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Mentiras Robadas (Marcia DM)
Mentiras Robadas (Marcia DM)
MARCIA DM
Mentors Robadas © 2020 by Marcia DM
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escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña de un libro.
ÍNDIC E
ADVERTENCIA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Epílogo
Nota de Autor
Agradecimientos
Otras Obras de Marcia DM
ADVERTENCIA
— ¡¿P
mi rostro.
or qué no puedes ser más como tu hermana?! —grita mi padre en
M “OK.”
AC contesta en menos de un minuto.
“Paso por ti. ¿Dónde estás?”
“Museo de ciencias naturales.”
R UIDO .
Mucho ruido.
Las únicas fiestas que asistí en mi vida fueron galas de beneficencia,
excepto el casamiento de mi prima que fue exactamente lo mismo. Esto aquí
delante mío es lo opuesto a todo eso.
La música no denota clase, denota descontrol.
Las bebidas no son sofisticados tragos y los champanes más viejos del
mercado, aquí es bebidas blancas y de marcas que no conoce nadie.
La gente no usa las ropas más costosas y a la moda, algunas hasta no usan
ropa.
Los hombres gritan y estrellan botellas contra el suelo.
Las mujeres ríen excesivamente, pero ríen al menos.
Esto es un mundo paralelo a menos de una hora de mi casa.
—Saca esa cara de miedo reina, ¿no querías des-aburrirte? —pregunta
MAC mientras me entrega una botella abierta de algo.
—¡S-si! ¡Sí! Ignora mi rostro, ¡vine a divertirme! —grito, pero apenas
puede escucharme.
MAC me toma del brazo y me arrastra a dónde sería la pista de baile. Hay
solo cuatro personas bailando, dos son hombres que no se pueden mantenerse
de pie y luchan con el mareo y el equilibrio, las otras dos si están bailando.
El chico malo delante mío comienza a bailar, invitándome con sus manos
a moverme cerca de él. Por primera vez sonríe y eso, por alguna razón me
deja más tranquila.
Voy a necesitar calmar estos nervios.
Miro la botella en mi mano y la tomo toda de golpe. MAC me alienta
moviendo sus brazos en el aire, la tiro al suelo y veo cómo se estrella en mil
pedazos, me siento libre y alocada. ¡Un sentimiento que nunca conseguí en
mi vida!
—¡Eso es reina! —dice MAC sobre mi oído para que lo pueda escuchar
— Baila para mí, déjame ver cómo te mueves.
Nunca bailé en mi vida, a menos que sea una canción lenta, por eso al
principio mis movimientos son robóticos e incomodos, pero poco a poco, me
voy sintiendo cómoda dentro de mi propia piel.
—¿Qué es esta música? —grito.
—AC/DC, la mejor banda de rock de todos los tiempos. —responde en el
mismo tono.
MAC se coloca detrás de mí y desliza sus brazos sobre mi cintura,
haciendo que nuestros movimientos se sincronicen. Puedo sentirlo sobre mi
trasero, pero no digo nada, porque me gusta sentirlo allí. ¡Nunca nadie se
atrevió a tanto!
Nunca un hombre toco mi cuerpo así, nunca me sentí tan sensual y
encendida.
MAC apoya sus labios en mi cuello y comienza a besarlo, yo levanto mi
mano y entierro las puntas de mis dedos en su cabello oscuro, atrayéndolo
más cerca de mí. Quiero que me bese, quiero sentir el calor del que hablan en
los libros que leo.
—¿Quieres ir a un lugar más privado? —susurra con una voz llena de
lujuria. Mis ojos están cerrados.
Solo lo siento sobre mí, solo escucho su voz.
Asiento una vez y antes de darme cuenta, me toma de la mano y me aleja
de la multitud. Voltea cada tanto para mirarme y sonreírme mientras
caminamos por un camino de tierra donde solo encuentro parejas escondidas
entre los arbustos.
Mis pies siguen a MAC sin pensar en nada más. Siento nervios en mi
estómago, nunca besé de verdad a nadie en mi vida.
Llegamos a un cobertizo, me deja tranquila saber que no puede haber ojos
espiándonos allí dentro. MAC abre la puerta y me arrastra juguetonamente y
con una sonrisa. No hay luz y el aire no es fresco, puedo oler químicos aquí.
Mi espalda se golpea contra la puerta de entrada y la boca de MAC invade la
mía de golpe.
—Oye, oye…espera. —le digo esquivando su boca.
—¿No es lo que querías? Aquí me tienes reina…
Si es verdad, no sé porque estaba esperando un poco de cortejo antes de
que intentara besarme.
Tengo que dejar de leer las historias de Jane Austen.
Asiento frenéticamente, diciéndome a mí misma: No pienses, no pienses,
no pienses.
MAC vuelve a mí, esta vez más calmado y apoya sus labios sobre los
míos. Se sienten fríos y su lengua acaricia la mía, muy baboso todo.
Su mano se mueve por mi cuerpo hasta que llega a mis tetas, aprieta mis
pezones y los retuerce fuertemente.
—¡Ay!¡Cuidado! —grito.
Ríe siniestramente y sigue tocándome hasta que llega a mi trasero y lo
aprieta fuertemente.
—Que bien se siente tocarte, reina…—gime en mi cuello.
¿Por qué no me despierta nada? Debería sentir algo, ¿no?, digo, aunque
sea calor, pero lo único que siento es frio.
Cuando su mano intenta meterse por debajo de mi vestido, la atrapo en el
aire con fuerza.
—No tan rápido…—susurro esperando que entienda.
—Lo que ordenes…—dice concentrándose en mi boca otra vez.
Mis ojos se mantienen abiertos y los de él cerrados, lo observo como si
fuera una película de esas que incomodan, pero quieres seguir mirando para
ver qué pasa. De su boca salen sonidos extraños, no son muy atractivos, me
recuerdan a Barty Crouch Jr. de Henry Potter, su lengua incontrolable y
asquerosa.
Detén esto, detén esto, no está funcionando.
—Oye, espera, espera…—esta vez bufa pesadamente, cansando de mí. —
Hey, lo siento, pero no estoy disfrutando esto…—al menos soy honesta.
—¿No estas disfrutando? —su tono no es feliz. Comienza a caminar por
el estrecho espacio que hay en este lugar. Demasiadas herramientas y
productos. —¿No estoy al nivel de la reina?!
—No es lo que quise decir, yo solo…
Escucho ruido a metal, MAC toma algo del suelo y lo sostiene.
Levanto las manos por instinto.
—MAC, lo siento, sigamos, sigamos. —¿qué haces Simone?
Cuando da un paso al frente, luz del exterior entra por una pequeña
ventana, iluminándolo, su rostro no está feliz.
—¿Estás borracha?
¿Qué clase de pregunta imprevista es esa?
—No, ¿por qué?
—Debería haber hecho efecto ya…
¿De qué habla?
Y de repente lo recuerdo, la botella de cerveza.
¡Corre! ¡Corre!
Atino la puerta, pero MAC la cierra de golpe, impidiéndome salir. Sujeto
el picaporte y lo sacudo fuertemente, esperando un milagro.
Oh Dios, oh Dios, ¡¿por qué soy tan idiota?!
—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Golpe.
Dolor.
Inconsciencia.
5
SIMONE DU PON T
U
escudo.
n hombre abre la puerta.
Luce sudado y una sonrisa se desparrama por su rostro.
Billie se acomoda delante de nosotras, se prepara para ser el
M
prostituta.
i padre me dio un solo consejo durante su vida: “Nunca dejes de
ser familia.”
Dos años después apareció muerto en manos de una
C
Emma.
uando me devuelven a la habitación, las chicas me reciben con un
grito de alivio y abrazos desesperados por abrazarme.
—Pensamos que…— te habían llevado para siempre, dice
No quiere decir las palabras, creo que es nuestro miedo más grande.
—¿Qué pasó? —pregunta Billie mientras nos sentamos las tres en un
mismo colchón.
Olympia se acerca a nosotras, pero las otras mujeres se quedan en sus
lugares y nos miran de reojo.
—Me llevaron a su casa, —todas saben de quién me refiero, el causante
de todo esto— creo que lo que quería era mostrarle a alguien…ya sabes, lo
que sea que esté haciendo con nosotras.
—¿Viste alguna salida en el camino hacia allá? —pregunta Olympia.
—No, es de noche y las plantas no me deja ver más allá, pero sí, escuché
el mar.
—¿Estamos en la costa entonces? —pregunta Billie.
—Sí, escuché las olas romperse y sentí el viento húmedo. —Tomo aire
profundamente, intentando calmar mi cuerpo, creí que me iba a llevar lejos de
ellas.
No entendí una sola palabra de lo que dijeron, pero no las necesito, el otro
hombre desaprobaba completamente lo que ocurría en la habitación. Fueron
sus ojos, sus ojos claros gritaban cuando me vieron, tenían horror,
desesperación.
Gracias a mis nervios su imagen ahora es como un recuerdo borroso, pero
sí recuerdo que tenía puesto una camisa blanca y unos vaqueros.
—Simone, háblanos, ¿qué pasó allí dentro? —demanda Billie
observándome con sospecha. —No importa que fue, dinos.
Lagrimas explotan de mí y ellas se preparan para escuchar lo peor.
—No entendí nada, hablaban en ruso o al menos sonaba como ruso, el
hombre que vino aquí el otro día me presentó como si fuera un producto, pero
el segundo hombre parecía muy enojado. —mi garganta esta tan tensa que mi
voz sale distorsionada. —no estoy segura, pero creo que intentó venderme a
ese hombre, me mostró ante el como si fuera un perro de competición, quitó
mi vestido y tocó…—me silencio, las lágrimas me arrebatan.
Las tres llevan la mano a la boca, no hay palabras, no hay que decir nada.
Billie se levanta y comienza a caminar por la habitación.
—En el momento que nos separen ya no vamos a tener más posibilidades
para salir de aquí.
—Pero Billie, ¿cómo lograremos eso? Tienen armas, son hombres,
¡tienen más fuerza! —dice Emma.
—No si todas tomamos control de la situación, mira, —Señala la
habitación, incluyendo a las mujeres que nos miran confundidas— somos
siete mujeres, tenemos que poder si todas nos trabajamos juntas.
—No lo sé Billie, siempre entran armados. —puedo escuchar la
desesperanza en mi voz.
—Pero si nos organizamos, podemos quitarles las armas. —responde
posicionando sus manos en forma de plegaria.
Me pregunto si inconscientemente está rezándole a su Dios.
—¿Y qué hacemos con ellas? —interfiere Olympia— no podemos
explicarles el plan.
Billie se da vuelta y las mira.
—Todo el mundo entiende el miedo.
UN GOLPE .
Mi mente se despierta antes que mis ojos.
La puerta.
Antes de que pueda sentarle en la cama, veo dos grandes brazos sobre mí.
Comienzo a gritar y a patear hacia todas las direcciones posibles, pero me
sujetan con fuerza.
Escucho las voces de mis amigas, chillando.
Alguien se arroja sobre el hombre que me arrastra haciendo que los dos
caigamos al suelo, cuerpos comienzan a apilarse sobre mí, casi que no puedo
respirar. Todas mis amigas gritan y golpean sin sentido, algunas llegan a mi
rostro.
El hombre grita insultos.
No puedo respirar.
—N-no pu—quiero hablar, pero no lo consigo.
Un disparo.
¡Bang!
Silencio absoluto.
Todas se alejan de mí y mis pulmones toman aire profundamente.
—¡¿Alguien más quiere intervenir?! —grita con ira en sus ojos.
Cuando focalizo la mirada, están todas en el suelo con sus brazos sobre la
cabeza. Emma llora sin control mirando fijamente a un punto de la
habitación, Billie mira hacia el mismo lugar, sus ojos acarrean horror y asco.
Una de las chicas que no hablaba español yace muerta en el suelo. Sus
ojos están abiertos, una herida en su frente.
—Levántate. —gruñe hacia mí, pateando mi pierna.
Acato la orden sin chistar, no quiero que nadie muera por mí.
—¡Simone! —grita Billie.
Cuando la miro, sus ojos angustiados me piden perdón.
—Está bien…estoy bien Billie, tranquila. —no está bien, ni estoy bien,
pero si fuera ella la persona muerta en la habitación, perdería la cabeza.
Me levanto con el cuerpo dolorido de tanto golpe y el hombre me toma
del brazo, arrastrándome lejos del pequeño nido de contención que tenía.
Volteo y grito:
—¡Gracias!
Lo que no puedo decir por falta de tiempo es:
Gracias por ser mi soporte, por darme fuerzas, gracias por contenerme
cuando iba a perder la cordura, gracias por ser mis amigas, gracias por ser
mi familia en tan poco tiempo.
AL FIN VEO UNA CIUDAD POR LA VENTANA , BUSCO ENTRE LOS EDIFICIOS , ALGO
que me diga donde estoy, pero no reconozco nada de la arquitectura, cuando
de repente, registro algo.
El coliseo.
¡¿Roma?! ¡¿Estoy en Roma?!
El avión continúa su vuelo, dejando atrás un monumento que había
visitado varias veces con mis padres y Margot y se transforma en cuadrados
con diferentes tonos de verdes.
En cuanto tocamos tierra, Iván toma mi brazo y me baja del avión como
si fuera una muñeca de trapo. Un auto de vidrios tintados nos espera. Me
arroja dentro y el conductor avanza a toda velocidad.
—¿Dónde vamos? —pregunto.
Silencio.
—¿Por qué estoy aquí?! ¡Háblame! —suplico.
Bufa, irritado por mis palabras.
—Cuanto menos sepas, mejor, créeme.
¡¿Qué clase de respuesta es esa?! La peor, la más angustiante.
Nos detenemos en otra mansión.
Pero esta tiene el típico estilo mediterráneo donde solíamos vacacionar
con mis padres, la diferencia fundamental es que no estoy aquí para
vacacionar y no sé si estoy lista para decirlo en voz alta todavía.
Iván me lleva hasta la puerta. Una mujer abre lentamente y por un
segundo abre sus ojos cuando me ve.
¿Aliada?
¿Enemiga?
—Entrega para el señor Bonelli. —dice Iván.
¡¿Entrega?!
La señora asiente una vez y abre la puerta por completo para dejarnos
pasar. Lleva puesto un uniforme de ama de llaves, su cabello es rubio ceniza
y sus ojos marrones. Debe tener la edad de mi madre, pero sin las
operaciones.
Iván la sigue por la casa hasta detenerse frente a una puerta.
Escucho la voz de un hombre gritando por teléfono.
La voz de un hombre mayor, alguien real está del otro lado de la puerta,
alguien que va a lastimarme.
Despierto de la calma inducida por el miedo y comienzo a sacudir mi
brazo como una desquiciada, buscando la manera para que Iván me deje ir.
—¡Quieta! —grita apretando los dedos profundamente en mi brazo.
—¡Por favor! ¡Por favor! —imploro poniéndome de rodillas— No me
dejes aquí, ¡Iván por favor!
—¡Silencio! Esto ya está sellado, ¡no tienes escapatoria!
—¡Dile que me escapé! ¡Dile que robé tu arma y no tuviste oportunidad
Iván! ¡Por favor! —su mano no me suelta y mi brazo ya me duele.
La mujer me observa, las comisuras de sus labios caen ligeramente, ella
también sabe que no tengo salvación.
La puerta se abre y todos nos detenemos.
Un hombre de unos sesenta años aparece, cabello gris, anteojos grandes y
un estomago enorme me mira con ojos encendidos.
—¿Que tenemos aquí? —dice en italiano.
Idioma que reconozco a la perfección, gracias a la educación que me
dieron mis padres.
—¿Sr. Bonelli? —pregunta Iván confirmando su identidad.
—Sí, soy yo. —responde en español.
—Se la envía Alexei Ivanov. —me empuja hacia adelante, sin soltarme.
—Alexei tenía razón —dice inspeccionándome —, es de altísima calidad.
Dios, no por favor no.
—Donde quiere que la deje, es una corredora, le sugiero un lugar seguro.
Maldito.
El viejo se ríe entre los dientes.
—Eso se le va a pasar eventualmente. —dice mirándome a los ojos— En
el mientras, tengo el lugar donde dejarla, sígame.
Caminamos por una casa antigua, pero con ese encanto italiano
irreproducible, veo grandes ventanales y vistas infinitas a un campo.
Subimos por unas escaleras, la pared es de ladrillo de piedra gris y me
hace sentir que camino por un castillo. Pero aquí no hay un príncipe que me
pueda rescatar, en este castillo vive el villano.
Una puerta de madera con revestimientos de hierro aparece delante
nuestro. El viejo abre y le indica a Iván con la cabeza que me deje allí dentro.
Y eso hace.
Me empuja con fuerza, arrojándome directo al suelo de madera oscura.
Antes de darme vuelta para implorar, la puerta está cerrada.
El cuarto es de tamaño mediano, las ventanas parecen tener un
mosquitero negro que opaca la vista al exterior, pero si no me equivoco esto
es una torre y el lugar donde guardan cosas inservibles en esta mansión.
Hay cajas apiladas en el suelo, muebles cubiertos con sábanas, telas de
arañas y mucho polvo (que puedo verlo suspendido a través de un pequeño
haz de luz que entra por la ventana).
Lagrimas silenciosas se deslizan sobre mis mejillas, mientras miro al
campo inmenso delante de mí y pienso, si esta vista es lo más cercano a la
libertad que voy a tener a partir de ahora.
11
Y URI VOLKOV
—¡K ing!
Ella está mis brazos, muriendo. El mercenario camina entre cuerpos para
llegar a mí.
Llegué demasiado tarde.
—¡Medico! —grita y en menos de un segundo, alguien aparece con un
maletín.
El medico empuja un cuerpo inerte del sillón, dejándolo caer en el suelo
sin cuidado y me indica que le acueste allí.
Tiene las venas cortadas verticalmente, la sangre se escapa sin parar,
sangre que se desparrama en sus piernas también. Su rostro está transparente,
sus labios carecen de cualquier color. Sus ojos, los cuales me atormentaron
por una semana, están cerrados.
Demasiado tarde.
¡Maldición!
El médico o lo que parece ser un médico, le toma el pulso.
—Está viva.
—La herida no es profunda, —explica mientras abre su maletín y busca
algo— no aplicó suficiente fuerza o no tuvo el tiempo para abrir sus venas,
eso no quita que haya perdido mucha sangre y que tengamos que hacer un
torniquete. —mira sobre su hombro, esperando alguna especie de aprobación.
—Lo que sea necesario. —digo caminando de un lado a otro.
—Controla la situación y continúa su tratamiento desde el avión, no
podemos seguir aquí. —dice su jefe observando la situación con sus manos
en los bolsillos. Envidio lo relajado que se ve, mientras yo siento que pierdo
la cabeza.
Cuando entramos a esta mansión tan solo quince minutos atrás, todos
tenían armas en las manos, algunos guardias intentaron intervenir la invasión,
pero claramente no lo consiguieron o no eran tan buenos como el ejercito de
King.
El nefasto que hizo negocios con mi hermano se llama Adriano Bonelli,
conocido personaje de estos pagos, “El Capo” lo llaman por aquí. El mafioso
estaba en su oficina cuando King pateo la puerta y apuntó directamente a los
ojos, le preguntó dónde estaba la chica que había comprado en perfecto
italiano y el hombre rápidamente contestó.
Salí corriendo, subiendo escaleras de dos en dos, la encontré
desangrándose en el suelo con una mujer arrodillada junto a ella.
Alguien le avisó a King que la información que Bonelli le había dado era
correcta y no pasó ni un segundo más cuando escuché el tiro que finalizaba la
vida de ese hijo de puta.
Bonelli ya no existe.
El medico envuelve sus muñecas, deteniendo la hemorragia, hace señas
para todos lados y comienza a levantarla.
—No, la llevo yo. —gruño por lo bajo, mientras lo empujo imponiendo
mi cuerpo y comienzo a cargarla.
Las camionetas con las que llegamos, nos llevan hasta el aeropuerto
donde dejamos mi avión, en menos de veinte minutos estamos en el aire.
La acuesto en un asiento reclinado con mucho cuidado, el medico se
sienta a su lado y comienza a mover cosas, quita el torniquete que había
aplicado y comienza a curar las heridas, quitando vidrios de su piel y
desinfectándola por completo.
Para cuando el medico termina, sé que su nombre es Ian y fue medico en
el ejército, se retira cuando termina, dejándome solo con ella.
Estoy a su lado mirándola fijamente, me sentí posesivo cuando la vi la
primera vez y me siento igual ahora. Mi mano sujeta la de ella, como si
fuésemos conocidos de toda la vida, me pregunto si ella estuviera despierta,
¿me dejaría tocarla así? Solo intento dale un poco de calor a ese cuerpo tan
frio.
—No va a ir a ningún lado. —Escucho la voz de King detrás mío.
El ex mercenario se mueve delante de mí junto con Ian y se sientan cerca
de mí. King no lo hace por ser camarada, lo hace para supervisar que todo
esté saliendo bien, por eso es el mejor.
No hago alusión a su comentario, él sabe que no tengo ningún tipo de
relación con ella, lo único que me acarrea es la culpa.
—¿Cuándo va a despertar? —pregunto ansioso a Ian.
—Puedo despertarla ahora si quieres, no lo hice porque creo que estar en
un avión no ayudaría.
—Despiértala, necesito hablar con ella. —el medico asiente una vez y
abre un frasco bajo sus orificios nasales.
¿Y decirle qué?
¿Qué planeo hablar con ella? No lo sé.
Se despierta, abriendo los ojos lentamente.
El medico es lo primero que ve.
—Intenta no levantar nos brazos. —indica, sosteniéndola sus hombros
con delicadeza.
¿Está mal que quiera que deje de tocarla?, maldición. ¿De dónde salieron
estos pensamientos tan posesivos?
—¿Qué? ¿cómo?, ¿dónde estoy? —pregunta.
El medico se aleja, dándome lugar para responder y aclarar su confusión,
cuando ella posa sus ojos verdes sobre mí, me estudia con cuidado.
No sé su nombre todavía, pero su rostro lo tengo forjado en mi mente
desde el día que la vi por primera vez en la casa de Alex. Sus ojos verdes son
muy grandes, de forma redonda, su cabello es ondulado con chorros dorados
y otros más oscuros. Tiene pecas desparramadas sobre sus cachetes, nariz y
en la frente.
Me acerco a ella lentamente, ruego que no me reconozca de aquel día.
—Dime tu nombre. —suena más como una súplica que una orden.
Ella me mira confundida y luego recorre el lugar.
Tanto el médico, como King retroceden y cierran la cortina para darnos
privacidad.
—Tu…te conozco. —dice en un tono muy bajo. Pero su rostro se
mantiene enmarañado.
Maldición.
—¿Por qué te hiciste esto? —señalo sus heridas ocultas tras las gasas que
usó Ian.
La sed por conocer su mente es abrumadora, necesito saber por qué
intentó quitarse su vida.
Ella mira hacia abajo y comienza a levantar sus brazos para ver mejor,
pero la detengo, presionando la punta de mis dedos sobre la palma de su
mano. Igual logra ver lo que hizo. Observa sus muñecas por un segundo y
parece una hora, luego responde en un tono muy bajo, apenas audible.
—Necesitaba escapar antes de que empiece.
Mi pulso ya está fuera de control, el arrebato lo siento en mi garganta,
necesito hacerla sentir segura y decirle que ahora está a salvo, que no va a
volver a vivir algo así en su vida.
—Bonelli está muerto. —digo las palabras con cuidado, esperando ver la
reacción en sus ojos con ansias.
Ella toma aire profundamente y exhala.
Ian se asoma por la cortina, pidiendo permiso para entrar, asiento a
regañadientes porque mi tiempo a solas con ella acaba de terminar. Él se
sienta a su lado y comienza a explicarle algunas cosas técnicas sobre su
herida y que va a pasar a partir de esto.
—Dadas las circunstancias, el hospital no es una opción, así que debemos
seguir esto en un domicilio seguro.
—Mi casa. —respondo rápidamente.
Sus ojos verdes viajan hasta mí y me estudian hasta que Ian comienza a
hablarle otra vez.
—Vamos a usar un poco de suero y a vigilar tus signos vitales, nada más.
—cierra su maletín y se levanta— te recomiendo que te quedes haciendo
reposo hasta que lleguemos a Inglaterra.
—¿Inglaterra? —finalmente vuelve a hablar.
—Sí, allí es donde vivo.
Ella asiente una vez sin decir una palabra. ¿Por qué no me pelea? ¿Por
qué no demanda que la lleve a su casa, a su familia? ¿A su novio? ¿Marido?
¿Hijos? Demonios, necesito saber quién es esta mujer.
—¿Tienes hambre? —pregunto sentándome en un sillón frente a ella.
—Sed.
Levanto el intercomunicador y hago el pedido.
—Necesito agua natural con sorbete, cuanto antes.
Cuando llega la azafata, lleva en sus manos una bandeja de plata con una
jarra de vidrio y dos vasos con sorbetes rojos.
—Gracias. Por favor, pregúntale a los hombres qué necesitan, lo que sea
que pidan, que lo tengan. —agrego mientras tomo la bandeja.
—Sí, señor Volkov.
La azafata, Sonia, la observa con intriga, pero cierro la cortina en su
rostro. No tiene por qué mirar nada.
Mi apellido hace que sus ojos me estudien con detenimiento.
Sirvo el vaso hasta la mitad y le acerco el sorbete a sus labios pálidos y
quebrajados. Ella estira su cuello y comienza a tomar agua como si no
hubiera un mañana.
—Despacio, de a sorbos. —digo repitiendo la frase que mi madre usaba
cuando era pequeño.
Ella calma el ritmo, pero de todas maneras termina el vaso con rapidez.
—¿Puedo tomar más? —su voz suena inocente y tímida.
—Puedes tomar la cantidad que quieras, pero despacio.
Sus ojos descienden y dejan de mirarme con suplica, antes de darme
cuenta, estoy sirviendo el segundo vaso.
—¿Te privaron del agua? —pregunto.
—Dos vasos por día.
—Malditos…—digo por lo bajo, mientras vuelvo para hidratarla.
Ella toma con desesperación.
Las voces de los hombres riendo (y probablemente tomando todo el
alcohol que tiene el avión) entra y ella se alerta.
—Son mis hombres, no van a hacerte nada.
Me deslizo hacia atrás, sentándome recto en mi asiento y cruzando mis
piernas. Lleva puesto un vestido distinto al que llevaba en la casa de mi
hermano, este es blanco y le queda muy ajustado, tiene manchas de sangre y
tierra por doquier.
La mujer que esta frente a mi mira al techo como si viera algo más,
sospecho que su mente vaga lejos de aquí. No quiero mirarla fijamente como
un desequilibrado, pero no estoy pudiendo quitar mis ojos de ella, de sus
heridas.
Sus ojos comienzan a cerrarse y lucha contra el sueño. No me extraña,
está en un avión lleno de hombres y uno en particular es un enfermo que no
para de observarla.
—Nadie va a hacerte daño en este avión, —digo y sus ojos vuelan a mi
otra vez— si necesitas dormir, hazlo con tranquilidad, tienes mi palabra,
aparte tenemos algunas horas más hasta Inglaterra.
Asiente, pero no duerme, su mirada se mantiene fija en el techo y muero
por saber qué es lo que ve.
15
SIMONE DU PON T
P sicología inversa.
No puedo creer que haya funcionado.
Cuando me preguntó si era prisionera, mi mente dictaba que sí,
pero mis palabras dijeron otra cosa. Tenía miedo que deje de verme como su
salvador y me compare con los hombres que le hicieron esto. Tenía miedo
que se dé cuenta que mi hermano y yo no somos tan distintos después de todo
o que se diera cuenta somos hermanos.
Su rostro se calmó cuando dije que no una cautiva, esa declaración no es
totalmente mentira, tampoco es totalmente cierta. No puedo liberarla y que
los medios se enteren de quién soy y qué hice. No puedo dejarla decir mi
nombre por ahí, ni volver a su hogar mencionando que un ruso la rescató. Eso
solo puede llevar a la prensa a atar cabos y a relacionarme con Alexei.
Necesito entender cómo voy a solucionar esto, antes de que ella parta y lo
va a hacer, solo que no ahora.
¿Me hace sentir como un maldito? Sí, pero detecte en su rostro cierto
pavor y eso me hace pensar que quizás no esté tan apurada por volver.
No tengo tiempo para viajar a Londres, por eso estoy frente a mí
ordenador en mi oficina, con diez caras observándome detenidamente
mientras finalmente les comunico que perdimos al “Inversor” más grande que
teníamos. Mi hermano.
Nadie se atreve a gritarme, ni a cuestionar qué hice para perderlo, ellos
simplemente se concentran en la solución.
—Reducción de personal, —dice Leslie— a un diez por ciento, al menos
por un año.
Me levanto de mi silla, lejos de la cámara y camino hasta la ventana con
mis brazos unidos en mi espalda baja.
Hay muchas decisiones que tomar y mucho que resolver.
Mi oficina es un pequeño estudio, con una biblioteca del suelo al techo y
una vitrina en el medio que conserva los más importantes, caros y antiguos.
Uno de los lugares de la casa que había conservado su fachada original, típica
de la vida de campo inglesa. Las paredes son de color verde oscuro, algunas
plantas están distribuidas en el suelo, supongo que siguen vivas gracias a
Vera, porque nunca las regué en mi vida.
El escritorio es estilo inglés, madera oscura y brillante. Un pequeño juego
de living con una chimenea hacia el lado derecho, sobre la chimenea cuelga
una foto de Ebony que tomó un reconocido fotógrafo en la primera carrera.
Su cabello brilla increíblemente y sus músculos sobresaltan mostrando la
bestia hermosa que es.
La ventana da a la parte trasera de la casa, desde aquí puedo ver la piscina
de forma rectangular, creo que nunca la usé en mi vida. El agua se mueve
haciéndola tentadora, el sol esta arriba y las sombras del campo ingles le dan
esa imagen tan pacifica a mi propiedad. Pero estos son los últimos días de
verano, el otoño se aproxima.
Detrás de mis pensamientos, corre el pánico de mis inversores, puedo
escucharlos solucionando el error (o acierto depende como lo mires) más
grande que cometí en mi vida.
Interrumpo de golpe la discusión.
—¿Cuánto podemos abaratar de costo sin despedir a nadie? Necesito esos
números. —Ellos no me ven, pero pueden escucharme.
—Necesito sentarme a ver eso. —dice uno de mis socios.
—Bueno, ¿cuánto tiempo necesitas, entonces? —pregunto con la mirada
perdida en el campo.
Una figura se mueve y llama mi atención inmediatamente.
Ella camina lentamente, rodeando la piscina. Su cabello rubio esta suelto
y la brisa lo mueve sobre su espalda como si tuviera vida propia. Lleva mis
ropas, (que le quedan demasiado grandes), pero puedo ver lo cómoda que se
siente en algo tan grande, mullido y protector.
—Yuri…—Llaman.
Camino hasta la cámara y vuelvo a la reunión.
—Disculpa, ¿puedes repetirme?
—En veinticuatro horas puedo conseguir la información.
—Está bien, entonces hazlo, por el momento no quiero ningún despido.
—los miro a todos aquellos ansiosos por despedir a alguien que tiene una
familia. —mañana reanudamos la reunión a la misma hora.
Mi padre solía destruir familias todo el tiempo, eliminando empleados
que ya no le servían o despidiéndolos sin explicación algunas, el nunca
entendió lo que es un núcleo familiar, yo tampoco, pero vi suficientes
películas navideñas para reconocer cuando el villano intenta destruir la
navidad.
Todos asienten, cerrando cuadernos, levantándose de la silla y
despidiéndose.
Corto la video-llamada y camino largos pasos hasta la ventana otra vez.
Ella sigue allí, mirando hacia el sol y toda la naturaleza que la rodea. Cruza
sus brazos sobre el pecho, o al menos eso intenta, porque se detiene antes de
terminar el movimiento, olvidó sus heridas.
Eso es bueno supongo, significa que el dolor no es tan intenso o que dejó
atrás su intento de suicidio.
Algo la sobresalta y eso me sobresalta a mí.
Viktor aparece detrás de ella. Se quita la gorra que usa siempre y la
estruja sobre su pecho, mientras estira la mano para saludarla.
Ella duda de él y mira a su alrededor, buscando alguien más a la redonda
que pueda vigilarla, pero dentro del vasto campo solo están ellos dos.
Giro sobre mis talones y salgo de mi oficina caminando rápidamente.
Cuando llego, ellos conversan con un tono amigable.
Viktor me ve caminar hacia ellos e instintivamente da un paso hacia atrás.
Ella nota su cambio de actitud y lo observa con curiosidad, pero sus ojos
siguen siendo cálidos.
—Yuri. —saluda Viktor.
Lo saludo con un leve movimiento de cabeza, mis manos en los bolsillos
y una mirada firme, luego la miro a ella, quien baja la mirada, avergonzada
por alguna razón.
¿De qué? No sé.
—Viktor —lo saludo, mi tono es un poco seco, solo un poco — ,veo que
ya conociste a Simone, mi invitada.
Mi invitada.
—Oh, sí, me estaba presentando.
Vuelvo a enfocarme en ella, explorando su rostro magullado. Luego del
baño, su cabello brilla bajo el sol y se la ve mas liviana.
—Viktor es el encargado de los establos. —explico.
—Eso me estaba diciendo. —responde incomoda por mi intromisión.
Retuerce sus manos sobre su estómago.
—La estaba invitando a hacer un recorrido cuando quiera. —dice Viktor
orgulloso de sí mismo.
Ah, ¿sí? Viktor de golpe es un extrovertido.
Ella asiente en silencio, siento que los dos hijos le están dando excusas al
padre.
—¿Te gustan los caballos? —inclino mi cuerpo para enfrentarme a ella,
dándole mi espalda deliberadamente a este Viktor tan bondadoso.
—Sí, me encantaría verlos.
—Yo puedo llevarte sí quieres. —digo de golpe.
Tengo un millón de cosas que hacer, pero quizás pueda hacerme un
espacio.
Otra vez asiente sin usar palabras y con la mirada baja, algo que suele
hacer cuando esta abrumada, creo.
Coloco una mano pesada sobre el hombro de Viktor y con una sonrisa le
digo:
—Nos vemos luego.
Con mucho cuidado coloco las puntas de mis dedos sobre la espalda baja
de Simone y le indico el camino con la mano.
—¡Adiós! —lo saluda ella levantando su mano tímidamente.
Viktor responde de igual manera.
Simone camina junto a mí, dando pasos lentos sobre el césped recién
cortado. El silencio nos gobierna, necesito hacerla hablar.
—¿Cómo te sientes hoy? —finalmente decido abrir mi boca.
—Mucho mejor, las drogas son milagrosas. —su voz es baja, apenas
puedo oírla. —El rostro es lo que más me molesta, dormir no es tan fácil.
Detengo mi caminar y ella me imita, estamos uno enfrente del otro.
Atrapo su rostro con mis dos manos para inspeccionar los golpes,
delicadamente muevo su rostro de un lado a otro. Eso me recuerda que eso
mismo hizo mi hermano y la suelto como si me daría miedo tocarla.
—Puedo darte un poco de hielo para bajar la inflamación. —susurro.
—Está bien. —dice, asintiendo lentamente.
—El medico dijo que inspeccione las heridas todos los días, —relato
mientras continúo mi caminar— después de este recorrido podríamos ver
cómo están.
—Oh, no es necesario, puedo hacerlo sola, me imagino que debes estar
muy ocupado.
¿Es esto un intento para quitarme del medio?
—No me molesta en absoluto. —respondo secamente, ya no me siento
tan seguro en su presencia. Lo que menos busco es incomodarla, pero no
puedo evitar querer participar en su recuperación.
¿Por la culpa quizás?
Cuando llegamos a los establos, me resulta inevitable sonreír, mis
caballos son todo para mí, los siento familia y amigos.
Ella me mira y sonríe solo un poco.
—Por aquí. —indico.
Estos caballos duermen en un establo de lujo, es más, puedo decir que
este establo es más lujoso que cualquier apartamento en Los Ángeles.
El techo a dos aguas es de madera clara traída de Noruega, el suelo de un
material exclusivo para que las rodillas del caballo tengan menos impacto.
Los compartimientos están sobre ambos lados, sobre la izquierda los caballos
de carrera y sobre la derecha los rescatados. Las rejas están pintadas de verde
botella y su nombre está escrito en negro.
—Increíble. —susurra para ella misma, cuando nota que la escuché
perfectamente, se le encienden los cachetes.
Ebony me escucha entrar y me recibe asomando su cabeza
enérgicamente. Camino hacia él y le acaricio la cara.
—Hola amigo. —susurro sobre su oreja, que se mueve al ritmo de mis
palabras como si me entendiera. —Hoy no vamos a pasear, te estoy usando
para impresionar a alguien.
Cuando ella se coloca a mi lado, lo mira embelesada.
—Es hermoso. —dice— Nunca vi un caballo tan alto.
—Ebony compite hace unos años ya –explico mientras acaricio el cuello
—, me dio muchos premios.
—¿Carreras?
—No, Polo.
—Oh, mi hermano intentó jugar polo una vez, no le fue muy bien.
Hermano.
Un hermano que la está buscando seguro, un hermano que cuando sepa
dónde está, va a querer golpear mi rostro como si fuera una bolsa de boxeo.
Necesito encontrar su apellido para investigar quién es a fondo.
—Bueno, el polo no es para todos.
Ella intenta tocarlo, pero Ebony se excita demasiado, entonces quita la
mano rápidamente.
—No me hagas quedar mal Ebony —lo reprendo —, deja que Simone te
acaricie.
Simone queda asustada, por eso tomo su mano y la coloco en el pómulo
de mi oscuro y malhumorado amigo.
Ella sonríe y sus ojos brillan con emoción.
—Tan suave…—murmura dándole pequeñas caricias.
Dentro de las aureolas violetas en su pómulo, encuentro pecas
desparramadas. Hoy sus ojos verdes lucen más despiertos que ayer, bueno
uno, el otro todavía sigue hinchado.
Queen relincha celosamente para captar nuestra atención. O, mejor dicho,
la atención de Simone dirigida a Ebony, la mía estaba completamente
enfocada en uno de los rostros más bonitos que vi en mi vida.
Conseguir mujeres no es algo complicado para mí, tengo el rostro y el
dinero. Pero nunca vi una belleza tan particular como la de Simone, y eso que
tiene el rostro magullado.
—Esta es Queen. —aclaro mientras camino hacia la hembra de color
blanco.
Simone me sigue en silencio.
—Hola Queen…—susurra mientras acaricia su cuello con más confianza
que antes.
La explicación que encuentro es que Queen no intimida como Ebony. La
hembra la recibe con gusto, mientras Simone la acaricia por todos lados,
hasta que Queen engancha su quijada en el hombro de Simone y la atrae
hasta ella.
—¡Despacio Queen! —grito alejándola solo un poco.
Simone se ríe disfrutando del cariño del animal.
—Lo siento, ella suele ser más tranquila, creo que le gustaste demasiado.
Somos dos, Queen.
—El sentimiento es mutuo. —dice ella disfrutando de la excitación de
Queen.
—¿Cabalgas? —curioseo, puedo imaginarla sobre Queen, sería una foto
increíblemente bella.
—Mi mamá me obligó a tomar clases cuando era pequeña. —comienza a
relatar, mientras juega con el pelo blanco de Queen. Sus ojos ruedan como si
el pensamiento la irritara —Luego la convencí de que era más productivo si
estudiaba piano.
—¿Y cómo la convenciste? —pregunto mientras apoyo el codo sobre la
reja que mantiene a Queen en su compartimiento.
—Bueno, le dije que la cabalgata no era algo que podía mostrar en
sociedad, piano en cambio…—sigue compenetrada en la hembra, creo que no
se dio cuenta de lo mucho que está hablando. —y mi mamá necesitaba
asegurarse que la gente me vea.
Coloca sus ojos sobre mí y de golpe se enmudece, pero es demasiado
tarde, yo ya estoy completamente hipnotizado con ella.
—¿Tocar el piano es algo que disfrutas al menos? —comienzo a caminar
hacia la salida.
Asiente otra vez.
—Últimamente era lo único que disfrutaba, hasta que…bueno, ya sabes.
Mi hermano.
Ahora soy yo el que asiente en silencio.
Cuando llegamos a la casa, no la quiero despedir, quiero seguir haciendo
preguntas, disfrutando de su voz, de sus ojos, pero no encuentro más excusas.
Cuando entramos, Vera nos espera ansiosa en la base de la escalera.
—Llegaron tus ropas. —intenta camuflar su tono entusiasmado, pero falla
estrepitosamente.
Camina hasta Simone y le entrega bolsas repletas.
Ella le da una media sonrisa.
—De verdad no precisaba nada de esto…
—No digas disparates —digo en un tono firme —, necesitas ropas,
especialmente en este lugar.
El estilo de vida del campo no suele ser muy pulcro, fundamentalmente
los días de lluvia donde el barro a veces llega hasta las rodillas.
—Bueno, gracias. —sonríe tímidamente mientras toma una de las bolsas
entre sus brazos, pero reacciona al dolor de sus heridas.
—Déjame —digo tomando las bolsas del suelo—, las llevare a tu
habitación.
Sin discutir ella me sigue. Dejo las bolsas sobre su cama y volteo para
verla.
—Es un buen momento para mirar esas heridas. —digo mientras me
dirijo al baño para limpiar mis manos.
Cuando vuelvo a la habitación, entro secándome las manos con un
pequeño paño blanco. Ella se encuentra sentada en la cama y con mucho
cuidado quita la gasa blanca.
Me coloco delante de ella y sin pensarlo, me arrodillo como un siervo,
tomo sus manos y observo las heridas. Aún inflamadas, pero no veo ningún
rastro de infección.
—Muy bien —susurro para mí mismo —, están sanando.
Ella asiente y rápidamente busca las gasas nuevas para taparse.
—Déjame hacerlo. —digo quitándoselas de las manos.
Ella busca apurarse porque odia verse las heridas.
Con cuidado, las limpio y hago lo necesario para taparlas, ella mira hacia
el costado, evitándolas a toda costa.
Cuando termino, una lagrima corre por su mejilla y la imagen de una
mujer golpeada, llorando en silencio se siente como un cuchillo clavándose
en mi corazón lentamente. Tomo su quijada con cuidado y la obligo a
mirarme.
—Hiciste lo que creíste necesario Simone, deja de martirizarte. —en
cuanto digo las palabras, su llanto rompe y lo oculta mirando hacia sus
piernas.
Dejo mi mano caer sobre mi rodilla.
—¿No crees que es de cobarde? —pregunta, mientras limpia las lágrimas
con mi sudadera, ahora de ella.
—No. Yo hubiera hecho exactamente lo mismo en tu lugar.
Asiente otra vez, su cabello lacio oculta su rostro.
Me levanto lentamente y ella se queda sentada allí. Se ve muy pequeña
sentada en la cama, tan magullada y dañada psicológicamente. No me gusta
lo que le hace a mi pecho verla así.
—Ven, tengo algo que quizás pueda borrar esas lágrimas. —quiero estirar
la mano y llevarla, pero me acobardo y camino hacia la puerta sintiendo
cierto vacío en mi mano.
Sin chistar, se levanta y viene conmigo.
—La agente de bienes raíces llama esta habitación “El cuarto de dibujo”
lo cual es ridículo, porque nunca voy a dibujar algo en mi vida. —digo
mientras caminamos por los pasillos.
Ella libera una pequeña risa por su nariz.
Cuando llego a la puerta blanca, abro lentamente y le hago señas para que
entre.
Este es uno de los tantos cuartos donde solo hay muebles decorándolo, lo
uso solo una vez al año.
—Cuando hago fiestas solemos usar esta habitación, pero fuera de eso,
nunca piso este lugar.
En el fondo está el piano blanco que vino con la casa.
—¡Oh! —camina hasta el piano de cola blanca y acaricia las teclas con
las puntas de sus dedos— ¿Puedo usarlo?
¿Cómo decirle que no? Si sus ojos me miran así. Antes de responder me
tomo un momento para memorizar esta expresión en su rostro, una mezcla de
felicidad, admiración y ruego. Seguramente va a llegar el día donde no me
mire así y esa mirada hermosa, será reemplazada con odio y espanto. Por eso
la memorizo, para el futuro.
—Es tuyo. —meto mis manos en los bolsillos delanteros y levanto los
hombros, pretendiendo que no me emociona tanto dárselo. —Úsalo cuanto
gustes, aquí nadie toca el piano.
Ella se sienta inmediatamente y lo mira como si fuera una reliquia.
—Gracias.
—No me agradezcas, espero escucharte alguna vez. —camino lejos de
ella, alejándome de la intensidad que siente mi cuerpo por tomarla en mis
brazos. — Tengo que tomar unas llamadas.
—Sí, si claro. —dice rápidamente.
Nuestros ojos se conectan hasta que cierro la puerta, misión cumplida, las
lágrimas desaparecieron.
El siguiente problema es mi corazón, que no para de palpitar
furiosamente.
19
SIMONE DU PON T
S
mi vida.
imone tarda en darme una respuesta y deseo con todo mi cuerpo que
diga que no está interesada en mí, pero a la vez siento que, si no
pruebo sus labios al menos una vez, voy a arrepentirme por el resto de
Lo dije.
Interrumpe nuestro beso y enfoca sus ojos en mí.
E —¿Sim?
l ultimo invitado se retira y miro hacia la escalera, preguntándome
¿por qué Simone no bajo a despedir a los invitados?
Subo la escalera mientras la llamo:
No hay respuesta.
Abro la puerta de la sala de dibujo y la habitación está vacía. Quizás
estaba agotada luego de semejante concierto. Camino hasta nuestra
habitación y tampoco la encuentro allí.
—¿Moya lyubov? —grito más fuerte mirando hacia el corredor,
esperando una respuesta.
De la nada mi corazón comienza a latir con histeria. Esta vez comienzo a
caminar un poco más rápido, recorriendo cada habitación de esta mansión.
Nunca odié tanto tener tantos cuartos.
Saco el celular de mi bolsillo y llamo a Viktor.
—Viktor, ¿viste a Simone?
—No. —responde— ¿Pasó algo?
—No está en la casa, algo está mal.
—Voy a recorrer la zona. —dice y escucho el vehículo encendiéndose.
Camino hasta la ventana y a lo lejos veo los establos, la luz está
encendida como siempre, pero algo me llama hasta allí.
—Está bien, yo voy al establo.
Sin tiempo para tomar el abrigo, abro la puerta y me aventuro en la nieve
que cubre el camino hasta el establo. Cuando llego, encuentro que los
caballos están nerviosos.
Acaricio el rostro de uno y hago un sonido para calmarlo, aunque mis
nervios están peor que los de ellos.
—¿Sim? —la llamo.
Escucho un llanto, femenino.
Comienzo a correr hasta el final del establo y la encuentro, con una
postura defensiva, abrazándose a su misma, su rostro mojado de las lágrimas
y está temblando.
—Sim, —camino hacia ella— ¿Qué ocurr…? —me detengo cuando
siento un arma apoyada en mi sien.
—Quieto ahí, semental. —escucho la voz de un hombre detrás de mí.
—Mis ojos recorren la habitación y me detengo en la persona que da un
paso adelante.
Simone, pero más grande, con una mirada dura y actitud pendenciera.
Su hermana.
Mi estómago se contrae.
La encontró.
Ignorándola por completo, me enfoco en Simone que se ve absolutamente
destruida.
—Sim…—susurro.
Ella niega con la cabeza, pero no exterioriza ninguna palabra.
—Sabe todo. —dice su hermana.
Nunca la pierdo de vista, ella espera mi reacción y cuando ve que no
objeto en nada, comienza a llorar con más agonía que antes.
—Sim, lo siento, yo…—ahora de golpe soy yo quien le falta las palabras.
—Dile, Ivanov —dice Margot— ,dile quien eres, porque le está costando
creerme.
—Ese no es mi apellido. —gruño sintiendo violencia hacia ella, quiero
matarla.
—Es el apellido de tu padre y tu hermano. —dice el hombre detrás,
todavía no vi su rostro.
—No significa que sea el mío. —digo con los dientes apretados— Sim,
déjame explicarte.
Margot asiente y el hombre detrás mío me empuja hacia Simone.
Quiero tomar su rostro como hago siempre, pero ella camina hacia atrás,
su mirada va hacia el suelo y sus brazos tiemblan incontrolablemente.
Quito mi traje y lo envuelvo en sus hombros. Ella se deja cuidar, pero
desde lejos.
—Quiero hablar a solas con Simone. —reclamo hacia Margot y el
hombre que está a su lado.
—¿Y dejarte que la manipules como hiciese todos estos meses? Ni lo
sueñes.
Vuelvo mis ojos al amor de mi vida, rogando que me vea, que mire el
dolor y el pánico que me da perderla.
—Sim, yo no soy como es mi hermano.
—Era —interrumpe Margot con una ceja arriba —, ¿o también evitaste
decirle que está muerto?
Aprieto mis puños y el hombre sonríe, como si estuviera esperando la
excusa perfecta para atacarme.
No tengo tiempo para decirle que lo encontraron gracias a mí, solo puedo
enfocarme en Simone.
—Sim, tienes que creerme, dame dos minutos para explicarte porqué hice
lo que hice.
—No. —finalmente verbaliza algo, levanta la mirada y conecta conmigo
— El tiempo de escucharte lo desperdiciaste todos estos meses, Yuri.
Lagrimas caen de su rostro y es lo único que se mueve en la habitación.
—Sim, por favor…—mi voz comienza a distorsionarse, sé que todo lo
que vaya a salir de mi boca va a sonar como una excusa.
Y eso es lo es, solo tengo excusas para darle.
Margot da un paso al frente y toma a su hermana del brazo, arrastrándola
lejos de mí y de mis caballos.
El hombre levanta el arma y me apunta, pero no le presto atención, solo la
veo alejarse de mí por el pasillo del establo, los caballos relinchan y hacen
ruidos extraños, como si supieran que algo sumamente trágico está pasando
delante de ellos. Simone voltea y me mira con angustia y dolor antes de
desaparecer con su hermana.
—La única razón por la cual tu corazón todavía funciona, es porque
Simone me hizo prometer que no iba a matarte, pero no dudes, ni por un puto
segundo, que, si te veo otra vez o cerca de ella, voy a apretar el gatillo. —el
hombre tiene una campera de cuero, cabello revoltoso y unos vaqueros
desgastados.
—No te preocupes, —digo mirando hacia donde Simone desapareció. —
el gatillo lo apreté yo hace mucho tiempo.
Doy tres pasos atrás, dándole espacio para que se vaya tras ellas. El
hombre camina hacia atrás, todavía apuntándome.
Un automóvil se detiene en la puerta del establo, el hombre se sube y
salen arando. Sé que Simone esta allí, puedo imaginarla mirándome detrás de
los vidrios tintados con el mismo dolor que vi antes.
El dolor que yo generé.
Me siento en el suelo helado y apoyo mi espalda contra la pared,
destrozado y atormentado, acabo de perderla para siempre.
Cuando Viktor me encuentra, ya es de día, me ayuda a levantar mi cuerpo
rígido y me deposita en el sillón delante del hogar el fuego está encendido y
chispeante, con una taza de algo caliente y unas mantas.
Escucho murmurar a la madre y al hijo, palabras de consuelo, pero mi
mente no está aquí.
Está pensando en cómo recuperarla.
40
SIMONE DU PON T
de perfume.
¿Qué demonios?
Abro los ojos y observo una habitación delicada, femenina y llena
Simone.
¿Cómo demonios llegue aquí? Me siento en la cama y de golpe todo se
mueve.
Claramente llegue aquí en un estado totalmente embriagado, porque no
recuerdo absolutamente nada, excepto la parte donde me pareció que un poco
de alcohol iba a ayudarme dormir de una maldita vez.
No soy una persona que se interese en alcohol, me parece innecesario y
aburrido tomar por el solo hecho de emborracharse, así que las alarmas
comienzan a sonar dentro mío, porque esto es muy inusual en mí.
Yo no hago esto.
Nunca.
Sobre la mesa de luz hay un vaso de jugo de naranja y una píldora, obra
de Simone, asumo. Dejando caer mi mano sobre la superficie, tomo la píldora
y la bajo sonoramente con el jugo en un segundo. Una vez hidratado
comienza a bajar el mareo hasta el punto donde me puedo sentar sin
moverme como una boya en el medio del mar.
Huelo mi camisa.
—Oh, por Dios…—gruño quitando la nariz de allí.
Definitivamente necesito un baño, ya.
Una vez limpio y fresco, no quiero ponerme las mismas ropas todavía,
por eso envuelvo mi cadera con una toalla y vuelvo a la habitación.
La cama esta mitad hecha y la otra mitad no y me pregunto cuánto tiempo
pasé en esa cama. Tomo mi celular y miro la hora.
06:15pm
Abro la puerta lentamente y cuando no escucho nada comienzo a caminar
por el pasillo.
—¿Sim? —pregunto.
Cuando llego a la sala, asomo mi nariz y encuentro a la última persona
que quería que me viera así.
Bastián.
De brazos cruzados, traje, corbata y una ceja arriba, burlándose de mi
desnudez.
—Sorpresa. —dice sin mover un solo músculo de su rostro.
La única opción que tengo, es pretender que su presencia no me intimida
tanto como lo hace. Sujeto mi toalla con fuerza para no hacer de este
momento uno más patético en caso de que se caiga.
—Bastián Du Pont. —digo despreocupadamente —¿Dónde está Sim?
—Simone. —me corrige como si le molestara que tenga un sobrenombre
para ella. — Fue a buscar comida para tu trasero borracho.
—Entonces tenemos tiempo para que me amenaces con matarme si me
acerco a ella, ¿no?
Una sonrisa intenta asomarse en sus labios, pero nunca aparece por
completo, en cambio, con su seriedad camina hasta el sillón y se sienta
elegantemente cruzando las piernas. Conozco hombres poderosos de todo
tipo, este tipo en particular es el tipo de los que tienes que tener cuidado.
Su poder viene de su inteligencia, las palabras cortan más que una navaja.
—No, lo que va a pasar es lo siguiente, voy a hacerte una serie de
preguntas, tú vas a contestar y en base a cuan sinceras sean tus respuestas,
voy a tomar la decisión de que quiero hacer contigo.
Ahora yo levanto la ceja, ¿cree que tiene poder sobre mí?
—¿Te di la impresión que puedes tomar decisiones por mí, Bastián?
—Creo que al menos puedes sacarme de mi aburrimiento crónico y darme
una buena pelea, pero al final del día, soy yo quien aconseja a Simone qué
hacer con su vida.
Asiento entendiendo a donde va y me apoyo sobre la pared más cercana,
invitándolo a preguntar.
—¿Qué haces aquí? —pregunta y luego agrega, — Y recuerda, si tengo la
más mínima duda de que me mientes—
—Vine a reclamarla. —interrumpo su amenaza.
¿Quiere sinceridad? Aquí la tiene.
—Conociendo tu fortuna y tus contactos, estoy seguro que no faltan
mujeres en tu puerta, ¿Qué hace a Simone diferente del resto que hace que
quieras reclamarla?
—La amo y quiero tenerla a mi lado.
—No pregunte qué quieres para ti ,ni tus sentimientos, Volkov. —gruñe
exasperado de golpe.
—Simone es…—escaneo la habitación, buscando las palabras exactas
que necesito para convencerlo— la persona más desinteresada, generosa y
hermosa que conocí en mi vida, no la deslumbran las riquezas, ni las tierras,
ni las ropas, —sonrío recordando como usaba mi ropa deportiva— Simone es
la razón por la cual me obligo a mejorar todos los días, porque quiero ser el
hombre que ella se merece tener a su lado.
Bastián se mantiene en silencio por unos segundos, absorbiendo lo que
dije, si nunca amó en su vida, entonces no va a entender a qué voy con esto,
pero si, si amó entonces…
—Y si ella te acepta en su vida, ¿qué planeas?
—Esperar a que termine la gira y proponerle matrimonio.
Eso hace que se muestre sorprendido por un mili-segundo.
—Sabes que todos te odian en su familia, especialmente Margot quien tu
hermano intentó violar, en caso que no lo supieras.
¿Qué?
—¿Violarla? —pregunto dando un paso adelante. —no sabía que había
llegado tan bajo. Entonces significa que hice bien en darle su ubicación a tu
hermana.
Bastián me analiza, entendiendo que hice.
—No puedo culparla si no quiere ver mi rostro nunca más en su vida,
pero eso no va a detenerme de perseguir a Simone hasta el fin del mundo,
quizás tenga que recordarle a ella y a cualquiera que intente detenerme que,
sin saber dónde demonios la había enviado mi hermano o quien era, moví
cielo y tierra y fui a por ella, la busqué y déjame aclararte algo Bastián,
siempre la voy a encontrar, por más que se esconda en esta ciudad, Little
Rock o Hong Kong, siempre voy a ir por Simone.
Desliza su dedo índice por su barbilla, observante y pensativo.
—¿Tus negocios?
Quiere saber si sigo usando dinero ilegal.
—Blanqueados todos, el dinero que heredé de mi hermano fue
directamente a Thomas King para que encuentre al resto de las mujeres que
secuestró.
—Thomas King, ¿eh? Que contactos más interesantes tienes.
—Si reconociste el nombre entonces hablamos el mismo idioma. —digo
con media sonrisa.
Sí, hombres como nosotros identificamos rápido al par.
—Está bien, —se levanta y camina hacia mí. —voy a hacer lo posible
para que mi hermana no intente matarte o que mi padre no busque arruinar
tus negocios, pero quiero que sepas que en cuanto escuche un dejo de tristeza
en la voz de mi hermana, voy a ir por ti y voy a ir fuerte.
—Mensaje recibido —estiro mi mano para estrecharla —, algo me dice
que nos vamos a llevar bien.
Bastián mira mi mano y la toma.
La puerta se abre en ese momento y Simone entra a su apartamento, nos
encuentra estrechando nuestras manos, algo en su rostro se suaviza, aunque
no musita ni una sola palabra.
Bastián toma su chaqueta y camina hacia ella.
—Buena suerte hermana —dice mirándome sobre su hombro—, tienes
mucho de qué hablar con él.
Deposita un beso en su frente, abre la puerta y desaparece.
46
SIMONE DU PON T
D ejo las bolsas del mercado sobre la mesada de la cocina. Los ojos
de Yuri me siguen en cada movimiento que hago. Intento no
disparar preguntas sin parar para no agobiarlo, pero es más difícil
de lo que creí.
—¿Cómo te sientes? —logro decir con entereza.
—Mi cabeza se siente como una comparsa brasileña.
Me rio mientras abro la heladera y dejo la botella de leche dentro.
—El jugo y la píldora ayudo mucho, gracias, al menos me enfocaron para
hablar con tu hermano.
—Oh si, Bastián, no planeaba dejarte a solas con él, pero…
—No tienes que explicarme nada, me gusta que alguien de tu familia se
preocupe por ti, sé que, si en el futuro ya no estoy en tu vida, él va a
protegerte de cualquier otro idiota que intente cortejarte.
—Sí, Bastián es sobre-protector, supongo que el secuestro lo hizo así.
Camino hasta Yuri, manteniendo la distancia prudente para no mirar su
cuerpo semi-desnudo.
—¿Quieres que lave tu ropa?
Yuri junta sus cejas.
—Depende.
—¿De qué?
—De cuánto tiempo me dé para estar aquí contigo antes de que me eches
por la escena que seguramente hice ayer.
—Entre lavado y secado, dos horas aproximadamente.
Yuri sonríe.
—Con eso me basta.
Una vez que pongo la maquina a funcionar, Yuri toma mi mano y me
lleva al sillón del living.
—Sim, no sé qué hice ayer, ni como llegué aquí, solo sé que quiero
pedirte perdón.
Me mantengo en silencio, dejándolo extirpar todo lo que tiene para decir.
—Luego del otro día, creí que algo había reflotado entre nosotros, sé que
lo sentiste también, fue como si nuestros cuerpos supieran que fuimos hechos
el uno para el otro. Pero me evitaste por varios días y no quiero que sientas
que tienes que aplazar la sentencia.
Toma mi mano, que luce pequeña entre las suyas gigantes y dice:
—Tu indiferencia solo me vuelve impredecible, impulsivo y
desagradable, si no me quieres solo di la palabra y me vuelvo a Willow Hall
para siempre.
Aprieto su mano y la acaricio, observando las venas que sobresalen, su
bello negro y su piel blanca.
—No puedo ir a Willow Hall.
Su cuerpo se tensa y asiente lentamente.
—Te prometo que esta noche estoy fuera de tu ciudad. —intenta
levantarse, pero lo sostengo más fuerte, deteniendo su caminar.
—No me dejas terminar, no puedo ir ahora porque tengo un contrato, tres
semanas más en Nueva York y luego la gira por Europa.
Yuri luce más confundido que nunca.
—Se clara.
Me pongo de pie para estar a su altura, aunque Yuri me pase por una
cabeza al menos.
—Quiero darte una oportunidad Yuri, pero mi vida ahora está saturada,
entiendo que no puedas esperarme, pero—
Sus labios chocan contra los míos y sus manos se mueven sobre mi
cintura, sosteniéndome con firmeza.
El último beso de Yuri fue violento y necesitado, este es desesperado y
posesivo. Cuando lo rompe dice:
—No me importa cuánto tiempo estés de gira, uno, dos, cinco años,
siempre voy a estar esperándote. Te amo, lo hice desde el primer día que te vi
y lo voy a hacer hasta el día que me muera, Sim, recuérdalo.
Las dos horas que teníamos libres las usamos para reencontrarnos entre
las sabanas, una y otra vez, sabemos que vienen tiempos difíciles, una gira
conlleva muchas cosas que ni las parejas más fuertes y estables pueden
sobrevivir, pero sabemos que podemos lograrlo, no hay manera que con el
amor que sentimos se nos escape esto que tenemos.
47
Y URI VOLKOV
M
amantes.
i actividad favorita es mirarla interactuar con los caballos por las
mañanas desde mi oficina.
Llevamos un año viviendo juntos, esta vez como pareja y
F IN .
NOTA DE AUTOR
Algo que siempre intento resaltar cuando escribo estas historias, es la bipolaridad en los personajes.
Me resulta imperioso remarcar que todo lo bueno tiene algo malo y que todo lo malo tiene algo
bueno. Nadie está en un solo lado, no existen los villanos o los héroes en mis historias, solo personas
muy complejas que no siempre hacen lo que está bien y algunas veces hacen lo que está mal.
Así es la vida y siempre quiero remarcar eso, por más que esto sea Romance Oscuro, (lo cual
significa que no es ético, ni correcto, pero es una historia y hay que tratarla como tal) me gusta que el
villano termine tomando buenas decisiones y que el héroe tenga serios problemas con la brújula moral.
(Bruno te estoy mirando).
Gracias por entender este tipo de historias y disfrutarlas tanto como lo hago yo.
AGRADECIMIENTOS
Amiga lectora:
Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber
Solos:
Rage
Mentiras Robadas
Carter (2021)
Romance distopico:
La Marca Del Silver Wolf
Romance Paranormal:
Príncipe Oscuro