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PARA DIOS
UN TIEMPO PARA DIOS
• No tengas miedo en perder tu tiempo con Dios. No tengas miedo en estar a solas en su
compañía. Deja atrás lo que te ata y dispersa, y sube, como Jesús, a la montaña para orar.
Recuerda que, en su vida, los 30 años de Nazareth es un tiempo como perdido para su
Dios, para su Padre.
Ten presente que con frecuencia, en los tres años de su misión, de madrugada se iba solo
a un descampado y allí esperaba el amanecer orando a solas al Padre. Y cuántas veces,
en las noches, se adentraba solo en la espesura del monte y allí oraba en soledad y
silencio al Padre. Testigos constantes, las estrellas de su cielo. No tengas miedo en hacer
lo que Jesús hizo y repetir sus gestos, sus hechos.
• En tus manos el Evangelio puede hacer de tu vida el mejor camino oracional, el mejor
método que te conduce a la experiencia de Dios. Si deseas, ábrelo en Lucas, el
evangelista de la oración, en el capítulo nueve. Recorre los versos del 28 al 36. Y pon los
ojos, en simple atención de fe y amor, en Jesús. Lo verás como Pedro, Santiago y Juan,
más luminoso que la luz de las estrellas. Y repítele, despacio, una y mil veces más:
“Maestro, bueno es estarnos aquí”. Porque orar, no lo olvides, amigo, es estarse a solas,
con amor, con Jesús. Y decirle, de vez en cuando, desde la paz y el silencio, que estás a
gusto con él, que le quieres mucho, que es bueno estarse en oración con él. Así de
sencillo, porque el amor lo hace todo fácil.
• No tengas miedo, amigo, ni te llenes de temor, al abandonar tu corazón en las manos del Espíritu de Jesús, esa nube
que te va a cubrir, te va a meter dentro de ella. Abre tu corazón a la esperanza, y no temas lo que va a pasar. Si eres fiel
en orar con frecuencia, en dedicar tiempo a Dios, verás cómo tu vida se volverá también radian te, luminosa, y verás el
rostro de Dios. No tengas prisa, aguanta, permanece, hasta que llegues a
escuchar la voz del Padre que te dice:
“Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle”. ‘No intentes decir nada. Deja que la Palabra de Dios caiga, como lluvia
fresca y suave, en la tierra de tu corazón. Deja que su Palabra te penetre, te moje, te empape, hasta que sientas el gozo
de la presencia de Jesús en tu vida y te encuentres ‘con Jesús solo”. Entonces, no bajaras de la montaña tú solo; sino en
compañía de Jesús.
• Me dirás: ¿cómo orar, cómo sé yo que lo que hago es oración verdadera? Yo te respondo, amigo, que no te preocupes
tanto al principio de lo que haces en esos encuentros a solas con Dios, sino de ir a encontrarte con él, de estar con él, de
ser fiel en los encuentros cada día El mismo Señor, por medio de su Palabra de Vida, te ira enseñan do a orar. No tengas
prisa. Es un método largo, pero eficaz. Da tiempo al tiempo, da tiempo a Dios, que él realizará en ti su Obra.
Experimentarás, a medida que seas fiel en la oración diaria, cómo tu corazón es como un abanico,
cómo tu corazón tiene muchas necesidades y es bien cambiadizo.
• Otras veces, en el encuentro con Dios limítate, si así se despierta tu deseo, a tomar el
Evangelio, a tomar un Salmo y hacer una lectura tranquila, serena, calmada, de la Palabra
de Dios. Lee despacio la Palabra interiorizándola, y déjala que vaya cayendo en tu corazón.
Lee un pasaje con paz y cierra luego los ojos y no pienses nada, dejándote caer en ese
silencio que te hará presente lo esencial del texto que has leído. Una oración así es
importante para que te vayas familiarizando con la Palabra de Dios, para que vayas
aprendiendo a escuchar al Señor y no hablar tú sólo. Una oración así te llevará a ir
descubriendo, poco a poco, la voluntad de Dios que se manifiesta en su Palabra. No lo
olvides, amigo, que a la oración vamos, sobre todo, a escuchar a Dios, a dejarle hablar.
• Hay momentos en la vida en los que necesitas pensar, razonar, llegar al fondo de alguna
cuestión o problema. Se trata de buscar razones para llegar a una conclusión, o de motivar la
vida porque te das cuenta que le falta profundizar. Entonces es bueno el meditar. Es bueno el
reflexionar. Es bueno para aclararse, para salir de una confusión. Un libro leído despacio, la
misma Palabra de Dios buscando en ella argumentos o tus propios pensamientos
profundizados, te ayudaran La meditación es buena, pero si se hace con frecuencia en el
encuentro con Dios llega a cansar, a aburrir, a no satisfacerte Es mas bien un encuentro
contigo mismo, aunque estés en la presencia de Dios Pero también esta en una de las
posibilidades de tu abanico oracional.
• Y llegamos a este tipo de oración que llamo “encuentro con Dios”. Es lo que intentaremos
profundizar en el Método. La Oración que es un Diálogo entre Dios y tú; un diálogo desde tu
silencio y el de Dios, un dialogo apoyado en la Palabra de Dios, un dialogo cultivado a través
de un sentimiento interior, un dialogo que consiste en una mirada al Señor y en dejarse mirar
por el Señor, un dialogo que supone la presencia de un Yo y un Tu Un dialogo que se da en
clima de amor. Un diálogo que se realiza en espíritu y en verdad en el interior, en el corazón.
• Un paso más y aquí la acción en el encuentro con Dios ya no es tuya, por medio de su
Espíritu. Se trata de la contemplación. Que sencillamente es el amor a Dios en ejercicio. Es
una experiencia pro funda, sin palabras, silenciosa entre Dios y el alma. Llena el corazón de
paz, de gozo, de alegría y bien. El corazón se siente en un impulso ciego de amor a amar a
Dios con todo su ser. El corazón se goza en Dios y permanece en su amor, no ya en los ratos
que dedique a la oración, sino a través de todo el día. Dios se vuelve, en el fondo del alma,
como “la música callada” y “la soledad sonora”
La contemplación es un don de Dios y exige mucha pureza de corazón Es una gracia, que
Dios da al que le ama, al que es constante en su búsqueda. Antes de llegar a ella, Dios pone a
prueba el amor del creyente para que le ame por si mismo, por Dios mismo Tu estas llamado
a ser contemplativo, si tu corazón permanece en ejercicio de oración con frecuencia, Dios se
hará el Sol y la Gracia de tu vida El contemplativo es el hombre de Dios que irradia a Dios
desde lo profundo de su corazón. Es un regalo de Dios a la Iglesia.
• Por fin quiero recordarte que el encuentro con Dios
en los tiempos fuertes de oración no se quedan en
ellos mismos, no mueren con esos momentos. En la
oración, Dios va cambiando la vida del orante por
medio de su Espíritu, y la va identificando con Jesús,
su Hijo.
La oración y la vida van juntas. El orante lleva la vida a la oración y luego lleva la
oración a la vida. El orante ora como vive y vive como ora. La oración misma es ya una
acción, un tiempo que es necesario para que la misma acción, el compromiso, sea
fecundo. Jesús dice que “quien está unido a mí, ese da mucho fruto, porque sin mí no
podéis hacer nada”.
• Quiero, amigo, que recuerdes este proceso oracional, esas posibles maneras de relacionarte
con Dios. Recuérdalas con estas palabras en latín, muy clásicas al hablar de la oración:
La DEVOTIO - LECTIO - MEDITATIO - ORATIO - CONTEMPLATIO - ACTIO.
Un reto apasionante para tu vida cristiana, un reto en el que necesitas empeñarte muy en
serio. Si eres fiel en tu oración diaria, en tu encuentro a solas con Dios; si eres fiel en darle a
Dios un tiempo largo de oración cada día, te asombrarás de los cambios que él irá realizando
en tu vida; te maravillarás de cómo tu corazón va creciendo cada vez más en el amor, en la fe
y en la esperanza; te asombrarás de que en tu interior vas encontrando la fuerza para vivir, la
razón de tu existencia; te alegrarás de haber descubierto la raíz de tu vida, el manantial de tu
existencia, el tesoro que llevas escondido en lo profundo de tu ser.