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malas acciones
Eichmann carecía de autoridad para determinar quiénes debían sobrevivir y quiénes debían
morir
Él jamás odió a los judíos, y nunca deseó la muerte de un ser humano. Su culpa provenía de la
obediencia, y la obediencia es una virtud harto alabada. Los dirigentes nazis habían abusado de
su bondad. Él no formaba parte del reducido círculo directivo, él era una víctima, y únicamente
los dirigentes merecían el castigo.
La banalidad del mal
Evelinda Santiago