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RELACIONES COMUNITARIAS

CLASE 7: ESTRATEGIA PARA LA


PREVENCIÓN DE LOS
CONFLICTOS
TEORIA
PROPÓSITO DE LA CLASE :

Entender el uso de estrategias para


prevenir los conflictos en la actividad
minera.
La naturaleza jurídica de los conflictos
sociales en el Perú.
Antonio Peña Jumpa(2012), señala que : Normalmente, en el Perú,
identificamos el pleito, lío o la confrontación de una población con una
empresa extractiva minera o petrolera como un conflicto social. Esto
supone la confrontación de dos intereses colectivos, siendo uno de tipo
social (población local) y otro de tipo privado (empresa extractiva),
sobre un tema, asunto, derecho o problema que pone en riesgo la vida,
la salud o el desarrollo normal de las partes intervinientes: los
pobladores o miembros de la población local y/o los trabajadores o
miembros de la empresa extractiva.
Sin embargo, este tipo de conflicto no es solo social, sino
multidimensional. En un inicio, y aún es predominante su uso, se le
denominó conflicto “socio-ambiental”, dado el efecto evidente de la
actividad extractiva sobre el ambiente, o dada la búsqueda de
prevención y protección de los ecosistemas posiblemente afectados
con la misma actividad.
Posteriormente se unió la categoría económica, sosteniéndose que el
conflicto es “socio-económico” por los intereses económicos en
disputa, basados en la propiedad del suelo y la explotación de los
recursos naturales (defendidos o deseados), y en la situación de
pobreza y riqueza que identifica a las partes intervinientes.
En nuestra opinión el conflicto social en el Perú es ante todo un
conflicto cultural o “socio cultural”. Este componente cultural es
evidente o se destaca en los siguientes aspectos:
1.- Las partes que intervienen normalmente pertenecen a grupos
culturales diferentes. Así, la población local se identifica con un tipo de
cultura, en tanto los miembros y funcionarios de la empresa extractiva
se identifican con otra cultura.
En los Andes y la Amazonía esto resulta evidente en conflictos recientes
como el caso Bagua (2009), el caso Puno (2011), hasta llegar al caso
Espinar en Cusco (2012).  Es en parte discutible la situación de casos
como el de Conga, en Cajamarca (2012), pero dada la identidad cultural
rural de las comunidades, caseríos, anexos y estancias de Cajamarca,
unida a su organización ronderíl, sostenemos que también destaca una
cultura particular en ellas que contrasta con el de las empresas
extractivas.
2.- Esta cultura diferente en las partes del conflicto, lleva a racionalizar
el contenido del mismo conflicto también en forma diferente: no se
trata solo de la disputa sobre un valor económico o valor de cambio del
suelo o los recursos naturales, sino de la incomprensión sobre el valor
espiritual o del sentido de vida (la razón de existir en un medio
determinado) sobre dichos bienes. La población local defiende su suelo
o tierra como territorio, esto es como identidad de vida (de origen y
fin), importando menos su valor económico o ambiental (valor
material).
3.- Lo cultural también destaca en la apreciación de los efectos del
conflicto. Frente a la posición de la empresa extractiva o la posición de
ciertos funcionarios del Estado que consideran que cuidando el medio
ambiente y otorgando una indemnización económica a la población
puede procederse legítimamente con la autorización de explotación de
un recurso natural, sin importar sus efectos, cabe sustentar la
necesidad de reflexionar límites. 
Con el desarrollo de la actividad extractiva se introducen un conjunto
de actitudes y valores que contradicen los de la población local. Una
vez terminada dicha actividad, la empresa se retira y la que queda, con
todos los efectos o pasivos de dicha actividad, es la misma población
local. ¿Qué y quién garantiza que la cultura local, el grupo humano
local, no será transformado o destruido (a través de la migración, por
ejemplo) por ese desarrollo o los efectos de dicha actividad extractiva?
La extinción de una cultura en nuestro país es uno de los hechos más
catastróficos que aún no alcanzamos a comprender: con la muerte de
una cultura desaparece no solo una población, sino un conjunto de
conocimientos que luego no podemos recuperar.
El conjunto de estos argumentos se encuentran respaldados
jurídicamente en la Constitución Política de nuestro país, como en los
tratados internacionales y la jurisprudencia internacional y nacional. El
principal respaldo jurídico se encuentra en la Constitución Política, en
su artículo 89º, cuando se regula de manera especial la existencia y
autonomía de las Comunidades Campesinas y Nativas, que son las que
comúnmente integran la población local identificada  en los referidos
conflictos sociales.
Pero, en forma general también se suma el respaldo jurídico del
artículo 2º, inciso 19º, de la Constitución Política, en el que se regula el
derecho fundamental de toda persona, pero sobretodo de todo
colectivo, a una identidad étnica y cultural. Complementariamente, el
artículo 149º de la misma Constitución reconoce una jurisdicción
especial a favor de las mismas comunidades campesinas y nativas que,
con el apoyo de las rondas campesinas, les permite materializar en su
ámbito territorial los derechos previamente mencionados.
• A las normas específicas de la Constitución Política citadas, se suma el
respaldo jurídico de los Tratados y Declaraciones Internacionales. Al
respecto, el Convenio Nro. 169 de la Organización Internacional del
Trabajo, denominado de los Pueblos Indígenas y Tribales en países
independientes, confirma un conjunto de derechos y obligaciones a
favor de la población local antes identificada, lo que resulta exigible
desde el año 1995 en el Perú.
Pero también se suma la Jurisprudencia Internacional de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y la Jurisprudencia Nacional del
Tribunal Constitucional que han confirmado la existencia y prioridad de
una propiedad colectiva o comunal unida a su valor espiritual, sobre los
intereses privados de explotación de los recursos naturales.
Bajo estos criterios, entonces, cabe reiterar que la naturaleza jurídica
de los conflictos sociales en el Perú es ante todo cultural.
Durante el 2017:Entre enero y diciembre del 2017, la Defensoría del
Pueblo registró un total de 256 conflictos sociales, de los cuales 119 se
encuentran activos, 50 en latencia, 59 fueron retirados y 28 fueron
resueltos. En este año se registraron 43 casos nuevos.
Los departamentos con mayor número de conflictos sociales son
Ancash (30), Apurímac (27), Puno (20), Cusco (19) y Piura (18). Hubo
once conflictos que se desarrollaron en más de una región y cuatro de
alcance nacional.
Durante el 2017 la mayoría de conflictos sociales registrados fue de tipo
socioambiental (66,4%). De ellos, el 63.1% corresponde a conflictos
relacionados con la actividad minera; le siguen los conflictos por
actividades hidrocarburíferas con 14,9%.
Los conflictos por asuntos de gobierno local representaron el 9,8% del
total de conflictos, siendo el segundo tipo de conflicto más frecuente,
seguido de los conflictos por asuntos de gobierno nacional y
demarcación territorial, con el 8,6% y 5.1%, respectivamente.
Estrategias para la prevención de los CCSS
Antonio Peña Jumpa, señala : Antes o después de iniciado un conflicto,
la prevención es la clave para evitarlo o gestionar su control o
resolución. Cuando el conflicto ya se inició, la prevención buscará evitar
su desarrollo negativo. En el caso de los conflictos sociales o socio-
culturales, este trabajo de prevención, consiste en evitar que el
conflicto termine en un desastre político: con muertes, heridos, daños a
la propiedad pública y privada y con el consecuente descrédito de las
autoridades oficiales intervinientes. ¿Cómo realizar este trabajo de
prevención frente a los conflictos socio-culturales en el Perú?
Fases del conflicto social
A continuación presentamos siete recomendaciones de prevención o
gestión de conflictos socio-culturales en el Perú que parten del
conocimiento de los conflictos más conocidos en los últimos años:
Bagua (2009), Loreto (2010), Puno (2011), Espinar (2012), Conga-
Cajamarca (2012).
1.- Abrir o reabrir el diálogo con la población local que es parte del
conflicto. Esto es evidente antes del conflicto, pero una vez iniciado el
conflicto, a pesar de haberse alcanzado un acuerdo previo, el diálogo
sigue siendo fundamental. Ello significa conversar con los líderes
legítimos de esa población, pero también con la misma población.
Cuando hay intereses políticos partidarios en los líderes, es importante
transmitir el contenido del diálogo directamente a la población. Si fuera
posible, en tal caso, el diálogo puede ser abierto al público o ante
representantes de las distintas organizaciones que componen la
población local.
2.- Estudiar y comprender la racionalidad cultural de la población
local. Esto es esencial para iniciar o reiniciar el diálogo y llenarlo de
contenido para alcanzar una propuesta que satisfaga a la población
local. ¿Cuál es la posición de esta población local o, mejor aún, cuáles
son sus intereses en el conflicto? Aquí es importante analizar causas
presentes o actuales (daño ambiental y económico, o posible daño
ambiental y económico, por ejemplo), así como las causas estructurales
y sistémicas (la falta de servicios básicos o la exclusión de beneficios en
la población local, por ejemplo) relacionados con el conflicto. 
3.- Las autoridades del Estado deben actuar en forma imparcial,
alejados también de sus posiciones o intereses.  Si no se deja a un lado
el solo interés por recaudar impuestos o ejecutar un proyecto de
inversión por considerarlos de “interés nacional”, el conflicto se
agudizará. Si fuera posible, en determinados casos, es necesario
retroceder en las iniciativas o autorizaciones administrativas ya
otorgadas. Esto significa priorizar un derecho flexible en momentos que
se puede producir un desastre político.
4.- Articular los intereses de las empresas extractivas con los intereses
de la población local, normalmente identificada con comunidades
andinas y amazónicas. No basta valorar las ganancias de la inversión
privada con pequeñas cuotas de responsabilidad social empresarial,
sino alcanzar efectivas ganancias para todas las partes del conflicto.
Esto sin que signifique la desintegración (por la migración forzada, por
ejemplo) de las mencionadas comunidades andinas y amazónicas.
5.- Incluir la participación de la población local organizada en la
cautela de sus derechos y obligaciones. Esto significa valorar la
organización local destacando la práctica de criterios rotativos en el
ejercicio de los cargos públicos de dicha población (práctica común de
las comunidades andinas, por ejemplo) y la capacidad de autocontrol y
defensa de sus derechos. La promoción de la Justicia Comunal en la
población local aparece en tal sentido como una gran alternativa.
6.- Reparar o subsanar los errores, daños u omisiones. Si el conflicto
tiene tras de sí la falta de una consulta previa (conforme se encuentra
garantizado en la Constitución Política y en el Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo) por anormalidad en la
normatividad local o sectorial ministerial, hay que repararlo o
subsanarlo y, de ser posible, cumplir con la consulta previa a pesar de
encontrarse operativa la actividad extractiva. Esta reparación o
subsanación es la mejor propuesta social para evitar mayores pérdidas
o restricciones de ganancias de la empresa extractiva. Incluso es la
mejor acción política para evitar otros conflictos similares en el país.
7.- Atender las causas estructurales o sistemáticas de los conflictos
socio-culturales, al mismo tiempo que se atienden las causas
presentes y específicas. Esto significa articular las demandas
inmediatas con los evidentes problemas históricos o recurrentes de la
población local: la ausencia o deficiencia de los servicios básicos de
salud, educación y justicia o la indiferencia para incluir a la población
local en el proceso de cambio o mejoras que viene experimentando  la
sociedad urbana (capitalina) sin que signifique la pérdida de la cultura
que los identifica.
En suma, si reparamos en el conjunto de sugerencias planteadas, la
clave de la prevención o gestión de los conflictos sociales o socio-
culturales en el Perú se encuentra en la comprensión, atención y
perspectiva de la población local. En esta parte colectiva y humana es
donde se encuentra la capacidad auto-compositiva pero también la
capacidad resolutiva para poner fin a los indicados conflictos.

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