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CPPCABA T. 2
CPPCABA T. 2
9 7 89507 418334
de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires
Análisis doctrinal y jurisprudencial
2
ARTÍCULOS
204 - 347 EN ANEXO
DIRECCIÓN
MARCELA DE LANGHE - MARTÍN OCAMPO
2
ARTÍCULOS 204 - 347
COORDINACIÓN
JOSÉ R. BÉGUELIN - JULIO M. REBEQUI - CLAUDIA VELCIOV
• Ley 2303
Producción integral
Argentina, Códigos
• Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
• Análisis doctrinal y jurisprudencial
Dirigido por MARCELA DE LANGHE - MARTÍN OCAMPO
1ª ed., Buenos Aires, Hammurabi, 2017
vol. 2, 608 ps., 23 x 16 cm.
ISBN: 978-950-741-833-4
1. Derecho Procesal Penal. I. Título
CDD 347.05 Fecha de catalogación: 7/6/2017
MARCELA DE LANGHE - MARTÍN OCAMPO
DIRECCIÓN
EN ANEXO
MARIANA SALDUNA
DEFENSORA OFICIAL EN LO PENAL, CONTRAVENCIONAL Y DE FALTAS
DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES
ABREVIATURAS – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 27
LIBRO II
INVESTIGACIÓN PREPARATORIA
— continuación —
– – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
Capítulo 1.
Capítulo 2.
ETAPA INTERMEDIA
LIBRO III
JUICIOS
Título I — JUICIO COMÚN
Capítulo 1.
ACTOS PREPARATORIOS
Capítulo 2.
DEBATE. REGLAS GENERALES
Capítulo 3.
AUDIENCIA DE DEBATE
Capítulo 4.
REGISTRO
Capítulo 5.
SENTENCIA
Capítulo único.
LIBRO IV
RECURSOS
Capítulo único.
Capítulo único.
Capítulo único.
Capítulo único.
Capítulo único.
LIBRO V
EJECUCIÓN
Capítulo único.
Capítulo 1.
PENAS
Capítulo 2.
LIBERTAD CONDICIONAL
Capítulo 3.
MEDIDAS DE SEGURIDAD
Capítulo 1.
CONDENA PECUNIARIA
Capítulo 2.
NORMAS APLICABLES
Capítulo 3.
DESTINO DE OBJETOS SECUESTRADOS
Capítulo 4.
SENTENCIAS DECLARATIVAS
DE FALSEDADES INSTRUMENTALES
Título IV — COSTAS
Capítulo único.
ANEXO LEGISLATIVO
ANÁLISIS DE LAS LEYES DE PROCEDIMIENTOS ANTE EL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
Y DEL RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL DE LA CABA
Art. 33.
§ 1. Consideraciones generales – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 400
§ 2. Requisitos formales (párrs. 1º y 2º) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 401
§ 3. Trámite procesal (párrs. 3º y 4º) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 403
§ 4. Efecto del recurso (párrs. 5º y 6º) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 406
Art. 34. Depósito – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 408
Art. 35. Destino del depósito – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 412
Art. 36
§ 1. Consideraciones generales (párr. 1º) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 413
§ 2. Requisitos de admisibilidad (párr. 2º y ss.) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 415
Art. 37. – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 417
Capítulo I.
MEDIACIÓN
Capítulo II.
REMISIÓN
Título X — DEBATE
Art. 78. Debate
§ 1. Consideraciones generales – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 572
a) Inciso a) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 572
b) Inciso b) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 572
c) Inciso c) – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – 572
TÍTULO IX
CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA
Y CITACIÓN A JUICIO
Capítulo 1
Art. 204 *. — [Texto según ley 2452, art. 1º, BOCBA, 6/11/07]. «Vías alternativas». En
cualquier momento de la investigación preparatoria el/la Fiscal podrá:
1. Acordar con el/la imputado/a y su defensor/a la propuesta de avenimiento, en cu-
yo caso se aplicará lo establecido en el artículo 266.
2. Proponer al/la imputado/a y/o al/la ofendido/a otras alternativas para la solución
de conflictos en las acciones dependientes de instancia privada o en los casos de
acción pública en que pueda arribarse a una mejor solución para las partes, invi-
tándolos a recurrir a una instancia oficial de mediación o composición.
No procederá la mediación cuando se trate de causas dolosas relativas a los delitos
previstos en el Libro II del Código Penal Título I (Capítulo I - Delitos contra la vida) y
Título III (Delitos contra la Integridad Sexual), y en los casos de las Lesiones estable-
cidas en el art. 91 del Código Penal, cuando se efectuaren dentro de un grupo fami-
liar conviviente, aunque estuvieren constituidos por uniones de hecho. —art. 8º de la
ley nº 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar—.
No se admitirá una nueva mediación penal respecto de quien hubiese incumplido un
acuerdo en trámite anterior, o no haya transcurrido un mínimo de dos años de la fir-
ma de un acuerdo de resolución alternativa de conflicto penal en otra investigación.
En caso de acuerdo el/la Fiscal dispondrá el archivo de las actuaciones sin más trámite.
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 32
solución del conflicto, mientras que el acuerdo de avenimiento previsto en el inc. 1º será anali-
zado al comentarse el art. 266 que regula específicamente ese instituto.
Como consecuencia de las características propias del sistema acusatorio elegido por el con-
vencional constituyente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que deja el ejercicio de la ac-
ción penal bajo la exclusiva disposición del fiscal (sin perjuicio de la facultad del querellante pre-
vista en el último párrafo del art. 10, CPPCABA), el legislador introdujo una novedosa herra-
mienta a través de la cual, en ciertos casos, el fiscal puede proponer a la víctima y al imputado
recurrir a una instancia oficial de mediación o composición.
En esa misma inteligencia el art. 91 de este cuerpo normativo encomienda al Ministerio Pú-
blico Fiscal practicar la investigación preparatoria con la finalidad de arribar a la solución del
conflicto por cualquiera de las vías legalmente previstas o promover o desechar la realización
del juicio.
Por ello, si el fiscal conforme las circunstancias del caso, se propusiera alcanzar el primero de
los objetivos, sin promover la realización del juicio, podrá propiciar la utilización de los medios
alternativos de resolución de conflictos legalmente previstos (art. 91, inc. 4º), entre los cuales se
encuentra la mediación (art. 204, inc. 2º) y luego, en caso de acuerdo, archivar las actuaciones
sin más trámite (art. 204, in fine).
Se trata de una institución novedosa para el proceso penal que, si bien comenzaba a utili-
zarse en algunas jurisdicciones provinciales al momento de sancionarse este código, generó
una fuerte resistencia inicial por parte de quienes proponían continuar aplicando a ultranza el
principio de legalidad de la acción penal.
Este rechazo se manifestó inicialmente en el ámbito legislativo, donde seis meses después
de sancionado el código, al discutirse la ley 2452, un sector encabezado por el diputado Miguel
Talento propuso eliminar la mediación porque carecía de control jurisdiccional y podían afec-
tarse garantías constitucionales; mientras que otro proyecto, presentado por los diputados Iva-
na Centanaro y Santiago De Estrada, resaltó las bondades del instituto y propuso algunas limi-
taciones en cuanto a los casos en que resultaría aplicable; triunfando esta última propuesta por
medio de la cual se modificó el original inc. 2º del art. 204, por su actual redacción [Legislatura
de la CABA, acta de la 5ª Sesión Especial —3 de octubre de 2007— versión taquigráfica].
Superada la discusión legislativa a favor de la vigencia de la mediación penal, prácticamen-
te el mismo debate se trasladó a los tribunales locales, donde se inició una profunda discusión
acerca de su constitucionalidad, que merece ser analizada por separado debido a la importan-
cia que tuvo para que esta vía alternativa se consolide definitivamente en el sistema.
— GABRIEL UNREIN —
33 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
La Sala I sostuvo que la citada normativa supone la asunción de facultades legislativas exclu-
sivas del Congreso Nacional, de acuerdo a lo establecido en el art. 75, inc. 12 de la CN; que las
normas que regulan el instituto en cuestión adolecen de suma vaguedad y ambigüedad, dejan-
do carentes de regulación infinidad de situaciones.
También se cuestionó la ausencia de todo mecanismo de control, por lo que se estima impe-
riosa una exhaustiva regulación a través de una ley dictada por el Congreso Nacional, para sub-
sanar las deficiencias y ambigüedades apuntadas [cf. CAPCF, 29/5/09, “González, Pedro”, causa
nº 45966-02/09; ídem, 5/6/09, “Junco, Luis Antonio”, causa nº 45039-01/09; ídem, 9/6/09, “Del
Tronco, Nicolás”, causa nº 36983/08; e ídem, 9/9/09, “Suárez, Roberto Manuel y Garay, Claudio
Héctor”, causa nº 6813-01/09].
En un sentido similar la Sala II consideró que el diseño del instituto en el ámbito local carece
de un marco regulatorio adecuado, no solo por la vaguedad de los términos utilizados y las es-
casas referencias normativas existentes —lo cual ha permitido diversas y disímiles interpreta-
ciones que terminaron por desnaturalizar la aplicación de la mediación—, sino también por su
contraposición con principios generales emanados de la legislación nacional, que no pueden
ser desoídos en razón de su jerarquía normativa superior. Así, destacaron la incompatibilidad
de lo legislado con la norma prevista en el art. 71 del CP que consagra el principio de legalidad
de la acción penal.
Se señaló que la importancia y utilidad del instituto de la mediación en el ámbito penal im-
ponen la ineludible necesidad de un estudio profundo de la materia para dar lugar a la modifi-
cación legislativa pertinente, como resultado de un amplio debate parlamentario, que con-
temple los extremos apuntados precedentemente a efectos de producir una regulación acaba-
da de su implementación que compatibilice las diversas normas en juego y posibilite la aplica-
ción racional de la ley penal, asegurando igual solución para casos iguales.
Ello apunta, según la misma Sala II, a impedir la arbitraria discrecionalidad de los funciona-
rios que tienen a su cargo la instrumentación y decisión en supuestos de mediación, evitando
que esta se transforme en un mero acto individual y voluntarista de aquellos actores del proce-
so que pretenden sustentar las bondades del instituto en una confianza basada en conviccio-
nes personales, pero desentendida de la imprescindible legalidad que demanda su aplicación,
para alcanzar resultados compatibles con las normas vigentes [CAPCF, 26/6/09, “Domínguez,
Luis Emilio”, causa nº 11917/09].
La Sala III por mayoría adoptó en términos generales el mismo criterio [cf. CAPCF, 10/6/09,
“Batista, Ramón Andrés Pedro”, causa nº 45966-02/09; ídem, 29/9/09, “Acevedo, Roberto Mi-
guel y Furchini, Norma Alejandra”, causa nº 44832/09].
En esta línea se ha pronunciado también parte de la doctrina. Por ejemplo, Marcelo Sanci-
netti expresa que el Estado —cualquiera fuera el órgano que debiese tener la competencia pa-
ra regularlo— ni siquiera está legitimado para buscar vías alternativas y eludir las consecuen-
cias punitivas derivadas de la comisión de un delito, en el que la pena halle su medida según una
cuantificación justa del ilícito y la culpabilidad. Para él, este sistema facilita la punición de ino-
centes, a la vez que incita a la disminución de la pena justa de los autores culpables y, además,
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 34
no es compatible con lo regulado en el ámbito civil, en cuanto se establece que la acción penal
no puede ser objeto de negocios jurídicos. En todo caso, agrega, reglas de esta naturaleza están
tan en la base del sistema social, atañen tanto a la identidad de una sociedad, que es manifies-
to que forman parte del derecho de fondo, puesto que algo que altera la medida de la pena o
incluso su imposición misma no se puede regular de distinto modo según cada legislación local
[cf. Sancinetti, Avenimiento …].
Si bien podría reconocerse que el instituto de la mediación penal, por el cambio de para-
digma que implica y por sus consecuencias en el proceso, requiere una regulación más ordena-
da y precisa sobre la forma y casos en los que procede, esas falencias no necesariamente provo-
can la inconstitucionalidad de una norma que viene a instalar una provechosa y moderna herra-
mienta que, bajo el manto de las facultades de disposición de la acción que tiene el fiscal, per-
mite cumplir uno de los objetivos propuestos por el legislador, cual es la solución pacífica del
conflicto, otorgando una respuesta satisfactoria a un sinnúmero de casos que normalmente no
la encontraban en el sistema penal.
La posición unánime de la Cámara a favor de la inconstitucionalidad del instituto fue consi-
derada un tema de relevancia institucional por parte del Tribunal Superior de Justicia que,
ingresando a su análisis, revirtió la situación a partir del fallo “Del Tronco” [TSJ CABA, 27/9/10,
“Del Tronco”, expte. nº 6784/09].
La preeminencia en el tratamiento de la cuestión, a pesar de no tratarse propiamente de un
caso de sentencia definitiva, quedó demostrada, entre otras cosas, por ser la primera vez que el
Ministerio Público Fiscal y la Defensa Pública recurrieron al Tribunal Superior con un propósito
común de naturaleza institucional dirigido a que se deje sin efecto un pronunciamiento porque
sus efectos obstaculizaban el sistema de administración de justicia delineado por el legislador
local [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto de la doctora Conde].
El Tribunal Superior en el fallo mencionado fijó algunas reglas básicas que permiten delimi-
tar el funcionamiento del instituto de la mediación. Entre ellas que “… las atribuciones del juez
no aparecen orientadas a controlar la decisión del fiscal de impulsar o no la acción, cosa que le
incumbe privativamente al ministerio público …” [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto del
doctor Lozano].
Con relación a la interpretación del principio de legalidad de la acción, se afirmó que hay
una diferencia entre, por un lado, disponer el inicio “de oficio” de las acciones públicas (art. 71,
CP) y, por otro, resolver qué órgano local será el destinatario de ese mandato o cómo será orga-
nizado localmente el impulso del proceso. La primera potestad ha sido ejercida en el ámbito del
art.75, inc.12 de la CN; la segunda compete a las autoridades locales a quienes la Constitución
Nacional garantiza el derecho a darse sus propias instituciones, entre ellas la administración de
justicia (arts. 5º y 129) [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto del doctor Lozano].
No obstante, del hecho de que “todas” las acciones penales deban iniciarse de oficio, con
excepción de las que dependan de las denuncias de los ofendidos, no se desprende que los fis-
cales se encuentren obligados de manera ineludible y sin discrecionalidad alguna a impulsarlas
hasta sus últimas consecuencias [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto de la doctora Conde].
— GABRIEL UNREIN —
35 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
En síntesis, para el Tribunal Superior de Justicia no hay reparos para que en la órbita local se
incluya la mediación como una salida alternativa al conflicto penal y sea el Ministerio Público
Fiscal el encargado de determinar y decidir qué casos deberán ser materia de debate, cuáles no
podrán serlo —por falta de pruebas o porque el debate no se justifica— y eventualmente cuá-
les podrían llegar a ser objeto de otro tipo de soluciones que se ajusten mejor a sus particulari-
dades concretas. El hecho de que el fiscal invite a las partes a resolver su problema por medio de
un acuerdo “voluntario” en los supuestos en que lo considere beneficioso, no atenta contra el
orden constitucional en forma alguna y no implica avasallamiento de una competencia que
haya sido asignada o que pueda ser reivindicada como propia y exclusiva del gobierno federal
[cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto de la doctora Conde].
De esta manera, el Tribunal Superior de Justicia no advierte inconvenientes constituciona-
les para que se incorporen a través de la legislación procesal nuevas soluciones que se ajusten
mejor a las particularidades concretas de cada caso penal como una forma de humanizar el con-
flicto subyacente en cada uno de ellos. “Sabido es que los procesos judiciales del modo en que
están estructurados representan verdaderos obstáculos para la atención de las reales necesi-
dades, tanto de la víctima como del victimario, y distantes están de satisfacer los intereses de la
sociedad en su conjunto. Por el contrario y lamentablemente, solo vienen a reproducir en la
práctica los mismos conceptos que declaran combatir, transformándose en máquinas tritura-
doras de expedientes, ilusiones y voluntades” [Eiras Nordenstahl, La mediación …, p. 78; Id SAIJ,
DACF 120.049].
En efecto, mientras de manera dogmática se sostiene el postulado de la “legalidad” el sis-
tema penal evidencia una realidad esencialmente distinta: la persecución penal oficiosa, incon-
dicionada y fatal de todos los delitos que son denunciados es impracticable. Esta imposibilidad
de investigar y perseguir hasta las últimas consecuencias todos los casos que ingresan al sistema
penal autoriza a implementar mecanismos racionales de selección que conduzcan a su adecua-
do funcionamiento y, en definitiva, a la satisfacción del interés general que la comunidad depo-
sita en la justicia [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto de la doctora Conde].
Conforme a lo expuesto: “La mediación penal constituye una nueva manera de aplicar cri-
terios de oportunidad en la persecución de delitos, pues, según la naturaleza y las particulari-
dades de cada caso (la afectación real del bien jurídico tutelado, la expectativa de pena que
eventualmente podría aplicarse al ofensor y el daño concreto sufrido por el ofendido), permi-
te saltearse el trámite jurisdiccional y busca evitar el desgaste de recursos que implica la normal
sustanciación del proceso hasta el dictado de una sentencia de mérito; sentencia que, muchas
veces, no encuentra más justificación que el solo cumplimiento de la ley y no resuelve el con-
flicto que subyace a la eventual respuesta punitiva que brinda o podría brindar el Poder Judi-
cial” [cf. TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto de la doctora Conde].
Si bien el Tribunal Superior reconoce algunos problemas en la regulación del instituto, opta
por una interpretación que permita su adecuación constitucional en pos de los beneficios que
otorga esta herramienta para la solución de algunos conflictos penales. “El instituto incorpo-
rado a través del art. 204, inc. 2 del CPPCABA —al margen de su exigua regulación, cuestión aje-
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 36
na a los agravios que sostiene la recurrente— debe ser analizado a las luz de las reglas consti-
tucionales referidas, y no de manera que lo ponga en pugna con los principios enunciados como
rectores del sistema jurisdiccional local (arts.13.3, 106, 124 y 125)” [cf. TSJ CABA, 26/8/15, “Val-
divia”, expte. nº 11096/14, voto del doctor Casás].
En definitiva, pueden reconocerse varias imperfecciones en las normas que regulan el insti-
tuto e incluso podría aspirarse a un ordenamiento mucho más específico que permita aprove-
char al máximo y con una más baja conflictividad las utilidades que otorga la institución. Sin em-
bargo, el articulado del Código, aún perfectible, supera el control de constitucionalidad y per-
mite determinar claramente cuáles son los casos en los que procede y cuáles los efectos que este
tipo de acuerdos tiene sobre el proceso.
No puede dejar de mencionarse que las distintas Salas de la CAPCF adecuaron sus posturas
de acuerdo con los estándares fijados por el Tribunal Superior. En efecto, sin perjuicio de dejar
a salvo sus criterios, optaron por evitar la declaración de inconstitucionalidad de la norma y
comenzaron a tratar los recursos [cf. CAPCF, Sala I, 6/12/10, “Del Tronco, Nicolás”, causa nº
36983/08; ídem, 22/12/10, “Junco, Luis Antonio”, causa nº 45039-01/09; ídem, 17/11/10, Sala II,
“Castillo, Hugo Alberto”, causa nº 57703/09; ídem, 22/2/11, “Domínguez, Luis Emilio”, causa nº
11917/09; ídem, Sala III, 7/7/11, “Acevedo, Roberto Miguel y Furchini, Norma Alejandra”, causa
nº 44832-01/09; ídem, 15/3/11, “Sotelo, Ramón Alcides”, causa nº 6004-01/09; entre muchas
otras].
Por último, la reforma introducida por la ley 27.147 (BO, 18/6/15) al Código Penal estipuló
una nueva redacción para el art. 71 del CP, que ahora prescribe: “[s]in perjuicio de las reglas de
disponibilidad de la acción penal previstas en la legislación procesal, deberán iniciarse de oficio
todas las acciones penales, con excepción …”, extremo que incide en la cuestión estudiada. Así,
se ha intentado dar una solución definitiva a la discusión o, al menos, a una parte de ella. Empe-
ro, algunos autores creen que esto no se ha logrado y que la nueva regulación solo traerá con-
flictos [Daray, “Cómo es el nuevo proceso …”, 2015; y Pastor, Lineamientos …, 2ª ed., 2015, p. 40
y ss.].
— GABRIEL UNREIN —
37 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
claramente adversarial manteniendo al juez en su función, esto es, sin atribuirle la gestión del
interés público” [TSJ CABA, expte. “Del Tronco”, voto del doctor Lozano].
El legislador local ha optado por poner en manos del órgano promotor de la acción penal la
valoración de criterios de política criminal y relativos, también, a cada caso particular que se
presente, a la hora de determinar cuál de las opciones que la regulación legal ofrece se pro-
pondrá en cada caso [conf. TSJ CABA, expte. “Valdivia”, voto del doctor Casás].
La titularidad del ejercicio de la acción penal lleva implícita su discrecionalidad, toda vez que
no podrá concebirse dicha potestad si el fiscal careciera de facultades para tomar decisiones so-
bre su ejercicio. El juicio de oportunidad acerca de la conveniencia de propender a la composi-
ción del conflicto mediante el instituto de la mediación recae exclusivamente sobre el Ministe-
rio Público Fiscal [conf. TSJ CABA, expte. “Valdivia”, voto de la doctora Weinberg].
En el marco de esa facultad, propia del sistema acusatorio y del principio de oportunidad a
su cargo, el fiscal no puede ser compelido por el juez, de oficio o a instancias del imputado, e in-
cluso por la víctima, a utilizar el instituto. El texto del artículo analizado dispone que el fiscal
“podrá” hacer la propuesta, por lo que no se trata de un derecho de las partes que pueda ser
garantizado por el juez, sino de una facultad exclusiva del Ministerio Público Fiscal. Todo ello
sin perjuicio, obviamente, de la necesaria voluntad de los involucrados en el conflicto para in-
tervenir en la mediación, una vez que aquél considera que se trata de una de las soluciones posi-
bles para el caso.
La imposibilidad de obligar al fiscal para que proponga la mediación, no implica sin embar-
go que su decisión no pueda ser controlada, pero a través de ese control el juez no podrá reem-
plazarlo. “La tutela al principio acusatorio no puede equivaler a la eliminación del control ju-
risdiccional respecto de los requerimientos del órgano acusador, siempre que dicho control no
genere un desplazamiento de la función del fiscal” [TSJ CABA, 22/4/15, “Espósito”, expte. nº
10818/14, voto mayoritario de la doctora Ruiz al que adhirió la doctora Weinberg). Esa impo-
sibilidad, sin embargo, no permite descartar la existencia de controles internos del Ministerio
Público Fiscal, ni ampara a los funcionarios públicos frente al eventual incumplimiento de sus
deberes [conf., en lo pertinente, doctrina de CSJN-Fallos, 327:5863, consids. 30 a 32 del voto de
los doctores Petracchi y Highton de Nolasco, 43 y 44 del voto del doctor Fayt y 25 del voto del
doctor Zaffaroni, citado por el TSJ CABA en expte. “Espósito”, voto mayoritario del doctor
Casás].
La determinación relativa a la proposición de soluciones alternativas al debate legalmente
recae en el órgano acusador y dicha facultad, por regla, no puede ser reivindicada como propia
por los jueces de la causa, en la medida en que ello afecta severamente el sistema acusatorio e
importa un avasallamiento ilegítimo del ámbito de discrecionalidad técnica acordado al fun-
cionario encargado de llevar adelante e impulsar el trámite del proceso [conf. TSJ CABA, expte.
“Espósito”, voto mayoritario de la doctora Conde].
Los destinatarios de la propuesta, la víctima y el imputado, pueden aceptarla o rechazarla,
en tanto se trata de una herramienta regida por el principio de voluntariedad y, por lo tanto,
ninguno de ellos puede ser obligado a participar.
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 38
Tampoco constituye un derecho del imputado, pues es el fiscal quien evalúa la pertinencia y
utilidad de la institución en el caso y lleva adelante la propuesta, que luego será viable si se
cuenta con la voluntad de ambos destinatarios.
No se encuentra legalmente previsto que, previo a dictaminar, el fiscal deba darle interven-
ción a la defensa para que se expida con relación a la viabilidad de llevar adelante una audien-
cia de mediación [cf. CAPCF, Sala I, 4/4/16, “M. G., L. M. y otros”, causa nº 18780/15].
La Sala III, sin embargo, ha establecido que si bien es cierto que la mediación no es un dere-
cho del imputado, sí lo es de la víctima, como derivación del derecho de acceso a la justicia (art.
25, CADH). Así, si la víctima aceptara voluntariamente el proceso de mediación, una eventual
oposición fiscal quedaría huérfana de contenido y debería priorizarse el consentimiento de
aquello, en virtud del reconocimiento de su rol en el proceso penal [cf. CAPCF, 22/2/11, “Batis-
ta, Ramón Andrés”, causa nº 45216-01/09, voto de los doctores Manes y Delgado].
El art. 91 del CPPCABA acuerda opciones al MPF para la resolución del “conflicto”, frente a
las cuales debe, como principio, “favorecer” la utilización de las que indica su inc. 4º. Pero esto
no importa sostener que deba acudir a ellas primeramente, ni, menos aún, que su utilización
venga impuesta por la ley [cf. TSJ CABA, expte. “Valdivia”, voto de la doctora Weinberg].
— GABRIEL UNREIN —
39 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
[CAPCF, Sala I, 23/10/09, “Parodi, Juan José”, causa nº 41676/08; ídem, 29/3/16, “Barrios, Hugo
Alberto”, causa nº 10435-01/15; ídem, Sala II, 17/11/10, “Castillo, Hugo Alberto”, causa nº
57703/09; ídem, 16/5/16, “López, Emanuel Alfonso”, causa nº 15780/15, entre otros; en sentido
contrario, Sala III, 1/9/15, “G., S. M”, causa nº 5975/15, voto de los doctores Manes y Delgado].
Todo ello, sin perjuicio de la posterior utilización de otras vías alternativas como la suspensión
del juicio a prueba que puede solicitarse hasta inmediatamente antes de abierto el debate
[CAPCF, Sala II, 30/6/06, “Ovejero, Carlos Manuel”, causa nº 32/06; ídem, 12/6/13, “García, Julio
Pablo Oscar”, causa nº 29705-02/12; ídem, 30/3/15, “Zelinscek, Jorge Alejandro”, causa nº
53634-01/11], o el avenimiento, que puede tener lugar en cualquier etapa del proceso hasta los
cinco días posteriores a la notificación de la audiencia de juicio [cf. CAPCF, Sala II, 15/4/08, “Qui-
ñones, Cristian Nicolás”, causa nº 30366/06; ídem, 1/11/13, “Marcovich Reherman, Nelson”,
causa nº 46217-01/11].
La pretensión de que la mediación tenga lugar en cualquier momento del proceso, cuando el
imputado la solicite, equivale a convertir una facultad discrecional del Ministerio Público Fiscal
en una suerte de obligación automática —omitiendo todo estudio serio y razonado de las carac-
terísticas de cada causa concreta y de los involucrados— y a consolidar un procedimiento sui
generis en detrimento de aquel otro que, con acierto o error, ha sido establecido por los encar-
gados de legislar la resolución alternativa de conflictos, en esta clase de asuntos y en cada una de
las etapas procesales [cf. TSJ CABA, expte. “Espósito”, voto mayoritario de la doctora Conde].
Si bien el límite final hasta el que puede proponerse fue establecido claramente por el legis-
lador, no sucede lo mismo en cuanto a su hito de inicio.
Sin perjuicio de que el art. 204, inc. 2º, al mencionar “en cualquier momento de la investi-
gación penal preparatoria”, da un marco conceptual para definir también el punto de partida,
su precisa delimitación resulta un poco más difusa.
Una interpretación armónica entre el art. 77, que define los modos de iniciación de la inves-
tigación preliminar, el art. 91, que establece su objeto y el art. 92, que fija las pautas una vez que
el fiscal decide actuar en virtud de lo establecido por el primero de los artículos mencionados,
parece indicar que la propuesta de mediación sería posible recién a partir del decreto de deter-
minación del objeto de la investigación, una vez que ya descartó también la posibilidad de ar-
chivar las actuaciones.
En igual sentido, el art. 85 conmina al fiscal a dictar el decreto de determinación cuando
decidió dar curso a la investigación preparatoria y estima que no archivará la denuncia ni soli-
citará la incompetencia.
Sin embargo, no habría obstáculo legal para que se inicie una instancia de acercamiento en-
tre la víctima y el imputado para solucionar el conflicto a través de la mediación aún antes de
formularse el decreto de determinación, aunque resulte conveniente que el acuerdo al que
puedan llegar se formalice una vez circunscriptos los hechos que constituyen el objeto del pro-
ceso.
En definitiva, es aconsejable que la mediación se lleve a cabo una vez formulado el decreto
de determinación de los hechos, pero si el acercamiento y negociación de los involucrados —que
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 40
toda mediación conlleva— tienen lugar con anterioridad, será conveniente que en algún mo-
mento previo o bien concomitante al archivo de las actuaciones, el fiscal circunscriba los hechos
que constituyen el objeto de proceso y que quedan alcanzados por el acuerdo.
§ 5. Casos de procedencia.— Según dispone el propio art. 204, la mediación procede “en
las acciones dependientes de instancia privada o en los casos de acción pública en que pueda
arribarse a una mejor solución para las partes”.
Como una absoluta novedad en la época de su sanción, el Código autoriza la mediación para
los delitos de acción pública y aquellos dependientes de instancia privada, reservando para las
acciones privadas una audiencia de conciliación regulada en el art. 258, a la que debe convocar
el tribunal una vez presentada la querella y que tiene los efectos previstos en el art. 259 en caso
de producirse la conciliación.
Sin embargo, “no procederá la mediación cuando se trate de causas dolosas relativas a los
delitos previstos en el Libro II del Código Penal Título I (Capítulo I - Delitos contra la vida) y Títu-
lo III (Delitos contra la Integridad Sexual), y en los casos de las Lesiones establecidas en el art. 91
del Código Penal, cuando se efectuaren dentro de un grupo familiar conviviente, aunque estu-
vieren constituidos por uniones de hecho. —art. 8º de la ley 24.417 de Protección contra la Vio-
lencia Familiar—”.
Por el tipo y gravedad de los casos que involucra este grupo de delitos, la mediación está ex-
presamente prohibida en las investigaciones que tengan lugar con relación a tales ilícitos y por
lo tanto el fiscal no podrá formular propuesta alguna en ese sentido. Así, se dijo que no proce-
de la mediación si la conducta fue encuadrada prima facie en el delito previsto en el art. 129,
párr. 1º del CP, en función de la prohibición que emerge de la norma procesal [cf. CAPCF, Sala II,
10/7/15, “Guayare, Roberto Ezequiel”, causa nº 12072-01/14].
Si bien este enunciado es taxativo y los delitos mencionados quedan directamente exclui-
dos, ello no equivale a decir que la mediación procede automáticamente en el resto de los casos
de acción pública, sino que será viable sólo en aquellos en los que “pueda arribarse a una mejor
solución para las partes”, para lo cual se requiere, tal como ya se ha señalado en su oportunidad
(véase supra “Decisión acerca de su pertinencia”), de una valoración en concreto acerca de la
procedencia del instituto. Este análisis “… permite concluir que el juicio político criminal fijado
por el legislador debe complementarse con la valoración respecto de la conflictividad del caso
que deberá realizar la fiscalía al analizarlo” [Perel, Mediación …, p. 185].
No existe impedimento alguno para que el imputado, o incluso la víctima, ocurran directa-
mente al juez a solicitar la mediación, pero esa posibilidad no excluye la competencia exclusiva
otorgada por el legislador al fiscal para que realice el juicio concreto de política criminal sobre
la viabilidad de incluir el caso en el procedimiento de mediación. Este último solo tendrá lugar
cuando el fiscal, que tiene a su cargo el ejercicio de la acción pública, considere que puede dis-
poner de la misma porque el interés que representa, dadas las circunstancias específicas de un
caso concreto, puede verse satisfecho con un eventual acuerdo entre la presunta víctima y el
imputado [CAPCF, Sala I, 8/3/16, “Romero, Gabriel Alejandro”, causa nº 15856-01/14; ídem, Sala
— GABRIEL UNREIN —
41 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
II, 5/3/12, “Meta, José”, causa nº 56142-01/10; ídem, 3/5/16, “Bellini, Diego Nicolás”, causa nº
20370-01/15; entre otras].
Por supuesto que ese juicio concreto de política criminal que realiza el fiscal en cada caso pa-
ra analizar la viabilidad de la mediación con el fin de solucionar el conflicto, no puede ser capri-
choso o arbitrario, sino que exige que enuncie las circunstancias concretas de política criminal
conectadas con el caso, por las que considera que esta herramienta no es la mejor solución y que
estima apropiadas otras o eventualmente la realización del juicio.
Estas circunstancias por las que no procede la propuesta del fiscal pueden ser muchas y exi-
gen un estudio serio y razonado de las características de cada causa concreta y de los involucra-
dos [conf. TSJ CABA, expte. “Espósito”, voto de la doctora Conde]. Entre ellas pueden mencio-
narse la existencia de otros conflictos anteriores entre las partes, la gravedad del hecho y las cir-
cunstancias que rodearon al mismo, la real afectación al bien jurídico tutelado, la expectativa
de pena aplicable al ofensor a partir de las circunstancias del hecho, el concurso de delitos o
bien la existencia de antecedentes penales o la declaración de reincidencia que desaconsejen la
utilización de esta herramienta procesal.
Para sintetizar, la oposición del fiscal no puede ser caprichosa y debe estar acompañada de
la fundamentación suficiente vinculada con circunstancias concretas del caso. Si así no fuera, la
falta de fundamentación tornaría arbitraria la decisión del fiscal y podría ser revisada judicial-
mente, como puede serlo cualquier resolución arbitraria.
Sin embargo, debe tratarse de una decisión arbitraria pasible de nulidad por lesionar reglas
constitucionales, lo cual claramente no abarca una mera discusión sobre las cuestiones de polí-
tica criminal invocadas, aun cuando puedan resultar opinables.
Ahora bien, de concluirse judicialmente que el dictamen del fiscal ha sido realmente arbi-
trario por los motivos mencionados, ello no faculta a los jueces a reemplazar al fiscal y tomar su
lugar en el proceso, proponiendo directamente que se aplique la mediación al caso, sino que
deberá devolverse el asunto al Ministerio Público Fiscal para que lleve adelante un nuevo aná-
lisis sobre la viabilidad de la mediación.
El juez no puede reemplazar directamente la discrecionalidad del fiscal aplicando su propio
criterio de política criminal, sencillamente porque la política criminal y la posibilidad de dispo-
ner de la acción penal no fueron puestas por el constituyente en sus manos.
En concreto, la determinación acerca de la proposición de soluciones alternativas al debate,
legalmente recae en el órgano acusador y tal facultad, por regla, no puede ser reivindicada co-
mo propia por los jueces de la causa, en la medida en que ello afecta severamente el sistema
acusatorio e importa un avasallamiento ilegítimo del ámbito de discrecionalidad técnica acor-
dado al funcionario encargado de llevar adelante e impulsar el trámite del proceso (art.13.3,
CCABA) [TSJ CABA, expte. “Valdivia”, voto de la doctora Conde].
El fiscal general a su vez, como autoridad máxima del Ministerio Público Fiscal, puede ela-
borar criterios generales de actuación para unificar la labor de los fiscales en determinados
asuntos (arts. 5º, párr. 2º y 18, inc. 4º, ley 1903), con el fin de propender a una política criminal
uniforme que garantice la unidad de actuación (arts. 3º y 4º, ley 1903) y la seguridad jurídica co-
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 42
mo elemento esencial del interés social (art. 1º, ley 1903). En el marco de esas facultades esta-
blecidas por la ley, los criterios generales pueden referirse a situaciones o tipos de casos en los
cuales el fiscal general entiende que no correspondería proponer la mediación como vía alter-
nativa, ya sea por la gravedad de los delitos o por otras circunstancias debidamente fundadas.
Si bien estos criterios son generales y no pueden referirse a una causa en particular, será el
fiscal de cada caso el que, vinculando las motivaciones del criterio general con el asunto con-
creto, se oponga a que prospere la mediación en el mismo.
“El art. 18, inc. 4º de la ley 1903 acuerda al fiscal general la potestad de disponer políticas ge-
nerales de actuación, que naturalmente pueden establecer cuándo acudir a cada uno de estos
medios de solución de conflicto —y obviamente, cuando no— con comunicación a la Legislatu-
ra, poder del estado a cuyo control por las vías constitucionales queda sometida la decisión del
FG emitida en las condiciones indicadas” [cf. TSJ CABA, expte. “Espósito”, voto del doctor Loza-
no].
La violencia de género, detectada en un caso concreto, puede ser invocada por los fiscales
como un argumento válido para no proponer la mediación como solución alternativa, no solo
por la existencia de un criterio general de actuación al respecto que recepta las normas que lo
impiden, sino porque eventualmente podría generar responsabilidad al Estado argentino a
partir de compromisos internacionales asumidos.
En ese contexto, el fiscal general de la CABA dictó el 21 de diciembre de 2015 la Res. nº 219/15
estableciendo como criterio general de actuación que los fiscales no deben derivar casos pena-
les de violencia de género a mediación y/o composición (art. 1º).
Si bien tal como se señalara no existirían reparos para dictar estos criterios con relación a de-
terminados conflictos, en este supuesto la objeción del fiscal general encuentra fundamento
en la ilegalidad de esa salida alternativa para este tipo de casos de conformidad con lo estable-
cido por el art. 28 de la ley nacional 26.485 a la que la ciudad de Buenos Aires adhirió por ley
4203.
Al respecto, el Tribunal Superior de Justicia sostuvo que, cuando el MPF invoca para opo-
nerse a la mediación que se trata de la investigación de un hecho de amenazas que por sus
características concretas habría ocurrido en un contexto de violencia de género, significa que
podrían encontrarse comprometidas obligaciones internacionales asumidas en el marco de lo
dispuesto por el art. 7º de la Convención de Belém do Pará [TSJ CABA, 24/2/16, “Ríos”, expte.
12.403/15, voto de la doctora Ruiz].
En la misma línea, la Sala II confirmó la resolución que rechazó la solicitud de mediación por
entender, en concordancia con lo expresado por el fiscal, que la víctima podría encontrarse en
un ámbito de violencia. Los jueces expresaron que es facultad del Ministerio Público Fiscal pro-
piciar la utilización de un método alternativo de solución de conflicto y que en el caso particu-
lar la oposición se basó adecuadamente en la Res. FG nº 219/15 [cf. CAPCF, 3/5/16, “Bellini, Die-
go Nicolás”, causa nº 20370-01/15; ídem, 11/5/16, “De Rosa, Ezequiel y otros”, causa nº 21578-
01/15]. Además, utilizó fundamentos similares con precedencia al dictado de la resolución
comentada [CAPCF, 18/12/12, “Corzo, Juan Manuel”, causa nº 14888/12; e ídem, 30/10/12,
— GABRIEL UNREIN —
43 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
§ 6. Posibilidad de una nueva mediación.— De conformidad con el texto del art. 204, inc.
2º, “no se admitirá una nueva mediación penal respecto de quien hubiese incumplido un acuer-
do en trámite anterior, o no haya transcurrido un mínimo de dos años de la firma de un acuer-
do de resolución alternativa de conflicto penal en otra investigación”.
Consecuentemente existen dos situaciones en las que el legislador decidió que no procede
una nueva mediación. La primera, cuando se hubiese incumplido un acuerdo en trámite ante-
rior, para lo cual será necesario llevar registro acerca del cumplimiento de los acuerdos a fin de
que se pueda individualizar claramente el proceso en el que se produjo ese incumplimiento
precedente.
La norma hace referencia a un “trámite” anterior en que no se cumplió el acuerdo, sin dis-
tinguir si debe relacionarse con el mismo caso en el que se formula el nuevo pedido o abarca
cualquier otro en cuyo “trámite” se haya producido el incumplimiento anterior. Esta última pa-
— GABRIEL UNREIN —
Art. 204 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 44
rece la interpretación más adecuada, puesto que no resulta aconsejable que el fiscal proponga
este tipo de salida alternativa a quien no ha cumplido un acuerdo anterior en otro caso.
No se analiza el tipo de solución del caso anterior y tampoco el estado o situación procesal
en que se encuentra, sino únicamente la conducta precedente del mismo sujeto con respecto al
cumplimiento de lo acordado en una mediación de un caso, lo cual demostraría que no devie-
ne apropiado y conveniente implementar la misma vía alternativa con una persona que ha in-
cumplido un acuerdo anterior.
Respecto del segundo supuesto en el que no procede, relacionado con el transcurso de dos
años desde la firma de un acuerdo anterior, cabe solo destacar que el legislador se refiere ex-
presamente a aquel que se produjo en otra investigación penal, sin perjuicio de lo cual aquí
también será necesario acreditar su existencia y que aún no han transcurrido dos años desde
su firma.
En definitiva, la existencia de un acuerdo anterior no será óbice para formular una nueva
propuesta de mediación, siempre que se hubiese cumplido y hayan transcurrido más de dos
años desde que se firmara, para lo cual deberá estarse a la fecha del acta en la que el acuerdo
anterior quedó registrado.
§ 7. Consecuencias del acuerdo y efectos sobre el proceso.— El artículo que se viene ana-
lizando concluye afirmando claramente que: “En caso de acuerdo el/la Fiscal dispondrá el archi-
vo de las actuaciones sin más trámite”.
Sin embargo, esta disposición debe necesariamente complementarse con lo dispuesto en el
art. 199, inc. h) del mismo cuerpo normativo, que faculta al fiscal a archivar un caso cuando se
hubiese arribado a un acuerdo de mediación y el mismo se encuentre cumplido.
Las dos normas se refieren a momentos distintos de una misma situación. En una primera
instancia, cuando se arriba al acuerdo y, dado que requerirá habitualmente de un tiempo para
su cumplimiento, el fiscal archivará provisoriamente el caso en los términos del art. 204, inc. 2º.
Recién una vez transcurrido el tiempo estipulado y luego de verificarse el cumplimiento del
acuerdo, el fiscal podrá archivar el caso definitivamente en los términos del art. 199, inc. h).
En el primero de los supuestos, el archivo es provisorio y el fiscal puede reanudar la investi-
gación penal preparatoria en caso de incumplimiento del acuerdo; en cambio, en el segundo
de los supuestos, si se verifica que aquél se ha cumplido, el archivo cierra el proceso, con el efec-
to residual que impide al imputado acceder a un nuevo acuerdo hasta tanto transcurran dos
años desde que se firmara el primero.
Conforme al mencionado art. 199, inc. h), “… también se podrá archivar si no se cumplió el
acuerdo por causas ajenas a la voluntad del/la imputado/a pero existió composición del con-
flicto …”. Esta hipótesis faculta al fiscal a cerrar definitivamente el caso si verifica por un lado,
que el incumplimiento se produjo por causas ajenas a la voluntad del imputado y, además, com-
prueba que se compuso el conflicto.
En el primero de los supuestos resulta razonable que el fiscal escuche al imputado para que
explique las razones por las que se produjo el incumplimiento y luego analice si resultan real-
— GABRIEL UNREIN —
45 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 204
mente ajenas a su voluntad. Esto podría suceder, por ejemplo, debido a que alguna de las obli-
gaciones asumidas en el acuerdo se tornó de imposible satisfacción.
Luego, para verificar el segundo de los presupuestos mencionados, será necesario que el fis-
cal consulte a la víctima con el fin de que le informe si, a pesar del incumplimiento, total o par-
cial, se produjo efectivamente la composición del conflicto en el que estaba involucrada.
En caso de existir pluralidad de víctimas, la norma requiere que exista acuerdo con la totali-
dad de ellas sobre la efectiva composición del conflicto; y por lo tanto la oposición de una sola
acerca de este punto facultará al fiscal a continuar con la investigación preparatoria.
Otra de las consecuencias destacables es que el acuerdo de mediación tiene efecto suspen-
sivo sobre el plazo de la investigación preparatoria, toda vez que la última parte del art. 204,
inc. 2º establece que en caso de acuerdo el fiscal dispondrá el archivo de las actuaciones “sin más
trámite”.
Conforme a ello, una vez alcanzado el acuerdo, si el fiscal dispone el archivo de las actua-
ciones, se ve imposibilitado de continuar con “el trámite” de la investigación preparatoria por
cuanto la norma así lo establece expresamente. Obviamente que antes de archivar, podrá ter-
minar de colectar aquella prueba que estime relevante y que puede perderse por su inactivi-
dad, ya que de no ser así se frustraría la posibilidad de esclarecer el hecho en caso de reanudar-
se la investigación por incumplimiento del acuerdo.
Por ello, al vedarse la continuación del trámite en términos generales, una vez dispuesto el
archivo debe suspenderse el cómputo del plazo de la investigación preliminar ante una even-
tual y futura reapertura del proceso.
Es una consecuencia lógica del acuerdo, por cuanto una vez alcanzado no resulta aconseja-
ble que el Estado, a través de la investigación del fiscal, siga impulsando la acción penal como
consecuencia de un conflicto que, en principio, aparece como superado; pudiendo incluso esa
actividad entorpecer o dificultar el propio cumplimiento del acuerdo o bien el logro de los obje-
tivos propuestos. Todo ello, tal como se señalara, sin perjuicio de asegurar, antes del archivo por
mediación, la prueba imprescindible y útil que pudiera llegar a perderse por el transcurso del
tiempo.
En síntesis, al impedirse la consecución del trámite una vez archivado el caso, la suspensión
del plazo de la investigación preliminar es una consecuencia obvia que, como tal, no requiere
ningún tipo de regulación expresa.
Así lo entendió el Tribunal Superior cuando afirmó que la propia lógica indica que si se ha
arribado a una instancia de solución del conflicto no tiene sentido proseguir con la investiga-
ción, porque justamente aquella es una de las finalidades de la investigación preparatoria (cf.
art. 91, CPPCABA) y es por esa obviedad que no existe un precepto que lo establezca en forma
expresa. El legislador no ha querido que el recurso a una salida alternativa deje irresuelto el
conflicto, a punto tal que previó, por un lado, el archivo del caso una vez que se acordó la media-
ción (art. 204, último párrafo, CPPCABA) y, por el otro, su reapertura ante el incumplimiento
malicioso por parte del o de los imputados (art. 203, CPPCABA); de lo contrario se consagraría
una suerte de impunidad en todos aquellos casos en los que se acordara una mediación duran-
— GABRIEL UNREIN —
Art. 205 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 46
1* Comentario al artículo 205 elaborado por el doctor Fernando Bosch, con la colaboración de la
— FERNANDO BOSCH —
47 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 205
chó la restrictiva, sostenida en el plenario “Kosuta” [CNCP, en pleno, 17/8/99, LL, 1999-E-165].
De acuerdo con la postura que actualmente se impone, el art. 76 bis del CP recepta tres supues-
tos en los que el imputado puede solicitar la probation, cada uno con sus requisitos de proce-
dencia [CAPCF, Sala III, 13/2/07, “Semprevivo, Sabrina”, causa nº 108/06]. El párr. 1º exige que sea
un delito de acción pública, reprimido con pena de reclusión o prisión, cuyo máximo no exceda
de tres años [CAPCF, Sala I, 8/9/14, “González, Marianela Cecilia y otros”, causa nº 34062/12;
ídem, 17/12/14, “Gómez Rojas, Paulo Javier”, causa nº 7999/14; ídem, 21/5/15, “Leguiza, Carlos
Damián”, causa nº 4712-01/13; ídem, Sala II, 8/8/13, “Bisgarra, Félix Mariano”, causa nº 20311-
01/12]. El párr. 2º contempla las mismas previsiones que el anterior pero para concurso de deli-
tos cuya pena no exceda de tres años [CAPCF, Sala II, 2/5/12, “Álvarez, Diego Ariel”, causa nº
45331/10]. El párr. 4º recepta el supuesto en el que proceda la condena de ejecución condicio-
nal y haya consentimiento fiscal [CAPCF, Sala I, 13/10/15, “C., M. C.”, causa nº 11744/14; ídem,
Sala II, 18/5/15, “Paradiso, Anabel María”, causa nº 15349-01/14; ídem, Sala III, 23/3/16, “C., N.
A.”, causa nº 3756/15].
§ 3. Citación de las partes a audiencia oral.— A los efectos de resolver sobre la petición for-
mulada por el imputado de que se conceda la probation, el juez citará al peticionario, al Minis-
terio Público Fiscal y a la parte querellante o a la víctima, si las hubiera, a una audiencia oral, co-
mo requisito ineludible del trámite regulado en el art. 205 del CPPCABA. El objeto de la audien-
cia es escuchar a las partes del proceso y salvaguardar el derecho a ser oído del imputado, como
presupuesto del respeto por el derecho de defensa y el debido proceso [CAPCF, Sala III, 4/9/07,
“Severini, Egidio Eduardo”, causa nº 23699/06]. En el caso de la querella o la víctima, su pre-
sencia en la audiencia será importante a los fines de que acepten o rechacen la reparación del
daño que el imputado deberá ofrecer (conf. art. 76 bis, párr. 3º, CP). Tal como prescribe la nor-
— FERNANDO BOSCH —
Art. 205 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 48
mativa procesal, la víctima es uno de los actores a quien debe escucharse a los efectos del aná-
lisis de la concesión de la probation. De este modo, la circunstancia de haber celebrado la
audiencia prevista en el art. 205 del CPPCABA sin haber notificado a la víctima amerita la cita-
ción de todas las partes a una nueva audiencia. Ello con el fin de que el juez resuelva sobre la
suspensión del proceso a prueba solicitada, previo escuchar a aquella [CAPCF, Sala II, 5/10/15,
“Vázquez, Marcelo Julián”, causa nº 17021-01/14]. En caso de que la víctima o el querellante
no hubieran comparecido, el ofrecimiento formulado deberá serle comunicado para que se
pronuncie al respecto y pueda, en su caso, tener expedita la vía civil correspondiente [JPCF
nº20, 22/8/14, “Cabrera Amaral, Julio César”, causa nº 5660/12]. Con respecto al asesor tutelar,
la falta de comparecencia por ausencia de notificación acarrea la nulidad de la audiencia cele-
brada en los términos del art. 205 del CPPCABA. La omisión de anoticiamiento previo no resul-
ta subsanable con el traslado conferido al asesor tutelar para que se expida, ya que resulta tar-
dío y no es suficiente ni adecuado a los fines de proteger y defender los intereses del niño. Su
falta de intervención como parte invalida el acto procesal celebrado al que debió ser convoca-
do [CAPCF, Sala I, 7/5/15, “B., G. A.”, causa nº 13736-01/13, del voto de los doctores Vázquez,
Bacigalupo y Franza].
Según doctrina y jurisprudencia el art. 205 del CPPCABA indica que la propuesta de repara-
ción lo será en la medida de las posibilidades con las que cuente el imputado y su contenido pue-
de no ser económico [CAPCF, Sala III, 13/12/12, “Riverol, Ángel”, causa nº 23854-02/10, y García,
en “Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal”, 1996, p. 354]. En cuanto a los casos en los
que no procede la reparación del daño, la Sala I de la Cámara Penal, Contravencional y de Fal-
tas analizó el supuesto de tenencia ilegítima de arma de fuego de uso civil, pues el tipo penal
en consideración es de peligro, y no existe daño material ni agraviado individual que pudiera
invocarlo [CAPCF, Sala I, 19/11/04, “Hanem, Héctor”, causa nº 345/04, del voto de la doctora Ma-
rum al que adhirieron los doctores Sáez Capel y Vázquez. Criterio reiterado en CAPCF, Sala I,
17/12/14, “Gómez Rojas, Paulo Javier”, causa nº 7999/14].
§ 4. Rol del acusador público.— El Código indica que la oposición del representante del
Ministerio Público Fiscal a la concesión de la probation, fundamentada en cuestiones de políti-
ca criminal o en la necesidad de que el caso se resuelva en juicio, resulta vinculante para el juez.
Sin embargo, estos aspectos han generado mucha controversia en jurisprudencia y doctrina.
En primer lugar, debe determinarse si la probation constituye un derecho para el imputado
que genera, como contrapartida, la obligación de concederla, o de un beneficio, en el que la
discrecionalidad cobra relevancia. En segundo lugar, debe analizarse qué se entiende por razo-
nes de política criminal y necesidad de que un conflicto se dirima en debate oral y público, y si
la opinión fiscal basada en esos argumentos resulta vinculante para el juez.
a) Suspensión del proceso a prueba como derecho o como beneficio del imputado.— Mu-
chos jueces interpretan que el precedente de la Corte Suprema, “Acosta”, zanjó la discusión al
considerar que la probation constituye un derecho para el imputado [CAPCF, Sala II, 2/5/13,
— FERNANDO BOSCH —
49 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 205
“Ayala Castellano, Norma Lilian”, causa nº 27522/12; ídem, Sala I, 8/7/13, “B., J. N. y J., M. L.”,
causa nº 7154/11; ídem, 17/12/14, “Gómez Rojas, Paulo Javier”, causa nº 7999/14]. Sin embargo,
muchos otros advierten que “Acosta” dejó planteadas más dudas que certezas pues, a lo largo
del fallo, los jueces se refieren a la probation como derecho y como beneficio, alternativamen-
te [del mismo modo se habían expresado en CSJN, 11/11/97, “Padula, Osvaldo Rafael”, causa nº
P.184.XXXIII]. Los que abonan esta segunda postura, en definitiva entienden que lo que recep-
ta nuestro ordenamiento jurídico es, tan solo, la facultad de que el imputado solicite la sus-
pensión del juicio a prueba [voto de los doctores Sarrabayrouse y Bruzzone en CNCC, Sala II,
10/4/15, “G. V., P. I.”, causa nº 26065/2014/TO1/CNC1].
En doctrina se ha sostenido que si bien la probation es un derecho para el imputado, en el
supuesto del párr. 4º del art. 76 bis del CP, este derecho queda condicionado por la decisión del
acusador público [Bovino - Lopardo - Rovatti, Suspensión …, 2013, p. 299].
— FERNANDO BOSCH —
Art. 205 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 50
flicto de manera vinculante y conciliatoria con el principio pro homine es brindar fundamen-
tos racionales y suficientes de que “la condena que habrá de recaer respecto del imputado va
a ser de cumplimiento efectivo” [Díaz Cantón, “Acerca de una derivación …”, 2009, t. 6, p.
192].
El Tribunal Superior de Justicia ha dejado sentada su postura al establecer que no puede
haber probation en causas penales si el fiscal pide ir a juicio, pues en virtud del principio acusa-
torio, rector en el ámbito de la ciudad, así como de la autonomía funcional y autarquía del
Ministerio Público, no puede quedar en manos del juez la decisión de suspender el ejercicio de
la acción penal [TSJ CABA, 8/9/10, “Benavídez, Carlos Maximiliano”, causa nº 6454/09, criterio
ratificado en “Porro Rey”, causa nº 7909/11, del 7/12/11; “De Luca”, causa nº 10160/13, del
30/4/14, entre muchas otras].
En contra de lo sostenido en “Benavídez”, en el sentido de que el control de la opinión fis-
cal implica “una alteración de los roles de los actores del proceso” [conf. voto del doctor Casás],
se ha sostenido que el juez debe corroborar la legalidad y razonabilidad de los motivos expues-
tos por el acusador público [CAPCF, Sala III, 13/2/07, “Semprevivo, Sabrina”, causa nº 108/06,
mantenido en: “Flores Guzmán, Franco”, del 3/8/15, ambos de los votos mayoritarios; CAPCF,
Sala II, 20/3/14, “Moroni, Rubén Emilio”, causa nº 11397/13; ídem, 10/6/14, “Argañaraz, Ema-
nuel Valeriano”, causa nº 5720/13; ídem, 11/3/15, “Gómez, Gonzalo Adrián”, causa nº 10900-
02/13; ídem, Sala I, 28/8/14, “Milinskiy, Vitaaliy”, causa nº 2643/14; ídem, 17/12/14, “Gómez
Rojas, Paulo Javier”, causa nº 7999/14; ídem, 22/10/15, “Ortellado, Eduardo Rubén”, causa nº
5356/15. En sentido similar se ha expresado la CNCC, voto de los doctores Sarrabayrouse y Bruz-
zone, Sala II, 15/4/15, “Ramírez, Fabián Héctor”, causa nº 36461/2014/TO1/CNC1]. Estos moti-
vos deberán basarse en cuestiones de política criminal relacionadas con el caso concreto y no
como una “fórmula mágica que se esgrima de un modo carente de contenido” [CAPCF, Sala I,
8/9/14, “González, Marianela Cecilia y otros”, causa nº 34062/12; ídem, 13/10/15, “C., M. C.”,
causa nº 11744/14; ídem, Sala III, 23/3/16, “C., N. A.”, causa nº 3756/15]. Recién cuando la posi-
ción del Ministerio Público supera los recaudos de legalidad y fundamentación “su opinión
adversa configura impedimento” [D’Albora, Código …, 9ª ed., 2011, p. 514]. En el mismo sen-
tido pareciera haber expresado su criterio la doctora Conde al sostener que la invocación de
razones de política criminal abstractas y carentes de contenido que no explican la necesidad de
que esa causa se ventile en juicio resultan insuficientes para sustentar una oposición fundada
[TSJ CABA, 26/4/11, “Romero, Gustavo Facundo”]. Postura que mantuvo en “Arcienaga” al
expresar que: “si bien entiendo que la aplicación de una probation no procede de modo auto-
mático frente a la mera solicitud del imputado, la oposición fiscal a su otorgamiento tampoco
puede ser caprichosa, sistemática ni expresada con total desapego de las circunstancias de la
causa” [voto de la doctora Conde en: TSJ CABA, 14/5/12, “Arcienaga, Lucas Cristian”, causa nº
8450/11].
Los argumentos utilizados para fundamentar la necesidad de que el caso se resuelva en jui-
cio suelen presentarse de manera íntimamente ligada a las razones de política criminal. Los fis-
cales han manifestado la importancia de llegar a la instancia de debate utilizando razones de
— FERNANDO BOSCH —
51 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 205
a) Criterios generales de actuación de fiscalía general.— Son determinados por el fiscal ge-
neral, rectores de la actividad acusadora, que constituyen modos genéricos de abordar diver-
sas temáticas. Ellos son vinculantes solo para los fiscales. Tal es el caso de la Res. FG nº 178/2008
que establece que la conformidad para la concesión del método alternativo de conflicto se en-
cuentra vedada para supuestos de portación de arma de fuego de uso civil sin autorización le-
gal sobre la base de cuestiones de política criminal referidas al conflicto de las armas. Con res-
pecto a esta cuestión se ha sostenido que “tal como se desprende de sus apreciaciones sobre la
lucha gubernamental contra la posesión de armas y la referencia a programas de entrega vo-
luntaria de armas de fuego, es manifiesto que se trata de apreciaciones genéricas sobre la gra-
vedad de la clase de delito. El juicio de oportunidad del acusador, no obstante, debe circunscri-
birse a razones de política criminal referidas a la persecución del caso en particular” [CAPCF,
Sala II, 5/4/11, “Chell González, Giannino”, causa nº 18178/10; en similar sentido: CAPCF, Sala I,
22/10/15, “Ortellado, Eduardo Rubén”, causa nº 5356/15, e ídem, 16/7/15, “Amata, Daniel”,
causa nº 18987/14, del voto de los doctores Bosch y Bacigalupo].
— FERNANDO BOSCH —
Art. 205 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 52
c) Abandono de bienes en favor del Estado.— El art. 76 bis, párr. 4º del CP, establece que “el
imputado deberá abandonar en favor del Estado, los bienes que presumiblemente resultarían
decomisados en caso que recayera condena”. Unánimemente las diferentes Salas se han referi-
do al abandono como un requisito legal para que proceda la probation [CAPCF, Sala I, 18/11/10,
“Piro, Pablo Fabián”, causa nº 23179/10; ídem, 21/5/15, “Leguiza, Carlos Damián”, causa nº
4712/01/13; ídem, Sala II, 21/3/16, “Medina, Javier Alejandro”, causa nº 4801-02/13; ídem, Sala III,
7/7/15, “P., J. A.”, causa nº 6761-01/4]. Sin embargo, algunos jueces sostienen que el imputado
debe consentir el abandono expresamente, a diferencia de lo que sucede con el decomiso que es
una pena accesoria aplicable en caso de condena, y que la falta de consentimiento conlleva la
devolución de los bienes por parte del Estado a quien se le suspendió el proceso a prueba [CAPCF,
Sala II, 23/6/11, “Pepellin, Helvecio Aldo y otros”, causa nº 37058/08; ídem, 21/3/16, “Medina,
Javier Alejandro”, causa nº 4801/13]. En caso de que se haya suspendido el proceso a prueba sin
la anuencia del imputado en favor del abandono de los bienes, corresponderá la anulación de la
sentencia, pues “la expresa oposición para aceptar uno de los presupuestos de admisibilidad del
instituto, impedía en definitiva su concesión” [CAPCF, Sala II, 9/10/15, “De Genero, Juan”, causa
nº 10430-00/15]. En sentido contrario se ha expuesto que “no se requiere conformidad alguna —
ni expresa ni tácita— por parte del solicitante por ser una exigencia íncita para acceder al insti-
tuto” [del voto en disidencia del doctor Bacigalupo en “Medina”. En similar sentido parecieran
pronunciarse la Sala I y la III que ordenan el abandono de los bienes en favor del Estado a pesar
— FERNANDO BOSCH —
53 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 205
de que tal cuestión no haya sido consentida por el imputado y el juez a quo no la haya aclarado
en el decisorio por el que concedió la probation: CAPCF, Sala I, 17/12/14, “Gómez Rojas, Paulo
Javier”, causa nº 7999/14; e incluso a pesar de que el imputado hubiera manifestado expresa-
mente su disconformidad con la medida: CAPCF, Sala III, 7/7/15, “P., J. A.”, causa nº 6761/14].
§ 6. Cumplimiento.— Una vez que transcurre el plazo por el que se suspendió el proceso a
prueba, si el imputado cumplió con las reglas bajo las cuales se concedió el instituto y no come-
tió delito alguno la acción penal se extingue, y en consecuencia, se lo sobresee [JPCF nº 20,
23/11/12, “Lertora, Mario Alberto”].
En caso de incumplimiento, el juez convocará a una audiencia en los términos del art. 311
del CPPCABA en la que, previo escuchar al imputado sobre los motivos de su falta de acata-
miento a las reglas de conducta, decidirá si se revoca la probation, y en consecuencia, el proce-
so continua o si, por el contrario, se prorroga el plazo de suspensión del proceso a prueba
[CAPCF, Sala II, 5/9/13, “Vera, Claudio Iván”, causa nº 52109-01/11]. En cuanto a la problemática
propia de esta cuestión debemos remitirnos al art. 311 del CPPCABA.
— FERNANDO BOSCH —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 54
1* Comentario a los artículos 206 a 212 elaborado por la doctora Marcela De Langhe, con la colabo-
— MARCELA DE LANGHE —
55 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 56
b) Resolución alternativa del conflicto.— La propuesta para intentar la solución del con-
flicto con la aplicación de la mediación puede formularse únicamente durante la etapa de in-
vestigación preparatoria (cfr. arts. 204, inc. b, y 206, CPPCABA) y ella concluye una vez que la fis-
calía entiende agotada la pesquisa al presentar el requerimiento de juicio.
De lo contrario, si no se respeta ese plazo o límite procesal, se afectan los principios proce-
sales de preclusión y progresividad [CAPCF, Sala I, 23/10/09, “Parodi, Juan José”, causa nº
41676/08, del voto de los doctores Marum y Vázquez; ídem, 29/3/16, “Barrios, Hugo Alberto”,
causa nº 10435-01/15, del voto de los doctores Bosch, Vázquez y Marum; ídem, 6/12/10, “Del
Tronco”, causa nº 36983/08, del voto de los doctores Sáez Capel, Vázquez y Marum; ídem,
18/6/12, “Escobar, Diego”, causa nº 21476-02/11, del voto de los doctores Vázquez y Marum;
ídem, Sala II, 17/11/10, “Castillo, Hugo”, causa nº 57703/09, conf. mi voto y el del doctor Bosch;
ídem, 18/3/13, “Ortiz, Pablo”, causa nº 15675-01/12, del voto de los doctores Bacigalupo y
Marum; ídem, 26/2/14, “Perrupato, Luis”, causa nº 8228-01/13, conf. mi voto y el de los doctores
Bosch y Bacigalupo; ídem, 17/7/15, “Noe, Eduardo”, causa nº 19227/14, conf. mi voto y el del
doctor Bosch; ídem, 8/9/15, “Sergio, Christian”, causa nº 3628/15, conf. mi voto y el del doctor
Bacigalupo].
Esta interpretación normativa fue compartida por el Tribunal Superior de Justicia [TSJ CABA,
12/12/11, “Junco, Luis”, causa nº 8121/11; ídem, 14/12/11, “Benítez, Julio”, causa nº 8168/11;
ídem, 8/2/12, “Visciglia, Marcelo y otros”, causa nº 8253/11; ídem, 8/8/12, “Saucedo Báez, Marce-
lino”, causa nº 8650/12; ídem, 5/6/13, “Cobos Parra, Wilson”, causa nº 9415/12; ídem, 25/9/13,
“Britos, Matías”, causa nº 9353/12, con el voto de los doctores Conde, Casás, Lozano y Ruiz; ídem,
11/6/14, “Alfaro Quispe”, causa nº 10108/13, con el voto de los magistrados mencionados, agre-
gándose el voto de la doctora Weinberg].
No obstante, determinada jurisprudencia considera admisible la mediación luego de la re-
quisitoria de juicio, en el entendimiento que tal interpretación resulta más beneficiosa para el
imputado y la víctima, ajustándose a la regla del art. 91, inc. 4º del CPPCABA: la fiscalía debe pro-
piciar la utilización de los medios alternativos de resolución de conflictos legalmente previstos
[CAPCF, 15/3/11, “Sotelo, Ramón s/Art. 150, CP”, causa nº 6004-01/09, del voto del doctor Fran-
za, con la adhesión de la doctora Manes].
Otros institutos procesales de resolución alternativa del conflicto, a diferencia de la media-
ción, pueden ser utilizados luego de formulado el requerimiento de juicio: suspensión del jui-
cio a prueba (art. 205, CPPCABA) y avenimiento (art. 266, CPPCABA).
— MARCELA DE LANGHE —
57 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
y otros”, causa nº 17360-01/14, del voto de la doctora Manes, con la adhesión del doctor Del-
gado; ídem, 26/10/15, “Aramayo, Brian”, causa nº 19722-01/14, del voto de los doctores Delga-
do, Vázquez y Marum; ídem, Sala I, 1/10/13, “Cardozo Carabajal, Marcelo”, causa nº 8156/13,
del voto de los doctores Vázquez, Sáez Capel y Marum]. La delimitación tiene tres proyecciones
específicas y de suma relevancia para el derecho penal. En primer lugar, designa el objeto de la
litispendencia. Además, circunscribe los límites de la investigación pe nal y de la sentencia. Por
último, establece los alcances de la cosa juzgada [CAPCF, Sala II, 27/12/12, “Ferreyra, Ramiro
Leandro y otros”, causa nº 59265/09, con cita de Roxin, Derecho …, p. 160, conf. mi voto y el del
doctor Bosch].
Por lo tanto, el requerimiento de juicio constituye la pieza procesal mediante la cual se le
presenta el caso al juez, ofreciendo las pruebas específicas a través de las cuales la acusación in-
tentará demostrar su hipótesis delictiva en la audiencia de juicio oral [CAPCF, Sala III, 10/7/15,
“Giracoy, Emanuel Isaac”, causa nº 17360-01/14, del voto de la doctora Manes, con la adhesión
del doctor Delgado, con cita de 14/11/14, “Córdoba, Elizabeth”, causa nº 2929/14; ídem, 30/9/15,
“Chirino, Gastón”, causa nº 20833/14, del voto de la doctora Manes, con la adhesión de los doc-
tores Delgado y Vázquez].
Si cumple acabadamente con los requisitos del art. 206 del CPPCABA, efectúa una descrip-
ción clara de la conducta atribuida, define la intervención del imputado, expresa los funda-
mentos de la remisión a juicio y enumera las pruebas ofrecidas para el debate oral, no corres-
ponde que sea declarado nulo, ya que ello permite a la defensa conocer y valorar todos los
medios de prueba en él detallados y sostener así su propia hipótesis desincriminatoria [CAPCF,
Sala III, 10/3/16, “Espíndola, Alejandro”, causa nº 7348/14, del voto de los doctores Franza y
Manes]. Si el inculpado se encuentra individualizado y las conductas que se le atribuyen han
sido descriptas correctamente, circunscriptas temporalmente y subsumidas en los pertinentes
tipos penales, a la par que el acusador ofreció la prueba que a su criterio resulta pertinente para
producir en el debate y precisó las circunstancias que fundamentan la realización del juicio oral
y público, corresponde el rechazo de la nulidad del requerimiento de juicio [CAPCF, Sala II,
27/12/12, “Sosa Fernández, Lucas Sebastián”, causa nº 29424/11, conf. mi voto y el del doctor
Bosch; ídem, 27/12/12, “Bompadre, Juan Omar”, causa nº 25369/09, conf. mi voto y el del doc-
tor Bosch; ídem, 3/10/11, “Giménez, Maximiliano David”, causa nº 21437/11, del voto de los doc-
tores Bosch y Bacigalupo; ídem, 23/3/16, “Aguilar Contreras, Marlene Aurora y otros”, causa nº
37589/11, conf. mi voto y el del doctor Bosch; ídem, 3/6/16, “N.N.”, causa nº 6086/14, conf. mi
voto y el del doctor Bacigalupo]. Para que se repute válido el requerimiento de juicio debe des-
cribir los hechos y la participación de los imputados en forma concordante al suceso por el que
fueran intimados, los fundamentos que justifican la remisión a juicio y la calificación legal
[CAPCF, Sala I, 17/5/11, “R. R., G. A y otros”, causa nº 38932-02/10, del voto de los doctores Váz-
quez y Marum]. Por eso, corresponde rechazar el planteo de nulidad si la fiscalía describe en
qué consiste la conducta ilícita endilgada, cuándo y dónde se habría llevado a cabo, cuál es su
calificación legal, y en qué forma se vería acreditado el hecho de acuerdo a la etapa procesal y
a las pruebas producidas en la etapa de investigación, así como las ofrecidas para la audiencia
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 58
de debate [CAPCF, Sala I, 27/5/13, “Mondoteguy, Néstor Oscar”, causa nº 34741/12, del voto de
los doctores Vázquez, Sáez Capel y Marum].
— MARCELA DE LANGHE —
59 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 60
miento de juicio resulta clara, precisa y circunstanciada de acuerdo a lo exigido por el art. 206
del CPPCABA [CAPCF, Sala II, 29/3/10, “Gómez, Marcelo”, causa nº 3991/09, del voto de los doc-
tores Bosch y Bacigalupo].
Al respecto, se afirmó: “La relación ‘clara, precisa y circunstanciada’ del suceso es un ele-
mento de vital importancia, toda vez que será el eje sobre el que se desarrollará la audiencia de
juicio. Así, y sin perjuicio de algún supuesto de excepción previsto en el ordenamiento ritual, el
debate tendrá su base y límite en el instrumento requisitorio, y la hipótesis fáctica contenida en
la acusación circunscribirá la actividad de todos los sujetos del proceso, velándose así por las
mandas de defensa y debido proceso legal” [CAPCF, Sala II, 6/9/12, “Abraham, Juan”, causa nº
3259/11, conf. mi voto y el del doctor Bosch].
En los términos de la Corte IDH: “[l]a descripción material de la conducta imputada contie-
ne los datos fácticos recogidos en la acusación, que constituyen la referencia indispensable para
el ejercicio de la defensa del imputado y la consecuente consideración del juzgador en la sen-
tencia. De ahí que el imputado tenga derecho a conocer, a través de una descripción clara, deta-
llada y precisa, los hechos que se le imputan” [Corte IDH, 20/6/05, “Fermín Ramírez c. Guate-
mala”, párr. 67. Además, 17/11/09, “Barreto Leiva c. Venezuela”, párr. 28].
11. Es nulo el requerimiento de juicio que atribuye un hecho cometido “un día cerca de fin
de año”, dado que afecta el derecho de defensa, puesto que el acusado no sabe a cien-
cia cierta cuándo habría ocurrido el hecho que se le imputa debido a la vaguedad del
giro utilizado, lo que a su vez genera desequilibrios respecto de la cosa juzgada [CAPCF,
Sala II, 29/3/10, “Gómez, Marcelo”, causa nº 3991/09, del voto de los doctores Bosch y
Bacigalupo].
12. Lo mismo se dijo en un supuesto donde se atribuyó a los inculpados el delito de usur-
pación que habría acontecido “con anterioridad al 24 de enero de 2014”, no hacién-
dose referencia a ningún margen de fechas a fin de acotar temporalmente y precisar el
comportamiento enrostrado [CAPCF, Sala II, 2/7/15, “Agurto Anglas, Juan Carlos”, cau-
sa nº 7511-02/14, del voto de los doctores Bosch, Bacigalupo y Marum].
13. También es nulo si se atribuye al imputado el delito de exhibición obscena “en ocasión
en que el niño mantuviera convivencia en esa finca juntamente con él”, dado que no se
especificó fecha de comisión y ni siquiera se estableció el lapso temporal en que se ha-
bría consumado el ilícito [CAPCF, Sala II, 6/7/11, “Buffarini, Leandro”, causa nº 45290/
09, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
14. Es indeterminada una acusación si ni siquiera se dice cuál es la frase amenazante que
habría dicho el imputado. Ese nivel de vaguedad no permite ni siquiera realizar un jui-
cio de subsunción en el tipo penal escogido, pues, en verdad, no se ha descripto ningún
— MARCELA DE LANGHE —
61 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
hecho [CAPCF, Sala II, 13/4/15, “Ramos Mejía, Gustavo”, causa nº 5906/14, conf. mi voto
y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
16. Un requerimiento de juicio es nulo si la imprecisa descripción del hecho realizada por
la fiscalía impide afirmar que la conducta enrostrada haya sido desplegada por los dos
imputados en calidad de autores, o en su defecto, que la portación haya sido compar-
tida [CAPCF, Sala II, 16/10/14, “Choque, Juvenal y otro”, causa nº 11051/13, conf. mi
voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo. Se afirmó: “no se describió si fue uno de
los imputados quien llevaba la mochila dentro de la que se halló el arma o bien, cómo
era transportada aquélla por ambos o, en su caso, dónde se encontraba como para
que los dos pudieran haber ostentado un efectivo poder de disposición respecto de
aquella (…) no se desprende que ambos imputados pudieran simultáneamente hacer
uso inmediato del arma, de manera que, si la mochila era portada por uno de ellos (…)
no puede afirmarse que los dos tenían posibilidades reales de acceder al arma. Por
consiguiente no puede sostenerse la autoría de ambos (…) ni tampoco una portación
compartida”].
17. Es nula la remisión a juicio por dos hechos que resultan idénticos, coincidiendo la des-
cripción de ambos en cuanto a la fecha, lugar y persona imputada, siendo pertinente
invalidar uno de ellos para no afectar principios constitucionales [CAPCF, Sala I, 22/12/11,
“Pereyra, Adela Clementina”, causa nº 33407/10, del voto de los doctores Vázquez y
Marum].
10. En idéntico sentido se concluyó con relación a una amenaza en la que si bien no se con-
signó el día exacto del hecho, sí se delimitó temporalmente de modo sumamente aco-
tado, ya que la denunciante fue clara al manifestar que el hecho habría tenido lugar
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 62
“un viernes de febrero (…) después de carnaval y antes de marzo’ resultando de ello
que el episodio pudo haber tomado lugar únicamente el viernes 20 o el 27 de febrero
de 2015” [CAPCF, Sala III, 27/5/16, “Bassi, Hugo Ernesto”, causa nº 18938/15, del voto de
los doctores Franza y Manes].
12. Tampoco hay indeterminación temporal si el requerimiento de juicio dice que los he-
chos de amenazas fueron cometidos “en el mes de febrero o marzo de 2013” o “en el
mes de febrero de 2013”, ya que esa redacción no impide que la defensa elabore una
estrategia eficaz para contradecir la acusación [CAPCF, Sala III, 18/9/14, “Vilar, Jorge”,
causa nº 9761/13, del voto del doctor Franza, al que adhiere la doctora Manes; en disi-
dencia, el doctor Delgado sostiene que ese modo de atribución es impreciso y genera
incertidumbre en el imputado, afectando el derecho de defensa].
13. El requisito que debe contener el requerimiento de juicio en cuanto a la expresión cir-
cunstanciada del hecho, exige que su comisión se haya producido en un momento tem-
poral que pueda ser ubicado dentro de un contexto histórico determinado y no en otro
distinto. Adviértase que el legislador local no estableció como condición de validez del
acto procesal la determinación de fecha y hora exacta del evento. La nulidad articula-
da por inexistencia de determinación exacta de la hora de los sucesos ocurridos “el 24
y 26 de abril de 2010” endilgados al inculpado solo podría ser admitida si resultara im-
posible contextualizarlos en un lapso temporal determinado, es decir, cuando la impre-
cisión temporal sea de tal vaguedad que no permita al imputado resistir y contradecir
la acusación [CAPFC, Sala II, 19/8/11, “D., G. R. C. y otros”, causa nº 36902/10, conf. mi
voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
— MARCELA DE LANGHE —
63 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 64
— MARCELA DE LANGHE —
65 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
senciales de los episodios denunciados. Lo que caracteriza a este tipo de conductas es que se
materializan puertas adentro, siendo una violencia invisible y silenciosa. En ese contexto de
dificultad probatoria deben ser valorados los requerimientos de juicio [CAPCF, Sala I, 4/4/16,
“M. G., L. M. y otros”, causa nº 18780/15, del voto de los doctores Vázquez y Marum, quienes de
acuerdo a ese criterio revocaron la nulidad del requerimiento de juicio dispuesta por la prime-
ra instancia, con cita de causa nº 21476/11, “Escobar, Diego Jesús”, del 12/4/13 y causa nº
8622/15, “Burtacio, Fabián Jorge”, del 17/11/15].
En un caso que para la fiscalía se subsumen en el contexto de violencia doméstica, se dijo que
no puede ser fundado un requerimiento de juicio por infracción a la ley 13.944 que describe un
incumplimiento que va desde 2004 hasta al menos el mes de diciembre de 2014 cuando, de la
copiosa prueba ofrecida por el imputado, surgen incluso reconocimientos de pagos por parte
de la propia denunciante ante el fuero civil, dado que frente a la evidencia presentada por la
defensa la fiscalía debía al menos tomar postura y descalificarla por falsa, por irrelevante o,
cuando menos, precisar los períodos (dentro de un lapso de más de diez años) en que conside-
raba que el acusado incumplió su deber [CAPCF, Sala II, 13/4/15, “Ramos Mejía, Gustavo”, cau-
sa nº 5906/14, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
Lo mismo se concluyó cuando se requirió una causa a juicio por una frase amenazante envia-
da por e-mail, pero de las constancias aportadas no surgen las frases que la fiscalía afirma que
se encuentran allí, por lo que la estructura lógica de la fundamentación en que se basa el reque-
rimiento por este hecho resulta incoherente, pues el MPF basa su acusación en un intercambio
de e-mails en el que estaría la frase amenazante; mas, habiendo aportado los documentos, en
ninguna parte se lee la intimidación reprochada [CAPCF, Sala II, 13/4/15, “Ramos Mejía, Gusta-
vo”, causa nº 5906/14, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo]. También se consi-
deró nulo un requerimiento de juicio por amenazas hechas telefónicamente y mediante men-
sajes de texto porque la fiscalía no había explicado ni quién es el titular de la línea que recibió
el llamado ni el número telefónico desde el cual se lo habría efectuado, ni si recibió o no tal lla-
mado, ni se cuenta con la transcripción de los mensajes de texto, conformándose con la sola
denuncia de la víctima [CAPCF, Sala III, 17/8/16, “R., A. A y otros”, causa nº 13415/15, del voto de
los doctores Delgado y Vázquez].
En consecuencia, para los tribunales locales, en líneas generales, la fundamentación de los
acusadores debe superar un test de razonabilidad sujeto a control negativo de legalidad.
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 206 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 66
aquello que haga al acto único, como un suceso fáctico particular en el mundo real [Sancinetti,
Análisis … “, t. II, p. 298].
Un requerimiento de juicio resulta nulo si la fiscalía no realizó medidas de prueba suficien-
tes para corroborar la tipicidad de la conducta investigada [CAPCF, Sala II, 29/4/15, “Deluca,
Juan”, causa nº 11555/14, del voto de los doctores Bosch y Bacigalupo]. Ante la evidente atipi-
cidad de los comportamientos denunciados, corresponde decretar la nulidad del requerimien-
to de juicio y dictar el sobreseimiento [CAPCF, Sala II, 27/12/12, “Bompadre, Juan Omar”, causa
nº 25369/09, conf. mi voto y el del doctor Bosch]. Si no se comprende la vinculación del hecho
pesquisado con la subsunción legal pretendida por la fiscalía, el juicio de tipicidad efectuado en
el requerimiento de juicio carece de todo tipo de sustento y debe sobreseerse a los imputados
[CAPCF, Sala II, 30/12/10, “Gallo, José Luis y otro”, causa nº 5749/10, del voto de los doctores
Bosch y Bacigalupo].
Empero, se rechazó un planteo de nulidad de la defensa basado en que la fiscalía se limitó a
transcribir la norma sustantiva como forma de imputación (art. 1º, ley 13.944), ya que se descri-
bió válidamente el hecho atribuido, no afectándose el derecho de defensa [CAPCF, Sala III,
26/11/14, “Z. F.”, causa nº 33250-01/12, del voto de la doctora Manes; el doctor Delgado tam-
bién rechaza el planteo de nulidad, con fundamentos similares].
§ 3. Requisitos adicionales.— Además, en ese mismo acto procesal deben ser ofrecidas las
pruebas para el debate. Se establecen dos prohibiciones para la acusación pública: a) el fiscal
no podrá ocultar a la defensa la existencia de pruebas en contra o a favor del imputado, y b) las
pruebas conocidas no ofrecidas no podrán incorporarse al debate.
La indicación de las probanzas que sustentan el requerimiento de juicio se exige para posi-
bilitar su refutación a través del ofrecimiento de prueba de la defensa para el juicio [CAPCF,
Sala I, 27/5/13, “Mondoteguy, Néstor Oscar”, causa nº 34741/12, del voto de los doctores Váz-
quez, Sáez Capel y Marum, con cita de D’Albora, Código …, 6ª ed., t. II, p. 742; ídem, 10/2/16,
“Vázquez, Diego Oscar”, causa nº 14246/15, conf. mi voto y el de los doctores Vázquez y
Marum].
Por lo tanto, si en el requerimiento de juicio no se ofreció determinado elemento probato-
rio, conocido por las partes del proceso, no corresponde su incorporación para el debate en el
marco de la audiencia del art. 210 del CPPCABA, debido a que la cláusula perentoria del art. 206,
in fine del CPPCABA, prevé: “las pruebas conocidas no ofrecidas no podrán incorporarse al
debate” [CAPCF, Sala II, 18/11/13, “Testa, Daniel”, causa nº 63069-01/11, conf. mi voto y el del
doctor Bosch]. Se precisó que no se puede ofrecer prueba después del requerimiento de juicio,
salvo que no fuera conocida en ese momento, descartándose de esa manera el testimonio en
cámara Gesell de un menor que fue víctima de un ilícito. Se dijo que, admitirlo, lesionaría la
igualdad de armas y el derecho de defensa en juicio, al otorgar a la fiscalía una especie de pla-
zo extraordinario, no solo no previsto por la ley sino expresamente prohibido, para ofrecer la
prueba [CAPCF, Sala III, 10/3/16, “Sotelo, Fabián”, causa nº 12118/13, del voto en disidencia del
doctor Bosch].
— MARCELA DE LANGHE —
67 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 206
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 207 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 68
Art. 207. — «Querella». Formulado el requerimiento de juicio, el/la Fiscal correrá vis-
ta a la querella para que lo haga en el término de cinco días, prorrogables por otros
tres, bajo los mismos requisitos y obligaciones previstos en el artículo precedente.
— MARCELA DE LANGHE —
69 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 207
a) Para una determinada posición, el hecho de que la parte querellante omita formular el
requerimiento de juicio en el plazo previsto por la norma importa el desistimiento de la acción
y la pérdida de la calidad de parte del proceso [CAPCF, Sala I, 13/8/10, “Giménez, Daniel y otro”,
causa nº 6979/09, del voto de los doctores Vázquez, Marum y Sáez Capel; ídem, 8/4/11, “Ojeda,
Alberto”, causa nº 26040/10, del voto de los doctores Marum, Vázquez y Delgado; ídem, Sala II,
6/6/12, “Marro, Andrea”, causa nº 34877-01/10, del voto de los doctores Delgado, Bosch y Ma-
rum, con cita de CSJN, 11/7/06, “Del’Olio”, CSJN-Fallos, 329:2596; asimismo, la doctora Marum
se remite a lo votado en CAPCF, Sala I, 13/8/10, “Giménez, Daniel y otro”, causa nº 6979/09, y en
8/4/11, “Ojeda, Alberto”, causa nº 26040/10; ídem, Sala II, “Zapata Saciga, Yudy Edy y otros”,
causa nº 13040/10, 1/6/15, del voto de los doctores Bosch y Manes].
Idéntica es la conclusión cuando la presentación del requerimiento de juicio fue extempo-
ránea, interpretando en forma sistemática e integral el art. 14 del CPPCABA [CAPCF, Sala I,
13/8/10, “Giménez, Daniel y otro”, causa nº 6979/09, del voto de los doctores Vázquez, Marum
y Sáez Capel]. Se agregó que ello es así si se analiza de manera no taxativa el art. 14 del CPPCA-
BA, de acuerdo a la garantía de la defensa en juicio y sin perjuicio de resaltar que el desisti-
miento no conlleva la exclusión del denunciante del proceso, que conserva los derechos de los
arts. 37 y 38 del CPPCABA [CAPCF, Sala III, 26/2/13, “López, Sergio Rodrigo”, causa nº 28033/11,
del voto de la doctora Manes, con la adhesión del doctor Vázquez, con cita de CSJN, 11/7/06,
“Del’Olio”, CSJN-Fallos, 329:2596; el doctor Bosch vota en el mismo sentido, por los fundamen-
tos dados en CAPCF, Sala II, 6/6/12, “Marro, Andrea”, causa nº 34877-01/10].
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 208 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 70
— MARCELA DE LANGHE —
71 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 208
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 208 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 72
§ 5. Quinto párrafo.— Si las pruebas pendientes a las que se refiere el párr. 1º del artículo
no se pudieran incorporar al proceso en el término de dos años, se dispondrá el archivo defini-
tivo de las actuaciones. La resolución de la Fiscalía General nº 123/16 estipula mediante criterio
general de actuación que los fiscales deben disponer la clausura provisional emitiendo un “dic-
tamen fundado”.
De acuerdo con esta prescripción, el plazo máximo de clausura de la investigación es de dos
años. Sobre la imposibilidad de otorgar carácter definitivo al archivo fiscal, por no ocasionar los
efectos de la cosa juzgada material y formal, véase el comentario del art. 199 y ss. de esta obra.
La diferencia con el antiguo instituto del sobreseimiento provisional, además de que era
pronunciado por los jueces, consiste en que las medidas pendientes de producción deben ser
identificables (por ejemplo, el trámite de un exhorto, un testigo que no se localiza, un docu-
mento extraviado del que se tienen referencias, etcétera) y producidas en un plazo máximo de
dos años [Cevasco, Derecho …, p. 287].
— MARCELA DE LANGHE —
73 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 209
Capítulo 2
Etapa intermedia
Art. 209. — «Citación para juicio». Recibido el requerimiento de juicio, el/la Juez/a
correrá traslado a la defensa, que tendrá cinco días para ofrecer pruebas y plantear
todas las cuestiones que entienda deban resolverse antes del debate.
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 209 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 74
La controversia existente entre los operadores judiciales sobre el modo y forma de remisión
de las actuaciones, que afectaba el acceso pleno de la defensa al legajo de investigación de la
fiscalía, motivó la Acordada nº 2/09 de la CAPCF y la Res. FG nº 149/09, dictadas con fecha 9/6/09,
disponiendo de manera conjunta, en lo que aquí interesa, que el requerimiento de juicio de la
fiscalía debe ser dirigido al juzgado interviniente junto con “todos los elementos que integran
el legajo de investigación”. Empero, ese criterio fue dejado de lado mediante las resoluciones
de la Fiscalía General nº 92/16 y de la Defensoría General nº 568/16, dictadas con fecha 31/8/16,
donde los Ministerios Públicos acordaron que la fiscalía no podrá remitir el legajo de investiga-
ción ni ninguna de las pruebas o constancias incorporadas a él, al juez interviniente, cuando su
intervención deba ocurrir en audiencia —como puede ser la que prevé el art. 210, CPPCABA—,
ni siquiera a pedido de éste; todo ello, según entienden, para favorecer la imparcialidad de los
magistrados y la oralidad del proceso penal. No obstante, la jurisprudencia sostiene que esas
resoluciones no son vinculantes para los jueces [CAPCF, Sala II, 19/10/16, “Ahn Oh, Marcelo Ale-
jandro”, causa nº 8994-01/16, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
§ 4. Cuestiones que deben ser resueltas antes del debate.— Las cuestiones que deban ser
resueltas antes del debate, no tienen en el CPPCABA una figura equivalente al art. 349 del
CPPN referida a la “oposición” al requerimiento de juicio, sin perjuicio de que los planteos de
la defensa en contra de este pueden ser reconducidos mediante las excepciones procesales o
las nulidades [CAPCF, Sala III, 10/3/16, “Espíndola, Alejandro”, causa nº 7348/14, del voto de los
— MARCELA DE LANGHE —
75 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 209
doctores Delgado, Franza y Manes]. De esa manera, la defensa puede plantear, entre otras, las
excepciones del art. 195 del CPPCABA, las nulidades del art. 71 y ss. del CPPCABA, o solicitar la
aplicación de un mecanismo de resolución alternativa del conflicto penal, como la suspensión
del juicio a prueba del art. 205 del CPPCABA o el avenimiento del art. 266 del CPPCABA. Por
otro lado, la defensa también puede solicitar el auxilio judicial que prevé el art. 211 del CPP-
CABA.
Esos planteos tienen que ser tratados en esta oportunidad procesal y no deben ser diferi-
dos al juicio oral y público. Si el apelante invoca la vulneración del derecho de defensa, se im-
pone su sustanciación y resolución actual, sin admitir una dilación que, por otro lado, impor-
taría un dispendio jurisdiccional innecesario; máxime cuando ha sido voluntad expresa del le-
gislador, conforme lo prescribe el ordenamiento procesal en materia penal, que las nulidades
promovidas por las partes deben ser resueltas en forma previa a la celebración del debate
[CAPCF, Sala II, 5/6/09, “Yaber, Oscar”, causa nº 25184/08, conf. mi voto y el de los doctores
Bosch y Bacigalupo].
Sin embargo, otra jurisprudencia considera ajustado a derecho el diferimiento de los plan-
teos al debate, siendo irrecurrible esa decisión por no generar gravamen actual e irreparable
[CAPCF, Sala II, 1/6/10, “Cordini, Sergio Roberto”, causa nº 2584/10, del voto de los doctores Baci-
galupo y Bosch, con mi voto en disidencia, entendiendo que el diferimiento de la excepción es
susceptible de recurso de apelación; e ídem, 23/10/14, “Meta, José”, causa nº 56142/10, del voto
de los doctores Bacigalupo y Bosch, con mi voto en disidencia; en idéntico sentido, CAPCF, Sala I,
14/8/15, “Cardozo, Marcelo Reinaldo”, causa nº 10624-03/12, del voto de los doctores Vázquez
y Marum; e ídem, Sala III, 24/5/12, “Vega, César”, causa nº 36313-01/11, del voto de los doctores
Franza, Paz y Manes].
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 210 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 76
tora Manes, con la adhesión del doctor Franza; en disidencia, para el doctor Delgado, ni el art.
209 del CPPCABA ni el art. 213 del CPPCABA, se condicen con el art. 67, inc. d) del CP, y 17/7/15,
“Ramírez, Silvio”, causa nº 51039-01/11, del voto de la doctora Manes, al que adhiere el doc-
tor Franza].
No obstante, para la Sala II de la CAPCF el acto procesal del art. 209 del CPPCABA no resulta
interruptivo del curso de la prescripción de la acción penal, debido a que el art. 213 del CPPCA-
BA es el que se ajusta a lo regulado por el art. 67, inc. d) del CP, cuando enuncia el “auto de cita-
ción a juicio o acto procesal equivalente” [CAPCF, Sala II, 27/10/11, “Guerreiro, José”,causa nº
4544/09, del voto de los doctores Bosch y Bacigalupo; ídem, 26/12/13, “Orejón, Amilcar”, causa
nº 54834-02/10, del voto de los doctores Bosch y Bacigalupo; ídem, 17/2/14, “Galeano, Rober-
to”, causa nº 21246-01/11, conf. mi voto y el del doctor Bosch; ídem, 3/9/14, “Ortiz, Nancy”, cau-
sa nº 46172-07/11, conf. mi voto y el del doctor Bosch, con el voto en disidencia del doctor Del-
gado, para quien ni el art. 209 del CPPCABA ni el art. 213 del CPPCABA, se condicen con el art.
67, inc. d) del CP; ídem, 8/10/14, “Mercado, Arnaldo”, causa nº 60890-01/10, conf. mi voto y el
de los doctores Bosch y Bacigalupo; e ídem, 22/2/16, “Lima Eugenio, Giancarlo”, causa nº 5775-
01/13, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo].
El Tribunal Superior, tanto en casos en los que recurrió la fiscalía como la defensa, no puso
punto final a la controversia interpretativa de las Salas de la CAPCF, debido a que el voto ma-
yoritario de sus integrantes decidió rechazar por argumentos formales los recursos de queja
que llegaron a su conocimiento [TSJ CABA, 17/7/15, “Ramírez, Daniel”, causa nº 11488/14;
ídem, 12/8/15, “Galeano, Roberto”, causa nº 11048/14; ídem, 7/10/15, “Cabrera Vázquez,
Julio”, causa nº 12053/15; e ídem, 24/2/16, “Ochoa Tello”, causa nº 12215/15]. Sin embargo,
para el voto minoritario, la “citación a juicio” del art. 209 del CPPCABA es la que interrumpe
el curso de la prescripción de la acción penal y no así la “fijación de audiencia” del art. 213 del
CPPCABA [TSJ CABA, 12/8/15, “Galeano, Roberto”, causa nº 11048/14, del voto de las docto-
ras Ruiz y Conde].
Art. 210. — «Audiencia. Resolución sobre la prueba. Remisión o rechazo del juicio».
Ofrecida la prueba por la defensa, el/la Juez/a convocará a las partes a una audiencia
dentro de los diez días. Con las partes que concurran resolverá sobre la admisibilidad
de las pruebas ofrecidas por todas ellas, previo escucharlas sobre su procedencia, im-
procedencia y/o inadmisibilidad. Solo podrá rechazar por auto aquellas que conside-
re manifiestamente improcedentes o inconducentes y las que sean inadmisibles con-
forme las disposiciones de este Código. La decisión será irrecurrible, pero podrá ser
invocada como fundamento del recurso de apelación contra la sentencia definitiva.
Concluido el acto, el/la Juez/a remitirá el requerimiento de juicio y el acta de la au-
diencia, para que se designe el/la Juez/a que entenderá en el juicio. No se remitirá el
legajo de investigación del/la Fiscal ni otras actuaciones que no sean aquellas que se
acordó incorporar al debate y las actas labradas respecto de actos definitivos e irre-
producibles.
— MARCELA DE LANGHE —
77 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 210
§ 1. Primer párrafo.— Luego de recibida la prueba ofrecida por la defensa conforme al art.
209 del CPPCABA, el juez convocará a las partes a una audiencia dentro de los diez días. La men-
tada convocatoria no es susceptible de recurso de apelación [CAPCF, Sala II, 13/12/11, “Fernán-
dez, María”, causa nº 38243/10, del voto de los doctores Bosch y Paz].
La norma estipula que no es obligatoria la presencia de las partes en la audiencia. Utiliza el
giro “con las partes que concurran”, para luego establecer que el juez resolverá sobre la admi-
sibilidad de las pruebas ofrecidas por aquéllas, previo escucharlas sobre su “procedencia, im-
procedencia y/o inadmisibilidad”.
Sin embargo, se ha declarado la nulidad de la audiencia en un caso donde no concurrió el
abogado defensor que previamente había solicitado su suspensión, por verse afectado el con-
tradictorio, el debido proceso y la defensa en juicio [CAPCF, Sala III, 30/9/15, “Lois Coca, Melis-
sa”, causa nº 9126-03/15, del voto de la doctora Manes, al que adhiere el doctor Delgado]. Se
resaltó además que la celebración de la audiencia deriva de los principios constitucionales de
oralidad, inmediación, contradicción y defensa en juicio que informan el sistema acusatorio
(cfr. art. 13, inc. 3º, CCABA) y, específicamente, sobre la referencia normativa a la asistencia o no
de las partes, se argumentó que solo puede ser entendida en relación al dictado de la resolu-
ción sobre la admisibilidad de la prueba, más no sobre la ineludible necesidad de la presencia
de las partes esenciales a la audiencia: acusador y defensa. Es posible que tal acto se lleve a cabo
sin la querella o el actor civil, pero la comparecencia de la defensa es indispensable como modo
de garantizar acabadamente los derechos del imputado [CAPCF, Sala III, 30/9/15, “Lois Coca,
Melissa”, causa nº 9126-03/15, del voto de la doctora Manes, al que adhiere el doctor Delgado].
Si consta en autos la imposibilidad de localizar a los imputados, no puede llevarse a cabo la
audiencia del art. 210 del CPPCABA, ya que la finalidad de la etapa intermedia es permitirle a los
imputados y a su defensa controlar la prueba de cargo que será utilizada en el juicio. En efecto,
si bien no es requerida su presencia durante la celebración de la audiencia del art. 210 del CPP-
CABA, sí deben encontrarse sometidos a la jurisdicción del tribunal interviniente, bajo riesgo de
ser declarados rebeldes [CAPCF, Sala I, 13/8/10, “Giménez, Daniel y otro”, causa nº 6979/ 09, del
voto de los doctores Vázquez, Marum y Sáez Capel, con cita de Sala I, 27/4/10, “Rastapkevich
García, Adrián”, causa nº 33833/09].
Las pruebas serán rechazadas por auto (art. 42, inc. 2º, CPPCABA), siempre que el juez las
considere “manifiestamente improcedentes” o “inconducentes”, o bien resulten “inadmisi-
bles” conforme las disposiciones del CPPCABA. Improcedente es lo que no se conforma con el
derecho, lo inadecuado o extemporáneo. Inconducente es lo que no es conducente para un fin.
Inadmisible es lo que no reúne las condiciones formales [cfr., por todos, www.rae.es]. Se señala
que dentro del aspecto probatorio el respeto a los derechos individuales impone que única-
mente se puede aportar prueba relacionada con el hecho constitutivo del objeto del proceso y
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 210 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 78
sus circunstancias. Si se rebasa este límite, la prueba carece de pertinencia y debe desestimarse
cuando no resulta idónea para justificar los hechos. Además, la prueba debe tener relevancia,
ser conducente, para influir en la decisión del conflicto [La Rosa - Rizzi, Código …, p. 907].
La decisión del magistrado resulta irrecurrible, pero podrá ser invocada como fundamento
del recurso de apelación contra la sentencia definitiva (arts. 248 y concs., 279 y concs., CPPCABA).
Así, se ha resuelto que la resolución de la juez de grado, encargada de la audiencia de prueba del
art. 210 del CPPCABA, relativa a no incorporar el peritaje psicológico y psiquiátrico del imputa-
do para la etapa de juicio oral y público fue debidamente motivada (art. 42, CPPCABA) y no resul-
ta susceptible de recurso de apelación, conforme lo regula expresamente la norma procesal cita-
da, máxime si tal extremo puede ser invocado como fundamento del recurso de apelación con-
tra la sentencia definitiva [CAPCF, Sala III, 16/4/15, “Soto, Mariano”, causa nº 15934-05/12, del
voto de los doctores Franza y Delgado]. Lo mismo se resolvió en un caso en que la querella solici-
tó al magistrado que requiriese a un nosocomio la elevación de los resultados de un informe
médico de interacción familiar, a lo cual el juez no hizo lugar, debido a que su producción y entre-
ga al juez del debate fue puesta en cabeza de la defensa [CAPCF, Sala III, 5/10/15, “Santerbas,
Edgardo”, causa nº 240/13, del voto de los doctores Franza, Delgado y Vázquez].
Por otro lado, se consideró incoherente que la parte acusadora que no presentó el requeri-
miento de juicio en el momento procesal oportuno, ofrezca prueba o se pronuncie sobre su pro-
cedencia en el marco de la audiencia del art. 210 del CPPCABA [CAPCF, Sala I, 13/8/10, “Gimé-
nez, Daniel y otro”, causa nº 6979/09, del voto de los doctores Vázquez, Marum y Sáez Capel].
— MARCELA DE LANGHE —
79 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 210
voto de los doctores Bosch y Delgado]. En el mismo sentido se expidieron las Salas I y III en diver-
sos precedentes [CAPCF, Sala I, 17/12/13, “Gómez, Manuel Florentino”, causa nº 42842-01/10,
del voto de los doctores Sáez Capel y Marum; ídem, Sala III, 25/10/13, “González, José Luis”, cau-
sa nº 3184-01/12, conf. mi voto y el de los doctores Delgado y Franza; ídem, 25/10/13, “Ledesma,
Guillermina”, causa nº 36098-01/12, conf. mi voto y el de los doctores Delgado y Franza].
La cuestión fue analizada por el Tribunal Superior [TSJ CABA, 18/12/13, “Galantine, Atilio
Javier”, causa nº 9443/12].
Allí, el voto mayoritario, argumentó lo siguiente: “[d]e admitirse la legitimidad de la remi-
sión del legajo tal como lo requiere la jueza de juicio, pierde todo sentido la norma procesal que
dispone que ‘el/la juez/a que entenderá en el juicio’ sea uno distinto al que intervino durante la
etapa de investigación (art. 210, CPPCABA). Tanto el principio acusatorio como la garantía de
imparcialidad exigen una lectura del segundo párrafo del art. 210 del CPPCABA más acorde con
las demás normas que limitan fuertemente la actuación del juez del debate para reforzar el sis-
tema adversarial y, a la vez, la imparcialidad del juzgador. [Por ello] resulta más ajustado a dere-
cho entender que cuando el Código establece que el legajo también debe contener las actua-
ciones que se ‘acordó’ incorporar al debate, se está refiriendo a aquellas constancias que las
partes consintieron de manera expresa que sean incluidas en el legajo. Nótese que acordar sig-
nifica, según la RAE, determinar o resolver ‘de común acuerdo’ y, en el subjudice, solo hubo
acuerdo de las partes para que se remitieran el requerimiento de juicio y el acta de la audiencia
del art. 210 del CPPCABA” [TSJ CABA, 18/12/13, “Galantine, Atilio Javier”, causa nº 9443/12, del
voto de las doctoras Ruiz y Weinberg, los agregados entre corchetes nos pertenecen].
Otro de los votos, haciendo énfasis en que el CPPCABA libra expresamente a las partes la dis-
posición de la prueba admitida, supeditando a su acuerdo la posibilidad de que estas pruebas
sean remitidas conjuntamente con el requerimiento de elevación a juicio y el acta de la audiencia
del art. 210, resume la doctrina de la siguiente manera: “el juez de garantías resuelve acerca de la
procedencia de la prueba que las partes ofrecen para valerse de ellas en el juicio, y remite, única-
mente, el requerimiento de elevación a juicio y el acta de la audiencia donde se resolvió qué prue-
ba, de la ofrecida, resulta admisible. Excepcionalmente, también remite la prueba que las partes
hayan ‘acordado incorporar al debate’ y las que den cuenta de diligencias irreproducibles, siem-
pre que se trate de prueba ofrecida y declarada admisible (con relación a estas últimas, reitero,
siempre que no se hubiera generado una controversia que hubiera llevado al juez a optar por
reservarlas hasta que llegue el momento adecuado para remitirlas por la vía escogida a ese fin)”
[TSJ CABA, 18/12/13, “Galantine, Atilio Javier”, causa nº 9443/12, del voto del doctor Lozano].
A partir de allí la doctrina fue reiterada por el Tribunal Superior en muchos casos más [TSJ
CABA, 26/2/13, “Segovia González, Edenio”, causa nº 9041/12; ídem, 15/10/14, “Arzac, Gracie-
la”, causa nº 10891/14; ídem, 11/2/15, “Tolaba Vera, Mauro”, causa nº 11016/14; ídem, 12/8/15,
“Arroyo, Adrián”, causa nº 11694/14; ídem, 18/9/15, “Gutiérrez, Héctor”, causa nº 11771/14; ídem,
1/3/16, “Duarte, Marcelo”, causa nº 12465/15, entre otros].
Asimismo, la CAPCF continuó por ese camino doctrinario, respetuoso además de la Acorda-
da de la CAPCF nº 2/2009 [Sala III, 10/7/15, “Giracoy, Emanuel Isaac y otros”, causa nº 17360-02/
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 210 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 80
14, del voto de la doctora Manes, con la adhesión del doctor Delgado; ídem, Sala II, 22/4/14,
“Zverko, Andrea”, causa nº 22636-02/10, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo;
ídem, 9/11/15, “Moscoso Vilca, José”, causa nº 4948-02/15, conf. mi voto y el de los doctores
Bosch y Bacigalupo; ídem, Sala I, 31/3/14, “Rojas, Luis”, causa nº 12408-01/13; ídem, 31/3/14, “Mo-
rano, Cristian”, causa nº 36685-01/13].
No obstante, en un caso posterior, la Sala III de la CAPCF fue un poco más allá de la doctrina
analizada, al declarar la inconstitucionalidad del art. 210, párr. 2º del CPPCABA, por entender
que la norma afecta la garantía de imparcialidad, dado que al remitir el requerimiento de jui-
cio el juez del juicio no solo va a contar antes del debate con la descripción de los hechos moti-
vos de la acusación, sino también con la motivación por la que la fiscalía considera fundada su
pretensión persecutoria. En tal sentido, se consideró que el requerimiento de juicio es impres-
cindible para que el juez de garantías pueda evaluar en la audiencia del art. 210 del CPPCABA,
la prueba cuya producción se va a admitir en el juicio oral, pero ninguna función cumple en
manos del juez de debate, menos aun teniendo en cuenta que el juicio comienza con los alega-
tos de apertura de las partes y se postuló como solución que el juez de garantías remita al juez
de solo una certificación en la que conste el objeto procesal (descripción de los hechos efectua-
dos por el MPF en el requerimiento de elevación a juicio), la prueba admitida y la parte disposi-
tiva dictada en la oportunidad de celebrarse la audiencia del art. 210 del CPPCABA [CAPCF, Sala
III, 17/11/15, “Suárez, Víctor Hugo”, causa nº 7223/2012, del voto de la doctora Manes, con la ad-
hesión del doctor Delgado; el doctor Franza votó en disidencia, en consonancia con el prece-
dente del TSJ CABA, “Galantine, Atilio Javier”. Doctrina reiterada en Sala III, 14/12/15, causa nº
2206-01/15, “Romero, Valeria”, del voto de los doctores Delgado y Manes, por la mayoría, y el
doctor Franza en disidencia; ídem, 7/4/16, “Morillas, Alcides”, causa nº 7804-01/15, del voto de
los doctores Delgado y Manes, por la mayoría, y el doctor Franza en disidencia; e ídem, 29/4/16,
“Snyrynskyj, Darío Alexis”, causa nº 17159-01/13, del voto de los doctores Delgado y Manes, por
la mayoría, y el doctor Franza, en disidencia].
— MARCELA DE LANGHE —
81 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 210
cuota considerable de sufrimiento, gastos y descrédito público. Por tal motivo, se diseñaron
controles formales o sustanciales, puestos en cabeza de los órganos jurisdiccionales. Los prime-
ros, tendientes a corregir o sanear los errores formales o vicios que pueden existir en las impu-
taciones —i.e., la individualización del imputado, la descripción del hecho y la subsunción típi-
ca—. Los segundos, dirigidos a evaluar la información acumulada por la acusación en la inves-
tigación —i.e., el mérito o fundamento probatorio—, a los efectos de constatar si es posible
transitar hacia la próxima etapa del proceso [Binder, La fase …].
Otra clasificación distingue entre los ordenamientos procesales con sistema de remisión di-
recta a juicio —la interposición del requerimiento de juicio provoca la realización del juicio—,
con sistema facultativo —el control de la imputación ocurre solamente si lo requiere la defen-
sa— o con sistema imperativo —el control jurisdiccional es obligatorio, aun cuando no haya
oposición de la defensa— [Bertelotti, “El control …, 2009, p. 104].
Estas distintas posiciones se aprecian en la jurisprudencia de los tribunales locales al momen-
to de definir si los jueces de garantías pueden controlar o no las conclusiones de la investigación
de la fiscalía o la querella.
Por ejemplo, la Sala II de la CAPCF sostiene que en la etapa intermedia del proceso penal
resulta necesario que el órgano jurisdiccional en la audiencia del art. 210 del CPPCABA, que
enuncia expresamente la facultad jurisdiccional de rechazo de juicio, controle el mérito de la
imputación de la acusación —pública o privada—, en beneficio del derecho de defensa en jui-
cio y de los principios de celeridad y economía procesal, puesto que el paso de etapa procesal
exige verificar con algún detenimiento la concurrencia —o no— de datos prima facie hábiles
para formalizar una hipótesis acusatoria, razón por la cual la investigación preliminar está lla-
mada a tener una inevitable relevancia objetiva, a los fines de que resulte posible un debate
entre partes con cierto rigor [CAPCF, Sala II, 27/4/11, “Machi, Félix”, causa nº 26512/10, conf. mi
voto, con la adhesión del doctor Bosch, y el voto concurrente del doctor Bacigalupo, por sus fun-
damentos].
Esta línea jurisprudencial fue seguida por la Sala II en otros fallos [24/5/12, “Duarte, Marce-
lo”, causa nº 5396-01/11, del voto del doctor Bosch, al que adhieren los doctores Franza y Del-
gado; ídem, 5/7/13, “Franco, Silvio”, causa nº 27635/12, del voto de los doctores Bosch y Baciga-
lupo, quienes dijeron: “la fiscalía no realizó medidas de prueba suficientes (…) lo que hubiera
permitido corroborar o descartar el comportamiento atribuido (…) extremo que imposibilita-
rá el éxito del debate”]. Empero, fijada la doctrina del Tribunal Superior de Justicia que se ana-
lizará más abajo, esta Sala revirtió su posición [CAPCF, Sala II, 1/6/16, “M., S y otros”, causa nº
20289/15, conf. mi voto y el del doctor Bacigalupo].
La Sala III de la CAPCF sostiene que no corresponde que los magistrados evalúen el mérito de
la imputación de los acusadores. La valoración en cuestión no es propia de este estadio proce-
sal, sino que será el debate el momento en el cual la fiscalía deberá desplegar la totalidad de la
prueba ofrecida y vincularla con el hecho enrostrado, luego de lo cual el magistrado que inter-
venga analizará la prueba que se produzca y definirá si existen elementos o no para aseverar la
responsabilidad jurídico penal del imputado [CAPCF, Sala III, 28/8/12, “Sosa Buonomo, Gerar-
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 210 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 82
do”, causa nº 11698-01/11, del voto del doctor Franza, al que adhiere el doctor Vázquez, con mi
voto en disidencia; ídem, 28/7/16, “B., M. A.”, causa nº 19152-01/15, del voto del doctor Franza
y Manes, con disidencia del doctor Delgado, quien dijo: “si se considera que la denuncia del pre-
sunto damnificado es bastante para justificar que se celebre un juicio criminal, entonces está
sobrando en nuestro procedimiento la etapa preparatoria”]. En efecto, hasta tanto se desate
tal debate, mal puede entenderse que la postura de la acusación carece de sustento probato-
rio, cuando es solo en esa etapa, y no antes, que se discute sobre las cuestiones de hecho y la
prueba producida [CAPCF, Sala III, 30/9/15, “Chirino, Gastón”, causa nº 20833/14, del voto de la
doctora Manes, con la adhesión de los doctores Delgado y Vázquez; ídem, 27/9/16, “Núñez, Pa-
blo”, causa nº 3392/16, del voto de los doctores Delgado y Manes]. Así, se ha dicho que no
corresponde polemizar sobre los elementos de prueba recolectados en el requerimiento de jui-
cio, ya que ello debe ocurrir en la instancia del debate, siendo el momento más oportuno y ade-
cuado para el tratamiento de cuestiones de hecho y prueba, a la luz de los principios de orali-
dad, inmediatez y contradicción [CAPCF, Sala III, 5/2/16, “Justel, Eduardo”, causa nº 13431-
01/14, del voto de la doctora Manes, al que adhiere el doctor Franza]. Porque el sistema acusa-
torio asegura el contradictorio y permite a las partes construir hipótesis de acusación y defen-
sa. El juez que presida el debate, en ese marco, será quién deberá valorarlas y así resolver con-
forme la sana crítica [CAPCF, Sala III, 5/2/16, “Dolci, Rubén”, causa nº 5818/15, del voto del doc-
tor Franza, al que adhiere la doctora Manes].
En el mismo sentido, la Sala I de la CAPCF ha dicho que la celebración del juicio oral y públi-
co es el momento adecuado para estudiar con profundidad si la prueba a producirse en ella
resuelta suficiente para determinar la materialidad del hecho investigado y la consecuente
autoría del imputado [CAPCF, Sala I, 17/8/12, “Maciel, Miguel Ángel”, causa nº 15575/12, del
voto de los doctores Sáez Capel, Vázquez y Marum; ídem, 1/10/13, “Cardozo Carabajal, Marce-
lo”, causa nº 8156/13, del voto de los doctores Vázquez y Sáez Capel y de la doctora Marum;
ídem, Sala III, 26/10/15, “Aramayo, Brian”, causa nº 19722-01/14, del voto de los doctores Váz-
quez y Marum]. El proceso penal es un asunto de partes, lógicamente, existen dos versiones
diferentes de los hechos. Por un lado, la que plantea el titular de la acción y, por el otro, la brin-
dada por el imputado y su defensa, lo cual no implica en modo alguno que el fiscal haya dejado
de lado, de manera deliberada, elementos que justifiquen la conducta del imputado o que le
impidan seguir adelante con la causa hasta el juicio oral sino, en todo caso, concluyó que se da
una situación que debe ser analizada junto con la totalidad de los elementos probatorios, en el
debate oral y público. Así, el fiscal ha entendido que con la prueba acumulada y ofrecida, la cau-
sa se encuentra en condiciones de avanzar al juicio [CAPCF, Sala III, 16/6/16, “Cocca, Carlos
Fabián”, causa nº 6341/14, del voto de los doctores Vázquez y Marum].
No obstante, también se sostuvo que un requerimiento de juicio carece de fundamentación
probatoria si los dichos del denunciante, más los de un testigo de cargo, son desvirtuados por
el restante material probatorio reunido en la investigación, siendo incorrecta la remisión a jui-
cio [CAPCF, Sala I, 23/12/15, “Ortuondo, Ignacio”, causa nº 11014/15, del voto de los doctores
Vázquez y Marum].
— MARCELA DE LANGHE —
83 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 210
Para el Tribunal Superior, el control jurisdiccional de las conclusiones de los acusadores debe
ser limitado a lo que solicitan las partes del proceso, entendiendo que el control de mérito de la
acusación que se confiere la Alzada, no se encuentra previsto en las reglas procesales vigentes,
al menos del modo en que se pretende realizarlo. Si bien el art. 210 del CPPCABA lleva por títu-
lo ‘Audiencia. Resolución sobre la prueba. Remisión o rechazo del juicio’, su contenido alude a
formas determinadas de ese ‘rechazo’: las previstas en las excepciones del art. 195 del CPPCA-
BA, por lo que la nulidad del requerimiento de juicio por déficit probatorio dispuesta en ese
caso por la CAPCF resultaba incorrecta, ya que la parte había deducido una excepción de atipi-
cidad, máxime si la producción y valoración de elementos de prueba es, en principio, propia de
la etapa del debate oral [TSJ CABA, 27/12/13, “Escobar, Neris”, causa nº 9439/12, del voto del
doctor Casás, con la adhesión de las doctoras Conde, Weinberg y Ruiz). Mientras que en el voto
concurrente se sostuvo que el desborde jurisdiccional lesionaba el principio acusatorio con el
argumento de que el tribunal de mérito no ha llevado a cabo un control de validez formal de la
acusación vinculado al cumplimiento de los requisitos legales establecidos en el art. 206 del
CPPCABA, sino, por el contrario, uno referido a la selección probatoria efectuada por el fiscal
para avanzar hacia la etapa de debate. Ni el art. 210 del CPPCABA, ni nada en el Código proce-
sal, permite un análisis del mérito del requerimiento de elevación a juicio por el juez de garan-
tías, análisis que es propio, en cambio, del juez de juicio, y resultado del debate [TSJ CABA,
27/12/13, “Escobar, Neris”, causa nº 9439/12, del voto del doctor Lozano].
Esa línea jurisprudencial fue reiterada por el Tribunal Superior en muchos otros casos [TSJ
CABA, 12/2/14, “Ucha, Sebastián”, causa nº 9166/12, donde se revirtió la decisión de la Sala II de
la CAPCF, que consideró atípica la conducta investigada conforme el art. 2º bis de la ley 13.944
y de oficio declaró la incompetencia material y territorial ante la posible comisión de la infrac-
ción del art. 173, inc. 11 del CP, del voto de las doctoras Ruiz, Conde y los doctores Lozano y
Casás, con la disidencia de la doctora Weinberg; ídem, 8/10/14, “Frías, Héctor”, causa nº
10417/13, donde se rechazó el recurso de queja de la fiscalía, pero se hizo mención obiter dic-
tum a la doctrina in re “Escobar”, causa nº 10662/14; ídem, 11/2/15, “Biondi, Sebastián”, causa
nº 10662/14, donde para demostrar lo incorrecto de la nulidad se recordó: “la presunta orfan-
dad probatoria invocada por los jueces no encuadra en ninguno de los supuestos previstos en
el art. 206 del CPPCABA en función del art. 71, párr. 2º del mismo cuerpo legal”, del voto de la
doctora Ruiz, votando en el mismo sentido los doctores Casás y Lozano y las doctoras Conde y
Weinberg; e ídem, 23/9/15, “Antolín, Antonio”, causa nº 11610/14, entre otros].
Finalizada la audiencia del art. 210 del CPPCABA corresponde la remisión de las actuaciones
al juez de juicio, salvo que se encuentre pendiente de resolución una vía recursiva, en cuyo caso,
se debe aguardar hasta su correcta finalización, a los efectos de garantizar la economía proce-
sal y evitar pronunciamientos contradictorios, a la par que se puede cumplir con el plazo exiguo
del art. 213 del CPPCABA para producir el debate [CAPCF, Sala II, 28/4/11, “Benavídez, Carlos”,
causa nº 15660/08, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo; ídem, 25/2/14, “Perru-
pato, Federico”, causa nº 8228-02/13, conf. mi voto y el de los doctores Bosch y Bacigalupo;
ídem, 9/11/15, “Moscoso Vilca, José”, causa nº 4948-02/15, conf. mi voto y el de los doctores
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 211 LIBRO II — INVESTIGACIÓN PREPARATORIA 84
Bosch y Bacigalupo; ídem, 18/9/14, “Gramzujer, Leonardo”, causa nº 3531-02/14, del voto de los
doctores Bacigalupo, Franza y Marum; ídem, Sala III, 15/9/15, “Aramayo, Brian”, causa nº
19722-02/214, del voto de los doctores Vázquez y Marum, con la disidencia del doctor Delgado,
para quien sí corresponde remitir el caso a la etapa de debate, ya que el recurso de apelación no
suspende el trámite de las actuaciones, con cita de su voto en CAPCF, Sala II, 17/4/12, “Agüero,
Norma”, causa nº 25737-02/10; ídem, 24/8/15, “Martí Taboada, Maximiliano”, causa nº 14007-
02/14, del voto de los doctores Franza y Vázquez, con la disidencia del doctor Delgado en el sen-
tido apuntado con precedencia; e ídem, 5/10/15, “Izquierdo, Luciano”, causa nº 1520-02/15, del
voto de los doctores Franza y Manes, con la disidencia del doctor Delgado; ídem, Sala I, 13/7/15,
“García de la Mata, María”, causa nº 6404-03/14, del voto de los doctores Vázquez y Marum;
ídem, 18/5/15, “Martínez, Hernán”, causa nº 6736-02/14, del voto de los doctores Vázquez, Ma-
rum y Bosch].
El mismo criterio se aplica si quedan cuestiones pendientes de resolución, como puede ser la
solicitud de la suspensión del juicio a prueba en el marco del art. 210 del CPPCABA, no corres-
pondiendo la remisión para su tratamiento al juez de juicio [CAPCF, Sala III, 7/5/15, “Bustaman-
te, Christian”, causa nº 687-01/15, del voto de los doctores Franza y Marum].
Por último, tal como dispone el párr. 4º del art. 210 del CPPCABA, de lo actuado se dejará
constancia en acta (art. 50 y concs., CPPCABA).
El artículo prevé que antes de que el caso sea remitido a la etapa de juicio, a pedido de la
defensa o del civilmente demandado, el juez podrá ordenar las medidas que resulten impres-
cindibles para completar la preparación de la defensa o la contestación de la demanda. De esa
manera, queda excluida de la cláusula la solicitud que pudiese formular al respecto la parte
querellante.
Para que proceda la petición, el juez interviniente debe evaluar que las medidas: a) sean
imprescindibles para el solicitante para preparar su defensa o contestación; b) que solo pue-
dan ser adquiridas con intervención de la autoridad pública, y c) que resulten pertinentes y úti-
les. Según establece el CPPCABA, este juicio de admisibilidad debe ser efectuado observando el
criterio de interpretación del art. 1º del CPPCABA.
La cláusula que comentamos garantiza la igualdad de armas entre la defensa y la fiscalía, en
el caso de que durante la investigación preparatoria la acusación pública, con razón o sin ella,
no haya evacuado las citas solicitadas por la contraparte en desmedro de su situación procesal
(arts. 5º y 168, CPPCABA, a contrario sensu). En efecto, la norma no establece que las pruebas
deban ser practicadas en forma indefectible, sino que el órgano jurisdiccional evaluará y deci-
— MARCELA DE LANGHE —
85 TÍTULO IX — CLAUSURA DE LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA … Art. 212
dirá si éstas resultan relevantes o no para la preparación del caso de la defensa. De allí la impor-
tancia práctica de esta norma procesal y la necesidad de intervención jurisdiccional, para resol-
ver la controversia entre las partes, reforzando el principio acusatorio.
Así, por ejemplo, en un caso donde un juez sostuvo que las pruebas de descargo no produ-
cidas por la fiscalía durante la investigación podían ser llevadas a cabo en la etapa de debate,
sostuve que ese criterio pasaba por alto “la operatividad de la cláusula referida al auxilio judi-
cial de la defensa (art. 211, CPPCABA)” [CAPCF, Sala II, 27/4/11, “Machi, Félix”, causa nº
26512/10, conf. mi voto] y validaba una situación de desequilibrio entre las partes enfrentadas
en el proceso. Por lo cual, desde la lógica del CPPCABA, el criterio del juez no se reduce a la eva-
luación de la posibilidad de que la prueba no producida por la fiscalía pueda ser realizada en el
debate, sino que corresponde siempre y cuando lo solicite y demuestre fundadamente la
defensa o el civilmente demandado que existen los extremos indicados para habilitar la aplica-
ción de la cláusula del art. 211 del CPPCABA [CAPCF, Sala II, 27/4/11, “Machi, Félix”, causa nº
26512/10, conf. mi voto. Sobre el criterio de razonabilidad, se dijo en este precedente: “la falta
de evacuación de citas (…) se encuentra razonablemente fundada en la circunstancia de que el
imputado no explicó siquiera mínimamente sobre qué aspectos o circunstancias del hecho se
explayarían los testigos propuestos, ni cuál era la conexión de ellos con el evento de la pesqui-
sa” —del voto del doctor Bosch—]. En resumen, la defensa debe requerir el auxilio judicial al
órgano jurisdiccional [CAPCF, Sala III, 7/8/15, “A., J. L.”, causa nº 38007-02/11, del voto de la doc-
tora Manes, al que adhirió el doctor Delgado].
La norma estipula que si en la audiencia del art. 210 del CPPCABA se interponen las excep-
ciones del art. 195 del CPPCABA, se deberá proceder conforme lo establecido en el art. 197 del
CPPCABA.
Las excepciones, cabe recordar, son las siguientes: a) falta de jurisdicción o de competencia;
b) falta de acción; c) manifiesto defecto en la pretensión por atipicidad, inexistencia del hecho
o falta de participación criminal respecto de la conducta del imputado descripta en el decreto
de determinación del hecho o en el requerimiento de juicio; d) cosa juzgada; e) amnistía; f )
litispendencia, y g) prescripción.
La remisión a la regla del art. 197 del CPPCABA implica que los planteos se sustanciarán y
resolverán en forma oral durante la audiencia del art. 210 del CPPCABA, donde se recibirá la
prueba y se decidirá por auto, dejándose debida constancia en el acta.
El art. 195 del CPPCABA debe interpretarse en forma sistemática con lo normado en el art.
210, penúltimo párrafo del CPPCABA, en cuanto prescribe que en el curso de la audiencia se
podrán articular excepciones, exégesis que guarda coherencia con el art. 212 del CPPCABA, en
cuanto establece que si en la audiencia del art. 210 del CPPCABA se interpusieran excepciones
se deberá proceder conforme lo regulado en el 197 del CPPCABA [CAPCF, Sala II, 1/4/15, “López
— MARCELA DE LANGHE —
Art. 213 LIBRO III — JUICIOS 86
González, Edulfo”, causa nº 33010/12, del voto de los doctores Bosch y Delgado]. En efecto, si
bien las excepciones de previo y especial pronunciamiento, tal como expresa el art. 195 del CPP-
CABA, fueron previstas para la etapa de investigación preparatoria, el art. 212 del CPPCABA
otorga la posibilidad de interponerlas en el marco de la audiencia de prueba [CAPCF, Sala I,
22/11/11, “González, Christian Gustavo”, causa nº 55444-02/10, del voto de los doctores Váz-
quez, Delgado y Marum].
Sobre las excepciones y su trámite procesal, nos remitimos al comentario efectuado sobre
los arts. 195 y ss. del CPPCABA.
LIBRO III
JUICIOS
TÍTULO I
JUICIO COMÚN
Capítulo 1
Actos preparatorios
Art. 213 *. — «Fijación de audiencia». El/la Juez/a que resulte asignado/a al caso fija-
rá la fecha de debate, el que deberá celebrarse dentro de los tres meses de la recep-
ción de las actuaciones.
La citación de las partes para el juicio deberá realizarse con una antelación no inferior
a diez días, aunque aquellas puedan renunciar a dicho plazo.
Los testigos y peritos deberán ser citados para el mismo día o en días sucesivos si fue-
ran más de diez por vez.
La notificación de los testigos, peritos, intérpretes y demás personas que deban con-
currir, estará a cargo de la parte que las propuso; pero el Tribunal deberá facilitar los
medios cuando la citación fuera dificultosa o requiriere de exhorto u oficio, o antici-
par los gastos si la defensa careciere de medios.
Si hubiese motivo fundamentado para sospechar que el/la imputado/a no compare-
cerá al debate se podrá disponer su aprehensión, por auto, al solo efecto de asegurar
su asistencia.
Entendemos que previo a que se fije audiencia de juicio oral y público en los términos del art.
213 del CPPCABA, el juez que sea designado para llevar a cabo la etapa de debate, dependien-
1* Comentario a los artículos 213 a 226 elaborado por la doctora Natalia Marcela Molina, con la cola-
boración de los doctores Mariano Javier Camblong (redacción) y Fernando de la Cruz Molina Pico (juris-
prudencia).
raleza expeditiva, rápida y simple del desarrollo del proceso penal de la CABA que es de corte
acusatorio, por imperativo constitucional (art. 13.3, CCABA) respetando además la garantía
que reglamenta el derecho del imputado de ser juzgado en un plazo razonable. En verdad,
aunque pueda haber casos donde él se exceda no hay una amenaza procesal concreta ante su
incumplimiento, por lo que es meramente ordenatorio.
El sistema acusatorio que rige el proceso penal de la Ciudad se ve afianzado también en el
escaso tiempo que el fiscal tiene para culminar la investigación de un caso y la posibilidad de so-
licitar la prórroga en los términos del art. 105 del CPPCABA.
Aunque no es común que las partes renuncien al plazo en cuanto a la fecha de la designa-
ción de la audiencia, que se encuentra enmarcado en diez días, existe esa posibilidad y se apli-
caría sólo con acuerdo de ellas. Recuérdese que ya el art. 70 del CPPCABA dispone que la parte
a cuyo favor se hubiera establecido un término podrá renunciarlo o consentir expresamente su
abreviación.
Seguramente la renuncia al plazo procesal de antelación podrá vincularse con la urgencia
compartida por las partes en resolver el caso, asegurando así, en el acuerdo, el derecho de la
igualdad de armas.
En cuanto a la comparecencia de los testigos y peritos, este Código se diferencia mucho res-
pecto del Código Procesal Penal de la Nación, ya que está previsto que la cuestión de la citación
sea carga de la parte que los propone pudiendo requerir auxilio judicial, en caso de ser necesa-
rio. Este supuesto se da exclusivamente cuando se debe trasladar por la fuerza pública a algún
testigo o perito al juicio y, en general, se trata de incomparecencias injustificadas. Inclusive el
art. 65 del CPPCABA establece ciertos apercibimientos (véase comentario del art. 65, CPPCABA).
Aquí también resulta necesario destacar que como es una actividad que tiene que ver con
las partes, estas deben tomar los recaudos del caso, por lo que es recomendable que la parte que
propuso al testigo haya realizado su citación fehaciente, sea con cédula o notificación personal,
ya que el tribunal difícilmente hará lugar a una comparecencia por la fuerza pública, sin tener
esta constancia; y, además, es recomendable cursar citación al domicilio real.
El artículo también hace alusión a la cantidad de testigos que han de ser citados en cada jor-
nada. Si bien es cierto que cuando se trata de un juicio con muchos testigos, es aconsejable ad-
ministrar bien el tiempo, lo cierto es que un número excesivo conspiraría con la inmediación de
los jueces y de las partes, por tal razón, se ha pensado un debate en jornadas que no superen
diez testigos por día. También es posible que los testigos tengan que aguardar en la antesala un
tiempo antes de declarar siendo posible que existan cuestiones preliminares que debatir o que
por la propia organización del juicio tengan que esperar unos minutos antes de comenzar. Re-
sulta adecuado realizar citaciones escalonadas si se trata de largas jornadas de juicio.
La organización del contradictorio es una cuestión práctica y vital para ser respetuoso con el
tiempo ya que serán muchas personas concentradas el mismo día. Se debe preparar una infor-
mación detallada sobre los derechos de los testigos y sus obligaciones en cuanto a la necesaria
incomunicación que debe primar, antes y después de declarar (véase el comentario de los arts.
37, 38 y 236, CPPCABA).
juicio” prevista en el art. 67, inc. d) del CP como causal interruptiva del curso de la prescripción
de la acción penal [CAPCF, Sala I, 9/4/13, “S., R. F.”, causa nº 33273-02/12; en igual sentido se expi-
dió la Sala III, 10/11/15, “Campos, Marcelo Fernando”, causa nº 31685-01/12, del voto de los doc-
tores Franza y Paz, en mayoría].
Al encontrarse el articulado en análisis dentro del Libro Tercero “Juicios”, Título I, “Juicio
común”, Capítulo 1, “Actos preparatorios”, puede colegirse que el legislador ha optado por
plasmar, en el primer párrafo, una potestad para el tribunal que intervenga en la etapa de de-
bate a fin de que ordene la realización de una única audiencia de juicio oral y público donde se
analice la responsabilidad de los imputados en relación a un mismo hecho disvalioso; con la úni-
ca condición de que la acumulación no genere un grave retardo. Esta facultad puede ser ejerci-
da de oficio o bien a solicitud de alguna de las partes en el transcurso de la etapa de debate del
proceso penal, o como cuestión preliminar conforme art. 228 del CPPCABA.
Por otro lado, en el segundo párrafo, se prevé el desdoblamiento del juzgamiento, ante la
existencia de varios hechos que habían sido incluidos en la misma citación a juicio con el objeto
de facilitar el debate pero estableciendo que, en lo posible, se realice uno después de otro. Esta
potestad, también puede ser ejercida de oficio o a solicitud de alguna de las partes. En este caso,
más allá de que el juzgado que interviene en la etapa de debate disponga la separación de jui-
cios, sin dudas debe respetarse el principio de continuidad del debate conforme el art. 218 del
CPPCABA.
Las hipótesis que contiene esta norma son similares a las previstas en el art. 360 del CPPN y
se relacionan con las reglas de conexidad [D’Albora, Código …, 9ª ed., 2012, p. 678].
En la práctica, puede observarse que los fiscales, como titulares del ejercicio de la acción penal,
generalmente formulan requerimientos de elevación a juicio en forma independiente respecto a
los imputados sometidos al proceso penal por diferentes razones. Entre varias de ellas, podrían
encontrarse: 1) la necesidad de cumplimentar diversos actos imprescindibles para poder culmi-
nar debidamente la investigación penal preparatoria respecto de algunos imputados, como ser
el acto previsto en el art. 161 del CPPCABA (audiencia de intimación del hecho); 2) la necesidad
de implementar algún método alternativo de resolución de conflictos, como el previsto en el art.
204 del CPPCABA, que podría coadyuvar a una mejor y más adecuada solución del caso; 3) la rea-
lización de medidas tendientes a descartar una eventual exclusión de la capacidad de uno de los
imputados para entender los actos del procedimiento o de obrar conforme a ese conocimiento,
poniendo en riesgo la suerte del curso proceso en los términos del art. 34 del CPPCABA; 4) la pro-
ducción de medidas probatorias ofrecidas por la parte imputada que objetivamente pudieran
incidir en su situación procesal y/o la remisión o no de las actuaciones a juicio en los términos del
art. 168 del CPPCABA; 5) o cuando pudiera encontrarse en peligro el plazo previsto en los térmi-
nos del art. 104 del CPPCABA para que concluya la investigación penal preparatoria.
De esta forma, una vez que el legajo de juicio conformado por el requerimiento de eleva-
ción a juicio formulado por el Ministerio Público Fiscal y el acta de audiencia realizada en los tér-
minos del art. 210 del CPPCABA llegue a manos del juzgado que deberá intervenir en la etapa
de debate, lo cierto es que el tribunal sorteado podrá evaluar si resulta conveniente ejercitar es-
ta potestad de acuerdo a las circunstancias particulares del caso o si, en cambio, con ello se po-
dría generar un grave retardo contrariando el espíritu que el legislador tuvo en mira al momen-
to de sancionar la norma.
En relación a ello, varias son las posturas que pueden sostenerse en torno a lo que debe con-
siderarse como “grave retardo”, revistiendo aquella acepción una amplitud tal que sin dudas
exige realizar una interpretación armónica con el resto de las disposiciones establecidas en el
ordenamiento legal.
De esta forma, con la exigencia en análisis el legislador intenta preservar el principio de cele-
ridad y economía procesal para evitar el dispendio jurisdiccional que podría irrogar la realiza-
ción de varios debates por un mismo hecho, posibilitando que testigos, intérpretes y partes,
comparezcan por única vez, con intervención del mismo magistrado quien se encargará de dic-
tar sentencia en los términos del art. 248 y concs. del CPPCABA; todo ello en aras de una mejor
administración de justicia. Asimismo, corresponde respetar el principio de unidad jurisdiccio-
nal de actuación en la etapa de debate a fin de impedir el dictado de decisiones contradictorias
en relación a un mismo hecho. Sin perjuicio de ello, cabe destacar que en el ejercicio de esta fa-
cultad no se debe afectar el plazo que la ley procesal le otorga al magistrado asignado para pro-
ducir el debate, conforme el art. 213 del CPPCABA, ni tampoco la garantía constitucional que
reglamenta el derecho del imputado de obtener un pronunciamiento definitivo a su respecto
en un plazo razonable (arts. 10, CCABA; 18, CN; 25, DADDH; 8º.1, CADH; 9º.3 y 14.3, inc. c, PIDCP;
CSJN, 20/11/84, “Yacimientos Petrolíferos Fiscales”, CSJN-Fallos, 306:1688, y TSJ CABA, 4/6/14,
“Montenegro”, expte. nº 9379/12).
gos e intérpretes, siempre y cuando ellos acrediten el perjuicio que les hubiera ocasionado, con
independencia de lo que ulteriormente pueda resolverse a la luz de lo dispuesto por el art. 345
del CPPCABA al incluir aquellos gastos como particulares erogaciones originadas en la tramita-
ción de la causa.
El tribunal que intervenga en la etapa de debate deberá utilizar un criterio de prudencia,
pudiendo tener en consideración las condiciones personales de cada uno de los peticionantes y
los elementos acompañados a los efectos de acreditar el invocado perjuicio que le ocasionó la
asistencia al contradictorio, sin soslayar la obligación de comparecencia que tienen de acuerdo
al art. 121 del CPPCABA con las excepciones que establece la ley (véase art. 121, CPPCABA). Es
en razón de esa obligación que habrá que evaluar sobre la necesidad de afrontar estos gastos,
en lo relativo a la situación económica del testigo.
Capítulo 2
Debate. Reglas generales
Art. 216. — «Oralidad y publicidad». El debate será oral y público, bajo consecuen-
cia de nulidad, a menos que el Tribunal resuelva por auto que por la índole del asun-
to deba celebrarse en privado. Esta resolución será irrecurrible. Desaparecida la cau-
sal de la restricción se deberá permitir el acceso al público.
Durante el debate las resoluciones se dictarán verbalmente, dejándose constancia de
ellas en el acta.
En el presente artículo se reglamentan los principios de oralidad y publicidad que deben res-
petarse en el curso del juicio oral y público.
En aplicación de los principios de oralidad e inmediación, deviene la necesidad de que el juz-
gador que intervenga al momento de dictar sentencia, valore únicamente la prueba introduci-
da válidamente.
En efecto, en el curso del contradictorio se requiere tanto de las partes, como del juez y de-
más órganos de prueba, únicamente la utilización de la palabra hablada, no pudiendo suplirse
este principio con la utilización de memoriales u otros documentos, dejando a salvo las excep-
ciones establecidas en los arts. 239 y 241 del CPPCABA.
La aplicación de este principio se complementa con la disposición expresa establecida en el
art. 227 del CPPCABA en cuanto a que no se admitirá en el debate la lectura de la imputación y
su respuesta; como así también en el art. 244 del CPPCABA, en el cual se prohíbe claramente la
lectura de memoriales al momento en que las partes formulen sus respectivos alegatos en méri-
to a lo sucedido en el curso del desarrollo del juicio oral y público. Por otro lado, el art. 43, párr.
2º del CPPCABA establece que las decisiones en audiencia oral se deberán tomar de inmediato,
sin afectar la continuidad entre debate y deliberación, cuando no se hubiera previsto otro tér-
mino, mientras que el art. 44 del CPPCABA refiere que los actos del juicio se tendrán por notifi-
cados, en el acto, a todas las partes convocadas.
Por otro lado, la publicidad surge de manera implícita del principio fundamental regido en
el sistema republicano de gobierno establecido en art. 1º de la CN y del andamiaje constitucio-
nal (arts. 8º, CADH; 14, PIDCP; y 75, inc. 22, CN).
En virtud de ello, los actos de gobierno, traducidos en este caso a la labor judicial, deben ser
públicos, para toda la sociedad.
Por tal razón, los ciudadanos tienen derecho a conocer de qué manera se desarrolla la ges-
tión judicial en el marco del contradictorio y esto, sin dudas, le otorga mayor transparencia. Al
respecto se ha sostenido que “en una sociedad democrática el juicio oral no debe quedar exen-
to del escrutinio público, siendo además esta una característica del sistema acusatorio que carac-
teriza el proceso como un derecho para el imputado en cuanto a la oralidad. Derecho que por
cierto, ha de ser renunciable, en caso de que este decida dar trámite al proceso de otra de las for-
mas establecidas en este código de modo alternativo. El derecho a la oralidad no ha de ser abso-
luto, es indispensable seguir las indicaciones de la ley (…) Este multifacético principio de publi-
cidad de los procesos y sentencias judiciales cumple también otros valiosos fines, pero en el orden
de la prevención general positiva estatal, al reafirmar saludablemente la confianza ciudadana
en la administración de justicia y los valores sobre los cuales se funda la convivencia armónica del
todo social. Sin dudas, está en la ocasión particularmente más apta para transmitir mensajes cla-
ros y combatir el mal endémico de la anomia ciudadana. La práctica de transparencia y publici-
dad judicial es un factor fundamental para afianza la fe en la justicia, generando en la sociedad
la convicción de que las normas existen para ser cumplidas, pues no son meras formalidades le-
gislativas vacías de contenido concreto en la realidad cotidiana, que es precisamente donde se
debe respirar y vivir el derecho” [Gamboa - Romero Berdullas, Proceso …, 2014, p. 131, nota 62].
Siguiendo tal lineamiento, en aplicación de esta regla general que debe regir en el proceso
penal local, quien desee presenciar el desarrollo de un juicio oral en el ámbito de esta Ciudad
Autónoma de Buenos Aires puede hacerlo sin restricciones. En cuanto a las excepciones a la re-
gla general, legalmente se ha establecido una restricción total de acceso a los dementes y
ebrios, más una restricción parcial de los menores de dieciocho años, quienes en caso de querer
hacerlo deberán estar acompañados por mayores responsables en virtud de razones educativas
(al respecto véase el comentario del art. 217, CPPCABA).
Por otro lado, el público en general, una vez que se encuentre en el interior del recinto don-
de se celebrará el juicio oral y público, deberá guardar un comportamiento adecuado en orden
al art. 222 del CPPCABA, en virtud de que estarán sometidos bajo el poder disciplinario del juez
en atención a lo previsto en el art. 223 del CPPCABA.
Por lo demás, el legislador ha investido al juez con la potestad de ordenar la realización del
debate a puertas cerradas de acuerdo a la índole del asunto, siendo esta resolución irrecurrible.
En punto a ello, se advierte que esta falta de delimitación clara y precisa en la norma legal para
el ejercicio de aquella facultad jurisdiccional, necesariamente lleva a que los Jueces deban ana-
lizar cuidadosamente, según el caso concreto que se debatirá en el contradictorio, si este prin-
cipio que fue elegido por el legislador como regla general puede quebrantarse; máxime cuan-
do se tiene en consideración el andamiaje constitucional e internacional que lo consagra.
chos; es que ningún derecho es absoluto y ello resulta muy difícil de implementar pues el con-
tradictorio es muy dinámico.
Maier afirma que: “Solo la ceguera y la falta de imaginación de los juristas, teóricos o prácti-
cos, y de los hombres políticos, que se dedicaron al derecho penal, en sentido amplio, pudieron
lograr que hasta casi terminado el siglo XX nuestro país conservara, para las organizaciones judi-
ciales de mayor población (…) por tanto, de mayor caudal de casos, un sistema de enjuiciamiento
penal reñido con el Estado republicano que consagra nuestra Constitución Nacional, que elige el
secreto, la falta de participación del imputado en los actos de procedimiento, la imposibilidad de
la asistencia del público a las audiencias y la escritura como modo de transmisión del conocimien-
to válido para fundar la sentencia, en lugar de la publicidad del juicio, la intervención del impu-
tado en él y el modo oral y directo con el que los órganos de prueba transmiten a los jueces del tri-
bunal de fallo su información” [Maier, Derecho …, t. I, 2002, ps. 649 y 650]. En este sentido, se ha
dicho que la oralidad permite el adelantamiento de un juicio público, sin secretos para las partes
ni para la sociedad, lo que conlleva un mayor control de la justicia por la comunidad, en un esta-
do democrático en el que la soberanía reside en el pueblo y éste a través del juez administra justi-
cia. Asimismo, garantiza la transparencia de la actuación de los funcionarios públicos, y como ga-
rantía del conocimiento colectivo legitima la función. Por su parte, la publicidad facilita a los me-
dios de comunicación, la difusión de la tarea judicial, en atención a que la libertad de expresión,
la comunicación libre, es la base de una sociedad libre y democrática. Todo esto garantiza al impu-
tado el derecho a ser juzgado con imparcialidad y bajo la legalidad en contraposición a la arbi-
trariedad. Resulta claro entonces que la oralidad favorece el principio de publicidad, toda vez que
a partir de la palabra, el argumento y contra-argumento, propios del sistema adversarial, se ente-
ran no solo las partes dentro del proceso del sentido y fundamentos de las decisiones judiciales,
sino a la vez los ciudadanos [CAPCF, Sala III, 8/7/08, “Vargas Quispe”, causa nº 15620-01/08].
Sin dudas la oralidad da transparencia al sistema y garantiza la publicidad en directo. Como
sistema, permite acercarse con mayor certeza a la verdad, y la inmediación que otorga, es valio-
sísima. El sistema oral afianza la justicia en forma constante. El imputado no necesita ningún ti-
po de explicación o traducción de lo que sucede en el debate, desde la persona del juez y las par-
tes. Sin embargo, la oralidad exige mucho dinamismo y conocimiento teórico y práctico; es una
destreza que conviene ejercitar pues exige concentración y atención para no perder posiciones
en el juicio oral y público. En suma, se ha dicho que, “salvo en circunstancias puntuales, en un
sistema procesal como el acusatorio todas las pruebas, intervenciones de las partes, y actuacio-
nes deben ser realizadas sucesiva y conjuntamente en un único acto, o en varios secuenciales,
en miras de que medie el plazo más breve posible entre la recolección de las pruebas y el dicta-
do de la sentencia. De lo contrario, la existencia de largas interrupciones entre sesiones solo
atentaría contra la claridad intelectual de juez, quien debe actualizar correctamente su memo-
ria, para poder apreciar racionalmente las pruebas recogidas en la audiencia de juicio y emitir
un pronunciamiento” [Gamboa - Romero Berdullas, Proceso …, 2014, p. 124].
Si bien en el sistema republicano rige la necesaria publicidad de los actos de gobierno que ha-
cen a la transparencia, no es indispensable para garantizar esto que la justicia se desnude frente
a la sociedad para mostrar solo un espectáculo de entretenimiento, pues permitiéndolo, sin nin-
gún análisis previo de las garantías en juego, malogrará la necesaria espontaneidad que debe
primar en la declaración de los testigos. En caso de admitir una transmisión espontánea del de-
bate y permitir con ello que toda la sociedad vea y escuche el contenido de las declaraciones tes-
timoniales en el desarrollo del juicio, podrían afectarse las que continúen al otro día, por ejem-
plo. Entonces, el testigo que aún no declaró, ya conoce ex ante lo que declararon quienes lo hicie-
ron con antelación. Y en punto a esto, el Código exige que los testigos permanezcan en la sala
aislados sin poder ver ni oir lo que ocurre en ella. Esta es una medida que conviene resguardar
con celo ya que no solo atañe al imputado, sino también a la víctima, pues garantiza la esponta-
neidad de las manifestaciones, libres de influencia por los dichos de otros testigos.
La inmediación es el camino que debe seguir el juez para garantizar su decisión con impar-
cialidad. Indiscutiblemente la sociedad necesita que se respete la publicidad en los actos juris-
diccionales.
Sin embargo la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la Acordada nº 29/08, expte. nº
4233/08, del 28/10/08, reglamentó la difusión televisiva y radial de los juicios orales, estable-
ciendo algunas limitaciones a la labor de los medios periodísticos, especialmente durante la
producción de la prueba. De esta manera, ha decidido cuáles son los actos que pueden darse a
publicidad en virtud de los derechos constitucionales en juego, y ello sin perjuicio de las facul-
tades jurisdiccionales de establecer sus propios criterios, como directores del proceso.
La publicidad no es un derecho “absoluto” de la sociedad, este debe sopesarse con otros de
igual jerarquía e intensidad. En ese norte, ya el Pacto de Derechos Civiles y Políticos se ocupa de
esta cuestión al establecer en el art. 14, inc. 1º que “la prensa y el público podrán ser excluidos
de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de moral, orden público o seguridad
nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada de las par-
tes, o en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por circunstancias
especiales del asunto de la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la justicia”, a la vez
que se destaca que la sentencia debe ser siempre pública.
Lo primero que hay que decir en este punto es que la única razón atendible que podría moti-
var e impedir el acceso a la sala de juicio es su tamaño, ello naturalmente, en honor a la publici-
dad que debe regir en todo debate oral, pero también es cierto que hay casos en que pueden
sobrevenir razones de decoro, moralidad, higiene y orden.
Este es un tema que preocupa a los jueces y del que no se ha escrito mucho. La restricción de
ingreso a los menores de edad, solo encuentra asidero en el comportamiento que se puede es-
perar en la sala de audiencias, necesario para el normal desarrollo del debate; pero lo cierto es
que este Código solo permite el ingreso a menores por cuestiones educativas, acompañados
por mayores responsables. Vinculado con ello, en ciertas edades asistir a un juicio oral y públi-
co ha de ser un acto que construye institucionalidad y ciudadanía, y esto, en una sociedad es
muy positivo.
Ahora bien, corresponde hacer una salvedad que guarda relación con la naturaleza de la
cuestión a debatir, y en nuestro criterio este debería ser el único límite para el acceso. Si la natu-
raleza de la cuestión que se debate no es accesible al público, el tribunal debe expresarlo, como
también así si hubiera algún pedido en este sentido formulado por alguna de las partes.
En cuanto a los dementes, es claro que se debe tratar de una situación ostensible que pueda
ser fácilmente advertida por el juez. Deben evidenciarse signos de entidad en el comporta-
miento que permitan pensar que su presencia afectará el normal desarrollo del juicio; del mis-
mo modo sucede en casos de ebriedad.
Corresponde aquí agregar también que las personas que porten armas no pueden acceder
al juicio, salvo que exista una autorización expresa a este fin.
Sentado ello, siguiendo principios rectores de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, po-
demos decir que la limitación es posible mientras ello no implique coartar la publicidad [CSJN,
18/12/90, “Araujo”, CSJN-Fallos, 313:1472], por lo cual es inadmisible que con antelación exista
una prohibición general de acceso [CNCP, Sala I, 6/11/97, “Gaggero”, LL, 1998-A-342].
Recuérdese que el juez puede disponer el alejamiento de la sala de toda persona cuya pre-
sencia no sea necesaria o limitar el acceso a un número determinado (art. 223, CPPCABA), y esta
es una cuestión que se vincula con el espacio físico. Un tema no menor es el acceso de los medios
de comunicación a la sala de audiencias, tanto gráficos como televisivos. En cuanto a este tópi-
co debe primar un criterio de prudencia y cautela en el análisis caso por caso.
b) Acto fuera del lugar de la audiencia (inc. 2º).— Es el caso de una reconstrucción de los
hechos que exija que el acto se formalice en condiciones climáticas determinadas o en el hora-
rio en que debiera continuar la audiencia. Si bien es de difícil ocurrencia, podrían darse los
supuestos previstos en los arts. 237 del CPPCABA (interrogatorio fuera del tribunal) y 242 del
CPPCABA (inspección de lugares).
d) Indisposición del juez, fiscal o defensor (inc. 4º).— Es indudable que más allá de que la
ley habla del eventual reemplazo inmediato del fiscal o de la defensa, lo cierto es que en estos
casos es aconsejable suspender la audiencia cuando se produce una indisposición de cualquie-
ra de las partes, en razón de que son ellas las que conocen el caso. Sin embargo, y en ocasiones
en las que suspenderlo genera más problemas que continuar, alcanzará con un cuarto inter-
medio hasta que el funcionario se recupere, especialmente si se trata de un caso complejo, dado
que es mejor que siga quien ya intervino. No obstante, si la afección fuese grave o de larga cura-
ción, es posible reemplazar la designación dándole un plazo prudencial al nuevo funcionario
para que asuma el caso.
Con relación a la situación del querellante, en lo que atañe a su intervención en el juicio, cier-
to es que si no asistiera al mismo, se aleje de la sala o no formule conclusiones, se tendrá por
abandonada la querella (art. 14, inc. 2º, CPPCABA). Sobre el punto, véase el comentario del art.
221 del CPPCABA.
Respecto de la defensa, cuando se produjere un abandono antes o durante el debate, el
nuevo defensor podrá solicitar una prórroga máxima de tres días para hacerse cargo del caso.
Esta circunstancia resulta atendible debido a que la norma tiende a garantizar el derecho de
defensa en juicio, y es esperable que quien asume una defensa técnica el día del debate, o en su
desarrollo, necesite tiempo para estudiar el caso y construir una estrategia (art. 31, CPPCABA).
Pero también es cierto que el Código admite solo suspensión, por esta razón, y seguramente
tendrá en miras evitar casos que fueran meramente dilatorios.
En el caso del juez, es más delicada la situación, porque se podría afectar la garantía del juez
natural, y es por ello que la ley solo habla del reemplazo efectivo en el caso del fiscal y del defen-
sor, pero no del juez (art. 18, CN).
e) Enfermedad del imputado (inc. 5º).— Debe ser certificada por los médicos forenses, no
alcanzando con la presentación de un simple certificado médico. Si se tratase de varios imputa-
dos es posible que el debate continúe con relación a aquellos que no presentan un problema de
salud y se suspenda respecto del enfermo. Pero en estos casos, cuando la enfermedad del impu-
tado se trasforma en un impedimento de larga data, se impone la separación de juicios, pues
esa situación no puede ocasionar un grave retraso en el proceso ya que se vulneraría la garan-
tía de ser juzgado en un plazo razonable.
De hecho, si el día del juicio en el que existen varios imputados sucediera que uno de ellos
no comparece, es posible separar el juicio de aquel y abrir el debate respecto del resto, para que
esta circunstancia no implique un grave retraso respecto de los coimputados [JPCF nº 8, 11/3/15,
“Paladino y otros”, causa nº 2527/12].
f ) Revelación o retractación (inc. 6º).— Habilita la suspensión del juicio para producir nue-
va prueba a pedido de parte, siguiendo los lineamientos del art. 234 del CPPCABA; esto es, que
quien las propone, debe producirlas y el tribunal deberá facilitar los medios institucionales per-
tinentes para ello, en caso de ser necesario.
g) Ampliación de los hechos (inc. 7º).— Puede suceder que el defensor solicite un tiempo,
en el supuesto de ampliarse la acusación en el debate, tal como está previsto en el Código (art.
230, CPPCABA), estableciendo el juez un plazo, que nunca podrá exceder los diez días, para que
la parte avance en la preparación del caso en punto a ello. Esta suspensión será por un término
prudencial, según la naturaleza de los hechos y la necesidad de la defensa.
En todos los casos en que sea menester suspender el juicio, la decisión se anunciará al final
de cada jornada, las partes quedarán automáticamente notificadas, dejando constancia en el
acta y en ningún caso se excederá de los diez días.
Es indispensable señalar que mientras dure la suspensión el juez no podrá realizar otros jui-
cios, pues se altera el principio de inmediación que debe reinar en esta etapa procesal.
En punto a esta cuestión, entendemos que no está vedada la suspensión del debate por la
realización de otras audiencias (siempre que no sean de juicio) y que resulta necesario señalar
el gravamen causado para declarar eventualmente la invalidez del acto realizado. Ello así, pues
no se advierte que el juez, al disponer la suspensión, haya vulnerado las previsiones del art. 218
del CPPCABA, pues si bien podría ser cuestionable el hecho que suspendiera la audiencia de jui-
cio para llevar a cabo otras, es claro que no ha sido para celebrar “otros juicios orales” lo que se
encuentra vedado por la norma en cuestión. Tampoco es posible alegar la violación al debido
proceso, y solicitarse la celebración de un nuevo juicio cuando ello podría redundar en perjui-
cio del imputado [CAPCF, Sala I, 13/11/12, “T., J. J.”, causa nº 32294/11].
Finalmente, si por cualquier causa el debate permaneciera suspendido por más de diez días
el Código es inexorable, la totalidad de la audiencia deberá realizarse de nuevo, pues se viola-
ría el principio de inmediación y la unidad de la audiencia.
Es que en esta etapa debe garantizarse la continuidad y esta permite avanzar en un juicio,
sin interrupciones, con la presencia de todas las partes que deben asistir, quienes mantendrán
desde lo formal sus debidas intervenciones y discusiones, arribándose por parte del tribunal a
una decisión final, garantizándose así la concentración y continuidad de la audiencia. Pues con
el correcto desarrollo es posible garantizar que el imputado obtenga una resolución lo más
prontamente posible, circunstancia que garantiza la duración razonable del proceso.
Art. 219. — «Asistencia de/la imputado/a al debate». El/la imputado/a deberá asis-
tir a la audiencia libre en su persona, pero el Tribunal dispondrá la vigilancia y caute-
la necesarias para impedir su fuga o violencias.
Si no quisiere asistir o continuar en la audiencia, será acompañado/a en una sala pró-
xima; se procederá en lo sucesivo como si estuviera presente, y para todos los efec-
tos será representado por el/la Defensor/a.
El Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, en pleno, sostuvo que la exclu-
sión del imputado de la sala de audiencias mientras se celebra el debate no provoca necesaria-
mente su nulidad, siempre que no menoscabe el derecho de defensa en juicio [TCPBA, en ple-
no, 27/7/04, “Fiscal y Fiscal Adjunto ante el Tribunal de Casación s/Convocatoria a Tribunal en
Pleno”, expte. nº 13569].
Si no resulta oportuno ni posible el traslado del encartado a la sala de audiencia de debate,
con miras a lograr la efectiva comparecencia del imputado debe ordenarse que este siga la mis-
ma por videoconferencia, en el punto para ese fin abierto en el penal atento lo previsto en la
Acordada nº 20/13 de la CSJN por la que se determina que el tribunal podrá disponer que el im-
putado que se encuentre fuera de la jurisdicción, siga la audiencia por videoconferencia en caso
de que no sea oportuno o posible que acuda personalmente a la sede del tribunal [TOCF Rosa-
rio, 11/12/14, “P. L. A. y otros”, MJ-STF-M-6782-AR / STF6782 / STF6782].
En cuanto a la asistencia del imputado “libre en su persona”, significa que el mismo debe
asistir sin elementos de sujeción, pero si estos se tornaren indispensables, no será nula la deci-
sión que lo disponga ni podrá sostenerse válidamente que aquello haya obstaculizado la pre-
sencia del imputado con su defensor, ni podrá alegarse causal de prejuzgamiento [CNCP, Sala II,
14/3/00, “Álvarez”, LL, 2001-C-98].
La utilización de los medios de sujeción, deben aplicarse en sintonía con las Reglas Mínimas
para el Tratamiento de Reclusos (arts. 33, 34 y 54).
Si bien existen diferentes previsiones normativas que permiten la exclusión del imputado,
entendemos que estas no han de ser taxativas, muy especialmente en lo atinente a las causas
por violencia doméstica o de género, en que la víctima solicita que aquel no se encuentre pre-
sente, y ello en atención a que el propio Código permite y admite esta cuestión, aclarando que
el imputado podrá ser representado por su abogado. Razonablemente se exige una interpre-
tación pretoriana que halla su desarrollo en el incuestionable bloque de tratados internacio-
nales que tienen rango constitucional. En el caso no puede dejar de advertirse la existencia de
la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, y
en sintonía con ellas, la ley 26.485 sobre la Protección Integral de las Mujeres, que mediante el
art. 3º, inc. h), establece que ellas tengan medidas integrales de protección y seguridad.
En definitiva, con relación a la exclusión del imputado, es indispensable analizar caso por ca-
so, e incorporar la perspectiva de género en estas decisiones pues, en los casos de violencia do-
méstica o de género, es muy común que la víctima desee declarar sin la presencia del imputado
y este es un análisis que corresponde hacer con prudencia en virtud de los derechos en colisión.
Por todo ello, consideramos que el alejamiento de la sala de audiencias por parte del impu-
tado en causas donde la cuestión de género y violencia contra la mujer está en juego, en modo
alguno vulnera la garantía del debido proceso legal, desde que deben sopesarse, no solo los de-
rechos que le asisten al imputado, sino los derechos de la víctima.
Con relación a la eximición de concurrir a las audiencias de debate en las que se produzca
prueba testimonial por haberse considerado que la asistencia del imputado resultaba “más que
superflua” en la instancia de juicio, se han planteado divergencias sobre la cuestión ya que, por
un lado, se autoriza la no concurrencia del imputado y, por otro, se niega la posibilidad de au-
sentarse. Con relación a la primera postura, se ha permitido a los acusados no concurrir a las au-
diencias de debate oral en las que se produzca prueba testimonial, quedando en cabeza de sus
letrados defensores su debida representación, a todos sus efectos, haciéndose saber a los inte-
resados que deberían permanecer a disposición del tribunal pues, de ser necesario, sería orde-
nada su presencia en el recinto en el que se llevaba adelante el juicio toda vez que la presencia
y permanencia de los letrados que ejercen la defensa técnica dentro de la sala de audiencias,
garantiza formal y materialmente el contralor de la prueba y, por ende, el pleno ejercicio del
derecho de defensa en juicio del imputado quien, en definitiva, es su único titular [TOCF nº 2,
30/4/14, “Córdoba”, del voto de la mayoría, MJ-JU-M-86109-AR/MJJ86109].
Con respecto a la segunda posición, se ha explicado que, como regla general, la circunstan-
cia de estar presente en el proceso es una de las garantías mínimas que la República se compro-
metió a respetar y a garantizar (cfr. doctrina de los arts. 2º.1. y 14.d, PIDCP). Durante el juicio rige
el principio de inmediación, por el que se requiere la presencia ininterrumpida del imputado
durante todo el debate, de manera de verificar que ha tenido oportunidad suficiente para ha-
blar, contradecir a los testigos y peritos, probar, controlar la prueba del adversario y valorarla,
indicando al tribunal la solución que propone para la sentencia.
Este principio general ha sido el que tomó el legislador para regular lo atinente a la asisten-
cia y representación del imputado durante el juicio oral y público. También cuando instituye
que el debate podrá suspenderse, por el término máximo de diez días, si el imputado se enfer-
mare hasta el punto de no poder continuar su actuación en el juicio. Como es sencillo de obser-
var, si el legislador hubiere considerado prescindible la presencia del imputado en la etapa pos-
terior a su declaración en el debate, habría limitado la hipótesis de suspensión por enfermedad
exclusivamente al momento de la declaración indagatoria, por ser el único acto procesal per-
sonalísimo del individuo sometido a proceso. Es decir, ni siquiera en la lectura del requerimien-
to de elevación a juicio o en las indagatorias de otros coimputados sería necesaria su compare-
cencia ya que, pudiendo ser siempre representado por el defensor, no se advierte en ese punto
distinción alguna con la etapa de recepción de pruebas. Por el contrario, pareciera que al exi-
girse la presencia del imputado —como mínimo en una sala próxima a donde se desarrolla el
debate— ha estimado que el acusado es sujeto necesario en el proceso penal y que con su au-
sencia nunca se podrán agotar todas las posibilidades de defensa pese a estar debida y eficaz-
mente representado por su asistencia letrada. Esta regla general que consagra la ley procesal
debe compatibilizarse con otros principios típicos de este estadio como son el de concentración
y continuidad, y otros propios de todo el proceso como son los de celeridad procesal y plazo ra-
zonable, lo que conduce a sostener que pueden existir supuestos de excepción que permitan
que algunos actos puntuales se cumplan sin la intervención del imputado, siempre que se den
las siguientes condiciones: 1) que la excepción esté debidamente fundada y motivada en razo-
nes sólidas que impidan la comparecencia del imputado a determinados actos o audiencias; 2)
que el imputado retome su asistencia al debate una vez que cese o desaparezca el motivo tem-
poral de su ausencia; 3) que durante su ausencia esté debidamente representado por su abo-
gado defensor; 4) que su participación no se juzgue indispensable para los actos que se desa-
rrollarán en la audiencia para la que solicita no estar presente [TOCF nº 2, 30/4/14, “Córdoba”,
del voto de la minoría, MJ-JU-M-86109-AR/MJJ86109].
Huelga decir que es obligatoria la presencia del fiscal y del defensor a la audiencia de juicio.
En el caso del querellante, su ausencia injustificada se asume como abandono de la acción.
Sin duda, en caso de los defensores particulares o de la matrícula la obligación de asistencia
se basa en los deberes que contrae al aceptar el cargo en legal forma, por lo cual cualquier aban-
dono de la defensa debe ser comunicado de inmediato al Colegio Público de Abogados. Cir-
cunstancia similar se verifica en los miembros del Ministerio Público, tanto de la defensa como
de la fiscalía o la asesoría tutelar, en los que corresponde extraer testimonio para que se adop-
ten las medidas disciplinarias del caso (art. 26, ley 1903).
La Ley Orgánica del Ministerio Público de la CABA 1903, Capítulo III “Régimen disciplinario”,
establece que la Fiscalía General, la Defensoría General y la Asesoría General Tutelar ejercen el
poder disciplinario sobre sus funcionarios y empleados, en caso de que estos incumplan los de-
beres a su cargo pudiendo imponer las siguientes sanciones disciplinarias: a) prevención; b)
apercibimiento, y c) suspensión de hasta cinco días. Toda sanción disciplinaria se resuelve pre-
vio sumario que se rige por la reglamentación que al efecto se dicte y se gradúa teniendo en
cuenta la gravedad de la falta, los antecedentes en la función y los perjuicios efectivamente
causados. La apertura de todo sumario debe ser comunicada al Consejo de la Magistratura. En
ningún caso se utiliza el poder disciplinario para cercenar la autonomía funcional de cada inte-
grante del Ministerio Público. Las sanciones disciplinarias, aplicadas a funcionarios y emplea-
dos del Ministerio Público, son recurribles con efecto suspensivo ante el Consejo de la Magis-
tratura. El recurso será resuelto por el Plenario, previo dictamen de la Comisión de Disciplina y
Acusación. En el caso de que el Tribunal de Disciplina de la Fiscalía General, la Defensoría Gene-
ral o la Asesoría General Tutelar, según corresponda, entienda que por el hecho denunciado
pueda corresponder aplicar una sanción mayor a las contempladas en el presente artículo, de-
berá remitir de inmediato la denuncia sin instrucción alguna, a la Comisión Conjunta de Admi-
nistración del Ministerio Público. Una vez iniciada la instrucción por el Tribunal de Disciplina de
la Fiscalía General, de la Defensoría General o de la Asesoría General Tutelar, según correspon-
da, no se podrá aplicar al o los agente/s involucrado/s una sanción mayor a la contemplada en
el presente artículo, salvo en el caso de hechos nuevos, supuesto en el cual se deberá seguir el
procedimiento establecido en el párrafo anterior (art. 26).
Ante la incomparecencia del letrado defensor matriculado a la audiencia de debate, en apli-
cación del art. 31 del CPPCABA y entendiendo que el imputado se encuentra sin asistencia legal
en estado de total indefensión, generalmente se tiene por abandonada la defensa oportuna-
mente asumida, máxime teniendo en cuenta la avanzada etapa procesal en que se encuentra
el caso, donde se requiere una intervención activa para elaborar una estrategia defensista efi-
caz, en aras de salvaguardar el derecho de defensa de la persona sometida a proceso.
Por tales motivos y más allá de cualquier falta de contacto con el imputado que ulterior-
mente pudiera ser invocado, deviene imprescindible la comparecencia del letrado defensor al
juicio oral y público fijado por los tribunales en el ámbito de esta Ciudad de Buenos Aires.
La obligatoriedad del cargo de defensor no puede ser un mero formalismo, sino que la asis-
tencia letrada de todo imputado debe traducirse en una efectiva defensa, en salvaguarda de sus
derechos. Hasta que no se provea la designación del defensor oficial correspondiente, el aboga-
do designado debe continuar en la defensa, y cumplir con las obligaciones que asumió al aceptar
el cargo. Al ser intempestiva la renuncia, deberá continuar en su cargo, bajo apercibimiento de
aplicar las sanciones correspondientes [CNCC, Sala I, 13/5/03, “Ventura Bedia”, www.pjn.gov.ar].
El incumplimiento por abandono de la defensa es una falta grave (véase comentario de los
arts. 31 y 32, CPPCABA). La sustitución de defensor, no alterará trámites ni plazos procesales
(véase comentario del art. 29, CPPCABA).
Con relación a la decisión de sustituir al defensor que no ha comparecido al juicio, debe veri-
ficarse la ausencia de razones atendibles que justificaran la incomparecencia, ya que es de toda
evidencia que sin la presencia del defensor, el acto formal de apertura es imposible. Si se deci-
de dar intervención al defensor oficial, lo cierto es que resulta muy importante escuchar la vo-
luntad del imputado. Puede suceder que se dé intervención al defensor oficial y se suspenda el
juicio por tres días, como lo ordena el art. 31 del CPPCABA; no obstante puede suceder que en
dicho plazo el propio imputado decida que un abogado de la matrícula lo sustituya.
Ahora bien, otra cuestión que inquieta en esta etapa procesal, es si el defensor que asume
se encuentra en condiciones para continuar con la defensa. En punto a este tema, es claro que
el tribunal en modo alguno puede intervenir en este análisis, como tampoco puede hacerlo res-
pecto del acusador público o privado. Esta es una cuestión ajena a su jurisdicción, cuya máxima
expresión se encuentra vinculada a garantizar que el derecho de ser oído se lleve cabo, mas no
evaluar las condiciones intrínsecas de cada parte relativas a sus capacidades de actuar en el caso
concreto. Creemos que el juicio es la máxima expresión de despliegue de habilidades que sin
duda se evidenciarán en la oralidad, y de estas dependerá el éxito de sus posiciones, siendo
oportunidad para el juzgador de hacer una evaluación final, cuando se adopte la resolución.
La inasistencia de la querella ocasiona inexorablemente, como anticipamos, el abandono de
la acción, así lo indica el art. 14, inc. 2º del CPPCABA, existiendo una particularidad sobre esta
cuestión. En los casos de incomparecencia de la querella a la audiencia de juicio, solo admite jus-
tificación por justa causa, antes de iniciar la audiencia o diligencia, salvo que se acredite impo-
sibilidad absoluta, en cuyo caso debe acreditarse en la primera oportunidad que fuere posible.
Esta es una cuestión que deberá ser aplicada e interpretada con el hilo rector de la lógica y que
la ley deja al arbitrio del tribunal el considerar las diferentes justificaciones y determinar si una
u otra en caso de querella o demandante civil pueden continuar en el proceso. Sobre el parti-
cular las partes no tendrán derecho al recurso.
La alegada inobservancia o error en las formas que se reprocha a la Sala decidir la continua-
ción de la audiencia oral con la presencia del letrado patrocinante de la querella, sin la presen-
cia del querellante no habilita la vía casatoria desde que la sola divergencia es insuficiente para
demostrar la conculcación de garantías constitucionales o que se esté frente a un supuesto de
arbitrariedad [CNCC, Sala VII, 24/8/09, “Thaler, David y otra”, www.pjn.gov.ar].
En el caso del civilmente demandado y sus letrados o representantes importará declaración
de rebeldía respecto de la acción civil en su contra. Recuérdese que este Código admite la for-
malización de la demanda civil, pero al decidir esta opción el demandante debe tener cuidado
ya que esta ley procesal establece diferentes actos que, de no cumplirlos, amenaza con el desis-
timiento.
La ausencia del representante del Ministerio Público Fiscal genera la obligación de su reem-
plazo o sanción disciplinaria, pero no importa la apertura del debate y la absolución del impu-
tado por ausencia de acusación. Sobre el punto se ha dicho que no puede válidamente afir-
marse una ausencia de “acusación” —ni el retiro de ella— pues tal hipótesis presupone nece-
sariamente la realización de un “debate”, que bajo ningún concepto puede concluirse que tu-
viera lugar en el caso. Una decisión respetuosa del sistema acusatorio y del modelo adversarial
que rige en la CABA le impide al tribunal pronunciarse sin el estímulo necesario del Ministerio
Público Fiscal. La ausencia de cualquier impulso por parte del órgano acusador y —más precisa-
Art. 222. — «Reglas de orden y decoro». Las personas que asistan a la audiencia de-
berán permanecer respetuosamente y en silencio, sin producir disturbios o manifes-
tar de cualquier modo opiniones o sentimientos.
Art. 223. — «Poder disciplinario». El/la Juez/a ejercerá el poder disciplinario de la au-
diencia, y podrá corregir en el acto, con llamados de atención, apercibimiento y mul-
ta de hasta el diez por ciento (10%) de la remuneración básica de un/a Juez/a de Pri-
mera instancia, por infracciones a lo dispuesto en el artículo anterior, sin perjuicio de
expulsar al/la infractor/ra de la sala de audiencias.
Por razones de orden el/la Juez/a podrá disponer también el alejamiento de toda per-
sona cuya presencia no sea necesaria o limitar la admisión a un determinado número.
Si se expulsare al/la imputado/a, su Defensor/a lo representará para todos los efectos.
Si se expulsare al imputado, su defensor lo representará para todos los efectos (véase art.
219, CPPCABA).
El excepcional y momentáneo apartamiento del imputado de la sala de audiencias es una
decisión del tribunal que en modo alguno puede descalificar al acto celebrado en ese lapso con
la sanción de nulidad absoluta, tanto si el alejamiento fuera dispuesto en ejercicio del poder
disciplinario, como si se inspirara en la necesaria observancia del principio de incoercibilidad
moral de la persona convocada a testificar; máxime si el testimonio había de ser prestado por
una menor gravemente afectada en su intimidad por su condición de víctima del delito de vio-
lación [CNCP, Sala I, 8/11/93, “Pinto”, causa nº 66, www.pjn.gov.ar].
El desalojo de la sala de audiencias durante el debate impuesto por el tribunal debe conside-
rarse como una restricción de carácter excepcional a la posibilidad del inculpado de controlar en
el debate todas la piezas de convicción presentadas contra él, y su derecho a formular las obser-
vaciones sobre la prueba presentada al tribunal, dado que solo puede basarse en razones de
absoluta necesidad y con exclusivo fundamento en la debida protección de los derechos la vícti-
ma. Asimismo la presencia del defensor en el transcurso de la deposición testimonial, ejerciendo
activamente su rol y la posibilidad de diálogo entre este y su pupilo otorgada por el tribunal,
como la de ampliar el testimonio con las preguntas que este último le transmitió a su defensor,
operan como “puente conciliatorio entre ambas garantías, sin mengua sustancial para ninguna
de ellas” [CNCP, Sala IV, 5/3/99, “Abatemarco”, causa nº 1123, LL, 1999-F-272, del voto de la doc-
tora Berraz de Vidal, al que adhieren los doctores Capolupo de Durañona y Vedia y Hornos].
El juez debe disponer que se mantenga el orden no solo en el desarrollo de la audiencia en
lo que respecta a las partes y sus debidas intervenciones, sino en general, especialmente res-
pecto del público presente. Y en lo atinente a la falta de decoro, muchas son las circunstancias
fácticas que pueden recrearse, tanto el elevado y malintencionado tono de voz, la gesticulación
inapropiada, golpes de puño sobre el escritorio, todo ello debe ser analizado en general para
determinar si se trata de falta de decoro o mal comportamiento.
Que existan disposiciones legales dispuestas con el fin de regular el comportamiento de los
letrados en el ejercicio de sus funciones no significa que sean la única vía para su control. Recor-
demos que el poder disciplinario es una facultad jurisdiccional que no tiene por único espíritu
la protección del imputado, sino también la debida realización del debate. En ocasiones, es ne-
cesario advertir acerca de la necesidad de “guardar un estilo adecuado a la jerarquía profesio-
nal en las actuaciones ante el poder jurisdiccional y órganos administrativos” (art. 22, ap. a, Có-
digo de Ética del CPACF) en la sala de audiencias, y en otras con la sola advertencia no alcanza.
Las facultades disciplinarias reconocidas a los jueces no se superponen ni se confunden con
las atribuciones de idéntica naturaleza conferidas al Tribunal de Disciplina del Colegio de Abo-
gados, pues las primeras tienen por objeto mantener el buen orden y el decoro en los juicios so-
metidos a la dirección del juez interviniente, mientras que las segundas persiguen un objetivo
más amplio que es el de asegurar el correcto ejercicio de la abogacía en todos los ámbitos de la ac-
tuación profesional [CSJN, 4/5/95, “Del Sel, Percy Ramón”, CSJN-Fallos, 318:892; ídem, 20/10/98,
“Scotto Landajo, Enrique Andrés”, CSJN-Fallos, 321:2904; www.csjn.gov.ar].
Por otro lado, se ha dicho que: “La exclusión de la sala en la que trascurre la audiencia del
debate, decidida por el tribunal en virtud de su poder de policía y disciplina de la audiencia, si
bien no se corresponde jurídicamente con la exclusión del cargo de defensor, provoca, de he-
cho, un efecto similar, al menos hasta la terminación del juicio, pues obliga a la sustitución del
defensor durante el resto del debate, de conformidad con el principio de inmediación” [Maier,
Derecho …, t. II, 2004, p. 281].
Las sanciones disciplinarias impuestas por los tribunales de justicia, por no constituir casti-
gos del derecho criminal ni importar el ejercicio del poder ordinario de imponer penas, consti-
tuyen —por regla— facultades inherentes a ellos no susceptibles de ser revisadas mediante el
Art. 224. — «Dirección del debate». El/la Juez/a dirigirá el debate, ordenará las lec-
turas necesarias, hará las advertencias legales, recibirá los juramentos y moderará la
discusión, impidiendo preguntas o derivaciones impertinentes o que no conduzcan
al esclarecimiento de la verdad, sin coartar por esto el ejercicio de la acusación ni la li-
bertad de defensa.
Las audiencias durante la etapa del juicio serán conducidas por el órgano jurisdiccional com-
petente. La dirección deberá garantizar que los sujetos procesales sean oídos y que sus posicio-
nes sean sometidas, en igualdad de condiciones, a un debate contradictorio. El juez que presi-
de el debate tiene facultades de dirección y ejecución destinadas a regular la actividad de las
partes, a quienes les garantizará el ejercicio de sus derechos. Ordenará las lecturas necesarias
(véanse arts. 227, 239, 240 y 241, CPPCABA) y formulará las advertencias legales, tales como
recordará al imputado de que su declaración es facultativa, mientras que las dirigidas a los tes-
tigos, peritos e intérpretes versarán sobre la responsabilidad penal en que pueden incurrir si
son mendaces; como así también señalará a los testigos su facultad de abstención y a los peritos
los impedimentos para ejercer su función. El presidente recibirá los juramentos, así como las
declaraciones del imputado, de los testigos, peritos e intérpretes [Navarro - Daray, Código Pro-
cesal …, 5ª ed., 2015, t. 3, p. 109].
El poder de dirigir el debate oral y público que ostenta quien preside el tribunal, moderan-
do la discusión resulta esencial para velar por el cumplimiento del debido respeto al órgano ju-
risdiccional, a las partes y demás personas intervinientes [CNCP, Sala III, 17/9/08, “Chabán”, LL,
2008-F-85].
Esta es una tarea muy importante que garantiza el normal desarrollo de la audiencia y en
punto a ello es imprescindible que el juez que dirige el debate antes de comenzar cada etapa de
este haga saber las advertencias necesarias para su normal desarrollo, y esto es importante no
solo para las partes, sino también para aquellos que concurren por primera vez. Es que, en caso
de los testigos, deben conocer y reconocer las obligaciones que tienen a su cargo como las pau-
tas de comportamiento en la sala y antesala, desde la necesaria incomunicación que debe primar
hasta la modalidad del interrogatorio. Por ello es indispensable que en la apertura, el juez haga
saber las advertencias de decoro y orden, conforme el art. 222 del CPPCABA. También es funda-
mental advertir las previsiones del art. 275 del CP y las preguntas relativas a la generales de la ley.
En lo atinente al imputado también la modalidad establecida en el CPPCABA exige que este
deba prestar su consentimiento para declarar, lo cual debe ser bien explicado por parte del juez
en el momento en que deben hacerse saber sus derechos, que obviamente comprenderá su
derecho constitucional de negarse a declarar, y que la negativa a su declaración no importará
presunción alguna en su contra.
El presidente impedirá preguntas impertinentes, como así también aquellas que no permi-
tan esclarecer la verdad de los hechos debatidos, sin que ello implique imposibilitar la tarea del
acusador, como tampoco el ejercicio del derecho de defensa en juicio. La impertinencia consis-
te en la falta de relación con el hecho objeto del proceso o, por lo menos, con alguna circuns-
tancia que gravite en el ogro de su reconstrucción histórica; por inconducente se entiende todo
lo que, aun anticipando su resultado positivo, carece de eficacia para verificar el perfil del acon-
tecimiento investigado [D’Albora, Código …, 2012, p. 693].
También es indispensable concentrar el desarrollo de la totalidad de la prueba, sea al acep-
tar, en el final, la que haya sido admitida en la audiencia del art. 210 del CPPCABA, como cir-
cunscribir los interrogatorios de los testigos solo en aquello que permita esclarecer la verdad de
los hechos. En punto a esto también es indispensable tener en cuenta que si hubo prueba nue-
va en los términos del art. 234 del CPPCABA, esta deba ser incorporada también.
Art. 226. — «Cambio de sede». El/la Juez/a podrá disponer que la audiencia se lleve
a cabo o continúe en otro lugar que en el previsto cuando lo considere conveniente,
por razones de seguridad o decoro, siempre que no afecte el derecho de defensa.
Constituye una situación excepcional que puede fundarse en razones prácticas, tales como
superar la imposibilidad o inconveniencia del traslado del imputado al tribunal, la necesidad de
contar con mayor espacio físico, o a cuestiones de seguridad. La decisión del cambio del lugar
de audiencia debe ser previa a la iniciación del debate, pues ello atiende a ser posible el acceso
del público y de los interesados, de modo de no afectar los principios de oralidad y publicidad
[Navarro - Daray, Código Procesal …, 5ª ed., 2015, t. 3, p. 103]. Para este cambio de sala de au-
diencia es indispensable realizar el juicio garantizando que existan medios digitales para docu-
mentarlo, tal como ordena la ley procesal. El cambio de sede puede deberse también a un tema
vinculado a la necesidad de mayor espacio físico o a cuestiones de seguridad. De modo que es
recomendable que esta decisión se tome con antelación, inclusive para garantizar también el
acceso de público.
Capítulo 3
Audiencia de Debate
Art. 227 *. — «Apertura del debate». El día fijado, el Tribunal se constituirá en la sala
de audiencias, comprobará la presencia de los que deban intervenir y solicitará al/la
Fiscal, y en su caso a la querella, en ese orden, que formulen oralmente la imputación
conforme el requerimiento de juicio y la demanda civil en caso de haber sido inter-
puesta, informando sobre lo que pretenden probar con las pruebas ofrecidas.
A continuación, deberá invitar a la defensa, y en su caso al/la civilmente demanda-
do/a, en ese orden, a presentar su exposición. La negativa no importa presunción al-
guna en su contra.
No se admitirá la lectura de la imputación y su respuesta.
Inmediatamente después, el/la Juez/a declarará abierto el debate.
El proceso, regulado por la ley 2303, es de tipo adversarial y comprende tres fases: la inves-
tigación penal preparatoria, la etapa intermedia y el juicio. Este último se divide en: a) los actos
preparatorios, tramitados por escrito; b) la audiencia oral, pública, continua y contradictoria,
y c) y la sentencia, cuya redacción escrita se comunica en forma verbal.
El debate es el eje central del procedimiento. Su meta es que el imputado conozca la acusa-
ción, que pueda ser oído, que las partes expongan su teoría del caso, que produzcan prueba de
cargo y descargo y aleguen, fundadamente, para hacer valer sus pretensiones frente al tribunal.
“El art. 18 de la CN exige la observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la acu-
sación, defensa, prueba y sentencia, dictada por los jueces naturales, dotando así de contenido
constitucional al principio de bilateralidad, sobre cuya base, en consecuencia, el legislador
1 * Comentario a los artículos 227 a 251 elaborado por la doctora María Fernanda Botana.
está sujeto a reglamentar el proceso criminal” [CSJN, 12/6/07, “Amodio, Héctor Luis”, CSJN-
Fallos, 330:2658].
“Las garantías constitucionales del debido proceso y de la defensa en juicio exigen que la
acusación describa con precisión la conducta imputada, a los efectos de que el procesado pue-
da ejercer en plenitud su derecho a ser oído y producir prueba de descargo, así como también
el de hacer valer todos los medios conducentes a su defensa, que prevén las leyes de procedi-
miento” [CSJN, 8/3/05, “Arancibia Clavel, Enrique Lautaro”, CSJN-Fallos, 328:341; ídem,
18/4/89; “Crudo, Alberto”, CSJN-Fallos, 312:540, entre otros].
El juicio es concentrado con estricta vigencia del principio de inmediación. Por lo tanto, el
magistrado deberá percibir la prueba de una fuente directa, lo que implica su necesaria repro-
ducción en debate, salvo excepciones regladas.
La audiencia no admite ser aplazada o diferida si se hubiese recurrido en queja ante el supe-
rior. El art. 33 de la ley 402 dispone que mientras no se haga lugar a la vía “no se suspende el cur-
so del proceso salvo que el tribunal así lo resuelva por decisión expresa”. En estos casos, se ha
rechazado in limine la apelación interpuesta por la defensa para evitar que el trámite continúe
[CAPCF, Sala I, 30/6/15, “González, Osvaldo Fabián”, causa nº 20778-02/12; ídem, 7/11/14,
“Yahari Trinidad, Juan Carlos”, causa nº 11613-06/12; ídem, Sala II, 10/2/12, “Valdez, Ismael Gas-
tón”, causa nº 18615-04/11; ídem, 27/6/12, “Coluccio, Elida Dora”, causa nº 3054-02/11, entre
otros].
El Tribunal Superior de Justicia resolvió que solo debe elevarse a juicio el requerimiento for-
mulado por las partes y el acta de audiencia de admisión y/o rechazo de prueba, confeccionada
por el juez, sin perjuicio de lo dispuesto por el art. 210 de la ley de forma [TSJ CABA, 18/12/13,
“Galantine, Atilio Javier”, expte. nº 9443/12]. De esta manera, se pretende asegurar la impar-
cialidad del juzgador, quien no tendrá acceso al expediente tradicional, lo que impedirá que se
forme opinión adelantada sobre el cuadro fáctico materia de imputación.
El artículo objeto de comentario distingue la iniciación de la audiencia, de la apertura del
debate propiamente dicho. La primera se materializa el día previsto, con la constitución del tri-
bunal y la comprobación de la presencia de las partes ante los estrados. Acto seguido, deberán
formular oralmente la imputación, en congruencia con el requerimiento y la demanda civil in-
terpuesta, e informar sobre aquello que pretendan probar con las constancias ofrecidas.
Este tema ha sido analizado por el Tribunal Superior [TSJ CABA, 23/10/14, “Vázquez, Clau-
dia Elizabeth”, expte. nº 9574/13]. En el supuesto se descalificó como acto jurisdiccionalmente
válido, la absolución dictada en primera instancia, confirmada por la Cámara, con motivo de
que el fiscal no formuló sus instancias. El último había solicitado la suspensión de la audiencia,
el día anterior, invocando que tenía otra, fijada con anterioridad. La magistrada no hizo lugar,
considerando la solicitud como intempestiva y opinó que su ausencia podía ser suplida por otro
colega, en función del principio de unidad de actuación. Luego, el acusador se presentó fuera
de hora, explicó verbalmente los pormenores señalados y se opuso a la apertura del debate por-
que no había podido preparar el caso y citar a los testigos. En resumen, se resolvió que la juez
confundió el inicio de la audiencia con la apertura del debate, que consideró infundadamente
tillán, Francisco” [CSJN-Fallos, 321:2021, del 13/8/98] y “Sabio, Edgardo Alberto” [CSJN-Fallos,
330:3092, del 11/7/07], entre otros, donde expresó que la exigencia de la acusación, como for-
ma sustancial del proceso, no distingue entre el carácter público o privado de quien la formula.
Nuestro legislador ha ido más allá, pues reguló que si el Ministerio Público Fiscal no quiere
acompañar a la víctima al debate, esta podrá continuar el trámite bajo la forma prevista para los
delitos de acción privada (art. 208, in fine, en concordancia con los arts. 10, 252 y ss., CPPCABA).
Por regla general, el debate se conformará con un juez unipersonal, que no pudo haber par-
ticipado del trámite de la investigación (art. 210, CPPCABA). “La garantía de imparcialidad del
juez es uno de los pilares en que se apoya nuestro sistema de enjuiciamiento, ya que es una
manifestación directa del principio acusatorio y de las garantías de defensa en juicio y debido
proceso, en su vinculación con las pautas de organización judicial del Estado” [CSJN, 17/5/05,
“Llerena, Horacio Luis”, CSJN-Fallos, 328:1491].
Se ha expuesto que la diferenciación que se establece entre la acusación, a cargo del fiscal,
y el juzgamiento, en cabeza del magistrado, pilar del modelo acusatorio criminal, resulta sufi-
ciente para salvaguardar el derecho de defensa en condiciones de plena igualdad. Por ello, la
intervención de un juez de garantías y de otro que dirigirá el debate, quien se encuentra impe-
dido de procurar de oficio prueba que le proporcione conocimiento sobre los hechos investi-
gados, permite descartar cualquier sospecha de parcialidad [CAPCF, Sala II, 22/2/13, “Mustillo
Medina, Diego Alfredo Leandro”, causa nº 22072-01/12, del voto de los doctores Bosch y De
Langhe].
El art. 42 de la ley 7 regula que “(p)ara los delitos criminales cuya pena en abstracto supere
los tres años de prisión o reclusión, se constituirá a opción del imputado, un tribunal confor-
mado por el juez de la causa y dos jueces sorteados, de entre los juzgados restantes”. El prime-
ro oficiará como presidente y dirigirá el debate (art. 6º, Res. nº 96/CMCABA/12).
En dicha inteligencia, el Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
dictó, el 4 de mayo de 2012, la Res. nº 96/12, por la que regula el procedimiento para el sorteo.
En el art. 2º dispuso que, en estos casos, el magistrado designado notifique fehacientemente al
interesado la opción que posee de ser juzgado por un tribunal colegiado. Ante un planteo de
la defensa por haberse omitido dicha manda, el superior expresó que dicha disposición deriva
de una norma administrativa, de carácter interno, que no resulta reglamentaria del procedi-
miento penal, pues ello es ajeno a las facultades conferidas al Consejo de la Magistratura, con-
forme el art. 16 de la CCABA y el art. 2º de la ley 31. “En esa medida, el incumplimiento de la mis-
ma no puede afectar la legalidad del proceso y, por esta misma razón, tampoco podría generar
una nulidad de orden general. La falta de acatamiento, en su caso, solo podrá tener conse-
cuencias de carácter administrativo” [CAPCF, Sala II, 18/3/13, “Jiménez, Roberto Claudio”, cau-
sa nº 6841-01/12].
La defensa y el civilmente demandado no están obligados a presentar su teoría del caso, ya
que de ningún modo se los puede compeler a adelantar su estrategia, aunque serán invitados
a hacerlo. Así, la negativa no es presunción en su contra.
Cumplidos los actos referenciados, el juez declarará abierto el debate.
Las cuestiones preliminares son netamente procesales y deben ser resueltas independiente-
mente del fondo para garantizar la concentración y continuidad del juicio. Tienden a asegurar su
eficacia y la aplicación de sanciones que priven de sus efectos a los actos jurídicos allí celebrados.
El planteo deberá ser realizado inmediatamente después de abierto el debate, bajo pena de
caducidad. Entonces, la omisión trae como consecuencia la pérdida de oportunidad de hacerlo
con posterioridad, salvo que del curso del proceso surja una razón novedosa para su propuesta
eficaz.
La cuestión incidental será resuelta por el magistrado de inmediato, en audiencia, previa vis-
ta a las partes, salvo que resuelva diferirla hasta el momento del dictado de la sentencia defini-
tiva, según convenga al orden del proceso [CAPCF, Sala III, 5/6/09, “Bogado, Jonathan y López,
Cristian”, causa nº 33842/08, del voto del doctor Vázquez, por la mayoría]. Los interesados no
podrán replicar, para refutar los argumentos adversos de su contra, ya que se encuentran habi-
litados a hablar solo una vez, por el tiempo que fije el magistrado.
dos a uno o más imputados. La solicitud podrá realizarla el interesado o disponerla el tri-
bunal de oficio. Estas cuestiones, normalmente, se resuelven con anterioridad al deba-
te, durante los actos preparatorios.
c) La incomparecencia de testigos, peritos o intérpretes: en el supuesto, la admisibilidad
de nuevos testigos hace a la pertinencia de su convocatoria por circunstancias conocidas
con posterioridad al ofrecimiento de prueba. Por tanto, deberá conjugarse la presente
con lo regulado por el art. 234 del CPPCABA. La incomparecencia se refiere a la necesi-
dad de su trasladado por la fuerza pública, a pedido de parte, y previa acreditación feha-
ciente de su efectiva citación. Nótese que la notificación de quienes deban concurrir a
juicio queda a exclusivo cargo de quien los propuso (art. 213, CPPCABA).
d) La presentación o requerimiento de documentos: esta disposición se presenta como
una nueva oportunidad de las partes para incorporar por lectura documental que se hu-
biese omitido en la audiencia del art. 210 del CPPCABA, por imposibilidad previa de
hacerlo.
El Código prescinde, a diferencia de su par nacional, del tratamiento de las nulidades relati-
vas y/o absolutas. No obstante, nada impide su planteo en esta instancia, pues, respecto de las
primeras, es viable que se que produzca alguna en los actos preparatorios del juicio. En relación
a las últimas, porque pueden ser declaradas por el tribunal, aún de oficio, en cualquier estado
y grado del proceso (art. 71, CPPCABA).
La cámara del fuero ha rechazado, por ausencia de agravio, el recurso de apelación incoado
por la defensa contra la resolución de grado que difirió el planteo de nulidad para su trata-
miento en el debate oral y público [CAPCF, Sala III, 22/9/11, “Richter, Federico”, causa nº 33408-
05/10, del voto de los doctores Franza y Manes]. “Una buena práctica en la administración de
justicia, obliga a resolver los planteos de nulidad absoluta, siempre que se cuente con el mate-
rial indispensable para ello, en la primera oportunidad procesal que se presente, evitando así
el progreso de un proceso que, en definitiva, quedará trunco por la afectación de garantías
constitucionales. No se trata de resolver toda incidencia en el debate sino que allí se diriman
solo aquellas que no pudieron ser presentadas con anterioridad, o que merezcan por su natu-
raleza del entorno propio del juicio” [CAPCF, Sala III, 21/12/09, “Manaut, Bernardo Raúl”, cau-
sa nº 2964-01/08].
También se excluyen las cuestiones referentes a la incompetencia por razón de territorio,
dado que dicho planteo se adelanta a la audiencia de resolución de prueba, donde se podrán in-
terponer las excepciones que correspondan. En efecto, ante un planteo de excepción de atipici-
dad en el marco de la audiencia aquí comentada, se ha sostenido que el presente artículo esta-
blece expresamente cuáles son aquellas cuestiones previas que deben discutirse y resolverse una
vez abierto el debate, entre las que no figuran las excepciones, que son de previo y especial pro-
nunciamiento, lo cual no hace más que reforzar la idea de que ya a esta altura del proceso no
cabe su tratamiento [CAPCF, Sala II, 14/12/15, “Rojas, Washington Gabriel”, causa nº 5782-01/14].
Del mismo modo, se rechazó la solicitud de mediación en esta instancia, en tanto los supuestos
incluidos en la norma como objeto del debate no receptan forma alguna de resolución alterna-
tiva de conflictos [CAPCF, Sala I, 22/12/10, “Junco, Luis Antonio”, causa nº 45039-01/09].
Sin perjuicio de ello, resolvió la Cámara del fuero admitir el tratamiento de una solicitud de
archivo, pese a no estar incluída en la enumeración del artículo aquí comentado, en tanto la na-
turaleza intrínseca de dicha pretensión genera la necesidad de su tratamiento en el inicio del
debate, dado que su acogimiento impediría el pronunciamiento sobre el fondo [CAPCF, Sala III,
5/6/09, “Bogado, Jonathan y López, Cristian”, causa nº 33842/08, del voto del doctor Vázquez,
por la mayoría].
Por otra parte, se ha rechazado la impugnación de la postergación de la decisión respecto
del cambio de calificación legal pretendido por una de las partes, en tanto no constituye un su-
puesto que pueda ser determinante de la suerte del proceso, no correspondiendo de este modo
su tratamiento y resolución como cuestión de carácter previo al debate, sin que ello importe ve-
darle a la defensa el ejercicio de su plena intervención, asistencia y representación procesal
[CAPCF, Sala II, 16/9/04, “Fariña Caamaño, Alfonso”, causa nº 189/04: la defensa sostuvo que la
postergación en el tratamiento del cambio de calificación legal le impedía hacer uso en tiempo
y forma de los beneficios del pedido de aplicación de la suspensión del proceso a prueba o de
un eventual pedido de avenimiento].
Para el caso que se trate de un juicio con varios imputados, es facultad del juez, a pedido de
parte, alejar de la sala a aquellos que no declaren. Entendemos que no es un imperativo, en
razón del tiempo verbal utilizado por el legislador.
A tal efecto, deberá analizar la influencia que sus dichos puedan generar en el resto. O sea,
es una forma de garantizar que el incuso deponga libre, desinhibido, sin tensiones y que las pre-
guntas que se le formulen no sirvan para alertar a sus consortes de causa, quienes podrían adap-
tar sus exposiciones a la versión por él formulada o utilizar las respuestas dadas para evitar con-
tradecirse en su propia declaración, con el objeto de mejorar su situación procesal [Navarro -
Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1030]. De la misma forma, quien declare en primer tér-
mino, podría encontrarse en inferioridad de condiciones, por desconocer qué van a decir sus
compañeros o las preguntas que eventualmente se les pueda formular.
Asimismo, la presencia del co-imputado puede ejercer una suerte de coacción psicológica
para quien declara, sobre todo cuando sostengan versiones contrapuestas o incriminatorias de
otros partícipes del hecho.
Sin embargo, la pertinencia de la medida será analizada por el magistrado caso por caso,
pues el imputado tiene derecho a presenciar el debate y a escuchar las pruebas que allí se pro-
duzcan a los efectos de ejercer su defensa plena. No obstante, la participación de su letrado de-
fensor es suficiente para suplir su ausencia y garantizar dicha facultad.
La norma dispone que concluidas las declaraciones, el juez deberá informar sumariamente
lo ocurrido a quienes se hubiesen alejado. Ello se hará en forma oral y pública, durante el deba-
te, de manera conjunta o individual con cada uno de ellos y con posterioridad a que preste de-
claración o manifieste su negativa al respecto, a los efectos de ejercer su derecho de defensa y
contradecir las pruebas en su contra.
El principio de congruencia es el pilar de la base fáctica del proceso. Esto implica que los
hechos materia de acusación deben permanecer incólumes a lo largo del trámite; es decir, en el
decreto de determinación de los hechos (art. 92, CPPCABA), en la intimación (art. 161, CPPCA-
BA), en el dictado de la prisión preventiva (art. 173, CPPCABA), en el requerimiento de eleva-
ción a juicio formulado por el fiscal (art. 206, CPPCABA) y por la querella (art. 207, CPPCABA),
en los alegatos de apertura (art. 227, CPPCABA), en los de cierre (art. 244, CPPCABA) y en la sen-
tencia (art. 248, CPPCABA). Ello, a fin de asegurar el derecho de defensa en juicio del imputado
y el debido proceso legal.
Esta fórmula no abarca la calificación legal, por aplicación del principio «iura novit curia»
(véase el comentario al art. 249, CPPCABA).
“Siempre que se respete el principio de congruencia, la calificación legal no afecta la garan-
tía de defensa en juicio, y la regla no se extiende, como principio, a la subsunción de los hechos
bajo conceptos jurídicos, pues el tribunal que falla puede adjudicar al hecho acusado una cali-
ficación jurídica distinta a la expresada en la acusación (iura novit curia)“ [CAPCF, Sala I, 12/4/06,
“Rodríguez, Emiliano Jesús”, causa nº 7-01/06, con cita de Maier, Derecho …, t. I, 1999, p. 569].
“Se viola el principio de congruencia cuando existe falta de identidad fáctica entre el hecho
intimado, con el atribuido al causante en el requerimiento de juicio, es decir que siempre se tie-
ne como punto de partida el ‘hecho’, ya que su certero conocimiento permite al encartado ejer-
cer correctamente su defensa material” [CAPCF, Sala I, 31/8/15, “Lega Spyritus, Maximiliano
Benjamín Hilario”, causa nº 15202-01/13, con cita de CNCC, 11/5/06, Sala IV, “Etchepare, Julio”,
causa nº 28436].
“El principio de congruencia alude a que cualquiera sea la calificación jurídica que en defi-
nitiva efectúen los jueces, el hecho que se juzga debe ser exactamente el mismo que el que fue
objeto de imputación y debate en el proceso, es decir, aquel sustrato fáctico sobre el cual los ac-
tores procesales desplegaron su necesaria actividad acusatoria o defensiva” [CSJN, 11/12/07,
“Antognazza, María Alexandra”, A. 1318 XL., del voto en disidencia de los doctores Lorenzet-
ti, Maqueda y Zaffaroni; por su parte, la mayoría desestima el recurso de queja haciendo pro-
pios los argumentos del procurador fiscal].
La disposición de análisis es la excepción regulada en la norma. En efecto, se permite ampliar
la acusación, en dos supuestos: a) la existencia de circunstancias agravantes en la calificación
no contenidas en el requerimiento fiscal, pero vinculadas al hecho que las motiva; b) si resul-
tare que el acontecimiento es diverso.
Lo expuesto solo puede surgir de dos fuentes: 1) de las declaraciones del imputado, y 2) de
las pruebas recabadas durante el juicio oral.
Entonces, la norma habilita al Ministerio Público Fiscal y a la parte querellante, a ampliar el
requerimiento hasta el momento inmediato anterior a los alegatos de discusión final. Esta re-
gla se impone por cuestiones de economía y celeridad procesal, para evitar que, ante la apari-
ción de dichas particularidades, el proceso se retrotraiga a la investigación penal preparatoria,
provocando una innecesaria prolongación del plazo razonable de duración. Por ello, ante nue-
vas circunstancias históricas directamente relacionadas con la investigación, deberán cumplir-
se con recaudos esenciales para garantizar el derecho de defensa del imputado [Chiara Díaz -
Mill de Pereyra - Pessoa, Juicio oral …, 1995, p. 135].
En interpretación de este artículo, la Cámara en lo Penal, Contravencional y de Faltas ha
dicho que no autoriza a juzgar delitos distintos de aquellos cuyo juzgamiento se ha requerido,
sino a modificar o ampliar la imputación cuando de la realización del debate, es decir de la prue-
ba recibida durante el mismo, surgen circunstancias agravantes de calificación no contenidas
en el requerimiento de juicio [CAPCF, Sala III, 26/6/14, “Cabanillas Chicoma, Jorge Luis“, causa
nº 8892-01/13].
Respecto de la posibilidad de agravamiento, se entiende que tuvo que haberse verificado
una vez finalizada la investigación, pues no se busca con este procedimiento la subsanación de
yerros o vicios en los cuales pudo haber incurrido el acusador. Por lo tanto, si la calificación más
gravosa ya fue advertida en la primera etapa, esta discusión no será posible ni podrá reeditar-
se durante el debate.
Sostiene la doctrina que estas causales pueden estar vinculadas a circunstancias diversas, ta-
les como características personales del imputado (por ejemplo, parentesco, rol de funcionario
público), de la víctima (edad, embarazo, etcétera) o de la acción (circunstancias de tiempo,
modo y lugar), siempre que estas se desconocieran durante la investigación preparatoria. Tam-
bién podría dar lugar a ello, la modificación del resultado típico, por ejemplo, que el damnifi-
cado de lesiones fallezca luego de formalizado el requerimiento [Binda, en Almeyra (dir.) - Báez
(coord.), Código …, 2007, t. III, ps. 116 a 117].
En consonancia con la doctrina del fallo “Cabanillas Chicoma” vale afirmar, en cuanto a los
hechos imputados, que no podrán ser novedosos, es decir, independientes de aquellos que fue-
ran materia de acusación; ni su formulación implicará una alteración sustancial de estos. Así,
quedarán abarcados en este supuesto nuevos hechos que integren el delito continuado atribui-
do. Al respecto, en el precedente citado se sostuvo que es nula la ampliación de la imputación
efectuada de modo intempestivo por el fiscal, sin competencia material [CAPCF, Sala III, 26/6/14,
“Cabanillas Chicoma, Jorge Luis“, causa nº 8892-01/13: en el caso, luego de abierta la audiencia
de juicio por amenazas, el acusador público decidió instar la acción penal por lesiones leves, en
contra de la voluntad de la víctima y a pesar de la falta de intimación del hecho durante la inves-
tigación preparatoria, con la sola invocación de razones de interés público que no precisó].
En lo que hace a las fuentes, son las declaraciones del imputado, es decir, cualquier mani-
festación verbal que realice durante el juicio en ejercicio de defensa (arts. 229 y 233, CPPCABA).
Entonces, su confesión podría llevar a que se amplíe la acusación.
De la misma forma, la actividad probatoria puede confluir en la alteración fáctica de los he-
chos iniciales o en la existencia de nuevos que integren el delito continuado o permanente ob-
jeto de pesquisa.
Por lo tanto, estos sucesos deben estar directamente ligados con los ventilados en juicio,
pues si del debate surgiera la existencia de otro delito, que ninguna relación tuviera con ellos,
resultará inadmisible agregarlo invocando el artículo en examen. En el caso, deberán extraer-
se testimonios y remitirlos a sorteo para su posterior pesquisa.
Efectuado que fuera la ampliación del requerimiento, el juez, bajo sanción de nulidad, de-
berá explicarle al imputado y al civilmente demandado las nuevas circunstancias atribuidas e
informar a su defensa que tiene derecho a pedir la suspensión del debate para ofrecer nuevas
pruebas o preparar su estrategia de defensa.
Si se opta por ejercer esta facultad, el magistrado suspenderá el juicio por un tiempo pru-
dencial, según la naturaleza de los hechos y la necesidad del letrado de producir nueva prueba
y reencausar su teoría del caso. En la jurisprudencia local, observando esta disposición, se ha sos-
tenido la nulidad parcial de la sentencia que aplicó una agravante invocada en los alegatos pe-
ro no contenida en el requerimiento de juicio, en virtud de que, independientemente de no
darse en el caso concreto los presupuestos exigidos por la norma para la procedencia de la mo-
dificación de la calificación legal, se había aplicado sin que el juez actúe de acuerdo a las formas
mencionadas [CAPCF, Sala I, 16/3/15, “Rocha, René Rolando”, causa nº 965-01/14, del voto en
minoría de la doctora De Langhe; por su parte, el voto mayoritario sostuvo que al no haberse
modificado los hechos de la acusación, sino solo la calificación legal, sobre la base de un ante-
cedente del cual el imputado tenía conocimiento, no se afectó el derecho de defensa].
El art. 218 regula las excepciones al principio de continuidad. Refiere que podrá suspender-
se el debate, por el tiempo mínimo indispensable, y que la interrupción no podrá superar los
diez días. El inc. 7º, incluye este supuesto, o sea cuando el defensor lo solicite de ampliarse el al-
cance del hecho imputado por la fiscalía. Si por cualquier causa se excediera ese término, debe-
rá realizarse otro juicio.
El nuevo hecho o las circunstancias agravantes sobre las que verse la ampliación quedarán
definitivamente abarcadas por la incriminación.
A diferencia del Código Procesal Penal de la Nación, que regula la omisión de prueba exclu-
sivamente para los delitos correccionales (art. 408), el legislador citadino lo admitió para cual-
quier tipo de ilícitos, sin limitaciones sobre el tope de pena en abstracto.
Empero, la ley 2451 que reglamenta el Régimen Procesal Penal Juvenil, que se aplica a las
personas de entre dieciséis y dieciocho años no cumplidos al momento de la comisión del hecho,
veda su aplicación en procesos donde se discuta la responsabilidad criminal de niños menores
de edad (art. 78, inc. b).
La palabra confesión proviene del término latín confessio, que significa “reconocimiento
personal de un hecho propio”. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Espa-
ñola la define, entre sus varias acepciones, como: “… 5. Der. Declaración personal del litigante
o del reo ante el juez en juicio; (…) 7. f. pl. Relato que alguien hace de su propia vida para expli-
carla a los demás” [www.rae.es].
En lo que aquí interesa, es una declaración emitida por el procesado acerca de la verdad de
los hechos controvertidos y conducentes materia de acusación. Por “controvertidos” entende-
mos la materia fáctica discutida por las partes y por “conducentes”, aquellos que resulten rele-
vantes para la solución del caso. Por lo tanto, deben estar referidos a circunstancias pasadas.
La confesión podrá ser “simple”, es decir, un reconocimiento liso y llano de los hechos sin
mayor aditamento. En contrario, la “calificada” que ocurre cuando el encausado admite la exis-
tencia del suceso criminoso y su participación, pero agrega alguna circunstancia que modifica
su alcance, para limitar o excusar su responsabilidad. De tal manera, torna dicha aceptación en
todo o en parte ineficaz.
La norma admite que la confesión sea simple, es decir, lisa. Sin embargo, de resultar circuns-
tanciada, o sea, detallada en cuanto condiciones de tiempo, modo o lugar, no podrá alterar los
hechos materia de acusación —los mencionados en el requerimiento de juicio—, pues, de así
hacerlo, se tornaría infructuosa para la aplicación de este procedimiento.
Cabe aclarar que la autoincriminación voluntaria es válida, pues la prohibición de declarar
contra sí mismo —consagrada en el art. 18 de la CN— tiene por finalidad impedir el empleo de
métodos coactivos de carácter físico o moral para su obtención. “La confesión del inculpado so-
lamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza” (art. 8º, inc. 3º, CADH), así co-
mo sin mediar amenaza, engaño o error [Navarro - Daray, Código Procesal …, 1ª ed., p. 1106, t. 2,
en cita a CSJN, JA, 1959-II-241]. Se descartó la existencia de estos últimos extremos en un caso
donde la juez interviniente impuso al condenado la declaración de reincidencia a pesar de que
el instituto no fue acordado por las partes, bajo el argumento de que ella resulta un obligación
legal, no disponible para las partes [CAPCF, Sala II, 23/6/09, “Morales, Hernán Pablo”, causa nº
36341-01/08].
En este supuesto, el reconocimiento de responsabilidad tiene lugar en presencia del tribu-
nal, previa entrevista con su letrado defensor e imposición de las garantías de rigor. En tal sen-
tido, es evidente que una eventual afectación “solo podría producirse si el imputado al decla-
rar, por omisión de ponerlo en conocimiento de sus derechos, hubiera confesado una conduc-
ta reprochable, susceptible de configurar una auto incriminación que conduzca a su condena
en mérito a los hechos inconstitucionalmente admitidos (conf. ‘Miranda v. Arizona’, 384 U.S.
463, 1966)“ [CSJN, 27/6/02, “Bianchi, Guillermo”, elDial-AA1208].
En consecuencia, este precepto es la excepción al principio de que toda prueba deba ser re-
producida en debate. Posteriormente, la confesión será válida en la medida que se voluntaria,
es decir prestada por el encausado con pleno conocimiento de las consecuencias que acarrean
sus dichos, en uso de sus facultades mentales y ajena a error, ignorancia, amenaza o demás vi-
cios del consentimiento.
Se precisa, para satisfacer la norma, el acuerdo de las partes, en cuanto a la existencia de la
acusación y la responsabilidad que le cupo al imputado. El debate podrá continuar si no hubie-
ra conformidad para la determinación de la pena.
En la práctica, la sentencia no se limitará a los dichos del procesado, sino también a las prue-
bas recabadas durante la investigación preparatoria, que serán incorporadas por lectura. Si
bien el Código nada dice al respecto, resulta lógico para evitar una confesión mendaz o reali-
zada al solo efecto de mejorar la situación procesal de otros partícipes. En dicha inteligencia, el
art. 415 del CPP-Córdoba así lo dispone expresamente.
Si hubiera ejercido la acción, el tercero civilmente demandado podrá oponerse al acuerdo y
exigir se reciba la prueba pertinente a su defensa.
“La ‘reincidencia’ es una imposición legal (art. 50, CP) y precisamente por ello no puede ser
objeto de acuerdo o transacción entre las partes en el procedimiento previsto en el art. 231 del
CPPCABA. Este procedimiento simplificado, más allá de su acierto o error, no constituye una
oportunidad para negociar los hechos ni puede significar una renuncia tácita del juez a su
deber de aplicar la ley y la Constitución (art. 106, CCABA). En este sentido, el ‘acuerdo’ no desa-
podera al magistrado de su facultad jurisdiccional de determinar en el decisorio las consecuen-
cias legales accesorias que corresponde adicionar a la sentencia condenatoria, entre ellas: la
declaración de reincidencia o el decomiso de los bienes con los que se cometió el delito” [TSJ
CABA, 17/3/10, “Morales, Hernán Pablo”, expte. nº 6808/09, del voto de la doctora Conde, por
la mayoría].
El concepto de “prueba” abarca múltiples sentidos, ya que puede referirse al “soporte ma-
terial” con el que se intenta demostrar, al “procedimiento” utilizado a tal fin y al “resultado”
que, en definitiva, se obtenga. El conjunto de comunicaciones de los medios de prueba, con-
trastados con las argumentaciones de las partes durante el proceso, permitirán al magistrado
expresar la voluntad de la ley a través de la subsunción jurídica [Falcón, Tratado …, 2ª ed., 2009,
t. 1, p. 27 y ss.].
La norma dispone que, después de las instancias iniciales formuladas por los interesados, se
dará curso a su recepción, en la forma prescripta. El orden podrá ser alterado a pedido de ellos.
Se tratará de reconstruir, de manera histórica, el factum materia de acusación, mediante la
recepción de aquellas admitidas oportunamente (art. 210) o que fueran incorporadas con pos-
terioridad (arts. 228 y 234, CPPCABA).
“Es la celebración de la audiencia de debate oral y público el momento adecuado para estu-
diar con profundidad si la prueba a producirse en ella resulta suficiente para determinar la ma-
terialidad de los hechos investigados y consecuentemente la autoría del imputado” [CAPCF,
Sala I, 10/5/13, “Ramírez, Rubén Alberto“, causa nº 42998/11; y, en similar sentido, CAPCF, Sala
II, 19/6/14, “Ocampo, Miguel Omar”, causa nº 9823/13].
Se observarán las reglas del Título III, del Libro Segundo, que regula su admisión durante la
investigación penal preparatoria, en cuanto sean aplicables y no se disponga en contrario.
Rige el principio de libertad y amplitud probatoria, por lo tanto no serán de aplicación las
limitaciones establecidas por las leyes civiles, con excepción de las relativas al estado civil de
las personas. En consecuencia, el nacimiento, la muerte, la edad, el matrimonio, el parentes-
co, etcétera, deberán acreditarse con las partidas pertinentes y, ante su ausencia, con los
medios expresamente regulados en el Código Civil y Comercial de la Nación (arts. 96, 97, 98,
99, 423 y concs.).
El art. 289 del Código citado regula los instrumentos públicos. Entre ellos se encuentran
aquellos emitidos por los funcionarios públicos bajo los requisitos que establezcan las leyes (inc.
b, léanse las actas judiciales y/o policiales). Resultan oponibles erga omnes y gozan de presun-
ción de validez, al igual que cualquier acto administrativo.
Se aplican al caso las reglas de inmediación y contradicción, o sea, la necesidad de reprodu-
cir la prueba durante el debate a los efectos de ser percibida por el magistrado, a través de sus
sentidos, y la posibilidad de los interesados de controlar su producción en condiciones de pari-
dad (igualdad de armas). La excepción serán los actos definitivos e irreproducibles, incorpora-
dos por lectura y aquellos documentos que las partes hayan aceptado como conocidos para sim-
plificar el juicio.
Art. 233. — «Declaración del/la imputado/a». Si hubiera sido solicitado por alguna
de las partes el/la Juez/a invitará al/la imputado/a declarar.
Si el/la imputado/a prestara su consentimiento para declarar, después de brindar su
versión de los hechos imputados será interrogado por el/la Fiscal y por la querella,
aunque podrá negarse a responder todo o parte del interrogatorio sin que ello im-
porte presunción en su contra ni pueda usarse la negativa en su perjuicio.
Posteriormente y en cualquier momento del debate, a pedido de las partes se le po-
drán formular preguntas aclaratorias, a las que también podrá negarse total o par-
cialmente el/la imputado/a a responder.
En el curso del debate el/la imputado/a podrá efectuar todas las declaraciones que
estimase pertinentes.
El/la Juez/a no podrá interrogar al/la imputado/a.
La base esencial del derecho de defensa reposa en la posibilidad del encausado de declarar
libremente sobre cada uno de los extremos materia de imputación, a los efectos de evitar o ami-
norar las eventuales consecuencias jurídicas que sobre él recaigan. La Convención Americana
sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre otros,
regulan el derecho a ser oído, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un
tribunal competente, independiente e imparcial, designado con anterioridad al hecho de la
causa (arts. 8º.1, y 14.1, respectivamente).
La Cámara del fuero rechazó el planteo de nulidad del requerimiento de juicio deducido por
el abogado defensor, quien consideró que el imputado no había tenido ocasión para ofrecer su
descargo, en el entendimiento de que no puede alegarse la violación de su derecho a ser oído
cuando todavía está pendiente la etapa de debate, donde podrá ejercer su defensa a través de
la aplicación del artículo comentado” [CAPCF, Sala I, 15/2/16, “Baldasini, Alejandro”, causa nº
9260/15, del voto de los doctores Vázquez y Marum, por la mayoría].
En el debate se sustancia el contradictorio pleno y se exige la necesidad de dotar al procesa-
do de facultades similares a la parte acusadora que le permitan resistir con eficiencia la perse-
cución penal en su contra (principio de bilateralidad) [Maier, Derecho …, t. I, 2ª ed., 3ª reimpr.,
2004, p. 552].
Lo expuesto supone que, para formular una defensa eficaz, debe conocer previamente la
acusación, en cuanto a condiciones de tiempo, modo y lugar, pues nadie se puede defender de
aquello que no sabe. “No basta para cumplir con los requisitos básicos del debido proceso que
el acusado haya tenido patrocinio letrado de manera formal, pues ello no garantiza un verda-
dero juicio contradictorio, sino que es menester además que aquél haya recibido una efectiva
y sustancial asistencia por parte de su defensor” [CAPCF, Sala III, 24/11/09, “Cañete, Luis Alber-
to y otros”, causa nº 19707-01/09, en cita a CSJN-Fallos, 304:1886 y 308:1557].
La audiencia oral favorece la inmediación y el conocimiento del juez sobre su versión de los
hechos.
El legislador —en contra de su par nacional, y en consonancia con el de la provincia de Bue-
nos Aires— ha decidido que, durante el juicio, esta declaración sea una potestad que le asiste.
Por tanto, la posibilidad de que lo haga será impulsada por él o por las partes que así lo solici-
ten [Hortel, Código …, 9ª ed., 1998, p. 540, en ocasión del comentario al art. 358]. Luego, no po-
drá requerirlo el magistrado y su falta de recepción no se ha previsto bajo pena de nulidad (véa-
se art. 378, CPPN).
No obstante, consideramos que una buena práctica impone al juez preguntar si alguno de
los interesados solicitará que el incuso declare. Caso contrario, procederá a recibir, solamente y
con carácter formal, el interrogatorio de identificación a fin de constatar, de manera efectiva,
su identidad y demás datos que correspondan.
La declaración del imputado es un acto de defensa, no un medio de prueba, y como tal debe-
rá cumplir con las formalidades previstas en la investigación preparatoria (arts. 28, 161 y concs.,
CPPCABA). En síntesis, se le preguntará si ha comprendido cabalmente la acusación, se le hará
saber que tiene derecho a mantener una entrevista previa con su abogado defensor, que
durante su exposición no podrá mantener comunicación con él, que tiene derecho a negarse a
declarar y a responder preguntas, sin que ello importe presunción en su contra, etcétera.
Si manifiesta su voluntad en tal sentido, se lo invitará a dar su versión de los hechos. Poste-
riormente, será interrogado por las partes.
Durante el curso del debate, podrá realizar todas las declaraciones que estime pertinentes,
no obstante, el tribunal evitará su divagación o podrá impedirlo cuando se refiera a cuestiones
no vinculadas al delito enjuiciado.
Como forma de garantizar la imparcialidad, el código veda al juez la posibilidad de interro-
garlo. Ello deriva, también, de la necesidad de las partes de exponer su teoría del caso, con el
objeto de lograr el convencimiento sobre la existencia o no de los hechos materia de acusación
(sobre el punto, véase el comentario al art. 236, CPPCABA). Al respecto, el Código de la Provin-
cia de Buenos Aires, que abraza también el sistema acusatorio, adopta una regulación distinta
a la aquí comentada, en tanto faculta a los miembros del tribunal a realizar preguntas aclara-
torias en caso de duda sobre la exposición de quienes comparezcan a juicio (art. 264, CPPBA).
Las preguntas que se formulen no serán impertinentes, inadmisibles o capciosas.
Si bien la norma nada dice al respecto, entendemos que si se negase a declarar o incurriese
en contradicciones, las partes podrán solicitar la lectura de aquellas prestadas durante la inves-
tigación, a fin de marcar inconsistencias o solicitar que sean ratificadas o rectificadas. Esto no
podrá ser realizado de oficio por el magistrado.
En esta oportunidad, se le deberán exhibir al inculpado los elementos de convicción, es de-
cir, aquellos que se hayan secuestrado y estarán a su disposición desde el inicio del debate.
Durante el juicio, está facultado para dialogar con su letrado defensor. Para ello, no es nece-
saria la interrupción de la audiencia, lo que, de ninguna manera, implica podrá hacerlo mien-
tras otros declaren, a fin de no perjudicar la normal sustanciación del trámite. Lo expuesto ga-
rantiza su facultad de contradecir los dichos de todos aquellos que testifiquen, de controlar la
prueba de la contraparte y de afirmar su teoría del caso frente al tribunal para obtener un pro-
nunciamiento acorde a sus pretensiones.
En relación a la confesión del imputado, nos remitimos a lo expuesto en el comentario del
art. 231. Ante la pluralidad de acusados, ver la nota del art. 229.
El segundo caso (b), es la prueba que se produjo en la primera etapa y que no fue ofrecida
por la parte o la que, a pesar de la presentación oportuna, no fue admitida por el juez para su
utilización en debate, pero que ahora, sin embargo, resultaría fundamental para dilucidar los
hechos materia de acusación.
Sostiene la doctrina que la utilidad es una idea más modesta, que comulga con lo conve-
niente, pues lo útil no siempre es indispensable, aunque a la larga pueda llegar a serlo. Por
ejemplo, que sea necesario para aclarar un punto de pericia que admite interpretaciones múl-
tiples [Büsser - Iturralde, El juicio …, 2002, p. 100].
De la lectura de este artículo se advierte que entraría en contradicción con lo dispuesto en
el art. 206, in fine, que reza: “(l)as pruebas conocidas no ofrecidas no podrán incorporarse al
debate”. No obstante, una interpretación respetuosa del debido proceso legal, mal podría im-
pedir su incorporación cuando fuera fundamental para dilucidar la realidad de los aconteci-
mientos pesquisados. Ello es válido para todas las partes del proceso por aplicación del princi-
pio de igualdad de armas.
Por lo tanto, no se admitirá cualquier prueba, sino aquella que resulte estrictamente nece-
saria como consecuencia del contradictorio sustanciado en el marco del debate.
El tribunal no se encuentra habilitado para disponer su producción oficiosa, pues, ante la
duda, deberá estar a lo más favorable al reo (art. 2º, CPPCABA). Ello es consecuencia directa del
sistema acusatorio, consagrado en el art. 13, inc. 3º de la CCABA y con el claro fin de evitar su
parcialidad.
Esto tampoco es viable, a la fecha, aún en los procedimientos de tipo mixtos, ya que la Cor-
te Suprema resolvió que “corresponde revocar la anulación del fallo absolutorio dispuesta por
el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro si obedeció a una actividad juris-
diccional que, distanciándose de los postulados propios de un modelo acusatorio regido por la
Constitución Nacional, obligó a un tribunal a disponer prueba de oficio que, en el caso, asumió
una tendencia incriminante ‘modificando el resultado del proceso, trocando absolución por
condena’, con la necesaria confusión de roles entre acusador y juez, afectando así la garantía
de defensa en juicio del imputado, ya que lo sometió a un segundo riesgo de condena por los
mismos hechos, vulnerando los principios de igualdad y de división de poderes que caracteri-
zan a la etapa acusatoria del sistema mixto de enjuiciamiento criminal adoptado por la legisla-
ción provincial, con mengua del estado de inocencia” [CSJN, 31/8/10, “Sandoval, David An-
drés”, CSJN-Fallos, 333:1689; LL, 2010-E-602; elDial-AA6584].
“La incorporación de oficio de la prueba, amén de resultar improcedente, excede la pre-
tensión punitiva del Estado en cabeza de la parte acusadora y el principio acusatorio estableci-
do en el art. 13, inc. 3º de la CCABA, por cuanto resulta inconciliable con dicho sistema proce-
sal” [CAPCF, Sala II, 11/4/06, “Almandi, Ramón Alberto”, causa nº 285/05].
Por último, la propuesta será realizada por la parte al juez, quien analizará su pertinencia.
Su producción quedará a cargo de quien la requirió. La actuación del tribunal solamente se limi-
tará a facilitar los medios para su diligenciamiento de resultar necesario, es decir, una especie
de auxilio judicial de la defensa, en consonancia con lo dispuesto por el art. 211 del plexo de rito.
Si se efectúa una interpretación armónica de los arts. 211 y 234 del CPPCABA, queda claro
que son las partes quienes deben producir la prueba ofrecida, con excepción de aquella que
solo pudiera adquirirse con la intervención de tribunal. De modo coincidente con la normativa
citada no puede dejar de mencionarse el art. 20 de la Ley Orgánica del Ministerio Público
[CAPCF, Sala III, 8/5/08, “Bargone, Hugo”, causa nº 34566/07].
Art. 235. — «Declaración de peritos». Los peritos deberán declarar como los testi-
gos, cuando hubieren sido citados. Responderán bajo juramento a las preguntas que
les sean formuladas por las partes, comenzando por la que la hubiera propuesto y si
fueran varias, por el/la Fiscal. Comparecerán según el orden en que hubieran sido lla-
mados y por el tiempo que sea necesaria su presencia.
El/la Juez/a podrá disponer, a pedido de parte, que los peritos presencien determi-
nados actos del debate; también los podrá citar nuevamente siempre que sus dictá-
menes resultaren pocos claros o insuficientes.
El/la Juez/a, a pedido de parte, hará efectuar las operaciones periciales pertinentes y
útiles en la misma audiencia, si esto fuera posible.
Estas disposiciones regirán, en lo pertinente, para los intérpretes.
El/la Juez/a no podrá interrogar a los peritos o intérpretes, ni disponer de oficio nue-
vos peritajes.
mientos de las divergentes opiniones técnicas relacionadas a la presunta imputabilidad del en-
cartado, y más aun teniendo en cuenta que la defensa tuvo la posibilidad de producir su propia
prueba” [CAPCF, Sala III, 6/2/13, “Ferreira, Daniel Oscar”, causa nº 33489/11].
Ellos no son testigos comunes, pues no presenciaron el hecho ni tienen una cronología his-
tórica para relatar. Por el contrario, su exposición será netamente temática, direccionada a cu-
brir sus conclusiones sobre uno o varios puntos puestos a su conocimiento y a explayarse sobre
los procedimientos utilizados a tal fin.
La doctrina enseña que el informe escrito tendrá múltiples usos. Servirá a las partes para pre-
parar la litigación y determinar las conclusiones que deban ser ponderadas o controvertidas;
ayudará a refrescar la memoria del especialista y/o a señalar eventuales inconsistencias entre lo
anteriormente expuesto y lo declarado en juicio (art. 241, CPPCABA) [Baytelman - Duce, Litiga-
ción …, 2004, p. 329].
Los peritos citados prestarán declaración bajo las mismas reglas y formalidades que los tes-
tigos. Es decir que antes de su interrogatorio deberán ser instruidos acerca de las penas concer-
nientes al delito de falso testimonio y prestar juramento o promesa de decir verdad (art. 128,
CPPCABA). Serán evaluados, en primer término, por la parte que los propuso y si fueran varias
por el fiscal. El juez no podrá interrogarlos o disponer oficiosamente nuevas peritaciones sobre
puntos no informados o controvertidos, lo que se desprende de la distancia que el magistrado
debe mantener con la prueba, como mero observador y director del debate [CAPCF, Sala III,
20/10/09, “Arancibia, Jonathan Gastón”, causa nº 9378/09]. Sobre el particular, véase el comen-
tario del art. 234.
Si bien el Código nada dice al respecto, por regla general, la exposición de ellos se realizará
en forma conjunta, pues no rige aquí la necesidad de separar sus declaraciones o de incomuni-
carlos como el resto de los testigos, salvo que alguna de las partes expresamente lo solicite.
A pedido de los interesados, el juez podrá disponer que presencien ciertas partes del deba-
te o que se mantengan en la antesala luego de formalizado el acto, a fin de ordenar su nueva
convocatoria siempre que los dictámenes resulten poco claros, insuficientes o controvertidos
con las demás pruebas que se sustancien en juicio.
También pueden ser convocados para expedirse directamente en debate, cuando no lo hu-
biesen hecho durante la investigación preparatoria o cuando resulte necesaria la producción
de una nueva experticia.
Estas mismas reglas se aplican también a los intérpretes. “Hay interpretación cuando el idó-
neo vierte al idioma nacional expresiones verbales producidas en otro idioma, o expresiones
mímicas y viceversa (intercomunicación), mientras se cumple el acto, y hay traducción cuando
se vierte al idioma nacional la escritura en lengua extranjera” [Clariá Olmedo, Derecho …,
2001, t. II, p. 330].
En este punto, la jurisprudencia ha rechazado la nulidad de una pericia: a) formulada por
la defensa, quien se agravió de no haber sido notificada de su producción en tiempo y forma,
considerando que dicha parte contó con oportunidades procesales para controlar, revisar, cues-
tionar, controvertir e inclusive reproducir el acto, en orden a lo dispuesto por los arts. 210, 234
y 235 del CPPCABA, o para interrogar a los expertos en debate, pese a lo cual no lo hizo y se limi-
tó a insistir en el vicio invocado [CAPCF, Sala III, 17/11/09, “Merlo, Favio Juvenal”, causa nº
41222/08], y b) cuando el acto atacado no es definitivo e irreproducible, en tanto nada obsta a
su nueva producción [CAPCF, Sala I, 27/10/15, “Ayala Isasi, Pablo Cesar”, causa nº 5997/15, del
voto de la doctora Marum, por la mayoría: en el caso, se trataba de una pericia criminalística
realizada por el Área Criminalística de la Policía Metropolitana, tendiente a acreditar los daños
registrados en un vehículo automotor].
Por último, es necesario también distinguir los peritajes de los informes técnicos policiales.
Mientras los primeros se dirigen a valorar o descubrir un elemento de prueba para el que se re-
quiere un conocimiento especial ajeno al juez, los últimos, se limitan a hacer constar el estado
de las personas, de las cosas y de los lugares mediante el tipo de operaciones que aconseje la po-
licía científica (art. 88, inc. 3º, CPPCABA).
Por tanto, los peritajes requerirán ciertas formalidades exigidas por ley (art. 130 de la misma
norma), que resultan ajenas a las inspecciones, pues poseen una naturaleza eminentemente
descriptiva [Arocena - Balcarce - Cesano, Prueba …, 1ª reimpr., 2014, p. 312]. En el fallo “Ayala
Isasi”, recién citado, la Sala I se refirió al informe técnico como diligencia de inspección que “no
requiere mayores solemnidades que la percepción por los sentidos acerca del estado general de
las cosas”.
Ser testigo es una carga pública, por tanto, quien sea llamado en esa calidad tiene la obli-
gación de comparecer al tribunal y declarar la verdad sobre lo que supiere y le fuere pregunta-
do, salvo las excepciones establecidas por ley (art. 121, CPPCABA). En caso de incomparecencia,
se ordenará su traslado por la fuerza pública, facultad también reconocida al fiscal.
Al comenzar el interrogatorio deberá ser instruido acerca de las penas concernientes al deli-
to de falso testimonio y prestará juramento de decir verdad según sus creencias, con excepción
de los menores inimputables o los acusados por un hecho conexo (art. 127, CPPCABA). Poste-
riormente, serán interrogados sobre sus instancias personales y las generales de la ley.
Asimismo, deberán ser impuestos, en los casos que corresponda, sobre la facultad de no de-
clarar, para el caso de los parientes directos (art. 122, CPPCABA, en concordancia con el art. 80,
CPPCABA), y el deber de abstenerse, respecto de aquellos que conozcan el hecho como conse-
cuencia de un secreto de estado o profesional, salvo que hubiesen sido liberados de dicha obli-
gación por el interesado (art. 123, CPPCABA). Las pruebas obtenidas en violación a estos recau-
dos serán nulas.
El Código no establece el orden en que deberán ser practicadas las entrevistas. Ello no lo de-
cidirá el juez, sino la parte que los propuso, consecuencia de la lógica adversarial, al resultar
prueba directa de ellos. Igualmente, el art. 213 del CPPCABA regula que la citación de las per-
sonas que deban concurrir a juicio estará a su exclusivo cargo.
Es común, en la práctica, que la recepción de la prueba testimonial sea anterior a la pericial.
Ello obedece a la necesidad de las partes de armar un orden cronológico de los sucesos investi-
gados, en cuanto circunstancias de tiempo, modo y lugar, que responda a su teoría del caso. Nó-
tese, que a diferencia de otros sistemas procesales, en el nuestro, el juez no podrá contar con la
prueba producida en la investigación penal preparatoria, pues el legajo no es elevado a juicio
(art. 210, CPPCABA). Por lo tanto, el único relato de los hechos que tendrá, es el que obre en el
requerimiento de elevación, que tampoco será leído en debate, pues será suplantado por el
alegato de apertura.
Entonces, se sugiere, para una correcta estructuración del juicio, recibir primero la declara-
ción del damnificado. Luego, la de los preventores, los testigos de actuación y los directos. Pos-
teriormente, los indirectos y los de concepto. La experiencia demuestra la ventaja de este orden
cronológico en el examen directo. Será función de la parte focalizar el relato del testigo para
lograr la acreditación de su teoría del caso, evitando su dispersión.
El art. 120 del CPPCABA faculta al fiscal a entrevistarlos durante la investigación preparato-
ria y establece que solo deberán ser formalizadas las manifestaciones que, según las circuns-
tancias del caso, deban ser consideradas como definitivas e irreproducibles. Estas entrevistas,
en muchos casos, son realizadas por conducto telefónico.
“El debate es el momento en el cual los testigos depondrán y las partes pondrán interro-
garlos y contrainterrogarlos, luego de lo cual el magistrado que intervenga analizará los
dichos con el resto de la prueba que se produzca y definirá si existen elementos o no para ase-
verar que el imputado realizó los hechos que se le atribuyen. Las declaraciones testimoniales
prestadas vía telefónica y sin respetar las formalidades destinadas a asegurar el contralor de
entienden vulnerados, toda vez que no hay regla alguna que imponga una manera determi-
nada de probar los hechos de la acusación, ni un número mínimo de elementos probatorios de
cargo para dictar un fallo de condena” [TSJ CABA, 11/9/13, “Newbery Greve, Guillermo”, exp-
te. nº 8796/12, del voto conjunto de las doctoras Conde y Weinberg].
En similar sentido, en los procedimientos judiciales vinculados con la problemática de la
“violencia doméstica”, resulta necesario que se lleve a cabo un examen crítico que determine
la credibilidad, coherencia, verosimilitud, persistencia y falta de mendacidad de la incrimina-
ción en el testimonio de la víctima, o, en el supuesto que la hubiere, la resistencia a esa incrimi-
nación en el relato del presunto ofensor, de manera tal que se adviertan las razones por las cua-
les se ha privilegiado un testimonio por sobre el otro. Lo contrario importaría que una signifi-
cativa cantidad de episodios de violencia que tienen lugar puertas adentro o en ámbitos de re-
lativa invisibilidad, queden impunes por la modalidad unilateral y convenientemente escogida
por su autor [TSJ CABA, 22/4/14, “Taranco, Juan José”, expte. nº 9510/13, del voto de la doctora
Conde, por la mayoría].
Posteriormente, y en debate, se invitará a la persona convocada a que exprese cuánto supie-
re del hecho investigado y, en lo que reste, será interrogado por la parte que lo propuso. Si fue-
se más de una, deberá comenzar el fiscal y la querella.
La reserva de identidad solo podrá mantenerse hasta el juicio, pues, de lo contrario, se esta-
ría privando al imputado de ejercer su derecho de defensa pleno y contraexaminar la versión
propuesta (art. 128, CPPCABA). Se ha resuelto que no corresponde hacer lugar al pedido de la
defensa de nulidad del requerimiento de elevación a juicio basado en prueba inválida, pues el
juez de grado hizo lugar a la declaración de los testigos de identidad reservada siempre que se
den a conocer sus datos filiatorios previo a comenzar el debate [CAPCF, Sala II, 26/6/12, “Agüe-
ro, Norma Beatriz”, causa nº 25737-01/10, del voto del doctor Bosch, por la mayoría].
Asimismo, rige la obligación de incomunicarlos durante la audiencia y de impedirles que to-
men conocimiento de lo que acontece en esta, ello con miras a preservar la autenticidad de sus
dichos y su espontaneidad, impidiendo que puedan ser aleccionados o que, a través del cono-
cimiento de lo declarado por los demás, puedan conformar sus declaraciones [Navarro - Daray,
Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1038]. Con esta misma finalidad se establece el carácter indivi-
dual del examen de cada uno de ellos, y la posibilidad de mantener la referida incomunicación
con posterioridad a la declaración, a pedido de parte.
Consideramos que la excepción a la regla es la presencia permanente de la querella, quien
no está eximida de deponer en dicha calidad. Ello, a fin de asegurar su intervención y control en
los demás actos de prueba [en tal sentido véase Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p.
1039; y, en contra, Büsser - Iturralde, El juicio …, p. 95]. Otra prerrogativa, podría resultar de la
necesidad de practicar un careo, de existir discordancias o dichos contrapuestos (art. 243, CPP-
CABA).
El juez no podrá interrogar a los declarantes y deberá mantenerse imparcial frente al litigio.
Carece de pretensión alguna y, como tal, deberá asumir un rol pasivo frente a la actividad pro-
batoria de las partes. Su función será oficiar de director y árbitro del debate, para controlar las
garantías del debido proceso legal y el alcance o admisibilidad de las preguntas que se formu-
len en la audiencia.
En síntesis, su posición actual es ajena a la búsqueda de la verdad, propia de los sistemas inqui-
sitivos. Así, dicha tarea corresponderá estrictamente a las partes [Durán Ramírez, Las técnicas …].
Sin embargo, lo expuesto nada empece a su posibilidad, de realizar preguntas para aclarar
puntos oscuros, confusos y/o contradictorios sobre información que ya haya sido suministrada
en juicio por el testigo, en la medida que respete el principio de imparcialidad. Empero, será la
destreza del litigante quien limitará su intervención con un correcto interrogatorio, a fin de evi-
tar que, a la postre, perjudique su estrategia.
Respecto de la exhibición a los testigos de la prueba instrumental y documental, resulta de
aplicación lo establecido por el art. 240 del CPPCABA.
Art. 237. — «Interrogatorio fuera del tribunal». El testigo, perito o intérprete que no
compareciere a causa de un impedimento legítimo, podrá ser examinado por las par-
tes en el lugar donde se encuentre, bajo la dirección del/la Juez/a.
Este artículo resulta complementario del art. 125 que regula el examen de aquellas personas
impedidas de concurrir ante el fiscal. En aquel se refiere, exclusivamente, a una dolencia física y se
dispone que deberán ser interrogadas en su domicilio, lugar de alojamiento o de internación. El
presente va más allá, pues no alude, solamente, a obstáculos de dicha naturaleza sino que lo
amplía, también, a cualquier otra circunstancia que se encuentre debidamente justificada.
Entonces, ante la imposibilidad de la parte citada de comparecer a debate, a causa de un in-
conveniente legítimo, podrá ser evaluada por los interesados en el lugar dónde se encuentre,
bajo dirección del juez.
La regla general es que los peritos, testigos e intérpretes deban deponer en juicio, por apli-
cación del principio de concentración de los actos producidos en él y a fin de asegurar el dere-
cho del imputado de presenciar y contradecir la prueba.
El objeto de la disposición es que no se vea afectada la continuidad y la correcta sustancia-
ción del proceso oral.
Sin embargo, la excepción resultará aplicable cuando la persona no haya depuesto durante
la investigación preparatoria o que, habiéndolo hecho, una de las partes se oponga a la incor-
poración por lectura, por no haber podido ejercer el contralor de estilo.
El acto deberá ser realizado bajo la supervisión del juez. Si se hubiese constituido un tribu-
nal colegiado, deberán comparecer en pleno a los efectos de garantizar la inmediación.
La presencia de la parte que lo propuso resulta obligada, por una sencilla razón, el juez se
encuentra vedado de interrogar (art. 236, CPPCABA). Su ausencia, podrá ser sancionada con el
desistimiento tácito de la prueba, salvo que el interesado exprese razones de peso que avalen
su incomparecencia y solicite la fijación de nueva fecha a tal fin.
Por el contrario, la asistencia de la otra parte es facultativa, pues se puede conformar con su
lectura en juicio, aunque sea recomendable para efectuar el contraexamen. Entonces, la ausen-
cia de la última no invalidará el testimonio, siempre que haya sido suficientemente notificada
de su realización con detalle del día, hora y lugar del procedimiento. La omisión de dicha for-
malidad, acarrea nulidad absoluta [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1041].
En virtud de que la declaración no se celebrará ante los estrados, el secretario deberá labrar
un acta de estilo, la que, posteriormente, será incorporada por lectura a juicio. De la misma for-
ma, nada impide que se materialice a través de otro registro fiel, como ser una grabación de
video o de voz.
En relación al punto, el art. 43 del RPPJ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dispone que
las declaraciones de las personas menores de dieciocho años de edad, relacionadas con la inves-
tigación de delitos penales, deberán ser practicadas mediante cámara Gesell. Así, en la etapa
de debate, serán entrevistadas, solamente por un psicólogo especialista en niños, niñas y ado-
lescentes y en ningún caso podrán ser interrogadas de forma directa por las partes o el tribunal.
Este mismo procedimiento ha sido admitido en el fuero, bajo recomendación profesional,
para mujeres víctimas de violencia doméstica o de género, que presenten alguna patología que
les impida enfrentarse, directamente, a sus victimarios en juicio.
También, en la práctica, se dan los casos de que el declarante realice su manifestación por otras
vías, por ejemplo, a través de una video conferencia [La Rosa - Rizzi, Código …, 2010, p. 936].
El legislador local no explica, ni siquiera en forma sucinta, el alcance de los términos men-
cionados en el artículo.
El Código de Procedimiento Nacional resulta aún más escueto ya que solo hace referencia al
rechazo de las preguntas inadmisibles (art. 389, CPPN). Lo mismo ocurre con el plexo de rito pro-
vincial, que expresa que no serán admitidas éstas ni las “capciosas” e “impertinentes” (art. 364,
CPPBA).
Si acudimos a la exégesis, algo es “improcedente” cuando es inadecuado, extemporáneo o
contrario a derecho, mientras que será “inadmisible” cuando en la práctica no resulte acepta-
ble [www.rae.es].
Entonces, el parámetro para medir la pertinencia o relevancia de las preguntas es apelar a
la teoría del caso que cada una de las partes proponga en el juicio.
Los interrogatorios serán formulados de manera clara y precisa; es decir, no deben dar lugar
a confusión o generar incertidumbre.
La doctrina enseña que existen varios tipos de preguntas objetables [Baytelman - Duce, Liti-
gación …, p. 197 y ss.]:
a) Las sugestivas: son aquellas que su sola enunciación propone su respuesta. Están prohi-
bidas para el examen directo, porque el abogado pone en boca de quien declara una
afirmación conveniente para su estrategia del caso. Así, sin la sugerencia no habría ob-
a) Cuando se haya cumplido con las formas de los actos definitivos e irreproducibles: se
considerarán tales a aquellos que no puedan ser reeditados en juicio o, aun de lograrlo,
no lo serán en las mismas condiciones iniciales.
1. Son casos que, por el tipo de operación que deba realizarse, el perito se ve en la ne-
cesidad alterar la sustancia o cualidad del objeto (por ejemplo, revenido químico) o
de agotar su contenido material (por ejemplo, determinar la aptitud para el dispa-
ro de una sola bala). De este modo, tras concluir la operación, no podrá retrotraer
su estado a la situación anterior.
Por lo tanto, deberán ser solicitados por el fiscal al juez de garantías, quien citará a
las partes y las notificará de su realización. La incomparecencia de ellas, debida-
mente anoticiadas, no impedirá su práctica y tendrá valor a todos sus efectos. Se
procederá sin dicha advertencia solo en casos de urgencia (art. 98, CPPCABA).
Cuando sea necesario realizar algún peritaje, los interesados serán emplazados de
su facultad de designar expertos para que participen del análisis, examinen sus con-
clusiones o propongan puntos para su evaluación.
Cuando por sus características el acto fuese irreproducible, su desarrollo deberá ser
grabado o filmado (art. 134, último párrafo, CPPCABA).
Sin embargo, a la fecha, también existen otros medios que pueden salvaguardar, más aca-
badamente, el contradictorio pleno (por ejemplo, la video conferencia).
Se ha dicho que la incorporación por lectura del testimonio de cargo constituye una clara vio-
lación de los principios superiores de oralidad y publicidad, los que a su vez se encuentran consa-
grados en la Convención Americana de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, arts. 8º, inc. 5º y 14, inc. 1º respectivamente, con rango constitucional, conforme
el art. 75, inc. 22 de la CN. Por consiguiente, su violación implica indefectiblemente la descalifica-
ción del acto procesal (acta de debate), como así también del pronunciamiento que ha sido su con-
secuencia, máxime teniendo en cuenta el carácter de prueba dirimente y única que ha tenido el
testimonio ilegalmente incorporado [CAPCF, Sala II, 13/5/05, “Piocampo, Estela Noemí”, causa nº
15/05, en consonancia con CNCP, Sala I, 26/11/01, “Pérez, José Daniel”, causa nº 3666].
La Corte ha sostenido en un caso donde prácticamente toda la prueba de cargo no fue repro-
ducida en juicio, que “el hecho de que el Estado haya realizado todos los esfuerzos posibles pa-
ra hallar al testigo y para satisfacer la pretensión de la defensa de interrogarlo, carece de toda
relevancia, pues lo que se encuentra en discusión es otra cosa: si la base probatoria obtenida sin
control de la defensa es legítima como tal. Desde este punto de vista, lo decisivo no es la legiti-
midad del procedimiento de incorporación por lectura, el cual, bajo ciertas condiciones, bien
puede resultar admisible, sino que lo que se debe garantizar es que al utilizar tales declaracio-
nes como prueba se respete el derecho de defensa del acusado” [CSJN, 12/12/06, “Benítez, Aní-
bal Leonel”, B. 1147. XL., causa nº 1524].
El legislador local ha omitido incorporar en el precepto la situación prevista por el inc. 3º del
art. 391 del CPPN que reza: “cuando el testigo hubiese fallecido, estuviere ausente del país, se
ignorase su residencia o se hallare inhabilitado por cualquier causa a declarar”. En igual senti-
do, el art. 366 del CPPBA.
Esta norma ha dado un amplio debate en sede nacional, en especial lo relativo a la incorpo-
ración por lectura de las declaraciones recabadas por la prevención policial, que no hayan sido
confirmadas judicialmente.
“La falta de ratificación en sede judicial de los testimonios cuestionados no produce su ex-
clusión de la condición de prueba idónea, máxime si no puede tachárselos de imparciales o
carentes de objetividad, por no surgir de la causa que los testigos se manifiesten motivados por
algún tipo de interés, afecto u odio” [CNCC, Sala I, 27/12/94, “Moreno, Mariano E.”, causa nº
43939, elDial-AIA94].
Las partes podrán aceptar que se tengan por conocidos los documentos a fin de sim-
plificar el trámite del debate.
Toda otra prueba que se pretenda introducir al juicio por su lectura no tendrá ningún
valor, sin perjuicio de la presentación de documentos al testigo, perito o al/la impu-
tado/a para facilitar su memoria o dar explicaciones sobre lo que allí consta, previa
autorización del Tribunal. En todo caso se valorarán los dichos vertidos al respecto en
la audiencia.
El artículo refiere la posibilidad de las partes de solicitar al juez, la lectura en debate, a viva
voz, y en presencia pública, de las declaraciones incorporadas a tenor del art. 239 del CPPCABA
y de los elementos documentales del art. 240 del CPPCABA, ello en consonancia con lo dispues-
to por los arts. 210, 228, 234 y 237 del CPPCABA, a cuyos comentarios nos remitimos.
Esta norma constituye una excepción al principio de oralidad e inmediación de la prueba
que deba ser producida en juicio, como consecuencia de situaciones diversas, reguladas en los
preceptos anteriormente señalados.
A fin de garantizar los controles de estilo, no se podrá incorporar por lectura las declaracio-
nes previas, contenidas en el legajo fiscal, de aquellas personas citadas a debate.
La única utilización válida de las actas escritas se da en los siguientes supuestos: 1) a los efec-
tos de facilitar la memoria del declarante —ya sea, testigo, perito, intérprete o imputado—, 2)
para señalar una contradicción, o 3) para que brinde una explicación de lo allí conste —por
ejemplo, sobre un punto de pericia—. Véase el comentario del art. 236.
En la práctica, también resultará acertado, cuando sea necesario, para examinar firmas o pa-
ra reconocer la confección manuscrita del documento por parte de quien se expide o de una
persona de la cual él tenga conocimiento. A tal efecto, deberá requerirse autorización al juez
que dirige el debate.
Entonces, el trámite adecuado consistirá en acercar al deponente el documento en cuestión,
para que proceda a su lectura silenciosa y, posteriormente, exprese los detalles de tiempo, mo-
do y lugar, pues, como bien dice la norma, solo podrán valorarse sus expresiones vertidas en au-
diencia.
106 que establece que las circunstancias de interés para la solución del caso podrán ser acredi-
tadas por cualquier medio que no resulte contrario a los principios legales.
La única alusión al punto, surge de los deberes específicos del personal policial, en el art. 88,
inc. 3º, del plexo de rito, donde se consigna que si hubiere peligro de que cualquier demora
comprometa el éxito de la investigación, harán constar el estado de las cosas, personas o luga-
res, mediante inspecciones, planos, fotografías, filmaciones, exámenes técnicos y demás ope-
raciones que aconseje la policía científica. En definitiva, las llamadas inspecciones técnicas a las
que se hizo alusión en el comentario del art. 235 del CPPCABA.
Se advierte que las facultades durante el trámite del debate, resultarían acotadas, pues solo
se hace referencia a la inspección de lugares, no así a las de cosas o personas. Sin embargo, nada
obsta a la actividad de las últimas fuera del ámbito de los estrados, sobre la base del principio
de libertad probatoria.
La producción de la prueba durante esta etapa, obligará al juez a suspender el juicio y a tras-
ladarse, junto a las partes, al lugar del hecho con el fin de reconocerlo.
De resultar un tribunal colegiado, la diligencia deberá ser practicada por la totalidad de los
magistrados que lo compongan, a fin de asegurar el principio de inmediación, pues la vivencia
de la medida será importante para el dictado ulterior del veredicto, percepción que no podrá
ser suplida por el acta que allí confeccione el presidente y que, luego, se incorpore por lectura
[Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1041].
Entendemos que en el caso el legislador intentó ser riguroso y denominó a esta prueba co-
mo “inspección de lugares” y no “inspección judicial”, ello acorde a la ausencia de regulación
durante la investigación, cuyo trámite corresponde exclusivamente al fiscal. Empero, faculta al
juez a su práctica, aún de oficio, cuando fuera necesario, ello en plena contradicción con el sis-
tema adversarial consagrado en el art. 13 de la CCABA.
En el comentario del art. 362 del CPPBA, similar al que nos ocupa, Hortel expone que al
encontrarse en juego, en el caso, la convicción del tribunal, este se encuentra facultado a dis-
poner las diligencias aludidas sin petición de parte autorizada, lo que comporta un supuesto de
atenuación al proceso acusatorio puro [Hortel, Código …, 9ª ed., 1998, p. 545]. En igual sentido,
La Rosa y Rizzi [Código …, p. 941], quienes refieren que “… ello conforma la única atribución
autónoma de investigación del órgano jurisdiccional, lo cual busca asegurar el recto conoci-
miento que debe tener de las verdaderas circunstancias de los hechos …”.
En nuestra opinión, y en el marco del debate, la única posibilidad de realización de esta me-
dida de prueba es a pedido de parte. Ello surge de una interpretación armónica y sistemática
del plexo de rito y acorde a lo dispuesto por los arts. 2º, 4º, 5º, 96, 97 y concs. del CPPCABA.
Así, el fiscal es el titular del ejercicio de la acción pública y quien tiene a su exclusivo cargo la
pesquisa, la acusación y la demostración de la culpabilidad del imputado. Entonces, la inter-
vención que tendrá el magistrado quedará acotada a aquellas medidas consideradas definiti-
vas e irreproducibles (arts. 93, in fine, 98, 99 y 100, CPPCABA), al control de los recaudos legales
y a supervisar el ingreso de la prueba a la audiencia de debate (arts. 71, 99, 210, 234 y concs. del
CPPCABA).
Esta tesis se abona con lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el prece-
dente “Sandoval, David Andrés”. Allí, se dispuso que la función jurisdiccional que compete al
tribunal de juicio se halla limitada al contradictorio, pues cualquier ejercicio que trascienda di-
cho ámbito atenta contra la esencia misma del sistema acusatorio. Por tanto, la iniciativa pro-
batoria del juez infringirá la igualdad de armas entre las partes creándose un desequilibrio en
favor de una de ellas [CSJN, 31/8/10, “Sandoval, David Andrés”, CSJN-Fallos, 333:1689].
En síntesis, si el tribunal considera que la prueba producida en audiencia es insuficiente, de-
berá estar a lo más favorable al reo (art. 2º, CPPCABA).
restantes pruebas incorporadas al debate, conforme a las reglas de la sana crítica” [CAPCF, Sala
III, 30/6/15, “Monzón, Fabián”, causa nº 15238-01/13].
Cuando el juez se vea impedido de realizarlo en la sala de audiencias, suspenderá su trámi-
te para su práctica en un habitáculo preparado al efecto, donde se trasladará el tribunal en ple-
no, de resultar colegiado, junto al resto de las partes. Se cumplirá en un todo con las disposicio-
nes de los arts. 138 y subsiguientes del Código de forma, a cuyo comentario nos remitimos.
Previo a su realización, se requerirá al interesado que informe sus instancias personales, se
le tomará promesa o juramento de decir verdad, se le impondrá de las penas concernientes al
delito de falso testimonio y se le preguntará si le corresponden las generales de la ley. Poste-
riormente, se lo invitará a que describa a la persona a la que hizo referencia y se le preguntará
si la reconoce en la rueda que tiene a la vista. Esta se llevará a cabo, por lo menos, junto con otras
dos personas de condiciones semejantes. De lo actuado, se labrará un acta que posteriormente
será incorporada a juicio.
La doctrina diferencia esta prueba del llamado “reconocimiento impropio”. Del último se
ha dicho que integra la declaración del deponente, pues se trata de una manifestación infor-
mal de conocimiento que integra su capacidad de atestiguar, sin perjuicio de la valoración del
juez según las reglas de la sana crítica. En base a ello se “ha considerado procedente el señala-
miento del imputado por parte de un testigo durante la audiencia de del debate, aun median-
do declaración de nulidad de los reconocimientos previos” [Navarro - Daray, Código Proce-
sal …, 2004, t. 2, p. 1042, en cita a TO nº 8, JPBA, 84-173-484; y CNCP, Sala III, JPBA, 85-82-197].
El artículo también faculta al juez, a pedido de parte, a disponer la realización de careos cuan-
do de las declaraciones de los testigos o de los imputados hubiesen discrepancias sobre hechos o
cuando se estime pertinente para el esclarecimiento de los sucesos material de acusación.
El imputado no podrá ser obligado y cuando los careados sean los testigos prestarán jura-
mento de decir verdad, a diferencia del primero. En cuanto a la forma deberá estarse a lo regu-
lado por los arts. 144 y 145 del CPPCABA, a los cuales remitimos.
El pedido de absolución formulado por el/la Fiscal dará por terminado el debate e im-
plicará la libre absolución del/la imputado/a cuando no hubiera habido acusación de
la querella.
Una vez que se concluyó con la recepción de pruebas, el juez concede la palabra a los inte-
resados para que formulen sus alegatos.
Si bien la redacción de la norma sugiere que no haya interrupción, nada impide que, a pedi-
do de parte, en atención a la naturaleza del asunto, a su complejidad y al volumen probatorio,
se disponga un cuarto intermedio para preparar acabadamente la discusión.
En el alegato final, las partes argumentaran oralmente sobre los hechos, el derecho aplica-
ble y el mérito de la prueba para fundamentar su teoría del caso y emitir sus conclusiones, ver-
bigracia, para solicitar la condena o absolución del imputado.
Es un ejercicio dialéctico, donde se sustancia el contradictorio pleno sobre la cuestión de
fondo pesquisada. Es el único momento donde los abogados sugieren al juez cómo deberá rea-
lizar la valoración de prueba, sobre la base de la información producida en juicio. Por tanto, de-
berán coordinarlas de manera ordenada y coherente para convencer al tribunal de la tesis por
ellos sustentada.
La argumentación tiende al análisis de diferentes elementos, que luego serán valorados por
el juez en la sentencia, a saber:
a) La existencia del hecho en cuanto su exteriorización material. Así, los interesados debe-
rán realizar una descripción clara y precisa, limitándose a las circunstancias de tiempo,
modo y lugar materia de acusación, concordante con el requerimiento de juicio y los ale-
gatos de apertura. Lo expuesto, con el objeto de garantizar el principio de congruencia
derivado del derecho de defensa en juicio y el debido proceso legal.
b) La responsabilidad penal y civil que en el suceso le cupo al imputado y a los demás par-
tícipes del hecho (cuando el querellante formuló demanda de este tipo, conforme a los
arts. 12 y 36, CPPCABA).
c) La valoración de la prueba de acuerdo a las reglas de la sana crítica y su teoría del caso.
d) La existencia de eximentes, atenuantes, agravantes o demás circunstancias relativas a la
tipicidad, antijuricidad, culpabilidad y punibilidad de los autores o demás cómplices pri-
marios o secundarios.
e) La calificación legal del hecho y su fundamentación.
f ) El pedido de pena a imponer, de acuerdo a los principios de prevención general o espe-
cial, o la solicitud de absolución.
g) Si corresponde la reparación civil solicitada o su rechazo, con la explicación de las razo-
nes de dicha postura.
h) La imposición o eximición de las costas causídicas.
Si bien los alegatos deberán ser formulados oralmente, ya que el Código expresamente pro-
híbe la lectura de memoriales, ello no se incumple con la consulta de apuntes, ayuda memoria,
esquemas de desarrollo de las disertación o la lectura de citas de doctrina o jurisprudencia re-
queridas para el caso.
La norma marca el orden de prelación de los discursos. Estos no deberán ser alterados, pues
su cambio podrá, eventualmente, resultar causal de nulidad. No obstante, es claro que la últi-
ma palabra técnica corresponderá siempre al letrado de la defensa.
Quien tomará la palabra, en primer término, será el fiscal. Su alegato estará estructurado de
manera tal que permita al juez comprender acabadamente los fundamentos de su postura. De-
berá concluir con un concreto pedido de pena o de absolución, ya que realizará sus instancias
conforme al criterio de objetividad (art. 5º, CPPCABA y ley 1903).
La ausencia de solicitud de condena de la vindicta pública durante el alegato oral fue un te-
ma harto discutido en la doctrina y jurisprudencia nacional. Sobre el punto, se adentraron dos
posturas: 1) aquella que considera suficiente acusación al requerimiento de elevación a juicio
y, como tal, con facultad de excitar la intervención jurisdiccional autónoma, y 2) la que entien-
de que el juez no puede condenar si el fiscal, durante el debate, solicitó la absolución del en-
causado.
En relación a la primera, encontramos el antecedente “Marcilese” donde la mayoría sostu-
vo que “si el representante del Ministerio Público, luego de haber ampliado la acusación con-
tenida en el requerimiento de elevación a juicio, solicitó la absolución del procesado, la conde-
na dictada no afecta la garantía de defensa en juicio porque respeta el principio acusatorio for-
mal y la exigencia de que al juicio precede una acusación, y a la vez, se mantiene incólume el so-
metimiento al principio de contradicción. No puede exigirse que el juez quede atado ineludi-
blemente a una evaluación de los hechos y a una interpretación del derecho realizada por el fis-
cal, sobre la base de motivaciones de las que no participa, apartándose así de su convicción acer-
ca de la verdad real. Si se pretende ser consecuente con el principio acusatorio formal, como ga-
rantizador de la imparcialidad del tribunal de juicio, no se puede al mismo tiempo postular que
sus decisiones quedan ligada a las de otro órgano del Estado” [CSJN, 15/8/02, “Marcilese, Pe-
dro”, CSJN-Fallos, 325:2005, del voto del doctor Fayt, por la mayoría].
Respecto de la última postura, tesis que se encuentra vigente a la fecha, se ha sostenido que
“en materia criminal la garantía consagrada por el art. 18 de la CN exige la observancia de las
formas sustanciales del juicio relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por
los tribunales naturales. Además, corresponde decretar la nulidad de la sentencia condenato-
ria dictada sin que mediase acusación si, dispuesta la elevación a juicio, el fiscal solicitó durante
el debate la libre absolución del sujeto pasivo del proceso” [CSJN, 28/12/89, “Tarifeño, Francis-
co”, CSJN-Fallos, 325:2019; y, en igual sentido, CSJN, 22/12/94, “García, José”, CSJN-Fallos, 317:
2043; ídem, 13/6/95, “Cattonar, Julio Pablo”, CSJN-Fallos, 318:1234; e ídem, 17/2/04, “Mostac-
cio, Julio Gabriel”, CSJN-Fallos, 327:120].
Resulta de interés al punto lo expresado en el precedente “Quiroga”, en tanto se dijo que
“la exigencia de acusación, si es que ha de salvaguardar la defensa en juicio y la imparcialidad
como condiciones del debido proceso, presupone que dicho acto provenga de un tercero dife-
rente de quien ha de juzgar acerca de su viabilidad, sin que tal principio pueda quedar limita-
do a la etapa de ‘debate’, sino su vigencia debe extenderse a la etapa previa, de discusión acer-
ca de la necesidad de su realización” [CSJN, 23/12/04, “Quiroga, Edgardo Oscar”, CSJN-Fallos,
327:5863, ap. 17 del voto de la mayoría].
Esta misma opinión sostuvo el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad, al expresar que “la
Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, en el art. 13, inc. 3º, declara vigente el sistema acu-
satorio y la garantía de la inviolabilidad de la defensa en juicio, por lo que el desistimiento del
fiscal de impulsar la acción hasta la sentencia realizado antes del juicio para no provocarlo, o
dentro de él para disolverlo, vincula a los jueces que deciden en cualquier instancia” [TSJ
CABA, 29/9/00, “Pariasca, Lucio León Eloy”, expte. nº 339/00, del voto del doctor Maier, por la
mayoría].
Empero, esta antigua disputa fue soslayada por el legislador local, quien reguló expresa-
mente, en la norma comentada, que “el pedido de absolución formulado por el/la fiscal dará
por terminado el debate e implicará la libre absolución del/la imputado/a cuando no hubiera
habido acusación de la querella”.
Finalizada la exposición, será el turno de la acusación particular.
Nuestro Código ha reconocido capacidad autónoma de litigación a esta parte, cuando el
Ministerio Público Fiscal no quiera acompañarla al debate. Así, dispuso que el proceso conti-
nuará bajo la forma prevista para los delitos de acción privada (arts. 10 y 208, in fine, CPPCABA).
Dado que también podrá ejercer la acción civil con la penal, al efecto de obtener la reparación
integral del perjuicio causado por el delito, deberá expedirse sobre las cuestiones atinentes al
punto, si así lo hubiera hecho (art. 12, CPPCABA).
En el mismo sentido, se ha legislado en este artículo que la acusación de la querella es sufi-
ciente para habilitar al juez al dictado de una sentencia condenatoria, a pesar de la negativa
fiscal.
Esta facultad ya había sido reconocida por la Corte en el fallo “Santillán” donde se resolvió
que “corresponde dejar sin efecto la sentencia que consideró que, como consecuencia de las fa-
cultades conferidas por el actual ordenamiento procesal al representante del ministerio públi-
co para el ejercicio de la acción penal pública, la actuación del querellante particular no era au-
tónoma respecto de aquel órgano y que, postulada la absolución por el primero, el pedido de
condena de la querella no es suficiente para habilitar al tribunal a emitir un pronunciamiento
de condena” [CSJN, 13/8/98, “Santillán, Francisco Agustín”, CSJN-Fallos, 321:2021; y, en el mis-
mo sentido, CSJN, 11/7/07, “Sabio, Edgardo Alberto”, CSJN-Fallos, 330:3092].
También se ha dicho que “corresponde dejar sin efecto el fallo de condena si la decisión del
juez de instrucción de dar por decaído el derecho a responder la vista que prevé el art. 346 del
CPPN aparejó la pérdida de los derechos procesales vinculados al acto precluido, con lo cual si
el particular ofendido no concretó objetivamente y subjetivamente su pretensión, no podría
integrar legítimamente una incriminación que no formuló previamente” [CSJN, 11/7/06,
“Del’Olio, Edgardo Luis y Del’Olio, Juan Carlos”, CSJN-Fallos, 329:2596].
Esta misma jurisprudencia ha sido sostenida por nuestro fuero, por tanto, si la querella no
formuló requerimiento durante la investigación preparatoria, ello impedirá su participación
en juicio y su facultad de formular la acusación. Sobre el punto, véase el comentario del art. 207
del CPPCABA.
Posteriormente, se expedirán los letrados del imputado.
La defensa tendrá que ser activa y refutar los argumentos y pruebas de cargo sostenidas por
la acusación. Una actitud pasiva y complaciente o un reconocimiento de la responsabilidad de
su pupilo en contra de sus intereses o su negativa, será razón suficiente para su reemplazo ofi-
cioso o para la anulación del debate, en virtud de que el menoscabo de las garantías procesales
que la Constitución y la ley reconocen a favor del imputado debe ser corregido [CAPCF, Sala III,
19/8/10, “Soplan, Mauro”, causa nº 34125/09, del voto de la doctora Manes, por la mayoría]. No
obstante, dichas circunstancias deberán ser apreciadas por el juez con máxima prudencia so
pretexto de intervenir arbitrariamente en su estrategia. En este sentido, la Corte dispuso el
apartamiento de un defensor que no asistió de manera efectiva al condenado, considerando
además al caso de mayor gravedad, por tratarse de una defensa técnica provista por el Estado
[CSJN, 7/8/07, “Noriega, Manuel”, CSJN-Fallos, 330:3526; mismo criterio en CAPCF, Sala III,
19/8/10, “Soplan, Mauro”, causa nº 34125/09].
Por último, se expedirá el civilmente demandado (art. 36, CPPCABA), quien deberá limitar-
se a la acción civil interpuesta en su contra.
Las partes poseen derecho a réplica, es decir, a instar, argüir o contradecir los argumentos de
la contra parte, pero solamente con el límite de la refutación de aquellos adversos que no hu-
biesen sido discutidos. Ello no se limita solo a los hechos, sino también al derecho y a la respon-
sabilidad que cupo al imputado en la cuestión traída a estudio. La defensa lo hará siempre en
último lugar.
El juez moderará los alegatos, podrá realizar preguntas aclaratorias a los interesados sobre
su teoría del caso, pero evitará interrumpir, en la medida de lo posible, las alocuciones. Puede
fijar prudencialmente el término de los discursos de acuerdo a la complejidad del asunto.
La última palabra corresponde al imputado.
Luego, se da por cerrado el debate y se invita a los participantes a asistir a la audiencia para
lectura de sentencia.
Capítulo 4
Registro
Art. 245. — «Acta del debate». El/la Secretario/a labrará un acta del debate que de-
berá contener:
1. El lugar y fecha de la audiencia con mención de las suspensiones ordenadas.
2. El nombre y apellido del/la Juez/a, Fiscales y Defensores/as.
3. Las condiciones personales del/la imputado/a.
Resultan de aplicación al caso las reglas generales de los art. 50 a 53 del Código de rito, en la
medida que no se contradigan con el precepto. Por lo tanto, ante la existencia de un acto defec-
tuoso, se tornará inadmisible su contenido como prueba, cuando aquella no pueda ser suplida
con certeza sobre la base de otros elementos probatorios (art. 52, CPPCABA).
No se exige que el documento contenga un registro fiel y puntilloso de todo lo que ocurrió
en la audiencia, sino solamente de aquello que enumere la norma, por lo cual su redacción, aún
en forma sucinta, es suficiente.
ciones generales de la ley y se les impondrá respecto de las penas concernientes al delito de falso
testimonio. No resulta necesaria la transcripción del contenido de sus dichos en el acta, salvo
aquellos puntos que ordene el tribunal o soliciten las partes para favorecer su estrategia del caso.
La Cámara del fuero declaró la nulidad del acta, del debate y de la sentencia, en una ocasión
donde el letrado defensor se agravió de que el testigo no había dicho lo que expresaba el juez
en su resolución. El secretario no había consignado en el instrumento la declaración, por no ha-
berlo solicitado el interesado [CAPCF, Sala II, 9/9/04, “Montero Montero, María Nela”, causa nº
217/04]. Al ser elevada la causa al máximo tribunal local, luego de dictada una nueva sentencia
por otro magistrado, el doctor Maier expresó: “… Obiter dictum: no es cierto, a mi juicio, que el
acta del debate contenga algún yerro que elimine el debate por injusto (LPC, art. 6º, y CPPN, art.
394, II). En realidad, lo que la Sala II pretende es transformar un procedimiento oral y público en
primera instancia en un procedimiento escrito y secreto en la llamada ‘segunda instancia’ (…)
cuando, en realidad, es la Sala la que, frente al recurso del condenado, debió realizar un nuevo
debate en los límites correspondientes (del recurso)” [TSJ CABA, 9/3/05, “Montero Montero,
María Nela”, expte. nº 3739].
De la misma forma, se deberán consignar detalladamente la totalidad de los elementos pro-
batorios recabados durante el debate, aquellos incorporados por lectura (art. 210, CPPCABA),
los admitidos como nuevos testigos o documental (art. 228, inc. 3º, CPPCABA), y la nueva prue-
ba (art. 234, CPPCABA).
6) Otras menciones prescritas por la ley o las que el juez ordenare hacer o aquellas que soli-
citaren las partes: se deberá consignar también las cuestiones preliminares planteadas por las
partes (art. 228, CPPCABA), las incidencias, la ampliación o modificación de la imputación (art.
230, CPPCABA), lo que resuelva el magistrado sobre dichos puntos, las objeciones a preguntas
impertinentes, el desestimiento de los testigos, las restricciones a la oralidad o publicidad del
juicio (art. 216, CPPCABA), la prohibición de acceso de alguna persona (art. 217, CPPCABA), la
comprobación de la comisión de delito en audiencia (art. 225, CPPCABA), el ejercicio de poder
disciplinario (art. 223, CPPCABA) y demás cuestiones que deban ser formalizadas o que así lo
requieran las partes.
7) La firma del fiscal, defensores y secretario, quien previamente la deberá leer a los intere-
sados: el texto omite, al igual que el nacional, al querellante, al actor civil, al civilmente deman-
dado y al imputado. Entiende la doctrina que dicha omisión se debe a que habría sido intención
del legislador ceñir la rúbrica a los asistentes técnicos [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004,
También sirve para confrontar inconsistencias, omisiones graves o confusiones en que pudo
haber incurrido el fedatario al momento del confeccionar el acta o, inclusive, el propio juez al
fundar la sentencia.
Nótese que la audiencia es oral, y el secretario no está obligado a consignar en detalle todo
lo acontecido, salvo aquello que expresamente prevé el art. 245 del CPPCABA. Menos aún, a
escuchar la grabación para la redacción del instrumento público, pues este contiene la percep-
ción que, a través de sus sentidos, tuvo de lo acontecido en juicio.
En la misma inteligencia, la grabación podrá ser utilizada por el magistrado, para refrescar
sus percepciones, cuando tenga que redactar la sentencia.
Es de destacar que el tribunal de revisión se encuentra facultado, en el recurso de apelación,
a realizar una revisión amplia de los hechos y las pruebas con el único límite de la valoración deri-
vada del principio de inmediación, que es propia del juez que intervino en debate. Ello más aún
después del dictado del fallo “Casal” [CSJN, 20/9/05, CSJN-Fallos, 328:3399], cuyo antecedente
inmediato es la sentencia “Herrera Ulloa c. Costa Rica” [dictada por la Corte IDH, con fecha
2/7/04]. En el primero, se expresó que “los arts. 8º.2.h de la CADH y 14.5 del PIDCP exigen la revi-
sión de todo aquello que no esté exclusivamente reservado a quienes hayan estado presentes
como jueces en el juicio oral, que es lo único que los jueces de casación no pueden valorar, no solo
porque cancelaría el principio de publicidad, sino también porque directamente no lo conocen,
o sea, que a su respecto rige un límite real de conocimiento; se trata directamente de una limi-
tación fáctica, impuesta por la naturaleza de las cosas, y que debe apreciarse en cada caso”.
“En este sentido aparece conveniente hacer mención a la compatibilidad del proceso acu-
satorio formal con la doble instancia. La efectividad de la doble instancia penal, para no que-
dar reducida a la nada, en atención a la oralidad e inmediación propias del proceso penal, de-
pende directamente del registro del juicio oral. De allí que para garantizarlo, el legislador pre-
vió la grabación de audio o video de la audiencia de juicio, con certificación de secretario (art.
246, CPPCABA)” [CAPCF, Sala III, 10/5/13, “Zafarani, Marcos Carlos”, causa nº 53198-01/11].
Capítulo 5
Sentencia
La sentencia es un acto jurídico a través del cual el juez o tribunal colegiado, una vez finali-
zado el debate, pone fin al trámite con autoridad de cosa juzgada. Es una resolución jurisdic-
cional que decide definitivamente el fondo del pleito o litigio. El Código de procedimientos la
define como una decisión judicial que pone término al proceso, después de su integral desa-
rrollo (art. 42, inc. 1º, CPPCABA).
La sentencia, para resultar válida, debe ser fundada. El razonamiento empleado será lógico
y deberá cumplir con los principios de validez universal asequible a todo pensamiento, que se
enuncian a continuación:
a) De identidad: se ha definido a este concepto diciendo que “toda cosa es igual así mis-
ma”, es decir, un objeto o un concepto solo puede ser lo que es y no otro.
b) De contradicción: según el cual, una proposición no puede ser verdadera y falsa a la
vez. Así, si se afirma algo, no se lo puede negar al mismo tiempo.
c) De tercero excluido: presupone que entre dos juicios que se contradicen, donde uno
afirma y el otro niega, solo uno es el correcto, o sea, se excluye una tercera posibilidad.
d) De razón suficiente: este principio busca que se responda a la pregunta de “el porqué
de las cosas”. Nada es aislado, todo está ligado, necesariamente, a algo que es su razón
de ser (principio de causalidad, motivación, etcétera) [Chapa de Santos, Introducción …,
1971, p. 40].
Entonces, una sentencia que quiebre la lógica de sus afirmaciones presentará una funda-
mentación aparente, causal suficiente de arbitrariedad.
La doctrina de la arbitrariedad tiende a cubrir casos de carácter excepcional en los que las
deficiencias lógicas del razonamiento o una total ausencia de fundamento normativo, impiden
considerar al decisorio como la ‘sentencia fundada en ley a la que aluden los arts. 17 y 18 de la
Ley Suprema [CSJN, 24/8/00, “Tapia, Edith Susana”, CSJN-Fallos, 323:2196]. Se busca resguardar
la garantía del debido proceso legal y el derecho de defensa en juicio, al exigir que las senten-
cias sean fundadas y constituyan una derivación razonada del derecho vigente con aplicación
a las circunstancias acreditadas en la causa [CSJN, 26/10/93, “Vega, Fabián Alberto”, CSJN-
Fallos, 316:2464; ídem, 13/2/96, “Peleriti, Humberto”, CSJN-Fallos, 319:103; ídem, 24/8/00, “Leo-
nardi, Daniel”, CSJN-Fallos, 323:2166; ídem, 23/12/04, “Manzoni, Juan Carlos”, CSJN-Fallos,
327:5857; entre otros].
Este sistema se caracteriza por la ausencia de reglas generales, impuestas por ley, para valo-
rar la prueba que deberá acreditar la existencia del suceso delictivo. Se deja al magistrado en li-
bertad de admitir toda aquella que considere útil para el esclarecimiento de la verdad y para
apreciarla conforme a las pautas de la lógica, la psicología y la experiencia [Ábalos, Derecho …,
t. 3, p. 336].
Ello no implica la falta de límites para su valoración, sino que debe observarse como guía lo
previsto en los arts. 106 y 107 del CPPCABA.
Este método se opone al sistema de “prueba legal”, propio de la inquisición, donde la ley re-
gula minuciosamente las condiciones negativas o positivas que deberá reunir el juez para al-
canzar certeza (por ejemplo, cantidad de testigos, de indicios, formas de prueba, etcétera) y al
sistema de “íntima convicción”, común a los juicios por jurados, donde no se encuentran obli-
gados a motivar las razones por las cuales arriban a la solución propuesta para el caso (culpabi-
lidad o inocencia).
En dicha inteligencia, la Corte descalificó por arbitraria la sentencia que rechazó los recur-
sos de casación articulados por los imputados, contra la decisión que los declaró coautores del
delito previsto y reprimido por el art. 292, párr. 2º del CP, en virtud de que tribunal a quo arribó
a la decisión condenatoria sobre la base de que una escritura de reconocimiento de la paterni-
dad es un documento válido para acreditar la identidad, vulnerando lo dispuesto por el art. 13
de la ley 17.671, en cuanto dispone que la identidad solo se acredita con el Documento Nacio-
nal de Identidad [CSJN, 12/4/11, “Martínez, Walter y otros”, CSJN-Fallos, 334:365].
La redacción de la sentencia podrá adoptar la modalidad que el tribunal estime convenien-
te e incluso podrá ser sucinta, en la medida en que sea clara, lógica, precisa y autosuficiente. En
resumen, deberá ser fundada y explicar las razones de su decisión. No basta con enunciar los
elementos probatorios recabados en juicio, sino que es necesario vincular estos con los hechos
acreditados y la responsabilidad achacada al encausado.
Se podrán rectificar, a pedido de parte o de oficio, y dentro del tercer día de dictada, cual-
quier error u omisión material, en la medida que ello no implique una modificación esencial de
su estructura (art. 45).
4) Las consideraciones de derecho que correspondan: a las de hecho y prueba menciona-
das anteriormente, se añaden las de derecho. Es decir, aquí el juez deberá realizar una opera-
ción intelectual tendiente a fundamentar la subsunción del hecho en un tipo penal. También
habrá de valorar la aplicación de circunstancias agravantes o atenuantes que rodeen al suceso.
La regla deriva del principio de «nullum crimen, nulla poena sine lege», según el cual “nin-
gún habitante de la nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho
del proceso” (art. 18, CN).
Es necesario que la plataforma fáctica materia de acusación se encuentre tipificada como
delito, pues nadie puede ser obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que ella
no prohíbe (art. 19, CN).
La sentencia deberá expresar, también, la responsabilidad que en el hecho le cupo al impu-
tado, ya sea en calidad de autor, cómplice o instigador (art. 45 y ss., CP), si los delitos concurren
en forma real o ideal (art. 54 y ss., CP) y si fueron consumados o tentados (art. 42 y ss., CP). Se de-
berá resolver también sobre el decomiso o restitución de los bienes secuestrados (arts. 23, CP y
335, CPPCABA), entre otros.
5) La absolución o condena: en la parte resolutiva de la sentencia —luego de la funda-
mentación de los hechos, de la prueba y del derecho aplicable en los considerandos—, el juez
concluirá si corresponde dictar condena o absolver al encausado.
La primera obedece a un criterio de culpabilidad de autor. Entonces, se concluirá con una
sanción (art. 5º, CP), cuando se pueda formular un juicio de reprochabilidad, basado en que el
sujeto pudo comprender el injusto y auto determinarse conforme a derecho.
El dictado de la sentencia condenatoria exige “certeza” o sea “el estado lógico de un juicio,
según el cual, tenidas legalmente por ciertas determinadas circunstancias, solo una conclusión
resulta posible” [Binda, en Código …, 2007, t. III, p. 172].
Si no se hubiese podido acreditar la materialidad fáctica o la participación del imputado, se
dictará su absolución. Lo mismo ocurrirá ante la existencia de una mera probabilidad o duda
(art. 2º, CPPCABA).
6) La individualización de la pena y las circunstancias valoradas para ello: el juez procede-
rá a realizar la determinación de la sanción, dentro del marco de juego previsto por ley (máxi-
mos y mínimos legales) y de acuerdo a los criterios enumerados en los arts. 40 y 41 del CP.
Dicha mensuración será fundada, de acuerdo a las normas invocadas y a las necesidades re-
tributivas, preventivas generales o especiales del caso, bajo pena de nulidad (art. 42, CPPCABA).
La magnitud de la sanción será adecuada a la culpabilidad del autor y no podrá exceder la
solicitud efectuada por el Ministerio Público Fiscal o la querella. Sí podrá efectuar un cambio de
calificación con respecto a la requerida (véase el comentario al art. 249, CPPCABA).
De la misma forma, el magistrado deberá motivar las razones que justifiquen la aplicación
efectiva o condicional de la pena. Esta última se hará de acuerdo a los parámetros del art. 26 y
concs. del CP.
Luego, regulará el plazo y las reglas de conducta aplicables, con el objeto de evitar futuras
reincidencias y para que el condenado adopte pautas de convivencia para su futura reinserción
social (art. 27 bis, CP).
“Es arbitraria la sentencia que, en la individualización de la pena aplicada, omitió expresar
fundamentos suficientes para sustentar tanto el rechazo de la pretensión fiscal, cuanto la re-
ducción de la sanción” [CSJN, 7/12/01, “San Martín, Rafael Santiago”, CSJN-Fallos, 324:4170].
El juez se expedirá sobre la unificación de penas y condena. Su omisión no causa nulidad,
aun cuando hubiese sido requerido por la acusación, pues la solicitud puede ser reiterada o la
sentencia rectificada (art. 45, CPPCABA). Cuando no lo hubiera dispuesto el magistrado que dic-
tó la última condena, corresponderá lo haga, a pedido de parte, aquel que aplicó la pena mayor
(art. 58 y concs., CP).
El tribunal deberá evaluar la declaración de reincidencia, siempre que quien hubiese cum-
plido total o parcialmente pena privativa de libertad, cometiere un nuevo delito punible con
esa misma clase de sanción (art. 50 y ss., CP). El legislador nacional optó por un sistema de rein-
cidencia real, por oposición a la ficta [CSJN, 15/6/10, “Romero, Christian Maximiliano”, CSJN-
Fallos, 333:1075].
Se ha decidido que no debe computarse a la prisión preventiva, como pena, a los efectos de
la aplicación de este instituto [CSJN, 17/10/07, “Mannini, Andrés Sebastián”, CSJN-Fallos, 330:
4476].
La discusión sobre la constitucionalidad de la norma ha sido zanjada en varios precedentes.
La reincidencia no se sustenta en la comisión de un delito anterior, sino en el desprecio que ma-
nifiesta por la pena privativa de libertad quien, pese a haberla cumplido, recae en la comisión
de nuevos ilícitos. Ulteriormente, “… el principio de non bis in idem, en lo que al caso interesa,
prohíbe la nueva aplicación de pena por el mismo hecho pero no impide al legislador tomar en
cuenta la condena anterior —entendida como un dato objetivo y formal—, a los efectos de
ajustar con mayor precisión el tratamiento penitenciario que se considere adecuado para aque-
llos supuestos en los que el individuo incurriese en una nueva infracción criminal (véase en sen-
tido concordante ‘Pace v. Alabama’ 106. U.S. 583, ‘Leeper v. Texas’, 139 U.S. 462 y ‘Moore v. Mis-
souri’, 159 U.S. 673 de la Suprema Corte de los Estados Unidos y causa V. 172.XXI. ‘Váldez, Enri-
que Carmelo y otra s/Robo con armas y encubrimiento’, del 21/4/88. CSJN-Fallos, 311:1451, con-
sid. 7º)” [TSJ CABA, 19/7/06, “Lemes, Mauro Ismael”, causa nº 4603/05].
Así, Maier descarta el argumento de la lesión al «ne bis in idem» y refiere que el hecho puni-
ble anterior no se vuelve a juzgar o penar, sino que la condena sufrida determina una clase espe-
cial de autores, similar a la de los llamados delitos especiales impropios, donde dicha calidad no
funda la prohibición legal sino que solamente la agrava [Maier, Derecho …, t. I, p. 643].
La Corte ha declarado la inconstitucionalidad de la multirreincidencia y de la aplicación ac-
cesoria de reclusión por tiempo indeterminado, para las penas de corta duración [CSJN, 5/9/06,
“Gramajo, Marcelo Eduardo”, CSJN-Fallos, 329:3680].
Por último, la reclusión o prisión por más de tres años lleva como inherente la imposición de
accesorias legales previstas por el art. 12 del CP.
8) La imposición o exención de costas: toda resolución que ponga fin a la causa deberá ex-
pedirse sobre las costas. Estas serán a cargo de la parte vencida, pero el tribunal podrá eximirla,
total o parcialmente cuando hubiese tenido razón para litigar. Su contenido abarca el pago de
la tasa de justicia, los honorarios devengados a los abogados de las partes y a los peritos, como
los demás gastos que hubiese originado la tramitación de la causa. Cuando fueran varios con-
denados, la sentencia fijará la parte proporcional que corresponda a cada uno de ellos, sin per-
juicio de la solidaridad establecida por el Código Civil y Comercial de la Nación (arts. 341 a 347,
CPPCABA).
El presente artículo presenta una deficiente técnica legislativa, pues no se refiere a otros ele-
mentos que deberán constar necesariamente en la sentencia.
Entre ellos:
9) Lugar y fecha de su emisión: el lugar coincidirá con el ejido jurisdiccional donde se en-
cuentre asentado el tribunal y resulta de interés a los efectos de determinar su competencia
territorial (arts. 16, CPPCABA).
La consignación de fecha es obligada para el labrado de cualquier acto documentado que
deba ser realizado por un funcionario público, acorde al art. 51 del CPPCABA. Sirve para verifi-
car si fue confeccionado en el término previsto por ley, máxime cuando el incumplimiento está
sancionado bajo pena de nulidad como en este caso (arts. 43 y 251, CPPCABA).
10) La mención del tribunal que la pronuncia: bajo esta condición se asegura la compe-
tencia en razón de la materia de sus integrantes (art. 17, CPPCABA). Es importante asentar el
nombre del juez o de los integrantes del tribunal colegiado, a los efectos de determinar el cum-
plimiento del principio de inmediación. Es decir, que quienes firmen la sentencia, sean los mis-
mos que presenciaron el juicio.
11) La mención del fiscal y de las otras partes: a fin de proceder a su identificación física,
pues han participado directamente en juicio. Entonces, deberá asentarse el nombre del titular
de la vindicta pública, del abogado defensor y de la querella. También se deberá consignar la
presencia el asesor tutelar, si se requirió su participación a tenor de la ley 2451, la del actor civil
y la del civilmente demandado, si los hubiese.
12) La firma del juez y del secretario: ello surge de la norma común a otras formas de docu-
mentación (art. 50, CPPCABA). Al resultar un instrumento público, se prevé la rúbrica del oficial
que lo confeccionó, como requisito de validez (art. 290, CCCN).
Si el tribunal fuera colegiado, deberán suscribir todos sus integrantes. El plexo de forma nacio-
nal, a diferencia del local, menciona que si uno de los jueces no lo pudiese hacer por impedimen-
to ulterior a la deliberación, esto se hará constar en ella y valdrá sin esa firma (art. 399, CPPCABA).
El principio «iura novit curia» es un aforismo, proveniente del latín, que implica que el juez
conoce el derecho. Entonces, puede dar a los hechos una calificación jurídica diferente a la sos-
tenida por las partes, quienes no se ven obligadas a probar lo que dicen las normas, pues se pre-
sumen por todos conocidas (art. 8º, CCCN). El vocablo iuris dictio significa dictar la ley. Por lo tan-
to, determinar el tipo penal aplicable al caso, es una función soberana del magistrado que
intervino en el debate.
Si no se verifica una diferencia sustancial entre la conducta descripta en la acusación y la que
sustenta la condena, no se viola la congruencia. Tampoco sucede, cuando el mismo plafón fác-
tico es objeto de distinta subsunción legal. No obstante, el cambio de calificación no puede alte-
rar las condiciones del suceso materia de imputación, pues, de lo contrario, se violaría el princi-
pio enunciado. Sobre el punto, véase el comentario al art. 230 del CPPCABA.
Vale aclarar que la doctrina no es uniforme respecto de la admisibilidad del iura novit curia
como fundamento para habilitar el cambio de calificación por parte del magistrado [al respec-
to, véase Ledesma, “¿Es constitucional …, 2005; y Sancinetti, “La relación’’…”, 2009, t. 1, ps. 334
a 338].
Sostuvo la Corte Interamericana de Derechos Humanos que: “(e)l Estado es responsable de
la violación del derecho de Fermín Ramírez consagrado en el art. 8º (2) (c)de la Convención
Americana porque mediante la inclusión de nuevos hechos imputados (…) y el cambio brusco
de la calificación jurídica en la sentencia condenatoria impidieron que la defensa técnica orien-
tara su actividad de manera razonable, con el tiempo y los medios adecuados para su prepara-
ción” [Corte IDH, 20/6/05, “Fermín Ramírez v. Guatemala”].
En un caso donde el cambio de calificación importó que el tribunal aplicara el mínimo de la
pena en abstracto que resultó ser mayor al de la figura elegida por la fiscalía, se expresó: “si bien
el principio de congruencia exige que el hecho que se juzga debe ser exactamente el mismo que
fue objeto de imputación y debate en el proceso, es decir, aquel sustrato fáctico sobre el cual los
actores procesales desplegaron su necesaria actividad acusatoria defensiva, de ello no se sigue
que los cambios de calificación no generan agravio constitucional alguno si versan sobre los
mismos hechos que fueron objeto de debate en juicio, pues solo se ajustarán al art. 18 de la CN,
los que no haya desbaratado la estrategia defensiva del acusado impidiéndole formular sus
descargos” [CSJN, 11/12/07, “Ciuffo, Javier Daniel”, CSJN-Fallos, 330:5020, del voto de los doc-
tores Lorenzetti y Zaffaroni, por la mayoría].
El único límite que impone la acusación es el monto de pena. Así, aun cuando el magistrado
decida una tipificación diferente a la propuesta por las partes, en ningún caso podrá aplicar una
sanción más grave que la solicitada por el fiscal o, eventualmente, por la querella, en un juicio
con acusación conjunta o cuando lo haga bajo las previsiones de los delitos de acción privada
(arts. 10 y 208, in fine y 252, CPPCABA).
Lo expuesto es consecuencia directa del principio «ne procedat iudex ex officio», que deriva
del modelo constitucional de separación de poderes. En consecuencia, quien ejerce la acción habi-
lita la jurisdicción y, al mismo tiempo, la limita. Es decir, el juez, ecuánime e imparcial, no puede
fallar por encima (ultra petita), más allá (plus petita) o fuera de lo peticionado (extra petita) por
el órgano creado a tal fin; ni sustituirlo en sus pretensiones por considerarlas insuficientes.
Efectivamente, si el funcionario dotado de competencia para impulsar el proceso se ha con-
formado con un monto determinado de pena, de acuerdo a la gravedad e importancia del deli-
to acreditado, es imposible que el juez garante se exceda en dicha pretensión en perjuicio del
reo (reformatio in pejus). Ello, también se condice con el sistema acusatorio, reconocido en la
Constitución local.
La “función jurisdiccional que compete al tribunal de juicio se halla limitada por los térmi-
nos del contradictorio, pues cualquier ejercicio de ella que trascienda el ámbito trazado por la
propia controversia jurídica atenta contra la esencia misma de la etapa acusatoria de nuestro
modelo de enjuiciamiento criminal. Desde la perspectiva del derecho de defensa del imputado,
el ejercicio de la judicatura opera como garantía de equilibrio dentro de un proceso penal que,
en ocasiones, puede llegar a reconocer incluso más de dos acusadores (fiscal, particular ofendi-
do y otros organismos de la administración central a quienes de ordinario se les reconoce legi-
timación activa). De lo contrario, la propia función jurisdiccional podría conspirar contra el ide-
al constitucional de igualdad que en el proceso penal requiere equiparar las posibilidades del
enjuiciado respecto de las de los acusadores” [CSJN, 12/6/07, “Amodio, Héctor Luis”, CSJN-
Fallos, 330:2658, del voto en disidencia de los doctores Lorenzetti y Zaffaroni].
Si bien nuestro legislador ha sido claro, no es pacífica la doctrina ni la jurisprudencia nacio-
nal y provincial sobre el tema de análisis. Sostienen varios autores que la pena impuesta, en tan-
to se encuentre fundada y dentro de los marcos legales, puede ser superior a la requerida por
el órgano persecutor, pues tal actividad encuentra amparo en la norma de fondo que delimita
los parámetros a ser evaluados por el juzgador [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2,
p. 1094; Binda, en Código …, 2007, t. III, p. 187].
La Corte Suprema, ante supuestos donde el tribunal impuso pena superior a la requerida por
el fiscal, se limitó, en la mayoría de los casos, a rechazar el recurso extraordinario, por aplicación
del art. 280 del CPCCN, sin perjuicio de las disidencias anteriormente expresadas [CSJN, 1957,
“Galíndez, Aurelio Segundo”, CSJN-Fallos, 237:190; ídem, 12/6/07, “Amodio, Héctor Luis”,
CSJN-Fallos, 330:2568; ídem, 3/6/08, “Curio, Carmelo Alejandro”, C. 1817. XLIII., causa nº 7195;
ídem, 24/6/08, “Carello Salcedo, Patricio”, C. 964. XLIII., causa nº 6084, entre otras].
También son controvertidos los antecedentes de la provincia de Buenos Aires, a pesar de que
dicha jurisdicción cuenta con un Código acusatorio, similar al nuestro. A tal punto, el Tribunal
de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, en acuerdo plenario, resolvió que la requisi-
toria fiscal no limita al juez en la determinación del monto de la pena, salvo en los casos legal-
mente previstos [TCPBA, 12/12/02, “Fiscal ante el Tribunal de Casación solicita Acuerdo Plena-
rio”, expte. nº 6467].
La norma dispone el cese inmediato de las restricciones que hubiesen sido dictadas, a los
efectos de evitar la fuga o el peligro de entorpecimiento de la pesquisa.
Por lo tanto, se impondrá el fin de las medidas enumeradas en el art. 174 del CPPCABA, de
los embargos (art. 176, CPPCABA) y de las cauciones otorgadas para conceder la excarcelación
o exención de prisión (art. 191 y concs., CPPCABA).
De la misma forma, se ordenará la libertad del imputado sobre el que hubiese recaído pri-
sión preventiva (arts. 172 y 173, CPPCABA).
La sentencia deberá cumplir con los recaudos del art. 248 del plexo de rito.
También se resolverá sobre la restitución de los objetos secuestrados. El principio general es
que las cosas, no sujetas a decomiso, serán devueltas a la persona a quien se las incautó o quien
acredite mejor título sobre ella (arts. 335, CPPCABA; y 1908 y ss., CCCN).
Empero, no corresponde la restitución de elementos registrables, cuando no se acreditó su
tenencia legítima o la autorización para su posesión (por ejemplo, armas de fuego, automoto-
res, inmuebles, etcétera).
En torno a lo expuesto, y en un caso de portación de arma de fuego de uso civil sin la debida
autorización legal, la Cámara del fuero absolvió al imputado, al mismo tiempo que ordenó su
libertad y la devolución de los objetos secuestrados —en el caso, un morral y un pañuelo—, en
virtud de que consideró que la requisa y el secuestro de los elementos mencionados adolecían
de nulidad, por haber sido llevados a cabo en inobservancia de lo prescripto de los arts. 112 y
113 del CPPCABA [CAPCF, Sala I, 3/12/12, “Rojas Almanza, Richard Alexander”, causa nº 22575-
01/12].
En sentido contrario, el tribunal de alzada denegó la restitución de los animales que le fue-
ran secuestrados a la imputada y ordenó su donación, a título gratuito, a terceras personas
[CAPCF, Sala I, 25/11/15, “García Blanco, Raquel”, causa nº 17001-06/13].
Si los objetos hubiesen sido entregados en depósito judicial, se dispondrá la desafectación
definitiva de las actuaciones.
Cuando después de un año de concluido el proceso, nadie reclame o acredite tener derecho
sobre la restitución de los efectos, se decidirá el decomiso por abandono (art. 337, CPPCABA).
La absolución no implica el rechazo automático de la acción civil, pues la existencia de injus-
to (acción, típica y antijurídica) genera responsabilidad por daños y perjuicios. Asimismo, en
ocasiones excepcionales se ha admitido tal por razones de equidad.
El fallo absolutorio también resolverá sobre las costas.
A los efectos de cumplir con los requisitos de publicidad y registro, propios de cualquier ins-
trumento público, se procederá a la redacción de la sentencia, conforme lo dispuesto por el art.
248 del CPPCABA.
Una copia certificada será protocolizada por el secretario (art. 42, in fine, CPPCABA) quien
también ordenará su inclusión en el sistema informático del Consejo de la Magistratura local.
La norma recala en los principios de concentración, continuidad e inmediatez para su redac-
ción, pues impone que, finalizado el juicio, luego de un cuarto intermedio a tal efecto, se convo-
cará a los interesados y se le dará lectura ante quienes se hicieren presentes, bajo pena de nulidad.
De la misma forma, se autoriza al juez para que, ante situaciones complejas u horario tardío,
pueda diferir la redacción de su parte dispositiva, por el término de veinticuatro horas. Poste-
riormente, deberá fijar audiencia para su lectura integral, dentro de los cinco días a contar del
cierre, bajo sanción de declarar nulo el debate.
El plazo previsto, en la práctica, puede resultar exiguo frente a la solución de cuestiones
complejas o cuando el trámite se hubiese sustanciado en varias audiencias. Nuestro legislador
no ha resuelto el problema, a diferencia de lo que acontece en el Código Procesal Penal de la
Nación que incorporó, por ley 25.770 (BO, 16/9/03), un último párrafo al art. 400, donde se regu-
lan las situaciones específicas.
La doctrina entiende que diferir la redacción de la sentencia es la excepción. Sin embargo,
esto se ha convertido en la regla y ningún gravamen puede causar, en la medida en que su lec-
tura se materialice en el tiempo previsto.
La norma no dispone quién deberá practicarla, pudiendo hacerlo el juez o el secretario del
tribunal. Dicho acto, valdrá como notificación a todos los que hubieran intervenido en debate.
La sentencia, cualquiera fuese el resultado, será apelable por las partes, en la medida de sus
respectivos agravios, e incluso por el fiscal, quien puede recurrir a favor del imputado.
TÍTULO II
JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA
Capítulo único
Art. 252 *. — «Capacidad». Toda persona con capacidad civil que se pretenda ofen-
dida por un delito de acción privada tendrá derecho a presentar querella ante el Tri-
bunal que corresponda y a ejercer conjuntamente la acción civil resarcitoria.
Igual derecho tendrá el representante legal del incapaz, por los delitos de acción pri-
vada cometidos en perjuicio de éste.
No es necesario en este punto abundar sobre el concepto del querellante en el proceso penal,
y en todo caso, vale remitirse a lo dicho en el comentario efectuado al momento de analizar el
art. 10, en orden a la capacidad y legitimación procesal para actuar. Solo cabe agregar aquí que
en los delitos de acción privada, en los delitos de calumnias e injurias, después de la muerte del
ofendido, podrán accionar también su cónyuge, hijos, nietos o padres sobrevivientes y en los
demás casos, además del agraviado, sus guardadores o representantes legales (art. 73, CP).
Dable es señalar que, teniendo en cuenta el modo en que la ley procesal local regula la acti-
vidad de este actor (como acusador autónomo respecto del MPF), este título ya no será de uso
exclusivo de quienes persiguen el castigo penal en delitos de acción privada —es decir, aquellos
en los cuales, por los intereses en juego, el Estado no encuentra verdaderas razones de interés
público en la persecución de estos ilícitos y por eso los delega en el ofendido particular— sino
que también transitarán esta vía los ofendidos por delitos de acción pública en aquellos casos
1 * Comentario a los artículos 252 a 265 elaborado por el doctor Gabriel Vega.
— GABRIEL VEGA —
167 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 252
en que el Ministerio Público Fiscal desista de la persecución, fundado en alguna de las razones
previstas en este Código.
De hecho el art. 73 del CP, según la reforma de la ley 27.147, establece que son acciones pri-
vadas las que de conformidad con las leyes procesales correspondientes, surgen de la conver-
sión de la acción pública en privada o de la prosecución de la acción penal por parte de la vícti-
ma, lo cual parece poner fin a la polémica que tuvo lugar en el fuero local sobre la naturaleza
de la acción procesal que adquiere la acción pública que se prosigue como privada.
El juez del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad, doctor Luis Lozano, sostuvo que el acu-
sador particular, ante el desistimiento del acusador público, y en uso de la facultad que le otor-
ga el art. 10, in fine del CPPCABA, prosigue en soledad con el ejercicio de la acción pública. No
obstante, el hecho de que dicho ejercicio se lleve a cabo bajo las reglas procesales a que está
sujeta la querella en los procesos por delitos de acción privada, no modifica la naturaleza públi-
ca de la acción correspondiente al delito [TSJ CABA, 4/2/15, “Torre, Hugo Mario”, expte. nº
10544/13].
Así las cosas, y para decirlo más coloquialmente, si este título del Código fuera pensado co-
mo un club, hay que decir que el padrón de socios con derecho al uso de las instalaciones ha sido
potencialmente ampliado pues, a los tradicionales abonados, aquellos que perseguían exclusi-
vamente los delitos previstos en el art. 73 del CP, se han sumado los que persiguen delitos de ac-
ción pública, en el caso de que la acusación pública renuncie al ejercicio de la acción para lograr
su castigo.
Esta última posibilidad, consagrada en la ley ritual, y como se ve, también en el Código sus-
tantivo, podría eventualmente resultar desmedida. No es este el lugar para recrear el debate
referido al alcance con el que el sistema penal debiera dar lugar a la víctima en el sistema de en-
juiciamiento criminal [para profundizar este punto, además de la doctrina clásica, véase el tra-
bajo de Smolianski, El querellante …]. Sí parece importante hacer notar que la chance de que el
querellante particular, utilizando las reglas de este título, persiga con exclusividad delitos de
acción pública, no solo se funda en archivos dispuestos por el MPF sobre la base de principios de
oportunidad, sino incluso en supuestos como la atipicidad, la existencia de alguna causa de jus-
tificación o inculpabilidad, entre otros, lo cual da pábulo a dos extremos bien posibles: que tan-
to delitos graves como leves tengan castigo penal por el exclusivo interés de un particular, cosa
que puede dar lugar, en no pocas ocasiones, a que el proceso penal, sea el espacio donde se ven-
tilan cuestiones del todo alejadas del sentido y fin de la pena.
En los procesos de acción privada cobra entonces principal protagonismo la víctima directa
del delito, que es aquella a quien los hechos le han causado un perjuicio real, teniendo en cuen-
ta que es el exclusivo titular del bien jurídico atacado, y ante la falta de un interés público la ley
le confiere un rol proactivo en demanda del castigo, ya que es quien con exclusividad da vida al
proceso, pues el MPF queda desplazado por la figura del querellante particular.
En este sentido, es carga del querellante particular dar impulso inicial al procedimiento con
la interposición del escrito de querella que cumpla los requisitos del art. 254 del CPPCABA y ade-
más mantenerlo vivo hasta el dictado de la sentencia, pues su falta de actividad o estímulo se
— GABRIEL VEGA —
Art. 252 LIBRO III — JUICIOS 168
— GABRIEL VEGA —
169 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 253
Finalmente, el escaso protagonismo que el fiscal tiene reservado para este tipo de procesos
no se reduce a la nada misma. Es que como guardián de la legalidad, rol que le asigna la LOMP,
debe dictaminar en todas aquellas cuestiones en que esté comprometido el orden público. Un
caso característico lo constituyen los incidentes en los que se discuten cuestiones de competen-
cia (art. 17, CPPCABA), pues en definitiva, en ellas se encuentra comprometida la garantía del
juez natural, al punto que la incompetencia puede ser decretada de oficio por el tribunal.
El segundo supuesto del primer párrafo del artículo prevé la posibilidad de ejercer, conjun-
tamente con la querella, la acción civil resarcitoria correspondiente, a fin de obtener la repara-
ción integral del perjuicio causado por el delito, en consonancia con lo prescripto en el art. 12
del CPPCABA, al que remitimos.
Por último, se habilita para el ejercicio de los derechos reconocidos en el artículo al repre-
sentante legal del incapaz, por los delitos de acción privada cometidos en perjuicio de este. El
fundamento de esta prescripción radica en las propias reglas generales de la capacidad de he-
cho, que impiden el ejercicio del derecho a querellar a aquellas personas sobre las que pesa una
declaración de incapacidad, independientemente de que tengan o no legitimación para que-
rellar por el delito del que se trate. Al respecto, el máximo tribunal nacional tiene dicho que, pa-
ra que proceda la aplicación de este supuesto, la incapacidad debe ser declarada previamente
en el fuero civil [D’Albora, Código …, 3ª ed., p. 605, con cita a CSJN, JA, 1981-III-84, f. 30.572].
Creemos que el presente artículo permite, como ningún otro, mostrar la separación de
aguas que existe entre la impronta que caracteriza a la persecución penal pública y la privada.
En efecto, la norma en trato, resulta de algún modo complementaria de las reglas previstas
para las cuestiones de conexidad (art. 19, CPPCABA), y contempla básicamente tres supuestos:
a) que haya un concurso real entre dos delitos de acción privada; b) que se presente un con-
curso real entre un delito de acción privada y uno de acción pública y, finalmente, c) que exis-
ta un concurso ideal o aparente de leyes entre delitos de acción pública y privada. Moras Mom,
en cambio, opina que las reglas de conexidad previstas por el CPPN en la parte general solo
resultan aplicables para el procedimiento común y no a los delitos de acción privada [Moras
Mom, Procedimiento …, p. 76].
1. En el primer caso, la norma consagra derechamente la aplicación de las disposiciones co-
munes sobre acumulación de causas (arts. 19 y 20, CPPCABA) por lo que el proceso in
totum se desarrollará ante el mismo órgano jurisdiccional. El art. 19 contempla que la
causa le será asignada al juez que intervino en primer término.
— GABRIEL VEGA —
Art. 254 LIBRO III — JUICIOS 170
2. Para el supuesto de conjunción entre un delito de acción pública y uno de acción priva-
da, si se trata de un concurso material, la norma impone la separación de los procesos,
atendiendo a la disímil naturaleza de una y otra acción.
3. Sin embargo, cuando se presentare un concurso ideal o aparente, el sistema se vuelca
por dar prioridad al ejercicio público de la acción que desplaza a la privada, sin perjuicio
de respetar el lugar que en el proceso le corresponderá al querellante particular. Se sue-
le citar como un supuesto característico de esta última hipótesis aquel que tiene lugar
cuando se presenta querella por el delito de incumplimiento de los deberes de asisten-
cia familiar respecto del cónyuge y a la vez del hijo menor de edad [D’Albora, Código …,
en cita a CNCC, JA, 1981-III-653; Fallos Plenarios, III-182]. Es que en caso contrario se
podría incurrir en una violación a la garantía del ne bis in ídem.
No obstante, diferente será la solución si con arreglo a las previsiones del art. 199 del CPP-
CABA el MPF desiste de la persecución del delito de acción pública que concurre idealmente con
el de acción privada, en cuyo caso, entendemos, la acción podría continuar enteramente bajo
las reglas de este título. En este mismo sentido se expresó la jurisprudencia local, en un caso en
el que el MPF había archivado un proceso seguido por el art. 1º de la ley 13.944 respecto del hijo
del imputado y la querella había tomado la decisión, en uso de sus facultades legales, de seguir
el proceso como delito de acción privada, pero encuadrando los hechos en el art. 2º bis de dicha
ley [CAPCF, Sala I, 17/2/11, “De Mauricio, Alfredo Sergio”, causa nº 32969/08].
Concordamos con La Rosa y Rizzi en que la acumulación de procesos en los delitos de acción
privada se torna procedente tras el fracaso de la audiencia de conciliación (art. 260, CPPCABA),
momento en que la querella se considera ratificada y obra como requerimiento de juicio [Códi-
go …, 2010, p. 958].
Por otra parte, Navarro y Daray señalan que las injurias recíprocas (art. 116, CP) no requie-
ren similitud ni equivalencias, sino que basta que de unas sea autor que se querella por las ver-
tidas por el otro querellante. Aquí la acumulación es una consecuencia lógica de la compensa-
ción que admite la ley penal [Navarro - Daray, Código Procesal…, 4ª ed., t. 3, p. 247]. A su vez, y
en consonancia con esto último, se afirma que el hecho de que la tramitación de los procesos
por injurias recíprocas deba realizarse de manera conjunta y en un solo expediente, refuerza la
idea de que para revestir el carácter recíproco es preciso que las injurias se hayan desarrollado
en un mismo contexto, con una continuidad cercana y apreciable para el juzgador [Castro - Frie-
le, en Código …, 2ª ed., 2010, t. 4, p. 423].
— GABRIEL VEGA —
171 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 254
El medio exclusivo por el que se promueve el proceso de acción privada es el acto formal de
presentación de la querella. Tal es dicha formalidad que el incumplimiento de alguno de los re-
caudos que la manda establece, se conmina con la inadmisibilidad, la que según doctrina mayo-
ritaria no produce efecto de cosa juzgada, sino que por el contrario, es posible que se renueve
supliendo las deficiencias que fueron observadas en la presentación original. A diferencia de lo
que acontece con el escrito que se formula en los términos del art. 11 del CPPCABA, ante la fal-
ta de cumplimento de los recaudos que la norma en comentario establece, no es procedente la
intimación oficiosa del tribunal para que el pretenso querellante subsane la falencia sino que
procede directamente la declaración de inadmisibilidad.
Dado que la inadmisibilidad es una suerte de sanción procesal, su interpretación y alcance
está sujeta al carácter restrictivo que impone el art. 1º del CPPCABA, de tal suerte que, en línea
con ello, se ha dicho que solo el incumplimiento de los recaudos definidos en los incs. 1º a 6º y
en el último párrafo del art. 254 estarán conminados con esa consecuencia jurídica [así opinan
La Rosa - Rizzi, Código …, 2010, ps. 966 y 967].
Tal como se encuentra regulado el proceso de acción privada, la promoción de la querella
importa directamente la acusación; equivale al requerimiento de juicio. De allí que se lo some-
ta al cumplimiento de tan estrictos recaudos.
Se trata de un procedimiento que por iniciar directamente con la acusación, prescinde de la
investigación preparatoria, no obstante lo cual, como se verá, no es incompatible con esta idea, la
posibilidad de producir sumariamente prueba (art. 261, CPPCABA), precisamente tendiente a
definir los extremos que establecen definitivamente la relación procesal. También se ha sosteni-
do que el magistrado que interviene en esta primera etapa no podrá ser el mismo que interven-
ga en el desarrollo del debate oral y público [CAPCF, Sala II, 24/6/14, “Álvarez, Juan Pablo”, causa
nº 32056-01/12, con cita a CAPCF, Sala II, 20/6/08, “Cóceres, Alfredo Gabriel”, causa nº 17945/06].
La jurisprudencia ha ido perfilando la entidad e importancia de este acto procesal, al que no
se vacila en parangonar, como ya fue dicho, con el requerimiento de juicio, lo cual tiene diversas
repercusiones pues además de fijar el objeto procesal, y por ello actúa de referencia inmediata
— GABRIEL VEGA —
Art. 254 LIBRO III — JUICIOS 172
para constatar diversos aspectos del cumplimiento de la garantía de la defensa en juicio (imputa-
ción necesaria, derecho a producir y controlar prueba pertinente, ne bis in ídem, etcétera), cons-
tituyendo también un hito a partir del cual se interrumpe el plazo de la prescripción (art. 67, CP).
En este punto, la jurisprudencia sostuvo que: a) en el caso del art. 254, ya su título, “formu-
lación de la querella”, indica que se trata de la formulación de la acusación particular y no mera-
mente, como pretende la defensa, de la pretensión de constituirse en querellante del art. 11 del
CPPCABA, inserto en el proceso común. El art. 254 del CPPCABA reúne algunas características
del art. 11 del CPPCABA y otras del art. 207 del CPPCABA. El hecho de ser el único acto de este
proceso especial que puede ser reputado de “requerimiento acusatorio de apertura o eleva-
ción a juicio” le da fuerza impulsiva, y por tanto, le otorga efectos interruptivos de la prescrip-
ción [CAPCF, Sala II, 19/8/15, “Justiniano, Noemí y otros”, causa nº 17479-03/12, del voto de los
doctores De Langhe y Bosch]; b) en ejercicio de una interpretación que contemple los derechos
que asisten a la víctima, los cuales gozan de protección constitucional, debe concluirse que el
art. 67 del CP, que regula la prescripción, al señalar que interrumpe dicho plazo el requeri-
miento acusatorio de apertura o elevación a juicio efectuado “en la forma que lo establezca la
legislación procesal correspondiente”, es aplicable para el caso de la formulación de la quere-
lla, interrumpiendo de este modo el cómputo del plazo de prescripción [CAPCF, Sala III, 7/8/12,
“Beraza, José María”, causa nº 45026-03/08, del voto de la doctora Paz, por la mayoría]; c) equi-
parar el escrito previsto en el art. 254 del CPPCABA con el acto de acusación previsto en el art.
207 del CPPCABA, deviene en una interpretación extensiva en perjucio del imputado, lo cual
resulta incompatible con las garantías constitucionales que le asisten, fundamentalmente con
el principio pro homine y el de máxima taxatividad interpretativa [CAPCF, Sala III, 7/8/12, “Bera-
za, José María”, causa nº 45026-03/08, del voto de la doctora Manes, por la minoría]; d) en
aquellos casos en que la querella fue instada en el marco de un proceso de acción pública, en los
términos del art. 11 del CPPCABA, y que luego, por desistimiento del acusador público continúa
bajo las reglas del proceso de acción privada, no es exigible al querellante que realice una nue-
va presentación de la querella, respetándose así los requisitos que se encuentran previstos en
el art. 254 del CPPCABA, máxime cuando su incorporación como tal al procedimiento no fue
controvertida por la defensa [CAPCF, Sala III, 21/8/15, “N.N.”, causa nº 10726/14, del voto del
doctor Franza, por la mayoría].
Ya fue dicho que en esta clase de procesos no hay investigación preparatoria y tampoco in-
terviene el Ministerio Público Fiscal, por ello el 254 del CPPCABA establece recaudos que pro-
penden a que la presentación del particular ofendido, en tanto acusador exclusivo, sea auto-
suficiente como para permitir establecer de modo certero la relación procesal, de ahí su equi-
paración al requerimiento de juicio. Por lo demás, estos recaudos no difieren de los que a nivel
federal contempla el CPPN.
— GABRIEL VEGA —
173 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 254
portador del bien jurídico que subyace a la norma pretendidamente violentada por el
imputado. Esto no solo permite controlar la legitimación procesal para accionar, sino
también asegurar los datos mínimos indispensables para trabar la relación procesal de
quien por eso mismo queda sometido a la jurisdicción del tribunal y asume así la res-
ponsabilidad atinente a su actuación en el proceso. La norma autoriza a que el preten-
so querellante, bajo patrocinio letrado, se presente personalmente o por un mandata-
rio especial, en cuyo caso deberá acreditar fehacientemente la personería que invoca
mediante poder especial. La correcta individualización se cumple consignando el nom-
bre y apellido completo; el domicilio real y el constituido, que deberá estar situado den-
tro de la jurisdicción del tribunal.
3. Relación clara precisa y circunstanciada del hecho: Este componente es el que permite
la identificación de este acto con el requerimiento de juicio, pues está llamado a cumplir
la misma misión y función que esa pieza procesal. Ya se dijo que en este tipo de proceso,
la actividad jurisdiccional se desplegará con el alcance que ha manifestado la víctima al
momento de instaurar su querella, quien por este medio, fija el objeto procesal, con to-
das las implicancias que ello tiene desde el principio acusatorio, pero también desde la
garantía de la defensa en juicio, pues será a partir de este acto que el imputado sabrá de
qué hecho se tiene que defender, el cual deberá mantenerse invariable durante el pro-
ceso y a él se deberá referir la sentencia que dicte el tribunal (principio de congruencia).
A este respecto, se ha dicho que el principio de imputación suficiente que garantiza el
ejercicio de la defensa se cumple no con la mera imposición de una calificación jurídica,
sino con la exposición clara y precisa de todas las circunstancias fácticas que hacen al su-
ceso histórico, básicamente aquellas que apuntan al momento, modo y lugar en que es-
te habría tenido lugar, con tal que resulte asequible a la clara comprensión por parte del
hombre común. Repárese en que el desconocimiento de una fecha, hora o lugar exacto,
no es causal de invalidez del acto, pues solo omite aquel que teniendo el conocimiento
de esos pormenores, no los brinda. De hecho, la norma reza expresamente que el apor-
te de dichos datos debe realizarse “si se supiere”. En los casos de desconocimiento, bas-
tará con que el querellante brinde la mayor cantidad de referencias que estén a su alcan-
— GABRIEL VEGA —
Art. 254 LIBRO III — JUICIOS 174
ce [CAPCF, Sala I, 13/10/11, “Muchnik, Carlos Alberto”, causa nº 41239/11]. Es para tener
presente que la fijación del hecho determina la competencia del tribunal y también el
plazo de prescripción.
5. Demanda civil: El inciso establece que si el querellante desea ejercer la acción civil, es el
momento para que concrete, junto con la querella, la interposición de la demanda. En
los procesos comunes por delitos de acción pública, la demanda civil se puede presentar
hasta el momento de la formulación del requerimiento de juicio. Como el juicio por deli-
tos de acción privada, no tiene una etapa investigativa, la instauración de la demanda
civil debe ser perfeccionada en el mismo momento en que tiene lugar el acto equiva-
lente al requerimiento de juicio, que es aquel en que se presenta la querella. La acción
civil, en este sentido, será un apéndice más del escrito de querella. Según lo establecido
en el art. 13 del CPPCABA, el procedimiento para el ejercicio de la acción civil se regirá
por las normas establecidas en este Código. En el primer párrafo del art. 254 del CPPCA-
BA, se contempla la previsión de que el escrito se acompañe con tantas copias como que-
rellados hubiere, y se estima que también deberá abastecerse las necesarias para el civil-
mente demandado. Sin embargo, la omisión de este recaudo no está sancionada con la
inadmisibilidad, por lo que podrá eventualmente el tribunal intimar para que se dé
cumplimiento al mismo. Es que a diferencia de lo que ocurre en el CPPN, que en su art.
— GABRIEL VEGA —
175 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 255
— GABRIEL VEGA —
Art. 256 LIBRO III — JUICIOS 176
procesal. En cualquier caso, no se supeditará a ninguna condición, pero podrá hacerse expresa
reserva de la acción civil emergente del delito cuando esta no haya sido ejercida con la penal.
El derogado Código Civil en su art. 1096 determinaba: “La indemnización del daño causado
por delito, solo puede ser demandada por acción civil independiente de la acción criminal” y
mediante el art. 1097 establecía: “la acción civil no se juzgará renunciada por haber los ofendi-
dos durante su vida intentado la acción criminal o por haber desistido de ella, ni se entenderá
que renunciaron a la acción criminal por haber intentado la acción civil o por haber desistido de
ella. Pero si renunciaron a la acción civil o hicieron convenios sobre el pago del daño, se tendrá
por renunciada la acción criminal”. El actual 1774 del CCCN por su parte establece: “Indepen-
dencia. La acción civil y la acción penal resultantes del mismo hecho pueden ser ejercidas inde-
pendientemente. En los casos en que el hecho dañoso configure al mismo tiempo un delito del
derecho criminal, la acción civil puede interponerse ante los jueces penales conforme las dis-
posiciones de los códigos procesales o las leyes especiales”.
En ambos casos pareciera establecerse el principio de la independencia de la acción penal
respecto de la civil. Esto significa que el desistimiento de la acción penal, si fue a la vez instada
la demanda civil, no implica también su extinción en base a la referida independencia que me-
dia entre una y otra. Pero como la acción civil se ejerció oportunamente en sede penal y el sobre-
seimiento allí dictado no implica que la acción civil ha perimido también, la acción civil no pue-
de ser ejercida nuevamente en sede civil sino que debe proseguir ante su fuero natural.
Moras Mom [Procedimiento …, p. 68] al referirse a la norma similar del CPPN (art. 421) sos-
tiene que la exigencia de hacer reserva de la acción civil, para que esta sea posible a futuro, en
aquellos casos en que no fue impulsada junto a la querella penal, resulta inconstitucional, pues
una norma procesal no puede condicionar a una de derecho sustantivo, esto es, a los arts. 1096
y 1097 del CC (vigentes al momento de la edición de la obra citada), que señalan precisamente
que ambas acciones resultan independientes entre sí.
Sin embargo, la regulación actual que hace el Código Civil y Comercial de la Nación en su art.
1774 también fija la independencia entre la acción civil y la penal, y parece introducir una sutil
diferencia con la utilización del verbo “podrá”. En efecto, la inclusión de esa expresión en la nue-
va fórmula, denotaría que el legislador no establece en modo imperativo esa relación de inde-
pendencia entre la acción civil y la penal, sino que por el contrario, la admite como una posibili-
dad que, además, deja supeditada a lo que la legislación procesal establezca, de tal suerte que
queda relativizada la presunta contradicción que existiría entre las normas de fondo y de forma.
Esta tendencia que pone en relación no de subordinación sino de interacción a las normas de
fondo y de forma, el legislador federal la reitera con la ley 27.147, que reformula el art. 59 del CP.
Art. 256. — «Desistimiento tácito». Se tendrá por desistida la acción privada cuando:
1. El/la querellante o su mandatario no instan el procedimiento durante treinta días.
2. El/la querellante o su mandatario no concurrieren a la audiencia de conciliación o
del debate, sin justa causa, la que deberán acreditar antes de su iniciación siempre
que fuere posible y hasta los cinco días posteriores.
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177 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 256
3. En el caso de las acciones por calumnias e injurias previstas en el Código Penal, ha-
biendo muerto o quedado incapacitado/a el/la querellante, no comparecieren los
legitimados para proseguir la acción, dentro de los sesenta días de ocurrida la
muerte o la incapacidad.
— GABRIEL VEGA —
Art. 256 LIBRO III — JUICIOS 178
no que busca un equilibrio entre la competencia legislativa federal y local en lo que hace a la
regulación del ejercicio de la acción penal y su extinción y buscó armonizar la coexistencia de
normas procesales locales como la cuestionada con los arts. 59 y 71 del CP, sobre la base de bus-
car una lectura que las concilie en el marco de un régimen federal. En este contexto, mientras
corresponde al legislador nacional establecer el universo de acciones de instancia pública, es
privativo de las jurisdicciones locales regular el modo de organizar los procesos mediante los
cuales se resolverán tales acciones. Hay una diferencia entre, por un lado, disponer el inicio de
oficio de las acciones públicas (art. 71, CP) y, por otro, resolver qué órgano local será el destina-
tario de ese mandato o cómo será organizado localmente el impulso del proceso. La primera
potestad ha sido ejercida en el ámbito del art. 75, inc. 12 de la CN, la segunda compete a las
autoridades locales a quienes la Constitución Nacional garantiza el derecho a darse sus propias
instituciones, entre ellas la administración de justicia (arts. 5º y 129, CN) [TSJ CABA, 27/9/10, “Del
Tronco, Nicolás”, expte. nº 6784/09, del voto del doctor Lozano, con adhesión de los doctores
Casás y Conde].
Finalmente, ante el embate a la constitucionalidad de los arts. 256 y 257 del CPPCABA, en tan-
to se los aplica como causal de extinción a delitos de acción pública, pero que se siguieron sus-
tanciando como de acción privada a tenor de lo dispuesto en el art. 10, in fine del CPPCABA, el
Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad tuvo ocasión de pronunciarse por la constitucionalidad
de la norma, en un caso en que se tachó de inconstitucionales dichos artículos, bajo el argumen-
to de que al establecer el “desistimiento tácito” de la acción penal “pública” por parte de la que-
rella, su extinción y el consecuente sobreseimiento de la persona querellada, entran en colisión
con los supuestos de extinción de la acción previstos en el art. 59 del CP y con la facultad reserva-
da al legislador nacional para regular dichos supuestos. En la parte resolutiva, el máximo tribu-
nal local ha dicho que, en rigor, una vez verificado el desistimiento del órgano acusador, el ejer-
cicio de la acción por parte de la querella se rige por las reglas previstas en el título aquí comen-
tado, en virtud de que el art. 10 del CPPCABA define que, en principio, ocurrido y notificado el
desistimiento fiscal, la querella queda sujeta a las reglas de este título y de que se trata de pre-
ceptos de naturaleza “procesal”, no habiéndose invocado ninguna norma que excluya la regu-
lación de estas cuestiones por parte de la Legislatura de la Ciudad [TSJ CABA, 20/11/12, “Yulita,
Hugo Rubén”, expte. nº 8718/12, del voto de la doctora Conde, por la mayoría]. Esa misma direc-
ción ha sido seguida por la Cámara del fuero [CAPCF, Sala III, 7/10/11, “Yulita, Hugo Rubén”, cau-
sa nº 31215/08; ídem, Sala II, 7/7/14, “Barsky, Silvia Graciela e Inglese, José Luis”, causa nº 14943/
13; e ídem, 17/7/14, “Frondizi, Marcelo y otros”, causa nº 31535/12, entre otros].
El artículo en comentario presenta tres supuestos: 1) la falta de impulso de la acción por un
término de treinta días; 2) la inasistencia a la audiencia de conciliación o de debate, y 3) en el
caso de acciones por calumnias e injurias, si se produce la muerte del querellante o sufre una in-
capacidad, cuando no comparecen los legitimados a sucederlo dentro de los sesenta días.
a) Primer inciso.— En este acápite, cabe destacar que la ley local acorta a la mitad el plazo
que fija su similar en el art. 422 del CPPN. En el comentario a esa manda, Navarro y Daray seña-
— GABRIEL VEGA —
179 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 256
lan que la declaración de inactividad puede ser ordenada de oficio por el tribunal, a tenor del
carácter imperativo de la norma [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. 3, p. 261; y
en igual sentido, CAPCF, Sala II, 17/7/14, “Frondizi, Marcelo y otros”, causa nº 31535/12]. Tam-
bién señalan que el plazo debe ser computado en días hábiles, y que se trata de términos peren-
torios, lo que en nuestra legislación viene impuesto por los arts. 41, 69 y 70 del CPPCABA. Por lo
demás, apartarse de las normas generales sobre el cómputo de dicho plazo y contarlos en días
corridos, importaría restringir el derecho del querellante, en contra de lo indicado en el art. 1º
del CPPCABA. En esta línea de pensamiento se ha sostenido que el desistimiento de la acción,
por sus consecuencias, es de naturaleza excepcional y limitada pues, conforme lo establece el
art. 1º, párr. 2º del CPPCABA, toda disposición que coarte la libertad personal, que limite el ejer-
cicio de un derecho atribuido por este Código o que establezca sanciones procesales, deberá ser
interpretada restrictivamente, resultando este principio aplicable en el ámbito de los principios
generales en materia de renuncia de derechos [CAPCF, Sala II, 16/9/11, “Blanco, Alfredo Ra-
món”, causa nº 45321/10].
Se ha discutido en el fuero local el punto relativo a la determinación del plazo que el quere-
llante tiene para hacer uso de la opción de continuar la persecución penal conforme a las reglas
de la acción privada (conf. art. 10, CPPCABA), frente al desistimiento del acusador público. En
general se ha sostenido que el plazo comienza a correr a partir de que el fiscal de cámara noti-
fica su convalidación del archivo dispuesto por el fiscal de instancia en un proceso por delito de
acción pública. A partir de ese momento, el querellante tiene el plazo previsto en el artículo en
comentario para hacer su presentación en los términos del art. 254 del CPPCABA, con el objeto
de impulsar el proceso bajo la modalidad de la acción privada, a menos que ya haya sido acep-
tado antes como querellante, en cuyo caso no está obligado a realizar una presentación de esa
índole, tal cual lo mencionado en el comentario a dicho artículo [CAPCF, Sala III, 21/8/15, “N.N.
s/Inf. art. 181, CP”, causa nº 10726/14; y en el mismo sentido, CAPCF, Sala II, 5/12/11, “Ulloa,
Gabriel y otros”, causa nº 47527/10].
Resulta inadecuado sostener que el plazo para que la querella exprese su voluntad de con-
tinuar con el ejercicio de la acción de un delito de acción pública con las reglas de la acción pri-
vada se encuentre indefinido, y que por ello haya que apelar a la regla general establecida en
el art. 68 del CPPCABA que para esos casos estipula un término genérico de tres días. En esta
dirección se dijo que eso es válido cuando no hay un plazo concreto establecido, pero este no es
el caso, ya que el legislador contempló un plazo específico que es el del art. 256, inc. 1º del CPP-
CABA [CAPCF, Sala III, 20/5/11, “Beraza, José María”, causa nº 45026/08]. En efecto, a partir de
que el fiscal desiste de la acción pública, ya rigen las reglas fijadas en el Título II del ritual que
regula la persecución de los delitos de acción privada [TSJ CABA, 20/11/12, “Yulita, Hugo
Rubén”, expte. nº 8718/12, del voto de la doctora Conde, por la mayoría].
El fundamento de la norma radica de este modo en evitar dilaciones indebidas y agilizar el
proceso que, por su naturaleza, debe ser acotado y reaccionario de la morosidad judicial, ga-
rantizando un plazo razonable de duración, pilar del derecho de toda persona acusada de un
delito a ser juzgado del modo más rápido posible. Sin perjuicio de ello, la norma puede ser cali-
— GABRIEL VEGA —
Art. 256 LIBRO III — JUICIOS 180
ficada como parte de un principio práctico del proceso penal, pues toda pérdida de tiempo co-
rre, por el debilitamiento de la prueba, contra la finalidad de un proceso orientado a la verdad de
la reconstrucción del hecho y al restablecimiento pronto de la paz jurídica [CAPCF, Sala III, 8/5/14,
“Romano, Enrique Oscar”, causa nº 32521/11, del voto de la doctora Manes, por la mayoría].
Queda dicho entonces que la ley fulmina con el desistimiento cuando el querellante aban-
dona la acción al no impulsarla por el término de treinta días hábiles. En cuanto a qué se consi-
dera un acto impulsorio, Navarro y Daray le niegan esa entidad a la actividad defectuosamen-
te cumplida por el querellante, pues quien insta mal no insta, aunque admiten que cierta juris-
prudencia nacional valida como exteriorización de la voluntad de impulso, incluso a las actua-
ciones procesalmente erradas [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. 3, ps. 262 y
263, con cita de CNCP, Sala II, JPBA, 106-100-202]. En el ámbito local, se le ha negado esa cate-
goría a la presentación informando de un intento de mediación fallida, más se ha reconocido
carácter impulsorio al pedido de una medida cautelar [CAPCF, Sala II, 5/12/11, “Ulloa, Gabriel y
otros”, causa nº 47527/10].
b) Segundo inciso.— Este segundo caso infiere la voluntad de desistir de la actitud de ina-
sistencia a la audiencia de conciliación o a la del debate. No es necesario que acuda personal-
mente el querellante, si concurre su mandatario investido de poder suficiente para represen-
tarlo, pero se ha sostenido que la ausencia es causal de desistimiento aunque el querellado no
haya concurrido [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. 3, p. 262, con cita de CCC-
Fallos Plenarios, III-45]. La norma le da al querellante la posibilidad de justificar la inasistencia,
para lo cual tiene en el lapso que discurre entre el momento anterior al comienzo de la audien-
cia y hasta cinco días posteriores. Como el artículo nada dice, rige la regla general según la cual
se trata de días hábiles.
El tribunal posee amplias facultades para ponderar las razones invocadas por el querellan-
te para justificar su inasistencia. Si la decisión le es adversa, culmina con el sobreseimiento y la
condena en costas, de tal suerte que puede ser recurrida.
— GABRIEL VEGA —
181 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 257
rando la independencia de la acción civil de la penal) se dijo que ese tipo de arreglos solo tiene
por efecto desechar la acción civil ejercida en el proceso penal, pero no tiene repercusión algu-
na respecto de la acción penal pública. De adverso, se sostuvo que mientras que el art. 842 del
CC hacía referencia a un acto de carácter bilateral como es la transacción, que ciertamente pro-
híbe como objeto a la acción penal; el art. 1097, alude a un acto estrictamente unilateral como
la renuncia o desistimiento, y el instituto de la querella admite específicamente el desistimien-
to en el art. 420 del CPPN de lo que se sigue —según esa postura— que la norma del art. 1097
del CC regula un desistimiento que se considera tácito [CNCC, Sala I, 1/2/13, “Delprado, Hernán
Reynaldo”, causa nº 43829/12: el voto mayoritario emitido por los doctores Rimondi y Barba-
rosch se pronunció por la inoperancia del acuerdo de pago sobre la acción penal, mientras que
el voto del doctor Bunge Campos, por la minoría, lo consideró un caso de desistimiento tácito,
reglado por el art. 1097 del CC].
Creemos que no resulta un dato menor que el art. 59 del CP, según la reforma de la ley
27.147, ha introducido un supuesto de extinción de la acción que es el de la reparación integral
del perjuicio, el cual por cierto, no está limitado como causal de extinción a los delitos de acción
privada, sino que incluye a los de acción pública.
El efecto del desistimiento, sea este expreso o tácito, es el de provocar la extinción de la ac-
ción penal y el consecuente sobreseimiento definitivo del querellado, con costas al querellan-
te, a menos que las partes hayan arreglado otra cosa sobre este punto. Navarro y Daray señalan
algún cuestionamiento a la posibilidad de realizar acuerdo sobre las costas, pues el desistimien-
to expreso no puede estar sujeto a condición alguna [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed.,
2010, t. 3, p. 264]. Otros, en cambio, admiten el pacto sobre las costas, en la medida en que que-
de acotado a este exclusivo punto, considerando el carácter accesorio de las mismas [Bertolino,
Código …, 6ª ed., comentario al art. 387 del CPPBA, equivalente al aquí tratado].
El desistimiento favorece a todos los que participaron en el hecho, hayan estado o no iden-
tificados por la querella. Por ello se dice que se dicta en la causa y provoca la imposibilidad de
reabrir una nueva querella por estos mismos episodios. Sobre esto, se ha señalado que en este
punto la norma resulta contradictoria con lo que dispone el art. 335 del CPPN, que al regular los
efectos del sobreseimiento establece que cierra el proceso exclusivamente con relación al im-
putado a cuyo favor se dicta [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. III, p. 264]. Sin
perjuicio de que el CPPCABA no contiene una regla similar; por el contrario, el art. 203 del cita-
do cuerpo establece que el archivo dispuesto, entre otras causales, por la extinción de la acción
penal, impide al fiscal promover nuevamente acción por ese hecho, es también bueno advertir
— GABRIEL VEGA —
Art. 258 LIBRO III — JUICIOS 182
que la regla del digesto federal al que aluden los prestigiosos autores refiere a los efectos del
sobreseimiento en el proceso común y nada impide que en hechos donde hay menor interés
público en la persecución penal se acuerden reglas diferentes.
También se ha postulado la incompatibilidad de esta norma con lo que disponen los arts. 60
del CP y 252 del CPPCABA, que precisamente establece la divisibilidad del ejercicio de la acción
privada. A fin de salvar esta aparente colisión de normas, se sostiene como interpretación posi-
ble que el desistimiento beneficiará a todos los partícipes [Maier, Derecho …, t. II, p. 710; y, en
el mismo sentido, D’Albora, Código …, 3ª ed., p. 612], en el caso en que no se explicite ningún
motivo que dé lugar a que haya que discriminar.
Con relación a la contradicción con la norma de fondo, la doctrina mayoritaria acuerda en
que la renuncia de la persona ofendida al ejercicio de la acción penal solo beneficia al imputa-
do contra el cual aquella se dirige y no es extensible a otros [Lascano, en Código …, 2ª ed., 2012,
t. 2B, p. 173], afirmando que el efecto extensivo como causal extintiva de la acción solo rige para
el perdón, no así para la renuncia [Soler, Derecho …, 10ª reimpr., t. II, p. 549]. Ahora bien, es cier-
to que el art. 60 nada dice del efecto extensivo de la renuncia, pero tampoco dice lo contrario,
pues precisamente nada dice; por lo que deducir del silencio la interpretación más gravosa para
el imputado, no parece resultar una exegesis que se corresponda con la interpretación restric-
tiva de las normas penales y con el principio pro homine, criterio validado por la Corte Suprema
en el conocido precedente “Acosta” [CSJN, 23/4/08, “Acosta, Alejandro Esteban”, causa nº
28/05, A. 2186 L. XL].
Finalmente, el desistimiento puede concretarse en cualquier etapa del proceso, incluso du-
rante los actos preliminares del juicio, y en su caso corresponderá el sobreseimiento. Sin embar-
go, ya no tendrá lugar tras el dictado de la sentencia.
La fijación de la audiencia de conciliación constituye el hito procesal por el cual queda tra-
bada la litis, esto es, significa que ha quedado abierta la instancia y que el proceso ha quedado
válidamente formalizado, por lo que luego de haber sido designada, no se la podrá dejar sin
efecto ni procederá la desestimación de la querella.
Esto último es así porque el tribunal, ni bien recibe el escrito de querella, debe analizar bási-
camente tres cuestiones: a) si es competente; b) si el hecho descripto en el escrito inicial encua-
dra en un supuesto típico, y c) si el querellante ha omitido dar cumplimiento a alguno de los re-
quisitos establecidos en el art. 254 como para que proceda la sanción de inadmisibilidad. En ca-
so de advertir alguna de estas cuestiones, el tribunal debe resolver de oficio sobre el particular;
si este chequeo previo no arroja ninguna clase de impedimento, también de oficio el tribunal
deberá convocar a la audiencia de conciliación, sin que resulte exigible que el querellante lo
— GABRIEL VEGA —
183 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 258
pida, pues como se vio, es el acto jurisdiccional que marca el hito a partir del cual el proceso que-
da formalizado y es de orden público.
Señalan Navarro y Daray que la citación a ratificar el escrito de querella no es un acto pre-
visto por el legislador en el procedimiento por lo que, de considerarlo pertinente el tribunal,
también lo puede ordenar de oficio [Navarro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. III, ps.
267 y 268].
Tan esencial es la fijación de la audiencia para la formalización del proceso, que la omisión
de la convocatoria puede ser sancionada con nulidad [así, en sentido análogo, analizando nor-
mativa nacional, D’Albora, Código … , 6ª ed., t. II, p. 914]. Es que no hay que soslayar además el
sentido de esta audiencia, cual es el de procurar, antes de dar inicio al proceso, que las partes
lleguen a un entendimiento, favoreciendo así la convivencia social y evitando el abordaje puni-
tivo. En este sentido, piénsese que el Código de rito y ahora también el de fondo (art. 59, CP)
propugnan medios alternativos de resolución del conflicto, a la vez que, en el caso de los deli-
tos de acción pública, el legislador local ha definido que el logro de esa vía de solución es inclu-
sive uno de los objetivos de la investigación preparatoria (art. 91, CPPCABA), a la par del clásico
de todas las leyes procesales de lograr el descubrimiento de la verdad.
Creemos que esto debe ser así, aun con mayor énfasis, en el caso de los delitos de acción pri-
vada, en donde no hay un interés específico del Estado en perseguir la aplicación de la pena pú-
blica. De este modo, la audiencia de conciliación, además de cumplir con la formalidad de cons-
tituir el proceso, realiza con ello un objetivo de la política criminal, y por ello la omisión de su
convocatoria se fulmina con la nulidad [CNCC, Sala III, 5/5/92, “Lanata, Jorge”, causa nº 30708].
En esta misma inteligencia se ha sostenido que el art. 258 del ordenamiento ritual, instituye
de modo imperativo la convocatoria a las partes a una audiencia de conciliación, ya que la ley
ha querido, a través de ella garantizar el legítimo derecho de defensa del inculpado, al inten-
tar el juez —invitación mediante—, a que las partes concilien [CAPCF, Sala III, 22/12/10, “Yañez,
Norberto José”, causa nº 24687/08, en cita de Catucci, Calumnias …, p. 285].
La notificación de la audiencia, por el carácter personal que tiene, debe serle cursada al im-
putado en su domicilio real. Si no se tuviera conocimiento de aquel, podrá solicitarse una inves-
tigación preliminar con arreglo a lo que dispone el art. 261 del CPPCABA. En la citación se debe
acompañar copia del escrito de querella, así como también se lo debe notificar de los derechos
y garantías establecidos en los arts. 28 y 29 del ritual. Si la citación no cumple con estos recau-
dos, será inválida.
Coincidimos con La Rosa y Rizzi en que si bien la redacción de la norma pareciera establecer
el carácter eventual de la presencia del letrado del imputado, por las consecuencias que esta au-
diencia tiene para la constitución del proceso su presencia resulta ineludible [La Rosa - Rizzi, Có-
digo …, 2010, p. 978].
Diversas son las consecuencias para el caso de la inasistencia de las partes. Ya se vio que la
incomparecencia injustificada del querellante o su mandatario, lo hará incurrir en la causal de
desistimiento tácito reglada en el art. 256, inc. 2º del CPPCABA, lo que extinguirá la acción pe-
nal. En el caso del querellado, de no asistir, la norma dice que el proceso continúa normalmen-
— GABRIEL VEGA —
Art. 259 LIBRO III — JUICIOS 184
te. Claro que de haber existido retractación o acuerdo, también la causa se extinguirá (art. 259,
CPPCABA). Por ello, creemos que debe darse al querellado la posibilidad de justificar su inasis-
tencia, si es que esta se produjo por alguna causa que no le es imputable, para que se fije una
nueva audiencia de conciliación. A la convocatoria también deberá invitarse al demandado
civil, si lo hubiere.
Se ha resuelto que es nula la audiencia de conciliación cuando el tribunal delega la realiza-
ción de la misma en la Oficina de Resolución Alternativa de Conflictos dependiente del Conse-
jo de la Magistratura de la Ciudad, en el entendimiento que de la literalidad de la norma del art.
258 del CPPCABA surge que es el tribunal quien convocará a las partes [CAPCF, Sala III, 22/12/10,
“Yañez, Norberto José”, causa nº 24687/08]. Creemos que la solución es discutible, en particu-
lar si no se demuestra un perjuicio concreto. Además, es de buena práctica que el juez no pre-
sencie la audiencia de mediación, permitiendo que las partes se explayen con total libertad y
amplitud (piénsese que en el curso de la audiencia, el imputado podría decir algo que lo incri-
mine), a la vez que lo preserva de quedar influenciado por cuestiones que de ventilarse en su
presencia podrían afectar su imparcialidad. En definitiva, lo que la norma impone es que el tri-
bunal convoque a la audiencia, pero no que el juez se encuentre presente en ella, aunque por
cierto deberá ser impuesto de las posturas finales que cada una de las partes ha asumido en el
curso de la misma.
Navarro y Daray señalan que la convocatoria a audiencia de conciliación no es cuestión ex-
presamente apelable o que genere agravio irreparable, por lo que no deviene recurrible [Nava-
rro - Daray, Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. III, p. 270, en cita a CNCC, Sala VI, JPBA, 80-166-
493 y 82-240-496], aunque no falta quienes, por el contrario, identifican como perjuicio el
hecho de que al querellado se lo obliga a soportar el proceso en su totalidad. A fin de sustentar
el carácter apelable de la audiencia conciliatoria, se ha resaltado también que la misma es un
acto previo e indispensable para que se pueda dar inicio el juicio [Amadeo - Palazzi, Código …,
p. 687]. Además, como ya fue dicho, la decisión de la convocatoria implica que el tribunal ha
desechado la posibilidad de que el hecho sea atípico, o bien, admite que la presentación se ajus-
ta a lo que prescribe el art. 254 del CPPCABA. De todos modos, es cierto que estos planteos los
podría articular por vía de excepción de modo previo a la audiencia de conciliación (art. 197,
CPPCABA) y lo que el tribunal resuelva a este respecto resulta apelable a tenor de lo estableci-
do en el art. 198 del CPPCABA.
Finalmente, en el caso de que el querellado fuere un legislador, magistrado o funcionario
sujeto a desafuero, la ley 25.320 no impide que sean citados a la audiencia de conciliación, aun-
que la comparecencia no podrá ser ordenada de modo compulsivo. De todos modos, ya se ha
visto que la incomparecencia del querellado no impide la continuación normal del proceso.
— GABRIEL VEGA —
185 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 259
El presente artículo contempla dos supuestos diversos que eventualmente pueden conducir
al cierre anticipado del proceso por delitos de acción privada: la conciliación y la retractación.
Navarro y Daray [Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. 3, p. 276] señalan que la conciliación no
consiste simplemente en que el querellante exprese que acepta las explicaciones del querella-
do, pues en este caso estaríamos ante un supuesto de desistimiento. En verdad se trata de un
acto complejo del que participan ambas partes e incluso el tribunal, que debe generar la ins-
tancia propicia para ese tipo de acuerdos.
En cuanto al momento procesal para arribar a una conciliación según el tenor de la norma
es bastante amplio pues puede que ocurra en la audiencia prevista en los términos del art. 258
e inclusive, en cualquier estado posterior del juicio, por lo que puede darse en cualquier esta-
dio procesal y en cualquier instancia. De ocurrir, conlleva el sobreseimiento y la imposición de
costas en el orden causado, a menos que las partes hagan algún acuerdo sobre este aspecto.
En cuanto a la retractación, está pensada para los delitos contra el honor y constituye una
excusa absolutoria, en tanto quien se retracta, lo debe hacer incondicionalmente, de modo que
reconoce su participación en el suceso y su carácter delictivo, mostrándose arrepentido.
A diferencia de la conciliación, la norma en trato no es tan amplia en cuanto al estadío pro-
cesal en que puede concretarse, pues la oportunidad está limitada a la contestación de la que-
rella o a la audiencia de conciliación. De este modo, de ocurrir con posterioridad a ese hito pro-
cesal, no tendrá el efecto de provocar el cierre del proceso, sino que por el contrario, este con-
tinuará hasta el dictado de la sentencia.
Navarro y Daray [Código Procesal …, 4ª ed., 2010, t. 2, p. 425] teniendo en cuenta lo que dis-
pone el art. 117 del CP, no encuentran impedimento para que la retractación ocurra incluso
antes de que se presente la querella [al respecto, véase Castro - Friele, en Código …, 2ª ed., 2010,
t. 4, p. 424 y ss.]. Agregan los autores que de hecho se puede presentar por escrito, antes de la
audiencia de conciliación y no requiere de una fórmula sacramental. Esto refuerza la idea esbo-
zada en el comentario al art. 258 del CPPCABA, de que no parece inválido delegar la realización
de la audiencia allí prevista en una oficina administrativa, claro que bajo la supervisión del tri-
bunal. Es que el tribunal será quien tenga la palabra final, si para el querellante la retractación
no resulta suficiente.
También se sostiene que como se trata de una excusa absolutoria, el juez deberá expedirse
sobre la validez o no de aquella, aun en el caso de que el querellante la acepte. Claro que en un
sistema acusatorio, y en particular, en un delito con acusador privado, cabría preguntarse si aca-
so el tribunal podría rechazar la retractación, aceptada por el querellante.
La conciliación y la retractación se distinguen por sus efectos, pues, en tanto la primera, pro-
ducida, tiene la virtualidad de extinguir la acción para todas las personas imputadas; la segun-
— GABRIEL VEGA —
Arts. 260/261 LIBRO III — JUICIOS 186
da, es de carácter personal y solo beneficia a quien la pronuncia. En ambos casos, de prosperar,
culmina con el dictado del sobreseimiento. Ya se dijo que en el caso de la conciliación las costas
son en el orden causado. En el caso de la retractación, como implica una admisión de culpabili-
dad, cargará con ellas el querellado.
Finalmente, en el caso de la retractación, a pedido del querellante, el tribunal ordenará que
se la publique, atendiendo a los medios que parezcan más acordes al caso. Por ejemplo, por la
prensa, si el delito contra el honor fue cometido por ese medio.
Una vez realizada la audiencia de conciliación, podría ocurrir que las partes concilien o que
haya retractación; que no se dé ninguna de estas alternativas; o que alguna de las partes no
concurra.
Si hay conciliación o retractación, ya fue visto que conducen al sobreseimiento. Si no se da
ninguna de ellas, o bien el querellado no concurre a la audiencia de conciliación, el tribunal de-
be citar a las partes a una audiencia oral, para que ofrezcan las pruebas para el debate. En este
punto la norma expresamente declara aplicables las reglas previstas en los arts. 209 y 210 para
los delitos de acción pública.
Es decir, se trata de la etapa preliminar del juicio, que se cumple ante un juez distinto del que
intervenga en el debate oral y público. Si para entonces el querellado no designó defensor de
confianza, el tribunal deberá intimarlo a que provea a su defensa bajo apercibimiento de tener
por designado al defensor oficial.
La audiencia tendrá lugar dentro del plazo de diez días hábiles. En esa ocasión las partes
darán razones para que se acepten las pruebas que ofrecen para el juicio, y el tribunal resolve-
rá cuales terminan siendo admisibles de acuerdo a la pertinencia que guardan con el objeto de-
marcado en la presentación formulada en los términos del art. 254 del CPPCABA. También en el
marco de la audiencia las partes podrán articular excepciones, e incluso podría ocurrir que con-
cilien o que exista retractación.
— GABRIEL VEGA —
187 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 262
— GABRIEL VEGA —
Art. 262 LIBRO III — JUICIOS 188
El artículo en comentario contempla dos medidas cautelares; una de carácter personal, vin-
culada al fin procesal de evitar que el imputado pretenda eludir la acción de la justicia; la otra
de carácter real, orientada a asegurar la ejecución de la acción civil.
Es difícil imaginar que opere en un caso concreto la prisión preventiva. Sabido es el carácter
restrictivo que esta medida conlleva para delitos de acción pública, por lo que esa impronta ma-
yor es cuando se trata de delitos de acción privada, para los que rige también y con mayor inten-
sidad el carácter restrictivo que emana del principio de inocencia (art. 18, CN), pero también de
lo dispuesto en el art. 1º del CPPCABA.
Para que proceda la prisión preventiva, deben darse algunos presupuestos formales comu-
nes a esta medida cautelar, tal como la norma lo establece: hecho ilícito prima facie y concu-
rrencia de indicadores de riesgo procesal manifestados en el peligro de fuga o en el entorpeci-
miento del proceso.
La amenaza punitiva no puede erigirse en el factor exclusivo y excluyente para establecer la
medida del peligro de fuga, es de todos un indicador más y es por ello que, por la escasa grave-
dad de los ilícitos de acción privada, difícil es imaginar que esta variable se convierta en un foco
de riesgo tan importante como para autorizar tan grave medida cautelar.
A los requisitos comunes establecidos por los arts. 169, 170 y 171 del CPPCABA para la prisión
preventiva, deben sumarse otros presupuestos formales identificados por la norma en trato.
El primero es el pedido del querellante. Podría resultar objetable que el mero interés parti-
cular, habilite tamaña intromisión estatal. De todos modos, ya fue dicho que en todo caso, esto
remite a una discusión de política criminal, acerca de habilitar que la pena pública, pueda aca-
so ser aplicada por esa misma clase de interés particular. Además, para que este pedido del que-
rellante prospere, su presentación realizada en los términos del art. 254 del CPPCABA debe
haber superado el juicio de admisibilidad. A la vez, es menester que haya sido convocada la
audiencia de conciliación a que hace referencia el art. 258 y que esta no haya culminado con la
conciliación o la retractación.
Finalmente, como recaudo previo al dictado de esta medida cautelar, es preciso que se lleve
adelante una audiencia oral en la que el imputado sea intimado de los hechos, acto que, al no
existir acusador público, será concretado en la audiencia presidida por el órgano jurisdiccional.
En ella se producirá sumariamente prueba, en donde las partes tendrán posibilidad de con-
frontar sobre la procedencia de la restricción de la libertad. En lo demás rigen las disposiciones
generales previstas en el Libro Segundo, Título V, lo que torna de difícil imaginación el dictado
de la prisión preventiva, ante la existencia de otras medidas alternativas (art. 174, CPPCABA).
En el excepcionalísimo caso que se dicte la prisión preventiva, devendrá como nunca imperioso
que el tribunal, de oficio, revise constantemente la necesidad de su mantenimiento (art. 186,
CPPCABA).
En cuanto al embargo, solo procede cuando junto con la acción penal se haya ejercido la ac-
ción civil y está orientado a asegurar el cumplimiento del pago de su indemnización, previo
cumplimiento de los requisitos de verosimilitud del derecho y peligro en la demora. Al respec-
to, véanse los comentarios al art. 176 y ss. del CPPCABA.
— GABRIEL VEGA —
189 TÍTULO II — JUICIOS POR DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA Art. 263
La norma remite a la aplicación de las reglas fijadas para el procedimiento común, tales co-
mo los arts. 210, 213 y 215 del CPPCABA.
La Rosa y Rizzi objetan la mención del art. 210, pues la audiencia en este tipo de procesos es
la del art. 260 del CPPCABA. De todos modos, ya dijimos en ese lugar que el legislador remite a
la aplicación de las reglas del procedimiento común, por lo que no parece tratarse de un error
[La Rosa - Rizzi, Código …, p. 989].
Además, la mención del art. 210 no parece superflua, sino que tiene por objeto dejar en cla-
ro que el juez que interviene en esta etapa no será el mismo que llevará adelante el debate, si-
guiendo la pauta interpretativa de la imparcialidad asentada por la Corte Suprema [CSJN,
17/5/05, “Llerena”, I:486 XXXVI; y CAPCF, Sala II, 24/6/14, “Álvarez, Juan Pablo”, causa nº 32056/
12, en idéntico sentido].
Ello es así pues, al margen de que este tipo de procesos por delitos de acción privada carecen
de una etapa preparatoria, vimos que el magistrado que interviene en la parte previa al juicio
puede verse sujeto a adoptar diversas decisiones jurisdiccionales que lo pueden llevar a hacer
perder la imparcialidad futura, tales como la decisión de incidencias por excepciones, la admi-
sibilidad de la querella e incluso el dictado de alguna medida cautelar.
La convocatoria a una audiencia de conciliación, y también la aceptación de medidas de in-
vestigación preliminar, presuponen que el juez encuentra admisible la querella, lo que además
de la corrección de los aspectos formales de la presentación, supone que el hecho denunciado,
prima facie es un hecho delictivo en el que en principio habría participado el querellado.
La audiencia de juicio será fijada cuando ninguna de las incidencias anteriores tuviera como
consecuencia la cancelación del trámite.
En lo demás se aplican las reglas previstas en los arts. 213 y 215. El primero, en línea con
cuanto se viene diciendo, establece que el juez del debate, dentro de los tres meses de recibi-
das las actuaciones deberá celebrar la audiencia de debate, la que deberá ser fijada por él mis-
mo con una antelación no inferior a los diez días, plazo al que las partes pueden renunciar para
acotarlo.
Los testigos, peritos e intérpretes deberán ser citados para esa audiencia, en una cantidad
que no supere los diez, y será carga de cada una de las partes lograr su comparecencia, claro está
que, con el auxilio judicial cuando fuera necesaria la fuerza pública o para la citación resultare
necesario el libramiento de un oficio o exhorto.
De acuerdo al art. 215, se deberá adelantar los gastos para el traslado de los testigos que así
lo requieran, lo que correrá por cuenta del acusador particular y en lo demás la norma en trato
le reconoce las mismas atribuciones y facultades que las que tiene el acusador público.
— GABRIEL VEGA —
Arts. 264/265 LIBRO III — JUICIOS 190
La inasistencia injustificada del querellado podrá ser ocasión para que el querellante solici-
te a su respecto la prisión preventiva, o bien, la medida prevista en el art. 213, último párrafo.
Art. 264. — «Reglas del debate». El debate se efectuará de acuerdo con las disposicio-
nes correspondientes al juicio común. El/la querellante tendrá las facultades y obli-
gaciones correspondientes al/la Fiscal, pero podrá ser interrogado/a bajo juramento.
— GABRIEL VEGA —
191 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
Existe en esta norma una remisión a las disposiciones previstas para el procedimiento común
en lo que hace a la incomparecencia del imputado; la sentencia; los recursos y la ejecución de
aquella, por lo que corresponde remitirse a los comentarios efectuados a esas reglas.
Con respecto al juicio por calumnias e injurias, a pedido del querellante, el tribunal podrá
ordenar la publicación de la sentencia en la forma en que lo estime adecuado, y los gastos corre-
rán por cuenta del vencido.
Por regla la publicación se procurará hacer por los mismos medios y con las misma extensión
en que se difundió la ofensa. De haber desaparecido el medio se ha dicho que corresponderá la
publicación en los tres diarios de mayor tiraje, salvo que el querellante se conforme con la publi-
cidad en otro medio, que resulte menos costoso. El pedido de publicación debe solicitarlo el
querellante a más tardar en el momento de producir su alegato final.
TÍTULO III
AVENIMIENTO
Capítulo único
1* Comentario al artículo 266 elaborado por el doctor Fernando Bosch, con la colaboración de la
— FERNANDO BOSCH —
Art. 266 LIBRO III — JUICIOS 192
la pena y las costas del proceso [CAPCF, Sala III, 8/7/08, “Simpe, Renzo Nicolás Alberto”, causa nº
8728-01/08]. Se ha entendido que este acuerdo es un juicio del tipo abreviado, tal como el pre-
visto en el art. 431 bis del CPPN, cuyo propósito es evitar el juicio oral y público cuando aquel no
sea imprescindible para arribar a una sentencia que resuelva el caso [CAPCF, Sala III, 12/2/11,
“Gómez, Oscar Eduardo”, causa nº 4276-01/09; en sentido similar, CAPCF, Sala II, 1/8/12, “Rodri-
go, Cristian”, causa nº 45160-31/08]. No obstante, se ha dicho que el avenimiento ha sido regu-
lado de modo diferente por el legislador local sobre la base del principio acusatorio que rige los
procesos penales de la ciudad [TSJ CABA, 23/12/14, “Rodríguez de Sosa, Carlos Alberto”, expte.
nº 10356/13, del voto de la doctora Weinberg, que integra la mayoría]. Sobre este último aspec-
to, la doctrina ha expresado que en este artículo se hace plenamente vigente el principio acu-
satorio (art. 13.2, CCABA) y el de disponibilidad, también conocido como “principio de oportu-
nidad” por el cual se deja en manos de la acusación la promoción, ejercicio y disponibilidad de
la acción penal y, a la vez, la posibilidad de solucionar el conflicto por un medio menos lesivo
para el imputado y acorde con el derecho que cuenta a su efectiva resocialización [La Rosa - Riz-
zi, Código …, 2010, ps. 994 y 995].
En contraposición a estos beneficios, se ha señalado también respecto de esta forma de finali-
zar el proceso que favorece la punición de inocentes, a la vez que incita a la disminución de la pe-
na justa de los autores culpables. Se explicó que en estos sistemas un inocente puede aceptar una
pena por temor a que, en caso contrario, sea condenado a una pena mucho mayor, lo que es mate-
ria corriente, “producto de los tiempos” [cf. Sancinetti, Avenimiento …, ejemplar del 15/8/12].
Las razones expuestas han generado un extenso debate acerca de la validez constitucional
de la norma, especialmente, en virtud de las críticas que este instituto ha recibido basadas en la
idea de que su aplicación implicaría una violación de los derechos del imputado pues el art. 18
de la CN establece expresamente que ningún habitante de la Nación puede ser penado sin jui-
cio previo. Asimismo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene establecido que en mate-
ria criminal la garantía consagrada por ese artículo exige la observancia de las formas sustan-
ciales del juicio relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictadas por los jueces na-
turales [CSJN-Fallos, 125:10; 127:36; 189:34; 308:1557, entre muchos otros].
Respecto de esta cuestión, la jurisprudencia de los tribunales locales se ha pronunciado en
favor de la vigencia del avenimiento. Mucha tinta ha corrido en torno a dicha discusión, pudién-
dose concluir que constituye una excepción posible al principio general que está constituido
por el debate público reglado en el Título I, del Libro Tercero del CPPCABA, cuyo título primero
se denomina, precisamente, “juicio común” [CAPCF, Sala I, 7/6/10, “S., P. R. y otro”, causa nº
40235/09]. Incluso se ha interpretado a este pacto sobre la pena como una facultad del imputa-
do, a quien se le permite renunciar a su derecho a un juicio contradictorio [CAPCF, Sala III,
12/2/11, “Gómez, Oscar Eduardo”, causa nº 4276-01/09]. En síntesis, se ha afirmado que el ave-
nimiento recrea el llamado juicio abreviado incorporado como art. 431 bis del CPPN (ley 24.825)
y constituye una forma especial de procedimiento tendiente a la aplicación de la ley penal que
omite la celebración del juicio y arriba a una sentencia como modo normal de terminación del
proceso [CAPCF, Sala II, 24/6/13, “Marcos Limaco, Dino Miguel”, causa nº 17610-01/11].
— FERNANDO BOSCH —
193 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
§ 2. El acuerdo.— Este apartado trata acerca de la autoridad facultada para proponer este
tipo de vía alternativa de resolución de conflicto y el momento procesal oportuno para ello.
Asimismo, se establecen los requisitos que el acuerdo celebrado entre las partes debe reunir
para ser reputado válido.
— FERNANDO BOSCH —
Art. 266 LIBRO III — JUICIOS 194
§ 3. La conformidad del imputado.— Para la procedencia del avenimiento el art. 266 del
CPPCABA exige, entre otros recaudos, la conformidad del imputado, especialmente, respecto
de la existencia del hecho atribuido y su participación en aquel [CAPCF, Sala I, 7/6/10, “S., P. R. y
otro”, causa nº 40235/09]. Al igual que en el supuesto del juicio abreviado previsto en el Códi-
go Procesal de la Nación, el acusado se reconoce culpable de aquello de lo que se lo acusa [cf.
TSJ CABA, 17/3/10, “Morales, Hernán Pablo”, expte. nº 6808/09, del voto de la doctora Conde,
que integra la mayoría]. Es decir que al acordarse el avenimiento el imputado asume la respon-
sabilidad penal por el hecho endilgado, así como también acepta la imposición de una pena
[CAPCF, Sala III, 12/2/11, “Gómez, Oscar Eduardo”, causa nº 4276-01/09]. De este modo, se ha
dicho que este instituto importa la aceptación por parte del imputado de la existencia de los
hechos reprochados, su participación y la calificación legal adoptada [CAPCF, Sala III, 8/7/08,
“Simpe, Renzo Nicolás Alberto”, causa nº 8728-01/08]. En suma, por expresa previsión legal, el
acuerdo debe contener la conformidad del imputado en cuanto al reconocimiento del suceso
investigado y su participación en aquel. También, este debe aceptar la calificación que el Minis-
terio Público Fiscal le atribuyó al hecho imputado, la pena solicitada y, en su caso, las costas.
Para que esta conformidad pueda ser reputada válida debe ser prestada por el acusado con
la asistencia de un defensor.
También vale indicar que al acuerdo de avenimiento solo podrá arribarse si el imputado con-
siente que se omita “la recepción de la prueba tendiente a acreditar” su culpabilidad, libre-
— FERNANDO BOSCH —
195 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
mente confesada [TSJ CABA, 17/3/10, “Morales, Hernán Pablo”, expte. nº 6808/09, del voto de
la doctora Conde, que integra la mayoría].
La importancia de este requisito se refleja en los siguientes ejemplos. En un caso que resol-
vió la Sala I de la CAPCF se confirmó el rechazo de la homologación del acuerdo presentado por
la fiscalía porque la acusada no mantuvo su voluntad de reconocer la existencia del hecho. Si
bien en un primer momento aquella había aceptado ante el Ministerio Público Fiscal la impu-
tación consistente en haber abandonado a su suerte a su hijo menor, de siete años de edad, du-
rante aproximadamente veinticuatro horas, luego, en ocasión de celebrarse la audiencia per-
sonal ante la magistrada, relató el hecho de manera diferente a la atribuida, de modo que des-
conoció en definitiva la conducta tal como había sido descripta en el acta de avenimiento
[CAPCF, 7/6/10, Sala I, “S., P. R. y otro”, causa nº 40235/09]. En otro supuesto, se llegó a la misma
conclusión en virtud de que el imputado desistió de continuar con el procedimiento previsto en
el art. 266 del CPPCABA y solicitó la suspensión del juicio a prueba, alegando que no había sido
correctamente informado acerca de la posibilidad de optar por la probation. La Sala III del mis-
mo fuero afirmó que ese desistimiento del acuerdo suscripto lo dejaba sin efecto y por eso no
se podía continuar con el tramite de la homologación, ya que el convenio había dejado de ser
válido [CAPCF, Sala III, 19/8/10, “Soplan, Mauro y otros”, causa nº 34125/09].
§ 4. La audiencia «de visu».— El art. 266 del CPPCABA establece que, recibido el acuerdo
de avenimiento, el juez citará al imputado a una audiencia de conocimiento personal en la que
lo interrogará sobre sus circunstancias personales y sobre si comprende los alcances del conve-
nio. Dicha audiencia es un imperativo legal, un requisito sin el cual no puede pretenderse nin-
guna homologación jurisdiccional [CAPCF, Sala I, 7/6/10, “S., P. R. y otro”, causa nº 40235/09].
En esta línea, cabe señalar un caso en que un tribunal oral, en el marco de una propuesta de
juicio abreviado, condenó a varios imputados e impuso el cumplimiento de distintas pautas y la
defensa recurrió en casación ese pronunciamiento señalando que la decisión se había adopta-
do sin que se hubiera celebrado la audiencia establecida por el art. 431 bis del CPPN, toda vez
que solo habían sido recibidos por la secretaria del tribunal. Los jueces integrantes de la Sala I
de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal declara-
ron la nulidad de la resolución impugnada por esa parte y reenviaron las actuaciones al tribu-
nal de origen para que, luego de tomar conocimiento de visu del imputado, se emitiera un nue-
vo pronunciamiento (arts. 166, 167, inc. 1º, 431 bis y 471, CPPN). En esa oportunidad, los voca-
les indicaron que de las actas agregadas solo se advertía que los imputados fueron recibidos por
la secretaria y que los integrantes del tribunal oral no habrían tenido participación, por lo que
debido al incumplimiento de las reglas previstas en los arts. 138 y 139 del Código de forma,
hicieron lugar a la pretensión de la defensa [CNCCC, Sala I, 18/3/16, “M., R. R. y otros”, causa nº
26730/11, reg. nº 184/16, del voto de los vocales Garrigós de Rébori, Bruzzone y García].
§ 5. Las facultades del juez.— Luego de la audiencia de visu, el juez decidirá si homologa
o rechaza el acuerdo celebrado, y dispone en este último caso que continúe el proceso, por au-
— FERNANDO BOSCH —
Art. 266 LIBRO III — JUICIOS 196
to, si considera que la voluntad del imputado se encuentra viciada. Por su parte, la homologa-
ción podrá adoptar una calificación legal o una pena más favorable al imputado.
En este orden, se ha considerado que corresponde al juzgador efectuar un examen estricto
de estos convenios a fin de determinar si el consentimiento ha sido prestado por el imputado
de modo voluntario e inteligentemente. Este debe entender de manera acabada los alcances
del acuerdo que está suscribiendo, como uno de los límites a la negociación del proceso [CAPCF,
Sala III, 19/8/10, “Soplan, Mauro y otros”, causa nº 34125/09].
Un sector de la jurisprudencia de la ciudad restringe las facultades jurisdiccionales a este úni-
co análisis en la creencia de que las causales legales para rechazar el acuerdo de avenimiento
son taxativas: si se considerase que la conformidad del imputado no fue voluntaria. Al respec-
to se ha dicho que el legislador ha sido claro al dar validez a los acuerdos de juicio abreviado en-
tre el titular de la acción y el imputado, impidiendo que el órgano jurisdiccional pueda entro-
meterse en las decisiones del Ministerio Público sobre el contenido de la acción, al permitírsele
rechazar el avenimiento solo por motivos taxativos vinculados a la ausencia del libre consenti-
miento del imputado. Es decir, el juez no puede asumir una mayor amplitud que la que le con-
cede la norma y no puede rechazar el acuerdo sino por los motivos que expresamente allí se pre-
vén [CAPCF, Sala III, 23/8/12, “Rasquidez, Ángel Horacio”, causa nº 43134/11; e ídem, 19/6/15,
“R., A. M.”, causa nº 11317-01/13].
Por el contrario, se ha sostenido también que el control judicial no se encuentra limitado a la
homologación o rechazo de los acuerdos que puedan celebrar las partes y, en su caso, a la dispo-
sición de que continúe el proceso, solo bajo el supuesto de entender que la conformidad del
imputado no fue voluntaria. Al respecto se dijo que acotar de ese modo las razones que autori-
zan al juez para disponer el rechazo del avenimiento podría lesionar gravemente la garantía del
debido proceso (art. 18, CN), pues más allá de los intereses personales del imputado y su decisión
expresa en cuanto a la elección de la vía procesal elegida, lo cierto es que solo en cabeza del
magistrado se encuentra el dictado de una sentencia penal, “… único fundamento que admite
la aplicación de una pena” [cf. Maier, Derecho …, t. I, 2ª ed., 2002, p. 486; CAPCF, Sala II, 1/8/12,
“Rodrigo, Cristian”, causa nº 45160-31/08; ídem, 24/6/13, “Marcos Limaco, Dino Miguel”, causa
nº 17610-01/11; e ídem, 1/11/13, “Marcovich Reherman, Nelson”, causa nº 46217-01/11].
A continuación se describen algunas circunstancias particulares en las que se analizaron los
alcances de estas potestades jurisdiccionales.
— FERNANDO BOSCH —
197 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
— FERNANDO BOSCH —
Art. 266 LIBRO III — JUICIOS 198
ed., 2002, p. 930; Palacio, LL, 1997-D-587. Igualmente, CNCP, Sala I, 16/3/06, “R., D. M.”, LL, 2006-
D-786; CAPCF, Sala II, 1/11/13, “M. R., N.”, causa nº 46217-01/11; ídem, 3/12/04, “Cascini, Alfre-
do Raúl”, causa nº 356/04; ídem, 22/10/04, “Reyes, Juan José”, causa nº 283/04; ídem, 13/9/05,
“De La Fuente, L. Adrián”, causa nº 286/05; e ídem, 15/4/08, “Quiñones, Cristian Nicolás y otro”,
causa nº 30366/06].
La Sala III coincide con este criterio pues ha manifestado que el juez se encuentra habilitado
para dictar sentencia absolutoria pese al acuerdo de pena celebrado entre el fiscal y el imputa-
do en los términos del art. 266 del CPPCABA. La única limitación para el tribunal a cuya apro-
bación se somete el avenimiento es la de imponer una pena superior o más grave que la solici-
tada por el Ministerio Público Fiscal. En modo alguno se encuentra vedada la posibilidad de dis-
poner la absolución del imputado cuando no existen elementos de prueba suficientes para con-
denar o los recolectados dejan subsistente una duda sobre los hechos (art. 2º, CPPN) [CAPCF,
Sala III, 12/8/13, “Rodríguez de Sosa, Carlos Alberto”, causa nº 60354-01/10].
— FERNANDO BOSCH —
199 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
En otro supuesto se señaló que la magistrada se había excedido de las facultades legalmente
conferidas, ya que había indicado las pruebas idóneas cuya producción permitiría acreditar el he-
cho —lo que claramente favorecía la posición de la fiscalía en desmedro del derecho de defensa—
y al mismo tiempo había incursionado en opiniones dogmáticas sobre la determinación de la
pena pactada por las partes y realizado consideraciones respecto de aquella, así como de la exis-
tencia o no de circunstancias agravantes que no serían propias de la etapa en la que se encontra-
ba el proceso. Además, se afirmó que estas atribuciones no estaban contempladas por el art. 266
del CPPCABA. Finalmente, se entendió que de considerar excesiva la pena pactada, estaba facul-
tada para disminuirla en el caso de que homologase el acuerdo, pero que no podía pronunciarse
válidamente sobre la medida de la pena, sin excederse de sus prerrogativas, cuando dispusiese el
rechazo del acuerdo, pues ello podría condicionar las posturas de las partes [CAPCF, Sala I, 7/6/10,
“S., P. R.”, causa nº 40235/09, del voto en disidencia del doctor Vázquez. La mayoría con el voto
conjunto de los doctores Marum y Saez Capel resolvió confirmar la decisión por la cual se rechazó
el pedido de homologación del acuerdo de avenimiento por considerar que la ausencia de con-
sentimiento expresada al juez en la audiencia prevista en el art. 266 del CPPCABA, aun cuando
fuera sobreviniente, impide la homologación del acuerdo, por encontrarse en juego la garantía
constitucional que exige que la sentencia de condena se encuentre precedida de “juicio previo”].
d) Examen sobre la modificación de los hechos imputados.— El juez debe rechazar el ave-
nimiento celebrado por las partes si los hechos originariamente imputados y fundados en el re-
querimiento de juicio fueron modificados por la fiscalía con la sola finalidad de arribar a un
acuerdo de esta naturaleza [CAPCF, Sala I, 13/5/11, “López, María Adriana y otros”, causa nº
45449/09, del voto de los doctores Marum y Vázquez].
Se dispuso revocar la decisión que rechazó el acuerdo de avenimiento al entender que exis-
tía una diferencia entre el hecho plasmado en el requerimiento de elevación de juicio (porta-
ción), los reconocidos por el imputado y la nueva calificación legal (tenencia). La cámara expli-
có —contrariamente a lo sostenido por la jueza de primera instancia— que en el caso no había
existido una variación del hecho atribuido sino solo un cambio de calificación legal por parte
del MPF al momento de celebrarse el acuerdo de avenimiento sustentado en el análisis de las
pruebas obrantes en la causa, lo que no impedía su homologación [CAPCF, Sala I, 7/7/15, “Con-
treras, Fausto Germán”, causa nº 2036/15].
— FERNANDO BOSCH —
Art. 266 LIBRO III — JUICIOS 200
de cuatro años de que adquiriera firmeza la primera condena a pena de prisión —la cual había
sido dejada en suspenso—, ambas penas debían acumularse y resultaban de cumplimiento
efectivo. En virtud de esto, las partes bien pueden acordar la pena y las condiciones de ejecu-
ción en un avenimiento celebrado en los términos del art. 266 del CPPCABA, pero no pueden
sustraerse a la letra de la ley y es al órgano jurisdiccional a quien le compete efectuar el control
de legalidad y en el caso de verificar que ello no se cumple, rechazar el acuerdo. La disponibili-
dad de la acción penal no importa, en absoluto, ceder el ejercicio del control jurisdiccional que
las normas le conceden al juez de grado [CAPCF, Sala III, 19/6/15, “R., A. M.”, causa nº 11317-01/13].
En un supuesto diferente, el representante del Ministerio Público Fiscal solicitó la anulación
del convenio y de los actos consecuentes alegando haber incurrido en un error al firmar dicho
acuerdo por desconocer un antecedente condenatorio del imputado. Este planteo fue rechaza-
do por considerar que ese desconocimiento se había generado por la propia torpeza de la fisca-
lía que podría haberse evitado mediante una mera compulsa del legajo y se concluyó que la fal-
ta de diligencia del órgano acusador jamás podría operar en contra del imputado [CAPCF, Sala
III, 7/4/16, “Benítez, Carlos Alberto”, causa nº 10426-02/15]. Allí también se dijo que resultaba
prematuro unificar la pena impuesta con una pena única que todavía no se encontraba firme,
pues ello podría dar lugar a pronunciamientos contradictorios en fueros diversos, sobre todo
teniendo en cuenta que puede diferir los montos punitivos que en definitiva correspondiesen,
así como las condenas seleccionadas en cada fuero a los efectos de la unificación. Solo corres-
pondería proceder a la unificación solicitada por la defensa cuando la última pena única impues-
ta se encuentre firme [CAPCF, Sala III, 7/4/16, “Benítez, Carlos Alberto”, causa nº 10426-02/15].
— FERNANDO BOSCH —
201 TÍTULO III — AVENIMIENTO Art. 266
tituto. Al respecto se ha entendido que esta circunstancia resultó determinante para rechazar
el acuerdo de avenimiento, pues sería un verdadero disparate jurídico la posibilidad de que
algunos imputados resulten condenados habiendo previamente mediado con otros un sistema
de composición del conflicto con el Ministerio Público Fiscal y otros alcancen la absolución en el
juicio. Se entendió que el acuerdo resultaba manifiestamente arbitrario desde el momento en
que el fiscal, con anterioridad a la presentación del convenio, había suscripto otro respecto de
uno de los coimputados con relación al mismo hecho descripto en el requerimiento de juicio,
sin distinción alguna en cuanto a las reglas de la participación, pero habiendo acordado una
pena más beneficiosa [CAPCF, Sala II, 1/8/12, “Rodrigo, Cristian”, causa nº 45160-31/08].
En el orden nacional se sostiene en virtud de lo establecido en el art. 431 bis, inc. 8, in fine,
del CPPN que la multiplicidad de personas imputadas resulta un obstaculo para la aplicación del
instituto cuando alguno de los procesados negare su conformidad [TOC nº 25, LL, 1998-F-732]
o si fue declarado rebelde [TOC nº 25, JPBA, 101-125-316]. En oposición, se dijo que si se inter-
pretara que al existir algún rebelde en la causa fuera improcedente tal procedimiento, resulta-
ría que estaría en mejor situación la actual prófuga. que quien se presentara a estar conforme
a derecho, al impedírsele adoptar tal procedimiento legal [TOC nº 25, causa nº 310, 9/2/98,
publicado en LL, 1998-F-732, LL, On Line, AR/JUR/1795/1998].
c) Facultades de las partes que celebran el convenio.— Tanto la pena como sus condiciones
de ejecución bien pueden integrar los acuerdos realizados por las partes en el marco del art. 266
del CPPCABA, siempre y cuando se ajusten a los límites que prevé la ley de fondo [CAPCF, Sala
III, 19/6/15, “R., A. M.”, causa nº 11317-01/13, del voto de la doctora Manes]. En el mismo senti-
do, las partes se encuentran facultadas a formalizar un acuerdo donde se decida conjunta-
mente la imposición de una pena determinada, dentro de las que prevé el tipo penal repro-
chado. Sin embargo, no pueden apartarse de lo que estipula la legislación de fondo [CAPCF,
Sala III, 19/6/15, “R., A. M.”, causa nº 11317-01/13, del voto del doctor Franza].
d) El reconocimiento del hecho por parte del imputado en el marco de un acuerdo de ave-
nimiento previo no es un obstáculo para la procedencia del instituto de suspensión del juicio a
prueba.— Se consideró que la concesión de la suspensión de juicio a prueba era viable luego
de que el imputado desistiera del convenio pactado con la fiscalía, pues el reconocimiento de
responsabilidad por parte del acusado no lo ata de manos ni puede impedirle un cambio de opi-
nión o estrategia procesal, sobre todo cuando en la primera oportunidad no habría sido debi-
— FERNANDO BOSCH —
Art. 267 LIBRO IV — RECURSOS 202
damente informado acerca de sus posibilidades reales con relación a las soluciones alternativas
al conflicto o no habría entendido correctamente los alcances del avenimiento [CAPCF, Sala III,
19/8/10, “Soplan, Mauro y otros”, causa nº 34125/09].
e) Supuestos en que se decide apartar del conocimiento de la causa al juez que rechazó el
acuerdo.— La Sala I consideró que a fin de resguardar la imparcialidad (art. 13, inc. 3º, CCABA),
correspondía apartar a la jueza que se había pronunciado respecto de los hechos imputados así
como con relación al valor de las pruebas [CAPCF, Sala I, 7/6/10, “S., P. R. y otro”, causa nº
40235/09].
La Sala II declaró nula una sentencia y apartó del conocimiento de la causa a la jueza porque
se había expedido con relación al fondo del asunto [CAPCF, Sala II, 1/11/13, “Marcovich Reher-
man, Nelson”, causa nº 46217-01/11].
LIBRO IV
RECURSOS
TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES
Capítulo único
Art. 267 *. — «Regla general». Las resoluciones judiciales serán recurribles por los
medios y en los casos expresamente establecidos por la ley.
El derecho de recurrir corresponderá a quien le sea expresamente acordado, siempre
que tuviere un interés directo.
Cuando la ley no distinga entre las diversas partes, todas podrán recurrir.
Se denomina recursos a aquellos actos procesales en cuya virtud la parte que se considera
agraviada por una resolución judicial solicita, en el mismo proceso y dentro de determinados pla-
zos computados a partir de la notificación de aquella, que el mismo órgano que la dictó, u otro
superior en grado, la reforme, modifique, amplíe o anule. Resulta indiferente a esta noción
genérica de recurso el tipo de error o defecto que a través de él se intente enmendar, que puede
comprender desde una mera omisión o ambigüedad en el pronunciamiento hasta el más grave
equívoco, tanto en el aspecto fáctico como jurídico del caso [Palacio, Los recursos …, 1998, p. 11].
Se trata de herramientas que tienen los sujetos procesales para evitar las consecuencias per-
judiciales de las decisiones de los tribunales, en pos de intentar demostrar su injusticia (agravio)
y, de lograrlo, conseguir que la decisión atacada sea revocada, en su caso transformada en otra
de sentido contrario, modificada o eliminada [Maier, Derecho …, t. I, 2ª ed., 2004, ps. 705 y 706].
1 * Comentario a los artículos 267 a 307 elaborado por la doctora Elizabeth A. Marum.
— ELIZABETH A. MARUM —
203 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 267
Los recursos tienen, vistos desde la perspectiva de la celeridad, un indudable efecto retar-
datorio del proceso, porque implican una duplicación de instancias y operan contra la necesi-
dad político criminal de la pronta aplicación de la pena. Sin embargo, se justifican mediante
otra finalidad del proceso: la aplicación de una pena justa, es decir materialmente correcta [Ba-
cigalupo, El debido …, 2007, ps. 132 y 133]. Su fundamento se encuentra en la necesidad de co-
rregir o neutralizar los errores en que pudieran incurrir los jueces, en atención al carácter fali-
ble y limitado del entendimiento humano [D’Álbora, Código …, 6ª ed., 2003, t. II, p. 949; Clariá
Olmedo, Tratado …, 2009, t. V, p. 454). El error judicial que conduce a una condena penal, cual-
quiera que sea la naturaleza de ese error, es de mínima tolerancia en razón de las consecuen-
cias que conlleva [Ledesma, Recurso …, p. 265].
En las impugnaciones actúa el principio dispositivo, pues implican una manifestación de vo-
luntad de quienes se hallan legitimados para interponerlos y, su falta de iniciativa, no puede ser
suplida de oficio por el tribunal. El poder de recurrir puede ser renunciado antes del venci-
miento del término, pero siempre con posterioridad a la emisión de la providencia impugnable
y también después de ejercitado, por vía del desistimiento. La amplitud del principio dispositi-
vo se manifiesta, asimismo, en el poder que tiene el impugnante de circunscribir a los límites de
su agravio, el reexamen de la cuestión resuelta [Ayán, Recursos …, 2ª, ed., 2001, t. 1, ps. 78 a 81].
El objeto de la impugnación es, a su vez, el objeto de conocimiento del ad quem, quien no pue-
de apartarse de estos límites, a pesar de que advierta errores en la resolución no planteados por
el recurrente, a excepción de la declaración de nulidades absolutas —tema que retomaremos
al tratar el art. 276— y del supuesto establecido en el art. 289 del CPPCABA.
Los recursos se clasifican en ordinarios y extraordinarios. Los primeros son aquellos que las
leyes otorgan con el objeto de reparar, genéricamente, cualquier clase de errores in iudicando
o in procedendo, es decir cualquiera de los extremos comprendidos en la resolución que se
recurre. Abarcan tanto los defectos relativos a la aplicación de la ley, como los referidos a la fija-
ción de los hechos y valoración de la prueba, de modo que la medida del conocimiento acor-
dado al órgano competente para resolver este tipo de recursos coincide con la que correspon-
de al órgano que dictó la resolución impugnada, con la limitación de la prohibición de la refor-
matio in pejus.
Revisten carácter ordinario los recursos de aclaratoria —con la limitación de que no es apto
para alterar lo esencial de la resolución—, reposición, apelación y queja [Palacio, Los recur-
sos …, p. 23].
Son recursos extraordinarios aquellos cuya admisibilidad se haya supeditada a la concu-
rrencia de motivos o causales taxativamente establecidas por la ley, en los cuales las facultades
del órgano competente para decidirlos está limitada al conocimiento de determinados aspec-
tos o puntos de la resolución impugnada. En nuestra legislación procesal revisten esta caracte-
rística el recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Superior de Justicia contenido en el
art. 113, inc. 3º de la CCABA y la ley 402; la queja por su denegatoria y el recurso de inaplicabili-
dad de ley (arts. 291 a 296, CPPCABA). También revisten tal carácter el extraordinario federal
previsto por el art. 14 de la ley 48, así como la queja por su denegatoria.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 267 LIBRO IV — RECURSOS 204
El párr. 1º del art. 267 del CPPCABA regula la impugnabilidad objetiva. En relación con este
tema, existe un límite legal desde el ángulo del objeto sobre el cual recae, pues tal como se des-
prende del artículo en estudio solo las resoluciones judiciales son recurribles, de modo que es-
tán excluidos de su ámbito los actos del juez desprovistos del carácter de decisorio y los actos
procesales de las partes [Palacio, Los recursos …, p. 13; Ayán, Recursos …, p. 82]. El criterio que
debe primar para determinar la recurribilidad de una decisión no es la forma que el juez le haya
dado, sino el contenido de la decisión.
Está admitida la impugnación parcial de la decisión, siempre que la parte impugnada se pue-
da separar de aquella que no lo fue, lo que sucede cuando en una resolución se deciden diver-
sas cuestiones —por ejemplo, un hecho con varios acusados o un acusado con varios hechos—
[Roxin, Derecho …, 2000, ps. 449 y 450]. Sin embargo, será total aunque se refiera a un solo
extremo, si la resolución es indivisible, lo que ocurre cuando los puntos decididos carecen de
autonomía desde un punto de vista jurídico o lógico, en atención a la dependencia que los vin-
cula. La impugnación parcial otorga firmeza a la parte de la decisión que no ha sido recurrida
[Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 447].
Por el contrario, las decisiones de los fiscales no pueden ser cuestionadas por vía de recursos,
pues ellos se hallan previstos solo para atacar resoluciones judiciales. Como señalan Solimine y
Pirozzo, tal situación genera una severa y absurda contradicción: mientras en lo macro se elige
un sistema más garantista, como el acusatorio, en la regulación específica —lo micro— se adop-
ta un esquema menos garantista que el que para idéntica situación opera en los regímenes in-
quisitivo y mixto, a través del sistema de recursos. Por ello, la solución para habilitar el control
de lo decidido por el fiscal, deberá buscarse en un instituto diferente [Los recursos …, 2008, ps.
91 y 110], que a la luz de la ley procesal local no puede ser otro que el planteo de nulidad con-
tra la decisión del fiscal ante el juez, resolución que puede ser objeto de impugnación ante la
alzada.
Los recursos admisibles son solo los específicamente contenidos en la ley, de donde se des-
prende la exclusión de las vías de impugnación no previstas [en tal sentido, TSJ CABA, 11/8/99,
“Benegas, Miguel”, expte. nº 38/99]. Al no estar previsto el recurso de nulidad, los motivos que
se considera generan la invalidez de la decisión deben ser canalizados a través de la apelación.
En tal sentido, la CAPCF decidió que el planteo de nulidad no es la vía idónea para cuestionar la
resolución del juez que revoca la condicionalidad de la pena de prisión que fuera impuesta. Si
el defensor disentía con lo resuelto, o consideraba errada la decisión, debió haberla apelado y
no, luego de que adquiriera firmeza, intentar desvirtuarla solicitando tardíamente su invali-
dez. Afirmó que el planteo de nulidad no es una vía procesal admisible contra resoluciones judi-
ciales [CSJN-Fallos, 310:1001; 311:1788], pues el modo de obtener la modificación de una deci-
sión jurisdiccional es a través de la interposición de los recursos pertinentes, en caso de resultar
viables. En el CPPCABA no se encuentra prevista la posibilidad de interponer recurso o planteo
de nulidad contra resoluciones judiciales como recurso autónomo [CAPCF, Sala I, 11/3/15,
“Duarte, Ezequiel A.”, causa nº 7237; ídem, 9/5/13, “Lotesta, Ricardo Martín”, causa nº 33980;
ídem, 25/11/11, “Sevallos Pérez, María y otro”, causa nº 43379].
— ELIZABETH A. MARUM —
205 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 267
En definitiva, al no existir un recurso de nulidad contra una decisión judicial, dicha nulidad
podrá ser introducida como motivo de agravio en alguno de los recursos previstos. En cambio,
si se trata de la nulidad de un acto procesal que contiene algún defecto, que no trate de una re-
solución, debe instarse un planteo de nulidad, cuestión que resulta ajena al ámbito de los recur-
sos, salvo en cuanto a la decisión que decide sobre el planteo, que sí resulta impugnable.
La norma acota, además, la procedibilidad de los recursos a los casos expresamente estable-
cidos. Así, se abarcan las disposiciones particulares que contienen el derecho a recurrir, como los
casos en que se aplica la regla general del interés directo o existencia de gravamen, pues con-
curre respecto de ellos también una previsión especial. Se adopta de este modo el sistema de la
taxatividad de las impugnaciones.
Son casos expresamente establecidos por ley, los previstos en los arts. 173, in fine (la decisión
sobre prisión preventiva); 177 (sobre otras medidas restrictivas); 186 (la decisión sobre excarce-
lación o cese de medidas cautelares); 193 (el auto que conceda o niegue la exención de prisión);
198 (el que resuelva alguna excepción); 251, in fine (la sentencia, cualquiera fuera su resulta-
do); 266 (el rechazo de homologación de un avenimiento); 309 (la decisión de incidentes de eje-
cución); 325 (la resolución sobre libertad condicional), y 336 (decisión sobre la restitución de ob-
jetos secuestrados).
También existen en el Código decisiones irrecurribles por disposición legal. Ellas son las pre-
vistas en los arts. 103 (sobre el carácter secreto de la investigación); 205, párr. 3º (algunos su-
puestos de probation —norma sobre cuyo alcance no existe acuerdo doctrinal ni jurispruden-
cial—); 210 (el rechazo de medidas probatorias en la audiencia sobre resolución de prueba, sin
perjuicio que pueda ser invocado como fundamento del recurso de apelación contra la senten-
cia definitiva); 216 (la resolución sobre la celebración del juicio en privado), y 221 (la decisión so-
bre la inasistencia injustificada a la audiencia de la querella o del civilmente demandado). En
estos casos no resulta jurídicamente posible su admisión. El fundamento de estas disposiciones
consiste en evitar el recargo de los tribunales de alzada y el entorpecimiento del desarrollo del
proceso [Clariá Olmedo, Tratado…, t. V, p. 474].
Desde el punto de vista objetivo, los recursos deben ser idóneos. La idoneidad atiende a la
adecuación de la vía escogida respecto de la resolución que mediante él se impugna, como por
ejemplo el de reposición contra decretos o autos, pero no contra sentencias.
Los párrafos segundo y tercero del artículo regulan la impugnabilidad subjetiva. En relación
con ella, es decir, con las personas que pueden interponer recursos, también rige la regla de la
taxatividad: el poder de recurrir corresponde tan solo a quien le ha sido expresamente acorda-
do. El principio general indica que todas las partes se encuentran facultadas para recurrir, salvo
que la ley disponga, en algún caso en particular, quiénes pueden hacerlo, supuesto en el que
solo aquellas podrán deducirlos. El Tribunal Superior de Justicia hizo aplicación de esta dispo-
sición [TJS CABA, 22/6/09, “Alegre de Alvarenga, Ramona”, expte. nº 6182/08; ídem, 27/8/09,
“N. N. presunta comisión de un delito”, expte. nº 6397/09] al decidir que en las causas penales,
los integrantes del Ministerio Público Fiscal ante la CAPCF se encuentran facultados para recu-
rrir ante el Tribunal Superior —en el caso se trató de una queja por recurso de inconstituciona-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 267 LIBRO IV — RECURSOS 206
lidad denegado—, puesto que así lo ha dispuesto el legislador local al establecer expresamen-
te la regla general según la cual “cuando la ley no distinga entre las diversas partes, todas
podrán recurrir“ (art. 267, CPPCABA, aplicable en función del art. 2º, ley 402).
También aplicó este principio al resolver acerca de la legitimación del fiscal para interponer
recurso de inconstitucionalidad contra una sentencia dictada por la CAPCF. Tras haber sido re-
chazado por la Cámara el citado remedio por falta de legitimación del fiscal, el máximo tribu-
nal local decidió que no se ven razones para apartarse de la regla establecida por la ley 402, que
en la materia no distingue entre partes para conceder legitimación para recurrir mediante la
vía programada por el art. 113.3 de la CCABA, sin que ninguna de las disposiciones en juego res-
trinja la posibilidad de apelación de la sentencia definitiva [TSJ CABA, 20/10/09, “Parga, Daniel
Ezequiel“, expte. nº 6165/08].
A partir de la regla general contenida en la disposición que comentamos, se encuentran ha-
bilitados, el Ministerio Público Fiscal; el querellante; y —principalmente— el imputado o su de-
fensor, en forma conjunta o separada. No podrá hacerlo por sí el letrado patrocinante del acu-
sador particular, por lo que el escrito debe contar con la firma del querellante; sí podrá hacerlo,
en cambio, el letrado apoderado, para lo cual se requiere poder especial. Asimismo, podrá recu-
rrir el demandado civil en la medida de su respectivo agravio (art. 251, CPPCABA).
Palacio recuerda que no solo son parte los sujetos activos o pasivos de la pretensión, a los que
denomina partes principales y permanentes, sino también aquellas personas que durante el de-
sarrollo de la causa hacen valer un derecho o interés propio e independiente del invocado por
los mencionados sujetos, por lo que su actuación queda limitada a una determinada etapa o
trámite del proceso. Son las denominadas partes transitorias o incidentales y en tal categoría
cabe incluir a los peritos en el incidente promovido con motivo de su recusación, a los abogados
en el incidente de ejecución de honorarios, etcétera [Los recursos …, 3ª ed., 2010, p. 17].
El Código amplía la legitimación para deducir recursos, al incluir —en ciertos casos— a quie-
nes no son parte. Así, el art. 11, in fine del CPPCABA dispone que la denegatoria de ser tenido
por parte querellante, será apelable por quien pretenda querellar [CAPCF, Sala II, 30/12/15,
“Biondo Gentile, Fabián G.”, causa nº 19541; ídem, Sala I, 30/11/15, “N. N. s/Infr. art. 181 inc. 1º,
CP”, causa nº 15160].
Asimismo, y respecto del recurso de revisión, el Código le confiere el poder de recurrir a per-
sonas extrañas al proceso. Así, el art. 299 del CPPCABA habilita al cónyuge, ascendientes, des-
cendientes o hermanos, en caso de fallecimiento del condenado.
Otra cuestión de relevancia en el ámbito local se centra en establecer en qué casos puede im-
pugnar el asesor tutelar. Al respecto, la CAPCF decidió que podrá recurrir cuando su interven-
ción en el proceso se encuentre legitimada por el inc. 2º del art. 49 de la ley 1903, la que debe
complementarse con lo dispuesto por el art. 40 de la ley 2451, que solo contempla su interven-
ción cuando el menor es víctima, testigo o imputado de un delito [CAPCF, Sala I, 13/7/15, “N. N.
s/Art. 181, CP”, causa nº 18991].
En igual sentido, se decidió rechazar in limine, por falta de legitimación, el recurso de ape-
lación interpuesto por el asesor tutelar en una causa seguida por el delito de usurpación, pues
— ELIZABETH A. MARUM —
207 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 267
solo puede hacerlo en los casos en los que los menores revistan alguno de los roles estipulados
por el 40 del Régimen Procesal Penal Juvenil [CAPCF, Sala II, 22/12/15, “Cardozo, Nancy y otros”,
causa nº 19293; ídem, Sala I, 13/11/15, “Jiménez, Cinthia Belén”, causa nº 10155].
Asimismo, el Tribunal Superior [TSJ CABA,12/7/10, “N. N. —Yerbal 2635— s/Infr. art. 181, inc.
3º, CP -inconstitucionalidad”, expte. nº 6895/09], refiriéndose al asesor tutelar —en causas don-
de los menores de edad no reúnen el carácter de imputado, víctima o testigo—, decidió que la
incorporación de sujetos al proceso está reglada por las normas procesales y no puede partici-
par de su trámite cualquier persona u órgano público, sino solo aquellos que tienen legitima-
ción suficiente para hacerlo, en tanto debe existir cierta coincidencia entre las personas que
efectivamente actúan en el proceso y las personas a las cuales la ley faculta para contradecir res-
pecto de la materia sobre la cual versa el proceso. Igual criterio mantuvo en otra causa en la que
el asesor tutelar pretendía intervenir respecto de una persona que no había sido declarada
incapaz o inhabilitada y en el que no se vislumbraba causa legal que permita su intervención
[TSJ CABA, 8/5/13, “Cibeira, Modesto”, expte. nº 9140/12, y su acumulado, 8/5/13, “Cibeira,
Modesto”, expte. nº 9141].
La Corte Suprema [CSJN, 1/8/13, “Escobar, Silvina y otros”], en un caso en el que se había deci-
dido conforme lo precedentemente expuesto, señaló que la situación en la que se encuentran
los niños o adolescentes —que se hallan en la vivienda presuntamente usurpada— no habilita
de por sí la intervención del asesor tutelar en el proceso en calidad de parte, pues aquellos no
son titulares de una relación jurídica real con el bien ni personal con el propietario que pudie-
ra justificar una pretensión autónoma de oponerse al desalojo y tampoco son sujetos de la rela-
ción jurídica que representa la imputación del delito.
En relación con el recurso del imputado y su defensor, tanto la doctrina como la jurispru-
dencia se han expedido acerca de la solución a brindar al caso en que existe un conflicto, por-
que no hay acuerdo entre ambos acerca de la interposición del recurso o de su extensión. Así,
por un lado, Clariá Olmedo sostiene que, salvo disposición en contrario, es indiscutible la pree-
minencia de la voluntad positiva de más amplio contenido impugnativo del defensor, para lo
cual basta recordar el carácter imperativo de la defensa técnica y la naturaleza de la función
[Tratado …, t. V, ps. 470 y 471]. Por otro lado, Leone afirma que en caso de divergencia de opi-
niones resulta decisiva la voluntad del imputado [Tratado …, t. I, p. 577, nota 36, cit. por D’Al-
bora, Código …, p. 963].
La Corte Suprema decidió que si el condenado manifiesta de manera expresa su conformi-
dad con la sentencia, no procede el recurso de apelación deducido por su defensor, cuya fun-
ción se halla limitada al asesoramiento jurídico y letrado y no reviste otro carácter ni predomi-
na sobre las decisiones expresas del procesado [CSJN, 19/9/50, “Mac Leod, Francisco, Juan”,
CSJN-Fallos, 217:1022]. Concordantemente, el fallo plenario 127 de la CNCC, “Rodríguez, Mi-
guel A.”, del 27/3/90, sentó la doctrina de que la voluntad del procesado en cuanto a impugnar
o no una sentencia debe primar sobre la decisión del abogado defensor. Sin embargo, la deci-
sión del procesado debe haber contado con la posibilidad de asistencia previa por parte de su
defensor, por lo que no se debe requerir al procesado su conformidad con la condena cuando
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 267 LIBRO IV — RECURSOS 208
se lo notifica sin la presencia de su defensor, bajo pena de nulidad del acto. En caso de estar pre-
sente el defensor, deberá dejarse expresa constancia en la diligencia, la que será suscripta por
el procesado y su letrado. De acuerdo con el ordenamiento procesal local prevalece la voluntad
del imputado, a quien se lo autoriza a desistir del recurso interpuesto por su defensor (art. 274,
CPPCABA), mientras que este último no puede desistir sin la conformidad del imputado.
Una situación distinta se da si el defensor deja transcurrir el plazo legal para recurrir una sen-
tencia condenatoria cuando el imputado pretendía hacerlo. La Corte Suprema sostuvo que la
facultad de impugnación es propia del acusado en cuyo beneficio ha sido establecida y su de-
fensor no puede perjudicar tal derecho a recurrir una sentencia por expiración del plazo legal.
La disidencia entendió que los plazos procesales y el régimen de preclusión resultante de aque-
llos tienen por fin reglar la forma en que se llegará a una decisión definitiva y con carácter de
certeza, lo que sería imposible si se admitiera que basta cambiar de defensor para intentar im-
pugnar indefinidamente decisiones que adquirieron firmeza mientras se gozaba de la asisten-
cia técnica garantizada por el art. 18 de la CN [CSJN, 6/5/97, “Silingo”, www.csjn.gov.ar].
La pretensión del recurrente posee, además, otro criterio limitativo: la exigencia de interés
directo, como un requisito subjetivo de admisibilidad. Por tratarse de un acto procesal de par-
te, se exige que quien interpone un recurso haya sufrido un perjuicio o gravamen a raíz de la re-
solución que impugna. No basta el derecho a la impugnación abstractamente reconocido por
la ley a un determinado sujeto, sino que es necesario que este tenga, en concreto, un interés en
impugnar la resolución de que se trate, y ese interés debe tenerse por configurado cuando el
recurso se presenta como el remedio capaz de excluir el perjuicio invocado [Palacio, Los recur-
sos …, p. 18]. De esta imposición surge el principio de que el interés es la medida del recurso y si
no existe la impugnación carece de motivo que lo justifique. Para que exista un interés la reso-
lución que se ataca debe tener un contenido desfavorable para el impugnante a los efectos del
ordenamiento jurídico, concretamente, y no según su apreciación subjetiva. Entonces, la deci-
sión debe ocasionarle al recurrente un agravio o gravamen, es decir, un perjuicio o una desven-
taja consistente en una restricción a un derecho [Ayán, Recursos …, ps. 83 y 147 a 149; Roxin,
Derecho …, p. 449]. Por ejemplo, no concurre interés directo si se agravia de la sentencia abso-
lutoria fundada en la atipicidad de la conducta, cuando había invocado inexistencia de acción,
porque el interés no puede revestir carácter doctrinal o científico. Tampoco habría interés si el
defensor se agraviase de la sentencia que aplicó la pena mínima por él requerida porque aque-
lla no se refirió a los atenuantes alegados [Palacio, Los recursos …, p. 18; Clariá Olmedo, Trata-
do …, t. V, p. 467]; ni el fiscal para presentar un recurso contra la decisión de la Cámara que con-
firmó el sobreseimiento por prescripción que había sido instado por el fiscal de primera instan-
cia y solo apelado por la querella [Palacio, Los recursos…, 3ª ed., p. 19].
Afirma Núñez que son dos los requisitos para que concurra este interés directo: 1) la invoca-
ción de un posible agravio procesal o material para impugnar emergente de la resolución recurri-
da; 2) que el recurso aparezca como capaz de excluir ese agravio [Código …, 2ª ed., 1986, p. 435].
La exigencia de que el interés sea directo significa que tiene un carácter procesal, con abs-
tracción de toda otra consideración meramente teórica, ética o doctrinaria (por ejemplo, el fis-
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209 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 268
cal no podría sentirse agraviado si la sentencia que acogió su pretensión fundó la calificación
legal del hecho en una doctrina distinta de la propugnada) [Ayán, Recursos …, p. 155].
Quien no es afectado por una decisión que lo perjudica, no tiene un interés jurídicamente
protegido en su corrección, por cuya causa tendría que concedérsele un recurso. La existencia
de un gravamen es, por ello, presupuesto general de la interposición de los recursos [Roxin, De-
recho procesal …, p. 448].
Art. 268. — «Recurso de el/la Fiscal. Recurso en favor de el/la imputado/a». Además
de los casos especialmente previstos, el/la Fiscal podrá recurrir siempre a fin de con-
trolar la legalidad del procedimiento, incluso en favor del/la imputado/a.
Parte de la doctrina afirma que el Ministerio Público Fiscal, como parte sujeta al principio de
legalidad, puede recurrir en favor del imputado, aun cuando la resolución sea consecuencia de
sus propias peticiones. Clariá Olmedo sostiene que se halla excluida la posibilidad de recurso en
el solo interés del imputado y que la impugnación solo puede formularse en favor de este, cuan-
do de esa forma se satisface el interés de la ley [Tratado …, t. V, p. 468]. Núñez, por el contrario,
entiende que todo recurso del ministerio público a favor del imputado implícitamente implica
un intento de que la ley se le aplique correctamente, pues no existe un abstracto y exclusivo
“interés de la ley”, que es ajeno, por su finalidad, a ese intento [Código …, p. 436].
D’Álbora, por su parte, expresa que solo considerando al Ministerio Público Fiscal como un
postulante de la realización de la justicia para alcanzar el principio de la verdad jurídica objeti-
va se puede admitir tal tesitura [Código …, p. 961]. Ello conlleva a que cierto sector de la doc-
trina considere al fiscal como parte imparcial [Ayán, Recursos …, p. 158, quien también cita a
Vélez Mariconde]; sin embargo, nuestro ordenamiento procesal local consagra el principio de
objetividad (arts. 5º, CPPCABA y 2º, ley 1903).
El querellante, por el contrario, no puede interponer recurso en favor del imputado.
El recurso en favor del imputado sigue su curso aun cuando el imputado acepte los efectos
perjudiciales del pronunciamiento, dado que el fiscal hace valer un interés de justicia que es in-
dependiente de la voluntad del particular. La posición del fiscal en el proceso es objetiva y su de-
ber es procurar la recta actuación de la ley a través de una decisión justa: él no hace valer sus in-
tereses particulares, sino el interés público que se satisface con el castigo del culpable y la abso-
lución del inocente [Ayán, Recursos …, p. 159].
Un caso interesante resolvió la Corte Suprema, en el que analizó un recurso en favor del im-
putado a la luz de la reformatio in pejus. El juez de primera instancia había condenado al impu-
tado a la pena de seis años de prisión y el fiscal —quien había solicitado en la acusación la impo-
sición de cuatro años de prisión— se agravió por el excesivo monto de la pena. El tribunal de al-
zada entendió que la existencia de recurso, aun cuando este tendía a beneficiar al condenado,
la autorizaba a reformar en su perjuicio la sentencia y lo condenó a ocho años de prisión. Ade-
más, afirmó que parece obvio que el recurso fiscal no puede entenderse sino deducido siempre
en el interés de la ley, y aunque ello no impide que el funcionario que lo interponga estime coin-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 269 LIBRO IV — RECURSOS 210
cidente tal interés con el particular del procesado, no cabe se asimile su actuación a la parte de
este, tal como si fuera un defensor más, so riesgo de subvertir la esencia misma de su alta fun-
ción. La Corte Suprema interpretó que ello se trató de una reformatio in pejus, violatoria de la
garantía constitucional de defensa en juicio [CSJN, 29/9/81, “Tomaselli, Víctor Enrique y otros”,
CSJN-Fallos, 303:1431]. Son relevantes, en este punto, las palabras del procurador general,
quien afirmó en ese mismo caso que los fiscales no deben hacer prevalecer el fin persecutorio
por encima del interés en la fiel y justa aplicación de la Constitución y de la ley y que los repre-
sentantes del Ministerio Público Fiscal no deben tener en la expresión de sus opiniones otra
sujeción que la del interés por la justicia, a través del establecimiento de la verdad objetiva.
El Tribunal Superior de Justicia también tuvo ocasión de resolver esta cuestión y afirmó que
en favor del condenado pueden recurrir, claramente, él o su defensor. Pero cuando el Ministerio
Público Fiscal recurre en su favor no se trata de un recurso para la persecución penal, esto es, para
la parte estatal que acciona en el procedimiento penal, sino de un recurso para el condenado.
Prueba de ello es que la misma ley procesal penal (en ese momento, el CPPN, art. 445, que regía
en la CABA antes de la sanción del CPPCABA) aclara que, en este caso, rige la prohibición de la
reformatio in pejus, es decir, que cuando hubiere sido recurrida solamente por el imputado o a
su favor, la resolución no podrá ser modificada en su perjuicio. La posibilidad de recurrir en favor
del imputado tiene su base en la regulación del deber de objetividad del fiscal y del deber judi-
cial de auxilio, al reconocer el Estado (“dueño de la persecución penal pública”) su posición de
preeminencia frente a aquellos que son perseguidos penalmente. Este es, precisamente, el pun-
to principal que separa el proceso de partes puro del derecho anglosajón, del sistema de proce-
dimiento penal característico del derecho continental europeo. Más aun, los códigos de proce-
dimiento de los países referentes de nuestro derecho procesal penal, como Italia, España y Ale-
mania, contienen cláusulas idénticas o similares a la que en nuestro derecho posibilita el recurso
del fiscal en favor del imputado. Además, el imputado tiene derecho a desistir del recurso inter-
puesto en su favor por el fiscal [TSJ CABA, 5/9/00, “Pariasca, Lucio León”, expte. nº 339/00].
Esta disposición resulta concordante con el art. 251, in fine en cuanto establece que la senten-
cia será apelable por el fiscal, la querella, la defensa, y el demandado civil en la medida de sus res-
pectivos agravios, sin perjuicio del recurso que el fiscal pudiera interponer en favor del imputado.
Art. 269. — «Requisitos legales. Límite». Los recursos deberán ser interpuestos, bajo
consecuencia de inadmisibilidad, en las condiciones de tiempo y forma que se deter-
minan. Los Tribunales no podrán exigir para la concesión de los recursos más requisi-
tos formales que los previstos expresamente en este Código.
Esta disposición establece los requisitos formales para la interposición de recursos —lugar,
tiempo y forma—, los que revisten carácter objetivo.
El lugar de interposición de los recursos coincide, como regla general, con la sede del órga-
no que dictó la resolución recurrida, a excepción del recurso de queja, que debe deducirse direc-
tamente ante el tribunal que ha de conocer [Palacio, Los recursos …, p. 21].
— ELIZABETH A. MARUM —
211 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 269
Se discute la solución a brindar en los casos en que el recurso se interpone dentro del plazo
legal, pero en un lugar distinto al previsto legalmente y que al ser remitido al tribunal corres-
pondiente ingresa en forma tardía. El Tribunal Superior tuvo ocasión de resolver un caso en el
que el recurso de inconstitucionalidad se presentó ante el Tribunal Superior y no ante la Cáma-
ra de apelaciones —tribunal superior de la causa—, en donde ingresó una vez vencido dicho
plazo. La mayoría entendió que aquel vicio no puede sanearse, pues una mínima diligencia hu-
biera bastado para sortear cualquier posible confusión; se configuró un error inexcusable y sus
consecuencias deben pesar sobre quien incurrió en ese error. No cabe apartarse del rigor del
derecho o subsanar los descuidos del letrado, pues tal temperamento podría conducir a suplir
su actuación, incluso, en la carga de argumentar sus pretensiones. La formalidad legal que ro-
dea la deducción de los recursos hace a la seguridad jurídica y otorga certidumbre acerca de la
conducta procesal que asumen los distintos sujetos involucrados. La minoría entendió que el
recurso de inconstitucionalidad fue interpuesto en el Tribunal Superior de Justicia antes de que
venciera el plazo legal y arribó a la Cámara solo dos días después de que venciera el término,
por lo que los jueces deben apartarse del rigor del derecho para reparar los efectos de la igno-
rancia de los acusados respecto de las leyes o del descuido de su defensor [CSJN-Fallos, 5:459;
310:1934; 311:2502; 314:1514; 314:1909; 315:2984; 319:192; 320:854; 320:1824]. En ese sentido,
la interpretación de las reglas procesales en materia penal-contravencional, solo será compati-
ble con los principios constitucionales si permite el ejercicio de una adecuada defensa [TSJ
CABA, 5/4/06, “N. N. Hotel Bauen”, expte. nº 4171].
Distinta es la solución si el imputado se halla privado de su libertad, pues las exigencias for-
males se tornan menos rigurosas. Así, en un caso en que el tribunal rechazó el recurso extraor-
dinario federal por extemporáneo y el recurso de queja fue interpuesto ante un tribunal erra-
do y sin fundamentación, lo que motivó que el tribunal declarara su incompetencia para expe-
dirse y agregara la fórmula de que el peticionante debía ocurrir ante quien corresponda, la Cor-
te Suprema señaló que la tutela de la garantía de defensa en juicio exigía suplir la negligencia
en la provisión de un defensor. Respecto de la defectuosa recepción del escrito, refirió que el tri-
bunal no había adoptado ninguna medida pertinente en orden a encauzar la pretensión del in-
teresado y tampoco procuró la provisión de una adecuada asistencia técnica [CSJN, 23/5/06,
“Rodríguez, Luis Guillermo”, CSJN-Fallos, 329:1794].
El tiempo del recurso atiende al plazo que la ley procesal fija para su interposición y funda-
mentación. Los plazos son perentorios e individuales y comienzan a correr al día siguiente de la
notificación de la resolución (art. 68, CPPCABA), respecto de cada una de las partes de modo in-
dependiente. Su cómputo se efectúa considerando solo los días hábiles y los que se habiliten
(arts. 69, párr. 1º y 70, CPPCABA) y rige respecto de ellos el plazo de gracia de las dos primeras ho-
ras hábiles del día siguiente al vencimiento del término establecido (art. 69, párr. 2º, CPPCABA).
Si, por error del órgano judicial, existe una notificación posterior a la misma parte con idén-
tico contenido, ella no produce efecto alguno en el plazo para recurrir, si la diligencia había sido
correctamente cumplida. Sin embargo, si existieren dudas acerca de la fecha de notificación, se
estará a la más beneficiosa para el imputado. En tal sentido, la CAPCF [Sala I, 26/2/16, “Césaro,
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 269 LIBRO IV — RECURSOS 212
Jorge Raúl”, causa nº 17022] decidió, frente a la existencia de disparidad de fechas respecto a la
notificación, computar la que resulta más beneficiosa a los intereses del imputado, sin perjui-
cio de lo cual fue considerado extemporáneo el recurso de inconstitucionalidad presentado.
Concordantemente, afirma Roxin que si existieren dudas acerca de la presentación tempestiva,
no puede ser rechazado como tardío [Derecho …, p. 452].
Tratándose de la sentencia, el art. 251, párr. 4º del CPPCABA, dispone que la lectura vale en
todo caso como notificación para los que hubieran intervenido en el debate. Si el acto se des-
dobla por haberse diferido la redacción de la sentencia, limitándose a leer la parte dispositiva,
aquella se tendrá por notificada cuando se hubieran leído los fundamentos. A su vez, esta nor-
ma, que dispone una notificación ficta, debe compaginarse con la necesidad de notificación
personal de la sentencia de condena, decidida en diversas ocasiones por la Corte Suprema.
En efecto, si se requiriera notificación al imputado, la ulteriormente practicada a él torna
aplicable la doctrina que establece que, sin perjuicio de la notificación precedente al defensor,
el plazo comienza a correr desde la fecha de la última de estas dos notificaciones. La Corte Su-
prema decidió que si de las actuaciones no surge que los condenados —privados de libertad—
hayan sido notificados de la sentencia condenatoria recaída en la causa, dado que no obraba
constancia alguna de que hayan sido trasladados a la sede del tribunal a fin de notificarse (no
constaba su firma ni la del asesor letrado al pie del acta), debe dejarse sin efecto la decisión que
declaró improcedente el recurso de casación por extemporáneo, por haberse computado el
plazo desde la fecha de lectura de la sentencia [CSJN, 30/5/06, “Gorosito, Víctor Alejandro y
otro”, G.1109:XXXIX, CSJN-Fallos, 327:3824]. En otro caso, la CNCP declaró improcedente la
queja por casación denegada deducida por la defensa contra la sentencia de TOCF nº 1 que con-
denó a la imputada —privada de su libertad—, porque el recurso había sido interpuesto en for-
ma extemporánea, al considerar que desde la lectura de los fundamentos de la sentencia a la
fecha de interposición del remedio había transcurrido en exceso el término previsto por la ley.
Se interpuso recurso extraordinario con sustento en que para el cómputo del plazo debió tener-
se en cuenta la notificación personal al encausado. La Corte Suprema dijo que toda sentencia
condenatoria en causa criminal debe ser notificada personalmente al procesado con el fin de
que tal clase de sentencias no quede firme por la sola conformidad del defensor [CSJN-Fallos,
255:91; 291:572; 302:1276; 304:1179; 305:122; 314:797], se remitió al fallo “Dubra” y revocó la
decisión [CSJN, 30/5/06, “Peralta, Josefa Elba”, P. 2456. XL, CSJN-Fallos, 329:1998]. En igual sen-
tido, “Cofré, Raúl Armando” [C.605.XXXIX, del 23/12/04].
Justamente, en el mencionado caso “Dubra” la Corte Suprema dijo que carece de relevan-
cia que la defensa hubiese sido notificada un mes antes del rechazo del recurso extraordinario,
puesto que lo que debe tenerse en cuenta para el cómputo del plazo de interposición del recur-
so de queja es la notificación personal al encausado de la decisión que acarrea la firmeza de la
condena, dado que la posibilidad de obtener un nuevo pronunciamiento judicial a través de los
recursos procesales constituye una facultad del imputado y no una potestad técnica del defen-
sor [CSJN, 21/9/04, D.293.XXXIX, CSJN-Fallos, 327:3802]. En otra ocasión, un tribunal rechazó un
recurso extraordinario federal por extemporáneo, al entender que si bien el plazo para dedu-
— ELIZABETH A. MARUM —
213 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 269
cir dicho recurso debe computarse, en los casos de sentencia condenatoria en causa criminal, a
partir de la notificación personal al imputado, ello es aplicable solo para personas detenidas,
por lo que la notificación de la decisión que rechaza el recurso de casación interpuesto al domi-
cilio constituido del defensor fijó el término a partir del cual comienza a correr el plazo para in-
terponer el recurso extraordinario federal. La Corte Suprema dijo que no corresponde estable-
cer diferencias en el cómputo de los plazos tomando como parámetro la situación de libertad
del encausado, ya que la posibilidad de obtener un nuevo pronunciamiento judicial a través de
los recursos procesales constituye una facultad del imputado y no una facultad del defensor,
por lo que debe darse cumplimiento a todo recaudo que garantice plenamente el derecho de
defensa [CSJN, 21/9/04, “Villarroel, Oscar Alejandro”, V.146.XXXIX, CSJN-Fallos, 327:3824].
En igual sentido, la Corte Suprema expresó que cuando el imputado no ha sido notificado
personalmente de la sentencia y a través de ese pronunciamiento, inaudita parte, se le impuso
una restricción para conducir automotores respecto de la que no tuvo posibilidad de expresar-
se, deberían flexibilizarse los requisitos de admisibilidad de la pretensión, con el fin de preser-
var su voluntad para decidir sobre la impugnación del fallo que lo agravia. Es decir, en el con-
texto señalado, deberían ser soslayados los obstáculos formales a favor de la garantía de doble
instancia [CSJN, 11/12/07, “Laskiewicz, Miguel Ángel”, L.943.XLII]. Asimismo, la Corte dijo, en
un caso donde el recurso de casación se había presentado veinte minutos después de haber
expirado el plazo legal, que la desestimación del recurso local no aparece suficientemente
razonada con relación a las características concretas del caso, al sustentarse en el incumpli-
miento de un recaudo formal no atribuible al imputado y sin atender a su intención de apelar
la condena impuesta, lo que implicó el desconocimiento de las normas internacionales, así
como el criterio también establecido por la Corte que conduce a atenuar los rigores formales al
momento de atender los reclamos de quienes se encuentran privados de su libertad; también
se advirtió que el plazo para introducir la vía no había expirado en razón de la fecha en que fue
notificado el imputado [CSJN-Fallos, 330:298, “Lescano”].
En esa línea, señala Ángela Ledesma que el titular de la garantía es el imputado y no su de-
fensor y por ello habrá de ser notificado personalmente. A partir de esto se fundamenta, ade-
más, la necesidad de flexibilizar las exigencias formales para garantizar el acceso a la vía recur-
siva [Recurso …, p. 272].
Una vez transcurrido el tiempo previsto sin que hubiera sido deducido recurso alguno, las
resoluciones quedan consentidas, pero se han concedido excepciones a este principio general.
Así, la Corte Suprema ha flexibilizado los plazos para la interposición de un recurso con funda-
mento en la falta de diligencia del abogado defensor. En el caso “Garay, Daniel Alejandro”
[G.198.XLV, del 15/12/09], el imputado condenado por un tribunal oral se presentó in pauperis
ante la Cámara Nacional de Casación y manifestó que en el momento del dictado de la senten-
cia definitiva su abogado particular había interpuesto un recurso erróneamente. Luego, el de-
fensor oficial sustentó la vía. Cuanto el tribunal revisó las actuaciones advirtió que el imputado
se había notificado en el momento de la audiencia de debate, que había estado presente en el
acto de lectura del veredicto y de los fundamentos de la sentencia y que no había interpuesto
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 269 LIBRO IV — RECURSOS 214
recurso alguno. Además, se habían excedido todos los plazos legales, aun aplicando el prece-
dente “Dubra”, por lo que la Cámara declaró inadmisible el recurso. La Corte revocó la decisión
y mandó a abrir el recurso de casación formalmente extemporáneo, con cita al caso “Scheno-
ne” [CSJN-Fallos, 329:4248]. Se deduce de ello que la falta de interposición de recurso contra la
sentencia de condena fue valorada por el máximo tribunal como un supuesto de indefensión
ya que quien evaluó la posibilidad de recurrir fue el defensor, lo que constituye un llamado de
atención importante en orden a la apertura del recurso aun cuando ha sido presentado extem-
poráneamente, ya que tal actitud debería interpretarse como indefensión, al menos cuando
exista una pena privativa de libertad [Ledesma, Recurso …, ps. 276 y 277].
Esta superación del rigor formal también ha sido realizada por la Cámara Nacional en lo Pe-
nal Económico, al admitir un recurso de apelación extemporáneo contra la resolución que or-
denó el procesamiento y embargo, en consideración al rango constitucional que corresponde
al ejercicio del derecho de defensa [CNPE, 28/2/11, “Oliva, Jorge Ángel”, donde el letrado
defensor invocó un error de su parte y la necesidad de resguardar el derecho de defensa de su
asistido y su derecho al recurso, sin perjuicio de su eventual responsabilidad disciplinaria].
La forma se relaciona con el lenguaje —oral o escrito— que corresponde utilizar en la inter-
posición del recurso, que como regla general debe efectuarse por escrito, salvo aquellos que se
deduzcan durante el transcurso de una audiencia.
La forma también alude a la fundamentación del recurso, pues mientras los recursos de ins-
tancia única (aclaratoria y reposición) deben interponerse y fundarse en un acto único, otros
(apelación) exigen la exposición de los fundamentos al momento de su interposición, sin per-
juicio de que puedan ser mejorados en un acto posterior. A diferencia del código que comen-
tamos, otros ordenamientos solo requieren la genérica indicación de los motivos en que se basa
y no un exhaustivo desarrollo, que puede realizarse en un informe posterior, oral o escrito. La
falta de fundamentación del recurso determina su rechazo in limine. Ni en el escrito de mejora
de fundamentos, ni en la audiencia prevista para el trámite del recurso de apelación respecto
de ciertas decisiones, pueden introducirse motivos distintos o agravios nuevos, aunque esta
afirmación admite otras perspectivas [Ledesma, Recurso …, tratado al comentar el art. 284,
CPPCABA].
El Tribunal Superior ha tenido oportunidad de expedirse sobre este principio general, si bien
en relación con otro recurso —queja por inconstitucionalidad denegada—, y afirmó que no
pueden incluirse en la queja motivos de agravio que no fueron incluidos en el recurso de incons-
titucionalidad denegado, pues la queja no puede contribuir a fundar un recurso de inconstitu-
cionalidad infundado [TSJ CABA, 14/10/08, “Palumbo, María y otro”, expte. nº 5781/08].
El cumplimiento del plazo sin que se hubieren expresado motivos, determina la caducidad
del derecho a hacerlo, por lo que no pueden desdoblarse la deducción de la explicitación de los
motivos que lo hacen atendible [D’Albora, Código …, p. 969]. Si bien cierta jurisprudencia en el
ámbito del fuero nacional ha admitido que pueda cumplirse con el deber de motivar dentro del
plazo para interponer recurso aun fuera de su efectiva deducción [CNCC, Sala V, LL, ejemplar
del 29/5/00, f. 100.324, cit. por D’Albora, Código …, p. 969, con una disidencia que no admite la
— ELIZABETH A. MARUM —
215 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 269
división del acto; algunos autores niegan dicha posibilidad, así Navarro - Daray, Código Proce-
sal …, 2004, t.2, p. 1174], entendemos que en el ámbito local ello no resulta admisible. Así, y res-
pecto de la apelación, el Código exige que se presente por escrito y por los fundamentos que lo
justifiquen (art. 279, CPPCABA), de lo que se deduce que ellos deben estar presentes cuando se
interpone, sin que pueda admitirse un desdoblamiento. Lo propio cabe afirmar de la reposición
(art. 277, CPPCABA, que exige que debe interponerse y fundarse); de la inaplicabilidad de ley (art.
292, CPPCABA, que exige la presentación de un escrito fundado) y de la acción de revisión (art.
300, CPPCABA, que dispone que se presente por escrito que contenga la concreta referencia a
los motivos). En definitiva, debe existir coetaneidad entre la interposición y la fundamentación.
Existe una excepción a este principio en el caso de los recursos interpuestos in forma paupe-
ris, por persona privada de su libertad y carente de asesoramiento, en el sentido de que resulta
posible fundar el recurso una vez vencido el plazo. Dicha fundamentación la realizará la perso-
na que asuma la defensa, lo que también implica una excepción a la improrrogabilidad del pla-
zo, que comienza a correr para el defensor oficial a partir de la notificación de la voluntad de
deducirlo [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, ps. 1171 y 1229].
En tal sentido, con relación a los recursos interpuestos in forma pauperis y a la necesidad de
preservar el derecho de defensa en juicio, se expidió la Corte Suprema [CSJN, 12/5/09, “Nache-
ri, Alberto Guillermo”, N. 37.XLIII. Recurso de hecho; ídem, 16/11/04, “Núñez, Ricardo Alberto”,
N.19.XXXIX, PVA; ídem, 19/11/91, “Goicochea Malpica, Guillermo Manuel”, CSJN-Fallos, 314:
1514]. Señaló, específicamente, que tratándose de reclamos de quienes se encuentran privados
de su libertad, es equidad, y aun justicia, apartarse del rigor formal para reparar los efectos de
la ignorancia de las leyes por parte del acusado o del descuido de su defensor [CSJN, 3/10/06,
“Schenone, Carlos”, S.62.XL. Recurso de hecho; ídem, 29/9/87, “Gordillo, Raúl Hilario”, CSJN-
Fallos, 310:1934; ídem, 22/12/92, “Ojer Gonzalez, José María”, CSJN-Fallos, 315:2984; ídem,
19/12/91, “Vallín, Roberto José”, CSJN-Fallos, 314:1909]. La Corte mencionó, además, que si
bien como principio no compete a los jueces subsanar deficiencias técnicas de los abogados en
sus presentaciones, las irregularidades en la presentación motivan al tribunal a tomar los recau-
dos necesarios a efectos de salvaguardar el derecho de defensa y la voluntad recursiva del impu-
tado, máxime cuando se trata de una condena a doce años de prisión [CSJN-Fallos, 329:4248,
“Schenone”, cit.).
También sostuvo la Corte Suprema que los reclamos de quienes se encuentran privados de
su libertad, más allá de los reparos formales que pudieran merecer, deben ser considerados co-
mo una manifestación de voluntad de interponer los recursos de ley y es obligación de los tri-
bunales suministrar la debida asistencia letrada que permita ejercer la defensa sustancial que
corresponda. Por tanto, el reclamo de asistencia letrada efectuado por el detenido en ocasión
de notificarse de la sentencia de segunda instancia debe ser considerado como una manifesta-
ción inequívoca de recurrir el fallo [CSJN, 1/12/88, “Magui Agüero, Ciriaco”, CSJN-Fallos, 311:
2502; CSJN-Fallos, 327:5095].
Asimismo, la Corte Suprema decidió que debe declararse la nulidad del recurso extraordi-
nario federal y de todo lo obrado en consecuencia por haberse menoscabado el derecho de de-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 270 LIBRO IV — RECURSOS 216
fensa, si no fueron satisfechas las exigencias de un auténtico patrocinio letrado, “cuya protec-
ción no es función exclusiva de esta Corte, sino que debió ser objeto de atención por parte de
los jueces de los tribunales inferiores” [CSJN, 8/4/08, “Villareal, Miguel Damián”, V.463.XLI].
Art. 270. — «Efecto suspensivo. Regla general». Las resoluciones judiciales no serán
ejecutadas durante el término para recurrir, ni durante la tramitación del recurso, en
su caso, salvo disposición expresa en contrario, o que se hubiera ordenado la libertad
del/la imputado/a.
Constituye el principio general que la interposición de todo recurso, sea ordinario o extra-
ordinario, tiene efecto suspensivo, salvo disposición en contrario.
Los recursos tienen efecto no suspensivo cuando, no obstante su interposición, la resolución
impugnada se ejecuta de inmediato. Ello sucede con la decisión de prisión preventiva o excar-
celación que resulta apelable sin efecto suspensivo (art. 173, últ. párr., CPPCABA); con el auto
que concede o niega la exención de prisión (art. 193, CPPCABA); como así también la imposición
de las medidas restrictivas previstas en el art. 174 del CPPCABA (art. 177, in fine, CPPCABA); la
excarcelación o cese de una medida cautelar (art. 186, in fine, CPPCABA). Todos estos casos care-
cen de efecto suspensivo justamente por existir una disposición en contrario.
Asimismo, la sentencia absolutoria tiene como efecto normal la inmediata puesta en liber-
tad del imputado que estuviese privado de su libertad y no es necesario que adquiera firmeza
(art. 250, CPPCABA). Lo mismo sucede con todas las disposiciones que ordenen la libertad del
imputado.
El recurso de apelación se rige por este principio general y en tal sentido debe ser entendi-
do el art. 280 del CPPCABA, tema que retomaremos al tratar esa disposición.
Respecto del recurso de inconstitucionalidad previsto en la ley, también posee efecto sus-
pensivo, de modo que durante el plazo para recurrir no resulta ejecutable lo decidido, como así
tampoco, en el caso de que fuera concedido el recurso, durante el curso de su tramitación. Con-
trariamente a ello, si el recurso de inconstitucionalidad fuera denegado, la resolución puede
ser ejecutada, porque la queja no conlleva efecto suspensivo. En este sentido, la ley 402 esta-
blece que mientras el Tribunal Superior no haga lugar a la queja, no se suspende el curso del
proceso, salvo que el tribunal así lo resuelva por decisión expresa (art. 33, ley 402). Ello trae
como consecuencia la ejecutabilidad de la decisión a partir del rechazo del recurso de inconsti-
tucionalidad, aunque esta afirmación —como se verá— ha sido criticada.
En tal sentido, el Tribunal Superior decidió que la interposición de una queja por recurso de
inconstitucionalidad denegado no suspende, como regla, el curso del proceso, aunque, excep-
cionalmente, el Tribunal Superior puede, mediante resolución expresa, suspenderlo antes de
pronunciarse sobre la admisibilidad del recurso directo (art. 33, ley 402) [TSJ CABA, 2/12/15,
“Noguera, Manuel”, expte. nº 12659/15]. Este criterio resulta de la aplicación del principio
general en materia recursiva, según el cual el efecto suspensivo se identifica solo con el recurso
concedido, toda vez que la queja no exhibe entidad para enervar los efectos del auto denega-
— ELIZABETH A. MARUM —
217 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 270
torio y tampoco de aquella sentencia de condena contra la cual no va dirigida. Ello se debe a la
escasa o nula probabilidad de éxito que le atribuyó el tribunal a quo y al mayor grado de acier-
to de tal decisión, más aun, cuando proviene de un órgano colegiado al cual la ley le acuerda
competencia exclusiva para el juzgamiento de estos asuntos [TSJ CABA, 19/12/05, “González,
Carlos Alberto y otros”, expte. nº 4066].
Asimismo, a raíz de la solicitud de la defensa, el Tribunal Superior decidió en el trámite de la
queja —por mayoría—, no hacer lugar a la solicitud de suspensión del proceso, en un caso en el
que el juez había fijado audiencia de debate en virtud de la decisión de la Cámara —respecto
de la cual se había declarado inadmisible un recurso de inconstitucionalidad— que anulaba una
absolución y disponía realizar nuevo juicio, pues las explicaciones brindadas por la defensa no
resultaron suficientes para configurar un supuesto que permita apartarse de la regla estableci-
da por la ley [TSJ CABA, 16/12/15, “González, Osvaldo Fabián”, expte. nº 12277].
Es importante la distinción entre firmeza y ejecutoriedad de una decisión. El recurso de que-
ja por inconstitucionalidad denegado impide considerar que se encuentre firme la decisión cues-
tionada, pues ella no es inmutable en la medida en que todavía puede ser revertida, aun cuan-
do pueda ser ejecutada. En este sentido, resulta ilustrativo un fallo del Tribunal Superior que dis-
pone que firme es la decisión que no puede ser conmovida por un recurso; mientras que ejecu-
toriada es aquella cuyos efectos no han quedado suspendidos. De ese modo la decisión puede
estar ejecutoriada y no firme cuando está sujeta al resultado de un recurso que solo cuenta con
efecto devolutivo [TSJ CABA, 19/12/05, “González, Carlos Alberto y otros”, expte. nº 4066].
La queja por denegación de recurso extraordinario federal tiene efecto no suspensivo, es
decir no suspende —por regla— los efectos de la sentencia que fue impugnada. La mera inter-
posición de la queja por denegación de recurso extraordinario no suspende el proceso, hasta
tanto se declare procedente la vía de hecho y se admita el recurso extraordinario. Parte de la
doctrina afirma que a pesar de la claridad del art. 285 del CPCCN que dispone que mientras no
se haga lugar a la queja no se suspenderá el curso del proceso, muchos tribunales lo descono-
cen y cuando reciben la noticia de que se ha deducido queja por denegatoria del recurso extra-
ordinario federal, despliegan un inútil desgaste jurisdiccional en procura de que la Corte infor-
me la suerte del remedio. Ello pese a que la experiencia indica que el trámite de la queja ante la
Corte Suprema demanda un tiempo impredecible [D’Álbora, Código …, p. 979]. Otro sector, en
cambio, entiende que el art. 285 del CPCCN, previsto para cualquier rama del derecho y ante-
rior a la reforma constitucional de 1994, es inconciliable con el principio de inocencia, ya que su
texto autorizaría a ejecutar la pena antes de que adquiriera firmeza. La demora de la Corte
Suprema en resolver la queja no puede erigirse como fundamento válido para ordenar el cum-
plimiento de una pena de encierro efectivo cuando todavía está pendiente una vía de impug-
nación tendiente a neutralizarla. De modo que el único título ejecutivo de la pena sería la sen-
tencia condenatoria firme [D’Álbora, Límites …, 2015, p. 155].
El TSJ tuvo ocasión de expedirse en un caso de excarcelación, en el que se invocaba el art.
187, inc. 6°, CPPCABA —cuando el imputado hubiera cumplido dos años de prisión preventi-
va—, donde pesaba sobre el detenido una sentencia condenatoria, encontrándose en trámite
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 271 LIBRO IV — RECURSOS 218
un recurso de queja ante la CSJN —por denegatoria de recurso extraordinario—. En esa opor-
tunidad distinguió entre firmeza y ejecutoriedad, rechazó la aplicación de la normativa citada,
pues entendió que si bien la sentencia no se encontraba firme, era ejecutable [TSJ CABA,
14/12/11, “Taboada Ortiz Víctor”, expte. nº 8296/11. Este criterio fue reiterado el 30/11/16,
“Escalante, Damián Gabriel”, expte. nº 13615/16].
Art. 271. — «Efectos. Adhesión». Quien tenga derecho a recurrir podrá adherir, den-
tro del término de emplazamiento, al recurso concedido a otro, en la medida y con los
alcances que incumban al recurrente originario.
Existe adhesión al recurso cuando, frente a la oportuna interposición de un recurso por una
de las partes, la ley habilita a otra u otras que no lo hicieron, para que dentro de un plazo deter-
minado posterior a la concesión de aquel ejerzan la facultad de impugnar la misma resolución
en la medida de su interés [Palacio, Los recursos …, p. 29].
La Corte Suprema concibe la adhesión como aquella facultad que conceden algunas leyes
formales de recurrir, aun vencido el plazo regular de impugnación, cuando otro interviniente
interpuso recurso, cuyo ejercicio equivale al recurso interpuesto dentro del plazo originario
[CSJN-Fallos, 255:349].
La institución tiene fundamento en el principio de igualdad procesal [Clariá Olmedo, Trata-
do …, t. V, p. 481]. Se distingue del efecto extensivo del recurso en que la parte que adhiere a un
recurso previamente interpuesto debe manifestarlo de manera expresa.
En cuanto a los titulares del derecho a adherir existen distintas posiciones en la doctrina: a)
un sector se inclina por otorgar el derecho solo a las partes que se encuentran en un proceso en
posiciones adversas una de la otra, pues si existiere interés coincidente funcionaría el efecto ex-
tensivo; b) otra parte de la doctrina admite la adhesión al recurso tanto de la contraria como
de la coparte, pues lo contrario implicaría una lesión al principio de igualdad procesal. La CNCP
ha adherido en diversas oportunidades a la tesis amplia y admitido que el fiscal de casación ad-
hiera al recurso de la querella, pues no hay norma alguna que lo prohíba [CNCP, Sala II, 4/12/96,
“Rodríguez, Santa Ana y otro”, causa nº 929] y el Código no distingue distintas partes para
interponerla; mientras que la CNPE ha rechazado la pretensión del fiscal de Cámara de adherir
a la pretensión del querellante, por no estar prevista legalmente [CNPE, Sala B, 26/12/95, “Vitu-
llo, Dora”, causa nº 35571]; c) otro sector rechaza la posibilidad de adherir al recurso de la par-
te contraria. La CNCC se ha pronunciado en contra de admitir la adhesión entre partes que per-
siguen intereses contrapuestos; así, ha rechazado la adhesión del querellante al recurso de la
defensa, pues el recurso defensivo no puede agravar la situación del imputado, en virtud del
principio de reformatio in pejus. En contraposición a ello, se sostiene que ese criterio resulta
equivocado pues esta garantía veda al tribunal de alzada agravar la situación del imputado
cuando no existe recurso acusatorio; sin embargo, al haber adherido, la vía impugnativa exis-
tió [Aliverti, “Consideraciones …”, 2004, ps. 85 a 93].
— ELIZABETH A. MARUM —
219 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 271
Una cuestión a dilucidar es si quien adhiere puede alegar sus propios motivos de agravio, di-
versos a los del recurrente, es decir si pueden perseguirse por adhesión fines distintos y hasta
opuestos a los de la parte contraria. Hay una tesis restringida que sostiene que la parte adhesi-
va debe atenerse a los puntos recurridos por la vía principal y no puede extenderse la compe-
tencia del juez de alzada a los capítulos no cuestionados por el apelante principal, que fueron
consentidos por este y que, por tanto, quedaron firmes. De ese modo, tiene plena vigencia el
principio tantum devolutum quantum appellatum, el efecto devolutivo es restringido y se pro-
duce en la medida del recurso, y los extremos no recurridos adquieren autoridad de cosa juz-
gada. El juez debe respetar la voluntad del recurrente, por lo que no puede reformar la resolu-
ción en favor del no apelante sobre un punto consentido por el primero. De lo contrario falla-
ría ultra petita. La communio appellationis se produciría en los puntos cuestionados por el recu-
rrente principal. La adhesión no puede situar al no recurrente en mejor situación que el que lo
hizo en primer momento y el carácter eminentemente accesorio de la adhesión posiciona al re-
currente adhesivo en situación de colaborador. La tesis amplia afirma que ya sea que la resolu-
ción recurrida conste de uno o varios capítulos el impugnante adherente puede apartarse de los
puntos que motivaron el recurso del recurrente principal e incorporar nuevos y hasta opuestos a
los deducidos. El adherente no se encuentra restringido de ninguna manera por la impugnación
precedente, pues esta tuvo como única función hacer posible la operatividad del derecho de
recurrir que en otra circunstancia hubiera caducado. La apelación le devuelve a la alzada su com-
petencia en forma total —efecto devolutivo amplio— [Aliverti, Consideraciones …, ps. 98 a 102].
Creemos que la solución propiciada por la norma en análisis, a diferencia de otros ordena-
mientos procesales, impide afirmar que el Código adhiere a la tesis amplia, pues ata la adhesión
a “la medida y con los alcances que incumban al recurrente originario”. Por ello, la adhesión
puede hacerse al recurso de la coparte, lo que no se confunde con el efecto extensivo —que se
excluye cuando los motivos que lo sustentan son exclusivamente personales—. También puede
adherir el fiscal al del imputado, en beneficio de este último. El texto marca una dependencia
del recurso del adherente respecto del principal, que impide afirmar que quien adhiere se inde-
pendiza de la vía interpuesta a la que, por el contrario, se subordina.
Pero incluso algunos entre quienes admiten, a la luz de otros códigos procesales, la posibili-
dad de adherir al recurso de la parte contraria invocando fundamentos opuestos, imponen una
limitación. El imputado puede adherir al recurso de la parte contraria y al de otro coimputado
y el fiscal puede adherir al recurso del querellante y viceversa —aunque en este último caso no
se pueden invocar nuevos motivos de agravio ni se independiza de la suerte que adquiera el re-
curso—. Empero, las partes acusadoras no podrán adherir al recurso del imputado, a efectos de
intentar empeorar su situación, en virtud del principio de la reformatio in pejus [Solimine -
Pirozzo, Los recursos …, p. 72]. En igual sentido, se dijo que la adhesión del fiscal al recurso del
imputado importa someter a este a una situación de inseguridad jurídica provocada por el he-
cho de haber recurrido en su favor [Garrido, “Los recursos …, p. 230].
Para poder hacer operante el dispositivo, es necesario que “otro” haya interpuesto previa-
mente un recurso en las condiciones de tiempo y forma establecidas. Si el tribunal declara mal
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 272 LIBRO IV — RECURSOS 220
concedido el recurso sin pronunciarse sobre el fondo, a la suerte del recurso principal se sigue su
accesorio, pues hasta esa instancia el recurso del adherente mantiene su carácter de subordinado
y, por tanto, la adhesión no subsiste [Aliverti, “Consideraciones …”, ps. 78 y 79]. En este sentido,
la Corte Suprema ha dicho que la adhesión supone necesariamente la subsistencia del recurso de
apelación, por lo que es improcedente si no se ha interpuesto este recurso [CSJN-Fallos, 63:203].
Otra cuestión distinta se plantea frente al alcance de la adhesión respecto a los puntos de la
sentencia que no han sido impugnados por el recurrente originario. Creemos que en tal caso la
adhesión no resulta posible, en la medida en que respecto de tales puntos no existe recurso al
cual adherir. En tal sentido se expidió la CAPCF cuando afirmó que a partir del art. 271 del CPP-
CABA, el defensor puede adherir solo en los términos del recurso interpuesto por el fiscal, pero
no respecto de una decisión que no fue recurrida por el fiscal y, por tanto, contiene agravios no
invocados por el recurrente, los que en esta etapa procesal la defensa ya no puede invocar
[CAPCF, Sala I, 17/3/16, “Orellano, Marcelo Alejandro y otras”, causa nº 2308].
El desistimiento efectuado por el recurrente primitivo no afecta al adherente, pues se trata
de una posibilidad otorgada a quien no ha recurrido en el plazo legal, que opera con efectos
propios. Así lo dispone expresamente el art. 274 del CPPCABA. De modo que ante el desisti-
miento, la sentencia queda firme únicamente respecto del que desistió.
La adhesión solo es viable cuando las actuaciones se encuentran ante el tribunal ad quem.
Debe entenderse por término de emplazamiento, el tiempo que transcurra hasta el venci-
miento del primer plazo establecido por el art. 282 del CPPCABA.
— ELIZABETH A. MARUM —
221 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 273
tinta es la interpretación de al menos dos jueces del Tribunal Superior en relación con este últi-
mo punto, en la medida en que se entendió que el tribunal debe expedirse sobre los agravios
planteados en un recurso desistido, en virtud de que el efecto extensivo o comunicante respec-
to de otro imputado rige desde su interposición —aunque para que esta expansión surta efec-
tos, debe ser a todas luces a favor del imputado—. El art. 274 del CPPCABA prevé que el desisti-
miento no puede afectar a los demás recurrentes, previsión a la que le queda poco sentido si no
se la hace jugar con el efecto extensivo de los recursos previsto en el art. 272 del CPPCABA [TSJ
CABA, 14/10/08, “Palumbo, María Elena y otros”, expte. nº 5871/08].
Para Palacio y Manzini, la muerte del recurrente no obsta al beneficio que puedan obtener,
eventualmente, los no impugnantes [Palacio, Los recursos …, p. 28; Manzini, Tratado …, 1954,
t. V, p. 14].
Cuando la norma exige que el recurso no estuviera fundado en motivos estrictamente per-
sonales se refiere al caso de coparticipación, esto es, a la existencia de varios imputados con re-
lación a un mismo hecho. Aquí los motivos que descartan la producción del efecto extensivo son
aquellos que conciernen a las condiciones o cualidades de la persona que los propone y carecen
de toda posibilidad de mejorar la situación de los no recurrentes, como son, por ejemplo, los re-
lativos a la inimputabilidad [Palacio, Los recursos …, p. 28; Leone, Tratado …, 1964, t. III, p. 122].
Los motivos son estrictamente personales si ni directa ni indirectamente su admisión puede me-
jorar la situación procesal de los no recurrentes o la condición en la que los ha colocado la sen-
tencia [Nuñez, Código …, p. 448].
Las cuestiones acerca de la prueba de un hecho que es imputado a varios partícipes cuando
determinan la ausencia de elementos suficientes o si el hecho acreditado no configura delito,
hacen aplicable la norma; no así las referidas a la prueba de la intervención de cada uno de ellos,
o la prescripción de la acción penal, que excluye la aplicación por tratarse de motivos estricta-
mente personales.
La Corte Suprema decidió que un elemental principio de equidad impone extender los efec-
tos del pronunciamiento que declara la nulidad a otro co-condenado, si de no seguirse tal cri-
terio se llegaría a la consecuencia inadmisible de que pese a existir respecto de ambos conde-
nados idéntica afectación de la defensa en juicio, solo se reparase el vicio respecto de uno de
ellos [JA, 1997-IV-354, cit. por D’Álbora, Código …, p. 975].
El efecto extensivo no exige de ningún comportamiento de la parte, ya que emana de la de-
cisión del juez [D’Álbora, Código …, p. 975, con cita de Leone, Tratado …, t. III, p 114], es irre-
nunciable y presupone la legitimación como hipótesis para recurrir la misma resolución con res-
pecto al favorecido [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, ps. 491 y 492].
Art. 273. — «Recursos en la etapa de juicio». Durante la etapa previa al debate solo
se podrá deducir recurso de reposición, que será resuelto inmediatamente antes del
debate sin más trámite. Si se interpusiera durante el debate, deberá resolverse de in-
mediato o con la sentencia, pero su trámite no suspenderá la audiencia.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 274 LIBRO IV — RECURSOS 222
Según el avance del proceso, la reposición, legislada en el presente artículo, adquiere dis-
tintas modalidades de tramitación. Si se interpone antes del debate, no se dispone vistas a las
partes, esto es, no se requiere escuchar a los intervinientes, sino que se resuelve directa e inme-
diatamente, siempre con anterioridad al debate. Si se interpone durante la audiencia de deba-
te, puede resolverse inmediatamente o con la decisión final, pero antes debe corrérsele vista a
los interesados, por imperio del principio de contradicción.
Tanto durante la etapa previa como durante el debate solo se admite la reposición, no así el
recurso de apelación, pues el debate —salvo los supuestos expresamente fijados en el art. 218,
CPPCABA— no se interrumpe. Es decir, esta vía es el único medio procesal habilitado para soli-
citar la revisión de las decisiones adoptadas tanto durante la audiencia oral como en la etapa
previa.
Los agravios de las partes solo podrán deducirse con la impugnación de la sentencia, que
puede ser una consecuencia del defecto del acto atacado; sin embargo, esta disposición no exi-
ge que se haga expresa reserva sobre tales puntos. El Tribunal Superior intervino en una queja
—aunque a la luz de otro orden procesal vigente en esa ocasión—, en la que el agravio se sus-
tentó en que la Cámara no había tratado el agravio referido al rechazo de la suspensión del jui-
cio a prueba —que había sido solicitada como cuestión preliminar en el debate— y exigió un
requisito no previsto legalmente —reserva o protesta oportuna—. La mayoría rechazó la vía
interpuesta por entender —entre otros fundamentos que allí se formulan— que la decisión en
cuestión fue resuelta en un momento anterior en el cual la parte interesada no manifestó de
forma alguna su voluntad de recurrir aquella decisión —oral—, por lo que había adquirido fir-
meza. La minoría consideró que la Cámara impuso pretorianamente a la defensa la obligación
de apelar y/o hacer reserva al tiempo en que la suspensión del juicio le fue denegada, requisito
de la apelación que vulnera el principio de legalidad [TSJ CABA, 6/11/07, “Pintos, César Augus-
to”, expte. nº 5345].
El recurso de reposición será analizado en detalle al tratar los arts. 277 y 278 del CPPCABA.
Art. 274. — «Desistimiento del recurso». El/la imputado/a podrá desistir de los recur-
sos interpuestos sin perjudicar a los demás recurrentes o adherentes, pero cargará
con las costas.
El Ministerio Público Fiscal podrá desistir fundadamente de sus recursos, inclusive si
los hubiere interpuesto un representante de inferior jerarquía.
— ELIZABETH A. MARUM —
223 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 274
sión impugnativa, pero no impide el efecto extensivo del recurso en los casos en que él debe
deducirse [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 484] y debe deducirse antes del dictado de la reso-
lución [D’Albora, Código …, p. 950; Ayán, Recursos …, p. 255].
El Tribunal Superior ha tenido oportunidad de expedirse sobre el desistimiento y declaró
que consiste en una declaración personal de voluntad de quien hubiera apelado, con arreglo a
la cual manifiesta, con carácter previo a la emisión de la resolución del tribunal requerido, su
intención de que no se continúe con el tratamiento de la impugnación que había interpuesto
con el propósito de acceder a la jurisdicción y lograr de ese modo su tutela judicial efectiva. Las
consecuencias jurídicas relevantes y concretas de tal expresión del principio dispositivo radican
en que, en general, le quita la jurisdicción al tribunal requerido y deja firme el contenido del
pronunciamiento apelado. En la instancia recursiva rige el principio dispositivo y la voluntad
del imputado es la que resulta decisiva, de allí que él pueda desistir de los recursos interpuestos
por su defensor [con cita de CSJN-Fallos, 323:1440, disidencias de los ministros Petracchi y Bog-
giano]. El cumplimiento de las previsiones del art. 274 del CPPCABA agota la potestad cognos-
citiva de los magistrados de alzada, quienes se encuentran circunscriptos, así, a resolver sobre
dicho desistimiento. La voluntad de la parte recurrente marca un límite a los magistrados y si
esta se conforma con la decisión que antes había recurrido, en beneficio de su propia estrate-
gia procesal y sus intereses, nada pueden hacer los magistrados al respecto, pues han perdido
la potestad de intervenir, tal como si no hubiese existido recurso de apelación contra la decisión
del juez [TSJ CABA, 8/3/15, “Gómez, Miguel Angel”, expte. nº 10828/14]. La Corte Suprema deci-
dió que si se produce el desistimiento, queda firme la sentencia de primera instancia cuando el
único recurrente es el Ministerio Público Fiscal, pues tan desprovista de soporte legal sería una
condena de primera instancia sin acusación, como una de segunda instancia sin apelación [JA,
1956-II-219, fallo 18.028, cit. por D’Álbora, Código …, p. 982].
El párr. 1º del presente artículo se refiere al recurso del imputado y su defensor, caso en el cual
solo el imputado puede desistir, con lo que se pone de manifiesto la prevalencia de la voluntad
de este por sobre la de su defensor [Ayán, Recursos …, p. 256]. Es decir que el letrado defensor no
puede desistir del recurso por él interpuesto, sino que el acto debe ir acompañado de la firma del
imputado [CAPCF, Sala I, 12/8/14, “Guzmán, Juan Carlos”, causa nº 2536; ídem, 28/4/14, “Merlo,
Julio Alberto”, causa nº 32729], pues debe entenderse que la elección y el nombramiento del
defensor no supone la facultad de desistir [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 484].
El Tribunal Superior decidió que el desistimiento del recurso de queja por inconstitucionali-
dad denegada debe contener la expresa manifestación de la voluntad del imputado de desistir
del recurso en trámite, conforme lo dispuesto el art. 274, párr. 1º del CPPCABA [TSJ CABA,
15/4/14, “Ponce, Néstor Fabián”, expte. nº 10661].
El interrogante que surge es si alcanza con la voluntad del imputado, o si —además— debe
contar con la firma del letrado. En un caso de estas características, la Corte Suprema, por mayo-
ría, decidió tener por desistido del recurso de queja por recurso extraordinario denegado inter-
puesto por el imputado. Sin embargo, la minoría entendió que no cabe tener por desistida la
queja presentada por el imputado sin firma de letrado en su lugar de detención, dado que aun
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 274 LIBRO IV — RECURSOS 224
— ELIZABETH A. MARUM —
225 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 275
el recurso es una facultad estrictamente personal. Tampoco afecta a quien ha adherido al recur-
so que se desiste.
El párr. 1º distingue el caso de los recursos en los que debe intervenir un tribunal de alzada,
de aquellos en los que debe conocer el recurso el órgano que dictó la resolución impugnada. En
el último caso, como sucede en los recursos de reposición y aclaratoria, se concentra en una úni-
ca decisión la admisibilidad y la resolución de los puntos del recurso.
Si debe intervenir un órgano superior en grado, se aparta aquí de otros ordenamientos que
prevén la existencia de un doble examen de admisibilidad del recurso —el primero llevado a ca-
bo por el tribunal que dictó el acto impugnado, mientras que el segundo consiste en la revisión
por el de alzada—. Este procedimiento, que importa sustraer el juicio de admisibilidad al órga-
no que pronunció la resolución impugnada implica un mayor grado de celeridad y eficacia. De
allí que la norma disponga que, agregados los escritos, el a quo remite los antecedentes al tri-
bunal competente.
Un recurso es admisible cuando posibilita el examen de los agravios invocados por el recu-
rrente y, por consiguiente, la emisión de un pronunciamiento acerca del fondo o mérito. El exa-
men de los requisitos de admisibilidad es una operación necesariamente previa al examen de
fundabilidad, de modo que un juicio negativo acerca de la concurrencia de la primera descar-
ta, sin más, la necesidad de una decisión relativa al mérito del recurso. La inadmisibilidad impi-
de al acto producir cualquier efecto procesal, por lo que el juez debe verificar la existencia de
las condiciones que la ley considera indispensables antes de proceder al examen de las cuestio-
nes de derecho sustancial que han sido articuladas en el proceso. Los requisitos de admisibili-
dad atienden a los sujetos que intervienen en su interposición, sustanciación y resolución, al ob-
jeto sobre el que versan y a la actividad que involucran. Esta última, además, debe analizarse en
sus dimensiones de lugar, tiempo y forma [Palacio, Los recursos …, ps. 14 y 15].
El párr. 2º autoriza el rechazo in limine del recurso en los siguientes casos: a) si fuese inter-
puesto por quien carece de derecho o legitimación; b) si fuese interpuesto fuera de término,
es decir, extemporáneamente; c) si fuese interpuesto sin observarse las formas prescriptas, y
d) si la decisión fuese irrecurrible (comprende tanto los casos en los que esto lo dispone expre-
samente la ley como los de ausencia de gravamen). En todos estos casos, el tribunal no ingresa
en el análisis de los agravios porque corresponde el rechazo del recurso sin más trámite.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 276 LIBRO IV — RECURSOS 226
— ELIZABETH A. MARUM —
227 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 276
37.XLIII. Recurso de hecho; ídem, 3/10/06, “Schenone, Carlos”, S.62.XL. Recurso de hecho, ya ci-
tados; ídem, 5/3/96, “Nápoli, Luis Alberto”, CSJN-Fallos, 319:192; ídem, 6/5/97, “Scilingo, Adol-
fo F.”, CSJN-Fallos, 320:854; ídem, 20/3/07, “M., G. D.”, CSJN-Fallos, 330:1066; ídem, 8/4/08,
“Villareal, Miguel Damián”, V.463.XLI]. Lo propio sucede respecto de la Cámara de Apelacio-
nes, pues aun frente a la inexistencia de agravio específico, debe declarar las nulidades que
impliquen afectación de garantías constitucionales.
El Tribunal Superior resolvió que rige en el ámbito de los recursos el principio dispositivo
(art. 276 y concs., CPPCABA), de modo que los motivos de agravio expuestos por el recurrente
limitan el conocimiento del tribunal revisor. La sentencia de primera instancia tuvo por cumpli-
da la suspensión del juicio a prueba, declaró extinguida la acción y sobreseyó al imputado, dis-
poniendo notificar al Poder Ejecutivo a los fines del art. 45 del CC. Este último punto fue recu-
rrido por la defensa y la Cámara declaró la nulidad del acta inicial y de todo lo actuado en con-
secuencia. Esta decisión del tribunal de alzada, señaló el Tribunal Superior, impacta sobre una
decisión que había pasado en autoridad de cosa juzgada, lo que importa un exceso de jurisdic-
ción. El art. 73 del CPPCABA permite la declaración de oficio y en cualquier estado del proceso
de la nulidad de ciertos actos procesales; sin embargo, en el caso esa declaración importa des-
conocer los efectos de una resolución judicial que había adquirido firmeza y retrotrae el proce-
so invalidando actos convalidados por las partes. Este proceder, según el Tribunal Superior,
pone en juego los principios de preclusión y progresividad y vulnera el debido proceso legal [TSJ
CABA, 2/11/15, “Saravia Zurita, Remberto”, expte. nº 12145/15].
En igual sentido [en TSJ CABA, 4/11/14, “Blanco, Diego Alejandro”, expte. nº 9978/13] el Tri-
bunal Superior trató un supuesto en el que el fiscal se agravió porque la Cámara de Apelacio-
nes declaró la nulidad del secuestro, la requisa y de todo lo obrado en su consecuencia y sobre-
seyó al imputado, pese a que esta cuestión no integraba los agravios de la defensa al apelar la
prisión preventiva.
Asimismo, el Tribunal Superior, por mayoría, entendió, en un caso en el que se había recu-
rrido el rechazo de la excepción de falta de acción por atipicidad y la Cámara declaró el venci-
miento del plazo razonable para la tramitación del proceso y sobreseyó al imputado, que el
pronunciamiento de la Cámara abordó una cuestión que no fue llamada a decidir y, por ende,
importó un exceso jurisdiccional, pues solo se encontraba habilitada para tratar los puntos que
constituyeron materia de agravio en el recurso de apelación [TSJ CABA, 2/12/15, “Gómez, San-
tiago Manuel”, expte. nº 11808/15].
La cuestión, a nuestro juicio, no debe ser analizada como una extralimitación o exceso juris-
diccional, ni de un incumplimiento del art. 276 del CPPCABA, pues la Cámara no podría conva-
lidar la violación de garantías constitucionales —plazo razonable, inviolabilidad del domicilio,
requisa sin orden judicial ni fundamentos que la justifiquen, etcétera—. En cambio, el punto
central es que en los dos últimos casos citados, desde la perspectiva del Tribunal Superior, tales
afectaciones constitucionales no ocurrieron y por ello no correspondía su declaración, que no
es lo mismo que afirmar que, por no haber sido planteadas por las partes, no podrían haber sido
tratadas.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 276 LIBRO IV — RECURSOS 228
En otra ocasión el Tribunal Superior decidió que importa una extralimitación jurisdiccional
por parte de la Cámara, declarar la nulidad del procedimiento de requisa y secuestro y de todo
lo actuado en consecuencia, si el defensor y el imputado —únicos recurrentes— habían desisti-
do del recurso de apelación, pues una vez admitida la voluntad del imputado para poner fin a
su planteo recursivo, los camaristas ya no estaban autorizados legalmente a revisar ningún
aspecto de la causa porque habían perdido las atribuciones que al tribunal de alzada le reco-
noce el art. 276 del CPPCABA —solo podían decidir sobre la procedencia del desistimiento—.
Por tanto, el carácter general de la nulidad no podría invocarse para arrogarse una jurisdicción
que legalmente no tenían los jueces [TSJ CABA, 8/3/15, “Gómez, Miguel Angel”, expte. nº
10828/14]. Este caso difiere de los anteriores en virtud de que el núcleo de la cuestión era el
desistimiento del apelante.
Desde el ángulo del derecho a la doble instancia, sostiene Ángela Ledesma que otro de los
estándares exigidos a los fines de la tutela de la garantía es el de la ampliación de oficio a cues-
tiones no planteadas, siempre a favor del imputado, para posibilitar la revisión integral de la
decisión conforme lo establece el fallo “Herrera Ulloa” de la Corte IDH. Esto no implicaría una
superación del principio dispositivo que impera en materia de recursos, sino que se realiza con-
forme las reglas que rigen el instituto de la invalidación de los actos procesales y la necesidad
de resguardar el debido proceso. Tanto del citado fallo de la Corte IDH, como del caso “Casal”
de la Corte Suprema, como del Informe nº 24/92 de la Com. IDH se deduce el mandato de revi-
sión integral del fallo; de allí que puedan revisarse considerandos de la sentencia condenatoria
que la convierten en arbitraria en algún punto, como la motivación de la pena, en los que
corresponde expedirse de oficio sin que existan planteos en sentido concreto. Lo propio ocurre
cuando se advierten vicios absolutos del trámite que dan lugar a violación de las garantías míni-
mas del debido proceso [Ledesma, Recurso …, ps. 280 y 281].
El párr. 2º del art. 276 del CPPCABA alude a la posibilidad de modificar o revocar la decisión
en favor del imputado, en los casos de recursos interpuestos por el ministerio público. No se tra-
ta del caso previsto en el art. 268 del CPPCABA, que autoriza al Ministerio Público Fiscal a inter-
poner recursos en favor del imputado, sino del recurso ya deducido en su contra (reformatio in
melior) [Palacio, Los recursos …, p. 33]. Es decir que el Ministerio Público, al recurrir, también ha-
bilita una resolución favorable al imputado.
Si se tienen en cuenta los párrafos primero y segundo de este artículo, resulta relevante re-
cordar lo señalado por Creus cuando se plantea cómo compaginar dos disposiciones de este ti-
po. Afirma el autor que si a partir de lo dispuesto en el segundo párrafo el tribunal de alzada,
cuando recurre el fiscal, puede modificar o revocar la resolución —en favor del imputado— aun
al margen de los puntos que fueron objeto de agravios, y que si se recurre en favor del imputa-
do —sea que lo haga el defensor o el fiscal— la Cámara también se puede expedir fuera de los
puntos de agravios —en tanto respete la reformatio in pejus—, la operatividad del principio
que rodea la competencia del tribunal de alzada queda restringida a una sola hipótesis (median-
do recurso del fiscal que permite modificar la resolución en perjuicio del imputado solo en base
a los agravios), con lo que el principio lisa y llanamente desaparece. Propone entonces una in-
— ELIZABETH A. MARUM —
229 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 276
terpretación para salvar el principio consagrado en el párr. 1º: 1) En los recursos del fiscal la
competencia del tribunal de alzada queda limitada a los puntos sobre los que versan los agra-
vios, aunque puede revocar o modificar las resoluciones en beneficio del imputado y contra las
pretensiones del fiscal. En torno a la reformatio in melius existen dos posibilidades interpreta-
tivas: a) que el tribunal pueda revocar o modificar aun tratándose de puntos no comprendidos
en los agravios del fiscal; b) que solo pueda hacerlo tratando los puntos comprendidos. Se incli-
na por la a) por ser más adecuada a las garantías consagradas en el art. 18 de la CN, posición que
compartimos. 2) En los recursos en favor del imputado del defensor o del fiscal, el tribunal no
podrá expedirse más que sobre los puntos de agravios —aunque al hacerlo no puede modificar
la resolución en perjuicio del imputado—. En este caso entonces, la alzada no podrá expedirse
en beneficio del imputado por fuera de los agravios. Quedan excluidos del principio los supues-
tos de nulidades declarables de oficio, en los que el tribunal debe pronunciarse sin considerar
los puntos de agravios. Compartimos la opinión de quienes consideran esta última interpreta-
ción irrazonable, pues resulta ilógico que el recurso del fiscal permita beneficiar al imputado al
margen de los agravios y en el de la defensa no se pueda salir de ellos para procurar lo mismo.
Sin embargo, dice Creus, que esa solución es lógica dentro de un sistema en el que las partes
pueden ejercer su decisión de solicitar o no la revisión de las resoluciones, aunque reconoce que
con ello el legislador estaría cerrando los ojos a los errores u omisiones de la defensa técnica que
desfavorecen al imputado, pues no se puede legislar a partir del convencimiento de que la ley
misma no es conocida por aquel cuya función es conocerla. Cita fallos de la Corte Suprema que
sostienen una posición contraria a la que expone: “en el procedimiento criminal no puede con-
siderarse limitada la potestad jurisdiccional por las respectivas pretensiones de las partes, sin
perjuicio de la reformatio in pejus cuando falta recurso acusatorio en la segunda instancia”. En
el caso “Gardullo” [CSJN-Fallos, 302:1669], la Corte Suprema dijo que la circunstancia que en su
expresión de agravios el defensor se limitase a impetrar la declaración de nulidad del fallo sin
expresar sus pretensiones de fondo, es decir sin manifestarse sobre el mérito de la causa en or-
den al recurso de apelación no impone a la alzada —si desecha la nulidad— mantener incólu-
me el fallo recurrido cuando advierta circunstancias que abonen su reforma, en tanto observe
la prohibición de reformatio in pejus. En otras palabras, en el juicio penal las facultades juris-
diccionales no están limitadas por las pretensiones de las partes, principio que para Creus rige
en la primera instancia pero no puede trasladarse a la segunda [“Las pretensiones …, p. 861].
El último párrafo contiene el principio constitucional de la reformatio in pejus, que aparece
como corolario del derecho de defensa, pues impide el empeoramiento de una situación jurí-
dica frente a un recurso que la ley concede, precisamente, para asegurar su eventual mejora, y
asegura la estabilidad de las resoluciones judiciales que en los aspectos no impugnados confi-
guran un derecho adquirido para la parte que lo beneficia [Palacio, Los recursos …, p. 34]. Así,
este principio apunta a que nadie se abstenga de la interposición de un recurso por el temor de
ser penado todavía más gravemente en la instancia siguiente [Roxin, Derecho …, p. 455].
La Corte Suprema afirmó que la reformatio in pejus es una garantía constitucional cuya
inobservancia afecta el debido proceso y lesiona el derecho de defensa del acusado [CSJN-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 276 LIBRO IV — RECURSOS 230
Fallos, 234:270; 231:190; 241:154; 244:198; 246:121; 248:612; 255:79; 258:73; 268:45; 274:283;
295:778]. Esta garantía rige en el ámbito de los recursos de las decisiones jurisdiccionales y pro-
híbe al tribunal que revisa la decisión, por la interposición de un recurso, la modificación de la
resolución en perjuicio del imputado, cuando ella solo fue recurrida por él o por otra persona
autorizada por ley en su favor. El vínculo entre ella y la inviolabilidad de la defensa ha sido con-
cebido por la Corte Suprema a partir de la sorpresa que provoca un fallo más adverso que el
recurrido, cuando el acusador no recurrió, y la jurisdicción del tribunal del recurso solo fue exci-
tada por el imputado, pues de esa manera el fallo perjudicial “habría sido dictado sin jurisdic-
ción y, además, afectaría de manera ilegítima la situación obtenida por el procesado merced a
la sentencia —consentida por el Ministerio Público— de la instancia anterior y lesionaría, de ese
modo, la garantía del art. 18 de la CN” [CSJN-Fallos, 247:447; 274:283]. Sostiene Maier que este
principio solo indirectamente se vincula con el principio de defensa, pues si se limitan las atribu-
ciones del tribunal que decide el recurso al conocimiento del proceso solo en cuanto a los puntos
de la decisión a los cuales se refieren los agravios es porque se piensa que, en materia de recursos,
rige en toda su extensión el principio acusatorio, que se encuentra emparentado con el de defen-
sa. La falta de recurso acusatorio inhibe al tribunal de alzada para modificar la sentencia en per-
juicio del acusado, sea condenando cuando fue absuelto por la sentencia recurrida, sea agravan-
do la pena por ella impuesta, variando la forma de ejecución o reemplazándola por otra más gra-
ve o agregando otras penas accesorias o principales que no contenía el fallo recurrido [CSJN-
Fallos, 241:54; 237:190; 247:447; 248:612; 258:73; 268:45]. Equivale a la falta de recurso el hecho
de que el superior jerárquico de quien interpuso el recurso no lo mantenga, o solicite la confir-
mación del fallo recurrido o desista del recurso interpuesto [Derecho …, t. I, 2004, ps. 590 a 593].
El Alto Tribunal dijo, también, que resultaría ilógico concederle al imputado la facultad de
impugnación y, al mismo tiempo, exponerlo al riesgo de que por el ejercicio de esta potestad
—en ausencia de recurso de la parte acusadora— su situación procesal se vea empeorada, pues-
to que de esta manera se lo colocaría en la disyuntiva de correr ese riesgo o consentir una sen-
tencia que considera injusta [CSJN, 24/5/11, “Capristo, Jonathan, Abel”, C.529.XLIII, con cita de
CSJN-Fallos, 300:671; 307:2236 y 329:1447]. No es racional la alternativa de consentir la senten-
cia condenatoria o exponerse al aumento de la sanción en la alzada [CSJN-Fallos, 248:125, ”Bas-
seler”]. Señaló, además, que la prohibición de reformatio in pejus cuando no media recurso
acusatorio tiene jerarquía constitucional, por lo cual toda sentencia que ignore este principio
adolece de invalidez en tanto habría sido dictada sin jurisdicción, y además afecta de manera
ilegítima la situación obtenida por el encausado merced al pronunciamiento consentido por el
ministerio público de la instancia inferior y lesiona de ese modo, la garantía contemplada por
el art. 18 de la CN [“Camejo, Jorge Roberto”, CSJN-Fallos, 312:1156; ídem, 22/6/78, “Amorosi-
no, Rodolfo José”, CSJN-Fallos, 300:671; “Díaz, Antonio Nicanor”, CSJN-Fallos, 311:2478].
La Corte Suprema ha declarado vulnerada esta garantía en diversas oportunidades. Así,
consideró que se había afectado la reformatio in pejus en una sentencia que elevó oficiosa-
mente el monto de una multa impuesta al condenado en virtud de que el juez de la instancia
anterior aplicó erróneamente la escala punitiva del texto legal [CSJN-Fallos, 248:125]. A una
— ELIZABETH A. MARUM —
231 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Art. 276
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 277 LIBRO IV — RECURSOS 232
TÍTULO II
RECURSO DE REPOSICIÓN
Capítulo único
Art. 277. — «Forma y plazo. Procedencia». El recurso de reposición tendrá por obje-
to que el Tribunal que dictó un decreto o auto que cause gravamen, lo revoque por
contrario imperio. Deberá interponerse y fundamentarse dentro del tercer día de no-
tificado el acto y el Tribunal resolverá por auto, previa vista a los interesados.
El recurso de reposición procederá:
1. Contra las decisiones judiciales dictadas sin sustanciación.
2. Contra los autos dictados con sustanciación, cuando la decisión se hubiese funda-
do bajo un evidente error en la apreciación de los elementos de valoración.
— ELIZABETH A. MARUM —
233 TÍTULO II — RECURSO DE REPOSICIÓN Art. 277
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 277 LIBRO IV — RECURSOS 234
El párr. 2º fija las resoluciones recurribles, que son de dos clases. En primer lugar, las dictadas
sin sustanciación son aquellas en las que las partes, con anterioridad al pronunciamiento, no han
tenido oportunidad de exponer sus razones o argumentos. Por ello están excluidas a la luz de
esta hipótesis, las sentencias definitivas y todas aquellas decisiones en las que las partes han con-
tado con la posibilidad de audiencia previa y, eventualmente prueba —resolución de excepcio-
nes (art. 197, CPPCABA); nulidades (en los supuestos del art. 73, in fine, CPPCABA); decisión de
excarcelación (art. 186, CPPCABA), entre otras—; o se hubiere dado vista por escrito. Se tratará,
en definitiva, de decretos que ordenen notificaciones, citaciones, fijen audiencia, etcétera. La
exigencia de ausencia de sustanciación se explica porque si se ha cumplido con el principio de
contradicción eso significa que ya se tuvo la oportunidad de exteriorizar las razones en sustento
de determinada decisión y, si el tribunal no las acogió, resultaría estéril otorgar una nueva posi-
bilidad para reiterar fundamentos que antes no prosperaron [D’Álbora, Código …, p. 986].
El segundo supuesto admitido —que no se encuentra contemplado en otros ordenamien-
tos procesales— prevé la posibilidad de impugnar autos dictados con sustanciación, pero exige
la existencia de un evidente error en la apreciación de los elementos. Es decir que abarca aque-
llas decisiones que resuelven un incidente o artículo del proceso (art. 42, inc. 2º, CPPCABA) y se
coloca el límite de lo recurrible por esta vía en los motivos por los que procede. Desde el prisma
de su fundamento —economía procesal—, carece de sentido la intervención de otro tribunal
frente a la existencia de un equívoco evidente. Durante el juicio resultan impugnables por esta
vía, las interrogaciones o peticiones rechazadas por el juez.
La CAPCF entendió, frente a un recurso de reposición intentado por el fiscal de Cámara, que
contra los pronunciamientos dictados por una Cámara de apelaciones, solo resultan viables los
recursos de casación y extraordinario ante la Corte Suprema —y el de inconstitucionalidad en
el fuero local—, no así el de reposición. Este solo podría acogerse respecto de una providencia
de mero trámite vinculada con la sustanciación del recurso dentro del tribunal de alzada, mas
nunca respecto de decisiones que resuelven alguna cuestión relacionada con el punto apelado
o que abarcan de algún modo la materia objeto de impugnación y tampoco siquiera sobre las
que declaran mal concedida la apelación en la instancia anterior [CAPCF, 7/5/12, Sala II, “Gavi-
lán, María José”, causa nº 38062].
Otra Sala de la misma Cámara decidió, asimismo, declarar inadmisible el recurso de reposi-
ción interpuesto por el fiscal de Cámara contra la decisión que rechaza la fijación de una au-
diencia en la alzada, toda vez que la decisión recurrida —al rechazar la excepción de atipicidad
planteada por la defensa—, no requería de la fijación de una audiencia audiencia al no tratar-
se de una sentencia definitiva ni equiparable a tal, en los términos del art. 283 del CPPCABA
[CAPCF, Sala I, 8/9/15, “Arias, Sonia Alejandra”, causa nº 6877].
En otro caso, se rechazó el recurso de reposición interpuesto por el defensor general adjun-
to, a los fines de que se deje sin efecto por contrario imperio la resolución de la Sala que dispu-
so que, habiéndose declarado la incompetencia, correspondía remitir las actuaciones al Juzga-
do de Instrucción nº 20, a efectos de que resuelva un planteo defensista, con sustento en que la
resolución no había quedado firme por encontrarse pendiente de resolución el recurso de in-
— ELIZABETH A. MARUM —
235 TÍTULO II — RECURSO DE REPOSICIÓN Art. 278
Art. 278. — «Efectos de la resolución». La resolución que recaiga hará ejecutoria, sal-
vo que el recurso hubiera sido deducido junto con el de apelación en subsidio y éste
fuera procedente.
Este recurso tendrá efecto suspensivo solo cuando la resolución recurrida fuere ape-
lable con ese efecto.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 236
TÍTULO III
RECURSO DE APELACIÓN
Capítulo único
— ELIZABETH A. MARUM —
237 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 238
lidad del recurso. La presencia de gravamen debe ser analizada en cada caso concreto, aunque
se presenta —fundamentalmente— cuando no existe otra oportunidad procesalmente útil pa-
ra reparar el perjuicio que irroga la resolución [Palacio, Los recursos …, p. 58]. Es una cuestión
de hecho imposible de quedar atrapada, en forma casuística, por una norma procesal [D’Álbo-
ra, Código …, p. 992].
La decisión debe ser inexorablemente previa, se descarta el agravio que está por venir y con
ello la apellatio a futuro gravamine [D’Albora, Código …, p. 949]. El agravio debe subsistir en la
oportunidad en que la Cámara resuelve el recurso, caso contrario corresponde declararlo abs-
tracto. En tal sentido se entendió que si el planteo que dio lugar a la presentación del recurso
no subsistía, la vía interpuesta deviene abstracta [CAPCF, Sala II, 30/12/15, “López Vázquez,
Chaly Gonzalo”, causa nº 22798; ídem, Sala I, 17/9/15, “López, Fernando”, causa nº 13634]. Lo
propio se decidió respecto de un recurso de apelación dirigido contra la declaración de rebel-
día del imputado y su captura si, encontrándose las actuaciones en la alzada, el juez dejó sin
efecto aquella declaración [CAPCF, Sala I, 9/2/15, “Alem Feyen, Matías”, causa nº 13708].
Por otra parte, el perjuicio debe surgir de la parte dispositiva de la resolución, por lo que son
inapelables sus considerandos, principio que cede en aquellos casos en los cuales las proposi-
ciones formuladas en la fundamentación constituyen directivas encaminadas a orientar su
cumplimiento e integran implícitamente la parte dispositiva o gravitan en su interpretación
[Palacio, Los recursos …, p. 57].
La CAPCF ha entendido que se presenta gravamen irreparable cuando se apela contra la
decisión de inhibirse de continuar interviniendo en las actuaciones y se dispone la remisión a la
justicia nacional [CAPCF, Sala I, 28/12/15, “Rodríguez, Carlos Fernando”, causa nº 16971, reg. nº
2089/15]; la resolución que no hace lugar al pedido de allanamiento y restitución del inmueble
en el delito de usurpación, o la que hace lugar a tal medida [CAPCF, Sala II, 30/12/15, “Biondo
Gentile, Fabián”, causa nº 19541; ídem, Sala I, 28/12/15, “N. N. s/Inf art. 181, CP”, causa nº 19545,
reg. nº 2070/15; ídem, 17/12/15, “Juárez, Yanina Alejandra”, causa nº 16081]; la decisión que
declara o rechaza la nulidad del requerimiento de juicio [CAPCF, Sala II, 22/12/15, “González,
Nicolás y otros”, causa nº 16909; ídem, 20/11/15, “Gavilán, Isabel y otro”, causa nº 6851; ídem,
Sala I, 23/12/15, “Ortuondo, Ignacio”, causa nº 11014, reg. nº 2059; ídem, 17/12/15, “Clavijo,
Sebastián”, causa nº 8168]; la decisión que no hace lugar a la nulidad de una declaración testi-
monial [CAPCF, Sala I, 21/12/15, “Ascione, Mariana”, causa nº 14781, reg. nº 2056]; las resolu-
ciones que declaran o deniegan cualquier nulidad de procedimiento [CAPCF, Sala II, 23/12/15,
“Díaz Lacoste, Alejandro”, causa nº 6700; ídem, 22/12/15, “Nieto, Diego Hernán”, causa nº
20029; ídem, Sala I, 15/12/15, “Duvene, Fernando y otro”, causa nº 6600]; la no convalidación
judicial del archivo dispuesto por el fiscal [CAPCF, Sala I, 21/10/15, “Vázquez, Diego Hernán y
otros”, causa nº 9217]; las decisiones que revocan la suspensión del juicio a prueba [CAPCF, Sala I,
9/10/15, “Miranda, D.”, causa nº 28783].
A pesar de lo dispuesto por el art. 205, párr. 3º del CPPCABA, la CAPCF ha entendido apela-
ble, tanto la concesión [CAPCF, Sala I, 22/10/15, “Ortellado, Eduardo Rubén”, causa nº 5356],
como el rechazo de la suspensión del juicio a prueba, con cita en el art. 279 del CPPCABA [CAPCF,
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239 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
Sala II, 22/10/15, “Sanabria, Roberto Carlos”, causa nº 5355; ídem, Sala I, 13/10/15, “Ceballos,
María Cristina”, causa nº 11744].
Hay casos, sin embargo, en los que se ha declarado la inexistencia de gravamen, en virtud de
consideraciones propias de la impugnación presentada. Así, y si bien como regla general las re-
soluciones que admiten o rechazan nulidades son apelables, respecto de la decisión que no ha-
ce lugar a la invalidez del requerimiento de juicio, se ha rechazado el recurso de apelación cuan-
do el planteo no encuentra correlato en las constancias del proceso, sino que bajo el ropaje de
una nulidad se pretende anticipar el objeto del debate, aduciendo que la prueba propuesta no
sería suficiente para acreditar durante el debate el hecho imputado [CAPCF, Sala I, 22/10/15,
“González, José Rafael”, causa nº 7571]; o cuando bajo la apariencia de un planteo de nulidad
del requerimiento, se presenta una disconformidad con la prueba incorporada, lo que de por sí
no resulta apelable [CAPCF, Sala I, 9/10/15, “Bonifacio Fontaneda, Fernando J.”, causa nº
20193]; o cuando la pretendida invalidez del requerimiento, rechazada por el a quo, se susten-
ta en la omisión de valorar el descargo del imputado y la producción de la prueba para acredi-
tar tales extremos, pues ellas se producirían durante el debate [CAPCF, Sala I, 7/8/15, “Ontivero,
Roberto F.”, causa nº 10230]; en esos supuestos se ha dispuesto un rechazo in limine. También
se rechazó el recurso cuando bajo el ropaje de un planteo de nulidad, el recurrente tiene por
objeto cuestionar la fijación de la audiencia, en los términos del art. 210 del CPPCABA [CAPCF,
Sala I, 26/8/15, ”Pernigotti, Carlos A.”, causa nº 6111]; o cuando se dirige contra la resolución
que difiere la decisión de un planteo para la audiencia de debate, lo que carece de capacidad
para irrogar el necesario gravamen irreparable [CAPCF, Sala I, 14/8/15, “Cardozo, Marcelo R. y
otros”, causa nº 10624]. Asimismo, se decidió el rechazo in limine del recurso de apelación inter-
puesto por la defensa contra el rechazo de una conciliación, sustentado en la ausencia de con-
sentimiento del fiscal, pues no resulta expresamente apelable, ni se advierte que la decisión
pueda generar un agravio de carácter irreparable [CAPCF, Sala I, 27/8/15, “Enrique, Manuel
Alcides”, causa nº 10227].
A su vez, la CAPCF ha entendido que no existe gravamen irreparable cuando se apela la de-
cisión del juez de grado que no hizo lugar a la solicitud de suspensión de la audiencia de deba-
te [CAPCF, Sala II, 30/11/15, “Rodríguez, José Luis”, causa nº 9592; ídem, Sala I, 13/10/15,
“Romano, María D.”, causa nº 9633; ídem, 30/6/15, “González, Osvaldo Fabián”, causa nº
20778]; cuando se interpone contra la decisión que no hace lugar a un pedido de mediación,
por extemporáneo, por haber sido presentado con posterioridad a la formulación del reque-
rimiento de juicio [CAPCF, Sala II, 20/11/15, “Martínez, Roberto Omar”, causa nº 12661; ídem,
18/11/15, “Pardo, Rubén”, causa nº 1668; ídem, Sala I, 21/12/15, “Alarcón Carmona, Katia D. y
otro”, causa nº 15424, reg. 2060]; cuando se apela la decisión que dispone no hacer lugar a la
orden de allanamiento solicitada por el fiscal —salvo que se trate de allanamientos en los tér-
minos del art. 335, in fine, CPPCABA— [CAPCF, Sala I, 12/6/15, “Molina, Andrés José”, causa nº
741]; cuando se dirige contra la decisión que dispone la inmediata ejecución de la medida cau-
telar dispuesta al encausado, pues el art. 177 del CPPCABA expresamente prevé que la apela-
ción de tales cuestiones carecen de efecto suspensivo [CAPCF, Sala I, 23/4/15, “Pérez, Javier
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 240
Osmar”, causa nº 18256]; cuando se deduce contra el auto que decide la realización de un peri-
taje sobre los efectos informáticos secuestrados [CAPCF, Sala III, 24/8/15, “Aschenil, Sergio”,
causa nº 7522]; cuando se interpone contra el pronunciamiento que no hizo lugar, por el
momento, a la revisación médica solicitada por la defensa [CAPCF, Sala II, 12/3/15, “Fiore, Cris-
tina”, causa nº 13632].
También la CAPCF declaró inadmisible el recurso de apelación interpuesto por el fiscal con-
tra el decreto que decidió convocar a las partes a una audiencia de mediación, por ausencia de
gravamen irreparable [CAPCF, Sala II, 30/12/15, “Sandoval, César”, causa nº 10380], y el dirigido
por el fiscal contra el decreto de la jueza que dispuso que la fiscalía se abstenga de comunicar
el requerimiento fiscal al Registro Nacional de Reincidencia [CAPCF, Sala II, 11/11/15, “Contre-
ras, Pablo Martín”, causa nº 13428]. Asimismo, se rechazó in limine el recurso de apelación arti-
culado por el defensor contra la decisión que dispuso remitir las actuaciones al Patronato de
Liberados de la CABA a fin de que proceda al control del cumplimiento de la pena [CAPCF, Sala
II, 17/12/15, “Testa, Guillermo”, causa nº 550]; el interpuesto por el defensor contra la decisión
que dispuso la realización de una evaluación psicodiagnóstica respecto del imputado a fin de
que se determine la pertinencia de un tratamiento psicológico individual [CAPCF, Sala II,
17/11/15, “Kinderknetch, Rodrigo”, causa nº 9073] y el que se dirige contra decisiones que
rechazan medidas probatorias (art. 210) [CAPCF, Sala I, 24/9/15, “Castro, Rubén A.”, causa nº
7229; ídem, 3/9/15, “Segers, Bárbara Erika”, causa nº 20113].
Existe jurisprudencia divergente en torno a si resulta recurrible la declaración de rebeldía o
su denegatoria. Rechaza el recurso de apelación por inexistencia de gravamen de imposible re-
paración ulterior la Sala I de la CAPCF [2/10/15, “Díaz, Daniel Ismael”, causa nº 5196] y la Sala II
[17/12/15, “Berruezo, Oscar Alfredo”, causa nº 2682, con cita de “Salvatierra, Juan Carlos”, del
12/8/04]. Por el contrario, admite dicha vía, sobre la base de la existencia de gravamen, la Sala
III de dicha Cámara [21/9/15, “C.G.”, causa nº 3395].
Por otro lado, la doctrina ha sostenido que no existe gravamen, por ejemplo, respecto del
auto de prisión preventiva, cuando el recurrente solo se agravia por la subsunción legal y ella
no afecta la libertad del imputado, pues aquella resulta provisoria y no causa estado. Tampoco
lo generan las decisiones referentes a la conexidad de causas, puesto que ellas están reservadas
al criterio de los jueces intervinientes y, en caso de contienda, a la definición de la Cámara [D’Ál-
bora, Código …, p. 992].
Otro tema de importancia, en cuanto a la posibilidad de apelación de ciertas decisiones, sur-
ge a partir del art. 266, in fine del CPPCABA, que dispone que contra el rechazo de la homolo-
gación de un avenimiento habrá recurso de apelación. Esta disposición específica presume la
existencia de agravio e impide rechazar un recurso contra la decisión del juez que no hace lugar
a homologar el acuerdo formalizado entre el imputado y su defensor con el fiscal. Se trata, por
tanto, de una decisión expresamente declarada apelable (art. 279, párr. 1º, primer supuesto,
CPPCABA) [véase, en tal sentido, CAPCF, Sala II, 1/8/12, “R., C.”, causa nº 45160; ídem, Sala I,
13/5/11, “López, María Adriana”, causa nº 45449; ídem, 7/6/10, “Samaniego, Pamela R. y otro”,
causa nº 40235, que confirman la resolución que rechaza el pedido de homologación de acuer-
— ELIZABETH A. MARUM —
241 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
do de avenimiento; e ídem, 7/7/15, “Contreras, Fausto Germán”, causa nº 2036, que revoca la
decisión que rechaza el acuerdo de avenimiento].
Sin embargo, de lo expuesto no cabe deducir que las resoluciones que homologaron el
acuerdo, no resultan apelables, pues estos casos se subsumen en el otro supuesto de viabilidad
del recurso de apelación, es decir en el que exige la existencia de gravamen irreparable, lo que
surgirá de casa caso concreto (art. 279, párr. 1º, segundo supuesto, CPPCABA). Así, resulta recu-
rrible la homologación de un acuerdo en el que el juez, si bien impone la misma pena pactada,
modifica la calificación legal por otra que tiene prevista menor penalidad, pues ello implica la
existencia de agravio en la medida en que, a la luz de la nueva subsunción, podría haber sido
impuesta una pena menor. La conformidad con la pena prestada al momento de formular el
acuerdo, no impide la presencia de agravio, al haber sido imputado por un delito de menor gra-
vedad, lo que debió haber sido reflejado en la pena. En tal sentido, el fallo de la Corte Suprema
“Araoz, Héctor José” [17/5/11, A.941.XLV —recurso de hecho—, causa nº 10410], en el que se
dictó condena en orden al delito de tenencia ilegítima de arma de uso civil condicional —ade-
más de otro delito—, cuando el acuerdo lo había sido por portación y se impuso la misma pena
pactada pero se omitió la fundamentación en orden al monto punitivo escogido. La Corte deci-
dió en ese caso que la motivación del monto de pena no podía quedar inalterada, en la medida
en que el sentenciante sostuvo expresamente que el tipo penal seleccionado representaba un
menor peligro para la seguridad pública que el que había sido acordado, dejando en claro que
aun en los supuestos del art. 431 bis del CPPN (juicio abreviado en el Código Procesal Penal de
la Nación), las sentencias deben hallarse debidamente motivadas y que ello ha de poder ser re-
visado, por lo que se ha lesionado el derecho de defensa. Posteriormente, la Corte Suprema en
“Salsamendi, Luis M.” [S.789.XLVIII, del 11/9/13], se remitió al fallo “Araoz”. Lo propio sucede a
la luz del art. 266 del CPPCABA, a partir del cual la homologación tendrá los efectos de una sen-
tencia definitiva.
Más evidente resulta aun la existencia de agravio si la homologación implica una modifica-
ción en perjuicio de quien consintió el acuerdo, como sucede si se modifica la modalidad de eje-
cución de la pena —por ejemplo, fue pactada en suspenso y se dispone como de efectivo cum-
plimiento—, se incorpora una declaración de reincidencia, o una pena única que no fue objeto
de avenimiento sin siquiera haber escuchado a la defensa o, más genéricamente, se introducen
consecuencias que no fueron informadas al momento de prestar el consentimiento. En el voto
disidente de la Corte Suprema en “Caetano Flores, Elbio Ciriaco” [C.595.XLIV, recurso de hecho,
causa nº 8570] —la mayoría rechazó la queja— se dejó constancia que la reincidencia no es un
mero estado, sino que requiere declaración judicial, por lo que no resulta acertada la decisión
que rechaza la libertad condicional sobre dicha base, cuando habiéndose realizado un juicio
abreviado, ella no fue solicitada por el fiscal ni impuesta por los jueces. Estos últimos, de consi-
derar procedente su declaración, debieron realizar la cesura del debate para discutir la cues-
tión, lo que no creyeron oportuno hacer.
Resultan ilustrativos otros casos de la Corte Suprema, como “Oyarse” [CSJN-Fallos, 330:2836]
y “Romano, Hugo Enrique” [CSJN-Fallos, 331:2343, del 28/10/08], en los cuales se evidencia la
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 242
existencia de un agravio que permite la interposición del recurso. Así, en “Oyarse”, se había
acordado en el juicio abreviado una pena de ejecución en suspenso y el tribunal al dictar sen-
tencia modificó la modalidad de cumplimiento por otra más gravosa, imponiéndola de modo
efectivo, en el entendimiento que la modalidad pedida por el fiscal no tiene carácter vinculan-
te. La Corte Suprema, remitiéndose al procurador general, hizo lugar al recurso, en atención a
la ausencia de fundamentación de la modalidad escogida y a la incorrecta valoración de las pau-
tas del art. 26 del CP.
En “Romano”, el TOC nº 25 aceptó el acuerdo de juicio abreviado, pero dictó una pena úni-
ca de nueve años y cuatro meses de prisión, que no estaba incluida en el acuerdo. La Corte
Suprema en este fallo destacó dos cuestiones: la ausencia de vista previa y la falta de motivación
de la pena única escogida, pues el juicio previo establecido por el art. 18 de la CN, como deriva-
ción del estado de derecho, no solo exige que los jueces expresen las razones en las que se
encuentra fundada la responsabilidad del procesado, sino también aquellas en que se apoyan
la intensidad de la consecuencia jurídica correspondiente.
Asimismo, el Tribunal Superior, por mayoría, resolvió que la reincidencia es una imposición
legal y precisamente por ello no puede ser objeto de acuerdo o transacción por las partes, pues
no es una materia disponible, como tampoco podrían serlo el marco de la especie de pena esta-
blecida por el legislador para el delito que se imputa [TSJ CABA, 24/10/07, “Aldao”; ídem,
7/5/07, “Vázquez”]. El acuerdo no desapodera al magistrado de su facultad jurisdiccional de
determinar en su decisorio las consecuencias legales accesorias que corresponden adicionar a
la sentencia condenatoria, entre ellas la declaración de reincidencia, o el comiso de los bienes
[TSJ CABA, 17/3/10, “Morales, Hernán Pablo”, expte. nº 6808/09].
La Sala III de la CAPCF consideró viable el recurso de apelación dirigido contra una decisión
que homologó el acuerdo de avenimiento, aunque entendió que se trata de un auto expresa-
mente declarado apelable. Sin perjuicio de ello, lo cierto es que existió en el caso gravamen irre-
parable, en virtud de que se realizó un agravamiento del monto punitivo acordado por las par-
tes. Así, en el acuerdo previsto por el art. 266 del CPPCABA se pactó la imposición al imputado
de una pena de seis meses de prisión en orden al delito de tenencia de arma de fuego de uso
civil sin la debida autorización y la pena de multa de $ 1000 y el fiscal solicitó que se exima del
pago de la pena de multa —pues se encontraba cumpliendo condena, lo que determinaba que
fuera materialmente imposible su cumplimiento— y de las costas; asimismo pidió una pena úni-
ca de dos años y cuatro meses de prisión. Al homologar el acuerdo, la jueza transformó la pena
de multa en diez días de prisión —dado que excede la competencia de la jurisdicción dispensar
una pena—, e impuso un total de dos años, cuatro meses y diez días de prisión. Agregó, además
la declaración de reincidencia y las costas. El agravio se centró en la pena más grave impuesta
por fuera de lo acordado. La Cámara anuló la conversión de la pena de multa en prisión y modi-
ficó la pena única a dos años y cuatro meses, $ 1000 de multa, con costas, y mantuvo la declara-
ción de reincidencia.
La CAPCF consideró viable el recurso de apelación, en los términos de los arts. 266 y 279 del
CPPCABA, contra la decisión que declaró la nulidad parcial del acuerdo de avenimiento, en lo
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243 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
que respecta a la indemnización del daño material y moral a la víctima, porque esta no se cons-
tituyó en parte querellante, y confirmó la decisión [CAPCF, Sala II, 24/6/13, “M. L., D. M.”, causa
nº 17610]. También entendió recurrible la sentencia absolutoria dictada por el juez, pese a la
existencia de un avenimiento, la que en el caso fue declarada nula [CAPCF, Sala II, 1/11/13, ”M.,
R. N.”, causa nº 46217].
Los párrs. 2º y 3º contienen los requisitos de forma que deben ser analizados a los fines de
establecer la procedencia del recurso, esto es, el lugar, el plazo y la fundamentación.
El lugar de interposición está fijado por el propio texto y se corresponde con la sede del órga-
no judicial que dictó la resolución que se impugna. El plazo es de cinco días, salvo que se esta-
blezca lo contrario, lo que sucede respecto de las sentencias definitivas, cuyo plazo se eleva a
diez días. El Código fija, además, un plazo de tres días para apelar, en los siguientes casos: art.
11, in fine del CPPCABA, en relación con la denegatoria de ser tenido por querellante; art. 173,
in fine del CPPCABA, es decir, la resolución acerca de la prisión preventiva; art. 177, in fine del
CPPCABA, respecto de la imposición de medidas restrictivas; art. 186, in fine del CPPCABA, en
cuanto a la decisión sobre excarcelación o cese de medidas cautelares; art. 198 del CPPCABA, so-
bre el auto que resuelve una excepción. Asimismo, el art. 325 del CPPCABA, fija cuarenta y ocho
horas para apelar en el caso de la decisión sobre libertad condicional dictada por un tribunal
unipersonal.
El plazo establecido resulta perentorio e improrrogable, por lo que la interposición del recur-
so una vez vencido y transcurrido el plazo de gracia previsto, provoca su rechazo por extempo-
ráneo [CAPCF, Sala I, 18/9/15, “Toledo, Velázquez, Samantha”, causa nº 13771; ídem, 23/11/15,
“Clérici, Rodrigo”, causa nº 17439]. También la Sala III de la CAPCF rechazó in limine el recurso
de apelación interpuesto contra la decisión que rechazó el vencimiento del plazo de la investi-
gación preparatoria, que había sido notificada en el marco de la audiencia, por haber sido pre-
sentado fuera de término [12/11/15, “Lezcano, Celeste”, causa nº 7535]; el deducido contra la
decisión que rechazó la petición de ser tenido por parte querellante, por resultar extemporá-
neo [8/4/15, “Morales Troiano, Matías”, causa nº18438] y el interpuesto fuera de plazo contra
la decisión que revocó la suspensión del juicio a prueba [23/6/15, “Garcés, Fernando Gabriel”,
causa nº 5043].
En cuanto a la forma, la ley requiere el lenguaje escrito y deben indicarse los fundamentos
del recurso, a diferencia de otros ordenamientos que solo exigen la indicación de motivos. La
doctrina distingue estos dos supuestos, pues los motivos aluden al sucinto señalamiento de las
discrepancias del apelante en relación con los puntos resueltos por el juez de instancia, es decir,
la causa o móvil que en el caso concreto llevan a la parte a ejercer la facultad recursiva. Los moti-
vos del recurso de apelación se diferencian de los fundamentos porque en los primeros concu-
rre la indicación breve de las discrepancias del apelante en relación con los puntos resueltos por
el juez y las razones que la justifican, mientras que los segundos son, en cambio, las memorias
explicativas de los motivos. La exigencia de fundamentación resulta más rigurosa, pues su cum-
plimiento obliga al recurrente a efectuar ex ante una explicación razonada del agravio [Pala-
cio, Los recursos …, ps. 60 y 61]. Los fundamentos del recurso operan como limitación al ámbi-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 244
to de decisión de la Cámara. La falta de motivación autoriza el rechazo del recurso, para lo cual
no resulta suficiente la sola mención de que la decisión causa gravamen irreparable.
En tal sentido, la CAPCF rechazó en diversas ocasiones recursos de apelación por falta de
fundamentación [CAPCF, Sala I, 4/9/13, “Llánez, Juan Antonio”, causa nº 7090, y en la misma
causa otro del 23/9/13], por ejemplo, cuando el defensor apeló los honorarios regulados, con la
sola mención de que resultaban bajos [CAPCF, Sala I, 23/12/15, “Bernasconi, Augusto”, causa nº
9402, reg. nº 2069/15]. Asimismo, se dijo sobre el punto que las exigencias de la ley procesal
penal se satisfacen por medio de la expresión concreta del agravio que produce al impugnante
la decisión que recurre, lo que no se advierte en los escritos presentados, por lo que los recursos
deben rechazarse in limine. Ello obedece a que la obligación de fundamentar permite a las res-
tantes partes conocer la delimitación de los agravios, habilitándolas para realizar las presenta-
ciones que estimen necesarias, mientras que se ciñe así para el tribunal el marco de actuación
que le fija el recurso y el contenido de su disconformidad [CAPCF, Sala II, 9/2/15, “Testa, Guiller-
mo Daniel”].
Sin embargo, cuando el imputado se encuentra privado de su libertad los recaudos forma-
les para la deducción del recurso de apelación ceden, de modo que si la falta de asistencia letra-
da impidió al procesado fundar debidamente sus agravios, corresponde dar intervención al de-
fensor oficial para que se expida sobre la interposición in forma pauperis (véase el comentario
al art. 269, CPPCABA, de esta obra). Así lo decidió la Corte Suprema en el caso “Nuñez, Ricardo
A.”, del 16/11/04 [CSJN-Fallos, 327:5095], en el que entendió que se había afectado el derecho
de defensa en juicio pues la intervención del letrado fue meramente formal y los recursos habí-
an sido denegados con invocación de deficiencias formales que no eran sino producto de su es-
tado de indefensión. Al así proceder, se incurrió en un inadmisible rigor formal, ya que más allá
de cualquier imperfección que pudiera advertirse en el intento de acceder a la instancia de casa-
ción, tales defectos debían ser dejados de lado si mínimamente se hubiera dimensionado la en-
tidad de los agravios que aquejaban a Nuñez y que con simpleza y claridad venía planteando in
pauperis desde el inicio. En “Rodríguez, Luis G.”, del 11/6/03 [CSJN-Fallos, 326:1900], la Corte
Suprema dijo que la sola circunstancia de que el recurso haya sido interpuesto in forma paupe-
ris por quien se encuentra privado de su libertad resulta insuficiente para apartarse del trámi-
te que rige ante dicho tribunal, por lo que correspondía dar nueva intervención al defensor ofi-
cial a fin de que funde técnicamente el recurso de hecho del imputado.
El párr. 4º alude al proveído del juez, que deberá efectuarse sin más trámite una vez deducido
el recurso. No está en cabeza del juez a quo decidir acerca de la admisibilidad de la apelación.
— ELIZABETH A. MARUM —
245 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
que el tribunal de alzada está ceñido a los agravios. A modo de ejemplo, en el caso “Giroldi, Ho-
racio David y otro”, del 7/4/95, la Corte Suprema declaró inconstitucional una limitación legal
al recurso del imputado contenida en el art. 459, inc. 2º del CPPN —fundada en el monto de la
pena— por contrariar lo dispuesto por las citadas convenciones internacionales, dejando en
claro que el recurso extraordinario federal no constituye un remedio eficaz para la salvaguar-
da de la garantía de doble instancia, por su carácter limitado (en principio, a cuestiones de dere-
cho federal y arbitrariedad de las sentencias) y discrecional (en virtud del art. 280, CPCCN).
El PIDCP requiere no solo la existencia formal de recursos, sino que estos sean tramitados de
modo que se posibilite el acceso efectivo a la instancia de revisión. Así, por ejemplo, en el caso
“García Fuenzalida, José v. Ecuador” el Comité de Derechos Humanos (organismo de control
del PIDCP) ha considerado contrario al art. 14.5 del PIDCP, que las autoridades del Estado obli-
garan a un condenado a desistir de un recurso contra la sentencia de condena para poder peti-
cionar la libertad condicional. A su vez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el ca-
so “Herrera Ulloa v. Costa Rica”, indicó el 2 de julio de 2004, que el recurso contenido en el art.
8º.2.h de la citada convención —cualquiera fuese su denominación— debe garantizar un exa-
men integral de la decisión recurrida, de todas las cuestiones debatidas y analizadas por el tri-
bunal inferior, inclusive la pena impuesta.
Sobre el tema, la doctrina ha desarrollado la teoría del doble conforme, a partir del derecho
al recurso, según la cual todo condenado por una sentencia no firme tiene derecho a que dos
tribunales sean contestes en su declaración de culpabilidad y la imposición de la pena. Esta teo-
ría traería como consecuencia, según parte de la doctrina, la negación lisa y llana de toda vía im-
pugnativa al órgano de persecución penal (en principio, la fiscalía), pues la sucesiva interposi-
ción de recursos por la parte acusadora y acusada —por vía de absurdo— conduciría a un regres-
sus in infinitum, con el consiguiente debilitamiento del valor de la seguridad jurídica [Ayán, Re-
cursos …, ps. 35 y 36]. La garantía de doble instancia como doble conforme no exige la simple
intervención de un tribunal superior que revise lo resuelto —segunda instancia—; sino que dos
tribunales se pronuncien sobre la misma cuestión, en sentido concordante [Solimine - Pirozzo,
Los recursos …, p. 193]. El proceso penal al que se ha obligado internacionalmente el Estado ar-
gentino requiere que en ningún caso quede firme una sentencia condenatoria sin que antes ha-
ya podido ser provocada su revisión ante un tribunal superior, como forma de asegurarle, al me-
nos, la coincidencia de criterio de dos tribunales con respecto a la solución del caso [Ziffer, “El
derecho …”, 2005, p. 502].
El Código distingue entre agravios sustentados en cuestiones de hecho y de derecho (arts.
286 y 287, CPPCABA), pero lo hace a los efectos de regular el reenvío y no a los fines de deter-
minar la procedencia del recurso, que claramente resulta viable en ambos supuestos. No pue-
de perderse de vista, sin embargo, que el fallo “Casal” [CSJN, 20/9/05] señala que la distinción
entre cuestiones de hecho y de derecho siempre ha sido problemática y, enfrentada a los casos
reales, resulta inoperante, pues —por un lado— una falsa valoración de los hechos lleva a una
incorrecta aplicación del derecho y —por otro— la misma valoración errónea de los hechos de-
pende de que no se hayan aplicado incorrectamente las reglas jurídicas que se imponen a los
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 246
jueces para formular esa evaluación. O sea que, en cualquier caso puede convertirse una cues-
tión de hecho en una cuestión de derecho y, viceversa, la inobservancia de una regla procesal
—como puede ser el in dubio pro reo— puede considerarse como una cuestión de hecho. En la
mayor parte de los casos la propia descripción de los presupuestos fácticos del fallo está condi-
cionada ya por el juicio normativo que postula [Ferrajoli, Derecho y razón …, 1995, p. 54]. Ello
refleja la opinión de un amplio sector doctrinario que sostiene que la separación lógica entre
las comprobaciones fácticas y la valoración jurídica es imposible [Roxin, Derecho …, p. 471].
Los temas tratados por el Alto Tribunal en el citado precedente resultan de suma utilidad en
la interpretación que cabe otorgarle al alcance del recurso de apelación que, si bien por natu-
raleza es amplio, no puede soslayarse que procede respecto de la sentencia definitiva dictada
por el juez luego de realizada la audiencia oral y pública, a la que los jueces de Cámara no asis-
tieron. El interrogante sería: ¿hasta qué punto la revisión amplia es compatible con el juicio oral
en el que rige el principio de publicidad e inmediación? Al respecto, se entiende que a partir de
la inmediación los únicos jueces habilitados para para emitir el fallo son aquellos que presen-
ciaron íntegramente la audiencia —identidad física del juzgador— [Maier, Derecho procesal …,
1989, t. 1B, ps. 585 y 586], por lo que deben determinarse los alcances del control que debe rea-
lizar el tribunal revisor.
En el mencionado fallo “Casal” la Corte Suprema decidió que resulta aplicable la teoría del
agotamiento de la capacidad de revisión o de rendimiento (que en doctrina y jurisprudencia
alemana se denomina Leistungsfähigkeit), con lo que se quiere significar que el tribunal debe
agotar el esfuerzo por revisar todo lo que pueda revisar, o sea por agotar la revisión de lo revi-
sable. Allí se deja constancia que lo único no revisable es lo que surja directa y únicamente de la
inmediación, porque se imponen limitaciones de conocimiento en el plano de las posibilidades
reales y —y en el nivel jurídico— porque la propia Constitución, que establece la necesidad de
un juicio oral basado en el principio de la inmediación, no puede interpretarse en forma con-
tradictoria, lo que impide entender que un dispositivo constitucional cancela otro. Por ende,
debe interpretarse que la Convención y los tratados internacionales previamente citados exi-
gen la revisión de todo aquello que no esté exclusivamente reservado a quienes hayan estado
presentes como jueces en el juicio oral. Esto es lo único que los jueces no pueden valorar, no solo
porque cancelaría el principio de publicidad, sino también porque directamente no lo conocen.
Se trata de una limitación fáctica, impuesta por la naturaleza de las cosas, y que debe apreciar-
se en cada caso.
Agrega el mencionado precedente que gran parte de la prueba se halla en la propia causa
registrada por escrito, sea documental o pericial, por lo que la cuestión principal queda limita-
da a los testigos, cuya deposición es controlable por actas. Lo no controlable es la impresión per-
sonal que los testigos pueden causar al tribunal, pero de la cual el tribunal debe dar cuenta cir-
cunstanciada si pretende que se la tenga como elemento fundante válido, pues a este respecto
el tribunal superior también puede revisar criterios. Así, no sería procedente que la sentencia
se base en una mejor o peor impresión que le causó el testigo a los jueces por mero prejuicio dis-
criminatorio respecto de su condición social, vestimenta, etcétera.
— ELIZABETH A. MARUM —
247 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
Con este alcance que la Corte Suprema le ha dado al recurso de casación, este último no se
diferencia del recurso de apelación en estudio, en la medida en que la revisión resulta lo más
amplia posible. Por tanto, los criterios señalados en “Casal” resultan aplicables para interpre-
tar los alcances de este artículo del CPPCABA.
Además de estos parámetros fijados por la Corte Suprema, rige en el orden procesal local la
obligación de registrar la audiencia de debate en su totalidad por cualquier medio de audio y/o
video a disposición del tribunal (art. 246, CPPCABA). Tal registro es remitido a la Cámara con-
juntamente con las actuaciones, una vez interpuesto el recurso, lo que permite una mayor am-
plitud de control de lo decidido al contar la alzada con la posibilidad de observar y escuchar el
curso de la audiencia.
La CAPCF decidió, sobre el punto, que las pruebas incorporadas a la audiencia de juicio (tes-
timoniales, documentales y fílmicas) deben ser valoradas según las reglas de la sana crítica ra-
cional y siguiendo los lineamientos de la Corte Suprema en el fallo “Casal”, ya citado, en cuan-
to ha aplicado la teoría del agotamiento de la capacidad de revisión. A partir de esta argumen-
tación confirmó la absolución del imputado del delito de amenazas, sustentado en cuestiones
de hecho y prueba [CAPCF, Sala I, 10/9/15, “Valussi, Jorge A.”, causa nº 1298]. También hizo apli-
cación de la teoría del agotamiento de la capacidad de revisión o capacidad de rendimiento la
Sala III de la CAPCF [22/5/15, “Ceballos, Jonathan Jorge Rafael”, causa nº 7806; ídem, 21/8/15,
“Flores Flores, Juan Alberto”, causa nº 35003] y la Sala II entendió que el conocimiento del tri-
bunal se circunscribe al examen de los agravios de los recurrentes, con la restricción de que no
puede ser materia de este remedio planteos respecto de los cuales la alzada no se encuentre en
situación de par conditio con el tribunal de mérito. Por tanto, quedan excluidas de esta vía
“aquellas cuestiones que resultan materialmente imposibles de revisar, por ejemplo, la per-
cepción directa del sentenciante de lo que presenció en el debate” [1/7/14, “T., G. D.”, causa nº
55070].
Por otra parte, la doble instancia no solo se encuentra garantizada a los fines de permitir la
primera revisión de una sentencia de condena, sino respecto de toda primera sentencia adver-
sa. Resulta contrario al propósito de ese derecho específico que no sea garantizado frente a
quien es condenado mediante una sentencia que revoca una decisión absolutoria, pues inter-
pretar lo contrario implicaría dejar al condenado desprovisto de un recurso contra la condena
[CSJN, 5/8/14, “Duarte, Felicia”, D.429.XLVIII]. En el fallo citado el Alto Tribunal decidió que una
sentencia de la Cámara Federal de Casación Penal que había casado una absolución y condena-
do al imputado, sea revisada por otra sala del mismo tribunal, pues la Corte Interamericana
excepciona la intervención de un tribunal superior —cuando no existe otro en el organigrama
de competencias—, con el único requisito que sean magistrados diferentes a los que ya juzga-
ron el caso. Este tema se retomará al tratar el art. 290 del CPPCABA.
A partir de los fallos de la Corte Suprema puede afirmarse que el derecho amplio al recurso
o doble conforme solo se encuentra en cabeza del imputado. En otras palabras, el sistema bila-
teral recursivo tiene distinta fuente y jerarquía en función de su destinatario: constitucional
para el imputado y legal para los acusadores [D’Albora, Limitaciones …, p. 214].
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 279 LIBRO IV — RECURSOS 248
En el caso “Arce, Jorge” [CSJN, 14/10/97, CSJN-Fallos, 320:2145], el Alto Tribunal señaló que
las garantías emanadas de los tratados sobre los derechos humanos deben entenderse en fun-
ción de la protección de los derechos esenciales del ser humano, y no para beneficio de los Esta-
dos contratantes. La garantía del derecho a recurrir solo ha sido consagrada en beneficio del
imputado. A partir de ello, no resulta inconstitucional que la ley imponga límites objetivos al
recurso del acusador, sin que ello obste a que el legislador, si lo considera necesario, le conceda
igual derecho.
Concordantemente, en el fallo “Juri, Carlos A.” [CSJN, 27/12/06, CSJN-Fallos, 329:5994] la
Corte Suprema entendió —por mayoría— que el derecho al recurso no corresponde al acusa-
dor privado, por lo que el acceso a una segunda instancia es una concesión del legislador que
puede condicionarla y limitarla, sin afectar garantía alguna. Ello, sin perjuicio de que los lími-
tes no operan cuando se ha planteado una cuestión federal. Al respecto, se ha dicho que la evo-
lución de la jurisprudencia determinará el alcance que se deba dar a la excepción señalada,
procurando evitar que devenga en una forma de burlar —por ejemplo, ante el mero planteo
de arbitrariedad de la sentencia— el límite establecido legalmente [D’Albora, Límites …, p.
30]. En el fallo “Garrafa, Carlos F.” [CSJN, 31/10/06] la Corte Suprema afirmó —por mayoría—
que el tribunal superior de la causa carecía de competencia para anular la sentencia absoluto-
ria si no mediaba una declaración de inconstitucionalidad de las limitaciones recursivas
impuestas al fiscal. Es decir que si el fiscal no supera los límites objetivos para deducir recurso,
la alzada no puede eludirlos mediante la simple invocación de una cuestión federal [D’Albora,
Límites …, p. 98. La disidencia —doctores Petracchi y Maqueda— se remiten a lo señalado en el
caso “Alvarado”].
La doctrina ha dirigido serias objeciones a la opinión que excluye de fundamentación cons-
titucional el derecho al recurso del querellante, desde el punto de vista de la tutela judicial efec-
tiva (art. 25.1, CADH) y de la regla de la igualdad de armas, que daría fundamento autónomo al
recurso de la víctima [Chiara Díaz, Vázquez Sotelo, Suau Morey, cit. por Solimine - Pirozzo,
Recursos …, 2008, p. 31].
En cuanto al alcance que posee el derecho al recurso, se discute en doctrina si solo se refiere
a la sentencia de condena, o abarca también autos procesales importantes. La interpretación
amplia, sostenida por la mayor parte de la doctrina [Cafferata Nores, Binder, Pastor, De la Fuen-
te, cit. por Solimine - Pirozzo, Los recursos …, p. 195], se sustenta en el Informe 24/92, “Costa
Rica”; en el Informe 17/94, “Maqueda”; y en el Informe 55/97, “Abella” y “La Tablada”, de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que ha extendido la interpretación de la cláu-
sula en los siguientes términos: el derecho previsto en el art. 8º.2.h. de la CADH requiere la dis-
ponibilidad de un recurso que al menos permita la revisión legal por un tribunal superior del
fallo y de “todos los autos procesales importantes”. La interpretación restringida entiende que
ni del PIDCP (art.14.5) ni de la CADH (art. 8º.2.h) surge que el derecho al recurso exceda más allá
de la sentencia definitiva. Es decir que es un derecho de revisión de la sentencia condenatoria y
no de otras decisiones anteriores. Afirman que el derecho no se concede al imputado sino a to-
da persona “declarada culpable” de un delito, es un derecho del condenado. La Com. IDH ha
— ELIZABETH A. MARUM —
249 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 279
forzado una interpretación más allá de lo que la regla del texto permitía, por lo que imponer
este alcance atentaría contra la soberanía argentina —que de haberlo conocido podría haber
efectuado una reserva al momento de ratificar la Convención— [García, El derecho …, 2005, nº
9. Comparte la interpretación restrictiva, Palacio, Las limitaciones …, ps. 461 a 466, cit. por Soli-
mine - Pirozzo, Los recursos …, p. 194]. En igual sentido la Sala II de la CNCP [16/6/10, “Morris
Dloogatz, Susana”, causa nº 12188], en cuanto expresó que lo que dijo la Comisión Interameri-
cana en los informes citados merece la calificación de obiter dictum ya que los informes tenían
por objeto denuncias de privación del derecho a recurrir contra sentencias de condena; y tam-
poco el texto del art. 8º.2.h permite sostener que de él se deriva para los Estados un deber gene-
ral de proveer de un recurso inmediato ante un tribunal superior contra cualquier auto impor-
tante, lo que sí se deduce con relación a la sentencia de condena.
Pero, por otra parte, aun dentro de la interpretación amplia, la frase “todos los autos pro-
cesales importantes” resulta tan ambigua que no resulta sencillo fijar su alcance, aunque debe-
rían incluirse todos aquellos autos relacionados con la libertad del imputado. La doctrina y la
jurisprudencia han considerado abarcadas: las decisiones que imponen la prisión preventiva
(Pastor, Córdoba, Tedesco), u otras medidas cautelares que afectan a otros derechos funda-
mentales del imputado (Pastor), la decisión de mérito sobre la imputación decida o no cautela-
res (Pastor; CNCC, Sala V, 11/2/00, “Baysre, Mario”); la decisión que impone restricciones de
derechos fundamentales o los mantiene (Pastor, Tedesco, De la Fuente, Borinsky); decisiones
que implican estar sometido a proceso por rechazarse la extinción de la acción penal (CNCP, Sala
II, 9/3/01, “Romero Feris”); resolución que concede la excarcelación por el juez de grado y es
revocada por la Cámara [CNCP, Sala IV, 4/10/99, “Spotto, Ariel A.”; García, El derecho …]. Para
Ángela Ledesma en esta categoría entran todos los supuestos en los que se encuentra en juego
una cuestión federal, lo que también se vincula al concepto de agravio de tardía o imposible
reparación posterior. Agrega, también, la revocatoria del sobreseimiento que, en general, se la
considera irrecurrible [Recurso como garantía …, ps. 282 y 283].
Sobre este punto, el Tribunal Superior decidió, frente al agravio del defensor sustentado en
que la garantía del doble conforme le acuerda el derecho a obtener dos recursos amplios con-
tra la decisión que ordena disponer el allanamiento y restituir el inmueble al presunto damni-
ficado del delito de usurpación, que el apelante no muestra que la garantía invocada requiera
tutela inmediata, toda vez que no acredita que la resolución a cuya revisión aspira sea una de
las abarcadas por la mencionada garantía [TSJ CABA, 19/3/14, “N. N. s/Infr. art. 181 bis, CP”, exp-
te. nº 10339/13, voto de dos jueces].
El derecho a recurrir ante un tribunal superior, requiere fijar el alcance de qué debe enten-
derse por tal. En primer lugar ese derecho impone que uno ha sido el tribunal que ha dictado la
sentencia y la pena y otro distinto el tribunal al que estas se someten a revisión. Los casos en que
la única revisión disponible procedía ante el mismo tribunal que había dictado la condena no
han superado el control del Comité de Derechos Humanos. Así, en “Salgar Montejo v. Repúbli-
ca de Colombia” el Comité declaró que un recurso de reposición contra la sentencia de conde-
na ante el mismo juez que la había dictado, no satisfacía el art. 14.5 del PIDCP. Sin embargo, res-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 280 LIBRO IV — RECURSOS 250
ta establecer cuándo un tribunal responde a la calificación de “superior”, es decir si los arts. 14.5
del PIDCP y 8º.2.h de la CADH imponen la creación de tribunales que tengan una posición jerár-
quica superior a la del juez que dicta la sentencia, o si basta la creación de órganos que tengan
suficiente poder de revisión para revocar lo decidido por los jueces, con independencia de su
posición jerárquica [García, El derecho …]. Esta última posición ha sido aceptada y de allí que
resulta suficiente para la tutela de la garantía con la intervención de otra Sala del mismo tribu-
nal que dicta la sentencia, tal como se verá al tratar el art. 290 de este Código y tal como lo dis-
puso la Corte Suprema en el fallo “Duarte, Felicia”, del 5/8/14, siendo imprescindible que se tra-
te de jueces distintos.
Asimismo, se ha invocado la violación a la garantía del doble conforme, respecto de la deci-
sión del Tribunal Superior que revocó la sentencia de Cámara, dejó sin efecto la suspensión del
juicio a prueba y dispuso continuar el trámite de las actuaciones. Sobre el tema, el Máximo Tri-
bunal local sostuvo que el planteo se sustentaba en meras afirmaciones genéricas, porque no
estaba acompañado de una fundamentación seria y consistente que relacione aquel derecho
con las circunstancias de la causa en la que no se ha impuesto condena alguna, sino que se ha
resuelto que el trámite del proceso debe continuar [TSJ CABA, 9/4/14, “Curbelo Maubrigadez,
Luis Alberto”, expte. nº 9564/13].
Los recursos son devolutivos o no devolutivos según la cognitio causae se transfiera o no, a
consecuencia de la impugnación, a un juez de grado superior al de quien emitió la decisión im-
pugnada [Ayán, Recursos …, ps. 286 a 288; Roxin, Derecho …, p. 446]. Desde este ángulo, todos
los recursos son devolutivos (apelación, inconstitucionalidad, revisión), con excepción de la re-
posición.
El origen de la expresión se remonta al procedimiento de la Roma Imperial, donde los magis-
trados ejercían sus funciones por delegación del príncipe, quien era siempre el titular de la juris-
dicción. Existía el derecho de solicitar al príncipe la revocación de la resolución del magistrado,
y en tal caso la causa era elevada al príncipe, a quien se le devolvía la jurisdicción, por lo cual no
podía ejecutar su propia sentencia. Sin embargo, las dificultades que creaba en algunos casos
la inejecución de la sentencia, llevaron a limitar la suspensión que implicaba la devolución, y en-
tonces el recurso era concedido al “solo efecto devolutivo” [Ayán, Recursos …, p. 287].
Sostiene Palacio que en nuestro derecho carece de fundamento atendible la asociación del
concepto de recurso a la idea de devolución de jurisdicción, pues los jueces inferiores no ejer-
cen competencia por delegación de los órganos judiciales superiores, y la división del proceso
en dos o más instancias solo entraña una distribución funcional dentro de una misma clase de
competencia. Por otra parte, no solo carece de sentido jurídico actual sino que es susceptible de
generar equívocos, pues a pesar de que el efecto suspensivo de los recursos se halla histórica-
— ELIZABETH A. MARUM —
251 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 280
mente enlazado al denominado efecto devolutivo, a veces se utiliza como sinónimo de efecto
“no suspensivo” [Los recursos …, p. 27, con cita de Clariá Olmedo].
A pesar de su aparente simpleza, resulta difícil fijar el alcance de la disposición, justamente
por los motivos brindados por los autores recientemente citados, es decir el efecto devolutivo
posee un significado ambiguo en su conexión con el efecto suspensivo o no suspensivo.
Una interpretación posible sería considerar que el “solo” efecto devolutivo de la norma de-
bería ser entendido como no suspensivo, teniendo en cuenta, en forma parcial, los anteceden-
tes explicados. Sin embargo, advertimos que tal hermenéutica no se compagina con las restan-
tes normas que rigen la materia, pues ese principio general contiene una excepción: que se dis-
ponga lo contrario, es decir que se establezca el efecto suspensivo. Empero, en las ocasiones
que el Código dispone un efecto específico en el recurso de apelación, no se refiere al suspensi-
vo, sino al no suspensivo. Ello sucede con diversos artículos del Código. Así, el art. 173 del CPP-
CABA, expresa, respecto de la decisión sobre prisión preventiva, que será apelable sin efecto
suspensivo; el art. 177 del CPPCABA, refiere, en cuanto a la imposición de medidas restrictivas
o cautelares, que será apelable sin efecto suspensivo; el art. 186 del CPPCABA, prevé, cuando
regula el cese de las medidas cautelares, que la resolución será apelable sin efecto suspensivo;
el art. 193 del CPPCABA, reza que el auto que conceda o deniegue la exención de prisión será
apelable sin efecto suspensivo.
Todas estas disposiciones carecerían de sentido si la regla general fuera el efecto no suspen-
sivo, pues no se explicaría por qué tales normas lo disponen específicamente. Paralelamente,
no existe ningún artículo que expresamente establezca el efecto suspensivo para algún caso es-
pecífico, y que de este modo otorgue contenido a la excepción.
Por otra parte carece de toda lógica que se disponga el efecto suspensivo para las impugna-
ciones en general (art. 270, CPPCABA) y para el de apelación que es el recurso por excelencia, se
instituya el efecto contrario.
Otra posible interpretación, que es la que consideramos correcta, consiste en afirmar que la
disposición, cuando se refiere al solo efecto devolutivo, se limita a establecer que la apelación
debe ser resuelta por un juez de grado superior, por lo que a su respecto rige el principio gene-
ral establecido en el art. 270 del CPPCABA, para todos los recursos, que es el efecto suspensivo.
De modo que, conforme allí se dispone, las decisiones no serán ejecutadas durante el plazo para
recurrir, ni durante la tramitación del recurso, salvo disposición expresa en contrario —todas las
anteriormente citadas—, o que se hubiera ordenado la libertad del imputado.
A partir de tal regla general, podemos afirmar que cuando se trata de una sentencia conde-
natoria, esta no puede hacerse efectiva durante el plazo para recurrir, y frente al caso de haberse
deducido el recurso, hasta la resolución de este, de modo que mientras esa resolución no se haya
dictado, el condenado debe continuar en la misma situación en la que se encontraba. Ello sin per-
juicio de que en la hipótesis de haberse impuesto una pena privativa de libertad, se disponga su
detención cautelar, siempre que se den las exigencias previstas [Palacio, Los recursos …, p. 25].
Afirma la doctrina que el efecto devolutivo no debe confundirse, como suele ser común, con
la clasificación suspensivo-no suspensivo. Tradicionalmente, las consecuencias jurídicas de los
— ELIZABETH A. MARUM —
Arts. 281/282 LIBRO IV — RECURSOS 252
recursos son vistas desde tres puntos de vista: 1) el efecto suspensivo o no suspensivo, en rela-
ción a la ejecutoriedad de la resolución; 2) el efecto devolutivo o devolutivo, según el órgano
judicial interviniente, es decir si la competencia se traslada o no a otro tribunal; 3) si las conse-
cuencias del acto se extienden a otros sujetos (efecto extensivo) [Maier - Bovino - Díaz Cantón
(comps.), Los recursos …, 2004, ps. 42 y 43]. Resulta errado mezclar estos distintos aspectos, pues
el efecto devolutivo —que implica la elevación del caso al tribunal de alzada para que decida,
como sucede con la apelación— puede ir combinado con un efecto suspensivo o no suspensivo. Y
tampoco el vocablo “solo” devolutivo permite inferir que quiera excluir el carácter suspensivo.
En igual sentido, afirma Clariá Olmedo que por devolutivo debe entenderse ahora el efecto
del recurso por el cual el nuevo examen y consiguiente decisión es funcionalmente atribuida a la
alzada llamado ad quem, sea que el a quo esté o no autorizado a ejecutar la resolución impugna-
da [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 487]. De modo que el efecto del recurso de apelación será
siempre devolutivo, conjuntamente con él, por regla, suspensivo y, por excepción, no suspensivo.
Art. 281. — «Remisión de las actuaciones». Interpuesto el recurso, el/la Juez/a remi-
tirá a la Cámara de Apelaciones las actas y/u otros instrumentos de documentación
de las audiencias, con los documentos pertinentes y los escritos de interposición del
recurso.
Cuando la remisión de tales elementos entorpezca el curso del proceso se elevará
copia de las piezas relativas al asunto, agregadas al escrito del apelante.
Si la apelación se planteara en un incidente escrito, se elevarán solo sus actuaciones.
Conforme el párr. 1º, presentada la vía ante el juez que dictó la decisión, este no efectúa el
primer análisis de admisibilidad, pues no se encuentra prevista la posibilidad de que decida si
concede o rechaza el recurso. Entonces, el magistrado debe elevar las actuaciones al tribunal de
alzada con las partes necesarias para el estudio y decisión del recurso, es decir, las piezas de don-
de surja claramente cuál es la resolución atacada, quiénes son las partes que la impugnan y por
qué motivos, así como las constancias de las notificaciones cursadas a las partes —a los fines de
verificar si es tempestivo el recurso—. Para el caso que la apelación haya sido deducida en un
incidente, deberá remitirse solo aquel. En ambos casos, la Cámara puede requerir la remisión
de las piezas que considere imprescindible a efectos de analizar los agravios.
El párr. 2º prevé que si la remisión de las actuaciones principales dilata el trámite del caso, se
deben extraer fotocopias certificadas, a los fines de su remisión en lugar de aquellas.
El último párrafo, al igual que el anterior, apunta a evitar la interrupción del trámite de la
investigación penal preparatoria o, inclusive, de la etapa intermedia, al prever la elevación a la
alzada solo del incidente, o fotocopias de las actuaciones principales.
— ELIZABETH A. MARUM —
253 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 282
Dentro de los cinco días el/la Fiscal de Cámara deberá manifestar fundadamente si
mantiene o no el recurso deducido por el/la Fiscal o si adhiere al interpuesto en favor
del/la imputado/a. A este fin se le remitirán las actuaciones.
Cuando el recurso se hubiera deducido contra la sentencia definitiva el plazo para
dictaminar será de diez días.
Del mismo modo y con los mismos términos se procederá cuando corresponda inter-
venir a la Defensoría Oficial de Cámara y/o a la Asesoría Tutelar de Cámara, que en-
tenderán en ese orden.
Dentro del quinto día de notificada la radicación el/la imputado/a o el/la querellante
que no hubiere recurrido el decreto o auto impugnado, podrá presentar un escrito
mejorando fundamentos. Si las actuaciones no estuvieran disponibles por haber sido
remitidas al Ministerio Público, el plazo previsto precedentemente, correrá a partir
de su devolución.
El párr. 1º contiene el deber de notificar a las partes la integración del tribunal intervinien-
te, es decir, los jueces que decidirán el caso, a los fines de permitir su recusación, conforme art.
24 del CPPCABA.
El segundo párrafo prevé la vista al fiscal de Cámara a los fines del mantenimiento del recur-
so interpuesto por el fiscal del grado, o para determinar si adhiere al interpuesto en favor del
imputado. De este modo, la remisión de actuaciones a la fiscalía de Cámara dispuesta por la nor-
ma debe cumplirse, como primer paso procesal, sin importar quién hubiese apelado, y aun en
ausencia de recurso fiscal. El fiscal de Cámara debe expedirse explícitamente acerca de si man-
tiene o no el recurso y, en caso afirmativo, puede mejorar fundamentos.
Este punto fue puesto en tela de juicio por algunos fiscales en los casos en que recurre solo
el defensor oficial, ocasión en que se planteó que siendo la defensa la parte apelante, ella debe
intervenir en primer término, es decir dictaminar con anterioridad al fiscal de Cámara, a los
fines de verificar si mantiene la vía recursiva y así habilitar la instancia. Tal interpretación fue
rechazada por la CAPCF, pues el art. 282 del CPPCABA, establece un orden para la intervención
de las partes; en primer lugar el fiscal de Cámara (párr. 2º), luego la defensoría de Cámara (párr.
4º) y finalmente la asesoría tutelar de Cámara (párr. 4º). Estos órganos que se desempeñan ante
la alzada “entenderán en ese orden”, según la regla en cuestión. Se agregó, además, que la
interpretación postulada por la fiscalía implicaría una múltiple intervención de la defensa, la
primera para ver si mantiene el recurso y la segunda a fin de que se expida sobre el dictamen de
la fiscalía, lo que constituye un dispendio jurisdiccional innecesario [CAPCF, Sala I, 6/3/13,
“Yoqueguanca, Paulina Mamani y otros”, causa nº 27997; Sala II, ídem, 14/3/13, “González,
Alfredo Rubén”, causa nº 36018; ídem, 1/12/11, “Duarte, Marcelo Javier”, causa nº 5396; Sala III,
11/4/13, “Latorre, Domingo Sergio”, causa nº 2828].
Otro interrogante se presenta frente a la inacción del fiscal. ¿Qué consecuencias tiene la
ausencia de mantención del recurso por el fiscal de Cámara? ¿Se declara desierto el recurso o no
implica sanción procesal alguna y equivale al mantenimiento tácito del recurso? Creemos que
no corresponde declararlo desierto, pues ello no está previsto de modo expreso por la norma,
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 282 LIBRO IV — RECURSOS 254
como sí lo hace el art. 284 del CPPCABA, en caso de incomparecencia a la audiencia de la parte
recurrente.
A la luz del CPPN y en lo que respecta al silencio del fiscal de Cámara, la Sala I del CNCC sos-
tuvo que debe interpretarse como que mantuvo el recurso interpuesto del fiscal, pues lo con-
trario implicaría admitir dos supuestos distintos de desistimiento, uno fundado, conforme lo
establece la ley y otro producto del silencio, en donde se estaría incumpliendo la previsión
expresa de fundamentación [CNCC, Sala I, 7/8/07, “Crisapulli, Leonardo A.”, causa nº 29200, con
nota crítica de Almeyra, La instancia …, en la que sostiene que el fallo quiebra el principio de
igualdad de armas entre la parte acusadora y la defensa, cit. por Palacio, Los recursos …, 3ª ed.,
ps. 31 y 32]. La doctrina del fallo, en relación con el Ministerio Público Fiscal es enteramente apli-
cable al ordenamiento local, no así la diferenciación respecto de la defensa pública o privada,
pues —como se verá— tampoco la ausencia de mantenimiento del recurso genera consecuen-
cia procesal alguna respecto de ellos. La CAPCF decidió, sobre el punto, que si bien el art. 282
del CPPCABA, dispone que el fiscal de Cámara debe manifestar fundadamente si mantiene o no
el recurso deducido por el fiscal de grado, no consagra consecuencia alguna para la ausencia de
presentación, como sí lo establece el art. 284 del CPPCABA, que dispone que se tendrá por
desierto el recurso interpuesto si la parte no concurriese a la audiencia, a lo que cabe agregar
que el desistimiento del recurso debe ser fundado para ser admitido como válido [CAPCF, Sala I,
29/3/16, “Nicali, Ludovico Leandro”].
Si el fiscal de Cámara adhiere al interpuesto por el imputado, solo puede hacerlo a favor de
él, en atención a lo que surge del principio general contenido en el art. 271 del CPPCABA, según
el cual el ordenamiento procesal local asume la posición estricta que solo permite la adhesión
al recurso de la coparte o en su favor al exigir que sea “en la medida y con los alcances que in-
cumban al recurrente originario”, tema que fue tratado al comentar este artículo.
El plazo para dictaminar, se establece en cinco días, salvo que se trate de sentencia definiti-
va, caso en que el párr. 3º del artículo prevé diez días.
Si fueran decisiones equiparables a definitivas, el plazo también es de cinco días. En tal sen-
tido la Sala I de la CAPCF, en un caso que homologó un acuerdo de mediación, declaró extin-
guida la acción penal y sobreseyó al imputado, se corrió vista a las partes por el citado plazo
[21/12/15, “Tavalla, Miguel Angel”, causa nº 45372]. También la Sala III de dicha Cámara fijó el
mismo término en decisiones que ponen fin al proceso y no son sentencias definitivas [así en
“Fredes Domínguez, Gabriel”, del 11/2/16 y causa nº 62878, “Hamze”, del 17/2/16, en las que se
apeló un sobreseimiento por prescripción; causa nº 20460, “Acosta Ríos”, del 3/3/16, en la que
se recurrió un sobreseimiento por vencimiento de la investigación penal preparatoria y causa
nº 23911, “N.N. s/Art. 183, CP”, del 3/3/16, en la que se apeló la convalidación de archivo].
El párr. 4º prevé la vista al defensor oficial de Cámara y a la asesoría tutelar de Cámara, a
quienes también deben remitirse las actuaciones por el mismo plazo a efectos de que emitan su
propio dictamen. La ausencia de presentación dentro del término legal a los fines de mantener
el recurso no puede ser considerada un desistimiento, por los mismos motivos brindados res-
pecto del fiscal.
— ELIZABETH A. MARUM —
255 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 282
El párr. 5º se refiere a la mejora de fundamentos tanto por parte del imputado y su defensor,
como por la querella que no hubiera recurrido. La redacción del precepto es engorrosa, pues no
resulta claro si la frase “que no hubiera recurrido el auto impugnado” se refiere solo al quere-
llante o también al imputado. Una primer interpretación entiende que al defensor particular
que apeló no se le da vista, porque no necesita mantener el recurso en virtud de que —a dife-
rencia del defensor oficial— se trata de la misma persona que lo dedujo y por ello el legislador
no ha introducido una coma después del vocablo imputado, lo que permite afirmar que se
encuentra alcanzado por el “que no hubiera recurrido”. La mantención del recurso se explica
en virtud de que el fiscal de Cámara, el defensor oficial de Cámara y el asesor tutelar de Cáma-
ra, tratándose de personas distintas a las de grado, podrían decidir no mantener los recursos.
Esto no sucede con el defensor particular, que solo podría intervenir, al igual que la querella, si
no apeló. Sin embargo, esta interpretación impide que el defensor particular obtenga la posi-
bilidad de mejorar los fundamentos introducidos en el recurso, luego de que el fiscal se expidió,
con lo cual restringe el derecho de defensa, máxime si se tiene en cuenta que el fiscal no se limi-
ta a mantener el recurso sino que —generalmente— mejora fundamentos y, si no recurrió, se
expide sobre el deducido por la otra parte.
La interpretación correcta es, a nuestro juicio, que durante el trámite de las actuaciones en la
alzada deben intervenir tanto el defensor oficial como el particular, cualquiera hubiera sido quien
interpuso el recurso —tanto el fiscal, como el querellante o el defensor, sea oficial o particular—
quienes podrán mejorar fundamentos o contestar los agravios introducidos por la otra parte,
siempre después del dictamen del fiscal. Respecto del querellante particular, no hay duda que solo
se le brinda intervención en caso de que no hubiera apelado, caso contrario, carece de vista.
En tal sentido, frente a un planteo del fiscal de Cámara sustentado en que a partir del art.
282, in fine del CPPCABA, la ampliación de fundamentos solo podrá ser efectuada por la defen-
sa en los casos que no fuera esta quien presentara el recurso contra la sentencia o el auto que
pretende revocar, la CAPCF entendió que la limitación establecida en la norma centrada en la
falta de recurso del auto impugnado por quien pretende mejorar fundamentos, debe ceñirse a
la parte querellante, tal como surge de su literalidad, y no extenderse también al imputado o
su defensor, pues a la luz de la garantía de defensa en juicio prevista en los arts. 18 de la CN y
13.3 de la CCABA no cabe sino efectuar una interpretación restrictiva de aquella limitación
legal, a los fines de no coartar el debido ejercicio de aquel derecho [CAPCF, Sala I, 16/4/08, “Club
Atlético Vélez Sarsfield”, causa nº 17319; ídem, Sala I, 17/4/08, “N. N. Club Atlético Boca Juniors
s/Art. 90, CC”, causa nº 13239].
Respecto del defensor particular del imputado, no se prevé la remisión de actuaciones y, si
bien la ley expresa que podrá mejorar fundamentos dentro de los cinco días de notificada la ra-
dicación del tribunal, lo cierto es que encontrándose las actuaciones en la fiscalía de Cámara, el
plazo debe computarse desde su devolución, a los fines de garantizar ampliamente el derecho
de defensa, desde dos puntos de vista: el primero, debido a que debe contar con la posibilidad
de acceder a las actuaciones a los fines de elaborar su escrito y, el segundo, a fin de que también
pueda expedirse respecto de los dictaminado por el fiscal.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 282 LIBRO IV — RECURSOS 256
— ELIZABETH A. MARUM —
257 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Arts. 283/284
Art. 284. — «Audiencia». La audiencia se celebrará el día fijado con asistencia de to-
dos/as los/as Jueces/zas de la Cámara que deban dictar sentencia y las partes intere-
sadas.
Las partes alegarán verbalmente sobre los motivos del recurso.
Se tendrá por desierto el recurso de la parte apelante que no concurriese.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 284 LIBRO IV — RECURSOS 258
El párr. 1º alude a la necesidad de que estén presentes todos los jueces que van a resolver el
caso dictando el fallo, como así también las partes. La audiencia será pública, pues es una garan-
tía para los justiciables. Ello no solo surge de la esencia del juicio republicano asumida por nues-
tra Constitución Nacional, sino que es una de las garantías básicas previstas por los pactos inter-
nacionales de derechos humanos [Binder, cit. por Solimine - Pirozzo, Los recursos …, p. 319].
El párr. 2º se refiere a los alegatos. Con la audiencia se abre otra fase de fundamentación del
recurso, consistente en la actividad de las partes que tiende a formular los respectivos argu-
mentos contrarios o favorables al pronunciamiento impugnado. La mayor parte de la doctrina
sostiene que la fundamentación debe limitarse a los puntos originaria y específicamente indi-
cados en el acto de interposición del recurso y no pueden ampliarse, pues dicha facultad pre-
cluye con la interposición de aquel [Ayán, Recursos …, ps. 258 y 259; Navarro - Daray, Código
Procesal …, 2004, t. 2, p. 1233; D’Albora, Código …, t. II, ps. 1039 a 1041]. Tal posición puede sos-
tenerse a partir de una interpretación literal del texto que se refiere a la facultad de alegar
“sobre los motivos del recurso”. Sin embargo, parte de la doctrina se inclina por admitir la incor-
poración de agravios nuevos. Así, a la luz de la garantía de doble instancia, Ángela Ledesma sos-
tiene que entre los estándares que está exigiendo la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, figura la posibilidad del imputado y su defensa de ampliar los agravios o motivos
desarrollados al interponer el recurso. Este recaudo es importante porque también existe dere-
cho a la discusión en audiencia, es decir en forma oral y pública, por lo que no deberían limitar-
se los agravios a los introducidos al momento de manifestar la voluntad de recurrir. En tal sen-
tido la Corte en el caso “Catrilaf” [C.2979.XLII, del 26/6/07] se ha expedido a favor del trata-
miento de los nuevos agravios introducidos en la audiencia. El precedente tuvo como antece-
dente la pretensión deducida como nuevo agravio en la audiencia de informes por la defenso-
ra oficial. Como en este caso, en otros, al deducir el recurso en la instancia anterior se omite, por
ejemplo, impugnar la declaración de reincidencia con fundamento en su inconstitucionalidad,
o introducir la prohibición de doble juzgamiento como consecuencia de haberse admitido un
recurso fiscal, supuestos en los que no se abordaba tales agravios y aun algunos jueces no lo
hacen. Es importante señalar que quien lea “Catrilaf” no encontrará los antecedentes del caso,
pues en el fallo solo se revoca el decisorio y se cita el fallo “Casal”, pero lo cierto es que el agra-
vio federal que motivó la apertura del recurso extraordinario federal fue la falta de tratamien-
to de una cuestión introducida en la audiencia, cuando existían otras decisiones posteriores en
igual sentido. Señala Ledesma que siempre le ha parecido importante que exista la posibilidad
de que los argumentos dados al interponer el recurso puedan ser ampliados, toda vez que pudo
haber una errónea omisión inicial, en la que sin duda puede haber incidido el escaso tiempo
que en la práctica, según la complejidad del caso, pudo tener el recurrente, y destaca que siem-
pre está en juego el derecho de defensa en juicio del imputado [Recurso …, ps. 278 y 279].
— ELIZABETH A. MARUM —
259 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 284
A diferencia de lo que ocurre con las vistas previstas con anterioridad a la fijación de audien-
cia (esto es, que la falta de presentación del escrito de mejora de fundamentos, no genera con-
secuencias procesales), si el apelante no concurre a la audiencia fijada, el recurso se declarará
desierto. Asimismo, la falta de tratamiento de la totalidad de los motivos en que se basó la ape-
lación puede determinar la declaración de deserción parcial. El silencio respecto de alguno de
los motivos se interpreta como la ausencia de mantenimiento [Ayán, Recursos …, ps. 261 y 262].
La deserción sobreviene por el incumplimiento de un acto imperativamente dispuesto por
la ley para el mantenimiento del recurso. Clariá Olmedo señala que la deserción del recurso es
una extensión del desistimiento, podría considerarse como un desistimiento tácito por cuanto
produce los mismos efectos. Tiene lugar cuando no se cumple un acto imperativamente im-
puesto para el mantenimiento de la vía impugnativa [Tratado …, t. V, p. 486]. También Creus
denomina desistimiento tácito a la deserción del apelante [Derecho …, 2010, p. 141].
En el caso, la deserción tiene lugar por el incumplimiento de alegar verbalmente sobre los
motivos del recurso en la audiencia fijada. Tal disposición, similar en otros ordenamientos pro-
cesales, ha cosechado críticas de la doctrina. Esto se debe a que existe una contradicción entre
tal norma y el art. 274 del CPPCABA, que dispone que solo el imputado puede desistir del recur-
so interpuesto por su defensor, pues la primera permite al defensor disponer del recurso con su
inactividad, es decir, con su incomparecencia a la audiencia. Si para desistir se exige consenti-
miento expreso del imputado, no se puede autorizar al defensor, una vez concedido el recurso,
a disponer de él discrecionalmente, por medio de su inasistencia a la audiencia oral. La incom-
parecencia a la audiencia termina operando como recurso desierto o desistimiento tácito [Ed-
wards y Clariá Olmedo, cit. por Solimine - Pirozzo, Los recursos …, p. 300]. Respecto del fiscal
también resultará contradictorio con la necesidad de fundamentación del desistimiento de sus
recursos.
El párr. 3º establece el orden en el que deben expedirse las partes. Si existiera un solo recu-
rrente, en todos los casos siempre alegará en primer término quien lo dedujo, se trate de la de-
fensa o del acusador público o privado. Si, en cambio, varias partes hubieran interpuesto un re-
curso, alegarán en primer término los acusadores (querella y fiscal, en ese orden) y luego el defen-
sor. Creemos que aun en el primer supuesto, la última palabra debe ser otorgada a la defensa, a
los fines de tutelar ampliamente su derecho. De modo que si ella es la única apelante, correspon-
de que alegue en primer lugar, luego las restantes partes y por último nuevamente la defensa,
para que pueda expedirse en torno a los expresado por los acusadores. En tal sentido, afirma
Roxin que en los alegatos la última palabra la tiene siempre el acusado [Derecho …, p. 461].
El último párrafo remite a las disposiciones del debate para llevar a cabo la audiencia “en cuan-
to fueren aplicables”. Se discute si se puede producir prueba en Cámara, al igual que sucede en el
juicio oral y cuál es el límite para ello. Parte de la doctrina afirma que esa posibilidad debe ser limi-
tada, pues de no ser así ya no se analizaría si la decisión de primera instancia es correcta o no de
acuerdo con el material fáctico existente, sino que implicaría, frente a la producción amplia de
prueba, la realización de una segunda primera instancia, es decir un nuevo enjuiciamiento. Debe
tratarse de la aparición de nuevos medios de prueba, siempre atinentes al agravio.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 285 LIBRO IV — RECURSOS 260
Roxin niega tal posibilidad sobre la base de que con el correr del tiempo, las posibilidades
probatorias con el paso del tiempo se perjudican cada vez más y, con ello no habría garantías de
una mejor justicia a través de la segunda instancia. La primera instancia resultaría devaluada,
pues el centro de gravedad del proceso se desplazaría a la segunda instancia donde, paradóji-
camente, las posibilidades son menores [Derecho …, p. 447].
Contrariamente a ello, Ángela Ledesma sostiene que si se quiere un sistema de doble ins-
tancia que respete el debido proceso ello obliga a que en la segunda instancia exista una au-
diencia en la que se pueda producir la prueba que le permita al tribunal contar con la misma ba-
se de información que tuvo el tribunal de instancia como consecuencia del juicio oral, la que de-
be realizarse con iguales garantías que la primera [Recurso …, p. 264]. Pareciera, sin embargo,
que una amplia posibilidad de producir prueba en la segunda instancia modifica la base de
información con la que contaba la primera.
Pastor propugna la posibilidad de producir prueba en el ámbito recursivo, de manera tal de
permitir una revisión integral de la sentencia condenatoria. Se refiere a la admisión del proce-
dimiento probatorio también en la etapa recursiva, respecto de aquella que resulte necesaria
para demostrar la eficacia de la reprobación de la sentencia ensayada por el recurso del conde-
nado. Afirma que si bien la reproducción total del juicio de primera instancia debe quedar ve-
dada a la instancia de casación, nada obsta a que esta se ocupe de examinar la exactitud de
aquellas comprobaciones de los hechos, fijadas por el tribunal de primera instancia, que el im-
putado haya puesto en cuestión a través del recurso. Aclara que la prueba es parcial, pues se res-
tringe a los aspectos impugnados con fundamento por el condenado, con la carga crítica de ha-
cer verosímil que la renovación de esa prueba pudiera dar un resultado distinto al valorado por
el tribunal de juicio. El sistema que propone resulta respetuoso de la prohibición de repetir el
juicio, pues solo permite la demostración ante el tribunal del recurso del error de la decisión a
través de una revisión limitada de los hechos, de manera que el recurso sigue siendo una segun-
da instancia y no una segunda primera instancia, como decía Binding. Pero ello es admisible
solo para el recurso del imputado [La nueva …, 2001, ps. 164 a 168].
El acusador está imposibilitado de producir prueba en la alzada con motivo de un recurso
contra una sentencia absolutoria, pues ello constituiría una ostensible afectación al ne bis in
idem, al conferirse una nueva oportunidad al acusador de probar aquellos que no pudo acre-
ditar en el debate y someter así al imputado a un nuevo riesgo de condena [D’Albora, Vías de
impugnación …, p. 2118].
Art. 285. — «Término». El Tribunal resolverá dentro de los diez días hábiles siguien-
tes a la audiencia y devolverá de inmediato las actuaciones a los fines que corres-
pondan, cuando venzan los términos de impugnación.
— ELIZABETH A. MARUM —
261 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
vez vencido el plazo para impugnar, es decir la posibilidad de interponer recurso de inconstitu-
cionalidad que, conforme el art. 28 de la ley 402, es de diez días.
A diferencia del recurso de casación que nació con un fin más restringido —aunque con las
ampliaciones postuladas en el fallo “Casal”—, la apelación admite la revisión tanto de cuestio-
nes de hecho y prueba contenidas en la resolución impugnada, como de derecho.
A los fines de abordar esta disposición, resulta atinente efectuar una primera distinción en-
tre vicios in iudicando y vicios in procedendo, a efectos de establecer el ámbito de aplicación.
Mientras el error in iudicando concierne exclusivamente a la justicia de la resolución, en el
error in procedendo puede concurrir, además de una injusticia, un vicio anterior a la resolución
que, por ello, genera su invalidez. Por ejemplo, puede pensarse en una actividad defectuosa del
juez (irregularidad cometida en la declaración indagatoria, falta de notificación de un acto irre-
producible, etcétera) que condiciona la validez de los actos anteriores a la sentencia, y que no
haya sido objeto de una resolución anterior a la sentencia; o puede tratarse de defectos imputa-
bles a la resolución en sí misma (por ejemplo, la ausencia de motivación). Sea que se trate de infrac-
ciones de derecho material o infracciones procesales, ambas clases de error conducen a un control
estrictamente jurídico y no fáctico de la decisión impugnada [Palacio, Los recursos …, p. 101].
El art. 286 del CPPCABA, al igual que el art. 287 del CPPCABA, se refieren a los vicios in iudi-
cando. El art. 288 del CPPCABA, contiene los vicios in procedendo.
Los vicios in iudicando pueden radicar en la apreciación de los hechos o en la consideración del
derecho. Si el vicio en el juicio del juez (in iudicando) estriba en el hecho, por haber sido fijado en
la resolución con error sobre la verdad histórica, será in factum; si en cambio el error radica en la
inteligencia de la norma que a ese hecho debe aplicarse, será in iuris [Ayán, Recursos …, ps. 95 y
96]. Todo esto, sin perjuicio de los problemas existentes tanto en doctrina como en jurisprudencia
para trazar una línea divisoria entre ambas categorías, tema que más adelante desarrollaremos.
Nos centraremos aquí en los errores in iudicando referidos a cuestiones fácticas, que son los
abarcados por la norma en estudio y más adelante abordaremos los errores in iudicando in iuris
(art. 287, CPPCABA) y los in procedendo (art. 288, CPPCABA).
La quaestio facti se circunscribe al acontecimiento descripto por el tribunal en sus juicios
asertivos que contienen las conclusiones derivadas del material probatorio. Es, en otras pala-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 286 LIBRO IV — RECURSOS 262
bras, el examen acerca de la existencia del hecho y la participación. Así, se ha señalado que se
estará ante un error de hecho cuando el vicio resida en el mérito de los elementos probatorios
tenidos en cuenta por el juzgador para determinar el núcleo fáctico al cual el concepto o el ins-
tituto jurídico debe ser aplicado [Ayán, Recursos …, ps. 112 y 113]. Existe error in facto cuando
el juez ha partido de un supuesto fáctico equivocado, o cuando la interpretación de la situación
fáctica no sea la correcta [Fenech, Derecho …, 1960, t. II, p. 746, cit. por Ayán, Recursos …, p.
113]; es decir si el error versa sobre la fijación de los hechos que difiere de la verdad histórica, o
sobre el mérito de los elementos probatorios que tuvo para determinar la base fáctica. Puede
tratarse de una equivocación o injusta apreciación de la prueba; de una aserción o negación
errada sobre la materialidad de la imputación, no concordante con la realidad del acontecer
histórico [Ayán, Recursos …, p. 114].
Se incluye en la competencia del tribunal de alzada la eventual enmienda de los errores
que puedan afectar a la sentencia en el juzgamiento de los hechos de la causa —errores fac-
ti in iudicando—. Son cuestiones de hecho, en general, las referidas a los comportamientos
humanos que, en su materialidad física o psíquica, se hallan conceptualizados por las normas
jurídicas aplicadas al caso [Palacio, Los recursos …, p. 106]. Revisten esta índole, por ejemplo,
la conclusión que se apoya en el principio in dubio pro reo, la existencia o ausencia de dolo,
etcétera.
La vía analizada procede, también, para provocar un nuevo examen crítico de los medios
probatorios en que se apoya la sentencia; la adecuada y correcta aplicación de las reglas de la
sana crítica en la valoración de la prueba. La selección y medida de la pena aplicable importan
la ponderación de circunstancias fácticas revisables en el ámbito de este recurso, por medio de
la verificación de la inclusión de aquellos aspectos que hacen tanto a la atenuación como a la
agravación de la pena.
Según el párr. 1º de la normativa, entonces, la Cámara puede confirmar o revocar una sen-
tencia absolutoria, pero en este último caso, si los agravios se sustentan en cuestiones de hecho
y prueba, no podrá condenar. Así, por cuestiones de hecho y prueba, la CAPCF confirmó la abso-
lución de los acusados por falta de acreditación de la autoría [CAPCF, Sala III, 22/5/15, “Ceballos,
Jonathan Jorge Rafael”, causa nº 7806; ídem, 29/10/15, “Molina, René Alfredo”, causa nº 1104;
ídem, Sala II, 4/11/15, “Martínez Vargas, Gloria Reina y otros”, causa nº 15776; Sala I, 21/10/15,
“Leiva Medina, Freddy Martín y otros”, causa nº 4762; ídem, 24/6/15, “Paladino, Diego Alejan-
dro y otros”, causa nº 2527], o insuficiencia de prueba del hecho [CAPCF, Sala III, 21/8/15, “Días,
Rodolfo Martín”, causa nº 7515].
Asimismo, al momento de analizar la valoración probatoria, la Cámara puede confirmar o
revocar una sentencia condenatoria y, en este último caso, aun cuando se trate de cuestiones
de hecho y prueba, absolver. Así, la CAPCF confirmó condenas apoyándose en un análisis de la
base fáctica y los elementos de juicio reunidos [CAPCF, Sala III, 22/10/15, “Aguilera, Juan An-
drés”, causa nº 4633; ídem, 31/4/15, “Palacios, Matías Ezequiel”, causa nº 10648; ídem, Sala II,
30/12/15, “Preti, Floreal Onofre”, causa nº 11629; ídem, 22/10/15, “Garcés, Fernando Gabriel”,
causa nº 18167; ídem, Sala I, 11/6/15, “Lobos, Arnaldo Andrés”, causa nº 1531].
— ELIZABETH A. MARUM —
263 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
Inclusive la alzada puede, frente a un recurso del imputado contra una sentencia condena-
toria, condenar por un delito menor (dentro de los límites del principio de congruencia), o apli-
car la figura básica por falta de prueba de la agravante.
También puede confirmar la condena y disminuir la pena impuesta porque los parámetros
citados al graduarla no logran fundar el monto de pena escogido. Así la Sala II de la CAPCF dis-
minuyó el monto de pena por el que fue condenado el imputado —lo que había sido solicitado
subsidiariamente por la defensa—, pues las circunstancias reseñadas no lograron justificar la
imposición de una pena que superaba en gran medida el punto medio de la escala penal pre-
vista para el delito por el que había recaído condena. Para llegar a esta conclusión, la Cámara
valoró de modo distinto las circunstancias fácticas que rodearon al hecho y otras pautas men-
surativas, y redujo la pena de un año y seis meses de prisión a ocho meses de prisión [18/9/13,
“Martín, José Alberto”, causa nº 34904].
Lo mismo sucedió en un caso en el que se confirmó la condena por uno de los hechos y se
revocó y absolvió por otro suceso por el que había sido condenado —en ambos casos por cues-
tiones probatorias—. Allí, la sala adecuó la pena impuesta y, luego de destacar que la evalua-
ción realizada por el juez no había sido materia de agravio, impuso el mínimo de la escala penal
[CAPCF, Sala II, 13/8/14, “R. J.”, causa nº 6836].
Asimismo, la Cámara puede, sobre la base de un recurso fiscal, modificar la modalidad de
cumplimiento de la pena y elevar el monto punitivo, sin alterar la calificación legal. Así, la
CAPCF revocó la ejecución condicional de la pena impuesta, dispuso su efectivo cumplimiento
y elevó el monto punitivo a tres años de prisión —que era la pena solicitada por el fiscal—, y
agregó la pena de multa en virtud del art. 22 bis del CP, tras la realización de una audiencia de
visu, conforme lo exige el art. 41 del CP. Si bien la alteración de la modalidad de cumplimiento
era de puro derecho, pues se sustentó en una errónea interpretación del art. 27 del CP —al igno-
rar que el hito a partir del cual se efectúa el cómputo para acceder a una segunda condicionali-
dad es la fecha de comisión del delito y no la de la sentencia—, el monto de pena se elevó en ba-
se a una distinta valoración de las circunstancias del hecho [CAPCF, Sala III, 9/6/15, “Lordi, Leo-
nardo Pedro”, causa nº 18773]. Debe destacarse que en “Garrone, Ángel Bernardo”, del 6/3/07,
la Corte Suprema hizo suyos los argumentos del procurador general de la Nación, entre los cua-
les se estableció que los jueces de Cámara deben tomar conocimiento de visu del condenado
antes de determinar la pena, según lo establece el art. 41, inc. 2º, in fine del CP, regla claramente
destinada a garantizar el derecho del condenado a ser oído antes de que se lo condene, así
como a asegurar que una decisión de esta trascendencia no sea tomada por los tribunales sin un
mínimo de inmediación. Desde el punto de vista de una ley penal de fondo, una pena dictada
sin escuchar lo que tiene que decir al respecto el condenado no puede considerarse bien deter-
minada [“Maldonado”, CSJN-Fallos, 328:4343, consids. 18 y 19].
En síntesis, si se revoca la sentencia, cabe efectuar una distinción según se trate, por un lado,
de una condena o una absolución y, por otro, de una cuestión de hecho y prueba o de puro dere-
cho. Tratándose de una absolución y de una cuestión de hecho y prueba, la Cámara puede anu-
larla —competencia negativa—, pero no dictar sentencia condenatoria —competencia positi-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 286 LIBRO IV — RECURSOS 264
va—, en base a una distinta valoración de los hechos y la prueba, sino que debe efectuar el reen-
vío, a fin de que se lleve a cabo un nuevo juicio. Así, por entender errónea la valoración de la
prueba realizada en la sentencia, la CAPCF declaró la nulidad de una absolución y dispuso la
realización de un nuevo debate por parte de otro juez [CAPCF, Sala I, 12/2/15, “González, Osval-
do Fabián”, causa nº 20778].
Si, en cambio, revoca una condena sobre la misma base —es decir, sobre una cuestión de he-
cho y prueba—, se encuentra facultada para dictar la absolución sin reenvío, si se halla en con-
diciones de sentenciar. Es decir que si el tribunal de alzada entiende que no corresponde con-
firmar una condena, por ejemplo porque concurre una duda razonable en relación con la prue-
ba del hecho o de la autoría, debe ejercer competencia positiva y absolver; no disponer un reen-
vío [véase sobre el punto los distintos votos dictados en CNCP, Sala II, 17/9/12, “Golenderoff”, y
el análisis que efectúa D’Albora, Límites …, ps. 133 a 146]. De modo que cuando la alzada revi-
sa una sentencia condenatoria, si por una cuestión de insuficiencia probatoria, entiende que
corresponde la absolución, así lo resolverá, porque el reenvío no puede conllevar la posibilidad
de que mejore su acusación; no así a la inversa. Siguiendo este criterio, la CAPCF revocó una con-
dena y absolvió al imputado, por considerar acreditado que los dichos amenazantes se produ-
jeron en el transcurso de una discusión [CAPCF, Sala I, 21/12/15, “Vega, César”, causa nº 10983],
caso que no puede ser considerado como de puro derecho, pues se encontraba en tela de juicio
si había existido o no esa discusión. También revocó la condena y dictó la absolución del acusa-
do, por insuficiencia probatoria en relación con el hecho atribuido, por aplicación del principio
in dubio pro reo [CAPCF, Sala III, 21/8/15, “Flores Flores, Juan Alberto”, causa nº 35003; ídem,
24/6/15, “Pascual Aguilera, Miguel Ángel y otro”, causa nº 54353; ídem, 18/9/14, “Duarte,
Benigna y otros”, causa nº 14076; ídem, Sala I, 13/3/15, “Romero, Alejandro Martín”, causa nº
14355; ídem, 31/8/15, “Lega Spyritus, Maximiliano Benjamín Hilario”, causa nº 15202; ídem,
Sala II, 17/6/14, “Butof, Eduardo”, causa nº 14261]; o por falta de prueba de la materialidad del
hecho [CAPCF, Sala III, 11/11/14, “Bernárdez, José, Manuel”, causa nº 5393-01/13].
Sostiene Ledesma que el derecho al recurso tiene que ver con un juicio sobre el juicio, es
decir un juicio sobre la sentencia y sobre la regularidad de los antecedentes mínimos que se
deben cumplir para llegar a una decisión válida. No se trata de realizar un segundo juicio sobre
el fondo, es decir no se revaloran los hechos para llegar a una conclusión distinta. La revisión
integral de la decisión no implica una modificación prohibida de la base fáctica. En este senti-
do se expidió la Corte en el caso “Tarditi, Matías Esteban” [CSJN-Fallos, 331:2077, del 16/9/08],
en el cual tampoco se propició fundar la nueva decisión en un juicio diferente acerca del modo
en que sucedió el hecho. Se dijo que es imposible modificar la base fáctica bajo la forma del tra-
tamiento de un vicio en la calificación legal de los hechos y de la necesidad de realizar un nue-
vo juicio, si se reconocen vicios en la apreciación de las reglas de la sana crítica ante los límites
que impone el principio de inmediación [Recurso …, p. 284].
Si la cuestión es de puro derecho, la alzada puede revocar la sentencia y decidir el caso dic-
tando tanto una absolución como una condena, tema que abordaremos al comentar el art. 287.
El párr. 1º contiene el principio general, que solo resulta objeto de excepción en el supuesto pre-
— ELIZABETH A. MARUM —
265 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
visto en el artículo siguiente —cuestión de puro derecho—, referido a la anulación del fallo y
necesidad de realización de un nuevo juicio.
Cabe tratar aquí el recurso del fiscal y de la querella contra una absolución, el reenvío y la
posibilidad de afectación al principio de ne bis in idem. Veremos para eso los fallos de la Corte
Suprema que abordan esta cuestión y las opiniones doctrinarias. En “Weissbrod, Pedro”, del
25/4/89 [CSJN-Fallos, 313:597], la Corte Suprema dejó constancia que la circunstancia de que
se haya anulado la primer sentencia dictada en primera instancia, que había absuelto al impu-
tado, por la existencia de vicios esenciales del procedimiento —en especial no haber sido inda-
gado por la totalidad de los hechos investigados— no puede entenderse que la causa fue juz-
gada dos veces ni que se produjo la retrogradación del juicio, violándose el ne bis in idem. La
nulidad declarada no implica violar dicho principio, ya que de ser así, la nulidad —contempla-
da en los códigos procesales— carecería de todo sentido en tanto jamás se podría condenar al
imputado sin que se lesionase el ne bis in idem, razonamiento que resulta inaceptable. Por el
contrario, dado que la sentencia anulada carece de efectos, no puede decirse que al dictarse
una nueva existan dos fallos que juzguen el mismo hecho, pues solo hay uno que puede con-
siderarse válido.
En “Polak, Federico G.”, del 15/10/98 [CSJN-Fallos, 321:2826), el Superior Tribunal de la pro-
vincia de Río Negro anuló la sentencia absolutoria del imputado y el debate precedente y dis-
puso la realización de un nuevo juicio. La Corte Suprema consideró afectado el ne bis in idem,
resultando central en el razonamiento los motivos por los cuales se dictó la invalidez. El alto tri-
bunal dejó constancia que dicha garantía no solo veda la aplicación de una segunda pena por
un mismo hecho ya penado, sino también la exposición a riesgo de que ello ocurra mediante un
nuevo sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido por el mismo hecho. No solo es inadmisi-
ble imponer una nueva pena por el mismo delito, sino que la garantía lleva a la prohibición de
un segundo proceso por el mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la haya su-
frido, y sea que en el primer proceso haya sido absuelto o condenado. No es posible permitir
que el Estado con todos sus recursos y poder, lleve a cabo repetidos esfuerzos para condenar a
un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo a molestias, gastos y sufrimientos, y obli-
gándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar la posibilidad
de que, siendo inocente, sea hallado culpable. Concluye que en el caso se ha lesionado el dere-
cho a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, ya que dicha garantía tiene vigencia para el
imputado a partir de que este adquirió el derecho a que se lo declarase culpable o inocente del
hecho por el que se lo acusó, siempre que, como en el caso sub examine, se hayan observado las
formas esenciales del juicio y la causa que determina uno nuevo no le sea imputable. Debe des-
tacarse que en el caso el Superior Tribunal anuló el juicio porque entendió que la jueza debió
declararse incompetente, es decir, que la invalidez declarada no respondió a la inobservancia
de formas sustanciales del proceso. De allí que la CSJN entendió que el debate había sido lleva-
do a cabo válidamente y por ello no correspondía su reiteración, pues la preclusión y el princi-
pio de progresividad impide que el proceso se retrotraiga a etapas superadas, siempre que ha-
yan sido cumplidas respetando las formas que la ley establece.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 286 LIBRO IV — RECURSOS 266
En “Alvarado, Julio”, del 7/5/98 [CSJN-Fallos, 321:1173], el tribunal oral declaró la nulidad de
todo lo actuado a partir de la denuncia y absolvió al imputado. Ante esta situación, el fiscal in-
terpuso recurso extraordinario federal y la Corte Suprema entendió que la sentencia era arbi-
traria, pues confundió la invalidez con el valor probatorio de los actos iniciales, se apoyó en fun-
damentos aparentes que no constituyen una derivación razonada del derecho vigente de
acuerdo a las circunstancias comprobadas en la causa, por lo que dejó sin efecto la sentencia
apelada y dispuso que se dicte un nuevo pronunciamiento de acuerdo a lo expuesto. La disi-
dencia, en cambio, consideró que la revocación del fallo debería traer como consecuencia la
realización de un nuevo juicio, pues no es posible que en esa instancia se sustituya la sentencia
así revocada por otra que decida el fondo del asunto, ni que se pronunciara sobre puntos no de-
cididos por el a quo y que no han sido objeto de apelación. El reenvío que debería disponerse
en tales términos implicaría la reedición total del juicio, necesidad que está dada por dos deri-
vaciones directas del principio de inmediación: la identidad física del juzgador y la concentra-
ción de los actos del debate y la sentencia. Sin embargo, el recurrente no ha dirigido queja algu-
na respecto de la validez de los actos procesales que integraron el debate, el que ha sido váli-
damente cumplido en su totalidad. Por ello no hay lugar para retrotraer un proceso penal a eta-
pas ya superadas cuando estas han sido cumplidas observando las formas sustanciales del pro-
ceso. Concluye así que una sentencia absolutoria dictada luego de un juicio válidamente cum-
plido precluye toda posibilidad de reeditar el debate como consecuencia de una impugnación
acusatoria, caso contrario se violaría el ne bis in idem. A partir de los fundamentos de la mino-
ría, quedan fuera los casos en los cuales el éxito de la apelación no impondría la realización de
un nuevo juicio, porque la naturaleza de los agravios permitiría su reparación sustituyendo la
sentencia revocada por otra que decida el fondo del asunto —cuestión de puro derecho—. Hay
casos en que la acusación pretende que ha habido un defecto que invalida el juicio y otros en
los que se pretende que lo defectuoso e inválido es la sentencia [CNCP, Sala II, 19/4/11, “Monte-
vidoni, Hugo G.”].
En “Garófalo, Franco”, del 10/4/07 [CSJN-Fallos, 330:1514] la CNCP anuló una sentencia ab-
solutoria y ordenó la realización de un nuevo juicio. La defensa planteó que la decisión resul-
taba violatoria del ne bis in idem. La Corte Suprema decidió que el recurso no se dirigía con-
tra una sentencia definitiva, mientras que la minoría entendió que la sentencia era equipara-
ble a definitiva. La CNCP había omitido tratar el agravio vinculado a la violación de la citada
garantía.
En “Kang, Yong Soo”, del 15/5/07, la CNCP dispuso anular la absolución dictada y ordenar la
realización de un nuevo debate, por entender que la sentencia carecía de fundamentación. La
defensa planteó que tal decisión afectaba la garantía de ne bis in idem. En este caso la Corte
Suprema anuló la sentencia de la CNCP y ordenó que trate el agravio planteado oportunamen-
te por la defensa sustentado en la afectación del ne bis in idem que implica la realización de un
nuevo juicio luego de anularse la absolución. La Sala I de la Cámara de Casación se expidió sobre
el punto e hizo lugar, por mayoría, a ese agravio de la defensa, lo cual motivó el recurso extra-
ordinario federal. Afirmó que no procede la retrogradación de los procedimientos por vía de
— ELIZABETH A. MARUM —
267 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
un recurso articulado por la acusación contra la sentencia absolutoria que obedeció exclusiva-
mente a errores del Estado, por entender precluidas en favor del imputado, ajeno a dicha frus-
tración, la totalidad de las etapas por las que transitó el juicio. Se citó el caso “Mattei” en el que
debió determinarse si, al haberse sustanciado un juicio en la forma en la que indica la ley, el tri-
bunal podría invalidar todo lo actuado, pese a haberse cumplido con las formas esenciales del
juicio [“Kang Yong Soo”, del 2/7/08].
La Corte Suprema dictó sentencia nuevamente en la causa “Kang, Yoong Soo”, del 27/12/11
[K.121.XLIV], en la que la mayoría desestimó el recurso del fiscal por falta de fundamentación
suficiente e hizo una remisión al fallo “Sandoval” [CSJN-Fallos, 333:1687, del 31/8/10], según el
cual la anulación de una sentencia absolutoria y el reenvío para la realización de un nuevo de-
bate viola el ne bis in idem. La minoría, con remisión al dictamen del procurador, sostuvo que
no había violación a la citada garantía.
Justamente en “Sandoval”, del 31/8/10 [CSJN-Fallos, 333:1687], el imputado, acusado de tri-
ple homicidio agravado, había sido absuelto por aplicación del principio in dubio pro reo; una
vez interpuesto recurso de casación por el querellante, el tribunal superior provincial anuló
parcialmente la sentencia y el debate, y dispuso el reenvío al tribunal de origen para que, con
distinta integración, dicte un nuevo pronunciamiento, con fundamento en la omisión de prac-
ticar una medida probatoria. La CSJN, por mayoría —cuatro de siete jueces—, revocó esa deci-
sión. Tres de los magistrados (Petracchi, Lorenzetti y Fayt) lo hicieron invocando la prohibición
del ne bis in idem (con remisión a la disidencia de Petracchi y Bossert en “Alvarado” y al voto del
juez Petracchi en “Olmos”) y, el cuarto (Zaffaroni), por violación al sistema acusatorio, aunque
negando que exista incompatibilidad entre el derecho del querellante de impugnar una sen-
tencia absolutoria y la prohibición de ne bis in idem. En ese sentido, se le asignó un carácter ex-
tenso a la prohibición de múltiple persecución penal, al punto de proscribir un recurso del acu-
sador contra una sentencia absolutoria, al menos cuando no se alega un vicio que afecte la vali-
dez del juicio, o de los actos precedentes que son presupuesto de este. Señala Luis García, que
este fallo no ha sentado doctrina constitucional porque la mayoría ha sido integrada con fun-
damentos distintos [CNCP, Sala II, 19/4/11, “Montevideoni, Hugo G.”]. Distinta es la posición de
uno de los jueces del Tribunal Superior, quien entiende que no cabe interpretar el voto del doc-
tor Zaffaroni en oposición o contradicción con lo dicho por sus colegas Petracchi, Lorenzetti y
Fayt, puesto que ello supondría interpretar que la Corte Suprema incurrió en el supuesto de
arbitrariedad a que se refiere la doctrina de CSJN-Fallos, 332:826, esto es una sentencia que no
exhibe una sustancial coincidencia en los fundamentos. Considera que una vez que se arriba a
una sentencia absolutoria en un juicio válidamente cumplido, esto es, un proceso realizado de
acuerdo a lo que las leyes procesales establecen, no puede verse incrementado el riesgo del
imputado a ser condenado por la vía de retrotraer el proceso a etapas ya precluidas. Esa tesis
tiene implicancias directas sobre los alcances del recurso extraordinario por arbitraria determi-
nación de los hechos, supuesto en que el Ministerio Público Fiscal venía fundando su recurso
[por ejemplo, CSJN-Fallos, 321:1173]. Entre otras, elimina la procedencia del recurso por esa
causa cuando lo que pretende es la revisión de una sentencia absolutoria dictada en un juicio
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 286 LIBRO IV — RECURSOS 268
válidamente cumplido. Ello así porque de prosperar el recurso, la Corte Suprema debería anu-
lar la decisión recurrida y reenviar la causa para que se dictara un nuevo pronunciamiento, vién-
dose así incrementado el riesgo a ser condenado, en oposición a lo que manda el ne bis in idem.
El precedente “Sandoval” impide que como consecuencia de la doctrina de la arbitrariedad se
dicte un pronunciamiento que importe, por revocar una absolución cuya motivación se estima
nula, hacer pasar nuevamente al imputado por el riesgo, válidamente ya transitado, de ser con-
denado [TSJ CABA, 16/2/16, “Tela, Marcela Susana y otros”, expte. nº 11659, voto del magistra-
do Lozano].
En “Gilio”, del 16/11/09, la Corte Suprema decidió que debe revocarse la sentencia que anu-
ló la absolución con base en que el alegato fiscal carecía de fundamentos, si la requisitoria del
acusador, si bien escueta, no padecía una palmaria arbitrariedad. Los jueces no pueden revisar
el criterio por el cual el fiscal opta por desistir de la acusación si la decisión no resulta arbitraria
o infundada. Tres jueces sostuvieron que el ne bis in idem protege no solo contra la doble con-
dena por el mismo hecho, sino también contra el riesgo de ser sometido dos veces a juicio por
el mismo hecho, remitiéndose a Polak.
Magariños destaca que la cuestión relativa a la definición de los límites a los que se encuen-
tra ceñida la posibilidad de reenvío en caso de una sentencia penal anulada ha sido producto
de pronunciamientos oscilantes en la Corte, con excepción de la coherente posición asumida
por Petracchi. Señala que la doctrina adoptada por unanimidad en “Polak” —que el autor com-
parte— no fue mantenida con posterioridad en “Turano” [CSJN-Fallos, 321:3396] ni en “Acos-
ta” [CSJN-Fallos, 323:929], ambos con la disidencia de Petracchi. Destaca la necesidad de que
ese tribunal establezca mediante una definición clara el significado y alcance que la regla cons-
titucional posee frente al juicio de reenvío [Nulidad …, ps. 996 a 1000].
— ELIZABETH A. MARUM —
269 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
cuando como resultado de ella pueda resultar una decisión injusta desde la perspectiva del acu-
sador [Ziffer, “El derecho …”, 2005, p. 504].
En definitiva, una sentencia absolutoria no puede ser revisada a instancias del acusador,
pues, corresponda o no el reenvío, provocaría una doble persecución violatoria del ne bis in
idem.
b) Por otro lado, están quienes consideran que no existe afectación de la garantía consti-
tucional. Así, para Palacio no parece que por aplicación del ne bis in idem toda sentencia abso-
lutoria sea irrecurrible, pues dicho principio impide la persecución penal en causas sucesivas,
pero en modo alguno el doble grado de conocimiento dentro de un proceso único [La senten-
cia …, p. 323; en igual sentido, dictamen del procurador general en “Garrafa”). Tampoco en el
fallo “Arce” la Corte Suprema vio obstáculo alguno, pues si bien niega que a su respecto el
recurso funcione como garantía, dejó constancia que “sin que ello obste a que el legislador, si
lo considera necesario, le conceda igual derecho” (consid. 7º) [D’Albora, Límites …, p. 58]. En
este sentido, De Luca sostiene que la posición que afirma que los fiscales no deben contar con
potestad para recurrir sentencias absolutorias no es adecuada en sí misma ni por las conse-
cuencias a que da lugar, pues deberían mantenerse inclusive aquellas que fueran obtenidas
mediante la comisión de delitos o errores materiales groseros, sino también porque existe un
derecho a recurrir de la querella reconocido por la Corte Suprema con fundamento en disposi-
ciones de derecho constitucional (arts. 18, CN; 8º y 25, CADH). Agrega que mientras no existe
sentencia firme, su revocación y la consecuente reapertura y repetición del debate siempre fue
considerada la reedición de una etapa del mismo proceso y no la realización de uno nuevo y un
distinto sometimiento a proceso por el mismo hecho. Por otra parte, deberían declararse
inconstitucionales las normas de todos los códigos procesales que permiten recursos contra
absoluciones, pues si no es posible un reenvío todos los recursos deberían declararse inválidos
salvo los de la defensa, lo que resulta extraño si se observa que la Corte todos los días trata recur-
sos que vienen cuestionando absoluciones y no los rechaza con el argumento de la violación al
ne bis in idem. Señala asimismo que el legislador procesal puede reglamentar pero no tiene
potestad para privar el acceso a un tribunal que crea la Constitución —no la ley— y que es la Cor-
te Suprema, cuando se encuentra involucrada una cuestión federal; es decir que la ley procesal
puede haber establecido que el fiscal y la querella no tienen recurso de casación para tratar
todas las cuestiones de la causa (de hecho, prueba, derecho común, etcétera), pero ello no sig-
nifica que les haya podido privar el derecho de interponer algún recurso ante la Corte Suprema
para que conozca exclusivamente de puntos federales o constitucionales [De Luca, “Recurso fis-
cal …”, 2012, t. 13, p. 203].
Afirma el juez García que no puede inferirse directamente de la Constitución Nacional, ni
tampoco de la CIDH y PIDCP, que el recurso que la ley concede a un acusador contra la senten-
cia de absolución sea siempre y en todo caso inconciliable con la prohibición de ne bis in idem.
Los instrumentos internacionales conciben esta prohibición con un alcance distinto. El art. 8º.4
de la CADH expresa que: “El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser someti-
do a nuevo juicio por los mismos hechos”, mientras que el 14.7 del PIDCP dispone que “nadie
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 286 LIBRO IV — RECURSOS 270
podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido condenado o absuelto por
una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país”. En ambos ins-
trumentos la prohibición opera a partir de la firmeza de la sentencia y tal firmeza no depende
de las disposiciones internacionales, sino que se define de acuerdo con la ley y el procedimien-
to domésticos. Destaca, además, que en varias oportunidades que la Corte IDH declaró la exis-
tencia de violaciones al art. 8º de la CADH, ha establecido que el Estado debía realizar un nue-
vo juicio como forma de reparación —“Castillo Petruzzi c. Perú”; “Cesti Hurtado c. Perú”, etcé-
tera— [CNCP, Sala II, 19/4/11, “Montevidone, Hugo G.”, reg. nº 18.349].
c) Una posición intermedia considera que existe afectación a esta garantía constitucional
cuando la pretensión recursiva conlleve indefectiblemente al juicio de reenvío; no así cuando
el acusador interpone recurso y la Cámara condena sin ordenar el reenvío, pues en tal caso no
es sometido a nuevo juicio por el mismo hecho. Esta parece ser la posición de la disidencia —mi-
nistros Petracchi y Bossert— en el fallo de la Corte Suprema “Alvarado”, en cuanto expresan
que una sentencia absolutoria dictada luego de un juicio válidamente cumplido precluye toda
posibilidad de reeditar el debate como consecuencia de una impugnación acusatoria y agrega
que una decisión diversa significaría otorgar al Estado una nueva chance para realizar su pre-
tensión de condena, en franca violación al principio del non bis in idem y a sus consecuencias, la
progresividad y la preclusión de actos del proceso (consid. 13) [D’Albora, Límites …, p. 60]. Tam-
bién parece ser la posición de “Sandoval” y “Kang Yoon Soo”.
Sostiene D’Álbora Nicolás que la alusión que hace la Corte Suprema en los citados fallos al
“juicio válidamente cumplido” puede llegar a interpretarse como una vía de escape para evitar
la aplicación del límite de la doble persecución penal. Al ser tan impreciso el calificativo deja
una brecha muy amplia para que se sostenga que cualquier tipo de invalidez puede servir de ex-
cusa para que no se aplique el ne bis in idem y se ordene el reenvío [Límites …, p. 83].
Las anulaciones de la sentencia absolutoria por la Cámara Nacional de Casación Penal tuvie-
ron como sustento —tanto en “Kang” como en “Garófalo”— errores de los órganos jurisdiccio-
nales que llevaron a cabo el debate. A partir de ello, afirma Nicolás D’Álbora que tales errores
impiden justificar que el imputado sea el principal perjudicado por un hecho en el que no tuvo
injerencia, pues no es él quien debe soportar —a través de un nuevo juicio— las deficiencias del
procedimiento penal [Límites …, p. 85; comparte esta posición Ziffer, “El derecho …”, 2005, ps.
501 a 519]. También Magariños destaca que el Estado tiene habilitado un único intento para
lograr la condena de un habitante de la nación acusado de haber cometido un delito y si fracasa
en ese intento por razones exclusivamente atribuibles a los órganos estatales de persecución, no
cuenta con una nueva chance de enmendar sus errores a costa del imputado. La declaración de
nulidad de la sentencia o del juicio no habilita al Estado a someter al ciudadano a un segundo jui-
cio en el cual sea expuesto nuevamente al riesgo de ser condenado; la única excepción sería la
contemplada en el fallo “Polak” relativa a aquellos supuestos en los que la nulidad producida
sea atribuible a la propia actuación del imputado en el proceso [Nulidad …, p. 999].
Refiere De Luca que desde el punto de vista constitucional lo que se debe decidir es si una
etapa del proceso fue válidamente cumplida o no lo fue. Si, como sucedió en “Mattei”, se llegó
— ELIZABETH A. MARUM —
271 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 286
a la etapa de dictar sentencia de una manera válida, entonces debía dictarse sentencia con lo
que se tenía y no era correcto retrotraer la causa a etapas cumplidas con observancia de las for-
mas procesales. Lo mismo ocurrió en “Polak” donde las etapas anteriores habían sido válida-
mente cumplidas; y esa es la argumentación de Zaffaroni en “Sandoval”, donde destaca que la
causa no puede volver a la etapa de ofrecimiento de prueba que fue válidamente cumplida (pa-
ra ofrecer nuevas no advertidas en el debate anterior que condujo a la absolución y que en el
nuevo debate llevan a una condena). En los casos de arbitrariedad, habrá supuestos en los que
se pueda resolver con el mero dictado de una nueva sentencia y otros que requieran del desa-
rrollo de un nuevo debate; nadie predica que ese debate fue nulo o inválido en sí mismo, sino
que no quedará otra alternativa que rehacerlo porque la sentencia dictada como consecuencia
de él fue declarada nula y debe dictarse otra conforme a derecho. Entonces, si la sentencia abso-
lutoria no está firme es posible su revocación sin violación al ne bis in ídem porque no se trata
de un nuevo proceso o juicio, sino de la reedición de una etapa —el debate— del mismo proce-
so [De Luca, “Recurso fiscal …”, 2012, t. 13, p. 203].
Para Ziffer, en cambio, la preservación del sistema de nulidades previsto en el Código apa-
rece como un argumento decisivo para afirmar que no se viola el ne bis in idem (“Weissbrod”):
la ley procesal prevé nulidad, ergo su declaración y reiteración del acto no violan la Constitu-
ción, perdiendo de vista que la ley procesal es la que debe subordinarse a la Constitución y no
al revés. No se trata de afirmar que toda declaración de nulidad viola el ne bis in ídem, sino que
ello ocurre solo en los casos en que el imputado puede invocar la preclusión por haberse supe-
rado la etapa procesal dentro de la cual el error podía ser corregido en el marco de una inter-
pretación de las nulidades que no prescinda del interesado, oportunidad en que el imputado
tiene derecho a un pronunciamiento definitivo [“El derecho …”, 2005, ps. 509 a 511].
Señala Gustavo Herbel la existencia de una aporía: al imputado se lo protege del riesgo a ser
condenado en un nuevo debate —“Kang”; “Lagos Rodas” y “Sandoval”—, pero no de la con-
dena sin debate —“Luzarreta”; “Telleldín”—. En Luzarreta, la Corte Suprema, sin aludir a “Ca-
sal”, pero sí a la doctrina de la arbitrariedad, anula una sentencia absolutoria confirmada por
la Cámara Casación y reenvía la causa “… al tribunal de origen para que se dicte pronuncia-
miento con arreglo al presente”, compartiendo y haciendo suyos los fundamentos y conclusio-
nes del procurador general que sostuvo que la valoración de la prueba practicada por el tribu-
nal de juicio y avalada por la casación era arbitraria. Agrega el autor que la casación positiva
que modifica contra el reo la base fáctica o el mérito probatorio sin debate oral, habilita una
práctica lesiva de la garantía constitucional del imputado a defenderse en juicio oral, público y
contradictorio frente a los jueces que deciden su condena. La Corte no remitió el caso para la
realización de un nuevo juicio, sino solo para dictar sentencia sin debate. En “Telleldín”, la Cor-
te también revocó la sentencia absolutoria del TOC que había sido confirmada por la Cámara
de Casación [Herbel, “Los límites …”, 2011, t. 10, ps. 187 a 223].
La CAPCF tuvo ocasión de rechazar un planteo de inconstitucionalidad del art. 286, párr. 2º
del CPPCABA basado en que desconoce la prohibición de persecución penal múltiple; como así
también del art. 251, último párrafo del CPPCABA, sustentado en que el derecho al recurso
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 287 LIBRO IV — RECURSOS 272
corresponde solo al imputado. El tribunal afirmó que los principios de preclusión y progresivi-
dad encuentran su límite en el hecho de que los actos procesales precluyen cuando han sido
cumplidos observando las formas que la ley establece, salvo supuestos de nulidad [CSJN-Fallos,
326:1149]. A los fines de fundar la denegatoria, el fallo citó CSJN “Verbeke” y “Weissbrod” y
dejó constancia que el art. 8º.4 de la CADH prescribe que “el inculpado absuelto por una sen-
tencia firme no podrá ser sometido a juicio por los mismos hechos”, situación que no concurre
en el caso, pues tal carácter lo adquieren las sentencias contra las cuales ya no procede ningún
recurso ordinario ni extraordinario [Com. IDH, Informe 88/99, caso 12.013, “Lino César Oviedo.
Paraguay”, 27/9/99, párrs. 33-34]. Respecto del segundo planteo, con cita de “Arce”, se dijo que
el Ministerio Público Fiscal no está amparado por las convenciones internacionales, “sin que
ello obste a que el legislador, si lo considera necesario, le conceda igual derecho” [en idéntico
sentido, “Gorriarán Merlo”, CSJN-Fallos, 323: 2488 y “Da Canceicao”, CSJN-Fallos, 325:503], de
lo que se deriva que la facultad del fiscal no está restringida ni constitucionalmente ni por nor-
mas internacionales. Rechazados tales planteos, la alzada declaró la nulidad de la absolución
—por la existencia de una errónea valoración de la prueba producida— y dispuso la realización
de un nuevo debate [CAPCF, Sala I, 12/2/15, “González, Osvaldo Fabián”, causa nº 20778].
Se ha dicho que el juicio de reenvío no es un nuevo y originario juicio, sino una nueva fase
que se vincula a la sentencia de anulación, por lo que no es posible sostener que los poderes del
tribunal que va a dictar el nuevo fallo sean los mismos que provocaron la competencia devuel-
ta del tribunal anulado, so riesgo de ignorar indebidamente la secuencia procesal que condujo
a esa anulación, en la que debieron quedar fijados los pertinentes agravios que marcaron el in-
terés de los impugnantes [Almeyra, Reformatio …, DJ, 1986-2-1].
El último párrafo del artículo, a su vez, fija un límite a la reiteración de juicios en virtud de
recursos acusatorios. Si una vez realizado el reenvío y llevado a cabo el segundo juicio se dicta
sentencia absolutoria, esta última solo podrá ser recurrida por los acusadores con sustento en
cuestiones de puro derecho. Lo relativo a los hechos y prueba resulta inmodificable y no puede
ser objeto de agravio alguno. Otro fundamento de la limitación establecida por la norma es la
preservación del plazo razonable de duración del proceso.
Art. 287. — «Cuestión de puro derecho». Si la cuestión fuera de puro derecho y se hu-
biere aplicado erróneamente la ley, el Tribunal la casará y resolverá el caso con arre-
glo a la ley y la doctrina cuya aplicación declare. En este caso podrá revocar una sen-
tencia absolutoria y dictar condena, siempre que los hechos hubieran quedado debi-
damente fijados en la sentencia recurrida.
Si el Tribunal considerase que la pena impuesta fue excesiva, se limitará a adecuarla
a las características del caso.
La disposición se aplica solo al supuesto de vicio in iudicando, in iuris. Debe recordarse aquí
lo expresado anteriormente en cuanto a la imposibilidad de distinguir tajantemente las cues-
tiones de derecho de las de hecho. Sin embargo, resulta de suma importancia fijar el ámbito de
aplicación de esta norma, pues ella permite el ejercicio de la competencia positiva de la alzada.
— ELIZABETH A. MARUM —
273 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 287
Se sostiene que en este caso la Cámara tiene competencia negativa y positiva. La primera al
dejar sin efecto la sentencia cuestionada y la segunda porque la sustituye por otra. No hay reen-
vío porque el tribunal, ajustándose a los hechos tal cual fueron fijados en la resolución cuestio-
nada, se circunscribe a los aspectos exclusivamente jurídicos. Así, el tribunal de alzada debe se-
ñalar las disposiciones dejadas de lado o mal aplicadas, para luego casar la sentencia y resolver
conforme a su criterio. La disposición obliga a resolver el asunto de acuerdo a la ley y la doctri-
na cuya aplicación se declare, siempre que los restantes extremos del caso sometido a juzga-
miento hayan sido valorados en la decisión objeto del recurso, pues de lo contrario correspon-
de aplicar la regla de reenvío.
El vicio in iudicando, in iure radica en la consideración jurídica del caso decidido y se estima
erróneamente aplicado el derecho. Se atribuye discordancia entre la realidad comprobada
—que no se discute— y el esquema legal escogido para su encuadramiento. Capta de ese modo
la errónea calificación o subsunción legal del hecho. Según parte de la doctrina, solo la infrac-
ción a la ley sustantiva puede configurar un vicio in iudicando; aunque otra parte admite que
puede tratarse tanto del derecho sustancial como del procesal —como en el caso de que se dic-
te prisión preventiva respecto de un delito que no tiene prevista pena de prisión—. Sin embar-
go, este último supuesto se trata de un vicio in procedendo regido por el art. 288, porque la ley
procesal no es objeto de juicio sino de aplicación, aun cuando se trate de un error en la inter-
pretación de la ley procesal [Ayán, Recursos…, ps. 114 y 115].
Se considera que quedan comprendidas en esta disposición todos los errores de derecho que
constituyan el desconocimiento de una norma jurídica en su alcance general y abstracto, sea
que verse sobre su existencia, validez o significado. La doctrina señala que abarca los siguien-
tes casos: 1) no aplicación de la ley que corresponde al caso; 2) aplicación de una norma penal
a un supuesto no contemplado en ella; 3) aplicación de una norma diversa a la que correspon-
de al caso; 4) encuadramiento del hecho en una norma que prevé una figura calificante o pri-
vilegiada cuando se trata de un tipo simple, o viceversa; 5) aplicación de una norma justifican-
te, exculpante o de excusa, no obstante tratarse de una acción antijurídica, culpable y punible,
o viceversa; 6) error de apreciación jurídica en los grados de tentativa o complicidad, en el con-
curso delictual, en las causales extintivas de la acción, o en la reincidencia; 7) aplicación de una
pena de calidad diferente o de cantidad superior o inferior a la escala prevista para la figura en
que el hecho se encuadró; 8) omisión de aplicar lo que la ley ordena, en concreto, frente a de-
terminados casos; 9) las situaciones anteriores en cuanto puedan referirse a la inobservancia o
errónea aplicación de la ley civil sustantiva [Ayán, Recursos …, ps. 118 y 119; Clariá Olmedo, Tra-
tado …, t. V, p. 458].
La violación puede referirse tanto a la ley como norma jurídica de carácter abstracto en
cuanto a su existencia o contenido —errónea interpretación de la ley—, como al juicio indivi-
dual atinente al caso concreto, por incorrecta aplicación de la norma al hecho —errónea valo-
ración jurídica del caso—.
Sin embargo, la exacta significación del texto legal es siempre problemática, en atención a
la textura abierta del lenguaje. Todos los conceptos que emplea la ley admiten, en mayor o me-
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 287 LIBRO IV — RECURSOS 274
nor medida, varios significados y esto sucede no solo con los conceptos normativos, sino tam-
bién con los descriptivos. Las normas no determinan toda la conducta, pues tienen una zona de
penumbra dentro de la cual el juez debe decidir entre diversas posibilidades de significado. En
este proceso interpretativo pueden existir errores tanto en cuento al alcance del precepto que
se fija, como a su aplicación al caso concreto.
Sobre este tema, afirma Bacigalupo que la exacta significación de un texto legal será siem-
pre problemática, dado que el lenguaje ordinario del que se vale la ley no utiliza conceptos pre-
cisamente definidos, sino expresiones más o menos flexibles, cuya posible significación oscila
dentro de una amplia banda y pueden ser diferente según las circunstancias, su vinculación con
el objeto y el contexto del discurso. Existen diversos métodos de interpretación (gramatical, te-
leológico, sistemático, histórico), pero carecemos de un método para decidir cuál de ellos es
preferible. Sin embargo, las mismas razones que demuestran que la interpretación es ineludi-
ble, ponen de manifiesto que el método gramatical es ostensiblemente el más débil, toda vez
que debe cargar en su cuenta con la ambigüedad significativa del lenguaje. Por otra parte, una
vez interpretada, la ley debe ser aplicada a un caso, lo que importa establecer que el hecho —la
conducta de una persona— es el que está mencionado en el texto legal y, por tanto, deviene
aplicable la sanción. Este proceso requiere una fundamentación lógica denominada subsun-
ción [Bacigalupo, La impugnación …, 1994, ps. 81 y 82].
Palacio considera que tratándose del apartamiento de la ley sustantiva, el vicio consiste en
un error padecido por el tribunal en la selección o en el alcance de la norma que da el sentido
del caso sometido a decisión, de modo que la infracción puede materializarse en forma negati-
va o positiva. Se configura el primer supuesto cuando se omite aplicar a un hecho la norma que
genuinamente lo conceptualiza (por ejemplo, en un caso de violación de domicilio se prescin-
de de la norma justificante contemplada en el art. 152, CP) y se da la segunda hipótesis cuando
se aplica al hecho una norma que no es la adecuada (por ejemplo, si un caso de robo se encua-
dra en hurto), o cuando pese a haberse aplicado una norma adecuada se le otorga un alcance
diverso al que realmente reviste o se le imputa una consecuencia que no le corresponde [Los re-
cursos …, p. 102]. El error denunciado debe ser determinante del contenido de la sentencia y,
más precisamente, de su parte dispositiva, por lo que resultan ajenas al recurso las meras decla-
raciones teóricas que, aunque impliquen una interpretación errónea, carezcan de incidencia
en el resultado del fallo.
— ELIZABETH A. MARUM —
275 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 287
b) La Cámara confirma la condena y modifica la subsunción legal por una más leve. La
CAPCF confirmó la condena y, sobre la misma base fáctica, modificó la calificación legal del he-
cho —que era la de tenencia de arma de fuego en concurso real con portación de arma de fue-
go de uso civil sin la debida autorización y la cambió por la de portación de arma de fuego de
uso civil sin la debida autorización—; mantuvo la pena de tres años de prisión de cumplimien-
to efectivo y revocó la de multa de $ 1000, prevista solo para el delito de tenencia [CAPCF, Sala
III, 8/10/15, “Balbuena, Víctor Antonio”, causa nº 17721].
c) La Cámara confirma la condena y modifica la calificación legal por una más grave. Sobre
este problema, surge el siguiente interrogante: si la alzada sustituye la subsunción legal efec-
tuada por el juez, sin alterar la base fáctica, por una más gravosa, lo que implica un aumento de
punibilidad, ¿puede la alzada efectuar una nueva graduación de la pena y elevarla conforme a
la nueva subsunción legal escogida, o debe efectuar un reenvío a los fines de la fijación de la
sanción? Si la Cámara graduara la pena, ¿qué posibilidad de revisión amplia existe sobre aque-
lla decisión, a la luz del doble conforme?
Parte de la doctrina entiende que si se modificó la calificación asignada al hecho, debe fijar-
se la pena, siempre que se cuente con elementos suficientes para graduar la sanción a imponer
y han sido ponderados en la sentencia recurrida [D’Álbora, Código…, p. 1045, con cita de CNCP,
Sala III, LL, 5/10/01, f. 102.695]. En tal caso, se requiere que tome conocimiento de visu del impu-
tado (art. 41, CP). En contra, CNCP, Sala II, LL, 2003-B-434, que manda fijar nueva pena privativa
de libertad, considerando que la impuesta es superior al máximo legal [cit. por Navarro - Daray,
Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1238].
En la jurisprudencia existen distintas posiciones, pues algunos fallos deciden el monto puni-
tivo aplicable, mientras que otros disponen el reenvío al juez de grado. La CAPCF, frente a un
recurso fiscal, confirmó la condena del acusado, pero modificó la calificación legal del hecho
por una más gravosa —sin alterar los hechos que se dieron por acreditados— y consecuente-
mente elevó la pena [CAPCF, Sala III, 30/6/15, “Monzón, Fabián”, causa nº 15238, donde se deci-
dió modificar la subsunción legal del hecho por el que se dictó condena que era la de tenencia
de arma de fuego de uso civil sin la debida autorización legal, por la de portación de dicha arma
y aumentar la pena a un año de prisión —mínimo legal de la figura escogida—, sobre la base del
hecho que se tuvo por probado en la sentencia de primera instancia].
En otro caso, la CAPCF revocó la declaración de inconstitucionalidad del art. 189 bis, inc. 2º,
último párrafo —que agrava la pena por registrar antecedente por delito doloso contra las per-
sonas con el uso de arma— y, al aplicar esa norma, modificó la condena del imputado elevando
la pena a cuatro años de prisión —mínimo legal de la figura escogida— [CAPCF, Sala III, 19/3/14,
“Pena, Julio Hernán”]. En ese caso, el Tribunal Superior trató la presunta afectación del dere-
cho al recurso y al doble conforme. La mayoría rechazó tal vulneración, pues el recurrente no
explicó en qué medida el recurso de inconstitucionalidad interpuesto le impedía el pleno tra-
tamiento de la cuestión vinculada con la validez constitucional de una regla legal y, si lo que
pretendía era la revisión de la pena impuesta por la alzada, no se advierte perjuicio pues se
impuso el monto mínimo de la escala agravada. En cambio, la minoría entendió que desde la
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 287 LIBRO IV — RECURSOS 276
perspectiva del derecho a la doble instancia, dentro del margen de “lo revisable” queda inclui-
da la revisión de la pena impuesta (art. 14.5, PIDCP), de modo que la determinación de la pena
debe ser confirmada por otro tribunal, es decir, que dos tribunales coincidan en relación con la
determinación concreta de la especie de pena y su cuantía. En ese sentido, consideró aplicable
el art. 290 del CPPCABA, que si bien desde una interpretación literal se refiere a los casos en que
se revoque una absolución, a fin de dar pleno efecto a la intención del legislador y de dar satis-
facción a la garantía de doble instancia, debe ampliarse su campo de aplicación y abarcar la
revisión de la pena cuando ella hubiera sido agravada por la Cámara. Más allá de eso ello, y en
virtud de que la Cámara aplicó el mínimo legal, propuso confirmar la condena [TSJ CABA,
17/12/14, “Pena, Julio Hernán y otros”, expte. nº 11073].
En otro supuesto similar, la alzada efectuó un cambio de calificación legal aplicando la agra-
vante del art. 189 bis, inc. 2º, último párrafo y decidió elevar la pena a cuatro años de prisión
—mínimo legal previsto— [CAPCF, Sala III, 21/10/14, “Escalante, Damián Gabriel”]. En este últi-
mo caso, el Tribunal Superior decidió el reenvío de las actuaciones a otra Sala de la Cámara pa-
ra que se expida sobre la aplicación de la agravante y el aumento de pena que de dicha aplica-
ción se deriva, a los fines de evitar la afectación de la garantía de doble conforme (arts. 8º.2.h,
CADH; y 14.5, PIDCP), caso que difiere del anterior en razón de que, a raíz de los agravios plan-
teados, el recurso de inconstitucionalidad no era suficiente para satisfacer la citada garantía
[TSJ CABA, 22/10/15, “Escalante, Damián Gabriel”, expte. nº 11761], tema que retomaremos al
tratar el art. 290 del CPPCABA.
En sentido contrario al expuesto, frente a un cambio en la subsunción, por haberse entendido
aplicable la agravante prevista en el art. 189 bis, inc. 2º, último párrafo —registrare antecedentes
penales por delitos dolosos con el uso de armas— cuando el recurrente había sido condenado por
la figura básica de portación de arma de fuego de uso civil sin la debida autorización legal, se deci-
dió que sea la magistrada de grado quien establezca el nuevo quantum punitivo a tenor de la nue-
va calificación legal y de lo oportunamente solicitado por el fiscal [CAPCF, Sala III, 23/12/15, “Car-
los, Erik Iván”, causa nº 13337, voto en disidencia —la mayoría determinó la absolución—].
d) La Cámara revoca la absolución y condena, sin alterar los hechos fijados en la sentencia:
Nuevamente surge aquí el interrogante de si la Cámara puede realizar la graduación de la pena
o debe efectuar un reenvío. Respecto de este tema, la CAPCF revocó la absolución de tres impu-
tados y los condenó por el delito de usurpación y dispuso el reenvío de las actuaciones al juzga-
do de primera instancia a fin de que determinara en cada caso el monto y la modalidad de eje-
cución de las penas a imponer, en atención a que no pudieron tomar conocimiento de visu por-
que el imputado no compareció a la audiencia —a su vez, confirmó la condena por otros dos
hechos—. Se aclaró en tal oportunidad que sobre la misma base fáctica que se tuvo por acredi-
tada en el debate, y con un idéntico criterio de ponderación de los elementos de convicción, los
jueces de Cámara se encontraban habilitados para analizar la cuestión a la luz del art. 287 del
CPPCABA, en virtud del encuadre jurídico del comportamiento endilgado y la coautoría de to-
dos los imputados [CAPCF, Sala III, 17/2/14, “Tapia Benito, Celia y otros”]. En el caso resulta cla-
ramente aplicable el art. 290 del CPPCABA, sin perjuicio de lo cual la defensa no articuló la ape-
— ELIZABETH A. MARUM —
277 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 288
lación ante otra Sala allí prevista, sino que presentó directamente recurso de inconstitucionali-
dad, que fue declarado mal concedido por el Tribunal Superior, por ausencia de presupuestos
legales [TSJ CABA, 22/4/15, “Tapia Benito, Celia”, expte. nº 11077/14].
Ahora bien, ¿puede considerarse sentencia definitiva a los fines del recurso extraordinario,
la decisión de un tribunal superior que revoca la absolución y condena pero no fija la pena por-
que dispone que la graduación debe hacerla el inferior? La Corte Suprema negó la apertura de
la vía del art. 14 de la ley 48 por no considerar definitiva la decisión, aunque la minoría señaló
que el gravamen no podía disiparse con la sentencia posterior, pues aquel tribunal no tendría
competencia para revisar la condena. Palacio sostiene que se trató de una sentencia trunca o
mutilada, pues ofreció la extravagante particularidad de que condenó sin aplicar sanciones, pero
que al hacer lo primero imprimió a la causa una solución definitiva, porque el tribunal de mérito
no tendría competencia para modificar la condena. Por ende, como el tribunal no contaba con
otra alternativa que cuantificar la sanción aplicable, el fallo debió equipararse a sentencia defini-
tiva [Palacio, El recurso …, nota al f. 46.595, ED, 163-487, cit. por D’Albora, Código …, t. 2, p. 1044].
En otro caso, la CAPCF revocó la absolución dictada respecto del delito de violación de do-
micilio y condenó por esa figura penal a la pena de dos años y ocho meses de prisión, pues al no
estar discutida la materialidad del hecho se consideró que el ingreso al pasillo de un edificio de
departamentos vulnerando la puerta de ingreso desde la calle hacia el interior configura el de-
lito de violación de domicilio, pues las escaleras, hall, palieres, azoteas, techos, cocheras, etcé-
tera, son consideradas dependencias dentro del concepto del tipo objetivo del delito, siempre
y cuando la voluntad excluyente sea notoria para quien ingrese al inmueble [CAPCF, Sala I,
3/9/12, “Abeal, Néstor Alejandro”, causa nº 32455].
El segundo párrafo se refiere a los casos en que la sentencia imponga una pena excesiva, la
que deberá ser adecuada por el tribunal revisor a las circunstancias del caso. El interrogante es
si se trata de una cuestión de puro derecho, en atención al título que encabeza la norma. Sin
embargo, sea que el monto elevado de pena deba analizarse desde la óptica jurídica, o sea que
deban tenerse en cuenta valoraciones de tipo fáctico, lo cierto es que la Cámara siempre puede
disminuir el monto punitivo impuesto.
Esta disposición se refiere a los vicios in procedendo, que son aquellos que versan sobre la
irregularidad de la actividad procesal a través de la cual se produjo la decisión. Consisten en la
inobservancia de normas reguladoras del comportamiento exterior que el juez debe observar
al cumplir su actividad [Ayán, Recursos …, p. 121]. Debe tratarse de normas que establezcan for-
mas procesales, lo que abarca todos los requisitos que debe revestir un acto, sea en cuanto al
modo en que debe ser cumplido, a su contenido, al tiempo, al modo y al lugar. El vicio está en el
procedimiento (actividad) y no en el juicio del juez.
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 288 LIBRO IV — RECURSOS 278
— ELIZABETH A. MARUM —
279 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 288
parte del CP y dispuso remitir las actuaciones al juzgado de origen para que dice una nueva
resolución, toda vez que la sentencia dictada implicó una inobservancia de normas procesales
o errónea aplicación de la ley adjetiva, porque la prueba descalificada no había sido meritada
por el juez de grado a fin de fundar la sentencia (art. 288, CPPCABA) [CAPCF, Sala II, 21/12/09,
“Comini, Matías Nicolás”].
En otro caso, por mayoría, resolvió anular la sentencia en cuanto declaró la nulidad de la re-
quisa del automóvil y absolvió al acusado, pues entendió que existió una inobservancia de nor-
mas procesales o errónea aplicación de la ley adjetiva y declaró la validez del procedimiento. Se-
guidamente se interrogó acerca de qué juez debe dictar la nueva resolución, es decir, si corres-
ponde la intervención del mismo magistrado, o el reenvío a uno nuevo —que debería sustan-
ciar un nuevo juicio—. El fallo opta por la primera alternativa porque la a quo, una vez descali-
ficada la requisa, no prosiguió con el análisis de la cuestión de fondo y su valoración probato-
ria. [CAPCF, Sala I, 17/6/09, “Glaus, Luis Osvaldo y otros”, causa nº 10156, con cita a CNCP, Sala I,
5/3/99, “Duzac, Fabián y otros”; ídem, 7/2/09, “Benítez, Martín Joel”; e ídem, Sala IV, 11/2/03,
“Perrone, Fernando D.”, casos en los que la Cámara hizo lugar al recurso de casación inter-
puesto por el fiscal, revocó la resolución que declaraba la nulidad de la requisa y dispuso remi-
tir las actuaciones al mismo juez a fin de que dicte un nuevo fallo]. En esas mismas actuaciones
y a raíz de que el titular del juzgado de origen ya no se encontraba en funciones, el magistrado
a cargo decidió fijar audiencia de debate a los efectos de llevar a cabo un nuevo juicio —por no
haber presenciado el debate—, decisión que fue recurrida por la defensa con sustento en la vio-
lación del ne bis in idem, pues si por deficiencias no imputables al procesado se produce una
nulidad, no puede redundar en su perjuicio sometiéndolo a un doble juzgamiento. La decisión
mayoritaria de la Cámara en este sentido fue la absolución. Un voto entendió que no se afecta
el ne bis in idem, con cita de la Corte Suprema, “Weissbrod” [CSJN-Fallos, 321:597], en cuanto
destacó que dado que la sentencia anulada carece de efectos, no puede decirse que al dictarse
una nueva haya dos fallos que juzguen el mismo hecho, pues hay uno solo que pueda conside-
rarse válido. De ser así, la nulidad carecería de todo sentido en tanto que jamás se podría con-
denar al imputado sin que se lesionase el ne bis in idem, razonamiento que resulta inaceptable.
Otro voto consideró que la celebración de un nuevo debate vulnera la garantía del ne bis in
idem, con cita de la Corte Suprema, “Polak, Federico”, del 15/10/98, pues ella conduce no solo
a la inadmisibilidad de imponer una nueva pena por el mismo delito, sino que lleva a la prohi-
bición de un segundo proceso por el mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la
haya sufrido y sea que en el primer proceso haya sido absuelto o condenado; este voto destacó,
además, que no es posible permitir que el Estado, con todos sus recursos y poder, lleve a cabo
esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, obligándolo a vivir
en un continuo estado de ansiedad e inseguridad y a aumentar también la posibilidad de que,
aun siendo inocente, sea hallado culpable. En ese sentido, resultaría contrario a una buena
administración de justicia que los imputados tengan que soportar nuevamente un juicio oral y
público por causas que no le son imputables [CAPCF, Sala I, 1/7/10, “Glaus, Luis Osvaldo y otros”,
causa nº 10156].
— ELIZABETH A. MARUM —
Arts. 289/290 LIBRO IV — RECURSOS 280
La disposición prevé que el tribunal de alzada rectifique los errores de derecho que no han
incidido en la decisión. Esto se fundamenta en el principio iura novit curia y en la necesidad de
que no se convaliden aquellas equivocaciones de carácter jurídico que afectan la fundamenta-
ción. Esto puede ser efectuado por la alzada sin invocación de parte, pues no podrá alterar el
dispositivo de la decisión. Al respecto, tal como se dijo al analizar el art. 267 del CPPCABA, este
tipo de errores no podrían fundamentar un recurso, pues el agravio real y concreto exigido
como base de impugnación solo surge a partir de la parte dispositiva, o lo que ha sido objeto de
resolución, y no de la motivación.
Capta tanto la errónea aplicación de la ley como la mención equivocada de los artículos co-
rrespondientes De la Rúa [El recurso …, 1968, ps. 254 y 255], recuerda un caso en el que se salvó
el error de la sentencia que calificaba el hecho de complicidad necesaria e instigación al homi-
cidio en los términos de los arts. 45 y 79 del CP, al definir la conducta acreditada como instiga-
ción al homicidio, lo que parece justo teniendo en cuenta que la instigación y la participación,
tratándose del mismo hecho, son incompatibles [D’Albora, Código …, p. 1047].
Art. 290. — «Doble instancia». La sentencia de Cámara que revoque una absolución
de primera instancia conforme las reglas precedentes, podrá ser recurrida por la de-
fensa dentro del tercer día, por escrito fundamentado, ante la Sala de la Cámara que
— ELIZABETH A. MARUM —
281 TÍTULO III — RECURSO DE APELACIÓN Art. 290
siga en orden de turno. Regirán para el trámite del recurso las reglas previstas en este
capítulo.
A la luz de esta regla y del art. 287 del CPPCABA, no existe obstáculo para que la alzada revo-
que una absolución y dicte una condena, por cuestiones de puro derecho, pero ello deberá
tener como correlato, la existencia de una vía de impugnación apta para que el imputado recu-
rra la sentencia condenatoria dictada por la Cámara, con los alcances que prevé el art. 8º.2.h de
la CADH.
Ante esta “casación positiva” en perjuicio del imputado, resulta obligatoria la concesión de
una instancia revisora para satisfacer la garantía al recurso enunciada en los pactos, que en el
Código se trata de un recurso horizontal ante el mismo tribunal.
Esta norma brinda solución para evitar el problema vigente en otros ordenamientos proce-
sales, en los que cuando el tribunal de alzada revoca una absolución y ejerce competencia posi-
tiva por medio del dictado de una sentencia condenatoria, se carece de la posibilidad de una re-
visión amplia y se cercena el derecho constitucional del doble conforme, pues solo se cuenta con
el recurso extraordinario federal que no satisface los alcances fijados por la CADH [Corte IDH,
23/11/12, “Mohamed”, en el que se responsabilizó a la Argentina por no tener un recurso am-
plio y sencillo que permita al imputado recurrir la condena dictada por un tribunal de alzada].
Esto intentó resolverse, en el orden nacional, vía pretoriana por la jurisprudencia, mediante la
creación de un recurso ante otra sala de la misma Cámara [CNCP, Sala IV, 3/9/11, “Mansilla,
Pedro P.”, causa nº 11545, voto en disidencia]; o mediante la afirmación de que la Corte Supre-
ma deberá, en algunos casos, avocarse excepcionalmente como tribunal revisor a efectos de sal-
vaguardar la garantía contemplada en el art. 8º.2.h de la CADH [CNCP, Sala I, 5/3/13, “Sarlenga,
Luis E.”].
El fallo “Duarte, Felicia”, del 5/8/14 [D.429.XLVIII] de la Corte Suprema se expidió acerca de
la necesidad de que exista una revisión amplia en los casos en que la Cámara Federal de Casa-
ción Penal casa la absolución y dicta sentencia condenatoria —en el caso a cuatro años de pri-
sión—. Así, señaló que el art. 8º.2.h de la CADH garantiza el doble conforme aun con la primer
sentencia adversa. El escaso margen revisor que tiene la Corte mediante el recurso extraordi-
nario federal dejaría afuera aspectos esenciales que no podrían ser abordados sin poner en cri-
sis el propio alcance de la excepcional vía de competencia del máximo tribunal constitucional y
no se cumpliría con la exigencia convencional. Tal derecho debe ser garantizado frente a quien
es condenado mediante una sentencia que revoca una decisión absolutoria, pues caso contra-
rio el condenado se encontraría desprovisto de recurso amplio, accesible y eficaz contra esta. Lo
señalado impone que se designe a otra sala de la Cámara Federal de Casación Penal para que
actúe como tribunal revisor, pues cuando no existe un tribunal superior en el organigrama de
competencias, el único requisito es que sean magistrados diferentes a los que ya juzgaron [en
igual sentido, CSJN, 5/8/14, “Chambla, Nicolás Guillermo y otros”, C.416.XLVIII].
Sin embargo, el art. 290 del CPPCABA, en análisis solo comprende el caso de revocatoria de
una sentencia absolutoria y el dictado de una condenatoria, no así el caso de incremento del
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 290 LIBRO IV — RECURSOS 282
monto punitivo al condenado por parte de la alzada. Sobre el tema, resulta interesante la disi-
dencia del doctor Zaffaroni en el fallo de la Corte Suprema “Argul, Nicolás M.” del 18/12/07,
quien expresó que aun cuando los agravios trasuntaban cuestiones de hecho, prueba y de
derecho común, corresponde habilitar el recurso, ya que de no hacerlo la nueva sentencia
condenatoria dictada por la Cámara Federal de Casación Penal —que había modificado la
calificación legal y elevado el monto de pena— no tendría instancia de revisión alguna y se
conculcaría la garantía contemplada en el art. 8º, inc. 2.h de la CADH, que goza de jerarquía
constitucional.
En el marco del CPPCABA, se presentan tres posibilidades: 1) la alzada se limita a efectuar
el cambio de calificación legal y remite las actuaciones al juez de grado para que gradúe la pe-
na, decisión que a su vez puede ser recurrida; 2) la alzada gradúa la pena y lo decidido es recu-
rrible ante el Tribunal Superior, quien debería ejercer una competencia más amplia que la pre-
vista para el recurso de inconstitucionalidad; 3) la alzada gradúa la pena y lo decidido es revi-
sable por otra sala de la misma Cámara, por medio de una aplicación analógica del art. 290 del
CPPCABA, ya que no es un supuesto expresamente previsto. Esta última ha sido la solución brin-
dada por el Tribunal Superior en el expte. “Escalante, Damián Gabriel”, del 22/10/15. En este
caso, el Tribunal Superior entendió, por mayoría, que para tales supuestos —la Cámara eleva la
pena como consecuencia de una modificación en la calificación legal al aplicar la agravante pre-
vista en el art. 189 bis, inc. 2º, último párrafo, CP—, la sentencia debe poder ser revisada por otra
sala de la misma Cámara para que vuelva a pronunciarse sobre la aplicación de la agravante y el
aumento de pena que de ella se deriva, puntos sobre los cuales no se ha satisfecho el doble con-
forme, en virtud de lo dispuesto por los arts. 8º.2.h de la CADH y 14.5 del PIDCP, según las pre-
visiones del art. 290 del CPPCABA. Esto se debe a que el recurso de inconstitucionalidad previs-
to ante el Tribunal Superior, tal como está regulado por la ley 402, no cumple con los requisitos
para garantizar la garantía invocada con la extensión que se requiere. Para fundamentar su
decisión, el Tribunal Superior citó a los fallos “Duarte, Felicia”, del 5/8/14 y “Chambla, Nicolás
Guillermo”, del 5/8/14, ambos de la Corte Suprema (expte. nº 11761, “Escalante, Damián
Gabriel”, del 22/10/15. En cambio, la disidencia advierte, entre otras cuestiones, que en el caso
la condena —aunque modificada parcialmente en función de una circunstancia agravante
específica no aplicada previamente— fue confirmada sobre la base de la misma plataforma fác-
tica). Por tanto, la disposición en estudio resulta aplicable no solo como establece su texto cuan-
do se revoca una sentencia absolutoria y se dicta condena —cuestión de puro derecho—, sino
también cuando la Cámara incrementa el monto punitivo.
Por otro lado, se ha señalado no merece reparos el hecho de que los nuevos jueces encar-
gados de revisar la condena pertenezcan al mismo tribunal que la dictó ya que la expresión Tri-
bunal Superior (art. 8º.2.h, CADH) solo alude a la idea de reexamen, repetición o renovación
de la discusión del caso por un cuerpo judicial distinto, o integrado por personas distintas de
aquel que tomó la decisión de acoger total o parcialmente la acusación. Este cuerpo es supe-
rior al de primer grado solo en el sentido de su competencia para confirmar la decisión recu-
rrida o eliminarla y reemplazarla por la definitiva. Por ello, el recurso idóneo y amplio contra
— ELIZABETH A. MARUM —
283 TÍTULO IV — RECURSO DE INAPLICABILIDAD DE LEY Art. 291
TÍTULO IV
RECURSO DE INAPLICABILIDAD
DE LEY
Capítulo único
— ELIZABETH A. MARUM —
Art. 291 LIBRO IV — RECURSOS 284
hubiera querido extender a aquellas decisiones que resulten equiparables a sentencia definiti-
va —y más allá de si la impugnada reviste o no tal carácter—, lo hubiese previsto expresamen-
te tal como lo ha establecido en el recurso de apelación, a los fines de establecer el procedi-
miento a seguir en su tramitación (art. 283, párr. 2º, CPPCABA) [CAPCF, Sala I, 10/4/08, “Sala,
Pablo Román”, causa nº 33447]. Lo propio se decidió respecto de la resolución que declaró la
nulidad del proceso a partir de la audiencia de mediación obrante a fs. 161 y de todo lo obrado
en su consecuencia, por no revestir el carácter de sentencia definitiva [CAPCF, Sala I, 9/11/10,
“Romero, Aníbal Jerónimo”, causa nº 19074] y de la que concedió la suspensión del juicio a
prueba por no constituir sentencia definitiva [CAPCF, Sala I, 20/8/13, “Brichetti, Jonathan Nor-
berto y otro”, causa nº 7154].
Igualmente, la CAPCF resolvió que la resolución que revocó una medida cautelar dispuesta
—con sustento en que no puede reputarse como medio comisivo del art. 181, inc. 1º del CP, la
fuerza ejercida sobre las cosas— no solo no es una sentencia definitiva, sino que tampoco oca-
sionó agravio irreparable, en virtud de no haberse ordenado el archivo de las actuaciones por-
que el desarrollo de la investigación penal preparatoria podría arrojar nuevas pruebas respec-
to de la modalidad empleada. Por ello, y dado que la decisión no puso fin al proceso se declaró
inadmisible el recurso de inaplicabilidad de ley [CAPCF, Sala III, 13/4/15, “Lezcano, Celeste y
otros”, causa nº 7535].
Existe contradicción que autoriza el recurso examinado en el supuesto de que, mediando
una situación de hecho sustancialmente similar, el sentido jurídico que le asigna la sentencia re-
currida no coincide con el que le atribuyó el fallo dictado con anterioridad, sea por haberse apli-
cado normas distintas o una misma norma con diverso alcance. No es, por tanto, exigible, la
existencia de una estricta identidad fáctica entre ambas resoluciones, sino una afinidad axioló-
gica entre las circunstancias que las motivaron y de la que quepa inferir la diversa comprensión
que se les ha asignado [Palacio, Los recursos …, p. 187].
Si la situación de hecho de los fallos invocados como contradictorios no resulta sustancial-
mente similar, esos casos no serán idóneos para sustentar el recurso. Así, la CAPCF sostuvo que
si las circunstancias fácticas analizadas en los fallos citados por el recurrente —un caso era de
protesta social no punible y el otro de ocupación ilegítima de espacios públicos— difieren sus-
tancialmente de las de autos —usurpación de propiedad privada—, tales citas no pueden ser
tomadas en cuenta a los fines de la procedencia de la vía articulada, por lo que declaró inadmi-
sible el recurso de inaplicabilidad [CAPCF, Sala III, 8/4/15, “Villalba, Carlos Rubén”, causa nº
4637]. Lo propio se resolvió cuando el holding de las resoluciones invocadas, supuestamente
contradictorias con aquella que se recurre, son sustancialmente diferentes, por no existir iden-
tidad del tema objeto de resolución [CAPCF, Sala I, 17/5/11, “Altaminaro, Juan Gregorio”, cau-
sa nº 37863]. También se rechazó el recurso por resultar distinta tanto la base fáctica como jurí-
dica de la decisión de la Sala con las resoluciones citadas por el recurrente [CAPCF, Sala I, 28/2/14,
“Gómez Fiscella, Mariana y otros”, causa nº 16202].
Asimismo, se dejó constancia que la habilitación del recurso se encuentra supeditada a que
en la causa se compruebe la presencia de discrepancias en la interpretación de las normas que
— ELIZABETH A. MARUM —
285 TÍTULO IV — RECURSO DE INAPLICABILIDAD DE LEY Art. 291
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Art. 292 LIBRO IV — RECURSOS 286
recurso es errada, pues más allá de la naturaleza de la norma en discusión debe evaluarse si la
sentencia que contradice el precedente citado por la parte es pasible de generar un agravio
que no pueda ser atendido en otra ocasión procesal, es decir, de imposible reparación ulterior
[Límites …, p. 69].
Están excluidas las cuestiones de hecho y prueba, que son propias de cada caso concreto.
En relación con la impugnabilidad subjetiva, el recurso puede ser interpuesto por cual-
quiera de las partes, siempre que reúna el requisito genérico del interés directo, ante la sala
interviniente o que dictó el fallo impugnado, dentro de los cinco días computados desde la
notificación de la sentencia. Se trata de un plazo individual y perentorio, que no se interrum-
pe ni suspende a raíz de la interposición de recursos declarados improcedentes [Palacio, Los
recursos …, p. 188].
El escrito debe bastarse a sí mismo, demostrando en forma clara y concreta cual es la con-
tradicción que existe entre el fallo y la doctrina fijada en el precedente citado. El recurso debe
considerarse carente de fundamentación si omite indicar con precisión los precedentes juris-
prudenciales opuestos al fallo recurrido u omite hacer una referencia a los juicios en que ellos
recayeron, o si los pronunciamientos aludidos son citados incompleta o defectuosamente, de
modo que no pueden ser ubicados. Debe contener la réplica de los fundamentos jurídicos que
sustentan el fallo recurrido y de la correlativa afirmación del acierto de que a su juicio goza el
precedente, en todo lo cual va implícito el señalamiento del vicio de que aquel adolece y la peti-
ción de que sea revocado [Palacio, Los recursos …, p. 189].
A los fines de la fundamentación no resulta suficiente con las citas de los fallos contradicto-
rios, sino que debe señalarse en qué consisten tales contradicciones. En tal sentido la CAPCF sos-
tuvo que el defensor en su recurso se limitó a citar la sentencia de otra sala de la Cámara, la que
a su entender resulta contradictoria respecto de la dictada en autos, mas no brinda argumen-
tos a fin de demostrar en qué radican las pretendidas contradicciones entre ambas sentencias y
no marca las diferencias respecto del fallo de la otra sala, por lo que no logró una correcta fun-
damentación del recurso [CAPCF, Sala I, 20/8/13, “Brichetti, Jonathan Norberto y otro”, causa nº
7154]. Mencionó, en otro caso, que el presentante no desarrolló fundamentación suficiente a
efectos de intentar poner de resalto la coincidencia temática de ambos fallos y luego, de existir,
demostrar la presunta contradicción que torne viable el remedio en examen, máxime si —como
ocurría en el caso— se trata de supuestos que no presentan discrepancias [CAPCF, Sala II,
12/9/13, “Amberk, Carlos Sebastián”, causa nº 20703].
Asimismo, y conforme lo exige la disposición, debe acompañarse —al momento de su pre-
sentación— una copia para cada una de las partes.
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287 TÍTULO IV — RECURSO DE INAPLICABILIDAD DE LEY Arts. 293/294
La norma apunta a que si eventualmente se dictara un fallo plenario que unificase la juris-
prudencia, dicho fallo alcance a todas los casos que se encuentren en trámite en la Cámara al
momento de la presentación del recurso, de modo que no queden excluidos de la doctrina ema-
nada otros que, por haber sido resueltos con anterioridad, no resulten abarcados por el plena-
rio. A tal fin, se dispone la comunicación a las demás salas del tribunal, a efectos de que se sus-
penda el trámite si se debaten las mismas cuestiones.
El párr. 1º regula el procedimiento para el caso de que se hubiera admitido el recurso. El juz-
gamiento atinente a la admisibilidad corresponde a la sala que dictó el fallo impugnado. La admi-
sibilidad se halla condicionada a la contradicción existente entre la doctrina establecida por la
sentencia impugnada y la resultante de otra sentencia proveniente de otra sala de la misma
Cámara o, eventualmente, de la misma. Tal contradicción obra como esencial motivo del recurso.
Si fuera admitido el recurso, se le otorga traslado a las partes por el término de diez días. Una
vez vencido el plazo, se envían las actuaciones a la Presidencia de la Cámara a los fines de la con-
tinuación del trámite.
El párr. 2º dispone que la Presidencia de la Cámara fija definitivamente las cuestiones a
resolver, tras la realización de una consulta a todos sus integrantes, quienes podrán opinar
sobre los puntos a decidir dentro del plazo de diez días, como así también sobre la admisibili-
dad del recurso.
El tercer párrafo establece que la Presidencia fija una fecha de acuerdo a los fines de resol-
ver las cuestiones, dentro de los treinta días el que se lleva a cabo con un quórum de dos tercios
de los jueces que integran la Cámara.
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Art. 295 LIBRO IV — RECURSOS 288
El último párrafo prevé que la decisión del recurso se adoptará por el voto de la mayoría de
los jueces que integran la Cámara y, en caso de empate, decide el presidente. Cada una de las
cuestiones se trata y vota en el orden fijado.
Aquí se vota previamente la admisibilidad del recurso, que si bien lo decide preliminarmen-
te la Sala donde se presenta el recurso, la Cámara en pleno debe expedirse nuevamente sobre
aquel extremo. En tal sentido la CAPCF decidió en el Acuerdo Plenario nº 2 del 12/8/14 que el tri-
bunal está autorizado a revisar el juicio de admisibilidad efectuado por la sala de origen y deci-
dió declarar inadmisible el recurso de inaplicabilidad de ley atento a que ante el Tribunal Supe-
rior tramitaba una causa que versaba sobre el mismo asunto que fue motivo de convocatoria al
plenario, a fin de evitar el posible dictado de resoluciones contradictorias y un dispendio juris-
diccional innecesario [“Meligrana, Néstor Fabián”].
Art. 295. — «Fallo. Efectos». La decisión alcanzada por la mayoría de los/as Jue-
ces/zas presentes en el acuerdo, del modo previsto en el artículo precedente, fijará la
doctrina de la Cámara por los próximos dos años, la que será obligatoria solo para sus
integrantes.
Si la decisión fuera contradictoria con la dictada en la causa donde se interpuso el re-
curso, la Sala originaria dejará sin efecto la sentencia y dictará otra con arreglo a la
doctrina obligatoria.
El párr. 1º dispone que la sentencia plenaria establece la doctrina aplicable por un período
limitado (dos años), cuya obligatoriedad alcanza, a diferencia de otros ordenamientos proce-
sales, solo a los jueces de la Cámara y no a los de primera instancia. Se consigna, entonces, un
límite temporario a lo dispuesto por el fallo plenario y otro límite en cuanto a los sujetos alcan-
zados por la doctrina.
Las limitaciones apuntan a sortear las objeciones doctrinarias dirigidas contra los fallos ple-
narios en otros ordenamientos procesales donde la obligatoriedad alcanza también a los tri-
bunales inferiores, que no logran ser desvirtuadas en su totalidad, al menos respecto de los jue-
ces de Cámara que votaron en disidencia a la doctrina plenaria.
En ese sentido, la fuerza vinculante de los fallos planarios ha despertado críticas y se discute
su constitucionalidad. Las críticas se centran en el indebido ejercicio de función legislativa por
parte del poder judicial; la independencia e imparcialidad del juzgador; la violación al derecho
a la doble instancia, pues se tornaría abstracta la vía recursiva. Los argumentos a favor se cen-
tran en el principio de igualdad, pues se aplica la misma solución a casos semejantes [Solimine
- Pirozzo, Los recursos …, ps. 217 a 221].
Se ha dicho que la obligatoriedad del fallo plenario vulnera la libertad e independencia in-
terna de los jueces al emitir sus decisiones y lesiona la resolución del caso concreto en el que de-
be adecuar la letra de la ley a las mutaciones de la realidad. No se trata del ejercicio de presión
alguna, sino que el juez ya sabe cómo debe resolver, eliminándose cualquier tipo de posibilidad
de autodeterminación frente al caso. A su vez, el justiciable se ve impedido del análisis de su
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289 TÍTULO IV — RECURSO DE INAPLICABILIDAD DE LEY Art. 296
situación particular, pues estará siempre sujeto a una modalidad de decisión preestablecida.
Además, la obligatoriedad del precedente afecta de modo indirecto el derecho al recurso y, co-
mo consecuencia de ello, el derecho de defensa en juicio y debido proceso. El acatamiento del
plenario implica adelantar la resolución del recurso y, por tanto, dejarlo sin posibilidad de revi-
sar su propia posición [CNCP, Sala III, 22/3/06, “Gálvez, Gastón”, causa nº 6387, voto en disiden-
cia]. Contrariamente, se dijo que la posibilidad de dictar fallos plenarios no se superpone con la
del legislador, toda vez que los jueces no legislan, sino que determinan el verdadero sentido y
alcance de las leyes, es una actividad intra legem que las integra, pero no las modifica (voto
mayoritario).
Maier señala que resulta difícil su cuestionamiento constitucional ante la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, porque por regla el contenido de la decisión trata sobre la interpretación
de la ley común. Refiere que existe un exagerado optimismo en la eficacia de estos fallos, pues
los plenarios cumplen una función normativa con palabras y conceptos abstractos, vale decir de
la misma forma que la ley, por lo que les sucederá lo mismo que a la ley: necesitarán una inter-
pretación más compleja o sencilla según los casos concretos futuros que se presenten a su apli-
cación. El hecho real es tan rico en cualidades distintivas que no puede ser atrapado fácilmente
por un concepto anterior a él y, al contrario, como acontecimiento concreto es muy específico
en sus determinaciones infinitas. Por el contrario, las palabras y los conceptos son imprecisos al
pretender abarcar objetos reales, en atención a la textura abierta del lenguaje. De allí que los
fallos plenarios hayan dado lugar a problemas insolubles, irremediables por la jurisprudencia,
incluso por su tendencia natural al casuismo [Derecho …, t. I, 2ª ed., 2004, ps. 135 a 138].
El último párrafo se refiere a los efectos del plenario sobre la decisión contra la que se inter-
puso el recurso. Lo resuelto puede coincidir con la sentencia impugnada o con el precedente in-
vocado. En el segundo caso, la sala originaria deja sin efecto la sentencia y dicta una nueva acor-
de a la doctrina establecida. En tal sentido, la Sala II de la CAPCF hizo lugar a un recurso de ina-
plicabilidad de ley interpuesto por el fiscal, dejó sin efecto la resolución por ella dictada que re-
vocaba la condena y confirmó el fallo del juzgado de primera instancia [CAPCF, Sala II, 28/3/14,
“5210 S.A.”, causa nº 30852].
La doctrina de los fallos plenarios debe considerarse inaplicable cuando ha sido superada
por una doctrina de la Corte Suprema que es inconciliable.
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Art. 297 LIBRO IV — RECURSOS 290
Cámara respecto del pedido de nuevo acuerdo. En estos casos, la doctrina puede modificarse
por simple mayoría —con al menos igual cantidad de votos que los obtenidos en el precedente
que se quiere modificar— y se aplica el trámite previsto en los arts. 293 y 294.
TÍTULO V
ACCIÓN DE REVISIÓN
Capítulo único
La revisión debe ser considerada al margen de los recursos en sentido propio, pues respecto
de ella no rigen los principios generales acerca del vencimiento de los plazos legales para dedu-
cirlos, pues este procede en todo tiempo y contra las sentencias firmes. Por ello ha sido consi-
derado una pretensión invalidatoria autónoma que, como tal, es objeto de un nuevo proceso
[Palacio, Los recursos …, p. 14, con cita de D’Albora, Código …, 3ª ed., 1997, p. 771; Fenech, De-
recho …, 1960, t. II, p. 1200; y Viada López-Puigcerver, Curso …, 1962, t. II, p. 354].
Para Clariá Olmedo no constituye un recurso en sentido estricto, sino una acción impugna-
tiva [Tratado …, t. V, p. 565], posición receptada por la normativa procesal local que lo denomi-
na acción de revisión.
Es un remedio excepcional o extraordinario que se dirige contra la cosa juzgada sustantiva
y que supone la verificación de alguna circunstancia nueva (hecho, sentencia o ley) que permi-
ta la revisión. Tiene un fin jurídico práctico, que es el de reparar una injusticia material, verda-
dera o supuesta, y no el corregir errores judiciales de apreciación de la prueba, pues no tolera
la crítica al valor probatorio [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1252]. La senten-
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291 TÍTULO V — ACCIÓN DE REVISIÓN Art. 297
cia absolutoria es irrevisable, pues el recurso solo opera a favor del condenado. Ello resulta
como consecuencia de la aplicación del principio de ne bis in idem.
Procede contra la sentencia condenatoria firme, es decir una decisión sobre el fondo con ca-
rácter de definitiva, con lo que quedan excluidas las resoluciones interlocutorias, aunque se
pronunciaren sobre el fondo, que no pongan fin al proceso. No es necesario que se trate de la
dictada por el tribunal de último grado, esto es, no se requiere el agotamiento de las instancias
ordinarias o extraordinarias [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 566].
No existe plazo para su interposición: la normativa es clara cuando reza “en todo tiempo”, por
lo que puede ser deducido aun después de la muerte del condenado por sus parientes (art. 299,
CPPCABA). Por ello, no corresponde valorar el eventual agotamiento de la condena para decla-
rar su improcedencia, pues no puede haber condena más agotada que la del condenado muer-
to, ni interés mayor que el del condenado vivo en obtener la modificación de su condena. Sin em-
bargo, se ha considerado inviable el recurso en los casos de agotamiento de la sanción [CSJN, JA,
1987-IV-28], salvo que se presente la eventualidad de revocación de la condicionalidad de la
pena, conforme el art. 27 del CP [Navarro - Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, ps. 1253 y 1254].
No está regulado el caso en que el acusado muere después del pronunciamiento de la sen-
tencia, pero antes de que quede firme. La continuación del proceso ya no es posible, pero tam-
poco la revisión, pues ella supone una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada. Sin em-
bargo, deben ser aplicadas analógicamente estas disposiciones [Roxin, Derecho …, p. 493].
En el inc. 1º la inconciliabilidad de la cosa juzgada se manifiesta cuando dos sentencias pena-
les firmes resultan contradictorias en su conclusión de hecho, no obstante versar sobre su mis-
ma imputación material objetiva. Debe confrontarse la sentencia condenatoria cuya revisión se
pretende, con la sentencia condenatoria o absolutoria proclamada antes o después de aquella.
La inconsecuencia ha de estar en los hechos establecidos como fundamento de lo decidido y no
en el dispositivo. Solo podrá hablarse de inconsecuencia cuando el contraste sea evidente y no
tan solo en aspectos secundarios o marginales que no hayan influido en la decisión [Clariá Ol-
medo, Tratado …, t. V, ps. 569 y 570].
El inc. 2º exige la demostración de la falsedad de la prueba por cuya consecuencia se dictó la
condena. Se trata de prueba de hechos destructores de los elementos de convicción tenidos en
cuenta para el pronunciamiento condenatorio. La razón de la revisión se funda en que el fallo
condenatorio se obtuvo mediante fraude [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, ps. 571 y 572]. No es
necesario que la falsedad se haya declarado en otra sentencia penal, pues puede provenir de
otro fuero, aunque debe referirse a elementos probatorios cuya falsedad se acredite en un fallo
dictado más tarde. Tampoco puede descartarse que la falsedad provenga de una sentencia ab-
solutoria o de un sobreseimiento que hubiere concluido en la existencia del hecho y su carácter
delictuoso, cuando el nuevo pronunciamiento destruya los elementos de convicción tenidos en
cuenta para dictar el fallo condenatorio [D’Albora, Código …, p. 1064; Navarro - Daray, Códi-
go Procesal …, 2004, t. 2, p. 1055]. El caso no implica la revisión de la prueba que sustentó la con-
dena, sino un cotejo con el otro fallo que deje demostrada la falsedad [Navarro - Daray, Códi-
go Procesal …, 2004, ps. 1056 y 1057].
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Art. 297 LIBRO IV — RECURSOS 292
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293 TÍTULO V — ACCIÓN DE REVISIÓN Art. 297
igualdad ante la ley y al derecho de defensa, análoga a la que procuró evitar la Corte cuando
admitió que favoreciesen a los apelantes recursos interpuestos por terceros, a los efectos de evi-
tar el escándalo jurídico que supondría que quienes son autores de hechos de similar naturale-
za reciban un tratamiento distinto, por virtud de alternativas procesales no imputables a los in-
teresados. Hernán Gullco critica la posición mayoritaria del fallo y afirma que existen argu-
mentos sólidos para aceptar la aplicación de la nueva jurisprudencia aun a las sentencias pasa-
das en autoridad de cosa juzgada. Con cita del autor norteamericano H. Schwartz, afirma que
“dado que los derechos en materia de derecho procesal penal recientemente creados pertene-
cen a la esencia misma de la libertad ordenada, no se debería permitir a los estados continuar
privando de su libertad a las personas con fundamentos en procedimientos que ahora son con-
siderados contrarios a la clase de proceso justo que es el objetivo constitucional de nuestro país
(…) las recientes decisiones no han descubierto o creado nuevos derechos; antes bien solo han
otorgado nuevos remedios federales para viejos males (…) la novedad del remedio no elimina
las faltas del procedimiento cuestionado …”. Este razonamiento constituye para el autor, la ra-
zón de ser del recurso de revisión: “… La autoridad de la cosa juzgada cede en el caso, frente a
los graves y evidentes errores que puedan haberse producido en el juicio, por las causales que
la ley establece para hacer procedente el recurso. El mismo Manzini dice a su respecto que el in-
terés por mantener firmes las decisiones jurisdiccionales no podía prevalecer sobre el interés de
hacer triunfar la justicia sustancial, sobre la justicia formal”. Por otra parte, no parece justifica-
do aceptar la legitimidad de condenas anteriores pasadas en autoridad de cosa juzgada, en las
cuales también había un pedido absolutorio, por la sola circunstancia de que los imputados en
estos casos tuvieron la “mala suerte” de ser perseguidos penalmente antes del dictado de la ju-
risprudencia más garantista. Sin embargo, señala Gullco, que el concepto “ley” utilizado en la
regulación se refiere a la ley en sentido formal, por lo que con fundamento en los textos legis-
lativos no corresponde hacer lugar al recurso de revisión. Por ello ante el conflicto con los prin-
cipios constitucionales que parecen autorizar una revisión de las condenas en supuestos de
nueva jurisprudencia más favorable, de un lado, y la existencia de textos legales que impiden la
revisión, la única solución acorde, sería la declaración de inconstitucionalidad de la norma res-
trictiva. De modo que la petición de aplicación de la jurisprudencia más favorable tiene funda-
mento directo en la Constitución Nacional [Gullco, El recurso …].
Las causales son taxativas, esto es, se trata de un numerus clausus, lo cual impide su exten-
sión a otros no contenidos en la norma de manera expresa. El tribunal puede declarar la inad-
misibilidad de la acción, por no ajustarse a ninguna de las hipótesis enunciadas y así declararlo
sin que sea necesario más trámite. En tal sentido, se decidió que debe rechazarse el recurso de
revisión si no se fundamentó en ninguna de las causales previstas en la ley, pues la vía es impro-
cedente fuera de los casos expresamente determinados por el legislador, dado que persigue la
remoción de una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada y conmueve el principio de se-
guridad jurídica [CNCP, Sala II, 23/11/00, “Felicetti, Roberto y otros”, LL, 2001-B-145]. En el cita-
do fallo se rechazó el recurso de revisión, pues la creación por vía legislativa del recurso de casa-
ción contra las resoluciones de los tribunales orales, aun cuando consagra una instancia reviso-
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Arts. 298/299 LIBRO IV — RECURSOS 294
ra de la sentencia definitiva que antes no existía respecto de las personas condenadas, no en-
cuadra en la noción de ley penal más benigna que torna procedente el recurso de revisión. La
noción de ley penal más benigna (art. 2º, CP) es inaplicable frente a normas de carácter proce-
sal, pues aquella solamente refiere a la modificación de una sentencia impuesta por la ley de
fondo. Bidart Campos critica esta óptica a la luz del principio pro homine [La exigencia …, p. 142].
En cambio, la jurisprudencia admitió el remedio en cuestión contra la condena de un menor
porque el TOC no advirtió la edad al fallar [CNCP, Sala III, JA, 2000-IV-687), como así también si
se han vuelto a unificar penas que ya lo fueron a través de un pronunciamiento con un alcance
de cosa juzgada [CNCP, Sala IV, DJ, 2002-1-381, todos citados por D’Álbora, Código …, p. 1063];
por haberlo considerado erróneamente inimputable; o el error acerca de la identidad del con-
denado; o la falta de consideración de la colaboración del art. 29 ter de la ley 23.737 [Navarro -
Daray, Código Procesal …, 2004, t. 2, p. 1256].
Ayán considera que, como principio general, en la revisión quedan totalmente excluidos los
vicios in iudicando iuris, así como los in procedendo. Se prevén como motivos los errores de
hecho, pero no en cuanto fluyan del material histórico que tuvo en cuenta el juzgador para dic-
tar el pronunciamiento, sino que esos errores deben surgir de hechos nuevos, esto es, de acon-
tecimientos ocurridos o descubiertos con posterioridad a la resolución impugnada [Recur-
sos …, p. 191].
Clariá Olmedo indica que quedan excluidos los vicios in procedendo porque solo pueden ra-
dicar en el desenvolvimiento del proceso o en la construcción de la sentencia. Como típicos mo-
tivos de revisión quedan los errores de hecho en cuanto ponen de manifiesto la injusticia de la
condena penal. Este tipo de error judicial es el que se pretende eliminar, pero no en cuanto flu-
ya del material histórico que tuvo o debió tener en cuenta el juzgador en función de las cir-
cunstancias de autos sometidas a crítica. Debe surgir, en cambio, como consecuencia de hechos
nuevos en sentido amplio, de acontecimientos ocurridos o descubiertos con posterioridad al
pronunciamiento impugnado —sobreviniencia-— [Tratado …, t. V, ps. 568 y 569].
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295 TÍTULO V — ACCIÓN DE REVISIÓN Art. 300
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Arts. 301/302 LIBRO IV — RECURSOS 296
cándose si se han producido después de la sentencia o antes de ella y cuando los conoció el im-
pugnante; 2) las disposiciones legales pertinentes, más aun si se pretende la aplicación de una
ley más benigna o el encuadramiento del hecho incriminado en una norma de penalidad me-
nos gravosa; 3) los testimonios y pruebas, con copias de las resoluciones invocadas, los docu-
mentos, que deben acompañar al escrito de instancia, o se indicará el archivo, protocolo o regis-
tro donde pueden ser examinados; los nuevos medios de prueba descubiertos y la indicación de
las medidas que se estime necesario practicar; 4) lo que se pretende demostrar, es decir, la ine-
xistencia del hecho, su no comisión por el condenado, su conminación con escala menor o la fal-
ta total de prueba como basamento de la condena; 5) la causa a la que se refiere, el nombre del
que se presenta y del condenado, los datos identificadores de la sentencia impugnada y se cons-
tituirá domicilio [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 579].
Es posible sortear ciertas imperfecciones del escrito si el recurso se estima articulado in pau-
peris [D’Albora, Código …, p. 1061].
Se presente ante el tribunal ad quem, sea este el mismo que falló en la causa de la condena
impugnada o sea otro de mayor jerarquía [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 580], pero —según
el párr. 2º— si se trata de la misma Sala que dictó la sentencia, debe intervenir otra, si se impug-
nara su legalidad.
El último párrafo exige la presentación de copias de la sentencia que se impugna (para las
hipótesis de los incs. 1º, 2º y 3º del art. 297), como así también se señalen las pruebas que acre-
diten el delito cometido para el supuesto previsto en el inc. 3º.
El párr. 1º remite a las normas procesales que rigen el recurso de apelación, en la medida de
que sean compatibles. En el trámite debe escucharse al Ministerio Público Fiscal.
El párr. 2º permite la realización de medidas probatorias útiles para la decisión. La Cámara
tiene facultades autónomas en la producción de diligencias, que deberán cumplirse través de
alguno de sus miembros.
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297 TÍTULO V — ACCIÓN DE REVISIÓN Arts. 303/304
Si se hace lugar al recurso y se declara la nulidad del fallo impugnado, deberá dictarse sen-
tencia siempre y cuando se cuente con los elementos suficientes para ello. Caso contrario se
deberán enviar las actuaciones al tribunal de grado para la realización de otro juicio. La remi-
sión para que se celebre un nuevo juicio solo es aplicable a los casos que así lo requieran, es
decir, que no lo es si la Cámara puede dictar sentencia con sustento en la prueba aportada. Tra-
tándose de una cuestión de derecho (incs. 4º, in fine y 5º) podrá dictar sentencia acorde a la ley
aplicable.
La labor que le cabe al tribunal ad quem se articula en dos fases tradicionalmente denomi-
nada iudicium rescindens y iudicium rescissorium. En la primera, el tribunal debe determinar si
concurren las condiciones para poder rescindir la sentencia impugnada. En la segunda, si ha si-
do revocada la sentencia el mismo tribunal o uno diverso debe sustituirla por otra. Aquella se
agota al verificar si, a la luz de las nuevas circunstancias, la sentencia impugnada resulta insos-
tenible, pero no cae la cosa juzgada si los nuevos hechos resultan pasibles de una interpretación
razonable que evidencie que no media contradicción [D’Álbora, Código …, p. 1061].
Es decir que si se admite la acción, a veces se limitan las facultades del tribunal al ejercicio de
la competencia negativa, esto es, a eliminar la condena cuestionada; en otras ocasiones el tri-
bunal tiene también competencia positiva y sustituye el fallo anulado. En general el nuevo jui-
cio se subordina a la necesidad de otro debate sobre el mérito de la causa. El tribunal en el deba-
te posterior debe respetar la cosa juzgada y limitar el nuevo juicio a los motivos que ocasiona-
ron el reenvío, pues la sentencia no desaparece como instrumento sino que solo se ataca la con-
dena para mejorar la situación del impugnante; por ende, la remisión puede ser parcial, por
ejemplo, en el caso del concurso real (art. 55, CP), si no se han atacado todos los hechos que lo
conforman. A su vez, la Cámara puede reenviar a juicio por un motivo diverso del invocado, ya
que no queda vinculada por las causales [D’Albora, Código …, p. 1069].
Rige el efecto extensivo de la sentencia revisada (art. 272, CPPCABA).
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Arts. 305/306 LIBRO IV — RECURSOS 298
El párr. 1º apunta a preservar la imparcialidad de los jueces que intervengan en el nuevo jui-
cio. De allí que está vedada la participación de los magistrados que ya han dictado sentencia.
El párr. 2º exige que al dictar sentencia se tomen en consideración los fundamentos que
motivaron la revisión. No se puede dictar sentencia absolutoria prescindiendo de dichos fun-
damentos y por la sola apreciación distinta de los hechos ya juzgados. Es decir, no se admite una
nueva ponderación de la prueba ya incorporada, a menos que se una a elementos allegados con
posterioridad y conducentes para acreditar que el hecho no existió o que el condenado no lo
cometió. Los hechos o el descubrimiento de elementos con posterioridad a la sentencia impug-
nada constituyen la base ineludible del juicio rescisorio, que puede ser integrada por los ele-
mentos fácticos del proceso anterior [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 569].
Art. 305. — «Efectos civiles». Cuando la sentencia sea absolutoria, además de dis-
ponerse la inmediata libertad del/la condenado/a y el cese de toda interdicción, de-
berá ordenarse la restitución de la suma pagada en concepto de pena y/o de indem-
nización, siempre que haya sido citado el actor civil.
La norma prevé ordenar la reparación del daño causado por la sentencia errónea que ha
sido objeto de acción de revisión, pero debe existir un pedido de parte en tal sentido. La repa-
ración procede solo en caso de que el condenado no hubiera concurrido a causarlo. La circuns-
tancia de tratarse de un condenado que soportó parcial o totalmente las consecuencias de una
pena injusta, hace que el acogimiento favorable de la revisión implique una pública reivindica-
ción del afectado y abre la posibilidad de un pronunciamiento de reparación material [Clariá
Olmedo, Tratado …, t. V, p. 565].
Esta reparación se circunscribe al supuesto en que la revisión progresa y quedan excluidos
otros posibles casos de errores judiciales. Esta petición puede presentarse ante la Cámara si, al
— ELIZABETH A. MARUM —
299 TÍTULO I — DISPOSICIONES GENERALES Arts. 307/308
ejercitar competencia positiva absuelve; cuando el resultado es el mismo pero hubo reenvío,
debe ser formulada ante el tribunal de juicio oral. Si la revisión procede en virtud del inc. 5º del
art. 297 del CPCABA, al haber resultado justa la condena sufrida hasta la aplicación de la ley más
benigna, no corresponde la reparación [D’Albora, Código …, p. 1071].
El art. 10 de la CADH establece que toda persona tiene derecho a ser indemnizada confor-
me la ley en caso de haber sido condenada en sentencia firme por error judicial. En el mismo sen-
tido, el art. 9º, p. 5 del PIDCP. Esta disposición alcanza no solo al condenado, sino también a sus
herederos forzosos, en caso de muerte de aquel.
La desestimación no precluye un nuevo reclamo, siempre que los elementos aportados sean
diferentes [D’Albora, Código …, p. 1072]. Si la instancia se declara inadmisible por defecto de for-
ma o por haberse presentado ante un tribunal distinto, podrá insistirse nuevamente. Si la revisión
fue rechazada en cuanto al fondo, solo habrá preclusión con respecto al motivo invocado y a los
elementos de juicio aportados, pero no perjudica el derecho de formular nueva instancia por otro
motivo o fundada en diversos elementos de juicio [Clariá Olmedo, Tratado …, t. V, p. 580].
LIBRO V
EJECUCIÓN
TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES
Capítulo único
1* Comentario a los artículos 308 a 347 elaborado por los doctores Javier Esteban de la Fuente y Ma-
riana Salduna, con la colaboración de la doctora Carolina Spósito en la búsqueda de la jurisprudencia vin-
culada a la materia.
diferencia respecto al régimen previsto en el Código Procesal Penal de la Nación, en el que exis-
ten juzgados especializados en materia de ejecución penal, que tienen a su cargo la ejecución
de ciertas decisiones como la suspensión del juicio a prueba, las medidas de seguridad o las sen-
tencias condenatorias.
Son objeto de ejecución tanto las sentencias definitivas, ya sea condenatorias o absoluto-
rias, como cualquier resolución que puede adoptarse a lo largo del proceso y que necesaria-
mente requiere una actividad posterior destinada a comunicar y hacer efectiva la decisión. Es
decir, una vez que la resolución adquiere firmeza, el mismo juez que la tomó es quien debe
adoptar los recaudos para que se cumpla con lo dispuesto, y cualquier planteo o incidencia que
se presente debe ser analizada y resuelta por el mismo magistrado.
La jurisprudencia local ha registrado casos de intervención del magistrado en cuestiones vin-
culadas a las ejecución de la pena, como ser: a) el control de legalidad en la imposición de san-
ciones disciplinarias a los internos [CAPCF, Sala I, 16/7/08, “Rodríguez, Marcelo José”, causa nº
4635-01/08; ídem, 24/4/14, “Peñaranda Durand Molina, Hiroyi”, causa nº 22025-02/11, donde se
declaró la nulidad de la aplicación de una sanción disciplinaria consistente en el aislamiento en
una celda individual, cuando se había omitido el deber de notificarla de forma inmediata al juez
interviniente; e ídem, Sala III, 12/8/14, “Moreno, Diego Ezequiel”, causa nº 12819-03/13, cuando
dicha sanción fue determinada por un funcionario diferente del director del establecimiento
correspondiente, único facultado al ejercicio de tal prerrogativa]; b) la modificación de las con-
diciones cualitativas de cumplimiento de la pena impuesta, en virtud de que el principio de judi-
cialización impone que todas las medidas tomadas en tal sentido deben ser adoptadas o contro-
ladas por un magistrado, dentro de un marco en el que se observen las garantías propias del pro-
cedimiento penal [CAPCF, Sala II, 18/2/09, “Freitas o Feitas, Gastón David o Gastón Daniel”, cau-
sa nº 25138-05/07, en un caso en que la defensa había solicitado el adelantamiento de la fase de
ejecución de la pena y el cambio de calificación del concepto efectuada por el servicio peniten-
ciario; y, en el mismo sentido, CAPCF, Sala II, 13/4/10, “Díaz, Jonhatan Nicolás”, causa nº 11093-
03/08; e ídem, Sala I, 15/7/11, “Taboada Ortíz, Víctor”, causa nº 13051-05/08]; c) la revinculación
entre el interno y sus hijos menores de edad [CAPCF, Sala III, 21/10/11, “Responsable del Servicio
Penitenciario Federal”, causa nº 46144/11], y d) el control de los informes penitenciarios ten-
dientes a la resolución de aspectos relativos a su cumplimiento [CAPCF, Sala I, 15/10/15, “Rome-
ro, Ezequiel”, causa nº 3252/15, tratándose de un informe con miras a resolver el otorgamiento
de la libertad condicional, en el marco del art. 323 del CPPCABA, a cuyo comentario remitimos].
En cuanto a las decisiones que se dictan durante el trámite del proceso, que deben ser eje-
cutadas por el juez, entre otras, cabe destacar a la declaración de incompetencia (art. 17); a la
excusación o recusación (arts. 23 y 25); el registro domiciliario (art. 108); la interceptación de co-
rrespondencia o comunicaciones (arts. 115 y 117); el reconocimiento de personas (art. 138); la
rebeldía (art. 158); la detención del imputado (art. 172); la imposición de medidas restrictivas o
embargo (arts. 174 y 176); la excarcelación o exención de prisión (art. 187 y 191); el sobresei-
miento (art. 197, último párrafo); la convalidación del archivo (art. 199, incs. b y c); y la resolu-
ción sobre admisión o rechazo de prueba y remisión a juicio (art. 210).
No obstante, entre las resoluciones que pueden adoptarse antes de la sentencia definitiva,
las que imponen medidas de seguridad (art. 34, inc. 1º, CP) o conceden la suspensión del juicio
a prueba (arts. 76 bis, CP; y 205, CPPCABA), son las que mayor actividad judicial requieren para
su ejecución. Por otra parte, las sentencias condenatorias, a cualquier clase de pena, también
demandan importantes esfuerzos luego de la firmeza. La ejecución de las resoluciones men-
cionadas será analizada más abajo, al tratar los artículos correspondientes. En el caso de la sen-
tencia absolutoria, por otra parte, la ejecución puede versar sobre cuestiones tales como el cese
de las restricciones impuestas en forma provisional, la regulación de honorarios o el destino de
los efectos secuestrados.
difiere de lo que ocurre en el sistema judicial nacional y federal, donde el juez de ejecución
penal tiene a su cargo el control y ejecución del régimen de suspensión del juicio a prueba (art.
515, CPPN), de las penas (art. 493 y ss., CPPN) y medidas de seguridad (art. 511, CPPN).
Pensamos que resulta conveniente que la ejecución de la pena quede a cargo de un juez o
tribunal de ejecución penal diferente del que intervino durante el proceso, pues se trata de una
materia que requiere una especialización jurídica que no todos los jueces tienen. Además, la ac-
tividad e intervención propia de los jueces de ejecución, muchas veces resulta incompatible con
la función que llevan a cabo los jueces de juicio. Ello puede observarse sobre todo en relación a
la ejecución de las penas privativas de la libertad, debido a la especialidad que se le ha recono-
cido al llamado “derecho penitenciario”, y también con respecto a la ejecución de las medidas
de seguridad. La necesidad de visitar los establecimientos penitenciarios o psiquiátricos y la
constante atención que demandan las personas privadas de la libertad, exige una dedicación
que parece incompatible con la agenda de los jueces que deben intervenir durante el trámite
del proceso, y que dedican gran parte de su tiempo a la realización de las diferentes audiencias.
No obstante, para que los jueces de ejecución penal puedan cumplir satisfactoriamente su
función, es imprescindible dotar a estos órganos judiciales de suficientes recursos materiales,
técnicos y humanos, pues de lo contrario su actividad estaría destinada al fracaso. Al respecto,
no puede dejar de tomarse en cuenta la lamentable experiencia que se ha producido en el ám-
bito nacional y federal, donde —hasta hace muy poco tiempo— únicamente funcionaban tres
juzgados de ejecución penal, que se hallaban completamente desbordados, lo que produjo
enormes dificultades, no solo en relación a las penas privativas de la libertad, sino también en
el control de las condiciones que se imponen en el marco de la suspensión del juicio a prueba o
en las condenas de ejecución condicional.
Art. 309. — «Trámite de los incidentes. Recurso». Los incidentes de ejecución podrán
ser planteados por el/la Fiscal, el/la condenado/a o su defensor/a. Contra las decisio-
nes procederán los recursos de reposición y apelación.
de los principios de oralidad e inmediación que caracterizan a este sistema procesal, lo más ade-
cuado es que sean planteadas, discutidas y resueltas en audiencia oral. Es decir, una vez que se
efectuó la presentación, el juez debería convocar a una audiencia, escuchar a las partes y luego
pronunciarse.
No obstante, tampoco está expresamente prohibida la tramitación por escrito. En ese caso,
aunque el artículo no lo establece, se debe correr vista a la parte contraria por el término de tres
días, de conformidad a lo que establece el art. 66. Asimismo, la resolución debe dictarse en el
término de cinco días, de acuerdo al plazo genérico previsto por el art. 43.
§ 3. Recursos.— Las decisiones que se adopten durante la etapa de ejecución podrán ser
cuestionadas tanto por vía de reposición ante el tribunal que las dictó, como mediante la inter-
posición de recurso de apelación ante la Cámara de Apelaciones del fuero. Sobre esta cuestión,
se ha entendido que la resolución judicial que atañe a la modalidad de cumplimiento de una
pena impuesta, que ya está en curso de ejecución, causa gravamen irreparable y por lo tanto es
asimilable a sentencia definitiva, procediendo el tratamiento del recurso de apelación [CAPCF,
Sala I, 23/8/04, “Escucharini, Lucas Alfredo”, causa nº 81-02/04].
Sobre este punto, ha de señalarse que en el precedente “Romero Cacharane” de la Corte Su-
prema de Justicia de la Nación, el Alto Tribunal estableció un criterio amplio a la hora de eva-
luar la procedencia del recurso de casación en cuestiones que pueden suscitarse durante la eta-
pa de ejecución. Puntualmente, se sostuvo que: “La dogmática distinción entre las decisiones
del juez de ejecución que hacen al ‘título ejecutivo de la pena’ o aquellas que son meramente
‘reglamentarias’, carece de sustento legal y solo tiene la finalidad de restringir indebidamente
la vía recursiva de los condenados en contra del derecho específicamente acordado por la ley
de rito. El hecho de que muchas de las disposiciones de la ley 24.660 pueden ser calificadas de
‘administrativas’, no constituye un argumento para excluirlas del ámbito de control del recur-
so casatorio, en la medida en que se encuentren afectados los derechos de los condenados
amparados no solo por la ley citada —que contempla las disposiciones del Código Penal— sino
también por la Constitución Nacional” [CSJN, 9/3/04, “Romero Cacharane, Hugo Alberto”, R.
230. XXXIV, CSJN-Fallos, 327:388, del voto del juez Petracchi, por la mayoría].
TÍTULO II
EJECUCIÓN PENAL
Capítulo 1
Penas
Art. 310. — «Cómputo y facultades del Tribunal de ejecución». El Tribunal hará prac-
ticar por Secretaría el cómputo de la pena, fijando la fecha de vencimiento o su mon-
to. Dicho cómputo será notificado a las partes, quienes podrán observarlo dentro de
los tres días.
Si se dedujere oposición, tramitará por incidente con vista por tres días a la contraria
y resolverá el Tribunal interviniente. En caso contrario, el cómputo se aprobará y la
sentencia será comunicada inmediatamente a quien corresponda.
El/la Juez deberá velar por que:
1. Se respeten todas las garantías constitucionales y tratados internacionales ratifi-
cados por la República Argentina, en el trato otorgado a los/las condenados/as,
presos y personas sometidas a medidas de seguridad.
2. Se cumpla efectivamente la sentencia.
3. Se cumplan los recaudos para la mejor reinserción social de los/las liberados/as
condicionalmente.
sueltas previa vista a la parte contraria por igual término. Al no especificarse otro plazo, la reso-
lución debe adoptarse en el término de cinco días establecido genéricamente por el art. 43 del
CPPCABA. Las observaciones pueden fundarse en errores materiales o en cuestiones jurídicas,
como por ejemplo, la consideración o no de detenciones sufridas en otros procesos en los que
el acusado haya sido absuelto o sobreseído. Sobre el cómputo del plazo en este último supues-
to, la Cámara tiene dicho que para que se incluya en el cómputo el tiempo de detención sufri-
do en una causa en la que el imputado es absuelto, los procesos deben haber tramitado nece-
sariamente en forma paralela [CAPCF, Sala I, 6/9/06, “Fuenzalida, Mario Sebastián”, causa nº 1-
1/06; ídem, 23/2/12, “Vallejos, Pablo César”, causa nº 37633-04/10].
Una vez vencido el término sin que se hayan deducido oposiciones, o luego de que el auto
que las resuelva adquiera firmeza, el cómputo debe ser notificado fehacientemente a la unidad
de alojamiento y al interno. Es muy importante que esta comunicación se realice sin demoras,
pues resulta fundamental para la aplicación del régimen de la progresividad previsto para la
ejecución de la pena privativa de la libertad.
Finalmente, los errores materiales pueden modificarse en cualquier momento, aún después
de que la aprobación del cómputo o la resolución que resuelve las observaciones hayan adqui-
rido firmeza. Sin perjuicio de ello, la Cámara del fuero ha entendido que la resolución que
aprueba el cómputo es susceptible de ser cuestionada por vía de apelación, “pues las decisiones
tomadas en la etapa de ejecución de la pena tienen capacidad de irrogar un gravamen irrepa-
rable ulteriormente en los términos del art. 309 del CPPCABA” [CAPCF, Sala I, 23/2/12, “Vallejos,
Pablo César”, causa nº 37633-04/10].
§ 2. Funciones.— La segunda parte del artículo se encarga de enunciar cuáles son las fun-
ciones del juez en la etapa de ejecución, en relación con las penas privativas de la libertad. En
tal sentido, se enuncian tres funciones principales:
discriminación o distingo alguno en razón de raza, sexo, idioma, religión, ideología, condición
social o cualquier otra circunstancia. Las únicas diferencias obedecerán al tratamiento indivi-
dualizado”.
Por otra parte, la ley 24.660 contiene una especial regulación en relación al trato que se le
debe brindar a las personas privadas de la libertad. Así, elimina la vieja distinción entre recluso
o prisionero y, en cambio, dispone que cualquier persona condenada será denominada como
“interno”, que debe ser llamado o citado únicamente por su nombre y apellido (art. 57). Tam-
bién se incluyen exigencias relativas al bienestar psicofísico de los internos y a las condiciones
ambientales e higiénicas de los establecimientos (art. 58); a la cantidad de detenidos y condi-
ciones que deben cumplir los establecimientos (arts. 59); al aseo personal y provisión de ele-
mentos de higiene (arts. 60 y 61); al alojamiento nocturno (art. 62); a la vestimenta y ropa (arts.
63 y 64); a la alimentación (art. 65); a la información que debe recibir una vez que ingresa al
penal (art. 66); a la posibilidad de efectuar quejas y peticiones (art. 67); o al modo en que deben
llevarse a cabo las requisas (art. 70); los traslados (arts. 71, 72 y 73) y las medidas de sujeción
(arts. 74, 75 y 76).
Asimismo, la ley de ejecución penal contempla, en forma muy precisa y completa, lo con-
cerniente a los derechos que se deben reconocer a favor de las personas privadas de la libertad
y cuya vigencia debe ser garantizada judicialmente. En tal sentido, se hace referencia al traba-
jo del condenado (art. 106 y 107); a la capacitación o formación profesional (art. 114 y ss.); a la
educación (art. 133 y ss.); a la asistencia médica (arts. 142, 143, 147 y 148); a la asistencia espiri-
tual (arts. 143 y 153); a las relaciones familiares y sociales (arts. 158, 164, 166 y 167); a la asisten-
cia social (art. 168 y ss.), y pospenitenciaria (art. 172 y ss.).
Con relación a los internados, sujetos a medidas de seguridad, también se reconocen dere-
chos específicos que han sido establecidos en instrumentos internacionales (Principios de Na-
ciones Unidas para la Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de la Aten-
ción de Salud Mental, adoptado por la Asamblea General en su Res. nº 46/119 del 17 de diciem-
bre de 1991; Declaración de Caracas de la Organización Panamericana de la Salud y de la Orga-
nización Mundial de la Salud, para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica dentro de los
Sistemas Locales de Salud, del 14 de noviembre de 1990; y los Principios de Brasilia Rectores,
para el desarrollo de la Atención en Salud Mental en las Américas, del 9 de noviembre de 1990)
y en la Ley Nacional de Salud Mental 26.657 (art. 7º), cuyo cumplimiento debe ser garantizado
judicialmente en el caso de quienes se encuentran internados en forma involuntaria, debido a
la imposición de una medida de seguridad de naturaleza penal. Por otra parte, en lo que res-
pecta al tratamiento que debe brindarse, debe quedar a cargo de un equipo interdisciplinario
(art. 8º, ley 26.657), debiendo tenerse en cuenta que la internación resulta una medida suma-
mente excepcional y únicamente puede disponerse cuando no exista otro mecanismo terapéu-
tico menos lesivo (art. 14, ley 26.657).
Es claro que la enunciación de los derechos y de los principios que rigen el trato de las per-
sonas privadas de libertad se encuentra sumamente completa. El inconveniente no pasa por
ahí, sino por la falta de disposiciones que establezcan claramente cuáles son las consecuencias
del incumplimiento de las aludidas normas. Es decir, los derechos se mencionan, pero no se esta-
blecen consecuencias específicas para su quebrantamiento. Ello conduce a que, en la práctica,
todos los principios y derechos previstos por la ley tengan carácter “programático” y no “ope-
rativo”. Pensamos que justamente, para revertir esta tendencia, es fundamental la interven-
ción del juez a cargo de la ejecución penal. Debe ser el poder judicial el que tome las decisiones
correspondientes para asegurar la efectiva vigencia de las normas que regulan los derechos de
los internos, el trato que se les debe brindar y las condiciones de detención.
En el precedente “Verbitsky”, la Corte Suprema, entre otras cosas, sostuvo que “si el Estado
no puede garantizar la vida de los internos ni evitar las irregularidades que surgen de la causa,
de nada sirven las políticas preventivas del delito ni menos aún las que persiguen la reinserción
social de los detenidos; es más, indican una degradación funcional de sus obligaciones prima-
rias que se constituyen en el camino más seguro para su desintegración y para la malversación
de los valores institucionales que dan soporte a una sociedad justa. A diferencia de la evalua-
ción de políticas, cuestión claramente no judiciable, corresponde sin duda alguna al Poder Judi-
cial de la Nación garantizar la eficacia de los derechos, y evitar que estos sean vulnerados, como
objetivo fundamental y rector a la hora de administrar justicia y decidir las controversias. Las ca-
rencias presupuestarias, aunque dignas de tener en cuenta, no pueden justificar transgresiones
que se traducen en la falta de infraestructura edilicia, carencia de recursos humanos, insuficien-
cia de formación del personal o consecuentes excesivas poblaciones penales, ya que privile-
giarlas sería tanto como subvertir el Estado de Derecho y dejar de cumplir los principios de la
Constitución y los convenios internacionales que comprometen a la Nación frente a la comuni-
dad jurídica internacional, receptados en el texto actual de aquella (art. 5º, inc. 2º, CADH). El art.
18 de la CN al prescribir que ‘las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no
para castigo de los reos detenidos en ella, y toda medida que a pretexto de precaución con-
duzca a mortificarlos más allá de lo que ella exija, hará responsable al juez que la autorice’, reco-
noce a las personas privadas de su libertad el derecho a un trato digno y humano, como así tam-
bién establece la tutela judicial efectiva que garantice su cumplimiento. La privación de liber-
tad, al título que fuese, tiene un efecto aflictivo y deteriorante para toda persona instituciona-
lizada, que en cierta medida es imposible eliminar por ser inherente a su situación, pero que de
ningún modo puede tolerarse que se agrave indebidamente. Las cárceles en sí mismas, por sus
condiciones materiales, higiénicas y de salubridad no deben agravar el mal inherente a la pena,
ni las autoridades ejecutarlas en forma que aumentan ese mal. El art. 18 de la CN impone al Esta-
do, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y responsabilidad
de dar a quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada cus-
todia que se manifiesta también en el respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral. La
seguridad, como deber primario del Estado, no solo importa resguardar los derechos de los ciu-
dadanos frente a la delincuencia sino también, como se desprende del art. 18, los de los propios
penados, cuya readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema y al que no
sirven formas desviadas del control penitenciario” [CSJN, 3/5/05, “Verbitsky, Horacio”, V. 856.
XXXVIII, CSJN-Fallos, 328:1146].
El deber que tienen los jueces de velar por el respeto de los principios enunciados, en relación
a las personas sujetas a cualquier privación de la libertad, implica y exige la presencia del juez en
las unidades de detención y centros de internación, en tanto son ellos quienes mejor pueden
apreciar con un importante grado de precisión y cercanía el intolerable e indebido agravamien-
to en las condiciones de detención, que en muchos casos se configura [CSJN, 3/5/05, “Verbitsky,
Horacio”, V. 856. XXXVIII, CSJN-Fallos, 328:1146, del voto del doctor Fayt, en disidencia parcial].
Es decir, de este artículo se desprende que los magistrados que tienen a su cargo la ejecución de
las penas y de las medidas de seguridad se encuentran obligados a visitar periódicamente las uni-
dades de alojamiento y deben actuar frente a cualquier incumplimiento o ilegalidad.
c) Tomar las medidas correspondientes para contribuir a la reinserción social de los libera-
dos condicionales.— El principio de reinserción social de los condenados, como objetivo fun-
damental de la ejecución de la pena privativa de la libertad, se encuentra perfecta y suficiente-
mente enunciado en la ley. Ello no surge solamente del art. 1º de la ley 24.660, al establecer que:
“La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad
lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su
adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad”, sino de
todo el sistema de ejecución que se ha implementado, basado en el régimen de progresividad.
Durante la ejecución de la pena, según la ley vigente (ley 24.660), se debe trabajar en aque-
llos aspectos que puedan contribuir favorablemente a la reinserción social del condenado (art.
168, LEP). Incluso, se ha regulado un programa de “prelibertad”, que debe aplicarse un tiempo
antes de que el interno egrese en libertad condicional o asistida y que, evidentemente, intenta
facilitar el regreso del condenado al medio libre (art. 30, LEP). Además de ello, también se exi-
ge la asistencia pospenitenciaria de los condenados a través del patronato de liberados u otra
institución similar (arts. 172 y 173, LEP).
mera instancia que así lo ordenó. Para resolver, el tribunal entendió que la resolución impug-
nada no generaba el agravio irreparable que aducían los representantes del ministerio público
en ambas instancias, sumado a que no se había especificado perjuicio concreto alguno, más allá
de mencionar la norma que a su entender resulta aplicable al caso, en discrepancia con el judi-
cante. Por otra parte, advirtió que la Secretaría Judicial de Coordinación y Seguimiento de San-
ciones tiene como función reglamentaria la ejecución de las resoluciones dictadas por los jue-
ces al conceder el beneficio antes apuntado, sin perjuicio de la facultad de control que el art.
311 del CPPCABA le otorga al Ministerio Público Fiscal [CAPCF, Sala II, 23/6/09, “Pagano, Patri-
cio Hernán y otros”, causa nº 42735/08].
Al respecto, la jurisprudencia ha sostenido que imponerle a dicha dependencia la obliga-
ción de realizar entrevistas en el domicilio del imputado o en su lugar de trabajo importa un ex-
ceso en la función de contralor que debe llevar adelante [CAPCF, Sala I, 14/10/08, “Riquelme Flo-
rentín, Juan de Dios”, causa nº 14045/08].
Una vez cumplidas las reglas de conducta impuestas, si el probado hizo efectiva la repara-
ción del daño oportunamente dispuesta y no ha cometido nuevos delitos, debe comunicarlo al
juez competente para que se realice el trámite de extinción de la acción penal. Con el objeto de
constatar si se han cometido o no nuevos delitos es necesario requerir el informe correspon-
diente al Registro Nacional de Reincidencia, medida que puede quedar a cargo, indistinta-
mente, de la oficina de control o del juez a cargo de la ejecución.
Francisco”, causa nº 16340/14; e ídem, Sala II, 22/5/15, “Palacios, Gustavo Alberto”, causa nº
24147/10].
La ley no establece ningún recaudo en cuanto a si la resolución que resuelve acerca de la re-
vocatoria o subsistencia del beneficio luego de finalizada la audiencia debe ser dictada de in-
mediato o se puede diferir. En tal sentido, si la discusión no reviste mayor complejidad y la tota-
lidad de las partes se encuentran presentes, lo conveniente sería que se resuelva inmediata-
mente, luego de culminada la audiencia.
§ 3. Finalidad.— Desde nuestro punto de vista, las reglas de conducta que se imponen en
razón de lo dispuesto por los arts. 27 bis y 76 ter del CP, aun cuando no constituyen penas sino
compromisos asumidos por el propio imputado, tienen por finalidad lograr un favorable efec-
to preventivo especial y su cumplimiento debe ser verificado dentro del plazo de supervisión,
de modo que las demoras o retrasos, por parte de los órganos encargados de ejecutar el con-
trol, no puedan perjudicar al acusado. Dicho de otro modo, vencido el término de suspensión,
no es posible revocar la suspensión del proceso a prueba por la falta de cumplimiento de estas
reglas de conducta, pues si el sujeto no cometió nuevos delitos, el objetivo que se persigue con
estas reglas se habría cumplido finalmente.
En cambio, la solución debe ser diferente en relación al ofrecimiento de reparación del da-
ño, pues este requisito legal no se funda únicamente en objetivos preventivos, sino que se ha
procurado brindarle una respuesta satisfactoria a la víctima del presunto delito, de modo tal
que no funciona como una simple “regla de conducta” sino como una “condición de proce-
dencia” del instituto. En consecuencia, resulta legítimo exigir el cumplimiento de este com-
promiso incluso luego de vencido el término de suspensión del proceso. Si bien es cierto que
la parte damnificada, en caso de incumplimiento, conserva el derecho a exigir judicialmente
—por vía civil— el pago de la reparación ofrecida, es necesario insistir que a través de la repa-
ración del daño el legislador ha intentado darle a la víctima una respuesta ágil y eficaz, desde
el propio sistema penal, que claramente se vería frustrada. Con relación a este requisito, se ha
dicho con razón que se intenta “brindarle a la víctima la protección que actualmente el sistema
penal no le acuerda. Por ello es que en un buen número de casos, el instituto servirá para otor-
gar a la víctima la única vía posible de reparación del daño sufrido, pues actualmente (en nues-
tra cruda realidad penal) dicha reparación es inexistente o, en todo caso, muy excepcional. Es
que los ‘clientes’ que habitualmente selecciona nuestro sistema penal no tienen, en general,
solvencia alguna, como para garantizar a la víctima (con su patrimonio) el eventual éxito que
pueda tener una acción civil. Es decir, si la víctima triunfara en una acción civil, normalmente no
tendrá luego cómo resarcirse del patrimonio de nuestros cotidianos imputados” [Vitale, Sus-
pensión …, 2ª ed., 2004, p. 166]. Por tales razones, no es posible extinguir la acción penal en los
casos en que el probado no haya cumplido con el compromiso de reparación del daño por él
mismo ofrecido al concederse la suspensión del proceso a prueba, excepto que se demuestre
que ha existido un motivo sobreviniente, de suficiente entidad, que le haya impedido efectuar
el pago o cuando sea la propia parte damnificada la que preste su conformidad para el cierre
definitivo del proceso o haya manifestado claramente su falta de interés en la percepción de lo
ofrecido.
Por último, respecto al requisito relacionado con la no comisión de otros delitos, existen dos
posiciones bien definidas:
a) De acuerdo a una primera postura, la condición referida a la no comisión de otros deli-
tos puede ser verificada después de vencido el plazo de suspensión del proceso a prue-
ba. El estado constitucional de inocencia que merece todo imputado (arts. 18, CN; 8º.2,
CADH; 14.2, PIDCP; 11.1, DUDH; y XXVI, DADDH), supone que la “comisión de otro deli-
to”, como causa de revocación de la suspensión del juicio a prueba (art. 76 ter, CP), úni-
gado, por la minoría; y, en el mismo sentido, CAPCF, Sala II, 4/8/09, “Olivera, Daniel Al-
berto”, causa nº 16996/06].
Sobre esta cuestión, es dable aclarar que los autores del comentario sostienen criterios
diferentes: mientras Javier de la Fuente considera adecuada la primera solución, Maria-
na Salduna entiende que la postura correcta es la segunda.
Una vez que la sentencia condenatoria a pena privativa de la libertad de efectivo cumpli-
miento se encuentra firme, el juez debe evaluar si existen o no razones para suponer que el con-
denado no se presentará a cumplir la pena. En ese caso, el Código establece que se debe orde-
nar la captura, de modo que, luego de concretada, el sujeto queda detenido a disposición del
juzgado y comienza a cumplir la sanción. Para proceder de tal manera, resulta esencial algún
tipo de manifestación del sujeto que demuestre su voluntad contraria a someterse al proceso
de ejecución de la pena [CAPCF, Sala II, 24/2/11, “Garay, Héctor Esteban”, causa nº 41548/10].
Por otra parte, una vez producida la detención, el condenado debe ser alojado en un estableci-
miento carcelario, al que deberá remitirse copia de la sentencia y del cómputo de vencimiento
de la pena.
En caso de que el juez considere que no existe sospecha de fuga, debe intimar al condenado
para que se presente a cumplir la pena dentro del quinto día. Al comparecer, corresponde orde-
nar el alojamiento del detenido en el establecimiento carcelario para que comience a ejecutar-
se la pena. Si vencido el término el sujeto no se presenta, se debe ordenar inmediatamente su
captura y, una vez habido, procederse conforme a lo indicado en el párrafo anterior.
Sin duda, el problema fundamental consiste en determinar cuándo se produce la firmeza de
la sentencia condenatoria, momento a partir del cual, el sujeto pasa a tener la condición de con-
denado. Como lo explica Maier, la sentencia firme es aquella resolución que importa la decisión
“definitiva” del conflicto social que denota la imputación. De este modo, la decisión alcanza tal
fuerza definitiva cuando, como se dice, queda firme o pasa a autoridad de cosa juzgada, es
decir, cuando han sido agotados los medios de impugnación que el mismo reglamento proce-
sal prevé, obteniéndose la solución definitiva, supuesta la posibilidad de impugnación, o cuan-
do ha vencido el plazo para impugnar la decisión sin queja admisible del agraviado por ella
[Maier, Derecho …, t. I, 2ª ed., 1999, p. 92].
Desde este punto de vista, únicamente cabe hablar de firmeza del fallo cuando adquiere la
calidad de “cosa juzgada”. En este sentido, con razón se ha señalado que la sentencia pasa en
autoridad de cosa juzgada cuando queda firme y puede ser ejecutada. La firmeza implica irre-
vocabilidad del pronunciamiento penal sobre el fondo, impidiendo toda revisión del procedi-
miento cumplido para dictarla aunque se fundare en nulidad absoluta. Por lo tanto, la autori-
dad de cosa juzgada agrega el carácter de inmutabilidad a la absolución o condena imperante
como caso decidido [Clariá Olmedo, Derecho …, t. III, 2008, p. 175].
Se trata, simplemente, de hacer efectivo el estado de inocencia que merece todo imputado
en causa penal, que significa que no se podrá penar como culpable (ni mucho menos se podrá
tratar como tal durante el proceso penal) a quien no se le haya probado previamente su culpa-
bilidad en una sentencia firme dictada luego de un proceso regular y legal [Cafferata Nores,
Proceso …, 2ª ed., 2008, p. 83].
En consecuencia, la firmeza del fallo, con la consecuente calidad de “cosa juzgada” depen-
de del agotamiento de cualquier vía recursiva, de modo que se produzca la “inmutabilidad” de
lo decidido, adquiriendo, a partir de ese momento, el imputado carácter de “condenado”. In-
cluso es recién en ese momento que deja de computarse la prescripción de la acción y empieza
a contarse la prescripción de la pena. De otra forma, al anticipar indebidamente la firmeza del
fallo y considerar condenado a quien todavía no lo es, se estaría violando abiertamente el esta-
do constitucional de inocencia.
Si bien es cierto que el art. 285 del CPCCN establece que “mientras la Corte no haga lugar a
la queja no se suspenderá el curso del proceso”, ello de ningún modo significa que la sentencia
adquiera firmeza con el rechazo del recurso extraordinario por parte del Tribunal Superior de
Justicia. En este punto, es necesario diferenciar los conceptos de “ejecutoriedad” y “firmeza”.
La circunstancia de que, en ciertos casos, una sentencia pueda ejecutarse mientras continúe tra-
mitándose la vía recursiva, no implica su firmeza. Como se manifestara precedentemente, el
concepto de firmeza remite a la idea de “cosa juzgada”, lo que supone “inmutabilidad” de la
decisión y, por lo tanto, agotamiento de todas las vías recursivas.
En definitiva, durante la interposición y sustanciación del recurso de queja por denegatoria
del recurso extraordinario federal, la sentencia aún no se encuentra firme y, por lo tanto, el im-
putado debe seguir considerándose inocente, aun cuando pueda iniciarse anticipadamente la
ejecución de la pena.
Sobre el punto, la Corte Suprema ha dicho que: a) es admisible el recurso extraordinario si
se ha cuestionado la aplicación de la ley nacional 24.390 —relativa a los plazos de la prisión pre-
ventiva y reglamentaria del art. 7º.5 de la CADH, que posee jerarquía constitucional por vía del
art. 75, inc. 22 de la Ley Fundamental— y la resolución apelada ha sido contraria a los intereses
del justiciable. La expresa indicación del procesado de recurrir ante el tribunal impide conside-
rar firme la sentencia. Por ende, corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que, al dene-
gar la aplicación de la ley 24.390, entendió que la sentencia condenatoria había quedado firme
una vez agotadas las vías recursivas locales —al declararse improcedente el recurso de casa-
ción—, pues lo resuelto confundió la suspensión de los efectos —que hace a la ejecutabilidad
de las sentencias— con la inmutabilidad —propia de la cosa juzgada— que recién adquirió el
fallo condenatorio con la desestimación de la queja dispuesta por la Corte Suprema [CSJN,
ja contra el mencionado rechazo— no reviste efecto suspensivo [TSJ CABA, 19/12/05, “Gonzá-
lez, Carlos Alberto y otros”, expte. nº 466; mismo criterio seguido por la CAPCF, Sala II, 15/10/13,
“López, María Adriana”, causa nº 45449-02/09; ídem, Sala I, 18/6/14, “García, Gerardo Sebas-
tián”, causa nº 7311-01/13; ídem, Sala III, 31/3/16, “Escalante, Damián Gabriel”, causa nº 1982-
09/14, del voto del juez Franza, por la mayoría].
Se trata de situaciones en las que el condenado se encuentre en libertad y por razones huma-
nitarias no es posible iniciar el cumplimiento de la sanción en la cárcel. Es necesario efectuar las
siguientes aclaraciones:
a) Con respecto a las mujeres embarazadas o madres de niños menores de seis meses, cuan-
do la condenada se encuentre en libertad, tal como ocurre con el régimen de la prisión
domiciliaria previsto en la legislación nacional (arts. 10, incs. e y f, CP; y 32, incs. e y f, ley
24.660), la causal de suspensión se basa en razones humanitarias, es decir, se trata de ha-
cer efectivo el principio de humanidad que rige durante la ejecución de las penas priva-
tivas de la libertad (arts. 18, CN; 5º, DUDH; XXV, DADDH; 5º y 10, CADH; y 7º, PIDCP). Pero
sobre todo se toma en cuenta el principio básico relativo a que la pena nunca debe tras-
cender a la persona del delincuente (art. 5º.3, CADH), el “interés superior del niño” (art.
3º, CDN) y la situación en la que se encuentran las madres de niños menores o que cur-
sen embarazos. Recordemos que de acuerdo a las Reglas de las Naciones Unidas para el
tratamiento de las reclusas y medidas no privativas de la libertad para las mujeres delin-
cuentes, del 21 de diciembre de 2010 (Reglas de Bangkok), deben contemplarse “medi-
das opcionales y alternativas a la prisión preventiva y la condena, concebidas específi-
camente para las mujeres delincuentes” (Regla 57); cuando sea posible y apropiado “se
preferirá imponer sentencias no privativas de la libertad a las embarazadas y las muje-
res que tengan niños a cargo, y se considerará imponer sentencias privativas de la liber-
tad si el delito es grave o violento o si la mujer representa un peligro permanente, pero
teniendo presente el interés superior del niño o los niños y asegurando, al mismo tiem-
po, que se adopten disposiciones apropiadas para el cuidado de esos niños” (Regla 64);
y “Al adoptarse decisiones relativas a la puesta en libertad condicional anticipada se
tendrán en cuenta favorablemente las responsabilidades de cuidado de otras personas
de las reclusas y sus necesidades específicas de reinserción social” (Regla 63).
b) El segundo supuesto contempla la situación del condenado que sufre una grave enfer-
medad, cuando la ejecución de la pena pusiera en peligro su vida. Nuevamente hay que
señalar que aquí se ha procurado dar prevalencia al citado principio de humanidad que
rige para la ejecución de la pena privativa de la libertad y la prohibición de que su cum-
plimiento pueda irrogar un trato cruel, inhumano o degradante (arts. 18, CN; 5º.2,
CADH; 10, PIDCP; y 25, DADDH). Para constatar esta causal, es imprescindible realizar
una pericia, razón por la cual, sin perjuicio de la intervención de los peritos oficiales, se
debe notificar debidamente a las partes para que puedan proponer peritos de parte y
puntos de pericia, de conformidad con lo dispuesto en el art. 130.
c) Sin perjuicio de lo expuesto, corresponde tener en cuenta que lo dispuesto en este artícu-
lo no impide la aplicación del régimen de la prisión domiciliaria, previsto como alterna-
tiva a la pena privativa de la libertad, en ciertos casos especiales, por los arts. 10 del CP y
32 de la ley 24.660, conforme a la reforma de la ley 26.472. En tal sentido, no puede dejar
de considerarse que los supuestos de prisión domiciliaria resultan mucho más amplios
que los contemplados por el artículo que comentamos. En efecto, además de incluirse el
caso de la mujer embarazada, también se previó al de la “… madre de un niño menor
de cinco años o de una persona con discapacidad a su cargo” (arts. 10, inc. f, CP; y 32,
inc. f, ley 24.660). Por otra parte, respecto de condenados enfermos, el régimen de la pri-
sión domiciliaria es mucho más amplio. Así, tanto el art. 10 del CP, como el art. 32 de la
ley 24.660, prevén tres casos diferentes: “a) Al interno enfermo cuando la privación de
la libertad en el establecimiento carcelario le impida recuperarse o tratar adecuada-
mente su dolencia y no correspondiere su alojamiento en un establecimiento hospita-
lario; b) Al interno que padezca una enfermedad incurable en período terminal; c) Al
interno discapacitado cuando la privación de la libertad en el establecimiento carcela-
rio es inadecuada por su condición implicándole un trato indigno, inhumano o cruel”.
d) En consecuencia, pensamos que el diferimiento o suspensión de la ejecución de la pena
previsto en este artículo no consiste en un régimen de prisión domiciliaria. No se trata
de una sanción alternativa a la pena privativa de la libertad, sino que simplemente se to-
ma en cuenta la situación especial en la que se encuentra la persona condenada para
suspender el comienzo del cumplimiento de la pena. A raíz de la suspensión, el conde-
nado puede permanecer en libertad, cumpliendo las condiciones que el juez puede es-
tablecer (por ejemplo, una o más medidas de las previstas en el art. 174, CPPCABA). Pero
como vimos, el art. 313 en absoluto impide la aplicación de los mecanismos alternativos
previstos en la legislación de fondo, como los que contemplan los arts. 10 del CP y 32 de
la ley 24.660.
e) Finalmente, el carácter facultativo que surge de la palabra “podrá” incluida en la redac-
ción del artículo, de ninguna manera supone que estemos ante una decisión puramen-
te discrecional del juez, pues cumplidos los requisitos legales, la regla debe ser la proce-
dencia de la suspensión. No obstante, se intenta dejar abierta la posibilidad de que el
juez tenga en cuenta otros factores relevantes en el caso concreto, que demuestren la
inconveniencia de acceder a este mecanismo legal. Así por ejemplo, el juez podrá dene-
gar razonablemente este régimen y exigir el cumplimiento de la pena, cuando la per-
manencia de la mujer en su hogar pueda implicar un riesgo contra el menor en cuyo in-
terés fue pensada la regla. Lo mismo puede suceder si a pesar de darse alguno de los su-
puestos legales, existen elementos objetivos suficientes para considerar que el conde-
nado se sustraerá a la acción de la justicia.
Art. 314. — «Salidas transitorias». El/la Juez/a podrá autorizar, previo informe del
servicio penitenciario pertinente, que el/la penado/a salga del establecimiento car-
celario en que se encuentre, por plazos prudenciales y cuando su conducta lo justifi-
que, para visitar a sus ascendientes, descendientes, cónyuge o conviviente y para tra-
bajar, sin que esto importe suspensión de la pena. También podrá autorizar su tras-
lado, bajo debida custodia, para cumplir sus deberes morales en caso de muerte o de
grave enfermedad de un pariente próximo.
Estos beneficios podrán concederse a los/as procesados/as privados/as de su libertad.
El/la procesado/a o condenado/a que al gozar de este beneficio no cumpliere con las
condiciones que se le impongan, no podrá obtenerlo nuevamente.
Esta disposición resulta sumamente criticable, pues el régimen de salidas transitorias y labo-
rales se encuentra regulado expresamente por la ley 24.660, donde se establecen requisitos que
no aparecen mencionados en el presente artículo. Por tal motivo, entendemos que es necesa-
rio efectuar las siguientes aclaraciones:
a) Con relación a los internos condenados, consideramos que el Código Procesal local no
puede modificar el régimen de salidas transitorias y semilibertad previsto por la ley
24.660, pues se trata de cuestiones que hacen al contenido fundamental de la pena y
que deben regularse por la ley de fondo, aplicable a todo el país. En tal sentido, los re-
quisitos relativos al tiempo de condena que debe cumplirse, al período de la progresivi-
dad en el que debe hallarse el interno y las restantes exigencias atinentes a la calificación
de conducta y concepto, deben ser necesariamente cumplidos y no pueden verse altera-
dos por una disposición de carácter procesal y local como la que comentamos. El sistema
de distribución de competencias legislativas entre la nación y las provincias —también
con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires— permite concluir que esta clase de regula-
ciones deben incluirse en la legislación de fondo [para mayor profundización sobre esta
cuestión, véase: De la Fuente, La ley 24.660 …, ps. 563 a 589; y De la Fuente - Salduna,
Principio …, ps. 69 a 122]. Finalmente, sobre la posibilidad de incorporar al penado al
régimen de salidas transitorias, la jurisprudencia ha enfatizado que la calificación del
concepto de la evolución del interno sirve de base para su procedencia, y su análisis radi-
ca en ponderar su evolución personal y analizar la mayor o menor posibilidad de tener
una adecuada reinserción social [CAPCF, Sala I, 18/5/11, “Rodríguez, Marcelo José”, cau-
sa nº 4635/08. Además, y en la misma tesitura, véase CAPCF, Sala II, 13/4/10, “Díaz, Jonat-
han Nicolás”, causa nº 11093-03/08; ídem, 19/11/08, “López Flores, Fernando Daniel”,
causa nº 143-01/05].
b) Diferente es la situación respecto de los internos que se encuentran detenidos sin sen-
tencia firme —en prisión preventiva—, pues el régimen de ejecución del encarcela-
miento preventivo sí es una competencia estrictamente procesal y local. Es decir, la ma-
yor o menor rigurosidad de la detención cautelar puede ser válidamente regulada por
los códigos procesales, siempre que se respeten los principios fundamentales de la cons-
titución. En tal sentido, no encontramos objeciones para que, como se establece en el
párr. 2º del artículo, el juez pueda conceder salidas transitorias a quienes se encuentren
cumpliendo prisión preventiva. En ese caso, el juez deberá tener en cuenta no solo el
comportamiento del interno dentro del penal, sino también si existe o no riesgo de fuga
para el caso en que se conceda el aludido beneficio. De acuerdo a ello, la posibilidad de
autorizar las salidas contempladas por este artículo resulta sumamente limitada, pues si
el imputado se encuentra en prisión preventiva es porque se verificó en el caso un ries-
go de fuga o de entorpecimiento de la investigación de suficiente entidad como para
justificar una medida tan grave como la mencionada (art. 169 y ss.).
c) Sin perjuicio de lo expuesto, los internos no condenados, también pueden acceder al ré-
gimen de salidas transitorias regulado por la ley 24.660 y su reglamento (decr. 396/99),
siempre que cumplan los requisitos correspondientes, pues conforme lo establece el art.
11, dicha ley no solo es aplicable respecto de condenados, sino también de procesados [al
respecto, véase De la Fuente, La ley 24.660 …, p. 583 y ss.]. Una vez reunidas las exigencias
legales, las salidas transitorias deben concederse, pues se trata de una derivación del
principio de proporcionalidad que limita al encarcelamiento preventivo. Es claro que si
aún como condenado el interno se hallaría en condiciones de obtener salidas transito-
rias, no hay ninguna razón para no otorgar similar derecho a quien no fue condenado
y, por lo tanto, merece la presunción de inocencia garantizada constitucionalmente.
cia de que en esta última no se incluyen solamente a los familiares sino también a los
allegados. Por lo tanto, aunque no exista un vínculo familiar, en casos de personas muy
cercanas —por ejemplo, concubinos, novios, amigos íntimos u otro vínculo cercano— el
traslado de todas formas puede concederse por vía del mencionado art. 166. En cual-
quier caso, no se trata de una salida transitoria, sino de un traslado que se lleva a cabo
con las medidas de seguridad correspondientes para evitar cualquier intento de fuga.
El artículo comentado regula tres situaciones diferentes. Respecto de todas ellas, es eviden-
te que la previsión legal resulta completamente innecesaria, pues se trata de cuestiones que ya
se encuentran contempladas en la ley de ejecución de la pena privativa de la libertad (ley
24.660). Es claro que tanto mediante el presente artículo como a través de la aplicación de la
citada ley, las tres disposiciones son aplicables tanto a condenados como a imputados sin sen-
tencia firme:
a) La primera previsión se refiere a los casos en los que durante la privación de libertad el
detenido sufre alguna enfermedad que no puede ser tratada en la unidad de aloja-
miento. En ese caso, una vez comprobada la patología mediante la intervención de peri-
tos, se debe ordenar el traslado a un centro asistencial fuera de la cárcel, donde se le
brinde la correspondiente atención. Se trata de garantizar el derecho a la salud, expre-
samente previsto para las personas privadas de la libertad (art. 143 y ss., ley 24.660).
Debido a que la ley no lo aclara, puede tratarse de una enfermedad física o psíquica,
pero en ambos casos es necesario que en el ámbito del Servicio Penitenciario no se le
pueda proporcionar el tratamiento adecuado. Así se aclara, por otra parte, en el art. 147
de la ley 24.660, que contiene una disposición similar y resulta más completo al estable-
cer que: “El interno podrá ser trasladado a un establecimiento penitenciario especiali-
zado de carácter asistencial médico o psiquiátrico o a un centro apropiado del medio
libre, cuando la naturaleza del caso así lo aconseje. En el segundo de los supuestos se
requerirá previa autorización del juez de ejecución o juez competente, salvo razones de
urgencia. En todos los casos se comunicará la novedad de inmediato al magistrado inter-
viniente”.
Con relación a ello, existen hospitales que funcionan dentro del Servicio Penitenciario,
pero muchas veces la infraestructura y equipamientos con los que cuentan no permiten
tratar casos complejos, por lo que se torna imprescindible la derivación a un hospital
externo. Como el sujeto se encuentra en situación de detención, la internación se debe
efectuar con la custodia correspondiente.
Asimismo, como es lógico, el tiempo de internación se toma en cuenta como parte del
cumplimiento de la pena. Respecto a esto último, la aclaración que se efectúa en cuan-
to a que el cómputo del tiempo únicamente procede “siempre que el condenado se
hallare privado de su libertad durante ese tiempo” es innecesaria, pues se trata de casos
en los que el paciente se encuentra detenido y es trasladado con la correspondiente cus-
todia. Por otra parte, en caso de que el tratamiento pueda llevarse a cabo en forma
ambulatoria, sin necesidad de internación en el centro asistencial externo a la unidad,
lo adecuado sería que se efectúen los traslados correspondientes desde la unidad, en los
horarios y con la frecuencia que determinen los médicos tratantes. En cuanto a que tam-
poco se debe computar dicho lapso como parte de cumplimiento de la pena en los casos
en que “haya sido simulada o procurada para sustraerse de la pena”, resulta un supues-
to de muy improbable aplicación, pues el mismo artículo exige que la enfermedad haya
sido previamente diagnosticada por peritos.
b) La segunda regla que contiene el artículo resulta sumamente criticable e inaplicable,
pues regula una cuestión que ya se encuentra prevista en la legislación de fondo y que,
por lo tanto, no debería ser tratada en un código procesal local. Nos referimos en este
caso a la posibilidad de sustituir la pena por un régimen de prisión domiciliaria respecto
de los condenados mayores a setenta años. Se trata del supuesto contemplado por los
arts. 10, inc. d) del CP y 32, inc. d) de la ley 24.660, que se basa en razones humanitarias
y en la evidente finalidad de impedir que la ejecución de la pena pueda irrogar un trato
cruel, inhumano o degradante (arts. 18, CN; 5º.2, CADH; 10, PIDCP; y 25, DADDH), dado
que los perjuicios que causa el encierro en prisión se tornan mucho más cruentos para
internos de avanzada edad.
Por otra parte, la disposición que aquí comentamos resulta doblemente cuestionable,
pues por un lado incluye una regulación que ya se encuentra prevista en la ley nacional,
afectando el sistema de distribución de competencias legislativas, y, además, introduce
otras exigencias no previstas en la ley nacional, como la referencia a la “personalidad
del condenado” y a las “características del hecho”, lo que puede derivar en una afecta-
ción al principio de legalidad (art. 18, CN), al restringir la aplicación de un mecanismo
El artículo, cuya redacción es idéntica al art. 499 del CPPN, se refiere a la inhabilitación acce-
soria prevista por el art. 12 del CP, para condenas superiores a los tres años de prisión o reclu-
sión. La aludida pena accesoria, importa las siguientes consecuencias durante la condena: a)
una inhabilitación absoluta por el tiempo de la pena o hasta tres años más (con los alcances pre-
vistos por el art. 19, CP); b) La privación de la patria potestad, de la administración de los bie-
nes y del derecho de disponer de ellos por actos entre vivos, estableciéndose que el condenado
debe quedar sometido a la curatela establecida por el Código Civil para los incapaces.
A los fines del presente comentario, solo interesa destacar que una vez firme la condena, el
juez debe efectuar las comunicaciones correspondientes, tal como se ha mencionado en el art.
308. Pero cuando se trate de una pena privativa de la libertad superior a los tres años, además
de la comunicación de la sentencia al Registro Nacional de Reincidencia, se debe hacer saber a
la Secretaría Electoral —en razón de la privación del derecho electoral— y a la Cámara de Ape-
laciones en lo Civil, con el fin de que se de intervención al juzgado competente para intervenir
en la curatela (art. 138, CCCN).
§ 2. Comunicación.— En cuanto a la inhabilitación especial, regulada por los arts. 20, 20 bis
y 20 ter del CP, esta supone “la privación del empleo, cargo, profesión o derecho sobre que reca-
yere y la incapacidad para obtener otro del mismo género durante la condena” (art. 20, CP),
razón por la cual, la condena se debe notificar a la autoridad correspondiente, según cuál sea
la actividad sobre la que haya recaído la interdicción. Si se inhabilitó para cumplir la función
pública que ejercía, la comunicación se debe efectuar a la entidad en la que el condenado se
desempeñaba; si se trata de inhabilitación para conducir, a la Agencia Nacional de Seguridad
Vial y, de tratarse de una licencia local, a la Dirección General de Licencias de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires —organismo creado por ley 26.363, al que adhirió la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires mediante ley 3134—, pudiendo además retenerse el carnet correspondiente;
si la inhabilitación es para ejercer la medicina, al Ministerio de Salud; para tener o portar armas
de fuego al Registro Nacional de Armas, etcétera. Recuérdese que el mencionado artículo del
Código de fondo prescribe que la inhabilitación especial para derechos políticos produce la
incapacidad de ejercer durante la condena aquellos sobre que recayere.
Sin perjuicio de ello, cuando se trate de la inhabilitación para ejercer alguna actividad pri-
vada, el Código establece que corresponde hacerlo saber a la autoridad policial correspon-
diente.
Art. 318. — «Pena de multa». La multa deberá ser abonada dentro de los diez días
desde que la sentencia quedó firme. Vencido este término el Tribunal procederá con-
forme con lo dispuesto en el Código Penal.
Una vez que la sentencia condenatoria a pena de multa queda firme, el juez debe intimar al
condenado a abonar el monto correspondiente dentro del plazo de diez días, descontando del
monto fijado el importe correspondiente al tiempo sufrido en prisión preventiva, conforme a
las pautas establecidas por el art. 21 del CP: un día de prisión preventiva equivale al importe de
multa que debe fijarse entre $ 35 y $ 175. En caso de incumplimiento, corresponde aplicar lo que
dispone el art. 21 del CP . Conforme a esta disposición, se contemplan varias alternativas y, como
último recurso, la conversión de la pena pecuniaria en prisión.
jos comunitarios. En esos casos, el juez deberá establecer el valor que corresponde asig-
nar a cada jornada laboral y determinar la cantidad de horas que el penado debe cum-
plir para cancelar la pena.
d) Finalmente, si ninguna de las alternativas anteriores es posible, la pena de multa debe ser
convertida en prisión, cuyo monto máximo no puede superar el año y medio. Para deter-
minar el tiempo de pena privativa de libertad, se debe tener en cuenta la pauta estable-
cida en el art. 24 del CP, que dispone que un día de prisión equivale a la multa que el tri-
bunal fije entre $ 35 y $ 175. No obstante, este artículo en realidad regula el cómputo de
la prisión preventiva para la pena de multa y no específicamente la conversión de la pena
pecuniaria en prisión. Por lo tanto, no encontramos inconvenientes en que pueda esta-
blecerse un valor superior al indicado, para cada día de prisión, en los casos de incum-
plimiento del pago de la multa. Ello será válido, sobre todo, respecto de aquellos deli-
tos en los que el monto de la multa haya sido establecido con posterioridad a la sanción
de la ley 24.286, que es la que actualizó los importes mencionados en el art. 24 del CP.
En este artículo advertimos una clara diferencia con lo que establece el régimen nacional,
donde no se prevé la vigilancia de la autoridad policial de la prisión domiciliaria, sino única-
mente se contempla el control a través del patronato de liberados o de un servicio social califi-
cado, sin perjuicio de preverse obligatoriamente un dispositivo electrónico de control para cier-
tos delitos contra la integridad sexual (art. 33, LEP).
No obstante, creemos que ello no implica ninguna modificación sustancial del régimen pre-
visto en la ley de fondo y, por lo tanto, esta disposición es válida y legítima. Los requisitos y con-
diciones que deben cumplirse para acceder a la prisión domiciliaria no pueden ser alterados por
un código procesal y no se han visto modificados por este artículo. En cambio, la cuestión ati-
nente a los controles, supervisión o vigilancia del condenado que cumple la pena bajo régimen
de prisión domicilia sí puede ser regulada y modificada por la legislación local. Dicho de otro
modo, es legítimo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se haya decidido que la prisión do-
miciliaria sea vigilada por autoridad policial. Por otra parte, aunque el artículo nada establece,
también resulta posible implementar un sistema de control electrónico supervisado por la Poli-
cía Metropolitana.
En los casos de condenación condicional (art. 26, CP), el condenado debe cumplir ciertas con-
diciones: a) por un lado, no puede cometer nuevos delitos, pues de lo contrario, corresponde
aplicar lo dispuesto en el art. 27 del CP : si el delito se comete antes de los cuatro años, se debe
revocar la condicionalidad de la pena y dictar una pena única de efectivo cumplimiento; mien-
tras que si el nuevo hecho se comete después de cuatro años, pero antes de los ocho o los diez
—en caso de que ambos delitos sean dolosos—, ya no puede revocarse la condicionalidad de la
primera condena, ni tampoco unificarse las sanciones, pero la nueva pena impuesta debe ser de
cumplimiento efectivo; b) además de ello, se deben imponer al penado las reglas de conducta
previstas por el art. 27 bis del CP .
Ahora bien, cuando la revocación de la condicionalidad tiene origen en la comisión de otro
delito por parte del condenado —únicamente cuando el nuevo hecho se haya cometido antes de
los cuatro años—, quien debe proceder a la aludida revocación es el juzgado o tribunal que inter-
venga en el nuevo delito, al momento de dictar sentencia y unificar las penas (arts. 27 y 58, CP).
Por el contrario, si la revocación obedece al incumplimiento de las reglas de conducta im-
puestas (art. 27 bis, CP), la competencia se le ha asignado el juez a cargo de la ejecución. En este
caso, debe aplicarse la última parte del citado artículo, de la que se deriva claramente que la re-
vocación resulta el último recurso, pues se contempla que el juez “podrá disponer que no se
compute como plazo de cumplimiento todo o parte del tiempo transcurrido hasta ese momen-
to” y que la revocación únicamente procede en los casos en que el condenado persistiere o rei-
terare el incumplimiento.
En tal sentido se ha considerado que debía tenerse por no pronunciada la condena impues-
ta al condenado cuando desde la condena han transcurrido más de cuatro años sin que se haya
resuelto definitivamente sobre la revocatoria de la condicionalidad y sin haberse acreditado la
comisión de un nuevo deito durante dicho lapso [CAPCF, Sala III, 17/10/14, “Moreira, Carlos
Andrés”, causa nº 30546/2007, del voto por sus fundamentos del juez Delgado con adhesión del
juez Bosch].
Por otra parte, sobre esta cuestión se entendió que con carácter previo a disponer la revo-
cación de la condicionalidad de la condena es imperioso llevar adelante una audiencia, de la
que participe el condenado [CAPCF, Sala II, 23/3/06, “Díaz, David Domingo”, causa nº 5/05, del
voto de los jueces De Langhe, Bosch y Bacigalupo]. A su vez, se sostuvo que no es viable la revo-
cación si el imputado no fue personalmente notificado de la sentencia [CAPCF, Sala II, 7/7/15,
“Paredes Quiroz, Carlos Israel y otros”, causa nº 2777/13, del voto de los jueces Bosch, De Langhe,
y Bacigalupo].
Art. 321. — «Ley más benigna». Cuando deba quedar sin efecto la pena impuesta, o
las condiciones de su cumplimiento, por haber entrado en vigencia una ley más be-
nigna o en virtud de otra razón legal, el Tribunal aplicará dicha ley de oficio, a solici-
tud del/la interesado/a o del Ministerio Público Fiscal.
Mediante este artículo se regula el procedimiento que debe cumplirse en caso de que, lue-
go de la condena, deba aplicarse retroactivamente una ley penal más benigna a favor del impu-
tado (art. 2º, CP). Ello puede ocurrir cuando, como consecuencia de alguna reforma legal, se
deroga el delito por el que el sujeto había sido condenado, se reduce la penalidad o se elimina
alguna circunstancia de agravación que había sido aplicada en el caso. Por otra parte, la nueva
ley más benigna también puede introducir modificaciones en cuestiones atinentes al régimen
de la acción penal —por ejemplo, en materia de prescripción— o con relación a mecanismos
alternativos al proceso penal o a la pena —suspensión del juicio a prueba, mediación o conci-
liación penal, etcétera—.
La aplicación del principio de la retroactividad de la ley penal más benigna (art. 9º, CADH),
puede hacerse de oficio o a pedido de parte. En cualquiera de los casos deben regir los princi-
pios fundamentales de oralidad e inmediación que caracterizan al enjuiciamiento penal de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ello implica que se deberá convocar a una audiencia, en la
que se escuchará al fiscal, al defensor y al condenado, y luego se resolverá. La resolución judi-
cial puede implicar la determinación de un nuevo monto o tipo de pena, la sustitución de la san-
ción o su extinción, según cuales sean los efectos de la nueva ley más benigna.
Por último, es criticable que este artículo regule un supuesto similar al que ha sido previsto
como motivo del recurso de revisión (art. 297, inc. 5º). Frente a una modificación legal, se pre-
sentan dudas acerca del procedimiento que debe cumplirse, pues el recurso de revisión se inter-
pone y tramita ante la cámara de apelaciones (art. 300), mientras que el artículo que comenta-
mos ante el juez a cargo de la ejecución. Creemos que de las dos vías contempladas por el códi-
go, la del presente artículo es la que resulta más conveniente, pues permite una mayor revisión
de lo resuelto, dado que existe un pronunciamiento de primera instancia que luego puede dar
lugar a la interposición del recurso de apelación (art. 279).
Capítulo 2
Libertad condicional
La libertad condicional constituye uno de los períodos dentro del régimen de progresividad
de la ejecución de la pena privativa de la libertad, de modo que la regla general debe ser que el
trámite se inicie en la misma unidad de alojamiento. De allí que, con el pedido del interno,
corresponda dar curso a la solicitud y disponer la confección de los informes que deben ser ele-
vados al juez a cargo de la ejecución. Nos referimos a los informes técnicos, de las diferentes áre-
as del Consejo Correccional de la unidad, que deben ser tomados en cuenta para determinar si
el condenado cumple o no los requisitos establecidos por el art. 13 del CP, de conformidad con
lo dispuesto por el art. 28 de la ley 24.660.
Lo atinente al trámite e informes que deben confeccionarse se encuentra regulado por el
decr. 396/99 —Reglamento de Modalidades Básicas de la Ejecución—, que establece que el
interno puede efectuar la solicitud y dar inicio a los trámites a partir de los cuarenta y cinco días
anteriores al cumplimiento del plazo de la libertad condicional (art. 40), informando el domici-
lio que fijará a su egreso. Conforme al art. 41, con el pedido del interno se debe abrir un expe-
diente, que debe contener: a) Situación legal del peticionante de acuerdo a la sentencia con-
denatoria, la pena impuesta, su vencimiento, fecha en que podrá acceder a la libertad condi-
cional y los demás antecedentes procesales que obren en su legajo; b) Conducta y concepto
que registre desde su incorporación al régimen de ejecución de la pena y de ser posible la cali-
ficación del comportamiento durante el proceso [a fin de la evaluación de dicho comporta-
miento, se ha sostenido que no cualquier sanción disciplinaria es suficiente para negar el acce-
so a la libertad condicional, sino que debe invocarse una inobservancia regular —faltas graves
o repetidas— de los reglamentos carcelarios [CAPCF, Sala III, 16/7/10, “Di Leva, Brian”, causa nº
39810/09, de la ampliación de fundamentos de la doctora Paz]; c) Si registrare sanciones discipli-
narias, fecha de la infracción cometida, sanción impuesta y su cumplimiento; d) Posición del in-
terno en la progresividad del régimen detallándose la fecha de su incorporación a cada período
o fase; e) Informe de la Sección Asistencia Social sobre la existencia y conveniencia del domici-
lio propuesto; f ) Propuesta fundada del Servicio Criminológico, sobre la evolución del trata-
la ley 24.660. Incluso, se requiere que, antes de adoptar una decisión, el juez tome conocimien-
to directo del condenado y lo escuche si desea hacer alguna manifestación. También es impres-
cindible contar con un informe del equipo interdisciplinario del juzgado —que puede llevarse
a cabo en el Cuerpo Médico Forense—, estableciéndose que se notificará a la víctima o su repre-
sentante legal, que será escuchada si desea hacer alguna manifestación, y que el interno podrá
proponer peritos especialistas a su cargo, que estarán facultados para presentar su propio
informe (art. 28, ley 24.660).
Finalmente, la reglamentación exige que el interno sea inmediatamente notificado de la
elevación de su pedido al juez a cargo de la ejecución (art. 45).
El pedido de libertad condicional puede efectuarse directamente ante el juzgado. En ese ca-
so, el juez debe solicitar al Director de la unidad de alojamiento que remita los informes corres-
pondientes, con los datos que se han mencionado en el artículo anterior.
Más allá de solicitar y estar a la espera de los informes que deben confeccionarse, en el legajo
de ejecución el secretario del juzgado debe realizar un informe sobre el tiempo de condena cum-
plido, para determinar el cumplimiento del requisito temporal previsto en el art. 13 del CP. Por
otra parte, también se deben actualizar los antecedentes del condenado, con el fin de constatar
si tiene alguna otra causa en la que interese su detención u otra condena que deba ser objeto de
unificación. Con esa finalidad, se debe librar oficio al Registro Nacional de Reincidencia.
En relación al procedimiento que debe cumplirse una vez que se reciben los informes corres-
pondientes, cabe efectuar algunas aclaraciones:
a) Es llamativo que la ley haya regulado una tramitación por incidente escrito, en contra
de los principios de oralidad e inmediación que caracterizan a este Código. Incluso es
contradictorio que se haya contemplado la celebración de audiencia oral para otra cla-
se de decisiones como la prisión preventiva, la excarcelación o la exención de prisión,
pero no respecto de la libertad condicional. De todas formas, pensamos que no existe
ningún inconveniente en que la procedencia de la libertad condicional se discuta en
una audiencia oral, con presencia del fiscal, del imputado y su defensor. Tanto para los
casos de tramitación por escrito como mediante audiencia oral, se debe garantizar ple-
namente el derecho de defensa, por lo que, en caso de oposición del fiscal, se debe
otorgar al condenado y su defensa la posibilidad de contestar los argumentos que es-
grima el titular de la acción penal para oponerse al otorgamiento de la libertad antici-
pada.
c) Contra la resolución del juez que concede o rechaza la incorporación del penado al régi-
men de la libertad condicional se admite el recurso de apelación, que debe interponer-
se dentro de las cuarenta y ocho horas. Se ha considerado extemporáneo el recurso pre-
sentado por la defensa del condenado contra la resolución que rechazó la incorpora-
ción del interno al régimen mencionado [CAPCF, Sala I, 12/12/07, “Fuenzalida, Mario Se-
bastián”, causa nº 1-01/06; ídem, Sala III, 24/5/16, “Cortés”, causa nº 15256/14].
d) Finalmente, la última parte del artículo, que establece que en caso de rechazo la liber-
tad condicional no puede volver a solicitarse antes de que transcurran los seis meses —ex-
cepto que el rechazo se deba al incumplimiento del requisito temporal—, resulta suma-
mente cuestionable por inconstitucional, dado que se introduce una restricción que no
se encuentra prevista por la legislación nacional, afectándose de tal modo el principio
de legalidad (art. 18, CN).
ben producir antes del vencimiento de la pena, pues una vez operado dicho vencimien-
to ya no es factible la revocación. En relación a esta cuestión, existen discrepancias entre
los autores del presente comentario. Para Javier de la Fuente, se debe aplicar el criterio
mencionado en primer término, mientras que Mariana Salduna considera apropiado el
segundo.
b) Cuando el incumplimiento recae sobre las restantes condiciones establecidas en la reso-
lución de libertad condicional, no se ha contemplado como consecuencia a la revoca-
ción, sino únicamente que puede descontarse como parte de cumplimiento de la pena
el tiempo en el que haya durado el incumplimiento (art. 15, párr. 2º, CP).
Capítulo 3
Medidas de Seguridad
El artículo tiene una redacción prácticamente igual a la del art. 511 del CPPN y regula lo ati-
nente a la ejecución de las medidas de seguridad de naturaleza penal. Concretamente, en esta
clase de consecuencias jurídico-penales cabe incluir a las siguientes:
1 — Las medidas de seguridad para casos de incapacidad de culpabilidad, cuando exista
peligrosidad psiquiátrica, contempladas por el art. 34, inc. 1º, párrs. 2º y 3º del CP.
En tales supuestos, el sujeto internado queda a disposición del juez a cargo de la ejecución,
quien debe solicitar informes periódicamente al centro de internación y disponer la realización
de pericias psiquiátricas para constatar el estado y la evolución del paciente, tomando siem-
pre como perspectiva fundamental que la internación constituye un recurso terapéutico suma-
mente excepcional, únicamente válido cuando no existen otras alternativas menos lesivas. Al
respecto, se sostuvo que la intervención de los funcionarios judiciales no es la apropiada si se
propicia una internación psiquiátrica involuntaria innecesaria, sin intentar un tratamiento vo-
luntario alternativo, en tanto vulnera el principio que establece que todo paciente tiene dere-
cho a ser tratado y atendido, en la medida de lo posible, en la comunidad en que vive; y si, ade-
más, se advierte una demora en la externación y una serie de incomunicaciones entre el juz-
gado y el lugar de internación, redundando todo esto en la conculcación de las garantías pro-
cesales del sujeto sobre el que pesa la medida de seguridad, en especial del derecho a apelar
la resolución que dispuso su internación y el derecho a un defensor que la representara en su
calidad de paciente [CSJN, 1/9/09, “S. de B., M. c. Ministerio de Justicia”, S.493.XLII, CSJN-Fallos,
332:2068, del voto en disidencia de los jueces Lorenzetti, Fayt y Zaffaroni; y, en el mismo sen-
tido, CAPCF, Sala III, 21/8/12, “R., F. E.”, causa nº 53632/10, del voto de la jueza Manes, por la
mayoría].
Como vimos al comentar el art. 310, el juez debe garantizar que se respeten los derechos fun-
damentales reconocidos en la ley y en las convenciones internacionales a favor de los internados
sujetos a medidas de seguridad. Tal es el lineamiento trazado por nuestro máximo tribunal, al
afirmar que ante la existencia de una internación involuntaria, resulta imperioso extremar la sal-
vaguarda del principio de inmediatez en resguardo de los derechos fundamentales de las per-
sonas internadas forzosamente, en procura de su eficaz protección. El respeto de la regla del
debido proceso debe ser observado con mayor razón en el caso de personas sometidas a trata-
mientos de internación psiquiátrica coactiva debido al estado de vulnerabilidad, fragilidad,
impotencia y abandono en el que se encuentran frecuentemente estas personas. El juez del
lugar donde se encuentra el centro de internación es quien debe adoptar las medidas urgentes
necesarias para dar legalidad y controlar las condiciones en que el tratamiento de internación se
desarrolla, sin perjuicio de que, mientras se dirime la cuestión de competencia, el tribunal que
esté conociendo en el caso, debe seguir interviniendo en la causa a fin de no dejar a la persona
en un estado de desamparo [CSJN, 12/8/08, “R., D. F.”, C.111.XLIV, CSJN-Fallos, 331:1854; y, en
igual sentido, 24/6/08, “B., M. A.”, C.1358.XLIII, CSJN-Fallos, 331:1524].
La debilidad jurídica estructural que sufren las personas con padecimientos mentales crea
verdaderos “grupos de riesgo” en cuanto al pleno y libre goce de los derechos fundamentales,
situación que genera la necesidad de establecer una protección normativa eficaz, tendiente a la
rehabilitación y reinserción del paciente en el medio familiar y social en tanto hoy nadie niega
que las internaciones psiquiátricas que se prolongan innecesariamente son dañosas y conllevan,
en muchos casos, marginación, exclusión y maltrato y no es infrecuente que conduzcan a un
“hospitalismo” evitable. Los pacientes institucionalizados, especialmente cuando son recluidos
coactivamente —sin distinción por la razón que motivó su internación—, son titulares de un con-
junto de derechos fundamentales, como el derecho a la vida y a la salud, a la defensa y al respe-
to de la dignidad, a la libertad, al debido proceso, entre tantos otros, sin embargo, deviene inne-
gable que tales personas poseen un estatus particular, a partir de que son sujetos titulares de
derechos fundamentales con ciertas limitaciones derivadas de su situación de reclusión. Frente
a tal circunstancia desigual, la regla debe ser el reconocimiento, ejercicio y salvaguardia especial
de esos derechos de los que se derivan los deberes legales del sujeto pasivo —sea el Estado o los
particulares— y que permiten, a su vez, promover su cumplimiento. Toda internación involun-
taria en los distintos supuestos en que un juez puede disponer un encierro forzoso debe, a la luz
de la normativa vigente, sustentarse exclusivamente en el padecimiento de una afección men-
tal susceptible de internación en tanto, en un contexto terapéutico, represente la posibilidad de
evitar que se concreten actos dañosos graves, inmediatos o inminentes para esa persona o para
terceros (Principios de Salud Mental, 16.1.a) o bien que la terapéutica requiera ineludiblemente
el aislamiento del paciente durante algún tiempo; de este modo, la razonabilidad de la interna-
ción depende de su legitimación. La medida de privación de la libertad del paciente debe ser
revisada judicialmente mediante procedimientos simples, expeditivos, dotados de la mayor
celeridad y, si correspondiera prolongarla por razones terapéuticas, ello debe ser objeto de un
minucioso control periódico jurisdiccional obligatorio de los motivos de la internación, a los
efectos de estudiar si las condiciones que determinaron su reclusión se mantienen o se modifi-
caron en el tiempo, y siempre en el marco de los principios y garantías constitucionales, ya que
de no ser así, la internación se convierte en los hechos en una pena privativa de la libertad sin lími-
te de duración. Tanto el principio de proporcionalidad como el propósito de respetar el princi-
pio de igualdad, que se buscó con la declaración de inimputabilidad, se ven seriamente compro-
metidos debido a que se muestra como irrazonable que una persona, a la que el Estado no quie-
re castigar, se vea afectada en sus derechos en una medida mayor de la que le hubiese corres-
pondido de haber sido eventualmente condenada como autor responsable [CSJN, 19/2/08, “R.,
M. J. s/Insania”, C.1195.XLII, CSJN-Fallos, 331:211].
Si bien es cierto que ha sido sancionada la ley 26.657 Nacional de Salud Mental, es preciso
destacar que el legislador no ha suprimido a las aludidas medidas de seguridad para sujetos
inimputables. En este sentido, debe señalarse que a través de la ley mencionada se han efec-
tuado modificaciones al Código Civil anteriormente vigente —se incorporó el art. 152 ter y se
sustituyó el art. 482— y expresamente se ha derogado la ley 22.914, pero ninguna modificación
se realizó respecto del Código Penal. Al contrario, al regularse lo concerniente a externaciones
o permisos de salida en las internaciones involuntarias, expresamente se dispuso que “queda
exceptuado de lo dispuesto en el presente artículo, las internaciones realizadas en el marco de
lo previsto en el art. 34 del CP”, lo que permite afirmar que el legislador no tuvo la intención de
derogar esta clase de medidas [respecto del reconocimiento de las medidas de seguridad de na-
turaleza penal y en relación a las garantías que deben respetarse, véase CSJN, 13/11/12, “Antu-
ña, Guillermo Javier”, A. 987.XLVI, CSJN-Fallos, 335:2228, en el que los jueces de la Corte se remi-
tieron al dictamen del procurador general de la Nación].
Ahora bien, en nuestra opinión, existen varios aspectos de la ley de salud mental que deben
ser aplicados y tomados en cuenta para cualquier tipo de internación. La ley 26.657 ha estable-
cido ciertos estándares mínimos, que tienen por objetivo el respeto de los derechos humanos
de las personas con padecimientos mentales (art. 1º) y que deben ser garantizados cualquiera
sea el origen, la naturaleza o la autoridad que dispone una internación psiquiátrica. El art. 6º
de la ley aludida prescribe que: “Los servicios y efectores de salud públicos y privados, cual-
quiera sea la forma jurídica que tengan, deben adecuarse a los principios establecidos en la pre-
sente ley”. En relación a ello, cabe señalar lo siguiente: a) en primer lugar, deberán garanti-
zarse estrictamente el conjunto de derechos reconocidos expresamente a favor de las personas
con padecimiento mental en el art. 7º de la citada ley; b) el tratamiento debe estar a cargo de
un equipo interdisciplinario con la debida acreditación de la autoridad competente, incluyen-
do las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras
disciplinas o campos pertinentes (art. 8º); c) siempre se deberá tener en cuenta que la interna-
ción debe ser considerada como un recurso terapéutico de carácter excepcional, y únicamente
puede mantenerse cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las inter-
venciones realizadas en su entorno familiar, comunitario o social (art. 14); d) corresponde tam-
días. El art. 37 de la ley 455 de la CABA, dispone que: “A los efectos de un adecuado seguimien-
to sobre el estado de la persona, el director del establecimiento debe elevar al Juez intervi-
niente, en forma mensual, las novedades producidas en la historia clínica”.
Aunque el Código nada dice, es claro que en el marco del tratamiento, se pueden otorgar
permisos de salida al paciente. En relación con tales permisos, consideramos que su concesión
debe quedar a criterio de los médicos tratantes, con la única condición de que sean comunica-
dos debidamente al juez. El art. 46 de la ley 455 de la CABA dispone que: “Las salidas y permisos
especiales serán decididas en función del curso del tratamiento, debiendo ser comunicados a
los familiares responsables o tutores responsables, Asesoría de Menores e Incapaces o juez, de
acuerdo con la condición legal de la persona internada, con no menos de veinticuatro horas de
anticipación al momento autorizado de salida, debiendo contar con certificación del director
del establecimiento”. Por su parte, según el art. 47: “Durante las internaciones se promueven,
cuando sea posible, los permisos de salida como parte del tratamiento y rehabilitación del
paciente, favoreciendo la continuidad de su relación con el medio familiar y comunitario”.
Es importante tener presente que si bien hasta el momento el Poder Judicial de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires no interviene con relación a los delitos previstos por la ley 23.737,
el tercer convenio de transferencia aprobado por ley 26.702, justamente ha incluido en la trans-
ferencia al fuero local los supuestos típicos contemplados en el art. 14 de la citada ley (véase
Capítulo IV, pto. h, ley 26.702 y art. 34, ley 23.737).
Art. 329. — «Cese». Para ordenar que cese una medida de seguridad el Tribunal a car-
go de la ejecución deberá oír al Ministerio Público Fiscal, al/la interesado/a o, cuando
este/a sea incapaz, a quien ejercite su patria potestad, tutela o curatela y, en su caso,
requerir el dictamen pericial.
Los requisitos que deben cumplirse para la cesación de una medida de seguridad de carác-
ter penal se encuentran previstos en las disposiciones de fondo antes aludidas. En relación al
procedimiento que debe cumplirse, es claro que debe garantizarse el contradictorio y el dere-
cho de defensa en juicio, motivo por el cual, no solo debe ser escuchado el representante del
Ministerio Público Fiscal, sino también el propio interesado y su defensor, de modo que corres-
ponde resguardar la defensa material y técnica. No obstante, cuando el sujeto sometido a me-
dida sea incapaz y no pueda expresarse, se deberá escuchar a su representante legal. Por otra
parte, debido a que se encuentra comprometido el interés de personas incapaces, en todos los
casos también se debe dar intervención a la Asesoría Tutelar (art. 53, ley 1903).
Obviamente, para analizar si se encuentran reunidas o no las condiciones exigidas para la
cesación de la medida de seguridad, en la mayoría de los casos es necesario confeccionar un pe-
ritaje. Para ello hay que cumplir todos los requisitos exigidos por el Código, en el sentido de
notificar fehacientemente a las partes, con el fin de que puedan proponer puntos de pericia y
ofrecer peritos de parte (art. 130, CPPCABA). En el ámbito local, también cabe tener presente
que el art. 43 de la ley 455 dispone que: “En el caso de las personas internadas por decisión judi-
cial, el establecimiento podrá solicitar al juez interviniente un acuerdo de alta condicionada, la
cual conformará una parte importante en el tratamiento y rehabilitación de la persona”. Asi-
mismo, conforme al art. 45: “Cuando se reciba una persona derivada por vía judicial y surja de
su evaluación que no posee patología en salud mental o que no se justifica su internación en un
servicio de salud mental o en un hospital monovalente de salud mental, se dará inmediata in-
formación al juez interviniente a fin que disponga su pertinente externación o traslado”.
Por último, tal como lo hemos sostenido al comentar artículos anteriores, si bien el Código
no lo impone, no hay ningún impedimento y, por el contrario, creemos que resultaría aconse-
jable, que el procedimiento relacionado con la posible cesación de medidas de seguridad sea
efectuado mediante audiencia oral, con intervención del interesado —en su caso, de su repre-
sentante—, el defensor y el fiscal.
TÍTULO III
EJECUCIÓN CIVIL
Capítulo 1
Condena Pecuniaria
La disposición bajo análisis guarda sin lugar a dudas, estrecha relación con lo previsto en el
art. 29 del CP, en cuanto establece que con el dictado de la sentencia condenatoria podrá orde-
narse además: 1) la reposición al estado anterior a la comisión del delito, en cuanto sea posi-
ble, disponiendo a ese fin las restituciones y demás medidas necesarias; 2) la indemnización del
daño material y moral causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el monto pru-
dencialmente por el juez en defecto de plena prueba, y 3) el pago de las costas.
De este modo, la sentencia puede incluir la imposición al condenado de las obligaciones de
restituir determinados efectos o elementos, indemnizar y reparar los daños causados por el de-
lito, satisfacer el pago de las costas y hacerse cargo de los gastos ocasionados por el proceso.
Es menester aclarar que si bien en la disposición objeto de comentario se hace referencia a
las sentencias “que condenen”, su aplicación puede resultar también viable en aquellos casos
en los que se dicte un pronunciamiento desincriminatorio respecto del imputado (como ser una
absolución o un sobreseimiento), en la medida en que aún en tales supuestos, pueden serle re-
gulados honorarios a los abogados u otros profesionales que hayan intervenido en el proceso.
Si la condena supone para el condenado la obligación de restituir determinados objetos o
cosas, y si tales elementos han sido secuestrados en el marco del proceso, resultará aplicable lo
normado en el art. 335, párrs. 1º y 2º del CPPCABA, en cuanto establece que las cosas secuestra-
das que no estuvieran sujetas a decomiso, restitución o embargo serán devueltas a quien se le
secuestraron o a quien acredite mejor título de dominio conforme lo dispuesto en el Código Ci-
vil. En el caso en que tales efectos hubieren sido entregados en calidad de depósito judicial con
carácter previo al dictado de la sentencia, la ley dispone que deberá notificarse al depositario
acerca de la entrega definitiva o de que tiene obligación de poner las cosas a disposición de
quien corresponda. Si los elementos secuestrados fueran propiedad del condenado, el Código
estipula que podrán ser retenidas en garantía justamente con el propósito de satisfacer los gas-
tos y costas del proceso, así como las responsabilidades pecuniarias impuestas.
Por su parte, la sentencia también puede condenar al imputado a la reparación o indemni-
zación de los daños causados por el delito. Sobre este punto, recordemos que de acuerdo con
lo estipulado en el art. 12 del CPPCABA, el querellante está facultado a ejercer la acción civil
conjuntamente con la penal, con el propósito de obtener la reparación integral del perjuicio
ocasionado por la conducta delictiva. De allí que, en aquellos supuestos en los que el actor civil
haya optado por ejercer la acción dentro del proceso penal, la sentencia debe necesariamente
pronunciarse acerca de la procedencia o improcedencia de su pretensión (cf. art. 248, inc. 7º),
en cuyo caso deberá establecer el monto de la indemnización.
Ahora bien, si el damnificado no optó por ejercer la acción civil dentro del proceso penal, no
podrá el juez penal expedirse respecto a una eventual indemnización por los daños causados.
En este sentido, la Cámara del fuero ha señalado que correspondía confirmar la resolución de
grado que declaró la nulidad parcial del acuerdo de avenimiento, en cuanto había impuesto al
condenado la obligación de abonar una suma de dinero durante el término de veinticuatro me-
ses, en concepto de indemnización del daño material y moral a la víctima. Para ello se tuvo en
cuenta que la denunciante no se constituyó previamente en querellante en los términos del art.
10 y concs. del CPPCABA a fin de ejercer la acción civil. Ello así, no resulta posible asegurar la in-
demnización del daño causado por el delito en los términos del art. 29, inc. 2º del CP, y queda-
rá, en todo caso, habilitada para efectuar los reclamos pertinentes en la instancia civil corres-
pondiente [CAPCF, Sala II, 24/6/13, “M. L., D. M.”, causa nº 17610-01/11, del voto de los jueces
Bosch y De Langhe].
El pago de dicho monto puede hacerse efectivo sobre los bienes propios del condenado, aún
después de que este hubiese fallecido (cf. art. 70, CP). A su vez, si los bienes del condenado resul-
taren insuficientes para satisfacer todas sus responsabilidades pecuniarias, el art. 30 del CP dis-
pone que debe darse primacía a la indemnización de los daños y perjuicios por sobre el resto de
las obligaciones (resarcimiento de los gastos del juicio, decomiso del producto o el provecho del
delito y el pago de la multa).
Por otro lado, la sentencia también puede imponer al condenado la obligación de afrontar
las costas del proceso. De conformidad con lo estipulado en el art. 345 del CPPCABA, las costas
comprenden el pago de la tasa de justicia, los honorarios de los abogados, procuradores y peri-
tos, y los restantes gastos que se hubieren originado por la tramitación de la causa. En el caso
de los honorarios, la legitimación la tendrá el abogado o perito cuyos honorarios hayan sido
regulados en la sentencia.
En todos los supuestos mencionados precedentemente (restitución, indemnización, etcéte-
ra), la sentencia deberá ser ejecutada inmediatamente. A tal fin, se intimará al condenado a dar
cumplimiento a lo ordenado, a efectos de que restituya las cosas o abone las sumas adeudadas.
También podrá disponerlo el tribunal por “simple orden” si, por ejemplo, la cosa objeto de res-
titución se encuentra bajo resguardo del tribunal. Ahora si no se diera tal supuesto y el conde-
nado no cumpliere o no fuere posible dar curso a la ejecución, corresponderá expedir certifica-
do respecto del interesado o bien entregarle un testimonio de la sentencia condenatoria, a fin
de que aquél dé inicio al procedimiento de ejecución ante los jueces con competencia en mate-
ria civil o contencioso administrativo.
La atribución de la competencia en tales casos dependerá de quien sea la parte interesada.
Así, si se trata, por ejemplo, del actor civil o de un abogado que reclama el pago de sus honora-
rios, la ejecución estará a cargo de los tribunales con competencia civil. Ahora si se trata de una
autoridad administrativa, como ser, por ejemplo, el fisco local, lo serán los jueces de la ciudad
con competencia en lo contencioso administrativo y tributario.
Pensamos que la solución que adopta el Código es la adecuada, pues únicamente contem-
pla la posibilidad de que la ejecución civil sea realizada por el juez penal cuando resulte un pro-
cedimiento muy simple —por ejemplo, entregar al damnificado los objetos sobre los que reca-
yó el delito que le pertenecen o hacer efectiva la condena civil en dinero secuestrado o bienes
que se encuentren embargados—, pero en cambio, si no es suficiente con la simple orden del
juez, sino que se torna necesario llevar a cabo un procedimiento ejecutivo, el trámite ejecutivo
debe iniciarse ante el fuero civil o contencioso administrativo.
El embargo es una medida cautelar de carácter real que recae sobre el patrimonio del impu-
tado, es decir, sobre sus bienes muebles o inmuebles y que se impone con el propósito de ase-
gurar el cumplimiento de la pena pecuniaria, la indemnización civil y las costas del proceso.
Tal como fuera explicado anteriormente, al momento de analizar la previsión contenida en el
art. 176 del CPPCABA (a cuyo comentario nos remitimos), cuando se dicta la prisión preventiva u
otra restricción cautelar respecto del imputado, el tribunal puede disponer a pedido del fiscal ac-
tuante y/o de la querella, el embargo de bienes del imputado para garantizar las costas del proce-
so y, en su caso, la reparación del daño causado por el delito. La ley también prevé que el embar-
go puede ser ordenado, incluso, si no se adoptan otras medidas cautelares, siempre que medie pe-
dido de parte y se discuta acerca de su procedencia en audiencia, que debe ser fijada a tal efecto.
Respecto del embargo aquí tratado, se ha destacado en la jurisprudencia la importancia de
discutir acerca de su procedencia, al señalar que el embargo de bienes del imputado en canti-
dad suficiente garantiza la pena pecuniaria, la indemnización civil y las costas, que compren-
den a su vez el pago de la tasa de justicia, los honorarios devengados por los abogados, procu-
radores y peritos y los demás gastos que se hubieran originado por la tramitación de la causa.
Cada uno de estos aspectos debe ser evaluados para llegar finalmente al monto específico y res-
pecto del cual las partes puedan formular impugnaciones, si es que lo consideran pertinente. Si
las partes no han sido oídas en este aspecto, la resolución del juez que traba dicho embargo de-
be ser anulada [CAPCF, Sala III, 30/4/08, “Simpe, Renzo Nicolás”, causa nº 8728, del voto en disi-
dencia parcial de la jueza Paz; en el caso, el voto de la mayoría revocó el embargo invocando la
circunstancia de que aquel no había sido pedido por el fiscal o la querella, cuestión que trata-
remos en los párrafos siguientes].
En la disposición antes mencionada (art. 176, CPPCABA) se señala que los legitimados para
solicitar la imposición del embargo son el querellante y el fiscal actuante. Así lo ha manifesta-
do la jurisprudencia local, al revocar la decisión del juez de primera instancia que resuelve tra-
bar embargo sobre los bienes del imputado sin mediar solicitud de alguna de las partes en cues-
tión [CAPCF, Sala III, 30/4/08, “Simpe, Renzo Nicolás”, causa nº 8728, del voto de los jueces Fran-
za y Manes, por la mayoría; e ídem, 20/6/08, “Taboada Ortiz, Víctor”, causa nº 13051-01/08]. Sin
embargo, en el caso del artículo objeto de comentario no se efectúa tal especificación, sino que
simplemente se indica que la medida únicamente procede “a solicitud de parte”. Al respecto,
debe señalarse que por “parte” cabe considerar incluidos al fiscal, al querellante y al actor civil.
A su vez, la medida puede recaer tanto sobre el imputado como sobre el civilmente demanda-
do. La circunstancia de que el embargo pueda ser impuesto únicamente a solicitud de parte,
marca una diferencia respecto al régimen vigente en el orden nacional, en el que la medida
puede ser ordenada también de oficio.
Puntualmente, en el caso del querellante particular, puede solicitar la imposición del embar-
go para procurar el cumplimiento de la pena pecuniaria, la satisfacción de las costas del proce-
so y, en su caso, el resarcimiento de los daños causados por el delito. En este último supuesto,
suele admitirse que la querella requiera la traba de embargo aún antes de constituirse en actor
civil, con la finalidad de asegurar el eventual cumplimiento de la indemnización por el perjui-
cio ocasionado con la conducta delictiva, y siempre que el imputado haya sido intimado de los
hechos. Ahora bien, cuando la medida sea impuesta con ese objetivo, es presupuesto ineludi-
ble que con anterioridad a la presentación del requerimiento de juicio, exprese su voluntad de
ejercer la acción civil dentro del proceso penal. Caso contrario, y si se toma en consideración que
en ese momento procesal (formulación de la acusación), la potestad de erigirse en actor civil
culmina (cf. art. 13, CPPCABA), ya no podrá reclamar la reparación de los daños ocasionados por
el delito —al menos, no ya dentro del proceso penal— y el embargo que se haya dispuesto con
esa finalidad podrá ser modificado o dejado sin efecto a pedido de parte o, incluso, de oficio.
Sobre este punto, la Cámara del fuero ha señalado que no corresponde hacer lugar a la imposi-
ción del embargo al acusado solicitado por la querella para garantizar el pago del daño causa-
do por el delito de daños, cuando dicha parte no ha manifestado su deseo de promover la ac-
ción civil, en virtud de que la indemnización por el daño en estos casos solo puede ser reclama-
da por quien ha iniciado la demanda en el mencionado fuero [CAPCF, Sala II, 16/3/16, “N. N.”,
causa nº 17945-01/15].
A su vez, en el caso del representante del Ministerio Público Fiscal, únicamente podrá reque-
rir que se disponga el embargo sobre los bienes del condenado para el cumplimiento de la pena
pecuniaria y para la satisfacción de las costas, mas no para hacer frente al cobro de la indemni-
zación por daños, pues ello tiene como requisito previo que se haya ejercido la acción civil en el
proceso.
Al respecto, se ha declarado la nulidad de la resolución de primera instancia que dispuso ha-
cer lugar a la solicitud de embargo efectuada por la Fiscalía respecto de un inmueble pertene-
ciente al imputado, con el objeto de garantizar el pago del daño causado por el delito y, en su
caso, las costas del proceso, de conformidad con lo dispuesto en los arts. 28, 29 y 30 del CP. Ello
por entender que la medida en cuestión solo podría tener como fin asegurar el pago de las cos-
tas del proceso, si en la causa no se había promovido la acción civil, por lo que el juez, en caso de
dictar la sentencia condenatoria, no podría ordenar la indemnización del daño en los términos
del art. 29 del CP [CAPCF, Sala I, 15/12/11, “I., S. E.”, causa nº 53792-01/10].
Es presupuesto ineludible para el dictado del embargo que exista verosimilitud en el dere-
cho invocado (fumus bonis iuris). Esto es lo que se conoce como mérito sustantivo que, en pala-
bras del propio Código, supone que se hayan reunido elementos de convicción suficientes co-
mo para sostener, aún provisionalmente, la materialidad del hecho y que el imputado resulta
con probabilidad su autor o partícipe (cf. art. 177). Dicho en otros términos, deben existir más
elementos para afirmar la imputación que para negarla.
Así también, es preciso que exista urgencia o peligro en la demora (peculum in mora), lo que
supone básicamente que, de no adoptarse la medida, los objetivos de su dictado, que son el ase-
guramiento del cumplimiento de la pena pecuniaria, de la indemnización civil y de las costas del
proceso, podrían llegar a verse frustrados. Eso ocurriría, por ejemplo, si la persona sometida a
proceso se deshace de sus bienes con el fin de eludir el pago de una eventual indemnización por
los daños causados por el delito o la satisfacción de las costas. Como es lógico, tales peligros no
pueden ser presumidos, sino que debe demostrarse su existencia en el caso concreto, en la au-
diencia que a tal efecto debe fijar el tribunal.
Finalmente, el tribunal podrá evaluar también la posibilidad de imponer a quien solicite la
traba del embargo, la obligación de integrar una contracautela, con la finalidad de garantizar
los eventuales daños que puedan producirse como consecuencia del dictado de la medida, si la
pretensión principal es luego considerada carente de fundamento. En relación con esta cues-
tión, ha de señalarse que si bien el Código no prevé esta posibilidad de manera expresa, resul-
taría de todos modos viable por vía de lo establecido en el art. 199 del CPCCN, aplicable en fun-
ción de lo dispuesto en el art. 332 del CPPCABA . Así también, la ley 2145 (ley de amparo de la
CABA) regula en su art. 15 lo atinente a las medidas cautelares. Allí se establece que en las accio-
nes de amparo contra autoridades públicas son requisitos necesarios para el otorgamiento de
toda cautelar la acreditación simultánea de los siguientes presupuestos: a) verosimilitud en el
derecho; b) peligro en la demora; c) no frustración del interés público y; d) contracautela. A
su vez, se estipula que el juez deber determinar la índole de la contracautela para cubrir los
daños y perjuicios que pudieran derivarse de su otorgamiento, sin que esto pueda implicar un
menoscabo a la tutela cautelar.
El monto del embargo debe ser establecido de manera fundada y sobre la base de lo que las
partes hayan argumentado en la audiencia que a tal efecto se hubiere designado. A tal fin, de-
berá fijarse una suma que resulte adecuada para garantizar la pena pecuniaria, la indemniza-
ción civil y las costas. En cuanto a la pena pecuniaria, obviamente deberá analizarse si el delito
imputado prevé la sanción de multa, ya sea de forma alternativa o conjunta, puesto que de no
ser así, no resultará legítima la imposición del embargo; al menos no fundado en este rubro
concreto. Por su parte, en lo que respecta a la indemnización civil, deberá tomarse en cuenta
cuál es el monto reclamado por el actor civil, con más sus intereses. Finalmente, en lo que hace
a las costas, sabido es que estas últimas incluyen el pago de la tasa de justicia, los honorarios de
los abogados, procuradores y peritos, y los demás gastos que se pudieren originar a raíz de la
tramitación del proceso.
El embargo es una medida esencialmente flexible y modificable que puede ser atenuada o
dejada sin efecto, incluso de oficio, en cualquier momento del proceso (cf. arts. 177 y 186). La
resolución que ordena la traba del embargo o rechaza su imposición puede ser cuestionada por
la parte afectada mediante la interposición de recurso de apelación dentro del tercer día de
notificada (art. 177, in fine). En tal caso, el recurso procede sin efecto suspensivo, lo que supo-
ne que mientras se sustancia la apelación, el tribunal procederá a la ejecución de la medida.
En cuanto a los bienes que pueden ser objeto de embargo, la ley no establece ninguna espe-
cificación al respecto por lo que, en función de lo previsto en el art. 332 del CPPCABA resultarán
de aplicación las disposiciones que al respecto contienen tanto el CCAyT como el CPCCN. A tal
efecto, debe señalarse que el art. 198 del CPCAyT establece que no podrá trabarse embargo so-
bre el lecho cotidiano del deudor, de su cónyuge e hijos, sobre las ropas y muebles de indispen-
sable uso, ni sobre los instrumentos necesarios para la profesión, arte u oficio que ejerza. Tam-
poco sobre los sepulcros y sobre los demás bienes exceptuados de embargo por ley.
La ley también prevé que si el imputado o el civilmente demandado no tuvieren bienes, o lo
embargado fuera insuficiente para satisfacer la pena pecuniaria, la indemnización civil y las
costas del proceso, se podrá decretar la inhibición general de los bienes del sometido a proce-
so. En este caso, deberá comunicarse la medida a los organismos públicos a cuyo cargo se en-
cuentre el registro de bienes muebles e inmuebles.
Capítulo 2
Normas aplicables
Art. 332. — «Remisión». Con respecto a la sustitución del embargo o inhibición, orden
sobre bienes embargables, forma y ejecución del embargo, conservación, seguridad
y custodia de los bienes embargados, su administración, variaciones del embargo,
honorarios y tercerías, regirán supletoriamente las disposiciones del procedimiento
civil o contencioso administrativo, pero el recurso de apelación tendrá efecto devo-
lutivo.
En relación con la sustitución del embargo o inhibición, orden sobres bienes embargables,
forma y ejecución del embargo, conservación, seguridad y custodia de los bienes embargados,
su administración, variaciones del embargo, honorarios y tercerías, corresponde aplicar suple-
toriamente las disposiciones contenidas en el ordenamiento procesal civil (Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación y leyes complementarias) o contencioso administrativo (Código
de Procedimiento Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad —ley 189— y disposi-
ciones complementarias).
Ello así, resultarán de aplicación las siguientes disposiciones: sobre medidas precautorias en
general, los arts. 57 y 59 del CPCAyT; sobre las medidas cautelares en particular, lo establecido
en el Capítulo III, Sección I del CPCCN y en el Título V, Cap. I del CPCAyT; sobre el embargo pre-
ventivo en general, lo dispuesto en el Capítulo III, Sección II del CPPCCN y en el art. 191 y ss. del
CPCAyT; en cuanto a la sustitución del embargo, lo previsto en el art. 535 del CPCCN; con res-
pecto a la inhibición general de bienes y anotación de la litis, lo regulado en el art. 228, CPCCN
y 210 y 211, CPCAyT; sobre qué bienes deben considerarse inembargables, lo estipulado en los
arts. 219 del CPCCN y 198 del CPCAyT; en relación al orden de los bienes embargables, lo esta-
blecido en los arts. 213 y 535 del CPCCN; en cuanto a la forma y ejecución del embargo, lo nor-
mado en los arts. 216, 531, 533 y 538 del CPCCN y 192, 193, 194 y 201 del CPCAyT; respecto de la
conservación, seguridad y custodia de los bienes embargados, lo previsto en los arts. 205, 216,
217, 531, inc. 1º, 536 y 537 del CPCCN y 195, 200 y 202 del CPCAyT; sobre las variaciones del em-
bargo, lo dispuesto en los arts. 540 y 541 del CPCCN y, sobre tercerías, lo establecido en los arts.
6º, inc. 1º y 97 del CPCCN y en el Título II, Cap. XII del CPCAyT.
A su vez, el artículo dispone que el recurso de apelación tendrá efecto devolutivo, de modo
tal que no se suspende el cumplimiento de lo ordenado en la decisión objeto de recurso; dispo-
sición que guarda relación con lo previsto en el art. 177, última parte del CPPCABA.
Todas las diligencias vinculadas a embargos o fianzas —al igual que las relacionadas con la
imposición de cualquier medida cautelar— deben ser tramitadas por vía incidental, con el pro-
pósito de evitar demoras en la sustanciación del principal.
Se considerarán partes en el incidente, el imputado y el civilmente demandado, por un lado,
y el fiscal, el querellante y el actor civil, por otro.
Capítulo 3
Destino de objetos secuestrados
El decomiso es una pena accesoria que recae sobre los bienes del condenado y supone la pér-
dida de las cosas o instrumentos que han servido para cometer el hecho ilícito; así como tam-
bién del producto o ganancia que proviene del delito (art. 23, CP). Si los bienes pertenecen a un
tercero, ajeno al hecho delictivo, procederá su devolución. Ahora, en caso de disponerse el
decomiso de algún bien, el Código prevé que corresponderá darle al objeto el destino que
corresponda según su naturaleza. En el supuesto de que ello no resulte posible, deberá proce-
derse a su destrucción.
De acuerdo a lo estipulado en el art. 23 del CP, el decomiso procede a favor del Estado nacio-
nal, de las provincias o de los municipios. Sin embargo, una práctica común de los tribunales de
la Ciudad es la de proceder de conformidad con lo dispuesto en el art. 337, párr. 2º del CPPCA-
BA, en el sentido de disponer que los bienes sean entregados a instituciones de bien público o
donados para fines benéficos.
Art. 335. — «Restitución». Las cosas secuestradas que no estuvieran sujetas a deco-
miso, restitución o embargo serán devueltas a quien se le secuestraron o a quien
acredite mejor título de dominio conforme el Código Civil.
Si hubieran sido entregadas en depósito antes de la sentencia, se notificará al depo-
sitario la entrega definitiva o la obligación de poner las cosas a disposición de quien
corresponda.
Las cosas secuestradas de propiedad del/la condenado/a podrán ser retenidas en ga-
rantía de los gastos y costas del proceso y de las responsabilidades pecuniarias im-
puestas.
En los casos de usurpación de inmuebles, en cualquier estado del proceso y aún sin
dictado de auto de elevación a juicio, el/la Fiscal o el/la Jueza, a pedido del/la damni-
ficado/a, podrá disponer provisionalmente el inmediato reintegro de la posesión o
tenencia del inmueble, cuando el derecho invocado fuera verosímil. Se podrá fijar
una caución si se lo considerare necesario.
contrario” y que “[l]a mala fe se presume en los siguientes casos: a) cuando el título es de nuli-
dad manifiesta; b) cuando se adquiere de persona que habitualmente no hace tradición de esa
clase de cosas y carece de medios para adquirirlas y; c) cuando recae sobre ganado marcado o
señalado, si el diseño fue registrado por otra persona”.
Durante la sustanciación del proceso las cosas pueden ser entregadas en carácter de depó-
sito judicial a un tercero o, incluso, al propio imputado. En tales supuestos, con el dictado de la
sentencia definitiva deberá resolverse también acerca del destino de tales efectos. Así, si fue-
ran de propiedad del depositario judicial y corresponda la entrega definitiva, se lo notificará
acerca de ello. Caso contrario, deberá intimárselo a poner las cosas a disposición de quien co-
rresponda.
A su vez, el artículo también dispone que cuando las cosas secuestradas pertenezcan al con-
denado podrán ser retenidas en garantía para la satisfacción de los gastos y las costas del pro-
ceso y de las responsabilidades pecuniarias impuestas. Tales responsabilidades pecuniarias in-
cluyen el cobro de la multa aplicada como sanción o bien el cumplimiento de la indemnización
civil. En este último supuesto será presupuesto ineludible, como ya hemos visto, que se haya
ejercido la acción civil dentro del proceso penal.
En cuanto a la naturaleza jurídica de la medida, si bien una primera aproximación podría lle-
varnos a la conclusión de que se trata de una medida civil incluida dentro del ordenamiento
penal, consideramos que no estamos ante un simple desalojo civil, regulado en el CPPCABA, si-
no ante una medida de coerción, de naturaleza real, propia del proceso penal.
En efecto, se trata de una medida que ha sido incluida dentro de la regulación del proceso
penal y eso ya es un indicador importante sobre su naturaleza. Es decir, si estuviéramos ante una
medida destinada a agilizar el proceso civil de desalojo, tendría que haber sido contemplada en
el CPCCN, donde además sigue vigente el art. 680 bis. En suma, estamos ante una medida pro-
pia del proceso penal y debe ser analizada en función del objeto de este proceso.
A su vez, el art. 335, última parte, comienza diciendo: “En los casos de usurpación …”, de lo
que puede deducirse que para su procedencia debe haberse verificado la existencia del delito.
En este sentido, el art. 335 del CPPCABA, es incluso más estricto que el art. 238 bis del CPPN,
puesto que esta última disposición se aplica “en las causas por infracción al art. 181”. Ahora
bien, en el caso de la disposición objeto de comentario, se exige que se esté en presencia de una
usurpación. De ello se sigue que no basta con que medie denuncia por usurpación o que sim-
plemente exista un proceso en el que se investigue ese delito. Por el contrario, para que la medi-
da resulte procedente debe acreditarse, como ocurre con todas las medidas de coerción, la exis-
tencia misma del delito y la responsabilidad del imputado.
Sobre esta cuestión, la jurisprudencia ha entendido que no es necesario contar con un cen-
so practicado a fin de determinar la cantidad precisa de ocupantes del inmueble, con carácter
previo a la ejecución de la medida [CAPCF, Sala II, 2/7/15, “N. N.”, causa nº 2987-01/15]. A su vez,
se ha considerado que la medida únicamente puede ser dispuesta respecto del condenado y su
pareja, mas no respecto de un tercero (madre del condenado) que no ha sido vinculada con la
comisión del delito [CAPCF, Sala III, 9/6/15, “Lordi, Leonardo Pedro”, causa nº 18773-01/11, del
voto de los jueces Franza y Vázquez, por la mayoría].
En relación con este punto, debe señalarse que la mayoría de la jurisprudencia de la CABA le
asignó el carácter de una medida de coerción propia del proceso penal. En este sentido, se ha exi-
gido expresamente que se demuestre, con el grado de probabilidad suficiente, la existencia del
delito, bajo sus distintas modalidades comisivas [en referencia a la violencia como medio típico,
pueden consultarse los siguientes precedentes de la Cámara: CAPCF, Sala I, 12/4/13, “Matos, Her-
nán y otros”, causa nº 11782-03/11 y su acumulada 11782-05/11; ídem, Sala II, 17/10/13, “Medina,
Débora”, causa nº 36491-01/11; ídem, Sala III, 13/9/13, “Ríos Ñahui, Yoni”, causa nº 6165/13, del
voto en disidencia del juez Sáez Capel; ídem, Sala I, 21/10/15, “Leiva Medina, Freddy Martín”, cau-
sa nº 4762-01/14, para el caso de violencia sobre el candado colocado para impedir el ingreso de
extraños; ídem, Sala III, 12/2/15, “Cartajena Bedrillana, Lenin y otros”, causa nº 11125-01/14, dado
el supuesto en que el inmueble se encontraba deshabitado al momento del hecho; entre otros].
A su vez, en relación con la clandestinidad como modalidad comisiva pueden verse los si-
guientes fallos de la Cámara: CAPCF, Sala I, 13/8/13, “Rojas, Salomé Leila”, causa nº 13969-01/12;
ídem, Sala II, 18/7/14, “Ramírez, Celia Elizabeth”, causa nº 13002-01/13; ídem, Sala III, 19/3/14,
“Jiménez, Roberto Claudio”, causa nº 2287-01/14.
Finalmente, vinculado a la turbación de la posesión puede verse lo resuelto en: CAPCF, Sala
I, 5/5/15, “Noguera, Manuel”, causa nº 9774-01/13.
En sentido contrario, se ha entendido que no se verificaban los presupuestos típicos para
considerar que existe usurpación y que, por ende, la medida bajo estudio no resultaba proce-
dente [CAPCF, Sala III, 12/9/13, “Moreno, Claudio Agustín”, causa nº 30761-02/12, del voto de la
jueza Manes, por la mayoría; ídem, Sala I, 12/5/14, “Silva, Mario y otros”, causa nº 29055-01/12;
ídem, Sala III, 24/2/16, “Vázquez Galeano, Ovidio”, causa nº 14172-01/14; entre otros].
Por su parte, es presupuesto ineludible para el dictado de la medida que medie solicitud del
damnificado, que el derecho invocado al inmueble resulte verosímil y que exista peligro en la
demora. A su vez, la ley también prevé que pueda fijarse una caución si se lo considera nece-
sario.
Respecto del requisito de verosimilitud en el derecho invocado sobre el inmueble, la juris-
prudencia ha entendido que dicho recaudo podría considerarse satisfecho cuando, pese a no
ser titular registral del inmueble, se tienen derechos sobre dicho bien por ser heredero de la
propietaria [CAPCF, Sala I, 12/4/13, “Matos, Hernán y otros”, causa nº 11782-03/11; e ídem, Sala
II, 19/9/14, “Paredes Quiroz, Carlos Israel”, causa nº 2777-03/13, en el mismo sentido]. En senti-
do análogo, se ha reputado que la verosimilitud de derecho podía acreditarse mediante las
declaraciones de los denunciantes, testimonios y peritajes policiales correspondientes [CAPCF,
Sala II, 6/10/14, “Silva Aquino, Kenedy Dante”, causa nº 5311-01/14].
Contrariamente, se sostuvo que no se encontraba acreditada tal exigencia en un caso en el
que se intentó acreditar el derecho de uso sobre el inmueble mediante el contrato de alquiler
celebrado con el apoderado de la propietaria, cuando aquél no se encontraba autorizado a rea-
lizar este tipo de contrataciones [CAPCF, Sala II, 30/12/15, “Biondo, Gentile Fabián”, causa nº
19541-01/15]. Un criterio similar se adoptó también en un supuesto en el que se entendió que
el denunciante no tuvo la posesión o la tenencia ni en el derecho ni en los hechos, por lo que no
había sido despojado de nada [CAPCF, Sala I, 5/11/14, “Leiva Reyes, Margarita Roxana”, causa
nº 13975/13].
En referencia con el peligro en la demora, la jurisprudencia del alto tribunal local ha consi-
derado que tal peligro viene definido por el legislador en el art. 23 del CP, y que consiste en evi-
tar que continúe una conducta que se estima delictiva, o sus efectos, o que se consolide su pro-
vecho o se obstaculice la investigación de la conducta de los participantes. Por ello, se entendió
que no es una exigencia de la restitución prevista en el art. 335 del CPPCABA que se vea ame-
nazada la seguridad de los ocupantes o terceros por riesgos edilicios o mermado el patrimonio
del que satisfarán sus créditos los acreedores del titular, aun cuando estos elementos puedan
aparecer como circunstancias que suman argumentos para justificar la procedencia de la medi-
da [TSJ CABA, 3/12/14, “Félix Vivas, Martha Elena”, expte. nº 10.354/13, del voto de la jueza
Weinberg, por la mayoría].
En este punto, la Cámara del fuero ha entendido que existía peligro en la demora cuando se
presenta un caso de contaminación del suelo en el lugar objeto de ocupación, por la seria afec-
tación a la salud [CAPCF, Sala III, 19/3/14, “Jiménez, Roberto Claudio”, causa nº 2287-01/14].
También se consideró que estaba presente dicho peligro si el denunciante no podía acceder y
disponer libremente del inmueble y de las cosas muebles que se hallaban en su interior, máxi-
me cuando de las constancias de la causa surgía que los moradores se encontraban sacando
objetos del interior del domicilio y que la intención del damnificado era obtener un beneficio
patrimonial con la venta del inmueble [CAPCF, Sala III, 12/2/15, “Cartajena Bedrillana, Lenin y
otros”, causa nº 11125-01/14, del voto de los jueces Franza y Marum, por la mayoría].
En sentido opuesto, se ha considerado que no existía peligro en la demora en un caso en el
que hubo inactividad procesal del querellante [CAPCF, Sala III, 12/8/14, “Riverol, Ángel Hora-
cio”, causa nº 23854-04/10, del voto de la jueza Manes, por la mayoría]. También se sostuvo un
criterio similar en un precedente en el que la finca estaba deshabitada con anterioridad a la
usurpación y, además, el denunciante estaba planificando la demolición del inmueble para la
construcción de una obra nueva [CAPCF, Sala I, 9/9/15, “Jofre, Aciar Cintia y otros”, causa nº
4116-01/15, del voto en minoría del juez Delgado; la mayoría, conformada por las doctoras De
Langhe y Marum, por el contrario, sostuvo que el peligro en la demora radicaba en que la obra
nueva que se planificaba construir consistía en una clínica médica].
Además, se consideró que es una facultad del juzgador la fijación de una caución [CAPCF,
Sala III, 11/12/14, “Safiago, Walter y otros”, causa nº 14770-01/14]. A su vez, sobre la posibilidad
de disponer una caución real en los casos de usurpación, la jurisprudencia lo ha admitido en un
caso en el que se encontraban en juego derechos laborales de trabajadores [CAPCF, Sala I,
30/7/13, “Empleados de la firma Lanci Impresores S.R.L.”, causa nº 21939-02/12]. También se
argumentó que era procedente la imposición de una caución en un caso en el que la denun-
ciante había tenido graves inconductas mientras ocupó el inmueble. En dicho precedente se
señaló que la imposición de la caución era a los fines de que sean cubiertos los daños y perjui-
cios que podrían ser demandados al propietario del inmueble como consecuencia del desalojo
forzado [CAPCF, Sala III, 5/2/15, “Villalba, Carlos Rubén”, causa nº 4637-01/14].
Finalmente, y como ya se dijo, la medida ha sido objeto de diversas críticas. Tales críticas in-
cluyen la afectación del estado de inocencia por inexistencia de fin cautelar, la circunstancia de
que pueda ser dispuesta por el fiscal, la inexigibilidad del dictado de un auto de mérito y la posi-
bilidad de que, mediante su aplicación, se vea conculcado el derecho de defensa en juicio.
a) En primer lugar, se ha alegado que la medida de desalojo y restitución de inmuebles del
art. 335 puede resultar violatoria del estado de inocencia (arts. 18, CN; XXVI, DADDH; 11.1,
DUDH; 8º.2, CADH; 14.2, PIDCP], pues implica un anticipo de pena, dado que la expulsión se lle-
va a cabo sin que se haya demostrado previamente la existencia del delito. Concretamente, se
estaría haciendo efectiva de manera anticipada una consecuencia jurídica que es propia de la
condena (la reposición de las cosas al estado anterior a la comisión del delito, prevista por el art.
29, inc. 1º, CP), pero sin haber realizado el correspondiente juicio previo, es decir, antes de la
sentencia definitiva.
Sobre este punto, se entendió que con el dictado de la condena la medida puede ser dis-
puesta [CAPCF, Sala III, 2/9/14, “S., A. G. y otros”, causa nº 4471/14, del voto en disidencia del juez
Franza]. También se consideró que una vez dictada la condena, la restitución puede ser ejecu-
tada de manera inmediata, en la Sala III, 9/6/15, “Lordi, Leonardo Pedro”, causa nº 18773/11, del
voto de los jueces Franza y Vázquez. En contra, al entender que si se absolvió a la persona impu-
tada, la medida de restitución no resulta procedente [CAPCF, Sala II, 25/3/14, “Cartasso, Haydee
Elisabet”, causa nº 28010/12, del voto de los jueces Bacigalupo, Bosch y De Langhe].
El Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad se ha pronunciado a favor de la constitucionali-
dad de la última parte del art. 335 del CPPCABA por entender que no se vulnera el estado de
inocencia y que la medida no puede ser calificada como una pena anticipada, pues “la única pri-
vación que podrá provocarle a sus ocupantes sería la de una ventaja, beneficio o ‘provecho’”
[TSJ CABA, 25/2/13, “Gómez Cristian”, expte. nº 8142/2014, del voto de los jueces Conde y Loza-
no, por la mayoría; y, en el mismo sentido, CAPCF, Sala I, 12/4/13, “Matos, Hernán”, causa nº
11782-03/11 y su acumulada 11782-05/11; e ídem, Sala III, 12/2/15, “Cartajena Bedrillana, Lenin
y otros”, causa nº 11125-01/14]. En dirección opuesta, se ha dicho que la medida resulta viola-
toria del principio de inocencia, en tanto la persecución punitiva del Estado debe condenar a
quien es consignado como usurpador, pero solo cuando las circunstancias de prueba y hecho así
lo permitan; y el artículo, sin embargo, habilita tratar como tal a cualquier persona por el solo
hecho de habitar u ocupar un inmueble, sin sentencia previa y en cualquier estado del procedi-
miento [TSJ CABA, 25/2/13, “Romero, Maximiliano Martín y otros”, expte. nº 8254/11; y, en el
mismo sentido, TSJ CABA, 12/12/14, “N. N. (Carlos Calvo 830)”, expte. nº 10688/14, ambos del
voto de la jueza Ruiz, por la minoría].
Hay que recordar que según el art. 335 del CPPCABA, la medida puede disponerse en cual-
quier momento del proceso y aún antes de finalizada la investigación, de modo que puede tra-
tarse de hechos que aún no han sido probados. Ello es claro si tenemos en cuenta que las “evi-
dencias” que se recogen en la investigación penal preparatoria no tienen el valor de prueba.
En este punto, se afirmó que la medida puede ser dispuesta aun cuando no existe una per-
sona imputada, en virtud de que el artículo en comentario no prevé que deba corrérsele trasla-
do del pedido de restitución del inmueble a la persona imputada [TSJ CABA, 15/11/11, “N. N.”,
expte. 7386/10 y su acumulado 7400/10, del voto del juez Lozano, por la mayoría; y, en la misma
línea, CAPCF, Sala III, 13/9/13, “Rios Ñahui, Yoni”, causa nº 6165/13, del voto del juez Sáez Capel,
por la minoría; ídem, Sala I, 20/8/14, “N. N. (Gaona 1360)”, causa nº 14072-01/13; ídem, Sala III,
11/12/14, “Safiago, Walter y otros”, causa nº 14770-01/14, del voto del juez Franza, por la ma-
yoría, entre otros]. No obstante, en otros tantos precedentes se sostuvo el criterio contrapues-
to y se ha considerado imperioso respetar el derecho del imputado a ser oído con carácter pre-
vio al dictado de la medida [TSJ CABA, 25/2/13, “Gómez, Cristian”, expte. nº 8142/14; e ídem,
22/5/13, “Centeno, Valeria Amanda”, expte. nº 7982/11, ambos según el voto del juez Corti, por
la minoría; y CAPCF, Sala III, 13/9/13, “Rios Ñahui, Yoni”, causa nº 6165/13].
Pero además de ello, la aplicación de este instituto puede importar que se dejen manifies-
tamente a un lado los principios que rigen las medidas de coerción en el proceso penal. En efec-
to, el art. 335 del CPPCABA no exige la concurrencia de ningún fin cautelar, de modo tal que la
restitución puede disponerse sin necesidad de que exista algún riesgo procesal que pueda frus-
trar la realización del juicio o la eventual aplicación de la pena. Basta con acreditar que existen
elementos suficientes para afirmar la existencia del delito y el derecho sobre el inmueble, para
que se ordene el desalojo, aún cuando no se encuentre en peligro la realización del juicio o la
eventual aplicación de la sanción.
Al respecto, la Sala I de la Cámara del fuero entendió que correspondía revocar la resolución
de grado y ordenar el desalojo de los ocupantes —a pesar de que la tramitación de la causa ha-
bía insumido más de cinco años y se encontraba próxima la celebración de la audiencia de deba-
te oral— por entender que la vivienda se encontraba ilegítimamente ocupada, que había sido
solicitada su devolución en reiteradas oportunidades, que se estaba privando de su uso y goce
a las personas con derecho a poseerla o tenerla y que la cantidad de familias que habitaban el
lugar incidían en el propio deterioro del bien. En suma, se concluyó que el art. 335 del CPPCA-
BA coincide con lo expuesto en el art. 23 del CP, en cuanto a que en cualquier etapa del proce-
so se pueden adoptar las medidas cautelares pertinentes a efectos de hacer cesar la comisión de
un delito o sus efectos o a evitar que se consolide su provecho [CAPCF, Sala I, 1/2/16, “Vázquez
Flores, Omar y otros”, causa nº 9695-02/10].
También se ha argumentado críticamente que esta clase de medidas ha dejado a un lado el
principio de “mínima intervención” del derecho penal, pues si existen otros mecanismos pro-
cesales (dentro del ordenamiento civil o contencioso administrativo) para lograr el desalojo, no
parece adecuado acudir a lo que supuestamente debería ser el fuero de excepción.
En sintonía con ello, se ha expresado que, cuando ya exista un proceso en trámite en sede
civil en que estén siendo ventilados y analizados los derechos sobre el inmueble, es aquel fuero
el indicado para que las partes interpongan las acciones posesorias y/o de restitución pertinen-
tes, máxime ante el escándalo jurídico que podría derivar de pronunciamientos contradictorios
ante ambos fueros [CAPCF, Sala III, 18/4/13, “Cartasso, Haydee Elisabet”, causa nº 28010-01/12,
del voto de los jueces Franza y Paz, por la mayoría].
b) Por otro lado, resulta sumamente cuestionable que la medida pueda ser dispuesta por el
fiscal. A diferencia de lo que ocurre en el CPPN, el art. 335 llamativamente permite que sea apli-
cada directamente por el titular de la vindicta pública, es decir, por la parte acusadora. Ello es
cuestionable, pues es imprescindible que una medida que implica afectar los derechos funda-
mentales del imputado —desalojo— sea adoptada por un juez imparcial.
Sobre tal punto, se sostuvo que la interpretación razonable de la disposición que autoriza al
fiscal a disponer provisionalmente el inmediato reintegro de la posesión o tenencia de un in-
mueble en los casos de usurpación (art. 335, último párrafo, CPPCABA) solo puede ser leída, pa-
ra que no colisione con la reglamentación dada en el art. 108 del mismo texto legal a la garan-
tía a la inviolabilidad de los domicilios, como referida a inmuebles en los que no hubiere domi-
cilios [CAPCF, Sala I, 9/9/15, “Jofre, Aciar Cintia y otros”, causa nº 4116-01/15, del voto en mino-
ría del juez Delgado].
En este sentido, el art. 335 se aparta abiertamente de todos los principios fundamentales
que rigen el sistema de enjuiciamiento de la CABA, que procura garantizar estrictamente la im-
parcialidad. Se trata de diferenciar claramente la función de investigar-acusar y la de juzgar de
modo tal que todas las medidas que implican una invasión en los derechos fundamentales del
imputado deben ser adoptadas por el juez. Ello es lo que ocurre, por ejemplo, con la detención,
el allanamiento de domicilio, la prisión preventiva o la imposición de medidas restrictivas no
privativas de libertad.
Pese a ello, en la práctica los fiscales no hacen uso de esa facultad y requieren la intervención
judicial. Además de ello, desde el punto de vista práctico, existe un límite fundamental que es
la necesidad de contar con una orden de allanamiento para que la restitución pueda hacerse
efectiva, lo que también conduce necesariamente a la intervención judicial [CAPCF, Sala I,
20/8/14, “N. N. (Gaona 1360)”, causa nº 14072-01/13].
d) Además, un especial problema que presenta el art. 335 es que, aun cuando la diligencia
sea dispuesta por el juez, no se establece expresamente la obligación de celebrar una audien-
cia previa ni de darle intervención a la defensa.
Consideramos que ello es criticable, pues el derecho de defensa no solo implica la facultad
de resistir la imputación penal propiamente dicha, sino cualquier otra medida procesal que
pueda generar un perjuicio a los intereses del imputado. Pero además, es contrario a los princi-
pios que el mismo Código establece para las medidas de coerción, donde estipula que es presu-
puesto para su imposición la celebración de audiencia previa con participación de las partes
(por ejemplo, en el caso de la prisión preventiva o de la imposición de otras medidas restrictivas
no privativas de libertad).
Por otro lado, debe destacarse que si bien la restitución muchas veces se hace efectiva a tra-
vés de una orden de allanamiento, ello no resulta óbice para que se de participación previa al
imputado y a su defensa. En efecto, existen diferentes tipos de allanamiento: por un lado está
el allanamiento que se practica con fines probatorios o que se realiza para lograr la detención
del imputado que, obviamente, pueden verse frustrados si se da intervención previa a la defen-
sa. Ahora en el caso del allanamiento que se lleva a cabo para ejecutar el reintegro del art. 335
es evidente que la discusión previa de la cuestión no puede conducir jamás a la frustración de lo
que eventualmente se resuelva al respecto.
A su vez, no resultaría válido sostener que el derecho de defensa queda resguardado al reco-
nocerse al imputado y su defensa la posibilidad de apelar la medida, aún cuando el recurso se
conceda con efecto suspensivo.
Todo ello por cuanto la posibilidad de recurso de apelación no es suficiente para respetar el
derecho de defensa: por un lado se viola igualmente el derecho a “ser oído” (previamente a la
decisión) que no debe ser confundido con el derecho al recurso (son dos manifestaciones dis-
tintas del derecho de defensa) y; por el otro, también se afecta el derecho a la defensa “mate-
rial”, es decir, la posibilidad de los imputados de intervenir personalmente y oponerse, más allá
de la actuación de sus defensores.
Pero además, el considerar que la afectación al derecho de defensa se subsana con la posi-
bilidad de recurso de apelación, también significa que se está privando al imputado de una ins-
tancia, pues únicamente podría presentar argumentos en contra ante los jueces de cámara y no
ante el magistrado de primera instancia, que adopta la decisión sin escucharlo previamente. Es
decir, serían los jueces de Cámara los que realizarían el primer examen de los argumentos de la
defensa.
Sobre este punto, los camaristas del fuero, mediante el Acuerdo de la Cámara de Apelacio-
nes en lo Penal, Contravencional y de Faltas nº 4/2014, y en cumplimiento de lo dispuesto por el
Tribunal Superior de Justicia en el marco del expte. nº 10721/14 caratulado “Fiscal General de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires s/Acción declarativa de inconstitucionalidad”, han dejado
sin efecto el Acuerdo nº 4/2009, por el que se había sostenido que el recurso de apelación debe
concederse con efecto suspensivo. Sin perjuicio de ello, la jurisprudencia ha concedido el recur-
so con dicho efecto, si mediaba peligro de derrumbe inminente del inmueble objeto de ocupa-
ción [CAPCF, Sala II, 23/10/13, “Quintana, Eduardo Antonio”, causa nº 7724-01/13], en virtud de
las circunstancias excepcionales del caso.
e) Por último, se ha cuestionado a la medida bajo estudio, por considerar que disponer la res-
titución anticipada de un inmueble puede traer aparejada una violación al derecho a la vivien-
da digna, consagrado constitucionalmente [TSJ CABA, 15/11/11, “N. N.”, expte. nº 7386/10 y su
acumulado 7400/10]. Sin perjuicio de ello, se señaló en la jurisprudencia que el hecho de que el
Estado reconozca el derecho a la vivienda no significa que pueda permitirse la continuidad de
una apropiación irregular o injustificada, ni que se pueda dejar de intervenir en perjuicio de un
particular que nada tiene que ver con el derecho constitucional reconocido a toda persona, por-
que dicho reconocimiento no le confiere a estos ocupantes ningún derecho sobre un inmueble
ajeno, ni coloca a su legítimo propietario en la obligación de tener que tolerar la intromisión o
despojo [TSJ CABA, 12/7/10, “N. N. (Yerbal 2635)”, expte. nº 6895/09, del voto de la jueza Conde,
En caso de plantearse algún tipo de controversia vinculada a la restitución de las cosas se-
cuestradas o al modo en que deberá materializarse dicha restitución, será el juez con compe-
tencia en lo penal a cuyo cargo esté la ejecución (art. 308, CPPCABA) el que deberá encargarse
de tratar y resolver la cuestión. De este modo si, por ejemplo, dos personas distintas solicitan la
restitución de un mismo bien, será el juez local el que deberá establecer quien posee mejor de-
recho sobre aquel, conforme lo normado en el Código Civil y Comercial.
La tramitación de tales cuestiones se sustanciará por vía incidental, a cuyo fin deberá darse
intervención a los interesados por un plazo de tres días. Es necesario advertir que la ley habla de
“interesado” y no de parte, lo cual encuentra su explicación en que bien puede tratarse de un ter-
cero ajeno al proceso quien, por ejemplo, reclame la restitución de una cosa que haya sido obje-
to de secuestro en el marco de la causa. El juez debe resolver dentro del término de cinco días, me-
diante auto que será pasible de recurso de apelación. Al no establecerse un término específico,
se entiende que el término para recurrir es el de cinco días que fija el art. 279 del CPPCABA.
La disposición bajo análisis difiere de la prevista en el orden nacional según la cual, en caso
de controversia, los interesados deben acudir a la justicia civil (cf. art. 524, CPPN). Si bien uno po-
dría pensar que resulta más adecuado que sean los jueces especializados en la materia los que,
en definitiva, den tratamiento a una cuestión que escapa a la competencia de los jueces pena-
les, lo cierto es que al disponer que las controversias deben ventilarse en el fuero local, se garan-
tiza una mayor celeridad en la definición de los planteos que puedan suscitarse al respecto.
Este artículo regula cuál es el destino que corresponde asignar a aquellos bienes que no ha-
yan sido secuestrados en poder de una persona determinada y que no sean reclamados por
nadie que acredite tener derecho a su restitución durante el término de un año, a contar a par-
tir de la finalización del proceso. En tales casos, la ley prevé que procede el decomiso por aban-
dono a cuyo fin corresponderá, en la medida de lo posible, que los bienes sean entregados a ins-
tituciones de bien público o que sean donados con fines de beneficencia.
El mismo destino corresponderá otorgar a los bienes que hayan sido secuestrados en poder
de una persona concreta, pero cuyo paradero se desconozca o no pudiere determinarse, siem-
pre que hubiese transcurrido un año desde el momento de la culminación del proceso.
Finalmente, si el objeto secuestrado fuera un arma de fuego, corresponderá que sea remiti-
da para su destrucción al organismo competente, esto es, la Agencia Nacional de Materiales
Controlados (ANMaC). Esto guarda relación con lo estipulado en el art. 5º de la ley 25.885 en
cuanto dispone que: “Las armas de fuego secuestradas con motivo de la comisión de cualquie-
ra de los delitos tipificados por el Código Penal, serán destruidas en acto público, con el contra-
lor de la máxima autoridad judicial de cada circunscripción y según el procedimiento que la re-
glamentación de la presente establezca”. Sin embargo, si las armas se hallaran registradas a
nombre de alguna persona ajena al hecho delictivo, corresponderá que sean restituidas a su le-
gítimo dueño. En cualquier caso, entendemos que lo apropiado es poner a disposición del
RENAR las armas, para que se lleve a cabo la aludida restitución, previa acreditación de los per-
misos correspondientes.
Capítulo 4
Sentencias declarativas de falsedades instrumentales
Art. 338. — «Rectificación». Cuando una sentencia declare falso un instrumento pú-
blico, el Tribunal que la dictó ordenará que el acto sea reconstituido, suprimido o re-
formado.
Cuando el instrumento, sea público o privado, haya sido extraído de un archivo oficial, co-
rresponderá que sea restituido, con la inclusión de una nota marginal en cada página que de
cuenta de la falsedad verificada en la sentencia.
A su vez, deberá agregarse una copia de la resolución que hubiese declarado la falsedad del
instrumento, con la finalidad de que puedan conocerse los motivos por los que se entendió que
el instrumento era apócrifo, y los datos del tribunal que así lo declaró.
TÍTULO IV
COSTAS
Capítulo único
Deberán anticiparse a los imputados y partes que gocen del “beneficio de pobreza” los gas-
tos que insuma la tramitación del proceso, cuyo costo estará a cargo del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires o del Consejo de la Magistratura de la Ciudad.
El beneficio de pobreza al que alude la ley, es el denominado “beneficio de litigar sin gas-
tos”, regulado en el Capítulo IX del CCAyT (arts. 72 a 80) y Capítulo VI del CPCCN (arts. 78 a 86).
Para el imputado, la posibilidad de beneficiarse con el anticipo de los gastos es una clara ma-
nifestación del derecho constitucional de defensa en juicio (art. 18, CN) y de la garantía judicial
reconocida en los instrumentos internacionales que impone garantizar al sometido a proceso
los medios adecuados para que prepare su defensa (arts. 8º.2.c, CADH; y 11, DUDH). A su vez, la
ley también prevé que las restantes partes puedan gozar del anticipo de gastos en la medida en
que también posean el beneficio de pobreza. El hecho de que los gastos sean anticipados no
significa que se exceptúe el pago puesto que, una vez que culmina el proceso, deberán ser su-
fragados por la parte que haya sido condenada en costas (cf. art. 343).
Particularmente en el caso del imputado, los gastos a los que se hace alusión en la disposi-
ción comentada incluyen los costos de traslado de él mismo o de los testigos; los que pueda insu-
mir la producción de una determinada medida prueba; los honorarios de un perito, el pago de
la tasa de justicia, la integración del depósito previsto en el art. 34 de la ley 402, cuando se inter-
ponga recurso de queja por denegación de recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de la
Ciudad o del que debe efectuarse al presentar la queja por denegatoria de recurso extraordi-
nario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, etcétera. Sin embargo, no se incluyen los
honorarios profesionales de los abogados de la matrícula que el imputado designe para su de-
fensa, en la medida que el ordenamiento prevé la posibilidad de que sea asistido de manera
gratuita por el defensor oficial (cf. arts. 28, inc. 4º y 29, CPPCABA).
En cuanto al llamado beneficio de pobreza, o beneficio de litigar sin gastos, el Código no
contiene una regulación específica al respecto, por lo que suelen aplicarse de manera supleto-
ria las disposiciones contenidas en el CCAyT y en el CPCCN. Al respecto, consideramos que lo co-
rrecto es acudir al régimen vigente en el ordenamiento contencioso administrativo y tributa-
rio, por ser el que, en definitiva, ha establecido el legislador en el orden local.
Debe tenerse en cuenta que la jurisprudencia local tiene dicho que el beneficio en cuestión
reviste carácter excepcional, y que, por ello, debe ser entendido como un privilegio frente al sis-
tema general de responsabilidad por los gastos del proceso [CAPCF, Sala I, 20/12/05, “Sauret,
Diego Baltasar”, causa nº 196-01/05; e ídem, Sala II, 31/3/09, “Oniszczuk, Carlos Alberto”, causa
nº 21938-01/06, precedente en el que se ha afirmado que la carencia de medios y la imposibili-
dad de obtenerlos para afrontar los gastos necesarios debe ser efectivamente demostrada por
quien la alega].
Para hacerse acreedor del beneficio es imperioso que el peticionante carezca de recursos o
que posea solo los indispensables para procurarse su subsistencia (art. 72, CCAyT) y que presen-
te una solicitud por escrito que contenga los siguientes requisitos: a) La mención de los hechos
en que se funda, y b) El ofrecimiento de la prueba tendiente a demostrar la imposibilidad de
obtener recursos. En relación con este punto, la ley también dispone que es una carga del peti-
cionante acompañar los interrogatorios para los testigos (art. 73, CCAyT) [sobre los requisitos
que debe contener la petición puede verse fallos: CAPCF, Sala I, 20/6/08 “López”, causa nº 178/6;
e ídem, 24/11/11, “Cinquemani”, causa nº 62548-02/08].
Sobre qué ha de entenderse por “pobreza”, la jurisprudencia ha señalado que “el concep-
to carece de definición legal y es por esencia contingente y relativo, de modo que no es posible
caracterizarlo de una manera absoluta y abstracta abarcativa de todos los casos posibles. Ello
impone un análisis por parte del juzgador imbuido de la necesaria prudencia propia de todas
las decisiones jurisdiccionales y apoyado en las circunstancias particulares de cada caso emer-
gentes del plexo probatorio desarrollado en sustento de la pretensión, que lo llevará even-
tualmente al convencimiento de que las condiciones económicas alegadas resultan verosími-
les” [CAPCF, Sala II, 3/12/10, “Martínez, Luis”, causa nº 35875-01/09].
De ello se sigue, entonces, que la presentación que se formule con el propósito de obtener
el beneficio de pobreza deberá contener una descripción clara y precisa acerca de los antece-
dentes del caso, así como también de los gastos del proceso que el peticionante se ve imposibi-
litado de afrontar, dada la carencia de recursos.
Al respecto, se entendió que la situación socio-económica del imputado ameritaba la con-
cesión del beneficio: a) en un caso en el que el peticionante no poseía ingresos fijos, tenía a su
cargo la manutención de su esposa —que no trabajaba— e hijo, era patrocinado por el defen-
sor oficial, quien le brindaba asistencia profesional gratuita, era titular registral de un inmue-
ble que fue heredado de sus padres y propietario de un vehículo de 2003 [CAPCF, Sala III,
10/6/09, “Lucia, Juan Pedro”, causa nº 15088-01/09, del voto del juez Vázquez, por la minoría;
en el caso, la mayoría consideró los bienes y el hecho de que el peticionante contaba con ingre-
sos —pese a no ser fijos— producto de su trabajo como técnico de TV para fundar el rechazo a
la concesión del beneficio], y b) en un supuesto en el que se había demostrado que el peticio-
nante se encontraba desocupado y que los únicos bienes registrados a su nombre eran una vi-
vienda en copropiedad —cuyo usufructo se encontraba en cabeza de un tercero— y dos auto-
móviles con una antigüedad aproximada de doce y veinte años, respectivamente, uno de los
cuales había sido recibido en donación [CAPCF, Sala I, 24/11/11, “Cinquemani, Rubén Alberto”,
causa nº 62548-02/08, del voto en disidencia del juez Delgado; por su parte, la mayoría rechazó
la concesión del beneficio por falta de pruebas].
En cuanto al ofrecimiento de prueba, si bien rige el principio de libertad probatoria, la prueba
que, por excelencia, servirá para acreditar la situación socio-económica de quien solicita la apli-
cación del beneficio será la confección de un informe socio-ambiental, practicado en el domicilio
del peticionante. También resultarán de gran utilidad los informes que emiten los Registros de la
Propiedad, tanto inmueble como automotor, toda vez que la carencia de bienes hará presumir la
ausencia de medios para hacer frente a los gastos del proceso. Finalmente, la prueba testimonial
también servirá para acreditar la pobreza del peticionante, a cuyo fin la ley estipula que deberá
acompañarse el interrogatorio de los testigos. Tales pliegos, que por lo general se acompañan en
sobre cerrado, deben incluir todas aquellas preguntas que resulten conducentes a los fines de ilus-
trar al tribunal acerca de la carencia de medios de quien formula la solicitud de litigar sin gastos.
retroactivo, siempre que no afecte el principio de cosa juzgada [CAPCF, Sala I, 3/4/07, “Moreno,
Rodrigo Félix”, causa nº 204-03/05]. Sin embargo, es importante aclarar que la resolución que
concede el beneficio puede ser eventualmente dejada sin efecto a requerimiento de parte inte-
resada, si se demuestra que aquel al que se le acordó la posibilidad de litigar sin gastos no tiene
ya derecho al beneficio (art. 76, CCAyT). A su vez, la jurisprudencia ha considerado que la con-
cesión del beneficio no obsta a la imposición de una pena pecuniaria en caso de resultar con-
denado [CAPCF, Sala II, 21/12/06, “Luraschi, Carlos Alejandro”, causa nº 187/05].
Finalmente, debe señalarse que el trámite para obtener el beneficio no suspende el proce-
dimiento, por lo que su sustanciación se suele instrumentar por vía incidental (art. 77, CCAyT) a
lo que debe sumarse que puede ser iniciado en cualquier estado del proceso.
Art. 342. — «Decisión». Toda resolución que ponga término a la causa o a un inci-
dente deberá resolver sobre el pago de las costas procesales.
Toda decisión que ponga fin al proceso o a un incidente deberá pronunciarse sobre el pago
de las costas. A tal fin, se consideran decisiones que ponen fin al proceso, la sentencia definitiva,
sea condenatoria o absolutoria, la resolución que declara el sobreseimiento del imputado, ya sea
en función de algún planteo de excepción que haya tenido favorable acogida (art. 195 y ss., CPP-
CABA) o por cumplimiento de la suspensión del juicio a prueba otorgada y también en el caso de
ciertos archivos ordenados por la fiscalía. Cuando la sentencia sea condenatoria, el pronuncia-
miento sobre las costas viene también impuesto en función de lo establecido en el art. 29, inc. 3º
del CP. En caso de archivo, cabe considerar que ponen fin al proceso los archivos dispuestos en
los términos del art. 199, incs. a) (atipicidad del hecho); b) (acción prescripta o extinguida); c)
(autor inimputable o amparado en alguna causa de justificación o exención de pena); f) (cuan-
do el imputado hubiese brindado datos relevantes para asegurar el esclarecimiento del hecho
y/o el éxito de la pesquisa); e i) (supuestos de pena natural en delitos culposos). Ello en función
de lo estipulado en el art. 203 del mismo ordenamiento, en el sentido que los archivos dispues-
tos por las causales más arriba indicadas deben considerarse definitivos y que el Ministerio Públi-
co Fiscal no podrá promover nuevamente la acción por tales hechos. Amén de ello, y en función
de lo previsto en el propio Código, en los casos de los incs. b) y c), será en definitiva la decisión del
juez que convalide el archivo dispuesto la que pondrá fin al proceso; mientras que en el caso de
los incs. f) e i) lo será la del fiscal de cámara que aprueba lo resuelto por su inferior en grado.
Finalmente, para el supuesto de suspensión del proceso a prueba, la cámara del fuero ha seña-
lado que corresponde rechazar el recurso interpuesto por la querella contra la decisión que
había dispuesto incorporar al imputado al régimen de la suspensión del proceso a prueba y dife-
rir la imposición de costas al momento en que finalice el proceso, con fundamento en que si el
proceso no concluyó no corresponde expedirse sobre la eventual imposición de costas [CAPCF,
Sala III, 20/12/13, “Ulloque, Graciela Antonia”, causa nº 18828-02/11].
En cuanto a las decisiones que ponen fin a los incidentes, cabe incluir aquí a las que se dictan
en el marco de los planteos de nulidad, de medidas precautorias y cautelares, y del beneficio de
litigar sin gastos. En estos casos, y en función de lo estipulado en el art. 343 del CPPCABA, las cos-
tas deberán recaer sobre la parte vencida en el incidente.
También deberá resolverse sobre las costas en los casos de abandono de la acción (art. 14,
inc. 2º) o desistimiento por parte de la querella (art. 257); en el supuesto de abandono de la de-
fensa (art. 32) o del incumplimiento de citaciones especiales (art. 65); si en los delitos de acción
privada, las partes arriban a una conciliación o si el querellante se retractare en los supuestos de
delitos contra el honor (art. 259); si mediare desistimiento del recurso por parte del imputado
(art. 274) o si se rechaza una acción de revisión (art. 307).
El pronunciamiento sobre las costas es recurrible, como parte de la sentencia (art. 248, inc.
8º), mediante recurso de apelación interpuesto dentro del quinto día (art. 279). Si embargo, el
pago de las costas solo puede ser exigido una vez que el pronunciamiento que haya resuelto su
imposición haya adquirido firmeza.
La omisión de pronunciamiento sobre las costas en la sentencia no conlleva la nulidad del ac-
to. En tales supuestos y de acuerdo a la doctrina emanada del Alto Tribunal, corresponderá es-
tar al principio general, según el cual corresponde imponer las costas al vencido. Ello por cuan-
to “resulta contrario a la lógica interpretar que el silencio de la sentencia sobre el punto impli-
que su pago en el orden causado, pues entonces el mero silencio podría constituir una vía indi-
recta para evitar la nulidad derivada de disponer la exención sin causa explícita” [CSJN, 20/12/05,
“Las Varillas Gas S.A.”, L. 963. XXXVIII, CSJN-Fallos, 328:4504]. Amén de ello, en un fallo poste-
rior en el que se interpretaron los alcances de este pronunciamiento, la Corte especificó que en
el precedente citado “no se estableció que el silencio en materia de costas deba interpretarse
necesariamente como impuestas a la parte vencida, sino que la omisión determina la necesidad
de expedirse al respecto, estableciendo quién debe cargar con aquellas” [CSJN, 6/4/10, “Criso-
rio Hnos. Sociedad de Hecho y otro”, C. 30. XXXVIII, CSJN-Fallos, 333:354].
Art. 343. — «Imposición de costas». Las costas serán a cargo de la parte vencida, pero
el Tribunal podrá eximirla, total o parcialmente, cuando hubiera tenido razón plausi-
ble para litigar.
Por regla general, y como consecuencia del hecho objetivo de la derrota, las costas estarán
a cargo de la parte vencida. En función de ello, será dicha parte la que deberá afrontar los gas-
tos generados como consecuencia de la tramitación del proceso o, en su caso, del incidente.
Así, corresponderá al imputado el pago de las costas cuando resulte condenado, toda vez
que fue precisamente una consecuencia de su comportamiento que haya debido ponerse en
marcha el aparato jurisdiccional. Sin embargo, la ley también le confiere la facultad de nego-
ciar con la Fiscalía su exención total o parcial, en aquellos supuestos en que la condena hubiere
sido producto de un acuerdo de avenimiento (art. 266, párr. 1º, CPPCABA). Por las mismas razo-
nes, será el acusador privado quien deba asumir el pago de las costas, en caso de sobreseimien-
to o absolución de la persona sometida a proceso. A su vez, si bien no podrán serle impuestas
las costas al imputado que hubiere resultado sobreseído o absuelto, ello no lo exime de asumir
los gastos correspondientes a los honorarios de los letrados u otras erogaciones que haya gene-
rado su defensa, cuando la carga de las costas recaiga según el orden causado.
Por su parte, en los casos de tramitación de incidentes, corresponderá la imposición de las
costas a quien inste su promoción, si aquella no tuviera favorable acogida. Ahora si la preten-
sión es aceptada, estarán a cargo de la parte contraria.
Amén de las consideraciones expuestas, la ley también prevé que es facultad del tribunal
eximir a la parte vencida, total o parcialmente del pago de las costas, si aquélla hubiera tenido
“razón plausible para litigar” [CAPCF, Sala I, 10/3/16, “Ludueña, Silvia Alejandra”, causa nº
3656-01/14: en el caso se eximió a la querella de abonar costas, y para así resolver, se tuvo en
cuenta que la pretensión de dicha parte había sido acompañada por la Fiscalía, más allá de que
posteriormente el órgano acusador público no se hubiere presentado a la audiencia del art. 184
del CPPCABA]. En tales casos y como se trata, precisamente, de una excepción a la regla gene-
ral según la cual la parte derrotada debe asumir el pago de las costas, la resolución que dispo-
ne la eximición debe hallarse debidamente fundada. Cabe aclarar, sin embargo, que cuando la
ley habla de eximición se refiere, como es obvio, a los gastos que se adeudan a la parte que ha
triunfado en el pleito, mas no a los que son propios. Se consideran propios a los honorarios de
los letrados, los de los peritos de parte y demás gastos que se hubieran podido generar como
consecuencia de la tramitación del proceso (v. gr., gastos de traslado de testigos, producción de
determinadas medidas de prueba, etcétera).
Por último, si las costas son impuestas por el orden causado, cada parte deberá asumir el cos-
teo de los gastos propios, sin perjuicio de que deberá abonarse por mitades la tasa de justicia
(cf. art. 13, ley 327).
Art. 344. — «Exención». Los/las representantes del Ministerio Público y los/as abo-
gados/as y mandatarios/as que intervengan en el proceso no podrán ser condena-
dos/as en costas, salvo los casos en que especialmente se disponga lo contrario por
actuación maliciosa y/o claro desconocimiento del derecho y sin perjuicio de las san-
ciones penales o disciplinarias que pudieran corresponderles.
Los sujetos procesales mencionados en la disposición; esto es, los representantes del minis-
terio público (fiscales, defensores oficiales y asesores tutelares), los abogados de la matrícula y
los mandatarios que intervengan en el proceso no pueden ser condenados en costas, a menos
que hubieran obrado de manera maliciosa y/o en claro desconocimiento del derecho. Un ejem-
plo de actuación grave y maliciosa expresamente previsto, es el contemplado en el art. 32 del
CPPCABA que impone como sanción al letrado que abandone la defensa, la obligación de abo-
nar las costas generadas a raíz de la sustitución. Pero más allá de ese supuesto expresamente
previsto, pueden existir otras situaciones que razonablemente permitan afirmar que se incu-
rrió en una actuación maliciosa o con claro desconocimiento del derecho.
Lo preceptuado es independiente de las sanciones penales o disciplinarias que pudieran co-
rresponderles a los representantes del ministerio público, letrados o mandatarios cuando su ac-
tuación hubiera sido maliciosa o en claro desconocimiento del derecho. En tal sentido, más allá
de lo dispuesto en relación a las costas, el juez deberá disponer la extracción de los testimonios
pertinentes.
Finalmente, en lo relativo a la posibilidad de que el Ministerio Público Fiscal pueda ser con-
denado en costas, la jurisprudencia local ha dicho que la interpretación del artículo aquí comen-
tado permite concluir que si el legislador aclaró expresamente que es el representante de dicho
organismo el que no puede ser condenado en tal sentido, no cabe deducir de ello que no puede
serlo el Ministerio Público como institución [CAPCF, Sala I, 3/11/10, “He, Jigi”, causa nº 33321/09].
de las relaciones de familia que no tengan carácter patrimonial, las demandas por alimentos y
litisexpensas, y las atinentes al estado y capacidad de las personas; j) la acción de hábeas cor-
pus; k) la acción de hábeas data; l) las acciones de amparo; m) las peticiones formuladas ante
el Poder Judicial en ejercicio de derechos políticos; n) las actuaciones en las que se alegue no
ser parte en juicio mientras se sustancia la incidencia —demostrado lo contrario, se debe pagar
la tasa correspondiente—, y ñ) las acciones previstas en el art. 113, incs. 1º y 2º de la CCABA.
La ley dispone que cuando se dicte sentencia condenatoria en el marco de actuaciones que
tramiten ante el fuero penal, contravencional y de faltas, el abono de la tasa judicial estará a
cargo del condenado y la intimación al pago debe cursarse una vez que el pronunciamiento
haya adquirido firmeza (arts. 5º y 12, inc. f, ley 327).
En interpretación de ello, la jurisprudencia ha explicado que es la sentencia de condena el
presupuesto que habilita la imposición de la tasa de justicia, lo que no implica que sobre cada
resolución dictada durante el trámite de la causa deba imponerse dicha tasa [CAPCF, Sala I,
6/7/05, “Osuna, Héctor Carlos y otros”, causa nº 87/05].
En aquellos supuestos en los que se hubieren iniciado procesos distintos en los que se llegó
a una sentencia de condena, la jurisprudencia no ha seguido un criterio uniforme. Por un lado,
se ha sostenido que la normativa que regula el pago de la tasa de justicia no admite dudas en
cuanto a que debe abonarse por cada uno de estos procesos, con independencia de que haya
operado la unificación de penas [CAPCF, Sala II, 16/6/06, “Juan, Marta Graciela en autos ’Po-
mares, Amalia Noemi’ ”, causa nº 72-01/06]. Sin embargo, en otro procedente se sostuvo que
recaída la acumulación de causas, y más allá de haber arribado a una condena a través de juicios
independientes, el proceso es uno solo, y por ello la Tasa de Justicia que se debe abonar es úni-
ca [CAPCF, Sala III, 1/11/07, “Pomares, Amalia Noemi”, causa nº 10498/FC/05, del voto del juez
Franza, por la mayoría].
Por otro lado, cuando el objeto de las actuaciones sea susceptible de apreciación pecunia-
ria, la ley fija como tasa judicial genérica una suma equivalente al 2% sobre el valor del objeto
litigioso que constituya la pretensión del obligado al pago. Caso contrario, es decir, si el objeto
carece de valor pecuniario, el monto que deberá abonarse en concepto de tasa judicial ascien-
de a la suma de cincuenta pesos (art. 11, ley 327). En este sentido, la jurisprudencia ha entendi-
do que si el imputado opta por la asistencia del defensor oficial, no media intervención de peri-
tos, ni se advierte que se hayan devengado otros gastos procesales, únicamente puede impo-
nerse el monto de las costas del juicio por el rubro relativo a la tasa de justicia, que la ley fija en
cincuenta pesos [CAPCF, Sala I, 22/12/04, “Lobo, Carlos Héctor”, causa nº 375/04].
Ningún expediente puede ser archivado sin previa certificación por la Secretaría del tribu-
nal sobre la inexistencia de deuda por tasa judicial (art. 14, ley 327). A su vez, la ley estipula que
si dentro del quinto día de notificado se incumple con la obligación de abonar el importe co-
rrespondiente a la tasa judicial, se aplicará una multa equivalente al 20% de la tasa omitida.
Luego, si transcurridos otros cinco días no se efectúa el pago, corresponderá librar por secreta-
ría un certificado de deuda, que constituye título habilitante para que se proceda a su cobro por
vía ejecutiva (art. 15, ley 327).
cionalmente y por estrictos motivos constitucionales ante esa instancia. Además, se argumen-
tó que se trata de una exigencia que actúa a favor del propio interés del recurrente porque tien-
de a garantizar la seriedad de los planteos que se proponen ante el tribunal y constituye una
reglamentación razonable y adecuada que intenta desalentar el mero propósito de interponer
remedios manifiestamente inadmisibles —del voto de la jueza Conde, por la mayoría—.
c) Demás gastos del proceso.— Finalmente, las costas también incluyen el pago de los de-
más gastos que pudieren haberse generado como consecuencia de la tramitación del proceso
como ser fotocopias, legalizaciones, diligenciamiento de exhortos, cédulas, oficios, traslados
de testigos, etcétera.
te, y e) el resultado obtenido [al respecto, véase CAPCF, Sala I, 12/3/14, “Visciarelli, César”, cau-
sa nº 14472-02/11; ídem, Sala III, 21/8/12, “Elias, Cecilia del Luján”, causa nº 30079/11; e ídem,
4/9/07, “Barrales, Silvia de los Ángeles”, causa nº 8999/06]. Esta serie de reglas para su regula-
ción van en sintonía con lo expresado por la Corte Suprema, en términos de que esta no depen-
de exclusivamente del monto del juicio o de las escalas pertinentes, sino de un conjunto de pau-
tas que pueden ser evaluadas por los jueces, con un amplio margen de discrecionalidad [CSJN,
26/11/85, “Mevopal S.A. y otro c. Banco Hipotecario Nacional”, cit. en CAPCF, Sala II, 11/6/12,
“Franzone, Carlos Roberto”, causa nº 12880-02/09]. Ahora bien, ello no implica que puedan
regularse honorarios completamente desproporcionados con relación al monto del proceso,
en tanto tal decisión sería fácilmente atacable por arbitrariedad [CAPCF, Sala II, 8/6/09, “Riva-
deneira, Víctor Manuel”, causa nº 40241/08].
En el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires se ha sancionado la ley 5134 (BO, 27/11/14), que es-
tablece una regulación mucho más específica y completa. Esta ley establece como principio
general que ningún asunto puede considerarse concluido sin previo pago de los honorarios o,
en su defecto, sin la conformidad del profesional. De acuerdo al art. 11 de la citada ley: “Los
honorarios son la retribución del trabajo profesional del abogado o procurador matriculado.
Ningún asunto que haya demandado actividad profesional, judicial y/o extrajudicial, y/o admi-
nistrativa y/o mediación, podrá considerarse concluido sin previo pago de los honorarios, y no se
ordenarán levantamiento de embargos, inhibiciones y/o cualquier otra medida cautelar, ni se
harán entrega de fondos o valores depositados, inscripciones, y/o disponer su archivo y/o cual-
quier otra gestión que fuere el objeto del pleito, hasta tanto no se hayan cancelado los mismos
o se contare con la conformidad expresa o el silencio del profesional interesado notificado feha-
cientemente al efecto en el domicilio constituido o denunciado en el Colegio pertinente. Cuan-
do de lo actuado surja la gestión profesional, los tribunales o reparticiones administrativas don-
de se realizó el trámite, deberán exigir la constancia de haberse satisfecho los honorarios o la
conformidad expresa o el silencio del profesional notificado de conformidad con el último pá-
rrafo precedente. En caso de urgencia, bastará acreditar que se ha afianzado su pago y notifica-
do en forma fehaciente al profesional interesado. Es obligación del magistrado y/o autoridad
administrativa interviniente velar por el fiel cumplimiento del presente artículo”. Por otra par-
te, se exige un especial deber de fundamentación de las resoluciones judiciales que regulen los
honorarios profesionales [CAPCF, Sala II, 1/7/15, “Romero, Juan”, causa nº 6836-02/13]. El art. 16
dispone que: “Toda regulación judicial de honorarios profesionales deberá fundarse y hacerse
con citación de la disposición legal aplicada bajo pena de nulidad. La mera mención del articula-
do de esta ley no será considerada fundamento válido. El profesional al momento de solicitar
regulación de honorarios, podrá clasificar sus tareas con arreglo a lo dispuesto en la presente ley,
debiendo el juez tener especial atención a la misma y en caso de discordancia de criterio deberá
cumplir estrictamente con lo dispuesto en el primer párrafo del presente artículo”.
Sin perjuicio de referirse específicamente a la posibilidad de que los abogados y procurado-
res lleven a cabo pactos con sus clientes —respecto de los cuales, resultan aplicables las disposi-
ciones de los arts. 4º, 5º y 6º—, se establecen las siguientes pautas genéricas que deben ser toma-
das en cuenta para la regulación: a) el monto del asunto, si fuera susceptible de apreciación
pecuniaria; b) el valor, motivo, extensión y calidad jurídica de la labor desarrollada; c) la com-
plejidad y novedad de la cuestión planteada; d) la responsabilidad que, de las particularidades
del caso, pudiera haberse derivado para el profesional; e) el resultado obtenido; f ) la proba-
ble trascendencia de la resolución a que se llegare, para futuros casos, y g) la trascendencia
económica y moral que para el interesado revista la cuestión en debate. Finalmente también se
establece que en ningún caso podrán los jueces apartarse de los mínimos establecidos en el art.
60 de la ley (art. 17). Según el art. 60: “El mínimo establecido para regular honorarios de juicios
susceptibles de apreciación pecuniaria que no estuviesen previstos en otros artículos será el
siguiente: en los procesos de conocimiento de diez UMA en los ejecutivos de seis UMA y en los
procesos de mediación de dos UMA”.
El nuevo marco normativo contempla criterios concretos que sirven de ayuda a los fines de
determinar el monto de los honorarios. Así se establece una “Unidad de Medida Arancelaria”
(UMA), “que representará el uno y medio por ciento de la remuneración total asignada al car-
go de juez de primera instancia con jurisdicción y competencia en la Ciudad Autónoma de Bue-
nos Aires, entendiéndose por tal la suma de todos aquellos rubros, sea cual fuere su denomi-
nación, incluida la bonificación por antigüedad de cinco años. El Consejo de la Magistratura de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires suministrará mensualmente el valor resultante, elimi-
nando las fracciones decimales. El Colegio Público de Abogados de la Capital Federal informa-
rá a las diferentes Cámaras el valor de la UMA” (art. 20).
De tal forma, se mencionan algunos honorarios mínimos, en función del tipo de intervención
profesional. En lo que aquí nos interesa, en el art. 20, se hace referencia a las siguientes activida-
des: incidente de excarcelación y/o exención de prisión: 30 UMA (art. 20, inc. k); pedido y audien-
cia de suspensión de juicio a prueba: 15 UMA (art. 20, inc. l); acta de juicio abreviado: 10 UMA
(art. 20, inc. m); actuación hasta la clausura de la instrucción: 30 UMA (art. 20, inc. n); actuación
desde la clausura de la instrucción hasta la sentencia: 30 UMA (art. 20, inc. ñ); asuntos penales en
general: 30 UMA (art. 20, inc. r). También se toman en cuenta honorarios mínimos por la labor
extrajudicial y, concretamente, para las consultas verbales: 0,5 UMA (art. 20, inc. 2º); así como
también, por redacción de denuncias penales (sin firma de letrado): 3 UMA (art. 20, inc. 4º).
Por otra parte, se indica que los procesos penales, contravencionales y de faltas, cualquiera
sea su competencia en razón de la materia, se considerarán divididos en dos etapas. La primera
comprenderá la instrucción hasta su clausura y la segunda los demás trámites hasta la sentencia
definitiva (art. 29, inc. c). En tal sentido, se aclara que: “Por las actuaciones correspondientes a la
segunda o ulterior instancia, se regularán en cada una de ellas del 30% al 40% de la cantidad que
se fije para honorarios en primera instancia. Si la sentencia recurrida fuera revocada o modifica-
da, el tribunal de alzada deberá adecuar de oficio las regulaciones por los trabajos de primera
instancia, teniendo en cuenta el nuevo resultado del pleito y regulará seguidamente los hono-
rarios que correspondan por las tareas cumplidas en la alzada. Si la sentencia recurrida fuera
revocada en todas sus partes en favor del apelante, el honorario de su letrado se fijará en el 40%
de los correspondientes a primera instancia” (art. 30). Con relación a los recursos superiores, el
art. 31 dispone que: “La interposición de los recursos ante el Tribunal Superior de Justicia o ante
la Corte Suprema de Justicia, de la especie que fueren, no podrá regularse en cantidad inferior a
20 UMA. Las quejas por denegación de estos recursos en no menos de 25 UMA. Si dichos recursos
fueren concedidos y se tramitaren, se deberá regular un tercio de lo dispuesto en el art. 23”.
Con relación específica a las causas penales, se establece que: “En las causas penales, a los
efectos de las regulaciones, deberá tenerse en cuenta: a) Las reglas generales del art. 17; b) La
naturaleza del caso y la pena aplicable por el delito materia del proceso; c) La influencia que la
sentencia tenga o pueda tener por si o con relación al derecho de las partes ulteriormente; d)
La actuación profesional en las diligencias probatorias, así como la importancia, calidad y com-
plejidad de las pruebas ofrecidas o producidas. En los demás casos, cuyo monto pueda apre-
ciarse pecuniariamente, los honorarios profesionales se fijarán entre el 11% y el 25% del mon-
to del proceso, no pudiendo ser inferiores a los establecidos en el art. 60 de esta ley. La acción
indemnizatoria que se promoviese en el proceso penal, se regulará como si se tratara de un pro-
ceso ordinario en sede civil” (art. 33).
De lo expuesto se sigue que, a la hora de regular los honorarios de los letrados que hubieran
intervenido en el proceso, no es necesario acudir a la normativa que rige en el orden nacional
(ley 21.839 y sus modificatorias), sino que aquéllos deberán ser establecidos por el juez, toman-
do en consideración los parámetros indicados en la normativa aquí citada.
La circunstancia de que la sentencia sea absolutoria no exime al imputado de la obligación
de abonar los correspondientes honorarios del letrado que hubiere designado a efectos de que
lo asista durante el proceso [CAPCF, Sala III, 19/4/07, “Miño, Claudia Esther”, causa nº 17664/06].
De acuerdo a la jurisprudencia de la Cámara de Apelaciones del fuero, todo cuestionamien-
to vinculado a la percepción de los honorarios regulados a favor de los abogados debe venti-
larse ante el fuero correspondiente [CAPCF, Sala III, 22/9/09, “Galiani, Manuel Francisco y Sorro-
za, María Angélica”, causa nº 773/08, del voto de las juezas Manes y Paz].
Finalmente, en el caso de los demás profesionales que puedan intervenir en el proceso (peri-
tos, traductores, intérpretes), la ley establece que deberán determinarse según las normas de las
leyes respectivas. Sin embargo, no existe una disposición específica que regule la cuestión, por lo
que, ante dicha ausencia, se aplican en principio las disposiciones que rigen en el orden nacional.
Cuando sean varios los imputados en el proceso y todos ellos hayan sido condenados al pago
de las costas, corresponderá que el tribunal fije la parte proporcional que le corresponde a cada
uno de ellos, sin perjuicio de la solidaridad establecida por la ley civil.
En aplicación de esta regla, en la jurisprudencia local se ha revocado una sentencia de pri-
mera instancia que intimó al condenado a pagar su parte proporcional de las costas, cuando
otro de los condenados ya había abonado la totalidad de la tasa de justicia [CAPCF, Sala I,
29/5/06, “Civitelli, Juan Carlos y Galli, Juan Carlos”, causa nº 53/06; y, en el mismo sentido,
CAPCF, Sala III, 1/11/07, “Pomares, Amalia Noemí”, causa nº 10498/FC/05].
De ello se sigue que, si bien como regla general las costas deberán ser abonadas de manera
proporcional en relación con cada imputado, en la medida en que todos hayan sido condenados,
se encontrarán solidariamente obligados al pago. Es justamente por ello que el acreedor podría
canalizar su reclamo contra cualquiera de los vencidos, en razón de lo estipulado en el art. 827
del CCCN en cuanto dispone que “hay solidaridad en las obligaciones con pluralidad de sujetos
y originadas en una causa única cuando, en razón del título constitutivo o de la ley, su cumpli-
miento total puede exigirse a cualquiera de los deudores, por cualquiera de los acreedores”.
De este modo, y solo a título de ejemplo, resultaría legítimo que el letrado que representó
a uno de los condenados, reclame el cobro de sus honorarios a los restantes, toda vez que, jus-
tamente en función de lo previsto en la disposición objeto de comentario, todos ellos están
obligados a afrontar el pago de manera solidaria. En sentido concordante, el art. 12 de la ley
5134 de la CABA dispone que: “La obligación de pagar honorarios por trabajo profesional, en
principio pesa solidariamente sobre todos los condenados en costas u obligados al pago,
pudiendo el profesional exigir y perseguir el pago total o parcial —a su elección— de todos o
de cualquiera de ellos”.
Amén de ello, y en función de lo estipulado en el art. 840 del CCCN, quien efectúe el pago
podrá repetirlo contra los demás codeudores, reclamándoles el reembolso de lo abonado, se-
gún la participación que cada uno haya tenido en la deuda.
APÉNDICE LEGISLATIVO
I. Ley 24.660 de Ejecución de la Pena privativa de la libertad
(BO, 16/7/96)
Capítulo II
Modalidades básicas de la ejecución
También se requerirá un informe del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución y se notifi-
cará a la víctima o su representante legal, que será escuchada si desea hacer alguna manifestación.
El interno podrá proponer peritos especialistas a su cargo, que estarán facultados para presentar su
propio informe.
Al implementar la concesión de la libertad condicional, se exigirá un dispositivo electrónico de con-
trol, el cual sólo podrá ser dispensado por decisión judicial, previo informe de los órganos de control
y del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución.
PRISIÓN DOMICILIARIA
Art. 33. — La detención domiciliaria debe ser dispuesta por el juez de ejecución o competente.
En los supuestos a), b) y c) del art. 32, la decisión deberá fundarse en informes médico, psicológi-
co y social.
El juez, cuando lo estime conveniente, podrá disponer la supervisión de la medida a cargo de un
patronato de liberados o de un servicio social calificado, de no existir aquél. En ningún caso, la per-
sona estará a cargo de organismos policiales o de seguridad.
En los casos de las personas condenadas por los delitos previstos en los arts. 119, párrs. 2º y 3º , 120,
124 y 125 del CP, se requerirá un informe del equipo especializado previsto en el in. l) del art. 185 de
esta ley y del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución, que deberán evaluar el efecto de
la concesión de la prisión domiciliaria para el futuro personal y familiar del interno.
El interno podrá proponer peritos especialistas a su cargo, que estarán facultados para presentar su
propio informe.
Al implementar la concesión de la prisión domiciliaria se exigirá un dispositivo electrónico de con-
trol, el cual sólo podrá ser dispensado por decisión judicial, previo informe de los órganos de control
y del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución.
Capítulo III
Normas de trato
HIGIENE
Art. 58. — El régimen penitenciario deberá asegurar y promover el bienestar psicofísico de los inter-
nos. Para ello se implementarán medidas de prevención, recuperación y rehabilitación de la salud y
se atenderán especialmente las condiciones ambientales e higiénicas de los establecimientos.
Art. 59. — El número de internos de cada establecimiento deberá estar preestablecido y no se lo
excederá a fin de asegurar un adecuado alojamiento. Todos los locales estarán siempre en buen
estado de conservación. Su ventilación, iluminación, calefacción y dimensiones guardarán relación
con su destino y los factores climáticos.
Art. 60. — El aseo personal del interno será obligatorio. Los establecimientos deberán disponer de
suficientes y adecuadas instalaciones sanitarias y proveerán al interno de los elementos indispens-
ables para su higiene.
Art. 61. — El interno deberá cuidar el aseo de su alojamiento y contribuir a la higiene y conservación
del establecimiento.
ALOJAMIENTO
Art. 62. — El alojamiento nocturno del interno, en lo posible, será individual en los establecimien-
tos cerrados y semiabiertos.
En las instituciones o secciones basadas en el principio de autodisciplina se podrán utilizar dormito-
rios para internos cuidadosamente seleccionados.
VESTIMENTA Y ROPA
Art. 63. — La Administración proveerá al interno de vestimenta acorde al clima y a la estación, para
usarla en el interior del establecimiento. En manera alguna esas prendas, por sus características po-
drán resultar humillantes. Deberá cuidarse su mantenimiento en buen estado de conservación e hi-
giene.
Cuando el interno hubiere de salir del establecimiento, en los casos autorizados, deberá permitírse-
le utilizar sus ropas personales. Si no dispusiere de ellas, se le facilitará vestimenta adecuada.
Art. 64. — Al interno se le proveerá de ropa suficiente para su cama individual, la que será mudada
con regularidad.
ALIMENTACIÓN
Art. 65. — La alimentación del interno estará a cargo de la administración; será adecuada a sus ne-
cesidades y sustentada en criterios higiénico–dietéticos. Sin perjuicio de ello y conforme los regla-
mentos que se dicten, el interno podrá adquirir o recibir alimentos de sus familiares o visitantes. La
prohibición de bebidas alcohólicas será absoluta.
INFORMACIÓN Y PETICIONES
Art. 66. — A su ingreso al establecimiento el interno recibirá explicación oral e información escrita
acerca del régimen a que se encontrará sometido, las normas de conducta que deberá observar, el
sistema disciplinario vigente, los medios autorizados para formular pedidos o presentar quejas y de
todo aquello que sea útil para conocer sus derechos y obligaciones. Si el interno fuere analfabeto,
presentare discapacidad física o psíquica o no comprendiese el idioma castellano, esa información
se le deberá suministrar por persona y medio idóneo.
Art. 67. — El interno podrá presentar peticiones y quejas al director del establecimiento y dirigirse
sin censura a otra autoridad administrativa superior, al juez de ejecución o al juez competente.
La resolución que se adopte deberá ser fundada, emitida en tiempo razonable y notificada al interno.
TRASLADO DE INTERNOS
Art. 71. — El traslado individual o colectivo de internos se sustraerá a la curiosidad pública y estará
exento de publicidad. Deberá efectuarse en medios de transporte higiénicos y seguros.
La administración reglamentará las precauciones que deberán utilizarse contra posibles evasiones,
las cuales en ninguna circunstancia causarán padecimientos innecesarios al interno.
Art. 72. — El traslado del interno de un establecimiento a otro, con las razones que lo fundamenten,
deberá ser comunicado de inmediato al juez de ejecución o juez competente.
Art. 73. — El traslado del interno de un establecimiento a otro será informado de inmediato a las
personas o instituciones con las que mantuviere visita o correspondencia o a quienes hubieren sido
por él designados.
MEDIDAS DE SUJECIÓN
Art. 74. — Queda prohibido el empleo de esposas o de cualquier otro medio de sujeción como cas-
tigo.
Art. 75. — Sólo podrán adoptarse medidas de sujeción en los siguientes casos:
a) Como precaución contra una posible evasión durante el traslado del interno.
b) Por razones médicas, a indicación del facultativo, formulada por escrito.
c) Por orden expresa del director o del funcionario que lo reemplace en caso de no
encontrarse éste en servicio, si otros métodos de seguridad hubieran fracasado y con
el único propósito de que el interno no se cause daño a sí mismo, a un tercero o al esta-
blecimiento. En este caso el director o quien lo reemplace, dará de inmediato inter-
vención al servicio médico y remitirá un informe detallado al juez de ejecución o juez
competente y a la autoridad penitenciaria superior.
Art. 76. — La determinación de los medios de sujeción autorizados y su modo de empleo serán
establecidos por la reglamentación que se dicte. Su aplicación no podrá prolongarse más allá del
tiempo necesario, bajo apercibimiento de las sanciones administrativas y penales que correspon-
dan por el funcionario responsable.
Capítulo V
Conducta y concepto
Art. 101. — El interno será calificado, asimismo, de acuerdo al concepto que merezca. Se entenderá
por concepto la ponderación de su evolución personal de la que sea deducible su mayor o menor
posibilidad de adecuada reinserción social.
Art. 104. — La calificación de concepto servirá de base para la aplicación de la progresividad del ré-
gimen, el otorgamiento de salidas transitorias, semilibertad, libertad condicional, libertad asistida,
conmutación de pena e indulto.
Capítulo VII
Trabajo
PRINCIPIOS GENERALES
Art. 106. — El trabajo constituye un derecho y un deber del interno. Es una de las bases del trata-
miento y tiene positiva incidencia en su formación.
Art. 107. — El trabajo se regirá por los siguientes principios:
a) No se impondrá como castigo.
b) No será aflictivo, denigrante, infamante ni forzado.
c) Propenderá a la formación y al mejoramiento de los hábitos laborales.
d) Procurará la capacitación del interno para desempeñarse en la vida libre.
e) Se programará teniendo en cuenta las aptitudes y condiciones psicofísicas de los inter-
nos, las tecnologías utilizadas en el medio libre y las emanadas del mercado laboral.
f) Deberá ser remunerado.
g) Se respetará la legislación laboral y de seguridad social vigente.
FORMACIÓN PROFESIONAL
Art. 114. — La capacitación laboral del interno, particularmente la de los jóvenes adultos, será obje-
to de especial cuidado.
El régimen de aprendizaje de oficios a implementar, será concordante con las condiciones persona-
les del interno y con sus posibles actividades futuras en el medio libre.
Capítulo VIII
Educación
DERECHO A LA EDUCACIÓN
Art. 133. — Todas las personas privadas de su libertad tienen derecho a la educación pública. El Esta-
do nacional, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tienen la responsabilidad indelega-
ble de proveer prioritariamente a una educación integral, permanente y de calidad para todas las per-
sonas privadas de su libertad en sus jurisdicciones, garantizando la igualdad y gratuidad en el ejercicio
de este derecho, con la participación de las organizaciones no gubernamentales y de las familias.
Los internos deberán tener acceso pleno a la educación en todos sus niveles y modalidades de con-
formidad con las leyes 26.206 de Educación Nacional, 26.058 de Educación Técnico–Profesional,
26.150 de Educación Sexual Integral, 24.521 de Educación Superior y toda otra norma aplicable.
Los fines y objetivos de la política educativa respecto de las personas privadas de su libertad son
idénticos a los fijados para todos los habitantes de la Nación por la Ley de Educación Nacional. Las
finalidades propias de esta ley no pueden entenderse en el sentido de alterarlos en modo alguno.
Todos los internos deben completar la escolaridad obligatoria fijada en la ley.
Capítulo IX
Asistencia médica
Art. 143. — El interno tiene derecho a la salud. Deberá brindársele oportuna asistencia médica inte-
gral, no pudiendo ser interferida su accesibilidad a la consulta y a los tratamientos prescriptos.
Los estudios diagnósticos, tratamientos y medicamentos indicados, le serán suministrados sin cargo.
Art. 147. — El interno podrá ser trasladado a un establecimiento penitenciario especializado de
carácter asistencial médico o psiquiátrico o a un centro apropiado del medio libre, cuando la natu-
raleza del caso así lo aconseje.
En el segundo de los supuestos se requerirá previa autorización del juez de ejecución o juez compe-
tente, salvo razones de urgencia. En todos los casos se comunicará la novedad de inmediato al
magistrado interviniente.
Art. 148. — El interno podrá requerir, a su exclusivo cargo, la atención de profesionales privados.
La autoridad penitenciaria dará curso al pedido, excepto que razones debidamente fundadas acon-
sejen limitar este derecho.
Toda divergencia será resuelta por el juez de ejecución o juez competente.
Capítulo X
Asistencia espiritual
Art. 153. — El interno tiene derecho a que se respete y garantice su libertad de conciencia y de reli-
gión, se facilite la atención espiritual que requiera y el oportuno contacto personal y por otros me-
dios autorizados con un representante del credo que profese, reconocido e inscrito en el Registro
Nacional de Cultos.
Ninguna sanción disciplinaria podrá suspender el ejercicio de este derecho.
Capítulo XI
Relaciones familiares y sociales
Art. 158. — El interno tiene derecho a comunicarse periódicamente, en forma oral o escrita, con su
familia, amigos, allegados, curadores y abogados, así como con representantes de organismos ofi-
ciales e instituciones privadas con personería jurídica que se interesen por su reinserción social.
En todos los casos se respetará la privacidad de esas comunicaciones, sin otras restricciones que las
dispuestas por juez competente.
Art. 164. — “El interno tiene el derecho a estar informado de los sucesos de la vida nacional e inter-
nacional, por los medios de comunicación social, publicaciones o emisiones especiales permitidas”.
Art. 165. — La enfermedad o accidentes graves o el fallecimiento del interno, será comunicado in-
mediatamente a su familia, allegados o persona indicada previamente por aquél, al representante
de su credo religioso y al juez de ejecución o juez competente.
Art. 166. — El interno será autorizado, en caso de enfermedad o accidente grave o fallecimiento de
familiares o allegados con derecho a visita o correspondencia, para cumplir con sus deberes mora-
les, excepto cuando se tuviesen serios y fundamentados motivos para resolver lo contrario.
En los casos de las personas procesadas o condenadas por los delitos previstos en los artículos 119,
segundo y tercer párrafo, 120, 124 y 125 del Código Penal, se exigirá en todos los casos el acom-
pañamiento de dos (2) empleados del Servicio de Custodia, Traslados y Objetivos Fijos del Servicio
Penitenciario Federal.
Art. 167. — Los internos que no gocen de permiso de salida para afianzar y mejorar los lazos fami-
liares podrán recibir la visita íntima de su cónyuge o, a falta de éste, de la persona con quien man-
tiene vida marital permanente, en la forma y modo que determinen los reglamentos.
Capítulo XII
Asistencia social
Art. 168. — Las relaciones del interno con su familia, en tanto fueren convenientes para ambos y
compatibles con su tratamiento, deberán ser facilitadas y estimuladas. Asimismo se lo alentará para
que continúe o establezca vínculos útiles con personas u organismos oficiales o privados con per-
sonería jurídica, que puedan favorecer sus posibilidades de reinserción social.
Capítulo XIII
Asistencia postpenitenciaria
Art. 172. — Los egresados y liberados gozarán de protección y asistencia social, moral y material
pospenitenciaria a cargo de un patronato de liberados o de una institución de asistencia pospeni-
tenciaria con fines específicos y personería jurídica, procurando que no sufra menoscabo su digni-
dad, ni se ponga de manifiesto su condición. Se atenderá a su ubicación social y a su alojamiento, a
la obtención de trabajo, a la provisión de vestimenta adecuada y de recursos suficientes, si no los
tuviere, para solventar la crisis del egreso y de pasaje para trasladarse al lugar de la República don-
de fije su residencia.
Capítulo IV
Derechos de las personas con padecimiento mental
Art. 7°. — El Estado reconoce a las personas con padecimiento mental los siguientes derechos:
a) Derecho a recibir atención sanitaria y social integral y humanizada, a partir del acce-
so gratuito, igualitario y equitativo a las prestaciones e insumos necesarios, con el ob-
jeto de asegurar la recuperación y preservación de su salud;
b) Derecho a conocer y preservar su identidad, sus grupos de pertenencia, su genealogía
y su historia;
c) Derecho a recibir una atención basada en fundamentos científicos ajustados a princi-
pios éticos;
d) Derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con la alternativa terapéutica más con-
veniente, que menos restrinja sus derechos y libertades, promoviendo la integración
familiar, laboral y comunitaria;
e) Derecho a ser acompañado antes, durante y luego del tratamiento por sus familiares,
otros afectos o a quien la persona con padecimiento mental designe;
f) Derecho a recibir o rechazar asistencia o auxilio espiritual o religioso;
g) Derecho del asistido, su abogado, un familiar, o allegado que éste designe, a acceder
a sus antecedentes familiares, fichas e historias clínicas;
h) Derecho a que en el caso de internación involuntaria o voluntaria prolongada, las
condiciones de la misma sean supervisadas periódicamente por el órgano de revisión;
i) Derecho a no ser identificado ni discriminado por un padecimiento mental actual o
pasado;
j) Derecho a ser informado de manera adecuada y comprensible de los derechos que lo
asisten, y de todo lo inherente a su salud y tratamiento, según las normas del consen-
timiento informado, incluyendo las alternativas para su atención, que en el caso de
Capítulo V
Modalidad de abordaje
Art. 8°. — Debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un equipo interdisci-
plinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados con la debida acred-
itación de la autoridad competente. Se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes.
Capítulo VII
Internaciones
Art. 14. — La internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo
puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las interven-
ciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social. Debe promoverse el mantenimiento
de vínculos, contactos y comunicación de las personas internadas con sus familiares, allegados y con
el entorno laboral y social, salvo en aquellas excepciones que por razones terapéuticas debidamen-
te fundadas establezca el equipo de salud interviniente.
Libro I
Disposiciones Generales
Título I
Aplicación de la Ley Penal
Art. 2º. — Si la ley vigente al tiempo de cometerse el delito fuere distinta de la que exista al pro-
nunciarse el fallo o en el tiempo intermedio, se aplicará siempre la más benigna.
Si durante la condena se dictare una ley más benigna, la pena se limitará a la establecida por esa ley.
En todos los casos del presente artículo, los efectos de la nueva ley se operarán de pleno derecho.
Título II
De las Penas
Art. 12. — La reclusión y la prisión por más de tres años llevan como inherente la inhabilitación abso-
luta, por el tiempo de la condena, la que podrá durar hasta tres años más, si así lo resuelve el tribu-
nal, de acuerdo con la índole del delito. Importan además la privación, mientras dure la pena, de la
patria potestad, de la administración de los bienes y del derecho de disponer de ellos por actos entre
vivos. El penado quedará sujeto a la curatela establecida por el CC para los incapaces.
Art. 21. — La multa obligará al reo a pagar la cantidad de dinero que determinare la sentencia,
teniendo en cuenta además de las causas generales del art. 40, la situación económica del penado.
Si el reo no pagare la multa en el término que fije la sentencia, sufrirá prisión que no excederá de
año y medio.
El tribunal, antes de transformar la multa en la prisión correspondiente, procurará la satisfacción de
la primera, haciéndola efectiva sobre los bienes, sueldos u otras entradas del condenado. Podrá
autorizarse al condenado a amortizar la pena pecuniaria, mediante el trabajo libre, siempre que se
presente ocasión para ello.
También se podrá autorizar al condenado a pagar la multa por cuotas. El tribunal fijará el monto y
la fecha de los pagos, según la condición económica del condenado.
Art. 23. — En todos los casos en que recayese condena por delitos previstos en este Código o en leyes
penales especiales, la misma decidirá el decomiso de las cosas que han servido para cometer el hecho
y de las cosas o ganancias que son el producto o el provecho del delito, en favor del Estado nacional,
de las provincias o de los municipios, salvo los derechos de restitución o indemnización del damnifi-
cado y de terceros.
Si las cosas son peligrosas para la seguridad común, el comiso puede ordenarse aunque afecte a ter-
ceros, salvo el derecho de éstos, si fueren de buena fe, a ser indemnizados.
Cuando el autor o los partícipes han actuado como mandatarios de alguien o como órganos, miem-
bros o administradores de una persona de existencia ideal, y el producto o el provecho del delito ha
beneficiado al mandante o a la persona de existencia ideal, el comiso se pronunciará contra éstos.
Cuando con el producto o el provecho del delito se hubiese beneficiado un tercero a título gratuito,
el comiso se pronunciará contra éste.
Si el bien decomisado tuviere valor de uso o cultural para algún establecimiento oficial o de bien
público, la autoridad nacional, provincial o municipal respectiva podrá disponer su entrega a esas
entidades. Si así no fuere y tuviera valor comercial, aquélla dispondrá su enajenación. Si no tuviera
valor lícito alguno, se lo destruirá.
En el caso de condena impuesta por alguno de los delitos previstos por los arts. 125, 125 bis, 127, 140,
142 bis, 145 bis, 145 ter y 170 de este Código, queda comprendido entre los bienes a decomisar la
cosa mueble o inmueble donde se mantuviera a la víctima privada de su libelad u objeto de explo-
tación. Los bienes decomisados con motivo de tales delitos, según los términos del presente artícu-
lo, y el producido de las multas que se impongan, serán afectados a programas de asistencia a la víc-
tima. (Párrafo sustituido por art. 20 de la ley n° 26.842 B.O. 27/12/12)
En caso de los delitos previstos en el art. 213 ter y quáter y en el Título XIII del libro Segundo de éste
Código, serán decomisados de modo definitivo, sin necesidad de condena penal, cuando se hubiere
podido comprobar la ilicitud de su origen, o del hecho material al que estuvieren vinculados, y el impu-
tado no pudiere ser enjuiciado por motivo de fallecimiento, fuga, prescripción o cualquier otro moti-
Título III
Condenación condicional
Art. 27. — La condenación se tendrá como no pronunciada si dentro del término de cuatro años,
contados a partir de la fecha de la sentencia firme, el condenado no cometiere un nuevo delito. Si
cometiere un nuevo delito, sufrirá la pena impuesta en la primera condenación y la que le corres-
pondiere por el segundo delito, conforme con lo dispuesto sobre acumulación de penas.
La suspensión podrá ser acordada por segunda vez si el nuevo delito ha sido cometido después de
haber transcurrido ocho años a partir de la fecha de la primera condena firme. Este plazo se eleva-
rá a diez años, si ambos delitos fueran dolosos.
En los casos de sentencias recurridas y confirmadas, en cuanto al carácter condicional de la conde-
na, los plazos se computarán desde la fecha del pronunciamiento originario.
Las reglas podrán ser modificadas por el Tribunal según resulte conveniente al caso.
Si el condenado no cumpliere con alguna regla, el Tribunal podrá disponer que no se compute como
plazo de cumplimiento todo o parte del tiempo transcurrido hasta ese momento. Si el condenado
persistiere o reiterare el incumplimiento, el Tribunal podrá revocar la condicionalidad de la condena.
El condenado deberá entonces cumplir la totalidad de la pena de prisión impuesta en la sentencia.
Título V
Imputabilidad
Art. 21. — En el caso del art. 14, párr. 2º, si el procesado no dependiere física o psíquicamente de
estupefacientes por tratarse de un principiante o experimentador, el juez de la causa podrá, por úni-
ca vez, sustituir la pena por una medida de seguridad educativa en la forma y modo que judicial-
mente se determine.
Tal medida, debe comprender el cumplimiento obligatorio de un programa especializado relativo
al comportamiento responsable frente al uso y tenencia indebida de estupefacientes, que con una
duración mínima de tres meses, la autoridad educativa nacional o provincial, implementará a los
efectos del mejor cumplimiento de esta ley.
La sustitución será comunicada al Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal y Carce-
laria, organismo que lo comunicará solamente a los tribunales del país con competencia para la apli-
cación de la presente ley, cuando éstos lo requiriesen.
Si concluido el tiempo de tratamiento éste no hubiese dado resultado satisfactorio por la falta de
colaboración del condenado, el tribunal hará cumplir la pena en la forma fijada en la sentencia.
Título II
Régimen de Internaciones
Capítulo I
Principios generales
Art. 19. — La internación es una instancia del tratamiento que evalúa y decide el equipo interdisci-
plinario cuando no sean posibles los abordajes ambulatorios. Cuando ésta deba llevarse a cabo es
prioritaria la pronta recuperación y resocialización de la persona. Se procura la creación y funcio-
namiento de dispositivos para el tratamiento anterior y posterior a la internación que favorezcan el
mantenimiento de los vínculos, contactos y comunicación de la persona internada, con sus familia-
res y allegados, con el entorno laboral y social, garantizando su atención integral.
Capítulo IV
Internación judicial
Art. 35. — El juez competente en materia penal tiene incumbencia para hospitalizar a los procesa-
dos, en el caso en que padezcan trastornos mentales, cuyo tratamiento demande esta medida extre-
ma, de acuerdo con lo establecido en la presente ley, y lo prescripto por el Código Penal o medida
de seguridad aplicada según lo establecido por la legislación vigente.
Art. 37. — A los efectos de un adecuado seguimiento sobre el estado de la persona, el director del
establecimiento debe elevar al Juez interviniente, en forma mensual, las novedades producidas en
la historia clínica.
Capítulo V
Externación, altas y salidas
Art. 43. — En el caso de las personas internadas por decisión judicial, el establecimiento podrá soli-
citar al juez interviniente un acuerdo de alta condicionada, la cual conformará una parte impor-
tante en el tratamiento y rehabilitación de la persona.
Art. 45. — Cuando se reciba una persona derivada por vía judicial y surja de su evaluación que no
posee patología en salud mental o que no se justifica su internación en un servicio de salud mental
o en un hospital monovalente de salud mental, se dará inmediata información al juez interviniente
a fin de que disponga su pertinente externación o traslado
Art. 46. — Las salidas y permisos especiales serán decididas en función del curso del tratamiento,
debiendo ser comunicados a los familiares responsables o tutores responsables, Asesoría de Meno-
res e Incapaces o juez, de acuerdo con la condición legal de la persona internada, con no menos de
24 horas de anticipación al momento autorizado de salida, debiendo contar con certificación del
director del establecimiento.
Art. 47. — Durante las internaciones se promueven, cuando sea posible, los permisos de salida como
parte del tratamiento y rehabilitación del paciente, favoreciendo la continuidad de su relación con
el medio familiar y comunitario.
Capítulo II
Procedimiento
Art. 15. — Medidas cautelares: En la acción de amparo, como accesorio al principal, con criterio excep-
cional son admisibles las medidas cautelares que resulten necesarias para asegurar los efectos prácti-
cos de la sentencia definitiva, debiendo resolverse su procedencia dentro del plazo de dos (2) días.
Cuando la medida cautelar solicitada afectase la prestación de un servicio público o perjudicara una
función esencial de la administración, el juez previamente le correrá traslado a la autoridad públi-
ca demandada para que se expida dentro de un plazo máximo de dos (2) días sobre la inconvenien-
cia de adoptar dicha medida, pudiendo el juez rechazarla o dejarla sin efecto declarando a cargo de
la autoridad demandada o personalmente por los que la desempeñan, la responsabilidad por los
perjuicios que se deriven de su ejecución. (Lo resaltado en cursiva ha sido vetado por el decr. n°
2018/06, BOCBA nº 2580 del 5/12/06).
En las acciones de amparo contra autoridades públicas son requisitos necesarios para el otorga-
miento de toda cautelar la acreditación simultánea de los siguientes presupuestos:
a) Verosimilitud del derecho.
b) Peligro en la demora.
c) No frustración del interés público.
d) Contracautela.
El/la Juez/a interviniente debe determinar la índole de la contracautela para cubrir los daños y per-
juicios que pudieran derivarse de su otorgamiento, sin que esto puede implicar un menoscabo a la
tutela cautelar.
La apelación de resoluciones que versen sobre medidas cautelares deben ser resueltas dentro del
plazo máximo de cinco (5) días desde el arribo de las actuaciones al Superior.
Título II
Naturaleza jurídica y modalidades del pago de honorarios
Capítulo I
Obligación del pago del honorario
Art. 11. — Los honorarios son la retribución del trabajo profesional del abogado o procurador ma-
triculado. Ningún asunto que haya demandado actividad profesional, judicial y/o extrajudicial, y/o
administrativa y/o mediación, podrá considerarse concluido sin previo pago de los honorarios, y no
se ordenarán levantamiento de embargos, inhibiciones y/o cualquier otra medida cautelar, ni se
harán entrega de fondos o valores depositados, inscripciones, y/o disponer su archivo y/o cualquier
otra gestión que fuere el objeto del pleito, hasta tanto no se hayan cancelado los mismos o se con-
tare con la conformidad expresa o el silencio del profesional interesado notificado fehacientemen-
te al efecto en el domicilio constituido o denunciado en el Colegio pertinente.
Cuando de lo actuado surja la gestión profesional, los tribunales o reparticiones administrativas
donde se realizó el trámite, deberán exigir la constancia de haberse satisfecho los honorarios o la
conformidad expresa o el silencio del profesional notificado de conformidad con el último párrafo
precedente. En caso de urgencia, bastará acreditar que se ha afianzado su pago y notificado en for-
ma fehaciente al profesional interesado. Es obligación del magistrado y/o autoridad administrati-
va interviniente velar por el fiel cumplimiento del presente artículo.
Capítulo II
Principios generales sobre honorarios
Art. 16. — Toda regulación judicial de honorarios profesionales deberá fundarse y hacerse con cita-
ción de la disposición legal aplicada bajo pena de nulidad.
La mera mención del articulado de esta ley no será considerada fundamento válido.
El profesional al momento de solicitar regulación de honorarios, podrá clasificar sus tareas con arre-
glo a lo dispuesto en la presente ley, debiendo el juez tener especial atención a la misma y en caso
de discordancia de criterio deberá cumplir estrictamente con lo dispuesto en el primer párrafo del
presente artículo.
Título IV
Del procedimiento para regular honorarios
Art. 60. — El mínimo establecido para regular honorarios de juicios susceptibles de apreciación
pecuniaria que no estuviesen previstos en otros artículos será el siguiente:
en los procesos de conocimiento de diez (10) UMA en los ejecutivos de seis (6) UMA y en los proce-
sos de mediación de dos (2) UMA.
Art. 9º. — Principio de Legalidad y de Retroactividad. Nadie puede ser condenado por acciones u
omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tam-
poco se puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si
con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delin-
cuente se beneficiará de ello.
III.
RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD
ANTE EL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
PROCEDENCIA
Art. 27*. — El recurso de inconstitucionalidad se interpone contra las sentencias
definitivas del tribunal superior de la causa. Procede cuando se haya controvertido
la interpretación o aplicación de normas contenidas en las constituciones nacional o
de la ciudad, o la validez de una norma o acto bajo la pretensión de ser contrarios a
tales constituciones siempre que la decisión recaiga sobre esos temas.
§ 1. Generalidades.— Siguiendo la previsión del art. 113, inc. 3º de la CCABA, que faculta
al Tribunal Superior de Justicia —como máximo y último intérprete—, al ejercicio de control de
constitucionalidad difuso, el recurso de inconstitucionalidad se encuentra regulado en la ley
402, en sus arts. 27 a 32.
§ 2. Impugnabilidad objetiva.— Este recurso procede, en el ámbito penal, contra las sen-
tencias definitivas dictadas por el tribunal superior de la causa, que en este caso lo constituye la
Cámara Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA. Con él se busca mantener la supremacía
constitucional en la interpretación y aplicación del derecho. De ello se deriva que sea un requi-
sito sustancial que en la sentencia se haya controvertido la interpretación o aplicación de nor-
mas contenidas en la CN o en la CCABA, o se haya cuestionado la validez de una norma o acto
bajo la pretensión de ser contrarios a tales constituciones y, además, que exista una relación di-
recta entre lo decidido y el derecho que se pretende afectado. Es por eso que el recurso de in-
constitucionalidad constituye un remedio para defender exclusivamente la legalidad constitu-
cional, pero ante un caso concreto.
El diseño, como puede apreciarse, es muy similar al del recurso extraordinario federal. Así, a
través de esta vía, la sentencia del tribunal superior de la causa es revisable por la máxima ins-
tancia local solo ante la eventualidad de que el pretensor exponga con claridad la existencia de
una “cuestión constitucional” o “cuestión federal”; esto es, independientemente de disquisi-
ciones terminológicas, una cuestión “de derecho” en que, directa o indirectamente, está com-
prometida la Constitución federal —sea en su interpretación, sea en su supremacía— [TSJ
CABA, 12/9/07, “Baltroc, Beatríz M.”, expte. nº 5161/07, del voto del doctor Bosch, con cita de
Bidart Campos, Tratado …, 1986, t. II, p. 464].
La jurisprudencia del TSJ ha admitido, siguiendo el criterio de la Corte Suprema, que la sen-
tencia que se recurre por esta vía puede ser definitiva o equiparable. Definitiva es aquella que
pone término al proceso, después de su integral tramitación (art. 42, inc. 1º, CPPCABA). Y equi-
parable es toda resolución que pueda causar al accionante un perjuicio grave de imposible, in-
suficiente o muy dificultosa reparación ulterior [TSJ CABA, 19/12/01, “Clínica Fleming”, expte.
nº 1215/01, del voto del doctor Casás]. A los fines de acreditar el carácter de equiparable a una
sentencia definitiva, el recurrente debe demostrar que la decisión cuestionada pueda serlo en
razón de sus efectos [TSJ CABA, 23/5/07, “Benítez, Sergio David”, expte. nº 4994/06; e ídem,
28/3/12, “Ocampos, Oscar Rubén”, expte.nº 8215/11, en el mismo sentido].
Sala II, 6/10/14, “Ferreyra, Pablo Jorge”, causa nº 5615/13; ídem, 23/9/15, “Pacosillo Hila-
ri, Andrés Julián”, causa nº 2043-01/15, ambos según el voto de los doctores De Langhe
y Bosch; ídem, Sala III, 7/4/16, “B., L. A.”, causa nº 6177-01/14, del voto de la doctora
Manes, por la mayoría; ídem, Sala I, 12/2/15, “Pereyra, Joaquín Andrés”, causa nº 2012-
02/14; entre otros].
c) Contra el auto que rechaza la aplicación del instituto de la mediación [TSJ CABA, 22/4/15,
“Espósito, Ricardo Adolfo”, expte. nº 10.818/14, del voto del doctor Lozano —por la
mayoría—, en el que se sustenta dicha equiparación en el hecho de que la resolución
recurrida invadía de un modo irremediable la facultad de instar la acción en los proce-
sos de acción pública, que el legislador ha puesto en cabeza del Ministerio Público; y, en
la misma línea, TSJ CABA, 27/9/10, “Del Tronco, Nicolás”, exptes. nros. 6784/09 y 6785/09
––en un supuesto en que la cámara había declarado de oficio la inconstitucionalidad del
instituto procesal en cuestión––; CAPCF, Sala II, 9/8/11, “Nis, Manuel Alejandro”, causa
nº 35867/10; e ídem, 11/7/11, “Valdez, Víctor Gustavo”, causa nº 23694/08 —para el ca-
so en que la Cámara declaró la nulidad del acuerdo de mediación—].
d) Contra la resolución que rechaza el pedido de excarcelación del imputado [TSJ CABA,
6/11/13, “González, Ramón Orlando”, expte. nº 9865/13; ídem, 28/6/07, “Lemes, Mauro Is-
mael”, expte. nº 5158/07; e ídem, 20/12/06, “López, Marcos Damián”, expte. nº 4962/06:
para así decidir, se siguió el criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación según el
cual las resoluciones que importan la restricción de la libertad del imputado son equi-
parables a sentencia definitiva, con la aclaración de que para que proceda la revisión
por parte del Tribunal Superior debe ponerse en tela de juicio la validez constitucional
del régimen que regula la restricción de la libertad durante el proceso o que se presen-
te un supuesto en el que los jueces excedan de modo palmario el margen de discrecio-
nalidad que el legislador les ha conferido].
e) Contra el decisorio que deniega la incorporación del condenado al régimen de libertad
condicional [CAPCF, Sala I, 27/8/13, “Peñaranda Durand Molina, Hiroyi”, causa nº 22025-
03/11].
f ) Contra el resolutorio que rechaza la restitución de un inmueble en el marco del art. 335
del CPPCABA [TSJ CABA, 3/12/14, “Félix Vivas, Martha Elena”, expte. nº 10354/13, del vo-
to de los doctores Conde y Lozano, por la mayoría].
g) Contra la resolución que confirma la declaración de nulidad del requerimiento de juicio
[TSJ CABA, 11/2/15, “Biondi, Sebastián Darío”, expte. nº 10662/14, del voto del doctor
Lozano, por la mayoría: en el caso, se tuvo en consideración la imposibilidad, por parte
del Ministerio Público, de continuar con el pleito, dado el vencimiento del plazo de
investigación].
h) Contra el decisorio que declara la incompetencia del tribunal, considerando que impli-
ca sustraer la causa de manera definitiva del conocimiento y jurisdicción del Tribunal Su-
perior de Justicia, último intérprete de la Constitución de la Ciudad [TSJ CABA, 27/8/09,
“N. N.”, expte. nº 6397/09; y CAPCF, Sala I, 4/3/15, “Gerban, Alfredo Javier”, causa nº
2318-02/13; ídem, Sala II, 1/12/15, “Medina, Luis Alfredo”, causa nº 5599/15, del voto en
minoría de la doctora De Langhe].
sión judicial debe haber recaído sobre ella. De lo contrario, se estaría en presencia de una refle-
xión tardía que, más allá de lo acertado de su contenido, resultaría extemporánea [TSJ CABA,
14/9/07, “Lenardi, Santiago”, expte. nº 5307/07].
§ 3. Impugnabilidad subjetiva.— La norma no indica quiénes pueden recurrir por esta vía,
razón por la cual se ha admitido que lo puede hacer todo aquel que tuviere un interés directo,
siguiendo el criterio de la regla general del art. 267 del CPPCABA —de aplicación supletoria en
virtud del art. 2º de la ley 402— que establece que “… cuando la ley no distinga entre las diver-
sas partes, todas podrán recurrir …”. En esa línea se ha admitido que pueden interponer el
recurso de inconstitucionalidad: a) el imputado y su defensa; b) los integrantes del Ministerio
Público, en sus tres ramas [TSJ CABA, 14/8/14, “Woloszynski, Sergio Daniel”, expte. nº 9906/13;
ídem, 27/8/09, “N. N.”, expte. nº 6397/09; e ídem, 22/6/09, “Alegre de Alvarenga, R.”, expte. nº
6182/09, en este último caso, se sostuvo que, en virtud del principio de unidad e indivisibilidad
del funcionamiento del Ministerio Público, no solo puede interponer el recurso aquí tratado el
fiscal general, sino también sus subordinados. Sobre la ilegitimidad del Ministerio Público Fiscal
para interponer el recurso, véase el voto en minoría del doctor Delgado en CAPCF, Sala III, 10/8/15,
“Vilches Zabala, Luis Blas y otro”, causa nº 9654/14; ídem, 29/8/13, “Barbuzzi, Juan Domingo”,
causa nº 16014/12; entre tantos otros], y c) la querella [TSJ CABA, 31/8/12, “Baraldo, Andrés”,
expte. nº 8569/11].
Respecto a la legitimación de la Asesoría Tutelar para la interposición del recurso, la misma
ha sido rechazada por la jurisprudencia local, con excepción de aquellos casos en que los meno-
res revistan alguno de los roles estipulados por el art. 40 del RPPJ [CSJN, 1/8/13, “Escobar, Silvina
y otros”, CSJN-Fallos, 336:916; TSJ CABA, 12/7/10, “N. N. (Yerbal 2635)”, expte. nº 6895/ 09; ídem,
27/4/11, “Fierro Zanardi”, expte. nº 7221/10; ídem, 20/11/13, “Navarro, Aldana Cristina y otros”,
expte. nº 9688/13; y, en el mismo sentido, CAPCF, Sala II, 16/12/15, “Justiniano, Noemí y otros”,
causa nº 17479/12; ídem, Sala III, 26/10/15, “M. S., B.”, causa nº 16213/14; ídem, Sala I, 10/3/15,
“A. B., F. A.”, causa nº 1896-01/14, entre otros]. Asimismo, también se ha rechazado en tales ca-
sos, cuando el joven imputado adquiere la mayoría de edad durante el transcurso del proceso
[TSJ CABA, 27/4/11, “Romano”, expte. nº 7287/10].
El cómputo de los diez días se efectúa considerando solo los días hábiles y se extiende a las dos
primeras horas hábiles del día siguiente al vencimiento (art. 69, CPPCABA). El plazo es perento-
rio e improrrogable [al respecto, véase TSJ CABA, 12/2/14, “Ayala Castellano, Norma Lilian”, exp-
te. nº 9985/13; ídem, 13/7/10, “Acosta, Yanel Paola”, expte. nº 6905/09; entre tantos otros].
Quien interpone un recurso de inconstitucionalidad debe criticar pormenorizadamente la
sentencia que recurre y exponer de forma precisa y adecuada un genuino caso constitucional,
conforme lo establece el art. 27 de la LPTSJ. No resulta procedente cuando los agravios son pu-
ramente genéricos y demuestran una mera disconformidad con lo decidido, pero sin involucrar
una cuestión constitucional. Una cosa es el juicio de admisibilidad que cabe efectuar al órgano
jurisdiccional que dictó la sentencia y otra la facultad del TSJ CABA conferida por el art. 30 de la
ley 402. Aquel, a quien según el art. 28 le compete dicho juicio, debe constatar que el recurso
no solo cumpla con los recaudos formales sino también que contenga agravios constituciona-
les reales y no aparentes, esto es, que discrimine la mera invocación genérica de preceptos, prin-
cipios, derechos y garantías o la reiteración de argumentos ya tratados, de una concreta impug-
nación constitucional del fallo, lo cual requiere la exhibición de un agravio de esa índole que se
presente de modo actual y concreto [TSJ CABA, 23/8/06, “Valenzuela, Rubén Darío”, expte. nº
4671/06; ídem, 3/6/09, “Díaz, Jonathan Nicolás”, expte. nº 6440/09; ídem, 11/6/03, “Feng Chen
Chih”, expte. nº 2212; ídem, 27/3/13, “Rosado Castillo, Enrique”, expte. nº 8822/12; entre otros].
PROVIDENCIA DE AUTOS
Art. 29. — Recibido el expediente, el/la Juez/a de Trámite, previa vista al Ministerio
Público, dicta la providencia de autos, que es notificada en el domicilio constituido por
los interesados. Las demás providencias quedan notificadas por ministerio de la ley.
El TSJ CABA estableció que el juez de trámite se determina por sorteo, que está a cargo del
Secretario Judicial en Asuntos Generales (Acordada nº 7/00) y mediante un proceso automáti-
co (Ac. nº 19/09). Por su lado, la intervención del Ministerio Público se corresponde con las fun-
ciones del fiscal general previstas en el art. 31 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (ley
4891, modificatoria de la ley 1903). Allí se prevé que el representante del MPF interviene en las
causas que tramitan ante el Tribunal Superior de Justicia (inc. 1º).
RECHAZO
Art. 30. — El Tribunal Superior de Justicia puede rechazar el recurso de inconstitucio-
nalidad por falta de agravio constitucional suficiente o cuando las cuestiones plan-
teadas resultaren notoriamente insustanciales o carentes de trascendencia, median-
te resolución fundamentada.
Este artículo, muy similar al art. 280 del CPCCN para el recurso extraordinario federal, pero
con la diferencia que aquí la resolución debe estar fundada, no ha sido aplicado por el Tribunal
Superior, al menos de modo expreso. Sin perjuicio de ello, la doctrina ha entendido que el enun-
ciado normativo de aquel artículo permite rechazar el recurso —además de frente a la inexis-
tencia de agravio constitucional, tal cual lo desarrollado en ocasión del comentario al art. 28—
cuando existe dicho agravio pero no tiene una entidad tal que justifique la modificación de lo
resuelto en la sentencia; cuando el recurrente plantea una cuestión que ya ha sido tratada y
resuelta de modo uniforme por el Tribunal, y sus argumentos no logran modificar el criterio es-
tablecido o, por último, cuando la cuestión carece de repercusión general y no supera el mero
interés de las partes en conflicto [Sagüés, Derecho …, 2002, t. II, p. 443 y ss.].
También lo puede rechazar cuando hubiere sido concedido erróneamente por la instancia
anterior y así lo declara sin expedirse sobre el fondo del asunto planteado. Esa solución se impo-
ne porque el tribunal a quo no puede vincular al TSJ CABA con su decisión. Es que el juicio de
admisibilidad al que se aludió en el comentario del art. 28 es diferente a la facultad que tiene el
TSJ CABA para efectuar un nuevo examen sobre la cuestión. En esa línea, el Tribunal Superior
ha establecido que en la ponderación del acierto o desacierto del juicio formulado por la Cáma-
ra, respecto de la viabilidad del recurso, debe tenerse en consideración —en términos genera-
les— que la procedencia o improcedencia de un recurso, su admisibilidad o inadmisibilidad,
derivan de un examen preliminar que ha de ser efectuado en concreto sobre si se puede o no
desarrollar el procedimiento que el recurso determina. El recurso debe ser concedido si ha sido
interpuesto en la forma y término prescritos, por quien puede recurrir y si la resolución impug-
nada da lugar a él. Estos son los aspectos sobre los que debe recaer aquel examen por el cual, en
consecuencia, se debe verificar si concurren los siguientes elementos: a) la existencia de un
derecho impugnaticio, para lo cual es necesario que la ley otorgue la posibilidad de recurrir en
casación una resolución determinada —impugnabilidad objetiva— y que el sujeto esté legiti-
mado para impugnar por tener un interés jurídico en la impugnación y capacidad legal para
interponerla con relación al gravamen que la resolución le ocasiona —impugnabilidad subjeti-
va—, y b) la concurrencia de los requisitos formales de modo, lugar y tiempo que deben rode-
ar a la interposición del recurso como acto procesal —conf. De la Rúa, La casación …, 1994, p.
175— [TSJ CABA, 11/8/99, “Benegas, Miguel M.”, expte. nº 38/99].
De acuerdo con el art. 25 de la ley 7, las sentencias del TSJ CABA se adoptan, salvo en los asun-
tos en que tiene competencia originaria, por el voto de por lo menos tres de los jueces y juezas
que lo integran, siempre que concordaren en la solución del caso. Si hubiere desacuerdo, se
requieren los votos necesarios para obtener la mayoría absoluta de opiniones.
El TSJ CABA estableció que, por regla, la sentencia será dictada en el acuerdo anterior más
próximo al vencimiento del plazo legal para resolver, aunque la Presidencia puede adelantar la
fecha en que el asunto será sentenciado por el Tribunal. Asimismo, se previó que cuando se
hayan emitido tres votos concordantes en la solución del caso con antelación a la fecha del
acuerdo para el que está programada su consideración, el presidente también podrá disponer
que la sentencia se dicte sin más votos, previa consulta al o a los jueces que aún no se hubieran
pronunciado sobre su interés en hacerlo (Acordada nº 40/14).
El ejercicio de la atribución incluida en el art. 31, parte 2ª , implica que el TSJ CABA sustituye
al tribunal apelado, y decide el fondo del asunto debatido y también las demás cuestiones, como
lo relativo al cargo de las costas o asuntos de derecho infraconstitucional [Sagüés, Derecho …,
2002, t. II, p. 475]. A diferencia del art. 16, parte 2ª de la ley 48, que establece esta facultad para
la Corte Suprema como excepción, en la ley 402 se previó que el TSJ CABA se pronuncie sobre el
fondo siempre que sea posible [TSJ CABA, 4/7/12, “Haedo, Nicolás”, expte. nº 8252/11; ídem,
21/5/14, “C., P. M.”, expte. nº 9446/13], de lo contrario, procede al reenvío para que el tribunal a
quo dicte un nuevo fallo siguiendo las directrices fijadas por aquel [TSJ CABA, 4/11/14, “Blanco,
Diego Alejandro”, expte. nº 9978/13; ídem, 3/12/14, “Felix Vivas, Marha Elena”, expte. nº 10354/
13; e ídem, 11/5/16, “Barros, Juan Manuel”, expte. nº 12363/15; entre otras].
NOTIFICACIÓN Y DEVOLUCIÓN
Art. 32. — Notificada por cédula la sentencia, se devuelve el expediente al tribunal de
origen sin más trámite.
IV.
QUEJA POR DENEGACIÓN DE RECURSOS
Art. 33*. — Si el tribunal superior de la causa deniega el recurso, puede recurrirse en
queja ante el Tribunal Superior de Justicia, dentro de los cinco días de su notificación
por cédula.
El recurso de queja se interpone por escrito y fundamentado.
El Tribunal Superior puede desestimar la queja sin más trámite, exigir la presentación
de copias o, si fuere necesaria, la remisión del expediente.
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 33 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 400
— DIEGO SCORZA —
401 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 33
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 33 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 402
A su vez, el plazo para su interposición comienza a correr a partir del día siguiente de que el
tribunal superior de la causa le comunica a la parte impugnante, a través de una cédula de noti-
ficación, que ha resuelto denegar el recurso de inconstitucionalidad [TSJ CABA, 15/4/14, “Gio-
vannetti”, expte. nº 10557]; y este término no se suspende ni se interrumpe por la articulación
de otras impugnaciones a las que la ley no asigna ese efecto porque, contra la denegatoria del
recurso extraordinario local, por regla, no existe ningún otro recurso que la queja ante el TSJ
CABA, salvo el excepcional pedido de aclaratoria estipulado en el art. 45 del CPPCABA, que tam-
bién puede ser aplicado supletoriamente en virtud de la materia que se ventila en el proceso
[TSJ CABA, 18/12/03, “Bujman”, expte. nº 2498; e ídem, 20/10/09, “Parga”, expte. nº 6165].
Esclarecidos el lugar y el tiempo en los que corresponde efectuar su presentación (párr. 1º)
es preciso repasar más detenidamente el modo (párr. 2º) en el cual tiene que ser realizada. La
queja, para que resulte procedente, debe ser deducida en forma escrita y estar debidamente
fundamentada en el mismo acto de su interposición, a fin de dotarla de “autosuficiencia”, de
manera tal que su lectura permita al tribunal competente pronunciarse sobre el acierto o error
del auto denegatorio [Córdoba, Recurso …, 2004]. Puntualmente, el escrito de interposición de
una queja debe contener, cuanto menos: la precisión del proceso en el cual se presenta; los
datos y la firma del profesional o funcionario que impugna el pronunciamiento (defensor par-
ticular, defensor oficial, fiscal, querella o asesor tutelar) y/o el carácter en el cual interviene; la
identificación pormenorizada del imputado o del “interesado” directo, si lo hubiere, en que se
recurra la decisión anterior; la constitución del domicilio procesal, al cual deberán dirigirse las res-
pectivas “cédulas” (art. 4º, ley 402); la fecha de notificación de la decisión recurrida mediante el
recurso de inconstitucionalidad; la fecha de interposición del recurso de inconstitucionalidad; y
la fecha de notificación del auto denegatorio resuelto por la Cámara acerca de ese recurso.
La parte que pretende someter su caso al estudio del Tribunal debe, al margen de acompa-
ñar las piezas procesales imprescindibles a los efectos de que pueda verificarse el cumplimien-
to de los requisitos formales aludidos [TSJ CABA, 19/3/14, “Rojas”, expte. nº 10184] y de realizar
una descripción de las principales circunstancias de la causa, exponer una crítica concreta, pre-
cisa y suficiente de todos los fundamentos contenidos en el auto denegatorio resuelto por la
Cámara. Ello es así, pues el TSJ CABA considera que, así como fue obligatorio para los jueces de
la causa argumentar la denegatoria del recurso de inconstitucionalidad intentado, también es
obligatorio para quien quiere traer en queja sus agravios al Tribunal explicar por qué fue inco-
rrecto dicho pronunciamiento [TSJ CABA, 30/11/10, “Palmisano”, expte. nº 7344].
Desde sus primeras decisiones, el Tribunal ha sido sumamente riguroso en cuanto a esa cues-
tión, pues como el objeto del recurso de queja consiste en poner al TSJ CABA en condiciones de
dilucidar que el tribunal inferior incurrió en una equivocación al denegar el recurso de inconsti-
tucionalidad, la parte recurrente de ninguna manera puede limitarse a reeditar el recurso cuya
procedencia promueve, sino que tiene la carga de dirigir sus principales cuestionamientos con-
tra la decisión anterior e inmediata que intenta revertir; es decir, la que clausuró la vía de impug-
nación extraordinaria, evidenciando que su recurso cumplía satisfactoriamente los recaudos de
procedencia en sus aspectos objetivos y subjetivos [TSJ CABA, 9/4/01, “Fantuzzi”, expte. nº 865].
— DIEGO SCORZA —
403 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 33
La crítica contra el auto denegatorio se trata entonces de un embate fundado contra lo ex-
puesto por la Cámara de apelaciones, con el propósito de explicar convincentemente que, a di-
ferencia de lo que allí se hubiere afirmado, la parte interesada estaba facultada para promover
la vía instada, que su impugnación se dirigía contra una decisión definitiva o equiparable a ella
que le ocasionaba un perjuicio concreto y que sus motivos de agravio lograban proponer una
discusión constitucional para la cual el Tribunal resultaba competente (art. 113, inc. 3º, CCABA).
De manera complementaria a la regla según la cual la cuestión constitucional debe ser plan-
teada en la primera oportunidad posible, el TSJ CABA repetidamente ha afirmado que, en el
marco de la crítica que debe contener toda queja, no se pueden agregar tardíamente otros
motivos de impugnación no contenidos en el recurso denegado, salvo aquellos que se hubie-
ren generado con la misma denegatoria. Ello así, porque, más allá de que la discusión constitu-
cional debe tener vinculación directa con lo resuelto y debatido en la causa, la Cámara cuanto
menos debe tener ocasión de pronunciarse útilmente en primer término sobre las razones que
fundaban la oposición a su pronunciamiento, de forma tal que no sería admisible formular
agravios diferentes ante la instancia competente para examinar la queja, una vez vencido el
término para recurrir la sentencia definitiva que los hubiere originado, a través de una vía obli-
cua, cuyo único propósito radica en remediar una denegatoria presuntamente desatinada [TSJ
CABA, 5/6/13, “Cobos Parra”, expte. nº 9415].
Asimismo, si bien la fundamentación de una queja no debe limitarse a una simple reitera-
ción o copia exacta del recurso denegado, el Tribunal también ha sostenido que quien solicita
directamente su intervención debe mantener vivos todos los motivos de impugnación que
aquel recurso contenía si lo que pretende es su consideración por la última instancia jurisdic-
cional local [TSJ CABA, 4/7/12, “Delgado”, expte. nº 8448], pues, si no lo hace o bien si mantie-
ne solo algunos, el Tribunal no puede adentrarse en la consideración de los cuestionamientos
que la parte interesada hubiera resuelto abandonar en el camino.
Otro tanto cabe afirmar con respecto a una admisión parcial del recurso de inconstitucio-
nalidad por parte del tribunal inferior, porque, si la impugnación hubiera sido concedida solo
parcialmente por alguno de los motivos de agravio y denegada por los restantes, la parte recu-
rrente debe acudir en queja ante el tribunal por el o los agravios desatendidos, pues de lo con-
trario la correspondiente providencia adquiere firmeza parcial [TSJ CABA, 29/2/12, “Castillo”,
expte. nº 8137; y Palacio, Los recursos …, 1998, p. 172].
§ 3. Trámite procesal (párrs. 3º y 4º).— Una vez articulada una queja, el Tribunal puede, sin
más trámite e incluso sin sustanciación, desestimarla formalmente: a) cuando ella hubiera sido
interpuesta fuera del plazo regulado para hacerlo [TSJ CABA, 14/9/11, “Caballero”, expte. nº
8279]; b) cuando ella hubiera sido interpuesta por alguien que, según la jurisprudencia reite-
rada del Tribunal, carecía de “legitimación” para deducirla [TSJ CABA, 6/10/10, “Camacho”,
expte. nº 7472]; c) cuando sea evidente que ella se dirigió contra una decisión que no era sus-
ceptible de ser cuestionada por la vía escogida —por ejemplo, porque no se interpuso previa-
mente un recurso de inconstitucionalidad o bien se dirige contra una resolución de primera ins-
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 33 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 404
tancia— [TSJ CABA, 10/9/14, “Soriano”, expte. nº 10764], o d) cuando la parte interesada no
hubiera acompañado alguna pieza procesal necesaria, o dado cumplimiento a algún requeri-
miento concreto, que previamente le hubiera realizado el Tribunal [TSJ CABA, 19/3/14, “Rojas”,
expte. nº 10184]. Fuera de aquellos limitados supuestos, el Tribunal normalmente, con carácter
previo a emitir su pronunciamiento, da intervención al titular del Ministerio Público Fiscal para
que ejerza la función de dictaminar, en todas las causas que tramitan ante ese estrado, según lo
regula el art. 31, inc. 1º de la ley 1903 [TSJ CABA, 22/6/09, “Alegre de Alvarenga”, expte. nº 6182].
El Tribunal puede, como ya fue apuntado, exigirle a la parte recurrente que aporte alguna
copia que sea indispensable a criterio del juez de trámite (art. 3º, ley 402) o del secretario judi-
cial interviniente (Acordada nº 33/2014, BOCBA nº 4475, del 8/9/14) o eventualmente, según su
sana discreción, solicitarle a la Cámara de Apelaciones la remisión del expediente principal. Al
tratarse de un recurso excepcional, en principio, el proceso seguirá su “curso” normal sin per-
juicio de existir una queja pendiente de tratamiento por parte del Tribunal, por lo cual es con-
veniente que quien acuda en queja acompañe, al interponer el recurso directo, todas las copias
del expediente que según su parecer resulten de relevancia a los efectos de poner al TSJ CABA
en condiciones de determinar si fue bien o mal denegado, total o parcialmente, el recurso de
inconstitucionalidad.
Sin que la siguiente enumeración resulte taxativa y/o excluyente de otras “copias”, a los fi-
nes de evitar ulteriores intimaciones que podrían demorar innecesariamente la tramitación del
incidente —porque hasta que el Tribunal no cuente con todas las constancias no dará interven-
ción a la Fiscalía General, ni dictará en consecuencia la “providencia de autos” (art. 29, ley 402)
que dispara el plazo de ochenta días para emitir su resolución (art. 31, ley 402)—, resulta suma-
mente recomendable que quien acude en queja acompañe: copia de la resolución de primera
instancia; copia del recurso de apelación y de la contestación de traslado, si la hubiere; copia de
la decisión de la Cámara y su respectiva constancia de notificación; copia del recurso de incons-
titucionalidad interpuesto y de la contestación de traslado, si la hubiere; copia de la decisión de-
negatoria del recurso de inconstitucionalidad y su constancia de notificación; constancia de ini-
ciación de un beneficio de litigar sin gastos iniciado, si lo hubiere (arts. 12.6, CCABA y 72 y ss.,
ley 189); y cualquier otra constancia, a la cual se haga referencia al fundar el recurso directo, en
cuanto a la oportuna introducción y mantenimiento de la cuestión constitucional debatida.
Conviene destacar que la eventualidad de solicitar la “remisión del expediente” a la Cáma-
ra (párr. 3º, in fine, del precepto comentado), jurisprudencialmente, es interpretada por el Tri-
bunal como una especie de potestad discrecional con la cual cuenta [TSJ CABA, 4/12/02, “Riva-
dulla”, expte. nº 1864; e ídem, resoluciones del 20/2/08 y del 7/5/08, “Oniszczuk”, expte. nº
5422] y es aplicada con criterio restrictivo. Ello así, porque, consciente seguramente de que en
los hechos requerir el expediente principal a la instancia inferior podría implicar paralizar o sus-
pender el curso habitual del proceso, lo cierto es que esta alternativa no suele ser ejercida asi-
duamente, sino solo en las causas en las que el TSJ CABA decide expresamente otorgar “efecto
suspensivo” a la articulación de la queja, en las que alguno de los jueces considera necesario —pa-
ra emitir su voto— conocer alguna circunstancia que no surja del incidente de queja o bien en
— DIEGO SCORZA —
405 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 33
las que la mayoría del TSJ CABA, por el sentido de los votos favorables a la pretensión recursiva,
requiere la causa principal a fin de comprobar que no hubiera tenido lugar alguna circunstan-
cia sobreviniente que justifique su consideración. Sin perjuicio de ello, dicha solicitud de remi-
sión también podría tener lugar si la parte recurrente, a la cual le hubiese sido requerida algu-
na constancia procesal conforme lo prevé la ley, explicara razonablemente algún impedimen-
to para obtenerlas por sí mismo [TSJ CABA, 24/8/11, “C. A. R. P.”, expte. nº 7936].
Por su parte, aunque el párr. 4º del precepto comentado expresa que, luego de presentada
“la queja en forma, el tribunal decide sin sustanciación alguna, si el recurso ha sido bien o mal
denegado”, ordenando, en este último supuesto, que el recurso de inconstitucionalidad sea
tramitado con arreglo a lo previsto en el art. 29 y ss. de la ley 402, lo cierto es que el tribunal, to-
mando como ejemplo a la Corte Suprema, por lo general no desdobla su actuación de esta for-
ma —esto es, primero declarando formalmente admisible el recurso directo y posteriormente
resolviendo sustancialmente el recurso de inconstitucionalidad mal denegado por el tribunal a
quo—. Por el contrario, el Tribunal, desde sus primeras decisiones y mucho antes de la entrada
en vigencia de la ley 402 (BOCBA nº 985, del 17/7/00), frente a la articulación de una queja que
no exhibe ninguno de los defectos manifiestos que fueron apuntados en el párr. 1º de este apar-
tado (§ 3), que podrían significar sin más la desestimación de la presentación, normalmente le
da intervención al titular de la Fiscalía General a los fines de compatibilizar su actuación con las
funciones que el ordenamiento confiere a aquel y después resuelve, directamente, mediante
una única resolución.
En ese sentido, como ya se dijo, el titular del Ministerio Público Fiscal interviene en todas las
causas que tramitan ante el Tribunal a modo de consejero en función del control de legalidad
que le compete a su Ministerio (arts. 31, inc. 1º, ley 1903; 125.1, CCABA) y, simultáneamente,
posee la atribución de “desistir” los recursos deducidos por sus inferiores jerárquicos (art. 31,
inc. 3º, ley 1903), por lo cual, si el TSJ CABA resolviera “sin sustanciación alguna” de acuerdo con
esta disposición que un recurso de inconstitucionalidad fue bien denegado por la Cámara, apli-
cándola rigurosamente, se omitiría en un importante número de causas escucharlo; y hasta
podría darse el supuesto incongruente de que el Tribunal entendiera que fue mal denegado un
recurso que luego no sea mantenido por la Fiscalía General. Por ese motivo, y a fin de no demo-
rar innecesariamente el trámite que tiene lugar ante esa instancia, el TSJ CABA generalmente
resuelve de manera simultánea el recurso de queja junto con el recurso de inconstitucionalidad,
es decir, no circunscribe su análisis a la observancia de los recaudos meramente formales (tiem-
po y lugar), sino que, por el propio carácter excepcional de esta vía extraoridinaria y por el tipo
de juicio de admisibilidad amplio que le confía al a quo [TSJ CABA, 11/6/03, “Feng”, expte. nº
2212], igualmente se aboca a analizar la concurrencia de recaudos objetivos, subjetivos y sus-
tanciales propios.
Por último, el pronunciamiento único que dicta Tribunal en líneas generales puede resolver
en su parte dispositiva: 1) rechazar la queja, en el supuesto de que ella no alcance a controver-
tir adecuadamente una o todas las conclusiones contenidas en el auto denegatorio, por ejem-
plo, porque a criterio del tribunal a quo la parte carecía de legitimación, no impugnaba una re-
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 33 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 406
§ 4. Efecto del recurso (párrs. 5º y 6º).— El precepto comentado establece la regla general
en virtud de la cual “[m]ientras el Tribunal (…) no haga lugar a la queja, no se suspende el cur-
so del proceso salvo que así lo resuelva por decisión expresa” (párr. 5º); y también dispone, en
lo que aquí importa a los fines de este análisis, que la parte que acude en queja ante el TSJ CABA
cuenta con la posibilidad de “cuestiona[r] el efecto con el que se haya concedido el recurso”
(párr. 6º). Si bien esa última alternativa, que en rigor reitera la misma redacción empleada en el
art. 251, in fine, de la ley 189 (esto es, la queja por apelación denegada en el proceso conten-
cioso), parece estar dirigida a que el Tribunal determine prematuramente el acierto o error de
una admisión solo parcial por parte del tribunal a quo —por ejemplo, cuando se concediera el
recurso contra un único punto dispositivo de la decisión y se permitiera eventualmente la eje-
cutoriedad de los restantes no relacionados con aquel que hubieren sido cuestionados a través
de una queja— resulta relevante, en cuanto faculta a la parte recurrente a presentarse al Tri-
bunal, a fin de solicitar o expresarse con relación al efecto que, a su criterio, debe tener el recur-
so directo en razón de las circunstancias particulares de la causa en la que interviene.
Como ya fue expuesto en el apartado que antecede, el TSJ CABA no suele desdoblar su inter-
vención de la manera establecida en el párr. 4º, siguiendo para ello a la Corte Suprema, por lo
cual difícilmente se dé un caso en el que solo “haga lugar a la queja”, reconociendo que un
recurso de inconstitucionalidad estuvo mal denegado por la Cámara, y en consecuencia admi-
ta implícitamente el efecto suspensivo que le hubiese correspondido por regla al recurso, en el
supuesto de que hubiese sido concedido [TSJ CABA, 28/5/10, “Vargas Espejo”, expte. nº 6970].
Frente a ello, no son pocas las oportunidades en las que el Tribunal se expide, de manera previa
a resolver el recurso de queja junto con el de inconstitucionalidad, acerca de la posibilidad de
suspensión que le confiere esta disposición.
En este sentido, el Tribunal puede resolver expresamente que la articulación de la queja sus-
pende o no el curso del proceso, es decir, la ejecutoriedad de la decisión que en última instan-
cia la parte interesada intenta que se revierta independientemente de si se recurre una sen-
tencia definitiva o una asimilable a ella, ya sea que exista un pedido concreto en el mismo escri-
to de articulación del recurso de queja [TSJ CABA, 11/9/13, “Zverko”, expte. nº 9837], que la soli-
citud se efectúe con posterioridad [TSJ CABA, 25/11/15, “Morandi”, expte. nº 12621] o incluso,
si bien no se registran decisiones en las que lo haya hecho, sin contar con una petición formal.
En efecto, cabe señalar que, aunque usualmente el Tribunal analiza si corresponde o no dar
efecto suspensivo a la queja frente a un pedido que amerita tal pronunciamiento preliminar, en
— DIEGO SCORZA —
407 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 33
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 34 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 408
la ley 402, constituye la “disposición expresa en contrario” a la cual se refiere el art. 270 del CPP-
CABA; y, consecuentemente, la “regla general”, aun cuando aquello que se intente ejecutar
sea una pena privativa de libertad mientras tiene lugar la actuación del TSJ CABA, continúa
siendo que la articulación de un recurso de queja no suspende el curso del proceso, máxime
cuando no se controvierte su constitucionalidad [TSJ CABA, 20/6/08, “Martín”, expte. nº 5978].
DEPÓSITO
Art. 34. — Cuando se interponga recurso de queja por denegación del recurso, debe
depositarse a la orden del Tribunal Superior, en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires
la suma de dinero equivalente a dos mil unidades fijas determinadas en la Ley 451.
No efectúan este depósito quienes estén exentos/as de pagar tasa judicial, conforme
las disposiciones de la Ley respectiva.
Si se omite el depósito o se efectúa en forma insuficiente, se hace saber al/la recu-
rrente que debe integrarlo en el término de cinco días, bajo apercibimiento de decla-
rarse desistido el recurso. El auto que así lo ordene se notifica personalmente o por
cédula.
En las causas penales, la integración del depósito se diferirá. Procederá únicamente
en caso de denegación del mismo, debiendo integrarse en el término de cinco días de
notificada la resolución. Si se omite el depósito o se efectuare en forma insuficiente
la certificación de deuda emitida por los Secretarios Judiciales del tribunal será títu-
lo ejecutivo para los juicios correspondientes, debiendo la Procuración General pro-
ceder a su ejecución por ante el fuero Contencioso Administrativo y Tributario de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (Conforme texto del art. 1º de la ley 5092, BOCBA, nº
4517, del 6/11/14).
En lo que hoy interesa, según su redacción actual, el precepto comentado dispone que quie-
nes acudan en queja ante el TSJ CABA, por regla, tienen la obligación de acompañar una bole-
ta de depósito por una suma pecuniaria determinada, equivalente a dos mil unidades fijas
(U.F.), que debe ser consignada a la orden del propio Tribunal al momento de la interposición
del recurso directo, en una cuenta bancaria específicamente abierta a este fin en el Banco de la
Ciudad de Buenos Aires (párr. 1º). La “suma” a la cual hace referencia este precepto es variable
y actualizable semestralmente, con arreglo a lo establecido en el art. 19 del régimen de faltas
local (ley 451, según la modificación introducida por el art. 332, ley 4811), por lo que constitu-
ye un monto líquido, en moneda de curso legal, análogo al valor real de venta al público del
medio litro de nafta de mayor octanaje que sea comunicado por la sede central del Automóvil
Club Argentino. A su vez, a los efectos de lograr mayor transparencia y un adecuado conoci-
miento de este monto de referencia por la población, el Poder Ejecutivo local, a través del decr.
70/14, reglamentó un procedimiento concreto para la determinación de su valor y estableció
que semestralmente la Subsecretaría de Justicia, dependiente del Ministerio de Justicia y Segu-
ridad, debía precisarlo y publicarlo en el Boletín Oficial de la CABA. En la actualidad, el valor
— DIEGO SCORZA —
409 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 34
vigente para la unidad fija correspondiente al régimen de faltas es de diez pesos con cuarenta
centavos (cfr. Res. nº 32/SSJUS/17, del 6/2/17, BOCBA, nº 5066, del 9/2/17), por lo cual la suma que
en principio los recurrentes en queja ante el Tribunal deben depositar al día de este comenta-
rio es de $20.800.
Sin embargo, a continuación el precepto establece que no deben efectuar ese depósito
quienes se encuentren exentos de “pagar tasa judicial”, según la ley respectiva (párr. 2º); al pro-
pio tiempo que aquel que no invoque su condición de exento deberá depositar aquella suma
de manera íntegra, al interponer la queja, o será fehacientemente intimado por el juez de trá-
mite —o por el secretario judicial actuante— a fin de que en el plazo de cinco días y bajo aper-
cibimiento de declarar desistida su queja comunique las razones de su exención, efectúe el de-
pósito íntegramente o en la proporción que hubiese sido omitida (párr. 3º). Quien no dé ade-
cuado cumplimiento a tal exigencia, o a la respectiva intimación a cumplirlo, es sancionado pro-
cesalmente con la oclusión precipitada de esta vía recursiva, en tanto, como la exigencia del
depósito actúa a favor del propio interés del recurrente en cuanto garantiza la seriedad de los
planteos pretendidamente constitucionales que se hubieren propuesto ante el TSJ CABA, su
inobservancia injustificada —total o parcial— autoriza a considerar insuficiente ese interés y
permite conjeturar que tal impugnación, aun en el supuesto de ser examinada, hubiera sido
desestimada por improcedente.
La ley 327 (BOCBA, nº 881, del 15/2/00) es la “ley respectiva” a la cual remite la norma comen-
tada y, de acuerdo a ella, se encuentran exentos “del pago de la tasa judicial”, entre otros: I) la
Ciudad de Buenos Aires, el Estado Nacional, las provincias, las municipalidades y sus entes des-
centralizados (art. 3º, inc. a); II) quienes actúan con “beneficio de litigar sin gastos”, cuyo trá-
mite debe ser iniciado en forma previa o simultánea a la iniciación de las actuaciones (arts. 3º,
inc. f, y 4º); III) los procesos derivados de las relaciones de familia que no reúnan carácter patri-
monial y los vinculados con la capacidad de las personas (art. 3º, inc. i), y finalmente IV) las ac-
ciones de hábeas corpus, hábeas data y de amparo (art. 3º, incs. j, k, l). A su vez, cualquiera de
los sujetos comprendidos en los supuestos mencionados, de acuerdo con lo indicado por el Tri-
bunal [TSJ CABA, 24/8/12, “Vázquez”, expte. nº 8863], para librarse de la exigencia del pago de
este depósito debe denunciar y acreditar de manera precisa que se encuentra alcanzado por
alguna de las hipótesis reguladas en la ley para ser acreedor de la exención que ella eventual-
mente autoriza, en tanto se trata, obviamente, de admitir una excepción a la regla.
Ahora bien, no obstante lo estipulado a modo de regla general en este precepto en cuanto
al momento procesal en el cual la parte recurrente debe efectuar el depósito, esto es, al comien-
zo y con la articulación de la queja, el párr. 4º específicamente establece otra excepción con rela-
ción a las “causas penales”, en las cuales se presente una queja, pues en ellas “… la integración
del depósito se diferirá (…) debiendo integrarse en el término de cinco días de notificada la re-
solución” que la hubiere rechazado y habilitando, en caso de omisión o integración insuficien-
te, “… la certificación de deuda emitida por los Secretarios Judiciales del tribunal que será títu-
lo ejecutivo (…) [para que] la Procuración General [pueda] proceder a su ejecución por ante el
fuero Contencioso Administrativo y Tributario …”.
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 34 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 410
— DIEGO SCORZA —
411 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 34
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 35 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 412
— DIEGO SCORZA —
413 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 36
V.
CASOS DE PRIVACIÓN,
DENEGACIÓN O RETARDO DE JUSTICIA
Art. 36. — El Tribunal Superior de Justicia conoce en los casos de privación, denega-
ción o retardo injustificado de justicia.
La presentación debe reunir los siguientes requisitos de admisibilidad:
a) Indicación precisa del órgano jurisdiccional autor, por acto u omisión, de la priva-
ción, denegación o retardo injustificado de justicia.
b) El hecho o la omisión que lo motiva y el derecho que se considera violado o ame-
nazado.
c) Las razones que impiden, por inexistencia o ineficacia, acudir a otra vía procesal.
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 36 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 414
premura posible, definan la situación procesal de las partes ante la ley [CSJN, 7/7/92, ”Morales”,
CSJN-Fallos, 315:1553; www.csjn.gov.ar]. Los tribunales de justicia en un Estado de derecho in-
dudablemente no pueden negarse a decidir las cuestiones que son sometidas a su considera-
ción, ni aprovecharse de las herramientas existentes que las normas rituales les confieren para
la tramitación de los procesos judiciales, a fin de lograr la reprochable finalidad de eludir pro-
nunciarse acerca de una controversia bajo el pretexto de la complejidad del asunto, de la carga
de trabajo o de cuestiones inherentes a la organización interna del trabajo que no resultan idó-
neas para explicar la postergación del dictado de sus decisiones en los plazos y las formas legal-
mente previstas para hacerlo.
La queja por privación, retardo o denegación de justicia, en términos generales, se puede
definir como la herramienta con la cual cuenta todo justiciable, para que un tribunal superior
ante una demora o dilación de uno inferior lo intime formalmente para que remueva los impe-
dimentos que determinan la denuncia, o para que dicte una resolución dentro de un plazo con-
creto. La doctrina mayoritaria considera que dicha “queja” no se trata de un verdadero recur-
so, pues ella no persigue la reforma, modificación, ampliación o anulación de una resolución,
sino la remoción del obstáculo o el pronunciamiento de una decisión por parte del órgano
jerárquicamente inferior, que, una vez dictada, podrá ser materia de impugnación mediante
las vías recursivas que el ordenamiento habilita [Palacio, Derecho …, 1993, t. V, p. 317].
El antecedente inmediato de esta especie de reclamo puede encontrarse en el art. 24, inc. 5º
del decr.-ley 1285/58, que, a diferencia de otras jurisdicciones de la República, en la Ciudad po-
see sustento constitucional frente a la especial preocupación del constituyente local por garan-
tizar una justicia rápida y efectiva, reconociéndole a su máximo órgano jurisdiccional la facul-
tad de conjurar situaciones que pongan en vilo la apropiada tutela judicial de sus habitantes de
manera oportuna y tempestiva con arreglo a las normas procesales vigentes. En sintonía con lo
dicho, el Tribunal ha actuado con suma prudencia al ejercer las atribuciones excepcionales que
le fueron reconocidas, pues, reiteradamente, ha indicado que bajo la invocación de privación,
denegación o retardo de justicia no pueden discutirse las decisiones de las instancias de mérito
que le hubieran sido adversas al denunciante. Ello así, en tanto esta vía no tiene por objeto
lograr un pronunciamiento que analice una decisión emitida, cualquiera sea su acierto o error,
sino que ella solo persigue que el denunciante consiga que un tribunal que ha omitido o diferi-
do resolver un caso desarrolle esa actividad que le incumbe [TSJ CABA, 30/4/03, “Landesman
Sanguinetti”, expte. nº 2234].
Es que, la “queja” estipulada por la norma analizada, no se trata de un mecanismo oblicuo,
capaz de sustituir las vías de impugnación previstas en la CCABA o en las leyes procesales dicta-
das en su consecuencia, para que las partes expongan ante el Tribunal agravios o cuestiona-
mientos que pudieran habérseles originado durante el trámite del proceso [TSJ CABA, 8/7/04,
“Orozco”, expte. nº 3152]. Aquel control de los pronunciamientos, por regla, el Tribunal lo
efectúa, si corresponde, a través del recurso de inconstitucionalidad o de la pertinente queja
contra su denegatoria (arts. 27, 28 y 33, ley 402), porque, de lo contrario, intervendría en una
cuestión para la cual no es competente a través de una suerte de per saltum [TSJ CABA, 4/11/14,
— DIEGO SCORZA —
415 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 36
“Andreani”, expte. nº 11319], esto es, por una vía que no está expresamente prevista en el
ámbito local y sin la participación de la parte contraria [TSJ CABA, 7/7/05, “Asociación Vecinos
de Plaza Italia”, expte. nº 4053]. En definitiva, la queja no resulta adecuada para cuestionar
decisiones ya emitidas que agravian a un denunciante, sino, precisamente, para conseguir que
un tribunal que hubiese omitido su actividad de fallar el caso planteado a través de una resolu-
ción, por pura omisión o por una maniobra distinta que evite indirectamente su emisión, lleve
a cabo esta actividad que constituye un deber irrenunciable para todo tribunal de justicia [TSJ
CABA, 12/6/02, “Spanggemberch”, expte. nº 1543]. Si hay una decisión entonces, aunque ella
sea absolutamente equivocada, una queja por privación, denegación o retardo carece de obje-
to y el denunciante agraviado debería recurrir a las restantes vías que el ordenamiento pone a
su disposición.
Por su parte, aunque en la jurisprudencia del Tribunal no suelen reconocerse diferencias
profundas entre los supuestos establecidos por el precepto, parecería que: la “privación” supo-
ne una imposibilidad u obstáculo total, formal o material, de acceder a la jurisdicción en busca
de la obtención de una decisión judicial en procura de una pretensión; la “denegación” impli-
ca que, si bien se ha ingresado al proceso, el justiciable encuentra en su camino impedimentos
formales o materiales, directos o indirectos, que le impiden arribar a una resolución efectiva de
la controversia que la CCABA le asegura en un plazo prudencial; y el “retardo” supone, además
de un caso de denegación, la concurrencia de un período desmesurado de inactividad o parsi-
monia jurisdiccional por parte del tribunal actuante [en tal sentido, Gil Domínguez, Tribu-
nal …, 2001, p. 207].
En ese punto, cabe remarcar que aunque el TSJ CABA no ha sido demasiado exhaustivo en
cuanto a cuándo resulta posible afirmar que existe una privación, denegación o retardo de jus-
ticia, para lo cual es conveniente acudir a los pocos casos en los que ha admitido denuncias de
este tipo [TSJ CABA, 14/12/00, “T. S.”, expte. nº 6791; ídem, 23/2/04, “Gallardo”, expte. nº 2804;
ídem, 9/3/04, “Corti”, expte. nº 2836; ídem, 20/2/08, “Videla Uriburu”, expte. nº 5734; ídem,
27/5/09, “Martinelli”, expte. nº 6530; ídem, 23/12/10, “Morales de Cortiñas”, expte. nº 7785; ídem,
10/10/14, “N. N.”, expte. nº 11462], lo cierto es que el Tribunal sí ha sido determinante al soste-
ner que no hay una “privación” o “denegación” de justicia cuando el denunciante pudo com-
parecer efectivamente al proceso, no se rechazó su intervención y recibió pronunciamientos de
las instancias ordinarias respecto de la cuestión sometida a estudio de los tribunales de la Ciu-
dad; al propio tiempo, que tampoco existe “retardo” si el proceso tramitó regularmente, de
conformidad con los plazos procesales previstos en la regulación vigente [TSJ CABA, 1/12/99,
“Sciarrota”, expte. nº 155].
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 36 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 416
por acción u omisión, haya desatendido o despreciado alguna presentación o petición que las
normas procesales o la CCABA le obligaban a resolver [TSJ CABA, 2/3/11, “Defensor General de
la Ciudad”, expte. nº 7892], es decir, tiene que existir un juez o un tribunal, que posea iurisdic-
tio o la potestad de decir el derecho, “imputado” (inc. a); la exposición de un desarrollo argu-
mental cuanto menos mínimo pero claro y lógico de los antecedentes del caso, escoltado de las
“copias” de las resoluciones a las cuales se refiere la denuncia, de manera tal que ella resulte
“autosuficiente” [TSJ CABA, 4/11/14, “Andreani”, expte. nº 11319] y le permita al TSJ CABA
comprender suficientemente el hecho o la omisión jurisdiccional que motiva la queja y los dere-
chos que se ven comprometidos a causa de este acto u omisión (inc. b); y, por último, la explica-
ción precisa de por qué el denunciante no ha podido acudir a una vía procesal más idónea en
amparo de sus derechos o las razones por las cuales, si alguna otra vía existiera, ella resultaría
de todos modos ineficaz o ineficiente para conjurar el acto u omisión que motiva la denuncia
(inc. c).
Al respecto, el Tribunal es extremadamente riguroso en el análisis de los requisitos de admi-
sibilidad mencionados y ha rechazado numerosas presentaciones de esta especie —de hecho,
la mayoría— cuando el denunciante, bajo el ropaje de la alegación de una privación o denega-
ción de justicia, simplemente pretende, como ya se dijo, que se deje sin efecto o bien se revise
una decisión dictada por un tribunal de la Ciudad que no satisfizo sus pretensiones y no fue con-
creta u oportunamente controvertida por las vías previstas para ello.
En concreto, dado el carácter subsidiario o accesorio de la denuncia de privación o denega-
ción de justicia, en esta materia tiene especial importancia la precisa identificación: de la espe-
cie de resolución o temperamento que al tribunal denunciado le venía impuesto por el orde-
namiento aplicable (es decir, si se ha omitido o diferido, frente a un planteo expreso del denun-
ciante, el dictado de un “decreto”, un “auto” o una “sentencia”, art. 43, CPPCABA); de los pla-
zos procesales a priori soslayados injustificadamente por el órgano jurisdiccional (por ejemplo,
arts. 25, 43, 44, 45, 68, 173, 177, 186, 197, 210, 213, 251, 260, 277, 283, 285, 294 y 336, CPPCABA);
y de la absoluta ineficacia de las vías específicas que el ordenamiento infraconstitucional con-
fiere a los sujetos procesales para corregir actos u omisiones, como los denunciados (“recursos”
y, principalmente, el “pronto despacho” previsto en el art. 46, CPPCABA).
En tal sentido, el legislador local, consecuente con la idea de garantizar una rápida y eficaz
prestación del servicio de justicia, en una materia como la penal en la cual se ventilan cuestio-
nes estrechamente vinculadas con derechos cuya restricción no puede ser subsanada en espe-
cie (esto es, la libertad de las personas), ha previsto otra vía complementaria a la queja por
“retardo” que prima facie resultaría expedita e idónea para remediar demoras en la obtención
de una respuesta jurisdiccional a una petición concreta. En efecto, en función de ella, una vez
vencido el plazo que el tribunal de primera o de segunda instancia tenía para pronunciarse, la
parte interesada puede articular un pedido de pronto despacho, a los fines de que el tribunal
competente decida lo que en derecho corresponda en el plazo máximo de tres días, transcurri-
do el cual el interesado puede denunciar ese “retardo” directamente ante la Cámara, si fuera
imputable a un tribunal de primera instancia, o ante el Tribunal Superior, si la demora no fuese
— DIEGO SCORZA —
417 LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA - ARTÍCULO 37
Una vez presentada la queja por privación, denegación o retardo de justicia ante el Tribu-
nal, este puede: I) rechazar o desestimar in limine la denuncia por improcedente [TSJ CABA,
3/10/12, “Jorge”, expte. nº 9131]; II) resolver la denuncia a través de una decisión “interlocu-
toria” —es decir, mediante una resolución que no importa una “sentencia definitiva”, que pue-
da privar al interesado de otros medios para exigir la tutela de los derechos invocados [TSJ
CABA, 31/3/10, “Marini”, expte. nº 7069]— indicándole al tribunal denunciado, eventualmen-
te, cuáles son los mecanismos procesales que deberían ser aplicados o las medidas necesarias a
fin de que el proceso tramite y se resuelva válidamente en un término útil para el justiciable [TSJ
CABA, 14/12/00, “T. S.”, expte. nº 679], de manera tal que se puedan conciliar el derecho a acce-
der a una sentencia en un plazo acorde a las características del proceso instado y el respeto que
exige el ámbito de decisiones privativas de los jueces de la causa que no puede ser invadido al
resolverse una queja de esta especie [TSJ CABA, 27/5/09, “Martinelli”, expte. nº 6530]; III) recla-
mar informes al tribunal denunciado o requerir directamente las actuaciones principales como
medidas para mejor proveer la denuncia y, de tal forma, comprender los motivos de la aludida
privación, denegación o retardo de justicia, o, si es que la hubo, con carácter previo a resolver
lo que corresponda conforme a la naturaleza propia del proceso en curso; y, de acuerdo a la
seriedad o al alcance de la denuncia planteada; IV) dar intervención al Consejo de la Magistra-
— DIEGO SCORZA —
ARTÍCULO 37 - LEY 402. PROCEDIMIENTO ANTE EL TSJ CABA 418
tura, a los fines de que, eventualmente, en esa órbita se ejerzan las atribuciones disciplinarias
(arts. 116, inc. 4º, CCABA; 2º, inc. 4º, ley 31) o de otro orden, que a este último órgano adminis-
trador del Poder Judicial local le corresponden [TSJ CABA, 23/12/10, “Morales de Cortiñas”, exp-
te. nº 7785].
Respecto de esta última prerrogativa que la ley le acuerda al Tribunal, en el marco de denun-
cias o reclamos vinculados con la efectiva actuación de los tribunales de justicia de la Ciudad, no
es posible olvidar que el art. 273 del CP estipula que “[s]erá reprimido con inhabilitación abso-
luta de uno a cuatro años, el juez que se negare a juzgar so pretexto de oscuridad, insuficiencia
o silencio de la ley” y que igual pena podría merecer “… el juez que retardare maliciosamente
la administración de justicia después de requerido por las partes y de vencidos los términos
legales”. La denegación y el retardo injustificado o desprejuiciado de los jueces en la normal
prestación del servicio público de justicia, que constituye su función habitual, se muestra a tal
punto intolerable en un Estado de derecho que el Congreso de la Nación ha resuelto que bajo
ciertas circunstancias algunos de esos comportamientos podrían ser castigados penalmente. En
efecto, aunque esta cuestión excede ampliamente el objetivo de este comentario, correspon-
de señalar que la denegación o el retardo eventualmente pueden constituir delitos que aten-
tan contra el interés que tiene la sociedad en que los órganos predispuestos resuelvan las cues-
tiones sometidas a su conocimiento “(cualquiera sea su naturaleza), de acuerdo a la ley, por
quienes tienen, según el ordenamiento jurídico, poder decisorio en el caso concreto”; y que la
prohibición penal de esos hechos “encuentra su fundamento en un mandato de origen consti-
tucional por el que el Estado se compromete, mediante garantías hacia los gobernados, a ase-
gurar que las controversias (…) serán resueltas por uno de los poderes que lo integran” [Don-
na, Derecho …, 2008, t. III, p. 481].
— DIEGO SCORZA —
— II —
Ley 2451
Régimen Procesal Penal Juvenil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Sancionada: 3/10/07 • Promulgada: 8/11/07 • Publicada: BOCBA, 13/11/07
La necesidad de que exista un régimen procesal penal juvenil, es decir, una legislación pro-
cesal específica para el grupo etario de los niños y adolescentes, es consecuencia del alcance
que corresponde reconocer al principio de especialidad (arts. 40.3, CDN; y 75, inc. 22, CN). En
un artículo de reciente publicación, dos destacados profesores recordaron que sobre el alcan-
ce del principio de especialidad eran sostenidas dos visiones opuestas. La primera de ellas
entiende que el principio aludido solo exige que sea aplicable una ley sustantiva diferente de
la ley penal general prevista para los adultos. En cambio, la segunda considera que también
reclama la aplicación de leyes orgánicas, procesales y de ejecución diferentes de aquellas que
se encuentran dirigidas a los mayores de edad. Los autores en cuestión adhieren a esta segun-
da postura y para sustentar su elección hacen notar que el principio de especialidad regulado
por el amplio corpus iuris de protección de los derechos humanos de los niños (véanse art. 19
de la CADH y párr. 194 del caso de la Corte IDH, “Villagrán Morales y otros v. Guatemala”, del
19/11/99), postula su alcance amplio [Beloff - Terragni, La extensión …, p. 257].
El principio de especialidad supone que la legislación y la administración de la justicia ten-
gan características específicas a fin de fomentar y proteger los derechos y el bienestar de todos
los jóvenes (conf. Directriz nº 52 de las Directrices de Riad), es decir, deberá adaptarse a las nece-
sidades de aquéllos. Asimismo, requiere establecer un “sistema amplio de justicia de meno-
res”, que comprenda policías, jueces, fiscales y defensores especializados (conf. Comité de los
Derechos del Niño, 44º período de sesiones, Ginebra, 25 de abril de 2007, OG nº 10, “Los dere-
chos del niño en la justicia de menores”, párrs. 90 y 92).
El dictado en el ámbito local del RPPJ (ley 2451) tuvo por objeto la adecuación de las reglas
de forma aplicables a los adolescentes en conflicto con la ley penal a las previsiones de la Con-
vención sobre los Derechos del Niño, que integra el cuerpo jurídico de protección de los dere-
chos humanos de la infancia (art. 19, CADH) conformando el bloque federal de constituciona-
lidad (art. 75, inc. 22, CN) y que reconoce a las personas menores de edad como sujetos plenos
de derechos, de acuerdo con la denominada “doctrina de la protección integral”. El régimen
procesal penal juvenil resulta aplicable entonces únicamente a las personas menores de edad
que son imputadas por la presunta comisión de un delito y no a aquellas otras que requieran la
respuesta del Estado frente a alguna necesidad básica insatisfecha (educación, salud, vivienda,
etcétera). A lo expuesto debe agregarse que también aparecen previsiones en su texto respec-
to del modo de ejecución de los actos procesales que involucran a menores de edad en carácter
de víctimas o testigos de delitos (arts. 41 a 43, RPPJ).
El RPPJ se encuentra dividido en trece títulos y fue consagrado a través de la ley 2451, que
data de 2007 (sancionada el 3/10/07, promulgada el 8/11/07, y publicada en el BOCBA, el
13/11/07) y entró en vigencia, en forma conjunta con el Código Procesal Penal local, ciento
ochenta días después del 29/3/07, es decir, de la fecha en que este último fue sancionado (conf.
art. 2º, ley 2451).
TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES
Artículo 1º *. — «Ámbito personal». Esta ley se aplica a todas las personas que ten-
gan entre dieciséis y dieciocho años de edad no cumplidos al momento de ocurrir los
hechos objeto de una investigación preparatoria.
Art. 2º. — «Interpretación». En las causas penales seguidas contra personas que ten-
gan entre dieciséis y dieciocho años de edad se procederá conforme las disposiciones
del Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en cuanto no sea
modificado por lo establecido en este Régimen Procesal Penal Juvenil, y siempre que
no restrinja derecho alguno reconocido por la Ley de Protección Integral de Derecho
de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires.
El RPPJ no contiene una regulación exhaustiva de todas las etapas del proceso. Es por esa
razón que frente a un caso seguido contra un niño deberá aplicarse el Código Procesal Penal de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siempre y cuando las normas del Código no hayan sido
modificadas por lo establecido en el RPPJ que en ese caso, lo desplaza por razones de especiali-
dad. A su vez, debe tenerse presente que otro límite a la aplicación del CPPCABA en una causa
seguida respecto de un adolescente está dado por la eventual restricción que pudiera provocar
a algún derecho reconocido por la Ley de Protección Integral de los Derechos de los Niños, Niñas
y Adolescentes de la CABA (ley 114 —ver esp. los arts. 11, “garantías procesales” y 17, “derecho
a ser oído”—). Finalmente, corresponde señalar que la interpretación de las leyes procesales
aplicables siempre deberá ajustarse a las normas constitucionales y, en el caso, en especial a las
previsiones de la Convención sobre los Derechos del Niño que como es sabido tiene jerarquía
constitucional (art. 75, inc. 22, CN).
probarse que tiene una edad en la cual no es punible, el procedimiento se archiva in-
mediatamente notificando al/la imputado/a, a la defensa y a la fiscalía.
§ 2. Archivo.— En la última parte de la norma se establece la obligación del juez penal juve-
nil de decidir el archivo inmediato del proceso, con notificación a las partes, cuando se comprue-
be que el imputado, al momento de ejecutar la conducta presuntamente delictiva tenía una edad
que lo hacía no-punible acorde a las previsiones de la ley de fondo que se encuentren vigentes.
En razón de que se exige expresamente la notificación a la fiscalía, es evidente que la deci-
sión de archivo inmediato debe ser adoptada en los casos aludidos por la norma (condición de
no-punible por la edad), en forma exclusiva por el juez penal juvenil. Es indudable que esta de-
cisión jurisdiccional debe ser adoptada de oficio por el juez, sin que ello signifique un menos-
cabo del sistema acusatorio, cuando por alguna razón, por ejemplo, por haber sido notificado
de una detención en situación de flagrancia, ha tomado noticia del inicio del caso y de la con-
dición de no-punible en razón de la edad del niño imputado. No debe perderse de vista que la
normativa internacional aplicable (arts. 19, CADH y 37.b y d y 40.2. b.III, CDN) exige que el niño
sea puesto en libertad y desvinculado del proceso penal lo antes posible (en igual sentido párr.
51 de la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño). También puede ocurrir que esa cir-
cunstancia (la condición de no-punible por la edad) sea acreditada fehacientemente (median-
te la presentación del DNI o la partida de nacimiento del niño imputado) por la defensa o la ase-
soría, ante el juez a quien se reclame el inmediato archivo, al amparo de este artículo. Ahora
bien, ese deber impuesto al magistrado no implica desconocer la facultad alternativa del fiscal
de disponer el archivo ante la misma situación de hecho (no punibilidad en razón de la edad),
de acuerdo con lo previsto por el art. 199, inc. c) del CPPCABA (autor amparado por una causa
de exclusión de la punibilidad). La exigencia, en este caso (archivo decidido por el fiscal), de una
posterior convalidación del juez ha sido merecedora de una aguda crítica [Cevasco, Derecho …,
2009, ps. 278 a 281]. En todo caso, sí parece compatible con las reglas del sistema acusatorio, que
en los supuestos en que también la víctima resulte una persona menor de edad y que en res-
guardo de sus derechos haya tomado intervención la asesoría tutelar (art. 40, RPPJ), el control
sobre la efectiva acreditación de la condición etaria de no punibilidad, y por ende sobre la vali-
dez del dictamen fiscal de archivo, pueda ser efectuado por esa parte.
Art. 5º. — «Validez de las actuaciones». Las actuaciones que se remitan por causa de
incompetencia son válidas tanto para la jurisdicción penal juvenil como para la que
correspondiere, siempre que no contravengan los fines de esta ley, la Constitución de
la Ciudad de Buenos Aires y la Constitución Nacional, ni los derechos fundamentales
de las personas menores de dieciocho años de edad.
En esta norma encuentra regulación la situación que se verifica cuando las actuaciones que
tramitaron previamente en distinta jurisdicción bajo la aplicación de otros ordenamientos de
forma, son recibidas en el ámbito local y deben pasar a sustanciarse ante el fuero penal juvenil
y según lo establecido en el RPPJ. En la mentada disposición se consagra, como regla, la validez
de esas actuaciones. Sin embargo, se prevé que ese estándar cede cuando se constata que no
han sido respetados los derechos consagrados por la Constitución Nacional, por la Constitución
de la CABA o algún derecho fundamental de los niños. Es claro que el RPPJ no hace otra cosa
que reglamentar la CDN, que tiene jerarquía constitucional de modo tal que el proceso segui-
do a los adolescentes en conflicto con la ley penal sea respetuoso del corpus iuris internacional
de protección de la infancia (art. 19, CADH). Siendo así, parece evidente que todo caso seguido
contra un adolescente en otra provincia (remitido al fuero local por razones de competencia
territorial) o en el todavía existente fuero nacional (remitido por razones de competencia
material fundada en las denominadas transferencias de competencias penales) debería haber-
se sustanciado con igual grado de acatamiento a esos estándares internacionales de protección
de la infancia, incluso cuando para ello hubiera sido necesario realizar una interpretación cons-
titucionalizada de normas de forma previas a esos instrumentos. Sin embargo, de constatarse
que tales derechos de raigambre convencional y constitucional han sido violentados, provo-
cando al imputado un agravio cierto, la única solución posible será la invalidación de esos actos
Art. 6º. — «Participación de sujetos mayores y menores para la justicia penal». En ca-
so de participación conjunta de personas mayores y menores de dieciocho años de
edad entenderán los/as Jueces/zas especializados en la materia penal juvenil.
En el artículo se precisa que aun cuando hubiera, además del niño o adolescente, otros par-
tícipes del hecho mayores de edad, deberá intervenir el fuero especializado, sin perjuicio de que
la aplicación del plus de derechos que consagra el RPPJ se concrete, únicamente, respecto del
adolescente. Sin embargo, es necesario ponderar que algunos actos procesales, por su natura-
leza y por tener que participar todos los imputados en su desarrollo, merecerán un análisis más
detenido, tal es el caso de la audiencia de juicio oral a la que se refiere el art. 78 del RPPJ. De todos
modos, en la doctrina se ha señalado, en relación al Código adjetivo que todavía rige en el orden
nacional y federal, que aun cuando debieran ser juzgados en forma simultánea mayores y ado-
lescentes la audiencia debería celebrarse a puertas cerradas a fin de resguardar al niño de lo que
se denomina, en relación con los adultos, como “pena del banquillo” [Terragni, Proceso …,
2015, p. 356]. La conveniencia de que los dos imputados, el adolescente y el adulto, queden suje-
tos a la intervención de un único órgano jurisdiccional (el penal juvenil) permite evitar la posi-
bilidad de escándalos jurídicos. En un antecedente jurisprudencial [CS Santa Fe, 1/11/12, “C., D.
F.”], que ha sido objeto de análisis por destacada doctrina, se ha hecho mención a la situación en
que el aporte al hecho común efectuado por un adolescente en carácter de coautor fue subsu-
mido en una figura más grave en el juicio seguido en su contra en el fuero específico y en un tipo
más leve en el debate sustanciado respecto del mayor en el fuero ordinario.
En relación con esta cuestión, la doctrina ha destacado que en un caso se condenó a un ma-
yor que había actuado junto a un menor en carácter de coautor de homicidio en ocasión de ro-
bo (arts. 45 y 165, CP), por haber descartado que los coautores hubieran actuado con los ele-
mentos subjetivos del tipo distintos del dolo exigidos por las agravantes de alevosía y criminis
causa del delito de homicidio. Sin embargo, en una causa paralela, seguida contra el menor en
el fuero específico [JM nº 2 Santa Fe, 10/8/09, “C., D. F.”], se condenó al adolescente por su accio-
nar en el marco del mismo suceso como coautor del delito de homicidio agravado con alevosía
y criminis causa (arts. 45 y 80, incs. 2º y 7º, CP). El escándalo jurídico, en el caso expuesto, se des-
La norma que se comenta establece que el cumplimiento de los dieciocho años de edad
durante el trámite del proceso no altera la competencia del fuero penal juvenil, que se deter-
mina únicamente en razón de la edad del imputado al momento de ocurrencia del hecho atri-
buido. En esta disposición se ratifica el estándar ya fijado en el art. 4º del RPPJ, es decir, que lo
que decide la competencia del fuero penal juvenil es la edad de la persona imputada en el
momento en que sucede el hecho endilgado. A su vez, se corresponde con lo previsto por el art.
1º del RPPJ al determinar el ámbito personal de aplicación del RPPJ. A modo de resumen, cuan-
do un imputado al tiempo de ejecución de la acción ilícita atribuida tiene menos de dieciocho
años de edad (o al menos ello no puede descartarse), deben intervenir los integrantes del fue-
ro penal juvenil (fiscales, defensores, asesores y jueces especializados) y se debe aplicar el RPPJ
y la ley penal juvenil que se encuentre vigente.
TÍTULO II
PRINCIPIOS Y GARANTÍAS PROCESALES
Art. 8º. — «Juicio previo». Nadie puede ser condenado sin que se realice un juicio
previo, basado en una ley anterior al hecho que se investiga, respetando los derechos
y garantías establecidos en la Constitución Nacional, en la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y en los Tratados Internacionales de Protección de Dere-
chos Humanos.
Los derechos y garantías establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño,
las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de
Menores (Reglas de Beijing), las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de
los Menores Privados de Libertad (Resolución 45/113) y las Directrices de las Nacio-
nes Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) son
principios que deberán observarse en la aplicación de la presente ley.
una ley anterior al hecho que se investiga. Esa previsión podría tildarse de redundante. Sin em-
bargo, todo parece indicar que se corresponde con la voluntad de denegar la posibilidad de apli-
cación de la figura del avenimiento (art. 266, CPPCABA). En el mismo sentido, cabe precisar que
en el art. 78, inc. b) del RPPJ se prohíbe, esta vez expresamente, la omisión de prueba en el deba-
te. Siendo así, la insistencia en señalar la obligación de que un juicio previo preceda la imposición
de toda condena encuentra en este ámbito su explicación. En síntesis, ha sido voluntad del legis-
lador que el reconocimiento de responsabilidad del encartado no permita omitir el debate. Algún
sector de la doctrina ha criticado esta regulación, por desprenderse de ella una postura paterna-
lista que prescinde de la voluntad del adolescente construida en libertad y con el debido aseso-
ramiento técnico, es decir de una posición que niega al joven toda capacidad de elección. También
se precisa que tal previsión legal es contraria a los principios de celeridad, discreción y confiden-
cialidad. La doctrina hace notar que por más cuidado que se tenga, la celebración de un juicio oral
siempre genera el riesgo de publicidad. De igual modo, merece atención la referencia a que una
postura del tenor de la reseñada implica someter al imputado adolescente a la denominada
“pena del banquillo”, dado que en el debate se le recordará lo que hizo y será señalado por las
pruebas que se produzcan de forma repetida [conforme Cevasco, Derecho …, 2009, p. 350].
Es posible pensar que quizás habría sido mejor autorizar la aplicación de los institutos de
avenimiento y omisión de pruebas, en reconocimiento a la capacidad de auto-determinación
del adolescente y para evitar los perjuicios para el joven antes apuntados, solo para los pocos
casos en que la misma ley procesal especial no habilita las soluciones alternativas al juicio y a la
eventual condena, es decir, para los escasos supuestos en que no procediera la remisión, la me-
diación o la suspensión del juicio a prueba.
En consecuencia, para interpretar el alcance de los arts. 19 de la CADH y VII de la DADH, cabe
remitirse, a la CDN, a las Reglas de Beijing, a las Reglas de La Habana (Res. 45/113), a las Direc-
trices de Riad y también a las “Reglas de Tokio” —adoptadas por la Asamblea General en su Res.
nº 45/110, del 14/12/90—.
De igual manera, siempre a efectos interpretativos, también cabe remitirse a las decisiones
adoptadas por el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas (órgano que monito-
rea el cumplimiento de la CDN por parte de los Estados —art. 43 de ese tratado—), entre ellas,
a la OG nº 10/07, sobre los derechos del niño en la justicia de menores [véase Corte IDH, Condi-
ción Jurídica y Derechos Humanos del Niño. OC 17/02 del 28 de agosto de 2002, Serie A, nº 17,
párrs. 37 y 53 y Caso de los “Niños de la calle (Villagrán Morales y otros) v. Guatemala”, Fondo,
sentencia del 19/11/99, Serie C, nº 63, párr. 194].
En el ya aludido párrafo segundo de la norma analizada, se refiere, que los derechos y garan-
tías establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño, las Reglas Mínimas de las Nacio-
nes Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), las Reglas de las
Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad (Res. nº 45/113 o Reglas
de La Habana) y las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Ju-
venil (Directrices de Riad) son principios que deberán observarse en la aplicación del RPPJ (igual
incorporación había realizado en su art. 12 la ley 114 de Protección Integral de los Niños, Niñas
y Adolescentes de la CABA).
En relación a la CDN, dado su carácter de tratado y muy especialmente debido a su jerarquía
constitucional (art. 75, inc. 22, párrs. 1º y 2º, CN), la mención del art. 8º, párr. 2º del RPPJ, carece
de relevancia pues su carácter vinculante resulta evidente. La situación es diferente respecto de
los restantes instrumentos internacionales allí indicados a los que cabe recurrir para la inter-
pretación de los tratados. En cuanto a la condición jurídica de las reglas y directrices contenidas
en esos instrumentos internacionales, debe precisarse que no son vinculantes (al menos hasta
que se pudiera reputar de ellas que se han convertido en costumbre internacional), sino que
constituyen recomendaciones. Es así que la inclusión en el RPPJ (conforme texto del art. 8º, párr.
2º), ha implicado reconocerles sin margen de duda fuerza normativa, es decir, el carácter de nor-
mas jurídicas de aplicación directa. En ese mismo orden, resulta conveniente expresar que la
doctrina de la protección integral antes aludida se sustenta en la CDN y en esos otros tres ins-
trumentos internacionales que en nuestro ámbito, por lo antes dicho, tienen incuestionable
fuerza normativa. Las tres series de reglas/directrices mencionadas pueden ser entendidas co-
mo pautas para un procedimiento abarcativo de tres etapas diferenciadas. La primera de ellas
se vincula a la aplicación de medidas en el ámbito social para prevenir la delincuencia de meno-
res y protegerlos de ella (Directrices de Riad). La segunda apunta a instaurar un sistema judicial
progresista para menores en conflicto con la ley (Reglas de Beijing). La tercera y última preten-
de salvaguardar los derechos fundamentales de los adolescentes que soportan encierro y pre-
ver medidas que permitan la reinserción de esos jóvenes tras su privación de libertad ya sea en
la cárcel o en instituciones de otra índole (Reglas de La Habana adoptada por la Asamblea Ge-
neral en su Res. nº 45/113).
§ 2. Reserva.— En el artículo se establece que las actuaciones serán reservadas, que los jue-
ces, partes, funcionarios, peritos, etcétera, tienen prohibido dar publicidad al contenido de las
actuaciones o brindar datos que permitan la identificación del menor de dieciocho años o su fa-
milia. La norma citada admite como excepción la posibilidad de que el juez, por resolución fun-
dada, a pedido de parte (Fiscalía o querella), autorice a que se haga pública la imagen o identi-
dad del menor de dieciocho años de edad, para facilitar su localización, cuando se haya evadi-
do de la justicia y exista objetivamente un grave riesgo para la seguridad de las víctimas, testi-
gos o cualquier otra persona. Al haber regulado expresamente el supuesto que por excepción
§ 3. Normas relacionadas.— En el art. 10, inc. b) de este mismo ordenamiento, como se ve-
rá, se prevé, que los actos del proceso son públicos para las partes y sus representantes, con los
límites del art. 9º en cuanto a la garantía de discreción y confidencialidad.
En el art. 35 de esta misma ley, al que se aludirá más adelante con más detenimiento, se esta-
blece que los padres tendrán acceso a la causa sin que por eso sean considerados partes, salvo
solicitud en contrario del imputado (clara consagración del derecho a ser oído de raigambre
convencional).
En el mismo sentido, el art. 78, inc. a) del RPPJ, que será igualmente comentado con más mi-
nuciosidad a su turno, dispone que el debate se realizará a puerta cerrada y que a la audiencia
sólo podrán asistir el fiscal, el defensor, el asesor, el adolescente imputado, los padres del ado-
lescente imputado y víctima y las personas que tuvieren legítimo interés en presenciarlo, como
así también que el veredicto/sentencia se debe pronunciar en audiencia pública sin revelar la
identidad del adolescente (conf. pto. 66 de la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño
y arts. 16 y 40.2.b.VII, CDN).
En las Reglas de Beijing (incorporadas por el art. 8º, párr. 2º al RPPJ), más precisamente en la
Regla 8, bajo la denominación “Protección de la Intimidad”, se alude a esta cuestión. Es evi-
dente que ellas también procuran evitar que la publicidad indebida o el desarrollo de un pro-
ceso de difamación puedan perjudicar a un adolescente imputado (Regla 8.1) y establecen que
no deberá publicarse ninguna información que pueda dar lugar a la individualización de un
adolescente imputado por la comisión de un delito. En el instrumento internacional de protec-
ción de la infancia aludido (Reglas de Beijing), junto a cada norma se encuentra agregado un
comentario que permite acceder a una breve explicación de su sentido. En la correspondiente
al primero de esos incisos se señala que los adolescentes son particularmente vulnerables a la
difamación; a su vez, en el segundo se destaca la importancia de proteger al adolescente de los
efectos adversos que pueden resultar de la publicación en los medios de comunicación de infor-
maciones del caso (por ejemplo del nombre de los adolescentes imputados o condenados).
Art. 10. — «Principios del proceso». Durante todo el desarrollo del proceso penal ju-
venil deben observarse los siguientes principios:
a) Acusatorio.
b) Publicidad: Todo acto del proceso es público para las partes y sus representantes,
con el límite establecido en el art. 9º, respecto de la garantía de discreción y confi-
dencialidad.
c) Contradicción: Las personas que tengan entre dieciséis y dieciocho años de edad
tienen el derecho de ser oídos, aportar pruebas e interrogar a los testigos y refu-
tar argumentos. Lo anterior está garantizado por la intervención de un/a defen-
sor/a.
§ 2. Acusatorio (inc. a).— A partir de la aceptación de que este principio implica que el ejer-
cicio de la acción penal pública corresponde exclusivamente a los integrantes del Ministerio Pú-
blico Fiscal (sin perjuicio de las facultades reconocidas a quien asume el rol de querellante), es
cierto, como ha puesto de manifiesto destacada doctrina [Cevasco, Derecho …, p. 334] que al-
gunas previsiones legales de este ordenamiento específico exigen un esfuerzo de interpreta-
ción para evitar incurrir en una contradicción con el principio acusatorio. En ese sentido, debe
insistirse en que la actividad investigativa solo puede ser desarrollada por la fiscalía y que los
jueces no deben desplegar actividad alguna de ese tenor.
Así las cosas, cabe señalar que el principio de celeridad, relacionado con la obligación del ór-
gano jurisdiccional de no hacer lugar a diligencias meramente dilatorias, previsto en el inc. e) de
este art. 10 del RPPJ, parece corresponderse con las estructuras propias de los procedimientos
inquisitivos o mixtos, en los cuales la instrucción es desarrollada por los jueces. El único modo de
restringir el alcance de esta previsión legal, para hacerla compatible con el principio acusatorio,
es considerarla en su relación con la previsión del art. 211 del CPPCABA. Esto es, como el deber de
denegar la producción de una diligencia requerida por la defensa de un co-imputado mayor al
magistrado a título de auxilio judicial, cuando no fuere imprescindible para completar la prepa-
ración de la defensa y resultare impertinente e inútil y sólo respondiera a una voluntad dilatoria.
También exige esfuerzos de interpretación el texto del art. 30 del RPPJ, que alude a que el
juez “conoce” durante la investigación de las infracciones que configuran delitos cuando los
imputados son adolescentes (dieciséis y diecisiete años). Idéntica prevención merece el texto
del art. 31, inc. 1º del RPPJ, que igualmente refiere como deber del juez al conocimiento de las
acciones penales iniciadas que fueren imputadas en carácter de autor o partícipes a menores de
dieciocho años de edad. El problema viene dado por la utilización de la expresión “conoce” con
relación a la investigación de los delitos. El término, “conoce”, puede ser interpretado como
tramitación y fallo de un asunto judicial [véase Cabanellas de Torres, Diccionario …, 2008, p. 86].
Ahora bien, la actividad de fallar es contemplada en la parte final del art. 30 y en otros incisos
del art. 31, y está exenta de toda objeción por corresponder a la función propia de los jueces in-
cluso en un sistema acusatorio. El inconveniente surge de la relación del término “conoce” con
la idea de tramitación vinculada al desarrollo de la investigación, que podría dar lugar a que se
entendiera como una autorización al juez para realizar actividades de ese tenor, absolutamen-
te contrarias al principio acusatorio. En atención a todo ello, parece razonable acudir a un cri-
terio de interpretación sistemático (conforme al art. 2º del RPPJ y a las previsiones sobre fun-
ciones de fiscales y jueces del CPPCABA) y constitucionalizado (art. 13, inc. 3º, CCABA), para aco-
tar el alcance de ese verbo intransitivo de modo de entender esa expresión como referida a la
obligación de ocuparse de decidir los planteos que realicen las partes durante ese momento del
proceso, aun cuando ello aparezca de algún modo superpuesto con lo estipulado en algunos
de los incisos siguientes de ese mismo artículo, que aparecen conteniendo así una enumeración
más detallada de un aspecto comprendido como deber genérico del órgano jurisdiccional.
§ 3. Publicidad (inc. b).— En la norma se indica con toda claridad que los actos del proceso
son públicos para las partes y sus representantes, quienes deberán respetar los límites que im-
pone el respeto a las garantías de discreción y confidencialidad consagradas en el art. 9º del
RPPJ, que ya fueran comentadas. El art. 46 del RPPJ, que se refiere a los actos definitivos e irre-
producibles, consagra la obligación del fiscal, es decir, de quien tiene a su cargo la pesquisa, de
citar a la querella y a la defensa, antes de su ejecución, salvo en los supuestos de registros domi-
ciliarios, por el obvio objetivo de sorpresa que conllevan. A su vez, por aplicación del art. 2º del
RPPJ, corresponde señalar que con relación al secreto sumarial resultan aplicables las previsio-
nes de los arts. 102 y 103 del CPPCABA, a cuyo comentario cabe remitirse.
tación de la manda constitucional del art. 12 de la CDN que, en definitiva, establece que los Esta-
dos Partes deberán garantizar al niño el derecho de expresar su opinión libremente en todos
los asuntos que lo afecten, de modo directo o por medio de un representante.
La Regla 7.1 de las Reglas de Beijing establece que en todas las etapas del proceso se deberá
asegurar al adolescente imputado el derecho a la confrontación con los testigos y el derecho a
interrogarlos.
La consagración expresa de este principio en el RPPJ debe entenderse como orientada a ase-
gurar al adolescente imputado que pueda intervenir, por sí mismo o por quienes se encuentren
a cargo de su defensa técnica o por quien debe velar por el respeto de los derechos específicos
que le corresponden en razón de su edad, en las distintas etapas del proceso, aportando prue-
bas, examinando las colectadas por el acusador o los acusadores y formulando los alegatos que
sean pertinentes.
§ 5. Concentración (inc. d).— La norma establece que se deben unificar en las audiencias
que se convoquen la resolución de los incidentes y las solicitudes de las partes. En relación a
aquellos asuntos que exijan para su tratamiento y resolución la presencia del adolescente impu-
tado, esa obligación contribuye a evitar que el desarrollo del proceso interfiera en su vida más
allá de lo estrictamente necesario (por ejemplo que le impida asistir a clases en más oportuni-
dades y que aumente su nivel de contacto con el sistema de justicia penal, cosa que es desacon-
sejada en atención al mayor grado de vulnerabilidad que el adolescente presenta ante los pro-
cedimientos judiciales). Por otro lado, aun respecto de aquellos otros actos a los cuales el joven no
tenga necesidad de concurrir, el principio en cuestión parece contribuir a la concreción de otra de
las reglas a que se debe sujetarse el proceso penal juvenil, esto es, a la búsqueda de celeridad.
§ 6. Celeridad (inc. e).— Al aludir previamente al principio acusatorio, se hizo una refe-
rencia a la interpretación que corresponde dar a lo establecido en este inciso, a la que cabe re-
mitirse. Es por ello que una interpretación sistemática de las normas adjetivas permite sostener
que el principal responsable de asegurar que sea respetado será el fiscal penal juvenil a cargo
de la instrucción. No obstante, también el juez del fuero especializado deberá atenderlo, con-
vocando las audiencias en los términos fijados por la ley y resolviendo en los plazos indicados.
Tal como se expresa en el informe sobre “Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Améri-
cas”, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que fuera aprobado el 13/7/11 (p.
59), las decisiones deben ser tomadas en forma rápida sin por ello negar alguna de las garantí-
as del debido proceso. El estándar de celeridad debe ser cumplido, no sólo cuando el niño se en-
cuentre en prisión preventiva, sino en todos los casos en que un adolescente sea imputado,
dado que la excesiva extensión del proceso puede afectar igualmente sus derechos. En ese mis-
mo informe se destaca que el Comité de los Derechos del Niño ha referido que el tiempo trans-
currido entre la comisión del delito y la respuesta definitiva debe ser lo más breve posible, debi-
do a que cuanto más tiempo se tarde, más probable será que la respuesta pierda su efecto posi-
tivo y pedagógico y que el niño resulte estigmatizado (véase OG nº 10/07, párr. 51). Finalmente se
hace notar allí que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que los retardos
injustificados resultan contrarios a las normas internacionales que los protegen [véase Corte IDH,
“Caso Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, párrs. 215 y 226]. Es necesario asentar que
en ese instrumento la Com. IDH alienta a los Estados a establecer un plazo máximo para la emisión
de la sentencia de primera instancia y plazos especiales para la tramitación de recursos e inciden-
tes de impugnación en los procesos penales seguidos contra adolescentes. En el art. 47 del RPPJ, a
cuyo comentario cabe remitirse para tomar conocimiento de las diferentes interpretaciones que
ha merecido, se regula tan solo la extensión de la investigación preparatoria.
Por otra parte, siendo esta ley adjetiva especial, reglamentaria de la Convención de los Dere-
chos del Niño, es lógico que se exija a los operadores judiciales celeridad en los procesos segui-
dos en contra de adolescentes, a fin de acotar en todo lo posible los perjuicios derivados del he-
cho de tener un proceso penal abierto y pendiente de resolución. La posibilidad de que la pro-
longación del proceso afecte derechos del adolescente se ve incrementada en relación con un
adulto, por su mayor grado de vulnerabilidad derivada de su condición de persona en pleno de-
sarrollo físico, psíquico y emocional. De igual modo, corresponderá al Estado local dotar a este
fuero especial de los recursos humanos y materiales necesarios para que le sea posible cumplir
con esa meta.
En orden a este principio, cabe precisar que la jurisprudencia de la Cámara de Apelaciones
de este fuero ha entendido que también debe aplicarse en aquellos procesos en los cuales los
niños hayan sido víctimas o testigos, de conformidad con lo estipulado por las Directrices sobre
la justicia en asuntos concernientes a los niños víctimas y testigos de delitos del Consejo Econó-
mico y Social —conforme art. 41, RPPJ— [CAPCF, Sala I, 22/4/09, “N. N. s/Infr. art. 149 bis, Ame-
nazas CP”, causa nº 45903-01/09].
§ 7. Claridad (inc. f).— En esta previsión legal se indica que todos los actos procesales de-
ben ser expresados en un lenguaje claro y sencillo que pueda ser entendido por una persona
menor de dieciocho años de edad. En el mismo orden se establece que no podrán usarse lati-
nismos y que debe asegurarse la comprensión adecuada, debiéndose realizar las aclaraciones y
explicaciones que sea menester. Esta obligación pesa sobre el juez, los funcionarios del tribu-
nal, las partes (fiscal, defensor, etcétera). En síntesis, se debe informar al adolescente imputa-
do, con claridad, el significado, los objetivos y consecuencias de cada una de las actuaciones y
diligencias del proceso.
Art. 11. — «Juez natural». Nadie puede ser encausado ni juzgado por jueces o comi-
siones especiales. La potestad de aplicar la ley en los procedimientos penales, juz-
gando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los/as Jue-
ces/zas y Tribunales especializados en materia Penal Juvenil.
tente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, no hace otra cosa que
reglamentar lo estipulado por los arts. 40, inc. 3º de la CDN y 5.5 de la CADH, que tienen jerar-
quía constitucional.
La Corte IDH, en el párr. 109 de la OC nº 17/02, y en el párr. 213 de la sentencia dictada el
2/9/04, en el caso “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, aludió a esa cuestión, esto
es, a la necesidad de que los casos de los adolescentes imputados fueran atendidos por una jus-
ticia especializada. En la sentencia incluso consignó que “el Estado, al no establecer un órgano
jurisdiccional especializado para niños en conflicto con la ley ni un procedimiento diferente al
de los adultos que tuviera en consideración de manera adecuada su situación especial, violó los
arts. 2º y 8º.1 de la CADH, ambos en relación con los arts. 19 y 1º.1 de la misma”.
Ahora bien, hasta la fecha en que este comentario se realiza, no han sido creados los juzga-
dos, fiscalías y defensorías con competencia especial en el ámbito del poder judicial local. Sien-
do así, corresponde estar a lo establecido por la cláusula transitoria de este cuerpo legal, que ha
previsto que hasta tanto sean creados los juzgados, fiscalías y defensorías con competencia es-
pecífica, deberán intervenir los actuales integrantes del Poder Judicial y el MP (remisión al co-
mentario de la cláusula transitoria).
§ 1. Importancia de la edad del infractor.— La norma que se comenta determina que quien
no tiene la edad mínima requerida para ser considerado punible a la luz de la legislación de fon-
do que se encuentre vigente, no puede ser sometido a la intervención de los fiscales ni a la juris-
dicción de los jueces penales juveniles. La norma mencionada guarda correlación con lo dis-
puesto por el último párrafo del art. 4º del RPPJ que determina que frente a supuestos de ese
tenor (menor no punible por su edad), el juez debe disponer el archivo inmediato del procedi-
miento y notificar de esa resolución al fiscal, al imputado y a la defensa.
Las previsiones legales de los arts. 4º y 12 del RPPJ se corresponden con lo estipulado en las
Reglas de Beijing, más precisamente con lo indicado en el art. 10, inc. 2º, que recomienda que
el juez competente examine sin demora la posibilidad de poner en libertad al menor (reco-
mendación que entre nosotros tiene fuerza normativa conforme lo estipulado por el art. 8º,
párr. 2º, RPPJ).
(aun en forma telefónica por la policía, el fiscal o por el personal del Centro de Identificación y
Espera de Niños, Niñas y Adolescentes —arts. 13, inc. 1º, CCABA; 152, CPPCABA; y 31, incs. 2º y
3º, RPPJ—) disponga de inmediato el correspondiente archivo (con notificación a todas las par-
tes), pues esta decisión resulta ser el presupuesto lógico de la soltura, que no podría demorar-
se más de modo legítimo. En el mismo sentido, cabe recordar que art. 37, inc. b) de la CDN, esti-
pula que los Estados deberán velar por que ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbi-
trariamente, como así también que la detención deberá llevarse a cabo de conformidad con la
ley y que se utilizará como último recurso y durante el tiempo más breve que proceda (en igual
sentido véase párr. 79 de la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño).
§ 3. Comparación con el régimen de la ley 22.278.— La redacción dada a los arts. 4º y 12 del
RPPJ es claramente opuesta a las previsiones del art. 1º del Régimen Penal de la Minoridad —ley
22.278 y sus modificatorias—, que establece que el juez dispondrá provisionalmente del menor
no punible, que procederá a la comprobación del delito, que tomará conocimiento directo del
menor y sus padres (tutores o guardadores), que ordenará los informes y peritaciones condu-
centes al estudio de su personalidad y de las condiciones familiares y ambientales en que se en-
cuentre, pudiendo en caso necesario poner al menor en lugar adecuado para su mejor estudio,
durante el tiempo indispensable, como así también que de resultar de esos estudios que el me-
nor se halla abandonado, falto de asistencia, en peligro material o moral o presenta problemas
de conducta, podrá disponer, por resolución fundada y previa audiencia con los padres (tutores
o guardadores), del menor en forma definitiva, disposición que podrá extenderse, como máxi-
mo, hasta que alcance la mayoría de edad (art. 3º, última parte, ley 22.278).
La clara redacción de los arts. 4º y 12 del RPPJ impide a la Fiscalía la ejecución de las diligen-
cias necesarias para intentar lograr la comprobación del hecho endilgado al “menor” no-puni-
ble, en los términos exigidos por el art. 1º de la ley 22.278, pues imponen, como deber ineludi-
ble para el juez, el dictado del archivo inmediato, apenas conocida la edad del menor imputa-
do. Es indiscutible que la denominada “disposición” del menor no-punible, cuando implica su
internación involuntaria en una institución, causa una afectación a su libertad ambulatoria, a
la luz de la definición que de esta brinda la Regla 11.b de las Reglas de las Naciones Unidas para
la Protección de Menores Privados de Libertad (Reglas de La Habana), adoptadas por la Asam-
blea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90, a la que este RPPJ le ha dado fuerza normativa
(art. 8º, párr. 2º, ley 2451) y del propio art. 81 de ese ordenamiento legal (ley 2451) —en igual
sentido véase art. 19 de la ley nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas,
Niños y Adolescentes—.
A mayor abundamiento, la citada Regla 11.b, establece: “b) Por privación de libertad se en-
tiende toda forma de detención o encarcelamiento, así como el internamiento en un estable-
cimiento público o privado del que no se permita salir al menor por su propia voluntad, por or-
den de cualquier autoridad judicial, administrativa u otra autoridad pública”.
A eso se suma que, dado que respondería a una atribuida peligrosidad penal del autor, es
decir, a una endilgada alta probabilidad de que produzca en el futuro hechos previstos como ilí-
citos penales en caso de ser puesto en libertad, peligrosidad que encontraría sustento en la con-
ducta ya desarrollada, debería ser considerada como una medida de seguridad educativa —ten-
diente a una finalidad de prevención especial, es decir, a evitar la reiteración delictiva— [véase
lo expuesto, si bien respecto de la disposición consecuencia de la previa declaración de respon-
sabilidad de un menor punible, por el entonces procurador general de la Nación, doctor Righi,
en la causa “G., J. L.”, del 7/9/09, al que se remitió la Corte Suprema en su decisión adoptada por
mayoría el 15/6/10, www.csjn.gov.ar; y Vuotto, “Legitimación …”, ps. 103 a 127, esp. ps. 112 y
113]. Es por eso que aun prescindiendo de toda discusión referida a la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de una medida de ese tenor, no cabe duda de que como mínimo requeri-
ría, como presupuesto de procedencia, acorde incluso la exigencia legal (véase el texto del art.
1º de la ley 22.278: “…procederá a la comprobación del delito…”), la comprobación del hecho
endilgado y demostrativo de la supuesta peligrosidad penal del menor —véase comentario al
artículo siguiente—. Ahora bien, es claro que nuestro ordenamiento de forma no permite
avanzar hacia la comprobación del injusto endilgado y que, por ende, la imposición de una
medida de seguridad carecería también de ese mínimo sustento.
En este orden de ideas, estimo que para un juez va a resultar materialmente imposible dar
cumplimiento simultáneo a ambas previsiones legales, esto es, al Régimen Penal de la Minori-
dad (art. 1º, ley 22.278) y al Régimen Procesal Penal Juvenil (arts. 4º y 12, ley 2451). Siendo así,
una primera lectura parecería llevar a la conclusión de que debería dictarse la inconstituciona-
lidad de alguna de esas normas, la de fondo o las de forma, para sustentar su no aplicación.
La resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el caso “García Méndez”
[CSJN-Fallos, 331:2691, del 2/12/08], ante la carencia de argumentos novedosos, es decir, distin-
tos de los que allí ya fueron ponderados, hace algo más complicada esa posibilidad.
La elección de la alternativa opuesta, es decir, de la que concluyera en la declaración de in-
constitucionalidad de las normas procesales, locales y específicas, parece de imposible funda-
mentación.
En el fallo “García Méndez” [CSJN-Fallos, 331:2691], la Corte Suprema hizo alusión, en rela-
ción a los niños que cometen un delito cuando todavía no han cumplido la edad mínima de pu-
nibilidad, a que el Comité de los Derechos del Niño había reconocido que sin bien no podían ser
formalmente acusados ni considerados responsables en un procedimiento penal, “si es necesa-
rio, procederá adoptar medidas especiales de protección en el interés superior de esos niños”
(cfr. OG nº 10/2007, “Derechos del niño en la Justicia de menores”, del 25/4/07, párr. 31). En ese
decisorio, la Corte Suprema también señaló que frente a un niño no-punible debían adoptarse
medidas de protección y no sanciones penales y que se debía prescindir en forma prioritaria de
la privación de libertad a fin de evitar la estigmatización y el efecto criminógeno que generaba
la institucionalización del niño.
En orden a esa posibilidad (que la medida de protección especial pudiera consistir, aun-
que fuera en última instancia, en una privación de la libertad), debo señalar que tanto en el
orden local como en el nacional (que debe ser entendido como una ley marco) las leyes de
protección integral de los derechos de los niños prohíben expresamente que las medidas de
protección especial puedan consistir en la privación de la libertad (arts. 44, ley 114 y 41, inc.
e, y 19, ley 26.061).
En la provincia de Buenos Aires, en la ley 13.298 de Promoción y Protección Integral de los
Derechos de los Niños, se establecen medidas de protección integral de derechos para dar res-
puesta a la vulneración de derechos que pueda presentar un menor no punible. No obstante,
también se establece (de conformidad con la ley nacional marco —art. 19, ley 26.061—), que
nunca podrán representar la privación de la libertad ambulatoria del niño.
En cambio, en otra disposición legal de la provincia de Buenos Aires, más precisamente en el
art. 64 de la ley 13.634 (Fueros Familia y de Responsabilidad Penal Juvenil), sí se ha establecido
una medida de seguridad, reservada para casos de extrema gravedad, que implica la efectiva
afectación de la libertad ambulatoria del niño no punible. El artículo en cuestión establece: “En
casos de extrema gravedad en los que las características del hecho objeto de intervención del
sistema penal aconsejen la restricción de la libertad ambulatoria del niño inimputable, el Fiscal
podrá requerir al Juez de Garantías el dictado de una medida de seguridad restrictiva de liber-
tad ambulatoria, en los términos previstos por la legislación de fondo”.
A modo de síntesis, el art. 1º de la ley 22.278 expresa que el juez deberá disponer (“disposi-
ción provisoria”), siempre, de todo “menor” no-punible y en caso necesario puede ponerlo en
lugar adecuado (internarlo en una institución) para permitir que se realicen estudios sobre él,
indicados en la norma, con el fin de adoptar finalmente la decisión que corresponda (“disposi-
ción definitiva”), como así también que el juez deberá arbitrar los medios para la comproba-
ción del hecho.
Sobre esta cuestión, cabe recordar lo expuesto por el profesor Zaffaroni [cfr. Estructura …,
p. 241 y en el Manual …, p. 31], quien explica que los adolescentes de hasta dieciséis años son
“beneficiados” por una causal personal de exclusión (existe desde el momento inicial) de la
penalidad o punibilidad y que, por ende, se los excluye de la ley penal manifiesta (como es el
Código Penal y las leyes penales especiales) para entregarlos a un poder punitivo arbitrario
habilitado en una ley penal (ley 22.278) que permite su institucionalización hasta la mayoría de
edad con la mera imputación de una conducta típica. Agrega el destacado profesor que se tra-
ta de un derecho penal de autor para cualquier niño meramente imputado con problemas de
conducta y que implica en la práctica una criminalización de la pobreza infantil. En este aspec-
to la ley 22.278 funcionaría como una ley penal latente, pues enuncia un fin de protección tute-
lar pero en la realidad habilita el ejercicio del poder punitivo (imposición de verdaderas penas
de encierro).
En cambio, los arts. 4º y 12 del RPPJ prohíben la persecución penal de los no-punibles y orde-
nan al juez el inmediato archivo del proceso con notificación a las partes, con lo que se obtura
toda intervención posterior de los fiscales y jueces del fuero penal juvenil.
A todo evento, cabe recordar que el Comité de los Derechos del Niño, en las Observaciones
Finales referidas a los informes presentados, a tenor del art. 44 de la CDN, por la Argentina, que
fueron aprobadas en la 1541ª sesión, el 11 de junio de 2010, le recomendó en particular a nues-
tro país, teniendo en cuenta la OG nº 10/07, relativa a los derechos del niño en la justicia de
menores: “80. (…) a) Derogue la ley 22.278, relativa al régimen penal de minoridad, y apruebe
una nueva ley compatible con la Convención y las normas internacionales en materia de justi-
cia juvenil (…) d) Adopte todas las medidas necesarias, incluido el reforzamiento de la política
de sanciones alternativas y medidas de reintegración para los menores infractores, a fin de
garantizar que los niños sean privados de libertad únicamente como último recurso y durante
el menor tiempo posible …”.
En el caso “Mendoza y otros v. Argentina”, del 14/5/13, la CIDH destacó que nuestro país ha-
bía incumplido con el deber de adoptar las disposiciones de derecho interno en los términos del
art. 2º de la CADH, en relación con los arts. 7º.3 y 19 (véanse puntos resolutivos 14 y 20). En esa
decisión se aclaró que ese deber implicaba la adopción de medidas en dos vertientes: por una
parte, la supresión de las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañaran violación
a las garantías previstas en la Convención; por la otra, la expedición de normas y el desarrollo
de prácticas conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías (cfr. párr. 293).
Así las cosas, resultaría deseable que un nuevo régimen penal de la minoridad, más acorde
a las previsiones del bloque federal de constitucionalidad, fuera legislado por el Congreso Na-
cional, a fin de superar los inconvenientes referidos.
En la práctica de este fuero local no se han registrado casos en los que se hubiera dispuesto
una medida de encierro bajo el rótulo de disposición tutelar (provisoria o definitiva) respecto
de un niño no punible. La negativa de los tribunales locales a decidir disposiciones provisorias
o definitivas respecto de niños no-punibles se corresponde con la circunstancia de que, a la luz
de lo sostenido por la Corte Suprema en el caso “García Méndez, E. y Musa, L. C. s/Causa nº 7537”
(CSJN-Fallos, 331:2691, del 2/12/08), antes aludido, constituirían medidas de protección espe-
cial, cuya regulación corresponde a los Estados locales (provincias y CABA) y no al Congreso Na-
cional. En razón de ello, esas previsiones de la ley 22.278 no son aplicables en esta jurisdicción
(CABA), donde rige lo dispuesto por la ley 114.
cedente condenarla, sino absolverla” [cfr. Corte IDH, 18/8/00, caso “Cantoral Benavides v. Pe-
rú”, Serie C, nº 69, párr. 120].
En el informe sobre “Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas”, de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, que fue aprobado el 13/7/11, más exactamente en el párr.
169 (p. 51) , se consignó: “La CIDH ha advertido que con anterioridad a la entrada en vigor de la
Convención sobre los Derechos del Niño, el juez ejercía un papel ‘proteccionista’ que le facultaba,
en caso de encontrarse el niño en una situación de peligro o vulnerabilidad, a violentar sus dere-
chos y garantías. Bajo aquel sistema, bastaba la simple imputación de una infracción a las leyes
penales para suponer que el niño se encontraba en situación de peligro, lo cual en muchos casos
implicaba la imposición de medidas como la internación. Sin embargo, en virtud de la aprobación
de la Convención sobre los Derechos del Niño, resulta necesario considerar la investigación y even-
tual sanción de un niño, en función del hecho cometido y no de circunstancias personales. Es decir
que, cuando se presenta al juez un niño inculpado por infringir una ley penal, ese niño debe ser
tratado como inocente, sin considerar su situación personal” (CIDH, Intervenciones escritas y ora-
les respecto de la OC nº 17/02. En Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño.
OC nº 17/02, del 28/8/02, Serie A, nº 17, p. 23, conforme nota 161 del citado informe).
A su vez, en ese mismo informe sobre “Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas”
se asentó: “La CIDH insta a los Estados a garantizar que los niños acusados de haber infringido
una ley penal se presuman inocentes y no sean sometidos a medidas de ‘protección’ a menos
que se haya establecido su responsabilidad en el marco de un proceso de aplicación de la justi-
cia juvenil” (conf. párr. 170, p. 51).
La presunción de inocencia prevista en el bloque federal de constitucionalidad (arts. 18, CN;
8º.2, CADH; y 14.2, PIDCP) ha sido reglamentada expresamente en el art. 2º del CPPCABA en
relación con el procedimiento seguido contra imputados mayores de edad. Es por eso que, aun
de no haberlo sido de manera explícita en este cuerpo legal, de todos modos deberá respetar-
se conforme aquella regulación, dado que los niños tienen los mismos derechos que aquellos
sin perjuicio del plus de garantías que les corresponde por su mayor grado de vulnerabilidad.
Sin embargo, en los párrafos anteriores se han referido algunas particularidades que su aplica-
ción puede merecer en los procesos sustanciados en contra de niños o adolescentes.
En el art. 24 del RPPJ al aludirse a cómo debe ponderarse la existencia de un supuesto de
duda se completa la reglamentación de esta cuestión.
Art. 14. — «Derecho a la integridad». Las acciones que ordenen los/as Jueces/zas en
materia penal juvenil o el/la Fiscal penal juvenil, destinadas a la identificación o de-
tención de una persona que tenga entre dieciséis y dieciocho años de la cual se pre-
suma su participación en un hecho calificado como delito en las leyes penales, se de-
ben realizar con las precauciones necesarias para evitar que se afecte su dignidad.
Los/as funcionarios/as policiales que participen en estas diligencias deben estar ca-
pacitados de forma tal de no ofender la dignidad ni afectar la integridad de las per-
sonas que tengan entre dieciséis y dieciocho años.
Las actividades de identificación o detención que puedan ser ordenadas por los jueces o los
fiscales respecto de un adolescente de entre dieciséis y dieciocho años de edad deben ser prac-
ticadas por los policías con las precauciones necesarias para no afectar la dignidad del imputa-
do. En la Regla 10.3 de las Reglas de Beijing también se alude a cómo deben comportarse los
policías cuando intervienen en la detención de un menor, a fin de evitar que este último sufra
un daño. En definitiva, se tiende a que en la interacción entre los policías y los niños/adolescen-
tes al tiempo de la aprehensión se evite el uso de un lenguaje duro o la violencia física, pues se
indica que el primer contacto de los adolescentes con la policía puede influir profundamente
en la posterior actitud del menor hacia el Estado y la sociedad. Es por eso que se recomienda lo
que se denomina el uso de una “firmeza bondadosa”.
En el último párrafo de esta norma se señala que la declaración solo puede prestarse ante el
juez penal juvenil, en presencia del fiscal y el defensor. Sin embargo, en el art. 45 del mismo orde-
namiento se precisa que la declaración del imputado solo puede brindarse ante el fiscal a cargo
de la investigación o el juez penal juvenil a pedido del imputado. Más allá de estas inconsistencias,
es evidente que la consagración del derecho a no autoincriminarse se corresponde con la expresa
previsión del art. 40.2.b.IV de la CDN, que dispone que el adolescente no será obligado a decla-
rarse culpable. En el párr. 56 de la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño, se precisa que
esto significa que la tortura o los tratos crueles, inhumanos o degradantes implican una grave vio-
lación a los derechos del niño (art. 37.a, CDN) y que ninguna admisión de culpabilidad de este tipo
podrá ser invocada como prueba (art. 15, Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes). En el párrafo siguiente del mismo instrumento (párr. 57), se
agrega que el término “obligado” debe interpretarse de manera amplia y no limitado a la fuerza
física u otra vulneración clara de los derechos humanos, como así también que deberá conside-
rarse la edad o el desarrollo del niño, la duración del interrogatorio, la falta de comprensión por
parte del niño, el temor a consecuencias desconocidas o a una presunta posibilidad de prisión que
pueden inducirlo a confesar lo que no es cierto. El carácter involuntario de la confesión puede
resultar aun más probable si fue objeto de promesas de recompensa del tenor de “podrás irte a
casa en cuanto nos digas la verdad” o cuando se le prometen sanciones más leves o la puesta en
libertad. El RPPJ exige la presencia del defensor en la declaración del adolescente; por eso pare-
ce poco probable que se incumpla este mandato de prohibición de la autoincriminación.
Art. 17. — «Intérprete». El/la imputado/a menor de dieciocho años de edad tiene de-
recho a solicitar un intérprete para que lo asista en su defensa cuando no comprenda
correctamente o no pueda expresarse en el idioma oficial. Si no hace uso de este dere-
cho, el/la Juez/a debe designarle uno de oficio, según las reglas previstas para la de-
fensa pública.
Esta norma regula cómo proceder frente a un imputado menor de dieciocho años de edad
que no comprende correctamente o no puede expresarse en el idioma oficial, es decir, en cas-
tellano. En la disposición se indica que el imputado tiene el derecho de proponer un intérprete
y que si no lo hace se le debe designar uno de oficio. En la parte final de la previsión legal que
se comenta, se realiza una remisión a las reglas previstas para la provisión de defensa pública.
Siendo así, cabe señalar que deben entenderse aplicables las mismas consideraciones antes
efectuadas.
Art. 18. — «Persecución única». Nadie puede ser perseguido penalmente ni conde-
nado más de una vez por el mismo hecho.
No se pueden reabrir los procedimientos, salvo la revisión de las sentencia en favor
del condenado.
Es necesario señalar que en la CDN no hay disposición alguna sobre esta cuestión. Sin embar-
go, la Comisión Interamericana se ha ocupado de recordar que los niños también se encuentran
protegidos por el art. 8º.4 de la CADH (cfr. informe sobre “Justicia Juvenil y Derechos Humanos
en las Américas”, de la CIDH, aprobado el 13/7/11, párr. 212, p. 60).
De modo coincidente, la doctrina nacional ha señalado [Cevasco, Derecho …, p. 334] que en
esta norma, como en algunas otras de este ordenamiento procesal específico, se reiteran garan-
tías que ya han sido previstas a nivel constitucional (arts. 8º.4, CADH; y 14, inc. 7º, PIDCP —cfr. art.
75, inc. 22, CN—).
En definitiva, dicho de modo muy sucinto, se prohíbe la doble persecución, en forma simul-
tánea (habilitaría la imposición de una excepción de litispendencia) o sucesiva —posterior a
una sentencia definitiva porque no admite recursos— (habilitaría la imposición de una excep-
ción de cosa juzgada), en contra de un mismo joven, en razón de una misma conducta y con el
mismo fin de imponerle un castigo de carácter penal (aun cuando sea encubierto o latente).
En relación a un caso contravencional, el alcance de la garantía del ne bis in idem, fue anali-
zado por el Tribunal Superior de Justicia de la CABA, explicando que existen dos modos de con-
cebir la garantía. Uno de ellos, de raíz europea (comúnmente conocido como ne bis in idem),
centra la protección en evitar que una persona sea juzgada más de una vez por un mismo hecho.
En este sentido, aquel a quien la garantía asiste puede repeler un segundo proceso, instado des-
pués de una condena o absolución dispuesta en uno anterior, y aún uno instado mientras está
en curso otro. Pero, el procesado debe soportar un proceso completo y válido, por lo que, como
principio, no le sirve para escapar a la prosecución del trámite, una vez anulada una de sus par-
tes. El otro, adoptado por la constitución de los EE.UU. (prohibición del double jeopardy), veda
al Estado la posibilidad de someter a un individuo más de una vez al riesgo de ser condenado
por el mismo hecho [TSJ CABA, 9/5/05, “Montero Montero, María Nela”, expte. nº 3739, véase
en especial votos de los doctores Lozano y Maier].
Algún sector de la doctrina ha entendido que esta garantía también impediría la reedición
de actos procesales posteriores al dictado de una sentencia no firme, dado que el Estado ten-
dría una única oportunidad para intentar imponer un castigo penal [véase Carrió, Garantías …,
5ª ed., 3ª reimpr., 2010, p. 629]. En la obra ya aludida, el profesor Cevasco [Derecho …, ps. 76 y
77] sostiene lo opuesto, reseñando que el modo en que ha sido prevista esta garantía en los pac-
tos internacionales no da sustento a esa interpretación; es por eso que solo admite que esa cues-
tión pueda tener relevancia cuando provoque una demora excesiva en la resolución del caso,
afectando otra garantía constitucional, esto es, la que se vincula con el derecho a que el caso se
decida en un plazo razonable. Ahora bien, aun a la luz de esta última postura, debería consi-
derarse que por su mayor vulnerabilidad derivada de que no han completado su desarrollo físi-
co, psíquico y emocional, el concepto de plazo excesivo de duración de un proceso penal debe-
ría ponderarse de modo más estricto cuando se trate de un imputado menor de dieciocho años
al tiempo de comisión del hecho atribuido y más aún cuando el adolescente se encontrare pri-
vado de su libertad (arts. 40.2.b.III y 37.d, CDN). En esa inteligencia se ha sostenido que: “Hay
consenso internacional en el sentido de que, para los niños que tengan conflictos con la justi-
cia, el tiempo transcurrido entre la comisión de un delito y la respuesta definitiva a ese acto
debe ser lo más breve posible. Cuanto más tiempo pase, tanto más probable será que la res-
puesta pierda su efecto positivo y pedagógico y que el niño resulte estigmatizado. A ese res-
pecto, el Comité también se refiere al ap. d) del art. 37 de la Convención, a tenor de la cual todo
niño privado de su libertad tendrá derecho a una pronta decisión sobre su acción para poder
impugnar la legalidad de la privación de su libertad. El término ‘pronta’ es más fuerte —lo que
se justifica dada la gravedad de la privación de la libertad— que el término ‘sin demora’ (art.
40.2.b.III de la Convención), que a su vez es más fuerte que la expresión ‘sin dilaciones indebi-
das’, que figura en el ap. c) del párr. 3º del art. 14 del Pacto” (cfr. OG nº 10/07, del Comité de los
Derechos del Niño, párr. 51).
En relación con el principio de persecución única, en el ámbito de la justicia penal juvenil, de-
be prestarse especial atención a su aplicación en el caso de la imposición de medidas alternati-
vas a la judicialización o a la privación de la libertad y respecto de los delitos continuados.
Respecto de la primera cuestión, se dijo que: “Dentro de la justicia juvenil, el principio de
non bis in idem cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que este sistema contempla me-
didas alternativas a la judicialización o a la privación de la libertad, las cuales una vez aplicadas,
implicarían, como lo ha sostenido el Comité de los Derechos del Niño, el cierre definitivo del
caso, sin equipararse la decisión a una condena. Si el caso es cerrado definitivamente a través
de las medidas alternativas a la judicialización y a la privación de la libertad, la Comisión consi-
dera necesario que los Estados cuenten con registros administrativos, en el primer caso, o de an-
tecedentes ante la justicia juvenil, en el segundo caso, con la información confidencial de niñas,
niños y adolescentes sujetos a dichas medidas, con la finalidad de evitar que las autoridades del
sistema judicial juvenil procesen, e incluso condenen a los niños, niñas y adolescentes nueva-
mente por los mismos hechos en contravención del principio non bis in idem” (cfr. “Justicia
Juvenil y Derechos Humanos en las Américas”, de la CIDH, que fue aprobado el 13/7/11, párr.
215). Respecto del segundo aspecto, se expresó: “Con relación a los delitos continuados come-
tidos por personas menores de edad, la Comisión recomienda a los Estados tomar en conside-
ración este principio al valorar hechos sancionados por la justicia juvenil mientras el niño, la
niña o el adolescente era menor de edad a efectos de no volver a responsabilizar a la persona
penalmente por los mismos hechos ante la justicia penal ordinaria” (cfr. “Justicia Juvenil y Dere-
chos Humanos en las Américas”, de la CIDH, que fue aprobado el 13/7/11, párr. 216).
1* Comentario al artículo 19 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
§ 2. Fotografías de los imputados.— A fin de poner en práctica los derechos antes aludi-
dos, resulta necesario, en el marco de procesos sustanciados contra adolescentes, que las foto-
grafías que se suelen tomar de ellos con fines de identificación sean reservadas en sobres cerra-
dos, para evitar todo riesgo de publicidad indebida. Por las mismas razones, impedir la difusión
de los datos del adolescente imputado, toda registración del proceso a la que puedan acceder
terceros, por ejemplo, para consultar la jurisprudencia de los tribunales locales, debe realizar-
se sin consignar sus nombres y apellidos y asentando únicamente sus iniciales.
lidad de que los jóvenes privados de la libertad hablen de forma confidencial con los inspecto-
res cuando se realicen inspecciones en los centros de detención (Regla 73). Finalmente, la Regla
87, e) establece el deber del personal de los centros de detención de desempeñar sus funciones,
de un modo respetuoso de los derechos de los jóvenes a la intimidad y, en particular, de todas
las cuestiones confidenciales relativas a los “menores” o sus familias que lleguen a conocer en
el ejercicio de su actividad profesional.
§ 6. Asistencia para una defensa eficaz.— Por otra parte, los derechos antes mencionados
se encuentran igualmente reconocidos en algunas de las Observaciones Generales del Comité
de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. En primer lugar, la OG 10/07, titulada “Los
derechos del niño en la justicia de menores”, establece en los §§ 49 y 50 la garantía del niño a la
asistencia jurídica u otra asistencia apropiada en la preparación y presentación de su defensa.
Se hace referencia al art. 14, párr. 3º, ap. b) del PIDCP, que refiere que el niño y la persona que
le preste asistencia deben disponer del tiempo y los medios adecuados para la preparación de
su defensa. Las comunicaciones entre el niño y la persona que le asiste, bien sea por escrito u
oralmente, deberán realizarse en condiciones que garanticen que se respetará plenamente su
confidencialidad, de conformidad con lo previsto en el art. 40, párr. 2º, inc. VII del CDN.
todos sus contactos externos, toda la información que pueda permitir identificar al niño. Los re-
gistros de menores delincuentes serán de carácter estrictamente confidencial y no podrán ser
consultados por terceros, excepto por las personas que participen directamente en la investi-
gación y resolución del caso. Con miras a evitar la estigmatización y los prejuicios, los registros
de menores delincuentes no se utilizarán en procesos de adultos relativos a casos subsiguientes
en los que esté implicado “el mismo delincuente” o como base para dictar sentencia en esos
procesos futuros. Asimismo, se recomienda a los Estados a adoptar normas que permitan la su-
presión automática en los registros de antecedentes penales del nombre de los niños delin-
cuentes cuando estos cumplan dieciocho años o, en un número limitado de ciertos delitos gra-
ves, que permitan la supresión del nombre del niño, a petición de este, si es necesario en deter-
minadas condiciones (§ 67).
§ 9. Relaciones familiares y visitas.— Se establece que todo niño privado de libertad tiene
derecho a mantener contacto con su familia por medio de correspondencia y visitas (§ 87). Se
indica que en todos los casos de privación de libertad se debe tener presente la idea de rehabi-
litación de los “menores” y debe teneres debidamente en cuenta sus necesidades de intimidad,
entre otras. Asimismo, proclama que se deberá facultar a inspectores calificados e indepen-
dientes para efectuar visitas periódicas y para hacerlas sin previo aviso por propia iniciativa. Al
respecto, debe hacerse especial hincapié en que las conversaciones que se mantengan con las
personas menores de edad sean en condiciones de confidencialidad de la Observación General
(§ 89).
§ 10. Cooperación.— Finalmente, el Comité recomienda a los Estados Partes evaluar perió-
dicamente el funcionamiento práctico de su justicia de menores. En esta tarea indica que es im-
portante que los “menores” participen en esa labor de evaluación e investigación, en particu-
lar los que han estado en contacto con partes del sistema de justicia de menores. Para ello, debe
respetarse y protegerse plenamente la intimidad de los jóvenes y la confidencialidad de su coo-
peración (conf. § 99).
§ 11. Derecho a ser oído. Reconocimiento como sujeto de derecho.— En cuanto al dere-
cho del niño a ser escuchado, la OG nº 12/09 del Comité de los Derechos del Niño, señala res-
pecto al derecho a la privacidad e intimidad que preferentemente los niños no sean escuchados
en audiencias públicas, sino en condiciones de confidencialidad.
Por su parte, la OG nº 13/11, relativa al derecho del niño a no ser objeto de ninguna forma
de violencia, consagra en su § 3, c) la obligación de que cada niño sea reconocido, respetado y
protegido como titular de derechos y como ser humano único y valioso con su personalidad pro-
pia, sus necesidades específicas, sus intereses y su privacidad.
que consagra en el art. 10 el derecho a la vida privada e intimidad familiar, en el art. 19 el dere-
cho a la libertad, en el art. 22 consagra el derecho a la dignidad y prohibe las injerencias arbi-
trarias o ilegales en la vida privada o intimidad familiar de los niños, niñas y adolescentes, en el
art. 23 el derecho a la libre asociación y en el art. 24 el derecho a opinar y a ser oído.
Por su parte, en el ámbito local, con mucha anterioridad, más exactamente el 3 de diciem-
bre de 1998, la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sancionó la ley 114, que con-
sagró en su art. 15 el derecho a la intimidad, a la privacidad y a la autonomía de valores, ideas o
creencias, en el art. 16 el derecho a la reserva de identidad y en su art. 33 el derecho a la libre
expresión, información y participación de los niños, niñas y adolescentes.
El precepto analizado establece también que solo puede afectarse el derecho a la privaci-
dad e intimidad con autorización del/la juez/a competente y bajo las reglas establecidas en el
Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En ese sentido, debe estarse a
lo previsto en las siguientes disposiciones del régimen general (ley 2303): arts. 90 (correspon-
dencia y datos privados), 102 (carácter de las actuaciones, secreto), 108 a 111 (allanamientos),
112 a 114 (requisas), 115 y 116 (correspondencia) y 117 y 118 (comunicaciones).
pretarse en el sentido amplio de reducir al mínimo el daño al menor en la primera instancia, así
como cualquier daño adicional o innecesario. Ello es de particular importancia en el primer con-
tacto con las organizaciones encargadas de hacer cumplir la ley, que puede influir profunda-
mente en la actitud del menor hacia el Estado y la sociedad. Además, el éxito de cualquier otra
intervención depende en gran medida de esos primeros contactos. En tales casos, la compren-
sión y la firmeza bondadosa son importantes” (cfr. comentario de la Regla antes citada).
En otro orden, en relación con la libertad de conciencia a la que hace alusión el presente ar-
tículo debe tenerse en consideración la “Declaración sobre la eliminación de todas formas de
intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones” proclamada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de noviembre de 1981 (Res. nº 36/55).
La aplicación de distintos institutos (remisión, mediación y suspensión del proceso a prueba)
que se encuentran previstos en la ley procesal que se comenta debe realizarse de un modo com-
patible con ese derecho a la libertad de conciencia. En ese orden, las reglas que se pueden impo-
ner a un adolescente en el marco del otorgamiento de una suspensión del proceso a prueba, no
pueden responder a una idea “perfeccionista” en nombre de la cual el Estado pretenda guiar-
lo hacia ideales morales, sino que deben contribuir a que el adolescente desarrolle su propio
plan de vida en una forma que sea respetuosa de los derechos de terceros. El ideal perfeccio-
nista parte de la base de que existirían planes de vida objetivamente mejores que otros. A ma-
yor abundamiento: “… lo que es bueno para un individuo o lo que satisface sus intereses es in-
dependiente de sus propios deseos o de su elección de forma de vida y que el Estado puede, a
través de distintos medios, dar preferencia a aquellos intereses y planes de vida que son objeti-
vamente mejores” [Nino, Ética …, 1989, p. 205]. Esta visión excluye la neutralidad del poder
público frente a las distintas concepciones de lo bueno y asume como función legítima la adop-
ción de las medidas necesarias para que los individuos acepten y materialicen los ideales de vir-
tud personal que se consideran verdaderos [cfr. nota al pie nº 2 de González Contró, Paterna-
lismo …, p. 103].
En iguales términos, la Corte IDH, en el caso “Mendoza v. Argentina”, ha indicado en el párr.
314 y ss. lo que debe entenderse como “proyecto de vida” y ha referido que éste se trata de las
vocaciones, las aptitudes, las circunstancias, las potencialidades y las aspiraciones, sin hacer alu-
sión en ningún momento a una idea moral de cómo este proyecto de vida debe estar confor-
mado.
Finalmente, como complemento del presente artículo, nos remitimos a los comentarios de
los arts. 9º, 10, 42, 43, 56, 65, 66, 74 y 78 del RPPJ.
Sobre la igualdad de trato que surge del artículo bajo estudio se dicho que: “La norma no
define si el aviso deberá limitarse a informar que existirá una reunión entre una parte y el juez
o si deberá convocarse a todas las partes cuando una de ellas pida una audiencia, para que estén
presentes, y, en su caso, si pueden emitir opiniones y sus alcances, ni tampoco si el acto deberá
protocolizarse o labrarse un acta con su contenido” [Cevasco, Derecho …, 2009, p. 336].
La regla parecería adecuarse al estándar de bilateralidad, que ha sido establecido con rela-
ción a las audiencias que suelen efectuarse con los jueces a pedido de los litigantes, con el obje-
tivo de evitar suspicacias y brindar a las partes la posibilidad de ser oídas cuando alguna de ellas
exponga ante el juzgador argumentos a favor de su pretensión (cfr. Acordada 7/04 de la CSJN,
del 24/2/04).
El art. 40 de la CDN determina, con apoyo en las disposiciones pertinentes de los instrumen-
tos internacionales, que los Estados Partes garantizarán “… que la causa sea dirimida sin demo-
ra …” (art. 40, inc. 2º, ap. b, pto. III).
Ahora bien, a los fines de compatibilizar la interpretación de la norma procesal a la luz de
los lineamientos trazados por la Convención sobre los Derechos del Niño, en tanto instrumen-
to de protección de los derechos de la infancia, esta debe hacerse conforme el principio del “in-
terés superior del niño” (a cuyo comentario del art. 22 de esta obra nos remitimos) y en tanto
instrumento de derechos humanos, de acuerdo con el principio «pro homine».
Mientras el primero debe implicar concretamente la satisfacción de los derechos del niño de
forma integral y reafirma el principio de la no discriminación para su definición, el segundo
“… es un criterio hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos, en vir-
tud del cual se debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando
se trata de reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a la interpretación más
restringida cuando se trata de establecer restricciones. [E]ste principio es (…) estar siempre a
favor del ser humano …” [Pinto, “El principio …”, p. 163].
En esa línea, también desde los tratados de derechos humanos incorporados a la Ley Fun-
damental (art. 75, inc. 22) se reconoce la garantía como el derecho a ser juzgado en un plazo
razonable (art. 8º.1, CADH), sin dilaciones indebidas (art. 14.3.c, PIDCP) o injustificadas (art.
XXV, párr. 3º, DADDH).
En nuestro ámbito, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha considerado a dicha garan-
tía como un corolario del derecho de defensa en juicio consagrado en el art. 18 de la CN, deri-
1* Comentario al artículo 21 elaborado por la doctora Carla Cavaliere con la colaboración de las
— CARLA CAVALIERE —
451 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 21
vado del speedy trial de la Enmienda VI de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamé-
rica, que establece: “En todos los juicios penales el acusado gozará del derecho a un proceso rá-
pido …” [“Kipperband, Benjamín”, 16/3/99, K. 60. XXXIII. REX, del voto de los doctores Fayt y
Bossert].
En efecto, la línea jurisprudencial de la Corte Suprema que reconoce dicha garantía comen-
zó con el fallo “Mattei” [CSJN-Fallos, 272:188, del 29/11/68] donde se sostuvo que debe repu-
tarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la CN el dere-
cho de todo imputado a obtener —luego de un juicio tramitado en legal forma— un pronun-
ciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y la sociedad, ponga término, del modo
más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que
comporta el enjuiciamiento penal [posición que se reitera en CSJN, ”Bartra Rojas”, CSJN-Fallos,
305:913; ídem, “Klosowsky”, CSJN-Fallos, 298:312; e ídem, “Mozzatti”, CSJN-Fallos, 300:1102,
entre otros].
Desde la doctrina se señala que “el imputado goza de un derecho constitucional subjetivo
según el cual su proceso debe finalizar definitivamente dentro de un plazo que asegure su en-
juiciamiento expeditivo” [Pastor, El plazo …, p. 48].
Ello se inscribe en el marco de actuación que se reconoce al Estado para llevar adelante la
persecución penal estatal en un determinado marco temporal, por cuanto, conforme lo advier-
te Maier, “le es necesario al Estado —como persecutor— contar con un período de tiempo en el
que, cuidando de no lesionar gravemente los derechos fundamentales del individuo, pudiera
investigar sin mayores trabas formales la realidad acerca de un injusto que no había observado
y, por lo tanto, debía reconstruir para formar su decisión acerca de la demanda para la aplica-
ción de la ley penal” [Maier, Derecho …, t. I, 2003, p. 362].
La reglamentación de la garantía de duración razonable del proceso penal, en consecuen-
cia, corresponde a los Estados por medio de la ley procesal para darle precisión y certidumbre al
momento de cesación de la potestad punitiva estatal por el transcurso del tiempo y, de esta ma-
nera, salvaguardar el derecho constitucional a obtener un pronunciamiento judicial sin demo-
ra por parte de la autoridad judicial competente.
La necesidad de que sea la ley la que delimite en abstracto la duración del proceso y la con-
secuencia jurídica de su incumplimiento cierra toda posibilidad de interpretación discrecional
de la delimitación de la garantía. Al respecto, Pastor señala que “no hay discrecionalidad posi-
ble para que el Estado decida la forma de satisfacer la garantía, ya que si bien ello puede ser
adecuado en general, no resulta así cuando se trata, precisamente, de limitar la potestad de los
jueces, pues permitirles a ellos y no al legislador establecer los límites (también temporales) de
sus poderes sería tan ingenuo como pedirle al lobo, y no al pastor, que cuidara de las ovejas”
[Pastor, El plazo …, p. 354].
Ahora bien, el derecho a ser juzgado en un plazo razonable no solo se basa en las garantías
del debido proceso y del derecho de defensa, sino en la propia función y deber del Estado de
administrar justicia. Las consecuencias del sometimiento a proceso de los niños otorgan a este
derecho el carácter de imperativo de accionar judicial.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 22 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 452
1* Comentario al artículo 22 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
citar el proceso intelectual que siguieron para la determinación del hecho y la aplicación del de-
recho a fin de que pueda verificarse su corrección. Ello incluye justificar por qué se da mayor o
menor mérito a una prueba que a otra y no se consideran las pruebas contrarias decisivas. Debe
explicarse cómo se llega a un determinado juicio de valor y los motivos por los que se aplican
determinadas normas.
La exigencia de motivación surge como una necesidad de poner freno a la arbitrariedad de
las decisiones judiciales.
En la actividad de interpretación de la ley, la arbitrariedad puede reducirse mediante la ob-
servancia del “principio pro homine”, principio en virtud del cual se debe acudir a la norma más
amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer derechos protegidos
e, inversamente, a la norma o a la interpretación más restringida cuando se intenta detectar res-
tricciones permanentes al ejercicio de los derechos o su suspensión extraordinaria [véase Pinto,
“El principio …”] y el “principio de legalidad” (lex scripta, certa, stricta y praevia) en tanto lex
stricta (mandato al operador judicial de escoger el sentido —razonable— menos habilitador
del poder punitivo).
En el mismo sentido, a fin de evitar arbitrariedades, no pueden realizarse interpretaciones
de normas especiales sobre la base de normas generales bajo pretexto de supletoriedad o de
la necesidad de realizar una interpretación sistemática. A modo de ejemplo, cabe señalar que
el art. 2º del RPPJ, establece que en las causas penales seguidas contra personas que tengan
entre dieciséis y dieciocho años de edad, “se procederá conforme las disposiciones del Código
Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires en cuanto no sea modificado por lo establecido
en este Régimen Procesal Penal Juvenil, y siempre que no restrinja derecho alguno reconoci-
do por la Ley de Protección Integral de Derecho de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciu-
dad de Buenos Aires”. Por tanto estaría vedado, en virtud de lo antes señalado, interpretar un
enunciado normativo del régimen especial acudiendo al régimen general, en tanto se habili-
ta la aplicación del último siempre que no sea modificado por el primero. Lo contrario impli-
caría interpretar la norma especial de modo que consagre la misma solución que el enunciado
normativo de la norma general, cuando la especialidad del primero impone la diferencia, no
la identidad.
§ 4. Derechos especiales.— A los criterios antes señalados, que contribuyen a evitar solu-
ciones arbitrarias en la actividad de interpretación de la ley, cabe sumar otros que resultan di-
rectamente aplicables a los adolescentes imputados de delitos.
Los adolescentes imputados de delitos tienen derechos especiales derivados de su condi-
ción, a los que corresponden deberes específicos del Estado en virtud del art. 19 de la CADH, que
dispone que “todo niño tiene derecho a medidas de protección que su condición de menor
requieren por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”. Ello debe ser entendido como
un derecho adicional, complementario, que el tratado establece para personas que por su desa-
rrollo físico y emocional necesitan de protección especial [conf. Corte IDH, 2/9/04, “Instituto de
Reeducación del Menor v. Paraguay”, párr. 147].
Entre esos derechos específicos merece especial atención el interés superior del niño, en tan-
to tiene repercusión en la exigencia de motivación, más concretamente en la actividad de inter-
pretación de la ley. Si una disposición admite más de una interpretación, los jueces deben optar
por aquella que satisfaga de una manera más efectiva su interés superior. Es imperativo que en
el proceso de toma de decisiones, el interés superior del niño sea el factor determinante. La con-
sideración del interés superior del niño, como principio interpretativo, tiene una doble finali-
dad: garantizar la máxima satisfacción de los derechos del niño consagrados en la CDN y, en
contrapartida, asegurar la mínima restricción de tales derechos [Corte IDH, 14/5/13, “Mendoza
y otros v. Argentina”, párr. 143].
Debe realizarse una estimación de las posibles repercusiones (positivas o negativas) de la de-
cisión en el adolescente. Los jueces deben explicar cómo se ha respetado ese derecho en la deci-
sión, es decir, que se ha considerado que atendía al interés superior del niño, en qué criterios se
ha basado la decisión y cómo se han ponderado sus intereses frente a otras consideraciones
(Comité de los Derechos del Niño, OG nº 14/13 sobre el derecho del niño a que su interés supe-
rior sea una consideración primordial, párr. 6º).
Ello se relaciona con el derecho del niño a expresar su opinión en todas las decisiones que le
afectan, reconocido en el art. 12 de la CDN. Si en el proceso de toma de decisiones el adolescente
no es escuchado o su opinión no es tenida en cuenta, se le niega el derecho a participar en la de-
terminación de su interés superior (OG nº 14/13, párrs. 47 y 53).
Las decisiones judiciales que involucren a adolescentes imputados de delitos, para demos-
trar que respetan el derecho a que su interés superior sea evaluado y que constituye una consi-
deración primordial, deben ser “motivadas, justificadas y explicadas”. Ello obliga a señalar ex-
presamente todas las circunstancias de hecho referentes a la persona menor de edad, los ele-
mentos que se consideraron pertinentes para la evaluación de su interés superior, el contenido
de los elementos en ese caso concreto y la manera en que se han ponderado para determinar el
interés superior del niño. Si la decisión difiere de la opinión de la persona menor de edad, se de-
be exponer con claridad la razón por la que se ha tomado. Si, excepcionalmente, la solución
adoptada no atiende al interés superior del niño, se deben indicar los motivos a los que obede-
ce para demostrar que el interés superior del niño fue una consideración primordial, a pesar del
resultado. No basta con afirmar en términos generales que hubo otras consideraciones que pre-
valecieron frente al interés superior del niño. Se deben detallar de forma explícita todas las con-
sideraciones relacionadas con el caso en cuestión y explicar los motivos por los que tuvieron más
peso en ese caso en particular. En la fundamentación también se debe explicar, de forma vero-
símil, el motivo por el que el interés superior del niño no era suficientemente importante como
para imponerse a otras razones. Es preciso tener en cuenta las circunstancias en que el interés
superior del niño debe ser la consideración primordial (Comité de los Derechos del Niño, OG nº
14/13, párr. 97).
No es menos relevante, a fin de dar cumplimiento a la exigencia de motivación, que los jue-
ces den cuenta de sus decisiones de un modo que permita al adolescente su cabal comprensión.
El lenguaje debe ser claro y preciso. Es fundamental que se efectúen las aclaraciones y explica-
ciones que resulten necesarias para que el adolescente sometido a proceso alcance una com-
prensión adecuada (art. 10, RPPJ). El Comité de los Derechos del Niño, al interpretar el art. 40.2
de la CDN, expresó que: “El niño deberá ser informado en unos términos que pueda compren-
der. Para ello puede requerirse que la información se presente en un idioma extranjero, pero
también una traducción de la jerga jurídica oficial que a menudo se usa en las imputaciones pe-
nales contra menores en un lenguaje que el niño pueda comprender” (Comité de los Derechos
del Niño, OG nº 10/07, “Los derechos del niño en la justicia de menores”, párr. 47).
Finalmente se contempla el caso de las sentencias dictadas por tribunales colegiados. Cabe
referir que en la Justicia Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad de Buenos Aires, el de-
bate y posterior dictado de la sentencia se encuentra a cargo de órganos jurisdiccionales uni-
personales, excepto en aquellos casos en que el delito atribuido se encuentre reprimido con
una pena superior a los tres años de prisión y el imputado tome la decisión de peticionar ser juz-
gado por un tribunal colegiado (art. 42, ley 7 Orgánica del Poder Judicial, conf. ley 4889). La sen-
tencia debe ser fundada y motivada, como también las opiniones de los jueces plasmadas en el
voto de cada uno de los que intervienen en su dictado. La conclusión del debate da comienzo a
la deliberación de los jueces que participaron en él. La confrontación de opiniones y el inter-
cambio de ideas durante la deliberación aseguran una decisión justa [conf. Navarro - Daray,
Código Procesal …, 5ª ed., t. 3, p.177]. La coincidencia total de opiniones permitirá la adhesión,
es decir que uno de los jueces se remita al voto de otro anterior, luego de la deliberación.
El principio de legalidad de la prueba establece que para que ésta se incorpore al proceso y
sea valorada, debe cumplir con los requisitos legales, es decir, que deben verificarse no solo las
formalidades establecidas en la ley procedimental, sino que además deben cumplirse algunas
exigencias de derecho sustancial. El cumplimiento de esos requisitos legales incide no sola-
mente en la validez sino también en la eficiencia de la prueba.
En este sentido cabe señalar, en primer lugar, que esta norma guarda íntima relación con el
art. 18 de la CN, en varios de sus fragmentos: “nadie está obligado a declarar contra sí mismo”,
1* Comentario al artículo 23 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
“el domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados”
y “quedan abolidos para siempre (…) toda especie de tormentos y azotes”.
En cuanto a los tratados internacionales con jerarquía constitucional, el art. 8º.3 de la
CADH establece que: “la confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción
de ninguna naturaleza”, mientras que el PIDCP en su art. 7º, indica que “nadie será sometido
a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” y el art. 14.3 dice que:
“Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a
las siguientes garantías mínimas: (…) g) A no ser obligada a declarar contra sí misma ni a con-
fesarse culpable”.
A su vez, la Constitución de la CABA también contempla estas cuestiones en su art. 13,
cuando reza: “La Ciudad garantiza la libertad de sus habitantes como parte de la inviolable
dignidad de las personas. Los funcionarios se atienen estrictamente a las siguientes reglas:
(…) 3. Rigen los principios de legalidad, determinación, inviolabilidad de la defensa en jui-
cio, juez designado por la ley antes del hecho de la causa, proporcionalidad, sistema acusato-
rio, doble instancia, inmediatez, publicidad e imparcialidad. Son nulos los actos que vulneren
garantías procesales y todas las pruebas que se hubieren obtenido como resultado de los mis-
mos (…) 8. El allanamiento de domicilio, las escuchas telefónicas, el secuestro de papeles y
correspondencia o información personal almacenada, sólo pueden ser ordenados por el juez
competente …”.
Asimismo, el Principio V, Debido proceso legal, de los Principios y Buenas Prácticas sobre la
protección de las personas privadas de la libertad en las Américas, adoptados por la CIDH,
durante el 131º período ordinario de sesiones, celebrado del 3 al 14 de marzo de 2008, indica
que: “Las personas privadas de libertad no deberán ser obligadas a declarar contra sí mismas,
ni a confesarse culpables. Las declaraciones obtenidas mediante tortura o tratos crueles, inhu-
manos o degradantes, no deberán ser admitidas como medios de prueba en un proceso, salvo
en el que se siga contra la persona o personas acusadas de haberlas cometido, y únicamente
como prueba de que tales declaraciones fueron obtenidas por dichos medios”.
Por su parte la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o De-
gradantes, que fue ratificada por la Argentina (ley 23.338), en su art. 15, establece que todo Es-
tado Parte se asegurará de que ninguna declaración que se demuestre que ha sido obtenida co-
mo resultado de tortura pueda ser invocada como prueba en ningún procedimiento. Aún más,
solo se admite en carácter de excepción la incorporación de una evidencia así conseguida para
habilitar su utilización en contra de la persona acusada de tortura como prueba de que se ha
formulado la declaración.
Ahora bien, los derechos y garantías reconocidos a los adultos rigen también para las per-
sonas menores de dieciocho años imputadas de un delito, que en razón de la situación de vul-
nerabilidad en la que se encuentran por su situación de individuos en desarrollo deben contar
con una protección especial de parte del Estado (art. 19, CADH).
En ese orden, la Convención sobre los Derechos del Niño, en el art. 37, dispone que: “Los
Estado Partes velarán por que: a) ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes …”. Asimismo, el art. 40 establece, a fin de promover el efec-
tivo goce de los derechos de los niños, que debe garantizarse en los Estados que a todo niño del
que se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse de haber infringido esas le-
yes, entre otras cosas, que no sea obligado a prestar testimonio o a declararse culpable y que
podrá interrogar o hacer que se interrogue a testigos de cargo y obtener la participación y el in-
terrogatorio de testigos de descargo en condiciones de igualdad.
En este sentido, la OG nº 10/07, sobre “Los derechos del niño en la justicia de menores” en
el título “Decisiones sin demora y con la participación de los padres (art. 40.2.b.IV)” en el § 56
expresa: “En armonía con lo establecido en el ap. g) del párr. 3º del art. 14 del Pacto, la Con-
vención dispone que no se obligará a un niño a prestar testimonio o a confesarse o declarar-
se culpable. Esto significa, en primer lugar —y desde luego— que la tortura, o el trato cruel,
inhumano o degradante para extraer una admisión o una confesión constituye una grave vio-
lación de los derechos del niño (art. 37.a de la CDN) y totalmente inaceptable. Ninguna admi-
sión o confesión de ese tipo podrá ser invocada como prueba (art. 15, Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes)”. Continúa en el § 57: “Hay
muchos otros medios menos violentos de obligar o inducir al niño a una confesión o a un tes-
timonio autoinculpatorio. El término ‘obligado’ debe interpretarse de manera amplia y no
limitarlo a la fuerza física u otra vulneración clara de los derechos humanos. La edad o el gra-
do de desarrollo del niño, la duración del interrogatorio, la falta de comprensión por parte
del niño, el temor a consecuencias desconocidas o a una presunta posibilidad de prisión pue-
den inducirle a confesar lo que no es cierto. Esa actitud puede ser aun más probable si se le
promete una recompensa como ‘podrás irte a casa en cuanto nos digas la verdad’, o cuando
se le prometen sanciones más leves o la puesta en libertad”. Finalmente el § 58 dispone: “El
niño sometido a interrogatorio debe tener acceso a un representante legal u otro represen-
tante apropiado y poder solicitar la presencia de sus padres. Deberá hacerse una investigación
independiente de los métodos de interrogatorio empleados para velar por que los testimo-
nios sean voluntarios y no resultado de la coacción, teniendo en cuenta todas las circunstan-
cias, y que sea creíble. El tribunal u otro órgano judicial, al considerar el carácter voluntario y
la fiabilidad de una admisión o confesión hecha por un niño, deberá tener en cuenta la edad
de este, el tiempo que ha durado la detención y el interrogatorio y la presencia de un aboga-
do u otro asesor jurídico, los padres, o representantes independientes del niño. Los policías y
otros agentes encargados de la investigación deberán haber sido entrenados para no emple-
ar técnicas y prácticas de interrogatorio de las que se deriven confesiones o testimonios poco
creíbles y hechos bajo coacción”.
En torno a esta cuestión resulta evidente que los jóvenes se encuentran en un mayor estado
de vulnerabilidad con respecto a los adultos y resultan más influenciables. En este sentido, pue-
de ocurrir que se intente convencer a los niños, bajo el pretexto de lo que resulta mejor para
ellos, para que digan lo que ocurrió en alguna circunstancia específica. Esta situación le da sus-
tento a la inmediata intervención de los defensores penales juveniles y asesores tutelares, des-
de el inicio de la investigación.
Cabe señalar que tanto la “teoría de la exclusión de la prueba obtenida ilegalmente”, como
la “doctrina del fruto del árbol venenoso”, sus excepciones, y toda la doctrina y jurisprudencia que
se ha dictado al respecto, resultan de aplicación inmediata al régimen procesal penal juvenil.
Del mismo modo, debe tenerse especial consideración a la forma en que los policías actúan
en un momento inicial con los presuntos jóvenes imputados, para evitar que éstos puedan ser
engañados y se pueda ver afectada la garantía consagrada en este artículo (véase supra el
comentario del art. 14).
En cuanto a la forma de incorporación de la prueba al juicio, el dispositivo establece que de-
be hacerse del modo que autoriza la ley. En este sentido, dado que el Régimen Procesal Juvenil
no contiene una regulación expresa, se deberán aplicar las disposiciones del Código Procesal
Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tal como lo prevé el art. 2º del RPPJ. Es por ello
que debe estarse a lo prescripto en el Título III (prueba) del Código Procesal Penal de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, como así también a lo dispuesto en los arts. 206 a 211, 232 y 234 a
243 del CPPCABA. Del mismo modo, la Regla 7 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas
para la administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing) prevé que en todas las eta-
pas del proceso se respetarán garantías procesales básicas tales como el derecho a la confron-
tación con los testigos y a interrogarlos.
Por último, cabe destacar que el debido proceso legal implica la incorporación de derechos
procesales, tales como a no autoincriminarse (véase supra el comentario del art. 15).
Art. 24 *. — «Duda». En caso de duda, los/as Jueces/zas deciden siempre lo que sea
más favorable para el/la imputado/a, en cualquier instancia del proceso.
En el artículo se prevé que los casos de duda deben ser evaluada por los jueces del modo más
favorable al imputado en cualquier etapa del proceso. La regulación guarda similitud con la
consagrada por el art. 2º del CPPCABA, en el que se establece, con más claridad, que la duda a
la que se alude es aquella que se vincula con cómo habrían ocurrido los hechos objeto de la
imputación. Sin embargo, es evidente que la aquí comentada no podría tener un alcance dis-
tinto. El modo en que deben interpretarse las normas de forma (reguladoras de medidas de
coerción, de ejercicio de derechos y de imposición de sanciones procesales) ha sido previsto en
el art. 26 del RPPJ. En cuanto al método en que debe ser interpretado el derecho de fondo, nun-
ca podría haber sido objeto de regulación en este Código que es de forma. En síntesis, la duda,
que siempre debe ser interpretada a favor del imputado adolescente por mandato de esta pre-
visión legal, es la que se refiere a cómo habrían ocurrido los hechos objeto del proceso.
Por último, caben aquí las consideraciones efectuadas sobre el principio de inocencia (véa-
se supra el comentario del art. 13).
De conformidad con lo aquí establecido la sanción resulta ser ultima ratio y en torno a la
implementación prioritaria de estas soluciones y con el fin de coadyuvar al entendimiento de
la importancia de su aplicación en la resolución del conflicto de los niños y jóvenes en materia
penal, es necesario recordar algunos hitos en la evolución de la justicia especializada en la
materia.
Ello nos permitirá determinar que los procedimientos alternativos entrañan la necesidad de
generar en los jóvenes capacidad de empatía y de reflexión sobre los actos y sus consecuencias.
En este sentido parece fundamental trabajar, desde lo institucional y lo legal, con el afianza-
miento de la noción de responsabilidad en los jóvenes, desde que ello permite realizar su inte-
rés superior. Sin responsabilidad no es posible hablar de disfrute integral de los derechos pro-
pios de la infancia [cfr. González Ferrari, “Consolidar …”].
Así, debe privilegiarse el establecimiento de institutos que tiendan a prácticas que brinden
soluciones alternativas a la imposición de la pena en los conflictos con jóvenes imputados.
Recordemos entonces que fue en 1899 cuando el movimiento de “Los salvadores del niño”
(Chicago, EE.UU.) impulsó la necesidad de crear tribunales especializados, lo que trajo como
consecuencia el intento de establecer una justicia penal diferente para los jóvenes en conflicto
con la ley penal. El movimiento se extendió a Europa entre 1912 y 1931, oportunidad en la cual
se podían contabilizar alrededor de treinta países con tribunales específicos para menores de
edad, conforme surge de un estudio realizado por la Liga de las Naciones en 1931 [conf. Inno-
centi Digest 3, p. 10 y Martín López, La responsabilidad …, 2001, p. 97].
A su vez, a partir de la Convención sobre los Derechos del Niño y de la aplicación de su art.
40.3, para los Estados que han asumido el compromiso tras la firma se ha vuelto necesario dotar
a los sistemas judiciales de operadores capacitados en la problemática de los jóvenes en con-
flicto con la ley penal y de tribunales especiales dedicados a su juzgamiento.
Por su parte, cabe citar algunos precedentes de la jurisprudencia de los Estados Unidos de
América, que coadyuvaron al cambio de paradigma. Entre ellos, “Kent v. United States” (1966),
que consagra el derecho a ser oído por un tribunal penal juvenil; “Gault” (1967), que trata so-
bre la defensa en juicio y la proporcionalidad de la pena; “Winship” (1970), que determina la
aplicación del principio de inocencia y la necesidad de la certeza en la condena más allá de toda
duda razonable; “McKeiver v. Pennsylvania” (1971), donde se estableció la necesidad del juez
especializado y se dejó de lado al “jurado”; y “Breed v. Jones” (1975), que consagró el non bis
in idem en la materia.
— CARLA CAVALIERE —
461 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 25
En nuestro país, el tradicional modelo “tutelar” que consagraba la derogada ley 10.903, y
que entendía al joven como objeto de tutela de la ley, fue superado por el de la “protección in-
tegral”, asentado en la perspectiva del menor de edad como sujeto de derechos (leyes nacional
26.061 y local 114).
Así, con el avance hacia nuevas prácticas que permitan respuestas alternativas a la sanción
penal, aparecen los modelos de justicia restaurativa, entendida como la variedad de prácticas
que buscan responder al delito de un modo más constructivo que el establecido por el sistema
punitivo tradicional.
Bajo esta óptica, podríamos definir a la justicia restaurativa como “… una puesta cara a cara
de la víctima y de la comunidad afectada por un ilícito con los ofensores, en un proceso infor-
mal, no adversarial y voluntario, que se desarrolla en situaciones de seguridad y que normal-
mente provee el mejor modo de determinar las obligaciones restaurativas …” [Kemelmajer de
Carlucci, Justicia …, 2009, p. 111].
Con ello, la justicia restaurativa no versa solo sobre el delito, sino sobre la paz y el modo de
educar a los jóvenes de la forma menos punitiva y más decente posible, brindando a los afecta-
dos la posibilidad de dar a conocer su historia, sus consecuencias y sus necesidades. De ese mo-
do, se intenta restablecer los vínculos, siempre que nos encontremos dentro del marco de los
valores, que incluye la necesidad de curar las heridas.
Resulta menester aclarar que es necesaria la existencia de un mínimo consenso y que a dife-
rencia de la justicia retributiva, en la cual la vulneración a la ley y el castigo consecuente consti-
tuyen el eje central, la justicia restaurativa se centra en las consecuencias del acto, procurando
que en el encuentro con la víctima haya una reconciliación basada en la restitución del daño y
el perdón y busca también que se restituya el vínculo social procurando la reintegración del in-
fractor en la comunidad, lo que fortalece el sentimiento de seguridad quebrantado.
Es importante destacar que se busca la reparación de los lazos comunitarios entre la víctima,
el ofensor y la comunidad. Esto tiene en el derecho penal juvenil las siguientes ventajas:
a) Al joven le resulta más fácil, para entender las consecuencias de sus actos, aprender de
la aflicción de la víctima.
b) Se evita la estigmatización.
c) La reparación tiene efectos educativos y resocializadores; esto es clave para su educa-
ción como ciudadano por cuanto es considerado sujeto de derechos capaz de responder
por sus actos.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 26/27 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 462
En la presente disposición se establece que las normas que coarten la libertad personal, que
limiten el ejercicio de derechos de las partes o habiliten la imposición de sanciones procesales
deben interpretarse restrictivamente, es decir, que dentro del alcance semántico de los térmi-
nos utilizados por la ley, debe elegirse el que menor grado de restricción provoque a la libertad
ambulatoria y al ejercicio de derechos y el que más acote la posibilidad de imponer sanciones
procesales. En la última parte se prevé, en un sentido concordante, que la analogía sólo se en-
cuentra permitida cuando favorezca la libertad personal del menor de edad o el ejercicio de sus
derechos o facultades. El silencio y una interpretación sistemática del texto llevan a descartar
de plano que pudiera autorizarse el uso de la analogía para ampliar los supuestos que autori-
zan la imposición de sanciones procesales.
En los procesos seguidos en contra de adolescentes las medidas restrictivas de la libertad tie-
nen carácter excepcional, sólo pueden imponerse como último recurso y por el menor tiempo
posible. Esta previsión legal responde a lo estipulado por el art. 37, inc. b) de la CDN, en cuanto
a los requisitos de procedencia. En el comentario a los arts. 44 y 49 a 52 del RPPJ se avanzará en
el desarrollo de cuestiones vinculadas con las detenciones sin orden judicial en flagrancia y con
la prisión preventiva. Sin embargo, es necesario destacar aquí que el art. 81 del RPPJ establece
que por privación de la libertad debe entenderse “toda forma de detención o encarcelamien-
to, así como el internamiento en un establecimiento público o privado del que no se permita sa-
lir al niño, niña o adolescente, por su propia voluntad, por orden de cualquier autoridad judi-
cial”. La definición adoptada por el RPPJ se corresponde con la dada por la Regla 11.b de las Re-
glas de Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad o Reglas de La
Habana (adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90), que establece:
1* Comentario al artículo 28 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
ración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que establece en su art. XXV que
“todo individuo tiene también un tratamiento humano durante la privación de su libertad”, el
art. 10 del PIDCP, que señala que “toda persona privada de la libertad será tratada humana-
mente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano” y el art. 5º.2 de la CADH,
que establece que “nadie puede ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes. Toda persona privada de la libertad será tratada con el respeto debido a la dig-
nidad inherente al ser humano”. A ello se suma que la Convención sobre los Derechos del Niño
le reconoce el derecho a ser tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inhe-
rente a la persona humana y de manera que se tengan en cuenta sus necesidades. Del mismo
modo establece que todo niño privado de libertad debe estar separado de los adultos, a menos
que ello se considere contrario al interés superior del niño (art. 37.c, CDN).
§ 3. Posición de garante del Estado.— Cabe destacar que el Estado se encuentra en una
posición especial de garante respecto de las personas privadas de la libertad, en razón de que
las autoridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre ellas, sea que se trate
de adultos o de adolescentes. Esa relación especial de sujeción Estado-individuo privado de li-
bertad obliga al primero a asumir una serie de responsabilidades particulares y a tomar diver-
sas iniciativas especiales para garantizar a los internos las condiciones necesarias para desarro-
llar una vida digna y contribuir al goce efectivo de aquellos derechos que bajo ninguna cir-
cunstancia pueden restringirse por no ser una consecuencia ineludible de la privación de liber-
tad (art. 1º.1, CADH). Es inaceptable sostener que la privación de libertad despoja a la persona
de su titularidad respecto de todos los derechos humanos. La restricción de la libertad no pue-
de tener como consecuencia la limitación de derechos que no son consecuencia ineludible de
ella. La vida, la integridad personal, la libertad religiosa y el debido proceso son derechos que
deben ser efectivamente respetados y garantizados como los de cualquier persona [Corte IDH,
2/9/04, “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, párrs. 152 a 155].
En el caso particular de las personas menores de edad privadas de libertad, el Estado debe
asumir obligaciones complementarias en virtud del art. 19 de la CADH. La posición de garante,
en esos casos, se debe reflejar en un compromiso más fuerte por parte del Estado y en la imple-
mentación de políticas que atiendan al principio del interés superior del niño (art. 4º, CDN). En
virtud de ello, las condiciones de la privación de la libertad deben posibilitar la atención de un
modo satisfactorio de las necesidades especiales de las personas menores de edad a fin de ga-
rantizar el respeto de sus derechos humanos y libertades individuales, con miras a evitar los
efectos perjudiciales que trae aparejado el encierro y procurar su reinserción social. Teniendo
en cuenta el especial momento de la vida en el que se encuentran, en relación con su desarro-
llo físico, psicológico, mental y moral, las medidas que puedan implementarse repercutirán de
algún modo en su plan de vida. El Estado, en cumplimiento de su especial posición de garante,
debe adoptar las medidas positivas que sean necesarias para “fomentar y asegurar su sano de-
sarrollo y su dignidad, promover su sentido de responsabilidad e infundirles actitudes y cono-
cimientos que les ayude a desarrollar sus posibilidades como miembros de la sociedad” (Regla
12, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad o Re-
glas de La Habanna, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
Las personas menores de edad privadas de libertad deben estar separadas de los adultos, en
cumplimiento de lo señalado en los arts. 5º.5 de la CADH y 37.c de la CDN. Lo contrario podría
poner en peligro su seguridad y bienestar, además de comprometer sus posibilidades de rein-
tegración social. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la falta de se-
paración coadyuva al clima de inseguridad, tensión y violencia en los centros de privación de li-
bertad de las personas menores de edad (Corte IDH, 2/9/04, “Instituto de Reeducación del
Menor v. Paraguay”, párr. 169). La expresión “a menos que ello se considere contrario al interés
superior del niño”, prevista como excepción a la regla antes aludida, debe ser interpretada res-
trictivamente y teniendo en consideración que el interés superior del niño no es lo que resulte
más conveniente para el Estado. Este debe crear centros especialmente destinados al aloja-
miento de personas menores de edad, que se encuentren dotados de personal especializado y
en los que se apliquen políticas y prácticas especiales en favor de los adolescentes. Estos tienen
derecho a mantener contacto con su familia por medio de correspondencia y visita, y deben ser
alojados, en lo posible, en un centro cercano a la residencia de su familia.
El Comité de los Derechos del Niño señala los siguientes principios en relación con las condi-
ciones de la privación de la libertad de personas menores de edad: “a) el espacio físico debe res-
ponder a su finalidad, es decir, a su rehabilitación, para lo cual deberán considerarse sus nece-
sidades de intimidad, necesidad de asociarse con sus compañeros y de participar en actividades
deportivas, artísticas y de esparcimiento; b) derecho a la enseñanza que lo prepare para su
reinserción social y, en lo posible, a recibir formación para ejercer una profesión para un futu-
ro empleo; c) se deben fomentar contactos frecuentes de la persona menor de edad con la co-
munidad en general (familiares, amigos, etcétera); d) derecho a ser examinado a su ingreso en
la institución y a recibir atención médica adecuada durante su estancia; e) a que solo excep-
cionalmente se recurra al uso de coerción o de la fuerza (únicamente en casos de que represen-
te un peligro para sí o para terceros); f ) las medidas disciplinarias deben ser compatibles con el
respeto de la dignidad inherente del adolescente, prohibiéndose las que sean contrarias al art.
37 de la Convención, en especial los castigos corporales, la reclusión en celda oscura y las penas
de aislamiento o cualquier sanción que pueda poner en peligro la salud física, mental o el bie-
nestar del adolescente; g) deberán facultarse visitas de inspectores sin previo aviso y en las que
conversen en condiciones de confidencialidad con los menores, h) derecho a peticionar ante
las autoridades” —Comité de los Derechos del Niño, OG nº 10/07), “Los derechos del niño en la
justicia de menores”, párrs. 85, 87 y 88—.
De esos instrumentos pueden extraerse los siguientes principios que son aplicables al igual
que los antes señalados:
a) Los niños/as deben estar separados de los adultos a menos que pertenezcan a la misma
familia (Reglas 13.4 y 26.3, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administra-
ción de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing— y Regla 30, Reglas de las Naciones
Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asam-
blea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
b) Deben recibir cuidados, protección y toda la asistencia —social, educacional, profesio-
nal, psicológica y física— que requieran, considerándose su edad, sexo y características
individuales (Reglas 13.5 y 26.2, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Admi-
nistración de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing— y Regla 49 y ss., Reglas de las
Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por
la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
c) La pérdida de la libertad debe ser del menor grado posible, atendiendo a las diferencias
entre “distintos tipos de delincuentes, delitos y establecimientos penitenciarios”, siendo
preferibles los establecimientos abiertos a los cerrados y las instalaciones de tipo correc-
cional o educativo antes que carcelario (Regla 19, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas
para la Administración de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing— comentario).
d) En ningún caso la joven que se encuentre privada de la libertad podrá recibir menos cui-
dados, protección, asistencia, tratamiento y capacitación que el joven privado de la li-
bertad (Regla 26.4, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la
Justicia de Menores —Reglas de Beijing—).
e) Debe facilitarse el acceso de los padres o tutores (Regla 26.5, Reglas Mínimas de las Na-
ciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing— y
Regla 30, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de
Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
f ) Las personas menores de edad en espera de juicio deberán estar separadas de las decla-
radas culpables (Regla 17, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Meno-
res Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del
14/12/90).
g) Deben organizarse centros de detención abiertos para personas menores de edad y
con la población más escasa posible, de manera que el tratamiento pueda tener carác-
ter individual (Regla 30, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Meno-
res Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del
14/12/90).
h) Deben satisfacerse las exigencias de higiene y de la dignidad humana (Regla 31, Reglas
de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adopta-
das por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
j) Debe garantizarse el derecho a las actividades recreativas (Regla 47 de las Naciones Uni-
das para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea
General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
k) Deben utilizarse los medios posibles para que los adolescentes tengan una comunica-
ción adecuada con el exterior como parte de un tratamiento justo y humanitario y para
preparar su reinserción social (Regla 59, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección
de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº
45/113, del 14/12/90).
m) El personal no podrá portar ni usar armas (Regla 65, Reglas de las Naciones Unidas para
la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General
en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
o) El diseño y estructura del lugar deben reducir al mínimo el riesgo de incendio y garanti-
zar una evacuación segura (Regla 32, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección
de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº
45/113, del 14/12/90).
q) Debe garantizarse que tengan una alimentación adecuada en calidad y cantidad y agua
limpia y potable todo el tiempo (Regla 37, Reglas de las Naciones Unidas para la Protec-
ción de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res.
nº 45/113, del 14/12/90).
r) Se deberá facilitar el acceso a una biblioteca bien provista de libros y periódicos.
s) Las medidas disciplinarias deben ser compatibles con la dignidad inherente a la perso-
na menor de edad y no pueden constituir trato cruel, inhumano o degradante, incluidos
los castigos corporales y la reclusión en celda oscura (Reglas 66 y 67, Reglas de las Nacio-
nes Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la
Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
t) Pueden peticionar ante las autoridades (Regla 75, Reglas de las Naciones Unidas para la
Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en
su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
u) Se debe recurrir a servicios que ayuden a los adolescentes a reintegrarse a la sociedad
(Reglas 79 y 80, Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Priva-
dos de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su Res. nº 45/113, del 14/12/90).
La normativa internacional aplicable exige que la reacción estatal frente a los adolescentes
penalmente responsables respete la proporcionalidad y que entre distintas sanciones privati-
vas de libertad se opte por la más adecuada al principio de mínima intervención (Comisión Inte-
ramericana de Derechos Humanos, Relatoría sobre los Derechos de la Niñez, “Justicia Juvenil y
Derechos Humanos en las Américas”, OEA/Ser. L/V/II, Doc. 78, 13/7/11, Original Español, párrs.
350 y 351).
Asimismo, La Regla 5.1 de las Reglas de Beijing establece que: “… el sistema de justicia de
menores hará hincapié en el bienestar de éstos y garantizará que cualquier respuesta a los me-
nores delincuentes será en todo momento proporcionada a las circunstancias del delincuente
y del delito”.
En el mismo sentido, se ha dicho que “la respuesta que se dé al delito debe ser siempre pro-
porcionada, no sólo a las circunstancias y la gravedad del delito, sino también a la edad, la menor
culpabilidad, las circunstancias y las necesidades del menor (…) La aplicación de un método estric-
tamente punitivo no está en armonía con los principios básicos de la justicia enunciados en el párr.
1º del art. 40 de la Convención …” —Comité de los Derechos del Niño, OG nº 10/07, párr. 71—.
La Corte Interamericana ha señalado que “para la determinación de las consecuencias jurí-
dicas del delito cuando ha sido cometido por un niño, opera de manera relevante el principio
de proporcionalidad. Conforme a este principio debe existir un equilibrio entre la reacción pe-
nal y sus presupuestos, tanto en la individualización de la pena como en su aplicación judicial.
Por lo tanto, el principio de proporcionalidad implica que cualquier respuesta a los niños que
hayan cometido un ilícito penal será en todo momento ajustada a sus circunstancias como me-
nores de edad y al delito, privilegiando su reintegración a su familia y/o sociedad” [conf. Corte
IDH, 14/5/13, “Mendoza y otros v. Argentina”, párr. 151].
La ejecución de la pena privativa de libertad impuesta a una persona por un delito cometido
cuando era menor de edad penalmente responsable, por aplicación del principio de especiali-
dad y lo antes señalado, debe desarrollarse en condiciones sustancialmente distintas de las pre-
vistas para la comunidad penitenciaria adulta a fin de promover su reintegración a la sociedad.
La CIDH ha dicho que “condena el envío de personas menores de edad a centros de deten-
ción para adultos en cualquier situación, en tanto esta situación coloca a los niños en grave ries-
go de violaciones ulteriores a sus derechos. La Comisión considera que cuando los niños priva-
dos de libertad cumplen los dieciocho años debe llevarse a cabo una audiencia de revisión para
determinar si corresponde que el joven permanezca privado de su libertad o que sea liberado,
o si es posible conmutar la porción faltante de la sentencia privativa de la libertad por una sen-
tencia no privativa de la libertad. La Comisión recomienda que en dicha audiencia se evalúe la
posibilidad de someter al joven que ha alcanzado la mayoría de edad a un programa especiali-
zado, de tal forma que sus derechos no sean vulnerados al ser transferido a un centro de deten-
ción de adultos, pero tampoco se pongan en riesgo los derechos de los otros niños privados de
libertad si permanecen en el mismo establecimiento” (CIDH, Relatoría sobre los Derechos de la
Niñez, OEA/Ser. L/V/II, Doc. 78, 13/7/11, original: español, “Justica juvenil y derechos humanos
en las Américas”, párrs. 432 y 433).
El Comité de los Derechos del Niño ha señalado, en el comentario al art. 37, c) de la CDN, que
“esta norma no significa que un niño internado en un centro para menores deba ser traslada-
do a una institución para adultos inmediatamente después de cumplir los dieciocho años. De-
bería poder permanecer en el centro de menores si ello coincide con el interés superior del niño
y no atenta contra el interés superior de los niños de menor edad internados en el centro” —cfr.
OG nº 10/07, párr. 86—.
Los dispositivos especializados, en tanto cumplan con las normas internacionales del corpus
iuris —estructura y medio físico especiales; programas especiales, inclusive la libertad anticipa-
da y cursos especiales; tratamientos personalizados posibilitados por una población más redu-
cida; modalidad de abierto de algunos; enseñanza adaptada a las necesidades y capacidades de
cada interno; formación profesional; posibilidad de realizar trabajos remunerados; facilidades
para el acceso de familias y referentes; personal especializado; seguimiento de la evolución de
los internos; inspecciones regulares, etcétera—, tendrían las condiciones adecuadas para pro-
mover la reinserción social del joven condenado.
En esos lugares podrían beneficiarse, en caso de que así lo quisieran, con programas espe-
ciales o acciones positivas pensadas por el Estado con miras a su reinserción a la sociedad, la vida
familiar y la educación o el trabajo después de ser puestos en libertad, a las que no podrían acce-
der si fueran trasladados a un establecimiento penitenciario de adultos.
Por medio de la ley nacional 24.071 (BO, 20/4/92) se aprobó el Convenio 169 de la Organiza-
ción Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes.
En lo que aquí interesa, resultan de aplicación los siguientes artículos de la normativa men-
cionada:
Art. 3º. — 1. Los pueblos indígenas y tribales deberán gozar plenamente de los derechos humanos
y libertades fundamentales, sin obstáculos ni discriminación. Las disposiciones de este Convenio se
aplicarán sin discriminación a los hombres y mujeres de esos pueblos.
2. No deberá emplearse ninguna forma de fuerza o de coerción que viole los derechos humanos y
las libertades fundamentales de los pueblos interesados, incluidos los derechos contenidos en el
presente Convenio.
Art. 8º. — 1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados deberán tomarse debida-
mente en consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario.
2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones propias,
siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales definidos por el sistema
— CARLA CAVALIERE —
471 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 29
jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Siempre que sea
necesario, deberán establecerse procedimientos para solucionar los conflictos que puedan surgir en
la aplicación de este principio.
3. La aplicación de los párrs. 1º y 2º de este artículo no deberá impedir a los miembros de dichos pue-
blos ejercer los derechos reconocidos a todos los ciudadanos del país y asumir las obligaciones co-
rrespondientes.
Art. 9º. — 1. En la medida en que ello sea compatible con el sistema jurídico nacional y con los dere-
chos humanos internacionalmente reconocidos deberán respetarse los métodos a los que los pue-
blos interesados recurren tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos por sus miem-
bros.
2. Las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales deberán tener
en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia.
Art. 10. — 1. Cuando se impongan sanciones penales previstas por la Legislación general a miembros
de dichos pueblos deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales.
2. Deberá darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento.
Cabe señalar que ello se encuentra relacionado con lo establecido en el art. 34 de la Decla-
ración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada por la Asamblea
General el 13/9/97, que determina que: “Los pueblos indígenas tienen derecho a promover, de-
sarrollar y mantener sus estructuras institucionales y sus propias costumbres, espiritualidad,
tradiciones, procedimientos, prácticas y, cuando existan, costumbres o sistemas jurídicos, de
conformidad con las normas internacionales de derechos humanos …”.
Rige también para el caso lo postulado por el art. 40 de dicho instrumento: “… Los pueblos
indígenas tienen derecho a procedimientos equitativos y justos para el arreglo de controversias
con los Estados u otras partes, y a una pronta decisión sobre esas controversias, así como a una
reparación efectiva de toda lesión de sus derechos individuales y colectivos. En esas decisiones
se tendrán debidamente en consideración las costumbres, las tradiciones, las normas y los sis-
temas jurídicos de los pueblos indígenas interesados y las normas internacionales de derechos
humanos …”.
También vale poner de resalto que los sistemas judiciales indígenas han adquirido firmeza y
reconocimiento institucional en distintos países, como Estados Unidos, Canadá, México, Ecua-
dor y Colombia, en donde se articula con los sistemas judiciales nacionales, ya sea para conta-
bilizar su jurisprudencia o para facilitar el derecho a la apelación y la definición jurisdiccional
[cfr. Los derechos de los pueblos indígenas explicados para todos y todas, UNICEF Argentina,
2008, ps. 52 y 53].
Ahora bien, tanto la Declaración cuanto el Convenio, postulan que el ejercicio de esos dere-
chos debe hacerse conforme a los derechos humanos en general, concebidos desde el punto de
vista individual.
Por ende, en los procesos penales juveniles en los que se impute la comisión de un hecho a
un joven entre los dieciséis y los dieciocho años, que sea miembro de un pueblo originario, y en
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 29 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 472
tanto no se oponga a otra norma consagratoria de derechos humanos, deben tenerse en cuen-
ta sus costumbres y el derecho consuetudinario.
A la vez, tienen derecho a que se tomen en consideración los métodos a los que los pueblos
interesados recurren tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos por sus miem-
bros, así como privilegiar sanciones diversas a la privación de la libertad.
Sobre el punto, y más allá de distintas discusiones iusfilosóficas y antropológicas que ha des-
pertado el tema de la consagración de garantías como las que aquí se tratan [cfr. Bidart Cam-
pos, Los derechos …, LL, 1996-B-1205; y Tarducci, Abusos …, p. 7, entre otros], hay varios casos
en la jurisprudencia —al menos de hechos en los que se han imputado mayores de edad—, que
las receptan.
Así, se ha dicho que nos hallamos en ausencia de cualquier forma de culpabilidad penal en
virtud de encontrarse frustrado el normal proceso motivacional de la encartada, quien de
acuerdo con la tradición en la cual abreva, sus códigos culturales, y la percepción del mundo que
la circunda y su orden social, se ha encontrado llamada a responder del modo en que lo hizo,
priorizando así los bienes jurídicos que estimó trascendentes y llamados a proteger de modo
activo [JCC nº 2, Bariloche, Río Negro, 6/9/11, “Palma, Arturo y Ñancunao, Mirta”, expte. nº NS
4-10-224, elDial-AA6FFC 14/10/11].
Asimismo se ha sostenido que resulta imprescindible cuando ha de juzgarse a un integran-
te de nuestros pueblos originarios que se evalúe correctamente la incidencia de su idiosincrasia
en la imputación subjetiva que puede imputársele y expresamente señala el tribunal al respec-
to que cobra especial trascendencia, en tanto los arts. 75, inc. 17 de la CN y 15 de la Constitución
provincial, garantizan el respeto a la identidad de los pueblos indígenas, lo que supone que
cuando la responsabilidad penal de sus integrantes deba determinarse, aun provisoriamente,
sus particularidades sociales deben ser objeto de una ponderación concreta [CF Resistencia,
Chaco, 3/8/12, “Santillán, Agustín y otros”, expte. nº 49928, elDial-AA788B, 8/8/12].
Empero, han existido cuestionamientos a la aplicación de la prevalencia de las costumbres,
diciendo que: “… determinadas prácticas culturales tienen consecuencias graves sobre la salud
y la vida de las mujeres. Negar la posibilidad de cambios al respecto es no tener en cuenta que,
como afirma Segato (2004), el derecho moderno no solo entra en tensión con las diversas cul-
turas que habitan en el continente, sino también con las costumbres del propio Occidente, que
tuvo y tiene que modificar patrones socio-culturales de conducta. ‘En todos los contextos, la ley
se encuentra, o debería encontrarse, en tensión con la costumbre cuando cualquiera de los
dominios del sistema inquisitivo de estatus arraigado en la vida social de todos los pueblos es
puesto en cuestión —género, raza o religión, entre otros—’ …” [Tarducci, Abusos …, p. 13].
En el mismo sentido, a propósito del fallo de la Suprema Corte de la Provincia de Salta en el
caso de una niña del pueblo wichí, víctima de abuso por parte de la pareja de su madre, en el
que se declaró por mayoría la nulidad del procesamiento dispuesto contra un miembro de la co-
munidad wichí por cuanto se consideró que la resolución no se encontraba debidamente fun-
dada dado que no fueron analizadas la multiplicidad de datos acerca de la costumbres indíge-
nas, convalidatoria de las relaciones sexuales tempranas, cuando dichas particularidades debían
— CARLA CAVALIERE —
473 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 30
ser objeto de una ponderación concreta relacionada con las particularidades etno-culturales—,
de las que se desprendían la existencia del puntual contexto de convivencia del imputado y de
la víctima en un marco de costumbres ancestrales que resulta útil para apreciar una posible dis-
torsión de la comprensión de la conducta atribuida como injusto penal. Por el contrario, el voto
en disidencia que convalidó la medida procesal indicó, entre otros conceptos, que las costum-
bres o el derecho consuetudinario de la comunidad indígena debe ser confrontado con los blo-
ques de legalidad y constitucionalidad, ya que asiste a los pueblos indígenas el derecho a con-
servar sus costumbres e instituciones propias siempre que estas no sean incompatibles con los
derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos huma-
nos internacionalmente reconocidos [SC Salta, 29/9/06, “C/C. R., J. F.”, expte. nº 28526/06].
Frente a ello resulta conveniente insistir en el punto en el cual debe verificarse la falta de
colisión de estos derechos fundamentales de los pueblos originarios con otros derechos tam-
bién fundamentales consagrados.
En cuanto a criterios aplicables, en el Dictamen 85/07 del INADI (a propósito del caso al que
vengo haciendo referencia), se realizó un análisis detallado de la normativa vigente en mate-
ria indígena y el debate en torno a la compatibilidad entre los derechos humanos de sus inte-
grantes y el sistema normativo argentino, argumentando que “la Ley de Protección Integral de
los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, sienta como principio que cuando exista con-
flicto entre los derechos e intereses de los chicos frente a otros igualmente legítimos prevale-
cerán los primeros”.
TÍTULO III
JURISDICCIÓN
Art. 30 *. — «Juez penal juvenil. Competencia». El/la Juez/a Penal Juvenil conoce du-
rante la etapa de investigación de todas las infracciones tipificadas como delitos por
la legislación penal atribuidas a la persona que tenga entre dieciséis y dieciocho años
de edad no cumplidos; y en su juzgamiento, así como de los asuntos establecidos en
el Título XIII de este régimen.
En la norma se indica que los jueces penales juveniles deben intervenir en las distintas eta-
pas de los procesos seguidos por conductas tipificadas como delitos que sean endilgados a per-
sonas que hubieran cumplidos dieciséis años edad y no hubieran alcanzado los dieciocho años.
La lectura del artículo permite concluir, sin dificultad alguna, que los jueces especializados (arts.
5º.5. y 19, CADH; 40.3, CDN; Regla 2.3 de las Reglas de Beijing; Directriz 52 de las Directrices de
Riad) deberán controlar en carácter de jueces de garantías la investigación preparatoria que
lleven a cargo los fiscales penales juveniles, intervenir en la etapa de juzgamiento (realizando
los juicios de debate y cesura) y supervisar la ejecución de las condenas (conf. Título XIII de este
ordenamiento).
En cuanto a las pocas contravenciones que pudieran ser imputadas a personas menores de
dieciocho años de edad (por ejemplo las contravenciones de tránsito), debe referirse que el art.
6º de la Ley de Procedimiento Contravencional (ley 12) establece que respecto de aquellas cues-
tiones que no hayan sido allí previstas, entre las que se encuentra todo lo referido al enjuicia-
miento de adolescentes, debe aplicarse el ordenamiento procesal penal que se encuentre vi-
gente en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, esto es, el Código Procesal Penal
de la CABA (ley 2303). Ahora bien, por mandato del art. 2º del RPPJ (ley 2451), el CPPCABA resul-
ta aplicable a las causas penales seguidas en contra de adolescentes en todo aquello que no
haya sido expresamente modificado por el propio RPPJ, siempre que no sea contrario a lo esti-
pulado por la Ley de Protección Integral de Derecho de los Niños, Niñas y Adolescentes de la
CABA (ley 114). En esta instancia, corresponde referir que el derecho contravencional local, por
su naturaleza de derecho penal especial, resulta alcanzado por la expresión “causas penales” a
que alude el art. 2º del RPPJ. Estas razones de origen normativo, sumadas a las exigencias de
aplicación de procedimientos específicos emanadas de normas de raigambre constitucional
(arts. 5º.5. y 19, CADH; 40.3, CDN; Regla 2.3 de las Reglas de Beijing; Directriz 52 de las Directri-
ces de Riad) para juzgar a los adolescentes que se encuentren en conflicto con la ley penal (cate-
goría dentro de la cual cabe insistir corresponde incluir al derecho contravencional local por su
carácter de derecho penal especial), hacen que se encuentre fuera de toda duda que también
en orden a la sustanciación de procesos contravencionales seguidos en contra de adolescentes
debe estarse a lo regulado en el RPPJ en cuanto consagra un plus de derechos respecto de los
imputados mayores de edad.
17. Decretar la suspensión del proceso a prueba, en los supuestos previstos en la legis-
lación vigente.
18. Escuchar a la persona que tenga entre dieciséis y dieciocho años de edad no cumpli-
dos o a su familia toda vez que le sea solicitado.
19. Conducir las audiencias de juicio sobre la determinación de la responsabilidad penal
y de la pena.
10. Dictar sentencia motivada aplicando los criterios de responsabilidad, proporcionali-
dad y racionalidad en caso de aplicar sanción a la persona declarada penalmente res-
ponsable.
11. Enviar al organismo correspondiente las estadísticas mensuales.
12. Realizar las funciones que ésta y otras leyes le asignen.
lescente imputado/a y víctima, y las personas que tuvieren interés legítimo en presenciarlo”. Así
las cosas, todo parece indicar que los padres, tutores o responsables del niño víctima podrían
presenciar la audiencia de debate y a partir de ello entiendo que también podrían asistir al de-
sarrollo de las audiencias que se pudieren convocar en la etapa de investigación, al menos,
cuando así lo solicitaren.
b) Inciso 2º.— Este inciso afirma de modo categórico que en el marco de un proceso penal
sustanciado en contra de un adolescente a quien se atribuya carácter de autor o partícipe de un
delito, toda decisión que implique una restricción a derechos fundamentales (libertad física,
intimidad, inviolabilidad del domicilio, propiedad, etcétera) de un imputado adolescente debe
ser adoptada por el juez penal juvenil. Es necesario aclarar, sin embargo, que en el caso de las
detenciones en flagrancia de niños, la actividad del juez estará relacionada con su control y no
con su adopción (véase el comentario al art. 44, RPPJ). No obstante ello, como regla será el fis-
cal a cargo de la investigación quien de manera fundada deberá reclamar al juez penal juvenil
que adopte una decisión de ese tenor (véanse arts. 49 a 52, RPPJ). El fundamento de la solicitud
deberá sustentarse en pruebas que den cuenta de la concurrencia de mérito sustantivo (plena
existencia del hecho y probable carácter de autor o partícipe del adolescente) y de la necesidad,
idoneidad y proporcionalidad de la medida restrictiva de derechos fundamentales que fuera
requerida. En aquellos casos en los cuales el carácter sorpresivo de la ejecución sea necesario (di-
ligencia de allanamiento por ejemplo) la petición deberá ser resuelta inaudita parte y podrá ser
concretada por escrito dado que no habrá contradicción alguna (a desarrollar en una audien-
cia oral) que preceda a la toma de la decisión por el órgano jurisdiccional.
c) Inciso 3º.— El presente inciso debe considerarse en clara relación con el anterior, al que
todo indica pretende completar.
En este orden de ideas, parece conveniente precisar el concepto de medidas cautelares. A
esos fines, cabe citar la definición de Cabanella de Torres: “Las medidas cautelares no implican
una sentencia respecto de la existencia de un derecho, pero sí la adopción de medidas judicia-
les tendientes a hacer efectivo el derecho que eventualmente sea reconocido” [Cabanellas de
Torres, Diccionario …, 19ª ed., 2008, p. 241]. En el mismo orden, corresponde hacer notar que
parece poco probable que una medida cautelar tendiente a asegurar que la eventual decisión
final pueda ejecutarse (por ejemplo el dictado de una prisión preventiva para asegurar el cum-
plimiento de una eventual de condena de prisión efectiva), no implique a su vez la afectación
de un derecho fundamental del imputado adolescente, situación que ya fue tratada por el inci-
so anterior. Es por eso que el ordenamiento no realiza distinciones entre medidas cautelares y
medidas restrictivas de derechos fundamentales o de coerción (véase Título VII, arts. 49 a 52,
RPPJ). De todos modos, a la luz de lo establecido en este inciso y en el anterior, es claro que siem-
pre debe intervenir el juez para dictar, revocar o modificar la medida cautelar y o de coerción.
d) Inciso 4º.— Este inciso guarda una relación estrecha con el primero, al que no hace más
que precisar. De modo explícito indica que es función del juez especializado conocer en los inci-
dentes que la defensa, la asesoría tutelar o la querella interpongan, en relación con los actos de
investigación desplegados por la fiscalía penal juvenil.
e) Inciso 5º.— Establece que el juez penal juvenil tiene el deber de controlar que el fiscal
especializado cumpla con las garantías previstas en el mismo RPPJ durante el desarrollo de la in-
vestigación penal preparatoria. La mentada actividad de contralor debe ser entendida como
aquella que esencial y prioritariamente corresponde al juez penal juvenil durante esta primera
etapa del proceso. A la luz de ella, deben ser interpretadas las establecidas por los otros incisos
de este artículo. Es necesario recordar que las garantías aludidas son aquellas que refieren los
distintos artículos que integran el Título II, Principios y Garantías Procesales (arts. 8º a 29 inclu-
sive). Ante una situación de hecho (por ejemplo frente a una prolongación ilegal de una deten-
ción) advertida por el juez penal juvenil y desconocida por la defensa y la asesoría tutelar que
fuera violatoria de una de esas garantías, el órgano jurisdiccional debe actuar aun de oficio, es
decir, sin necesidad de aguardar reclamo alguno de parte. A la misma conclusión cabe arribar,
es decir, al deber de actuar de oficio del magistrado, frente a un supuesto de inacción de quie-
nes (defensoría y asesoría tutelar) deben reclamar por que se respeten los derechos del adoles-
cente imputado durante todo el desarrollo del proceso y muy especialmente durante la ins-
trucción.
f) Inciso 6º.— Dispone que es obligación del juez resolver las impugnaciones, nulidades y
otros cuestionamientos que sean planteados por la defensa, la asesoría tutelar y la querella res-
pecto de acciones cumplidas por el fiscal especializado en el marco de la investigación. Esta nor-
ma parece ahondar nuevamente en cuestiones ya tratadas por los incs. 1º y 4º. En todo caso, de-
be ser entendida como una ratificación de la obligación de los jueces de intervenir y resolver to-
das las objeciones que realicen las partes, respecto de la actividad desplegada por la fiscalía en
el ámbito de la investigación penal preparatoria.
g) Inciso 7º.— Este inciso refiere que corresponde al juez penal juvenil resolver, acorde a la
legislación vigente, sobre toda petición de suspensión del juicio a prueba que pueda ser incoa-
da. Es indudable que debe existir una petición del imputado adolescente, de su defensa o de la
asesoría, para que pueda avanzarse en la convocatoria de la audiencia oral pertinente y en el
tratamiento de la cuestión. En orden a esta temática, cabe remitirse al comentario que se reali-
zará a los arts. 76 y 77.
h) Inciso 8º.— Establece que el juez penal juvenil debe escuchar al adolescente o a sus fami-
liares cada vez que le sea requerido. La norma no precisa si se refiere al adolescente imputado
y su familia o al niño víctima y sus parientes o a ambos. El derecho a ser oído se encuentra pre-
visto en los arts. 17 de la ley 114 y 27 de la ley 26.061, reglamentarios del art. 12 de la CDN.
Ahora bien, en el caso en que tanto el imputado como la víctima fueran niños, una inter-
pretación de la norma en el marco del régimen específico que integra lleva a concluir que toda
entrevista del juez debería sujetarse a las exigencias del art. 20 de esta ley.
En el supuesto de que se tratara del imputado adolescente y que pretendiera declarar sobre
el hecho, debería estarse a la regulación prevista en los arts. 15 y 45, que exige algunos esfuer-
zos interpretativos y a cuyos comentarios cabe remitirse.
i) Inciso 9º.— Es también función del juez penal juvenil conducir las audiencias de juicio so-
bre la determinación de la responsabilidad penal (art. 78, RPPJ) y de la pena (art. 79, RPPJ). De
igual modo, debe señalarse que respecto de los delitos criminales cuya pena en abstracto supe-
re los tres años de prisión o reclusión, el imputado adolescente podrá optar por la conformación
de un tribunal colegiado que se constituirá con el juez asignado para la celebración del debate
y dos jueces sorteados de entre los juzgados restantes (véase art. 42, último párrafo, ley 7 Orgá-
nica del Poder Judicial —conf. texto del art. 1º de la ley 4889, BOCABA nº 4328, del 29/1/14—).
Este derecho, que ha sido previsto en principio para los imputados mayores, no puede ser nega-
do a los adolescentes. A todo evento, cabe recordar que los niños, sin perjuicio de los derechos
específicos que tienen en razón de su mayor vulnerabilidad por ser personas en desarrollo,
gozan de los mismos derechos que tienen los adultos en todo proceso (arts. 37 a 41, CDN) [conf.
Cevasco, Derecho …, 2009, p. 332]. En el artículo siguiente, como se verá, se precisa que el juez
penal juvenil que controló el desarrollo de la investigación penal preparatoria por parte del fis-
cal no podrá intervenir en la audiencia de juicio (art. 32, RPPJ).
j) Inciso 10.— El juez especializado deberá dictar sentencia motivada aplicando los criterios
de responsabilidad, proporcionalidad y racionalidad en caso de imponer sanción al adolescente
que previamente haya sido declarado responsable. En cuanto a la exigencia de motivación cabe
remitirse al comentario del art. 22 del RPPJ ya efectuado. En otro orden, debe señalarse que de-
berá practicarse un primer juicio de responsabilidad y un segundo juicio de cesura conforme a
esta legislación de forma y a la ley penal juvenil (art. 4º, ley 22.278 y sus modificatorias).
k) Inciso 11.— En relación con este inciso, cabe referir que mediante la Res. de Presidencia
nº 91/16, del 11/2/16, se aprobó la celebración del Convenio entre el Consejo de la Magistratu-
ra de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Corte Suprema de Justicia, para que en la CABA
se utilice el programa informático BGD (Base General de Datos de Niños, Niñas y Adolescentes
con Intervención Judicial), que es aplicado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Dicho
sistema no se encuentra operativo en el ámbito local hasta la fecha en que se escribe este tra-
bajo, razón por la cual el juez penal juvenil no puede cumplir con la exigencia del legislador de
“enviar al organismo correspondiente las estadísticas mensuales”. Sin embargo, se estarían
realizando gestiones tendientes a ponerlo en funcionamiento y se estaría trabajando en la de-
terminación de los indicadores sobre la base de los cuales deberían ser elaboradas las estadísti-
cas que permitieran al poder ejecutivo local el diseño de políticas públicas.
l) Inciso 12.— El juez especializado deberá también cumplir cualquier otra función no ex-
puesta en los incisos de este artículo pero que pudiera surgir de otra norma de esta ley 2451 o
de otra legislación que resultare aplicable.
Art. 32. — «Prohibición». El/la Juez/a Penal Juvenil que intervino en la etapa de in-
vestigación preparatoria no puede intervenir en la audiencia de juicio.
La norma no hace más que reiterar una prohibición que para asegurar la necesaria impar-
cialidad ya existe en relación con el enjuiciamiento de mayores y que por tanto aun de no haber
sido expresamente señalada debería respetarse dado que los adolescentes tienen los mismos
derechos que aquellos, sin perjuicio del plus de garantías que les corresponde por su mayor gra-
do de vulnerabilidad (conf. arts. 37, 40 y 41, CDN y 21, inc. 12 y 210, párr. 2º y 213, CPPCABA). De
todas formas, parecería que el propósito del legislador ha sido el de evitar que una posición
opuesta pudiera siquiera comenzar a considerarse.
Art. 33 *. — «Colaboración y auxilio». Para cumplir con los fines de la presente ley,
toda autoridad o funcionario está obligado a prestar colaboración y auxilio a los/as
Jueces/zas Penales Juveniles cuando éstos se lo requieran.
1* Comentario al artículo 33 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
Ahora bien, si el joven tuviera consigo la documentación que acreditare su edad no existi-
rán mayores problemas y se seguirán las vías correspondientes de acuerdo con las normas en
cada uno de los casos. Por el contrario, si esto no fuera así, el juez penal juvenil requerirá el auxi-
lio y la colaboración de autoridades y funcionarios, para que en el término de seis horas desde
la detención en flagrancia del presunto joven sea posible verificar su edad, se lo identifique y se
recaben sus antecedentes penales.
A partir de aquí se inicia un procedimiento que debe cumplirse en un plazo muy acotado
(seis horas). En primer lugar, será necesaria la colaboración y el auxilio del personal policial que
detiene a un imputado presuntamente menor de edad en situación de flagrancia, sin docu-
mentación que acredite su edad. Estos funcionarios, en ese momento, además de tener que
cumplir con específicos recaudos o cuidados que hacen a su función y considerando que se
encuentran frente a una persona detenida presuntamente menor de dieciocho años de edad
(arts. 112, CPPCABA y Regla 10.3 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la adminis-
tración de la justicia de menores - Reglas de Beijing), deben inmediatamente trasladarlo al Cen-
tro de Identificación y Alojamiento Provisorio de Niños, Niñas y Adolescentes, que administra
el GCBA.
Una vez allí, también será necesaria la colaboración y el auxilio del personal de este centro
de identificación y alojamiento provisorio, donde deberán extraerse al adolescente las fichas
dactilares.
Luego de esto se procederá a cumplir con la diligencia identificatoria y de averiguación de
antecedentes penales (capturas/condenas) y el juez penal juvenil requerirá el auxilio y la cola-
boración del Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal y de la División Delitos
contra Menores dependiente de la Policía Federal Argentina (ex comisaría del menor), para
finalmente disponer sobre la libertad del imputado, antes de ello, siempre dentro del plazo de
seis horas ya indicado, el fiscal podrá, si así lo estimare pertinente, proceder a intimarlo del
hecho.
Por otra parte, la persona detenida deberá ser evaluada por un médico legista a fin de acre-
ditar si presenta o no lesiones visibles (ver Res. nº 293/SSJUS/16 del Subsecretario de Justicia, del
16/8/16, que aprueba el Anexo I “Manual operativo obligatorio para el personal médico asig-
nado al centro de identificación y alojamiento provisorio de niños, niñas y adolescentes”).
A su vez, el juez penal juvenil puede solicitar la intervención de un médico de la Dirección de
Medicina Forense dependiente del Consejo de la Magistratura de la CABA a fin de que realice
las pericias necesarias para establecer la edad de la persona detenida en caso de que no hubie-
ra sido posible acreditarla por otro medio (al respecto véase el comentario al art. 44 RPPJ).
Del mismo modo, el juez penal juvenil deberá requerir el auxilio y colaboración de las auto-
ridades y funcionarios del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Este orga-
nismo especializado en infancia tiene como finalidad promover, proteger y garantizar los dere-
chos de todas las niñas, niños y adolescentes. La intervención del Consejo de los Derechos de
Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, permitirá que aquél niño
que se encuentre en una situación de extrema vulnerabilidad reciba el tratamiento que corres-
ponda a cada caso particular, a los fines de la efectivización de sus derechos económicos, socia-
les y culturales (ver en igual sentido el art. 85, ley 5688/16).
Ya se ha explicado en los párrafos precedentes la colaboración que se requiere de diferen-
tes dependencias en los casos de presuntos jóvenes detenidos en flagrancia.
b) Ahora bien, también puede ocurrir que una causa seguida a una persona presuntamen-
te menor de dieciocho años de edad se inicie por una denuncia ante la policía o dependencias
del Ministerio Público Fiscal, es decir sin que se dé una situación de flagrancia. En estos casos,
cuando no se sabe con exactitud la edad del joven, el juez penal juvenil puede requerir el auxi-
lio o colaboración al Registro Nacional de las Personas, a los fines de que informen sus datos
filiatorios o para que remitan copias certificadas de su partida de nacimiento.
c) En la práctica también puede ocurrir que las partes (Asesoría Tutelar, Defensorías Oficia-
les o Fiscalías) soliciten a diferentes dependencias y especialistas colaboración o auxilio para dar
fundamento a distintas peticiones que efectúen: realización de informes socio-ambientales,
peritajes con asistentes sociales, psicólogos o psicopedagogos, etcétera.
d) El juez penal juvenil podrá solicitar el auxilio y la colaboración a los equipos interdisci-
plinarios a los fines de tenerlos en cuenta al momento de realizar el juicio de cesura (art. 79, Jui-
cio de Cesura). Este juicio tiene lugar con posterioridad del juicio de responsabilidad y de que la
persona declarada penalmente responsable hubiera alcanzado los dieciocho años de edad. En
esa oportunidad el juez penal juvenil se pronunciará sobre la necesidad o no de imposición de
una pena, para lo cual deberá considerar especialmente la situación personal del joven y sus ca-
racterísticas individuales. Recién en esta audiencia, nunca antes, el juez contará con un informe
completo, previamente elaborado por una agencia estatal sobre la personalidad, el entorno,
educación y demás características del joven, como así también información precisa acerca de
sus antecedentes criminales.
TÍTULO IV
SUJETOS PROCESALES Y DEMÁS INTERVINIENTES
Art. 34 *. — «Imputado». Es toda persona que tenga entre dieciséis y dieciocho años
de edad no cumplidos a quien se le atribuye la comisión o participación en una acción
tipificada como delito en la ley.
1* Comentario a los artículos 34 y 35 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la
De la letra de la ley surge con claridad la franja etaria dentro de la cual, actualmente, está
permitido aplicar poder punitivo a personas menores de edad conforme el Régimen Penal de
la Minoridad (art. 1º, ley 22.278).
No pueden ser perseguidos penalmente los adolescentes de hasta dieciséis años de edad.
Los que alcanzaron esa edad sólo podrán serlo respecto de delitos reprimidos con pena de pri-
sión superior a los dos años. Los niños que no alcancen la edad mínima de punibilidad no pue-
den ser sometidos a la justicia penal juvenil. En esos casos, no está permitido a la fiscalía avan-
zar en la investigación de los delitos y el órgano jurisdiccional debe proceder al archivo inmedia-
to del procedimiento (arts. 4º y 12 y la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño, párr. 31).
§ 3. Conducta típica.— Por otra parte, es imprescindible que se le atribuya una conducta
calificada como delito. No puede sujetarse al sistema de justicia juvenil a adolescentes por el
solo hecho de estar experimentando problemas sociales o económicos, dado que no sería acor-
de con un fin legítimo ni objetivo ni razonable (Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos Huma-
nos del Niño. OC nº 17/02, del 28/8/02, Serie A, nº 17, 2002, p. 21).
Los niños que requieran de medidas de protección de derechos no pueden ser sometidos al
poder punitivo del Estado. La respuesta no puede ser punitiva para quienes “se encuentran en
situaciones de riesgo o peligro, por desvalimiento, abandono, miseria o enfermedad, y menos
aun la de aquellos otros que simplemente observan un comportamiento diferente del que
caracteriza a la mayoría, se apartan de los patrones de conducta generalmente aceptados, pre-
sentan conflictos de adaptación al medio familiar, escolar o social, en general, o se marginan de
los usos y valores de la sociedad de la que forman parte. El concepto de delincuencia infantil o
juvenil sólo puede aplicarse a quienes (…) incurren en conductas típicas, no así a quienes se
encuentran en los otros supuestos” (Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos Humanos del
Niño. OC nº 17/02 de 28/8/02, Serie A, nº 17, párr. 110).
En definitiva, la sujeción al sistema penal juvenil dependerá de que el adolescente incurra
en una conducta que se encuentre tipificada y sancionada con una pena.
de proteger sus derechos. Los derechos civiles y sociales insatisfechos requieren de políticas pú-
blicas eficientes, no de un sistema de justicia juvenil. En ese mismo sentido, cabe señalar que los
adolescentes sujetos a la justicia penal juvenil deben ser tratados de acuerdo con las disposicio-
nes del art. 40 de la CDN. El párr. 2º de la norma antes citada contiene una lista de derechos y ga-
rantías que tienen por objeto garantizarles un trato justo y que sean sometidos a un juicio im-
parcial, que en su mayoría se encuentran reconocidos en el art. 14 del PIDCP. En el ap. a) del pto.
2º del art. 40 de la CDN se reconoce el derecho a que nadie sea declarado culpable de haber co-
metido un delito por actos u omisiones que en el momento de cometerse no eran delictivos se-
gún las leyes nacionales o internacionales. En el ap. b) de la misma disposición se dispone que
debe garantizarse, por lo menos, lo siguiente: a) que se lo presuma inocente (art. 40.2.b.I); b)
la información sin demora y directa de los cargos y la asistencia jurídica u otra apropiada (art.
40.2.b.II); c) decisiones sin demora y con la participación de los padres, por un órgano judicial
competente, imparcial e independiente (art. 40.2.b.III); d) el derecho a una participación efec-
tiva en los procedimientos, a la presencia y examen de testigos y a no ser obligado a declarar ni
a confesar (art. 40.2.b.IV); e) el derecho a la apelación (art. 40.2.b.V); f ) el derecho a la asis-
tencia gratuita de un intérprete (art. 40.2.b.VI); g) el pleno respeto de la vida privada (arts. 16
y 40.2.b.VII); h) el derecho a ser escuchado (art. 12) —véase Comité de los Derechos del Niño,
OG nº 10/07, párrs. 36 a 63—.
A esos derechos y garantías procesales especiales que se aplican a los adolescentes, por la
situación especial en la que se encuentran, se suman otros que se le reconocen, al igual que a
los adultos, en cuanto son personas, y que se encuentran previstos en los siguientes tratados
que integran el bloque federal de constitucionalidad: el Pacto Internacional de Derechos Civi-
les y Políticos (arts. 10.2, 14.1, 14.2, 14.3, 14.5, 14.6, 14.7, 15.1 y 15.2); la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre (art. XXVI); la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (arts. 5º.5, 8º.1, 8º.2, 8º.3 y 9º) y la Declaración Universal de Derechos Humanos (art.
11.1 y 11.2).
La ley 26.061, que también integra el corpus iuris de la infancia, establece en el art. 27 una
serie de garantías procesales mínimas que deben aplicarse en los procedimientos seguidos a
personas menores de dieciocho años de edad. En igual sentido, cabe atender a lo previsto por
la ley local 114, en los arts. 11 y 17.
El art. 8º del Régimen Procesal Penal Juvenil constituye la reglamentación de las garantías
constitucionales antes referidas.
Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores
(Reglas de Beijing), que entre nosotros tienen fuerza normativa (arts. 8º, párr. 2º, RPPJ y 12, ley
114), establecen que: “en todas las etapas del proceso se respetarán garantías procesales bási-
cas tales como la presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de las acusaciones, el
derecho a no responder, el derecho al asesoramiento, el derecho a la presencia de los padres o
tutores, el derecho a la confrontación con los testigos y a interrogar a éstos y el derecho de ape-
lación ante una autoridad superior” (Regla 7.1); “Para evitar que la publicidad indebida o el
proceso de difamación perjudiquen a los menores, se respetará en todas las etapas el derecho
de los menores a la intimidad” (Regla 8.1); “tendrá derecho a hacerse representar por un ase-
sor jurídico durante todo el proceso o a solicitar asistencia jurídica gratuita”; “todos los casos se
tramitarán desde el comienzo de manera expedita y sin demoras innecesarias” (Regla 20) y que
“los registros (…) serán de carácter estrictamente confidencial” (Regla 21.1).
La Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de Menores Privados de la Libertad, que
también poseen fuerza normativa, disponen que las personas menores de edad, detenidas o en
espera de juicio, son inocentes y deben ser tratadas como tales; que la privación de la libertad
antes del juicio debe limitarse a casos excepcionales y cuando ocurra debe atribuirse máxima
prioridad a la más rápida tramitación posible de esos casos a fin de que la detención sea lo más
breve posible y que los menores detenidos a la espera de juicio deben estar separados de los
declarados culpables (Regla 17).
Se habilita el acceso a la causa a los padres, tutores o responsables de las personas sujetas al
sistema procesal penal juvenil.
Ello guarda relación con el reconocimiento al imputado/a del derecho a que sus padres o re-
presentantes participen en el proceso (art. 40.2.b.III, CDN). La Convención establece que la per-
sona menor de edad debe ser informada sin demora y directamente o, cuando sea procedente,
por intermedio de sus padres o representantes legales, de los cargos que existen en su contra
(art. 40.2.b.II, CDN).
El Comité de los Derechos del Niño entendió que dicha participación suele contribuir a que
se dé una respuesta eficaz a la infracción de la legislación penal por el niño —Comité de los De-
rechos del Niño, OG nº 10/07, párr. 54—.
Es oportuno resaltar que se trata de un derecho reconocido al adolescente sometido a pro-
ceso, no a sus padres o responsables.
La autorización que establece la norma alcanza a los padres, tutores y personas que sin ser
representantes legales del adolescente imputado de un delito se encuentran permanente o
temporalmente encargadas de su cuidado, debiendo demostrarse esa situación. Esas personas
pueden participar en el proceso, salvo que el imputado solicite lo contrario. En atención a que
se trata de un derecho reconocido en favor del imputado, debe hacerse prevalecer su voluntad.
Si bien la norma no lo establece, puede pensarse que los jueces tienen la posibilidad de restrin-
gir, limitar o excluir la participación en el proceso de los padres o responsables del adolescente,
en caso de que existan motivos para presumir que su presencia podría ser perjudicial a su inte-
rés superior (art. 3º, CDN). Es importante aclarar que para adoptarse una decisión de ese tenor,
como otras que lo involucren, debe considerarse especialmente la opinión del adolescente, que
es fundamental en la determinación de su interés superior.
En relación con ese aspecto, la Regla 15.2 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para
la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), establece que “los padres o
tutores tendrán derecho a participar en las actuaciones y la autoridad competente podrá re-
querir su presencia en defensa del menor. No obstante, la autoridad competente podrá dene-
gar la participación si existen motivos para presumir que la exclusión es necesaria en defensa
del menor”.
Es preciso aclarar que la habilitación de la participación de los padres u otros representan-
tes del imputado no implica que se los reconozca como parte.
Tampoco puede entenderse que esté dentro de sus posibilidades actuar en defensa del
imputado o participar en el proceso de toma de decisiones (Comité de los Derechos del Niño,
OG nº 10/07, párr. 53). Una interpretación en ese sentido implicaría desconocer la capacidad
racional y la autonomía del adolescente sometido a proceso y suponer erróneamente que los
padres o responsables intervienen para suplir una incapacidad que no tienen. Entenderlo de
esa manera sería inadmisible a la luz del derecho internacional de los derechos humanos y de
las normas de derecho interno que reconocen a los niños/as como sujetos de derecho y no como
objeto de tutela. Por el contrario, la posibilidad de someter a la justicia penal juvenil a personas
menores de dieciocho años de edad, implica que se ha reconocido su capacidad como sujetos
del proceso y, en consecuencia, debe asegurarse su participación plena, garantizándoles el
derecho a que sus opiniones sean tomadas en cuenta en el proceso de toma de decisiones y a
participar en el proceso a fin de garantizar su derecho de defensa en juicio.
1* Comentario al artículo 36 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
que lo que surge de la Real Academia Española. En este sentido y tomando la definición que
más se acerca al derecho, allí se establece que víctima es la persona que padece daño por culpa
ajena o por causa fortuita o bien la persona que muere por culpa ajena o accidente fortuito
[Diccionario de la lengua española, Real Academia Española, rae.es./draeI/SrvltGUIBusUsual].
El autor refiere también que en la legislación argentina el concepto de víctima no se encuentra
expresamente previsto, no obstante lo cual dicho concepto puede constituirse a partir de la
redacción del art. 82 del CPPN, en el que, al regular la intervención del querellante en el proce-
so, se refiere concretamente “al particularmente ofendido por un delito”. Finalmente, Donna
señala que el Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación elaborado por la Comisión Ase-
sora para la Reforma de la Legislación Procesal Penal, sí brinda una definición de víctima en su
art. 85, al determinar que se entiende por tal “al ofendido directamente por el delito y, cuando
resultare la muerte de aquel, a su cónyuge, conviviente o pariente dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad, o último tutor, curador o guardador” [Donna, Las pala-
bras …, ps. 157 y 158].
Es conveniente precisar que dentro de la técnica del derecho penal no puede identificarse
el concepto de la víctima del delito con el de ofendido pues, si bien es cierto que en la mayoría
de los casos víctima y ofendido se reúnen en una sola persona, no sucede así en otros. Para esto
sirve de ejemplo el homicidio, delito en el cual la víctima se identifica con el sujeto privado de
la vida y el ofendido con sus familiares o aquellas personas que se encuentran en relación de
dependencia económica con él. Sin perjuicio de ello, entiendo que en la redacción del presen-
te artículo fue intención del legislador utilizar los términos víctima y persona directamente
ofendida como sinónimos.
A su vez, se debe contemplar que la Constitución Nacional a través del art. 75, inc. 22, ha
otorgado jerarquía constitucional a instrumentos internacionales que prevén la protección ju-
dicial de la víctima y su activa participación en el proceso penal (arts. 8º y 10, DUDH; 2º, inc. 2º y
14.1, PIDCP; XVIII, DADDH; 8º.1 y 25, CADH).
A mayor abundamiento, Marcelo Solimine indica que la tutela judicial efectiva juega un de-
cisivo rol de protección a la víctima. Al respecto, cita a Augusto Morello quien señala que el de-
recho a la tutela judicial efectiva tiene como contenido básico el de obtener de los órganos judi-
ciales una respuesta seria, plena, razonada, cabalmente motivada a las pretensiones plantea-
das, y no manifiestamente arbitraria ni irrazonable y explica que se configura como garantía de
que las pretensiones de las partes que intervienen en un proceso serán resueltas por los órga-
nos judiciales con criterios jurídicos razonables [Solimine - Pirozzo, Recursos …, 2008, ps. 30 y 31].
Por otra parte, entiendo que corresponde tener presente algunas decisiones de la Corte
IDH, que hacen alusión al rol de la víctima en el proceso penal. En este sentido, en el caso “Bula-
cio v. Argentina”, del 18/9/03, la CIDH ha dicho en relación a la regulación del derecho a ser oído
y a la tutela judicial efectiva en cabeza de la víctima, respecto del proceso penal seguido contra
los responsables del homicidio de Walter Bulacio, que los tribunales jurisdiccionales internos
actuaron con una indebida dilación. Específicamente, la CIDH ha dicho en los párrs. 114 y 115 lo
siguiente: “Esta manera de ejercer los medios que la ley pone al servicio de la defensa ha sido
tolerada y permitida por los órganos judiciales intervinientes, con olvido de que su función no
se agota en posibilitar un debido proceso que garantice la defensa en juicio, sino que debe ade-
más asegurar en tiempo razonable, el derecho de la víctima o sus familiares a saber la verdad de
lo sucedido y que se sancione a los eventuales responsables. El derecho a la tutela judicial efec-
tiva exige entonces a los jueces que dirijan el proceso de modo de evitar que dilaciones y entor-
pecimientos indebidos conduzcan a la impunidad, frustrando así la debida protección judicial
de los derechos humanos”. A su vez, en el párr. 121 la CIDH estableció: “Los familiares de la víc-
tima deberán tener pleno acceso y capacidad de actuar, en todas las etapas e instancias de
dichas investigaciones, de acuerdo con la ley interna y las normas de la Convención America-
na”. Del mismo modo se ha expedido la Corte IDH en el caso “Herrera Ulloa v. Costa Rica”, del
2/7/04, al no acotar el alcance de recurrir al imputado; en su párr. 158 refiere la posibilidad de
interponer un recurso para evitar que quede firme una decisión que fue adoptada con vicios y
errores que ocasionan un perjuicio indebido a los intereses de una persona.
A su vez, en torno a esta temática debe tenerse en cuenta la Declaración sobre los principios
fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Res. nº 40/34, del 29/11/85.
Continuando con el análisis del presente artículo, cabe señalar que el dispositivo establece
dos derechos reconocidos a la víctima o a la persona directamente ofendida: el derecho a que
no se revele su identidad ni la de su familia y el derecho a recibir asistencia médica, psicológica
o de otra índole. Si bien la norma únicamente hace referencia a dos derechos, entiendo que de
conformidad con el art. 2º del RPPJ se deben aplicar las disposiciones del Código Procesal Penal
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (arts. 37, 38 y 39, CPPCABA), dado que no modifican el
presente artículo ni restringen derecho alguno, sino que por el contrario se amplían, con excep-
ción de la facultad que tiene la víctima para requerir la revisión del archivo dispuesto por el fis-
cal penal juvenil. En este sentido, los derechos anunciados en el presente dispositivo solo pue-
den entenderse complementarios de los del CPPCABA. En consecuencia, la víctima tiene dere-
cho al buen trato, a ser informada, a cumplir los actos procesales en su residencia en caso de im-
pedimento, a la asistencia psicológica, médica, o de otra índole y a la reserva de identidad.
A esta altura, cabe señalar que a diferencia del art. 36 del RPPJ, el inc. f ) del art. 38 del CPP-
CABA establece que la víctima tendrá derecho a requerir la revisión del archivo dispuesto por
el/la fiscal, aun cuando no haya intervenido en el procedimiento como querellante, en los casos
previstos por este Código y a ser notificada de las resoluciones que pueda requerir su revisión.
Por su parte el art. 36 del RPPJ establece que en ningún caso la víctima podrá requerir la revisión
del archivo dispuesto por el/la fiscal penal juvenil. En relación a esta temática, cabe preguntar-
se cuál fue la intención del legislador al momento de acotar en el RPPJ el derecho de la víctima
a promover la revisión del archivo dispuesto por el fiscal. Todo parece indicar que el legislador
le quitó esta prerrogativa a la víctima, entendiendo que cuando los imputados son menores de
dieciocho años de edad gozan de un plus de derechos y resulta más acorde al cuerpo jurídico de
protección de la infancia (art. 19, CADH) limitar la posibilidad de reclamo por la víctima de revi-
sión del archivo dispuesto por el fiscal de primera instancia. Cevasco, por el contrario, entiende
1* Comentario al artículo 37 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
1* Comentario al artículo 38 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
sulta conveniente para la mejor solución del conflicto jurídico penal o para el futu-
ro del/la imputado/a.
c) Realizar las funciones que esta y otras leyes le asignen al Ministerio Público Fiscal.
a) Mediación (inc. a).— El fiscal al tener el ejercicio de la acción penal puede hacer uso de
los criterios de oportunidad que hacen a su rol. En este sentido, la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires ha implementado en la práctica diversos institutos que consagran una idea de justicia res-
taurativa. Una de ellas ha sido el instituto de la mediación regulado en el Título XVIII, Capítulo
I (véase infra los comentarios a los arts. 54 a 74).
b) Archivo (inc. b).— La facultad reconocida a los fiscales de disponer, en los supuestos con-
templados en el art. 199 del CPPCABA, la solución anticipada del proceso, es aplicable tanto a
los procesos seguidos a adultos como a adolescentes, como una manifestación del principio
acusatorio que rige en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, de conformidad con los arts. 13.3
de la CCABA y 120 de la CN.
De esta manera se amplían las facultades del Ministerio Público Fiscal, de desistir de conti-
nuar con el ejercicio de la acción, cuando la naturaleza del hecho no justifique la persecución o
cuando estime que es lo más conveniente para la mejor solución del conflicto o para el futuro
del imputado/a.
En este sentido, el Comité sobre los Derechos del Niño señaló: “Queda a la discreción de los
Estados Partes decidir la naturaleza y el contenido exactos de las medidas que deben adoptar-
se para tratar a los niños que tienen conflictos con la justicia sin recurrir a procedimientos judi-
ciales y adoptar las medidas legislativas y de otro tipo que sean precisas para su aplicación” (Co-
mité de los Derechos del Niño, OG nº 10/07, párr. 27).
En ese orden, el legislador porteño, en la disposición que se comenta, estableció distintos
modos de conclusión anticipada del proceso, a los que puede recurrir la fiscalía, como una de
las medidas especiales de protección que se derivan del art. 19 de la CADH, con la finalidad de
limitar el uso del sistema de justicia penal juvenil.
Se trata de criterios de oportunidad reglados y, por tanto, es el Ministerio Público Fiscal
quien decide aplicarlos o no. Sin embargo, no debe ser extraño a su actuación, la observancia
del principio de excepcionalidad del sistema penal juvenil, que debe ser considerado en el pro-
ceso de toma de decisiones sobre el ejercicio de la acción. A ello cabe agregar, que la objetivi-
dad que debe inspirar la actuación de los fiscales (art. 13, inc. 3º, CCABA) debe persuadirlos de
la necesidad de evitar la aplicación selectiva de estos mecanismos para no incurrir en discrimi-
naciones. Estas herramientas procesales permitirán a los fiscales no continuar con los procesos
penales seguidos a personas menores de edad y de esa manera disminuir los efectos negativos
(estigmatización) que provoca la justicia penal en los adolescentes.
En ese sentido, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha dicho que: “… la CIDH
exhorta a los Estados a superar los obstáculos para la aplicación de esta alternativa a la judicia-
lización para los procesos de justicia juvenil, asegurando que pueda ser aplicada para todos los
niños, incluso aquellos con antecedentes ante la justicia juvenil, así como también para una am-
plia gama de delitos e infracciones, aumentando al máximo posible las posibilidades de deses-
timación de los casos, siempre y cuando se garantice el debido proceso a través de los órganos
judiciales, teniendo en cuenta los derechos de las víctimas de las infracciones” (CIDH, Relatoría
sobre los Derechos de la Niñez, Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas, OEA/Ser.
L/V/II. Doc. 78, 13/7/11, original: español, párr. 232).
Así las cosas, cabe señalar que uno de los supuestos en los que el Ministerio Público Fiscal
puede disponer la solución del proceso penal juvenil es cuando las características del hecho no
justifican la persecución. Es el titular de la acción y, por tanto, quien puede desistir de continuar
con su ejercicio de la misma cuando entienda que no se justifica seguir con su prosecución (por
ejemplo, delitos de bagatela), priorizando de ese modo los casos en los que el conflicto penal
resulte más significativo.
De la misma manera, el fiscal puede disponer el archivo de las denuncias o actuaciones de pre-
vención, cuando las circunstancias del caso demuestren que es lo más conveniente para la solu-
ción del conflicto, en tanto no encuentra justificación la intervención del sistema penal juvenil.
El acusador público también se encuentra facultado a disponer el archivo de las actuaciones
cuando sea la mejor solución para el futuro del imputado.
En ese orden, cabe señalar que se admite expresamente, en el ámbito del derecho interna-
cional de los derechos humanos, la incidencia negativa del proceso penal en las personas meno-
res de edad.
Ello surge así del comentario a la Regla 1, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Ad-
ministración de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing—. Por su parte, la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos aludió al estado de vulnerabilidad del niño ante los procedimien-
tos judiciales, así como al impacto mayor que genera al niño el ser sometido a un juicio penal
(Corte IDH, 2/9/04, caso “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, Serie C, nº 112, párrs.
211 y 212). Asimismo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se ha referido también
al “impacto negativo de la justicia penal en los niños” (CIDH, Relatoría Sobre los Derechos de la
Niñez, “Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas”, OEA/Ser. L/V/II. Doc. 78, 13/7/11,
original: español, párr. 232).
En atención a lo antes expuesto, de sustraerse al adolescente del sistema de justicia penal ju-
venil, es decir de la acción de los mecanismos institucionales y, por tanto, de los procesos de eti-
quetamiento y criminalización, se contribuiría a evitar su marginación. Los fiscales están facul-
tados a disponer el archivo de las denuncias y de las actuaciones de prevención, y de esa mane-
ra eliminar los efectos negativos del ejercicio del poder punitivo sobre el destino del adoles-
cente, con miras a que desempeñe un papel constructivo en la sociedad.
No obstante, este modo de conclusión anticipada del proceso puede no resultar la mejor so-
lución para el futuro del adolescente, en aquellos casos en que por su mayor gravedad, la au-
sencia de una respuesta del Estado (de su administración de justicia) pueda habilitar la ven-
ganza privada de la parte ofendida sobre la persona del adolescente imputado. En dichos su-
puestos, resultaría necesaria la intervención estatal, tanto para proteger a la víctima del delito,
como al adolescente imputado que podría ser alcanzado por una reacción informal ante la fal-
ta de una respuesta adecuada por parte del Estado.
Sin embargo, esto último no puede ser interpretado en el sentido de que debe ceder el prin-
cipio de excepcionalidad del sistema penal juvenil, sino que las particularidades del caso demues-
tran que la desestimación del caso por el/la fiscal no es el mecanismo adecuado de conclusión del
proceso. Todo ello, sin perjuicio, de que pueda analizarse de modo independiente la eventual
aplicación de otros institutos (por ejemplo, suspensión del proceso a prueba o mediación).
c) Legales (inc. c).— Siguiendo en esto lo expuesto por Cevasco [Derecho …, ps. 338 y 339],
el Régimen Procesal Penal Juvenil no prevé de modo expreso todos los aspectos del proceso
penal que involucran a personas menores de dieciocho años de edad, es por ello, que en el aná-
lisis del presente artículo, debe tenerse en consideración la previsión del art. 2º del mismo cuer-
po legal que establece que ante esa situación deben aplicarse las normas del CPPCABA. A todo
evento, puede resultar de utilidad para quien litigue en el fuero, el conocimiento de los distin-
tos criterios generales de actuación que han sido emitidos en relación a los casos de niños y ado-
lescentes involucrados en procesos penales (Res. FG nº 382/10, “Convención sobre los Derechos
del Niño”; Res. FG nº 58/10, “Criterios para la utilización de la cámara Gesell”; Res. FG nº 1/09,
“Ministerio Público Tutelar —detención menores—”; y la Res. FG nº 54/02, “Consejo de los
Niños, Niñas y Adolescentes —detención menores—”).
1* Comentario a los artículos 39 y 40 elaborados por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la
Protección Integral de Derecho de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires
(arts. 2º, RPPJ y 10 y concs., CPPCABA).
También cabe analizar si una persona menor de edad víctima de un delito puede constituir-
se por su propio derecho como parte querellante en un proceso penal. Ello ha sido ampliamen-
te debatido en el ámbito nacional hasta que finalmente se consolidó la corriente jurispruden-
cial que acepta esa posibilidad. Se entendió que en esos casos debía primar el derecho a ser oído
del niño víctima sobre lo prescripto en el art. 82 del CPPN [Beloff - Deymonnaz - Freedman -
Herrera - Terragni, Convención …, 2012, ps. 109 y 110].
El art. 82 del CPPN establece que para ser querellante la persona particularmente ofendida
por un delito de acción pública debe tener capacidad conforme lo establecido en el Código Civil.
En el ámbito local no existe precepto alguno que condicione la posibilidad de la víctima de
constituirse en parte querellante a que tenga capacidad civil. El RPPJ establece que puede ser
querellante el “ofendido o víctima de un delito”, en tanto que el RPPJ, al cual se remite, señala
que pueden serlo las “personas físicas o jurídicas de derecho público o privado directamente
afectadas por un delito”.
El legislador local, en tanto no sujeta la posibilidad de constituirse como parte querellante
a que la persona ofendida tenga capacidad de derecho, parece haber atendido el estándar in-
ternacional que reconoce a la persona menor de edad el derecho a ser oído de un modo amplio,
que no se limita a la posibilidad de ser escuchado, y lo habilita, cuando su edad y desarrollo inte-
gral lo permitan, a defender sus intereses en sede penal. Por otra parte, en atención a la vulne-
rabilidad en la que se encuentran en razón de su edad, tienen derecho a una protección espe-
cial integral por parte del Estado (arts. 12, CDN; 19, CADH; 75, inc. 22, CN; y ley 26.061).
Art. 40. — «Asesor tutelar». Deberá intervenir en los procesos penales por delitos en
los cuales resulta imputado/a, víctima o testigo una persona menor de dieciocho
años de edad. Éste debe velar por el efectivo ejercicio de los derechos y garantías que
asisten a la persona menor de dieciocho años.
En el régimen legal de la Ciudad de Buenos Aires (ley 114 y RPPJ) no se prevén “medidas de
disposición” sobre el imputado que justifiquen que el asesor cumpla un rol “asistencial”. Es
más, medidas de esa naturaleza se encuentran prohibidas en el proceso penal y, por tanto, el
sentido de la intervención del asesor en el proceso penal juvenil no puede definirse sobre la ba-
se de los lineamientos de un sistema tutelar de la Ley de Patronato de la Infancia ya derogada.
El asesor tutelar no interviene en el proceso penal para suplir la supuesta incapacidad del ado-
lescente imputado de un delito, en tanto si éste se encuentra sujeto al sistema penal juvenil es
precisamente porque se reconoce su capacidad, es decir, se lo considera sujeto de derecho y no
objeto de tutela.
La jurisprudencia se ocupó de analizar si el Ministerio Público Tutelar posee legitimación pa-
ra intervenir, aún cuando no existan adolescentes imputados (art. 40, RPPJ), en los incidentes de
restitución de inmuebles relacionados con casos de usurpación (art. 335, CPPCABA), cuando en-
tre los ocupantes de esos inmuebles se encuentren personas menores de edad. Los tribunales
de alzada, rechazaron esa posibilidad, en los diversos precedentes [CAPCF, Sala I, 13/5/16, “P. D.,
E. A. s/Inf. art. 181, inc. 1º, CP”, causa nº 16964-02/14; ídem, 9/5/16, “N. N. s/Inf. art. 181, inc. 1º,
CP”, causa nº 888-01/16; ídem, 27/3/13, “N. N. Gendarmería Nacional 700 s/Inf. art. 181, inc. 1º,
CP”, causa nº 4699-03/13; ídem, 28/9/12, “Chivel, Juan”, causa nº 48186/11; ídem, 2/5/12, “R. M.
M. A. y otros”, causa nº 48439-02/09; en igual sentido se expidió la Sala II, 8/11/10, “Melgarejo,
Jesús María y otros”, causa nº 15782-01/10; e ídem, 22/5/13, “Fernández, Nelson”, causa nº
22104-01/12, entre otras y la Sala III, 26/10/15, “M. S., B. y otros”, causa nº 16213/14; e ídem,
11/9/09, “Paredes, Paula Soledad”, causa nº 18257-01/09]. En forma coincidente se pronunció el
TSJ CABA [12/7/10, “N. N. (Yerbal 2635)”, expte. nº 6895/09].
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha resuelto sobre la presente temática al desesti-
mar el recurso de hecho introducido por el Ministerio Público Tutelar local, a la par que enco-
mendó que en este tipo de casos “… los jueces de la causa pongan en conocimiento de las auto-
ridades competentes la situación de las niñas/os y/o adolescentes que pudieran verse afectados
en autos, a los fines del pertinente resguardo de sus derechos de rango constitucional …”
[CSJN, 1/8/13, “Escobar, Silvina y otros”, E. 213, XLVI, CSJN-Fallos, 336:916, consid. 3º, del voto
de la mayoría].
Una postura diferente y minoritaria fue expuesta por la doctora Alicia E. C. Ruiz [TSJ CABA,
12/7/10, “N. N. (Yerbal 2635)”, expte. nº 6895/09].
§ 3. Distinción entre la labor de la defensa y el asesor tutelar.— Tal como expresamos pre-
cedentemente la asesoría tutelar es un órgano especializado que contribuye con estrategias de
defensa que complementan la labor del defensor técnico, como un derecho adicional recono-
cido al adolescente imputado de delitos (arts. 1º, 31, incs. 4º y 6º y 40, RPPJ). En relación con la
diferencia de roles entre el asesor tutelar y el defensor especializado, cabe señalar que el pri-
mero complementa la labor del defensor técnico y contribuye con estrategias de defensa. Sin
embargo, frente a conflictos o estrategias distintas, debe hacerse prevalecer la del defensor,
que es el que refleja la voluntad del imputado.
§ 4. Cese de la actuación del asesor tutelar.— Definido el rol del asesor y teniendo en cuen-
ta que lo que determina la aplicación del sistema penal juvenil es la edad de la persona al mo-
mento del hecho, la situación del adolescente imputado de un delito que alcanza los dieciocho
años de edad durante el transcurso del proceso no podría derivar en el cese de la intervención
del asesor tutelar. Ello implicaría desconocer el derecho del imputado a la aplicación del régi-
men especial, pues se lo estaría privando de la intervención del actor especializado previsto co-
mo un plus de derechos.
En un sistema de tutela o algún otro que sustentara la intervención de la asesoría tutelar en la
supuesta incapacidad del adolescente sometido a proceso, podría entenderse que se condiciona-
ra la intervención del asesor tutelar a la minoría de edad, pero no en nuestro régimen procesal.
Del análisis del RPPJ surge que se aplica a las personas que tengan entre dieciséis y dieciocho
años de edad no cumplidos al momento del hecho (art. 1º, ley 2451) y que el asesor tutelar debe-
rá intervenir en esos procesos (art. 40, ley 2451).
En los procesos donde resulte imputada una persona que al momento del hecho no tenía
dieciocho años de edad cumplidos, deberá intervenir el asesor tutelar en los actos en los que se
encuentre prevista su intervención y en aquellos en los que podrían encontrarse comprometi-
dos los derechos de los adolescentes sometidos a proceso. En ausencia de precepto legal que es-
tablezca algo distinto, el asesor tutelar debería intervenir hasta la finalización del proceso.
En el art. 79 del RPPJ, cuando se determinan las formas del juicio de cesura, se contempla en
forma expresa la participación del asesora tutelar. El juicio de cesura sólo puede realizarse des-
pués de que el adolescente declarado penalmente responsable alcance los dieciocho años de
edad, no antes (art. 4º, ley 22.278). En esa audiencia, el órgano jurisdiccional, después de escu-
char a los distintos actores procesales (incluido el asesor), deberá tomar una decisión sobre la
necesidad de la imposición de pena o su eventual aplicación. El legislador porteño, al estable-
cer la necesaria intervención del asesor tutelar en el juicio de cesura admite su intervención has-
ta la finalización del proceso, independientemente de la edad que a esa altura tenga el impu-
tado. En definitiva, el alcance que el legislador dio al ámbito de aplicación del régimen proce-
sal (art. 1º, en concordancia con el derecho internacional) es el que debería persuadirnos de que
el asesor tutelar debe intervenir hasta la finalización del proceso.
Sin embargo, esa postura no ha sido la receptada por el Tribunal Superior de Justicia, que en-
tiende que el asesor tutelar debe cesar su intervención cuando el imputado alcance los diecio-
cho años de edad. En ese sentido, ha señalado que una vez adquirida la mayoría de edad por la
persona involucrada en el proceso, dado que en ese momento cesa la necesidad de velar por el
efectivo ejercicio de los derechos y garantías especiales que asisten a la persona menor duran-
te el proceso judicial, cesa también en esa oportunidad la participación de la Asesoría General
Tutelar [TSJ CABA, 27/4/11, “Romano, José Luis”, expte. nº 7287/10, del voto del doctor Lozano,
por la mayoría; ídem, 1/6/11, “Antelo, Daniela y otros”, expte. nº 7678/10, del voto del doctor
Lozano, por la mayoría].
Idéntica solución fue adoptada por la Cámara del fuero al declarar inadmisible el recurso de
apelación interpuesto por el asesor tutelar, en razón de que la imputada, menor de edad al mo-
mento en el que habría cometido el delito, alcanzó la mayoría de edad con anterioridad a la de-
cisión que motivó el libelo impugnaticio interpuesto por aquél, cesando, por ende, su inter-
vención [CAPCF, Sala III, 1/11/15, “F. F., R.”, causa nº 9895-01/15]. Por otra parte, se rechazó in li-
mine el recurso de apelación interpuesto por la asesora tutelar por falta de legitimación (art.
275, párr. 2º, CPPCABA) en razón de que una vez adquirida la mayoría de edad por la persona
involucrada en el proceso cesa la participación de la asesoría tutelar [CAPCF, Sala I, 28/5/13,
“Barrera, Brian Gastón”, causa nº 17010/121; en igual sentido, Sala II, 10/7/14, “Lontoyam”,
causa nº 21965-10/12, entre otras]. También se declaró inadmisible el recurso de inconstitucio-
nalidad interpuesto por la asesoría tutelar por haber alcanzado el imputado la mayoría de edad
[CAPCF, Sala II, 20/9/16, “N. N. s/Infr. art(s). 128 párr. 2º, CP”, causa nº 9463-11/13; e ídem,
21/12/15, “M., S. D.”, causa nº 1962-03/12; en concordancia, Sala III, 4/9/15, ”N. V., D. M.”, causa
nº 11504-04/14].
No obstante los fundamentos dados por el TSJ CABA sobre la intervención del asesor tute-
lar una vez adquirida la edad de dieciocho años de edad por el imputado [TSJ CABA, 27/4/11,
“Romano”, expte. nº 7287/10] la Cámara del fuero entendió que si no se haya acreditada dicha
circunstancia de manera concreta y fehaciente, ante la duda y prestando atención a la especial
contemplación que la normativa vigente le confiere a la persona antes de cumplir los dieciocho
años de edad, resulta prudente que el asesor tutelar prosiga en su intervención hasta que se cla-
rifique dicho extremo [CAPCF, Sala III, 3/11/14, “M., A. A. y otros”, causa nº 9453/13, del voto del
doctor Delgado con adhesión de la doctora Manes].
La intervención del Ministerio Público Tutelar, respecto de víctimas o testigos, debe cesar cuan-
do aquellas alcancen los dieciocho años de edad. En relación con las víctimas, se impone así dado
que al alcanzar esa edad encuentra fin la causa por la cual se velaba por sus derechos de una mane-
ra especial. Respecto de los testigos que cumplan dieciocho años durante el trámite del proceso,
la intervención del asesor tampoco encuentra justificación y sus respectivos testimonios no se reci-
birán bajo los recaudos especiales previstos para las personas menores de edad (art. 43, RPPJ).
En síntesis, la edad que determina la intervención de la asesoría en los casos de niños vícti-
mas o testigos es la que estos tienen al momento en que se requiera el dictamen (Res. AGT nº
201/13) o deba llevarse a cabo el acto procesal en cuestión.
TÍTULO V
DE LAS PERSONAS MENORES DE DIECIOCHO AÑOS
VÍCTIMAS O TESTIGOS DE DELITOS
Art. 41*. — «Derechos». En los procesos donde las personas menores de dieciocho
años de edad sean víctimas o testigos, los/as funcionarios/as judiciales y administra-
1* Comentario al artículo 41 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
tivos/as que intervengan deben tener en cuenta los principios del interés superior
del niño/a, todos los derechos consagrados en la presente ley y en las Directrices so-
bre la Justicia en Asuntos concernientes a los Niños Víctimas y Testigos de Delitos del
Consejo Económico y Social (E/2005/20).
§ 1. Introducción.— Los niños víctima tienen derecho a que se realice una investigación
seria que permita el castigo de los responsables. También a la recuperación física, psíquica y a la
reintegración social. Finalmente también tienen derecho a la protección de su intimidad (arts.
19, CADH y 39, CDN).
Teniendo en cuenta tales consideraciones, en el artículo bajo comentario se indica que en
los procesos donde personas menores de dieciocho años de edad sean víctimas o testigos, los
funcionarios judiciales se encuentran obligados a tener en cuenta los principios del interés su-
perior del niño, los derechos reconocidos en la presente ley y las Directrices sobre la justicia en
asuntos concernientes a los niños, niñas y adolescentes víctimas y testigos de delitos, aprobadas
por la Res. nº 2005/20 del Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Uni-
das, del 22/7/05.
§ 3. El interés superior del niño.— Se ha consignado que si bien deben salvaguardarse los
derechos de los imputados o condenados, todo niño tendrá derecho a que su interés superior
sea la consideración primordial, incluyendo el derecho a la protección (vida, supervivencia y
protección contra el sufrimiento, abuso o descuido físico, psicológico, mental y emocional) y al
desarrollo armonioso (crecer en un ambiente armonioso y nivel de vida adecuado para su desa-
rrollo físico, mental, espiritual, moral y social).
De igual modo, es necesario prestar atención a que se prevé el derecho a la participación co-
mo derecho a expresar libremente las opiniones propias, especialmente respecto de las deci-
siones que pudieran afectarlo en el marco de un proceso judicial y a que sus puntos de vista sean
tomados en consideración según, entre otras, cosas su madurez intelectual.
Resulta así que la consideración primordial del interés superior del niño y el derecho a la par-
ticipación con el alcance referido deberán ser ponderados para resolver las tensiones que se
presenten entre los derechos de un imputado a controlar de modo útil la prueba (arts. 14, párr.
3º, inc. e, PIDCP; y 8º, párr. 2, inc. f, CADH) y de un niño víctima, en orden a la oportunidad y mo-
do de adquisición del testimonio de éstos últimos (conf. pto. III del Anexo —principios—, párr.
8º, c y d de las Directrices).
§ 4. Derechos reconocidos durante el proceso.— Hay que tener presente que toda inje-
rencia en la vida privada del niño víctima o testigo deberá limitarse al mínimo necesario sin per-
juicio de que se respeten las formalidades que garanticen que el proceso alcance un resultado
justo (conf. pto. V del Anexo —derecho a un trato digno y comprensivo—, párr. 12 de las Direc-
trices).
De igual manera, se prevé que la edad no deberá ser un obstáculo para que el niño pueda
ejercer su derecho de participación en el proceso penal de modo pleno. La edad no impedirá
que se lo considere un testigo capaz ni será razón para restarle crédito a su exposición, siempre
que pueda prestar testimonio en forma inteligible y creíble (conf. pto. VI del Anexo —derecho
a la protección contra la discriminación—, párr. 18 de las Directrices).
Es igualmente consagrado de modo explícito el derecho del niño víctima o testigo y de sus
padres, tutores o representantes legales a ser informados desde el principio y durante todo el
desarrollo del proceso, entre otras cosas, de los procedimientos aplicables, de la importancia, la
manera y el momento en que será convocado el niño a prestar testimonio y del modo en que se
desarrollará el “interrogatorio” en cualquier etapa del proceso en que acontezca (conf. pto. VII
del Anexo —derecho a ser informado—, párr. 19 de las Directrices).
Los niños víctimas y testigos deberán tener acceso a la asistencia jurídica por parte de pro-
fesionales capacitados a esos fines (en nuestro ámbito tal función se encuentra a cargo de la
asesoría tutelar conforme surge del art. 40, RPPJ). Estos funcionarios deben adoptar medidas
que tiendan a que les resulte más fácil prestar su testimonio a través del acompañamiento por
ejemplo de familiares (conf. pto. IX del Anexo —derecho a una asistencia eficaz—, párr. 25, b,
de las Directrices).
Otro aspecto que ha sido previsto es el vinculado con la obligación de evitar que se divul-
guen los datos que permitan identificar al niño víctima o testigo. Por esa misma razón, deberá
hacerse retirar al público y a los medios de información de la sala de audiencias cuando declare
el niño víctima o testigo (conf. pto. X del Anexo —derecho a la intimidad—, párrs. 27 y 28 de las
Directrices). En el instrumento también se prevé que debe brindarse al niño certidumbre sobre
el proceso para que tenga ideas claras acerca de lo que puede esperar. Por otra parte, también
los juicios en que los niños son víctimas o testigos deben encontrar una pronta terminación
(conf. pto. XI del Anexo —derecho a ser protegido de sufrimientos durante el proceso de justi-
cia—, párr. 30, b y c de las Directrices). Del mismo modo, se establece en ese instrumento que de-
be limitarse el número de entrevistas, que debe evitarse todo contacto innecesario con el pro-
ceso de justicia, utilizando a esos fines, por ejemplo, grabaciones de video. A su vez, se indica
que el niño no debe ser interrogado por el imputado (no debe existir confrontación cara a cara)
siempre que ello sea compatible con el ordenamiento jurídico del Estado y el respeto al dere-
cho de defensa. Se consigna que de ser necesario los niños deben ser interrogados sin ser vistos
por el imputado en sala de entrevistas privadas. También se establece que deberán arbitrarse
medios como, por ejemplo, la participación de expertos en psicología, para procurar evitar que
puedan ser intimidados los niños al prestar su declaración (conf. pto. XI del Anexo —derecho a
ser la protegidos de sufrimientos durante el proceso de justicia—, párr. 31, a, b y c de las Direc-
trices).
Finalmente, se prevé la posibilidad de ordenar la prisión preventiva del acusado y la de im-
poner condiciones de libertad bajo fianza que veden todo contacto para garantizar la seguri-
dad del niño víctima o testigo. La habilitación de la prisión preventiva para garantizar la segu-
ridad del niño víctima o testigo, en lugar de la adopción de medidas de protección sobre el niño
(que no impliquen afectar la libertad ambulatoria del imputado) o de condicionar la libertad
del imputado a la prohibición de todo contacto con el niño víctima en los términos del art. 174,
inc. 4º del CPPCABA, sólo parecería procedente, a la luz de las normas constitucionales que pro-
tegen el derecho del imputado a permanecer en libertad durante el proceso, en la medida en
que sea el único modo de evitar el entorpecimiento del proceso, es decir, de impedir que el im-
putado intimide o dañe, de permanecer en libertad, al niño testigo para impedir o dificultar su
declaración en el debate (conf. pto. XII del Anexo —derecho a la seguridad—, párr. 34, c de las
Directrices).
En torno a esta temática, el profesor Daniel Pastor ha efectuado un análisis muy interesan-
te en un artículo en el que enumeró y explicó los pronunciamientos de la Corte IDH, como así
también la OC nº 17/02 “Condición jurídica y derechos humanos del niño”, del 28/8/02, desta-
cándose los casos: “Villagrán Morales y otros v. Guatemala”, del 19/11/99; “Bulacio v. Argenti-
na”, del 18/9/03; “Reggiardo Tolosa”, del 19/11/93; “Instituto de Reeducación del Menor v.
Paraguay”, del 2/9/04; “Molina Theissen v. Guatemala”, del 4/5/04; “Hermanos Gómez Paqui-
yauri v. Perú”, del 8/7/04; “Vargas Areco v. Paraguay”, del 26/9/06; “De los niños y adolescentes
privados de libertad en el Complexo do Tatuapé de Febem, respecto de la República Federati-
va del Brasil, solicitud de medidas previsionales”, del 17/11/05; “Hermanas Serrano Cruz v. El
Salvador”, del 1/3/05; “Servellón García y otros v. Honduras”, del 21/9/06. Luego del estudio de
los precedentes mencionados, el profesor Pastor indicó que si bien no existían actualmente
consideraciones precisas y detalladas respecto de los derechos reconocidos a los jóvenes vícti-
mas de delitos en el ámbito de la jurisprudencia del sistema interamericano, sí era posible extra-
er que en general cuando se trataba de menores de edad víctimas de hechos punibles se pro-
ducían graves violaciones de los derechos humanos. Que se había reconocido que los menores
de edad tenían todos los derechos que la CADH otorgaba a los adultos más un derecho parti-
cular que es el de contar con una protección especial debido a su condición de niños (art. 19,
CADH). Que el menor disponía de los derechos propios de toda persona al amparo de la CADH
de acceso a la justicia y a la tutela judicial , que se traducía en la necesidad de que los ordena-
mientos jurídicos locales dispusieran para ellos de recursos judiciales efectivos ante las instan-
cias nacionales competentes, lo cual incluia, según la jurisprudencia de la Corte IDH, el derecho
del menor víctima de un delito a ser oído y a ser parte en el proceso pues tiene derecho a ser suje-
to del enjuiciamiento y no sólo objeto (de prueba). Estos derechos procesales se complementa-
ban con su derecho a contar con una asistencia legal adecuada y asesoramiento psicológico.
Que también el menor tenía derecho a que se supiera la verdad de lo ocurrido y a que el proce-
so concluyera en un tiempo razonable. Finalmente, Pastor indicó que la Corte IDH no se había
enfrentado todavía a la situación del menor testigo que, en particular, si había sido víctima del
delito investigado debía declarar en el proceso respectivo, sin perjuicio de que se había dicho
que su declaración debía estar protegida por formas especiales. Que aquí se produciría un posi-
ble enfrentamiento entre la consideración del menor víctima como testigo “especial” y la regla
del art. 8º.2.f de la CADH que otorgaba a toda persona inculpada de un delito el derecho a inte-
rrogar ampliamente y sin trabas a los testigos y hacer comparecer como tales a quienes pudie-
ran esclarecer los hechos, sin distinguir si éstos fueran adultos o menores ni personas comunes
o especiales [Pastor, El estatuto …, ps. 231 a 268].
Art. 42 *. — «Criterios específicos». Con el fin de efectivizar los derechos de las per-
sonas menores de dieciocho años de edad víctimas y testigos de delitos en el desa-
rrollo del proceso, la autoridad judicial debe tener en cuenta los siguientes criterios:
a) A fin de determinar el interés de la persona menor de dieciocho años de edad
damnificada se escuchará en audiencia a aquel que esté en condiciones de for-
marse un juicio propio, garantizándole el derecho de expresar su opinión libre-
mente en todos los asuntos que lo afecten. Se tendrán debidamente en cuenta las
opiniones del niño, en función de su edad y su madurez.
b) Informar y orientar a las personas menores de dieciocho años, a sus padres, tuto-
res o responsables, sobre la finalidad de las diligencias procesales, el resultado de
las investigaciones, los derechos que les asisten, así como la forma en la cual pue-
den ejercerlos y a ser acompañados por persona de su confianza.
c) Cuando proceda, se deben tomar medidas para excluir al público y a los medios de
información de la sala de audiencia mientras el niño presta su testimonio.
d) Que no se revele su identidad ni la de sus familiares cuando implique un peligro
evidente o cuando así lo solicite.
el desarrollo de un proceso penal por las autoridades judiciales (fiscales, asesores y jueces), con
el objeto de asegurar a las personas menores de dieciocho años de edad víctimas o testigos, que
sus derechos se harán efectivos.
Al realizarse el comentario del artículo anterior, se indicó que las Directrices sobre la Justicia
en Asuntos concernientes a los Niños Víctimas y Testigos de Delitos del Consejo Económico y So-
cial (E/2005/20) tenían fuerza normativa, dado que habían sido incorporadas expresamente a
esta ley procesal local y específica.
Al avanzar seguidamente en el comentario de los distintos incisos podrá advertirse que se
ratifican y precisan derechos que ya aparecen contemplados en las mencionadas Directrices del
Consejo Económico y Social (2005/20):
a) Derecho a ser oído (inc. a).— Para determinar el interés del niño damnificado se lo escu-
chará en audiencia, siempre que esté en condiciones de formarse un juicio propio, y se le garan-
tizará el derecho de expresar libremente su opinión en relación con todos los asuntos que lo
afecten. A su vez, se precisa que sus opiniones deberán ser tenidas en cuenta en función de su
edad y madurez. La correspondencia de esta previsión legal con el derecho a la participación,
reconocido entre los principios a la luz de los cuales deben interpretarse las mencionadas direc-
trices (conf. pto. III del Anexo —principios—, párr. 8º, d de las Directrices) resulta evidente. Tam-
bién lo es el hecho de que configura una reglamentación del derecho a ser oído previsto igual-
mente en las Directrices (conf. pto. VIII del Anexo —derecho a ser oído y a expresar opiniones y
preocupaciones—, párr. 21 de las Directrices), de raigambre convencional y constitucional (arts.
75, inc. 22, CN; y 12, CDN).
c) Derecho a la intimidad (inc. c).— Se debe hacer retirar al público y a los medios de infor-
mación de la sala de audiencias, mientras preste su declaración el niño víctima o testigo. En defi-
nitiva, deberá practicarse tal medida cuando se exhiba la filmación que contenga la declaración
recibida en la instrucción mediante la modalidad denominada cámara Gesell o cuando en el de-
bate mismo esa diligencia se lleve a cabo y las partes y el juez observen el video que dé cuenta
de la declaración que se está produciendo en ese mismo instante en una sala contigua. En este
caso, nuevamente, se ha insistido en una cuestión ya prevista por las mencionadas Directrices
(conf. pto. X del Anexo —derecho a la intimidad—, párrs. 27 y 28 de las Directrices).
d) Derecho a la seguridad (inc. d).— No deberá revelarse la identidad de niño víctima o tes-
tigo ni la de sus familiares cuando ello implique un peligro evidente o cuando así sea solicitado
por ellos. Del mismo modo, debería evitarse la revelación del paradero del niño víctima o testi-
go y de sus familiares (conf. pto. XII del Anexo —derecho a la seguridad—, párr. 34, e de las Di-
rectrices).
Esta previsión legal encuentra sustento tanto en el derecho a la intimidad como en el dere-
cho a la seguridad, que aparecen expresamente previstos en las directrices (conf. ptos. X y XII
del Anexo —derecho a la intimidad y derechos a la seguridad—, párr. 21 de las Directrices).
§ 1. Modalidades para escuchar al niño testigo o víctima.— El RPPJ establece el modo en que
deben ser escuchados, en un proceso penal, las personas menores de dieciocho años de edad que
hayan resultado víctimas o testigos de la comisión de un delito. En lo sustancial determina:
a) La persona menor de dieciocho años deberá ser entrevistada por un psicólogo especia-
lista en niños y/o adolescentes, designado por el tribunal que haya ordenado la medida
y no podrá ser interrogado en forma directa por el tribunal o las partes.
zación del juez y a través del psicólogo, las preguntas que crea adecuadas (contra-examen o
contra-interrogatorio) a la persona menor de edad víctima o testigo.
La actividad del psicólogo tiende a traducir a un lenguaje sencillo, accesible a la edad del en-
trevistado, las inquietudes/preguntas de las partes, atenuando el impacto que pudieran pro-
ducir en el niño/adolescente. También deberá presentar luego un informe sobre los indicado-
res o pautas de verosimilitud o credibilidad apreciados en el testimonio.
ten sostener que la declaración puede ser recibida en cualquier etapa del proceso, de forma de
hacer efectivo el derecho a ser oído (art. 12, CDN).
La Cámara de Apelaciones del fuero local ha entendido que de acuerdo a lo establecido en
el Régimen Procesal Penal Juvenil, las Directrices sobre la Justicia en Asuntos concernientes a los
niños Víctimas y Testigos de Delitos del Consejo Económico y Social, la Convención de los Dere-
chos del Niño y los principios del interés superior del niño, resulta no solo procedente sino nece-
sario por ser un derecho de la víctima y del testigo menor de edad ser oído durante todo el pro-
ceso, y una forma de hacerlo es permitir que declare en audiencia aun en la etapa de investiga-
ción. La audiencia testimonial de las personas menores de dieciocho años debe ser controlada
y conducida por el juez, aun cuando el acto se lleve a cabo en la etapa de investigación del pro-
ceso. En la declaración de un niño o joven en la etapa de investigación del proceso resultan apli-
cables las disposiciones establecidas en el Título V del RPPJ y no las de las del CPPCABA que se
refieren a la prueba testimonial, pues el legislador local pretendió rodear dicho acto de mayo-
res garantías teniendo en cuenta la edad de la víctima o el testigo. En este punto, de acuerdo a
lo establecido legalmente, las personas menores de dieciocho años solo serán entrevistadas por
un profesional especializado —y no en forma directa por las partes, el acto deberá llevarse a ca-
bo en un gabinete acondicionado especialmente de acuerdo con su edad —la denominada cá-
mara Gesell— y las inquietudes que tengan las partes respecto de la declaración serán canali-
zadas por el profesional teniendo en cuenta las características del hecho y el estado anímico del
testigo. No obstante el carácter irreproducible de la medida, puede llevarse a cabo la misma
aun cuando el imputado no ha sido identificado, con la participación de la defensa [CAPCF, Sala
I, 22/4/09, “N. N. s/Inf. art. 149 bis, Amenazas CP”, causa nº 45903-01/09].
viste entidad suficiente para ser equiparada a definitiva la decisión de citar al niño víctima de
abuso deshonesto para recibirle una nueva declaración testimonial y someterlo a estudios peri-
ciales, ya que resulta irreparable el daño psicológico que podría sufrir como consecuencia de las
reiteradas convocatorias a testimoniar y la consiguiente lesión de los derechos que le asisten en
virtud de la Convención sobre los Derechos del Niño [CSJN, 27/6/02, “M. A. y otros”, CSJN-Fallos,
325:1549, www.csjn.gov.ar].
Un sector de la doctrina ha estimado que la denominada “cámara Gesell” constituye en rea-
lidad una medida de prueba de carácter complejo, que estaría constituida por una declaración
testimonial (la del menor) y por un informe pericial (el realizado por el psicólogo que efectuó
la entrevista) [Castro, “Cuando los niños …”, p. 187].
Para algunos autores, la defensa debería tener la posibilidad de ofrecer un perito de parte
(psicólogo), quien debería poder observar, junto al juez y a las partes, en la sala contigua, el de-
sarrollo de la audiencia. Este profesional podría ayudar a que se canalizaran adecuadamente las
inquietudes de la defensa y más tarde, sobre la base de la información así adquirida, podría pre-
sentar un informe sobre el grado de verosimilitud que asigna al relato del menor y sus razones.
Así se ha sostenido: “los planteos suscitados en torno a la violación al derecho de defensa se
verían reducidos al mínimo si tanto el imputado como la parte acusadora tuvieran la posibilidad
de proponer un profesional de su confianza (perito de parte) para que siga las alternativas del
acto junto con el resto de los sujetos procesales del juicio, dándoles de esta forma tanto al impu-
tado como a su defensor la posibilidad de que las preguntas e interrogantes que quieran plante-
ar al niño sean debidamente canalizadas por su intermedio, reduciéndose de este modo las posi-
bles arbitrariedades o liberalidades del profesional designado por el tribunal. Asimismo, en caso
de no compartir las apreciaciones y conclusiones formuladas en el informe… por el especialista
que llevó adelante la entrevista, el perito de parte tendría la posibilidad de presentar un escrito,
manifestando sus divergencias o perspectivas de modo tal de permitir al juez una valoración más
acabada de la declaración del niño” [cfr. nota al pie nº 57 de Mángano, Declaración …, p. 2110].
En caso de aceptarse la intervención de psicólogos como peritos de parte, tanto estos como
el designado por el tribunal para dirigir la entrevista podrían ser escuchados en el debate.
De ese modo, es posible evitar planteos de nulidad que obligarían a optar entre la reitera-
ción de la audiencia con sus consiguientes perjuicios para el niño o la impunidad del autor de
poseer esa diligencia probatoria un carácter dirimente.
En otro orden, para permitir la exhibición durante el debate si la entrevista fue concretada
en la investigación preparatoria, es necesario que se proceda a su filmación a fin de satisfacer
la exigencia de inmediación respecto del juez de juicio. En este punto, cabe destacar que los dos
magistrados tendrían acceso al mismo material (al video), aun cuando el juez de garantías lo
observara en el mismo momento en que la filmación se ejecuta y el colega a cargo del debate,
en uno posterior (durante su reproducción en la audiencia de juicio).
acto procesal, sobre la finalidad de la diligencia —obtener prueba de cargo— y sobre sus dere-
chos —por ejemplo el de abstenerse de declarar en contra de sus ascendientes— (arts. 41 y 42,
inc. b, RPPJ; 19, inc. b, Directrices; y 122, inc. c, CPPCABA).
La información referida a la facultad de abstención adquiere relevancia en muchos de los ca-
sos que hoy tramitan ante la justicia local. A modo de ejemplo: amenazas proferidas por el pa-
dre del niño en contra de la madre del menor de edad, infracciones a la ley 13.944, es decir, su-
puestos en los cuales se pretende que el menor aporte información sobre los hechos que va a
ser utilizada para acusar al padre. La práctica indica que en algunos casos, al ser advertidos de
ese derecho, los niños eligieron abstenerse de brindar cualquier información sobre los hechos.
De igual manera, se le debe hacer saber al niño, en relación al modo en que la audiencia se
llevará a cabo, que la entrevista se filmará y que será observada desde una sala contigua, a tra-
vés de un equipo de video, por el juez, el asesor tutelar, el fiscal, el defensor, el imputado y even-
tualmente por otro psicólogo que puede actuar en carácter de perito de parte (cfr. Directriz VII
del Anexo, párr. 19, inc. b, Directrices).
Una cuestión de difícil solución que podría plantearse está vinculada con la posibilidad de
que el niño convocado a declarar, a través de la asesoría tutelar, reclame para conservar la tran-
quilidad necesaria para expresarse con libertad que el padre imputado del delito sobre el que
ha sido llamado sea alojado en la sala contigua, es decir, que no pueda observar, en directo, la
filmación y por ende la exposición del niño en el mismo instante en que tiene lugar. En ese caso,
el imputado debería quedar representado en la sala por su defensor y ser informado al menos
sucintamente de lo expuesto por el niño a su reingreso, situación que debería quedar asentada
en el acta correspondiente.
En orden a esta cuestión, habría que considerar que en la Directriz 21, inc. b) se alude a que
se debe velar por que los niños puedan expresar “la manera en que prefieren prestar testimo-
nio”.
A su vez, en cuanto a la presencia del imputado en la audiencia de juicio celebrada en rela-
ción con un posible delito con víctimas menores de edad, la Suprema Corte de la Provincia de
Buenos Aires, en la causa P. 87.654, “G. J. A. recurso de casación”, del 1/11/06, ha dicho que una
interpretación razonable de la normativa adjetiva vigente no excluye la posibilidad de que el
imputado pudiera ser privado de presenciar la audiencia, la que podría llevarse a cabo aun sin
su presencia física, sin que se afecte el derecho de defensa (arts. 18, CN y 14, PIDCP). El aleja-
miento del imputado puede resultar legítimo siempre que la medida aparezca como una res-
tricción, absolutamente necesaria e indispensable, para evitar el menoscabo de otros intereses
tan dignos de protección como las propias garantías del imputado. La decisión del tribunal oral
resultó justificada al amparar los superiores intereses del niño, con el fin de garantizar que la
menor víctima —hija del encausado— pudiera expresarse libremente, sin ser revictimizada. An-
te dos derechos en pugna, como son los intereses del niño por un lado y el derecho del encarta-
do de estar presente durante la audiencia por el otro, los derechos de aquél, pueden bajo deter-
minadas circunstancias prevalecer por respeto a las estipulaciones de la CDN [cfr. Freedman -
Terragni, “Los derechos …”, p. 14].
Sin embargo, la Corte Suprema [CSJN, 7/6/11, “Gallo López, Javier”, CSJN-Fallos, 334:725,
del voto de la doctora Highton de Nolasco, por la mayoría, según su voto] ha postulado un cri-
terio diferente. La doctora Highton de Nolasco señaló que debía determinarse qué alcance co-
rrespondía otorgar al derecho del imputado a controlar de modo útil la prueba (arts. 14, párr.
3º, inc. e, PIDCP; y 8º, párr. 2º, inc. f, CADH), frente a los derechos de una víctima en condición de
vulnerabilidad. Del mismo modo, expresó que se encontraba en situación de vulnerabilidad la
víctima que tenía limitaciones para evitar o atenuar los daños y perjuicios derivados del delito
o del contacto con el sistema de justicia o para enfrentar los riesgos de padecer una nueva revic-
timización. Agregó que la vulnerabilidad podía provenir de las características personales de la
víctima o de las circunstancias de la infracción penal. Refirió que entre los grupos vulnerables se
destacaban los menores de edad y quienes habían sufrido delitos sexuales, circunstancias am-
bas presentes en el caso que había sido sometido a su jurisdicción. Estableció que era deber de
los jueces adoptar las medidas útiles para moderar los efectos negativos del delito (victimiza-
ción primaria) y para intentar que el daño soportado no fuera aumentado a raíz del contacto
con el sistema de justicia (victimización secundaria). Hizo notar que para respetar esos paráme-
tros en el caso se había restringido el derecho del imputado a interrogar a la víctima. Sin embar-
go, asentó que se lo había hecho en la medida estrictamente necesaria para preservar la salud
psicofísica de la damnificada, dada la existencia de un informe médico que demostró acabada-
mente el alto riesgo para la salud que habría significado para ella afrontar la convocatoria a
nueva declaración. En definitiva, estimó que no toda restricción del derecho a interrogar era in-
compatible con la noción de un juicio justo y recordó que la víctima debía ser tratada con com-
pasión y respeto por su dignidad, conforme la Res. nº 40/34 del 29/11/85 de la Asamblea Gene-
ral de las Naciones Unidas. No obstante lo expuesto, debe señalarse que se precisó en el voto co-
mentado que esa limitación al control sobre la declaración de la víctima (esa imposibilidad de
interrogarla) había sido compensada, dado que se obtuvieron otras pruebas de cargo que sí ha-
bían sido controladas por la defensa y que corroboraron el relato de la niña víctima, dando sus-
tento suficiente a la condena dictada.
Por lo dicho, frente a un testimonio de cargo único (el de la víctima menor de edad), ante la
ausencia de otras pruebas independientes, parece imposible que sin haberse brindado a la de-
fensa la posibilidad de controlar la producción de esa prueba dirimente (de interrogar a la dam-
nificada) pudiera arribarse a un fallo de condena.
Algunos autores, como Díaz Cantón [“Las manifestaciones …”, p. 177] y Castro [“Cuando los
niños …”, p. 190], entienden que cuando no exista imputado identificado al momento de reci-
bir la declaración del niño bajo la modalidad denominada “cámara Gesell” se debería convo-
car al defensor oficial para que controle la producción de esa prueba.
Durante su desempeño como procurador general de la Nación, Esteban Righi estableció un
criterio general de adhesión a las llamadas “Reglas de Santiago”, de idéntico tenor, esto es, que
frente a un imputado no identificado y por ende sin defensor designado, se convocará al defen-
sor oficial en turno para la realización de la cámara Gesell, para su control (Res. PGN nº 8/2009,
del 24/2/09).
Este criterio, fue seguido por la CAPCF, Sala I, 22/4/09, “N. N. s/Inf. art. 149 bis, Amenazas-
CP”, causa nº 45903-01/09 (remisión § 3).
Es necesario referir que Anitúa piensa lo contrario, a partir de considerar que el defensor ofi-
cial no debería participar en ese acto procesal (cámara Gesell) porque sin contacto previo con el
imputado el defensor no podría ejercer su tarea, impidiéndole elaborar la estrategia de defen-
sa, transformándolo en un legitimador de la prueba de cargo, lo que desnaturalizaría su fun-
ción defensista [Anitua, “Una visión …”, ps. 199 y 200].
Por su parte, Castro sostiene que escuchar al niño bajo la modalidad denominada cámara
Gesell no vulnera el derecho de defensa en juicio, en la medida que el defensor y el imputado
asistan al acto y puedan contra-interrogar y siempre que pueda participar un perito de parte
que pueda efectuar la evaluación que crea adecuada del testimonio percibido y su credibilidad.
En definitiva, Castro, con el fin de intentar compatibilizar por un lado los derechos del im-
putado a controlar la producción de la prueba y a contra-interrogar a los testigos y por otro
lado los derechos del niño declarante a no ser revictimizado ni convocado a brindar su testi-
monio en más de una oportunidad, propone que la diligencia se adecue a los siguientes pun-
tos: 1) que las audiencias de recepción de declaraciones de niños bajo la modalidad denomi-
nada “cámara Gesell”, durante la investigación, sean notificadas al imputado y su defensa téc-
nica para que puedan participar y ejercer el derecho a contra interrogar; 2) que en el supues-
to de que el imputado no haya sido aún identificado se convoque al defensor oficial que por
turno corresponda para que pueda controlar la producción del acto procesal; 3) que se per-
mita al imputado proponer un perito de parte (psicólogo), quien podrá luego presentar su
informe referido a los indicadores de verosimilitud y veracidad que encuentre en el testimonio
escuchado; 4) que la diligencia sea registrada mediante una filmación que pueda reproducir-
se en el debate; 5) que no se permita la confrontación directa, cara a cara, del imputado con el
niño declarante; 6) que no se autorice la repetición de la declaración; 7) que se efectivice la
protección integral del niño declarante consagrada por la normativa aplicable [Castro, “Cuan-
do los niños …”, ps. 197 y 198].
Finalmente, cabe referir, siguiendo a Castro, que la necesidad de brindar asesoramiento psi-
cológico al niño durante el procedimiento, de controlar la manera en que se recaba su testi-
monio y de regular la publicidad del proceso en el que interviene, fue señalada por la Corte IDH
[2/9/04, caso “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, Serie C, nº 112, párr. 211], como
así también, que esa postura ha sido seguida por la Corte Suprema [CSJN, 2/12/08, “García Mén-
dez, Emilio y Musa, Laura Cristina s/Causa nº 7537”, CSJN-Fallos, 331:2691].
TÍTULO VI
INVESTIGACIÓN PREPARATORIA
debe proceder, a la identificación del imputado por los medios técnicos disponibles o por testi-
gos y debe recabar sus antecedentes penales en el menor tiempo posible a partir del momento
de la detención e informar al Fiscal inmediatamente (art. 157). Las actividades de identificación
y averiguación de antecedentes penales (capturas/condenas) que se tendrán en cuenta para
decidir la soltura o el pedido de prisión preventiva se concretan a través de la obtención de hue-
llas dactilares del imputado (medio técnico disponible) y su remisión al Registro Nacional de
Reincidencia. 5) Que de conformidad con lo estipulado, en la parte pertinente, por el art. 172
CPPCABA, el fiscal debe intimar luego al imputado por el hecho, en el menor tiempo posible
dentro de las 24 (veinticuatro) horas. 6) Que finalmente, al concluir ese plazo de 24 horas con-
tado desde la detención en situación de flagrancia, deberá resolver sobre la libertad del dete-
nido (en alguna de las formas allí establecidas) o solicitar al tribunal la fijación de una audien-
cia (art. 173, CPPCABA) para que resuelva sobre la prisión preventiva.
Es una cuestión a evaluar, si la posibilidad de prolongar la detención del imputado, hasta por
24 horas, a fin de concretar la intimación del hecho (art. 161, CPPCABA), es de posible aplicación
automática por los fiscales, es decir, si se encuentra exenta de toda posibilidad de impugnación
por la defensa y si admite o no el control jurisdiccional de oficio.
Sobre la cuestión aludida en el párrafo precedente, siempre en relación a personas mayores
de edad únicamente, se ha señalado: “… Conforme se desprende claramente del texto de la ley,
la facultad de decidir sobre la libertad inmediata o mantener la privación de libertad hasta el
requerimiento de la audiencia para la prisión preventiva es del fiscal y la intervención judicial
en contrario solamente podrá admitirse en el marco de una audiencia de excarcelación. Ello fue
previsto de ese modo porque al ser el Ministerio Público Fiscal el titular de la acción, es quien
deberá resolver, en el breve lapso acordado por la ley la estrategia del caso, es decir, si conce-
derá la libertad irrestricta, bajo caución en acuerdo con la defensa o requerirá la prisión pre-
ventiva u otra medida cautelar. En ese contexto, una decisión judicial que dispusiera la libertad
anticipada implicaría una intromisión en las facultades propias de la Fiscalía, que debe cumplir
con una serie de recaudos, como determinar el hecho, intimar al imputado, chequear sus ante-
cedentes y arraigo. Y cabe destacar que este concepto no importa ninguna violación constitu-
cional, porque el art. 18 de la CN habla de “autoridad competente” a los fines del arresto, sin
mencionar a los jueces, y los fiscales son, en la actual estructura, magistrados dotados de todas
las garantías de imparcialidad y estabilidad iguales a las de los órganos jurisdiccionales, razón
por la cual la ley procesal les otorgó la facultad de decidir al respecto, aunque acotada al estre-
cho margen temporario señalado …” (Cevasco, Derecho …, págs. 246 y 247).
Ahora bien, desde que la constitución local exige la inmediata comunicación al juez de la
detención del imputado (art. 13, inc. 1º, CCABA, que resulta reglamentado por el art. 152, CPP-
CABA), se hace evidente que el juez es responsable de controlar esa afectación a la libertad
ambulatoria, tanto en cuanto a su legalidad de origen como respecto de la racionalidad de su
extensión. En refuerzo de la postura señalada, hago notar, que el art. 172 del ordenamiento de
rito, destaca, que la intimación al imputado detenido por el hecho atribuido, deberá ser concre-
tada por el fiscal “en el menor tiempo posible dentro de las veinticuatro horas (24) horas” —tex-
tual—. En la gran mayoría de los casos, la necesidad de colectar un mínimo de pruebas de car-
go, de practicar las diligencias de identificación, de constatar el domicilio, de obtener el infor-
me de antecedentes, justifican, que los magistrados del ministerio fiscal, demoren la concre-
ción del acto de intimación, por el plazo máximo que la norma autoriza (24 horas). A eso se
suma, que en caso de delitos, que tienen prevista pena de prisión, tal nivel de afectación a su
libertad ambulatoria, resulta proporcional al fin perseguido (avance del proceso).
Sin embargo, en algún caso, puede resultar, que ese plazo de veinticuatro horas, no apa-
rezca justificado por resultar irracional y desproporcionado. A modo de ejemplo: frente a la
flagrante comisión del delito de exhibiciones obscenas (figura básica prevista por el art. 129,
primer párrafo, del CP), que solo prevé pena de multa, cuando ya han sido colectadas las prue-
bas mínimas que habilitan la intimación, se ha logrado la identificación del imputado, se ha
constatado su domicilio y se ha descartado que posea capturas pendientes, carecería de senti-
do, habilitar la utilización del plazo máximo para concretar el acto procesal a que alude el art.
161 CPPCABA. En esos casos, más aún frente a un reclamo del imputado y su defensa, parece
poco probable, que pudiera aceptarse la prolongación de la detención. Eso exigiría la adop-
ción de una de dos alternativas, o se lo intima sin más demora o se lo libera pudiendo dejarlo
citado bajo apercibimiento para concretar ese acto procesal en otra jornada. La importante
carga de trabajo que tienen los fiscales en los turnos, no puede ser ignorada, pero no puede
habilitar la prolongación de detenciones de modo innecesario, pues ello podría constituir una
retención arbitraria.
En sustento de la postura expuesta, cabe señalar, que en la sentencia del caso “Gangaram-
Panday c. Suriname”, dictada el 21/1/94, la Corte IDH, en relación al art. 7 de la CADH, estable-
ció: “Esta disposición contiene como garantías específicas, descritas en sus incs. 2º y 3º, la prohi-
bición de detenciones o arrestos ilegales o arbitrarios, respectivamente. Según el primero de
tales supuestos normativos, nadie puede verse privado de la libertad personal sino por las cau-
sas, casos o circunstancias expresamente tipificadas en la ley (aspecto material), pero, además,
con estricta sujeción a los procedimientos objetivamente definidos por la misma (aspecto for-
mal). En el segundo supuesto, se está en presencia de una condición según la cual nadie puede
ser sometido a detención o encarcelamiento por causas y métodos que —aún calificados de
legales— puedan reputarse como incompatibles con el respeto a los derechos fundamentales
del individuo por ser, entre otras cosas, irrazonables, imprevisibles o faltos de proporcionali-
dad” (ver párr. 47). En este sentido, se pronunció la CIDH, en “Juan Humberto Sánchez c. Hon-
duras”, en el año 2003 (ver Martín, Detenciones …, 2010, págs. 41 y 46; en igual sentido, puede
consultarse, Bovino, “La libertad …”, 2004, págs. 75 y 76).
En cuanto a las personas menores de edad, es cierto, como ya se precisó, que el RPPJ, no pre-
vé normas específicas referidas a las detenciones en situaciones de flagrancia, a excepción de lo
vinculado con la identificación y acreditación de la edad del presunto menor (arts. 3º y 44, RPPJ)
y que por eso, por imperio del art. 2º de ese mismo cuerpo legal (RPPJ), debe recurrirse, a lo pre-
visto en el CPPCABA (arts. 78, 152 —reglamentario del mandato constitucional del art. 13 inc.
1º CCABA—, 157, 172 y 173 del ordenamiento de forma).
Sin embargo, por lo que se explicará más adelante, lo normado por los arts. 3º y 44 del RPPJ,
resulta especialmente relevante, en relación al tiempo que puede aceptarse que permanezca
detenido a la espera de ser intimado del hecho atribuido un presunto menor de edad.
A eso, debe agregarse que toda la normativa procesal aplicable debe interpretarse de modo
compatible con la Convención sobre los Derechos del Niño —en adelante CDN—, que tiene
jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, CN) y los demás instrumentos internacionales vincula-
dos a la materia (Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de
Menores —en adelante Reglas de Beijing—; Reglas de las Naciones Unidas para la Protección
de los Menores Privados de Libertad (también conocidas como Reglas de La Habana) —Res. nº
45/113— y las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil
—Directrices de Riad—); que han sido incorporados al ordenamiento local y que por ende tie-
nen fuerza normativa (art. 8º, párr. 2º, RPPJ).
Del mismo modo, debe tenerse presente que el control jurisdiccional respecto de esas
detenciones (las de adolescentes en flagrancia) está definido aún con más contundencia, en el
art. 31 del RPPJ, que dispone que deberá ser el juez quien decida sobre cualquier medida que
restrinja un derecho fundamental (inc. 1º) y quien dicte, revoque o modifique las medidas cau-
telares (inc. 2º).
Esta situación no ha pasado desapercibida para la doctrina, tanto es así, que incluso el des-
tacado autor antes citado, ha admitido: “… El aspecto señalado sobre el rol del juez y el fiscal
no es exactamente igual en el procedimiento de menores, porque la ley penal juvenil otorga al
primero de ellos la facultad de hacer cesar las medidas cautelares sin mayores aclaraciones, de
manera que una interpretación en favor del imputado admite que el órgano jurisdiccional
actúe de oficio para restituir la libertad si considera que la medida es excesiva aún en tan corto
lapso (art. 31, incs. 2º y 3º, ley 2451) …” (Cevasco, Derecho…, 2009, pág. 247).
Ahora bien, en cuanto a los parámetros constitucionales aplicables a la cuestión analizada,
cabe recordar, que el art. 37 de la CDN establece: “Los Estados Partes velarán por que: “(…) b)
Ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcela-
miento o la prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan solo
como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda …”. La termino-
logía utilizada, detención (alude a los casos de flagrancia), encarcelamiento (se corresponde
con el dictado de la prisión preventiva) y prisión (refiere a la imposición de una pena), parece
haber respondido, a la preocupación por abarcar las injerencias sobre la libertad ambulatoria
que pueden producirse durante las distintas etapas del proceso.
Por otro lado, en el mismo art. 37 de la CDN pero en el inc. d) se precisa que todo niño priva-
do de su libertad tendrá derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica y el derecho de
impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal.
A su vez, las Reglas de Beijing, que entre nosotros cabe reiterar tienen fuerza normativa (art.
8º, párr. 2º, RPPJ y 12, ley 114) se dividen en seis partes, en la segunda “Investigación y Procesa-
miento”, más precisamente, en el punto 10.2 establecen “El juez, funcionario u organismo
competente examinará sin demora la posibilidad de poner en libertad al menor”.
A lo antes indicado, cabe agregar, que el Comité de los Derechos del Niño (órgano que moni-
torea que los estados cumplan las previsiones de la CDN conforme lo estipulado por el art. 43 de
ese mismo tratado), en las Observaciones finales referidas a los informes presentados, a tenor
del art. 44 del pacto, por la Argentina, que fueran aprobadas en la 1541 sesión, el 11/6/10, le
recomendó a nuestro país, velar por la aplicación de los arts. 37 inc. b), 39 y 40 de la CDN; de las
Reglas de Beijing; Directrices de Riad y Reglas de la Habana —Res. nº 45/113— y teniendo en
cuenta la OG nº 10/2007, relativa a los derechos del niño en la justicia de menores, en particular
que: “… d) Adopte todas las medidas necesarias, incluido el reforzamiento de la política de san-
ciones alternativas y medidas de reintegración para los menores infractores, a fin de garantizar
que los niños sean privados de libertad únicamente como último recurso y durante el menor
tiempo posible; (…)” (párr. 80, ap. d).
En el mismo sentido, corresponde asentar, que para interpretar las normas procesales en
cuestión (arts. 78, 152, 157, 172 y 173, CPPCABA; 2º, 3º y 44, RPPJ), también debe atenderse a lo
estipulado por el art. 26 del RPPJ, que establece, que todas las normas que coarten la libertad
personal deben interpretarse restrictivamente (conf. art. 29, CADH, principio pro homine) y
que la analogía solo está permitida cuando favorezca la libertad y al art. 27 que prevé que las
medidas restrictivas de la libertad solo pueden imponerse de modo excepcional, como último
recurso y por el menor tiempo posible (conf. art. 37 b, CDN).
Ahora bien, el art. 44 del RPPJ, en orden a la acreditación de la edad establece que puede con-
cretarse: 1) Mediante la presentación de la partida de nacimiento o del DNI; 2) Por cualquier otra
forma judicial o administrativa fehaciente o 3) Por la realización de las pericias necesarias efec-
tuadas por funcionarios públicos designados al efecto que tendrán un plazo improrrogable de 6
(seis) horas desde la notificación de la resolución que lo ordena. Todo parece indicar, que en esa
norma, se pretendió aludir a la realización de pericias médicas tendientes a intentar determinar
si puede contar el detenido con una edad igual o mayor a aquella a partir de la cual se posee res-
ponsabilidad penal (16 años) (ver párr. 39 de la OG nº 10/07 del Comité de los Derechos del Niño).
El rendimiento que es posible extraer de la norma antes aludida (art. 44, RPPJ), es que esta-
blece, un estándar temporal (seis horas), que debe entenderse aplicable a todo otro medio de
identificación que pueda utilizarse. Siendo así, cuando se recurra a la extracción de huellas dac-
tilares y a su remisión al Registro de Reincidencia a esos mismos fines (identificación e informa-
ción sobre eventuales capturas y condenas), esa actividad, debe ser completada en su totalidad,
en ese mismo plazo (seis horas).
A su vez, debe determinarse, el momento a partir del cual debe comenzar a computarse ese
plazo de seis horas, ahora bien, la respuesta a ese interrogante viene dada por el texto del pro-
pio art. 157 del CPPCABA, que prevé que los antecedentes penales deben ser recabados en el
menor tiempo posible a partir del momento de la detención. De interpretarse de otro modo,
toda demora del personal policial, en el traslado del imputado presuntamente menor edad
detenido en situación de flagrancia al Centro de Identificación y Alojamiento Provisorio de
Niños, Niñas y Adolescentes, que administra el GCBA, donde deberán serle extraídas las fichas
dactilares, habilitaría la prolongación de su detención.
de ser absuelto luego de ser considerado responsable por entenderse no necesaria la pena y
que puede en última instancia ser condenado a una pena reducida de acuerdo a la escala de la
tentativa) y en consecuencia vulneraría el art. 37, inc. b) de la CDN, el art. 7.3 de la CADH y 9.1,
párr. 2º, del PIDCP.
El 6/1/17, se publicó en el nº 5042 del Boletín Oficial de la CABA, la ley 5688/16 —Sistema Inte-
gral de la Seguridad Pública de la CABA—. El art. 85 de esa ley establece: “En ningún caso el per-
sonal de la Policía de la Ciudad, en el marco de las acciones y actividades propias de sus misiones
y funciones, puede: (…) 4) Alojar niños y adolescentes, menores de dieciocho años, en comisa-
rías. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debe organizar y mantener instituciones especí-
ficas y especializadas como dispositivo de alojamiento para personas menores de dieciocho
años de edad que resultaren privadas de la libertad por la presunta comisión de delitos. Se esta-
blece el plazo de doce (12) horas como límite para el alojamiento de personas menores de edad
en dependencias asentadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En todos los casos de
detención de niños y adolescentes se dará inmediata intervención al Consejo de los Derechos
de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (…). Es evidente, que
esa norma, se ha ocupado de la cuestión aquí analizada, es decir, de procurar determinar el
tiempo máximo que un adolescente, a quien se le atribuya la comisión de un delito en situación
de flagrancia, puede permanecer detenido, para ser identificado y a la espera de ser intimado
del hecho y eventualmente escuchado en el marco de un proceso penal seguido en su contra.
Ahora bien, la primera observación que cabe efectuar, es que habría respondido a una mejor
política legislativa, que esa temática, hubiera sido abordada, de entenderse ello necesario,
mediante una modificación del Régimen Procesal Penal Juvenil —RPPJ— (Ley 2451), es decir,
del procedimiento específico aplicable a los niños en conflicto con la ley penal. No obstante
ello, no puede pasarse por alto, que la norma que consagró la regulación en cuestión (Ley
5688/16), emana del mismo órgano legislativo que el RPPJ, concretamente de la legislatura
local. Esta situación hace que nada pueda objetarse en relación con el órgano emisor del texto
legal. A su vez, corresponde señalar, que la norma que se comenta tiene el mérito de haber reco-
nocido, de modo expreso, a nivel infraconstitucional, que los menores de dieciocho años de
edad, no pueden permanecer detenidos, con fines de identificación y a la espera de ser intima-
dos del hecho y en su caso oídos, el mismo plazo, que puede hacerlo un sujeto mayor de edad.
Obsérvese que el plazo de doce (12) horas que establece el art. 85 de la ley 5688/16 es la mitad
del de veinticuatro (24) horas previsto en el ordenamiento adjetivo respecto de los imputados
mayores de edad. Sin embargo, ese término, es claramente superior al de seis (6) horas, que por
las razones antes desarrolladas, estimo aplicable a la luz de las previsiones del RPPJ y del CPP-
CABA. Pretendo destacar, que de aceptarse la interpretación antes propuesta, que limitaba a
seis (6) horas el plazo máximo de detención que en el marco de una situación de flagrancia debe
soportar un adolescente con fines de identificación y para que el fiscal pueda intimarlo del
hecho y en su caso escucharlo, resultaría que la reforma introducida por el art. 85 de la ley
5688/16, sería más restrictiva de los derechos de los niños en conflicto con la ley penal. Este nue-
vo cuadro de situación, creado por la ley que establece el Sistema Integral de Seguridad Públi-
ca (ley 5688/16), exige un análisis complementario. En aras de avanzar en una actividad de ese
tenor, parece ineludible interrogarse sobre cuáles podrían ser las razones que darían sustento
a una prolongación de la detención de los adolescentes aprehendidos en situación de flagran-
cia, por un lapso superior a seis (6) horas. En mi opinión es claro de conformidad con lo antes
explicado, que la actividad de identificación no podría dar legitimación a esa mayor extensión.
Sin embargo, creo que corresponde aceptar, que existe otra razón, a la que aludiré seguida-
mente, que puede justificar, en algunos supuestos, ante una petición de la fiscalía efectuada al
amparo del art. 85 de la ley 5688/16, esa mayor duración de la detención (hasta doce horas). En
ese orden, corresponde asentar, que frente a investigaciones de mayor complejidad, puede ser
imprescindible para el acusador público, contar con más tiempo, para alcanzar una definición
de la conducta imputada, con sus condiciones de modo, tiempo y lugar, que le permita intimar
del hecho al adolescente en debida forma. La delimitación precisa del hecho imputado, sólo
puede ser lograda, luego de una mínima investigación, cuya duración, depende la complejidad
del accionar endilgado. Ahora bien, el grado de complejidad de los casos que hasta la fecha tra-
mitan en el fuero local (consecuencia de las restricciones de hecho que pesan sobre la autono-
mía local), hace que el plazo de seis horas, resultará más que suficiente, también a esos fines.
No obstante, no puede ignorarse, que en el universo de los restantes casos, es decir, de aquellos
que hasta ahora tramitan en la justicia nacional, ese plazo puede resultar exiguo. Es por eso
admisible, que sólo frente a casos más complejos, que requieran algo más de tiempo para colec-
tar las pruebas imprescindibles para delimitar el comportamiento imputado, pueda aceptarse
como razonable (art. 1º, CN), la extensión del plazo de detención a la espera de ser intimado del
hecho, hasta doce horas. Esta interpretación del art. 85 de la ley 5688/16, es compatible, en mi
opinión, con el bloque federal de constitucionalidad y permite sostener su validez.
Art. 45. — «Declaración del imputado». La declaración sólo puede prestarse ante
el/la representante del Ministerio Público Fiscal Penal a cargo de la investigación o
el/la Juez/a Penal Juvenil, a pedido del/la imputado/a.
Al comentar el art. 15 del RPPJ, se indicó, que una misma cuestión, esto es, la declaración del
imputado, aparecía regulada de modo diferente en el art. 45, según se desprendía de cotejar
ambos textos. Cevasco lo ha reflejado con claridad: “Igualmente engorroso es desentrañar la
contradicción emergente de los arts. 15 y 45 de la ley que nos ocupa. En el primero se señala que
el imputado solamente podrá autoincriminarse ante el juez penal juvenil, mientras que en el
otro se establece que el encartado declarará ante el fiscal y el juez intervendrá si el deponente
lo requiere” [Derecho …, p. 337]. Ahora bien, la práctica seguida en el fuero, que cabe consi-
derar respetuosa de los estándares constitucionales de protección de la infancia, ha sido la de
que la declaración del imputado adolescente se presta ante el fiscal con la asistencia del defen-
sor, quien resulta garante de la libertad de toda manifestación del joven que implique admisión
de responsabilidad. La presencia del juez puede ser requerida por el imputado, caso en el cual
aquel deberá intervenir en la realización del acto. En cuanto al rol que debería desarrollar el
juez, estimo que resultan de aplicación las reglas que rigen en la audiencia de debate (arts. 233,
CPPCABA y 2º, RPPJ).
1* Comentario al artículo 46 elaborado por el doctor Marcelo Bartumeu Romero con la colabora-
§ 3. Diferencias con el CPPCABA.— El art. 98, párr. 2º del CPPCABA, en relación con los ac-
tos definitivos e irreproducibles, prescribe que: “Solo en casos de suma urgencia se podrá pro-
ceder sin notificación antes del término fijado, dejándose constancia de los motivos que lo jus-
tifiquen. Para estos casos, se deberá intentar la comparecencia del/la defensor/a oficial si no es-
tuviese el/la defensora/or particular. Si la presencia de aquél fuera imposible, deberá dejarse
constancia de los motivos que la impidieron”. Dicha previsión no es aplicable al proceso penal
juvenil, en tanto el legislador porteño estableció un tratamiento diferenciado respecto de los
adolescentes imputados de delitos en razón del plus de derechos que les corresponde, al indi-
car el art. 46, párr. 2º del RPPJ que: “en ningún caso se podrán realizar los actos precedentes sin
la debida notificación, bajo pena de nulidad”. Respecto de ello, cabe hacer notar que parece
poco probable que dicha situación pueda observarse en la práctica si es que se dio cabal cum-
plimiento al mandato que el legislador establece en los arts. 37 y 40 del RPPJ y 155 del CPPCA-
BA, máxime teniendo en cuenta que no deberían verificarse dificultades para que pudiera dar-
se intervención al defensor técnico y al asesor tutelar con distancias tan poco significativas co-
mo las que existen, en el ámbito de nuestra Ciudad, entre las distintas dependencias judiciales
y las tecnologías actuales que posibilitan la rapidez de las comunicaciones. En ese orden, cabe
recordar que el art. 37 del RPPJ establece que desde el inicio de la investigación y durante todo
el proceso la persona menor de dieciocho años de edad debe ser asistida por un defensor téc-
nico, mientras que el art. 155 del CPPCABA prevé que cuando quien estuviere incurso en una
conducta calificada como delito sea menor de dieciocho años, el fiscal o la autoridad de pre-
vención dispondrá inmediatamente la intervención pertinente del Ministerio Público Tutelar.
Se desprende de ello que el adolescente imputado de un delito deberá contar con asisten-
cia legal (defensor y asesor tutelar) desde el inicio del procedimiento y por ese motivo no debe-
ría ocurrir, como en el supuesto de imputados mayores de edad, que se pueda realizar la dili-
gencia, en los casos de suma urgencia, sin notificación o antes del término fijado. Se prevé la
sanción de nulidad para los actos definitivos e irreproducibles realizados sin previa notificación
al defensor técnico, al asesor tutelar, en su carácter de asistente técnico especializado y a la que-
rella. Entiendo que en este caso sería nulo no solo ese acto que se desarrolló sin el debido con-
trol de la defensa y la asesoría, sino cualquier otro que hubiere ocurrido de la misma forma, por
haberse incumplido con el mandato del legislador de que el joven imputado se encuentre debi-
damente asistido desde el inicio del proceso.
Finalmente, el dispositivo hace referencia a la debida notificación y aquí es de aplicación lo
dispuesto en el Capítulo 5 del CPPCABA, concerniente a las notificaciones, citaciones, empla-
zamientos y préstamos (véanse los comentarios a los arts. 54 a 67, CPPCABA).
1* Comentario al artículo 47 elaborado por la doctora Carla Cavaliere con la colaboración de Mer-
— CARLA CAVALIERE —
527 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 47
ciamiento aparece como insusceptible de generar agravio irreparable alguno por resultar me-
ramente ordenatorios los plazos fijados para la duración de la investigación preparatoria, y en
tanto no se vulnere la garantía del plazo razonable [CAPCF, Sala II, 7/9/10, “Dos Santos Herre-
ra”, causa nº 25714/10].
§ 2. Cómputo.— El comienzo del cómputo del plazo que tiene el fiscal para culminar la in-
vestigación preparatoria está regulado de dos maneras diferentes.
El art. 47, párr. 1º del RPPJ dispone, al igual que ocurre en el proceso de mayores, que el cóm-
puto del plazo se debe practicar a partir de la intimación del hecho al imputado.
La declaración del joven está regulada en el art. 45 del RPPJ que, a diferencia de lo que ocu-
rre en la establecida en el art. 161 del CPPCABA, no lleva el nombre de “intimación del hecho”,
sino solo de “declaración”, lo que no impide su asimilación (véase el comentario a los arts. 15 y
45, RPPJ). Entendemos además aplicables supletoriamente las disposiciones de los artículos que
se refieren a la intimación del hecho para los mayores, respetando las precisiones de los arts. 15
y 45, que más allá de alguna contradicción que ha sido puesta de manifiesto por el autor de este
comentario y por otros que han sido citados (remisión a los comentarios de los arts. 15 y 45), nin-
guna duda cabe que debe contener la puesta en conocimiento del hecho imputado y de la prue-
ba que obra en contra de quien es imputado.
En el ámbito del sistema procesal penal de mayores se reconoce que la celebración del acto
procesal previsto en el art. 161 del CPPCABA tiene la capacidad de vincular a una persona al pro-
ceso como imputado y a partir de allí comienza a correr el plazo perentorio para desarrollar la
investigación preparatoria fijado en los arts. 104 y 105 del CPPCABA. El alcance de estas reglas
procesales ha sido objeto de múltiples interpretaciones y ha llevado al Tribunal Superior de Jus-
ticia, por mayoría, a definir su posición aceptando que dichas normas son una regulación espe-
cífica para la investigación preparatoria y del derecho que tiene toda persona imputada de la
comisión de un delito a ser juzgada en un plazo razonable. A la par, se dejó establecido que los
plazos que regulan los arts. 104 y 105 del CPPCABA no son meramente ordenatorios, sino que
son perentorios. Esto implica que ante el transcurso del tiempo previsto sin que exista prórro-
ga o sin que el fiscal requiera a juicio las actuaciones luego del quinto día de que aquel expiró,
la causa se archivará respecto del imputado y este no podrá ser nuevamente perseguido por el
mismo hecho [TSJ CABA, 4/7/12, “Haedo, Nicolás Matías”, expte. nº 8252].
En cambio, en el art. 47, párr. 2º del RPPJ (casos de flagrancia) el legislador no ha identifica-
do ningún acto procesal que deba tener lugar para comenzar a computar el plazo fijado para
la conclusión de la investigación preparatoria, pero ha remitido al párrafo anterior, por lo que
se debe computar del mismo modo.
No cabe duda al respecto, ya que de la propia redacción de la norma la única diferencia entre
uno y otro párrafo está dada por la reducción del plazo de extensión de la investigación penal
preparatoria en los casos de flagrancia.
No obstante, al igual que ocurre en el proceso penal de mayores, se presenta el interrogan-
te acerca de si el plazo debería comenzar a correr desde el momento en que la persona toma co-
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 47 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 528
nocimiento de que se le atribuye la comisión o participación en un hecho delictivo que está sien-
do investigado por el fiscal (v. gr. notificación en el marco de la causa; allanamiento en el domi-
cilio; detención en flagrancia).
Esta cuestión parece haber sido advertida por la jueza Ruiz en el citado caso “Haedo”, al se-
ñalar —siguiendo a Maier— que imputado es la persona contra la cual se ejerce la persecución
penal, precisamente porque alguien indica que ella es la autora de un hecho punible o partici-
pa en él, ante una de las autoridades competentes para la persecución penal [TSJ CABA, 4/7/12,
“Haedo, Nicolás Matías s/Infr. art. 149 bis, CP”, expte. nº 8252, cfr. pto. 4º del voto de la doctora
Ruiz, con cita de Maier, Derecho …, t. II, 2003, p. 188], lo que torna operativas todas las garan-
tías que como sujeto formalmente imputado le son reconocidas.
En la misma línea de pensamiento que se viene exponiendo, desde la jurisprudencia se ha
señalado que el Régimen Procesal Penal Juvenil (ley 2451), aplicable en los casos en que el impu-
tado tenga entre dieciséis y dieciocho años de edad no cumplidos al momento de ocurrir los he-
chos que se le atribuyen, tiene una previsión expresa sobre el particular y establece en el párr.
1º del art. 47 que la investigación preparatoria debe concluir dentro del término de noventa
días contados a partir de la fecha en que el menor ha sido intimado del hecho, plazo que el párr.
2º de esa norma reduce a quince días en caso de que el menor hubiera sido detenido “en fla-
grancia”, y no se hace en este apartado ninguna mención a que sea necesario intimarlo del he-
cho para que aquél empiece a correr [CAPCF, Sala III, 20/10/09, “Romero, Leandro Sergio”, cau-
sa nº 29535/08, voto de los jueces Paz y Franza].
A ello, la doctora Manes agregó que la intimación del hecho tiene lugar en el momento del
labrado del acta de detención, pues es esa y no otra la situación a partir de la cual comienza el
proceso de averiguación de la infracción presuntamente cometida, y con este, el estado de in-
certidumbre e indefinición que sufre el acusado a raíz de la imputación penal [voto de la jueza
Manes en el fallo citado].
Empero, la posición mayoritaria de las Salas de Cámara y el Tribunal Superior de Justicia,
coincide con la sostenida en este comentario. En efecto, se ha considerado que el acto de inti-
mación del hecho es el momento a partir del cual debe comenzar a computarse el plazo en cues-
tión. Adviértase que el primer párrafo del art. 47 del RPPJ establece que el cómputo comienza
a partir de la “intimación del hecho” y, toda vez que el párr. 2º no establece nada distinto, no
corresponde distinguir [CAPCF, Sala III, 25/11/15, “F. F., R.”, causa nº 9895-01/15, voto de los jue-
ces Vázquez y Marum, por la mayoría].
Así también se ha dicho que la audiencia ante el fiscal es el momento que demarca el co-
mienzo del plazo de duración de la investigación preparatoria, ya que es el primer acto proce-
sal por el cual aquel considera que existen sospechas suficientes de que una persona puede ser
autor o partícipe de un delito y, por tal motivo, procede a notificarle, mediante acta, los hechos
que se le imputan en forma clara precisa y circunstanciada, como así también las pruebas que
obran en su contra. En razón de lo anterior si no ha comparecido el imputado a la audiencia pre-
vista en el art. 45 del RPPJ, no se ha configurado el acto procesal que posibilita dar inicio al cóm-
puto del tiempo previsto en las normas citadas [CAPCF, Sala II, 8/10/15, “A., A. s/Art. 183, CP”,
— CARLA CAVALIERE —
529 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 47
causa nº 9738-01/15; en igual sentido, de la misma Sala, 22/6/10, “F., F. G.”, causa nº 41158/08; e
ídem, 26/2/14, “N. N. s/Art. 106 CP”, causa nº 35183/12].
Asimismo, se ha entendido que la interpretación integral y razonada del art. 47 del RPPJ per-
mite afirmar que el plazo de quince días —previsto para la duración de la investigación en los
casos de flagrancia— debe comenzar a computarse “a partir de la intimación del hecho impu-
tado” [CAPCF, Sala III, 18/11/15, “M., D.”, causa nº 2802-01/15, del voto del doctor Franza, por la
minoría; por el contrario, la mayoría entendió que no es posible supeditar el inicio del cómpu-
to del plazo de investigación que establece el art. 47, párr. 2º del RPPJ, a la concreción de una
audiencia de intimación del hecho conforme el art. 161 del ritual, del voto de los doctores Del-
gado y Manes].
El Tribunal Superior de Justicia ha zanjado la cuestión en lo que respecta a la interpretación
que merece la expresión “intimación del hecho” para ambos regímenes procesales, como así
también que en dichos procedimientos es el hito a partir del cual comienza a correr el plazo pa-
ra el vencimiento de la investigación penal preparatoria. En efecto, si el propio texto del CPP-
CABA (art. 161) asigna un significado específico a la expresión “intimación del hecho” que
emplea el art. 47 del RPPJ como disparador del plazo para la investigación penal preparatoria,
a él cabe estar primeramente [TSJ CABA, 22/10/14, “M., A. G. y otros”, expte. nº 10226/2013;
ídem, 7/5/14, “C., G. D.”, expte. nº 9206/2012].
Corresponde efectuar una aclaración en lo que respecta a cuál es el momento a partir del
cual comienza a correr el plazo del artículo que comentamos, cuando la causa ingresa al fuero
penal juvenil de la Ciudad proveniente de otra jurisdicción, con normas procesales diferentes.
En este caso, si el imputado no ha prestado aún declaración, el plazo debe computarse con-
forme venimos sosteniendo desde la intimación del hecho [CAPCF, Sala III, 14/12/15, “S., M. D.”,
causa nº 7025-01/15].
Ahora bien, si ya se le ha recibido declaración, solo puede computarse a partir de que la cau-
sa ingresó a este fuero, pues el régimen procesal comentado no puede aplicarse retroactiva-
mente a actos procesales celebrados válidamente bajo la órbita de la ley nacional en una etapa
precluida. Es decir, las leyes procesales locales no pueden regir los actos procesales practicados
conforme la ley procesal aplicable por el juez que tramitaba las actuaciones hasta que se decla-
ró incompetente [CAPCF, Sala I, 26/8/14, “B. M.; N. D.”, causa nº 1201-01/14].
Por otra parte, se confirmó la decisión de primera instancia por la cual se hizo lugar a la ex-
cepción de falta de acción por vencimiento de la investigación preparatoria y, por ende, se de-
claró extinguida la acción penal y se sobreseyó al imputado, en el caso de una causa venida de
extraña jurisdicción sin que el joven detenido en flagrancia haya sido puesto en conocimiento
de los hechos habiendo transcurrido cuatro meses aproximadamente desde su detención has-
ta que la causa ingresó al fuero local [CAPCF, Sala III, 24/6/16, “A. R. G. O. y otros”].
§ 3. Modos de contar el plazo.— El art. 47 del RPPJ no señala de manera expresa si el plazo
de duración de la investigación preparatoria se refiere a días hábiles o corridos, situación que,
por cierto, ha generado interpretaciones disímiles en la jurisprudencia [a modo de ejemplo,
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 47 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 530
puede verse: CAPCF, Sala I, 8/4/13, “F. G., F. C.”, causa nº 32215/12, en la que los jueces Marum y
Vázquez se enrolaron en la primera posición; en tanto que la segunda interpretación fue sos-
tenida por la jueza Manes, en disidencia].
Como se verá, una correcta interpretación de la norma nos conduce a acompañar la posición
mayoritaria.
El punto de partida que se debe tener en cuenta es que el Código Civil y Comercial de la Na-
ción, al fijar las pautas acerca del “Modo de contar los intervalos del derecho” en el art. 6º dis-
pone que: “El cómputo civil de los plazos es de días completos y continuos, y no se excluyen los
días inhábiles o no laborables (…) Las leyes o las partes pueden disponer que el cómputo se efec-
túe de otro modo”.
De dicha regla se desprende que, en principio, los plazos legales deben ser computados en
días corridos siempre que la norma aplicable no haga referencia en contrario.
La actual redacción del art. 6º del CCCN establece el mismo modo de contar los plazos que el
determinado en los arts. 28 y 29 del CC anterior.
Ahora bien, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado en reiteradas oportuni-
dades que las normas deben interpretarse de manera armónica e integral, de forma tal que nin-
guna pueda ser aplicada en forma aislada, desconectándola del todo que compone, sino que,
por el contrario, la interpretación debe hacerse integrándolas en una unidad sistemática, com-
parándolas, coordinándolas y armonizándolas de forma tal que haya congruencia y relación
entre ellas [CSJN-Fallos, 297:142; 300:180; 303:1041; 303:1965; 304:794, entre otros]. En esa in-
teligencia, también ha sostenido desde antiguo que el ordenamiento jurídico constituye un to-
do coherente y armónico donde cada precepto recibe y confiere su inteligencia de y para los de-
más, sin que ninguno de ellos pueda ser interpretado aisladamente sino en función del con-
junto normativo [CSJN-Fallos, 258:267 y 259:413].
En este punto, siguiendo la citada línea jurisprudencial, para la determinación del modo en
que se debe computar el plazo de duración de la investigación preparatoria cobran relevancia
las reglas generales establecidas por el CPPCABA, que resultan de aplicación de acuerdo al man-
dato fijado por el art. 2º, de este procedimiento especial.
El art. 69 del CPPCABA establece que: “[e]n los términos se computarán únicamente los días
hábiles y los que se habiliten” y en el art. 70 del CPPCABA se sienta la regla de que “[l]os térmi-
nos son perentorios e improrrogables, salvo las excepciones dispuestas en la ley”.
De ello se desprende que el plazo que fija el art. 47 del RPPJ se debe computar en días hábi-
les o útiles (como los denomina la legislación común) y que es perentorio.
El lineamiento sentado por el legislador local en el art. 69 del CPPCABA, como se observa,
excluye la regla sentada por el Código Civil y Comercial de la Nación (art. 6º).
Por lo tanto, entender que el plazo de la investigación preparatoria ha de computarse en
días corridos importa crear una distinción que al no surgir de la ley se opone al principio que en-
seña ubi lex non distinguit nec nos distinguere debemus.
Y tanto es así, que el propio código procesal desvirtúa ese fundamento, pues cuando el legis-
lador ha previsto el cómputo de dicha forma lo ha efectuado de manera expresa, concreta y
— CARLA CAVALIERE —
531 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 47
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 48 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 532
causa se archiva respecto del imputado en cuyo favor ha operado y este no puede ser nueva-
mente perseguido por el mismo hecho.
No cabe otra interpretación. De otro modo, el archivo sólo rige para el proceso de mayores,
lo que conspira contra la visión de la normativa especial de niños y adolescentes y sobre todo de
la interpretación a la luz del interés superior del niño.
En el sentido aquí apuntado se ha sostenido que el art. 105 del CPPCABA debe aplicarse en
su totalidad al régimen procesal penal juvenil sobre la base de la remisión que efectúa el art. 2º
del propio RPPJ, que así lo dispone [CAPCF, Sala I, 26/8/14, “B. M.; N. D.”, causa nº 1201-01/14].
§ 1. Órgano competente.— El artículo solo prevé de modo explícito que cuando se ordene
la comparecencia del imputado deberá ser notificado con antelación el defensor. La norma no
indica qué autoridad judicial es la encargada de ordenar esa comparecencia. Es sabido que res-
pecto de los imputados adultos tal decisión puede ser adoptada por la fiscalía (art. 148, CPPCA-
BA) en el marco del desarrollo de la investigación preparatoria. Sin embargo, dado que se tra-
ta de una medida de coerción, pues afecta el derecho a la libertad ambulatoria ya que implica
el traslado del imputado menor de edad por la fuerza pública ante el fiscal con el fin de que se
cumpla el acto procesal que corresponda —por ejemplo la intimación del hecho—, a la luz de lo
establecido por el art. 31, incs. 2º y 3º del RPPJ, es indudable que tal decisión solo puede ser
adoptada por el juez penal juvenil a pedido de la fiscalía y luego de haber brindado oportuni-
dad de expedirse al defensor y al asesor tutelar. En cuanto a esto último, debe tenerse en cuen-
ta que la adopción de medidas de coerción sobre la libertad personal de un adolescente, aun las
más acotadas en el tiempo como lo es la de comparendo, deben ser excepcionales por los efec-
tos negativos que pueden provocarle. Por ende, para decidir si ese recaudo de procedencia
—la situación de excepcionalidad autorizante— se encuentra presente, nada mejor que ase-
gurar la efectiva posibilidad de contradicción y la decisión de un tercero imparcial, esto es, del
órgano jurisdiccional.
Esto implica, también, afirmar que la fiscalía no podría ordenar por sí, la averiguación del
paradero de un imputado adolescente, ni siquiera al solo efecto de practicar algunas notifica-
ción. Así resulta, dado que, para concretar esa diligencia, sería necesario, aún cuando fuera por
podo tiempo, afectar la libertad ambulatoria del imputado, cuestión que solo puede decidir el
juez (arts. 18, CN; 37, b y c, CDN; 13.1, CCBA; y 31, incs. 2º y 3º, RPPJ). La situación no se ve modi-
ficada por la circunstancia de que el joven que debe soportar la medida de coerción cumpla los
dieciocho años de edad durante el proceso, pues lo que determina la aplicación del régimen es-
pecial es la edad que tenía al momento de la ejecución de la acción atribuida (arts.1º, 3º, 11 y 30,
RPPJ) [JPCF nº 11, 23/9/16, “M. P. J. E.”, causa nº 10757/16; ídem, “S. F.”, 21/10/16, causa nº
16205/16].
forme comentario de la Regla 10.3, Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administra-
ción de la Justicia de Menores, Reglas de Beijing).
TÍTULO VII
MEDIDAS CAUTELARES DURANTE EL PROCESO
Art. 49. — «Procedencia». Las medidas cautelares durante el proceso sólo pueden
dictarse por solicitud del/la Fiscal Penal Juvenil, siempre que se constatare la plena
existencia del hecho así como la de elementos de prueba que permitan fundar la pro-
babilidad de participación responsable del/la imputado/a.
§ 1. Introducción.— Antes de avanzar parece necesario recordar que las medidas cautela-
res no tienen un fin en sí mismas, sino que tienden a evitar los peligros que puedan obstaculi-
zar la consecución de los fines del proceso, esto es, la actuación de la ley penal. En razón de ello
puede decirse que la prisión preventiva, que aparece regulada en este título, en su carácter de
medida de coerción personal (afecta la libertad física) es una medida que tiende a posibilitar la
efectiva aplicación del derecho de fondo. El encierro cautelar solo puede apuntar a neutralizar
los riesgos procesales (fuga o entorpecimiento del proceso) en la medida que se encuentren
fundados en circunstancias objetivas, ya que no basta con su sola invocación (art. 7º.5, CADH).
§ 2. Órgano competente.— El artículo precisa que una medida cautelar, durante el trans-
curso de un proceso penal seguido en contra de un adolescente, solo puede dictarse a petición
del fiscal especializado, siempre que se hubiere constatado la plena existencia del hecho y la
probable participación responsable del imputado.
La decisión deberá ser adoptada por el juez penal juvenil (art. 31, incs. 2º y 3º), a quien debe-
rá dirigir la solicitud el acusador público.
§ 3. Condiciones para el dictado de la medida cautelar.— En este Título VII, “Medidas cau-
telares durante el proceso”, solo se incluye, como se verá en los artículos siguientes, una regu-
lación específica de una medida cautelar, más exactamente del instituto de la prisión preventi-
va de adolescentes. Es por eso que el artículo bajo comentario debe ser entendido únicamente
en referencia a esa medida, esto es, a la prisión preventiva de adolescentes.
El encierro cautelar de un adolescente solo puede ser dispuesto por el juez especializado,
ante el pedido de un fiscal penal juvenil, en el marco de una audiencia oral, en la que se tendrá
que encontrar presente el imputado (quien previamente deberá haber sido detenido en fla-
grancia o por orden judicial librada a tenor de los arts. 172, CPPCABA y 2º, RPPJ), su defensor y
el asesor tutelar, a fin de asegurar el correspondiente respeto al principio de contradicción (art.
10.c, RPPJ). Ahora bien, una de las particularidades que presenta su texto es que en la norma se
indica que es requisito de procedencia de la medida cautelar la constatación de la “plena exis-
tencia del hecho”. En cambio, en el Título V, “Medidas precautorias y cautelares. Audiencia an-
te el/la juez/a”, más precisamente, en el art. 173, párr. 2º del CPPCABA, se establece como requi-
sito de procedencia de la prisión preventiva que se hubieran reunido “elementos de convicción
suficientes para sostener, provisoriamente, la materialidad del hecho”. Las expresiones elegi-
das son distintas y sus significados también lo son, como lo ha reconocido, si bien con tono crí-
tico, la doctrina. En ese aspecto se ha indicado: “Se reclama que se acredite la plena existencia
del hecho y de los elementos que permitan sostener la responsabilidad del encartado, situación
probatoria más restrictiva que la contemplada en el sistema ordinario para el dictado de la pri-
sión preventiva, que sólo reclama la reunión de elementos suficientes para sostener proviso-
riamente la materialidad del hecho y la probabilidad de que el imputado sea su autor (art. 173)”
[Cevasco, Derecho …, p. 343].
El giro “plena existencia del hecho” resulta equiparable a completa o acabada demostración
de la ocurrencia de la conducta objeto de imputación. Siendo así, al menos en cuanto a ese aspec-
to, esto es, la corroboración de la existencia del hecho, el nivel de acreditación exigida para habi-
litar el dictado de una prisión preventiva parece ser más alto en el caso de los adolescentes. Esta
interpretación se correspondería, además, con la ya aludida circunstancia del mayor grado de
excepcionalidad que debe tener la afectación de la libertad ambulatoria de un joven en el mar-
co de un proceso penal (véase el comentario al art. 44 del RPPJ, donde a su vez se alude a normas
del derecho internacional de protección de la infancia). En el caso de medidas cautelares y de
coerción personal, diferentes de la prevista en este título, esto es, de la prisión preventiva, la exi-
gencia de plena demostración del hecho, con el alcance indicado, no parece aplicable. Respecto
de las afectaciones a la libertad física del imputado, de menor extensión temporal y de posible
imposición en momentos procesales distintos, como son la detención sin orden judicial en fla-
grancia o la detención con orden judicial por peligro de fuga y al solo efecto de concretar la inti-
mación del hecho, la acreditación de la plena existencia del hecho no puede ser exigida.
b) Duración de la prisión preventiva.— El art. 7º.5 de la CADH establece que toda persona
que haya sido detenida tiene derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser pues-
ta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. De igual modo, debe indicarse que la
Corte IDH ha referido en muchas oportunidades que la duración excesiva de la prisión preven-
tiva origina el riesgo de invertir el sentido de la presunción de inocencia, convirtiendo la medi-
da cautelar en una pena anticipada [véanse, entre otros, Corte IDH, 1/2/06, caso “López Álvarez
v. Honduras”, párr. 69; e ídem, 25/11/05, “García Asto y Ramírez Rojas v. Perú”, párr. 106, según
Informe de la CIDH ya citado, párr. 289, p. 81].
En igual sentido, se ha dicho: “la prisión preventiva debe ceñirse estrictamente a lo dispues-
to en el art. 7º.5 de la CADH, en el sentido de que no puede durar más allá de un plazo razona-
ble, ni más allá de la persistencia de la causal que se invocó para justificarla. No cumplir con estos
requisitos equivale a anticipar una pena sin sentencia, lo cual contradice principios generales
del derecho universalmente reconocidos …”, y que “cuando se estime que la prisión preventi-
va es procedente en el caso de niños, ésta debe aplicarse siempre durante el plazo más breve
posible, tal como lo establece el art. 37.b de la CDN” [Corte IDH, 2/9/04, caso “Instituto de Ree-
ducación del Menor v. Paraguay”, ya citado, párrs. 229 y 231].
En cuanto a la determinación legal de un plazo máximo, como la contenida en nuestro RPPJ,
la CIDH ha considerado que de ser breve merece ser valorada de modo positivo. También indi-
có que no deberían ser admitidas prórrogas. Sobre el particular, debe referirse que dado que no
ha sido prevista esa posibilidad, no podría ser acordada prórroga alguna, pues ello resultaría
contrario a la letra del art. 26, párr. 1º, del mismo ordenamiento procesal específico (véase Infor-
me de la CIDH, ya citado, párr. 297, p. 83).
En aras de intentar corroborar qué ha entendido la CIDH en el informe de marras como un
plazo suficientemente breve para ser respetuoso de los derechos que protegen al adolescente
imputado por la ejecución de una conducta delictiva, cabe poner de resalto que la Comisión
valoró “que varios Estados hayan establecido plazos máximos de duración de la prisión pre-
ventiva. Por ejemplo, en Brasil la prisión preventiva tiene un plazo máximo de cuarenta y cinco
días” (art. 108 del Estatuto de la Niñez y la Adolescencia, Informe ya citado, párr. 296, p. 83).
plimiento a esa actividad, por lo que todo parece indicar que debería realizarse cuando ello fue-
ra reclamado por la parte interesada (imputado adolescente, defensor técnico o asesor tutelar).
Por último, debe precisarse que otro recaudo adicional que debe respetarse en el caso de
una prisión preventiva impuesta a un adolescente es que se vincula con el respeto a los derechos
específicos que le corresponden a ese grupo etario en razón de su mayor vulnerabilidad deri-
vado de ser personas en desarrollo. Así, la Regla 13 de las Reglas de Beijing establece: “13.3. Los
menores que se encuentren en prisión preventiva gozaran de todos los derechos y garantías
previstos en las reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos aprobadas por las Naciones Uni-
das. 13.4. Los ‘menores’ que se encuentren en prisión preventiva estarán separados de los adul-
tos y recluidos en establecimientos distintos o en recintos separados en los establecimientos en
que haya detenidos adultos. 13.5. Mientras se encuentren bajo custodia los menores recibirán
cuidados, protección y toda asistencia social, educacional, profesional, psicológica, médica y
física que requieran, habida cuenta de su edad, sexo y características individuales”.
A su vez, la CIDH ha recordado que “el derecho de los niños bajo prisión preventiva a ser ubi-
cados en lugar que mantengan contacto con su familia y aseguren la separación respecto de las
personas adultas, así como de niños que ya hayan sido condenados, está establecido en una
serie de instrumentos internacionales sobre la materia, incluyendo el art. 5º de la Convención
Americana, los arts. 10 y 37 de la CDN …” (Informe ya citado, párr. 305, ps. 84 y 85).
La Corte IDH se expidió incluso sobre este derecho: “Además, ha quedado establecido que
los internos del Instituto procesados sin sentencia no estaban separados de los condenados y,
por tanto, todos los internos eran sometidos al mismo trato sin distinción alguna (…) Esta situa-
ción coadyuvó a que en el Instituto existiera un clima de inseguridad, tensión y violencia. El pro-
pio Estado ha reconocido la falta de separación entre procesados y condenados y ha señalado
que ésta existía en el Instituto por ‘la falta de disponibilidad de medios’” [Corte IDH, 2/9/04,
caso “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, Excepciones Preliminares, Fondo, Re-
paraciones y Costas, Serie C, nº 112, párr. 169].
El modo en que ha sido regulada la cuestión parece adecuarse a los principios de excepcio-
nalidad, brevedad y determinación, consagrados por la CDN (art. 37, inc. b).
Finalmente, la norma exige que en caso de ser impuesta la prisión preventiva, esta sea cum-
plida en centros de privación de libertad especializados (según el art. 83 del RPPJ sí lo son aque-
llos que como mínimo cumplen con lo estipulado por la Res. nº 45/113 —Reglas de las Naciones
Unidad para la Protección de los Menores Privados de la Libertad—) que hasta la fecha en que
se realiza este comentario no se han puesto en funcionamiento, circunstancia que impediría su
aplicación ajustada a derecho.
En esta norma se establece que siempre que sea posible atender razonablemente el peligro
de fuga o de entorpecimiento del proceso con una medida restrictiva menos gravosa que la pri-
sión preventiva que haya sido requerida por los acusadores, esto es, con alguna de las estable-
cidas en el código procesal local (art. 174, CPPCABA), al que remite expresamente, se deberá
optar por esa alternativa. Esta previsión legal se corresponde con lo establecido por el art. 37,
inc. b) de la CDN, que tiene jerarquía constitucional de conformidad con lo estipulado por el art.
75, inc. 22 de la CN. En cuanto a las medidas restrictivas del art. 174 del CPPCABA, parece poco
probable que un adolescente desempeñe un cargo público o privado en el ejercicio del cual se
le atribuya haber cometido un delito, como para que pudiera aplicarse la restricción prevista en
el inc. 6º de ese artículo. En cuanto a las otras medidas restrictivas, deberán decidirse e impo-
nerse de un modo tal que no sean contraproducentes respecto del objetivo de reintegración al
que debe orientarse toda intervención de la justicia penal en esa franja etaria, es decir, que no
dificulten la posibilidad de que el joven internalice los valores que rigen en la sociedad a la que
pertenece, que no le impidan desarrollar su propio plan de vida (por ejemplo asistir a la escue-
la, aprender oficios, practicar actividades deportivas, interactuar con sus pares, etcétera) de un
modo respetuoso y compatible con los derechos de terceros.
Art. 52. — «Duración». El/la Juez/a determinará el tiempo de su duración, que será
el más breve posible, no pudiendo en ningún caso exceder de sesenta días corridos,
y de cumplimiento en un centro especializado.
En esta norma se reitera que el encierro cautelar solo puede extenderse por un tiempo
determinado, que debe ser el más breve posible y que nunca podrá superar los sesenta días
corridos (véase supra el comentario al art. 50, RPPJ) A su vez, se reitera que debe cumplirse en
un centro especializado (véase infra el comentario al art. 83, RPPJ).
TÍTULO VIII
VÍAS ALTERNATIVAS DE RESOLUCIÓN
DEL CONFLICTO
El presente artículo parece circunscribir las vías alternativas de solución del conflicto a los
institutos de la mediación y la remisión. Tal como dije al comentar el art. 25, entiendo que la sus-
pensión de juicio a prueba, con su naturaleza de potencial causa extintiva de la acción penal y
con sus particularidades, se inscribe también en una de las vías alternativas de resolución del
conflicto, dado que cumple con el concepto de aplicar un mecanismo que priorice el postulado
de la sanción como ultima ratio.
Por mediación en materia penal se entiende al proceso de búsqueda de un acuerdo entre el
imputado y la víctima acerca de la reparación voluntaria del daño causado, mediante el diálo-
go que facilita un tercero [véase Sáez Valcarce, “Algunos …”, 2012, p. 36].
La inclusión de la mediación como una vía de resolución alternativa al conflicto en materia
penal juvenil cumple el compromiso asumido por el Estado argentino de fomentar el respeto
por la dignidad de los niños como sujetos de derechos, la desjudicialización de los casos que los
involucran y el fortalecimiento de su sentido de responsabilidad y respeto por los derechos hu-
manos de terceros [véase Finochietti, “Mediación …”, p. 226].
La remisión, en tanto, implica la supresión del procedimiento ante la justicia penal para con-
jurar la estigmatización y los efectos negativos que acarrean al joven la vinculación con un pro-
cedimiento penal, canalizando la intervención a servicios sociales con apoyo de la comunidad
[González Ferrari, “Consolidar …”, en prensa].
De este modo, se cumple el mandato contenido en el art. 40 de la CDN de adoptar medidas
“sin recurrir a procedimientos judiciales”. En efecto, tal como explica Beloff el fundamento
normativo de la previsión de soluciones alternativas a la reacción estatal punitiva frente al con-
flicto jurídico-penal se encuentra en el art. 40, inc. 3º, b) de la CDN, en cuanto prescribe:
“… Siempre que sea apropiado y deseable, la adopción de medidas para tratar a esos niños sin
recurrir a procedimientos judiciales, respetando plenamente los derechos humanos y las garan-
— CARLA CAVALIERE —
541 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 54
tías legales”. Surge también de las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la
delincuencia juvenil (Directrices de Riad), en particular en la Directriz 5; en la 6, en cuanto dis-
pone que “… Solo en último extremo ha de recurrirse a organismos formales de control social”;
y en la 58: “Deberá capacitarse personal de ambos sexos encargado de hacer cumplir la ley y de
otras funciones pertinentes para que pueda atender a las necesidades especiales de los jóvenes;
ese personal deberá estar al corriente de los programas y posibilidades de remisión a otros ser-
vicios, y recurrir a ellos en la medida de lo posible con el fin de sustraer a los jóvenes al sistema
de justicia penal” [Bellof, Algunas …].
La Corte Interamericana ha señalado que, como alternativa a la judicialización de los pro-
blemas que afectan a los niños, “son plenamente admisibles los medios alternativos de solución
de las controversias, que permitan la adopción de decisiones equitativas, siempre sin menosca-
bo de los derechos de las personas. Por ello, es preciso que se regule con especial cuidado la apli-
cación de estos medios alternativos en los casos en que se hallan en juego los intereses de los
menores de edad” [Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, OC nº 17/02,
del 28/8/02, Serie A, nº 17, párr. 135.190].
Capítulo I
Mediación
Este artículo consagra el mecanismo de mediación como vía alternativa a la solución del con-
flicto, sólo si la persona presunta autora del hecho es menor de dieciocho años de edad y resul-
ta punible.
Esto parece lógico, dado que el art. 12 del RPPJ determina la imposibilidad de someter a
quien no tiene la edad requerida para ser penalmente punible a la intervención del Ministerio
Público o a la jurisdicción de los jueces
A su vez, el ámbito de aplicación de la ley establecido en su art. 1º, concuerda con ello.
Vale poner de resalto que, a diferencia del mecanismo de mediación establecido en el CPP-
CABA, aplicable a mayores de edad, el presente se encuentra detalladamente regulado y esta-
blecidos los requisitos, procedimiento y consecuencias de su realización.
Al respecto se sostuvo que el art. 106 de la CCABA establece que: “Corresponde al Poder Ju-
dicial de la Ciudad (…) Organizar la mediación voluntaria conforme una ley que la reglamen-
te”. El Régimen Procesal Penal Juvenil local (arts. 54 a 74), ha normativizado claramente dicho
proceso, los principios que lo rigen, no existiendo obstáculo legal alguno para que dicha regu-
lación sea aplicada, con los matices que correspondan, en un proceso seguido contra adultos,
hasta tanto se dicte una ley específica de mediación penal [CAPCF, Sala III, 29/9/09, “Acevedo,
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 55/56 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 542
Roberto Miguel y Furchini, Norma Alejandra”, causa nº 44832-01/09, del voto de la doctora Ma-
nes, en disidencia parcial; la mayoría entendió que el instituto de la mediación penal en la Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires, colisiona no solo con el principio de legalidad establecido en
el art. 71 del CP, sino que, también vulnera la garantía de igualdad, del debido proceso legal y
el principio de inocencia —arts. 16 y 18, CN—].
Art. 55. — «Finalidad». El Ministerio Público Fiscal utilizará dentro de los mecanis-
mos de resolución de conflictos, la mediación a los fines de pacificar el conflicto, pro-
curar la reconciliación entre las partes, posibilitar la reparación voluntaria del daño
causado, evitar la revictimación, promover la autocomposición en un marco jurisdic-
cional y con pleno respeto de las garantías constitucionales, neutralizando a su vez,
los perjuicios derivados del proceso penal.
La finalidad establecida en este artículo se vincula a los principios de justicia restaurativa, que
tienden al restablecimiento de lazos comunitarios. Ello así, ya que participan la víctima, el impu-
tado y la comunidad a través de un proceso que implica la conjunción de todas las voluntades de
quienes intervienen, tendiente a reparar el daño causado e impedir que la víctima reviva las cir-
cunstancias que motivaron el proceso. Se procura además la toma de conciencia de quien resul-
ta imputado, con un aprendizaje a través del conocimiento del padecimiento de la víctima.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos afirmó que el uso de medios alternati-
vos de justicia puede facilitar la reconciliación entre la víctima y el infractor, así como también
puede ayudar a la reintegración del niño en la comunidad. Por otra parte, advirtió que los Prin-
cipios Básicos de Naciones Unidas para la Aplicación de Programas de Justicia Restitutiva en Ma-
teria Penal se refieren a la justicia restitutiva como una respuesta evolutiva al delito que pro-
mueve la armonía social mediante la recuperación de las víctimas, los delincuentes y las comu-
nidades. La Comisión definió el proceso de justicia restitutiva como aquel en que la víctima, el
delincuente y, cuando proceda, cualesquiera otras personas o miembros de la comunidad afec-
tados por un delito, participan conjuntamente de forma activa en la resolución de cuestiones
derivadas del delito, por lo general con la ayuda de un facilitador. La Comisión instó a los Esta-
dos a ampliar el uso de medios alternativos de solución de controversias para enfrentar los con-
flictos que surgen de posibles infracciones a la ley penal cometidas por niñas, niños y adoles-
centes, en atención a que estos medios alternativos pueden tener un impacto positivo en los ni-
ños al facilitar su reconciliación con la víctima y la comunidad. Al mismo tiempo, la Comisión
subrayó la importancia de salvaguardar todos los derechos de los niños en la aplicación de estos
medios alternativos, así como también la necesidad de limitar su aplicación a los casos necesa-
rios para garantizar el interés superior del niño [CIDH, OEA/Ser.L/V/II. Doc. 78, Justicia Juvenil y
Derechos Humanos en las Américas, 13/7/11, párrs. 234, 236 y 239].
— CARLA CAVALIERE —
543 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 56
§ 1. Introducción.— Este artículo consagra cuáles son los postulados en los que se apoya y
gobiernan el sistema y establece los principios de:
a) Voluntariedad. Interviene la voluntad de las partes y solo se llega a la solución si todos
los intervinientes prestan su conformidad. Es imprescindible para el éxito de esta vía al-
ternativa que los intervinientes no se sientan obligados, sino que la opción de media-
ción sea su elección.
b) Confidencialidad. Lo tratado durante la o las audiencias que demande el proceso de
mediación no puede trascender de las partes que asistan a ella, salvo que se autorice su
divulgación. Como consecuencia de ello, el mediador no podrá ser citado como testigo,
ni podrán ser requeridos sus papeles de trabajo. La firma de un acuerdo de confidencia-
lidad antes del inicio de las negociaciones resultaría de utilidad para garantizar la vigen-
cia de este principio.
c) Celeridad. Regula un procedimiento rápido.
d) Informalidad. Implica que no hay formalidades establecidas para llevar adelante la di-
námica de las conversaciones y acuerdos entre las partes. El mecanismo así establecido
permite el desarrollo de las conversaciones sin parámetros previamente fijados, lo que
redunda en una mayor libertad para el negociador o mediador, pudiendo aplicar la me-
jor dinámica al caso concreto, ya que cada situación a resolver es única y es evaluada de
manera particular. Si bien existen reglas, no son fijas.
e) Gratuidad. No se cobran aranceles a las partes, ni se establece que el costo que deman-
de el procedimiento sea parte de las costas procesales.
f ) Neutralidad o imparcialidad de los mediadores. Quien lleve adelante la negociación
entre las partes no puede tener interés en la resolución final del conflicto. El mediador
es un tercero neutral, dado que no toma la resolución del caso, sino que en ella deciden
los mediados.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 57 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 544
chos del niño conforme al interés superior del niño y que se haya recabado la voluntad tanto
del presunto autor de la infracción como de la víctima con la información y el asesoramiento ne-
cesario [CIDH, OEA/Ser.L/V/II. Doc. 78, Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas,
13/7/11, párr. 240].
Art. 57. — «Casos en los que procede». La Oficina de Resolución Alternativa de Con-
flictos que se establezca al efecto deberá tomar intervención en cada caso en que en
el proceso se traten causas penales en las cuales intervengan las personas compren-
didas en el texto del art. 54.
No procederá la mediación cuando se trate de causas dolosas relativas a los delitos
previstos en el Libro II del Código Penal Título I (Capítulo I - Delitos contra la vida) y
Título III (Delitos contra la Integridad Sexual) y en los casos de las Lesiones estableci-
das en el art. 91 del Código Penal, cuando se efectuaren dentro de un grupo familiar
conviviente, aunque estuvieren constituidos por uniones de hecho. —Art. 8º de la
Ley Nacional nº 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar—.
No se admitirá una nueva mediación penal respecto de quien hubiese incumplido un
acuerdo en trámite anterior, o no haya transcurrido un mínimo de dos años de la fir-
ma de un acuerdo de resolución alternativa de conflicto penal en otra investigación.
— CARLA CAVALIERE —
545 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 57
a partir de una unión de hecho, de conformidad con lo establecido en el art. 8º de la ley nacio-
nal 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar.
Teniendo presente que esta vía trata de introducir un mecanismo tendiente a reparar el da-
ño producido como consecuencia del delito, en los hechos graves puede resultar problemático,
dado que en algunos casos el daño es irreparable.
Por ende, no resulta aconsejable mediar cuando en lugar de favorecerse la pacífica solución
del conflicto se ahonda en este o se tiende a la idea de que se está consagrando la impunidad
en casos de suma gravedad o de trascendencia social relevante.
Bajo esta óptica, durante la discusión parlamentaria de la aprobación de la ley 2451 (VT, Acta
5ª, Sesión Especial, 3/10/07, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), el entonces
diputado Enrique Olivera planteó que se aprobara el siguiente texto: “No procederá la media-
ción cuando se trate de causas que el fiscal penal juvenil considere contrarias a los criterios ge-
nerales de actuación o que puede vulnerarse el interés público. Cuando se tratara de delitos cu-
ya pena supere los seis años de prisión, el fiscal penal juvenil deberá obtener la aprobación pre-
via del fiscal general”.
La propuesta se basó en una redacción más compatible con el principio acusatorio y con la
fecundidad que en muchas legislaciones ha demostrado tener la mediación como método al-
ternativo a la resolución de conflictos. Postuló tener presentes parámetros para determinar
qué casos son mediables, basados en distinguir los que se fundan en una enumeración taxativa
o en el monto de la pena o en los que afectan el interés público. Criticó la redacción que final-
mente se aprobó por entender que su técnica no era compatible con la legislación comparada,
porque excluía títulos o capítulos o categorías de delitos, en lugar de hacerlo bajo otro sistema
que propendiera a la mediación del conflicto como herramienta útil (VT citada, discurso del di-
putado Olivera).
Concuerdo con establecer otro tipo de parámetros que no impliquen la exclusión tal cual que-
dó en definitiva redactada la norma, sino que tiendan a cumplir con el derecho a la reparación
integral y hagan hincapié en la voluntad de la víctima, que es la verdadera titular del conflicto.
Otros límites por los cuales no procede la mediación son el incumplimiento de los términos
de un acuerdo de mediación anterior o el hecho de no haber transcurrido dos años desde la im-
plementación en otro proceso de solución alternativa al conflicto.
Sobre el punto parece acertado que quien no haya cumplido con compromisos asumidos
con anterioridad con un mismo mecanismo no pueda beneficiarse con la posibilidad de una
nueva mediación.
A su vez, parece razonable establecer un tiempo para aplicar respecto de otro proceso a una
misma persona nuevamente una solución alternativa.
Debe notarse que la norma hace referencia a un acuerdo de resolución alternativa, lo que
determina que pueda tratarse de una mediación o de una remisión anterior.
Entiendo que el concepto no puede extenderse a la suspensión de juicio a prueba, dado que
sin perjuicio de lo sentado al comentar los arts. 25 y 53, el legislador local solo llamó “vías alter-
nativas de resolución del conflicto” a las contenidas en el art. 53.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 58 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 546
§ 2. Oportunidad.— Puede implementarse hasta el inicio del debate, esto es, hasta que el
juez lo declare abierto de conformidad con lo establecido en el art. 227 del CPPCABA, de apli-
cación supletoria en la materia por lo dispuesto en el art. 2º del RPPJ. Se utiliza aquí un criterio
amplio en la posibilidad temporal de implementación de la vía alternativa que aparece como
razonado para la búsqueda de otra solución distinta al juicio, y si antes de la apertura del deba-
te no se llegó a ella, su sustanciación es la única vía para lograrlo.
§ 3. Legitimación del asesor tutelar.— Si bien la norma no establece que el asesor tutelar
pueda instar el procedimiento de mediación, y ello podría obedecer al rol de la defensa técni-
ca conforme al art. 37 de este régimen, es decir, a que sea ejercida por un defensor público o pri-
vado, lo cierto es que el art. 40 ha determinado la obligación de su participación en los proce-
sos en los que se encuentren imputados, sean testigos o víctimas personas menores de diecio-
cho años de edad, a los efectos de velar por el efectivo ejercicio de los derechos y garantías que
le asisten a los involucrados (sobre la doctrina y jurisprudencia aplicables en torno al mencio-
nado art. 40 me remito al comentario respectivo).
— CARLA CAVALIERE —
547 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULOS 59/60
A ello se agrega lo que determina el art. 49 de la ley 1903, por lo que entiendo que resulta
oportuna su participación a los efectos de coadyuvar a la tarea de la defensa y cumplir con el rol
que la Constitución local y la ley le asignan. Ello parece haber sido considerado así en el art. 68
del RPPJ.
§ 4. El rol del juez.— No está prevista la intervención del juez, lo que puede explicarse en
la naturaleza del proceso de mediación.
Ahora bien, sin perjuicio de ello, entiendo que de conformidad con el art. 31, inc. 5º, el juez
debe velar por el control del cumplimiento de las garantías previstas en la ley por parte del Mi-
nisterio Público Fiscal durante la investigación penal preparatoria. Siendo entonces que la
“sanción como ultima ratio” es una de ellas (véase el comentario al art. 25), la parte que así lo
considere podrá acudir al juez en caso de haber solicitado el procedimiento de mediación y el
fiscal no le diera trámite, a los efectos de materializarlo.
Esto se debe a que de conformidad con lo establecido en este artículo, el procedimiento
puede ser iniciado de oficio por el fiscal o a instancia de parte y no está previsto que el fiscal par-
ticipe. Vale decir, no es de su exclusiva potestad impulsar el mecanismo de mediación.
Art. 59. — «Remisión». El/la Fiscal Penal Juvenil remitirá la solicitud a la Oficina de
Resolución Alternativa de Conflictos, previo informe de los alcances y efectos del ins-
tituto a las partes del proceso.
Asimismo deberá solicitar el expreso consentimiento de la víctima, para dar curso a
la solicitud de la remisión.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 61/62 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 548
Art. 61. — «Incomparecencia». En caso de que alguna o todas las partes no concu-
rran a las reuniones fijadas o, de hacerlo, manifiesten su desistimiento al presente
procedimiento, el trámite se dará por concluido, labrándose un acta en la que cons-
tarán las circunstancias de las notificaciones y la presencia de la parte que haya con-
currido, remitiéndose la misma al/la Fiscal Penal Juvenil correspondiente a fin de que
continúe el trámite de la investigación preparatoria.
Cumplidas las citaciones establecidas en el artículo anterior, si todas o alguna de las partes
no concurren a la reunión fijada o desisten del procedimiento, éste culmina. Ello es acorde al
carácter voluntario del proceso y al hecho de que se exige que todas las partes involucradas
deban prestar acuerdo.
La constancia tanto de la inasistencia como del desistimiento debe formalizarse en un acta
con indicación de las circunstancias aquí exigidas, la que debe remitirse al fiscal penal juvenil a
fin de continuar el trámite de la investigación penal preparatoria.
Art. 62. — «Representación de las partes». El/la imputado/a asistirá a las reuniones
personalmente, en las que deberá ser acompañado obligatoriamente por sus padres,
tutores o responsables, y será obligatoria la presencia de su Defensor/a.
La víctima deberá asistir personalmente, y en caso de ser menor de dieciocho años
deberá ser acompañada obligatoriamente por sus padres, tutores o responsables, no
— CARLA CAVALIERE —
549 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULOS 63/64
Tal como está redactada la norma, en el caso del imputado, es ineludible el acompañamien-
to de los padres, tutores o responsables a las reuniones fijadas, y del defensor. Dado que la pre-
sencia de ellos es obligatoria, se entiende que su ausencia acarreará la nulidad del acto.
En el caso de la víctima, su asistencia es personal, lo que equivale a que no podrá hacerse re-
presentar y debe asignársele asistencia letrada gratuita en caso de requerirlo. También se de-
termina la presencia en caso de ser menor de dieciocho años de edad, de los padres, tutores o
responsables.
Está prevista la entrevista previa con las respectivas defensas como derecho de las partes, lo
que entiendo debe ser informado a los efectos de que puede optarse por ello.
Estimo que se exige la asistencia personal a las reuniones de todas las partes, dadas las carac-
terísticas restaurativas del instituto de mediación, el carácter voluntario del proceso y el hecho
de que sea la vía elegida de solución al conflicto.
Dado que está previsto que debe llevarse un registro de los procesos de mediación y que una
de las condiciones de procedibilidad es que no se haya participado de un acuerdo con anterio-
ridad a los dos años del que se pretende realizar, y la inexistencia de incumplimientos anterio-
res, el mediador debe requerir un informe a la Oficina de Mediación.
La norma además prevé la posibilidad unificar procesos de mediación que involucren a las
mismas partes, siempre y cuando ello no perjudique la posibilidad de arreglo, lo que sigue la lí-
nea tanto doctrinal como jurisprudencial de procesos paralelos y de la aplicación de una solu-
ción integral al conflicto.
Art. 64. — «De las reuniones». Las reuniones con las partes podrán ser privadas o
conjuntas. Las mismas se realizarán en dependencias de las Oficina de Resolución Al-
ternativa de Conflictos pudiendo realizarse en otros ámbitos destinados a tal fin por
la Oficina de Resolución Alternativa de Conflictos.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 65 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 550
— CARLA CAVALIERE —
551 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULOS 66/68
Art. 66. — «Sustanciación de las sesiones». Durante las reuniones el/la mediador/a
interviniente tendrá amplias facultades para sesionar, cuidando de no favorecer con
su conducta a una de las partes y de no violar el deber de confidencialidad. Las mis-
mas se sustanciarán de manera informal y oralmente; se labrarán actas de las entre-
vistas, rubricadas por los intervinientes y el/la mediador/a.
En las actas solo constarán cuestiones formales.
Art. 67. — «Intervención del equipo técnico». Siempre será requerida la interven-
ción de los integrantes del equipo técnico interdisciplinario.
Art. 68. — «Acuerdo». En caso de arribarse a un acuerdo en el que ambas partes en-
cuentren satisfechos sus intereses, se labrará un acta en la que se dejará constancia
de los alcances del mismo, número de investigación preparatoria que diera origen a
la misma, de las firmas de la persona menores de dieciocho años imputadas, sus pa-
dres, tutores o responsables, Asesor/a Tutelar, representantes legales, así como de la
otra parte, de los letrados patrocinantes y del/de la mediador/a interviniente.
Asimismo se dejará constancia de que el alcance del acuerdo no implicará la asunción
de culpabilidad para los reclamos pecuniarios, salvo pacto expreso en contrario. No
podrá dejarse constancia de manifestaciones de las partes.
En caso de no arribarse a un acuerdo, se labrará un acta con copia para las partes y
otra para incorporar al proceso de investigación preparatoria. Tal circunstancia no
constituirá antecedente alguno para el/la imputado/a.
La norma prevé dos supuestos. Por un lado, que las partes encuentren satisfechos sus inte-
reses con el acuerdo. Por el otro, el fracaso de la instancia de solución alternativa.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 69/70 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 552
De ocurrir el primero, se labrará un acta que contendrá el alcance del acuerdo, el número de
registro de la investigación penal preparatoria que lo originó, la firma de todos los intervi-
nientes. Deberá consignarse que el acuerdo no implica asunción de responsabilidad para los re-
clamos pecuniarios (excepto que ello haya sido acordado) y no puede dar cuenta de lo mani-
festado por las partes.
La mención en el texto del asesor tutelar parece dar razón a lo expresado al comentar el art.
58.
En caso de que fracase el procedimiento, el acta deberá ser labrada con copia a todas las par-
tes y una para incorporar al proceso de investigación penal preparatoria, aunque ello no pue-
de constituir antecedente alguno para el imputado.
Se efectúe o no acuerdo, el mediador tiene un plazo de diez días para notificar el resultado
del caso al fiscal a cargo de la investigación penal preparatoria.
Dicha comunicación también debe efectuarla a la Oficina de Resolución Alternativa de Con-
flictos.
En ambos casos, con copia del acta respectiva.
Remitiendo a lo ya dicho en cuanto a la forma en que deben computarse los plazos, y tenien-
do presente el establecido en el art. 70 para la totalidad del procedimiento de mediación, en-
tiendo que el aquí previsto debe estar incluido en aquel.
Art. 70. — «Plazo». El plazo para el procedimiento será de sesenta días corridos a
contar desde la primera reunión realizada. Dicho plazo podrá ser prorrogado por
treinta días más, mediante acuerdo entre las partes.
A fin de cumplir con la manda respecto del plazo de duración razonable del proceso conte-
nida en el art. 25, esta norma determina un tiempo prudencial a fin de llevar adelante la solu-
ción alternativa al conflicto.
El momento a partir del cual comienza a correr el plazo es el de la primera reunión que efec-
tivamente se realice entre las partes y está establecido en sesenta días corridos.
Si existe acuerdo de partes, podrá ser prorrogado por otros treinta días.
Dado que no se encuentra previsto que la realización del proceso de mediación suspenda o
interrumpa el plazo del art. 47, si se ha intimado del hecho al joven deberán extremarse los re-
caudos a fin de que no opere la causal prevista en el art. 105 del CPPCABA —de aplicación suple-
toria— a la que aludí en el comentario a la primera norma mencionada.
— CARLA CAVALIERE —
553 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULOS 71/72
El plazo aquí establecido incluye el tiempo total que demande el procedimiento, y la comu-
nicación a la que alude el art. 69 debe efectuarse dentro de aquel.
Art. 71. — «Efectos sobre el proceso». En aquellos acuerdos en que las partes hayan
dado enteramente por satisfechas sus pretensiones, el/la Fiscal Penal Juvenil me-
diante despacho simple, procederá al archivo definitivo de las actuaciones, no pu-
diendo promover nuevamente la acción por ese hecho. Para los casos en que se pac-
te alguna obligación para las partes, la investigación preparatoria se archivará suje-
ta a condiciones en la sede de la Oficina de Resolución Alternativa de Conflictos a fin
de que constate el cumplimiento o incumplimiento de las mismas.
Verificado el cumplimiento, se remitirán las actuaciones al/la Fiscal Penal Juvenil,
quien procederá de la manera enunciada en el párrafo primero. En caso de compro-
barse el incumplimiento de aquéllas en el plazo acordado, se dejará constancia de di-
cha circunstancia, procediéndose al desarchivo del proceso y a la continuación de su
trámite.
La norma prevé dos supuestos diferentes. En primer lugar, si las partes han satisfecho en las
reuniones sus pretensiones por entero, mediante decreto simple el fiscal debe proceder al
archivo definitivo de las actuaciones y no podrá promover nuevamente la acción por el mismo
hecho.
Como segundo supuesto, si se han pactado condiciones a modo de obligación entre las par-
tes, ese archivo se encontrará sujeto al control de cumplimiento que efectúe la Oficina de Reso-
lución Alternativa de Conflictos.
Al verificarse el cumplimiento procede el archivo definitivo. En caso contrario el proceso
se desarchiva y el trámite continúa. Ello es razonable ya que, por la naturaleza del instituto
de la mediación, sólo la reparación integral del conflicto puede archivar de manera definiti-
va el caso.
Art. 72. — «Seguimiento». En los casos en los que se arribe a un acuerdo, la Oficina
de Resolución Alternativa de Conflictos dispondrá el control y seguimiento de lo pac-
tado, debiendo para ello solicitar la colaboración del equipo técnico interdisciplina-
rio, la que no revestirá el carácter de obligatoria.
El seguimiento aquí establecido tiene por objetivo verificar el cumplimiento del acuerdo al
que arriban las partes, para lo cual podrá requerirse el auxilio del equipo técnico interdiscipli-
nario previsto en el art. 67, aunque ello no es obligatorio.
De conformidad con la redacción del artículo anterior el seguimiento solo será efectuado en
el caso de pactarse alguna obligación entre las partes, ya que si han satisfecho sus pretensiones,
el fiscal procede al archivo definitivo de las actuaciones sin más trámite y no puede reabrir el
caso.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 73/75 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 554
Capítulo II
Remisión
— CARLA CAVALIERE —
555 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 75
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 75 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 556
— CARLA CAVALIERE —
557 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 75
que la necesidad de evitar la estigmatización propia del instituto de la remisión no puede ser
sostenida, frente a la condena que registra el imputado y a la declaración de responsabilidad
penal, como así también al fracaso de los grupos de contención del menor (familia u otros gru-
pos de control social oficioso). En igual sentido se sostuvo que correspondía confirmar la reso-
lución del juez de grado mediante la cual rechazó la aplicación del instituto de la remisión (art.
75, ley 2451) al imputado. Se dijo que el hecho de haber portado un arma cargada, idónea para
el disparo, con siete cartuchos, dos de ellos de punta hueca los que por clasificación constituyen
proyectil de guerra y que, por definición, poseen mayor capacidad expansiva y mayor poder de
impacto, lo que implica un mayor peligro, aunado a la circunstancia de haber forcejado con el
personal policial, con un arma cargada en su poder, incrementó el riesgo no sólo para ellos mis-
mos, sino también para terceros. las circunstancias en que se desarrollaron los hechos dan cuen-
ta de una gravedad suficiente para que no proceda el instituto de la remisión [CAPCF, Sala III,
29/9/15, “M., A. A. y otros”, causa nº 9453-02/13].
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 76 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 558
Ello tiene sentido, además, si tomamos en cuenta que la norma establece la posibilidad de
interponer recurso de apelación para quien haya manifestado su oposición en la audiencia.
Lo relativo a la oposición de la víctima se aplica también a la que pudiera realizar el fiscal.
TÍTULO IX
SUSPENSIÓN DEL PROCESO A PRUEBA
en que el delito imputado sea susceptible de sanción con pena privativa de libertad
en centro especializado, teniendo en miras el principio del interés superior, su rein-
serción social, su protección integral y con la finalidad de mantener y fortalecer sus
vínculos familiares y comunitarios.
El tribunal convocará a una audiencia oral con citación al peticionario, al Fiscal Penal
Juvenil, al Asesor/a Tutelar, a la víctima, y al querellante si lo hubiere.
Luego de escuchar a las partes resolverá si concede la suspensión de la persecución
penal, con las condiciones de cumplimiento que estime correspondientes, o la deniega.
La oposición del Fiscal Penal Juvenil, fundamentada en razones de política criminal o
en la necesidad de que el caso se resuelva en juicio, será vinculante para el tribunal.
Contra la decisión no habrá recurso alguno.
Cumplidas las condiciones impuestas, el/la Juez/a, previa vista al Fiscal Penal Juvenil,
dictará el archivo definitivo de la causa, no pudiendo promover nuevamente la ac-
ción por ese hecho. En caso de incumplimiento dispondrá la continuación del proce-
so o la prórroga de la suspensión, según corresponda.
pondería a un mayor en iguales circunstancias. Por el contrario, por tratarse de personas en ple-
no desarrollo de su madurez, por presentar una culpabilidad disminuida en razón de su edad,
la respuesta debe ser de otro tenor (menos grave) y debe privilegiarse, siempre que ello sea po-
sible, la aplicación de soluciones alternativas a las penas de encierro.
En sustento de lo referido, cabe recordar que la Corte Suprema en el fallo “Maldonado” del
7/12/05 [CSJN-Fallos, 328:4343], más precisamente en el consid. 37 del voto de los ministros
Highton, Maqueda, Lorenzetti, Petracchi y Zaffaroni, se alude a la inmadurez emocional y a los
comportamientos en acting out, de paso del estímulo al acto, que en adultos podrían ser enten-
didos como síntomas de una patología psicopática y que en los menores de edad sustentan la
presencia de una culpabilidad disminuida.
En el art. 37.b de la CDN, que integra el bloque federal de constitucionalidad (art. 75, inc. 22,
CN), se establece que la privación de la libertad es una medida que sólo puede aplicarse a un ado-
lescente en forma excepcional, como último recurso y durante el período más breve que proceda.
En ese mismo orden, cabe recordar que en las Reglas de Beijing se establece, en relación con
las restricciones a la libertad sobre adolescentes, que solo pueden imponerse luego de un cui-
dadoso estudio y que deben reducirse al mínimo posible (Regla 17.b). Pero aun más, también se
indica en ese instrumento que solo podrán imponerse privaciones de la libertad personal en el
caso de que la persona menor de edad sea condenada por un acto grave en el que concurra vio-
lencia contra otra persona o por la reincidencia en cometer otros delitos graves y siempre que
no haya otra respuesta adecuada (Regla 17.c). En ese mismo compendio normativo se recono-
ce que en los casos seguidos contra adultos y en los sustanciados contra adolescentes por deli-
tos graves, la idea de justo merecido y las sanciones retributivas resultan pasibles de justificación.
No obstante, se indica que en los casos de personas menores de edad siempre tendrá más peso el
interés por garantizar el bienestar y el futuro del joven (conforme comentario a la Regla 17.b).
A su vez, en el art. 40.4 de la CDN se prevé que en lo posible se dispondrá de medidas alter-
nativas (por ejemplo programas de enseñanza y formación profesional) a la internación en ins-
tituciones.
En el art. 3.1 de la CDN, se consagra como principio rector el interés superior del niño. Al mis-
mo aluden tanto el art. 2º de la ley 114, como el art. 3º de la ley 26.061. A su vez, en la “OG nº
14/13”, del Comité de Derechos del Niño —párr. 6º—, se lo define como un derecho sustantivo,
como un principio jurídico interpretativo fundamental (cuando una disposición jurídica admite
más de una interpretación se elegirá la que satisfaga de manera más efectiva el interés superior
del niño teniendo en cuenta que los derechos consagrados en la Convención y sus Protocolos
facultativos establecen el marco interpretativo) y como una norma de procedimiento (deben
incluirse las posibles repercusiones positivas o negativas de la decisión en el niño interesado).
En la OG nº 10/07, el Comité de los Derechos del Niño, en relación con el interés superior del
niño (art. 3º, CDN), luego de referir que debía ser una consideración primordial, que los niños
se diferenciaban de los adultos por su desarrollo físico y psicológico y por sus necesidades emo-
cionales y educativas y que esas diferencias constituían la base de la menor culpabilidad de los
niños, que a su vez justificaban la existencia de un sistema separado de justicia de menores y
hacían necesario dar un trato diferente a los niños, precisa: “La protección del interés superior
del niño significa, por ejemplo, que los tradicionales objetivos de la justicia penal, a saber,
represión/castigo, deben ser sustituidos por los de rehabilitación y justicia restitutiva cuando se
trate de menores delincuentes. Esto puede realizarse al mismo tiempo que se presta atención
a una efectiva seguridad pública” (párr. 10) —en igual sentido véase párr. 28 de la OG nº 14/13
del Comité de los Derechos del Niño—.
En la ya mencionada OG nº 10/07, en relación con las Disposiciones Adoptadas por el juez/tri-
bunal de menores, se indicó: “El Comité desea subrayar que la respuesta que se dé al delito debe
ser siempre proporcionada, no solo a las circunstancias y la gravedad del delito, sino también a
la edad, la menor culpabilidad, las circunstancias y las necesidades del menor, así como a las
diversas necesidades de la sociedad, en particular a largo plazo. La aplicación de un método
estrictamente punitivo no está en armonía con los principios básicos de la justicia de menores
enunciados en el párr. 1º del art. 40 de la Convención” (párr. 71).
En orden a ello, cabe recordar que el trato brindado a las personas menores de edad impu-
tadas de delitos debe tender a fortalecer el respecto por parte de ellos de los derechos huma-
nos y las libertades de terceros y que solo será posible contribuir a ello si los operadores judicia-
les nos comprometemos en ese mismo respeto (conf. OG nº 10/07, pto. 13, párr. 2º, sobre art.
40.1, CDN). De la misma manera, es conveniente hacer notar que el Comité reconoce que la pre-
servación de la seguridad pública es un objetivo legítimo del sistema judicial. Sin embargo, con-
sidera que la mejor forma de lograr ese objetivo es respetar los principios básicos de la justicia
de menores, proclamadas en la CDN (conf. OG nº 10/07, pto. 14).
En las Reglas de Beijing, se establece que la autoridad competente podrá suspender el pro-
ceso en cualquier momento —conforme Regla 17. 4 (Propuesta de Desjudicialización igual que
la remisión que se prevé en el art. 11)—.
Las mencionadas Reglas de Beijing tienen fuerza normativa en nuestro ámbito de conformi-
dad con lo estipulado por el art. 12 de la ley 114 de Protección Integral de los Niños, Niñas y Ado-
lescentes de la CABA, que data de 1999, aspecto en el que insiste el párr. 2º del art. 8º del RPPJ.
En síntesis, en los procesos penales con imputados menores de edad, dadas las disposiciones
antes indicadas, se debe intentar evitar la imposición de penas privativas de la libertad, tendien-
do en la medida de lo posible a garantizar el bienestar general del adolescente, a través de la
adopción de vías alternativas. Una de esas vías alternativas que permitirá evitar las consecuencias
negativas del encierro de una persona menor de edad en razón de un caso penal, es la suspensión
del juicio a prueba, que es justamente una alternativa al encierro carcelario tradicional.
En el mismo orden, cabe asentar que prestigiosa doctrina [conf. Beloff, Algunas confusiones
en torno a las consecuencias jurídicas de la conducta transgresora de la ley penal en los nuevos
sistemas de justicia juvenil latinoamericanos, cit. por Kallis, Que sea prisión …, nota 49] explica
que en realidad hablar de alternativas a la prisión en un sistema de responsabilidad penal juve-
nil resultaría errado, pues las sanciones deben ser diversificadas en relación con los adolescen-
tes, que en un sistema de adultos tiene centralidad la cárcel, pero que en un sistema penal juve-
nil la centralidad la tienen las otras medidas y el encierro es lo excepcional.
principios pro homine y pro libertate), es decir, que podía ser otorgada la suspensión del pro-
ceso a prueba respecto de todo delito cuyo mínimo, en abstracto, de la escala penal no supera-
ra los tres años de prisión (que habilitara la imposición de una condena condicional).
A esta altura, estimo necesario hacer notar que la Corte en “R. M., J. L.” aclaró que la tesis
restrictiva, entonces seguida por la casación por el plenario “Kosuta”, dictado en relación a im-
putados adultos, no podía aplicarse a personas menores de edad, haciendo caso omiso de toda
la normativa internacional que los protege (art. 19, CADH y CDN). Parece desprenderse de ese
fallo que la Corte estimaría ajustado a derecho que las personas menores de edad tuvieran un
régimen de suspensión del proceso a prueba comparativamente más amplio que el correspon-
diente a los adultos.
Siendo así, a la luz únicamente de lo estipulado por el art. 76 bis del CP, es decir, sin conside-
rar por ahora el RPPJ, cabe señalar que si se admite que la reducción de la pena conforme la es-
cala de la tentativa (art. 44, párr. 1º, CP) que prevé el art. 4º de la ley 22.278 es obligatoria, a fin
de dar cuenta de la menor culpabilidad de los menores en razón de su edad, por su inmadurez
emocional y afectiva [CSJN, “Maldonado”] como único modo de hacerlo respetando el princi-
pio de legalidad: pena cierta —no discrecional— prevista con antelación) y se practica la reduc-
ción de la escala aplicable conforme lo establecido en el plenario de la CNCP “Villarino”, causa
nº 205, del 21/4/95, es decir, reduciendo su mínimo a la mitad, es evidente que la cantidad de
delitos imputados a menores de dieciocho años de edad que podrían ser susceptibles de pro-
bation, por no superar los tres años el mínimo de la escala aplicable y por ser posible a partir de
ello una condena de carácter condicional serían muchos más.
De este modo, sería reconocido el plus de derechos que cabe a las personas menores de edad
en relación con los mayores. Es decir, habría delitos respecto de los cuales no sería viable la sus-
pensión del proceso a prueba en orden a un mayor y sí lo sería en relación a un menor de die-
ciocho años. A modo de ejemplo, podrían ser objeto de suspensión del juicio a prueba los si-
guientes delitos: abandono de persona seguido de muerte (art. 106, párr. 1º, CP) y robo con ar-
mas (art. 166, inc. 2º, CP), entre otros [así lo propicia en doctrina Vismara, Acerca …, ps. 553 a
557].
De igual modo, debe tenerse presente que el Comité de los Derechos del Niño, el órgano que
monitorea el cumplimiento por parte de los estados miembros de la CDN (conforme art. 43,
CDN), en las Observaciones Finales referidas a las informes presentados a tenor del art. 44 de la
CDN por la Argentina, que fueron aprobadas en la 1541ª sesión, el 11/6/10, le recomendó a
nuestro país: “a) Derogue la ley 22.278, relativa al régimen penal de la minoridad, y apruebe
una nueva ley compatible con la Convención y las normas internacionales en materia de justi-
cia juvenil”, y “d) Adopte todas las medidas necesarias, incluido el reforzamiento de la política
de sanciones alternativas y medidas de reintegración para los menores infractores, a fin de ga-
rantizar que los niños sean privados de libertad únicamente como último recurso y durante el
menor tiempo posible” —véase C. Principales motivos de preocupación y recomendaciones. 7
Medidas especiales de protección (arts. 22, 38, 39, 40, 37 b y d, 30 y 32 a 36 de la Convención)
Administración de la justicia juvenil; párr. 80, aps. a y d—.
A su vez, el 14/5/13, la Corte IDH dictó sentencia en el caso “Mendoza y otros v. Argentina”,
donde señaló que la ley 22.278 permitía imponer a los adolescentes sanciones previstas para
adultos y que ello era contrario al principio de proporcionalidad y ordenó al Estado ajustar su
legislación penal juvenil a los estándares internacionales (arts. 2º, 7º.3 y 19, CADH). Además cri-
ticó el amplio margen de arbitrio dejado al juez para decidir la sanción y que pudiera conside-
rar cuestiones ajenas al hecho a fin de efectuar esa valoración como los antecedentes, el resul-
tado del tratamiento tutelar y la impresión directa que recogiera de la persona menor de edad
(véase XII, “Deber de adoptar disposiciones de Derecho Interno A.2. Consideraciones de la Cor-
te” —párrs. 293 a 298— p. 97 y ss. y también XIV, “Puntos Resolutivos”, p. 117 y ss.).
En definitiva, tanto las Observaciones Finales del Comité de los Derechos del Niño de 2010 a
los informes presentados por la Argentina a tenor del art. 44 de la CDN, como la sentencia “Men-
doza” de 2013 de la Corte IDH contribuyen a sostener que la reducción de las escalas penales
del modo previsto para la tentativa deben entenderse obligatorias, lo que hablita una más am-
plia aplicación de la probation cuando los imputados son adolescentes, como postula Vismara
en su publicación.
Es cierto que en los casos “Romano” [expte. nº 7287/10, del 19/10/11]; “ Lamorte” [expte. nº
7678/10, del 14/11/11], y “S., A. F.” [expte. nº 8702/12, del 6/2/13], el TSJ CABA rechazó que la
reducción de la escala penal pudiera entenderse obligatoria y aplicarse anticipadamente
(antes de la realización del juicio de responsabilidad y de evaluar el resultado del tratamiento
tutelar). También es claro que los tribunales inferiores deben acatar ese estándar en los casos
análogos para asegurar un mínimo de aplicación igualitaria del derecho y por economía pro-
cesal. Sin embargo, las decisiones del TSJ CABA tuvieron en cuenta otros supuestos de hecho,
esto es, decisiones de archivo a tenor de las previsiones de los arts. 4º y 12 del RPPJ y no resolu-
ciones de otorgamiento de suspensiones del proceso a prueba en favor de adolescentes que
intentan hacerse cargo del plus de derechos que les corresponde por integrar ese grupo etario
de conformidad con lo indicado por la Corte Suprema en el fallo “R. M., J. L.”, del 31/10/06.
El nuevo Código Procesal Penal de la Nación (ley 27.063, BO, 10/12/14), cuya entrada en vigen-
cia se encuentra postergada (decr. 257/15, BO, 29/12/15), incluye la suspensión del proceso a prue-
ba, entre otros supuestos que habilitan al fiscal a disponer de la acción penal pública e incluso al
regularlo específicamente alude a que debe alcanzarse un acuerdo entre el imputado, el defen-
sor y el fiscal, que deberá formalizarse por escrito y presentarse al juez, quien evaluará las reglas
de conducta a imponer en una audiencia a la que también citará a la víctima (arts. 30 y 35).
A su vez, la ley 27.147 (BO, 18/6/15), referida al régimen de la acción penal, en su art. 4º dis-
pone: “Sustitúyese el art. 76 del Código Penal por el siguiente texto, que se insertara en dicho
Código integrando el Título XII de su Libro Primero, ‘De la suspensión del Juicio a Prueba’: Art.
76. ‘La suspensión del juicio a prueba se regirá de conformidad con lo previsto en las leyes pro-
cesales correspondientes. Ante la falta de regulación total o parcial, se aplicarán las disposicio-
nes de este Título’”. Así las cosas, cabe afirmar que en la actualidad la legislación nacional en
materia de probation resulta de carácter subsidiario.
En razón de lo expuesto, creo que es posible sostener que las facultades de legislación de la
CABA, en relación con la suspensión del proceso a prueba, deben ser indudablemente recono-
cidas. La posibilidad de establecer principios de oportunidad reglados en el ordenamiento pro-
cesal local se corresponde con la obligación de cada Estado de la federación de asegurar la ad-
ministración de justicia (art. 5º, CN).
De todos modos, la regulación local (arts. 205, CPPCABA y 76, RPPJ) ha sido parcial, motivo
por el cual no puede ignorarse el texto del art. 76 bis del CP a fin de evaluar la concurrencia o
ausencia de los requisitos de procedencia.
En definitiva, volviendo al tema anterior, cabe insistir en que el legislador local se encontra-
ba habilitado para legislar sobre esa temática, como de hecho lo hizo, en el marco del CPPCA-
BA (art. 205) y específicamente respecto de los menores de dieciocho años de edad en los arts.
76 y 77 del RPPJ. En todo caso, su único límite se hallaba dado por el piso de derechos que se deri-
va de la legislación nacional (art. 76 bis y ss., CP, que no incluye ninguna previsión expresa res-
pecto de los imputados menores que pueda entenderse receptora del plus de derechos que les
corresponde). Es por ello necesario aludir a esta temática, dado que en el RPPJ se ha previsto de
modo más amplio el régimen de suspensión del proceso a prueba, es decir, de un modo compa-
tible con el plus de garantías que les corresponde a los adolescentes que se encuentren en con-
flicto con la ley penal.
Dicho esto, debe señalarse que el art. 76 del RPPJ establece que: “La suspensión también
podrá disponerse aun en aquellos casos en que el delito imputado sea susceptible de sanción
con pena privativa de libertad en centro especializado”.
De la lectura del texto transcripto surge con claridad que la suspensión del proceso a prue-
ba también podría disponerse a favor de un imputado menor de dieciocho años de edad cuan-
do el hecho atribuido encuadre en una figura legal que en razón de su mínimo legal, aun lue-
go de reducido en su mitad [plenario “Villarino” de la CNCP] conforme la escala de la tentativa
(art. 44, párr. 1º, CP) que cabe estimar obligatoria, no admitiera la imposición de una pena de
carácter condicional.
De este modo, el plus de derechos que poseen las personas menores de edad es mejor aten-
dido en el RPPJ que lo que resultaba de la aplicación del art. 76 bis del CP (el nuevo CPPN no alte-
ra la afirmación), que no admite la aplicación del instituto cuando se prevé la imposición de una
pena efectiva.
También resulta posible efectuar una interpretación histórica que tuviera en cuenta que al
tiempo de ser transformado en ley el RPPJ, en el orden nacional se analizaban distintos proyec-
tos de nuevo Régimen Penal Juvenil, que imponían penas de prisión de duración claramente
inferior a las previstas para adultos en el Código Penal (hasta un máximo de cinco años de pri-
sión), únicamente para delitos graves (homicidio doloso, delitos contra la integridad sexual, ro-
bo con arma apta para el disparo, robo con violencia física hacia la persona y secuestros extor-
sivos, conforme el proyecto de los diputados nacionales García Méndez, Maffei, Macaluse, Ro-
dríguez, Quirós, Carrió, García, González —Proyecto Bloque ARI, nº 0051-D-2007—).
En definitiva, a la luz del art. 76 del RPPJ resulta viable el otorgamiento de la suspensión del
proceso a prueba a los adolescentes incluso cuando se encuentren imputados por la posible co-
misión de delitos de mayor gravedad que tienen previstas penas de prisión de cumplimiento
efectivo.
Es importante señalar que la decisión deberá adoptarse en una audiencia oral. Estimo que
deberá participar el defensor y la persona menor de edad imputada, pese a que la norma alu-
de al “peticionario”, al asesor, al fiscal, a la víctima y al querellante si lo hubiere. Así lo entiendo
porque guarda relación con el derecho del menor imputado a ser oído (art. 12.1, CDN) antes de
adoptar una decisión que también implicará para él el cumplimiento de ciertas cargas y porque
posibilitará que el menor imputado visualice a la víctima a quien le causó dolor y aprecie su
magnitud y porque la celebración de la audiencia formal contribuirá a que el adolescente en-
tienda cuáles son las reglas que rigen en la comunidad a la cual pertenece [conforme Beloff,
“Algunas confusiones …”, 2001, p. 18, nota 53]. Ha sido reconocido en doctrina que también
puede ser planteada la pretensión de que se aplique el instituto de la suspensión del proceso a
prueba por parte del asesor tutelar [Cevasco, Derecho…, 2009, p. 349]. Es necesario precisar
que el niño debe ser debidamente informado del procedimiento y sus consecuencias (Regla
17.4, Reglas de Beijing) y que luego de ello debe manifestar, libre de toda presión, su consenti-
miento para la aplicación del instituto en presencia de la defensa, la asesoría, la fiscalía, la que-
rella si la hubiera, el actuario del juzgado y el juez, en el marco de la audiencia oral (art. 76, párr.
2º, RPPJ) que deberá celebrarse para decidir en orden a la petición.
En el RPPJ no ha sido previsto que el menor imputado deba ofrecer una reparación econó-
mica en la medida de lo posible del presunto daño causado por su conducta a la víctima, como
un requisito de procedencia del instituto. Parece razonable que así sea, dado que esa exigencia
podría ser contraproducente, pues podría llevar al adolescente, que es habitual que carezca de
trabajo estable y de ingresos propios, a cometer ilícitos para superar esa valla. Además, el insti-
tuto, en el caso de las personas menores de edad, responde al interés superior del niño, a un ob-
jetivo educacional, a evitar la estigmatización que provoca la condena y la sanción. Por otra par-
te, nada impide que la víctima procure su resarcimiento por la vía civil.
El art. 76 del RPPJ establece: “La oposición del fiscal penal juvenil, fundamentada en razo-
nes de política criminal o en la necesidad de que el caso se resuelva en juicio, será vinculante pa-
ra el tribunal”.
En los casos “Benavidez” [expte. nº 6454/09, del 8/9/10]; “Porro Rey” [expte. nº 7909/11, del
7/12/11], y “Cardozo” [expte. nº 10473/13, del 4/2/15], todos por infracción al art. 189 bis del CP,
seguidos en contra de adultos, el TSJ CABA, por mayoría, dejó sin efecto las suspensiones del
proceso a prueba que habían sido otorgadas pese a la oposición de los fiscales, reconociendo
así el carácter vinculante de los dictámenes de los acusadores públicos, a la luz de lo estipulado
por los arts. 76 bis, párr. 4º del CP y 205 del CPPCABA.
En líneas generales, puede decirse que los jueces que constituyeron la mayoría estimaron
que conceder la suspensión del proceso a prueba implicaba suspender el ejercicio de la acción
penal pública, cuya titularidad les correspondía de modo exclusivo a los fiscales, dado el princi-
pio acusatorio de raigambre constitucional (arts. 13, inc. 3º y 125, CCABA y 120, CN) que separa
de modo tajante la función de persecución de la de juzgar. Por esa razón, estimaron que toda
decisión de otorgamiento del beneficio en contra de la voluntad de la fiscalía implicaba una in-
tromisión inaceptable en las funciones de los fiscales por parte de los jueces.
Sin embargo, estimo que la jueza Conde parecería admitir el control del dictamen (véase su
voto en los casos “Benavidez” con la mayoría y en “Porro Rey” con la minoría —junto con la jue-
za Ruiz—, y en “Cardozo” con la mayoría) por parte de los jueces, es decir, verificar que se en-
cuentre fundada la oposición en relación con la situación concreta del caso. Siendo así, sumado
a que ninguno de los fallos fue dictado en relación con un caso de un menor de edad, estimo
que es posible (porque no implica apartarse sin justificación de una doctrina establecida por el
TSJ CABA que resulte obligatoria por economía procesal y para asegurar un mínimo de igual-
dad en la aplicación del derecho) para un juez de primera instancia con competencia penal
juvenil evaluar la validez del dictamen y que es posible anularlo en caso de resultar arbitrario o
caprichoso. En ese caso, el mismo fiscal u otro deberá volver a dictaminar en el sentido que crea
adecuado, pero de un modo ajustado a los hechos y al derecho y haciéndose cargo del plus de
derechos que protegen a los menores de edad.
En el fallo de la Corte Suprema “Góngora”, del 23/4/13, el ministro Zaffaroni adhirió al dic-
tamen del procurador fiscal para fundar su voto y coincidir con la decisión de la mayoría, que
había revocado la decisión de la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal que había otor-
gado la probation al imputado G., acusado por dos hechos calificados como abuso sexual sim-
ple, uno consumado y el otro tentado, en concurso real, art. 119, párr. 1º del CP. Sostuvo enton-
ces que la negativa del fiscal para la procedencia del instituto había encontrado debida funda-
mentación en razones de política criminal vinculadas con la necesidad de llevar a cabo el juicio
oral y sustentadas en la obligación asumida por el Estado argentino al aprobar la Convención
de Belém Do Pará y en la responsabilidad internacional que podría generar su incumplimiento.
En esa oportunidad se indicó que no solo era válida la oposición fundada en la imposibilidad de
que la pena amenazada pudiera quedar en suspenso, sino que también lo eran las razones rela-
cionadas con cuestiones de política criminal.
pedir, bajo el pretexto de que no habían transcurrido los plazos del art. 76 ter del CP, una nue-
va concesión del beneficio de la probation por un nuevo proceso sustanciado por un hecho que
habría sido cometido ya como mayor de edad, porque no puede asignársele las mismas conse-
cuencias que habría deparado para un adulto.
En otro orden, ante el silencio del RPPJ es posible preguntarse sobre el tiempo que puede du-
rar el sometimiento del adolescente al control que implica la aplicación del instituto. El interro-
gante es si el plazo puede tener igual duración que el previsto para los adultos (art. 76 ter, CP).
§ 5. Regulación del instituto en el Código Procesal Penal de la Nación, ley 27.063. Consi-
deración del RPPJ como una previsión legal más favorable para los adolescentes.— La refor-
ma del Código Penal introducida por la ley 27.147 (BO, 18/6/15) y la promulgación del nuevo Có-
digo Procesal Penal de la Nación por la ley 27.063, cuya entrada en vigencia fue suspendida por
decr. 257/15 (BO, 29/12/15), recuerdan la necesidad de definir el carácter de cuestión de fondo
o de forma de la suspensión del proceso a prueba, dado que de ello se deriva a quién corres-
ponde su regulación legal dada la distribución de competencias fijada por la constitución (Con-
greso Nacional o legislaturas provinciales), al menos en cuanto a su aplicación respecto de deli-
tos ordinarios. Ahora bien, a la luz de lo estipulado por el art. 76 del CP (conforme ley 27.147),
cabe concluir que la cuestión queda sujeta a la regulación de las legislaturas provinciales y que
sólo ante la ausencia total o parcial de leyes locales corresponderá aplicar lo dispuesto por el or-
denamiento de fondo. En síntesis, puede reconocerse a las normas del Código Penal (art. 76 bis
y ss.) el carácter de ley marco. En el mismo sentido, cabe referir que el Congreso Nacional, al re-
gular la probation en el nuevo CPPN (ley 27.063), lo hizo de un modo diferente al establecido
en el CP, creando así una situación de gran confusión. En los párrafos siguientes, procuraré
avanzar en la referencia de algunos problemas concretos generados por las reformas introdu-
cidas y en sus posibles soluciones.
Del estado de cosas referido, resulta que en las provincias y en la CABA en este último caso
respecto de los delitos ya sometidos a su jurisdicción se aplican las legislaciones locales y solo el
Código Penal ante la ausencia total o parcial de regulación propia de cada estado de la federa-
ción. A su vez, en orden a los delitos ordinarios cometidos en la CABA que aún tramitan ante la
justicia nacional y respecto de los delitos federales perpetrados allí, se aplicarán las previsiones
del CPPN nuevo apenas comience su vigencia.
Así las cosas, parece inaceptable que respecto de delitos ordinarios cometidos en un mismo
ámbito territorial (CABA), puedan resultar aplicables dos regulaciones diferentes, pues ello,
más allá de cuál sea el más beneficioso, podría ser considerado como una afectación al princi-
pio de igualdad de raigambre constitucional (art. 16, CN). Este problema solo parece que en-
contraría solución definitiva el día en que finalmente a todos los delitos ordinarios que se come-
tan en la CABA se les aplique la misma legislación, esto es, las normas locales (arts. 205 y 311,
CPPCABA) completadas en aquellos aspectos que no han sido allí previstos por lo estipulado, en
carácter de ley marco (de aplicación subsidiaria), por el Código Penal (art. 76 bis y ss.) y el CPPN
(ley 27.063) se aplicará únicamente a los delitos federales.
nomía personal, que lo coloquen en mejor situación para intentar desarrollar su propio plan de
vida, respetando simultáneamente los derechos de terceros.
En definitiva, a la luz del art. 76 del RPPJ resulta viable el otorgamiento de la suspensión del
proceso a prueba a los adolescentes incluso cuando se encuentren imputados por la posible co-
misión de delitos de mayor gravedad, es decir, cuando el hecho atribuido encuadre en una figu-
ra legal que en razón de su mínimo legal (superior a tres años de prisión), aun luego de reduci-
do en su mitad (plenario “Villarino”) conforme la escala de la tentativa (arts. 44, párr. 1º, CP y
4º, ley 22.278), que estimo obligatoria, no admitiría la imposición de una pena de carácter con-
dicional, motivo por el cual resulta un régimen específico y más beneficioso para el joven que
el que resultaría de la aplicación del CPPN (ley 27.063).
La norma indica que las reglas cuyo cumplimiento es posible exigir al adolescente deben apun-
tar a la atención de su salud, al desarrollo de su educación, a mejorar su aptitud laboral y al man-
tenimiento de sus vínculos familiares y comunitarios. En definitiva, deben estar dirigidas, igual
que lo está el instituto, a un fin de prevención especial positiva. Es decir, deben procurar colocar
al joven en la mejor situación posible para que pueda desarrollar su propio plan de vida de un
modo compatible con los derechos de terceros. Sobre el particular la doctrina ha expuesto: “las
obligaciones impuestas al niño deben ser razonables, definidas en forma cierta, delimitadas en el
tiempo y proporcionales al hecho atribuido (v. gr.: obligaciones de asistir a un establecimiento
educativo, la colaboración en una organización de bien público, la capacitación profesional, la
realización de actividades culturales o la abstención en el consumo de bebidas alcohólicas). Es
necesario, de igual forma, prever la participación de la familia cuando ello favorezca al adoles-
cente” [cfr. Beloff - Deymonnaz - Freedman - Herrera - Terragni, Convención …, 2012, p. 292].
TÍTULO X
DEBATE
Art. 78 *. — «Debate». Además de las propias del juicio común, durante el debate se
observarán las siguientes normas:
a) El debate se realizará a puerta cerrada, y a la audiencia sólo podrán asistir el/la Fis-
cal Penal Juvenil, su Defensor/a, el/la Asesor/a Tutelar, los padres, tutores o res-
1 * Comentario a los artículos 78 a 91 y cláusula transitoria elaborado por la doctora Carla Cavaliere.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 78 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 572
ponsables del niño o adolescente imputado/a y víctima, y las personas que tuvie-
ren legítimo interés en presenciarlo.
b) No es admisible la omisión de prueba.
c) Será parte legítima para manifestar oposiciones la Defensa y la Asesoria Tutelar.
No se hará lugar a las preguntas capciosas, sugestivas de opinión, conclusivas, im-
pertinentes, repetitivas, confusas, vagas, ambiguas y las compuestas.
§ 1. Consideraciones generales.— El artículo señala aplicables las normas del juicio co-
mún, a cuyo comentario me remito, y establece las propias de la especialidad penal juvenil.
a) Inciso a).— A diferencia del juicio común, las audiencias no son públicas y solo podrán
estar presentes el fiscal, el defensor, el asesor tutelar, los padres tutores o responsables del im-
putado menor de edad, y las personas que tuvieran interés legítimo en presenciarlo.
Deberá ser el órgano jurisdiccional quien evalúe si es legítimo el interés de quien desee pre-
senciar el debate, que podrá ser familiar, de aprendizaje, cultural o científico [cfr. Navarro -
Daray, Código Procesal …, t. 3, p. 235].
Vale poner de resalto que ello es así aun cuando en el debate se encuentren coimputadas
personas mayores de edad, en virtud de la prevalencia de la especialidad.
Ello encuentra fundamento en resguardar al menor y protegerlo de la exposición que para
el imputado mayor importa la denominada pena del banquillo [CFCP, Sala IV, 12/12/07, “C. H.,
H. E. s/Recurso de casación”, causa nº 6488].
b) Inciso b).— No resulta aplicable al caso la omisión de prueba prevista en el art. 231 del
CPPCABA. Con ello, y sin perjuicio de que el imputado confiese la comisión del hecho que se le
endilga, deben recibirse las declaraciones testimoniales que hayan sido admitidas para el debate.
Dado que no surge de la versión taquigráfica citada a propósito de la discusión de la ley (véa-
se cita en comentario al art. 57), podría encontrar fundamento en que el principio del interés
superior del niño, bajo cuya óptica deben analizarse las reglas del proceso, exige la máxima con-
sagración del deber de probar por parte del Estado la ocurrencia del hecho y la vinculación de
un sujeto con este bajo alguno de los modos de la participación criminal, así como la destruc-
ción por certeza absoluta del estado de inocencia del que goza. No se admite que ello sea alla-
nado por un acuerdo de partes durante el debate.
c) Inciso c).— Se encuentran legitimados para formular oposiciones tanto a la defensa como
a la asesoría tutelar. No serán admisibles los interrogatorios formulados indebidamente o que
tiendan a distorsionar el sentido de las respuestas. Así, serán objetables las preguntas capciosas
por utilizarse el artificio o el engaño para sacar provecho de quien depone; las que sugieren la
respuesta; las que buscan que se acepte la conclusión desviando el contenido de la declaración;
las impertinentes por no guardar con el objeto del proceso; las confusas, vagas, ambiguas, por
resultar imprecisas, incomprensibles cuyo fin es distraer y confundir al declarante y, por último
— CARLA CAVALIERE —
573 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 79
no se hará lugar a las preguntas compuestas que Involucran varios hechos sobre los cuales la per-
sona debe declarar y cuya respuesta no permite distinguir sobre cuál de ellos se pronuncia.
TÍTULO XI
JUICIO DE CESURA
Art. 79. — «Audiencia». Cumplidos los requisitos establecidos por la legislación vi-
gente, el/la Juez/a o Tribunal Juvenil señalará audiencia con intervención del/la Fis-
cal Penal Juvenil, el/la Defensor/a, la persona declarada penalmente responsable, sus
padres, tutores o responsables, y el/la representante de la Asesoría Tutelar, quienes
tras la lectura de los informes producidos se expedirán separadamente en ese orden.
Concluidas las intervenciones, el Tribunal o Juez/a Penal Juvenil en su caso resolverá
si corresponde condenar, absolver o aplicar pena reduciéndola en la forma prevista
para la tentativa.
§ 1. Introducción.— La norma regula para el ámbito local el art. 4º de la ley 22.278, relati-
vo a la imposición de la pena a una persona menor de edad.
Cumplidos los requisitos, si las modalidades del hecho, los antecedentes del imputado, el re-
sultado de tratamiento tutelar y la impresión directa recogida por el juez hicieren necesario
aplicarle una sanción así lo resolverá. Podrá reducirla en la forma prevista para la tentativa, o si
fuere innecesario aplicarle sanción, lo absolverá, en cuyo caso puede prescindir del requisito
mencionado en el pto. b).
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 79 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 574
A su vez, a la fecha, la mayoría de edad coincide con la edad requerida para la imposición de
la pena.
Para el caso, no puede sostenerse entonces la existencia de un tratamiento tutelar. Sí de un
período que se establece con el compás de espera que manda la ley, a los efectos de que se pro-
duzcan informes que coadyuven a la decisión sobre la pena, o bien puede ser reducido en aras
de garantizar un pronunciamiento rápido y eficaz que ponga solución definitiva al conflicto.
§ 4. Aplicación del sistema juvenil especializado.— El RPPJ tiene en cuenta la edad del joven
al momento del hecho delictivo que se le atribuye, de ahí que el corpus iuris de la infancia resulta
también aplicable a quienes alcanzaron la mayoría de edad durante el transcurso del proceso.
En esta línea, la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Maldonado” [CSJN-Fallos,
328:4343], luego de identificar el estado de la discusión en la materia, ha trazado los estánda-
res a seguir por los jueces para la correcta interpretación de la ley aplicable a las personas meno-
res de edad al señalar que “de la conjunción de la ley 22.278 y la Convención de los Derechos del
Niño se desprende con claridad que el derecho penal de menores está muy fuertemente orien-
tado al examen de las posibles consecuencias de la aplicación de una pena respecto del conde-
nado, en particular, desde el punto de vista de evitar que la pena privativa de libertad tenga
efectos negativos para la reintegración del condenado a la sociedad. De allí que, al momento
de determinar la pena, el tribunal pueda omitir la consideración relativa a la necesidad de pena,
desde la perspectiva indicada, respecto de ese autor en concreto”.
A ello agregó que: “‘la necesidad de pena’ a que hace referencia el régimen de la ley 22.278
en modo alguno puede ser equiparado a ‘gravedad del hecho’ o a ‘peligrosidad’ (…) Antes bien,
la razón por la que el legislador concede al juez una facultad tan amplia al momento de senten-
ciar a quien cometió un hecho cuando era menor de dieciocho años se relaciona con el mandato
de asegurar que estas penas, preponderantemente, atiendan a fines de resocialización, o para
decir con las palabras de la Convención del Niño, a la ‘importancia de promover la reintegración
social del niño y de que este asuma una función constructiva en la sociedad (art. 40, inc. 1º)’”.
Así las cosas, apelando al principio de culpabilidad se señaló que “corresponde a un incues-
tionable dato óntico que [los adolescentes] no tienen el mismo grado de madurez emocional
que debe suponerse y exigirse en los adultos”. Esto impone “que el reproche penal de la culpa-
— CARLA CAVALIERE —
575 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 80
bilidad que se formula al niño no pueda tener la misma entidad que el formulado normalmen-
te a un adulto. Desde este punto de vista, la culpabilidad por el acto del niño es de entidad infe-
rior a la del adulto, como consecuencia de su personalidad inmadura en la esfera emocional”.
La consideración que efectúa la CSJN de “la minoridad al momento del hecho” resulta cons-
titucionalmente obligatoria, principalmente por aplicación del art. 40, inc. 1º del CDN.
Resulta incontrovertible que la minoría de dieciocho años de edad del autor al momento del
hecho es la que justifica la existencia de un fuero penal especializado, con órganos, procedi-
mientos y disposiciones de fondo diferentes a los de adultos, que atiendan al carácter de suje-
to privilegiado de derechos constitucionales específicos que aquéllos poseen (arts. 16 y 75, incs.
22 y 23, CN; 5º.5, 19 y 24, CADH; 5º, 37 y 40, CDN; y 10, 11 y 39, CCBA).
Desde este punto de vista, la existencia de funcionarios con particulares condiciones y ver-
sación jurídica especializada en minoridad, ha sido contemplada de manera específica por el le-
gislador dentro de la estructura del sistema penal juvenil, al consagrar la intervención necesa-
ria del asesor tutelar durante las distintas etapas del proceso, con independencia de que el jo-
ven imputado alcance la mayoría de edad (véase el comentario al art. 40).
De acuerdo con el diseño constitucional y legal que establecen el corpus iuris aplicable a las
personas menores de edad en conflicto con la ley penal, en el marco fijado por la Corte Supre-
ma en citado caso “Maldonado” se tiene en consideración la capacidad jurídica del joven acu-
sado (arts. 1º y 2º, ley 22.278) y en este marco es en el que se consagra la intervención del asesor
tutelar en el proceso penal juvenil.
TÍTULO XII
RECURSOS
Art. 80. — «Recursos». Procederán los recursos previstos en el Código Procesal Penal
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Deben incluirse los que establece la ley 402, sin perjuicio de que solo se mencionan los pre-
vistos en el CPPCABA, dado que no podría vedársele el derecho a interponerlos, por vigencia
del principio de igualdad ante la ley, de acceso a la justicia y el derecho al recurso. Estos son:
a) Recurso de inconstitucionalidad.
b) Queja por denegación de recursos.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 81 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 576
Vale dejar sentado que la Corte Suprema de Justicia de la Nación cambió un criterio tradi-
cional que impedía la revisión de la sentencia de responsabilidad penal, por entender que solo
podía considerarse definitiva cuando se resolvía sobre la imposición de la pena [véase Cavalie-
re, El requisito …, p. 659; Marquieghy, El concepto …, p. 587].
En este punto, se determinó que si bien es cierto que la sentencia que declara penalmente
responsable al menor no constituye sentencia definitiva, en los términos del art. 14 de la ley 48,
también lo es que dicha resolución merece ser equiparada a tal por sus efectos, pues, en tanto
impone una medida de seguridad que importa una restricción de derechos y, a veces, hasta su
libertad, el pronunciamiento ocasiona un perjuicio de insusceptible reparación ulterior. Sobre
el joven imputado de un delito, la ley desdobla el momento decisivo, pues el tribunal, en caso
de hallarlo responsable, primero debe declarar su responsabilidad y solo después, en un segun-
do momento, puede imponerle una pena siempre que haya cumplido los dieciocho años de
edad. La interpretación literal del mandato convencional y la correlativa disposición interna
(ley 26.061) exigen la posibilidad de control de la sentencia que declara la responsabilidad del
menor de un delito, tal como viene reclamando la recurrente, y de allí que, la interpretación de
las reglas que gobiernan el recurso de casación penal no puede erigirse en impedimento para
dar eficacia a la cláusula convencional y legal [CSJN, 15/6/10, “G., J. L.”, CSJN-Fallos, 333:1053].
TÍTULO XIII
CONTROL DE LAS MEDIDAS PRIVATIVAS DE LIBERTAD
Art. 81. — «Definición». Se entiende por medida privativa de la libertad toda forma
de detención o encarcelamiento, así como el internamiento en un establecimiento
público o privado del que no se permita salir al niño, niña o adolescente por su pro-
pia voluntad, por orden de cualquier autoridad judicial.
§ 1. Concepto.— La norma define el alcance que en esta ley se le da al término medida pri-
vativa de libertad.
Su texto es idéntico al de la Regla 11.b de las Reglas de las Naciones Unidas para la protec-
ción de los menores privados de libertad (ONU Res. nº 451/113, 14/12/90).
Su amplitud y el contenido del concepto permiten inferir que abarca todos los tipos y formas
de establecimiento de detención en donde se priva a las personas menores de edad de su liber-
tad, es decir, también se aplica a la adoptada por detención policial y su lugar de alojamiento
[en igual sentido Tiffer, Justicia juvenil …].
— CARLA CAVALIERE —
577 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 82
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 82 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 578
b) Inciso b).— Las Reglas de Tokio señalan que la ejecución de sanciones privativas de liber-
tad debe tener en cuenta la no limitación de los derechos humanos de los niños, además de los
estrictamente restringidos por la medida (Regla 3.10, Reglas de Tokio). Por su parte, la Regla
26.2 de las Reglas de Beijing establece que: Los menores confinados en establecimientos peni-
tenciarios recibirán los cuidados, la protección y toda la asistencia necesaria —social, educacio-
nal, profesional, sicológica, médica y física— que puedan requerir debido a su edad, sexo y per-
sonalidad y en interés de su desarrollo sano. La Corte Interamericana ha interpretado las obli-
gaciones que se generan para los Estados a partir de los arts. 6º y 27 de la CDN, los que incluyen
en el derecho a la vida la obligación del Estado de garantizar “en la máxima medida posible la
supervivencia y el desarrollo del niño”. Tomando en cuenta que el Comité de Derechos del Niño
ha interpretado la palabra “desarrollo” de una manera amplia, que abarca lo físico, mental, es-
piritual, moral, psicológico y social (Comité de los Derechos del Niño, OG nº 5, Medidas genera-
les de aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño, CRC/GC/2003/5, 27/11/03, párr.
— CARLA CAVALIERE —
579 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 82
12), la Corte consideró que los Estados tienen, respecto de niños privados de libertad, la obli-
gación de, inter alia, proveerlos de asistencia de salud y de educación, para así asegurarse de
que la detención a la que los niños están sujetos no destruirá sus proyectos de vida [Corte IDH,
2/9/04, caso “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”, Excepciones Preliminares, Fon-
do, Reparaciones y Costas, Serie C, nº 112, párr. 161; en el mismo sentido, Condición Jurídica y
Derechos Humanos del Niño. OC 17/02, del 28/8/02, Serie A, nº 17, párrs. 80-81, 84 y 86-88; ídem,
19/11/99, caso de los “Niños de la Calle (Villagrán Morales y otros) v. Guatemala”, Fondo, Serie
C, nº 63, párr. 196; y Regla 13.5, Reglas de Beijing].
c) Incisos c) y d).— Garantizan la comunicación reservada del joven con los magistrados
que intervienen en su caso, así como la posibilidad de peticionar a las autoridades y obtener una
respuesta, y de recurrir las sanciones administrativas que se le impongan ante ella juez a cuyo
cargo está la ejecución de la medida.
e) Inciso f).— La necesidad de que los niños privados de libertad estén alojados en lugares
distintos que los adultos ha sido reiteradamente puesta de manifiesto por la CIDH. En efecto,
ha sostenido que constituye un deber del Estado mantener a los menores detenidos en esta-
blecimientos separados de los que ocupan los adultos. La CIDH afirmó que resulta evidente que
la obligación que dimana del art. 19 de la CDN, de otorgar al niño un tratamiento especializa-
do, no puede ser entendida exclusivamente como la exigencia de crear una magistratura de
menores sino que requiere también, para hacer efectiva la “protección que [la] condición de
menor requiere”, que el menor permanezca separado de los adultos, es decir, en estableci-
mientos especializados. Además, conforme al art. 5º de la Convención, “las penas privativas de
la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condena-
dos”. La Comisión considera que, en el caso de los niños, este objetivo es absolutamente impo-
sible de alcanzar en establecimientos penales donde los menores deben convivir con delin-
cuentes adultos (CIDH, Informe nº 41/99, caso 11.491, Admisibilidad y Fondo, Menores deteni-
dos, Honduras, 10/3/99, párrs. 125 y 126. 299). A juicio de la Comisión un niño privado de su liber-
tad no deberá permanecer en establecimientos de adultos. Al respecto sostuvo que el sistema
carcelario es hoy un factor fundamental para el inicio de una carrera delictual, puesto que así
como la prisión aplica programas para corregir a los infractores, también pone en práctica me-
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 82 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 580
f ) Inciso g).— La Corte IDH tuvo oportunidad de pronunciarse en el sentido de que los esta-
blecimientos de detención policial deben cumplir ciertos estándares mínimos, que aseguren la
observancia de los derechos y garantías en favor de los menores privados de libertad. Afirmó
que es preciso que exista un registro de detenidos que permita controlar la legalidad de las de-
tenciones. Esto supone la inclusión, entre otros datos, de: identificación de los detenidos, moti-
vos de la detención, notificación a la autoridad competente, y a los representantes, custodios o
defensores del menor, en su caso y las visitas que estas hubieran hecho al detenido, el día y hora
de ingreso y de liberación, información al menor y a sus familiares acerca de los derechos y ga-
rantías que asisten al detenido, indicación sobre rastros de golpes o enfermedad mental, tras-
lados del detenido y horario de alimentación [Corte IDH, 18/9/03, “Bulacio v. Argentina”, LL,
2004-A-684].
El derecho de establecer contacto con un familiar cobra especial importancia cuando se tra-
te de detenciones de menores de edad. En esta hipótesis la autoridad que practica la detención
y la que se halla a cargo del lugar en el que se encuentra el menor, debe inmediatamente noti-
ficar a los familiares, o en su defecto, a sus representantes para que el menor pueda recibir
oportunamente la asistencia de la persona notificada (Regla 10.1, Reglas Mínimas de las Nacio-
nes Unidas para la Administración de la Justicia de Menores —Reglas de Beijing—; art. 11, incs.
g y j, ley 114 de Protección Integral de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescente).
— CARLA CAVALIERE —
581 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 82
la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las Américas, Documento aprobado por la
Comisión en su 131º período ordinario de sesiones, celebrado del 3 al 14 de marzo de 2008, prin-
cipio XXII.3). Por su parte, el Comité de los Derechos del Niño se ha referido a los procedimien-
tos disciplinarios, estableciendo que toda medida disciplinaria debe ser compatible con el res-
peto de la dignidad inherente del menor y con el objetivo fundamental del tratamiento insti-
tucional; deben prohibirse terminantemente las medidas disciplinarias que infrinjan el art. 37
de la Convención, en particular los castigos corporales, la reclusión en celda oscura y las penas
de aislamiento o de celda solitaria, así como cualquier otra sanción que pueda poner en peligro
la salud física o mental o el bienestar del menor (Comité de los Derechos del Niño, OG nº 10/07,
Los derechos del niño en la justicia de menores, CRC/C/GC/10, 25/4/07, párr. 89).
j) Inciso l).— La Comisión Interamericana de Derechos Humanos también reitera que debe
detenerse en centros separados a los niños de las niñas. Las instalaciones para niñas detenidas
deben contar con personal especialmente capacitado para atender sus necesidades especiales.
La Comisión valora positivamente que, según la información provista por los Estados que res-
pondieron al cuestionario sometido en el marco de la preparación de este informe, todos los Es-
tados que respondieron al cuestionario han adoptado medidas para que los niños detenidos se
encuentren separados en razón de su sexo. En la mayoría de casos, las instalaciones se encuen-
tran completamente separadas, y en algunos pocos casos si bien las celdas para mujeres están
separadas de las celdas para hombres, se comparten algunas instalaciones comunes (Informe
sobre la Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, aprobado el 13/7/11, párrs. 422 y 423).
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULOS 83/84 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 582
— CARLA CAVALIERE —
583 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 84
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 85 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 584
Federal [cfr. Terragni, Proceso …, p. 469 y ss.]. Se encuentran los siguientes centros en la órbita
nacional:
a) Complejo Federal para Jóvenes Adultos —y su anexo ubicado en el interior del Comple-
jo Penitenciario Federal II de Marcos Paz (PBA)—. Comprende a su vez:
1. Instituto Federal de Jóvenes Adultos (U24) de máxima seguridad.
2. Instituto “Dr. Juan Carlos Landó” (U26) de mediana seguridad.
3. Centro Federal de Tratamientos Especializados “Malvinas Argentinas” de mínima
seguridad.
b) Instituto de Jóvenes Adultos “Dr. Julio Antonio Alfonsín” (U30) —La Pampa—.
c) Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres (con sectores diferenciados al de mujeres
adultas) —Ezeiza (PBA)—.
d) Complejo Penitenciario Federal III, “Centro Federal Penitenciario Noroeste Argentino”
(con sectores diferenciados al de hombres adultos) —Salta—.
De conformidad con el art. 37 de la CDN y a las “Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la
Protección de Menores Privados de Libertad”, los centros de alojamiento para cumplir medidas
privativas de libertad deben contar con personal capacitado y especializado en niñez y adoles-
cencia.
Se establece la obligatoriedad de la escolarización, capacitación profesional y recreación,
así como también el mantenimiento y fortalecimiento de los vínculos familiares a los efectos de
restablecer lazos con la familia y la comunidad.
La dirección del centro no puede estar a cargo de personal policial, penitenciario o de fuer-
zas de seguridad. Debe contar con equipo interdisciplinario especializado.
— CARLA CAVALIERE —
585 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 86
Las Reglas 81 a 87 de las “Reglas” mencionadas imponen la necesidad de que el personal sea
competente y cuente con “un número suficiente de especialistas, como educadores, instructo-
res profesionales, asesores, asistentes sociales, psiquiatras y psicólogos” (véase Regla 81).
Se exige dotarlos de los recursos humanos, económicos, y de infraestructura —entre
otros—, que permitan la cobertura de las necesidad de los que allí se alojen. Ello también sur-
ge de la Regla 83.
Art. 86. — «Reglamento interno». Cada centro especializado contará con un regla-
mento interno, el que debe respetar los derechos y garantías reconocidos en esta ley,
y contemplar como mínimo los siguientes aspectos:
a) Un régimen que determine taxativamente los derechos y deberes de las personas
alojadas en dichos centros.
b) Reglamentación taxativa de las sanciones que puedan ser impuestas durante el
tiempo de alojamiento. En ningún caso se pueden aplicar medidas disciplinarias
inhumanas o degradantes, incluidos los castigos corporales, el encierro en celdas
oscuras y el aislamiento, y está prohibida la reducción de alimentos, la denega-
ción del contacto con los familiares, las sanciones colectivas, y no se les debe san-
cionar más de una vez por la misma infracción disciplinaria. Se limita la utilización
de medios coercitivos y de fuerza física, sólo a los casos necesarios.
c) Regulación del procedimiento a seguir, para la imposición de las sanciones disci-
plinarias.
d) Determinación de los mecanismos que permitan el cumplimiento eficaz de los
derechos de las personas alojadas.
e) Establecimiento de programas educativos, de capacitación, laborales, de salud,
culturales, religiosos y de recreación.
Al ingreso deben recibir copia del Reglamento Interno y un folleto que explique de
modo claro y sencillo sus derechos y obligaciones. En caso de no saber leer, se les co-
municará la información de manera comprensible; se deberá dejar constancia en el
expediente personal de su entrega o de que se le ha brindado esta información.
La Regla 24 de las “Reglas de Naciones Unidas” a las que vengo haciendo referencia deter-
mina que cada centro debe contar con un reglamento y que este debe ser notificado al ingreso
al joven que allí se aloje.
Este artículo es fiel cumplimiento de ello, lo que se relaciona con el derecho de toda perso-
na privada de libertad de conocer las condiciones del lugar de alojamiento, los derechos y debe-
res y las sanciones en caso de incumplimiento, así como también los recursos con que cuenta, a
fin de poder ejercer fehacientemente sus derechos.
Se encuentra previsto que se entregue un folleto explicativo en lenguaje claro y sencillo que
permita la comprensión del contenido de esos derechos y obligaciones, a fin de facilitar su com-
prensión y por ende posibilitar un mejor ejercicio de ellos.
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 87 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 586
En caso de que el menor de edad no sepa leer, deberá dejarse constancia en su expediente
de habérselo hecho saber en forma clara y sencilla.
La necesidad de conocer las infracciones al régimen del lugar y sus consecuencias es claro
cumplimiento del mandato de los arts. 18 y 19 de la CN y 13 de la CCABA, en cuanto a que la con-
ducta prohibida y la sanción deben ser conocidas para que la persona pueda motivarse en la
norma.
Por su parte, el procedimiento en caso de aplicación del régimen disciplinario debe ser cono-
cido para que el joven pueda ejercer su defensa y, en su caso, apelar la sanción.
Finalmente, resulta necesario que se encuentren pautadas y establecidas las actividades,
programas, cursos, etcétera, que puedan desarrollarse en el lugar, a fin de que se conozcan las
distintas opciones.
— CARLA CAVALIERE —
587 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULOS 88/89
Se impone la exigencia de llevar un expediente por cada persona que se encuentre alojada
en el centro, donde se consignarán todos los datos del registro, así como de cada circunstancia
relevante producida durante el tiempo que dure la medida.
La confidencialidad guarda relación con las especiales circunstancias del proceso penal de
menores de edad, que se extienden a la ejecución de toda medida privativa de libertad.
En este sentido las “Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la Protección de Menores Pri-
vados de Libertad” prevé que todos los informes, incluidos los registros jurídicos y médicos, las
actas de las actuaciones disciplinarias, así como todos los demás documentos relacionados con
la forma, el contenido y los datos del tratamiento deberán formar un expediente personal y
confidencial, que deberá ser actualizado, accesible solo a personas autorizadas y clasificado de
forma que resulte fácilmente comprensible. Al momento de recuperar la libertad, el expedien-
te del menor será cerrado y, en su debido momento, destruido (Regla 19).
Art. 89. — «Examen médico». Deberá ser examinado por un médico, inmediata-
mente después de su ingreso en un centro especializado de privación de libertad, con
el objeto de comprobar malos tratos anteriores y verificar cualquier estado físico o
mental que requiera tratamiento.
La manda no sólo importa relevar el estado general de salud y algún aspecto particular a
considerar al ingreso, sino que permite determinar la necesidad de tratamiento físico o mental,
así como de comprobar cualquier mal trato anterior.
Sobre el punto las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la Protección de Menores Priva-
dos de Libertad dispone que todo menor tiene derecho a ser examinado por un médico inme-
diatamente después de su ingreso en un centro de menores, con objeto de hacer constar cual-
quier prueba de malos tratos anteriores y verificar el estado físico o mental a fin de verificar si
requiere atención médica (conf. Regla 50).
La Corte IDH ha tenido oportunidad de expedirse en el sentido de que los detenidos deben
contar con revisión y atención médica preferentemente a cargo de un facultativo elegido por
ellos mismos o por quienes ejercen su representación o custodia legal. Los resultados de cual-
quier examen médico que ordenen las autoridades —y que no debe ser practicado en presen-
cia de las autoridades policiales— deben ser entregados al juez, al detenido y a su abogado, o
bien, a este y a quien ejerza la custodia o representación del menor conforme a la ley. La aten-
ción médica deficiente de un detenido es violatoria del art. 5º.1 de la CADH en cuanto dispone
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 90 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 588
que toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral [Corte
IDH, 18/9/03, caso “Bulacio v. Argentina”, Fondo, Reparaciones y Costas, párr. 131].
— CARLA CAVALIERE —
589 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - ARTÍCULO 90
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dicho que frente a las personas privadas
de libertad, el Estado se encuentra en una posición especial de garante, toda vez que las auto-
ridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre las personas que se encuen-
tran sujetas a su custodia. Esta restricción de derechos, consecuencia de la privación de libertad
o efecto colateral, sin embargo, debe limitarse de manera rigurosa, puesto que toda restricción
a un derecho humano solo es justificable ante el derecho internacional cuando es necesaria en
una sociedad democrática. Una de las obligaciones que ineludiblemente debe asumir el Estado
en su posición de garante, con el objeto de proteger y garantizar el derecho a la vida y a la inte-
gridad personal de las personas privadas de libertad, es la de procurarle a estas las condiciones
mínimas compatibles con su dignidad mientras permanecen en los centros de detención [Cor-
te IDH, 2/9/04, “Instituto de Reeducación del Menor v. Paraguay”].
A su vez, se ha reconocido que esa obligación de control se aplica a todo lugar en el que la
persona privada de libertad se encuentre, aun fuera del establecimiento donde cumple la me-
dida. En efecto, al respecto se sostuvo que la circunstancia de que el joven estuviera recibiendo
asistencia en un hospital no anula el hecho de que aún estaba detenido. El menor detenido me-
recía —por aplicación de la Convención de Derechos del Niño— un trato privilegiado derivado
de la protección específica por su especial status de niño. De la normativa internacional con je-
rarquía constitucional surgen tres ejes esenciales referentes a: la específica prohibición de apli-
car torturas y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes a menores; que la deten-
ción del niño debe llevarse a cabo de acuerdo con la ley y que durante la misma deben recibir
un trato humanitario y respetuoso que atienda a las necesidades propias de su edad. El caso de
posibles abusos por parte de funcionarios estatales respecto de un niño detenido mientras este
era atendido en un hospital por haber sufrido lesiones merecía un estudio más profundo de la
cuestión [CFCP, Sala II, 20/2/14, “D., A. E. s/Recurso de casación”, causa nº 15264].
— CARLA CAVALIERE —
ARTÍCULO 91 - LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA 590
dependientes del SPF, permita la continuidad o, en su caso, el inicio de los estudios, capacitación
profesional, tratamientos médicos, vinculaciones familiares y sociales, así como cualquier otro
asunto que promueva su inclusión social.
Por otra parte, se dispone el desarrollo de acciones de capacitación y asistencia técnica diri-
gidas tanto al personal y a los equipos interdisciplinarios de los Centros de Régimen Cerrado o
instituciones similares que funcionen bajo la órbita de la SENAF, como al de los establecimien-
tos penitenciarios federales que alojen jóvenes adultos y la articulación de acciones con el Po-
der Judicial de la Nación, el Ministerio Público Fiscal y el Ministerio Público de la Defensa, así co-
mo con otros organismos públicos competentes en materia de protección de derechos de los jó-
venes, para la cooperación en las gestiones previas a la efectivización de los traslados y otras ac-
ciones destinadas a garantizar sus derechos (cláusula segunda).
Por último, el SPF se comprometió a que al momento de la incorporación del joven a la fase
del período de tratamiento que correspondiere de conformidad con lo previsto en la ley 24.660
de Ejecución de la Pena Privativa de Libertad, se tengan en cuenta las condiciones personales
del menor de edad y del proceso individual que hubiere desarrollado en el Centro de Régimen
Cerrado o institución similar (cláusula quinta).
Dado que no se encuentra prevista la posibilidad de aplicar sanciones por parte del juez a
cargo de la ejecución de la medida, de corresponder, deberá efectuarse la pertinente denuncia,
más allá de arbitrarse los medios necesarios para subsanar la omisión o el incumplimiento.
Cláusula transitoria. — Hasta tanto sean creados los juzgados, fiscalías y defensorí-
as con competencia específica en materia penal juvenil, serán competentes los actua-
les integrantes del Poder Judicial y del Ministerio Público de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
El art. 11 de la presente ley determina que la potestad de aplicar la ley en los procedimien-
tos penales, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a “los/as
jueces/zas y tribunales especializados en materia penal juvenil …”.
Por su parte, la ley 7 (BOCABA nº 405, 15/3/98), Orgánica del Poder Judicial de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, establece en sus arts. 32 y 39 la competencia de los tribunales ora-
les de menores y de los juzgados de menores, respectivamente.
Sin embargo, hasta la fecha no se han creado juzgados y tribunales especializados, ni se ha
cumplido con la manda establecida en el art. 129 de la CN.
— CARLA CAVALIERE —
591 LEY 2451. RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL CABA - CLÁUSULA TRANSITORIA
A través de la cláusula transitoria los legisladores locales intentan dar cumplimiento a lo es-
tablecido en la Convención sobre los Derechos del Niño y en distintos instrumentos y prece-
dentes jurisprudenciales, en cuanto a la necesidad de contar con jueces especializados y encar-
gados exclusivamente de la temática penal juvenil.
En virtud de ello, la ley 3318 (BOCABA nº 3340, 14/1/10), modificó el entonces art. 49 de la ley
7, que establece la competencia de los jueces penales, contravencionales y de faltas y dispone que:
“Tres de los treinta y un juzgados de primera instancia en lo Penal, Contravencional y de Faltas
impartirán justicia en materia penal juvenil hasta tanto se constituya la Justicia Penal Juvenil”.
Luego, el Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, por medio de la Res. CM
nº 93/2014 y de la Res. Pres. nº 689/14, ordenó que los Juzgados de Primera Instancia en lo Penal,
Contravencional y de Faltas nros. 3 y 11 ejercieran la competencia en materia penal juvenil en
los términos del art. 42 de la ley 4889 (BOCABA nº 4328, 29/1/14) y creó una secretaría penal
juvenil en cada juzgado.
Si bien es cierto que la manda de la Convención es la creación de juzgados dedicados exclu-
sivamente a la materia penal juvenil, la carga de trabajo actual no lo justificaba.
Para ello se tuvo en cuenta que la Relatoría sobre derechos de la niñez de la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos, bajo las circunstancias expuestas, permite el funcionamiento
de las dependencias tal como ha sido previsto por el Consejo de la Magistratura local, siempre
que se trate de jueces y personal especializado.
Sobre el punto se sostuvo que: “Si bien la Comisión reconoce que no siempre es posible que
existan en todo el territorio jueces dedicados a conocer exclusivamente casos de niños acusados
de infringir leyes penales, considera que, como mínimo, los jueces que conozcan estos casos de-
ben estar debidamente capacitados para poder decidir sobre justicia juvenil, en aplicación de
todos los derechos y garantías específicos establecidos para los niños” (Informe OEA/Ser.L/V/II
Doc. 78, 13/7/11, pto. 91).
En materia de conflictos de competencia que podrían plantearse entre los Juzgados nº 3 y
11 (conf. Res. Plenaria nº 93/14) y los restantes de este fuero, la Cámara del fuero expresó que
una vez decretado el sobreseimiento respecto del menor cesa la intervención del juzgado espe-
cializado en materia penal juvenil, es decir, culmina la excepción al principio de juez natural y
las actuaciones habrán de ser giradas al magistrado que se encontraba de turno al momento de
la comisión del hecho. Acoger otra tesitura implicaría no solo un desproporcionado reparto de
trabajo a la secretaría ordinaria, sino conmover la garantía reseñada [CAPCF, Sala II, 7/5/15, “R.
B., W. y otros”, causa nº 5948-01/15; en similar sentido se ha expedido la Sala I, 21/5/15, “C., F.
D.”, causa nº 20433-01/14, y la Sala III, 20/3/15, “Romero, Braian Daniel”, causa nº 13916/14].
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