Representa al “espíritu francés” por excelencia, al ideal de la cultura del “hombre honesto”, al humanismo cívico. Albert Thibaudet lo llamó: “padre del espíritu crítico”, del discernimiento, de la escucha, de la simpatía. Hombre de introspección que también fue hombre de acción. Hombre de sabiduría; Maestro de vida. Su obra literaria también posee dimensión filosófica. Poseer la verdad queda fuera de alcance, pero buscarla es tarea irrenunciable. Pensamiento asistemático. Emancipado, deambulante y plural, sometido a “ensayo”, enemigo de todo fanatismo y fundamentalismo. Pensamiento en tensión. Utiliza la ironía, la ambigüedad, la contradicción. Compartió intereses y actitudes con humanistas. Sobre todo el considerar que el estudio propio de la humanidad es el hombre. Del lado de un humanismo más crítico. Conocía poco griego, pero su latín era excelente. Sus escritores, poetas y héroes favoritos son: Ovidio, Tácito, Herodoto, César, Virgilio, Diógenes Laercio, Horacio, Lucrecio, Cicerón, Séneca y Plutarco; Catulo, Marcial y Juvenal; Homero, Alejandro Magno, Epaminóndas y Sócrates. Su nombre original fue Michel Eyquem. Nace en 1533. Muere en 1592. Hijo mayor y heredero del noble gascón Pierre Eyquem; su madre, Antoinette de Loupes, era de origen español- judío. Michel renuncia al apellido paterno, y se autodenomina según su lugar de nacimiento y heredad. Recibe consumada educación humanista en el Collége de Guyenne en Burdeos. Pudo haber estudiado en la universidad de Paris. De la “generación de 1530”, primer grupo sin recuerdo del mundo anterior a la Reforma: Etienne Pasquier, Etienne de la Boétie, Jean Bodin, Pierre Ronsard, entre otros. División de opiniones acerca de cuestiones anteriormente consideradas como absolutamente fundamentales. Magistrado en el tribunal de Burdeos, de 1557 a 1570. Vende su puesto de magistrado y se retira, recluyéndose en su castillo de Saint-Michel-de-Montaigne. Durante su retiro realizó algunos viajes (Alemania, Suiza e Italia), por dos ocasiones regresó a la vida pública aceptando mandatos como alcalde e hizo de intermediario entre el rey Enrique III y el jefe protestante Enrique de Navarra. Enemigo del maquiavelismo. Nunca estuvo dispuesto a excusar la deslealtad, la tiranía, la crueldad, en nombre de la relatividad de los valores morales. Defiende una ética de la justicia, del honor y de la responsabilidad. Gran amigo de Étienne de la Boétie (Discurso sobre la servidumbre voluntaria), comparte con él la pasión por la libertad, la devoción por la idea republicana y la fascinación por el mundo antiguo. Perspectiva utópica, libertaria, naturalista, pagana y crítica alienta su ideario de aparente conservadurismo político y sumisión religiosa. Ensayos
(1570 – 1592). Publicados por primera vez en 1580.
Escritos en francés. Su objetivo era escribir en la lengua de la vida cotidiana. Los comienza en su retiro al castillo. De escritura frondosa, abierta y elástica. A imitación de las Obras morales de Plutarco. Obra en prosa abigarrada y diversa; humor y tono coloquial Digresiones y gran cantidad de citas; proceden principalmente de la poesía latina. Compuestos por tres libros que se corresponden con los tres periodos en que suele dividirse su pensamiento: estoicismo, escepticismo y epicureísmo. Escritura sobre sí mismo. “Yo mismo soy la materia de mi libro”. Conciencia de la propia ignorancia; insistencia en el conocimiento de uno mismo; desprecio hacia la sofística; falta de solemnidad; ironía. Suma infinita de observaciones sobre vida recta. La libertad y la tolerancia son los valores más exaltados. Subraya diversidad de juicios y costumbres humanas. En diálogo y en polémica con los modernos: Ficino, Castiglione, Erasmo, Maquiavelo, Pomponazzi, Pierre de Ronsard, Jean Bodin y Justo Lipsio. Muy admirado y leído en su época. Alcanzaron cinco ediciones entre 1580 y 1588. Fuentes: Montaigne, Ensayos, Acantilado, Barcelona, 2007. Peter Burke, Montaigne, Alianza, Madrid, 1985.