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Se considera la función heurística del entorno

conceptual, es decir, la capacidad de sugerir vías


para indagar un fenómeno mediante la exploración
de su concepto.

Se trata de examinar cómo algunos de los usos de las


palabras “confiar”, “confianza” se relacionan con
usos de otras palabras por continuidad y por analogía
La reconstrucción del horizonte semántico-
pragmático en el que podemos ubicar el concepto
“confianza”, quizá contribuya a descubrir algunas
condiciones de aplicación de este concepto, y a
partir de éstas condiciones, ampliar nuestra
comprensión de cómo nos autodescribimos cuando
confiamos.
Un fragmento del entorno conceptual del confiar, de
la confianza:

“Nuestros movimientos habituales implican, en efecto,


determinadas convicciones. Contamos con la existencia del
mundo externo cuando nos sentamos en una silla, cuando
reposamos sobre un colchón, cuando bebemos un vaso con
agua […] Confiamos, además, en que las cosas conservan sus
propiedades.
No nos sorprendemos de que el cuarto, a la mañana siguiente,
mantenga las mismas dimensiones, que las paredes no se hayan
caído, que el reloj se retrase y el café sea amargo […] Todos
somos algo nerviosos, pero el terror de que se desplome el techo
o se hunda el piso no es continuo […] Nos han engañado y nos
seguirán engañando.
Sin embargo, es imposible vivir creyendo que en cada ocasión
se requiere un examen cuidadoso o una contraprueba […]
Salvo circunstancias específicas conviene creer cuando nos
aseguran que debemos voltear hacia la izquierda o que la
farmacia se encuentra a tres cuadras”.

Rossi, Alejandro. Manual del distraído. (1997) En:


Obras reunidas, México: F.C.E, págs. 9-12.
Un análisis de ambos fragmentos nos permite inferir,
en términos preliminares, la presencia de, por lo
menos, tres condiciones interconectadas en tanto
características salientes del concepto confianza:

1. Condición de dependencia.
2. Condición de discernimiento.
3. Condición de las expectativas positivas.

Cfr. Pereda, Carlos. Sobre la confianza. (2009)


Barcelona: Herder.
Las tres condiciones mencionadas se encuentran en
una constante tensión dialéctica, lo cual conllevaría
a concebir la confianza como una especie de
concepto tenso:

Las condiciones 1(abandonarse, abrirse) y 3


(entregarse con expectativas de que nos irá bien)
pueden entrar en conflicto, real o aparente, con la
condición 2 ( esforzarse por comprender, ponderar y
evaluar lo que hacemos).
Confianza interpersonal

Quien confía subordina su juicio a la discreción o


juicio de otra persona o, si se prefiere, a su buena o
mala voluntad en la medida en que, literalmente,
pone en sus manos algo que considera de valor: una
persona, un objeto, un secreto, la propia intimidad.
Confianza institucional

La gente no sólo se expone, sino que se encomienda


y hasta se abandona a juzgados, escuelas, hospitales,
y al resto de las instituciones, privadas y publicas. Ese
sometimiento se apoya en la variable “experiencia
personal”.
Confianza en sí mismo

Las personas se apoyan en los propios deseos, las


propias creencias, las propias emociones, los propios
intereses
Confianza en la naturaleza

La gente supone la existencia del mundo


circundante: la naturaleza y la realidad externa.
"La herramienta básica para la manipulación de la
realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes
controlar el significado de las palabras, puedes
controlar a la gente que debe usar las palabras."

Philip K. Dick (1928-1982)


No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si usted habla de progreso


nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás

si está contra la violencia


pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después
si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar

no me gaste las palabras


no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si habla de paz pero tiene


costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical
si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él

si está entregando el país


y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería

no me gaste las palabras


no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.

Las palabras
Mario Benedetti
Frege distinguió tres componentes de los enunciados:
sentido, referencia y fuerza. Esta distinción constituye
un buen punto de partida elucidad y tener acceso a
las presunciones necesarias de cualquier lenguaje.

Cfr. Frege, Glotob. (1962). Funktion, Begriff,


Bedeutung. Fünf Logische Studien. Göttingen.

Cfr. Dummett, Michael. (1973). Frege: Philosophy of


Language. London, Duckworth.
El sentido de un enunciado conforma el “modo de
presentación” del referente; constituye las diversas
descripciones con que podemos aludirlo. En otras
palabras, el sentido consiste en aquello que
entendemos en la presentación de un referente real
o ficticio cuando entendemos el enunciado que lo
presenta. El sentido es “lo que captamos” cuando
entendemos. Por eso, quien hace una aseveración o
enuncia una norma necesariamente levanta la
presunción de que es enunciado es inteligible.
Cada hablante confía en sus capacidades de
proferir un número indefinido de enunciados. Sin
embargo, cada hablante u oyente se abandona a
la comprensión de los contenidos que se
comunican (afirmaciones, negaciones, preguntas,
órdenes, súplicas, excusas, etc.).
En otras palabras, cada primera persona confía, por
una parte, en que es capaz de proferir un número
indefinido de enunciados y, por otra parte, en que es
capaz de comprender un número indefinido de
enunciados: que la segunda persona- del singular o
del plural- usa las palabras de modo lo
suficientemente similar a como la primera persona la
usa y, por eso, se puede enterar de lo que se afirma,
niega, pregunta, ordena o desea.
Así, quien escucha o lee un enunciado, como actitud
básica, parte de la confianza de que, en general,
hablantes y oyentes aprehenden el contenido
(sentido, significado) de las palabras o presunción de
comprensión.
EJEMPLO DE AMBIGÜEDAD EN EL LENGUAJE ORDINARIO

Se cuenta que un señor por ignorancia y malicia dejó al morir el


siguiente escrito:

Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco


jamás se pagará la cuenta del sastre nunca de ningún modo
para los Jesuitas todo lo dicho es mi deseo Facundo.

Cuando se leyó el documento, las personas aludidas (el sobrino


Juan, el hermano Luis, el sastre y los Jesuitas) se atribuían la
preferencia. Con el fin de resolver las dudas, acordaron que
cada uno se llevara el escrito y le colocara la puntuación
respectiva.
- El sobrino Juan lo presentó de la siguiente forma:

Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis.


Tampoco, jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.

- El hermano Luis presentó su reclamo de esta manera:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? ¡No! A mi hermano Luis.


Tampoco, jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.
- El sastre justificó su derecho como sigue:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis?


Tampoco, jamás. Se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.

- Los Jesuitas consideraron que el documento debería


interpretarse de la siguiente manera:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis?


Tampoco, jamás. ¿Se pagará la cuenta del sastre? Nunca, de
ningún modo. Para los Jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo.
Facundo.
Esta lectura ocasionó grandes escándalos y para poner orden,
se acudió a la autoridad. Ésta consiguió establecer la calma y
después de examinar el escrito, dijo en tono severo:

Señores, aquí se está tratando de cometer un fraude; la


herencia pertenece al Estado, según las leyes; así lo prueba esta
interpretación:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis?


Tampoco. Jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo, para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.

En tal virtud, y no resultando herederos para esta herencia,


queda incautada en nombre del Estado, y se da por terminado
este asunto.
No obstante, la presunción de comprensión no es la
única presunción necesaria a todo lenguaje, pues si
se hace una aseveración, no sólo se “presenta” a un
referente y nada más, también se lo afirma o se lo
niega, nos comprometemos con su existencia o no
existencia, declaramos “verdaderas” a las
aseveraciones sobre ese referente. En efecto, en una
situación habitual hacer, por ejemplo, una afirmación
implica aludir a un referente y así, levantar una
presunción de que esa afirmación es verdadera.
De modo que, el terreno común del lenguaje parece
incluir otra presunción: La confianza de que, en
general, con los usos de las palabras la gente
efectivamente se refiere a aquello a lo que declara
hacer referencia, o presunción de verdad.
«Las 35 horas del día».

«El autosuicidio colectivo de la economía».

«Simón bolívar se quedó huérfano de esposa».

«Demasiada coincidencia que maten a alguien y al día siguiente


esté muerto».

«Los extranjeros que nos atacan son de otro país».

«Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones».

«No estoy ni a favor ni en contra sino todo lo contrario».


Es fácil comprobar que diariamente la gente se
entrega a la verdad de las afirmaciones o
negaciones con que se topa. Por ejemplo:

-Si en el supermercado un producto se halla


catalogado como “vino”, el comprador lo adquiere
sin que se le ocurra que tal vez se trate de agua o
aceite.

-Sien un autobús el letrero señala que va a al centro


y queremos o necesitamos llegar allá, lo abordamos.

Nos apoyamos en una gran cantidad de creencias


confiando en que son verdaderas
Pero las presunciones de compresión y verdad no
son las únicas que levantamos cuando se emite un
enunciado. De hecho, todo lo que decimos lo
decimos porque pensamos que podría aportar algo,
porque creemos que posee algún valor: un lenguaje
radicalmente desinteresado sería un lenguaje vacío.
En consecuencia, a las presunciones comunicativas
de compresión y verdad como constituyentes de la
confianza comunicativa, se suma otra presunción: la
confianza de que, en general, la gente no habla
meramente para romper el silencio, sino que tiene
algo que decir que considera de importancia o
presunción de valor.
Habitualmente se confía en que la gente quiere
afirmar o preguntar, o desear u ordenar algo que
considera, en algún sentido-personal o social- con
algún tipo de valor. Por supuesto, no se quiere
defender que todo lo que se dice efectivamente
tiene valor, sólo que presume tener algún valor.
La confianza comunicativa se articula en las tres
presunciones de comprensión, verdad y valor.

Cfr. Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa, I.


(2002). Madrid: Taurus.
Cfr. __________________. Teoría de la acción comunicativa :
complementos y estudios previos. (1993). México: Rei.
El abandonarse al terreno común del lenguaje,
implica confianza en la lengua materna u otra lengua
en la que se adquiera competencia; esto conlleva a
una actitud de aceptada dependencia en los usos
habituales de las palabras: condición 1.

Incluso, ese abandonarse se respalda en


expectativas positivas, según las cuales las
presunciones comunicativas, con gran frecuencia, se
satisfacen: condición 3.
No obstante, a menudo se comprueba que tales
presunciones no se satisfacen: no se entiende cómo
alguien usa las palabras, o se sospecha que sus
aseveraciones son falsas e intenta engañarnos, y no
en pocas ocasiones se juzga que su intervención
carece del menor valor.

Es por eso que hablantes y oyentes procuran regular


la institución del lenguaje cultivando cierta
sensibilidad para evaluar cuándo las presunciones
comunicativas no se satisfacen: condición 2
Con razón, algunos maestros precavidos tienden a
educar a sus estudiantes en el arte de formular
preguntas críticas que ponen en tela de juicio las
presunciones de comprensión, verdad y valor.

De esta manera, se educa para que, cuando se


reconoce o hasta vagamente se siente que hay
problemas en relación con una o varias presunciones
comunicativas, resulte de la mayor utilidad ponerlas a
prueba formulando preguntas críticas.
Si se recomienda con tanta insistencia en atender a la
condición 2, es porque la tendencia que articula las
condiciones 1 y 3 de dar por satisfechas las
presunciones de comprensión, verdad y valor, se
pueden enraizar a tal grado que, a pesar de
equivocarnos, engañarnos y autoengañarnos, se
insiste con obstinación en confiar.

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