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Doctrina Drago

Bryan Núñez Lugo


Doctrina Drago
La Doctrina Drago fue anunciada en 1902 por el
Ministro de relaciones exteriores argentino, Luis María
Drago, en respuesta al no cumplimiento de la Doctrina
Monroe por parte de Estados Unidos. Establece que
ningún poder extranjero puede utilizar la fuerza contra
una nación americana a los fines de hacer efectivo el
cobro de una deuda.

La Doctrina Drago es una respuesta a las acciones de


Gran Bretaña, Alemania e Italia, quienes impusieron un
Bloqueo Naval a Venezuela a finales de 1902, en
respuesta a la gran deuda de Venezuela que el
presidente Cipriano Castro se negaba a pagar.
Frente a este ataque, Estados Unidos dijo que como país, no
apoyaría a un estado que se viese afectado por ataques de
potencias europeas que no se originasen con intención de
recuperar territorios americanos y colonizarlos. Así surge esta
Doctrina Drago, como una protesta por parte de Luis María
Drago frente al actuar de Estados Unidos. Una versión
modificada por Horace Porter fue adoptada en la Haya en
1907. Ésta añadió que el arbitraje y litigio deberá usarse
siempre primero.
Importancia
El endeudamiento de América Latina con los países desarrollados revitaliza la doctrina del
argentino, por cuanto se opone al cobro compulsivo de las deudas públicas de cualquier país
sudamericano, mediante la intervención armada.

Derivaciones de la doctrina:

La expresión de solidaridad continental puesta de manifiesto en la posición de la República


Argentina, que no tenía, en términos inmediatos, ningún interés en el episodio ni nada obtendría
de su incursión diplomática, más que el respeto y la simpatía de los otros países sudamericanos.
La Doctrina Drago aboga por la mediación de los Tribunales de Arbitraje Internacional para dirimir
asuntos vinculados con las deudas públicas. Un antecedente nada desestimable a la hora de
revisar la legitimidad o no del endeudamiento argentino generado desde 1976 en adelante.
El gobierno de Julio A. Roca, a través de su canciller Luis María Drago, dejó en claro la firme
convicción de resguardar la soberanía política de las naciones más débiles.

Escribe Drago:
“todos los Estados, cualquiera que sea la fuerza de que dispongan, son entidades de derecho,
perfectamente iguales entre sí y recíprocamente acreedoras por ello a las mismas con
sideraciones y respeto.”
Aunque aquel episodio de Venezuela a principios del XX confirmó el tránsito del intervencionismo
europeo a la tutela norteamericana, la República Argentina demostró contar con una dirigencia
imaginativa que convirtió la debilidad en fortaleza por medio de la inteligencia.
La tesis central de esta doctrina es que las deudas internacionales no pueden
cobrarse por la fuerza o la amenaza de la fuerza. En cierto modo fue un
complemento de la >doctrina Monroe. Por eso algunos sectores de la diplomacia
de Estados Unidos la miraron con simpatía. Años después, el tema de la doctrina
Drago fue llevado a la segunda Conferencia de la Haya en 1907, donde se
adoptó la llamada Convención Porter que prescribe que “no se debe recurrir a la
fuerza de las armas para el cobro de deudas emergentes de contratos, y
reclamaciones por el gobierno de un país al gobierno de otro, como deudas de
sus nacionales”, a cambio de lo cual el Estado deudor debía comprometerse a
aceptar las propuestas de arbitraje y someterse a su fallo.

Poco tiempo después el presidente Teodoro Roosevelt afrontó una situación


muy delicada con la República Dominicana, que tenía ingentes deudas a favor
de Estados Unidos. Para asegurar su pago, el gobierno norteamericano presionó
por la suscripción de un tratado en 1907 en virtud del cual asumió la
responsabilidad del ajuste de cuentas con los acreedores del país caribeño, tanto
internos como externos, para lo cual el gobierno norteamericano designaba al
recaudador general de aduanas.

De este modo asumió el control del principal ingreso fiscal de la República


Dominicana.
La Doctrina Drago rechaza en forma absoluta el uso
de la fuerza como medio adecuado para el cobro
de las deudas públicas contraídas con potencias
Europeas por las nuevas naciones americanas,
porque ello conllevaría a la ocupación territorial y
subordinación de estos países, lo cual menoscabaría
los derechos soberanos de los mismos.
La doctrina Drago tuvo gran incidencia entre los países
hispanoamericanos, quienes vieron en sus postulados un
fuerte soporte de derecho internacional para oponerla a
la amenaza de potencias extranjeras sobre la soberanía y
el territorio de las nuevas naciones. No así lo tuvo frente a
los Estados Unidos, quien la rechazó por considerarla
contraria a sus propios intereses expansionistas, y de allí
que a comienzos del siglo XX, no pocas veces ocupó a
países centroamericanos y del Caribe mediante la fuerza
armada, para asegurarse de que estos pagasen las
deudas públicas contraídas con potencias europeas y de
esta manera, evitar que invadiesen territorio americano,
para cobrar sus acreencias.
Los países hispanoamericanos continuaron proclamando
la doctrina Drago ante los escenarios internacionales,
cada vez que tenían oportunidad para hacerlo, y, de su
parte, Estados Unidos de igual manera procedía a
presentar su oposición a la misma.

Hoy en día subsiste la Doctrina Drago porque ningún


Estado puede cobrar compulsivamente las deudas
públicas o privadas de otro Estado y, esta tesis junto con la
de Calvo se encuentra presente en la creación de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en la
Organización de los Estados Americanos (OEA).

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