Está en la página 1de 23

PARA SANAR

EL CORAZÓN
Y LA VIDA
PARA SANAR EL CORAZÓN Y LA VIDA
“Al entrar Jesús en Cafarnaúm se le acercó un centurión y le rogó
diciendo: - Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles
sufrimientos. Le dice Jesús: - Yo iré a curarle. Replicó el centurión: -
Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de
palabra y mi criado quedará
sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis
órdenes, y digo a este: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi
siervo: “Haz esto”, y lo hace. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo
a los que le seguían: - Les aseguro que en Israel no he encontrado en
nadie una fe tan grande” (Mateo 8, 5- 10)
Aunque el sufrimiento físico y moral
tienen un sentido y un valor muy
especiales, que se derivan del hecho
de que Dios Padre haya querido – o
al menos permitido - que Jesús nos
salvara precisamente por el
sufrimiento, no se trata, como pueden
creer algunos, de sufrir por sufrir, ni
tampoco, de aceptar ciegamente el
sufrimiento, o de sufrir de una forma
pasiva, resignada, conformista, sin
hacer nada para evitar el dolor, para
disminuirlo, o al menos para controlar
de alguna forma sus consecuencias.
Dios nos quiere felices
Dios que nos quiere felices, desea también que
enfrentemos el dolor de una manera activa, diligente,
eficaz, procurando aliviarlo en lo que esté a nuestro
alcance, y que vivamos lo que se sale de nuestras manos
y no podemos cambiar, con la frente en alto, en paz
interior y exterior, con nuestra mirada y nuestro corazón
puestos en Jesús crucificado y resucitado, vencedor de la
muerte, porque él, Jesús, es nuestra esperanza de una
vida mejor.
La medicina, la
sicología, la siquiatría, Dios mismo nos invita a buscar
y en general, todas con insistencia, con todas
las ciencias y saberes nuestras capacidades – físicas,
humanos que nos emocionales, intelectuales y
ayuden a aliviar el espirituales –, sanar nuestro
dolor, o que nos corazón y nuestra vida, nuestra
enseñen a sublimarlo
(Eclesiástico 38, 1-4.9-14) alma y nuestro cuerpo, nuestro
o superarlo, “Da al médico, por su servicios, los ser entero, de todo dolor, y pone
respetando nuestra honores que merece, que también en nuestras manos los
dignidad como hijos a él le creó el Señor.
Pues del Altísimo viene la curación, instrumentos necesarios para
de Dios, son como una conseguirlo, o por lo menos,
bienvenidas y dádiva que del rey se recibe.
para que podamos evitar su
bendecidas por Dios. La ciencia del médico realza su
cabeza, y ante los acción destructiva y lo
La Sagrada Escritura grandes es admirado. orientemos con
nos lo dice con toda El Señor puso en la tierra
claridad: medicinas, el varón éxito a nuestro bien espiritual.
prudente no las desdeña.
Sanar el corazón
Querer sanar el corazón, querer sanar la vida, es, pues,
perfectamente válido para todos, más aún, hasta
podríamos decir que es una obligación, porque de la
salud de nuestro corazón, de nuestro ser entero – alma y
cuerpo -, dependen en gran medida nuestro accionar en
el mundo que Dios creó para nosotros; para que
completáramos su obra creadora con nuestro trabajo,
disfrutáramos de su belleza, sus riquezas y su bienestar,
y lo compartiéramos con todos los hombres y mujeres,
en alegre armonía.
Pero sanar el corazón no
es algo que se consigue
de una vez y para
siempre. Ni tampoco,
algo que podemos
lograr con nuestras
propias fuerzas
capacidades, por mucho
que lo deseemos y por
muy inteligentes y
decididos que seamos.
La sanación interior, la sanación
del corazón, es un proceso que se
desarrolla paso a paso, lentamente;
un proceso en el que participa
directa y activamente, primero
Dios, el mejor médico para todos
los males que aquejan el corazón
del hombre; un proceso que exige
de nosotros ante todo una muy
buena disposición para sanarnos,
abrir nuestro espíritu a la acción
amorosa y curativa de Dios por
medio de la fe, y unir a ella nuestra
voluntad decidida, nuestro
esfuerzo sin medida y una buena
dosis de constancia.
La sanación interior es un
proceso que muchas
veces, más de las que
imaginamos, requiere
también la participación
directa de otras personas:
de profesionales
conocedores del ser
humano, de amigos y de
familiares.
¿Cómo se desarrolla este
proceso de sanación?
Pasos para sanar el corazón
El proceso de sanación del corazón, se desarrolla
básicamente en cuatro pasos o momentos que se
van dando uno tras otro, sin que sea posible, la mayor
parte de las veces, delimitarlos estrictamente y sin que
podamos tampoco señalarle a cada uno una duración
determinada, porque cada persona es un caso particular
y no hay reglas ni medidas para nadie. Estos cuatro
pasos son:
1. Toma de conciencia de
la realidad personal y de la
presencia en ella del dolor,
del sufrimiento, y decisión
de superar la situación
dolorosa que se vive. Es
absolutamente necesario
querer sanar el corazón. Sin
esta decisión el proceso de
sanación se anula
automáticamente.
2. Examen detenido
de la historia personal
e identificación de los
hechos que originan
el sufrimiento y las
personas
directamente
vinculadas con estos
hechos.
3. Aceptación consciente y
activa de los acontecimientos
dolorosos tal y como sucedieron,
de las personas que en ellos
participaron y de las
consecuencias que de ellos se
siguieron, y aceptación también
de los sufrimientos en sí
mismos, con el fin de superar la
angustia, el dolor que producen,
y de darles un sentido nuevo que
va más allá
de ellos mismos.
4. Perdón activo y
total, que selle
definitivamente las
heridas del corazón y
haga posible la paz
interior, la
tranquilidad, la
armonía, consigo
mismo, con los demás,
con el mundo y con
Dios.
Profundicemos un poco en lo que significa y comprende cada uno
de estos cuatro pasos en el proceso integral de sanación interior .

1. Tomar conciencia de nuestra realidad, de los


acontecimientos que vivimos – en el pasado y en el presente
–, específicamente de aquellos que nos causan
aflicción, que hieren nuestro corazón y lo hacen sangrar, que
limitan nuestra vida entera, no es otra cosa que asumir los
hechos tal y como son, como se van dando, con naturalidad,
sin aspavientos.
2. Aceptar
Los sucesos dolorosos en nuestra
historia personal, y aceptar a las
personas que intervinieron en ellos;
acogerlos, asumirlos como hechos ya
dados que no podemos cambiar ni
desconocer, sin pelear, sin maldecir,
sin rebelarnos, nos facilita
enormemente superar el dolor que
estos sucesos y estas personas nos
causan, y nos permite también darle
un sentido a ese sufrimiento, hacer
que “valga para algo”, que nos sirva,
que sea algo positivo en nuestra
vida.
3. Perdonarnos
A nosotros mismos, nuestras flaquezas y debilidades, perdonar
a los otros sus actitudes negativas en contra nuestra, perdonar a
la vida no habernos dado todo lo que deseábamos, significa
arrancar del corazón los raíces del odio, del rencor, de la rabia,
de la venganza, de la violencia; purificarlo de todo sentimiento
negativo, y disponernos a comenzar de nuevo, a darle un nuevo
rumbo a nuestra historia y un nuevo significado a nuestra vida
y a nuestras relaciones con los demás, a sufrir sin “sufrir”, a
llorar en silencio, a mirar más allá de lo que antes mirábamos, a
buscar nuevos rumbos y nuevas metas.
ES TU DECISIÓN...
“Corazón alegre hace buena cara; corazón en pena deprime el espíritu”.
(Proverbios 15, 13)

Lo primero que tenemos que hacer para sanar el corazón


es querer hacerlo, querer sanarlo. Sanar el corazón es, en
un primer momento, una decisión de la voluntad. Sólo
sana quien quiere sanarse y cuando quiere sanar.
La voluntad es lo que cuenta. Cada cual decide lo que
quiere, lo que considera mejor para sí mismo.
ENTRA EN TU CORAZÓN...
“La mirada de Dios no es como la mirada del hombre,
pues el hombre mira las apariencias, pero Dios, mira el corazón” ( 1 Samuel 16, 7b)

El corazón del hombre es su recinto secreto y escondido, su yo profundo


e íntimo, donde cada uno es él mismo y sólo él, donde cada uno se
siente, se piensa y se muestra a sí mismo como es, sin máscaras, sin
hipocresías, sin falsedades.
Aparte de cada uno respecto de mismo, sólo Dios puede entrar y
conocer el corazón, la intimidad del ser humano.
Es en el corazón donde el hombre es lo que es, con toda su
grandeza de hombre y toda su bondad de hijo de Dios, y
también con todas sus flaquezas y debilidades, con todas sus
inclinaciones equivocadas y todas sus limitaciones, con todas
sus miserias. Y es también allí, en el corazón, donde se
generan los sentimientos positivos y los negativos, donde se
producen las emociones, donde amamos, donde odiamos,
donde sufrimos y donde gozamos, donde tienen su raíz todas
las actitudes y también todas y cada una de las acciones que
llenan nuestra cotidianidad, y que nos hacen ser lo que
somos y como somos.
Lo dice Jesús muy claramente:
“De lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno,
del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el hombre
malo, del tesoro malo saca cosas malas” (Mateo 12, 34b-35)
“Lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo
que contamina al hombre.
Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos,
adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.
Eso es lo que contamina al hombre; que el comer sin lavarse
las manos no contamina al hombre” (Mateo 15, 18-20).
“Bienaventurados
los limpios
de corazón, porque ellos
verán a Dios”
(Mateo 5, 8).

También podría gustarte