que no puede justificarse teológicamente.
• Otra razón se debe a que la posición que la mujer tiene actualmente en la Iglesia y
en la sociedad hace incomprensible el que se la excluya de ejercer ciertas funciones
conectadas con el Sacramento del Orden, que son teológicamente posibles y
pastoralmente deseables.
• Finalmente, la aceptación de la mujer en el Diaconado sacramental permite, bajo
varios aspectos, esperar un enriquecimiento de todo el Ministerio y
particularmente del Diaconado, que actualmente se está procurando organizar de
nuevo.
OBSERVACIONES DE LOS OBISPOS
ALEMANES SOBRE EL DIACONADO DE LA
MUJER (SÍNODO DE 1975) - 3
• El Diaconado es una concreción del Sacramento del Orden, que teológica y
funcionalmente se distingue del ministerio presbiteral. Los datos históricos respecto al
Diaconado de la mujer y respecto al Presbiterado de la mujer son totalmente
diferentes. Por ello la cuestión de la aceptación de la mujer para el Diaconado
sacramental es completamente distinta de la cuestión del presbiterado de la mujer. La
igualdad fundamental que nuestra sociedad reconoce al hombre y la mujer, debería
conducir en el ámbito eclesiástico a que las tareas pastorales y litúrgicas del Diácono y
la Diaconisa sean similares. Si en la práctica se dan diversos puntos fuertes, esto puede
mas bien colaborar a un desarrollo fructuoso del ministerio. Esto no afecta una igualdad
fundamental de derechos y obligaciones. Deben ser igualadas en lo posible las
condiciones para que sean aceptados para el Diaconado hombres y mujeres. Esto toca,
en particular, a la permanencia en la comunidad, en el empleo y, si es el caso, en la
familia, así como a la edad mínima.”
CAPÍTULOS 3-6 DE LA LUMEN
GENTIUM
• Luego de tratar en el Capítulo 3 sobre “la Jerarquía”, es decir, sobre los “Ministros
de la Iglesia”, en el capítulo 4 el Concilio trata sobre los “laicos”, es decir, sobre los
miembros del Pueblo de Dios que no desempeñan un “ministerio. Corrigiendo en
algo el Concilio, podemos considerar que, en cierto sentido, laicos somos todos
los miembros del Pueblo (Laos) de Dios).
• Algunos de los miembros del Pueblo de Dios hemos sido llamados a la “Vida
Religiosa”. El Capítulo 6 trata sobre la Vida Religiosa en la Iglesia.
• Ahora bien, todos, seamos laicos o clérigos, seamos religiosos o seglares, estamos
llamados a la santidad. Este realidad es tratada en el Capítulo 5 de la Lumen
Gentium, y el Papa Francisco lo aborda en la Exhortación Apostólica Gaudete et
Exultate, del 19 de marzo del 2018.
EL TÉRMINO “LAICO”
• Etimológicamente "laico" es el perteneciente al "Laos", es decir, al pueblo santo, al
pueblo cristiano.
• Desde el siglo II este nombre dejó de ser utilizado para designar a todos los miembros
de la Iglesia, y con él se designó mas bien a aquellos cristianos que no pertenecían al
grupo dirigente de la Iglesia, es decir, que no eran obispos, presbíteros ni diáconos.
• Estos fieles cristianos "laicos" no son pasivos; por el contrario, desde los primeros
siglos del cristianismo, los laicos están junto a la jerarquía eclesiástica como
testimonio de vida cristiana y como predicadores de la Iglesia.
• El movimiento monacal, fue todo lo contrario de un movimiento "seglar" pues
precisamente surgió como protesta contra la mundanización de los cristianos; sin
embargo fue propiamente un movimiento laical (no clerical), y de tan alto sentido
espiritual, que pareció el clima apropiado para que de ahí surgieran dignos Obispos
de la Iglesia, y sacerdotes misioneros .
EL LAICADO EN EL SEGUNDO MILENIO
• Una consecuencia de la reforma gregoriana fue la marginación de los laicos-seglares
respecto al manejo de los asuntos eclesiásticos; la Iglesia casi llegó a identificarse con el
clero y con los monjes.
• Durante el Renacimiento fue creciendo la convicción de que, para reformar y vigorizar
la vida de la Iglesia, era indispensable la colaboración de todo el pueblo de Dios,
jerarquía y laicado. Este modo de pensar no prosperó, ya que precisamente los ataques
de los protestantes contra la jerarquía eclesiástica y los votos religiosos obligó a la
Iglesia a defender de tal modo el ministerio jerárquico y la vida religiosa, que relegó el
papel del laicado católico en la empresa de la renovación eclesial.
• Al ataque de los protestantes contra el clero católico, sucedió en los siglos XVIII y XIX el
violento ataque de los "liberales" contra un clero fuertemente mundanizado. En estas
circunstancias, la palabra "laico" pierde su significado antiguo de perteneciente al "laos"
o pueblo de Dios, para significar preferentemente al seglar rabiosamente enemigo de la
Iglesia o contrario a toda intervención de la religión en la vida social o política
ESPIRITUALIDAD LAICAL
- Aunque nunca faltaron laicos de espiritualidad profunda y con viva conciencia de
su deber cristiano dentro de la Iglesia, una conciencia refleja de la espiritualidad
laical, comenzó a cuajar gracias al "humanismo devoto" de San Francisco de
Sales (1567-1622), que mostraba que los cristianos seglares-laicos se debían de
santificar al modo seglar, sin pretender asimilarse a los que no lo son.
- La vida de familia y las profesiones propias de los que viven fuera del claustro y
no están dedicados a las cosas del culto, es lo que el laico-seglar debería hacer
compatible con su vocación a la santidad.
- Esta espiritualidad laical-seglar se puso de manifiesto luego de la Revolución
Francesa en toda una corriente de pensamiento y acción laical al servicio de la
Iglesia y en cooperación con la jerarquía eclesiástica; esta corriente fue
creciendo durante los siglos XIX y XX, bajo la vigilancia e impulso de los
Romanos Pontífices y la iniciativa y entusiasmo espontáneo de los mismos
seglares.
PECULIARIDAD DEL
ESTADO CLERICAL VS. EL ESTADO LAICAL
• Concilio no niega que los miembros del "Orden Sagrado" participen de la misión de todo el
Pueblo de Dios de ejercer el triple oficio de Cristo frente al mundo; sin embargo, señala que
tienen como función peculiar propia, la de ejercer, por el sacerdocio ministerial, este triple oficio
de Cristo frente al Pueblo de Dios, frente a la Iglesia, haciendo en ella audible y visible al Señor.
• De suyo, esta misión ministerial del clero no debería necesariamente implicar que el clero se
abstenga de llevar una vida matrimonial y de actuar secularmente inmerso en el mundo. Sin
embargo, el Concilio considera que tal "secularidad" no debería ser la regla, sino la excepción
para el clero, en efecto, "los que recibieron el orden sagrado, aunque algunas veces pueden
tratar asuntos seculares, ejerciendo incluso una profesión secular, están ordenados principal y
directamente al sagrado ministerio por razón de su vocación particular" (LG 31,2).
• De hecho, la Iglesia latina ha dispuesto que los llamados por Dios y segregados para un servicio
especial en la Iglesia, modifiquen y cambien su puesto primitivo en el mundo, la índole de su
trabajo y hasta su forma de vida, adoptando ciertos elementos característicos de los religiosos
(celibato, obediencia y pobreza), y absteniéndose de actuar secularmente en el mundo.
¿LAICOS RELIGIOSOS?
• Por su parte, los religiosos se encuentran hasta cierto punto en una situación extra-
mundana, por su esfuerzo hacia la santidad, al margen y por encima de las categorías del
mundo, frente al cual "dan un preclaro y eximio testimonio de que el mundo no puede ser
transfigurado ni ofrecido a Dios sin el Espíritu de las Bienaventuranzas" (LG 31,2). La
Iglesia los invita a ser porción escogida y reservada para Dios en el testimonio de una vida
transfigurada plenamente, al menos por la intención y el espíritu, siguiendo la ruta de los
consejos evangélicos.
• Aquí debemos notar que, en teoría, los laicos deberían definirse únicamente por su carencia
del sacerdocio ministerial, y que, según eso, muchos religiosos podrían ser considerados
"laicos". Sin embargo, esta no es la definición de "laico" que ha seguido el Concilio; los
laicos se ven definidos mas bien por ser en la Iglesia los únicos "seglares", es decir, los
únicos que realizan su vocación cristiana inmersos en el "mundo".
• De este modo, el laico-seglar, como lo describe el Concilio, no es simplemente una
negación de clérigo y de religioso, sino es ante todo un ser, una afirmación, una realidad
"seglar". Como miembro de la comunidad cristiana, el seglar participa de la encarnación
eclesial de Cristo, y se hace profeta, rey y sacerdote en un mundo que debe todo él ser
instaurado en Cristo.
EL LAICO-SEGLAR (LG 31)
• De este modo nos presenta el Concilio la vida clerical-religiosa y la vida laical-seglar como dos
modalidades diversas, las dos esenciales, de la existencia y misión de la Iglesia.
• En el estado de los consejos evangélicos viene a representarse (no exclusivamente) con valor
de signo, la existencia y la misión de la Iglesia en cuanto escatológica y trascendente al mundo;
mientras que en el estado laical, viene a representarse como valor de signo la existencia y
misión de la Iglesia en cuanto cósmico-recapituladora de todos los valores mundanos.
• Son dos modos de realizar el amor de Cristo en la Iglesia y dos vocaciones diversas recibidas
de lo alto. Estos dos modos corresponden al doble movimiento expansional del misterio de
Cristo y de su gracia, prolongados en su Iglesia: un movimiento de trascendencia y un
movimiento de redención y recapitulación.
• El seglar-laico (cristiano) puede hacer las mismas cosas que hace el pagano, pero nunca sus
acciones pueden obedecer a una misma ley de vida ni perderse en la pura temporalidad o
naturalidad en que se pierden las acciones del que no fue iluminado por la luz de Cristo.
• Pese a que el seglar cristiano está en el mundo y, con el mismo derecho de los demás hombres
"es del mundo", sin embargo, al mismo tiempo "no es del mundo"; su dinamismo no se agota en
la mundanidad, sino es levadura germinante de Cristo, metida en la masa mundana, para
hacerla fermentar con sentido y gusto cristiano.
APOSTOLADO LAICAL (LG 32-33)
• En estos textos, a diferencia de LG 31 y 34-36, el Concilio no trata únicamente de los
laicos-seglares, sino lo que aquí dice puede aplicarse a todos los laicos, en cuanto
cristianos; es decir, esto se podría aplicar a todos los cristianos, incluso a los religiosos y
a los clérigos.
• Fundamento y raíz de todo el apostolado laical, son los sacramentos del Bautismo y de la
Confirmación. Por el Bautismo, el cristiano se ha convertido en un miembro consciente,
libre y activo de la Iglesia. El sacramento de la Confirmación viene a fortalecer y
enriquecer esa proyección dinámica que el Bautismo exige ya por su misma naturaleza
ontológica y lo impulsa a "confesar públicamente su fe, aun contra los enemigos de la
religión cristiana (cfr. S.T. III q.72 a.5). Por ello, la Confirmación se ha considerado como
el gran sacramento del apostolado seglar.
• El laico, como todo cristiano, sea individualmente o en grupo (cfr. AA 17-18), está llamado
a hacer presente y operante a la Iglesia en cualquier lugar, profesión o sociedad en la que
él se mueva. Para tomar en serio esta empresa de hacer presente en el mundo la
salvación de Cristo, el laico no debe esperar la invitación de la jerarquía, sino debe asumir
espontáneamente su responsabilidad apostólica, donde con mayor urgencia el mundo
necesite escuchar el mensaje de Cristo.
APOSTOLADO LAICAL EN LA IGLESIA - 1

• Junto con este verdadero apostolado del cristiano en el mundo, el Concilio trata
también sobre el apostolado que se realiza en el interior de la Iglesia; este
apostolado, típico de los "ministros de la Iglesia", no es tarea reservada
únicamente a ellos, sino tarea en la que deben participar también, en diversa
medida, los laicos (sean seglares o religiosos).
• En el apostolado de los laicos dentro de la Iglesia, cabe distinguir tres casos.
• 1) A veces el apostolado se realiza por libre decisión de los laicos, con la
aprobación explícita o tácita de la jerarquía;
• 2) otras veces se realiza debido a un "mandato" de la jerarquía;
• 3) finalmente, en otras ocasiones se realiza en virtud de una "misión canónica"
dada por la misma jerarquía.
• En estos dos últimos casos se trata de formas especiales de apostolado bajo una
más inmediata responsabilidad de la jerarquía, que se distinguen claramente de
aquella común vocación al apostolado que incumbe a todos los fieles.
APOSTOLADO LAICAL EN LA IGLESIA - 2
• Respecto a las "obras apostólicas constituidas por libre elección de los seglares y
dirigidas por su prudente juicio" (AA 24,3; cfr. AA 19), el Concilio reconoce que estas
obras apostólicas eclesiásticas son plenamente de carácter laical.
• El "mandato" se da cuando la autoridad eclesiástica asume una especial dirección y
responsabilidad en la empresa apostólica laical, de modo que los laicos pueden
actuar en nombre de dicha autoridad jerárquica y conjuntamente con ella. Este tipo
de apostolado es con frecuencia llamado "Acción Católica" (cfr. AA 20 y 24,5).
• La "misión canónica" por su parte, es el acto de la jerarquía, por el que esta confía a
los laicos algunas funciones que, de suyo, pertenecen al clero. En este caso, el
laico actúa como instrumento de la jerarquía.
• Los principales ministerios sobre los que versa la misión canónica son: los actos
litúrgicos que se delegan en ministros laicales, incluida la administración de la
Eucaristía en ciertas circunstancias; la predicación de la Palabra de Dios por los
catequistas, e igualmente, a cargo de éstos, la cura pastoral de almas en misiones.
En todos estos casos, como se ve, se trata no sólo de un apostolado intraeclesial,
sino realmente de un "ministerio eclesiástico".
OFICIO DE SANTIFICACIÓN
(CONSAGRACIÓN DEL MUNDO)
• También los laicos son Pueblo de Dios y pueblo sacerdotal; como tales, deben santificarse
ellos personalmente, y al mismo tiempo, a través de su presencia y actividad, deben ofrecer
y consagrar a Dios el mundo en que viven, usando de todo santamente y ordenándolo a la
mayor gloria de Dios.
• Para ello se les da el carácter sacramental por el Bautismo y la Confirmación, participan en
la Eucaristía, son reconfortados por los sacramentos de la Reconciliación y la Unción de los
enfermos, y consagran a Dios su vida familiar en el Matrimonio (cfr. LG 11); continuamente y
de múltiples maneras reciben la Gracia, destinada al digno ejercicio del sacerdocio cristiano.
• Esa consagración del mundo debe realizarla el seglar, en uso de su sacerdocio-seglar,
comprometiéndose con las cosas temporales para vivirlas según Dios, en Cristo. Entregado
en cuerpo y alma a su estado, su familia, su profesión, su trabajo, su empresa, su
institución, el seglar cristiano usará las cosas temporales sin dejarse encadenar por ellas,
porque está en Dios su principal punto de referencia; pero al mismo tiempo procurará
hacerlo todo con la mayor perfección natural y técnica posible, porque eso lo quiere Dios,
para eso lo dejó en el mundo y eso espera de él el mismo mundo, que en él y por él debe
reintegrarse a su Creador y su Redentor.
EL OFICIO PROFÉTICO
(TESTIMONIO DE PALABRA Y VIDA)
• La participación en la misión profética de Cristo constituye a los seglares en testigos de
Cristo, a fin de que el Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social. La nota
específica de su profetismo es testimoniar su fe y esperanza con su propia vida, en
diálogo con el mundo, incluso a través de las estructuras de la vida secular. Este aspecto
de la misión profética del laicado debe ayudar a poner de manifiesto que la doctrina de
Cristo no es una teoría, sino una regla de vida con la que hay que informar toda la vida
concreta.
• Ahora bien, al igual que Cristo, los seglares deben predicar no sólo con su ejemplo sino,
explícitamente, también por la "palabra"; ellos deben anunciar a toda la humanidad los
valores morales y las verdades de la Fe, especialmente en aquellos ambientes que están
más cercanos a los seglares y en los cuales ellos pueden ejercer el apostolado con mayor
efectividad y facilidad.
• El primero y el más importante medio en el que el seglar-laico debe desarrollar su misión
es en su familia. La actual crisis familiar debe ser superada a través de una vida
profundamente cristiana en la familia, que haga de ella un lugar de amor auténtico, que
inevitablemente irradiará hacia fuera con una acción evangelizadora
OFICIO REAL
(EN LAS ESTRUCTURAS DEL MUNDO)
• Su condición de cristiano exige del laico una promoción de los valores morales de mundo, mediante
el saneamiento de los ambientes en que vive, y una callada labor en favor de la cristificación de la
cultura y del trabajo. La promoción de los valores morales contribuye indirectamente a la expansión
del reino de Dios, haciendo del mundo un campo propicio para que la Palabra de Dios sea aceptada
y produzca frutos.
• Sin embargo, se ha de evitar cuidadosamente la confusión y mezcla de los valores religiosos y de
los civiles, así como se ha de evitar también la separación u oposición entre los dos campos. El
seglar tiene que ser consciente de que son distintos los valores del uno y del otro campo; pero al
mismo tiempo el seglar debe tener presente que en cualquier asunto temporal debe guiarse por la
conciencia cristiana, teniendo en cuenta que también el orden temporal debe responder al plan del
Creador.
• Es de la mayor importancia que esta distinción y armonía brillen con claridad en el comportamiento
de los cristianos, para que la misión de la Iglesia pueda responder mejor a las circunstancias del
mundo de hoy. En efecto, pese a que el mundo moderno se muestre decididamente contrario a
mezclar los fines y las actividades de lo religioso y lo profano, debemos procurar que el mensaje
cristiano ilumine a los seres humanos y no sea manipulado por quienes detentan el poder. En este
campo es muy importante resaltar la necesidad de un asesoramiento y coordinación con la jerarquía.
JERARQUÍA Y LAICADO
• Jerarquía y Laicado pertenecen al Pueblo de Dios. Ambos se necesitan y condicionan
mútuamente. El laico tiene necesidad de los pastores en orden a la participación en la vida
sacramental del Cuerpo Místico. Los pastores están condicionados por el laicado, puesto que su
existencia tiene sentido por el pueblo, su actividad se ordena a servir al pueblo.
• Esta expresión "servir al pueblo" nos hace caer en cuenta de que no corresponde al clero
determinar qué clase de "ayuda" necesita el laicado, sino que él tiene la obligación de escuchar al
laicado para discernir el "servicio" que el laicado necesita y exige del clero.
• Ahora bien, el haber subrayado que la actitud del clero debe ser de "servicio" nos obliga a
precisar en qué sentido el clero tiene una auténtica "potestad" sobre el laicado, y en que sentido
el laicado le debe "obediencia" al clero. Aquí debemos tener muy claro que esta "potestad" de la
"jerarquía" eclesiástica se da sólo en el campo de la predicación de la Palabra de Dios y de la
administración de los sacramentos. Esto se basa, no en la virtud y sabiduría de la Jerarquía, sino
en la fe que le hace ver en esos ministros a los enviados y representantes de Jesucristo.
• Aún en este campo, sin embargo, se debe evitar confundir la obediencia con el servilismo; la
obediencia es una necesaria expresión de fe, pero ella no será obediencia cristiana sin la
auténtica libertad de los hijos de Dios que, con el debido respeto, les presentarán a los ministros
del Señor sus deseos y opiniones, no para buscar imponerse el uno al otro, sino buscar la
voluntad de Dios, que venga su Reino.
PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA IGLESIA

• Tomar en consideración la opinión de los laicos sobre asuntos temporales o religiosos significa
revalorizar la misión profética individual que el Espíritu deposita en cada uno de los fieles; reconocer
en cada individuo los dones y carismas con los que Dios quiere regalar a su Iglesia.
• Para facilitar el que estas manifestaciones del Espíritu sean aceptadas en la Iglesia, el Concilio
aconseja que la opinión de los laicos sea manifestada, si las circunstancias lo requieren, mediante
instituciones a nivel parroquial, diocesano o mundial, establecidas al efecto en la Iglesia. También
en estas instituciones, el verdadero diálogo implica, en primer lugar, un respeto hacia las opiniones
del otro. Los laicos deben expresar su opinión con "veracidad, fortaleza y prudencia" y a la vez "con
reverencia y caridad hacia quienes personifican a Cristo". Los clérigos deben a su vez procurar ir al
diálogo en una verdadera actitud de servicio y caridad cristiana, a imitación de Cristo, que no vino a
hacer su voluntad, ni a ser servido, sino a servir ya dar su vida por la salvación de todos.
• El texto de la Constitución precisa aun más y en qué ha de consistir la colaboración activa del laico
con la jerarquía: ésta debe utilizar los consejos de los laicos, encargarles tareas en servicio de la
Iglesia, animarlos a que las asuman, considerar sus iniciativas, peticiones y deseos. Muchas son,
por otra parte, las tareas eclesiales que el laico puede realizar. Para ello quizá convendría regular
las relaciones clero-laicado, según el principio de subsidiaridad que, en este caso concreto, habría
de ser aplicado según la fórmula: "lo que pueden cumplir los laicos, por su propio trabajo y
responsabilidad, no ha de acapararlo el clero" (cfr. J. Höffner).
UNA IGLESIA LAICAL
• Como fruto de la cooperación laicos-clérigos, el Concilio indica, por parte del laico, el desarrollo del
sentido de responsabilidad, el fomento del entusiasmo, una mayor colaboración. Los pastores, por
su parte, alcanzarán un juicio más preciso sobre los asuntos espirituales y temporales. Esto es una
consecuencia del sano funcionamiento de la opinión pública, que pone en conocimiento de la
jerarquía cuál es la situación concreta, y qué piensa y desea el pueblo cristiano.
• El capítulo sobre los laicos, en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, se cierra con un breve
párrafo que hace resaltar de nuevo la misión de los cristianos, y en particular de los seglares, de
ser testigos y signo de cristianismo en el mundo. Los seglares son discípulos del Señor y,
consiguientemente, sal de la tierra y luz del mundo.
• A través de ellos debe penetrar en el mundo el espíritu de las bienaventuranzas, consistente en un
ideal de perfección evangélica, hecho a base de pobreza, de sufrimiento, de mansedumbre, de
justicia, de sencillez de corazón, de hambre de paz, de paciencia en la persecución. La posesión
del Reino de los Cielos será el premio que les promete el Señor (cfr. Mt 5,3-10).
• Una bella cita de la Carta a Diogneto pone fin al texto: "En una palabra, lo que es el alma en el
cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo" (LG 38). El alma está encerrada en el cuerpo,
pero ella es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos, peregrinando en el mundo, son los
que mantienen la trabazón del mundo.
LA VIDA RELIGIOSA Y LA ACEPTACIÓN DEL
AMOR DE DIOS MANIFESTADO EN CRISTO.
• Para acercarnos a la Eclesiología de la Vida Religiosa, lo tenemos que hacer desde dos
vertientes: desde la vertiente espiritual, como profesión de los "consejos evangélicos", y
desde la vertiente ministerial, como un tipo especial (más que puramente laical, y casi
diaconal) de ejercicio del triple oficio de Cristo.
• El Mandamiento de Cristo, clave de la vida cristiana, es la caridad: Mi mandamiento es
éste: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el
que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando.
(Jn.15,12-14). El dato primero no es el amor de unos por otros, sino la revelación de
que Dios es amor. Esto posibilita que el hombre se libere de la angustia profunda que lo
encierra en sí mismo, y así, radicalmente libre, sea capaz de amar a lo divino.
• La aceptación del amor de Dios es gracia, pero al mismo tiempo se manifiesta como lucha
sin cuartel contra el pecado que anida en el corazón del hombre; esta lucha es
experimentada desde el primer momento como un negarse a sí mismo y buscar siempre
lo más perfecto; el sufrimiento está presente en esta lucha, pero más fuerte que el
sufrimiento es el gozo divino de amar con el amor de Dios y vivir para el bien de los
demás.
LOS TRES CONSEJOS EVANGÉLICOS
• Entre los consejos que de un modo u otro se pueden dar en la práctica de la vida espiritual están
los tres que desde la Edad Media se ha calificado como los "consejos evangélicos" por
excelencia: pobreza, castidad y obediencia.
• Ciertamente nos dice el Concilio que "la santidad de la Iglesia se fomenta de una manera
especial con los múltiples consejos que el Señor nos propone en el Evangelio" (LG 42,3), pero si
leemos atentamente el texto, observaremos que, más que como "consejos", el Concilio los
muestra como gracias que a algunos da el Señor "para que se consagren a solo Dios con un
corazón que en la virginidad o en el celibato se mantiene más fácilmente indiviso" (LG 42,3), y
para que "tengan en sí los mismos sentimientos que tuvo Cristo, el cual se anonadó a sí mismo
tomando la forma de esclavo ..., hecho obediente hasta la muerte (Flp 2,7-8), y por nosotros se
hizo pobre, siendo rico (2 Co 8,9)" (LG 42,4).
• El estado religioso es considerado por el Concilio como una riqueza para la Iglesia, pues "imita
más de cerca y representa perennemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios
tomó cuando vino a este mundo para cumplir la voluntad del Padre, y que propuso a los
discípulos que le seguían" (LG 44,3). Derivados de éste, hay otros valores que el Concilio ve en
la vida religiosa como "testimonio de la vida nueva y eterna conquistada por la resurrección de
Cristo", y como estado de vida que "proclama de modo especial la elevación del Reino de Dios
sobre todo lo terreno, y sus exigencias supremas" (LG 44,3).
LA VIDA RELIGIOS Y EL MARTIRIO
• La suprema expresión de este amor es el "martirio" o "testimonio". Así comprendió la Iglesia el
sacrificio de Cristo, y en su seguimiento, así lo entendió y procuró vivirlo la Iglesia primitiva; sobre
los primeros cristianos pesaba con frecuencia la amenaza del martirio, pero lo recibían con
alegría, como signo de que participaban de la suerte de Jesús.
• No siempre se da el martirio violento, pero siempre el cristiano, que desea vivir en caridad
decidida, perseverante y valiente, se encuentra con la necesidad de marchar "contra corriente" y
sufrir una persecución latente, que es también, un testimonio de la fe; testimonio muchas veces
heroico y durísimo, que suple al martirio de la sangre.
• Todo ello es índice de una gran verdad subyacente a toda la teología del martirio, y que queda
sugerida en el texto conciliar, y es que el martirio, hasta el de sangre, el de dar la vida, es la gran
obligación de todo bautizado, de todo cristiano; no es un "consejo", ni un medio extraordinario de
santificación, como a veces se ha dicho; es un estricto mandamiento del Señor, y como tal tienen
que vivirlo en la "disposición" del corazón todos los que siguen a Jesucristo.
• Como consecuencia de esta disposición hacia el martirio, que debe darse en todo bautizado, de
esa aceptación del mismo en hipótesis, se entiende que toda la vida debe ser vivida en actitud
martirial, en testimonio riguroso, exigente, de fe encarnada en toda la vida, en el sufrimiento, en la
abnegación, en la ascesis, en el sacrificio, en la generosidad caritativa hacia los hermanos, en el
mismo morir, que es entregar a Dios esta vida en el instante histórico en que él venga a tomarla.
LA VIDA RELIGIOSA COMO "MINISTERIO"
-1 (LG 45; PC 7-11 Y AG 27).
• El Concilio alaba en primer lugar la vida religiosa contemplativa. Sin embargo, más
vivible que el ministerio de las Órdenes contemplativas en la Iglesia, es el de
aquellos "institutos, clericales o laicales, consagrados a las obras de apostolado,
que tienen dones diferentes según la gracia que les ha sido dada: ora de ministerio,
para servir; ora el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el
que da, con sencillez; el que ejerce la misericordia, con alegría (cfr. Rm 12,5-8)" (PC
8,1).
• "En estos institutos, la acción apostólica y benéfica pertenece a la naturaleza misma
de la vida religiosa, como sagrado ministerio y obra propia de la caridad que les han
sido encomendadas por la Iglesia y deben cumplir en su nombre. Por eso, toda la
vida religiosa de sus miembros debe estar imbuida de espíritu apostólico, y toda la
acción apostólica informada de espíritu religioso.
• Así pues, a fin de que sus miembros respondan ante todo a su vocación de seguir a
Cristo y sirvan a Cristo mismo en sus miembros, es necesario que su acción
apostólica proceda de la íntima unión con él. Con lo cual se fomenta la caridad
misma hacia Dios y el prójimo" (PC 8,2).
LA VIDA RELIGIOSA COMO "MINISTERIO"
-2 (LG 45; PC 7-11 Y AG 27).
• En este último texto conciliar podemos subrayar, en primer lugar, una afirmación
importante: los religiosos ejercitan un "sagrado ministerio" que les ha sido confiado por la
Iglesia (cfr. PC 8,2). Esto justifica el que podemos considerar al estado religioso incluso en
sus elementos que no han recibido el sacramento del Orden) como un grupo peculiar
dentro de la Iglesia que participa ordinariamente del ministerio jerárquico, en nombre de la
Iglesia.
• En segundo lugar, podemos observar que, al describir estos "ministerios" el Concilio utiliza
ciertos elementos del esquema teológico del triple oficio de Cristo: en efecto, en el Decreto
Perfectae Caritatis, sobre la Vida Religiosa, luego del ministerio de la oración, propio de los
institutos contemplativos (cfr. PC,7), se mencionan los ministerios del "servicio" y de la
"enseñanza" (cfr. PC 8,1), a los que podrían reducirse los demás ministerios enumerados.
• De este modo podemos considerar que al estado religioso le corresponde, dentro y fuera
de la Iglesia, una práctica peculiar del "triple oficio de Cristo y de la Iglesia". Precisamente
por el hecho de que el estado religioso está abocado de un modo peculiar, por naturaleza y
por historia, al servicio de la Iglesia, es comprensible que el Concilio se ocupe de este
estado, en la Constitución sobre la Iglesia, como algo que debe cuidar con esmero.
LA JURISDICCIÓN DE LOS OBISPOS SOBRE
LOS MINISTERIOS DE LA VIDA RELIGIOSA
• La jerarquía eclesiástica, por razón de su gobierno pastoral, ejerce un poder de jurisdicción sobre
la actividad apostólica de toda la Iglesia, jerarquía y laicado; este poder de jurisdicción lo ejerce de
modo particular sobre aquellos fieles cristianos que se han consagrado a su servicio en el estado
religioso. Por este título, la jerarquía eclesiástica controla la reglamentación de la vida y la actividad
de los institutos religiosos; así "admite las reglas y las aprueba" y "está presente con su autoridad
vigilante y protectora en el desarrollo de los institutos"; todo esto no tiene otro fin que asegurar su
fidelidad en el servicio de la misma Iglesia, según el espíritu de los fundadores (cfr. LG 45,1).
• Esta jurisdicción la ejerce cada Obispo en su propia diócesis, en nombre de Cristo; sin embargo, la
mejor utilización del estado religioso en beneficio de la Iglesia universal puede hacer necesaria su
dependencia inmediata del Romano Pontífice, pastor de la Iglesia universal, y su correspondiente
"exención" de la autoridad de los Obispos locales (cfr. LG 27). Aquí hay que subrayar que son los
fines universales del estado religioso los que motivan y justifican la exención. Su relativa
dependencia de la Iglesia local está impuesta por su incondicional y plena dependencia de la
Iglesia universal, regida por el Papa. La exención no es pues, un privilegio que distingue, sino una
mayor exigencia: una servicialidad incondicional a la Iglesia.
• Dado que las células de la Iglesia son las parroquias y las diócesis, es de todo punto lógico que los
religiosos "deben prestar a los obispos la debida reverencia y obediencia, según las leyes
canónicas, por su autoridad pastoral en las Iglesias particulares y por la necesaria unidad y
concordia del trabajo apostólico" (LG 45,2).
LA SANTIDAD EN LA IGLESIA. (LG
39-41
• La palabra "santidad" tiene entre nosotros un sentido corriente y vulgar, que resulta fácil en
una intuitiva e inmediata acepción; pero si queremos precisar lo que esa palabra cubre, el
problema es complejo. La Biblia es la fuente primerísima que tenemos para acercarnos a
esto, ella nos habla de "santidad de Dios", que es el origen y el término de toda santidad.
• En Jesucristo, el "Santo", Dios revela a los hombres la plenitud de su amor y de su
santidad; esta plenitud Cristo comunica a los suyos al darles su Espíritu e invitarlos a su
seguimiento. Así Él llama a los suyos a ser santos "como nuestro padre celestial es santo";
a ser una especie de imitación de Dios en su comportamiento de bondad, de misericordia y
de caridad para con sus hijos, los hombres.
• Todos los cristianos han recibido esta invitación a la santidad, y muchos de ellos la
abrazan; sin embargo, el Concilio indica que este seguimiento de la persona de Cristo "de
manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos
(Pobreza, Castidad y Obediencia), e indica que "esta práctica de los consejos que, por
impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han abrazado tanto en privado (laicos y
clérigos seglares) como en una condición o estado aceptado por la Iglesia (los religiosos),
proporciona al mundo un espléndido testimonio y ejemplo de santidad (seguimiento de
Cristo)".
TODOS LLAMADOS A LA SANTIDAD
• No debemos perder de vista que esta santidad, que desborda hasta nosotros desde Jesucristo,
aparece en el NT como una realidad comunitaria, cuyo fundamento está en el Misterio del Cristo
Total, cuyo Cuerpo es la Iglesia. Cristo comunica a su Cuerpo, la Iglesia, su santidad, y hace que
la Iglesia sea santa, y que, por su unión con Él, sea capaz de santificar a sus miembros, que son
realmente miembros del Cuerpo de Cristo.
• Para hacer de la Iglesia elemento de santificación, Cristo la ha dotado de varios instrumentos. En
primer lugar, está la Revelación, hecha "tradición" en la Iglesia. En segundo lugar, viene la riqueza
sacramental, que se centra en la Eucaristía, sacramento de la Pascua del Señor, sacramento que
constituye a la Iglesia. En tercer lugar, está la comunión en la caridad dentro de la Iglesia, efecto
de la acción y presencia del Espíritu en ella y de su alimentación bíblica y sacramental. Esta
comunión en la caridad se expresa en los diversos carismas dentro de la Iglesia, particularmente
en la constitución jerárquica y ministerial de la Iglesia.
• El Concilio (en LG 41) exhorta a los diversos estratos de la Iglesia a ser santos; en primer lugar, al
clero (Obispos, presbíteros, diáconos, seminaristas, etc.), y, en segundo lugar, a los laicos (padres
y madres de familia, viudos, solteros, pobres, enfermos, ancianos, perseguidos). A cada uno de
estos grupos el Concilio exhorta a practicar la virtud de un modo diferente, según sus
circunstancias; lo común en todos estos tipos de santidad es el seguimiento de Cristo y la
participación en sus actitudes y santidad.
•MUCHAS GRACIAS.
LA IGLESIA DE CRISTO SUBSISTE EN LA IGLESIA “católica”
LG 7,7-8.- LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO
PARTICIPA DE SU ESPÍRITU
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
CRISTO CABEZA Y ESPOSO DE LA
IGLESIA
LG 8,1.- LA IGLESIA, VISIBLE Y
ESPIRITUAL
LA IGLESIA, VISIBLE Y ESPIRITUAL
SACRAMENTO DEL ESPÍRITU DE CRISTO
LG 8,2.- LA IGLESIA CATÓLICA SUBSISTE EN
LA IGLESIA “católica” (en comunión con Pedro)
IGLESIA UNA, SANTA, CATÓLICA Y
APOSTÓLICA
LG 8,3.- MISIÓN DELA IGLESIA. - 1
LG 8,4.- MISIÓN DELA IGLESIA.- 2
.

•MUCHAS GRACIAS.
COMISIÓN

• Introducción
EL B

• 2. Los presupuestos
EL C

• 3. Algunas de la Iglesia

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