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Consejería II
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MATILDE EUGENIA
PÉREZ TAMAYO
UN CORAZÓN HERIDO
INTRODUCCIÓN
Hablar del sufrimiento, en un mundo
como el nuestro, y en nuestro tiempo,
puede parecer “llover sobre mojado”,
decir lo que todos ya saben, lo que
sentimos en nuestra propia carne; lo que
todos lamentamos y quisiéramos olvidar,
aunque fuera sólo por un momento.
Se ve inútil, repetitivo, masoquista – tal vez –,
y sin embargo, es útil, necesario, urgente,
porque el sufrimiento, cualquiera que sea, pero
de un modo particular aquel que nace de la
injusticia y de la violencia, afecta nuestra vida
personal en su más profunda intimidad y afecta
también nuestra convivencia con los demás, de
manera grave, y puede llegar a ponernos en
situaciones bien difíciles, que es preciso,
primero identificar, y luego aceptar, entender,
aprender a manejar, y llegar a superar, si
queremos tener paz interior; si queremos llevar
nuestra vida a su plenitud y construir una
sociedad nueva y justa para todos.
El sufrimiento físico y espiritual, es un
misterio; un misterio que nos toca
profundamente, que nos hiere de mil
maneras distintas, en el cuerpo y en el alma;
un misterio que nos envuelve sin que
sepamos claramente por qué ni cómo; un
misterio que tenemos que aceptar, porque es
ineludible para todos; nadie puede escapar al
sufrimiento por muy intensamente que lo
desee y por mucho que luche para
conseguirlo.
El sufrimiento físico y espiritual, es un misterio que
tenemos que asumir porque está íntimamente unido a
nuestra condición humana, que es débil y limitada, y fue
herida de muerte por el pecado; un misterio que tenemos
que “conocer” y “entender” en la medida de lo posible,
para poder enfrentarlo con valor y dignidad, sin
angustias ni rebeldías que nos desgastan interior y
exteriormente.
El sufrimiento es un
misterio que tenemos que
aprender a mirar a la cara
para que no nos precipite
en el abismo de la
desesperanza; un
misterio que tiene que
ayudarnos a crecer
interiormente, a ser más
humanos y por ende más
dignos hijos de Dios.
Entender el sufrimiento, comprenderlo en lo
que él es, conocer cuál es su origen, dónde
nace, por qué existe, cómo se comporta,
cómo afecta nuestra vida, qué sentido
podemos darle, qué valor tiene, es el
comienzo de la salud del alma, de la sanación
del corazón y de la vida entera, y ésta lo es, a
su vez, de la paz interior que todos
necesitamos y buscamos.
Un corazón sano, sin heridas profundas y sangrantes,
sin cicatrices dolorosas, es principio, fundamento de
la paz interior del individuo y de su equilibrio
emocional, que regula y orienta sus relaciones
consigo mismo y también sus relaciones con los
demás, y con Dios.