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Femenias
Femenias
Cita recomendada:
Femenías, M. L. (2019). Itinerarios de teoría feminista y de género: algunas cuestiones histórico-conceptuales.
Bernal: Secretaría de Posgrado, Universidad Nacional de Quilmes. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio
Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes
http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/3819
| PGD eBooks #4 | I
Itinerarios de teoría feminista y de género.
Algunas cuestiones histórico-conceptuales
Colección PGD eBooks | Secretaría de Posgrado | Universidad Nacional de Quilmes | Abril de 2019
Femenias, María Luisa
Itinerarios de teoría feminista y de género: algunas
cuestiones histórico-conceptuales / María Luisa Femenias.
- 1a ed. - Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2019.
Área de comunicación
Lic. Alejandra Cajal
Coordinadora de la colección
Lic. Sandra Santilli
Corrección de estilo
Lic. Alicia Lorenzo
Maquetación y diseño
Diana Cricelli
Imagen de portada
Victoria Maniago, Feminismos, 29 de marzo de 2019.
Licencia CC/NC/ND
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/
ISBN 978-987-558-576-8
Índice
En los últimos años han ganado notoriedad la noción abogar por la eliminación de tales injusticias, discrimi-
de género, los estudios de género y los denominados naciones, fuerzas coercitivas o prerrogativas de unos
queer. Las bases filosóficas de estos desarrollos actua- sobre otrxs,1 en pos de transformar ideas, situaciones
les son, sin embargo, bastante lejanas y se fundan en y prácticas sociales.
algunas reivindicaciones históricas de las mujeres, vin-
culadas a tener acceso a la educación, la ciudadanía, a La propuesta de Offen lleva implícitas algunas
mejores condiciones económicas, entre otras. A lo lar- preguntas: ¿quién éticamente sensible, comprometido
go de estas páginas se desarrolla el proceso históri- con la sociedad y consigo mismo, podría ser ajeno a
co-social y conceptual que dio apertura al campo del esos criterios? ¿Quién se atrevería a no reconocer y va-
feminismo. El libro no tiene ánimo de cerrar este cam- lorar a cada ser humano, con independencia de su
po, bloquear polémicas o potenciar una mirada única. sexo, su género, sus características étnicas, sin au-
Más bien traza una hoja de ruta sobre algunas coorde- toimputarse como sexista, racista, violento o discrimi-
nadas principales a los efectos de favorecer la memoria nador? Con esto quiero subrayar que las bases éticas
histórico-social de cómo un movimiento internacional del feminismo y de la teoría de género no admiten du-
de vindicación de derechos se convirtió en un campo das. Los desarrollos teóricos que se siguen de esos
de conocimientos insospechado, cuyas derivas se si- mojones iniciales, las reformas legales y sociales de los
guen extendiendo y permean todas las ramas del sa- últimos años, y las que puedan seguir formulándose en
ber, hasta constituirse en uno de los aportes más sig- ese sentido constituyen un claro ejemplo de que la ra-
nificativos del siglo XX en adelante. zón ética transformadora queda fuera de toda duda.
A modo de guía, y siguiendo a Karen Offen, anti- A continuación paso a describir las referencias
cipo tres criterios básicos que permiten identificar lo histórico-conceptuales que entran en diálogo con los
que inicialmente se denominó “estudios de las muje- escritos señeros de cada época y con las tradiciones de
res” y en la actualidad reconocemos como “estudios cada línea conceptual que avala hechos y proyectos
de género” o “teoría de género” (Offen, 1991, p. 103). más o menos utópicos. Así divido el extenso bagaje
El primero es el de aceptar la validez de las interpreta- conceptual en tres grandes grupos. En primer término,
ciones de las mujeres sobre sus propias experiencias y nos interesa reconocer un “protofeminismo”; es decir,
necesidades; interpretaciones que se oponen a cons- un feminismo intuitivo de reclamos parciales, limitado
tructos inventados alrededor de ideales estéticos o psi- a mujeres de cierta clase social o a grupos específicos
cológicos de belleza, fragilidad, languidez, infantilismo, –por ejemplo, monjas, sacerdotisas, nobles, etc.– Es-
etc., identificables hasta hoy. El segundo es el de exhi- tas vindicaciones no rompen con el modelo político
bir incomodidad, molestia y oposición ante la injusti- funcionalista (como lo denominó Émile Durkheim) ni
cia, la violencia y la desigualdad –sea legal o consoli- hacen reivindicaciones para todas las mujeres. A modo
dada por las costumbres– que se ejercen sobre las de ejemplo incluimos en esta categoría a Safo de Miti-
mujeres y otros grupos vulnerables. El tercero es el de lene (siglo VI a. C.), quien como miembro de una socie-
• Definición 2: “Género” es la forma de los modos Con todo, la segunda de las definiciones pone el
posibles de asignación, a seres humanos en rela- acento en el vínculo imaginario que se construye entre
ciones duales, familiares o sociales, de propieda- género y sexo; es decir, no hay razones –ni esencialis-
des y funciones imaginariamente ligadas al sexo tas, ni biológicas, ni naturales– que liguen sexo y géne-
(Santa Cruz, 1994, p. 51, mis cursivas). ro, sino solo la construcción cultural. Por eso, en su
sentido crítico, género no se considera un descriptor
Ambas definiciones, a pesar de sus diferencias (la se- sino un normalizador, que determina la percepción so-
gunda claramente reconoce la ligazón imaginaria entre cial de las personas en términos de mujeres o varones,
sexo y género), son un claro ejemplo de lo que denomi- invisibilizando otras opciones (trans, intersex, bisexual,
no el sentido ilustrado de la noción de género. Más etc.) y reforzando estereotipos. De ese modo, se ilumi-
adelante desarrollaré una nueva perspectiva de género, na la construcción cultural de los géneros y el estable-
que viene de la mano de la obra de Judith Butler. En- cimiento diferenciado de características supuestamen-
tonces, en su significado ilustrado o moderno, género te naturales asignadas como propias de varones o de
tiene la misma extensión que sexo pero alude a los mujeres. Un sistema simbólico (sociocultural) constru-
aspectos culturales y sociales. Es fundamentalmente ye los sexogéneros como una organización estructuran-
una construcción social; es decir, un conjunto de pro- te y estructurada en una sociedad dada, e instala dife-
piedades y funciones que una sociedad le atribuye a rentes géneros y estilos culturales como si lo fueran
sus integrantes en virtud de su sexo, entendido como por esencia o por naturaleza. El sentido crítico comien-
dato biológico; por tanto, se trata de una categoría so- za a configurarse a partir del feminismo italiano de la
cial, histórica y cultural (Thiebaut recoge este sentido). diferencia (década del 70 del siglo pasado) y se conso-
Así, mujer y varón son dos condiciones de origen bioló- lida en la obra de Teresa de Lauretis primero, y de Ju-
gico, mientras que femineidad y masculinidad son dith Butler después, aunque no solo de ellas.
construcciones sociales que remiten al modo en cómo
se significa y se valora cada sexo, se lo interpreta y se Para explicar mejor esta cuestión, me baso en los
lo vive. En síntesis, se piensa género como fuertemen- aportes de la filósofa colombiana Gabriela Castellanos,
te vinculado al sexo (o “causado” por este), biológica- quien identifica tres categorías conexas que no com-
mente dado, inmodificable de por vida y estático. Se parten plenamente el mismo espacio semántico: sexo,
puede identificar aquí un desplazamiento de la noción género y mujeres (Castellanos, 2006). A su juicio,
tradicional de esencia hacia la de naturaleza, a favor sexo, género y mujer son conceptos que responden a
Notas
1
Hago una advertencia preliminar: por convención voy a utilizar “x” 2
Su nombre real era Marie Gouze, pero se la conoció como
para indicar el plural universal de un término, siguiendo en ello a Olympes de Gouge. Nació en Montauban, el 7 de mayo de 1748
Alda Facio (2012). La convención “x” indicando el universal inclusivo y murió guillotinada en París el 4 de noviembre de 1793.
3
del término (mujer, varón, trans, etc.) al mismo tiempo llama la aten- Por cuestiones de militancia, esta teórica escribe su nombre siempre
ción sobre el solapamiento del universal con el masculino, como tradi- con minúscula.
cionalmente sucede en castellano y otras lenguas romances, tal como
veremos más adelante.
La obra de Simone de Beauvoir es compleja, quizá más na. A pesar de ello, reconoce el hecho de que la
de lo que a primera vista se suele inferir. Abarca la condición femenina, desde múltiples puntos de vista
novela y el ensayo filosófico en un modo de escritura –políticos, científicos, históricos, psicológicos, socio-
abigarrado y saturado de descripciones, tal como lo lógicos y culturales– está relegada, y su inferioridad
exigía el estilo fenomenológico-existencialista. El se- se adjudica a cuestiones naturales u esencialistas. El
gundo sexo (1949), su obra más difundida, ha influido estudio es novedoso y totalizador, y pone en juego
en todo el feminismo de la segunda mitad del siglo XX, categorías de análisis que le permiten preguntarse y
y es uno de los ensayos sobre feminismo más impor- responder por qué la mitad de la humanidad se en-
tantes de la centuria. Todo lo que se ha escrito des- cuentra en situación de inferioridad (López Pardina,
pués ha tenido a esta obra como referencia, bien para 1998; Femenias, 2000; Amorós, 2009; Cagnolati y
continuarla en sus planteos y seguir desarrollándolos, Femenias, 2010).
bien para criticarlos oponiéndose a ellos.
De ese extenso y rico ensayo, examinaré breve-
El segundo sexo, escrito desde una filosofía mente solo tres cuestiones fundamentales. Me deten-
existencialista, se encuadra en el pensamiento ilus- dré en primer término en el método progresivo-regre-
trado marxista y toma sus aspectos más positivos y sivo que de Beauvoir implementa para iluminar la si-
emancipatorios. En primer término, en la línea de tuación de la mujer; luego en la adaptación y adopción
Poullain de la Barre –a quien de Beauvoir dedica la de la dialéctica hegeliana del amo y el siervo para dar
obra– plantea una concepción igualitaria de los seres cuenta de la inferiorización histórica de la mujer; y por
humanos, según la cual la diferencia de sexos no al- último, en su elaboración de la noción de situación,
tera su radical igualdad formal y su condición huma- que toma distancia crítica de la versión de Jean Paul
Sartre. De Beauvoir comparte con sus compañeros
existencialistas temas, preocupaciones, militancia po-
lítica y aspectos metodológicos generales, pero, al
contrario de lo sostenido algunas veces, no es ni su
seguidora ni su mera continuadora. Su obra tiene un
perfil propio, y en algunos casos anticipa cuestiones
que tanto Sartre (su compañero de vida) como Mer-
leau-Ponty desarrollaron de modo independiente en
sus propias obras.
Sufragistas en Nueva York, 1913 Segunda Guerra Mundial (circa 1944). Mujer inglesa (izq.), mujeres rusas (der.).
Francesas en protesta pública (sin fecha) Segunda Guerra Mundial (circa 1944). Mujeres italianas.
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veces no impusieron en la práctica los cambios espe- De Beauvoir escribe El segundo sexo (1949) con una
rados. En ese contexto, Simone de Beauvoir reinstaló idea fundamental que hace las veces de hilo conduc-
la cuestión de la mujer no ya en términos de votar o no tor, y que analiza a lo largo de toda la obra, cuya cita
votar, sino al mostrar cómo la exclusión histórica de las tomamos nuevamente del artículo de Ana de Miguel:
mujeres de la ciudadanía en general, de la historia y de “A un hombre no se le ocurriría escribir un libro sobre
la ciencia, se había construido sobre la base de argu- la situación singular que ocupa el género masculino en
mentos filosóficos que debían analizarse en forma crí- la humanidad. Que sea hombre, es algo que va de
tica para desmontarlos. No era tiempo de reclamos suyo. Un hombre está en su derecho siendo un hom-
que dependieran del beneplácito de los gobiernos de bre, la mujer es quien tiene que justificarse (…) Él es
turno, sino de hacer visible cómo los legítimos dere- el Sujeto, lo Absoluto; ella es lo Otro” (2009, p. 123).
chos de las mujeres les habían sido históricamente ¿Qué significa ser “lo otro” del varón; del Uno, del Su-
sustraídos o negados con diversas estrategias argu- jeto? ¿Y por qué su situación es estar en las sombras?
mentativas, de las que la filosofía no era ni ajena ni
inocente. En su obra autobiográfica La fuerza de las Simone de Beauvoir es la primera filósofa que
cosas (de Beauvoir, 1962; de Miguel, 2009) de Beau- aporta un método para examinar causas y consecuen-
voir recuerda un diálogo con Sartre: cias de la situación de las mujeres. Para buscar una
respuesta, me detengo en uno de los tres ejes que
—¿Qué había significado para mí ser mujer? Nunca vertebran su obra: el método progresivo-regresivo. A
había tenido sentimientos de inferioridad. Mi femini- grandes líneas, tal como la filósofa lo emplea, constitu-
dad no me había molestado en nada. Para mí, le dije a ye un modo de reconstruir y esclarecer la experiencia
Sartre, eso no había sido nunca un problema. vivida desde la propia hermenéutica existencial, co-
menzando con un análisis regresivo desde la situación
— Pero de todas maneras, Castor, tú no has sido cria- presente (se refiere al momento en que escribió la
da de la misma manera que un niño. Deberías analizar obra) del hecho o del acontecimiento. Para la tarea que
eso… (tomado de de Miguel, 2009, p. 122) se propone, de Beauvoir establece su método progresi-
Buenos Aires, Psiqué, 1954 Tapas de los dos volúmenes de la tercera edición en castellano. Buenos Aires, Siglo XX, 1987
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vo-regresivo de modo esquemático, mientras que un –filosofía, psicología, historia, antropología, biología–
desarrollo más elaborado del mismo se encuentra en para dar cuenta de cómo ese entramado discursivo
“Cuestiones de método”, con el que Sartre inicia su confluye en mostrar que la “esencia femenina” carece
Crítica de la razón dialéctica (1960) (Casale, 2010). de historia, tiene una subjetividad inferior y no ha con-
Sin embargo, ambas versiones, aun cuando son afines, tribuido a “la Humanidad” más allá de la reproducción
permiten establecer algunas diferencias (sobre las que de la especie. Al mismo tiempo, de Beauvoir halla en
no me extenderé) vinculadas a cómo entender las no- cada época y civilización legislaciones que prohíben
ciones de “acontecimiento” y de “situación” (Casale, aquello que se supone que las mujeres no pueden ha-
2010, pp. 47-54). En principio, de Beauvoir reconoce cer dadas sus incapacidades naturales: estudiar, traba-
que es imposible sustraerse a la trama del devenir, jar, escribir, administrar… lo cual llama la atención
donde todo acontecimiento adquiere significación. Por porque no deja de ser contradictorio. Los breves perío-
tanto, es necesario entenderlo en forma diacrónica y dos en los que las mujeres se destacan le permiten
sincrónica. Es decir, el método debe dar cuenta de la rechazar la hipótesis de la linealidad progresiva de la
“facticidad en que las mujeres se ven obligadas a exis- historia, y recuperar la dialéctica hegeliano-marxista y
tir” o, en otras palabras, “de las condiciones que defi- los escritos de Engels sobre el origen de la familia, la
nen la inserción de las mujeres en lo real” y de cómo propiedad privada y el Estado. Su conclusión es que
se llegó a esa situación (Casale, 2010, p. 49). La pri- distintos campos de creencias y de saberes confluyen
mera fase del método es regresiva, e implica un análi- en un “eterno femenino”, que no es más que un mode-
sis histórico-fenomenológico de las condiciones que lo normativo-represivo cuyos presupuestos se deben
hacen posible la existencia de las mujeres tal como se examinar y desarticular.
da en una cierta sociedad. En dicha fase se establecen
los puntos de referencia conceptuales que configuran Para de Beauvoir, entonces, es imperioso recono-
una cierta forma de vida, porque no es posible com- cer las formas en que la opresión se materializa en
prender un hecho, un acontecimiento, si no se hace un toda su complejidad y, al mismo tiempo, en toda su
estudio detallado de su contexto y del modo en que se singularidad: cada mujer singular es su cuerpo vivido.
entramó en el orden temporal. Por eso, cuando se inte- Porque si bien el análisis regresivo muestra una de las
rroga por la subordinación de la mujer, se pregunta: caras del hecho, no lo hace de manera completa. Para
¿de dónde le viene esa sumisión? Pregunta no ingenua registrarlo completo es imprescindible circunscribirlo,
que indica la dirección a seguir: paradójicamente, ir localizarlo y darle perspectiva a fin de mostrar el pro-
hacia atrás, reconstruir la historia de la sumisión de las ceso que le dio su configuración vigente. A partir de
mujeres a partir de la deconstrucción de las teorías ahí, reconoce que el campo de posibilidades es inmen-
que la sostenían y la valorización de sus luchas para so y contiene sus propias reinvenciones; porque todo
superar esa inferiorización. En la introducción de El hecho en el ámbito humano está abierto y conforma
segundo sexo, de Beauvoir advierte que si bien no es una compleja red entre el individuo y el grupo, conside-
posible dar cuenta del momento inicial de esa suje- rados como un todo (Sartre, 2004). Precisamente, la
ción, en todo caso sí lo es conjeturar sobre sus causas. indeterminación del hecho traspasa los límites de la
Hipotéticamente, esa historia puede reconstruirse no faz analítica-regresiva para abrirse a la dimensión sin-
solo respecto de las fuentes que revelan información tética-progresiva.
sobre el pasado sino, en particular, sobre la naturaleza
misma del estado actual de cosas. Esta segunda fase sintético-progresiva trabaja so-
bre el modo actual en que viven las mujeres como
Con gran esfuerzo analítico, recupera una comple- miembros de una sociedad dada. En otras palabras, de
ja red de escritos provenientes de disciplinas diversas Beauvoir reconstruye cómo, bajo aquellas condiciones,
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las mujeres viven ahora esta vida presente. Su interés aquel. La libertad es ante todo fáctica porque son los
es explicitar y comprender las mediaciones que dan hechos, la situación, la que amplía o cierra los espa-
lugar (en sentido hegeliano) a lo concreto singular. De cios de libertad, que lejos de ser absoluta, se debe
esta manera, le importa dar cuenta de las instancias asumir responsablemente en todos y cada uno de los
mediadoras que han hecho posible este estado de co- actos. Por eso, en la introducción de El segundo sexo
sas. Sobre la base del comportamiento actual de las alerta sobre la responsabilidad ética de cada mujer
mujeres –en cuanto resultado de la experiencia vivida ante su situación, y marca una línea moral entre com-
bajo ciertas condiciones– intenta reconstruir cómo se plicidad, consentimiento y rechazo.
llegó a esta situación. Para ello, desenmascara los ele-
mentos ideológicos que fundan los hechos actuales. Cabe destacar que a este método progresivo-re-
En ese sentido también, la segunda parte de El segun- gresivo, la filósofa suma una muy peculiar compresión
do sexo se puede entender como la tarea de llevar a de la dialéctica hegeliana del amo y el siervo, que rein-
cabo el aspecto sintético-progresivo del método (López terpreta en términos de la opresión de la mujer. La
Pardina, 1994; Casale, 2010). Al poner de manifiesto mayoría de los estudios que investigan la influencia de
las múltiples formas singulares que asume la situación Hegel en la filosofía de de Beauvoir se centran en El
de opresión, de Beauvoir puede al mismo tiempo vis- segundo sexo y en especial en el vínculo que se esta-
lumbrar un proyecto superador. En efecto, cada situa- blece entre la dialéctica del señorío (comúnmente co-
ción ofrece infinitas opciones; sin embargo, para que nocido como “amo”), la de la servidumbre (siervo/es-
cualquier proyecto tenga sentido, es imprescindible clavo) y las relaciones de dominación y servidumbre de
establecer un mínimo de autonomía para la mujer, por- conciencias sexuadas. Sin embargo, muy recientemen-
que allí donde se presenta el acontecimiento de su te se han escrito algunos valiosos estudios sobre las
opresión, se revela al mismo tiempo su punto de fuga. relecturas hegelianas de la filósofa en otros de sus en-
En otras palabras, el modo en que a cada mujer se le sayos: ¿Para qué la acción? (1944) y Para una moral de
revela la opresión, también lo hace su carácter contin- la ambigüedad (1947) (Abellón, 2017). De Beauvoir
gente y reversible. Este descubrimiento es un mérito parte de la dialéctica hegeliana de la “Autonomía y de-
indiscutible de de Beauvoir. Cada mujer juega un papel pendencia de la Autoconciencia”, conocida como dia-
irremplazable en su situación; despejar ese papel im- léctica del amo y el siervo (Hegel, [1807] 2004, A IV),
plica la autoconstrucción de cierta autonomía, conlleva no con fines exegéticos, como es habitual, sino como
hacerse cargo de que la situación nunca absorbe por método para sus propias elaboraciones. En ese senti-
completo ni al individuo ni al grupo; a partir de ese do, la resignifica en términos de Uno (varón), Otra (mu-
resto de indeterminación contingente se construye la jer) (López Pardina, 1998). Según esta interpretación,
autonomía. Como para todos los existencialistas, tam- el varón es lo esencial y el Sujeto (Uno), y la mujer lo
bién para ella cada sujeto tiene siempre un margen de inesencial (lo Otro). De ese modo, construye una fun-
maniobrabilidad, un resto que le permite instaurar nue- damentación teórico-filosófica que da cuenta de cómo
vas leyes para invalidar, contrarrestar, reformar, recha- la historia se ha desenvuelto según una dialéctica Uno-
zar o conservar la legalidad de una cierta opresión. Otro que ha excluido a las mujeres del orden de la
Esto sin duda supone un posicionamiento ético, que la historia y, en general, del orden social y político. Es-
filósofa había explorado dos años antes en Para una céptica respecto del mito del matriarcado originario al
moral de la ambigüedad (1947), obra en la que exami- que adhieren Johann Jakob Bachofen (en El matriarca-
na las posibilidades de libertad de los individuos, en do, 1861) y en parte Engels, entre otrxs, de Beauvoir
especial de las mujeres. Allí hace un llamado a enfren- considera que no solo todas las sociedades conocidas
tar al mundo y relacionarse con los demás desde una son patriarcales, sino que el matriarcado originario es
libertad individual que se proyecte comprometida con un mito compensatorio afín al del paraíso perdido, que
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no distingue entre matrilinealidad y matrilocalidad contrario, en tanto arriesgan la vida al darla, quedan
como modalidades que no necesariamente implican relegadas o excluidas del espacio público de reconoci-
poder político estructural. Por tanto, el patriarcado miento. Incluso, según la descripción fenomenológica
como estructura universal le permite asimilar a la mu- de de Beauvoir, la mujer que ocupa el lugar del siervo
jer al esquema hegeliano, según el cual –tal como ella se reconoce en el varón y depende de él: su reconoci-
lo entiende– históricamente funcionó como un “segun- miento le viene del marido como esposa, del padre
do” sexo. Dado que se ha hecho cargo de la tradición como hija, de la sociedad como madre de hijos varo-
judeocristiana que sostiene que el “primer” sexo “crea- nes, etc. La historia transmitida muestra que las muje-
do” fue el varón (Adán), y luego se creó a la mujer (Eva) res han vivido subsidiariamente al estatus de los varo-
de su costilla, Occidente prioriza al primero y devalúa nes, identificándose con sus intereses y sus proyectos
a la segunda. Como Sartre y Merleau-Ponty, también de modo voluntario o compulsivo. No en vano en el si-
de Beauvoir toma de Hegel esa dupla dialéctica Uno- glo XIX James Mill sostenía que:
Otro, pero para darle un juego propio y original. Sabe-
mos que el Otro, en la dialéctica de la autoconciencia (…) todos los individuos cuyos intereses están indiscu-
de Hegel, está representado en la figura del siervo y es tiblemente incluidos en los de otros individuos pueden
un momento que atraviesa el Espíritu en su recorrido ser excluidos de Derechos Políticos, sin inconveniente
autocognoscitivo para alcanzar el saber Absoluto. alguno. Desde esta perspectiva puede considerarse a
Como con sagacidad lo advirtió Engels –al que la filó- todos los niños, hasta una cierta edad, cuyos intereses
sofa remite críticamente–, las mujeres fueron, por su están incluidos en los de sus padres. Y también a las
capacidad productiva y reproductiva, las primeras es- mujeres ya que puede considerarse que los intereses
clavas de las sociedades patriarcales. Probablemente de casi todas ellas están incluidos o bien en los de sus
por esa razón, de Beauvoir las asimila al siervo de He- padres o bien en los de sus esposos (James Mill, 1821,
gel y presupone entonces que en esa lucha por el reco- nuestra traducción).
nocimiento, la conciencia pasa por la experiencia de
una relación de desigualdad, dominación y servidum- Así, de Beauvoir reconoce que ni histórica ni filosófi-
bre. Simplificando mucho: en la lucha a muerte por el camente las mujeres han sido vistas como un sujeto
reconocimiento, quien teme perder la vida (y experi- autónomo, no han entrado al juego de la autoconcien-
menta que le es tan esencial o más que la autocon- cia; por el contrario, han quedado subsumidas al suje-
ciencia) se torna siervo; en cambio, quien arriesga la to varón, tal como las legislaciones lo han mostrado en
vida, pues no teme perderla (porque ser conciencia de el curso de la historia y hasta tiempos recientes (y aún
sí y para sí es lo más importante), se torna amo. Es hoy en muchos países no occidentales). Como los len-
decir, es amo quien ha arriesgado la vida en la lucha, guajes se sancionan en el ámbito público, ese rasgo es
ha preferido la libertad a la vida misma; y es siervo productor-reproductor de los generolectos que detectó
quien, por temor a la muerte, considera que la vida le Gabriela Castellanos. Desde la perspectiva de de
es tan esencial que elige la servidumbre frente a la Beauvoir, esto favorece que los varones se autoconsti-
posibilidad misma de arriesgarla por la libertad, enten- tuyan, a la vez, en el universal del genérico humano
dida como autoconciencia. Al respecto, algunos estu- (hombre) y en el particular, como los varones de la
dios enfatizan la imposibilidad del reconocimiento de- especie. Este solapamiento del universal y de la parte
finitivo, dada la imposible satisfacción definitiva del hace invisibles a las mujeres. A lo largo de la historia,
deseo, incluso en forma de “deseo de reconocimiento” salvo excepciones (reinas, santas, amantes famosas)
(Burgos, 2008, pp. 21-22; Femenias, 2013, p. 355). dado que “hombre” y “humanidad” se solapan, las
Pero en el caso de las mujeres, su exclusión es total; mujeres quedan subsumidas en el imaginario masculi-
no juegan siquiera el juego del reconocimiento. Por el no, se les sustrae la calidad de sujetos (autónomos) y,
Itinerarios de teoría feminista y de género | Existencialismo y feminismo: Simone de Beauvoir | PGD eBooks #8| 23
en consecuencia, su libertad, su proyecto y su capaci- • En 1912 se sanciona la Ley Sáenz Peña (Ley 8.871)
dad de ser-para-sí. Además, esa falacia, que denomi- (…) que estableció el sufragio universal, secreto y obli-
nó “falacia nominal” –y que suele identificarse como gatorio a través de la…
pars pro toto–, puede rastrearse con facilidad incluso
en el orden legislativo, como lo ha destacado Frances • (…) la importancia de la Ley Sáenz Peña: (…) des-
Olsen (Ruiz, 2000, pp. 25-42). echa el voto calificado y establece el sufragio universal,
secreto y obligatorio, jerarquizando también la repre-
En efecto, Olsen (2000) considera que desde los sentación…
orígenes del pensamiento clásico –recuérdese la tabla
de opuestos que consigna Aristóteles en su Metafísica • La Ley Sáenz Peña sigue siendo a 102 años de su
(986a)– el pensamiento se ha estructurado a modo de aprobación uno de los pilares de la democracia argen-
series complejas de pares opuestos; por ejemplo, acti- tina, dado que legisló sobre el voto…
vo/pasivo, racional/irracional, pensamiento/sentimiento,
razón/emoción, cultura/naturaleza, poder/sensibilidad, La Ley Sáenz Peña no era universal, ya que las mujeres
entre otros. Estos pares implican dos esferas o polos no votaban; de modo que como “pilar” de la democra-
opuestos, cuyas principales características –siempre cia era bastante endeble. Sin embargo, más de cien
según Olsen– son: a) los dualismos se sexualizan, una años después y de manera acrítica se sigue repitiendo
mitad de la tabla se considera masculina (activo, racio- un error que ya hace muchas décadas ha sido desvela-
nal, etc.) y la otra mitad, femenina (pasiva, irracional, do, por ejemplo, bajo la figura de la falacia nominal
etc.); b) los términos se jerarquizan, y lo identificado que señaló de Beauvoir en 1949.
como masculino se considera superior, mientras que lo
femenino se considera inferior; c) el derecho y la ley se En conclusión, según Simone de Beauvoir es pre-
identifican con lo masculino. Así, la división entre mas- ciso que las mujeres restituyan para sí mismas los mo-
culino y femenino articula sistemas duales de pensa- dos (métodos), los hechos (la historia), la libertad (en la
miento, que excluyen terceras posibilidades (principio calidad de sujetos de proyecto propio). Para ello, en El
del tercero excluido). Tal como lo muestra de Beauvoir, segundo sexo desarticula los presupuestos de tres con-
los varones se han identificado con la razón, la cultura, cepciones fundamentales de “la mujer” en aras de su
el poder, lo objetivo, lo abstracto y lo universal, mien- liberación. El primer presupuesto que rechaza –junto
tras que las mujeres han sido históricamente identifi- con los demás existencialistas– es el esencialismo: las
cadas con lo irracional, lo pasivo, las emociones, la posiciones esencialistas, sostiene, han “construido” a
naturaleza, la sensibilidad, lo subjetivo, lo concreto, lo las mujeres ahistóricamente, fijadas en ciertos rasgos
particular. En suma, la dicotomización es tanto des- considerados eternos e ineludibles y englobados dentro
criptiva como normativa, y actúa a priori en cuanto a de la categoría difusa de femineidad, tan cantada por
expectativas y cualidades de todos los seres humanos, los poetas. El segundo es la falsa creencia de que el
de ahí que las mujeres hayan quedado por lo general psicoanálisis freudiano es objetivo y no una construc-
valoradas como “menos que” o inferiores respecto de ción histórica y patriarcal más de la cultura imperante.
los varones. En efecto, bajo la suposición de su “objetividad cientí-
fica” tacha de fálica a cualquier mujer que busque
En las páginas que siguen aportaré numerosos constituirse en un sujeto autónomo; es decir, las consi-
ejemplos sobre el lugar dado a las mujeres, pero a dera masculinas, cuando no anormales.
modo de anticipo traigo ahora a colación un caso que
nos compete especialmente como Estado. Leo al azar Por último, de Beauvoir denuncia que la revolu-
en internet: ción del proletariado no lo fue por igual para proleta-
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rios y proletarias. Las clases sociales –y la obrera no bertad. Para Sartre, la conciencia humana es una nada:
es una excepción– están atravesadas por el dimorfis- un ser “que no es lo que es y es lo que no es”; por
mo sexual; o sea por relaciones de dominación, es- tanto es pura libertad que se encarna en los proyectos
tructural e históricamente establecidas entre los se- y se define en situación.
xos, que las atraviesan como un resabio estamentario
en las sociedades modernas. La experiencia histórica La situación es, para el filósofo francés, el pro-
de muchas revoluciones (paradigmáticamente, la Re- ducto de la contingencia del “en-sí” y de la libertad, y
volución Francesa de 1789 o la bolchevique de 1917) es con lo que cada quien carga para realizarse como
muestra que las mujeres pasan de revolucionarias a proyecto. En todos los casos, la libertad es absoluta;
sumisas amas de casa sin haber obtenido beneficio no hay situación privilegiada; no hay situación alguna
alguno de la puesta en riego de sus propias vidas. en la que su peso asfixie la libertad que nos constituye
Nuevamente es Svetlana Alexiévich (2013) quien da (Sartre, 1943, p. 572). Incluso el esclavo es libre para
buena cuenta de ello. romper sus cadenas si elige la rebelión.
Por su parte, el examen del concepto de “situa- Para de Beauvoir, en cambio, la libertad es algo
ción” de de Beauvoir es muy ilustrativo. Aborda esta constitutivo de la realidad humana, aunque las posibi-
noción especialmente en Phyrrus et Cineas (1944) –tra- lidades concretas de cada quien para realizarla son fi-
ducido como ¿Para qué la acción?– y remite a El ser y la nitas y, además, pueden aumentar o disminuir desde
nada de Sartre, publicado un año antes. Sin embargo, “afuera”. Es decir, desde “los otros”. En ¿Para qué la
su conceptualización se despega con claridad de la de acción? distingue entre la libertad sin más (constitutiva
Sartre. La noción de situación es fundamental en la fi- de todo ser humano) y la posibilidad (puissance) de li-
losofía de ambos, y también una de las más discutidas bertad (que es concreta, finita, y aumenta o disminu-
entre ellos, según lo relata la misma de Beauvoir (1950) ye). Incluso, sostiene, si bien sobre la libertad constitu-
en sus Memorias. En El ser y la nada la situación apa- tiva de los prójimos no se puede incidir, sí se puede
rece vinculada a la noción de libertad, de modo tal que hacerlo sobre sus posibilidades concretas de ejercerla.
no hay libertad sin situación ni situación sino por la li- Es decir, “desde afuera” se puede aumentar o dismi-
nuir de hecho la libertad de otros, y por eso advierte
“el que no tiene trabajo, el prisionero, el enfermo son
tan libres como yo […] pero […] yo que me abstengo
de ayudarles, soy el rostro mismo de su miseria […] yo
soy la facticidad de su situación” (1947, pp. 330-331).
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir (circa 1967); el “Tribunal Tan es así, que en Para una moral de la ambigüe-
Russell-Sartre” se creó para juzgar los crímenes de la guerra de dad (1947) establece una jerarquía de situaciones:
Vietnam. Sus fallos no eran vinculantes, pero sí éticamente valiosos. “Las situaciones que la libertad desvela a través de su
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proyecto (...) no aparecen como equivalentes; la liber- Toda mi historia me había preparado para ello; desde la
tad establece como privilegiadas las que le permiten infancia mi temperamento me había llevado a dar crédi-
realizarse como movimiento indefinido” (p. 45). Esta to a mis deseos y a mis elecciones. Y entre las doctrinas
noción de situación es la que utiliza en El segundo que me habían formado intelectualmente había elegido
sexo. Así, la situación limita el alcance de la libertad. las que reforzaban tal disposición (1950, p. 629).
Por tanto, su noción es más opaca que la de Sartre,
dado que no se interpenetra con la de libertad, pero Así configuró un existencialismo propio, no intercam-
también es menos metafísica. Incluso, para de Beau- biable con ninguna de sus fuentes; aunque, en todo
voir, ese límite puede hasta constituirse en una barre- caso, por su tratamiento del cuerpo está más próximo
ra insuperable para el sujeto; de ahí que establezca al de Merleau-Ponty que al de Sartre. Resumiendo mu-
una jerarquía de situaciones constituida por diferentes cho, en la introducción de El segundo sexo, cuando
grados de posibilidad de cumplimiento de la libertad. anuncia que la base de su investigación es la moral
Las situaciones en las que la libertad se cumple al existencialista, la sintetiza en cinco proposiciones fun-
máximo son “privilegiadas”. Otras, como la situación damentales: todo sujeto se afirma como trascendencia
de esclavitud, la de las mujeres en un harén, la de los a través de sus proyectos con otros; el sujeto no realiza
totalitarismos, etc., suponen una realización mínima su libertad sino mediante una perpetua superación ha-
de la libertad. cia otras libertades; no existe otra justificación de la
existencia que su expansión hacia un futuro indefinida-
En la introducción de El segundo sexo, la filósofa mente abierto; cada vez que la trascendencia cae en
retoma esta caracterización de la libertad. Por eso, la li- inmanencia hay degradación de la existencia en el “en-
bertad de las mujeres puede modelarse desde afuera por sí”; de la libertad, en facticidad. Esa caída es una falta
los otros que constituyen la facticidad de su situación. moral si es consentida por el sujeto; si le es infligida,
Por ello también, la libertad no es equivalente a la situa- toma la figura de frustración o de opresión. Y concluye
ción. Cuando una mujer no puede ejercer su libertad ple- que en ambos casos es un mal absoluto.
namente, debido a los límites que le son impuestos des-
de afuera, le es infligida una degradación a su trascen- Esta posición le permite explicar la relación asi-
dencia y se la empuja a la inmanencia. Cuando esto es métrica varón-mujer (Uno-Otra) en la cual la libertad
así, desde un punto de vista ético no es culpable; no se de la mujer se ve menguada por el afuera constitutivo.
trata de un caso de mala fe sino, por el contrario, de una La tensión que experimenta la mujer de alienación-frus-
existencia degradada en la que intervienen elementos ex- tración es una reacción frente al varón que la define
ternos que configuran el hecho. En términos sartreanos, como su posesión y la desplaza hacia la inmanencia.
la mala fe (mauvaise foi) remite a un fenómeno según el La relación de desigualdad en la reciprocidad se produ-
cual un ser humano se niega a su libertad absoluta, a ce porque el varón limita su libertad. Esa desigualdad
hacerse cargo de ella, y elige comportarse como un obje- en la reciprocidad muestra el poder que en la sociedad
to inerte (cosificarse) o transferir su responsabilidad a tienen los varones y lo masculino, en principio porque
otros. Para de Beauvoir, la frustración y la opresión de la el poder político está en sus manos. Pero al mismo
que habla revelan la asimetría Uno-Otra, no la mala fe de tiempo, como ese vínculo es histórico y social, puede
las mujeres. La construcción de relaciones simétricas y ser superado. Esta superación es precisamente el obje-
recíprocas es la única salida a la opresión y a la mala fe tivo que de Beauvoir identifica como una utopía alcan-
como mengua de la libertad de los seres humanos en zable. El “destino” de la mujer es reversible, modifica-
general, y de las mujeres en particular. ble; o, en sus términos, las condiciones de su situación
son modificables, mejorables, superables, tal como lo
En sus Memorias, de Beauvoir escribe: sintetiza en sus conclusiones de El segundo sexo.
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Más aún, ni oprimido/a ni opresor inventan la aquel viejo dicho: “lo que no es tradición es plagio”, y
opresión; el problema es estructural y no individual. resuena con todo su sentido (Amorós, 2009, p. 9).
La opresión es una institución y aunque la de la mujer
no es equiparable a la del esclavo salvo en ciertos as- Así comienza la estudiosa española un artículo en ho-
pectos puntuales (entre los esclavos también hay mu- menaje a la filósofa francesa, reconociendo en ella no
jeres), en todo caso, la opresión es inducida, inventa- solo la originalidad que, sin duda, caracterizó su obra,
da y producida por el varón. Es un hecho cultural y sino –y como nota destacada– el hecho de haber gene-
una relación de alienación que la mujer ha aprendido rado una nueva genealogía femenina. Cuando la misma
a través de una educación diferencial; se la ha sociali- de Beauvoir se pregunta por el sentido de traer nueva-
zado a lo largo de la historia en “complicidad recípro- mente a debate el problema, se justifica afirmando que
ca”. Por tanto –concluye de Beauvoir– no ha habido la cuestión de la mujer debía ser examinada una vez
lucha por el reconocimiento en sentido estricto; no ha más, porque los logros eran a todas luces insuficientes:
arriesgado la vida como el amo, ni se ha negado a en cuanto al número, las mujeres seguían siendo más
hacerlo como el esclavo: ha arriesgado la vida dando que los varones entre los pobres, entre los analfabetos,
vida (embarazo y parto), y ha crecido aceptando las entre los desprotegidos, entre los dependientes afecti-
reglas de su cultura. Para la filósofa, esto implica que va y emocionalmente. Por eso la pregunta clave era (y
en ciertos casos la mujer ha rehuido comprender su en buena medida sigue siendo) ¿cuál es el peso de la
situación bajo ciertas figuras de la mala fe: la narcisis- realidad, en todas sus dimensiones, para un ser huma-
ta, la enamorada y la mística, que no son figuras éti- no mujer? Quizás el impacto de El segundo sexo fue
co-ontológicas sino socioculturales, que se generan tan fuerte porque de Beauvoir ofrece una primera res-
por la opresión de un sexo sobre el otro y constituyen puesta madura, metódica y meditada, aunque –como
una injusticia infligida. suele suceder en estos casos– la primera reacción fue
el silencio, luego la crítica y finalmente el debate y la
Cada vez que releo a Simone de Beauvoir y contrasto mi discusión de las tesis más importantes de la obra. In-
relectura con lecturas recientes de otras teóricas feminis- cluso hoy, cuando hay que refutar o continuar, Simone
tas, postmodernas o no, me viene con fuerza a la mente de Beauvoir es referente ineludible.
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Sesgos epistémicos y modelos políticos.
Las “hijas” de Simone de Beauvoir
Hacia finales de la década de los 60 del siglo XX sur- Ella misma recordaba cómo, en su propia vida,
gieron obras consideradas “hijas legítimas” de El se- había abandonado una promisoria carrera para criar a
gundo sexo, la mayoría en EE.UU. Quizás una de las sus hijos. Además reconocía en las mujeres jóvenes de
primeras fue La mística de la femineidad (The Femini- los 50 y los 60 la misma inquietud que había tenido
ne Mystique, 1963) de Betty Friedan. La obra, sin pre- ante la necesidad de decidir entre ser esposa y madre,
tensiones de universalidad, describe y analiza la situa- o profesional, disyunción a la que los varones nunca
ción de las mujeres estadounidenses de posguerra in- tuvieron que enfrentarse. En el capítulo cinco, tras cri-
mersas en las políticas back to home, que las despla- ticar a Freud por el lugar que reservaba a las mujeres
zaban de sus lugares para dar esos puestos de trabajo –por un lado, la belleza, el encanto y la dulzura; por
a los cientos de veteranos que regresaban a casa una otro, el concepto no probado de “envidia del pene” y la
vez concluida la Segunda Guerra Mundial. etiquetación como “neuróticas” de todas las mujeres
que deseaban proseguir una carrera, entre otros– Frie-
Friedan –psicóloga, madre de tres hijos y divorcia- dan acuñaba el concepto de “mística femenina”
da– describe la situación que experimentaban como “la (2016), nombre con el que objetivó la construcción del
enfermedad sin nombre”, o lo que muchos años des- ama de casa en la imagen idealizada, completa y satis-
pués se llamó “depresión del ama de casa”. Se trataba factoria de “lo femenino”.
del descontento generalizado que sufrían las mujeres
en 1950 y principios de 1960 a pesar de estar “feliz- De la mano de estas herramientas teóricas, la psi-
mente” casadas, tener hijos y una vida con todas las cóloga estadounidense examinó otras sociedades, criti-
comodidades materiales que podía ofrecerles la tecno- có el funcionalismo y la relación entre la biología y los
logía de electrodomésticos que las exfábricas de armas, mandatos sociales que condicionaron la vida de las
producían ahora. Ese vacío, esa clara conciencia de un
deseo insatisfecho, y la presencia de nuevas políticas
como el “baby boom”, que les restaban autonomía y
libertades conquistadas en los años 30 llevaron a Frie-
dan a detectar que esa sensación de vacío e insuficien-
cia se debía a la necesidad de definirse en función de
algo más que por el papel de esposas y madres. Añora-
ban su propia autonomía y un proyecto de vida por fue-
ra de las tareas del hogar. Friedan observa en las cartas
de lectoras de las revistas femeninas, los perfiles bien
diferenciados de las mujeres de las décadas del 30 y
del 60: si las primeras tenían expectativas y se mostra-
ban independientes, las segundas solo expresaban su
insatisfación e incertidumbre. Betty Friedan (1921-2006)
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patriarcal se encubre como protección y es estructu- Mailer– para responder a la hipótesis que guió su aná-
ral; es decir, no depende de este o de aquel varón, lisis: las literarias pueden ser vanguardias en todo me-
sino que constituye una estructura que cambia sus nos en lo que respecta al sistema de dominación de
modos pero conserva la estrategia transhistórica y sexo-género, que permanece cuasi intacto en sus
transcultural de la dominación. Haber nacido varón obras, en las que describen la sexualidad y a las mu-
establece, a su juicio, una prebenda (o derecho) de jeres de manera patriarcal y sexista. Incluye en ese
nacimiento, que confiere una socialización diferencia- esquema al propio Oscar Wilde, quien a mediados de
da a varones y a mujeres. Así entendida, la “suprema- 1890 entabló una conflictiva relación con el marqués
cía masculina” (ratificada por los principales mitos de de Queenberry, que le valió un proceso por homose-
la cultura occidental) es la base histórica de todas las xualidad a la luz de la Criminal Law Amendement Act,
estructuras sociales, políticas y económicas. El pa- y fue condenado. Exime del esquema patriarcal al ge-
triarcado es, por tanto, estructural e ideológico. Atra- nial autor Jean Genet, homosexual, ladrón y práctica-
vesado por el poder, adquiere modalidades culturales mente un marginal, quien dio buena cuenta de sí en el
e históricas propias, abarca la socialización de ambos Diario de un ladrón (1949).
sexos e implica roles asignados socialmente y más o
menos asumidos en lo individual, al punto de su natu- Ahora bien, con los conceptos de igualdad y de
ralización. Los mitos, la historia transmitida, la estruc- patriarcado en mano, y desde el punto de vista de la
tura social –desde la familia a las instituciones de go- teoría política, el libro más interesante de la década
bierno– apelan a lo que se denomina “principio de de los 60 es Women in Western Political Thought
legitimidad” de la autoridad masculina, que permea (1979) de Susan Moller Okin. ¿Por qué la relevancia?
los niveles económicos, psicológicos, educativos, y las Es la primera vez que se analizan por fuera de los
clases sociales en general. Millett considera que Freud aspectos psicológicos, sociológicos o culturales, los
despreció la extraordinaria oportunidad que se le ofre- modelos políticos qua estructuras de poder patriar-
cía de abrir un nuevo camino que denunciara la cultu- cal. Es decir, desde el punto de vista de la filosofía
ra patriarcal. En este sentido, prefirió santificar la política, Moller Okin examina los modelos funciona-
opresión de las mujeres en nombre de ineludibles le- lista y contractualista, a los que añade un análisis
yes biológicas y limitó la vida femenina al ámbito de la muy cuidadoso de la filosofía de John Stuart Mill, el
salud reproductiva, negándoles a las mujeres la posi- más progresista de los filósofos varones de su época,
bilidad de superar el bajo nivel cultural que les confirió que desde su banca laborista en el Parlamento inglés
el patriarcado. apoyó con convicción la causa de las sufragistas (de
Miguel, 1994). En el último apartado de su libro, Mo-
Definió, entonces, al género como el constructo ller Okin examina a la familia como reproductora de
histórico-socio-cultural y psicológico que se establece desigualdades.
sobre el sexo, y así le dio al concepto un sentido téc-
nico por ese entonces novedoso. La segunda parte de Una obra anticipatoria fue la de Sheila Rowbo-
la obra es eminentemente histórica y su objetivo es tham, Hidden from History (1976) –que no analizaré
aclarar cuestiones relativas a la transformación de las ahora–, donde se propuso estudiar cómo las mujeres
relaciones sexuales tradicionales experimentadas a fi- quedaban invisibilizadas en los recorridos históricos
nales del siglo XIX y principios del XX, para mostrar tradicionales, con la excepción de reinas, santas y al-
que su construcción, lejos de ser histórica, es cultural guna amante famosa. No obstante, libro de la neoze-
y social. En la tercera parte, Kate Millett se centra en landesa Susan Moller Okin constituyó un hito que po-
consideraciones literarias. Estudia la obra de autores dría enmarcarse en la inquietante pregunta: si las mu-
representativos de la vanguardia –Lawrence, Miller y jeres se integraran en pie de igualdad a los modelos
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políticos vigentes, esos modelos ¿se consolidarían de- se refiere (con las dificultades del caso) a individuos, a
mocráticamente o estallarían? grupos o a estamentos. Es propio del organicismo con-
cebir a la pólis en términos de su finalidad teleológica
Para responder tal pregunta sigo su recorrido. En (interna) al bien. En palabras de Aristóteles,
efecto, en 1989, Moller Okin vuelve a analizar la cues-
tión de la familia como el lugar de la reproducción de … todo se define por su función y por sus facultades,
los roles sociales y de género. En Justice, Gender, and de suerte que cuando éstas ya no son tales no se pue-
the Family se centra en la asimetría de las relaciones de decir que las cosas son las mismas sino por homo-
de poder en el interior de la institución familiar y en la nimia (...) es evidente, pues, que la ciudad es natural
circulación de bienes y cuidados tanto en el modelo y primera respecto del individuo; porque cada uno por
orgánico como en el mecánico, tomados como tipos separado no se basta a sí mismo, y se encontrará de
ideales o “ficciones heurísticas”, para mostrar que en manera semejante a las demás partes en relación al
ambos casos el lugar de las mujeres es de alguna ma- todo. Y el que no puede vivir en la comunidad o no
nera subalterno respecto del de los varones. necesita nada para su propia suficiencia, no es miem-
bro de ella, sino una bestia o un dios (Aristóteles, Po-
A continuación, con Moller Okin, revisaré el mode- lítica, 1253 a 24; Femenias, 1996, p. 36).
lo organicista que Émile Durkheim denomina funciona-
lista (aunque no son exactamente lo mismo). El organi- Por otra parte, se considera al funcionalismo una teoría
cismo –tal como lo defendieron Platón y Aristóteles– sociológica (no política) que pretende explicar los fenó-
supone que la pólis puede ser asimilada a un organis- menos sociales por la función que ejercen las institu-
mo en el que el todo es algo distinto y superior a las ciones en la sociedad, cohesionada por solidaridad or-
partes, de donde estas tomarían su sentido y su signi- gánica. Si un cambio social particular promueve un
ficación, sin que quede del todo claro si por “partes” equilibrio armonioso, se considera funcional; si rompe
el equilibrio, es disfuncional, y si no tiene efectos, es
no funcional (Durkheim, 1987; Merton, 2002, pp.
201-209).
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más si un “brote” alojado en el útero prospera o no (la Para Platón, la justicia consiste en que “cada uno
analogía semilla [semen]/tierra se mantiene hasta el debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a
presente). Adrianne Rich denominó a este tipo de ges- aquello para lo que su naturaleza está mejor dotada”
tos –presentes también en otras tradiciones– “el olvido (República 433a; Santa Cruz, 1988); y así también
de haber nacido de mujer”; es decir, la negación cultu- “Hacer cada uno lo suyo y no multiplicar las activida-
ral de las mujeres como condición de posibilidad de la des, eso es la justicia” (República, 433b). En otras
propia vida (Rich, 1986). palabras, cada uno debe dedicarse a una única activi-
dad, la propia, que debe ser aquella para la cual su
Respecto de Platón, Moller Okin se centra en el naturaleza lo capacita, y según sostiene, en una socie-
libro V de la República, donde el filósofo presenta su dad donde cada uno haga “lo que le es propio” implica
concepción sobre el lugar de la mujer y de la familia en asegurarse hacer lo que le corresponde. Y esa será la
el Estado ideal. Si bien el análisis de la filósofa es más justicia.
extenso, me voy a centrar solo en la admisión de las
mujeres como guardianas de la pólis y la comunidad de Pero ¿qué es lo propio de cada quién? Se trata de
mujeres e hijos, ambas estrechamente relacionadas justificar la admisión de las mujeres en la clase de los
con la felicidad de la pólis, que Platón vincula a la fun- Guardianes. Una consecuencia de esa incorporación es
ción propia (natural) de sus habitantes y a la justicia. la necesidad de impartir a varones y a mujeres una
educación igualitaria. Para explicarlo, Platón parte del
Nuestra autora hace referencia al verdadero obje- ejemplo de los perros guardianes: hembras y machos
tivo del arte de gobernar tal como Platón lo concibe, cumplen las mismas tareas; las hembras no se quedan
que no supone beneficiar a unos sobre otros sino lograr en sus casas ni se ven imposibilitadas por los partos o
la mayor felicidad (eudaimonía) para la pólis en su to- la crianza de los cachorros. Pero para lograrlo hay que
talidad (República, 420b), y es el modo en que Moller darles el mismo adiestramiento que a los machos. De
Okin conduce la mirada hacia una lectura utilitarista de manera similar, si se espera que las mujeres cumplan
la obra en su conjunto (1979, p. 28). El utilitarismo es las mismas tareas que los varones, deben recibir una
una teoría ética que tiene su origen en James Mill y educación análoga. Es decir, las mismas enseñanzas
Jeremy Bentham, y que es retomada, reformada y com- en música, gimnasia, lo relativo a la guerra y también
pletada por John Stuart Mill (1863). Como se sabe, los ejercicios en la palestra (451d a 452d), tal como
asume tres propuestas: lo intrínsecamente valioso para hacen los varones.
los individuos; el mejor estado de cosas como la suma
de lo valioso en su más alta expresión, y el deber hacer Nuevamente, cabe preguntar: ¿cuál es la “función
para alcanzar el mejor estado de cosas. De este modo, propia”? En este punto Platón parece tener dos propó-
la moralidad de cualquier acción o ley se define por su sitos: asignar a varones y a mujeres las mismas tareas
utilidad para los seres sintientes en su conjunto. Así y alcanzar en la pólis la máxima felicidad anunciada.
entendida, la utilidad se refiere a lo que es intrínseca- Moller Okin desglosa la justificación platónica según
mente valioso para cada individuo y para la totalidad. dos momentos en los que Platón se pregunta si ambas
Se suele sintetizar al utilitarismo con la frase “el máxi- cuestiones son posibles (452e) y luego, si son conve-
mo bienestar para el mayor número de individuos”. nientes (456c). La respuesta en ambos casos es afir-
Ahora bien, con esto presente, Moller Okin vincula la mativa, aunque los argumentos que utiliza son diferen-
felicidad con la concepción platónica de justicia, te- tes. El primero es dialéctico; el segundo es considera-
niendo en cuenta la importancia que el filósofo heleno do por Moller Okin “utilitarista”. Respecto del primero,
concede al ejercicio de la “función propia”, tanto del Platón justifica extensamente la educación igualitaria
individuo como del Estado. de varones y mujeres, pues es una posición novedosa
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para sus oyentes. Asimismo, conjetura objeciones so- tadas para la medicina, o para la música, la gimnasia, la
bre la base de que en la ciudad cada cual debe cumplir filosofía o la guerra, así como hay mujeres capacitadas
una función acorde a su naturaleza y esta difiere entre para ser Guardianas (455e-456a). Platón prueba dialéc-
mujeres y varones; por tanto, deberían cumplir tareas ticamente que el criterio de la naturalidad y del discerni-
diferentes. Sin embargo, al contrario de la creencia ge- miento adecuado por las formas (eide) posibilita que la
neral de su época, Platón, por boca de Sócrates, pro- mujer desempeñe tareas de Guardiana al igual que el
pone que ambos cumplan las mismas tareas porque no varón, con la sola restricción de que, dado que su natu-
basta decir que la naturaleza del varón y de la mujer raleza es más débil, cumpla tareas más llevaderas.
difiere; es preciso aclarar en qué. Para el filósofo, decir
que mujer y varón tienen naturalezas diferentes es Luego de esto, el filósofo debe probar que cumplir
quedarse atrapado en el mero nombre sin discernir por con las mismas tareas no solo es posible, sino que
las formas (454a). Pero, como varones y mujeres res- además es mejor. Para ello apela a un argumento bre-
ponden a la misma forma (eide) pueden cumplir las ve: hay hombres mejores y otros peores; también hay
mismas tareas. Es decir, varones y mujeres no tienen mujeres mejores y otras peores. No existe nada más
naturalezas diferentes, en consecuencia, salvo la dife- ventajoso para la pólis que el que haya mujeres y varo-
rencia entre ambos –que es de carácter biológico nes dotados de excelencia (456e). Moller Okin consi-
(454d)– Platón muestra que tales diferencias no inci- dera utilitarista este argumento. No solo es natural-
den en su capacidad para desempeñar tareas iguales. mente posible, sino que para Platón es socialmente útil
Su conclusión es que en ningún arte ni ocupación vin- que las mujeres sean admitidas como Guardianas. Por
culada a la organización de la ciudad, varones y muje- eso, se deben poner a su alcance iguales oportunida-
res, tomados en conjunto, presentan diferente natura- des que a los varones, sobre todo en educación pero
leza. Discernir las formas muestra que a los efectos de también respecto de obligaciones familiares. De aquí
la pólis, ambos sexos pueden cumplir con las tareas que el filósofo sustituya a la familia nuclear por una
necesarias. Esta es la justificación teórica sobre la que comunidad de mujeres e hijos, que libere a las mujeres
Platón basa la admisión de las mujeres como Guardia- de la responsabilidad del cuidado.
nas: no hay ninguna ocupación que concierna a la ciu-
dad que sea propia de la mujer en cuanto mujer o del El ideal platónico para lxs Guardianes de la pólis
varón en cuanto varón (455d). Tomadas conjuntamen- se basa en el proverbio “los amigos deben tener todo
te, muchas mujeres son mejores que muchos varones, en común”, afirmación que se dirige a la propiedad
y eso debe ser tenido en cuenta (455d). común de los bienes materiales, a los que –como bien
señala Moller Okin– se agrega la comunidad de muje-
Algunas estudiosas, entre las que se encuentra Julia res y niños. En palabras de la autora, “mujeres, niños
Annas (1981), objetan la forma de los argumentos plató- y casas se mantienen como propiedad privada de los
nicos. Pero Moller Okin no se ocupa de los posibles erro- individuos” y los individuos son varones (1979, p. 31).
res argumentales. Por el contrario, recoge la conclusión Es decir, “mujeres y niños” son una subsección de las
de que el sexo desde el punto de vista de las actividades propiedades del individuo, sobreentendido como varón.
que por naturaleza están llamados a desempeñar varo- La comunidad de mujeres y niños es una parte de la
nes y mujeres, no interfiere en su contribución al gobier- propiedad de la “gran familia” que es la pólis. Sobre
no de la pólis. Las mujeres, en su conjunto, no poseen esta base, la autora constata el hecho de que la diso-
una esfera propia de acción en la sociedad; tampoco los lución de la familia nuclear no modifica el lugar que
varones. Solo los individuos ocupan “lugares” en la so- mujeres y niños mantienen en la “gran familia”; es de-
ciedad, por lo que cada mujer puede ocupar el lugar que cir, su situación de ser propiedad de los varones –con
le corresponda según sus capacidades: hay mujeres do- su consiguiente cosificación– y no de ser propietarias
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de sí mismas. Según nuestra filósofa, Platón identifica res que por sus capacidades son consideradas “excep-
la abolición de la familia con la comunitarización de la cionales” y que por consiguiente son imprescindibles
propiedad, sin modificar el carácter de la dupla propie- para la pólis. Como bien lo destacaron Moller Okin pri-
dad/propietario: las mujeres siguen siendo propiedad mero, y Annas después, Platón no propone nada especí-
de los varones. No hay situación recíproca ni inversa; fico como “justicia para las mujeres”.
simplemente ya no son propiedad de un varón sino de
todos, pero nunca se constituyen en propietarias ni de No obstante, algunas teóricas consideran que la
bienes materiales, ni de varones, ni de sí mismas. Es admisión de las mujeres como Guardianas y la igual-
decir, los varones no adquieren en ningún momento un dad de oportunidades entre varones y mujeres que de-
carácter de propiedad (es decir, de cosa), estatus que fiende Platón, son esencialmente justas (Santa Cruz,
nunca pierden las mujeres. ¿Hay excepciones? 1988). En principio, tal como el filósofo la concibe, la
justicia nada tiene que ver con derechos u obligaciones
Como bien observa Moller Okin, el punto de mira legales o con deseos y necesidades, ni con la felicidad
parece desplazarse de la función propia y la igualdad de una clase especial de ciudadanos. Por el contrario,
de tareas al de propiedad. Por tanto, objeta también el para Platón –según entiende Santa Cruz– la justicia
ordenamiento platónico conforme naturaleza, y recono- consiste en el ordenamiento armónico de la pólis, re-
ce que la noción de “naturaleza”, si bien tiene suma sultado de que cada cual cumpla con su función pro-
importancia como criterio de discernimiento dialéctico pia, según su naturaleza lo destina. Para ello será pre-
(Fedro 265e; Política 259d, 287c), no es clara, y sobre ciso que reciba una educación adecuada a sus capaci-
todo, no es unívoca. Años más tarde, Julia Annas dis- dades naturales. El argumento que prueba la posibili-
tingue al menos dos sentidos del término naturaleza: dad de admitir a las mujeres como Guardianas se funda
por un lado, la mera naturaleza (en un sentido descrip- en ese principio, establecido como justicia social.
tivo) y por otro lado, la naturaleza como ideal regulativo
(en un sentido prescriptivo). Esta distinción permite Sin embargo, desde el punto de vista moderno, la
identificar formas naturales según las que se puede subordinación de las mujeres o de los varones (qua
hacer algo, de otras según las que se debe hacerlo. El parte) de la pólis (qua todo) muestra precisamente que
segundo sentido es regulativo, y en otras palabras sig- lo prioritario no son los individuos sino la pólis misma
nifica que no todo modo es lícito para hacer algo, no como totalidad. En ese marco, cobran mayor relevancia
porque no se pueda, sino porque no se debe (Annas, nociones como “natural”, “función propia”, “mayor fe-
1993, pp. 135-158). licidad del todo”, porque muestran un grado complejo
de ambigüedad o indeterminación que, en consecuen-
Tal como lo señaló Moller Okin, Julia Annas tam- cia, previenen a Moller Okin de considerar “feminista”
bién advierte que en ningún momento se tienen en a Platón. Se suman a ello las consideraciones que hace
cuenta ni los deseos, ni las necesidades, ni los derechos en Las Leyes respecto de las mujeres comunes, las que
de las mujeres. Tampoco se considera su felicidad, salvo no son excepción; la concertación eugenésica de ma-
como “parte” del “todo”, la pólis. Incluso solo se tienen trimonios y la asignación de funciones diferenciales en
en cuenta las mujeres aptas para ser Guardianas, que relación con sus capacidades “naturales”, entre otras.
constituyen una excepción. Hasta cierto punto, tampoco Es decir, la justicia consiste en la igualdad siempre y
preocupan a Platón los intereses y necesidades de los cuando se la entienda como proporcional o geométrica,
varones comunes en general, sino únicamente como que consiste en dar a cada cual lo adecuado a su na-
parte de la pólis. En sentido estricto, solo lxs miembros turaleza (Leyes, VI 757 a-e). Solo los Guardianes y el
del estamento de gobierno parecen tener una individua- Consejo de Ancianos,1 cuyo objetivo no son los indivi-
ción completa; ese estamento incluye a las pocas muje- duos (varones o mujeres) sino el bienestar de la pólis
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en general, pueden determinar la “función propia de fiende afirmando que amar es “un exceso tal que se
cada quién”. En las Leyes, entonces, sin dejar de lado produce naturalmente hacia una sola persona” (Ética
el modelo de la República, Platón propone una vía no Nocomaquea, 1158 a 13). Sea como fuere, el varón es
para el gobierno ideal sino para hombres comunes (V el “jefe” de la familia natural y rige sobre su mujer, sus
739b-e; 746b-d; VIII 835c). En otras palabras, para hijos, sus esclavos, su arado y sus bueyes. Es decir,
las copias posibles, adaptadas a las exigencias de una todas sus propiedades.
sociedad real. Allí prioriza “el todo” al que cada “par-
te” (varón/mujer) debe subsumir sus deseos y sus cua- Aristóteles señala que la pólis es naturalmente an-
lidades, bajo la supervisión de lxs Guardianes y con terior a la casa y a cada uno de sus habitantes porque el
prescindencia de sus propios deseos e intereses. todo es anterior a las partes (Política, 1253 a 19). Si
bien esa afirmación es problemática, porque hay que
Ahora bien, las tradicionales divisiones excluyen- resolver en qué sentido afirma “primero” o “anterior”
tes que pueblan la historia de la filosofía suelen identi- (Categorías, 12; Metafísica, V.11; Física, 260 b 15), sue-
ficar a Platón como “feminista” y a Aristóteles como le reconocérsele prioridad en al menos dos aspectos: a)
“patriarcal”. Ya vimos que Platón es “patriarcal”; Aris- en completitud y b) en separabilidad y autosuficiencia.
tóteles también lo es, en una versión diferente de tipo El matiz interpretativo de “natural” no impide compren-
paternalista. Desde el inicio, en su Política, Aristóteles der la relación habitante/pólis y la exclusión de la ciuda-
se distancia de Platón. En primer lugar, distingue entre danía estricta de la mayoría de los habitantes de la pólis:
“familia” y “Estado”. El Estado se rige por la Ley, la mujeres, esclavxs, extranjerxs, etc. no son ciudadanos,
familia por los afectos, por eso el Estado no es –como salvo por extensión qua habitantes (Femenias, 1996).
en Platón– una “gran familia”. La Ley (que es conven- Queda claro, sin embargo, que quien no pertenece a la
cional) pone a los ciudadanos en pie de igualdad (otro pólis o bien es bestia o bien es dios, porque se es huma-
problema es quiénes son ciudadanos, pero no lo trata- no solo en asociación con otros humanos (Ética Nicoma-
ré ahora). Aristóteles critica escuetamente la “comuni- quea, 1097 b 11; Política, 1278 b 19) que son sus
dad de mujeres e hijos”, subrayando que “muchas son congéneres, para alcanzar los fines que lo vinculan, en
las dificultades que tiene que las mujeres sean comu- última instancia, a lo divino y al amor de los dioses (Éti-
nes para todos” (Política, 1261 a 9-12; 1261 b 19s; ca Nicomaquea, 1176 b 1179 a 25).
1262 a 35-36). Sus argumentos se basan en la cues-
tión de la legitimidad de los hijos y la imposibilidad de Ahora bien, Aristóteles afirma también que tanto
su reconocimiento, lo que acarrearía problemas res- en la naturaleza como en el arte, la finalidad (telos)
pecto de la legación de la herencia y —lo que a su determina la forma de los instrumentos, de los útiles y
juicio es más importante— el de la potencial cohabita- de los órganos. Es el fin el que exige los medios. Esto
ción con las hijas si se desconoce quiénes son. es así tanto respecto de los fines del hombre particular
cuanto de los de la comunidad (koinonía) constituida
Algunos de los problemas detectados por Aristóte- por naturaleza para conseguir su propio telos: el Bien
les son poco consistentes. Ni siquiera su objeción mo- de todos o de la mayoría (Política, 1252 b 30-1252 a
ral al incesto (es indecente) tiene base sólida en el 1 ss.). Afirmaciones de este tipo le dan pie a Moller
sistema platónico. Parece que lo que lleva a Aristóteles Okin para considerar también en un sentido utilitarista
a criticar a Platón es, en todo caso, el mayor peso que la propuesta aristotélica. En un plano ético, el varón
el individualismo y la propiedad tienen en su Política: (ciudadano, libre) tiene que bastarse a sí mismo para
cada varón debe tener su mujer y sus hijos, y debe alcanzar lo que es mejor para sí y perfeccionarse; es
poder identificarlos diciendo “mío”. Es decir, avala la decir, ser autosuficiente (Política, 1253 a 1). El fin úl-
familia tradicional patriarcal monógama, a la que de- timo del Estado se alcanza, sin embargo, solo con la
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participación de todos sus miembros (ciudadanos o individuo sino del Estado o de la comunidad política
no), en correspondencia con las funciones que a cada en general (Política, 1252 a 1-6; Ética Nicomaquea,
uno le son propias. Un Estado organizado de este 1094 b 8-10). En consecuencia, cada quien será “fe-
modo alcanza sus límites naturales y la perfección de liz” en tanto el todo lo sea; para lo cual, al igual que
su forma. Llamo nuevamente la atención, con Moller en Platón, cada quien debe cumplir con su función
Okin, sobre las nociones de función propia y de natural. natural (Femenias, 1996, p. 56).
En este caso, parece tratarse de un ideal ético-regula-
tivo, como lo señaló Julia Annas. No obstante, a diferencia de Platón, en Aristóte-
les la Ley dibuja límites entre el espacio público y el
Retomo la afirmación de que, por naturaleza, la privado. Se refiere, como norma última, a todas las
ciudad es anterior a la casa y a cada uno de sus habi- formas (éticas) de praxis y determina la fuerza legal
tantes porque el todo es necesariamente anterior a la de la razón de la ciudad. Dentro de la Ley, el legisla-
parte. Por tanto, entiendo “primero” en el sentido de dor u hombre de Estado determinará para la mayoría
que la pólis es más “completa” que el individuo, pues el fin de sus acciones y los medios para realizarlas,
solo allí el ser humano, en cuanto “animal político”, siempre con vistas al Bien Común. En otras palabras,
puede satisfacer sus necesidades más allá de la mera como en todo modelo organicista, el gobernante de-
existencia (Política, 1253 a 7; 1253 a 29; 1278 b 15; termina qué debe ser realizado; de no cumplirlo, se le
Femenias, 1996, pp. 34-36). inflige un perjuicio al todo en términos de logro del
Bien Común. La Ley divide el espacio público de la
Ahora bien, solo es posible obtener algún tipo de pólis del privado del oikós (casa, espacio doméstico)
reconocimiento si se cumple con la función propia, (Femenias, 1996, pp. 46-47).
que en la mujer es la maternidad y el cuidado de la
casa (a veces de los esclavos). Por eso las mujeres no Pero la ciudad y la casa no son dos esferas in-
tienen presencia propia en el Estado, salvo como dependientes que se definen mutuamente y se en-
“menores de edad”, y, por ende, representadas por su cuentran a un mismo nivel, sino que funcionan a la
padre o su marido. Puesto que todo se define por su manera de conjuntos inclusivos. En efecto, si bien
función propia y por las facultades naturales, si estas toda pólis y toda casa son comunidades, no toda co-
no se cumplen, solo se es “ciudadana” por homoni- munidad es una polis (Política, 1252 a 7-8). Sin em-
mia (Política, 1253 a 24). En Categorías, Aristóteles bargo, ambas tienen un punto de encuentro: la figura
sostiene que homónimo se dice de aquello cuyo nom- del padre de familia, el varón ciudadano, esposo y amo
bre es común mientras que la definición de lo que es de sus esclavos, que aúna en sí ambos ámbitos y hace
correspondiente al nombre, es diferente. Pone como las veces de nexo entre los dos espacios. La Ley rige
ejemplo que tanto “del hombre cuanto de su retrato el primer ámbito; la voluntad del padre, el segundo.
es posible predicar «animal»”: una predicación lo será Aristóteles da por sentada la exclusión de las mujeres
en sentido estricto y la otra por homonimia (I.1). Es (y por supuesto de los niños) de las competencias pú-
decir, ningún individuo (mujer o varón) es un fin en sí blicas, incluso ni siquiera examina la posible participa-
mismo; pero las mujeres además dependen de un va- ción de las mujeres en cuestiones políticas. Aunque
rón, como los niños y lxs esclavxs. Por lo tanto, si en en esto no refuta a su maestro de modo explícito, hace
alguna oportunidad Aristóteles las denomina “ciuda- veladas referencias a que las mujeres “sin ley ni mari-
danas”, lo hace por homonimia. Todos, naturalmente, do” van en contra del propósito de gobierno y de la
persiguen un fin último, el Bien Supremo, la Felici- felicidad de la ciudad porque viven, en principio, “sin
dad, y todos los fines se estructuran de modo tal que freno, entregadas al libertinaje” (Política, 1269 b 12).
convergen en él. Pero no en cuanto Felicidad de cada Compara el orden del mundo con una casa (Metafísi-
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ca, 1075 a 15-25). Si en el orden del mundo, la Tierra ces la patria. Es decir, subraya un aspecto íntimo, más
es el centro en torno a la que giran los planetas, en el propio y entrañable, en oposición al público, comparti-
orden del hogar, el varón libre es el centro alrededor do por todos. El “lugar natural” de las mujeres es la
del cual deben girar todos sus miembros, a excepción casa y nace de la necesidad de la reproducción y para
de las bestias y de los esclavos cuyo orden se produce cubrir las carencias socioafectivas del hombre, que es
por azar. por naturaleza un ser social y político. El oikós es el
lugar donde se adquieren los hábitos morales para cre-
La génesis material de la pólis –reconoce Aristó- cer en la virtud (Política, 1260 b 19); es el espacio
teles– es la pareja humana. Varón y mujer son necesa- primario de las diferencias de roles, donde el jefe de
rios (aunque de diverso modo) pues no hay generación familia contiene (políticamente) en sí mismo al oikós
sin ambos, y esto, como en los demás animales, es por por entero y, en cuanto tal, se representa a sí mismo y
naturaleza. Instala así el “principio de complementa- a su familia en el espacio público de la pólis.
riedad” (Ética Nicomaquea, 1162 a 15), muy defendi-
do en la actualidad por las corrientes cristianas y el Susan Moller Okin sugiere que Aristóteles cae en
feminismo decolonial. También es natural –sostiene el un argumento circular al concebir a la mujer como un
filósofo– el deseo de dejar otro ser semejante a uno instrumento cuya función propia es la reproducción y,
mismo (Política, 1252 a 24-30). Además, la familia además, al contrastarla con las excelencias masculi-
(esposa, hijos y esclavos) es más autosuficiente que el nas; comparación en la que queda siempre en des-
individuo, y la aldea lo es aún más; es necesario el ventaja. Por ende, no puede más que concluir su infe-
concurso de varias familias para formar una aldea. La rioridad ontológica. Sus supuestos funcionalistas y
pólis es, por tanto, tan natural como la familia, aunque teleológicos hacen el resto (1979, p. 92). Pero hay
se defina por la Ley. Si la pólis es una agrupación polí- aún otro error: si seguimos a Annas y aceptamos sus
tica regida por un gobierno de pares, la casa, en cam- dos sentidos de “naturaleza”, Aristóteles pasa de lo
bio, se organiza bajo la voluntad del jefe de familia y contingente a lo necesario o de lo que es a lo que
bajo el principio de la unión de los diferentes. debe ser.2
El término oikós tiene un sentido muy amplio y En síntesis, el análisis de Moller Okin muestra que
difícil de traducir. En principio, es la casa, la vivienda, los modelos organicistas no incluyen a las mujeres sal-
la residencia, pero también la familia, el linaje y a ve- vo para beneficio del “todo”. Estos sistemas rechazan
de diversos modos la inclusión en paridad de las muje-
res, y cuando las incluyen –como a veces en Platón–,
no se lo hace qua mujeres sino en virtud de alguna
cualidad que la pólis no puede desestimar. Muchos es-
tudiosos de los clásicos apelan al argumento de la “le-
gitimación epocal” para justificar estos casos; es decir,
sostienen que en esa época no podía decirse o pensar-
se otra cosa sobre las mujeres. Sin embargo, diferentes
sofistas denunciaron la arbitrariedad de la situación a
la que se relegaba tanto a las mujeres cuanto a los
esclavos. Lamentablemente, sobre sus aportes solo
quedan comentarios críticos (ver Política II) o breves
fragmentos; poco, pero suficiente para mostrar que era
Detalle de Platón y Aristóteles en la escuela de Atenas (Rafael, pintura de 1511) posible pensar otra cosa.
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La vigencia de muchos de los argumentos que uti- su importancia, a desarrollar más extensamente los
lizan los filósofos griegos me ha llevado, en virtud de análisis y las refutaciones de Moller Okin.
Notas
1
El Consejo de Ancianos era una especie de cuerpo asesor de los 2
Me extiendo en estas cuestiones en Inferioridad y Exclusión: un modelo
Guardianes, que se reunía por las noches. Platón trata el tema en Las para desarmar, Buenos Aires Grupo Editor Latinoamericano, 1996.
Leyes.
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Contractualismo:
Pateman relee a Hobbes y Moller Okin a Rousseau
En este capítulo me ocuparé de los análisis del con- Upon Marriage (1730)– es ¿por qué la historia del Con-
tractualismo hobbesiano de la politóloga australiana trato Social es para los varones la historia de la libertad
Carole Pateman y del contractualismo rousseauniano y para las mujeres la historia de la sujeción? En otras
de Moller Okin. Quienes estén interesados en la funda- palabras, por qué el contrato social es a la vez libertad
mentación de la democracia (y sus límites), se benefi- y dominación.
ciarán de los análisis, artículos, comentarios y demás
textos de ambas filósofas. En primer lugar, Pateman reconstruye la noción
de patriarcado que se expresa en distintos planos de
Más allá de coincidir o no con su postura, Pate- los modelos políticos y va desde el estatus al contrato,
man realiza un trabajo sólido, original y claramente ar- en términos de Ley del Padre y del dominio de los va-
gumentado que ilumina las raíces mismas de la exclu- rones sobre las mujeres. Dado que esto incide en la
sión de las mujeres en el modelo contractualista de distinción entre esfera pública y doméstica, se pregun-
Thomas Hobbes, y da cuenta de las tensiones teóricas ta también en qué medida las libertades públicas se
y prácticas que arrastra. asientan (o dependen) del derecho patriarcal. A juicio
de Pateman, para analizar la cuestión primero se de-
Contra el Antiguo Régimen, o mundo del estatus, ben distinguir los presupuestos tácticos de la teoría del
en el que la cuna, el origen o el nacimiento diferencian contrato: constitución del mito, escena originaria, sub-
jerárquicamente a nobles de plebeyos, los teóricos del texto de género, supresión (o forclusión) de tensiones
Contrato (Hobbes, Locke, Kant, Rousseau) preparan el explícitas en la teoría, entre otros. En segundo lugar,
advenimiento de las democracias modernas basadas en comparar a aquellos presupuestos con contratos reales
la libertad de suscribir contratos, con independencia de la sociedad contemporánea: laborales, de materni-
del orden divino, legitimador de monarquías absolutas o dad sustitutoria o subrogada, de prostitución, prematri-
parlamentarias. Con ello impiden sostener los privile- moniales, etc., y explorar si se presentan en términos
gios mantenidos en aquel origen; aunque, según Pate-
man, la dimensión sexual por lo general invisibilizada o
negada, subyace en los ámbitos de lo público (de ciuda-
danos, trabajadores) y de lo doméstico (de subordina-
ción y carencia de derechos). Su libro El contrato sexual
(1995 [1989]) abre con la pregunta sobre qué significa
“hacer un contrato” y analiza la importancia de la teoría
del contrato en contraposición con los modelos organi-
cistas –paternalistas o no, como vimos en el capítulo
anterior– basados en la legación divina, la tradición o la
naturaleza. La pregunta que guía su investigación –que
recoge palabras de Mary Astell en Some Reflections Carole Pateman (1940). Primera edición castellana, 1995.
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trar el propio salario, además de ganar por el mismo en sus tronos… [porque] si los Reyes son lo mismo que
trabajo una suma inferior a la de los varones, etc. Es los padres ¿por qué su inversa no es posible?. Su estra-
decir, las únicas vías posibles de subsistencia para las tegia es mostrar el absurdo planteo de Filmer. Por lo
mujeres eran el matrimonio, el convento o la prostitu- tanto, y al mismo tiempo, como se debe establecer la
ción, como bien muestran las novelas románticas del libertad natural y la sujeción temporal de los individuos
siglo XIX. La escisión entre vida pública y privada se al Estado, es necesario separar el poder paterno del
basa en privar a las mujeres de los derechos vigentes poder político, tal como hace Locke. Esto implica la
para los varones en la esfera pública. La vida privada, doble maniobra de la naturalización de la familia y la
por su parte, es ante todo “privada de Ley”: se la natu- desnaturalización del Estado, como también sucede en
raliza y se la considera irrelevante para lo civil/público. Aristóteles y en Rousseau, a diferencia de Hobbes,
Esa oposición público/privado se redefine a lo largo de para quien la única relación “natural” es la de la madre
los siglos, pero no se disuelve. con el hijo (hasta que el niño crece).
Pateman examina con mucho cuidado el (pseudo) Nuevamente, Hobbes sostiene en Leviathan que
debate teórico entre Robert Filmer y John Locke. En el la primera causa que impulsa a los hombres a atacarse
Primer Tratado sobre el Gobierno Civil (1689) Locke entre sí es para lograr un beneficio; la segunda, para
rescata, mucho después de su muerte, unos opúsculos obtener seguridad, y la tercera, para ganar reputación.
de Filmer –Patriarchy or the Natural Power of the Kings En la primera hace uso de la violencia para convertirse
of England Asserted & Other Political Works (circa en dueño de las personas; en la segunda, para defen-
1650) y Observations upon the original Government by derlos; en la tercera, recurre a la fuerza por motivos
Mr. Hobbes in the Leviathan (1652)– en los que defen- insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una
día a la monarquía contra el teórico del Contrato, en opinión distinta, o cualquier otro signo de subestima-
referencia a Hobbes. La autora ilumina la incidencia ción, ya sea directamente en su persona o de modo
argumentativa de Filmer sobre el denominado “poder indirecto en su descendencia, sus amigos, su nación,
generativo” y la importancia de la legitimidad de la su profesión o su apellido. En la lectura de Pateman,
herencia para el ejercicio del poder. En otros pasajes, esa estrategia redefine al patriarcado sin eliminarlo:
vuelve a llamar la atención sobre los argumentos de determina que la familia natural es patriarcal y monó-
Filmer centrados en el poder generativo de los pa- gama; es decir, centrada en la autoridad del padre, y
dres-reyes, y subraya lo obvio, que precisamente por heterosexual. Algunas de estas cuestiones (que Locke
eso había pasado desapercibido: los padres-reyes solo no expone) están claramente expresadas en un con-
pueden mostrar su poder generativo en las madres (rei- temporáneo suyo, James Tyrell, al que Pateman remite
nas o no), las que, sin embargo, no son tenidas en para suplir una respuesta faltante: si todxs son iguales
cuenta. Sea como fuere, las conclusiones de Filmer en el estado de naturaleza (como lo manifiesta Hob-
pueden resumirse así: el rey tiene poder natural por bes), ¿por qué las mujeres no firmaron el Contrato?
derecho divino, donde la familia patriarcal es la metá- Tyrell afirma: “… las mujeres [no lo firmaron porque]
fora del orden político con la consecuencia de que el están representadas por sus esposos y [son] común-
derecho se alcanza por primogenitura. mente incapaces para los asuntos civiles…” (Pateman,
1995, p. 110). Algo semejante a lo sostenido por Ja-
Ahora bien, Pateman advierte que los teóricos mes Mill más de un siglo después.
clásicos del Contrato plantean el siguiente dilema, que
considera inherente al patriarcado: Si los Reyes son La conclusión de la teórica es que el derecho con-
padres, los padres no pueden ser patriarcas, si los pa- yugal es previo al contrato social, pues voluntariamente
dres son patriarcas en casa, no pueden ser patriarcas o no las mujeres han cedido su representación política
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a sus esposos; es decir, a los firmantes del contrato. freudiano de Totem y Tabú sobre la horda primitiva y el
Con una reconstrucción interesante de ciertos aspectos parricidio descripto en Moises y el monoteísmo.
de Hobbes, Filmer y Locke, más la apoyatura del psi-
coanálisis freudiano y de muchos ejemplos histórico-le- Entre el parricidio y el contrato social, Freud ubica
gales (como los contratos matrimoniales de los nobles), un período de derecho materno, tal como el que defien-
concluye que el derecho sexual (como el derecho de de J. J. Bachofen, y centra el contrato en lo que deno-
pernada) o el derecho conyugal (como débito matrimo- mina la Ley Primordial: no matar; igualdad de derechos
nial) y no la paternidad, preceden necesariamente al entre los hermanos varones (fratría), y exogamia o libre
derecho contractual y al derecho civil (Pateman, 1995, acceso regulado a las mujeres de otro clan (matrimo-
p. 123). Es decir, se trata del derecho de los varones de nio). Pateman agrega el borramiento, olvido o forclusión
acceder al cuerpo de las mujeres, al que ella denomina de la escena originaria de todos los relatos fundaciona-
“contrato sexual”. Ahora bien, continúa su razonamien- les y, por contraposición, la exaltación de la escena del
to, ¿qué haría que mujeres “naturalmente iguales” parricidio que, de diferentes maneras, se relata en la
(como en Hobbes) cedieran su representación política a Teogonía de Hesíodo, el Parménides de Platón, Totem y
sus esposos para quedarse relegadas al ámbito domés- Tabú y Moisés y el monoteísmo de Freud, entre otros.
tico (y sus consecuencias)? La politóloga distingue entre En suma, la delegación de representación de las muje-
derecho conyugal y derecho paterno, y funda el contra- res a los varones sería, más bien, una sustracción de
to sexual en lo que denomina “la escena originaria” o representación mediante un acto de fuerza. Esto lleva-
“escena primitiva” (Femenias, 2000a, pp. 85-97). ría a un contrato sexual válido, en el sentido hobbesia-
Para ello apela a algunas consideraciones de Hobbes no, en el cual un individuo, aun con la espada en la
sobre la violencia y a un famoso caso de neurosis infan- garganta, hace un contrato pues prefiere ser esclavo a
til, que estudia extensamente Freud. El paciente fue morir. Como puede verse, esta descripción hobbesiana
Sergéi Pankejeff y Freud analiza su caso bajo la deno- está en la base de la dialéctica del amo y el siervo.
minación de “el niño de los lobos” o “el hombre-lobo”
(Freud, 1914 [1918]). En una apretada síntesis, la es- Para Pateman, no importa si el hecho ocurrió o no.
cena originaria remite a la escena de una relación se- Importa el valor simbólico de esa escena forcluida, que
xual entre los padres, que el niño vio de pequeño e in- reaparece en las fantasías individuales y colectivas de
terpretó como violenta; es decir, como violación. La re- violación o en las violaciones tumultuarias reales en
construcción de Pateman combina también el relato tiempos de guerra (y aun de paz). Basada en los plan-
teos de Levi-Strauss y Gayle Rubin, la autora considera
que el matrimonio sería, entonces, un intercambio re-
glado de mujeres que consolida los lazos entre los varo-
nes, en el que las mujeres son signo y objeto de inter-
cambio. Sobre esas premisas, Drucilla Cornell (2001)
redefine patriarcado como “la manera en que la identi-
dad legal y social de una mujer sigue vinculada a sus
obligaciones para con el Estado como esposa y madre,
dentro de una familia heterosexual tradicional” (p. 151).
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dor/dominada. Es decir que en su interpretación, Pate- riables como la religión o la diacronía histórica. Consi-
man no explicita ninguna otra cuestión más que la re- dera que, además, el modelo consolida una mirada
lación subordinante varón-mujer, sin interferencia de pasiva sobre las mujeres, incapaces de redes no for-
clase, etnorraza, bagaje cultural, época, opción sexual males de sostén compensatorio. En suma, el enfoque
u otros aspectos que podrían ponerse en juego y que de Carole Pateman –concluye Fraser– es individualista,
también conforman estructuras de poder muy poten- y aunque “escenifica” la fantasía del derecho sexual
tes. Para Fraser, es evidente que Pateman se ubica en masculino, así como es iluminador y analítico respecto
la línea de Mary Wollstonecraft, John Stuart Mill y Ca- de la historia y la gestación de los modelos organicista
tharine MacKinnon, que conciben la relación varón-mu- y contractualista, no es propositivo. No obstante, cons-
jer según el modelo de la lógica del dominio y de la tituye un punto de apoyo sólido a los efectos de análisis
subordinación. O sea, de acuerdo a un modelo de suje- políticos futuros, encuadrados en lo que se ha denomi-
ción que entiende como la condición de estar sujeta a nado feminismo de la igualdad.
las órdenes directas de un varón particular. Sin embar-
go, Fraser considera que el entramado general es más Susan Moller Okin (1979) analiza el contractualis-
complejo. Para ella, Pateman entiende a la dominación mo de Rousseau, que configura las características libe-
como una díada superior/inferior que se solapa con rales de los derechos del individuo, pensado como un
masculino/femenino, en la línea de de Beauvoir y se- átomo social, desplazando sus necesidades y depen-
gún el modelo hegeliano del amo/siervo. En la interpre- dencia de las mujeres, a las que describe como más
tación de Fraser, el contrato sexual de Pateman sería próximas a la naturaleza que a la ciudadanía. Enton-
una suerte de molde que contendría todos los significa- ces, siguiendo a esta teórica, revisaré dos aspectos in-
dos culturales, como una estructura amplia que presu- terrelacionados: la descripción de Rousseau del estado
pondría otras estructuras jerárquicas, en relaciones de naturaleza (para compararlo con el de Hobbes) y su
heterosexuales y sin ninguna intervención de otras va- modelo educativo del ciudadano.
Jean Jacques Rousseau, Du Contract Social (1762) Jean Jacques Rousseau, Émile (1769)
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¿Qué noción de naturaleza maneja Rousseau? la razón en detrimento de los instintos y de los senti-
Como lo señaló Julia Annas (1981) respecto de Aristó- mientos innatos. Es decir, el hombre social se convierte
teles, también en el filósofo francés el concepto de en un hombre desnaturalizado. ¿Cómo entender aquí el
naturaleza y de estado de naturaleza aparece como término “hombre”? Por el contexto del escrito, y tenien-
una idea regulativa. Rousseau mismo señala su carác- do en cuenta la falacia denunciada por De Beauvoir, en
ter metodológico: “... conocer bien un estado que ya no este caso cabe entender “hombre” como varón. De la
existe, que tal vez nunca ha existido, que probable- dicotomización naturaleza/cultura resulta que las muje-
mente no existirá jamás, y del que, no obstante, es res son naturaleza y los varones, los portadores de cul-
necesario tener nociones precisas para juzgar bien so- tura. Por eso las mujeres conservan las cualidades in-
bre nuestro estado presente” (1979, p. 142). En su natas de la piedad (en términos de cuidado del otro) y
conceptualización, tanto naturaleza cuanto estado de de autopreservación de la vida (en cuanto que la vida
naturaleza son positivos y su importancia metodológica anida en ellas). Rousseau vincula sólidamente el conti-
radica en la necesidad de distinguir qué es lo social y nuo “natural” mujer-esposa-madre que, como bien ad-
qué lo natural de un individuo. Ahora bien, los indivi- vierte Annas, es el ideal regulativo (normativo/prescrip-
duos en estado de naturaleza solo poseen dos senti- tivo) del patriarcado. La ciudadanía, propia del espacio
mientos innatos que preceden a su estado de reflexión: público, político y social, corresponde únicamente a los
el amor-de-sí y la piedad. El primero es un sentimiento varones. Según Celia Amorós (2007), el pacto social
de supervivencia, de derecho a la existencia; el segun- cumple todos los requisitos de un grupo juramentado
do implica un rechazo inconsciente al sufrimiento aje- (en sentido sartreano) de fráteres. Señala que:
no. Es decir, a diferencia de los de Hobbes, los “salva-
jes” de Rousseau son piadosos y moderados, con lo El grupo juramentado, en la medida en que debe su
que contribuyen a la preservación de la especie, se consistencia a la tensión práctica de todos y cada uno
mantienen en un estado de felicidad que solamente se de los individuos que lo componen, no puede estable-
rompe con su entrada en la historia. En su Discurso cerse sino sobre la base de la relación de ‘reciprocidad
sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre mediada’, es decir, de libre pacto de fidelidad a la cau-
los hombres (1758), Rousseau sostiene que cada fami- sa común de cada cual en el que se ponen por testigos
lia se convirtió en una pequeña sociedad tanto mejor a todos los demás... (p. 15)
unida cuanto que el apego recíproco y la libertad eran
sus únicos vínculos. Entonces se estableció la primera
diferencia en la manera de vivir de los dos sexos, que
hasta entonces solo tenían una. Las mujeres se volvie- Ese pacto se constituye en una fraternidad de indivi-
ron más sedentarias y se acostumbraron a guardar la duos iguales unidos entre sí y cuya mediación suprema
cabaña y los hijos, mientras que el hombre iba a bus- es la voluntad general. Según Amorós, el juramento de
car la subsistencia común. la fraternidad exige incondicionalidad a la causa co-
mún de cada miembro respecto a todos los demás. Por
En el Segundo Discurso, Rousseau, como Hobbes, ello, el cuestionamiento práctico de esa fidelidad es
describe al individuo tal como resultaría de haber sido una traición y ese individuo se torna un enemigo. Esta
despojado hipotéticamente el hombre actual de todo lo podría ser una explicación de por qué los propios varo-
que el proceso histórico-social le ha aportado, porque nes persiguen y condenan al varón gay, como aquel
la “entrada” en la historia es caída y es mal. Si su ob- que rompe el pacto de los fráteres.
jetivo teórico era investigar la génesis de la desigualdad
entre los hombres (en un sentido antropológico) en la Sin embargo, la exclusión de las mujeres de la
sociedad actual, debía examinar la lenta adquisición de esfera política no impide a Rousseau rechazar el pacto
Itinerarios de teoría feminista y de género | Contractualismo: Pateman relee a Hobbes y Moller Okin a Rousseau | PGD eBooks #8| 44
de sujeción al Estado. Curiosamente, sus principios éti- muestran (contra el argumento epocal) que en esa épo-
cos y políticos respecto de la autonomía del individuo, ca también podía pensarse algo muy diferente.
la distribución igualitaria del poder, la crítica a la des-
igualdad económica y a la idea de representación polí- Quiero llamar la atención sobre los ensayos de An-
tica, no le impiden excluir a la mitad de la población de toine Léonard Thomas (1732-1785), Denis Diderot
sus derechos de ciudadanía, asimilarla a la naturaleza (1713-1784) y madame Louise d´Épinay (1726-1783)
no corrupta por la sociedad, reduciéndola y reducirla a en el ilustrado París de 1772, que respondieron al poco
las cualidades naturales e instintivas del cuidado. Pero, inocente título de “¿Qué es una mujer?”, propuesto
¿cómo se podría practicar “democracia directa” en como tema de concurso por la Academia Francesa de
asambleas si no existiese el marco doméstico, que re- las Letras, y que reeditara de Beauvoir en El segundo
duce a las mujeres a las tareas de producción material sexo (Femenias, 2009). El debate en torno al problema
y cuidado de la casa, de los hijos, del esposo? En Rous- de la ciudadanía de las mujeres y de su eventual ingre-
seau, el contrato exige no solo la exclusión de las muje- so a la Asamblea no era menor, ni ética ni políticamen-
res de la ciudadanía sino además su subordinación te, y respondía claramente a cómo entender la univer-
como condición material de la vida democrática. No salidad y la igualdad. Ya mencioné cómo las incon-
obstante la asimilación de las mujeres a la naturaleza, gruencias con que se respondió la cuestión en Inglate-
ellas deben ser educadas. Esto hasta cierto punto cons- rra fueron criticadas por Mary Astell (1666-1731),
tituye una paradoja: educar a las mujeres en lo que quien se preguntó cómo era posible que si todos los
naturalmente son (o tienen), tal como sucedía en Aristó- “hombres” nacían libres e iguales, todas las mujeres
teles, no deja de ser inquietante. En el libro V de Emilio nacieran esclavas e inferiores, basándose en la misma
o De la educación (1762), Rousseau sostiene que en teoría del contrato (Pateman, 1995). Es decir, desde su
cuanto esposa, la mujer tiene el deber fundamental de inicio, la modernidad tuvo problemas para justificar sus
agradar al marido y ser, en todo, la que atienda sus exclusiones —paradigmáticamente, la de las mujeres—
necesidades particulares. Agrega que no importa úni- lo que motivó importantes debates y profusa redacción
camente que sea fiel, sino que su marido, sus parientes de opúsculos, libros y ensayos a favor y en contra. An-
y todo el mundo deben tenerla por tal (versión moderna toine Léonard Thomas presentó ante la Academia un
del dicho “La mujer del César debe ser y parecer cas- texto titulado “Ensayo sobre el carácter, las costumbres
ta”). Respecto del cuidado de los hijos, el deber de la y el espíritu de las mujeres en diferentes siglos”, que
mujer se reduce a criarlos, pero no a educarlos –tarea leyó públicamente (1770 y 1772) en defensa del ingre-
que corresponde al padre– para evitar que, por su in- so de las mujeres a las Asambleas (Thomas, 1989).
fluencia, crezcan débiles, tímidos y serviles. También Denis Diderot, en Correspondance littéraire
(Badinter, 1991; Diderot, 1978; Puleo, 1985) respon-
Se pregunta Moller Okin, ¿cuántas naturalezas hu- dió en ese sentido, y otro tanto hicieron algunas muje-
manas hay?, ¿una para la especie o una para cada sexo? res que terciaron en el debate como madame d´Épinay
Es verdad que el estado de naturaleza es una ficción –por entonces amante de Diderot– quien le escribió a
política, como el contrato, pero también es cierto que su amigo el abate Fernando Galiani una “carta” en de-
cuando se introduce la variable sexo en esa ficción, las fensa de los derechos de las mujeres. Si Diderot men-
tensiones se ponen de manifiesto. Escribo “sexo” por- ciona a un tal “Jean-Jacques” (en clara referencia a
que el supuesto biologicista rousseauniano lo signa Jean Jacques Rousseau), con el que disiente, y si
como “dato de cuna” de modo totalmente independien- D´Alembert toma parte en la polémica (Puleo, 1985),
te del deseo de su portador/a. No en vano recibió las no solo había variedad de opiniones –como lo muestran
críticas de Mary Wollstonecraft, tan elocuentes como las transcripciones de Puleo– sino que tal polémica era
las de otros coetáneos de Rousseau, cuyos debates pública (Femenias, 2009).
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Volviendo a Hobbes, las mujeres son indepen- consecuencias que sufre Sofía, la hipotética compañe-
dientes en el estado de naturaleza y la sociedad civil ra del ciudadano Emilio, tras la pérdida de uno de sus
las subordina a los intereses de los varones jefes de niños. En suma, la teórica ve en la educación de Sofía
familia. La estrategia de Rousseau es diferente: no hay el ejemplo más palmario de las inconsistencias del
lucha de todos contra todos ni escenas originarias vio- concepto liberal de igualdad. A modo de cierre, de lo
lentas; simplemente, el estado de naturaleza ya está dicho sobre el contractualismo y reuniendo los hallaz-
constituido por familias monogámicas y patriarcales, gos de Pateman y Moller Okin, se puede concluir que
con actividades y espacios diferenciados por sexo. Es el contractualismo moderno se basa en la exclusión de
decir, la igualdad de la situación inicial es bastante las mujeres de la vida ciudadana y su sujeción privada
diferente según el sexo al que se pertenezca. En sínte- a un varón.
sis, si en el modelo de Rousseau no hay nobleza de
cuna que conserve privilegios, sí hay privilegios de na- Esto implica que la exclusión y la sujeción están
cimiento ligados al sexo. En otras palabras, las mujeres íntimamente vinculadas al tipo de pacto patriarcal (o
se limitan a ser esposas y madres, y Rousseau no se contrato sexual) que subyace al contrato social. Supo-
plantea siquiera que puedan tener otros intereses, de- ne una definición de mujer y de lo femenino siempre
seos o necesidades por fuera del “apego” al marido y de rango inferior a la naturaleza masculina, y vinculada
a la familia. Sin duda, la idea roussoniana de libertad a ella. Es decir, el contractualismo establece una fuer-
se tensa al quedar sexualmente marcada como propia te alianza con el derecho natural, que le proporciona
de los varones; se trata de una contradicción interna las bases ontológicas para la exclusión bajo la figura de
que Moller Okin marca con claridad. En Rousseau el contrato sexual. Ese contrato, económico y político,
modelo del individuo autónomo queda sexualmente queda forcluido, ocultado o invisibilizado para poder
sesgado, más aún que en Locke y en Hobbes, lo que definir a las mujeres como seres naturalmente sujeta-
lleva a algunas pensadoras posteriores, como Irigaray, dos a su vínculo con el varón. El contrato sexual reapa-
a equiparar “individuo” a “varón”. Porque, a decir ver- rece en el Estado en forma de consentimiento (obliga-
dad, en sentido estricto, las mujeres no son ni indivi- do), y sus expresiones más comunes son: matrimonio,
duas ni sujetas autónomas libres; quedan atadas a su ideal de feminidad y deseo de hijos en una familia (pa-
naturaleza: mujer-esposa-madre se superponen natu- triarcal) legal. De modo que el contrato social unifica
ralmente. Si en el Emilio, el ginebrino se propone edu- intereses divergentes debido a la figura mediadora del
car al hombre universal, al ciudadano del mundo, que- contrato sexual; ofrece a los varones la posibilidad de
da claro que hombre es sinónimo de varón y que ciuda- que todos (aun con diferentes estatus, clase, fortuna y
dano no implica un uso genérico de la lengua sino que educación) sean “jefes” de una familia patriarcal, refe-
remite a los varones de la especie. La falacia pars pro rente de unidad, bajo la ficción de las afiliaciones hori-
toto que denunció de Beauvoir se cumple plenamente. zontales y la instauración de una genealogía.
Para Moller Okin esto es una tragedia no solo para Nuevamente el argumento epocal queda revocado
la vida de las mujeres, sino también para la familia que cuando se constata que muchos otros filósofos con-
se conforma sobre la base de una diferencia subordi- temporáneos (o anteriores) a Rousseau pensaban otra
nante, negada, en su propio funcionamiento. Esto se cosa respecto de la educabilidad de las mujeres y de
hace más claro incluso cuando Rousseau describe las su papel en la sociedad y el Estado.
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Crítica a la “objetividad” autoasumida
Desde un punto de vista metodológico, en la década dero de fundamental utilidad los conceptos de andro-
siguiente, el libro Non-Sexist Research Methods de centrismo y ginecopía definidos por Eichler. En cuanto
Margrit Eichler (1988) enciende las primeras alertas al primero, se aprecia como una forma de percibir el
sobre los sesgos de la autodefinida “investigación obje- mundo desde la exclusiva perspectiva del varón. Sesgo
tiva” (Femenias, 2017 b). frecuente en historia, por ejemplo, disciplina en la que
las mujeres eran tomadas, en general, como objetos
Como dice el título de la obra, se trata de una guía pasivos. La palabra androcentrismo se refiere a la prác-
práctica. Su autora, investigadora del Ontario Institute tica, consciente o no, de conceder a los varones y/o a
for Studies in Education, se propone dos objetivos cen- su punto de vista una posición central y “objetiva” en
trales: analizar los rasgos metodológicos ligados al sexo el mundo, las sociedades, la cultura y la historia. Así,
y al género en sus distintas manifestaciones, y presen- desde un enfoque androcéntrico, los varones constitu-
tar alternativas metodológicas que superen esas distor- yen el sujeto de referencia, y se invisibiliza (cuando no
siones. Respecto del primer objetivo, y además de ana- se excluye) a las mujeres. El lenguaje mismo y hasta
lizar las distintas modalidades de sexismo, Eichler es- las instituciones sociales son androcéntricas, y como
tudia su posible aparición en diferentes momentos de toda trama social, en ella están inmersos los varones
investigación en ciencias sociales. Se trata de proble- pero también las mujeres, porque se las ha socializado
mas vinculados al trasfondo ideológico (patriarcal) de en esa visión, considerada por lo general “normal” y
lxs investigadorxs. “natural”. Esta mirada androcéntrica refuerza los este-
reotipos y los roles de varones y mujeres según las re-
Si bien no es posible traducir fácilmente una bue- glas del género, tanto en la esfera pública como en la
na parte de sus ejemplos con sesgos sexistas en el privada. El concepto se construyó a partir de la raíz
lenguaje, un objetivo afín, basado en la lengua castella- griega andros; y fue Charlotte Perkins Gilman quien lo
na, lo brinda Álvaro García Meseguer en ¿Es sexista la introdujo en su obra de investigación The Man-Made
lengua española? (1994). Para esta explicación consi- World. Our Androcentric Culture (1911), donde descri-
bía prácticas sociales, problemas y soluciones que de-
finía como androcéntricas. Esta noción se relaciona
con el origen y posterior desarrollo de la idea de pa-
triarcado: si el primero se refiere a las prácticas, el
segundo alude a la estructura formal-legal. Para Ampa-
ro Moreno Sardá, por ejemplo, el soporte del androcen-
trismo en la cultura se encuentra en que se rige por un
sistema de valores que toma como referencia lo que
denomina el arquetipo viril, que se instala en represen-
tación de “lo humano”; es decir, del varón adulto, por
Margrit Eichler (1942) lo general blanco, heterosexual y propietario (Moreno
Itinerarios de teoría feminista y de género | Crítica a la “objetividad” autoasumida | PGD eBooks #8| 48
Desde que Eichler escribiera su guía, al menos dos fundamentalmente de sus genitales externos, tal como
cuestiones han sido explícitamente relevadas y vale la lo señaló Kate Millett. Ese orden se construye cultural,
pena mencionarlas ahora. La primera tiene que ver con social, económica y políticamente sobre los cuerpos,
la dicotomización sexual binaria, con la exclusiva y es- como categorías de dominación o de subordinación, y
tereotipada diferenciación entre los sexos bajo el su- produce el efecto de la normal-naturalidad (Butler,
puesto de que el binarismo es natural y por tanto nor- 1990) que en los últimos años, al menos en nuestro
mal. La ruptura con el dimorfismo implicó, en un pri- país, se ha revisado y reformulado con fuerza.
mer momento, la negación de intereses, necesidades,
capacidades, etc. a todxs los seres humanos, con la El segundo sesgo tiene que ver con una profundi-
consecuente patologización o criminalización de las in- zación de las características diferenciales del lenguaje.
definiciones sexuales, la bisexualidad, etc. Si Sterling En efecto, de la mano del denominado “giro afectivo”
(1985) sostuvo que mujeres y varones tenemos carac- (Gioscia, 2018, p. 39; Jaggar, 1996, p. 175), numero-
terísticas fisiológicas y sexuales distintas, y a eso se sos fenómenos pueden considerarse, en palabras de la
denomina sexo, las diferencias entre cada sociedad, inglesa Miranda Fricker, una “injusticia epistémica”.
cada cultura, han desarrollado valorizaciones y signifi-
cados distintos para esas diferencias de sexo. Se han El concepto acuñado por Fricker (2007), se refie-
elaborado ideas, concepciones y prácticas normativas re grosso modo a aquellas formas de trato injusto infli-
acerca de qué significa ser varón o ser mujer. Ese con- gidas a alguien en su calidad de sujeto de conocimien-
junto de características y normas sociales, económicas, to, fuertemente presente en la “injusticia testimonial”
políticas, culturales, psicológicas, jurídicas, asignadas a y la “injusticia hermenéutica” (p. 29). Con injusticia
cada sexo en forma diferencial y de acuerdo a un orden testimonial se alude a los modos en que se desacredita
social y normativo preestablecido, es lo que Sterling a alguien ante una audiencia, debido a los prejuicios
llamó género. Se nos enseña a ser varón o mujer depen- que se tienen respecto de él/ella. Por ejemplo, se pro-
diendo de las características fisiológicas del cuerpo, duce cuando una mujer hace una denuncia de acoso, o
un sujeto testimonia frente a un tribunal y por ser de
tez “negra” su palabra queda desvalorizada. Por su
parte, la injusticia hermenéutica es causada por los
prejuicios estructurales; esto es, por la incapacidad de
un colectivo para comprender la experiencia social de
un sujeto debido a la falta de recursos interpretativos,
que lo ubican en una situación de desventaja y de cre-
dibilidad reducida ante otros e inclusive ante sí mismo.
Esto impide que la persona pueda darle sentido a su
experiencia vivida y trasmitírsela a otros. El ejemplo de
Fricker apunta a los casos de acoso sexual en una cul-
tura que aún carece de la sensibilidad y del concepto
para nombrarlo (Gioscia, 2018). Se trata de una injus-
ticia que invisibiliza los prejuicios, pues el lenguaje ins-
tala hegemonías de significado que –de no respetarse–
dejan al otro en inferioridad de condiciones no solo
respecto de su propia situación, sino de su compren-
sión del mundo social y material. Estas prácticas epis-
Miranda Fricker (1966) témicas tienen además consecuencias éticas. En otras
Itinerarios de teoría feminista y de género | Crítica a la “objetividad” autoasumida | PGD eBooks #8| 49
palabras, la injusticia epistémica anula la capacidad de sar lo que siente porque no encuentra las palabras, y
un sujeto para transmitir conocimiento y dar sentido a así esa lacuna o carencia deviene en injusticia. En
sus experiencias sociales. Cuando se desacredita su efecto, esa desventaja asimétrica, en el caso de que no
discurso por causas ajenas a su contenido, se suelen se pueda describir o identificar el daño sufrido porque
poner de relieve relaciones que subyacen a la “razón” los recursos heurísticos de que dispone su colectivo no
o a la “autoridad”, hasta alcanzar su silenciamiento. se lo permiten, se convierte en injusticia o inequidad
Esto sucede debido a una multiplicidad de factores, hermenéutica en tanto no puede hacer comunicativa-
pero básicamente por inequidad estructural de poder mente inteligible algo que siente en un determinado
en la comprensión y el uso del lenguaje respecto de un momento, claramente específico (Gioscia, 2018). De
cierto tema. En palabras de Gioscia –que remiten a ahí que, desde muy temprano, las mujeres hayan de-
Fricker– se enfatizan las desventajas cognitivas de los tectado la necesidad de desarrollar un lenguaje técnico
recursos hermenéuticos del colectivo (por ejemplo, las propio que diera cuenta de su situación, sus sentimien-
mujeres) cuando la persona no puede pensar o expre- tos y sus necesidades.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Crítica a la “objetividad” autoasumida | PGD eBooks #8| 50
Violencia económica, “trabajo” y “clase”
Vivimos en un mundo material. Sin embargo, esta afir- El feminismo materialista en general es muy am-
mación no es tan evidente si nos basamos en las obras plio y abarca activistas y teóricas de muchos idiomas y
de autores posmodernos como Michel Foucault, o pos- países (Tabet, 2018). A partir de los sesenta del siglo
fundacionalistas como Judith Butler (sobre quien vol- pasado aparece entrelazado con otras corrientes, como
veremos más adelante). Para tales filósofos la capaci- los feminismos liberal, negro, de lucha de clase, radi-
dad de redefinición, resignificación y, en consecuen- cal, lésbico, etc. Sin embargo, lo que se entiende en
cia, de modificación de la realidad parece más que general por feminismo materialista incluye fundamen-
posible. En cambio, algunas teóricas consideran que talmente corrientes marxistas, con perspectiva de lu-
los feminismos que se sustentan en tales posiciones cha de clases, que históricamente se opusieron al fe-
ontológicas constituyen una suerte de espectro. Quie- minismo radical, al que acusaron de burgués. Sobre
nes se definen como feministas materialistas invitan esa base, las materialistas francófonas ocupan una
–siguiendo una lectura ilustrada de Marx– por un lado, posición entre las marxistas ortodoxas y las radicales.
a no desconocer las condiciones materiales de la exis- La historia particular del marxismo francés les permite
tencia, y por otro, a no dejarse atrapar ni por el esen- una perspectiva teórica original y sólida. La mayoría de
cialismo –en el que ser mujer constituye una identidad las feministas materialistas francófonas provienen del
esencial por descubrir y afirmar–, ni en el utopismo de feminismo radical y, como tales, se opusieron firme-
una revolución social total. mente al marxismo dogmático y conquistaron su auto-
nomía teórica, política y organizativa. Suele considerar-
Para las teóricas feministas materialistas, ser mujer se como punto de partida de esta corriente al texto de
no es un dato natural. Por el contrario, es un hecho que Christine Delphy de 1970 titulado “El enemigo princi-
se da en el marco de un sistema de poder patriarcal, pal”, recogido a posteriori en la compilación que lleva
racista y clasista. Ser mujer no depende causalmente de el mismo nombre. Estas feministas apelaron al mate-
la biología que nos constituye como “inferiores”, “débi- rialismo y a la dialéctica para aplicar sus conceptos al
les” o “víctimas”. No depende tampoco de la diferencia análisis de la situación de las mujeres. Poco conocidas
de los sexos, y/o de la capacidad de gestar y parir, esen- en nuestro medio, podemos retrotraer su punto de par-
cializadas. Se define como un lugar en el entramado tida a la obra de Simone de Beauvoir, y confrontarla
social, en el que “no hay nada natural” (Wittig, 2006, con las lecturas tradicionales del materialismo históri-
pp. 31-32). Como sostiene Christine Delphy, el ser hu- co, retomando el análisis de los textos, en especial de
mano es social o no es; este es el mundo que encontra- Federico Engels en El origen de la familia, la propiedad
mos al nacer y no hay otro. No hay nada «por debajo» de privada y el Estado (1884), pero sin limitarse a él. Si
la construcción social que tenga efectos sobre una reali- ese texto de Engels se publicó hace más de cien años,
dad social que existía antes que ella: esta es la realidad. ¿por qué hoy está gozando en el medio francófono de
Lo demás, como afirma Jules Falquet, son “trampas”, a una relectura que gana en popularidad? Quizá se deba
veces útiles para las movilizaciones, que hacen correr al desarrollo actual del Movimiento de Liberación Fe-
mucha tinta (Curiel-Falquet, 2005b). menino (MLF), que sigue organizándose mayormente
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 52
tanto que sexo” (p. 80); solo pide que sean abolidas Para Forenza (2013b), un segundo límite de la
ciertas consecuencias de la diferencia sexual. Además, interpretación de de Beauvoir es haber puesto el acen-
no se puede considerar a la mujer únicamente como to en el economicismo, sin cuestionar su relación con
trabajadora, y la abolición de la familia no es equivalen- la dialéctica del amo-siervo, que instala un procedi-
te a la liberación de la mujer. Otra dificultad que señala miento abstracto sobre un terreno materialista. Si bien
de Beauvoir es la cuestión de la sexualidad; el erotismo critica al homo oeconomicus, no hace lo mismo con la
como una experiencia en la cual la generalidad está matriz hegeliana que, interpretando la dialéctica sínte-
siempre aferrada a una individualidad y no se deja reab- sis-superación, borra la singularidad, la diferencia y la
sorber en lo social: “no se puede disponer de la espon- materialidad incardinadas en los cuerpos, propia de
taneidad viviente como se dispone de la materia inerte” una posición materialista. Es decir, en lo que respecta
(p. 81). La mujer no es una reproductora, un objeto eró- a la libertad de las mujeres, su moral existencialista se
tico, una Otra a través de la cual el varón se busca a sí plantea en términos de libertad, no de liberación; con-
mismo. Por el contrario, es un fin en sí misma; imposi- forma una filosofía de la historia con una particular
ble de encerrar en una categoría como “clitórica” o “va- concepción de la relación entre necesidad y libertad.
ginal” (Freud), “burguesa” o “proletaria” (Marx). El con- De alguna manera, para de Beauvoir, si en Hegel “la
cepto de infraestructura existencial resulta importante mujer fue excluida de la dialéctica [es solo naturaleza],
en la búsqueda del núcleo de la subjetivación, además para liberarse, (…) debe entrar en ella, es decir, debe
de que se mantiene fuera de las dicotomías estructura/ participar en el trabajo productivo y luchar por el reco-
superestructura; consciente/ inconsciente. nocimiento” (p. 68). Forenza rescata la lectura de de
Beauvoir y de Hegel que hace Carla Lonzi (Sciorti-
No obstante, según Forenza, las tesis de Simone no-Guerra, 2013), quien introduce la noción de dife-
de Beauvoir, si bien interesantes, hubieran necesitado rencia. Distanciándose de la filósofa francesa, Lonzi
una mayor articulación de la argumentación. En primer pone de relieve la experiencia histórica y la práctica
término, de Beauvoir no revisa las críticas que ya ha- feminista: “El feminismo ha sido el primer movimiento
bían elaborado Alejandra Kolontai o Clara Zetkin, por político de crítica histórica a la familia y a la sociedad.
nombrar algunas. También en ella hay una cierta re- Unifiquemos las situaciones y episodios de la experien-
ducción de Engels (Forenza, 2013a). cia histórica feminista” (Forenza, 2013a, p. 14).
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 53
de mujeres y varones– como un fenómeno de clase, y La mayoría de las representantes del feminismo
elaboraron una teoría totalmente antinaturalista. En su materialista francés, si bien mujeres blancas, occiden-
momento, sus análisis fueron poco conocidos, en parte tales, de clase media culta y urbanas, tanto por su
por su carácter académico y complejo, pero también historia personal como por su práctica militante y su
debido a la hegemonía del feminismo inglés y a la difi- formación intelectual (en sociología y antropología),
cultad de lograr traducciones y difundirlas. han trabajado cuestiones vinculadas al racismo, las op-
ciones sexuales, la diversidad cultural y la clase. Por
¿Qué caracteriza entonces al pensamiento femi- ejemplo, Nicole Claude Mathieu teorizó sobre la opre-
nista materialista francés? ¿Qué es lo que lo vuelve un sión transcultural y sobre lo que denominó transclase
instrumento tan útil en contra del sistema patriarcal? de las mujeres, mientras que Colette Guillaumin hizo lo
¿Quiénes son sus teóricas y qué dicen? El núcleo más propio respecto de la relación intrínseca entre racismo
influyente, de primera generación, incluye a Christine y sexismo. Por su parte, Paola Tabet trabajó también la
Delphy, Colette Guillaumin, Emmanuelle de Lesseps, discriminación racista. Con todo, las autoras tienen en
Nicole Claude Mathieu, Monique Plaza, Paola Tabet y claro que el marxismo solo fue una de las tantas for-
Monique Wittig, todas reunidas en torno a la revista mas históricas –superable– del materialismo, razón por
Questions Féministes. El eje central de su pensamien- la que fueron muy críticas frente al marxismo dogmáti-
to radica en que ni los varones ni las mujeres son un co y muchas de las organizaciones políticas que lo rei-
grupo natural o biológico, no poseen ninguna esencia vindican (Oliva Portolés, 2005). Esto las diferencia de
específica ni identidad que defender y no se definen las denominadas feministas comunistas (o socialistas),
por la cultura, la tradición, la ideología o las hormonas. aunque los usos de los términos de referencia no se
Varones y mujeres se definen por una relación social, corresponden estrictamente en los diversos mundos
material, concreta e histórica. Esta relación social es académicos o en los movimientos feministas; algunos
una relación de clase, que definen de modo peculiar, se mantienen más tradicionales frente a la teoría y las
ligada al sistema de producción, al trabajo y a la explo- prácticas marxistas, en especial en sus análisis sobre
tación de una clase por otra. Decimos que es una re- la sexualidad.
lación social que constituye la clase social de las mu-
jeres frente a la clase social de los varones, en una En suma, para las feministas materialistas france-
relación antagónica (ni guerra de los sexos, ni comple- sas, las mujeres forman parte de una clase social. Tres
mentaridad), una oposición de intereses, cuya resolu- son las líneas de análisis fundamentales dentro de esta
ción supone el fin de la explotación y la desaparición corriente. La primera está representada por Christine
de las mujeres y de los varones como clase. Esta defi- Delphy, quien afirma que la clase de las mujeres se
nición se formuló por primera vez en 1970 y, como se produce debido a la explotación del trabajo doméstico
ve, no remite a ningún biologismo o naturalismo. Las de las esposas –y de lxs menores– a manos de maridos
primeras obras en tratar a las mujeres como una reali- (y otros varones adultos), fundamentalmente en el mar-
dad sociológica y no como un grupo natural fueron las co del matrimonio y de la explotación familiar. Una se-
de Monique Wittig (1970, L’Idiot International), Chris- gunda línea está representada por Colette Guillaumin
tine Delphy (2001 [1975], L’ennemi principal y L’ex- (1934-2017), que avanza más allá del trabajo domés-
ploitation patriarcale, L’exploitation économique dans tico para afirmar que las mujeres constituyen una clase
la famille) y Nicole Mathieu (1970, “Notes pour une apropiada; es decir que ha sido apropiada no solo indi-
définition sociologique des catégories de sexe”). Esta vidualmente, en la institución matrimonial, sino en for-
posición guarda algunos puntos de contacto con lo ma colectiva por la clase de los varones, en las relacio-
que en EE.UU. se denominó feminismo radical (Puleo, nes que denomina de sexaje. Por su parte, en “Sexo,
2005, p. 43). raza e idea de la Naturaleza” (en Curiel-Falquet, 2005)
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Guillaumin traza un paralelo entre la situación de las poco a poco una visión dialéctica de los sexos al tomar
mujeres, apropiadas físicamente, en cuerpo y espíritu, nota de que ambos grupos (varones y mujeres) no son
por los varones, y la de las esclavas de las plantaciones sino fruto de la relación. Con el estudio de las relaciones
del siglo XVIII, quienes eran apropiadas como herra- de dominación, se supera el punto de vista que inscribe
mientas de producción y de reproducción. No se trata el problema de la mujer (perspectiva patriarcal) para pa-
de un paralelismo moralizador, sino que se enraíza en sar a examinar las relaciones entre varones, mujeres y,
el hecho de la apropiación y en sus consecuencias algo más tarde, otros géneros. Deja de hablarse de la
ideológicas; más precisamente, en el discurso que se condición de la mujer para arrojar luz sobre la compleja
construye respecto de la naturaleza. Guillaumin mues- trama de las relaciones sociales. Al mismo tiempo, se
tra cómo la construcción de la “ideología naturalista” crean conceptos teóricos que permiten comprender ras-
legitima la apropiación de las mujeres al cosificarlas gos específicos de la dominación; por ejemplo, la gratui-
mediante la “sexización”; es decir, por medio de la ra- dad del trabajo de las mujeres, la diferencia de salarios
cialización, la sexización y su inscripción dentro del entre ambos sexos, el acoso sexual, la presencia poten-
marco de un destino biológico (Oliva Portolés, 2005). cial constante de la violación como forma de control so-
En un artículo de 1981, recogido después en el libro cial que reduce la libertad de desplazamiento de las mu-
mencionado, Guillaumin constata que las teorías de las jeres, entre otros. Por último, otro legado no menor del
ciencias sociales –definidas como la faz mental de las feminismo a las ciencias sociales sería la conformación
relaciones concretas– habían sufrido una verdadera revo- de un conocimiento concreto y sistemáticamente explici-
lución que ponía en tela de juicio sus principios, dado el tado de la solidaridad de niveles de la realidad social. Lo
carácter único de los textos políticos generados por el concreto y lo teórico, las convicciones y las prácticas se
movimiento feminista en los años 70: expresión directa muestran como fases de una misma manera de abordar
del grupo oprimido, sin intermediarios, muchas veces de los análisis sobre el conflicto de las clases o el imperia-
autoría colectiva o en forma de volantes redactados por lismo, porque las conceptualizaciones y representacio-
grupos feministas de protesta. Se trata de escritos de nes de los sexos son para Guillaumin la faz simbólica de
una minoría (en el sentido de grupo de menor poder), las relaciones concretas (Puleo, 2017).
que si bien en principio fueron devaluados (o considera-
dos una amenaza), terminaron por generar un impacto Se puede identificar una tercera corriente en la
cuyas consecuencias están aún evaluándose tanto en el obra de Monique Wittig, quien analiza la heterosexuali-
plano de las prácticas cuanto en el de las teorías. Gui- dad como sistema político y dispositivo ideológico –al
llaumin distinguía cuatro efectos principales del resurgi- que denomina “pensamiento straight”– y que consti-
miento del feminismo en la segunda mitad del siglo XX. tuye, a su juicio, la base de la apropiación de las muje-
En primer término, la relación entre ambos sexos, consi- res y por ende de su situación de clase (Wittig, 2006).
derada hasta ese momento por las ciencias sociales Volveremos más adelante sobre esta teórica, tan influ-
como una relación perteneciente al ámbito de la natura- yente en el pensamiento de Judith Butler.
leza, se convierte en una relación social y se critican
hechos que con anterioridad se consideraban incuestio Por otra parte, se puede considerar a Christine
nables (por ejemplo: la división sexual del trabajo y el Delphy (1941) una heredera directa de de Beauvoir.
acceso desigual a los recursos materiales y económicos). Militante feminista histórica, pionera y protagonista
Se pasa, además, de una relación entre los sexos enten- destacada de la segunda ola del feminismo, cofunda-
dida como armonía preestablecida o complementariedad dora en 1970 del Mouvement de Liberatión des Fem-
natural a una descripción como problema; como toda mes (MLF) e investigadora del Centre National de la
relación humana, es compleja y está atravesada por el Recherche Scientifique de París, es también una teóri-
poder. En segundo lugar, las ciencias sociales alcanzan ca feminista con proyección internacional.
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En este momento se la considera la principal re- ción más importante entre ambas corrientes radica en
presentante del feminismo materialista, término de su el modo en que resuelven la llamada “contradicción
autoría que data de 1975. Su análisis sobre el modo de original”. La lectura marxista tradicional considera que
producción doméstico y su tesis de que el género pre- tal contradicción es de clase, por lo que la lucha de
cede al sexo constituyen sus dos contribuciones funda- clases subsume las aspiraciones de las mujeres, que
mentales al pensamiento feminista del siglo XX, y res- se verán liberadas cuando el capitalismo sea derrota-
ponden a su interés por desmontar las explicaciones do. Por el contrario, Delphy –que lee a de Beauvoir y a
naturalistas de la opresión de las mujeres, mostrando Millett con sumo cuidado– considera que las clases
que esa opresión es un fenómeno puramente social. están atravesadas por las diferencias de sexogénero y
En 1977 fundó, junto con Simone de Beauvoir y otras que, en consecuencia, las mujeres tienen intereses
importantes teóricas, la primera revista de estudios fe- propios que no se verían satisfechos aun cuando triun-
ministas en lengua francesa, Questions Féministes, fara la revolución proletaria. Por eso se asume como
que desde 1981 lleva por nombre Nouvelles Questions feminista materialista, corriente muy activa en las dé-
Féministes, y en la actualidad está a cargo de Jules cadas de los 70 y 80.
Falquet. Esta publicación difunde desde sus orígenes
una línea de pensamiento feminista materialista, antie- Desde ese punto de vista, Delphy considera que
sencialista y radical. las labores domésticas son el punto clave de la subordi-
nación de las mujeres. En efecto, en la época en que
Su obra parte de las críticas que Simone de Beau- Delphy comienza a estudiar el tema de las tareas o la-
voir le hace a los conceptos marxistas de clase y de bores domésticas, aún se las entendía como una activi-
trabajo en El segundo sexo. Como socióloga, Delphy dad “natural” de las mujeres que no merecían la deno-
emprende su investigación sobre las mujeres trabaja- minación de trabajo. Para la filósofa Hannah Arendt,
doras con una serie de artículos que primero publica por ejemplo, la diferencia entre labor (o tarea) y trabajo
en Questions Féministes hacia la década de los 70, y responde a características habitualmente adjudicadas a
luego en el libro L`ennemi principal (1975) como parte mujeres y varones (Arendt, [1958] 1993). Así, labor su-
de una compilación de temas referidos al patriarcado. pone pasividad y cumplimiento de un plan diseñado por
otros; en consecuencia, toda posibilidad de contribu-
Marxista crítica, quiere diferenciarse de otras fe- ción al producto final es de naturaleza secundaria. En
ministas que se denominan también marxistas (sobre cambio, el trabajo supone una actitud activa en la que
todo en EE.UU.), e identifica su posición como feminis- se sigue el propio plan: trabajando se alcanza un pro-
mo materialista. Más allá de sus semejanzas, la distin- ducto, algo que puede mostrarse como valioso. La pola-
ridad activo/pasivo permite identificar el tipo de activi-
dad que compete a cada sexo: ellos trabajan/ellas hacen
sus labores. La crianza es una labor femenina; la edu-
cación ciudadana es competencia de los varones, tal
como lo había entendido Rousseau en el Emilio.
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para la satisfacción de sus necesidades; solo que trans- ducción, son las relaciones de producción las que ex-
formando la realidad, se transforma a sí mismo. Sin plican que sus trabajos se vean excluidos del mundo
embargo, los primeros reciben remuneración y las se- del valor. Quienes se ven excluidas del mercado (y del
gundas, si se trata de producción doméstica, no la per- intercambio) son las mujeres en tanto que agentes
ciben. Ahora bien, como advierte Delphy, ni el varón económicos; no su producción. (2001, p. 14, traduc-
vive su trabajo como ámbito de la creatividad y la auto- ción propia)
rrealización, ni las mujeres meramente reproducen de
modo pasivo las labores domésticas que le fueron asig- Excluido del mundo del valor y anclado en el del uso, el
nadas; en consecuencia, es preciso “desbordar el ma- trabajo doméstico queda invisibilizado como tal. Por
terialismo histórico”. Considera que una de las claves tanto, según Delphy, es necesario analizar las relacio-
analíticas de la cuestión de la mujer reside en la pro- nes existentes entre la naturaleza de los bienes, el tra-
puesta metodológica de de Beauvoir, que atiende al bajo doméstico y el modo de producción de esos bienes
entrecruzamiento de las variables de familia, clase, me- y servicios, examinar en qué consiste la clase de las
dio y raza para situar a las mujeres más allá de la lectu- mujeres, y esbozar, a grandes rasgos, las perspectivas
ra del patriarcado capitalista heterosexual y normativo, políticas del movimiento de mujeres en términos de ob-
entendido como sistema hegemónico. En su análisis, jetivos, movilización y alianzas políticas. En su análisis
Delphy vincula a la mujer con la producción, y la iden- materialista, retoma un conjunto de temas –claramente
tifica por su peculiaridad con el “modo de producción de origen, pero desde otro ángulo– y redefine a las mu-
doméstico”, en el sentido marxista del concepto (Del- jeres como “clase” subordinada al conjunto de los varo-
phy, 2001, pp. 11-12). Este modo de producción coe- nes y cuyo trabajo se considera no calificado, supuesta-
xiste con el patriarcado a lo largo de la historia y tam- mente improductivo y no digno de reconocimiento.
bién, en la actualidad, con el capitalismo. Entre los Dado que el producto no es reconocido, tampoco lo es
“males reales” con los que viven las mujeres –las pala- quien lo realiza; y esa es la base de la opresión de las
bras son de de Beauvoir– la autora identifica los vincu- mujeres. Ahora bien, según la clase a la que pertenezca
lados al “trabajo doméstico” (nótese la redefinición que el esposo (obrero, burgués, etc.) –a la que su esposa
lleva a cabo), base de su explotación y de su no recono- queda adscripta– las situaciones individuales de las
cimiento. En principio, porque el trabajo doméstico no mujeres pueden presentar variantes singulares, pero
tiene el mismo estatus que las actividades que identifi- que siempre se construyen sobre una jerarquización su-
can a la clase trabajadora (proletaria) y, por lo tanto, las puestamente natural de los sexos. Sobre esa base, la
mujeres carecen de los beneficios legales que logró la primera actividad de una feminista materialista debe
clase obrera: jornada de ocho horas, vacaciones pagas, ser la concienciación (nótese que acuña una variante
retiro jubilatorio, etc. Es decir, de la definición de las del término marxista “concientización”), que se funda
actividades de las mujeres como “no-trabajo” se sigue en alcanzar la autopercepción y la percepción colectiva
un conjunto de violaciones a sus derechos laborales y de un “nosotras” mujeres también trabajadoras.
que a lo largo de la historia han implicado únicamente
a las trabajadoras domésticas en calidad de amas-de- Por lo tanto, la diferencia fundamental que halla
casa. Para Delphy, esa situación constituye un impor- Delphy se centra en distinguir entre “trabajo remunera-
tante remanente de la ideología patriarcal dominante y, do” para los varones y “trabajo no remunerado” (en
en consecuencia, un desconocimiento del valor del tra- adelante TR y TNR, respectivamente) para las mujeres.
bajo doméstico. En sus palabras: Es decir, la insatisfacción y explotación de cualquier
sujeto entendido como trabajador –fabricador de algo
… lejos de ser la naturaleza de los trabajos realizados que no le pertenece a sí mismo– es equivalente en
por las mujeres la que explica sus relaciones de pro- varones y mujeres. Pero la explotación de las mujeres
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se agrava porque no perciben remuneración alguna, ni méstico. Este proceso de exclusión o marginalización
obtienen reconocimiento por una parte importante del se profundizó –según Nuño Gómez– con la ruptura par-
trabajo que realizan, en tanto se lo considera natural, o cial del modelo excluyente y con la inclusión diferen-
que les corresponde hacerlo por naturaleza, esencia, ciada (menor salario, por ejemplo) de las mujeres en el
tradición, etc. En otras palabras, la alienación que vi- espacio público en el proceso de industrialización, que
ven los trabajadores en todas las sociedades capitalis- no alcanza a modificar la tradicional división sexual del
tas se agrava en el caso de las mujeres porque toda la trabajo. Los nudos críticos de este proceso de cambio
estructura social, que es patriarcal, se asienta sobre su se manifiestan en los movimientos precursores del su-
TNR. En su época, Delphy calculó que el TNR de las fragismo internacional, esencialmente en el sufragismo
mujeres ascendía aproximadamente a un 30 % del tra- británico y norteamericano.
bajo total global pago de los varones. Esto quiere decir
que además de ese trabajo impago (y por tanto “invisi- Entre las claves de lo que denomina “un proceso
ble” en teorías, prácticas y estadísticas), las mujeres parcialmente inclusivo” desde una mirada feminista,
realizan además trabajo “visible”, es decir, TR recono- Nuño Gómez atiende a la transformación que implica
cido como tal. Sumando ambos tipos de trabajo, la la consolidación del modelo identitario femenino y fa-
cuota laboral de las mujeres en el mundo excede en miliar en la construcción social de las responsabilida-
forma significativa a la de los varones. Sin embargo, des del cuidado, el valor del espacio privado, así como
según el estereotipo acuñado en el siglo XIX, el varón de la distribución por sexo del trabajo doméstico y del
se considera el “proveedor” (Nuño Gómez, 2010; Soza asalariado. Su posición –como en su época la novedad
Rossi, 2016). de Delphy– se apoya en fuentes estadísticas oficiales
(de España y de la Unión Europea, en general) y en el
En su obra El mito del varón sustentador (2010), análisis de censos oficiales desde el siglo XVIII en ade-
Nuño Gómez analiza la incorporación de las mujeres al lante, tanto del ámbito local cuanto internacional.
espacio público y recorre de modo riguroso la evolución Como resultado, puede concluir que la incorporación
histórica de la división sexual del trabajo y del recono- de las mujeres al espacio público ha sido una de las
cimiento de los derechos políticos, civiles, laborales y mayores revoluciones del siglo XX, pero todavía está
culturales de las mujeres. Partiendo de la histórica di- incompleta. Persisten aún resistencias al cambio, orga-
visión sexual del trabajo (Engels, de Beauvoir, Millett, nizaciones tradicionales del espacio público como co-
Delphy, entre otras), la autora hace un tratamiento por- rrespondiente a los varones, modos organizacionales
menorizado de los principales textos del contractualis- tradicionales del trabajo doméstico; en fin, ambas es-
mo clásico, así como de las revisiones y aportes críti- feras se mantienen como si no hubiera habido cambios
cos del feminismo a sus bases teóricas, para analizar al sumarle el trabajo de las mujeres. Las resistencias al
en la primera parte los mecanismos que permitieron cambio que detecta Nuño Gómez impiden que la rela-
argumentar y justificar la exclusión de las mujeres del ción de las mujeres con el empleo goce de la autono-
espacio público o la división sexual del trabajo, y con- mía que los varones han disfrutado históricamente. La
cluye en lo que denomina “el espejismo emancipador” consecuencia más importante es la presencia precari-
de la Revolución Francesa. El seguimiento de sus con- zada de mujeres en el empleo y un pronóstico incierto
tradicciones internas le permite evaluar logros y retro- para las próximas generaciones, al menos en Europa.
cesos en la situación económico-laboral de las muje- Como lo advierte la autora, la conciliación del trabajo
res, y el paso de una economía feudal a una industrial, doméstico y el asalariado, por un lado, y la ruptura
con la traslación del lugar de producción del hogar a la parcial de la división sexual del trabajo, por otro, pro-
fábrica que opacó el trabajo productivo de las mujeres vocan incertidumbre respecto de la sustentabilidad del
y generó una gran hostilidad hacia su trabajo extrado- modelo de protección social del Estado de bienestar.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 58
La situación general exige el tratamiento integral del violencia compromete opciones individuales de pro-
problema y no medidas aisladas, con “soluciones” pre- yectos de vida y, además, la autonomía personal de
carias y parciales. las mujeres.
En otro orden de ideas, el artículo de Soza Rossi En nuestra América Latina, una pionera de este
(2016) inscribe la invisibilización del trabajo domésti- tipo de investigaciones fue Isabel Larguía (Belluc-
co y de las tareas de cuidado en un modo de violencia ci-Theumer, 2018), quien incluso se adelantó a mu-
contra las mujeres. Parte de la denominación de “tra- chas investigadoras ampliamente conocidas como Ca-
bajo invisible”, negado, desvalorizado o subvaloriza- talina Weiderman. La obra que acabamos de mencio-
do. La investigadora da cuenta del malestar de la “do- nar comienza con una inquietante cita de Larguía y
ble presencia” y sus consecuencias para la salud físi- Dumoulin (no lo consignan) que dice: “Si la mujer
ca y mental de las mujeres, y, siguiendo a Alicia Pu- comprendiera hasta qué punto está deformada, hasta
leo, exige crear los instrumentos analíticos adecuados qué punto es explotada, se negaría a seguir proporcio-
para desafiar las relaciones patriarcales de dominio nando trabajo invisible, trabajo no remunerado. Los ci-
que mantienen esa situación. No obstante, Soza Ros- mientos de la sociedad de clases se hundirán antes de
si detecta prácticas que las mujeres desarrollan con- tiempo” (p. 15). A partir de 1969, desde la Cuba revo-
tra la violencia de la desvalorización del trabajo do- lucionaria, desarrollaron investigaciones que no preten-
méstico y de cuidado de otros/as, tanto en espacios dieron ser una nota a pie de página de los textos de
intrahogares como en los ámbitos sociales de carácter Marx y Engels, sino que, en su primer manuscrito –ti-
colectivo. Por eso identifica, en los comportamientos tulado “Por un feminismo científico”, editado hacia
de subordinación, entramados en la vida cotidiana de 1971 por Casa de Las Américas– dejaron establecido
las mujeres que se adscriben –por acción u omisión– el esfuerzo intelectual que llevaron a cabo en su inte-
a la división sociosexual tradicional del trabajo, en rés por examinar y comprender las diversas modalida-
especial el que se naturaliza en la organización de la des de explotación que atañen a las mujeres, para así
vida diaria. Las consecuencias que experimentan las iluminar posibles alternativas emancipatorias (Belluc-
mujeres frente al trabajo doméstico y de cuidado, que ci-Theumer, 2018). La contribución de Larguía-Du-
no se reconoce ni se valora como aporte fundamental moulin es un modo de adentrarse en los complejos
a la reproducción de las sociedades contemporáneas, vínculos (o, como diría Heidi Hartmann, desdichado
incide en su autoestima, en la valoración de sí mis- matrimonio) entre feminismo y marxismo. Las tensio-
mas, su lugar en la sociedad y en las funciones bási- nes entre las feministas y las organizaciones de iz-
cas de supervivencia, individual y grupal; en la res- quierda se hicieron evidentes en toda América Latina y
ponsabilidad de la gestación de nuevas vidas y en la el Caribe. El mapa que dibujaron Larguía-Dumoulin
prestación directa de servicios básicos al conjunto de alcanzó trazos firmes a partir de la incorporación de
la población a través de la administración de los ho- categorías comprensivas tales como trabajo invisible,
gares (alimentación, cuidado de la salud, vestido, que permitió analizar no solo la coyuntura cubana sino,
etc.). Siguiendo a la socióloga Evangelina Dorola, la por extensión, la de todas las sociedades latinoameri-
denomina “violencia invisible”; no es contingente, canas que en la década de los 70 vivían una fuerte
sino inherente a la constitución misma de la mayoría intensificación de los conflictos de clase (Belluc-
de las organizaciones familiares históricas y contem- ci-Theumer, 2018, p. 15-16).
poráneas (2016, p. 183). Esto supone que tal violen-
cia está implícita en los roles de reproducción de las Por su parte, Delphy identificó también la dificul-
condiciones de la vida, el cuidado y la atención de tad central del trabajo doméstico y de cuidado. Se tra-
otros/as asignados naturalmente a las mujeres. Esta ta de un tipo de explotación peculiar que denominó
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 59
explotación patriarcal, la que conforma –a su juicio– la sor para que el sistema se conserve y se reproduzca.
base misma de la opresión de las mujeres indepen- En esa línea, Delphy advierte también que la domina-
dientemente de su opción sexual, etnia, clase o cultu- ción patriarcal, como toda dominación, construye dis-
ra, y que la revolución proletaria no puede eliminar. De cursos sustentadores de su propia estructura –en este
hecho, como señala Batya Weinbaum (1984), cuando caso sobre la inferioridad natural, la naturalidad de
por la clase social del marido (o del padre) una mujer las tareas de cuidado o de las labores domésticas
queda eximida de hacer sus labores domésticas, la re- para hacerlas propias de las mujeres– sin más expli-
emplaza otra mujer, ya sea de manera gratuita (su ma- cación que la afirmación de que lo son. De la misma
dre, por ejemplo) u otra subremunerada (una empleada manera que la ideología racista afecta a los “negros”
de servicio doméstico, precarizada). Por eso, cuando o a los “judíos”, la ideología patriarcal sostiene las
Delphy estudia la condición femenina se centra en la prácticas sociales materiales que discriminan e infe-
opresión de las mujeres debida al patriarcado, en su riorizan a las mujeres.
explotación económica tanto como sexual.
El segundo volumen se titula Pensar el género. En
El primer volumen de El enemigo principal (1970) él presenta un análisis material de la sociedad en tér-
examina la economía política patriarcal, y Delphy se minos sociológicos y políticos. Fundamenta la com-
pregunta qué y cuál es el enemigo principal. Respon- prensión de todas las opresiones –al igual que Kate
de a ambas preguntas y apela a la noción de “estruc- Millett– en la dominación sexual patriarcal y, en conse-
tura” patriarcal. No remite a los varones en general ni cuencia, genera un proyecto de “emancipación”. Titula
en particular, sino que llama la atención sobre el sis- su prefacio “Crítica a la razón natural” y, como es fácil
tema estructural patriarcal. El enemigo principal es el inferir del título, se propone dar cuenta de las lógicas
patriarcado como sistema autónomo de explotación y de la opresión basadas en la naturalización de la infe-
de dominación de las mujeres sobre la base de una rioridad, la incapacidad, la subordinación, etc. Delphy
construcción estructural jerárquica e inigualitaria. In- intenta revertir las perspectivas tradicionales que con-
troduce así una mirada totalmente novedosa para su tradicen la igualdad de las mujeres analizando, des-
época. En ese sentido señala la necesidad de redefi- montando y sustituyendo los argumentos “científicos”
nir la noción de trabajo, ya no en función de la remu- y los discursos “místicos” que así la consideran. Como
neración recibida, sino del tiempo empleado en su método, le exige constantemente al lector/a que susti-
realización. Rechaza las bases biologicistas sobre las tuya el lugar donde dice “mujer/es” (o un nombre fe-
que se funda la naturalización del trabajo doméstico menino) por el nombre de un sujeto varón y constate el
como extensión de la gestación biológica y de las ta- efecto que produce. Consecuencia de esta estrategia
reas naturales de cuidado –fundamentadas en diver- es la resignificación de las labores domésticas como
sas teorías de los “instintos”– para mostrar que esas trabajo doméstico, la que comienza a difundirse a par-
posiciones responden a lo que denomina “ideología tir de los años setenta del siglo XX.
patriarcal”. De ese modo el feminismo materialista re-
chaza las (supuestas) bases biológicas o la referencia Como Susan Moller Okin y otras teóricas, Delphy
a una esencia “mujer” para justificar su subordina- también considera necesario revisar la organización fa-
ción. Denuncia, en cambio, que dicha subordinación miliar tradicional, sus funciones y sus características,
se funda en un discurso construido por la ideología para desnaturalizarla. En consecuencia, insta a revisar
patriarcal, en tanto que toda dominación se sostiene conceptos tales como herencia, divorcio, derechos, fa-
más bien por la persuasión ideológica (a veces natu- milia disfuncional, entre otros. Del mismo modo, llama
ralizada) que por la fuerza. Ya señalaba de Beauvoir la la atención sobre los modos diferenciados de socializa-
necesaria complicidad (tácita o explícita) con el opre- ción y educación de niños y niñas.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 60
En el marco de un evento realizado para celebrar domésticas (impagas) a cambio de casa y comida.
los 50 años de la publicación de El segundo sexo de Aquellas que lograban insertarse en el mercado labo-
Simone de Beauvoir, Delphy exploró un problema que ral cumplían con una doble jornada: por un lado, el
le preocupa especialmente. En efecto, con el título trabajo (minus) remunerado que realizaban en el ám-
de Questions Féministes y Nouvelles Questions Fémi- bito público; por otro, el TNR que realizaban en el
nistes examinó la separación entre praxis y teoría; es hogar. Ese trabajo invisible del que habla Soza Rossi,
decir, la dicotomía que se produce entre las mujeres propio de la explotación patriarcal, hace que el “ene-
que hacen teoría y las que militan o pertenecen al migo principal” siga siendo el patriarcado que lo apa-
movimiento. A su juicio, la institucionalización de los ña y promueve; no los varones, que tienen también
estudios feministas trae como una de sus consecuen- sus propias explotaciones, aunque se beneficien de
cias más importantes la despolitización, que desvin- esta. Todo ello obliga a la autora a redefinir la noción
cula teoría y militancia. Si la institucionalización es la de trabajo en términos de tiempo invertido, sea sin-
condición para que los estudios feministas se inser- crónico (varias actividades al mismo tiempo) o diacró-
ten en el ámbito de “la investigación y la docencia nico (una actividad tras otra).
seria y reconocida” bajo parámetros establecidos
previamente por una academia patriarcal (que domi- Bajo estas circunstancias, la memoria generizada
na el juego institucional), la desvinculación entre teo- es un deber. De ahí que Delphy se pregunte cómo
rías y prácticas se ve favorecida. Por tanto, a su jui- transmitir la experiencia y el saber de las mujeres, así
cio, el precio de la institucionalización del feminismo como su historia para que se sepa que la tienen; cómo
es esa escisión entre teoría y práctica lo que podría dejar huella y genealogía femenina, aun cuando muchas
banalizar el pensamiento feminista y convertirlo en generaciones de mujeres vivan ajenas al feminismo, y
una asignatura intelectual más sin conexión con la cómo identificarlo y significarlo positivamente. Estas y
realidad concreta. otras cuestiones la llevan a reconocer varios factores
que, considera, hay que atender: el poder de los medios
Por otra parte, aunque Delphy critica fuertemen- de comunicación, que presentan al feminismo de modo
te al marxismo tradicional, toma de él algunos con- negativo; los prejuicios, que suelen hablar de “los exce-
ceptos fundamentales de su contribución teórica, sos” del feminismo y sus logros; las mujeres que supo-
como la noción de estructura. El patriarcado queda nen que ya se ha alcanzado todo y nada más puede
definido en términos estructurales y no individuales. hacerse; y por último, la persistencia de posiciones
La opresión de las mujeres no es meramente psicoló- esencialistas y naturalizadas en amplios sectores de la
gica ni puede superarse desde ese plano; por el con- sociedad. Tanto estas como otras consideraciones afi-
trario, es estructural y se sostiene gracias a una ideo- nes llevan a Delphy a examinar el concepto de género,
logía ad hoc: la ideología patriarcal. Además, la opre- procedente de la academia estadounidense.
sión de las mujeres va más allá de la lucha de clases
en términos marxistas. Según Delphy, y a partir de su Como hemos visto, la mayor parte de la obra de
redefinición de la noción de clase, las mujeres se en- esta estudiosa francesa se desarrolla al margen del
cuentran por debajo del proletariado masculino, ya concepto de género. Sin embargo, recientemente
que incluso los varones proletarios (y ellos quizá más (1995) se hace cargo del término y formula algunas
que otros) se benefician de la opresión patriarcal de precisiones que están en consonancia con su mirada
las mujeres, tal como habían denunciado las anar- materialista de la realidad. No se suma a las corrientes
quistas de la Voz de la Mujer (Rosario, 1897-1899). “post” que desconocen la base biológica de los seres
Históricamente excluidas del mercado laboral, queda- humanos, pero considera que el sexo tiene dos aspec-
ron atadas al hogar, donde llevaron a cabo las tareas tos: uno social y otro biológico. Por tanto, denomina
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 61
género al aspecto social y lo considera previo al sexo dez que la esperanza de un tercer sexo/género (¿an-
biológico, en tanto los significados de los sexos están drógino?) es una falacia, “una dulce ilusión”. Mientras
“en el mundo”: es decir, son culturales. De modo que, perdure la explotación material de una clase social de
para Delphy, el concepto de género traduce o se hace sexo por la otra –ya que es precisamente dicha explo-
cargo del aspecto social de la sexualidad, de los man- tación la que crea la binaridad de las clases de sexo–,
datos sociales, de las conceptualizaciones epocales de cualesquiera que sean las transgresiones de género y
qué debe ser una mujer o un varón. Como en Sartre o de la sexualidad que cada sociedad organice o permi-
en de Beauvoir, dado que los significados están en el ta, existirá un género y sobre todo un sexo que se
mundo y hacen la realidad, preceden a la sexualidad y quedará siempre abajo en la jerarquía social: el de las
a la vida en general. También al igual que de Beauvoir, mujeres. No es porque Mathieu crea en una binaridad
Delphy entiende al sexo en términos de “sexo vivido” o esencial o natural de la especie humana, sino porque
de “sexualidad vivida”, socialmente construida pero considera que la división sexual del trabajo crea la su-
vinculada a una cierta biología. puesta complementariedad y dependencia mutua en-
tre varones y mujeres. Dicha binaridad no se origina
En suma, denuncia que se presentan así dos es- en la biología, y tampoco en la naturaleza; menos aún
tructuras ideológicas y económicas simultáneas: una en una voluntad divina. Simplemente se origina en la
acepta la demanda de independencia de las mujeres, y organización del trabajo y su explotación, la que pare-
la otra legitima que las mujeres permanezcan como ce bastante universal aunque posea numerosas va-
amas de casa y que las mantenga el marido. Si el se- riantes. Por eso, la antropóloga francesa se niega a
gundo tipo de discurso no desaparece –sostiene Del- reconocer terceros o cuartos sexos, que opacan el he-
phy– y si las familias patriarcales siguen indirectamen- cho de que el trabajo material que se tiene que reali-
te subvencionadas por los estados, la socialización de zar y los privilegios que de él dependen siguen siendo
las mujeres en la dependencia persistirá tanto como el mucho más ventajosos para quien ha nacido varón en
modelo del varón proveedor del que habla Laura Nuño todas las sociedades que conocemos (Curiel-Falquet,
García. Entonces, en general, la paridad se habrá per- 2005). Incluso la creencia en la existencia de socieda-
dido. Por eso el feminismo sigue siendo una utopía. des matriarcales es, para Mathieu, contrariamente a lo
que muchos sostienen, una forma de aferrarse a un
Otras dos teóricas vienen a completar el núcleo mito que se vuelve un obstáculo para el conocimiento
central del pensamiento feminista materialista: Nico- efectivo. Es una mistificación, y por ende, un freno
le-Claude Mathieu (1937-2014) y Paola Tabet. La pri- para modificar la verdadera situación: es el mito del
mera, antropóloga y socióloga, planteó en 1971 con paraíso perdido.
claridad y sistematicidad un conjunto de definiciones
de sexo y de género en su calidad de variables socio- Por último, Paola Tabet, cuyos artículos funda-
lógicas. Del mismo modo reflexionó sobre la ideología, mentales han sido traducidos recientemente, contribu-
el desigual reparto de los valores culturales y las con- ye al feminismo materialista con un agudo análisis en
diciones materiales de la (im)posibilidad de rebelarse, el que aborda las relaciones entre las “razas”, las cla-
en torno a la idea de que “ceder no es consentir” ses y el cuerpo de las mujeres.
(Mathieu, 1985). Le debemos, además, el esquema
más completo de la forma en que las diferentes socie- Antropóloga y socióloga de origen italiano y exilia-
dades articulan sexo, género y sexualidad. Se trata de da por muchos años en New York, Tabet trabajó prin-
un trabajo magistral, que demuestra una notable ca- cipalmente sobre el subequipamiento material de las
pacidad para sustraerse de su propia visión cultural y mujeres en relación con los varones, la reproducción y
política. Nicole-Claude Mathieu muestra con toda niti- la sexualidad, así como sobre el racismo. La reciente
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traducción al castellano de sus artículos más consa- tema, y el acceso diferenciado a las herramientas y las
grados –en una compilación titulada Los dedos corta- armas según el sexo.
dos, realizada por Jules Falquet (Tabet, 2018)– ha
favorecido la difusión de su pensamiento. En dicha Con el grupo de Questions Féministes comenzó a
compilación se incluyen: “El intercambio económi- analizar la profunda naturalización de todas las activi-
co-sexual: del don a la tarifa”, “Fertilidad natural, re- dades relativas a mujeres y varones. Junto a Christine
producción forzada”, “Las manos, los instrumentos, Delphy, primero, y luego también con Nicole-Claude
las armas” y “La gran estafa” (La grande arnaque) Mathieu y Colette Guillaumin, cuestionó la desigualdad
(2005). El trabajo de Paola Tabet cuestiona las bases entre mujeres y varones, los diversos grados de violen-
mismas de las lógicas patriarcales, y “Pone al desnu- cia que se ejercen para mantenerla, tanto en las socie-
do la naturalización de la situación de las mujeres y de dades no occidentales como en las occidentales. Las
las actividades consideradas propias de ellas” (Tabet, condiciones materiales en las que viven las mujeres,
2018, p. 27). La obra analiza tres bastiones del poder más que el lugar y la época, son las que les permiten
patriarcal: el acaparamiento de las mejores herramien- (o no) tener conciencia crítica de su situación y, a ve-
tas y armas; el control de la procreación y la cosifica- ces, revertirla parcialmente.
ción y domesticación de la sexualidad de las mujeres.
Tras una experiencia vinculada al movimiento hippie Siguiendo el orden de la compilación, en el pri-
de los años sesenta, retornó a la investigación y a la mer capítulo Tabet analiza lo que denomina “inter-
academia estudiando las desigualdades, en especial cambio económico-sexual”. Su análisis sobre la pros-
entre los sexos. Trabajó en la Universidad de Pisa, y titución o lo que llama relaciones sexuales contra com-
luego se relacionó con el grupo de Questions Féminis- pensación puso en evidencia la profunda enajenación
tes; eligió la antropología estructural de Lévi-Strauss y cosificación de la sexualidad de las mujeres, tema
como su nueva disciplina de competencia y se orientó que retoma en el último capítulo, “La gran estafa”,
a examinar el problema de la división sexual del traba- publicado por primera vez en 2004. Concluye que
jo, constatando el vacío teórico que había sobre el todo trabajo realizado por las mujeres (incluyendo la
prostitución) constituye un sistema que solo refuerza
la posición social de los varones. En un ejercicio de
descentración de los mitos occidentales dominantes,
entrevistó a mujeres de Níger, quienes, ajenas a los
moldes occidentales, ratificaron el modo en que “ga-
naban” (dinero y visibilidad) al tener relaciones sexua-
les con varones dentro o fuera del matrimonio, en tér-
minos de prostitución, lo que la llevó a participar en el
Primer Congreso Internacional de las Putas, en Ma-
drid, organizado por la estadounidense Gail Pheter-
son, entre otras. El desarrollo de Tabet apunta su ob-
servación a la continuidad entre esposas y putas, el
constante intercambio económico-sexual de las muje-
res. Allí valen las situaciones específicas, caracteriza-
das por tres elementos: menor acceso de las mujeres
a los recursos en relación con los varones, un menor
acceso al conocimiento (técnico y sexual), y la amena-
Paola Tabet (Pisa, 1935) za permanente de la violencia (o su concreción), todo
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ello en contextos de dominación patriarcal. A esto se y a especializar su cuerpo para tales fines, y pone so-
agrega que casi siempre los hijos están a su cargo. bre el tapete la medida en que ese “trabajo” está alie-
nado y/o explotado, así como el papel (incipiente) que
Según nuestra teórica, el concepto de continuum juegan los avances tecnológicos al respecto, que mere-
matrimonio-prostitución en diferentes sociedades tan- cería profundizarse dado el progreso de tales técnicas.
to no occidentales cuanto occidentales muestra cómo,
privadas de los medios para ganarse la vida o garanti- Por último, la desigual división del trabajo entre
zar su subsistencia, las mujeres se ven obligadas a los sexos aún hoy se apoya en un acceso diferenciado
intercambiar su sexualidad y objetivarla en pos de su a las herramientas, a las armas y al conocimiento. Así,
sobrevivencia material. Por eso desdibuja las (supues- en “Las manos, los instrumentos, las armas”, original-
tas) diferencias entre las mujeres malas y las mujeres mente publicado en 1979, Tabet denuncia cómo las
buenas, convirtiendo el “límite” en una cuestión socio- mujeres trabajan con herramientas de segunda y mues-
cultural y política. A su vez, ese concepto le permite tra que el mantenimiento deliberado de las mujeres en
analizar la forma en que la sexualidad de las mujeres la ignorancia y en el subequipamiento técnico son in-
se intercambia, ya que para ella se trata de un verda- cluso hoy en día dos de los principales pilares de su
dero trabajo en el sentido marxiano. Sus análisis se opresión; opresión que también descansa en una enor-
corresponden con la creciente visibilidad política de me violencia. Así, la división sexual del trabajo, lejos de
algunos colectivos de prostitutas, que comienzan a or- ser natural, decanta a favor de los varones, propiciada
ganizarse a partir de los años ochenta –primero en por un entramado social invisibilizado que implica en
EE.UU. y luego en Holanda e Italia– para luchar por primer término una profunda brecha técnica, pero tam-
sus derechos laborales, respaldados por algunas femi- bién el monopolio de las armas y de cualquier otra he-
nistas como Gail Pheterson y Margot Saint James. rramienta que permita ejercer la violencia de manera
eficaz (incluyendo la violación masiva). Como lo señala
El segundo capítulo, “Fertilidad natural, reproduc- Falquet, la antropóloga italiana pone al descubierto
ción forzada”, reedita un largo artículo publicado en cómo en la mayoría de las sociedades conocidas, la
1985 en el que examina la procreación y cómo la so- organización social coloca las herramientas y los me-
ciedad ve solo a la maternidad como un hecho natural dios de producción básicos –y sobre todo el monopolio
y no así a la paternidad. En primer término, Tabet del acceso a las armas– en manos de los varones.
muestra cómo las hembras de la especie humana,
poco fecundas por naturaleza, son socialmente forza- El feminismo francés desarrolló también el con-
das a la reproducción biológica. Explica cómo diferen- cepto de democracia paritaria. Como advierte Sylviane
tes sociedades organizan la reproducción en términos Agacinski, ya en 1980 Hubertine Auclert avanzó sobre
del “trabajo” –explotado y enajenado– de las mujeres, la idea de “paridad”. La paridad plantea su interés por
lo que queda de manifiesto con el alquiler de vientres la cosa pública y las responsabilidades que se derivan,
o maternidad subrogada o sustitutoria, que exige un subrayando que deben recaer sobre varones y mujeres
producto de “calidad” (sexo o raza, entre otros). Es por igual, razón por la cual ambos sexos deben tener la
decir, pone en evidencia la complejidad de la organiza- misma representación parlamentaria puesto que en el
ción social puesta al servicio de la reproducción bioló- mundo hay un 50 % de mujeres y un 50 % de varones,
gica naturalizada y, sobre todo, la coerción y la violen- aproximadamente (Agacinski, 1998). Ese reparto pari-
cia social encubierta que la acompañan. Por eso, Tabet tario constituye una toma de posición frente a la dife-
denomina procreación forzada al conjunto de interven- rencia de los sexos, su jerarquización y la necesidad de
ciones sociales sobre el cuerpo, la sexualidad y la vida inventar soluciones originales para su representación
de las mujeres, destinadas a maximizar la procreación política. Para Delphy, la reivindicación de la paridad de-
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 64
bería formularse sobre la idea de clases, de grupos his- tuir un grupo político basado en el género. Primero ha-
tóricamente constituidos por intereses comunes y sobre bría que construir una conciencia de género (provisio-
la base de acciones afirmativas/positivas o de recupera- nal), en la que las mujeres se reconocieran como opri-
ción respecto de un prejuicio reconocido a lo largo de la midas. Luego, luchar para combatir y superar las divi-
historia. Esta última consideración dio paso a las deno- siones generizadas (como la división sexual del trabajo),
minadas políticas de acción afirmativa. La acción afir- porque mientras las estructuras patriarcales permanez-
mativa tiende a compensar carencias históricas de re- can, será difícil legitimar el empleo y el reconocimiento
presentación, como sucede con los negros, latinos o paritario de las mujeres. Esta dificultad se centra en
mujeres en ciertos países. Delphy agrega que la con- que los estados “financian” la dependencia de las mu-
ceptualización de esa reivindicación debe formularse jeres indirectamente y de diversos modos: por ejemplo,
sobre la exigencia de la representación y de la actividad con el salario familiar que históricamente solo cobraban
política del grupo, precisamente porque ha sido siempre los varones. Recordemos que en nuestro país, hace
oprimido. La mejor propuesta sería, a su juicio, consti- muy poco tiempo que se lo cobra de modo indistinto.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Violencia económica, “trabajo” y “clase” | PGD eBooks #8| 65
Diferencia, concienciación y lucha
En los capítulos previos perfilé algunas corrientes tron- primer momento en la ponderación de cierto carácter
cales derivadas de las nociones ilustradas de igualdad diferenciado de las mujeres qua mujeres: la materni-
y de universalidad. Ese paradigma proveyó argumentos dad. Esta diferencia tomó dos caminos: uno propia-
a las mujeres, a las poblaciones de color (mujeres y mente político y no desvinculado de los ideales de la
varones) y, en general, a muchos grupos formalmente igualdad; otro que desarrolló posiciones más metafísi-
excluidos para alegar por su derecho a la igualdad. Sin cas, sobre todo bajo la influencia de lecturas derridea-
embargo, vale la advertencia de Hannah Arendt –tan- nas de la différance.
tas veces repetida– de distinguir entre lo político y lo
social, o entre lo formal y lo material. Una vez hecha Como se sabe, la diferencia, lejos de ser clara y
buena parte de las reformas legales del caso, la exclu- evidente, es compleja, polisémica y en general incom-
sión continuaba por cuestiones de índole material, y pleta, ya que siempre puede establecerse una nueva
respondía a otro orden de mecanismos. Un famoso li- diferencia sobre la base de alguna anterior. Volvamos a
bro dio la señal de alerta. En más de 400 páginas, la paradoja Wollstonecraft, que mencioné en el primer
Germaine Greer alentaba a las amas de casa (housewi- capítulo. Ante los “cuernos del dilema: igualdad o dife-
ves) a hacer su propia revolución. Por un lado, sostenía rencia”, vimos que de Beauvoir (y otrxs) optan, en pri-
la autora, a veces en un lenguaje poco convencional, mer término, por la igualdad. A continuación, esbozo la
algunas feministas creen que la noción de igualdad so- línea teórica que se centra en la diferencia entendida
cial, legal, ocupacional, económica, política y moral como diferencia sexual, pero que no reniega de los
evitará la discriminación de sus “enemigos”. Por otro, principios ilustrados, aunque los discuta. Tal el caso de
creen en el ideal de una vida mejor para todxs, que Greer, que pone el acento en la sexualidad y el deseo
podrá alcanzarse gracias a prácticas políticas correc- de las mujeres. Por su parte, activistas como la italiana
tas. Pero, continúa irónicamente, ninguna alternativa Carla Lonzi y su grupo Rivolta Femminile, comienzan a
es satisfactoria para las mujeres desilusionadas de los criticar las reivindicaciones políticas de la igualdad, de-
métodos políticos convencionales, sean totalitarios, re-
volucionarios o constitucionales. Un ama de casa, para
lograr su liberación, debe esperar a que la “revolución”
tenga éxito; mientras tanto no debe perder las esperan-
zas. Es necesario inventar otros métodos: la igualdad
no es suficiente (Greer, 1970).
Primera traducción
Carla Lonzi. Tapa original (1974). al castellano (1978) Reedición comentada (2013)
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sexualidad, de su propio placer y deseo; en síntesis, de el matrimonio es la primera regla de control institucio-
su propio proyecto. En su Manifiesto (1970), Rivolta nal, y reformar la sociedad. Esto, argumenta, sin el
Femminile destaca el orden sexual jerárquico que puso feminismo es imposible.
históricamente a las mujeres en el lugar de la exclu-
sión, de la inferiorización o de la ignorancia; esta últi- Debemos a Adriana Cavarero (1989, 1995) una
ma en un doble sentido: 1) ignorancia de las mujeres elaboración filosófica (en términos filosófico-políticos)
como objeto (el “continente negro” de Freud, por ejem- de la diferencia sexual. Esta teórica feminista destaca
plo); 2) ignorancia total de las mujeres como sujeto. La la identificación occidental de la conciencia con la ra-
diferencia sexual es, por tanto, el principio de inteligi- cionalidad, y de la masculinidad como campo adecua-
bilidad de la cultura y la posibilidad de simbolización, do para estudiar lo que denomina “la masculinización
de referencia, de sentido y de producción de conoci- del pensamiento” en tanto universalización del sujeto
miento; se alcanza a partir del cuerpo particular y se- masculino, modo paradigmático de ocultamiento de la
xuado en cuanto varón o mujer. Nacer mujer (o varón) sexuación originaria del ser humano, por un lado, y de
ni es superfluo ni es atributo secundario de los cuer- la mitad de la especie, por otro. Es decir, se trata de la
pos: es crucial, por lo que es preciso entender que el invisibilización del dimorfismo sexual como hecho ori-
sujeto humano qua tal no es Uno sino Dos, en una re- ginario y de las mujeres como sujeto. En consecuencia,
lación de paridad recíproca. Por eso apuntan sus críti- esa exclusión de las mujeres y de lo femenino muestra
cas más férreas a Hegel. La filosofía occidental se la necesidad de autorrepresentarse como sujetas rea-
construye a partir de la hipótesis del Uno (absoluto-to- les, con pensamiento propio, y no asimilarse al otro
talidad-ser-norma-varón) universal y neutro a la vez. De sexo homologándose a él. Por tanto, no es posible un
ahí que sea preciso denunciar a la filosofía como cóm- sujeto universal único y neutro.
plice fundante de la estructura patriarcal.
Sin embargo, sostiene nuestra autora, los diversos
Para Lonzi, Hegel debe ser denunciado porque le- paradigmas de la autorrepresentación de lo masculino
gitima al Estado, la comunidad, el matrimonio y la fa- –desde el racionalista al deconstructivista– comparten
milia patriarcal. Su dialéctica debe ser denunciada el presupuesto de que el pensamiento masculino es
para mostrar que el sexo tildado de “diferente” –el de neutro y no sexuado, y que la mujer representa “lo otro
las mujeres– las llevó por muchos siglos a participar de en sí”, “el sexo”, y no adquiere carácter de sujeto, ex-
manera incompleta de la esencia de lo humano, relega- cluyendo la diferencia sexual como principio fundante
da a mero accidente o rasgo secundario (funcionalmen- de la humanidad. La negación de esa diferencia se re-
te necesario) y apegada a estereotipos. “La Mujer” es fuerza en la constitución de pares excluyentes o desva-
el depósito de la diferencia sexual del Varón = Hombre, lorizantes: por ejemplo, pensamiento ingenuo/ciencia
que se instaura qua norma. Siguiendo en esto a Simo- objetiva; opinión/verdad; subjetivo/objetivo, etc., donde
ne de Beauvoir (1949), denuncia la necesidad de des- el primer par remite a las mujeres o a lo femenino y el
marcar a la mujer de características propias del varón segundo a los varones y lo masculino. Incluso –advierte
(agresividad, ejercicio del poder, autorreferencialidad, Cavarero– llegan a sostener que al sujeto se le opone la
etc.) entendidas como patrimonio de la condición hu- crisis del sujeto, provocada por los reclamos de las mu-
mana. Los varones han hipostasiado las características jeres. En consecuencia, hay que asumir la sexuación
de los varones patriarcales a todo el género humano. del sujeto y la inexistencia de espacios neutros de jui-
Pero las mujeres, que han vivido en la subordinación cio y/o de verdad.
por milenios, deben y pueden desarrollar otras caracte-
rísticas para vivir en sociedad. Por eso, varones y mu- La filósofa denuncia también la exclusión física de
jeres deben librarse de la atadura patriarcal, de la que las mujeres de los lugares de saber autorizado en los
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cuales, sin embargo, la mayoría de ellas cultiva, refuer- zarse fácilmente hacia un esencialismo (biologicista).
za y transmite el pensamiento que las excluye. Así se Asimismo, presupone que solo puede desagregarse la
produce una suerte de escisión entre “el Pensamiento” diferencia sobre la base de esa igualdad. Para la teóri-
como tradición filosófica y el “propio pensamiento” ca, que la mujer sea sujeto implica que se distancie del
como ejercicio filosófico del pensar. Inadvertidamente, lugar de objeto, y que, en cuanto pensamiento sexuado
la mayoría de las mujeres estudia la autorrepresenta- en femenino, responda a/con sus propias construccio-
ción en términos de representación de un otro que las nes lógicas. En el mismo sentido, que no se agrupe
excluye. Lo hacen al utilizar, perpetuar, estudiar y con otras “minorías silenciosas”, porque la diferencia
transmitir las estructuras lógicas de su propia exclu- sexual constituye un hecho originario que atraviesa a
sión, fenómeno que denomina de autoabnegación o todos lxs excluidxs, razón por la cual no tiene que per-
pasión (pathos) de la diferencia sexual, entendiendo manecer en el lugar del sometimiento ni en el de la
pathos en su acepción etimológica de padecimiento o necesidad de autosignificación.
sufrimiento. La diferencia sexual, si bien recíproca, ge-
nera únicamente en las mujeres el padecimiento. Los En pocas palabras, Cavarero concluye que mante-
varones y lo masculino se instituyen en norma. ner el concepto de diferencia, en su particular relación
con la igualdad, es una trampa que cambia algo para
La propuesta de Cavarero de pensar a partir de sí que no cambie nada. En el apartado que sigue, tanto
mismas supone un conjunto de tareas: en primer tér- igualdad como universalismo se entienden como con-
mino, una deconstrucción interna, necesaria para po- ceptos patriarcales; es decir, como expresiones de la
der elaborar un pensamiento propio. Esto es impres- filosofía occidental para extender su dominio.
cindible porque cada término o red conceptual contie-
ne una historia de exclusión y negación que va más allá Por su parte, más conocida en nuestro medio que
de la mera exclusión de un sujeto femenino. Hay que la académica francesa Christine Delphy, Selma James,
revisar, por tanto, las categorías de igualdad y de dife- nacida en New York, es activista y referente mundial de
rencia antes de rechazarlas, ya que no hay teorías ver- los reclamos por el salario doméstico, promotora y
daderas o falsas sino teorías que nos identifican o no lo coordinadora de la “Huelga Internacional de Mujeres”,
hacen. Esta tarea, como lo resalta la autora, no está a la manera en que ya lo había ironizado Aristófanes en
libre de peligros teóricos: uno crucial es intentar crear La asamblea de las mujeres (392 a. C.)
una vía paralela que sustituya lo masculino por lo fe-
menino sin alterar las vinculaciones tradicionales de
poder y de exclusión entre ambos sexos. Agrega que,
dado que la diferencia sexual es concreta, originaria,
imprescindible y esencial, no puede representarse lo
humano ni con lo masculino, ni con lo neutro, ni con lo
asexuado. El dimorfismo sexual es originario y nadie
puede pensarse desde fuera de esa diferencia porque
no existe un lugar anterior a la diferencia sexual.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diferencia, concienciación y lucha | PGD eBooks #8| 69
En 1972, como miembro de un grupo denominado años más tarde, incluyó protestas de la población de “co-
Lotta Femminista (integrado también por Brigitte Gal- lor” por discriminación racial. Se publicaron numerosos
tier, Mariarosa Dalla Costa y Silvia Federici), Selma James panfletos y artículos, recopilados más tarde como Maté-
organizó en Padua por primera vez la Campaña Internacio- riaux pour l’intervention (1970-1972) y Quaderni ros-
nal por el Salario doméstico (International Wages for Hou- si (periódico radical de Raniero Panzieri y Mario Tronti).
sework Campaign). La Campaña ofrece espacios de resis- Al mismo tiempo, la italiana Silvia Federici denunció el
tencia y de debate sobre la organización social, el trabajo maridaje del capitalismo con el patriarcado.
productivo y el reproductivo, el cuidado de los niños, la
discriminación sexual, el deseo de las mujeres y la inequi- Selma James se había unido muy joven al movi-
dad respecto de los varones para disponer de tiempo li- miento o tendencia Johnson-Forest y a uno de sus líde-
bre, vacaciones, etc. Entre sus reclamos, la Campaña in- res, C. L. R. James, con quien posteriormente se casó.
cluyó el derecho de las mujeres a trabajar fuera del hogar, Escribió sobre la situación de las mujeres en un perió-
contar con beneficios de desempleo y recibir igual salario dico bisemanal, Correspondence, que alcanzó notable
que los varones. Tomando elementos de los análisis mar- difusión. Durante el macartismo vivió en Trinidad Toba-
xistas, pero reinterpretándolos, sus integrantes argumen- go y se comprometió con una campaña sobre la discri-
taron que el trabajo reproductivo era la condición necesa- minación racial; allí fundó en 1965 el Black Regional
ria para que hubiera trabajadores industriales, campesi- Action Movement. Participó con Dalla Costa de la Cam-
nos, etc. Es decir, había trabajadores varones o mujeres paña en Italia, y juntas escribieron Power of Women
porque había habido antes trabajo reproductivo impago, and the Subversion of the Community (1972), texto
llevado a cabo por las mujeres durante nueve meses, 24 centrado en las tareas domésticas y de cuidado como
horas por día, y este trabajo no se reconocía como tal ni trabajos al margen de la economía de mercado, y por
en el marxismo ni en el capitalismo. Tampoco los de cui- lo tanto, base invisible del trabajo asalariado. Esta fue
dado, crianza y otros trabajos domésticos en general. Ha- una de las razones por las que rompió con el marxismo
ciendo uso, como Delphy, de conceptos marxistas como y radicalizó su posición.
explotación, plusvalía, entre otros, denunciaron en gran-
des asambleas las prácticas expoliativas de la sociedad Desde Marx, está claro que el capital manda y se desa-
sobre una parte de la población: las mujeres. rrolla a través del salario, es decir, que la fundación de
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diferencia, concienciación y lucha | PGD eBooks #8| 70
una sociedad capitalista ha sido el trabajo asalariado y se debilitan en fuerza. Son formas particulares de la
su explotación directa. Lo que nunca ha quedado claro regla indirecta según la cual un sector de la clase colo-
ni ha sido asumido por las organizaciones del movi- niza a otro, le impone su voluntad a través del capital.
miento obrero es que ha sido, precisamente, a través Por eso, afirma James, las organizaciones de la clase
del salario como se ha organizado la explotación de los trabajadora son capaces de mediar en la lucha como
no asalariados. Esta explotación ha sido incluso más modo de aislar a la clase trabajadora, blanca y mascu-
efectiva porque la falta de sueldo la escondía… En lo lina. También por esta razón, las amas de casa, los
que atañe a las mujeres, su trabajo parece un servicio negros, los jóvenes, los trabajadores del Tercer Mundo,
personal fuera del capital (James, 1972, p. 28). excluidos de la definición de clase, se han enfrentado
a la estructura de poder del hombre blanco en la me-
Poco después, se convirtió en portavoz del Colectivo trópolis como “accidente histórico exótico”. En su opi-
inglés de prostitutas. Al contrario de otras feministas nión, ningún proyecto político debe separar la raza, la
materialistas en general, Selma James entiende la clase y el sexo, ya que de hacerlo las políticas públicas
prostitución como un trabajo y una alternativa econó- siempre quedarían truncas, serían sectarias y manten-
mica válida para las mujeres, y aboga por su despena- drían los reductos actuales de poder masculino blanco.
lización. Desde 1985 en más coordinó la Red Interna- James insta, por tanto, a que los movimientos de mu-
cional de Cuentas de Mujeres (International Women jeres desborden creativamente las categorías de análi-
Count Network), y logró que algunos gobiernos acepta- sis de la izquierda porque, en su opinión, esta siempre
ran medir y valorar el trabajo no remunerado de las ha encerrado a las mujeres en las contradicciones en-
mujeres en las estadísticas nacionales, tal como se tre el sexo, la raza y la totalidad de la clase.
realiza en Trinidad Tobago y otros países como España
o Venezuela, a partir de encuestas de uso del tiempo y Sus ideas sobre la infancia y la educación merecen
otras investigaciones de campo. En Sexo, raza y clase un comentario, pues respecto de ambas mantiene una
(1972) rechaza las posiciones teóricas que entienden postura muy peculiar. Reconoce que en toda sociedad,
esos tres conceptos como antagónicos o contradicto- los que menos poder tienen son los niños, en cuanto no
rios. Por el contrario, considera que si bien es evidente asalariados en una sociedad asalariada. No son acepta-
que ponen el foco de atención en aspectos diferentes, dos como parte de la actividad productiva de la comuni-
en la vida cotidiana no están aislados: son insepara- dad y son forzados a ir a las escuelas –lugar de discipli-
bles. Sostiene que distinguir entre raza, sexo, clase y namiento social– para luego ser integrados a la sociedad
nación es indispensable para la división internacional asalariada. A partir de su análisis concluye que esa falta
del trabajo porque la sociedad estructura jerárquica- de poder implica una cuestión de clase y que su lucha
mente la esclavitud asalariada, por un lado, y la no contra las escuelas es una lucha de clases, porque son
asalariada, por otro. El trabajo que se realiza y el suel- instituciones organizadas por el capital para conseguir
do que se percibe no son determinantes económicos, sus objetivos a través y contra los niños. En la línea de
sino sociales; es decir, son determinantes de la fuerza los movimientos de desescolarización impulsados en la
social. Esa división crea la fantasía de que hay diferen- década de los 60 y 70, por Ivan Illich (1971), entre
tes luchas en juego, cuando en verdad esta se reduce otros, James entiende que el capital escolariza a los ni-
a una sola y continua lucha por el poder social. Así, el ños en su beneficio. A su juicio, la escuela y otras insti-
papel de los sindicatos es, con frecuencia, limitar o tuciones educativas son incapaces de proporcionar la
incluso congelar la fuerza de los trabajadores porque mejor educación posible a la mayoría de las personas;
las relaciones sociales de poder de sexos, razas, nacio- en verdad, las personas aprenden más y mejor indepen-
nes y generaciones son precisamente formas particula- dientemente de las escuelas y fuera de todo ámbito ins-
res de relaciones de clase que, mediadas o separadas, titucional. Las instituciones escolares son solo una he-
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rramienta para generar una clase trabajadora conformis- (2015) propone examinar la “performatividad asamblea-
ta e ignorante cuyo saber se limita a aquello que benefi- ria”. En el marco de la reforma más o menos profunda
cia al capital. Como en Illich, la única alternativa prácti- de la democracia, hay en la actualidad propuestas de
ca posible es desescolarizar la sociedad y alentar a las feminismo materialista (Falquet), postsocialista (Fraser),
familias y a los individuos a perseguir sus propios intere- radical (Mouffe), asambleario (Butler), que apuntan a re-
ses y objetivos libremente. En sus palabras: visar algunos puntos de partida de la vida política y de
los procesos contemporáneos con mayor o menor ancla-
El capital (…) los envía a la escuela no sólo porque se je en las filosofías de la Ilustración, marxismo y posmar-
crucen en el camino con otros que son más “producti- xismo, o en Hegel. Está aún por verse si desde estos
vos” o simplemente para adoctrinarlos. La regla del nuevos enfoques críticos se desarrollará un Estado femi-
capital a través del salario obliga a toda persona que nista real (MacKinnon, 1995).
tenga un cuerpo capaz a funcionar bajo la ley de la
división del trabajo, y para hacerlo de forma, que aun- Es imposible mencionar a todas las académicas y
que no sea inmediata, sí en última instancia es prove- militantes feministas de la época. Sin embargo, hay
chosa para la expansión y extensión de este dominio. cuatro que no se pueden obviar: Shulamith Firestone y
Este es el significado fundamental de la escuela. En lo su freudomarxismo en La dialéctica del sexo: argumen-
que a los niños se refiere, su labor consiste en apren- tos para la revolución feminista (1970); Gayle [Paul] Ru-
der para su propio beneficio (James, 1972, p. 28). bin y su artículo “El tráfico de mujeres: Notas sobre la
‘economía política’ del sexo” (1975); Heidi Hartmann
En suma, estamos frente a una militante antisistema con su texto “El infeliz matrimonio: hacia una unión
cuyo lema más reciente ha sido “invierte en cuidar y no progresiva entre marxismo y feminismo” (1979); y por
en matar”, que insta a revisar y cuestionar los presu- último, Adrianne Rich y su artículo “Heterosexualidad
puestos militares y a transferir esos montos a la comu- compulsiva y existencia lesbiana” (1980), todos escri-
nidad de mujeres, en su calidad de principales cuida- tos en EE.UU. y traducidos repetidamente (salvo el libro
doras en todo el mundo. Las mujeres representarían la de Firestone, cuya traducción es de muy difícil acceso).
“clase” más marginada y, por tanto, su potencial revo-
lucionario para cambiar la sociedad sería inmenso. En suma, los escritos feministas de los años 60 y
70 obedecen a la ola de izquierda, reformista o revolu-
Tanto las teóricas feministas académicas cuanto cionaria en el sentido etimológico del término, claramen-
las militantes “callejeras” –de las que Lonzi y James te ajena al giro lingüístico y a la expansión de los mode-
fueron fuertes impulsoras–, cuestionan en primer térmi- los de análisis del discurso y del narrativismo que se
no la efectividad de las enunciadas bases igualitaristas y están gestando en otros lugares de Occidente. Sus lazos
universalistas de la democracia moderna, ya que de una están más próximos al Mayo francés y a las movilizacio-
manera u otra esta ha excluido a las mujeres. En esta nes en contra de la guerra de Vietnam que al análisis
línea, Pateman (1990) sostiene que “el feminismo le académico minucioso y exegético del discurso. Apelan a
presenta hoy a la democracia su desafío más importante la transformación de una realidad regida por la domina-
y su crítica más amplia” (p. 7). Y las aguas se dividen ción patriarcal, muchas veces en términos de revolución
entre la posiblidad de ampliar las bases democráticas, feminista o revolución sexual, nombre que engloba las
incorporando a todas las minorías excluidas (Osborne, luchas de las mujeres durante estas décadas.
1996), o abandonar el modelo y buscar nuevas propues-
tas que lo desborden por completo. Moller Okin (1979), No obstante, desde un punto de vista teórico y
como ya se vió, sostuvo que el modelo no se sostiene si conceptual –y hasta donde llega mi conocimiento–, la
la inclusión real se extiende a todxs. Cautamente, Butler primera que introduce la diferencia (différence) de
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modo teórico e incisivo en la academia feminista es de ahí también el imperativo de afirmar la necesidad
Luce Irigaray con su obra Speculum (1974 [1978; de construir un orden simbólico no falogocéntrico. Ello
2013]). Psicoanalista y filósofa francesa, discípula di- llevaría forzosamente a una crisis general del sistema
sidente de Jacques Lacan, esta teórica feminista revisa actual de valores, un hundimiento de aquellos que hoy
la filosofía de Occidente para evaluar, entre otros te- tienen curso legal; es decir, la devaluación del patrón y
mas, cómo se produce la negación de lo femenino y su del régimen patriarcal y sus monopolios.
inferiorización. Especializada en filosofía, psicoanálisis
y lingüística, con su texto más famoso, Spéculum de Es preciso entonces, más que romper el espejo,
l`autre femme, da inicio a una intensa disputa con Ja- dar vuelta –como Alicia– alrededor de él y ver qué hay
cques Lacan sobre el inconsciente femenino. La hipó- detrás. Para ello considera que hace falta realizar una
tesis de un “inconsciente femenino” a partir del cual deconstrucción interna y elaborar un pensamiento pro-
releer las categorías fundamentales del psicoanálisis y pio, en el cual cada término o red conceptual contenga
de la filosofía, su lazo con el cuerpo femenino y la ma- la historia de la exclusión y la negación de las mujeres.
ternidad como horizonte de posibilidad de las mujeres, Hay que revisar la categoría de igualdad antes de re-
planteó un cambio de orientación para el pensamiento chazarla, dada la necesidad de construir un orden sim-
feminista. Como otras teóricas francesas de los seten- bólico no falogocéntrico y una alternativa femenina (o
ta, su lazo con el movimiento de mujeres fue un punto ginecocéntrica) que no dependa del logos masculino,
de anclaje original con gran repercusión política. sino del lugar de autosignificación propia de las muje-
res y de su experiencia.
Irigaray juega con la imagen del espejo. Este refle-
ja a las imágenes en virtud de sus propias característi- Para Irigaray, evocando a Husserl, la diferencia
cas: puede ser cóncavo, convexo, plano, curvo; refleja sexual representa justamente el tema-problema que
siempre una imagen “igual”, y si se rompe, esas imá- hay que pensar en nuestro tiempo, porque constituye
genes iguales se multiplican al infinito, siempre las el horizonte de sentido del mundo. Adopta una doble
mismas. Si el espejo espeja al sujeto, al romperse (léa- estrategia: por un lado, el rechazo de la filosofía de la
se reconstruirse) mostrará cientos de imágenes de su- Ilustración, del pensamiento moderno en general y, en
jeto, siempre iguales. Como el sujeto es sinónimo de consecuencia, del feminismo que depende de él (por
varón, porque “Toda teoría del sujeto se ha adecuado ejemplo, de Beauvoir). Por otro lado, la denuncia del
siempre a lo masculino y ha denegado la subjetividad a
la mujer; constituyéndola en “objeto” de discurso, de
representación, de deseo” (1978, p. 119), romper el
espejo solo replica –tantas veces como fragmentos
haya– la misma imagen masculina. Si el lenguaje es
falogoncéntrico (como dijo Derrida), entonces ¿cómo
sería posible inscribir en él una sujeto mujer? Según
Irigaray, los paradigmáticos pensadores de la diferen-
cia obvian, no ven, niegan, invisibilizan, ignoran (los
términos que se pueden utilizar en este caso son mu-
chos y todos pertinentes) la primera diferencia que fun-
da todas las demás y que aprendemos a distinguir en
primer término en todas las culturas del mundo (inclui-
da la occidental): la diferencia sexual. De ahí que se
autodenominen “pensadoras de la diferencia sexual”; y Luce Irigaray (1932)
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denominado “pensamiento de la diferencia” (Derrida y donde esos cortes y separaciones responden al arbitrio
otros) porque ignora u oculta la más significativa de las masculino (= de los varones) (Femenias, 2000). La rei-
diferencias que deriva de los sexos, o, en sus palabras, vindicación del cuerpo como experiencia y verdad natu-
del principio de inteligibilidad de la cultura. ral de la feminidad implica la desconfianza en la pala-
bra mediadora que corta, divide y sujeta desde un re-
Irigaray recupera el marco del psicoanálisis de Ja- gistro simbólico masculino.
cques Lacan y la différence, dándole un giro propio a la
cuestión. Si el feminismo de la igualdad (de Beauvoir) Dado que no es posible analizar por completo y en
solo entiende lo Otro en términos de lo mismo –es decir, detalle la extensa obra de Luce Irigaray, para ilustrar la
como homologación del modelo normativo del varón–, originalidad de su lectura solo tomaré su examen de la
el de la diferencia rechaza esa mimetización porque im- famosa alegoría de la caverna en el libro VII de la Re-
plica la pérdida de la propia especificidad. A juicio de pública de Platón (514 a s.). Su lectura de ese pasaje
Irigaray, perseguir la política de la igualdad supone brinda las claves necesarias para comprender la inver-
aceptar “estar detrás”, “ser segunda”. Se debe, en sión irigariana del pensamiento falogocéntrico que
cambio, buscar más allá de los polos de la dialéctica marca el pensamiento occidental. Invito, pues, primero
tradicional, más allá de la igualdad, de la subjetividad y a releer la alegoría de la caverna y luego ver la interpre-
de la ciudadanía normativas; se debe indagar en una tación de Irigaray (1978, p. 301 y ss.). Para compren-
diferencia que sea realmente Otra de lo otro y que no derla, debemos remitirnos también a un pasaje del
adolezca de falogocentrismo. Es imprescindible des-ve- Teeteto (148 e-151 d) que encierra una bien conocida
lar esa diferencia fundante porque la filosofía, la ciencia analogía. Allí Sócrates relata cómo su madre Fenerete,
y la religión la han ocultado sin cesar. De esta manera, de profesión partera, ayuda a las mujeres preñadas a
sostiene que el potente sesgo sexista de la filosofía ha dar a luz a sus criaturas, les suministra pócimas para
excluido a las mujeres, y “lo más prohibido a las muje- calmar los dolores del parto y cuidados múltiples para
res ha sido la filosofía” (Hirsh-Olson, 1995, p. 94). que todo el proceso concluya felizmente. De esa mis-
ma manera –sostiene el Sócrates platónico– quienes
La filosofía constituye –a juicio de Irigaray– el edi- dan a luz Ideas (de las que deben estar preñados) su-
ficio más acabado de encubrimiento de la verdad origi- frirán en el proceso del conocimiento los dolores del
naria y elemental. Reivindica así una concepción de parto. Tal como le advierte a Teeteto, a diferencia de su
exterioridad/alteridad apelando a conceptos tales como madre, él no se ocupa de cuerpos sino de almas. Es
“experiencia de mujeres” o “corporalidad”, e insiste en decir, Platón establece la siguiente analogía: parir con
lo prediscursivo como plenitud originaria; una especie el cuerpo criaturas es como parir con el alma Ideas,
de continuum fusional que vincula naturalmente el solo que parir con el alma es más valioso que parir con
cuerpo a la experiencia y a la verdad (entendida como el cuerpo. Es decir, Platón introduce un elemento jerar-
mostración de sentido). Podría afirmarse que la fluidez quizador: la tarea de Sócrates es más valiosa que la de
corporal de la experiencia evoca una zona de no-corte, su madre porque el alma es superior al cuerpo y repre-
no-cesura, y anterior a la estructura diferencial de va- senta lo específicamente humano. Mientras que las
cíos y ausencias que produce el signo a través de la mujeres únicamente pueden concebir niños-cuerpo,
regulación nominativa y de la legislación sintáctica del carne, materia corruptible y perecedera, los varones
lenguaje. La condición límite de esa anterioridad al sig- pueden concebir ideas atemporales, inmateriales, eter-
no/símbolo –que instituye la primera diferencia– sería nas, absolutas y verdaderas.
el silencio, ya que recurrir a la lengua para nombrar
obliga siempre a un sistema de diferencias, de cortes, Para Irigaray, en el ejemplo de Sócrates y Fenere-
de separaciones y oposiciones que formaliza el habla, te no solo hay apropiación de una función específica
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de las hembras, incluyendo la humana (gestar/parir), cubrimiento del verdadero origen y su sustitución por
sino que en la misma maniobra se jerarquiza la fun- un falso origen, en el plano inteligible, definido como
ción en beneficio de los varones. Esta apropiación ge- el lugar de lo verdadero. Como consecuencia de esa
nera una inversión tal que oculta la fecundidad origi- inversión, Irigaray redefine el conocimiento en térmi-
naria de las mujeres. Pero Irigaray avanza más allá y nos de constructo de ocultamiento sistemático de los
asocia la caverna con la hystera (= útero) y produce auténticos orígenes. La cultura falogocéntrica niega el
una inversión espacio-conceptual sobre los ejes ante- origen femenino, no lo nombra, invierte el logos y lo
rior/posterior, arriba/abajo, delante/detrás y derecho/ define como masculino. Al mismo tiempo, convierte a
izquierdo, tal como los utilizaron los médicos hipocrá- las mujeres en a-lógicas, el continente oscuro, lo no
ticos para hacer las descripciones del cuerpo de los nombrado, lo innombrado, lo inefable, lo inferior, lo
pacientes en sus historias clínicas. Si se aceptan, con negado. Hay un exceso en la mujer que el varón no
Irigaray, los ejes de inversión del espacio cavernoso logra conocer, dominar, “(...) ella es materia, él es for-
descripto por Platón y se aplica el modelo metafórico ma” (1978, p. 120). Por ello Irigaray reivindica la alo-
de la apropiación de funciones femeninas que he se- gicidad como lo positivamente Otro (la mujer) que se
ñalado más arriba, encontramos que lo más originario escurre a través de la dialéctica y de la lógica de lo
–la pared última de la caverna-útero– es aquel lugar mismo. Invita a una nueva poética posible gracias al
del que todos (varones y mujeres) provenimos. Esto en des-ocultamiento de la diferencia originaria. En buena
el relato platónico es oscuro (como en Freud) y debe medida, el plan de trabajo de Speculum la lleva a de-
ser abandonado por constituir el refugio de la ignoran- nunciar a la filosofía, al psicoanálisis freudiano y al
cia encadenada a la materia, las sombras y los ecos; lacaniano como constructos sexistas a desmontar. Se
producto de meras copias del mundo real y verdadero. pregunta “¿Y si el “objeto” se pusiera a hablar? (…)
Sin embargo, lo que en el orden del conocimiento apa- ¿Hay alguna posibilidad de no-colonización del in-
rece como segundo, según Platón, es ontológicamente consciente?” (1978, p. 120). Para alcanzar entonces
el origen, lo primero, lo verdaderamente originario; el ese “inconsciente femenino” previo a todo discurso
sol, lo externo a la caverna, lo que está arriba y afuera falogocéntrico, despliega a lo largo del libro un minu-
y que solo unos pocos podrán alcanzar; en fin, las cioso examen de los sistemas de los filósofos funda-
Ideas, fundamento último de todo (Femenias, 2009). mentales de la tradición filosófico-identitaria de Occi-
La mujer es asemejada a la tierra nutricia, pero que el dente, desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Hegel,
sujeto “pisa”, “reprime”, se apropia: “Es que si no hu- pasando por Plotino, y desde la mística cristiana hasta
biera materia, no habría existencia alguna…” (Irigaray, nuestros días. El eje sobre el que gira la inversión oc-
1978, p. 159). cidental está marcado –según Irigaray– por Platón,
maestro de la inversión falogocéntrica, seguido por to-
El proceso de des-ocultamiento que lleva a cabo dos los filósofos que lo sucedieron, sin excepción.
la obliga a un trabajo de des-cubrimiento, es decir, de Este des-cubrimiento supone que la teoría, la prácti-
a-letheia, donde lo primero adquiere significado y pri- ca, la filosofía, la literatura y la retórica se basan en un
macía gracias a lo segundo. Irigaray da cuenta de la falso fundamento y en una falsa concepción (sexista)
inversión que ilustra con Platón y permea todo el pen- de lo humano.
samiento occidental, al que somete, en consecuencia,
a una suerte de psicoanálisis no falogocéntrico y de Puesto que el sujeto es sinónimo de masculino, el
sus tradiciones. Este examen le permite sostener que paradigma de la autoconciencia que impregna la bata-
toda la filosofía occidental constituye una apropiación lla por la igualdad, la libertad y la autonomía, estaría
del cuerpo de las mujeres y de sus funciones, una in- traicionado por ese sesgo de origen. Irigaray presupone
versión del signo valorativo, una jerarquización, un en- una potencial energía femenina (o libido femenina) que
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aún no fue liberada, y al mismo tiempo sostiene que el estado representada por el varón blanco, ciudadano de
estudio del inconsciente está dominado por una noción un país hegemónico, heterosexual, clase media, etc.,
de conocimiento falogocéntricamente orientada; así, es hora de romper con ese paradigma y, en palabras de
cualquier teoría del sujeto ha sido apropiada por lo la autora, “desquiciar la sintaxis [para que por mucho
masculino. “El” sujeto manifiesta su dominio sobre el tiempo] no se pueda prever de dónde, hacia dónde,
objeto y se autoatribuye especulativamente la capaci- cuándo, cómo, por qué (…) viene y transcurre todo
dad del conocimiento, la cualidad de la altura, el valor esto o vendrá o se propagará, se invertirá o se deten-
y la claridad. La mujer, en cambio, queda del lado del drá”. Por eso, insta a la “interrupción... irrupción... de
no conocimiento, de la oscuridad y del abismo. Histó- otros circuitos, (…) cortocircuitos que dispersen, difie-
ricamente, el dominio del logos ha estado vinculado a ran, refracten..., deriven sin fin” e incluso, que en cier-
la luz y sus metáforas; por eso el varón determina lo tos casos “hagan extrapolar la energía sin posibilidad
femenino como “continente oscuro”. Por eso también, alguna de retorno a un origen”; en referencia a la “fuer-
Irigaray se preocupa por la manipulación del incons- za femenina” porque esa “fuerza que ya no será cana-
ciente a través del lenguaje, que –como señala– está lizable siguiendo el plan determinado” (1978, p. 127).
ligado a la Ley psicoanalítica en la que domina la posi- La alternativa femenina (o ginecocéntrica) no depende
ción del hablante masculino sobre su contraparte fe- del logos masculino sino del lugar de la autosignifica-
menina: al inconsciente lo gobierna la Ley del Padre, el ción propia de la autodenominación de la mujer, que
orden falologocéntrico. La psicoanalista francesa afir- muchas veces implica la recuperación del lenguaje ma-
ma que en una economía fálica, que deriva del modelo terno, del lenguaje oculto o forcluido que es preciso
freudiano de economía libidinal, subyace la opresión recuperar como un saber paradigmático.
de género. Esto significa que se adhiere a un objeto
cierto valor y, en consecuencia, su falta es percibida De más está decir que la obra de Irigaray recibió
como disvalor. El falo funciona como símbolo del valor fuertes (y agresivas) críticas. Su apelación a lo prelin-
en la diferencia genérica que distingue varones de mu- güístico –como regreso al cuerpo a cuerpo con la madre
jeres. Su carencia en la economía de la castración im- (1985)– se ha considerado un retorno al esencialismo
plica también la carencia de valor. Ahora, si el objeto biologicista. Además, su posición cuestiona la validez
comenzara a hablar, ¿cómo sería su discurso? En Iriga- de los paradigmas dominantes en epistemología, meta-
ray la alteridad absoluta es la identidad absoluta, razón física, arte y psicología, todos interrelacionados entre sí,
por la que debe trabajarse una noción de diferencia ya que el objeto de conocimiento ocuparía el lugar de la
que implique relacionalidad. Precisamente la invisibili- mujer silenciada por ese discurso masculino. Si esto
zación histórica del poder reproductivo de las mujeres fuera así, el proceso histórico de subjetivación de las
y la apropiación filosófica del mismo han hecho que las mujeres –y el llamamiento de Simone de Beauvoir a
mujeres hayan permanecido ocultas, y también oculta constituirse en sujeto– serían un intento (fallido) por
y expropiada su potencia creativa, desde su inscripción constituirse en términos de sujeto masculino.
(negada) en el lenguaje.
Por compleja que sea la obra de Irigaray, su in-
La propuesta de Irigaray es, en suma, volver fe- fluencia tomó rumbos insospechados. Por un lado, de-
menino al pensamiento para que evada la denuncia de nunció un orden impuesto como normal y natural, cen-
falogocentrismo; llevar al feminismo a interesarse por trado en la Ley del Padre (Freud) o en el orden simbó-
la diferencia y buscar en ella su anclaje. Si histórica- lico del falo (Lacan); por otro lado, y desde la inversión
mente la diferencia connotó inferioridad, la diferencia platónica, leyó toda la filosofía de Occidente de modo
sexual debe examinarse, explorarse y conceptualizarse. tal que Luisa Muraro se propuso diseñar un orden sim-
Si la “norma” y “lo normal”, en casi todos los casos, ha bólico de la madre. Muraro trabaja en el Departamento
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de Filosofía de la Università degli Studi di Verona, don- Muchas teóricas y académicas italianas –Silvia
de fundó la comunidad Diotima. Trabaja sobre el con- Campese, Giulia Sissa o Paola Manulli, entre otras–
cepto de lengua materna y ciencia divina y tiene nume- mostraron a principios de los 80 que el canon filosófico
rosos escritos sobre filosofía mística y filósofas místi- conceptualizó, salvo excepciones, a las mujeres como
cas medievales como Margarita de Porres, entre otras. materia (o Chora) y a los varones como razón (lógos) o
Muraro dedicó su vida universitaria a la formulación forma. Por eso, Muraro considera que para que las mu-
teórica de la necesidad de un lenguaje materno (Feme- jeres sean verdaderamente libres, tienen “necesidad
nias y Herrera, 2008). simbólica de la potencia materna” (como en Irigaray)
del mismo modo que necesitan materialmente a la ma-
En su obra más importante, El orden simbólico de dre para venir al mundo. En consecuencia, se debe su-
la madre, enumera las dificultades que enfrentó a me- perar la creencia habitual de que “la independencia
dida que quiso incursionar en el problema de un orden simbólica es la antítesis del reino de la madre, arbitra-
simbólico no falogocéntrico (Muraro, 1994). Aparece, riamente definido” (Muraro, 1994, p. 9). Una posición
en principio, un punto de vista ajeno a las militantes de de ese tipo tiene serias consecuencias, entre ellas, una
los 60: comenzar por el lenguaje como lugar de emer- fuerte crítica a Freud y Lacan y una resignificación ro-
gencia simbólica de sujetos y objetos; empezar por los tunda de la noción de amor a la madre.
discursos y las figuras retóricas que muestran y oscu-
recen, describen e inscriben “objetos”, y como uno de El desorden simbólico en las mujeres, según la
ellos, el denominado “sujeto”. Ahora bien, en la inter- teórica italiana, opera en la medida en que la madre es
pretación de Muraro, la historia de la filosofía occiden- el fundamento práctico (oculto) a partir del cual se de-
tal y la cultura patriarcal sostuvieron un esquema de sarrollan los discursos filosóficos. En palabras de
rivalidad, de dualidad, entre un mundo ideal de lo ver- Adrianne Rich (1986), la condición de posibilidad de
dadero y un mundo real de las apariencias, entendido todo lo humano, y en esa medida, su punto ciego. Para
además como engañoso e injusto, replicando la divi- Muraro, el orden simbólico materno es el que se oculta
sión entre el mundo platónico de las Ideas y el fenomé- y se transfiere como potencia a la producción cultural
nico. Esta escisión se produce por lo que denomina un (ciencia, religión, derecho) y la reduce a una naturaleza
desorden simbólico –Muraro sigue a Irigaray en esta opaca, informe, sobre la cual el Sujeto –cognoscente,
interpretación–, que consiste en negar lo material creyente, legislador– debe alzarse para dominarla, por
como real; es decir, en negar a la madre. lo que se produce en consecuencia un matricidio sim-
bólico. En otras palabras, urge reinstalar un orden sim-
bólico materno con autoridad, que lleve a las mujeres a
la certidumbre de decir lo que es. La filósofa acuña las
nociones de madre simbólica y de autoridad materna, y
remite a una dialéctica entre mujeres en la cual la ma-
dre simbólica es garantía de la existencia de las muje-
res reales como sujetos. Consiste en la alianza entre la
mujer que desea y la mujer que sabe.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diferencia, concienciación y lucha | PGD eBooks #8| 77
lación de confianza, en términos simbólicos, para que tituirían dos “mundos” simbólicos en paralelo, con to-
una se convierta en guía, mentora y mediadora de la das las consecuencias del caso.
otra, respecto de ella y del mundo (Posada Kubissa,
1998; Oria, 2007). Según Muraro, esa confianza y va- Ahora bien, según Muraro, el Orden Simbólico de
lorización mutua de las mujeres entre sí permite entrar la Madre rescata la “voz de la madre”. “He nacido en
en un cuadro de referencia, no ya masculino o patriar- una cultura en la cual el amor de la madre no se enseña
cal, sino de valores, percepciones, conocimientos, ac- a las mujeres (...) De pronto advierto que el inicio bus-
titudes y modos de relacionarse históricamente feme- cado está ante mis ojos: saber amar a la madre (...) y
ninos: por y para mujeres. La creación de este mundo me ayudará en mi búsqueda del orden que podrá dar-
femenino, con su revolución simbólica, la lleva a decla- me independencia simbólica” (1994, pp. 13-14). Para
rar en 1996 que “el patriarcado ha muerto” (Muraro, Irigaray, como para Muraro, la tradición occidental con-
1997); posición que, como es sabido, ha recibido fuer- vierte a las madres en monstruosas (Medea), y por el
tes críticas desde el feminismo, tanto en su vertiente mismo artilugio silencia el vínculo de las madres con las
marxista como liberal. En ambos casos denuncian la hijas para impedir que funcionen como un continuo. El
negación que hace la teórica italiana de la dimensión corte del cordón umbilical es un gesto irreparable de la
público-política de la situación de las mujeres reales y relación madre/hijx, que la sociedad patriarcal interpre-
su desvío hacia una concepción elitista o cerrada de ta como inscripción según la Ley del Padre. El corte del
libertad. Del mismo modo, se le critica un vuelco cada cordón umbilical entre madre e hija es simplemente
vez más profundo hacia la autorreferencialidad teórica una dilación temporal en la repetición de la escena de
y práctica. Incluso puede aplicársele una de las críticas la continuidad madre/hija. Madre e hija constituyen un
anticipada por Cavarero: la apelación —como en Iriga- continuum. Si para Irigaray, el padre, el varón, el orden
ray— a dos órdenes en paralelo. En efecto, dado que fálico son lo exterior, lo separado, lo uno y lo otro que
el orden simbólico fálico sigue ocupando el centro de difieren; para Muraro, en cambio, madre e hija son
la escena, la propuesta de un orden simbólico materno siempre un vínculo umbilical indisoluble: todas somos
cuando más duplica los órdenes y cuando menos con- madres (materiales o simbólicas) y todas somos hijas.
figura un lenguaje de elite. En sentido estricto, si am- La procreación es el orden simbólico imaginado y silen-
bos órdenes tuvieran igual espacio simbólico, se cons- ciado que hay que reinventar y restituir.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diferencia, concienciación y lucha | PGD eBooks #8| 78
Socialismo y postsocialismo estadounidense
La proliferación reciente de corrientes y grupos feminis- riedad importante de problemáticas. Esta experta en
tas hace difícil, si no imposible, dar cuenta de todos ciencias políticas y sociales, feminista, profesora en
ellos. El itinerario que propongo se limita entonces a las The New School of New York, Loeb Professor en Filo-
corrientes troncales, bajo la advertencia de que no son sofía y Política, Einstein Fellow en la Freie Universi-
únicas ni tampoco carecen de ramificaciones y escisio- tät-Berlin, es también directora de la cátedra Justice
nes, cuya potencia futura ahora no podemos prever. Global del Collège d’études mondiales en París. Ade-
Hecha esta salvedad, en este capítulo me centro en los más de sus numerosas publicaciones y conferencias,
aportes de la politóloga estadounidense Nancy Fraser. Fraser es redactora de Constellations, Revista Interna-
cional de Teoría Crítica y Teoría de la Democracia y
Muchos creen que nunca hubo pensamiento mar- colaboradora en la New Left Review. Ha escrito un con-
xista/socialista en Estados Unidos; sin embargo, esto junto de obras fundamentales, cuyo impulso inicial es-
es incorrecto. Además de los conocidos movimientos tuvo dado por su conocido texto Unruly Practices:
de principios del siglo XX, la década de los 70 dio lugar Power, Discourse and Gender in Contemporary Social
a una vigorosa corriente de Radical Feminism fuerte- Theory (1989). En sus ocho capítulos, Fraser ofrece
mente influenciada por el pensamiento marxista. En una serie de ensayos y discusiones ampliamente deba-
general, tanto el feminismo militante cuanto el acadé- tidos en teoría social y feminismo tanto sobre los pen-
mico fueron contrarios a las políticas del general Ma- sadores fundamentales de Europa cuanto de los
cArthur y el denominado macartismo, la guerra de EE.UU. Desarrolla allí una teoría crítica original, femi-
Vietnam, la segregación racial, la intervención en Cuba, nista y postsocialista, eficaz para evaluar la cultura
la discriminación sexual, entre los temas más relevan- propia del final de milenio, y que supera muchas de las
tes. Por tanto, la corriente involucró no solo a las uni- limitaciones de las propuestas previas al uso. Nuestra
versidades más progresistas –como fue el caso de Ber- politóloga ensambla, además, técnicas de análisis pro-
keley– sino también a las calles de New York y otras cedentes de Foucault y del deconstruccionismo fran-
grandes ciudades estadounidenses, que fueron toma- cés, la teoría crítica de Jürgen Habermas y el pragma-
das por los grupos de protesta liderados por jóvenes. tismo de Richard Rorty. De ese modo, rompe metodo-
Nacieron en ese período muchas líderes y teóricas del lógicamente con una comprensión independiente y
feminismo negro, como veremos más adelante. Con al- aislada de las diversas corrientes para consolidar el
gunas variantes vinculadas a la radicalidad de sus pro- conjunto de sus ensayos en una teoría crítica feminista
puestas, puede reunirse bajo la denominación amplia novedosa e integradora (Del Castillo, 2005).
de feminismo socialista a Alison Jaggar, Iris M. Young,
Linda Nicholson, Catherine MacKinnon, Seyla Benha- De su extensa producción, examinaré solo tres es-
bib y Nancy Fraser, entre otras. critos: un artículo de 1999 cuya traducción puede leer-
se completa en Hiparquia, y dos libros: Scales of Justi-
Pocas pensadoras actuales leen tan bien su época ce: Reimagining Political Space in a Globalizing World
en conceptos como Nancy Fraser, quien trata una va- (2008) y Fortunes of Feminism. From State-Managed
Itinerarios de teoría feminista y de género | Socialismo y postsocialismo estadounidense | PGD eBooks #8| 80
jer en el mismo grado y modo; en algunos contextos, monía sociocultural de los grupos dominantes. Tal teo-
se lo es de manera periférica o latente. Más aún, las ría ayudaría a las prácticas feministas al revalorizar di-
identidades sociales de las personas no se construyen mensiones empobrecidas de las luchas discursivas, y
de una vez y para siempre, sino que se alteran con el también permitiría comprender cómo, aun bajo condi-
tiempo, varían a medida que se modifican las prácti- ciones de subordinación estructural, las mujeres parti-
cas y las afiliaciones. En síntesis, las identidades so- cipan en la construcción de la cultura.
ciales se construyen discursivamente en contextos his-
tóricos; son complejas y plurales, varían en el tiempo Ahora bien, ¿qué clase de teoría del discurso sería
y desmitifican la variable única y estática de las posi- útil para estos fines? Fraser identifica dos modelos bá-
ciones esencialistas de la identidad. sicos: el estructuralista y el pragmático. El primero de-
riva de Saussure, se presupone en Lacan y es abstrac-
Un segundo uso de la teoría del discurso –conti- tamente negado –aunque no eliminado por completo–
núa Fraser– permite comprender la formación de gru- en la deconstrucción que hacen algunas teóricas fran-
pos sociales. Esta formación supone variaciones en las cesas (Irigaray, por ejemplo). El segundo, en cambio,
identidades sociales de las personas, ya que aspectos estudia los discursos como prácticas sociales histórica-
preexistentes adquieren nueva relevancia en su rela- mente específicas e institucionalizadas; sigue a Mikhail
ción con el discurso. Ciertos aspectos se reinscriben en Bakhtin, Michel Foucault, Pierre Bourdieu y, en alguna
nuevas autodefiniciones y afiliaciones discursivamente medida, aunque no en todas sus dimensiones, a la
autoconstituidas. Se rearman zonas completas del dis- obra de Julia Kristeva.
curso social y se inventan términos y conceptos (doble
jornada, sexismo, etc.). Es decir, la formación de gru- Para nuestra politóloga, el modelo estructuralista
pos sociales se produce batallando con/contra el dis- no es útil a la política feminista, e invita a sospechar de
curso social. Una teoría del discurso es útil para com- él. En principio construye su objeto de estudio al hacer
prender los grupos sociales y las cuestiones vinculadas abstracción de aquello que más necesitan las mujeres:
a la hegemonía sociocultural, el poder para definir los la práctica social y el contexto de la comunicación. En
desacuerdos legítimos y para diseñar la agenda políti- efecto, Saussure divide entre langue (lengua), el siste-
ca. La hegemonía permite reformular cuestiones de ma o código simbólico, y parole (habla), los usos de
identidad social de grupos a la luz de la desigualdad lenguaje de los hablantes en las prácticas o discursos
social de los agentes colectivos, por género, raza, cla- comunicativos. Si la langue es el objeto de la nueva
se. Toma el concepto de hegemonía del marxista italia- ciencia lingüística, la parole se constituye en un resi-
no Antonio Gramsci para la faz discursiva del poder. Es duo devaluado. Según Saussure, el estudio de la lan-
el poder el que establece el sentido común, la doxa de gue debe ser sincrónico (no diacrónico), lo que constru-
una sociedad, el conjunto de descripciones autoevi- ye un objeto de estudio estático, atemporal, indepen-
dentes de una realidad social que normalmente no se diente de los cambios históricos. Incluso, en tanto la
explicitan. Es decir, la hegemonía señala la intersec- langue se considera un sistema único, afirma su uni-
ción de poder, desigualdad y discurso, y designa el pro- dad y su sistematicidad en el hecho de que cada signi-
ceso en el que la autoridad cultural se negocia y se ficante –cada elemento material significativo del códi-
cuestiona desde una pluralidad de lugares discursivos, go– deriva su significado posicionalmente, por medio
posiciones y perspectivas de habla. de su diferencia respecto de todos los demás. Este
modelo pone entre paréntesis a las prácticas y al suje-
En suma, para Fraser, uno de los usos de la teoría to hablante, sin iluminar la identidad social y la forma-
del discurso para la política feminista es iluminar los ción de los grupos de interés. La puesta entre parénte-
procesos por los que se logra y se cuestiona la hege- sis de la dimensión diacrónica tampoco da cuenta de
Itinerarios de teoría feminista y de género | Socialismo y postsocialismo estadounidense | PGD eBooks #8| 81
los cambios de identidad y afiliación en el tiempo. De rios para comprender la complejidad de las identida-
modo similar, el modelo relega cuestiones de poder y des sociales, la formación de grupos, los modos en
de desigualdad, y no puede explicar el proceso de for- que se refuerza y se rechaza la hegemonía cultural y
mación de la cultura hegemónica ni de su cuestiona- la práctica política.
miento, presentándose como un sistema simbólico úni-
co y monolítico. Es decir que para Fraser, sin una com- Si Lacan es el ejemplo de su primer modelo, Kris-
prensión política de las identidades grupales y de la teva lo es del segundo, al que igualmente Fraser le
hegemonía cultural, el camino se cierra a la compren- formula algunas críticas. Kristeva renuncia a la noción
sión de las prácticas políticas, en tanto no es posible pragmática de prácticas significativas y con frecuencia
concebir un agente de tales prácticas. cae en el simbolicismo al tratar al orden simbólico
como un mecanismo causal que combina la estructura
En cambio, el modelo pragmático es, para nues- lingüística, la de parentesco y la social. Además, si
tra politóloga, más promisorio. La concepción pragmáti- bien aprecia la especificidad histórica y la complejidad
ca estudia el lenguaje como una práctica social en un de las tradiciones culturales particulares, con frecuen-
contexto social, haciendo al discurso (no a sus estruc- cia cae en un psicologismo viciado por esquemas re-
turas) su objeto de estudio. Los discursos son prácti- duccionistas de interpretación. Se centra en tensiones
cas significativas históricamente específicas y social- intrasubjetivas, y renuncia a comprender la afiliación
mente situadas; son marcos comunicativos en los que intersubjetiva, por un lado, y los enfrentamientos co-
los/las hablantes interactúan intercambiando actos de lectivos por la hegemonía, por otro.
habla; están insertos en instituciones sociales y en
contextos de acción. Para Fraser, el modelo pragmáti- Fraser sostiene, entonces, de manera razonable,
co ofrece además algunas ventajas potenciales a la que una teoría pragmática es útil para la política femi-
política feminista. Primero, trata a los discursos como nista. Insiste en el contexto y en la práctica social de
contingentes, postulando que surgen, se alteran y la comunicación, y estudia una pluralidad de lugares
desaparecen en el tiempo; tiende a la contextualiza- discursivos, históricamente cambiantes y prácticos.
ción histórica y a la problematización del cambio. Se- Como resultado, considera que tal teoría ofrece la po-
gundo, entiende a la significación como acción más sibilidad de pensar identidades sociales construidas
que como representación: se ocupa de cómo las per- discursivamente, que son cambiantes y complejas, y
sonas “hacen cosas con palabras” (Austin). El modelo presenta alternativas tanto a las concepciones de iden-
permite ver a los hablantes como agentes socialmente tidad genérica esencialista y deificada, como a las sim-
situados. Tercero, toma en consideración discursos – ples negaciones o dispersiones de identidad.
en plural–, pues parte de que en la sociedad hay plu-
ralidad de discursos y, por tanto, pluralidad de luga- En 1995 Fraser publica Iustitia Interrupta (tradu-
res de enunciación, lo que supone que los individuos cido al castellano ese mismo año), donde define su
asumen diferentes posiciones discursivas y se despla- posición frente a lo que describe como postsocialismo.
zan de un marco discursivo a otro. Además, niega que
la totalidad de los significados sociales en circulación Allí se pregunta qué es la condición postsocialista:
constituyan un único “sistema simbólico”, coherente “… se trata más bien de un estado de ánimo escéptico
y autorreproductivo, y así acepta conflictos entre los o de un conjunto de sentimientos que marca la situa-
esquemas sociales de interpretación y los agentes ción en la que se encuentra la izquierda, después de
que los despliegan. Por último, permite considerar el 1989 (…) dudas auténticas, sombras genuinas que se
poder y la desigualdad. En síntesis, según la autora, ciernen sobre las posibilidades de cambio social progre-
el enfoque pragmático cuenta con los rasgos necesa- sivo” (Fraser, 1997, pp. 3-4). La obra es un análisis
Itinerarios de teoría feminista y de género | Socialismo y postsocialismo estadounidense | PGD eBooks #8| 82
cuidadoso de la situación global actual y de las posibi- mica (redistribución) y la valoración social (reconoci-
lidades de reconocimiento de las mujeres, su trabajo, miento). Agrega entonces la importancia del escena-
sus necesidades, dentro del marco presente, a escala rio actual de justicia ante el colapso de las fronteras
internacional, ante el avance de los fundamentalismos. de los Estados nación. Las redes (tráfico, trata, ar-
La autora analiza el arco que va desde las políticas de mas, drogas, etc.) son internacionales de facto y re-
ciudadanía a las de identidad, y traduce la tensión como percuten en la economía, la cultura y la política, que
de “redistribución a reconocimiento”, advirtiendo sobre en la era de la globalización, exigen a la justicia una
sus dificultades. Ante la dicotomía “redistribución o re- articulación en los niveles macro y micro. Esta nueva
conocimiento”, Fraser apela nuevamente a su vena mirada tridimensional sobre la justicia la lleva a cen-
pragmática y resalta la importancia de tomar en cuenta trarse en diversos grupos oprimidos –la clase proleta-
ambas posiciones, para reformular la disyuntiva en tér- ria, las mujeres, los homosexuales, las minorías étni-
minos de “redistribución y reconocimiento”. cas, los homeless, entre otros– que demandan ante
sus estados, y la opinión pública en general, recono-
Por otra parte, en Escalas de Justicia realiza un cimiento de su situación y redistribución de los ingre-
esfuerzo teórico al analizar los conflictos sociales de sos. Sin embargo, la globalización agrega una nueva
las democracias contemporáneas y esboza algunas lí- dimensión, para la que Fraser propone una interpreta-
neas tendientes a su solución. En primer lugar, amplía ción democrática del principio moral de “igual valor
la “muestra” de hechos sociales relevantes a exami- de las personas”. Así, “superar la injusticia significa
nar, e incluye los atentados del 11 de setiembre de desmantelar los obstáculos institucionales que impi-
2001 y la transición de Bush a Obama. En segundo den a algunos participar a la par que otros, como so-
lugar, ratifica algunas de sus conclusiones previas y cios con pleno derecho a la interacción social” (2008,
rectifica otras: por ejemplo, admite que cometió un p. 25). Es decir, la injusticia se produce cuando se
error al considerar a la justicia como bidimensional, institucionalizan situaciones que inhabilitan la partici-
tomando sobre todo dos variables: la posición econó- pación equitativa de unos y otros en la vida social.
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Según la politóloga, esto se aprecia claramente desde demandas económicas cuya solución última estuvo
dos problemáticas claves del siglo XX: la mala distri- fuera de las fronteras del Estado. ¿Cómo pueden re-
bución y el menosprecio o exclusión de ciertos grupos clamar justicia los campesinos africanos ante una
sociales. Apela a la escuela de Frankfurt para ir más transnacional que monopoliza semillas o ante un país
allá de su visión bidimensional de la justicia, teniendo desarrollado que subsidia a sus propios agricultores?
en cuenta que lo político Ser ciudadano de un Estado ya no garantiza un trato
justo, puesto que las arbitrariedades se originan fuera
remite a la naturaleza de la jurisdicción del Estado y a de las fronteras del propio Estado. Entonces, si el vín-
las reglas de decisión con que se estructura la confron- culo político por excelencia es la ciudadanía, algunas
tación. Lo político suministra el escenario donde se injusticias no alcanzan solución porque muchos ciuda-
desarrollan las luchas por la redistribución y el recono- danos no gozan plenamente de las garantías que antes
cimiento [en consecuencia] no solo dice quién puede concedía su pertenencia a un Estado. Grupos discrimi-
reivindicar redistribución y reconocimiento, sino tam- nados por sexogénero, color de piel, pertenencia étni-
bién cómo han de plantearse y arbitrarse esas reivindi- ca o religiosa, exigen cuotas parlamentarias u otros
caciones (Fraser, 2008, pp. 41-42). mecanismos para pasar de una menor representación
a una representación plena. A su vez, eso no soluciona
Cuando los ciudadanos no acceden a ese escenario en el problema de los refugiados, los desplazados y los
igualdad de condiciones, se produce injusticia política migrantes ilegales, que no encuentran acogida en nin-
o representación fallida. Cuando las reglas o los proce- gún sistema estatal, aunque estos digan impartir jus-
sos niegan a algunos su participación plena, se genera ticia humanitaria. Las mujeres y otros grupos, obligan
una subrepresentación (por ejemplo, en el caso de las a pensar más allá de la ciudadanía de cualquier na-
mujeres), injusticia que se da dentro del marco del ción, ya que en muchos casos operan como apátridas.
estado de derecho, donde algunos ciudadanos solo lo Aunque la cultura de los derechos humanos se expan-
son formalmente aunque, en realidad, operan como de, es un principio moral insuficiente, pues no nos
seudociudadanos. dice cómo establecer los nuevos marcos políticos de
las nuevas ciudadanías.
Fraser se pregunta si los sistemas en realidad in-
corporan a las minorías; si los sistemas electorales, en Tras considerar que existen tres grupos que inten-
particular, verdaderamente conceden valor a los sexo- tan resolver el problema (liberales, internacionalistas y
géneros, etnorrazas u otras diferencias significativas; y cosmopolitas), Fraser rechaza tales posturas pues no
cómo garantizar la participación política de los grupos tematizan suficientemente la relación entre hecho y
oprimidos. Las teorías de la justicia social, a su criterio, valor. Es decir, toda descripción social implica premi-
parten de dos dogmas: por un lado, el marco de justi- sas valorativas; porque si bien se presupone el igual
cia es el Estado nación y los sujetos de derecho son los valor de todos los seres humanos, está claro que la
ciudadanos de esos estados; por otro lado, los estados estructura social no funciona así. A modo de compen-
pueden planificar sus macroeconomías. Dicho marco sación, propone lo que denomina un “modelo de justi-
se pensó desde la tradición del pacto de Westfalia y el cia anormal”, un modelo dinámico y autoconsciente
modelo económico auspiciado por Keynes. A partir de para evitar convertirse en paradigma incuestionable.
él se presuponía que los estados podían planificar su Para la autora, sería un error normalizar la justicia,
macroeconomía sin atender a factores extrafronterizos. pues nunca sabremos a dónde nos llevarán las contin-
gencias de la historia. Dadas las condiciones del mun-
La globalización echó por tierra ese marco com- do actual, la mejor manera de hallar el marco de justi-
prensivo y puso en primer plano reclamos de justicia y cia es tomar “el principio de todos los sujetos [en el
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cual] todos aquellos que están sujetos a una estructu- meritocráticos. El segundo período, de reconocimiento,
ra de gobernación determinada están en posición mo- constituye el triunfo de ese feminismo liberal, que en
ral de ser sujetos de justicia en relación con dicha las universidades se afianzó en términos de feminismo
estructura” (Fraser, 2008, p. 126). Una de las venta- posestructuralista, y alentó políticas de identidad. Esto
jas de este principio es que no presupone vínculos dio lugar a una alianza espúrea entre capitalismo y po-
formales de pertenencia. Al contrario, se los puede sestructuralismo, con un giro centrado en el reconoci-
instalar precisamente gracias a ese principio. Tampo- miento. En la tercera fase en curso, el neoliberalismo
co apela a una personalidad abstracta ni al puro hecho (aun en crisis) mantuvo su hegemonía, y en consecuen-
de la interdependencia causal; es decir, no sustituye el cia, el modelo neoliberal siguió en pie. El feminismo
marco westfaliano por uno global. Por el contrario, debió combinar su crítica a la economía política (redis-
permite marcos en diferentes niveles, y en este senti- tribución) y al orden androcéntrico y sexista (reconoci-
do explica: “En el mundo actual todos estamos sujetos miento) con un tercer elemento: la organización o la
a una pluralidad de diferentes estructuras de goberna- institución de un espacio político, también global, vin-
bilidad, locales, nacionales, regionales o globales. Lo culado a cuestiones de representación. Fraser subraya
que urge, por tanto, es delimitar distintos marcos se- que esa representación debe defenderse en institucio-
gún se trate de distintos problemas” (Fraser, 2008, p. nes formales, pero también en espacios informales de
129). Esta propuesta ha recibido tanto críticas como opinión pública y en la sociedad civil. Según ella, se
valoraciones positivas, pero eso ya nos aleja del obje- necesita una política feminista que combine redistribu-
tivo de este libro. ción, reconocimiento y representación.
En Fortunas del feminismo, Fraser presenta a Para lograrlo, rescata el concepto de “paridad de
modo de diagnóstico una cronología del feminismo del participación”, que describe un modo específico de in-
siglo XX, al que divide en tres etapas: redistribución, terpretación de la idea de igualdad. La idea liberal de
reconocimiento y la actual en el mundo neoliberal. igualdad queda vinculada a la meritocracia (cada uno
Considera que hacia fines de los años 60 y 70, hubo llega hasta donde sus talentos lo lleven), al intercambio
un feminismo que generó un estrecho diálogo con la de mercado y a los derechos políticos formales. Con la
Nueva Izquierda, en parte dentro de las tradiciones so- noción de paridad (que ya se vió en otras feministas
cialista y marxista, fuertemente crítico del androcen- materialistas), Fraser sostiene que todas las interpreta-
trismo de la sociedad capitalista y de la división entre ciones de igualdad resultan demasiado estrechas, y
trabajo productivo pago y trabajo reproductivo impago. que la paridad de participación es una interpretación
Dichos movimientos trataron de ampliar la agenda po- radicalmente democrática de la igualdad. Se trata de
lítica de la izquierda para incluir la violencia de género, un concepto en expansión que cada vez se aplica a
la libertad reproductiva y otras formas de silenciamien- más áreas de la vida; no solo a la esfera legal y política,
to cultural de las mujeres. Ese feminismo examinó sino también económica, familiar, y a la sociedad civil.
cuestiones de distribución y de reconocimiento. Pone el acento en las condiciones materiales y efecti-
vas requeridas para que las mujeres realmente interac-
Asimismo, y a juicio de la teórica feminista, la túen como pares o como iguales en la sociedad.
agenda del feminismo se estrechó en las décadas si-
guientes: se centró en cuestiones de reconocimiento y Este tipo de consideraciones, cuyo cambio nunca
abandonó la agenda política global. Para Fraser, se se logra plenamente, constituye para la politóloga esta-
produjo un cambio en la cultura política de EE.UU., dounidense, la dimensión utópica del feminismo. Afir-
que volvió a imponer en forma hegemónica un liberalis- ma que esa dimensión utópica es difícil de defender en
mo tradicional, con su individualismo y sus criterios el campo filosófico porque siempre hay un elemento de
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especificidad y de deseo que escapa a lo racional. Pro- una lucha entre las fuerzas que querían expandir el
veniente de la experiencia de desear algo que está más mercado y aquellas que querían proteger la sociedad y
allá de lo dado, la dificultad es definir qué es ese más la naturaleza frente al mercado. Pero hay algo erróneo
allá. allí, la lucha social no tiene dos caras, tiene al menos
tres. Ese valioso panorama deja afuera, en el siglo XIX,
En suma, Fraser exige a su teoría crítica feminista la lucha mundial para abolir la esclavitud, las luchas
varios elementos diferentes. Entre ellos, que brinde un por la emancipación de las mujeres, las luchas antico-
diagnóstico claro y racional de cómo funciona la socie- loniales; esas no son luchas a favor del mercado o a
dad presente, de cuáles son los mecanismos por los favor de la protección de la sociedad, son luchas, tal
que la desigualdad, la opresión y la dominación se ge- como yo digo, por la emancipación. De modo que tene-
neran y se reproducen. También pide un diagnóstico mos que pensar en un triple movimiento, y una vez que
claro de la esfera civil y política, de los movimientos se introduce esa idea, tenemos todas estas complejas
sociales y sus estrategias para enfrentar la crisis, y una posibilidades: ¿qué versión de la emancipación? ¿Es la
teoría normativa –como la que denominó “paridad par- versión que está del lado del mercado o la que está del
ticipativa”– para pensar cómo sería una sociedad más lado de la protección social? (2014)
igualitaria. Al mismo tiempo sostiene que se necesita
una sensibilidad utópica transracional del deseo. En Se puede estar de acuerdo o no con la posición teórica
sus palabras: de Fraser, pero es imposible dudar del profundo cono-
cimiento que tiene sobre el hecho político y la opresión
No podemos pensar esta crisis simplemente como una institucionalizada. Como señala Del Castillo, la politó-
crisis económica y financiera. También tenemos una loga cree que las teorías sociales e históricas empíricas
muy profunda crisis ecológica, tenemos una crisis po- que se desarrollan muy pegadas a movimientos socia-
lítica, una crisis de la imaginación, y hasta se podría les pueden reunir las características de una crítica fali-
llamar una crisis de emancipación. De modo que se bilista; es decir, pueden tener características como la
trata de una crisis multidimensional. Karl Polanyi, al revisión, la transformación y la interconexión con otras
escribir sobre las crisis de 1930 y el auge de los fas- prácticas. La misma Fraser explica:
cismos durante la Segunda Guerra Mundial, en su li-
bro La gran transformación, también concibió una cri- La autoclarificación de la crítica social no necesita
sis multidimensional que era más amplia que la idea adoptar la forma de una reflexión conceptual general,
marxista de “crisis”. Sin embargo, quisiera decir entre aislada de la investigación histórica, legal, cultural y
paréntesis, que yo no renuncio a la idea de Marx, sólo sociológica (…) sin exclusión de reclamaciones de nor-
quiero situarla en una perspectiva más amplia. Polanyi mas generales siempre que éstas se consideren tam-
entendió el surgimiento del fascismo, y el colapso de bién situadas (Del Castillo, 2005, p. 115).
toda la civilización en la Segunda Guerra, como algo
puesto en movimiento por una loca idea del siglo XIX: Su obra, construida desde las bases mismas de las
que la sociedad podía estar organizada alrededor de diversas corrientes teóricas, exhibe una complejidad
un mercado autorregulado. Toda la sociedad civil y las que pone el acento en la calidad y la coherencia de sus
ideas éticas debían ser puestas de lado frente a esta categorías teóricas, y además invita a analizar y des-
autorregulación. Esa idea destructiva terminó amena- montar las fuerzas que mantienen a las mujeres en sus
zando toda la organización social. Ese mercado no re- lugares subordinados. Incluso, la habilidad con que ar-
gulado estaba destruyendo también la naturaleza. De ticula su pensamiento permite no solo dar cuenta de
modo que las luchas sociales no eran una lucha de sus esfuerzos teóricos sino también maximizar su efi-
clases como lo pensaba Marx, sino que se trataba de cacia comunicativa.
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Notas
1
Escalas de Justicia fue editado en 2009 y Fortunas del Feminismo, 2
Se trata de un texto traducido al castellano en 1991.
en el año 2015.
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Diferencia y nomadismo
Habermas se preguntaba si el “proyecto ilustrado” diferencia de otro, Heidegger hace entrar en juego otra
debe concluirse o abandonarse, y él mismo optaba por diferencia (Differenz). Entonces, la pluralidad obedece,
la primera posibilidad (Femenias, 2000b). En otros ca- por una parte, a la diferencia entre un ente y otro, en la
sos quienes se inclinan por la segunda opción, tienden medida en que cada hecho o ente ocurre, sucede, tie-
a alinearse con las corrientes posmodernas y a criticar ne lugar en el universo. Pero, por otra, remite también
a la Ilustración por imponer un modelo de lo humano a la anterioridad metafísica de la diferencia ontológica
blanco, varón, propietario, clase media, anglosajón, he- de cada ente respecto del Ser (Heidegger, 1968; Plog-
terosexual, etc. Respecto de esta lectura por demás ger, 1993, p. 176). Con ello, el filósofo pone sobre el
extendida, vale la pena aclarar que quienes así entien- tapete al menos dos problemas: el de la identidad y el
den al “proyecto ilustrado” no lo hacen desde la filoso- de la diferencia, entendida esta última en dos niveles,
fía formal del universalismo kantiano –del que Haber- óntico y ontológico. Dejaré de lado por ahora la influen-
mas es deudor–, sino que entienden el problema desde cia de Levinas sobre la filosofía de Judith Butler.
una concepción hegeliana de la totalidad y a través de
la comprensión heideggeriana de la noción de diferen- Hasta cierto punto, los filósofos denominados
cia. En suma, lecturas divergentes y ambas filosófica- posmodernos se apropiaron tanto del doble significado
mente válidas. de la diferencia y de su vinculación con la identidad/
unidad, como de la noción de alteridad radical. Si bien
Esto nos lleva a considerar lo que se denominó reconceptualizaron la identidad en clave discursiva –es
giro metafísico de la diferencia. Filósofos como Martin decir, en el espesor narrativo del discurso– y la atrave-
Heidegger y Emmanuel Levinas abren el problema de saron con vectores de poder, ninguna de las nociones
la diferencia a las teorizaciones posteriores, en espe- adoptadas logró despojarse por completo de su origen
cial las más significativas (Irigaray, Butler, Braidotti). metafísico (Femenias y Herrera, 2008). Por eso, la ma-
Dicho de modo extremadamente sintético, Heidegger, yor parte de los análisis de los problemas en torno a la
por ejemplo, adopta un principio de identidad (Identi- diferencia y a la identidad, sobre todo los vinculados a
tat) de tipo metafísico, vinculado a la noción de dife- reivindicaciones grupales, oscilan entre esos niveles,
rencia (Heidegger, 1990). De manera que, según este sin delimitaciones precisas, y padecen fuertes despla-
filósofo, la identidad abre dos caminos: por un lado, zamientos ontológicos. De modo que los conceptos de
permite el desarrollo de la ciencia, en la medida en que origen ilustrado –cuya recepción e interpretación entra
garantiza de antemano la mismidad de su objeto (bajo en juego– sufren, en consecuencia, una fuerte inter-
la unificación del objeto consigo mismo). Por otro lado, pretación ontologizante, en la cual muchas veces la
implica que, en tanto se la puede pensar, la identidad igualdad se convierte en homogeneidad y el universal
constituye una ley del Ser; así, como ley del Ser y del formal, en totalidad material.
Pensar, la identidad resuelve el modo en que un ente
aparece como idéntico consigo mismo; es decir, “ente Cuando Jacques Derrida adopta (y adapta) la no-
en cuanto ente”. Pero a su vez, dado que cada ente se ción de différance, estamos ante la inauguración de
Domna Stanton denominó “desconexión transatlánti- básico de la estructuración de la economía política. Por
ca”, llamando la atención sobre el tráfico, traslado y un lado, estructura la división fundamental entre TR,
resignificación de los conceptos (Lima Costa, 2002; considerado productivo –cuyo perfil de género es mas-
Femenias y Soza Rossi, 2011), al modo en que la no- culino– y TNR, doméstico, entendido como reproducti-
ción de diferencia, entendida como diferencia sexual vo –cuyo perfil de género es femenino–. Por otro, den-
establecida en Europa, cruzó el Atlántico para radicali- tro del propio TR se articula la segregación (jerárquica)
zarse como diferencia etnorracial y sexual en las teorías del empleo por sexos. La índole bivalente de la posición
estadounidenses. Por supuesto que el denominado fe- de género, que apunta tanto a injusticias redistributivas
minismo negro se había desarrollado desde hacía déca- como de reconocimiento, se debe al carácter de lo fe-
das en Estados Unidos y planteaba sus reivindicacio- menino en lo que podríamos llamar la “economía sim-
nes por los derechos civiles. Pero las teorizaciones de bólica” de la sociedad (Amorós, 1998). Por eso, las
la diferencia cobraron un nuevo impulso y se ampliaron posiciones post estadounidenses sostienen que, ante
teóricamente tras ese pasaje transatlántico. una Ilustración inconclusa, que no solucionó los reales
problemas ni de las mujeres ni de la población de color
En EE.UU., las diferencias se leen materialmente, en general, solo cabe el abandono de ese proyecto y su
y en un comienzo se priorizó la diferencia de color por reemplazo por un ethos posmoderno.
sobre todas las demás. Esta aclaración es indispensa-
ble para comprender el giro que se produce en lo que Hemos visto que históricamente, la noción de dife-
se denomina “la expansión de las diferencias”: etnorra- rencia ha connotado inferioridad. Cuando la pólis clási-
za, cultura, religión, género, sexo, clase, opción sexual, ca se define con Aristóteles como la unión de los dife-
etc. se tornan “diferencias” igualmente válidas para la rentes, presupone un orden político natural y jerárquico
exigencia de reconocimiento. Esto provoca un desplaza- que ubica a unos en la parte superior de la escala social
miento desde los reclamos por la ciudadanía igualitaria y a otros en la inferior de la misma. Así, los “diferentes”
a los reclamos por el reconocimiento identitario, según son los que no son “iguales”, en el sentido de que no
vimos en las paradojas que señalaba Nancy Fraser. son ciudadanos libres con los mismos deberes y dere-
Como sostiene Amorós (1998), al reconocimiento, en chos. Las mujeres, los esclavos, los negros, los extran-
clave hegeliana, se le suman ciertos planteamientos crí- jeros, los pobres, los indígenas o cualquier otro pueblo
ticos de propuestas de redistribución, que producen no occidental, eran considerados diferentes e inferiori-
una reconceptualización del género como colectivo bi- zados. Ahora bien, desde los años 60 del siglo XX, bue-
valente. Al subsumir la autocomprensión de la identi- na parte de la producción teórica aboga por el recono-
dad femenina al modelo de la etnia, se mostró cuán cimiento de la diferencia como positivamente otra y
problemática era la distribución. La feminización de la valorada en consecuencia, e insiste en su carácter es-
pobreza, con la espectacular hiperrepresentación de las pecífico autoafirmativo. De este modo, se constituye en
mujeres –y sobre todo de las mujeres de color–, confir- referente por sí, y atraviesa la categoría de sexogénero,
ma la tesis de Fraser de que el género es un principio incluyendo las variables de etnia, cultura, opción sexual
Para el reconocimiento de la diferencia etnorra- Una de las voces pioneras más importantes fue la de
cial, y de algún modo atada a ella, la feminización de Angela Davis, activista por los derechos civiles de las
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personas de color y precursora de desarrollos teóricos tual sólida, y se apeló a la poesía, el ensayo, la pintura,
posteriores. Rescató la historia del activismo y la resis- la novela a fin de difundirla, como lo muestra la obra
tencia “negra” contra el “hombre blanco”, y consideró de Toni Morrison (1931), Premio Nobel de Literatura
al movimiento heredero de las incontables generacio- 1993. Si bien el concepto de identidad es central, y
nes de militantes; de “nuestras madres y hermanas” dieron prioridad a la noción de raza (el signo de su
esclavas (Davis, 2004). discriminación y de su exclusión), rescatando la negri-
tud y la Madre África, exigieron ser reconocidxs en pie
Así, la presencia feminista negra se tornó una ca- de igualdad con “lxs blancxs”, entendidos como polos
racterística propia de la denominada segunda ola del de referencia. Un problema de la radicalización de la
feminismo estadounidense durante las décadas de los noción de raza y de negritud fue que, lejos de ser un
60 y 70. Las mujeres negras, las latinas y las trabaja- rasgo o color de la piel, se convirtió rápidamente en
doras en general se aunaron para defender sus dere- una esencia, con las consecuencias del caso.
chos en la National Black Feminist Organization
(BFO). La teoría política feminista negra se elaboró en En la década de los 80, la referente más combativa
estrecha relación con los movimientos por los derechos del feminismo negro estadounidense fue Audre G. Lor-
civiles y el nacionalismo negro (las Panteras Negras, de, activista, escritora y sobre todo poeta. Lorde se au-
Malcom X, etc.). Es decir, las teorías que exponían sus todefinió como negra, lesbiana, madre, guerrera y poeta,
reivindicaciones antirracistas y antisexistas ancladas y dedicó su vida y su talento creativo a enfrentar las in-
en la “diferencia negra”, en términos de diferencia res- justicias del racismo, el sexismo, el clasismo y la homo-
pecto de los blancos, que se imbricaron estrechamente fobia. Reivindicó la negritud e intentó empoderar a sus
con las prácticas contra los diversos modos de opre- congéneres marginadas por un sistema al que tachó de
sión. Los escritos de Davis generaron una red concep- capitalista, patriarcal, heterosexista, blanco y racista.
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Gran parte de su obra fueron poemas, entre los que des- rrelacionadas, y que los sentimientos son una forma de
tacan The First Cities (1968), Cables to Rage (1970) autoconocimiento que puede configurar y enriquecer el
y From a Land Where Other People Live (1972), premia- activismo, porque dar cuenta de la experiencia del do-
do con el National Book Award. A su vez, otros trabajos lor ayuda a superarlo (Lieberman, 2017). Las diferen-
posteriores fueron New York Head Shop and Mu- cias no deben usarse para dividir, sino para enrique-
seum (1974), Coal (1976), y The Black Unicorn (1978). cer el autoconocimiento y el aprendizaje. En su artícu-
Sus poemas de protesta incluyeron I have a duty (“Ten- lo “Edad, raza, clase y sexo: Mujeres redefiniendo la
go un deber”) en el cual afirma que se compromete a diferencia” (Lorde, 1984) sostiene:
hablar con la verdad y a compartir no solo sus logros,
sino también su dolor. De ahí que, entre otros ensayos, Seguramente hay diferencias muy reales entre nosotr-
escribiera un largo relato experiencial sobre su cáncer xs, de raza, de edad y de sexo. Pero no son esas dife-
de mama –The cancer Journals (1980)– y las discrimina- rencias las que nos separan. Es más bien nuestro re-
ciones que sufrió como “paciente negra” (Lorde, 2008). chazo a reconocerlas y a examinar las distorsiones que
resultan de nuestros errores al nombrarlas y a recono-
Respecto de las diversas corrientes que atraviesan cer sus efectos en el comportamiento y las expectati-
al feminismo, presionó a las feministas a examinar “las vas de los seres humanos (p. 116, traducción propia).
diferencias entre mujeres”. E irónicamente, se pregun-
tó una y otra vez: “¿Cómo es posible que las mujeres Afirma de manera contundente que ese desconoci-
que te limpian la casa y cuidan tus hijos mientras asis- miento, esa ignorancia, encubre una incesante fuga de
tes a Congresos sobre teoría feminista sean, en su ma- energía y de potencialidades, que decantan en las mu-
yoría, pobres y “negras”? ¿Qué teoría feminista respal- jeres que se definen como blancas y se encierran en su
da el feminismo racista?” (citado por Curiel, 2007a, p. propia experiencia como tales; así las mujeres de color
166). Lorde defendió que una de las claves del femi- devienen “lo otro”. Y para reforzar su argumento, traza
nismo es mostrar que todas las opresiones están inte- las líneas de lo que denomina las condiciones de la
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diferencia y que bien podríamos entender como los Otra importante referente del feminismo negro es-
prejuicios que marcan las diferencias no como una plu- tadounidense es Gloria Jean Watkins, conocida con el
ralidad y una diversidad que enriquece al conjunto, seudónimo de bell hooks (escrito en minúsculas), tam-
sino como una oposición binaria y simplista en térmi- bién escritora, pensadora y activista. Sus trabajos se
nos de dominante/subordinado; bueno/malo; arriba/ centran en lo que denomina sistemas de dominación y
abajo; superior/inferior, de lo cual la sociedad “blanca” opresión, en particular los que responden al eje de la
extrae un provecho. Tres son los modos específicos raza, la clase y el género.
con los que la cultura europea occidental responde a
las diferencias humanas: ignorándolas; copiándolas y Su obra más conocida es Ain’t I a Woman?: Black
apropiándoselas y, por último, percibiéndolas como women and feminism ([1981] 2015), en la que exami-
menores (inferiores, lesser). Por eso, para Lorde, tanto nó los efectos del racismo, el sexismo y la limitación de
el racismo como el sexismo, la heterosexualidad, el los derechos civiles, subrayando la importancia del
clasismo, la discriminación por edad (ageism) y el eli- movimiento de mujeres negras por el sufragio y los de-
tismo responden a una idea que denomina “la norma rechos políticos. Al comienzo del libro relata su toma
mítica”: la norma no escrita ni existente como tal que de conciencia no solo de la situación de las mujeres,
dice qué y cómo deben ser los cuerpos y las conductas sino de la situación de las mujeres negras dentro del
de las personas. Creer en esta norma mítica permite movimiento de mujeres:
explicar “las desviaciones” de las que se acusa a quie-
nes la ignoran o no la cumplen por algún motivo (por Mi intenso compromiso con la concienciación feminis-
ejemplo, el color de la piel). ta me llevó a enfrentarme a la realidad de la raza, la
clase y la diferencia de género. Así como me había
La obra de Lorde tuvo gran impacto y sigue siendo rebelado contra el mandato sexista del lugar de la mu-
estudiada extensamente en la actualidad por numerosas jer, y desafié nociones tales como el lugar y la identi-
académicas, entre ellas Jennifer C. Nash (African Ame- dad de mujer en los círculos de liberación de las muje-
rican Studies, Harvard University), quien examina cómo res, no pude encontrar un lugar para mí en el movi-
las feministas negras toman conciencia de su identidad, miento. Mi experiencia como mujer joven y negra no se
y finalmente logran construirla en forma positiva, impri- tenía en cuenta. Mi voz y las voces de las mujeres
miendo un giro notable a todo el movimiento. como yo no eran escuchadas. Más importante aún, el
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movimiento me mostró lo poco que sabía de mí misma los EE.UU. abolió la esclavitud en diferentes épocas;
y de mi lugar en la sociedad (hooks, 1981, p. 8). incluso algunos estados del sur mantuvieron leyes ra-
cistas hasta bien avanzada la década de los 80 del si-
No solo esto; también denunció ciertas complicidades glo XX. No obstante, bell hooks denunció también al
incómodas cuando analizó el peso de los estereotipos que denominó “nacionalismo negro” por patriarcal y
que, construidos desde la esclavitud, limitan los mo- hasta misógino.
dos en que se ve y se valora a las mujeres negras:
En consecuencia, su obra trata de fortalecer mo-
La mayoría de los esclavos negros, permanecían quie- dos de acercamiento entre las razas, entre los sexos y
tos cuando sus amos blancos atacaban sexual y brutal- entre las opciones sexuales, rechazando el estereotipo
mente a las mujeres negras; no se sentían obligados a de “Big Mamma” o “Matriarca negra” que construyó
actuar como sus protectores. (…) Su instinto era de Daniel Patrick Moynihan, al que critica con frecuencia.
auto-preservación La esclava negra no podía contar Al mismo tiempo, hooks (2015) disiente del movimien-
con ningún grupo de varones, blanco o negro, para que to y las teorías feministas blancas por ignorar la impor-
la protegiera contra la explotación sexual (hooks, tancia de las cuestiones de raza, su vinculación con la
2015, pp. 56-57; traducción propia). clase y la relevancia (negada) de la economía esclava.
En uno de sus análisis más incisivos muestra cómo se Las décadas de los 60 y los 70 fueron sin duda de
entrecruzan clase y color: la mujer-esposa “blanca” y una alta producción teórica y de nuevas prácticas polí-
legal del amo y la mujer “negra” que el amo ama y/o ticas del feminismo. Las reivindicaciones y demandas
hace suya (por fuerza o por consentimiento), una de feministas no se limitaron a reclamar el derecho al su-
cuyas consecuencias más importante es la negación fragio o al ingreso en instituciones blancas y masculi-
de la paternidad de la familia mulata, y la pérdida de nizadas. El trabajo de revisión identitaria negra llevó a
filiación civil, económica y social que esto conlleva. examinar, criticar y mostrar cómo sexo y color constru-
yeron una trama de opresión y exclusión de clase.
Aquellas mujeres blancas que deploraban la explota-
ción sexual de las esclavas negras, eran con frecuencia Pocos años más tarde, hooks publica un significa-
reticentes por temor a verse involucradas en tal situa- tivo artículo titulado “Black Women: Shaping Feminist
ción y perjudicar su propia situación en el ámbito do- Theory” (1984), traducido y publicado como “Mujeres
méstico. La mayoría de las mujeres blancas veían con Negras: Dar forma a la teoría feminista” en Otras ina-
hostilidad y rabia a las mujeres negras que eran objeto propiables (2004). Comienza con la crítica al feminis-
del deso sexual de sus maridos (2015, p. 58; traduc- mo burgués de Betty Friedan y el problema sin nom-
ción propia). bre. A su juicio, describir a las mujeres como “amas de
casa aburridas, hartas del tiempo libre, del hogar, de
Así, sostiene la activista, los estereotipos y la historia los hijos, del consumismo, que quieren sacarle más a
de la esclavitud construida “por los amos blancos y sus la vida” es desconocer la realidad de las clases socia-
esposas blancas” devalúan a las mujeres negras, con- les y el hecho de que tal descripción no representa a la
virtiéndolas en “mero sexo” y negándolas como muje- mayoría de las mujeres (2004, p. 33). Por eso, no se
res-personas íntegras. La habitual denuncia de la igno- puede seguir ignorando que “mujer” está atravesado
minia de la esclavitud como paradigma de la discrimi- por una multiplicidad de variables: etnia, clase, opción
nación, la exclusión y la opresión, hace que el feminis- sexual, religión, entre otras. Haber hecho de su situa-
mo negro tienda a priorizar cierta identidad étnica so- ción singular la de todas las mujeres implica descono-
bre la de sexogénero. Como se sabe, cada estado de cer las diferencias entre ellas, así como los problemas
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y dilemas específicos que conlleva el entrecruzamiento Más próxima a la feminista francesa Antoinette Fouque
con etnia y clase. Denuncia nuevamente el racismo de (1936-2014) reconoce, con ella, que las preocupacio-
mucha literatura producida por nes señaladas son legítimas, y
… feministas blancas, reforzando la supremacía blan- Las acciones propuestas por los grupos feministas son
ca y negando la posibilidad de que las mujeres se vin- espectaculares, provocadoras. Pero la provocación
culen políticamente atravesando las fronteras étnicas y sólo saca a la luz un determinado número de contra-
raciales. El rechazo histórico de las feministas a pres- dicciones sociales. (…) ¡El reformismo le viene bien a
tar atención y a atacar las jerarquías raciales ha roto el todo el mundo! El orden burgués, el capitalismo, el
vínculo entre raza y clase. Sin embargo, la estructura falocentrismo son capaces de integrar tantas feminis-
de clase en la sociedad estadounidense se ha formado tas como sea necesario. En la medida en que esas
a partir de la política racial de la supremacía blanca; mujeres se convierten en hombres, a fin de cuentas
sólo a través del análisis del racismo y de su función sólo significan unos cuantos hombres más. La diferen-
en la sociedad capitalista se puede obtener una com- cia entre sexos no reside en si se tiene o no pene, sino
prensión completa de las relaciones de clase. (…) Las en si se forma parte o no de la economía fálica mascu-
mujeres blancas que dominan el discurso feminista, lina (2004, p. 40).
que en su mayoría crean y articulan la teoría feminista,
muestran poca o ninguna comprensión de la suprema- Por tanto, hooks considera que no es accidental que
cía blanca como política racial, del impacto psicológi- la lucha feminista haya sido cooptada con tanta faci-
co de la clase y del estatus político en un estado racis- lidad para servir a los intereses de las feministas libe-
ta, sexista y capitalista (2004, pp. 35-36). rales más conservadoras, que responden más a la
agenda del partido que a las necesidades de las mu-
Afirmaciones tales como “todas las mujeres están opri- jeres. Sin embargo, matizando esta crítica, reconoce
midas” suponen desconocer los modos y grados de la que cuando una teoría se transforma en ideología co-
opresión y cómo se potencian las opresiones en la di- mienza a destruir la individualidad y la autoconcien-
versidad de experiencias de las mujeres individuales. cia. Por eso hay que sorprenderla y atravesarla con la
La autora retoma algunos escritos de Christine Delphy experiencia para transformarla, porque si bien es ne-
y considera, por un lado, que hablar de una opresión cesario resistir a la dominación hegemónica, no se
dominante u opresión común a todas las mujeres, y por debe olvidar que es una teoría en proceso de elabora-
otro, reconocer la opresión social es redundante, pues ción, y que precisamente por ello se la debe criticar,
todas las opresiones son de orden político y denuncian cuestionar, reexaminar y explorar para establecar sus
privilegios de raza, clase, sexo, cultura, entre otros. nuevas posibilidades.
Itinerarios de teoría feminista y de género | La diferencia del feminismo negro | PGD eBooks #8| 106
América Latina entre la poscolonialidad
y la decolonialidad
Los centros hegemónicos de producción de conoci- traslado forzado desde África, la conquista y la esclavi-
miento nos identifican como “América Latina”, y noso- tud. Por un lado, los diversos países latinoamericanos
trxs hemos asumido tal identificación en pos de cons- tuvieron procesos completamente diferentes respecto
truirnos como una vía alternativa cultural y económica, de la explotación de la esclavitud y la posterior libera-
más que geográfica. Sin embargo, debemos tener pre- ción de sus esclavos, vinculada a la independencia y a
sente que se trata de un continente donde cada país y la reorganización estatal, así como a la mestización de
cada región tiene sus peculiaridades. Por eso, cuando sus poblaciones. Por otro lado, en algunos casos se
a lo largo de estas páginas repitamos “América Latina” presentó una cierta tensión con los pueblos originarios,
nos gustaría que se tuviera presente que nuestro terri- que reivindicaban prioritariamente su condición de ser
torio está atravesado por muchas lenguas, geografías y autóctonos. Como sea, la tensión etnorrazas, sexogé-
culturas. Es decir, no es una unidad ni etnorracial, ni neros y clases es históricamente manifiesta, persiste
geográfica, y tampoco religiosa; solo la experiencia de aún en la actualidad, y ha merecido numerosos estu-
la colonización ha impreso algunos rasgos comunes. dios centrados en la interseccionalidad de las opresio-
Es por esta razón que hay quienes sostienen que Amé- nes y/o las exclusiones y discriminaciones vividas. En-
rica Latina es más bien una “idea” (Mignolo, 2007) a tre ellos retomo los aportes de la portorriqueña Marie
veces utópica, casi siempre tensa. Ramos Rosado, de la colombiana Mara Viveros Vigoya,
como también los de la dominicana (residente en Co-
A comienzos de la década de 1980, la incorpora- lombia) Ochy Curiel y la brasileña Guacira Lópes Louro.
ción de la variable etnorraza permitió replantear el de-
bate sobre el sujeto del feminismo. En primer término Desde un cuestionamiento a la categoría “muje-
irrumpieron en la escena pública los denominados fe- res” por su pretensión de universalidad, las afrodes-
minismos disidentes (mujeres de color, negras y origi- cendientes o mujeres negras han relacionado la cate-
narias, lesbianas, de clases populares, etc.), que em- goría de raza con las de sexogénero y clase, para mos-
pezaron a cuestionar por qué el feminismo no las había trar cómo el patriarcado tiene efectos diferentes en las
considerado como sujeto, y que además eran víctimas mujeres cuando esas categorías se entrecruzan. En esa
del racismo, del heterosexismo y del clasismo. Así, línea trabaja Marie Ramos Rosado, quien rescata la
emergió la pregunta sobre cómo era posible que el su- presencia histórica de lxs negrxs en Puerto Rico. Entre
jeto mujer blanca, de clase media y heterosexual fuera sus variadas contribuciones podemos destacar La mu-
el paradigma del contexto latinoamericano, signado jer negra en la literatura puertorriqueña (2003) y Des-
por las diferencias nacidas de la mestización, la coloni- tellos de negritud (2011). Por razones más políticas
zación y las culturas que aportan las distintas comuni- que étnicas –sostiene la autora– se atribuyó a las mu-
dades originarias y afro. jeres negras “una alteridad radical”; en muchos casos,
una “extranjeridad inquietante” porque, en general, los
En esta América Latina, varias voces recogen su Estados nación de América Latina se estructuraron (y
herencia afrodescendiente, y rememoran su historia de aún lo hacen) a partir de la supremacía blanca real o
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noce, en principio en términos de poblamiento. Ade- lombia (2002) ofrece, ante todo, una aproximación
más, la cuestión demográfica encierra otra vergüenza múltiple a las masculinidades colombianas; es decir,
social: “la violación naturalizada y sistemática de las explora las marcas sexuales de los sujetos, sus formas
mujeres negras” (2005, p. 67), una suerte de derecho de ser, de reconocerse, de ser reconocidxs, desconoci-
de pernada, que aún se ejerce en muchas zonas del dxs o “mal-conocidxs”. Viveros se pregunta por las
continente. A estos factores se agrega el fenómeno masculinidades como objeto de estudio, por la sociali-
muy estudiado de la feminización y etnización de la zación y la construcción de las identidades y las alteri-
pobreza. No obstante, Ramos Rosado advierte que, sin dades de género en Colombia, y por la incorporación
olvidar ni quedarse estancados en el mundo de la ha- –o mejor aún, la encarnación– de las desigualdades
cienda y la victimización, “se debe entrar de lleno en el sociales. Su trabajo, cuyos resultados forja en el marco
siglo XX” (2003, p. 345). de la teoría social y de los debates feministas, con con-
tribuciones del psicoanálisis y la antropología, propicia
Entre sus aportes a lo que denominó los réditos una mirada que pone a los varones bajo estudio. Exa-
políticos de la masculinidad blanca en Colombia, la eco- mina los vínculos intergeneracionales, entrelazados
nomista Mara Viveros Vigoya explora los usos que el ex- con otros varones (padres, maestros, pares e hijos) y
presidente Álvaro Uribe Vélez hizo de los valores asocia- con las mujeres (madres, maestras, esposas e hijas).
dos a la masculinidad y a la “blanquidad” como fuentes Arroja luz sobre las identidades masculinas, pero tam-
de legitimación política y de popularidad. Mara Viveros bién sobre la crítica de género, las relaciones de poder
estudia la gran eficacia simbólica –y a la par, excluyen- y la “geografía económica y simbólica nacional” (2002,
te– de las dimensiones de género y etnorraciales presen- p. 191), en la que circulan proyectos globales, discur-
tes en discursos y comportamientos habituales. Muestra sos y prácticas modernizantes. Vincula el profundo
la utilidad del género como una categoría analítica de costo emocional y social que entraña para los varones
las relaciones sociales cuyo contenido político se da en la obligación de sortear las tensiones y ambigüedades
un doble sentido, que permite abordar las relaciones en- generadas por modelos contrahegemónicos de mascu-
tre los ámbitos privado y público y posibilita entender las linidad y las demandas sociales que les exigen la de-
de poder, autoridad y legitimidad. La investigadora dedi- mostración reiterada de su virilidad.
ca asimismo extensos estudios a la categoría de inter-
seccionalidad y de masculinidad y poder. Otro tema en el que la investigadora efectuó im-
portantes aportes es la categoría de interseccionalidad,
En su libro De quebradores y cumplidores. Sobre fundamental para designar la perspectiva teórica y me-
hombres, masculinidades y relaciones de género en Co- todológica que busca dar cuenta de la percepción cru-
zada de las relaciones de poder. Si bien este punto de
vista no es novedoso en el feminismo, Viveros se pro-
pone rastrear los orígenes del enfoque teórico-metodo-
lógico y político a fin de construir una genealogía que
va más allá de identificar las huellas de un saber pasa-
do. Por el contrario, explora el contexto latinoamerica-
no poscolonial para mostrar cómo el concepto ya fue
ampliamente utilizado por Clorinda Matto (1852-1909)
hacia 1899, revelando no solo cuestiones de género
sino de etnia, y mostrando cómo esta peligrosa inter-
sección revelaba los abusos sexuales perpetrados por
Mara Viveros Vigoya gobernadores y curas locales sobre las mujeres indíge-
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nas y las negras. Rastrea también la denuncia de la interseccionalidad como paradigma requiere desarro-
vulnerabilidad etnorracial y de género en los trabajos llos tanto teóricos como empíricos.
artísticos de la brasilera Tarsila do Amaral (1886-
1973). La artista representa a una mujer negra, desnu- Esta formalización encontró un eco favorable en-
da, con los labios y los senos hipertrofiados (1923), tre quienes se enfocan en los aspectos estructurales
que en la interpretación de Viveros remite al papel de de la interseccionalidad. Sin embargo, no estuvo exen-
las nodrizas negras en la sociedad brasileña. Estas re- ta de críticas procedentes de quienes denunciaron que
ferencias muestran cómo algunas mujeres blancas de también eran necesarias aproximaciones microsocioló-
las élites latinoamericanas como Matto o Amaral, te- gicas, que exigen dualidad analítica, traducible en una
nían conciencia de las opresiones de raza, género y necesaria diferencia léxica y conceptual. Tanto los fe-
clase vividas por sus congéneres. nómenos micro cuanto los macrosociales interpelan o
están implicados en los sistemas de poder, sea en la
Si ya en el siglo XX, en EE.UU., la emblemática producción, la organización y/o el mantenimiento de
Colectiva del Combahee River se manifestó en contra las desigualdades que las estadounidenses llamaron
de la hegemonía del feminismo blanco por los sesgos “interlocking systems of oppression”. De ahí que la in-
de raza y género (Viveros Vigoya, 2009), los movimien- terseccionalidad pasó de ser una metáfora –y un signo
tos sociales en América Latina alcanzaron visibilidad de conflicto y amenaza para un feminismo que se reve-
durante los años 60-70 de la mano de la afirmación de ló como “blanco”–, a una herramienta de análisis (Vi-
Kate Millett “lo personal es político” y en el momento veros, 2016). A juicio de la teórica y economista, la
en que los análisis de la interseccionalidad dieron sus interseccionalidad permitiría borrar los conflictos epis-
frutos. En principio, abordaron no solo sus implicacio- temológicos que han opuesto el feminismo occidental
nes de sexo, sino también las de raza y clase, y centra- a los feminismos estructuralista, posestructuralista,
ron el conocimiento y la elaboración de teorías en la black feminism, white feminism, poscolonial y decolo-
propia experiencia de la diferencia, la exclusión, la des- nial, que parten de premisas diferentes y utilizan estra-
calificación y/o la subordinación. Viveros (2016) siste- tegias metodológicas distintas. Según Viveros, el razo-
matiza sus presupuestos básicos para responder a pro- namiento analógico permitió, por una parte, la teoriza-
blemáticas de la justicia distributiva, del poder y del ción de la categoría mujeres como clase, producida por
gobierno. Tras analizar situaciones concretas y espe- un sistema de dominación autónomo e irreductible a
cíficas, sostiene, en primer lugar, que en todos los pro- las relaciones de producción capitalista. Por otra parte,
blemas y procesos políticos complejos está implicada alentó la construcción del concepto de sexaje con base
más de una categoría de diferencia. En segundo lugar, en el modelo del racismo. En su opinión, teóricas como
que se debe prestar atención a todas las categorías Guillaumin utilizaron este tipo de razonamiento para
pertinentes aunque las relaciones entre estas son va- mostrar las similitudes de los mecanismos de produc-
riables y continúan siendo una pregunta empírica ción de las categorías de raza y de sexo a través de su
abierta. En tercer lugar, debe entenderse que cada ca- naturalización y deshistorización. Estos usos producti-
tegoría es diversa internamente y no un conjunto ho- vos de la analogía han servido además para establecer
mogéneo; y a esto se añade que las categorías de dife- una jerarquía entre las dominaciones y para instrumen-
rencia se conceptualizan como producciones dinámi- talizar las opresiones que no son objeto de la política
cas de factores individuales e institucionales, que son de quien las utiliza.
cuestionados e impuestos en varios niveles. En cuarto
lugar, una investigación interseccional debe examinar Viveros Vigoya considera que toda dominación
las categorías en varios niveles de análisis e interrogar- es, por definición, una dominación de clase, de sexo y
se sobre las interacciones entre estos. Por último, la de raza. Por lo tanto, en sí misma es interseccional ya
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que el género no puede disociarse coherentemente de no ha alcanzado aún el estatus de concepto hegemóni-
la raza y de la clase. Además, lo que es interseccional co (Vigoya, 2016). Para muchas feministas latinoame-
es la dominación y la violencia que se ejerce contra ricanas, no aporta nada nuevo, ya que desde hace mu-
las mujeres racializadas o que quedan excluidas de los cho tiempo las experiencias sociales de las mujeres
empleos. Es decir, algunos grupos de mujeres son latinoamericanas y la dinámica de sus movimientos
norma de la “blanquitud” mientras que otros no. El han tomado en cuenta y han teorizado prácticas y po-
concepto de interseccionalidad permitió entonces su- líticas distintas, simultáneas e intersectadas como for-
perar la conceptualización aritmética de las desigual- mas de opresión, invocando el cruce necesario entre
dades sociorraciales como fruto de la convergencia, género, raza y clase. Viveros Vigoya subraya que las
fusión o adición de distintos criterios de discrimina- críticas del feminismo latinoamericano se hicieron ex-
ción de las mujeres para desafiar el modelo hegemó- plícitas hace muy poco tiempo, en particular respecto
nico de “La Mujer”. Asimismo, comprender las expe- de la colonialidad discursiva y de la diversidad material
riencias de las mujeres pobres y racializadas como e histórica de las mujeres latinoamericanas, y se dife-
producto de la intersección dinámica entre el sexo/ renciaron así de los feminismos hegemónicos. Unifi-
género, la clase y la raza en contextos de dominación cando esas críticas procedentes tanto de las feministas
construidos históricamente. negras cuanto originarias, la investigadora retoma el
análisis de la feminidad y de la masculinidad devalua-
La interseccionalidad, sin embargo, puede esta- das por su posición en la división social del trabajo en
bilizar las relaciones en posiciones fijas y sectorizar las una sociedad colonial bajo el sistema esclavista, donde
movilizaciones sociales, de la misma manera en que el los estereotipos de los varones negros –sometidos a la
discurso dominante naturaliza y encierra a los sujetos autoridad absoluta de sus propietarios– fortalecieron la
en unas identidades de alteridad preexistentes. Por dominación sobre la población negra. De ahí que con-
tanto, sostiene, se debe dar cuenta siempre del carác- ceptos tales como el de patriarcado, aplicados a diver-
ter dinámico de las relaciones sociales y de la comple- sos tipos de situaciones coloniales, resulten insatisfac-
jidad de los antagonismos que se subsumen demasia- torios, por insuficientes.
do rápidamente bajo el tríptico sexo-raza-clase. Es
necesario considerar desde una perspectiva feminista En principio, dicho concepto no permite explicar
materialista –agrega nuestra teórica– que las relacio- por qué los varones negros nunca tuvieron los benefi-
nes sociales son consustanciales y coextensivas: con- cios del patriarcado blanco y por qué las mujeres ne-
sustanciales en la medida en que generan experien- gras fueron dominadas “patriarcalmente” de diferentes
cias que no pueden divididirse secuencialmente; coex- maneras por varones de “colores diferentes” y se gene-
tensivas porque se coproducen mutuamente. En algu- raron formas específicas de terror con el fin de oprimir
nas ocasiones, el género crea la clase; en otras, las a la población racializada como un todo. De modo que
relaciones de género se utilizan para reforzar las rela- –continúa Viveros– las mujeres esclavas no trabajaban
ciones sociales de raza, como cuando se feminiza a menos que los varones ni se les exigía menos fuerza y
los varones indígenas o se hipermasculiniza a los ne- resistencia que a ellos. En consonancia con lo señalado
gros. A la inversa: las relaciones raciales sirven para por Angela Davis, sostiene que trabajar como un varón
dinamizar a las de género, como cuando se crean je- esclavo o una mujer esclava constituía un grado deter-
rarquías entre feminidades y masculinidades a partir minado de opresión y de autonomía no diferenciada
de criterios raciales. por el género. La mujer esclava no trabajaba menos
que los varones ni se le exigía menos fuerza y resisten-
Por eso, autoras como Martha Zapata Galindo cia, como se dijo y como plantea bell hooks en From
plantean que en América Latina la interseccionalidad Margin to Center (1984). Por eso, las mujeres negras
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han identificado el trabajo en el contexto de la familia lizamiento hacia concepciones esencialistas genera un
como una labor humanizadora, un quehacer que afir- sujeto homogeneizado y clausurado: la “Mujer Negra”
ma su identidad como mujeres y seres humanos, ya (marcada por el exotismo).
que, según la ideología de la supremacía blanca, eran
incapaces de alcanzar el amor y el cuidado (hooks, Por eso, evita caer en cualquier tipo de esencialis-
1984, pp. 133-134). mo que construya a las mujeres negras como algo uni-
tario y homogéneo. Al mismo tiempo, identifica los
Asimismo, el trabajo de Viveros (2008) muestra puntos comunes que articulan la lucha política trasna-
cómo el mercado matrimonial –en cuanto institución cional que deben llevar adelante contra el sexismo y el
patriarcal, al menos en Bogotá– solo puede compren- racismo, sin caer en victimizaciones.
derse a partir del capital del que disponen mujeres y
varones en términos de articulaciones, intersecciones y Para Curiel y Viveros, el Black Feminism de Esta-
afectos mutuos. Si se analizan de modo interseccional dos Unidos (y sus desarrollos teóricos) fue fundamental
sus distintas propiedades de género, clase y raza, ha- para pensar la experiencia latinoamericana, donde el
cen del acto matrimonial –como símbolo de estatus– feminismo se vio traspasado por su carácter liberal,
una ocasión que no vale lo mismo si se trata de parejas burgués y universalista. La universalidad, que no con-
blancas y ricas o de parejas interraciales. Constituye templa contextos históricos, tampoco lo hace con las
así un nudo comprensivo de los prejuicios sociales. experiencias individuales o colectivas de las mujeres
víctimas del sexismo, el racismo, el clasismo y el hete-
El feminismo negro propició un verdadero giro rosexismo. Si bien Curiel rescata la importancia del
epistémico-político al exigir que se analizaran no solo concepto de patriarcado, lo critica porque considera
las experiencias de género, sino también las de clase y que presenta a la dominación masculina como indife-
etnorraza. Esto transformó la lucha estratégica en una renciada, sin distinción de cómo opera en relación con
perspectiva epistemológica que llevó a redefinir el su- las prácticas, la clase, la etnia y la sexualidad.
jeto político central del movimiento feminista y a des-
plazar progresivamente la problemática del feminismo Curiel retoma el análisis de bell hooks para mos-
desde sus fronteras internas. Por eso Viveros concluye trar cómo algunos reclamos de las mujeres respecto
que el análisis producido por las teorizaciones intersec- del derecho al trabajo se vinculan a su condición de
cionales es fundamental para entender el lugar que blancas y burguesas, ya que las afrodescendientes
ocupan la raza y el racismo –en su calidad de modali-
dades particulares de la dominación– tanto como las
relaciones de género para desembocar en un sistema
de clases que, como lo definió la peruana Marisol de la
Cadena, constituye una pigmentocracia.
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siempre trabajaron fuera del hogar y a la par de los nuevas condiciones socio-económicas, [y] por tanto
varones negros. En principio, son fuerza de trabajo en procesos de creación y recreación cultural, discursiva y
las calles y en las casas de las mujeres blancas, como práctica” que han dado lugar a “nuevas culturas dife-
herencia del pasado colonial. De ahí que la división renciadas” (2007a, p. 171). A su juicio, la “autentici-
entre esfera pública y esfera privada connote de modo dad de lo afrocéntrico no es más que un mito, que
diferente para unas y otras, generando espacios de ex- puede ayudar solo en parte a la lucha política” (2007a,
plotación económica, construcción de estereotipos y p. 172). Considera que es tarea de las nuevas genera-
roles sexualizados y racializados que se reproducen en ciones reconocer “todo lo que somos ahora en/con las
el “sentido común” de las poblaciones. otras culturas construidas y en construcción” (2007a,
p. 190). Por ello, insta a examinar cómo se generan las
La antropóloga critica también las representacio- mujeres negras en función de las diversas relaciones
nes estereotipadas de las afrodescendientes, y la nega- sociales que las atraviesan, allí donde está presente la
ción del feminismo tradicional a examinar la explota- clase, el género, la sexualidad, pero también los con-
ción de las mujeres negras sobre la base de roles se- textos regionales, locales y las experiencias específicas
xuales definidos y diferenciados (2007a). Seguidora en las cuales se entrelaza todo lo que se es.
del materialismo francés en cuanto a lo metodológico,
denuncia que, por lo general, esos estereotipos vincu- Por último, Curiel se formula una pregunta inquie-
lan a las mujeres negras al crimen, la prostitución, la tante: “¿Acaba esto con el racismo?” Y responde que
perversión y el desorden (2005). Desmonta así las es- “… por este camino solo se crea cultura pero no se
tructuras de la marginalización para invertir las explica- acaba con las desigualdades económicas, sociales y
ciones de causa-efecto que sostiene el racismo cotidia- políticas, que son producto del racismo y de la explo-
no e institucional. Esto le permite generar una pers- tación” (2007a, p. 190).
pectiva única para alcanzar una feminidad negra auto-
definida, como conciencia de grupo oprimido. Es decir, Entre las muchas investigadoras y militantes femi-
un pensamiento hecho por quienes viven estas opre- nistas de Brasil –Maria da Penha, Miriam Grossi, Maria
siones y que, por tanto, tienen ese saber especializado Joana Pedro, Magda Guadalupe dos Santos, Ana Maria
y la experiencia propia. En tal sentido, “lo negro” no es Veiga, Cristina Scheibe Wolff, Jair Zandoná, Teresa
una categoría biológica sino histórica y social, que ofre- Kleba Lisboa, Carla Rodrigues– quien se ocupó de exa-
ce un cuerpo teórico independiente y específico de co- minar los modos en que la educación reproduce acríti-
nocimientos a partir de una experiencia concreta de camente los roles sexistas y racistas fue Guacira Lopes
opresión, de exclusión y de una particular conciencia Louro. Graduada en historia, desarrolla sus actividades
de las mismas (2007a, 2007b). en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul y en
2012 recibió el Premio Paulo Freire a la investigación
La propuesta de afrocentrismo implica, para Cu- en educación. Ha publicado diversos libros y artículos
riel, valorar la herencia africana desvalorizada tanto por sobre sexualidad y estudios queer.
la cultura como por la historia. Sostiene en consecuen-
cia, que debe tenerse en cuenta la africanidad de la En 1987 publicó Prendas e Antiprendas. Uma es-
diáspora para examinar los contextos sociales e históri- cola de Mulheres, obra con la que inauguró sus estu-
cos actuales. Si para ella no se debe dejar de lado la dios sistemáticos sobre aula, escuela y discriminación.
importancia de “definir lo que somos” desde la historia Quizá su texto más difundido sea Un cuerpo extraño.
del continente y el “proceso esclavista del que descen- Ensayos sobre sexualidad y teoría queer (2004), en el
demos”, tampoco se debe obviar el hecho de que ha que examinó cómo los cuerpos se cargan de marcas,
habido “procesos de adaptación y readaptación a las de inscripciones significantes y valorativas. En la piel,
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en los pelos, en las formas, en los rasgos, en los gestos significa ser varón o ser mujer. La sustitución de ese
¿qué “dicen” de los cuerpos?, ¿qué significan?, ¿son modelo implica la modificación de un paradigma sos-
tangibles, palpables, físicos?, ¿se exhiben fácilmente, a tenido por formulaciones filosóficas y religiosas ligadas
la espera de ser reconocidos?, ¿o son una invención del a las teorías sociales, a las tipologías y los relatos de
mirar del otro? Los lugares sociales y las posiciones de casos, clasificaciones y minuciosas jerarquías. La es-
los sujetos en un grupo toman como referencia a los cuela debe contribuir a ello para confrontar las discri-
cuerpos. Estos se clasifican, ordenan, jerarquizan y de- minaciones sexo-raciales. Todo eso le permite a Lopes
finen a partir de patrones y referencias, de normas, Louro decir –siguiendo a Judith Butler– que los discur-
valores e ideas de la cultura. Por eso, los cuerpos son sos “habitan cuerpos”, que “ellos se acomodan en
ante todo cultura: el color de la piel o de los cabellos; cuerpos” o, todavía más contundente, que “los cuer-
el formato de los ojos, de la nariz o de la boca; la pre- pos, en verdad, cargan discursos como parte de su
sencia de vagina o de pene; el tamaño de las manos, la propia sangre” (Costera Meijer & Prins, 1998, p. 163).
redondez de las caderas y de los senos son, siempre, Por lo tanto, antes de pretender simplemente “leer” los
significados culturalmente y se tornan (o no) marcas de géneros y las sexualidades sobre la base de “datos”, se
raza, de género, de etnia, de clase y de nacionalidad. deben repensar las formas del género y de la sexuali-
Valen más o valen menos, pero son decisivos para el dad, y cómo transformar la red conceptual prejuiciosa
lugar social de un sujeto. En los cuerpos significados que las sostiene.
por la cultura se distinguen las “marcas del poder” que
a lo largo de los siglos ha establecido la división mas- La escuela debe primero aprender para después
culino/femenino, en la cual el primero se valoriza como enseñar a no discriminar, a no excluir. Por tanto, debe
fuente de autoridad sobre el segundo. Por eso, la iden- indagar en el proceso de producción de las discrimina-
tidad sexual tiene que pensarse históricamente para ciones para invertirlo. Y es ahí donde la investigadora
revisar los modos en que tales construcciones se man- se apoya en la teoría queer y apela a categorías ines-
tienen y se reproducen. La escuela no es ajena a ello. tables, abiertas, resignificables para que el aula se
Revisar esos preconceptos no es banal; conlleva exami- ofrezca como el lugar óptimo para conocer al otrx más
nar y promover transformaciones en las maneras en allá de los preconceptos y de los discursos sesgados y
que la sociedad tradicionalmente ha representado qué cerrados.
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Mujeres de pueblos originarios
A partir de la década de 1970 comenzaron a hacerse con otros intelectuales, fundó el Taller de Historia Oral
visibles los movimientos de mujeres indígenas y, como Andina (1983) con las mujeres aymara, en su mayoría
hemos visto, afrodescendientes, que plantearon sus crí- ágrafas, para reconstruir su memoria de la conquista y
ticas al feminismo blanco, urbano y hegemónico. Re- de la colonización (Rivera Cusicanqui, 1977; 1984;
cién entonces empezó a difundirse la necesidad de ar- 1988; 1996; 2002; 2012a; 2012b).
ticular las relaciones de género con las de etnia, clase y
colonialidad. Para ese colectivo de mujeres, con sus En Debates Post Coloniales. Una Introducción a
pertenencias cruzadas, se hizo imperioso un proyecto los Estudios de la Subalternidad (1977), Cusicanqui
feminista en el marco de un programa descolonizador conectó buena parte del aparato conceptual generado
tanto de las teorías cuanto de las relaciones sociales. en la India con reflexiones y experiencias locales, des-
plazando categorías marxistas por categorías y pers-
Dado ese marco, el “problema” de las mujeres pectivas identitarias. Esto le brindó las herramientas
originarias presenta importantes desafíos. En lo que teóricas necesarias para examinar la particular situa-
sigue, exploro los estudios de la subalternidad, el re- ción de las mujeres originarias de Bolivia y analizar los
conocimiento de la intersección sexogénero y etnorra- grandes movimientos populares indigenistas, cuyo re-
zas, el enfoque poscolonial (Femenias, 2005; 2011 a; clamo fundamental se centró en cuestiones de recono-
2015) y los abordajes decoloniales (Femenias, 2017 cimiento más que en problemas de clase. Por esa vía,
a). Todas son corrientes activas que buscan conformar siempre con mirada feminista, distinguió las nociones
un marco situado de lectura, problematización y pro- de “puro” y de “mestizo”. En consecuencia, identificó
puestas teóricas diferentes; o mejor dicho, situadas. los diversos grados de mestizaje (cholas, mistis, birlo-
Nuevamente, ante la imposibilidad de explorar la tota- chas, entre otras) y advirtió sobre los prejuicios que
lidad de la obra teórica desarrollada, nos centraremos deben enfrentar las mestizas tanto frente a las indíge-
solo en algunas autoras. nas puras cuanto frente a los varones en general y a los
blancos en particular. Su análisis se centra en el con-
Comienzo por quien introduce los estudios de la junto de nombres y significados, más o menos peyora-
subalternidad y la intersección sexogénero y etnorraza tivos, con los que se designa a las mujeres. Así ilustró
en sus estudios situados: Silvia Rivera Cusicanqui, pio- el mapa de los grados y modos de mestización colonial
nera de la teoría pos(de)colonial y de la subalternidad y poscolonial, con lo que puso al descubierto la rigidez
en América Latina. Socióloga, activista e historiadora, de las estructuras sociales. Años más tarde, como ase-
de origen aymara, trabaja directamente con los movi- sora de Evo Morales, contribuyó significativamente a
mientos de mujeres indígenas de Bolivia, incluyendo el modificarlas. La comparación que oportunamente rea-
cocalero y el tupacamarista. En 1977 presentó los Es- lizó entre derechos de etnia (basados en la identidad) y
tudios de la Subalternidad en Bolivia –y por extensión derechos civiles (basados en la ciudadanía) le permitió
en toda América Latina– desarrollados en la India lue- poner al descubierto niveles de incompatibilidad sus-
go de su independencia. Pocos años más tarde, junto tentados en la doble pertenencia de las mujeres y las
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concepto de “maldesarrollo”, propio de las economías Por su parte, el denominado feminismo posmo-
de las sociedades actuales que han adoptado modelos derno tiene fuertes alianzas con los estudios poscolo-
del capitalismo que conducen a matrices extractivas, y niales de origen anglófono, y remite a marcos episte-
alimentan dinámicas económicas de despojo o despo- mológicos definidos por las relaciones de poder de la
sesión de bienes naturales y de territorios. Una de las modernidad. Adopta un conjunto de herramientas con-
consecuencias más inmediatas de estas políticas eco- ceptuales del pensamiento posmoderno y de los estu-
nómicas es el deterioro de los derechos individuales y dios de la subalternidad y decolonialidad, con los que
colectivos, con el consecuente deterioro de la calidad comparte su oposición a los esquemas fundamentales
de vida que en el sistema conceptual autóctono se co- del pensamiento moderno, aunque difieren sus lectu-
noce como “buen vivir” (Tzul Tzul, 2011). Así, se deben ras críticas (Femenias, 2015). Así, el feminismo pos-
examinar y comparar las viejas y las nuevas exclusiones, moderno es fuertemente crítico del modelo del univer-
y el modo en que el sexismo y el racismo se configura- salismo ilustrado, que –como afirma Alejo Carpentier
ron bajo patrones civilizatorios nuevos. en sus escritos cubanos (1962)– llegó a América Lati-
na de la mano de la guillotina.
Ahora bien, todo esto no quiere decir que los re-
presentantes andinos de los estudios subalternos o Entre sus defensoras se encuentra Dina Mazarie-
poscoloniales, incluyendo a nuestra teórica, rechacen gos, quien parte de la categoría de género tal como la
la democracia. Por el contrario, Cusicanqui alerta con entiende Celia Amorós –es decir, como instrumento
vehemencia sobre cuánto camino falta por recorrer crítico que facilita la desarticulación de las relaciones
para que efectivamente pueda funcionar una democra- ilegítimas de poder– e investiga en Centroamérica, Co-
cia real. En las últimas décadas, el fuerte desplaza- lombia y algunas naciones de África, las relaciones de
miento del eje central de los reclamos de igualdad a los sexo, etnia y clase, y los modos en que la violencia
de identidad pudo hacer pensar en un rechazo tanto a contra las mujeres opera como forma de control étnico
la colonización y a la cultura moderna cuanto a la de- (2010; 2011 a). Le interesa especialmente mostrar
mocracia, para subrayar reclamos etnorraciales, pos y cómo se intersectan esas categorías, las maneras en
decoloniales. Sin embargo, Cusicanqui sostiene que es que afectan la vida cotidiana de las mujeres en el es-
preciso apropiarse de las cuestiones étnicas solo para pacio privado y en el público los procesos económicos,
su profundización. En esos casos, el concepto de equi- políticos y socioculturales que las excluyen y las involu-
dad contempla aspectos no necesariamente vinculados cran al mismo tiempo. Esos procesos favorecen la sub-
a la justicia distributiva, al capital económico. Hace jetivación de las mujeres qua excluidas, lo que revierte
falta sumarle el capital simbólico identitario y arrojar en diversas estrategias de resistencia y de transgre-
más luz sobre las discriminaciones, los prejuicios inter sión, y propician profundas transformaciones persona-
e intra étnicos y los modos en que sexogénero y etnia les. Su contexto de referencia es la violencia extrema
se entrecruzan en términos de “mecanismos de opre- –incluyendo violaciones masivas, mutilación, tortura y
sión” que se coagulan –según la investigadora– en la muerte– contra las mujeres como experiencia, memo-
figura de la mestiza. Ello debe obligar a revisar el apa- ria e historia de vida durante las guerras civiles, las
rato conceptual de la tradición feminista occidental, ocupaciones extranjeras y las acciones militares y pa-
porque su narrativa sobre el poder masculino y el lugar ramilitares en Guatemala, su país de origen. Según
de varones y mujeres en los espacios culturales públi- Mazariegos, el paradigma patriarcal permite explicar y
cos y privados de América Latina se modifica cuando homologar la violencia de todos esos grupos, los que
nos aproximamos a sociedades no occidentales (Rivera en definitiva solo quieren marcar su poder territorial-
Cusicanqui, 1996; 1998; 2012a; 2012b; Mignolo, mente, y utilizan los cuerpos de las mujeres como lu-
2002; Femenias, 2013; 2017). gar de inscripción del poder y del dominio. A juicio de
Itinerarios de teoría feminista y de género | Mujeres de pueblos originarios | PGD eBooks #8| 117
esta teórica, esa violencia –organizada y perpetuada en cos, entre los que transitan de continuo. De ese modo,
todas las estructuras de un Estado también patriarcal, borran la clásica división política dicotómica público/
racista y uniclasista– muestra que la discriminación privado. Las mujeres mayas profundizan principal-
contra las mujeres y la negación de sus derechos están mente el análisis de sus hechos íntimos, los que acon-
profundamente enraizadas y sustentadas en espacios tecen en el seno familiar de las interlocutoras en rela-
familiares, laborales, económicos, políticos, culturales ción con los procesos de configuración de sí mismas
e institucionales, y que en los últimos tiempos se han como “sujetas” sociales, intelectuales y políticas,
agravado por la globalización. como primer lugar de la discriminación y la conforma-
ción de resistencias.
El hilo conductor del análisis de Mazariegos con-
tiene las acciones de resistencia y transgresión como A Mazariegos le interesa especialmente mostrar
constantes en la vida cotidiana de las mujeres, que al los modos en que se construyen las relaciones de po-
mismo tiempo que ponen en evidencia diversas formas der en lo que denomina “la intimidad de la etnia”. De
de resistencia, de carácter, de ideas-fuerza, luchan y esa manera, desestima construcciones étnicas homo-
construyen redes solidarias, campos de acción y de géneas y esencializadas, y denuncia el racismo en el
teoría. Con las herramientas del marco foucaultiano del interior mismo de las etnias y de las estructuras que
poder, analiza y explica cómo una fuerza que coaccio- conforman la sociedad guatemalteca. Las graduacio-
na, disciplina y controla a las individuos a través de nes van desde el/la “indio/a” al “ladino/a” en escalas
aparatos ideológicos (racistas y sexistas), burocráticos de dominación que se perpetúan a través del tiempo,
y bélicos, favorece metalépticamente la autoafirmación bajo la creencia y el ejercicio del poder de subordina-
de esas mujeres. De ese modo, la autoafirmación como ción que (según se argumenta) se funda en la volun-
dato identitario construye, enfatiza y fortalece las mi- tad de Dios, en la naturaleza o en el deber moral
crorresistencias que sobre la base de la intersección (Casaús, 1998). La pensadora guatemalteca aporta
género-etnia, marcan los estamentos más pobres y una red de sinonimias cotidianas, en la cual “india”
más excluidos. puede sustituirse por “tonta”, “excluida”, “pobre”,
“carente de moral” o de “inteligencia”, como palabras
Los colectivos de mujeres guatemaltecas, como sinónimas del racismo. Tanto es así, que incluso re-
lo muestra la autora, desmitifican, critican y están cuerda que muchas integrantes de su familia estaban
alertas ante las manipulaciones del poder; y, sobre convencidas de que eran “más tontas que las ladinas,
todo, luchan por la guarda de su independencia inte- y que la escuela no era para ellas” (p. 43, traducción
lectual, tanto desde sus espacios privados como públi- propia). Tomando aportes de Judith Butler (1997)
respecto del papel del insulto, Mazariegos muestra
cómo la reversión del lugar del otro/a inferiorizado/a
persiste en creencias o actitudes populares, tanto res-
pecto de las etnias cuanto de los sexogéneros. Expli-
ca la persistencia de creencias o actitudes racistas en
función de los intereses de las clases dominantes,
aunque esas creencias estén sostenidas por los/las
propios/as afectados/as. Es decir, apela al concepto
beauvoiriano de “la víctima cómplice” y a la naturali-
zación de las diferencias que justifican la escala so-
cial, invisibilizan el ejercicio del poder, las acciones
Sin datos (circa 2005) de agresión, la discriminación, la exclusión; y, conse-
Itinerarios de teoría feminista y de género | Mujeres de pueblos originarios | PGD eBooks #8| 118
cuentemente, una red de violencia racializada y gene- qua indígenas. Según la Encuesta Nacional de Condi-
rizada que reproduce un sistema de relaciones racis- ciones de Vida (ENCOVI, 2006), el analfabetismo está
tas y sexistas, que las mismas estructuras de poder asociado al sexogénero, el grupo étnico y el área en
defienden a través de sus aparatos ideológicos, en el que se vive. El 31.1 % de las mujeres que habitan en
sentido de Althusser. las áreas rurales no saben leer ni escribir, por lo que se
considera que la mujer indígena, pobre, y que vive en
Otro tanto –sostiene– sucede en “la intimidad de áreas rurales, sufre los mayores factores de riesgo. Sin
la clase”. No todxs son igualmente pobres: las muje- embargo,
res, negadas como agentes económicos, en un esque-
ma de subordinación agroexportadora (café, azúcar y … desde niñas, la libertad, la lucha contra el racismo
otros productos agrícolas), dependen mucho de las y por sus derechos como mujeres, la lucha contra la
remesas de dinero enviadas (por lo general ilegalmen- violencia en general y hacia las propias mujeres, en
te) por lxs guatemaltecxs que viven en los EE.UU. Esto particular, la honestidad, la sinceridad, el respeto, la
tiene como consecuencia, en primer término, la res- descolonización externa e interna, la justicia, el dere-
tricción alimentaria, que se acentúa en las niñas, y su cho a un ambiente sano, la búsqueda de coherencia
temprana inclusión (desde la infancia) en el mundo entre el discurso y las prácticas han sido el abanico de
del trabajo. La precaria economía de las familias se ve ideas que, desde el discurso de las propias protagonis-
afectada por diversos fenómenos tales como la guerra, tas, les ha fortalecido en sus procesos personales, in-
la migración, la descampesinización, todos ejemplos telectuales y políticos (citado por Mazariegos, 2010,
de alteraciones graves en sus vidas cotidianas. Esto mi traducción).
llevó a procesos de marginación creciente, con la ex-
cepción de algunas pequeñas elites, lo que pone de Por eso Mazariegos defiende el trabajo de reflexión co-
manifiesto –argumenta Mazariegos– que la sociedad lectiva, de donde emergen con una serie de prácticas
indígena también está constituida por clases económi- discursivas con las que pueden proponer y participar
cas, muchas veces separadas por abismos profundos, en la construcción de una sociedad más equitativa. Así
que niegan tanto el imaginario intelectual blanco como enriquecen y transforman el contenido simbólico, polí-
el de la tradición originaria. tico y social como mujeres, como mujeres indígenas de
Guatemala y mujeres del mundo.
En sus palabras, en esa situación, “las mujeres
son el último eslabón de poder y el primero en la resis- La posición decolonial, si bien mantiene puntos
tencia” (p. 57, traducción propia). En Guatemala, de contacto con la poscolonial, pretende la construc-
apunta, las mujeres son las que sustentan la mayor ción de “un conocimiento Otro”, desglosado de las ca-
parte de la economía del país y a las que se les impuso tegorías europeas, lo que logra solo en parte (Escobar,
la responsabilidad de transmitir los valores culturales. 2003; Schutte, 2007; Femenias, 2017). El pensa-
Al mismo tiempo, históricamente se las relega a “ciu- miento decolonial intenta generar un conocimiento
dadanas de segunda clase”, además de ser las princi- Otro porque, en la versión del peruano Aníbal Quijano
pales víctimas del genocidio maya y de las violencias (2000 a y b), aunque la colonia acabó hace 200 años,
que sufren a diario incluso en términos de feminicidio. la “colonialidad” persiste en sus estructuras y en su
Según datos del PNUD (2003), padecen los más altos estrategia cultural. Se la puede detectar en el racismo,
niveles de desnutrición, las más altas tasas de mortali- el eurocentrismo epistémico, la occidentalización de
dad materna, tienen serios problemas en el ejercicio de los estilos de vida de la sociedad (violenta o negocia-
sus derechos sexuales y reproductivos, y viven en con- da), y en los privilegios sociales y económicos que re-
diciones de extrema pobreza, situación que se agrava produce la educación (Quijano, 2000 a; Escobar,
Itinerarios de teoría feminista y de género | Mujeres de pueblos originarios | PGD eBooks #8| 119
2003). Sobre estas bases, Quijano relee el denomina- La crítica de María Lugones –inscripta en una po-
do mito de la modernidad para generar una unidad de sición decolonial– va más allá. Examina los conceptos
análisis propia a partir de categorías tales como dife- de raza y de género bajo su fórmula de sistema moder-
rencia colonial, sistema-mundo-moderno/mundo-colo- no/colonial de género, que amplía y complejiza el con-
nial y colonialidad, entre otras. Esa posición enriquece cepto de sistema moderno/colonial de Quijano y pensa-
la revisión y la historia de la situación político-social de dores afines (Lugones, 1994; 2003; 2008, 2010; Bi-
América Latina con una grilla conceptual cuyos aspec- daseca, 2011). Al combinar las posiciones de Quijano
tos más relevantes son: a) acompañar el nivel de las con las contribuciones de la teórica africana Oyèrónke
prácticas de los movimientos identitarios etnorraciales Qyěwùmí, Lugones sostiene que el colonialismo occi-
y “rediseñar el poder” entre los grupos racializados y dental construye, de modo conjunto, tanto la raza
los hegemónicos; b) complejizar los modos de com- cuanto el género, y establece una clara interdependen-
prensión de las redes de poder que se expresan con cia entre ambos, intersectándolos y jerarquizándolos a
“voz propia”; c) dar visibilidad a la acción teórica de las la vez. Es decir, la binaridad de los sexogéneros, en
periferias de América Latina, elaborando categorías términos de oposición varón/mujer jerarquizados, cons-
conceptuales propias (Femenias, 2017). tituye una imposición colonial tanto como el sistema
jerárquico de las “razas”.
Independientemente de la bondad de sus objeti-
vos, el pensamiento decolonial hegemónico adolece de En definitiva, para llegar a estas conclusiones, Lu-
sensibilidad de género. La mirada que adoptan los re- gones se reapropia de los bien conocidos modelos y
presentantes varones de la teoría decolonial es fuerte- métodos deconstructivos posmodernos para fines teó-
mente sexista y sesgada, y no parece que hayan podi- rico-políticos no deconstructivos, en búsqueda de au-
do hasta ahora deconstruir el sexismo del pensamiento toctonías. Ofrece un ejemplo claro en la siguiente para-
moderno. De modo que el subtexto sexista –o, en otras doja: se dice rechazar las teorizaciones occidentales,
palabras, la ceguera de sexogénero– se mantiene en la pero se las utiliza como herramientas conceptuales
mayor parte de sus aportaciones. Conscientes de este para otros fines.
sesgo, algunas teóricas decoloniales invitan a contri-
buir al enriquecimiento de la corriente con análisis fe- Ahora bien, dentro de su esquema general, Lugo-
ministas y de género; lo que claramente se lleva a nes critica a Quijano que su concepto de sexo sea de-
cabo. Sus aportes ganan visibilidad dentro y fuera de la masiado estrecho; es decir, binario. Acertadamente, la
corriente decolonial, en tanto ofrecen una mirada aten- filósofa sostiene que, al igual que el sexo, para Quijano
ta que logra identificar y describir los sexismos soterra- el género tiene fundamento biológico y se limita al di-
dos en el entramado teórico-político de sus mentores
fundamentales.
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morfismo natural varón/mujer. Por un lado, ella desvin- propia filósofa realiza en su análisis del discurso sexo-
cula el género del sexo, y por otro, incorpora el concep- rracializado. En efecto, cuando se refiere a las lógicas
to de intersexualidad a la propuesta categorial de Quija- de división-separación, advierte cómo los discursos he-
no, ampliando así la gama de los géneros reconocidos. gemónicos ejercen su control sobre la sociedad e im-
Denuncia además que el sociólogo peruano ubica a los posibilitan el surgimiento de otros discursos de resis-
sexos en el contexto social del control que los varones tencia –los de las mujeres– e incluso neutralizan los
ejercen sobre las mujeres para acceder a sus cuerpos existentes (Lugones, 1994). Es decir, la crítica de la
como a un “recurso natural”, sin integrarlos a la jerar- estrechez del género, si bien importante, no anula ni
quía social inscripta en el marco moderno/colonial. deconstruye el sistema jerárquico al que apunta; son
necesarias otras estrategias teóricas para develar la
En esta línea, Lugones concluye que la teoría de profundidad del entramado moderno/colonial. Aun así,
Quijano sobre la colonialidad del poder no logra ver que constituye un aporte de Lugones para inscribir los se-
el género funciona de modo equivalente a la raza, y que xogéneros (en plural) en el sistema de poder, dando
ambos fueron inventados por el mismo sistema moder- visibilidad a la construcción social de los mismos, sus-
no/colonial, constituyendo una imposición colonial tan- trayéndolos del orden de la naturaleza y de su inscrip-
to como las razas. Siguiendo a Qyěwùmí (2002), la filó- ción como “recurso natural”, donde la mirada sexista
sofa argentina afirma que antes de la colonización (tan- de Quijano los había dejado. Junto con sus análisis del
to en América como en las comunidades subsaharianas mestizaje y de la noción de raza, esto constituye una
de África), el género ni era binario ni estaba jerarquiza- contribución importante e interesante de la autora, que
do, y que otro tanto sucedía con las razas. En conse- ha sido reiteradamente destacada.
cuencia, raza y género, como invenciones modernas del
sistema colonial, estructuran las sociedades latinoame- Si bien no está tan claro, como muchxs sostienen
ricanas actuales por razones de hegemonía impuesta. (Nzagwu, 2016), que antes de la colonización no hu-
biera sistemas de sexogéneros y/o jerarquizaciones en-
Vale la pena formular algunas observaciones. Res- tre los diversos grupos étnicos que poblaban el territo-
pecto de la primera crítica –sobre el binarismo sexual– rio americano –polémica cuestión muy ideologizada–
es preciso admitir que la ampliación del número de los restos arqueológicos, mitos, relatos, etc. muestran
géneros es un aporte que atiende a estudios antropoló- claramente que sí había jerarquizaciones, esclavizacio-
gicos y relatos de conquistadores sobre las organizacio- nes de unos grupos étnicos por otros, y etnias hegemó-
nes sexogenéricas de las sociedades precoloniales (Ni- nicas y subordinadas, cuando menos en lo tributario
cholson, 1992). Sin embargo, aun cuando se amplíe el (Briones, 2005; Valladares, 2008; Tarducci, 2013;
número de géneros y sus variaciones reales o simbóli- Bergesio, 2015). Otro tanto debe haber pasado con las
cas, esto no implica que se rompa la jerarquización de relaciones entre los sexos. Es decir, seguramente hubo
los mismos. Si se acepta la comparación de Lugones distinciones de sexogéneros y de razas, aunque no tu-
entre géneros y razas, queda claro que de la pluralidad vieran las mismas características que en los sistemas
y gamas del mestizaje de las razas no se sigue su des- moderno/coloniales. En principio, no hay registros ni
jerarquización. Por el contrario, como muy bien lo ilus- antropológicos, ni históricos, ni arqueológicos, ni mito-
tra la ya mencionada Rivera Cusicanqui, los grados de lógicos que ratifiquen que las organizaciones sociales
mestizaje y de “blanqueamiento” se jerarquizan en tér- precolombinas (en su extensa variedad) carecieran de
minos de mayor o menor contaminación o pureza. Es intersecciones de sexo y/o de raza; incluso las descrip-
decir, las jerarquías se hacen más complejas pero no ciones actuales de antropólogas notables, tanto en
se anulan, y la relación entre puro e impuro marca tan- África cuanto en América Latina, describen sistemas
to a las razas como a los sexos, según estudios que la jerárquico-vinculares diferentes pero no inexistentes, y
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siempre de uno u otro modo jerarquizados (Moore, No obstante, estamos asistiendo a un proceso
1991; Héritièr, 1997; Hernando, 2012; Huacúz, 2016). sorprendente de revisión crítica de los mandatos socia-
Por eso, Lugones y otras teóricas decoloniales enfati- les frente a la rigidez de las propuestas tradicionales
zan la importancia de debatir no solo el ejercicio racial de identidad femenina, y a avances teóricos y legislati-
del poder, sino también el poder sexista y sus múltiples vos de gran importancia. A la par de esas experiencias,
combinatorias. Sobre todo porque las grandes líneas se desarrolla teoría feminista con conciencia de géne-
de pensadores (varones) decoloniales no se detienen ro, y se la potencia con una fructífera reflexión sobre
en los modos en que el poder sexista se articula, gene- las propias posibilidades. De ahí la riqueza de los re-
ra exclusiones, feminiza la pobreza y el analfabetismo cientes aportes y su estrecha vinculación con la expe-
y margina las voces y logros de las mujeres. riencia cotidiana de las mujeres.
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Diversidades, sexogéneros y teorías queer
En un libro de 1985, Anne Fausto-Sterling llamaba la psicólogos, entre otros, argumentaron a favor de la
atención sobre la rapidez y variedad de los cambios “diferencia” (a veces específica) que divide los sexos,
que se estaban produciendo en las familias, la ropa, la variabilidad, los cambios y el estrechamiento actual
los géneros y las costumbres en general, a pesar de de esa brecha entre el binarismo exclusivo y excluyen-
las políticas de “la nueva derecha”. Aludía a la situa- te y la pluralidad de sexogéneros dejan al descubierto
ción de EE.UU. durante la era de Ronald Reagan que nada en los seres humanos es meramente bioló-
(1981-1989), cuando la censura y la presión sobre gico y que las similitudes entre los humanos son mu-
científicos, periodistas, economistas y políticos no cho más fuertes que sus diferencias (Sterling, 1985;
impidió –según la filósofa y bióloga estadounidense– Di Segni, 2013).
que hubiera sensibles modificaciones sociales. Desde
esa fecha hasta nuestros días, los estereotipos en tor- Cuando hablamos de binarismo o de dimorfismo
no a la dupla inferioridad/superioridad que histórica- sexual, según Sterling, nos referimos a mitos de tipo
mente han separado a mujeres y varones y generado conservador y claramente patriarcal que sostienen que
estereotipos de feminidad y de masculinidad normati- los sexos son dos y solo dos: varón y mujer; las relacio-
vas, decretando como “desviadas” a todas las perso- nes sexuales tienen como fin la procreación y única-
nas que no los cumplían, se han ido estrechando sen- mente la procreación, y la familia “natural” es patriar-
siblemente (Monte Rocha, 2016). Si durante siglos, cal, monogámica, heterosexual y para toda la vida
médicos, filósofos, biólogos, teólogos, sociobiólogos, (como lo son los sexos, los deseos o las identidades).
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microfísico. Con estas herramientas, Sawicki desmon- que el rechazo sin más es inaceptable porque se basa
ta algunos debates intrafeministas para descentrar los en la falsa oposición natural/tecnológico, que repite la
focos de atención y diversificar las polémicas: a) el del identificación del cuerpo femenino con la naturaleza y
feminismo blanco/feminismo negro y/o periféricos, que lo masculino con la tecnología. A su criterio, el peligro
denuncia a los feminismos no reconocer diferencias et- radica en que las tecnologías están diseñadas e imple-
norraciales; b) el debate sobre la centralización de las mentadas por expertos en contextos en los que las mu-
luchas por la liberación sexual femenina; c) las discu- jeres carecen de la información y los requisitos necesa-
siones sobre la teoría de Nancy Chodorow (1984) res- rios para que tomen sus decisiones de manera demo-
pecto de la maternidad; d) la relación del feminismo crática (Sawicki, 1991). Por eso, un feminismo autocrí-
con las tecnologías reproductivas; e) la adecuada utili- tico, como propone, debe repensar continuamente sus
zación de la noción de identidad. Subraya la necesidad supuestos y evadir los mecanismos de poder que re-
de evitar cierres definitivos a las diferentes cuestiones caen una y otra vez en hipótesis de tipo ontológico, y
y, al mismo tiempo, de rastrear genealógicamente los epistemes sin autocrítica. Esto sucede, a su juicio,
conceptos que las mujeres utilizan en sus reivindica- cuando se adoptan categorías foucautianas sin espíritu
ciones de manera de articular “un sujeto feminista” no crítico. Foucault no es un autor feminista, como lo
homogéneo. De ahí que inste a politizar las diferencias muestra su visión de la desubjetivación como forma de
como potencialmente constructivas, y a rechazar posi- resistencia. Dicha noción –advierte Sawicki– es in-
ciones de “lo” femenino como si se tratara de una es- aceptable para el feminismo: si el “rechazo de sí” pue-
pecie de sustancia homogénea (Sawicki, 1991). Del de ser una práctica apropiada para un intelectual blan-
mismo modo, llama la atención sobre los peligros de co y privilegiado como Foucault, es, en cambio, una
aceptar en forma acrítica asociaciones consideradas estratégica discutible para las feministas y para todo
“naturales” o esencializadas como “maternidad”. El otro grupo carente de poder. Por tanto, invita a estar
poder debe analizarse en términos genealógicos para alertas sobre su “antihumanismo” y a conservar con-
generar un estado de alerta sobre la variabilidad de las ceptos “políticos” (como “mujeres”) que remiten a la
prácticas de dominación, de las injusticias y de los lu- historia y a la memoria de las luchas feministas. En
gares de ejercicio del poder (Sawicki, 1991). este sentido, considera que hay que apartarse tanto
del esencialismo cuanto del hipercriticismo que lleva a
Insiste, además, en que antes de rechazar ciertas la parálisis política. Por eso, recomienda la revisión crí-
tecnologías, se impone examinar si ofrecen un uso po- tica de todas las categorías asumiendo un punto de
sitivo para las mujeres. Su ejemplo son las tecnologías vista genealógico, porque ello no implica que “abando-
reproductivas, respecto de las cuales su posición es nemos los criterios normativos de las teorías emancipa-
doras” tradicionales (Sawicki, 1991, p. 14) sino que
las contrastemos con los desafíos específicos que el
sistema de dominación patriarcal impone a las mujeres
en cada caso (época, lugar, situación, etc.). De ese
modo, la teoría siempre tiene algo que decir sobre las
relaciones de poder que emergen y se resignifican
constantemente, porque el/la genealogista no trascien-
de las relaciones de poder, sino que debe “(re)compo-
ner” con ellas, potenciándolas (Sawicki, 1991).
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responde a tres topologías, que trataré brevemente: como naturalmente sometidas al varón y así se consi-
primero, el contexto/consenso social que nos hace vivir dere patológica, desviada o anormal cualquier iniciati-
como “mujeres” o como “varones”; luego, la variabili- va de autonomía, rebelión, agresividad o resistencia a
dad humana frente a los estereotipos normalizados/ ocupar el lugar subordinado prescripto como natural
idealizados; por último, el problema de cómo respon- (Sterling, 1985; Di Segni, 2013). Tan álgido fue el de-
der a las exigencias de las diferencias que conforman bate entre los biopoderes en pugna en torno a esa pro-
nuestras subjetividades vividas qua cuerpos sexuados. blemática, que en 1964 la Unesco reunió un grupo de
especialistas a los efectos de dirimir la cuestión. Sin
Durante el primer tercio del siglo XX, sobre el tras- eludir consecuencias éticas y sociales, y con el fin de
fondo de lo que Foucault denomina la moral victoriana, producir un informe “autorizado”, a grandes rasgos, el
y de la mano del nazismo, se reflotaron un conjunto de estudio concluyó que la variabilidad entre las razas y
leyes que no solo prohibieron ejercer cargos públicos a los sexos es mucho menor que sus similitudes y sus
los judíos sino –y este es el aspecto que nos interesa coincidencias biológicamente relevantes (Sterling,
subrayar– regularon la sexualidad de los seres huma- 1985; Di Segni, 2013). Es decir, las alegadas “diferen-
nos bajo una rígida tabla. Esta definía la sexualidad cias subordinantes” eran estadísticamente irrelevantes
“normal” y dejaba del lado de lo perverso, anormal o y podían ser consideradas un mito más, como sostiene
desviado todo otro estilo, ejercicio o elección sexual Sterling. A la luz de esas y otras argumentaciones, res-
considerada no normal por definición. Así, del lado de pecto de las cuestiones sexuales prosperó el concepto
“lo abyecto” quedó no solo la homosexualidad sino de género como lo culturalmente impuesto. Este con-
también la masturbación, el travestismo, la pedofilia, cepto fue un primer camino reflexivo a través del cual
la drogadicción, el fetichismo, el sadismo sexual, la cada lector/a pudo encontrar puentes entre textualidad
prostitución y la bisexualidad (Di Segni, 2013). Una e historicidad, femenino y masculino, movimiento so-
tabla aproximadamente afín respecto de la sexualidad cial y rol, desarrollo y construcción, naturaleza y cultu-
fue elaborada en EE.UU. por la American Psychiatric ra, recorrido que intentó deslindar lo natural de lo ad-
Association, cuyo Diagnostic and Statistical Manual of quirido, pero sin conseguirlo.
Mental Disorders (DSM), en su capítulo 11, está dedi-
cado a los desórdenes sexuales, entendidos como La invocación de la igualdad de derechos, de re-
“desórdenes mentales”. Di Segni ilustra la potente in- conocimiento y de valoración se convirtió en el eje que
fluencia del DSM durante las décadas del 50 y el 60 toda discusión política tuvo que enfrentar al abordar la
en todas las academias de psiquiatría de Occidente, y, cuestión de la equidad social, los derechos igualitarios
parafraseando irónicamente a De Beauvoir, advierte: y la apertura a los espacios de interacción de los movi-
“Normal no se nace, se hace con esfuerzos, a veces, mientos sociales. Las representaciones de las diferen-
titánicos” (Di Segni, 2013, p. 171). cias y su rechazo a los modelos biomédicos y “psi”,
que deslindaban lo normal de lo anormal, la norma del
La misma Di Segni muestra cómo la represión y el defecto, la equivalencia de la inferiorización, constitu-
disciplinamiento sexual fueron los telones de fondo yeron “realidades” que se discutieron tomando en
tanto del Mayo francés cuanto de los disturbios de Sto- cuenta sus consecuencias a fin de revisar sus supues-
newall Inn o del movimiento hippie. Otro tema, no me- tas causas fundantes, que acabaron siendo considera-
nor, fue la cuestión racial. Curiosamente, la patologiza- das “preconceptos y prejuicios”. A partir de los años
ción y/o criminalización sexual y racial se reforzaron 60, la creciente separación entre heterosexualidad-pla-
mutuamente. Llama la atención que el manual “psi” cer y embarazo, comenzó a desplazar el tema de los
recoja en un mismo grupo tanto al fetichismo o la pros- límites de nuestro dominio sobre el cuerpo hacia otras
titución cuanto la pedofilia, que se defina a las mujeres preocupaciones disciplinantes.
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En suma, hubo que ajustar la variabilidad humana prender y discutir la heterosexualidad como sistema
al estereotipo idealizado. En general, las característi- político, la cuestión de la sexualidad (y de la opción
cas con las que se describe a mujeres y varones son sexual) se convierte en un tema y un vector principal
estereotipadas cuando congelan un conjunto de carac- respecto de la opresión de las mujeres, una fuente
terísticas, virtudes y/o defectos, repetidas sin el menor heurística para explicar la opresión de las mujeres
análisis y sin tomar en cuenta a las personas en su (Osborne, 2005).
singularidad. Las características de “La Mujer” y de
“El Varón”, como estereotipos, circulan ampliamente: Contra las tradicionales concepciones esencialis-
se trata de un “saber sedimentado” que reemplaza, tas, ya sean de tipo metafísico o biologicista, se han
interfiere o enturbia el conocimiento efectivo de cada propuesto diversas teorías que van desde el nominalis-
persona singular. En la mayoría de los casos, se apela mo hasta el performativismo. La posición actualmente
incluso a la noción de naturaleza para avalar o funda- más difundida es la de Judith Butler y su teoría perfor-
mentar tales estereotipos, desconociendo rasgos sin- mativa del género, que desafía tanto las patologizacio-
gulares, historias de vida, experiencias y/o el peso del nes mencionadas cuanto la estabilidad del dimorfismo
disciplinamiento sociocultural que lleva a varones y sexual. Si bien su propuesta no es original –más bien
mujeres jóvenes a adoptar ciertas posturas que se en- recoge una larga lista de logros de las feministas de los
tienden como naturales (Sterling, 1985). 70 y de los 80– es la que más impacto tuvo en nuestro
medio, razón por la cual me extenderé más adelante
Queda claro que la deriva al esencialismo es sen- sobre su trabajo. Sin embargo, en la dirección sugerida
cilla. Por eso Wittig concluye que, al no estar atrapa- por Sawicki de revisar genealógicamente conceptos y
das por el sistema heterosexual, las lesbianas no son aportes, comienzo por considerar en forma breve las
mujeres. Para ella, heterosexualidad y lesbianismo no contribuciones de Monique Wittig. Esta teórica france-
son entonces meras prácticas sexuales privadas (u sa desarrolló la noción de “categorías identitarias
opciones vinculadas a la preferencia y al deseo se- transgenéricas” con la que renovó las concepciones
xual), sino decisiones políticas (Wittig, 2006). En habituales sobre el cuerpo y la sexualidad, que luego
cuanto tales, permiten (o no) fugar de las relaciones Butler recoge como desestabilización de la categoría
de apropiación y escapar a la clase. Sin embargo, de diferencia sexual tal como las teorías francesas del
para la mayoría de las materialistas no es posible li- discurso y de la “escritura de mujeres” pusieron de
brarse de modo individual de la violencia sexual, de
salarios depreciados o de la pertenencia a la clase
mujeres. El hecho de que algunas escapen individual-
mente al sistema político heterosexual no garantiza la
abolición de las clases (mujeres y varones) ni el fin del
sistema heteropatriarcal. La discusión de esta alterna-
tiva dio lugar a dos números de la revista Questions
Féministes (1980; 1981) y a la escisión de algunas de
sus integrantes –entre ellas la misma Wittig, quien se
radicó en EE.UU. y tuvo gran influencia sobre el pen-
samiento de Judith Butler–. No obstante, la mayoría
de las materialistas considera fundamental el carácter
estructural del patriarcado. Si bien muchas de las co-
rrientes dominantes del feminismo se niegan a defen-
der el lesbianismo a la manera de Wittig, y a com- Monique Wittig
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manifiesto. Otros factores que contribuyeron a esta misma de las normas que lo regulan. Por tanto, el sexo
puesta en cuestión del binarismo fueron los estudios no es algo que se tiene y que habilita una descripción
biológicos realizados en la década de los 70 (Sterling, estática, sino aquello que califica al cuerpo, inscribién-
1985), y las reconstrucciones de nociones de naturale- dolo en el dominio de la inteligibilidad cultural. Butler
za, por ejemplo, como las que realizaron Carolyn Mer- refuerza de este modo la tesis de que el sexo está
chant (The death of nature, 1983) y Alison Jaggar (Fe- normativamente construido a partir de códigos cultura-
minist Politicas & Human Nature, 1983), entre otras. A les binarios, de los rasgos precisos que el poder pro-
ello se sumó la crítica posmoderna de Jacques Derrida, ductor necesita para perpetuarse. En tal sentido, de-
Michel Foucault, la relectura del psicoanálisis freudia- fiende la hipótesis de que la noción moderna de sujeto
no desde el giro linguïstico en Jacques Lacan, Julia está vinculada en forma tan estrecha al sexo normati-
Kristeva y Luce Irigaray, y la crítica a la denominada vo, que solo puede hablarse significativamente en tér-
institución de la “heterosexualidad compulsiva” de Mo- minos de varón heterosexual. Por tanto concluye que ni
nique Wittig o de Adrianne Rich. Como resultado, se hay género diferente del sexo, ni dimorfismo sexual
renovó el interés en la fundamentación de categorías natural como dato del cuerpo, ni discontinuidad reifi-
sexuales que hasta entonces habían sido más o menos cada entre varón y mujer.
aceptadas como un dato biológico natural.
Apelando anticipadamente a lo que denominará
Judith Butler irrumpe en la escena filosófica a fi- “fundamentos contingentes” (1994), Butler se separa
nes de los años 80 recogiendo el cuantioso material de la lectura materialista de Wittig para aceptar su par-
conceptual acumulado en la década, que reorganiza en ticular resignificación del giro lingüístico, del que adop-
la línea del denominado giro lingüístico, de Foucault y ta algunas líneas troncales de análisis. Si no hay sexo
de otros representantes continentales. Tras un artículo natural, se pregunta, ¿para qué mantener la distinción
donde critica extensamente a Simone de Beauvoir, til- entre sexo y género?; ¿para qué normalizar ciertas for-
dándola de “esencialista” y “acólita” de Sartre ([1986] mas de esa diferenciación? Desafiada la noción de
1998), su siguiente obra, de gran impacto, fue Gender sexo natural, se impone su uso político como lugar del
Trouble (1990). control de los cuerpos y de los sujetos. Tanto el sexo
como el género son entonces modos de organización
En este texto sostiene que no se debe comprender de las normas culturales pasadas y futuras y maneras
al género como una construcción que se impone a la de situarse cada quien con respecto a ellas, en térmi-
superficie material del cuerpo y su sexo, sino que, por nos de un estilo activo de vivir el propio cuerpo en el
el contrario, debe entendérselo como la materialización mundo, y asumir las consecuencias.
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Que para Butler sexo y género sean intercambia- decir, lejos de presuponer un cuerpo biológico sexuado
bles muestra que considera que la incardinación de la como “dato” en el que se inscriben los significados del
cultura demarca diferencias anatómicas que no son género, lo entiende –en sentido foucaultiano– como
anteriores a las interpretaciones culturales de la dife- una inscripción que no preexiste biológicamente y per
rencia, sino que, por el contrario, son (en el sentido se su inscripción generizada, sino que esta es precisa-
foucaultiano) sus consecuencias. Es decir, el binaris- mente el resultado del poder. Entonces, lo que consti-
mo es una interpretación cultural que descansa sobre tuye la persistencia del cuerpo, sus contornos y sus
supuestos normativos naturalizados. El cuerpo como movimientos, es “lo material”, pero esa materialidad
un campo interpretativo de posibilidades y de reactua- debe pensarse como efecto del poder; su efecto más
lizaciones de la cultura, hace binariamente mundanos productivo. En consecuencia, ni puede hablarse de se-
nuestros cuerpos. Por eso la filósofa estadounidense xos naturales ni se puede ignorar la historia de los
se propone –a partir de las reformulaciones de géne- cuerpos. Estos han sido producidos por mandatos cul-
ro– nuevos modos de amalgamar y de subvertir las turales que les han dado significado y materialidad
oposiciones excluyentes entre masculino y femenino, (Butler, 1990b). A su criterio, sostener lo contrario le-
con modos cada vez más confusos de rompimiento del gitima posturas esencialistas, subsidiarias –en sentido
dimorfismo, y apela a la ambigüedad de las formas, de nietzscheano– de la metafísica de la sustancia en tanto
donde la existencia corporal varón y mujer emerge presuponen cuerpos biológicamente determinados pre-
como una entidad sustantiva mitificada, subsidiaria de vios e independientes de las narraciones y discursos
la metafísica de la sustancia. Es por ello que para que los configuran. Así, considera que el lenguaje es
Butler no hay nada significativo en el dimorfismo, sal- productivo, constitutivo y performativo en la medida en
vo el interés cultural de mantenerlo sobre la base de que todo acto significante resulta en la delimitación y
sanciones y castigos socio-legales a lxs transgresores, traza de la frontera del objeto al que define como tal,
y premios y recompensas a quienes sostienen el anda- aunque se lo declare previo a toda y a cualquier signi-
miaje hegemónico. A su juicio, toda identidad es pre- ficación (Butler, 1993). Por eso, el cuerpo recibe la
caria, producto de la repetición performativa de gestos inscripción narrativa de la historia, se constituye en bi-
que hacen al cuerpo “mujer”, “varón” o “trans”, idea nariamente sexuado y soporta modos institucionaliza-
sostenida con fuerza en Gender Trouble. Entonces, las dos de control a partir del disciplinamiento del deseo
identidades se construyen performativamente y expre- (Butler, 1987).
san el resultado de la repetición como una tarea de la
libertad. Aceptar la concepción de que el lenguaje consti-
tuye la materialidad de los cuerpos, como condición
En suma, para Butler solo hay construcciones necesaria pero no suficiente, significa consentir tam-
prescriptivas y prácticas confirmatorias. En su concep- bién –entiende Butler– con que al romper las determi-
ción, el cuerpo material es por tanto el resultado de un naciones discursivas binarias acaece la proliferación
proceso performativo, tal como lo pone de manifiesto paródica de los cuerpos-sexogenerizados como resulta-
en Bodies that matter (1993). En este texto refuerza do dinámico e inconstante que se produce performati-
esa concepción, jugando en primer término con el do- vamente. Para la filósofa, los performativos constituyen
ble significado de matter (en inglés, tanto “materia” fórmulas de habla legitimadoras que se sostienen en
como “lo que tiene importancia”). Luego adopta la hi- redes de recompensas y castigos discursivos y se cons-
pótesis de que el cuerpo es un medio o instrumento en truyen por reiteración, persistencia y estabilidad de la
el que se inscriben los significados culturales. De ahí citación, pero que también abren la posibilidad de la
su pregunta: ¿cómo se llega a ser un cuerpo material, ruptura. En su interpretación, la performatividad se en-
dimorfo, en y a través de las marcas del género? Es tiende como aquello que impulsa y sostiene un proceso
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de iterabilidad o de repetición constreñida a ciertas priori y per se, sino que, por el contrario, es política
normas; no se trata meramente de un libre juego, una (como ya lo había denunciado Millett). En tanto esto
teatralización o simplemente un “performar” (realizar). sea así, la dominación no será natural sino social, pro-
La repetición instituye al sujeto corporizado en su tem- ducto de las relaciones jerárquicas de una sociedad
poralidad. Por tanto, no estamos frente a un acto sin- heterosexual binaria. Wittig sostiene entonces la “hete-
gular o un acontecimiento aislado, sino ante una pro- rosexualización” de las mujeres (y de los varones) y, en
ducción ritualizada, una reiteración bajo y mediante consecuencia, no solo la obligación de reproducir la
ciertas condiciones de prohibición y de tabú, que nun- especie sino además de sostener una economía hetero-
ca determinan al sujeto por completo. Es justo ahí que sexual, basada en la división sexual del trabajo como
se ancla la capacidad política y transformadora de las un sistema de explotación según el cual los varones se
enunciaciones de resistencia capaces de inscribir nue- apropian de la producción y de la reproducción de las
vos significados: esa es precisamente la fuerza de los mujeres gracias al contrato matrimonial. Su crítica
performativos. Su capacidad de ruptura favorece los avanza sobre la definición de mujer, centrándola en su
significados nuevos, cuya fuerza reside en que lo que visibilidad sexual (más que social), de la que –según
se dice no puede separarse de la fuerza afirmativa del sostiene– solo se fugan algunos grupos de mujeres: las
cuerpo: se trata, por tanto, de un acto corporal (Feld- monjas, las lesbianas, las “solteronas”. Es necesario
man, 2002). Así, la verdadera fuerza de los performa- entonces pensar a las mujeres por fuera de los vínculos
tivos radica en que todo acto de habla se performa (se sexuales y de dependencia relacional respecto de los
realiza) corporalmente; es su dimensión expresiva que varones. Por eso, invita a destruir la categoría de sexo,
no solo comunica lo que se dice sino que muestra al y con ella, el sexo binario y la heterosexualidad como
cuerpo como el instrumento privilegiado de la expre- institución fundante del orden social. Este es el desafío
sión retórica. que acepta Butler cuando va más allá de la ruptura del
binarismo, para adoptar el concepto queer acuñado por
Ahora bien, queda dicho que con Butler se produ- Teresa de Lauretis (2014), primera persona en utilizar
ce el borramiento de los límites del sexo binario. En “teoría queer” para acentuar las discontinuidades con
principio, retoma de Monique Wittig la categoría de los estudios gays y lesbianos (aunque lo abandonó por
sexo, binario, natural, hetero y jerarquizado, pero la re- juzgar que había sido adueñado por prácticas teóricas
significa. Según Wittig, las mujeres obedecen a “su” e incluso mercadológicas que lo vaciaron de su conte-
naturaleza y todo en ellas es sexo; se subordinan al va- nido político).
rón y denuncian la opresión del sexo desde una posi-
ción que piensa la realidad social en términos dialécti- Butler toma distancia de la noción austiniana de
cos y materialistas, donde las categorías de varón y de “performatividad” (Austin, 1962) y se aproxima a De-
mujer operan como “clases sociales” en el sentido de rrida, quien considera performativa a la práctica dis-
Delphy (Wittig, 2006). Así, invita a todas las mujeres a cursiva que realiza y produce lo que nombra. Aunque
emprender su “lucha de clase” y a cuestionar el orden pone en cuestión la idea de “contexto total”, la filósofa
social y los supuestos metafísicos que lo sostienen, e critica tanto el presupuesto de voluntad de los sujetos
invita a desmontarlos. Esa división fundamenta una como la noción de contexto total, y se aleja de una
(seudo) división-sexual-natural del trabajo (Engels), en versión voluntarista del sujeto y/o determinista del con-
la cual la categoría sexo se constituye como la base texto. Si en su primera obra (1989) aproximó la perfor-
natural de la sociedad heterosexual normativa. matividad a la posibilidad teatral o dramática, propia
del art performance, más tarde la limitó a la performa-
Ahora bien, la novedad de Wittig que recoge But- tividad lingüística, o actos de habla, en un sentido no
ler es que la categoría de sexo no tiene existencia a referencial. La noción de género como mascarada
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diversidades, sexogéneros y teorías queer | PGD eBooks #8| 130
(1989) y de la feminidad como mascarada entre “el cas que ocultan la propia producción. Esta maniobra
ser” y su apariencia, entre el original y la copia, es rá- performativa (des)naturaliza los sexos/géneros, que es-
pidamente abandonada en términos de una ritualiza- conden su producción de “naturalidad”: “El género es
ción de la experiencia, bajo condiciones de posibilidad una construcción que constantemente oculta su géne-
de plantear una subversión política de los sexogéneros sis” (1989, p. 171), provocando el des-ocultamiento
como sujetos políticos. En esta conceptualización, el de las condiciones de su propia productividad. Este
primer enunciado performativo: “es una niña/o” antici- giro performativo desesencializa los sexos y posiciona
pa la serie de conductas que se deberán cumplir para la identidad de las personas más allá del sexo binario o
conformar sujetos dimórficamente sexuados, antici- de las normas reconocibles de inteligibilidad (1989).
pando performativamente las condiciones de posibili- De esta manera, para Butler, la performatividad pre-
dad de ser varón o mujer. tende ser una modalidad epistemológica intermedia
que desnaturaliza la diferencia sexual tanto como blo-
De este modo, la performatividad de género que quea los debates entre voluntarismo y determinismo,
se produce en un cuerpo muestra el fracaso constituti- exhibiendo además que no hay ser detrás del hacer
vo del régimen citacional heterosexual, y los performa- como pretende la metafísica de la sustancia. La perfor-
tivos se constituyen en fórmulas de habla legitimadoras matividad de género es una modulación afirmativa, una
que se construyen por la reiteración, la persistencia y contracara positiva que afirma el género con actos,
la estabilidad, pero también por la posibilidad de la gestos y realizaciones, en el sentido de que la esencia
ruptura. En la interpretación de Butler (1993), la per- o la identidad que pretende expresar son inventos fa-
formatividad no es meramente un libre juego, una tea- bricados y mantenidos mediante signos corpóreos y
tralización o un simple “realizar”; la repetición instituye otros medios discursivos. El hecho de que el cuerpo
un sujeto a la vez que es su condición de temporalidad. generizado sea performativo indica que no tiene una
No se trata de un acto singular o de un acontecimiento, posición ontológica distinta de los diversos actos que
sino de una producción ritualizada, reiterada bajo y constituyen su realidad (1989).
mediante ciertas condiciones que nunca determinan al
sujeto por completo. La performatividad contiene un doble gesto: admi-
te un sentido crítico que desarticula el marco simbólico
En Cuerpos que importan todo acto es parte de heterosexual e inscribe a las personas si y solo como
una cadena de citas. No obstante, reconoce que la se- mujeres o varones, y establece que si interpretamos
mejanza entre acto y acto hace que el pasado reiterado obligatoriamente lo femenino o lo masculino en un sen-
quede absorbido, enmascarado, olvidado, forcluido, y tido positivo, existen diferentes reactuaciones corpora-
que en la reiteración adquiera fijeza ontológica. La les de los mismos. No hay un núcleo de género, sino
fuerza o la eficacia del performativo dependen enton- una reglamentación social (y ficcional) que opera como
ces de su carácter iterable, de su pasado oculto y de su un marco prefabricado. La presunta coherencia sexogé-
futuro abierto. Se trata de la sedimentación histórica nero se mantiene debido al efecto artificial del poder
contenida en aquella enunciación. El sexo es un punto que tienen las prácticas institucionalizadas y que dan la
imaginario fijado por el dispositivo polimorfo de la se- apariencia de sustancia. Si el género no está ligado al
xualidad que Butler propone como punto de la subver- sexo ni causal ni expresivamente, entonces es un tipo
sión de la identidad sexual a través de la asunción de de acción que puede proliferar más allá de los límites
su carácter ideal, juzgándola como una unidad ficcio- binarios impuestos. De hecho, el género en cuanto es-
nal naturalizada del sexo/género. Lo que “verdadera- pecie de acción cultural corporal requiere de un nuevo
mente somos” “se hace”, (se) hacen y funcionan al vocabulario que instituya categorías resignificables y
servicio de relaciones de poder discursivas hegemóni- superadoras de las limitaciones sustancializadoras.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diversidades, sexogéneros y teorías queer | PGD eBooks #8| 131
Ahora bien, con independencia de la expansión y tura con los modelos basados en el binarismo sexual –
la repercusión que ha tenido esta teoría y de los esfuer- masculino y femenino, exclusivo y excluyente, con algún
zos de Butler por conceptualizar la identidad de sexo- anclaje en el cuerpo material– sino en la propagación
género desde los márgenes de la heterosexualidad, se de un modelo queer que el nominalismo radical reivin-
le formulan importantes críticas. En principio, se la dicó, sin más, en sus primeros trabajos. Algo ya apunté
entiende como una concepción que considera que es sobre su filosofía, pero destaco que contribuye a rom-
posible “elegir” la identidad genérica, perdiendo de per las prácticas políticas tradicionales y las concepcio-
vista el cuerpo “real” de las mujeres (Braidotti, 2004). nes metafísico-ontológicas de los cuerpos. En tanto
La filósofa italiana considera además que el abordaje Butler concibe a los humanos desde una perspectiva
es inadecuado porque es preciso reconocer la comple- ontológica radicalmente antiesencialista y opuesta a la
jidad del tema y la presencia simultánea y discontinua metafísica de la sustancia, sienta las bases para la
de aspectos potencialmente contradictorios sobre los construcción de una ontología de los hechos y de la
diversos ejes de subjetividad. Por tanto, es preciso convivencia. Mientras reconstruye la categoría de iden-
mantener a la vista la presencia simultánea de los di- tidad y pone en juego una amplia gama de identificacio-
versos ejes de poder que producen la identidad subje- nes posibles, rompe con una comprensión rígida, sus-
tiva y no reducir la explicación de la identidad a una tantiva, cerrada y esencialista de “sujeto identitario”.
única localización del poder tal como la heterosexuali- Favorece la libertad como un antipoder, donde cada
dad obligatoria. Para ello es necesario deconstruir dife- sujeto, si bien no puede escapar a las normas, se en-
rentes pares dicotómicos y jerarquizantes. Braidotti cuentra con su libertad en la apropiación crítica, la de-
adjudica cierta rigidez a las líneas de inteligibilidad que construcción y la reelaboración de las mismas. Por eso,
defiende Butler, quien parece identificar un único or- “la ley” es aquello que, al producir “sujetos”, se consti-
denamiento estructural basado en la institución hete- tuye en fundamento de toda agencia, y puede combatir
rosexual. Sin embargo, para la filósofa italiana, no se las relaciones de poder desiguales, auténtica amenaza
puede subsumir el par varón-mujer a hetero/homo a la libertad (Femenias, 2003; 2013; Femenias, Martí-
como único eje de identidad. nez, Casale, 2017).
Si los primeros escritos de Judith Butler abrieron En la actualidad, Butler desarrolla otras líneas de
la posibilidad de la resignificación del sexogénero en la investigación vinculadas al pacifismo y a la interpreta-
medida en que dislocó del nivel discursivo cualquier ción de las exclusiones sociales de etnorraza y religión.
resabio de la metafísica de la sustancia, en línea suce- No obstante, su mayor impacto teórico y social se man-
soria de Nietzsche y de Foucault, negó el dimorfismo tiene en la dirección de la teoría queer y la subversión
sexual basado en un sustrato material –es decir, en de las definiciones tradicionales de identidad.
cuerpos biológicamente entendidos como “naturales”–
para mostrar que tanto el sexo como el género son En esta línea de búsquedas identitarias de géne-
construcciones culturales. Así, sentó las bases argu- ro, Beatriz (Paul) Preciado profundiza la denuncia de
mentativas para la invención del cuerpo queer y, en los peligros de la esencialización definiéndose como
consecuencia, de la teoría queer que ya había anuncia- “posidentitaria” o queer (Preciado, 2012). Así, la posi-
do Teresa de Lauretis y que han desarrollado Eve ción queer indica una actitud crítica atenta a los proce-
Kosofsky Sedgwick como pionera, y más recientemente sos de exclusión y de marginalización que genera toda
Beatriz Preciado y Michael Warner. Una conjunción de ficción identitaria. Es decir, siguiendo a Kristeva, traba-
factores catapultó la obra de Butler a niveles masivos ja en la zona de lo que Butler había identificado de
de lectura, con una variabilidad esperable de interpre- “abyecto”. Se presenta como queer e integrante de un
taciones y registros. Esto desembocó no solo en la rup- movimiento político de “disidentes de género”, exten-
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diversidades, sexogéneros y teorías queer | PGD eBooks #8| 132
diendo así las fronteras sexuales más allá de las suge- tender que el momento histórico actual constituye una
rencias de la teórica estadounidense. En su Manifiesto era “fármaco-pornográfica”. En efecto, para ella el mo-
contrasexual parte de lo que denomina la “contra- delo capitalista contemporáneo se asienta en dos pila-
sexualidad” o fin de la naturaleza como orden legítimo res fundamentales: la industria farmacéutica y la por-
de la sujeción de unos cuerpos sobre otros (Preciado, nográfica. En ese contexto, relata un experimento que
2002). Se propone hacer un análisis crítico de la dife- realizó sobre su propio cuerpo, y que la llevó a aplicar-
rencia de género y de sexo como producto del contrato se testosterona para desafiar la determinación biológi-
sexual heterocentrado y sustituir ese contrato social – ca de la sexualidad y del género. A juicio de Preciado,
que denominamos “naturaleza”– por otro contrasexual luego de los regímenes esclavista e industrial, hacia la
donde los cuerpos se reconozcan a sí mismos solo década de los 70 –en la línea de la biopolítica foucaul-
como “cuerpos parlantes”, con la posibilidad de acce- tiana– se pone en marcha un nuevo tipo de “guberna-
der a todas las prácticas significantes y a todas las mentalidad del ser vivo”: la regulación de los cuerpos.
posiciones de enunciación para renunciar a una identi- En este sentido, reconstruye una genealogía de las
dad sexual cerrada y determinada naturalmente. La transformaciones de la industria del último siglo, cen-
nueva sociedad se denomina contrasexual porque, por trándose en la gestión política y técnica sobre el cuer-
un lado, deconstruye sistemáticamente la naturaliza- po, el sexo y la sexualidad, a su entender, el área de los
ción de las prácticas sexuales y del sistema de sexogé- negocios más importantes del nuevo milenio. Desde un
nero, y por otro lado, proclama la equivalencia (no la punto de vista filosófico considera pertinente analizar
igualdad) de todos los cuerpos-sujetos-parlantes que lo que denomina el “sexopolítico” de la economía mun-
se comprometan en el contrato. Esta contrasexualidad dial. Su definición de “género abierto” como falta de
constituye también una teoría del cuerpo cuya sexuali- clausura acuerda con su ideario político.
dad es definida como una tecnología y sus prácticas e
identidades sexuales son “máquinas, productos, ins- Poco más tarde, Preciado (2012) elabora una ge-
trumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicacio- nealogía del término queer. En la lengua inglesa –la
nes, programas, conexiones, flujos de energía y de in- que necesariamente debe tomar como referencia– des-
formación, interrupciones e interruptores…” (2002, p. de su aparición en el siglo XVIII, queer servía para
19). Porque la naturaleza humana –siguiendo a Donna nombrar a aquel o aquello que por su condición de
Haraway (1995)– es un efecto de la negociación per- inútil, mal hecho, falso o excéntrico ponía en cuestión
manente de las fronteras entre lo humano y lo animal, el buen funcionamiento del juego social. Eran queer el
el cuerpo y la máquina, el órgano y el plástico. Con tramposo, el ladrón, el borracho, la “oveja negra” y la
este trasfondo, se propone como objetivo desnaturali- “manzana podrida”, pero también todo aquel que por
zar y desmitificar las nociones tradicionales de sexo y
de género: la contrasexualidad tiene así como tarea
prioritaria estudiar los instrumentos y los aparatos se-
xuales y, por tanto, las relaciones de sexo y de género
que se establecen entre el cuerpo y la máquina.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diversidades, sexogéneros y teorías queer | PGD eBooks #8| 133
su peculiaridad o por su extrañeza no podía ser recono- categoría de queer los invertidos, el maricón y la les-
cido de inmediato como hombre o mujer. O sea: queer biana, el travesti, el fetichista, el sadomasoquista y el
era un insulto. Según Preciado, la palabra queer no zoófilo; es decir, reunía todas las marcas de lo abyecto.
definía una cualidad del objeto; por el contrario, desde La palabra –insiste Preciado– servía para limitar el ho-
el principio era más bien la huella de un fallo en la re- rizonte democrático: quien llama a otro queer se sitúa
presentación lingüística, antes que un simple adjetivo. a sí mismo en un espacio de confort en la esfera públi-
De algún modo esto equivale a decir, a juicio de la ca, en tranquilo intercambio comunicativo con sus
teórica, que aquello que se llama “queer” supone un iguales heterosexuales, y expulsa al queer más allá de
problema para el sistema de representación, lo que re- los confines de lo humano. La injuria desplaza al queer
sulta en una perturbación, una vibración extraña en el a la condena, al secreto y a la vergüenza.
campo de visibilidad que debe ser marcado con la in-
juria. Eso hacía necesario desconfiar del queer, tal Según su opinión, en la actualidad el movimiento
como se desconfía de un cuerpo que por su mera pre- queer no es un movimiento de homosexuales ni de
sencia desdibuja las fronteras entre las categorías sig- gays, sino de disidentes de género y sexuales que resis-
nadas por la racionalidad y el decoro. Caían bajo la ten frente a las normas que impone la sociedad hete-
rosexual dominante, atento también a los procesos de
normalización y de exclusión internos a la cultura gay:
marginalización de las bolleras, de los cuerpos transe-
xuales y transgénero, de los inmigrantes, de los traba-
jadores y trabajadoras sexuales. Para ser queer es ne-
cesario someter la propia identidad sexual a una di-
mensión política crítica. Por eso, agrega, cuando se
habla de teoría queer para referirse a los textos de But-
ler, de Lauretis, Sedgwick o Warner, se alude a un pro-
yecto crítico heredero de la tradición feminista antico-
lonial, cuyo objetivo es “el análisis y la deconstrucción
de los procesos históricos y culturales que nos han
conducido a la invención del cuerpo blanco hetero-
sexual”, ficción dominante en Occidente, y a la exclu-
sión de las diferencias por fuera de la representación
Beatriz (Paul) Preciado política (Preciado, 2012).
Itinerarios de teoría feminista y de género | Diversidades, sexogéneros y teorías queer | PGD eBooks #8| 134
Ecofeminismo: larga vida a una metáfora
La metáfora de la Madre Tierra es ancestral y atraviesa enfoque, los varones, guiados por la razón –en oposi-
casi todas las culturas (Anzoátegui y Barba, 2016). La ción a la intuición femenina– pertenecen al mundo de
mujer es asemejada allí a la tierra nutricia; sin embar- la cultura. Por su capacidad para controlar y transfor-
go, el sujeto la “pisa”, la “reprime” y se apropia de ella mar a la naturaleza, la cultura se considera superior; de
(Irigaray, 1978). La teórica francesa denuncia la con- ahí que el binomio mujer-naturaleza y varón-cultura
tracara de la metáfora de la madre nutricia, y si com- marque la superioridad de la cultura sobre la naturale-
pletáramos la analogía veríamos con facilidad la vincu- za, como lo interpreta Mary Daly en Gyn/Ecology (1978).
lación entre ecología y feminismo. De formación teológica, Daly se dedica a analizar los
mitos “más allá del Dios Padre” para llegar a la certera
Las primeras conexiones entre el feminismo y la conclusión de que la única religión que prevalece en
ecología, que dieron origen al ecofeminismo, se en- todas partes es el culto al patriarcado. Propone desarro-
cuentran en las utopías literarias de las feministas de llar una conciencia ginecocéntrica y biofílica de resis-
los años 70 y surgieron en distintos países –Fran- tencia frente a la civilización falotécnica y necrófila do-
cia, Alemania, Estados Unidos, Japón, Australia y Fin- minante (Puleo, 2002; 2011 a).
landia, entre otros– por influencia del conocimiento de
los problemas ecológicos. Françoise d’ Eaubonne Una de las teóricas ecofeministas más reconoci-
(1920-2005) creó el término “ecofeminismo” en 1974, das hoy en el mundo es Vandana Shiva, quien publicó
y además sostuvo la existencia de un matriarcado origi- en 1988 Staying Alive. Shiva es una de las primeras en
nario que supuestamente implicaba relaciones sociales denunciar el deterioro de las condiciones de vida de las
de equidad entre varones y mujeres (1974; Agra, 1998; mujeres del Tercer Mundo por causa del maldesarrollo.
Warren, 2003). Como fuere, lo cierto es que el ecofe- Es pacifista, seguidora de Gandhi, y ha movilizado al-
minismo nació como contestación a lo que se define rededor de cinco millones de personas en la India, su
como la apropiación (expropiación) patriarcal de la fer- país de origen, a los efectos de denunciar a la Unión
tilidad tanto de la tierra cuanto de las mujeres. Según
el ecofeminismo, esto habría producido dos efectos per-
niciosos: en primer término, la sobreexplotación de la
tierra, que la reduce a mera “materia prima” (Merchant,
1983); y en segundo lugar, la mercantilización de la
sexualidad femenina. Es decir, señala que en el orden
simbólico patriarcal existen conexiones entre la domi-
nación y la explotación de las mujeres y de la naturale-
za. Incluso algunas de sus representantes derivan hacia
posturas esencialistas, argumentando que las mujeres
están en posición de mayor proximidad a la naturaleza,
lo que les permite su identificación con ella. Según este Vandana Shiva (1952)
Itinerarios de teoría feminista y de género | Ecofeminismo: larga vida a una metáfora | PGD eBooks #8| 136
y su jerarquización. Otro vínculo se produce al conside- ben conectarse con prácticas políticas que pongan en
rar un marco conceptual mayor de carácter opresivo y primer plano la resolución de problemas vinculados a la
patriarcal en la línea de dominación de la naturaleza no contaminación y la salud, el medio ambiente, el cambio
humana. Es decir, se basa en una lógica de domina- tecnológico, el activismo antinuclear y el pacifismo.
ción, según la cual esta última se justifica; así como la
perpetuación de las dominaciones gemelas de mujer/ Por otra parte, la pensadora ecofeminista más re-
naturaleza. Por esta razón es que la tarea conjunta del conocida en lengua castellana es Alicia Puleo, quien
feminismo y del ecologismo consiste en transgredir los presenta su propuesta de un ecofeminismo ilustrado
marcos conceptuales opresivos, tanto teóricos cuanto (2008), al que entiende como una reflexión filosófica
prácticos. Una consecuencia de esta dupla es la forma- ético-política sobre las relaciones de los humanos con
ción de una conciencia y de una personalidad diferen- la naturaleza. Considera que, orientado a la ecojusticia
ciada en varones y mujeres, basada en la idea de que y la sostenibilidad, el ecofeminismo ilustrado se carac-
las experiencias corporales femeninas –reproducción y terizaría por la crítica al prejuicio, la defensa de los
crianza– las sitúan en una relación privilegiada con la principios de igualdad y autonomía, la conceptualiza-
naturaleza, lo que da lugar a modelos y metáforas ción nominalista del género, el diálogo intercultural, la
(como vimos en Irigaray) según los cuales se conforman aceptación prudente de la ciencia y la técnica, la uni-
y se explican varones y mujeres en general. versalización de las virtudes del cuidado aplicado a to-
dos los humanos y al resto de la naturaleza. Frente a
Warren considera que también existe una cone- una moral de la compasión o de posiciones que anun-
xión empírica, basada en la experiencia, que afecta cian la radical finitud del mundo, Puleo apuesta por un
directamente a las mujeres en relación con los pestici- desarrollo sostenible, que debería comenzar a imple-
das, la deforestación, el cambio de políticas alimenta- mentarse de inmediato. Posteriormente, en su obra
rias, las cuestiones sobre el cuidado, entre otros. Los Ecofeminismo para otro mundo posible (2011), reitera
datos empíricos documentan el nexo de dominación de que la naturaleza como la entendemos toca a su fin,
mujer y naturaleza, y muestran la necesidad de desa- debido en gran parte a que la sociedad patriarcal ha
rrollar análisis críticos feministas preocupados por el resultado muy perniciosa para el planeta. Y está con-
medio ambiente. Esta acumulación de conexiones re- vencida de que ha llegado el momento de cambiar el
vela la necesidad de elaborar una epistemología femi- rumbo, para lo cual propone un ecofeminismo crítico,
nista y ecologista sustentada en la epistemología de la que reconoce y asume el legado emancipatorio moder-
responsabilidad desarrollada por la canadiense Lorrai- no de crítica al prejuicio. La mayoría de las actuales
ne Code (2002, pp. 156-173). La filósofa estadouni- catástrofes o desastres naturales son fenómenos pro-
dense tampoco desestima el lazo simbólico que se ducidos por un modelo de desarrollo obsoleto y perni-
basa en la exploración de la asociación y devaluación cioso para la propia especie; por eso es necesario y
simbólica de mujer y naturaleza en el arte, la literatura, urgente aceptar la advertencia de la realidad del cam-
la religión, la teología y la publicidad, cuyas derivacio- bio climático antropogénico en curso y modificar el
nes éticas son bien conocidas. Por último, todas las rumbo del desarrollo económico. Esto afecta en primer
conexiones anteriores dan lugar a diferentes posturas término a los países empobrecidos y a las poblaciones
filosóficas y teoréticas, a veces opuestas, dentro de las más vulnerables desde el punto de vista económico,
escuelas feministas y ecologistas, que la autora reco- porque dependen de recursos naturales destruidos o
noce como un campo en construcción. porque carecen de medios para la evacuación o la pre-
vención. Las mujeres –las más pobres entre los po-
Para Warren, no es posible quedarse en el plano bres– son las primeras afectadas, pues las catástrofes
teórico. Por el contrario, los desarrollos ecológicos de- las obligan a multiplicar sus esfuerzos cotidianos para
Itinerarios de teoría feminista y de género | Ecofeminismo: larga vida a una metáfora | PGD eBooks #8| 137
cuidar de las personas dependientes en el hogar, tarea nes ecológicas cotidianas y anónimas como en las
tradicionalmente femenina. El deterioro medioambien- científicas o humanísticas; por otro, de valorar prácti-
tal afecta a todo el mundo, pero los daños sufridos cas del cuidado históricamente femeninas que hoy se
dependen también de factores económicos, sociales y revelan indispensables para todos si queremos un
también orgánicos, como edad y sexo. Incluso, los pes- mundo que merezca la pena ser vivido. No se trata, sin
ticidas y herbicidas que se usan en la agricultura in- embargo, de hacer del colectivo femenino el salvador
dustrial, sostiene Puleo, no solo instalan lo que se ha del planeta, sino de que las actitudes del cuidado –ad-
denominado una “sociedad química”, que perjudica a judicadas tradicionalmente solo a las mujeres– tienen
todos, sino que daña de modo particular y en mayor que universalizarse, enseñarse a los varones, y su apli-
grado a las mujeres. Cada vez más investigaciones los cación debe extenderse a la naturaleza no humana. El
relacionan con las cifras crecientes de incidencia del guerrero y el cazador ya no deben ser los modelos de
cáncer de mama o del síndrome de hipersensibilidad excelencia de la humanidad: son patriarcales y des-
química múltiple, generalmente diagnosticado como tructivos e inspiran numerosas formas de depredación
alergia (Valls-Llobet en Puleo, 2015, pp. 21-36). Por que encontramos en el modelo de la globalización neo-
eso la mirada ecofeminista es clave; muestra la impor- liberal. Muchos hombres son hoy conscientes de ello y
tancia de reconocer las aportaciones de las mujeres a los rechazan. Es hora de dar un salto cualitativo para
una nueva cultura de la sostenibilidad. Por un lado, se dejar atrás una sociedad androcéntrica ecológicamente
trata de visibilizar a las mujeres tanto en sus actuacio- devastadora.
Itinerarios de teoría feminista y de género | Ecofeminismo: larga vida a una metáfora | PGD eBooks #8| 138
Abriendo derechos
En un viejo artículo, distinguí tres etapas del feminismo pertas que recuperan una memoria histórica olvidada
en la Argentina (Femenias, 2002). En primer término, el por décadas y a las experiencias de los grupos de mu-
período de las sufragistas, en el cual nombres ilustres jeres activistas, que no solo proclaman logros sino que
como Cecilia Grierson, Elvira Rawson de Dellepiane, Ju- denuncian cuánto nos falta aún por alcanzar.
lieta Lanteri o Alicia Moreau de Justo se destacan entre
las primeras universitarias y en un grupo importante de ···
afiliadas al Partido Socialista y al Partido Radical, entre
otras. Dentro del mismo período, que hago llegar hasta He examinado sucintamente la aspiración de la filosofía
la década del 30, se puede incluir a las anarquistas –edi- de ser un saber sin supuestos, según la conocida fór-
toras de La Voz de la Mujer– y a un número significtivo mula de Husserl; sin el supuesto sexista, siempre recu-
de activistas obreras (Barrancos, 1990, 1993, 1996, rrente y aún no develado por completo. Traté de mostrar
2002, 2006, 2008; Lobato, 2001, 2002, 2007, 2009; cómo la teoría y las prácticas feministas y de género
Spadaro, 2000, 2002a, 2002b, entre muchas otras). fueron desarmando algunas líneas conceptuales y pro-
Resulta imposible en este espacio mencionarlas a todas duciendo otras más inclusivas. El recorrido es incom-
y dar cuenta de su invalorable trabajo. pleto y estoy en deuda con muchísimas mujeres tanto
del exterior cuanto de nuestro propio país. Pero en este
En un segundo momento, dí cuenta de los logros espacio ha sido imposible examinar todas las nuevas
del sufragio femenino en 1947; y por último, describí vertientes que la mirada feminista y de género ha per-
una etapa que denominé “actual” en la cual se vislum- mitido abrir. Si la filosofía –esa suerte de reflexión en la
bra la eclosión de investigaciones históricas, literarias, que se expresan determinadas formas de autoconcien-
estéticas, psicológicas, comunicacionales, sociológicas cia de la especie, a la manera en que lo subrayó el
y filosóficas que, a partir de la recuperación de la de- idealismo alemán– ha manifestado siempre espíritu crí-
mocracia y a fines del siglo XX, convirtió este tema tico, no puede quedar entonces al margen del examen
marginal y casi olvidado en uno de los campos más filosófico de los preconceptos sexistas que la sostienen
fructíferos e interesantes de las últimas décadas. Tam- y que, al mismo tiempo, hacen lo propio con la estruc-
poco es posible referirnos a todas sus luchadoras, in- tura de la sociedad en la que vivimos. Este es el lema
vestigadoras, activistas. Agrupaciones como la Asocia- que Celia Amorós repite constantemente y que implica
ción de Mujeres Universitarias (AMU), Unión Feminista a la vez un objetivo, un compromiso y una tarea a reali-
Argentina (UFA), Lugar de Mujer, Asociación Argentina zar. Sucede que al menos la mitad numérica de la es-
de Mujeres en Filosofía (AAMEF), Asociación de Traba- pecie es, en verdad, históricamente una minoría en el
jo y Estudio de la Mujer (ATEM), Mujeres al Oeste, orden del poder, y se encuentra en situación de margi-
entre un número extraordinariamente amplio de colec- nación conceptual debido a lo que Agnes Heller deno-
tivos similares, contribuyeron al espíritu crítico que minó “la genericidad” (Amorós, 1985, p. 23). En algún
guía este breve recorrido. Por eso, simplemente insto a sentido, la filosofía, que ha pretendido ser un saber uni-
que lxs lectores se acerquen a los trabajos de las ex- versal y sin supuestos –es decir, un saber capaz de re-
Itinerarios de teoría feminista y de género | Abriendo derechos | PGD eBooks #8| 140
la justicia, la igualdad y el usufructo de los derechos. los últimos años. Aun cuando se considera que las
Los análisis que sustituyen el punto de vista de las prácticas no son un problema filosófico, cabría pregun-
categorías modernas –ilustradas– por otras deudoras tarnos por qué no y cómo o por qué la filosofía se des-
del giro posmoderno contribuyen a despejar el sexismo vincula de sus responsabilidades al hacerlo. Pues si
(y otros “ismos”) en el nivel de las prácticas discrimi- interesa la mayor democratización de la vida en demo-
natorias. Pero, ni histórica ni actualmente, quienes de- cracia, ambos niveles deben ser tenidos en cuenta.
nuncian el “fin” del modelo ilustrado están eximidos
de reconocer que gracias a la tan mentada Ilustración, Flota aún, por lo tanto, la pregunta que Susan
el sistema legal occidental en general, y el argentino en Moller Okin (1979) formulara hace ya muchos años: la
particular, incorporaron derechos y garantías específi- inclusión de las mujeres en los modelos teórico-políti-
cos para las mujeres y las minorías. cos (incluso gnoseológicos) actuales, ¿los democratiza
o los hace estallar? (p. 15, mi tratucción). En esa direc-
Por su parte, la denuncia posmoderna de falogo- ción, Catharine MacKinnon publicó en 2006 una com-
centrismo, enfocada como está en el análisis del nivel pilación que tituló en forma de pregunta: ¿Son huma-
discursivo, define con claridad los modos históricos de nas las mujeres? No era la primera vez que una mujer
discriminación y exclusión de las mujeres que se es- se formulaba un interrogante de ese tipo. Para MacKin-
conden en los pliegues del lenguaje, lugar privilegiado non, quien visitó nuestro país en el año 2010, la cues-
de la inscripción de los sujetos. Incluso da cuenta de tión sigue vigente porque, como ella misma recuerda,
los modos de socialización que imprimen la dinámica en el curso de la historia las mujeres han sido definidas
cultural, la autoestima, el sistema de creencias y la como miembros de alguna clase ambigua que se ubica
capacidad crítica. Por tanto, se puede concluir que el en un espacio intermedio entre las “cosas” y los “hu-
patriarcado, como paradigma estructural, cambia de manos”. Si bien esta afirmación suele chocar con
aspecto –en el sentido de la materialidad de sus prác- nuestra sensibilidad del siglo XXI, una rápida mirada a
ticas y de su estilo epocal– pero conserva siempre la la historia del pensamiento muestra cómo por siglos se
estrategia transhistórica y transcultural de la domina-
ción: los significados sociales cambian, la dominación
sobre mujeres y minorías sexuales continúa más o me-
nos matizada o encubierta. Se sostiene como tal gra-
cias a un conjunto de tácticas que le permiten mante-
ner relaciones de dominio y de subordinación, donde el
genérico de los varones “domina” al genérico de las
mujeres (o lo feminizado).
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las [nos] ha definido desde el punto de vista jurídico o fuerza, en general el patriarcado recurre a la persua-
bien como menores de edad o incapaces, o bien como sión y al consenso. Sienta las bases para la socializa-
propiedad de padres y maridos, salvo excepciones. Y ción de mujeres y de varones sobre las que se da cuen-
ya se sabe que las excepciones son un modo de exclu- ta de las diferencias de género como si se tratara de
sión por excelencia, regidas por un ideal que muy po- modos causales; como si las diferencias naturales o,
cas pueden alcanzar; quizá solo las reinas, las sabias o más propiamente, las incapacidades naturales –y no
las santas. La jurista consideraba en 2006 que aún inducidas– de las mujeres para alcanzar el modelo-va-
seguíamos más cerca de la calidad de cosa o propie- rón que se presenta como rasero, les fuera ajeno. Des-
dad de algún varón (o del Estado, o de la Iglesia) que montar este sutil aparataje implica una intensa labor
de la calidad de persona humana en sentido pleno. política y epistémica, en la cual la promoción del cono-
Vale la pena revisar cuánto hemos avanzado y cuánto cimiento y la sensibilización social no son extrañas. Si
queda todavía pendiente. Husserl proponía que la diferencia sexual era uno de
los grandes temas de nuestra época, en sintonía con la
Desnaturalizar los constructos políticos y mostrar- afirmación heideggeriana de que cada época tiene una
los como lo que son –construcciones colectivas de las única idea obsesiva que desarrollar, entonces la idea
estructuras que nos rigen– se torna un desafío funda- obsesiva de nuestra época es sin duda la cuestión del
mental para la filosofía en general y para el feminismo sexogénero. Una idea única y obsesiva, desplegada en
filosófico en particular. Pero no es un trabajo que esta múltiples y variados niveles, capaz de mostrar la nece-
disciplina pueda hacer sola: debe hacerlo con otras sidad de aguzar la mirada filosófica sobre la construc-
disciplinas y con las mujeres activas en las prácticas. ción occidental del saber, la ontología y los derechos.
Por eso, con su histórica voluntad de igualdad y de Si aceptamos en la superficie emprender los desafíos
reconocimiento de derechos, el feminismo ha resultado de más democracia a la democracia e ideales igualita-
a veces un compañero incómodo en la ruta de la filo- rios, buceando en la profundidad se hace necesario
sofía tradicional. Incómodo, porque en su búsqueda de revisar antropologías y ontologías, hechos y epistemo-
libertades individuales y de derechos igualitarios para logías. De la misma manera, es preciso promover un
las mujeres (y por extensión, para todas aquellas per- espacio académico de formación, investigación, do-
sonas que han ocupado la posición “mujer” o que han cencia, producción y promoción de conocimientos
sido socioculturalmente feminizadas) ha ido desplazan- transformadores.
do normas consuetudinarias de poder patriarcal, encu-
brimientos gestados ideológicamente y prebendas so- Con estas brevísimas pinceladas, que pretenden
ciopolíticas compartidas por un número mínimo de dar cuenta de las múltiples tareas y desafíos que la fi-
miembros de la sociedad, en ejercicio de una máxima losofía debe enfrentar, damos fin a este recorrido in-
cuota de poder. En tales redes ha quedado atrapada la completo, fértil e ineludible. Si el feminismo filosófico
sociedad como un todo, así como los individuos que es una estructura de la autoconciencia política de las
viven en ella, formando parte de una ideología legiti- personas y, por lo tanto, de reflexión sobre un conoci-
madora del sistema de dominación, la naturalización miento que es histórico, situado, contingente y en con-
de los estereotipos, de las normas sociosexuales, de la secuencia sin garantías de veracidad, porque nos inte-
división sexual del trabajo (y de las ganancias), de los rroga en el presente y nos enfrenta a la inconmensura-
mandatos basados en normas de congruencia sexoge- bilidad de las diferencias, entonces –como toda filoso-
nérica, en códigos de honor y de honra, entre otros. fía– es inconcluso y obliga a pensar en la simultaneidad
de los efectos sociales, discursivos y simbólicos de
A modo de cierre provisorio, me interesa subrayar posiciones potencialmente contradictorias que operan
que si bien algunos modos patriarcales apelan a la en las narrativas que habitamos.
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Si esto es así, y precisamente por ello, tenemos ber filosófico. En ese trabajo, la revisión de los estereo-
derecho a tener derechos (Arendt) y a realizar el recorri- tipos de género y sus consecuencias se ha abierto paso
do del horizonte último del filosofar que interpela en for- en una dinámica que no solo supone el descorrimiento
ma permanente a las teorías históricas y actuales desde de los velos de la invisibilización, sino también de los
lecturas críticas, a fin de contribuir a formular nuevas factores que inciden directa e indirectamente en tales
aristas y miradas sobre la diversidad de campos del sa- ocultamientos. La tarea continúa, compleja y desafiante.
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Es Doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Profesora Distinguida en la Universidad
de Buenos Aires y Profesora Consulta en la Universidad Nacional de La Plata. Obtuvo el título de Doctora Honoris
Causa en la Universidad Nacional de Córdoba y la mención Premio Konex a la Trayectoria Académica (2006-2016).
Durante varios años dictó la materia Antropología Filosófica (FaHCE, UNLP) y actualmente, se desempeña
como profesora titular de la cátedra de Género y Derechos Humanos de las Mujeres (FCJyS, UNLP), además de ser
titular de la materia Filosofía Política Contemporánea: Cuestiones de género (UNQ). Ha sido profesora visitante en
numerosas universidades del país y del exterior (entre otras en las de Berkeley, Jean Jaurés, Perugia, Diderot, Les
Lumièrs, Complutense de Madrid, Málaga, UAM).
Fue Directora y co-fundadora del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género con sede en el Institu-
to de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (FaHCE, UNLP). A su vez, en la misma institución fundó
la Especialización en Educación en género y sexualidades, de la que fue directora en el periodo 2012-2017. Fue
co-editora de la Revista Mora con asiento institucional en la Universidad de Buenos Aires.
Ha dirigido equipos de investigación y tesis de maestría y doctorado. Cuenta con múltiples publicaciones, de
las que se destacan: Sobre Sujeto y Género. (Re)lecturas feministas de Beauvoir a Butler ([2000], 2011); Perfiles
del feminismo iberoamericano (2002, 2005, 2007); El género del multiculturalismo ([2007], 2013) y la colección
Los ríos subterráneos (2013-2018) de seis volúmenes sobre violencia contra las mujeres. Ha publicado trabajos
sobre la filosofía de Judith Butler como Judith Butler: una introducción a su lectura (2003) y (en colaboración) Ju-
dith Butler, su filosofía a debate (2013) así como Judith Butler: Las identidades del sujeto opaco, (2015); Judith
Butler fuera de sí (2017). Por último, ha publicado Antropología filosófica (para no filósofos) (2016) y numerosos
artículos en revistas especializadas de circulación internacional.