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Sucesión Testamentaria o sucesión Intestada

INTRODUCCIÓN

En el transcurso de una vida, acumulamos no solo experiencias y recuerdos,


sino también bienes y propiedades que son testigos silenciosos de nuestras
alegrías, desafíos y esfuerzos. Sin embargo, llega un momento inevitable en el
que debemos enfrentar la cuestión de qué sucede con estos activos cuando ya
no estamos aquí para cuidarlos. Este es el punto de partida de una de las
áreas legales más importantes y a menudo subestimadas: la sucesión
testamentaria y la sucesión intestada.

La sucesión testamentaria, que implica la creación y ejecución de un


testamento también conocida como sucesión testada, es un proceso legal
mediante el cual una persona, conocida como el testador, determina de manera
anticipada cómo se distribuirán sus bienes y propiedades después de su
fallecimiento. Esto se logra a través de la creación y ejecución de un
documento legal llamado testamento. El testador especifica quiénes serán sus
herederos, qué bienes o activos se les asignarán y bajo qué condiciones.

Esta forma de sucesión ofrece una gran flexibilidad para el testador,


permitiéndole tomar decisiones sobre su patrimonio de acuerdo con sus deseos
personales, familiares y financieros. Puede designar beneficiarios específicos,
establecer fideicomisos, otorgar legados, y más, todo ello con el objetivo de
asegurar que sus posesiones sean transferidas de la manera que él o ella
considere más apropiada, y la sucesión intestada, también conocida como
sucesión abintestato, es el proceso legal que se activa cuando una persona
fallece sin haber dejado un testamento válido o cuando el testamento carece de
disposiciones para ciertos bienes o herederos. En otras palabras, la sucesión
intestada se aplica cuando no existe una voluntad clara y escrita que indique
cómo deben distribuirse los activos de la persona fallecida.

Cuando se produce una sucesión intestada, las leyes de sucesión del estado o
país correspondiente entran en juego para determinar cómo se distribuirán los
bienes y propiedades del fallecido. Estas leyes establecen un orden de
prioridad para los posibles herederos, que generalmente comienza con el
cónyuge

sobreviviente y los descendientes directos, como hijos o nietos. Si no hay


cónyuge ni descendientes, entonces pueden entrar en consideración otros
familiares, como padres, hermanos o sobrinos.

Es importante destacar que, a diferencia de la sucesión testamentaria, donde el


testador tiene control sobre la distribución de sus bienes, en la sucesión
intestada, las decisiones se toman de acuerdo con un conjunto preestablecido
de reglas legales. Esto puede dar lugar a distribuciones que no reflejen
necesariamente los deseos del fallecido y, en algunos casos, puede generar
disputas entre los herederos potenciales.

son dos caminos legales que determinan cómo se distribuirán nuestras


posesiones después de nuestro fallecimiento. Ambos procesos, aunque
comparten el objetivo de transferir bienes a herederos, difieren en sus
fundamentos y consecuencias. En este artículo de opinión, nos sumergiremos
en el mundo de la planificación sucesoria, explorando las ventajas y desafíos
de cada enfoque y considerando cuál de ellos podría ser la elección más
adecuada en diversas circunstancias. La elección entre una sucesión
testamentaria o intestada no es simplemente una cuestión legal, sino un reflejo
de nuestros valores personales y familiares, y una oportunidad para dejar un
legado que perdure más allá de nuestra partida.

Por último, estas dos formas de sucesión nos invitan a reflexionar sobre la
fragilidad de la vida y la importancia de la previsión. La elección entre ellas no
solo es un asunto legal, sino un testimonio de nuestra responsabilidad hacia
nuestros seres queridos y hacia nosotros mismos. La sucesión testamentaria y
la sucesión intestada son recordatorios de que, en última instancia, nuestros
legados trascienden los bienes materiales, reflejando nuestros valores,
prioridades y el amor que compartimos con aquellos que dejamos atrás.

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