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TODAVIA NO HAY MOTIVO

PARA FESTEJAR PERO…


Por Moshé Rozén
Revista Horizonte
Noviembre de 2008
Los próximos comicios en Israel se desarrollan en el ya
histórico encuadre del escenario político de este país: un
bloque religioso-nacionalista, un sector liberal centrista y
una izquierda, otrora potente y vigorosa y hoy fracturada
en distintas fracciones.
Pero –para sorpresa de muchos- el sionismo progresista, pese a su definición
problemática en tiempos de desideologización posmoderna, recupera el color de sus
mejillas y parece querer dar batalla a sus contendientes: se registran cambios en el
partido Meretz, surgido, como se recordará, de la fusión entre el socialismo sionista
(Mapam) y agrupaciones -como Ratz- de militantes en el campo de los derechos
humanos y civiles , el reconocimiento de los palestinos y la reinvidicación de un
judaísmo plural.
Meretz necesita superar su minoritaria ubicación parlamentaria: los cinco escaños
reducen su capacidad de incidencia en el horizonte político israelí. De allí el virage
estratégico desplegado por el presidente de este movimiento. Jaim Orón –más
conocido como Yumes- abre ahora, desde Meretz, un frente con otros grupos,
principalmente con figuras de relieve en el ámbito de la prensa y la cultura.
Activistas de “Paz Ahora” como Tzali Reshef, hombres de la academia –Zeevik Tzajor_
personalidades del laborismo –Uzi Baram, Tzvika Kase- aseguran, con su apoyo, una
apertura a corrientes que hasta hoy circulaban por calles políticas paralelas y permite
avisorar una alternativa unificada que puede convertirse en opción para buena parte
del electorado israelí.
Se trata de un camino difícil: la construcción de plataformas mancomunadas es
siempre es más compleja que la permanente división y confrontación, tan propia de las
izquierdas.
Este proceso se topa con otra dificultad para nada desdeñable: las elecciones tendrán
lugar en febrero del 2009, breve márgen para consolidarse y conquistar votantes.
Pero hay otras piedras en el camino: el ciudadano israelí, como los electores en otros
lugares del mundo, ya no se guia tanto por grandes ideas, por programas de
pensamiento. O sea, es posible que no pocos votantes, identificados, por ejemplo con
lemas de paz y negociación con el entorno árabe, elijan al partido Kadima, carente de
una cosmovisión ideológica, pero dueño de un pragmatismo que –inclusive desde el
flanco izquierdo del abanico político- se percibe como potable para esta coyuntura. La
dureza de Tzipi Livni hacia el Likud de Netanyahu alimenta esta percepción.
No olvidemos tampoco al laborismo: es probable que su candidato, Ehud Barak,
aproveche la imagen “intelectual” del proyecto de Meretz para aparecer como adalid de
las causas sociales, que, ciertamente, fueron ejes del activismo de Meretz hasta que la
bandera de la paz las eclipsó.

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